2 el profeta y la profecia

35
IGLESIA Y MINISTERIOS EVANGELISTICOS CRISTIANOS UNIFICADOS DE “JESÚS” EL PROFETA Y LA PROFECÍA “Entonces el espíritu de Jehová Vendrá sobre ti con poder Y profetizarás con ellos, Y serás mudado en otro hombre”. 1 Sa.10, 6. M. A. Pereira.

Upload: pastormariopereira

Post on 24-Jul-2016

241 views

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

 

TRANSCRIPT

Page 1: 2 el profeta y la profecia

IGLESIA Y

MINISTERIOS

EVANGELISTICOS

CRISTIANOS

UNIFICADOS DE

“JESÚS”

EL PROFETA Y

LA PROFECÍA

“Entonces el espíritu de Jehová

Vendrá sobre ti con poder

Y profetizarás con ellos,

Y serás mudado en otro hombre”.

1 Sa.10, 6.

M. A. Pereira.

Page 2: 2 el profeta y la profecia

Querido(a) Hermano(a):

Pablo en su primera epístola a los Corintios capitulo doce,

nos enseña como el Espíritu Santo de parte de Dios, imparte los

dones y carismas como el decide y a quien el desea.

Estos “Dones” no se venden ni se compran son un regalo

por gracia y un instrumento, armas para vencer y alcanzar la

victoria en todas las áreas de nuestra vida.

En esta lista hay nueve dones principales los que

podemos dividir en tres grupos así:

1. Inspiración: Palabra de Sabiduría, Palabra de Ciencia y

Profecía.

2. Interpretación: Discernimiento o distinguir Espíritus, Hablar

en Lenguas y Poder de Interpretación de Lenguas.

3. Poder: Don de la Fe, Hacer Sanidades o Milagros,

Poder de Santidad.

Estos dones son para Edificación, Exhortación y

Consolación, de nuestro prójimo o semejantes y debemos

ponerlos al servicio de nuestras comunidades, iglesias, ciudades

y países en general.

En el don de Profecía, tema sobre el cual se realizo el

presente trabajo, NO debes de olvidar y tener en cuenta que es

Dios, Jesús y su Santo Espíritu, quienes dan la revelación y NO

TU, quien por compasión o ayuda a un hermano(a), comunidad

o Iglesia, decides pronunciar la palabra que ellos o ellas desean

escuchar.

Cuida sobre todo tu corazón, para que este permanezca

en continua comunicación y sintonía con Jesús y sea Él, a

través de su Santo Espíritu quien Edifica, Exhorta, Consuela a

sus hijos e hijas, déjalo actuar y el ara, “porque nada hay

imposible para Dios”.

M. A. Pereira.

Page 3: 2 el profeta y la profecia

I N D I C E

PROFETA……………………………….……………..….1

Características del Profeta……………………………...5

Falsos Profetas…………………………………………..6

Escritos del Profeta……………………………….…..…6

Etimología del termino Profeta………………….…..….8

Forma de vida del Profeta……………………….……..11

Llamamiento del Profeta……………………………….12

Compañía de los Profetas……………………………..13

Profetas Mayores…………………………………….…16

Profetas Menores…………………………………….…16

Profetisa………………………………………….………17

PROFECÍA………………..……………………….….…18

Características de la Profecía…………………………18

Interpretación de la Profecía…………………………..21

Promesa…………………………………………….…...24

Profetizar………………………………………….……..26

Bibliografía………………………………………………31

Page 4: 2 el profeta y la profecia

1 Corintios. 12, 1-13.

1 No quiero, hermanos, que ignoréis acerca de los dones espirituales.

2 Sabéis que cuando erais gentiles se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos.

3 Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios dice de Jesús: "¡Sea anatema!", como tampoco nadie puede exclamar: "¡Jesús es el Señor!", sino por el Espíritu Santo.

4 Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.

5 Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo.

6 Y hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.

7 Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para el bien de todos.

8 A uno es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu;

9 a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu.

10 A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas.

11 Pero todas estas cosas las hace uno Y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.

12 Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo,

13 porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.

Page 5: 2 el profeta y la profecia

PROFETA

Aquel a quien Dios reviste de Su autoridad para que

comunique Su voluntad a los hombres y los instruya.

a) Institución del profetismo:

Dios prometió que Él suscitaría de entre el pueblo

elegido a hombres inspirados, capaces de decir con autoridad

la totalidad de lo que Él les ordenaría exponer (Dt.18:18, 19).

Moisés es el modelo de todos los profetas que lo siguieron,

en cuanto a la unción, doctrina, actitud en cuanto a la Ley y la

enseñanza.

Sobre varios puntos hay unas analogías notables entre

Moisés y Cristo (v. 18; Hch.3:22, 23). Zacarías habla

asimismo de esta autoridad característica: el Espíritu de Dios

ha inspirado a los profetas aquello que debían decir al

pueblo; los acontecimientos preanunciados han sido

cumplidos (Zac.1:6; 7:12; Neh.9:30).

Es Dios sólo quien ha elegido, preparado y llamado a

los profetas; la vocación de ellos no es hereditaria, sino que

con frecuencia encuentra al principio una resistencia interna

(Éx.3:1-4:17; 1 S.3:1-20; Jer.1:4-10; Ez.1:1-3:15)

La Palabra del Señor, transmitida a los profetas de

diversas maneras, queda confirmada mediante señales, por

el cumplimiento de las predicciones y por la conformidad con

las enseñanzas de la Ley. Dios pedirá cuentas al hombre por

su obediencia o desobediencia con respecto a la Palabra

transmitida por Sus siervos (Dt.18:18-19, cfr.v.20 y Dt.13:1-5).

El Espíritu del Señor enseñaba a los profetas (1

R.22:24; 2 Cr.15:1; 24:20; Neh.9:30; Ez.11:5; Jl.2:28; Mi.3:8;

Zac.7:12; Mt.22:43; 1 P.1:10-11). La acción divina no está en

conflicto con la psicología humana.

-1-

Page 6: 2 el profeta y la profecia

En ocasiones Dios se servía de una voz audible o de un

ángel (Nm.7:89; 1 S.3:4; Dn.9:21); pero por lo general daba

Sus instrucciones mediante sueños, visiones y sugestiones

que los profetas reconocían como de origen divino, externo a

ellos mismos.

Estos hombres no estaban continuamente bajo la

inspiración del Espíritu, sino que esperaban la revelación del

Señor (Lv.24:12). Su mente no puede identificarse con la de

Dios (1 S.16:6, 7). Natán mismo estuvo de acuerdo con

David en sus deseos de construir el Templo, pero tuvo que

decirle después que Dios se oponía a este proyecto (2 S.7:3).

Los profetas sólo reciben las revelaciones en el

momento elegido por el Señor. Desde la época de Samuel,

Dios fue dando profetas a Israel de una manera regular:

varios de ellos son anónimos (1 R.18:4; 2 R.2:7-16). Este

ministerio parece que no cesó hasta la época de Malaquías.

Al acercarse el tiempo de la primera venida de Cristo,

se dejó oír de nuevo la Palabra profética (Lc.1:67; 2:26-38).

Había profetas en la Iglesia en la época de Pablo (1

Co.12:28). En contraste con los apóstoles y ancianos, no

constituyen un grupo definido.

Hombres y mujeres (Hch.21:9) comunicaban lo que

Dios les había revelado por el Espíritu, anunciando

ocasionalmente lo que había de suceder (Hch.11:27-28;

21:10-11); especialmente, exhortaban y edificaban a la Iglesia

(1 Co.14:3, 4, 24).

Pablo aplica irónicamente el calificativo de profeta a un

autor pagano que describió de manera magistral y verídica el

inmoral carácter de los cretenses (Tit.1:12). Ciertos hombres

que poseyeron el espíritu de profecía no fueron oficialmente

clasificados entre los profetas.

-2-

Page 7: 2 el profeta y la profecia

Los Salmos de David no fueron puestos entre los

escritos proféticos, aun cuando había anunciado a Cristo.

Daniel, designado por el mismo Cristo como profeta

(Mt.24:15) era oficialmente un alto funcionario de los reyes de

Caldea y de Persia y no tuvo una función profética en el seno

de la nación de Israel; es por esto que el canon hebreo situó

su libro entre los Hagiógrafos (escritos sagrados).

El canon hebreo da el nombre de «profetas anteriores»

a los libros históricos: Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2

Reyes. Los escritos estrictamente proféticos a partir de

Isaías reciben el nombre de «profetas posteriores».

Esta designación no se relaciona con la época de

redacción, sino con el puesto que ocupan estos dos grupos

de libros dentro del canon hebreo. Los libros de los Reyes,

por ejemplo, escritos después de Isaías, pertenecen al grupo

de los «profetas anteriores».

Hubo grandes profetas como Elías y Eliseo, que no

escribieron sus discursos. En los comentarios modernos

reciben el nombre de profetas oradores.

Aquí y allá en la Biblia se hace alusión a las obras

literarias de otros profetas que registraron sus predicaciones

por escrito. Se dan citas en los «profetas anteriores» u

otros libros del AT.

Entre los «profetas posteriores», Oseas, Amós y Jonás

predicaron en el reino del norte e incluso en Nínive (cfr. 2

R.14:25).

Los otros ejercieron su ministerio en el seno de las

tribus de Judá y de Benjamín, en tierra de Canaán o en la

tierra de su exilio. Incluyendo a Daniel.

La clasificación cronológica es como sigue:

-3-

Page 8: 2 el profeta y la profecia

a) Durante el período asirio, precediendo en poco la

accesión de Tiglat-pileser (745 a.C.), y extendiéndose

hasta la decadencia del poder de Nínive (hacia el año

625 a.C.).

Oseas, Amós, Jonás, en el reino del norte.

Joel, Abdías e Isaías, Miqueas, Nahúm, en Judá.

b) Durante el período babilónico, en Judá, del año 625

a.C., y hasta la caída de Jerusalén, el año 586 a.C.:

Jeremías, Habacuc, Sofonías.

c) Durante el exilio en Babilonia: Ezequiel, Daniel.

d) Después del retorno del exilio: Hageo, Zacarías,

Malaquías.

Jeremías. 1, 4-10.

4 Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: 5 "Antes que te formara en el vientre, te conocí,

y antes que nacieras, te santifiqué, te di por profeta a las naciones".

6 Yo dije: "¡Ah, ah, Señor Jehová! ¡Yo no sé hablar, porque soy un muchacho!"

7 Me dijo Jehová: "No digas: "Soy un muchacho", porque a todo lo que te envíe irás, y dirás todo lo que te mande.

8 No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová".

9 Extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: "He puesto mis palabras en tu boca.

10 Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y destruir, para arruinar y derribar, para edificar y plantar".

-4-

Page 9: 2 el profeta y la profecia

CARACTERÍSTICAS DEL PROFETA AUTÉNTICO

a) Las señales (Éx.4:8; Is.7:11, 14); pero las señales no

son por sí mismas suficientes, algunas de ellas podrían

ser de origen fortuito e incluso engañosas (Dt.13:1, 2;

cfr. Éx.7:11, 22; 2 Ts.2:9).

b) El cumplimiento de las predicciones (Dt.18:21, 22). El

valor de este medio de comprobación aumenta cuando

los acontecimientos vienen a demostrar, sobre un plano

histórico, las profecías proclamadas mucho tiempo

antes.

c) El mensaje espiritual (Dt.13:1-5; Is.8:20). Si la doctrina

del pretendido profeta se desvía del Decálogo, el que la

profesa no es, evidentemente, un hombre de Dios. La

enseñanza del verdadero profeta tiene que ser acorde

con la de la Ley, tanto en lo que respecta a Dios como

al culto y a las demandas de la moral.

No se trata de que deba dar meras imitaciones del texto

sagrado. Basados en los mandamientos divinos, los

profetas enseñan cómo se exponen en la vida cotidiana

y revelan la voluntad y la mente de Dios. Por su

integridad, valor moral y calidad de sus enseñanzas.

Los profetas israelitas auténticos sobrepasan con

creces a los sabios de las otras naciones.

La profecía incluye la predicción de acontecimientos

(Is.5:11-13; 38:5, 6; 39:6, 7; Jer.20:5, 6; 25:11; 28:16; Am.1:5;

7:9, 17; Mi.4:10).

La predicción constituye un aspecto importante del

ministerio del profeta, y contribuye a acreditarlo, pero el

hombre de Dios se ocupa aún más intensamente del

presente y del pasado, para procurar convertir al pueblo a

Dios (Is.41:26; 42:9; 46:9). -5-

Page 10: 2 el profeta y la profecia

FALSOS PROFETAS

Además de los que hablan en nombre de un dios falso

(Dt.18:20; 1 R.18:19; Jer.2:8; 23:13), hay los que mienten

invocando el nombre de Jehová (Jer.23:16-32). Estos últimos

son de dos clases:

a) Impostores, conscientes de su engaño, seducidos por

su deseo de ser objeto de la consideración dada a los

verdaderos profetas, son populares a causa de sus

palabras suaves (1 R.22:5-28; Ez.13:17, 19; Mi.3:11;

Zac.13:4).

b) Personas sinceras e incluso piadosas, fundándose en

ocasiones incluso sobre la Ley, pero persuadiéndose a

sí mismas de haber sido llamadas por Dios al ministerio

profético, cuando no es así. A pesar de su sinceridad,

éstos son falsos guías.

ESCRITOS DEL PROFETA

A los profetas les tocó, asimismo, una tarea literaria:

debían consignar por escrito la historia en que se habían

movido y sus mensajes proféticos. Samuel, el vidente; Natán

el profeta; y Gad el vidente, fueron los historiadores de los

reinos de David y de Salomón.

Ahías, de Silo, escribió una profecía (1 Cr.29:29; 2

Cr.9:29). El profeta Semaías y el vidente Iddo (2 Cr.12:15)

referían los acontecimientos del reinado de Roboam. Iddo, el

vidente, consignó los referentes al reinado de Jeroboam (1

Cr.9:29).

Las memorias del profeta Iddo relataban el reinado de

Abías (1 Cr.13:22). Jehú, el hijo de Hanani refirió la historia

de Josafat (1 Cr.20:34; 19:2).

-6-

Page 11: 2 el profeta y la profecia

Isaías describió el comienzo y fin de Uzías y registró la

historia de Ezequías (1 Cr.26:22; 32:32).

El canon hebreo clasifica entre los profetas anteriores a

cuatro libros históricos: Josué, Jueces, los libros de Samuel y

Reyes. Es evidente que sus autores fueron «los videntes».

En la época de Isaías y de Oseas, ciertos profetas

vinieron a ser grandes escritores, redactaron sus mensajes

bien de una manera condensada o bien de una manera muy

detallada, en otras ocasiones nos han dado selecciones de

sus discursos.

Estos hombres rendidos a Dios en comunión con Él

mediante la constante oración eran aptos para recibir las

revelaciones divinas (1 S.7:5; 8:6; 12:23; 15:11). Se aislaban

periódicamente para poder percibir mejor las instrucciones de

lo Alto (Is.21:8; Hab.2:1).

Ezequiel y Daniel recibieron revelaciones a la orilla de

un río, donde posiblemente la apacibilidad favorecería la

meditación espiritual (Ez.1:3; Dn.10:4).

Asimismo fue durante la noche que Samuel oyó la

palabra del Señor (1 S.3:2-10). El alma del profeta quedaba

incesantemente abierta a la acción del Espíritu que, sin

embargo no violentaba la personalidad del espíritu humano.

(1 S.16, 7) 7 Pero Jehová respondió a Samuel:

--No mires a su parecer,

ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho;

porque Jehová no mira lo que mira el hombre,

pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos,

pero Jehová mira el corazón.

-7-

Page 12: 2 el profeta y la profecia

ETIMOLOGIA DEL TERMINO PROFETA

Etimología del término «profeta»: En gr. el profeta es:

a) El que habla en lugar de otro: intérprete, heraldo.

b) Aquel que declara los acontecimientos futuros.

Esta doble acepción deriva del hecho de que la

preposición «pro» significa «en lugar de» y «antes». El

término heb. «nabi'», traducido «profeta», significa «aquel

que anuncia».

Esta expresión parece haber tenido al principio un

sentido muy amplio. El participio activo se emplea en otra

lengua semítica, el asirio, para designar a un heraldo.

Los textos hebreos dan a Abraham el título de profeta

(Gn.20:7). Dios se comunica directamente con él, se revela a

él (Gn.15:1-18; 18:17). Abraham transmite a sus

descendientes el conocimiento del verdadero Dios (Gn.18:19)

y su intercesión es eficaz (vv. 22-32).

Miriam es llamada profetisa (Éx.15:20; Nm.12:2, 6);

Aarón, el portavoz de Moisés, recibe el nombre de su

«profeta» (Éx.7:1; cfr. 4:16).

La idea fundamental del término «nabi'», «profeta»

(que, p. ej., figura en Dt.18:18) es que Dios reviste a este

heraldo de unos dones particulares, entre otros el de ser

vidente (1 S.3:1). Ésta es la razón de que el profeta reciba en

ocasiones este nombre de vidente (1 S.9:9, heb. «ro'eh»;

Is.3:10, heb. «hõzeh»).

Como el pueblo consideraba que esta cualidad era la

más importante, el término «vidente» fue el usado

corrientemente para designar al profeta durante largos

períodos de la historia antigua de Israel. Samuel, Gad e Iddo

recibían este título. -8-

Page 13: 2 el profeta y la profecia

Pero Samuel es más que el vidente al que uno se dirige

para conocer la voluntad de Dios, o para recibir instrucciones

acerca de los temas públicos o privados. Es el maestro

enviado por Dios para instruir al pueblo, que reconoce en

este ministerio público la característica esencial del

profetismo (1 S.10:10-13; 19:20).

La enseñanza viene a ser la función primaria del

profeta, como en los tiempos de Moisés. A partir de Samuel

y de sus sucesores inmediatos (y algunos siglos más tarde

con una presencia con renovado vigor) el profeta estará

siempre presente en el seno de la nación.

Embajador de Dios ante el reino de Israel, no deja de

ordenar que se practique la justicia. Interpretando la historia

a la luz de la moral, el profeta advierte de los juicios de Dios

sobre el pecado y alienta al pueblo a la fidelidad hacia el

Señor.

El profeta está encargado de revelar los designios

divinos (como Natán, que impide a David edificar el Templo,

pero que profetiza la perennidad de su dinastía); ello no

obstante, este anuncio de lo por venir dista de ocupar el lugar

central dentro de su ministerio.

Los grandes sucesores de Samuel ya no son llamados

«videntes», sino «profetas». Sin eliminar del vocabulario el

título de vidente, se emplea de nuevo el de profeta, que no

había desaparecido nunca del todo (Jue.4:4; 1 S.3:20; 9:9;

10:10-13; 19:20).

Amós, que tuvo visiones, es llamado «vidente» por el

sacerdote de Bet-el (1 S.7:12); pero Dios lo llama a un

ministerio profético completo (1 S. 7:15).

Del profeta revestido del poder del Altísimo se dice que

es «el varón de espíritu» (Os.9:7), el inspirado.

-9-

Page 14: 2 el profeta y la profecia

Como sucede con otros hombres que cumplen un

ministerio público o privado, es el hombre de Dios, su

instrumento, su mensajero, es un pastor del rebaño, un

centinela, un intérprete de los pensamientos divinos.

Aunque todos los profetas hayan surgido de Israel,

Dios, para el cumplimiento de Sus propósitos soberanos, ha

concedido en ocasiones un sueño o una visión a un filisteo, a

un egipcio, a un madianita, a un babilonio o a un romano

(Gn.20:6; 41:4; Jue.7:13; Dn.2:1; Mt.27:19).

El Señor se sirvió incluso de Balaam, el adivino, a quien

el rey de Moab le había pedido que maldijera a Israel (Nm.22-

24). Estos paganos entraron momentáneamente en contacto

con el plan de Dios. Para asegurar su realización, el Señor

les otorgó un atisbo de revelación, pero nunca los incluyó

entre Sus profetas.

La aparición del ángel a Agar a Manoa y a su esposa y

a otros, no les confirió este ministerio, reservado a hombres

sometidos a la disciplina del Espíritu y en comunión con Dios.

1 Ped.1, 19-21.

19 Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día amanezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones.

20 Pero ante todo entended que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada,

21 porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

-10-

Page 15: 2 el profeta y la profecia

FORMA DE VIDA DEL PROFETA

La Biblia se refiere sólo de manera incidental a la forma

de vida de los profetas, que no difería demasiado de la de los

demás israelitas. El vestirse con pelo no era como asceta,

(ermitaño, antisocial), sino de penitente, llorando por los

pecados del pueblo (2 R.1:8; Zac.13:4; cfr. Mt.3:4).

En ocasiones, los hombres de Dios llevaban un cilicio

sobre los riñones, con el mismo propósito simbólico (Is.20:2).

La vestimenta de pelo no se ponía directamente sobre

la piel, sino como manto sin mangas, sobre el cuerpo. Los

profetas se alimentaban de frutos y de legumbres silvestres

(2 R.4:39; cfr. Mt.3:4).

Recibían presentes en especie (1 S.9:8; 1 R.14:2, 3; 2

R.4:42), o se les ofrecía hospitalidad (1 R.17:9; 18:4; 2 R.4:8,

10). Ciertos profetas, los que eran de la tribu de Leví, tenían

derecho al diezmo.

Algunos de ellos, como Eliseo y Jeremías, eran de

familias acomodadas (1 R.19:21; Jer.32:8-10). Gad, el

vidente, así como otros hombres de Dios que también

llevaban este título, fueron posiblemente, receptores del

apoyo real (2 S.24:11; 1 Cr.25:5; 2 Cr.35:15).

Los profetas tenían por lo general una casa, al igual que

sus contemporáneos (1 S.7:17; 2 S.12:15; 1 R.14:4; 2 R.4:1,

2; 5:9; 22:14; Ez.8:1).

Jeremías. 1, 4-10.

7 Porque no hará nada Jehová, el Señor,

sin revelar su secreto a sus siervos los profetas.

-11-

Page 16: 2 el profeta y la profecia

LLAMAMIENTO DEL PROFETA

Es el mismo Dios el que llama al profeta (Am.7:15), el

cual conoce el momento preciso de esta revelación. Moisés

estaba ante una zarza ardiendo cuando le vino el llamamiento

(Éx.3:1-4:17).

El niño Samuel recibió revelaciones particulares (1

S.3:1-15) que lo prepararon para la carrera profética (1

S.3:19-4:1). Eliseo sabía de cuándo databa su llamamiento,

y no ignoraba que había recibido una doble porción del

Espíritu (1 R.19:19, 20; 2 R.2:13, 14).

Por lo general se cree que la vocación de Isaías

coincide con su visión, en el año de la muerte del rey Uzías

(Is.6); pero es posible que recibiera su comisión mucho

tiempo antes. Esta visión marcaba el inicio de una etapa

nueva y más importante de su ministerio.

Cfr. la visión del apóstol Juan mucho tiempo después

de su primer llamamiento (Ap.1:10); la de Pedro en Jope

(Hch.1:10); la de Pablo en Jerusalén (Hch.22:17).

Igualmente, Ezequiel recibió mensajes (Ez.33:1-22), años

después de haber sido investido con el ministerio profético

(Ez.1:1, 4). No sabemos nada del primer llamamiento

recibido por Elías, pero lo vemos un tiempo más tarde (1

R.19) recibiendo en Horeb un mandato particular.

Jeremías, consciente de su llamamiento, se resiste

desde su mismo inicio (Jer.1:4-10). Oseas hace alusión a la

Palabra que el Señor le dirigió por primera vez (Os.1:1). Por

lo que se refiere al llamamiento sólo se registra un caso de

instrumentalidad humana, en el de Eliseo (1 R.19:19).

En base al Sal.105:15 se ha lanzado la sugerencia de

que los profetas eran ungidos con aceite al comenzar su

ministerio. -12-

Page 17: 2 el profeta y la profecia

Pero el salmista se refiere, en este texto, a los

patriarcas, a los que él denomina «profetas» según el uso

entonces corriente (cfr. Gn.20:7; 23:6).

En Is.61:1, que también se cita a propósito de la unción

del aceite, la referencia es a la unción del Espíritu. En 1

R.19:16 se habla de la unción de Eliseo como profeta y de

Jehú como rey.

Este último fue, efectivamente, ungido con aceite (2 R.

9:1-6). Por lo que respecta a Eliseo, su unción no es

descrita; lo que Eliseo sí hace es tirar sobre él su manto

como señal de su llamamiento al ministerio profético (2 R.1:8;

2:9, 13-15).

COMPAÑÍA DE LOS PROFETAS

En 1 S.10:5 se menciona la presencia de un grupo de

profetas en «el collado de Dios» (V. M.: «Gabaa de Dios»;

otras vers.: «Gabaa-Elohim»), ciudad natal de Saúl. Se

desconoce si eran itinerantes o si residían allí. Es probable

que no fuera la presencia de los profetas lo que determinara

el nombre de esta localidad, sino la presencia del lugar alto

que había allí (v. 5).

El término heb, traducido compañía no es el mismo que

el de 1 S.19:20, también traducido «compañía» y que otras

versiones traducen como «asamblea». El sentido no es claro

en absoluto, pero en los dos casos se trata de una

comunidad de profetas.

Samuel vivía en Ramá (1 S.7:17; 28:3), donde dirigía un

grupo de profetas (1 S.19:18-20). Más exactamente, Samuel

residía en Naiot, casa o lugar donde se hallaba la comunidad

de los profetas, no lejos de Ramá.

-13-

Page 18: 2 el profeta y la profecia

La tradición judía, representada por el Tárgum de

Jonatán, traduce «Naiot» por «Escuela de los profetas».

Es indudable que este grupo hacía de vez en cuando un

retiro espiritual para meditar, pero no hay nada que indique

que el fin de esta agrupación fuera el de su preparación de

una manera intensiva para una carrera profética de gran

envergadura.

El término heb. y el contexto de 1 S.10:10; 19:20-23,

indican que había en Ramá una comunidad de hombres con

el don de la profecía y el poder, por el Espíritu de Dios, de

ejercer una influencia saludable sobre aquellos con los que

entraban en contacto.

Morando con Samuel, o cerca de su casa, practicaban,

bajo su dirección, la adoración y alabanza, la contemplación,

la meditación de las verdades espirituales (cfr. 1 S.10:5; 1

Cr.25:1-3), y otros ejercicios religiosos propios de los

profetas.

El Señor había abandonado Silo, el lugar del santuario

central de Israel. Los profetas se agruparon entonces en

torno a Samuel, el gran conductor espiritual, para adorar a

Dios, alabándolo bajo la inspiración del Espíritu Santo (1

S.19:20), para interceder en favor de Israel (1 S.12:23; 15:11,

35; 16:1), y para recorrer el país con el propósito de impulsar

un despertamiento e instruir al pueblo (1 S.10:5, 10).

Querían edificarse mutuamente y estar atentos a las

instrucciones del Espíritu, con el fin de ser los instrumentos

de Dios contra la apostasía ambiente.

Dos siglos más tarde aparecieron comunidades

proféticas en el reino del norte, pero no duraron mucho. Es

probable que fueran fundadas por Elías, siguiendo el modelo

de las que había dirigido Samuel.

-14-

Page 19: 2 el profeta y la profecia

El calificativo «los hijos de los profetas» significa que

los miembros pertenecían a la hermandad de los profetas.

De manera análoga se decía «hijos de los perfumistas»,

«hijos de los plateros» e «hijos de los cantores» para

designar a los miembros de estos gremios (Neh.3:8, 31;

12:28).

Las expresiones «profetas» e «hijos de los profetas»

eran sinónimas. El Señor se revelaba a estos hombres (1

R.20:35-38; 41; 2 R.2:3, 5; 9:1).

Comunidades de este tipo, relativamente grandes (2

R.2:7, 16; 4:42, 43), ocupaban edificios grandes (2 R.4:38;

6:1-4) en Gilgal, Bet-el y Jericó (2 R.2:3, 5; 4:38). El

establecimiento de compañías de profetas en Bet-el y Jericó,

centros de idolatría, demuestra que Elías quería resistir a la

apostasía mediante la institución de centros para la reforma.

Elías, a la cabeza de estos grupos, los visitaba

periódicamente (2 R.2:1, 2, 4) y se le trataba con gran

deferencia. Eliseo, a quien tenían gran afecto, era

frecuentemente invitado a acudir a estas comunidades, las

cuales le exponían sus proyectos y dificultades.

Eliseo les encargó misiones particulares (2 R.4:38, 40;

6:1-7; 9:1). Estos «hijos de los profetas», que tenían ya cierta

luz, recibieron de su conductor espiritual revelaciones más

profundas, como María y Aarón las habían recibido de Moisés

(2:16-28).

«Sentarse a los pies de un profeta» significaba

«consultar al Señor» (Ez.8:1; 14:1-7; 20:1). No parece que

estas comunidades sobrevivieran a Eliseo, ni Is.8:16, ni

Am.7:14 demuestran su existencia ulterior.

La profetisa Hulda no estaba relacionada con ningún

tipo de estas compañías. -15-

Page 20: 2 el profeta y la profecia

PROFETAS MAYORES

Designación que se refiere primariamente a la extensión

de escritura, por la que se conocen los libros de:

a) Isaías.

b) Jeremías.

c) Ezequiel.

d) Daniel.

En el canon judío, Daniel está situado, no en los

Profetas, sino en los Escritos, debido a que no ejerció el oficio

de profeta en el seno de la nación, aunque sí fue receptor de

revelaciones proféticas procedentes de Dios.

PROFETAS MENORES

Reciben este nombre, en contraste con los llamados

profetas mayores, los escritos de menor extensión, de los

siguientes doce profetas:

a) Oseas.

b) Joel.

c) Amós.

d) Abdías.

e) Jonás.

f) Miqueas.

g) Nahúm.

h) Habacuc.

i) Sofonías.

j) Hageo.

k) Zacarías.

l) Malaquías.

A pesar de su nombre y en ciertos casos, muy corta

extensión de escritos dando valiosas enseñanzas y merecen

un atento examen, tanto por la luz que arrojan de una manera

16-

Page 21: 2 el profeta y la profecia

directa sobre los planes de Dios, como por los principios y

aplicaciones al caminar del creyente en todo tiempo y lugar.

PROFETISA

a) Mujer llamada por Dios al ministerio profético.

María, la hermana de Aarón y de Moisés, era profetisa

(Éx.15:20, 21; Nm.2:2; Mi.6:4).

Débora fue otra profetisa (Jue.4:4). Los israelitas

recurrían a las instrucciones de Débora, el Señor se sirvió de

ella para anunciar Su voluntad al pueblo (Jue.4:5, 6, 14).

Hulda ejerció también el ministerio profético. El rey

Josías ordenó al sumo sacerdote que consultara con ella

acerca del libro de la Ley hallado en el Templo, ella le reveló

entonces los propósitos de Dios (2 R.22:11-20).

El evangelista Felipe tenía cuatro hijas vírgenes que

profetizaban (Hch.21:9).

b) Esposa de un profeta: ésta es la interpretación más

plausible de Is.8:3.

2 Pedro. 1, 19-21. 19 Tenemos también la palabra profética más segura,

a la cual hacéis bien en estar atentos

como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro,

hasta que el día amanezca y el lucero

de la mañana salga en vuestros corazones.

20 Pero ante todo entended que ninguna profecía

de la Escritura es de interpretación privada, 21 porque nunca la profecía fue traída por voluntad

humana, sino que los santos hombres de Dios

hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.

-17-

Page 22: 2 el profeta y la profecia

PROFECIA

En el sentido restringido de predicción inspirada del

porvenir, tiene un lugar singular en las Escrituras.

La Biblia es esencialmente una palabra profética. Dios

trasciende el tiempo y el espacio, y puede hablar a la vez del

pasado, del presente y del porvenir.

De los treinta y nueve libros del AT, diecisiete de ellos

son «proféticos» (los judíos consideran a otros más con este

carácter), y en el NT hay varios pasajes de los Evangelios,

muchos de las Epístolas, y el libro de Apocalipsis, que

presentan este carácter. Sólo la Biblia contiene verdaderas

profecías, por cuanto es la Palabra de Dios eterno y

omnisciente. Él sólo es el que anuncia «lo por venir desde el

principio» (Is.46:10).

CARACTERÍSTICAS DE LA PROFECIA

Las características de la profecía bíblica son

magistralmente descritas por Pedro (1 P.1:10-12; 2 P.1:16,

19-21).

a) El gran tema tratado por todos los profetas es

Jesucristo: Su persona, Su venida, Sus sufrimientos

expiatorios, Su retorno, gloria y reino (1 P.1:11).

b) A ellos les fueron reveladas por adelantado la época y

las circunstancias de las dos apariciones de Cristo (1

P.1:11).

c) Hay una perfecta armonía entre los profetas del AT y

los del NT (1 P.1:12).

d) El Espíritu Santo es el único autor de la profecía (1

P.1:11, 12; 2 P.1:21). -18-

Page 23: 2 el profeta y la profecia

e) Los mismos profetas, sobrepasados por sus mensajes

intentaron escudriñarlos (1 P.1:10-12; cfr. 1 P.1:5).

f) Los mismos ángeles desean también mirar en estas

cosas (1 P.1:12).

g) Consideramos segura la palabra profética, y es

deseable prestarle atención (2 P.1:19). Los que la

descuidan cometen una insensatez.

h) La profecía es «como una antorcha que alumbra en

lugar oscuro», en espera del despuntar del gran día

del Señor. No lo dice todo, no muestra toda la escena;

pero es plenamente suficiente para mostrar el camino

a través de los precipicios.

i) Ninguna profecía puede ser objeto de una

interpretación particular, o sea, separada del contexto

de toda la Escritura.

En la Biblia tiene el creyente todo lo que le es preciso

saber hasta su recogimiento con el Señor para andar de

manera perfecta (2 Ti.3:16-17). No precisa, por ello, de nada

para conocer la mente de Dios que no esté contenido en las

Sagradas Escrituras.

Hay el hecho cierto de que en el pasado no tuvo lugar

ningún acontecimiento de importancia que Dios no revelara

antes mediante Sus siervos los profetas (Am.3:7). Dios

siempre quiso preparar al mundo y de manera especial a los

creyentes.

Como ejemplos se pueden citar:

El Diluvio (Gn.6-7).

La destrucción de Sodoma (Gn.18-19).

Nínive (Jon.3).

Babilonia (Dn.4-5).

-19-

Page 24: 2 el profeta y la profecia

Samaria, Jerusalén e Israel (2 Cr.36:15-16).

La segunda destrucción de Jerusalén en el año 70

d.C. (Lc.19:41-44; 21:20-24).

Por otra parte, la primera venida de Cristo había sido

anunciada con una extraordinaria precisión de detalles.

De igual manera la Biblia predice los acontecimientos

del fin:

Las señales del retomo de Cristo (Mt.24:3-15).

El arrebatamiento de la Iglesia (1 Ts.4:13-18).

La aparición del Anticristo (2 Ts.2:1-12; Ap. 13).

El retorno de Israel a Palestina, sus sufrimientos y

conversión (Zac.12-14).

La gran tribulación (Mt.24:21-30; Dn.12:1, 7).

La batalla de Armagedón (Ap. 16:14-16; 19:1-21).

La aparición gloriosa del Señor con todos Sus santos

(Zac.14:3-5; Ap. 19:11-14).

El reinado de mil años (Ap. 20:1-10).

El juicio final ante el Gran Trono Blanco (Ap. 20:11-

15).

La eternidad de bendición y de maldición (Ap. 21-22).

Después de haber dado conclusión al registro de sus

visiones en Apocalipsis, que recapitula y completa todo el

mensaje de los anteriores profetas, Juan afirma

solemnemente que nadie tiene derecho alguno a añadir ni a

quitar nada (Ap.22:18-19).

Los estudiosos reverentes y obedientes a las

revelaciones divinas deben asumir la actitud de no

menospreciar las profecías (cfr. 1 Ts.5:20).

-20-

Page 25: 2 el profeta y la profecia

INTERPRETACIÓN DE LA PROFECIA

Se ha planteado con frecuencia la cuestión de si a las

predicciones (y a la misma Escritura) se le debe dar un

sentido literal o simbólico.

Con mucha frecuencia, bajo un sentido primario real y

literal se esconde un significado figurado o espiritual. Muchos

de los hechos de la historia de Israel tenían al mismo tiempo

un significado profético:

a) La peña golpeada en Horeb representaba a Cristo

golpeado en el Calvario (Éx.17:1-6; 1 Co.10:4);

b) El maná era el tipo y preanuncio de Cristo, el pan vivo

venido del cielo (Éx.16; Jn.6:31 ss.);

c) El cordero de la pascua representaba al Cordero de

Dios inmolado para nuestra redención (Éx.12; 1 Co.5:7);

d) Las dos esposas de Abraham, Agar y Sara,

simbolizaban los dos pactos, el de la ley y el de la

gracia (Gá.4:22-26), etc.

También se da que en el mismo pasaje profético haya

una yuxtaposición o superposición de sentidos literales y

figurados. Por ejemplo, en el salmo 22 hay ciertos detalles

expresados en términos ordinarios acerca de lo que

literalmente aconteció a Cristo sobre la cruz (abandonado de

Dios, menospreciado por el pueblo, sus manos y pies

traspasados, sus vestidos repartidos y su túnica sorteada).

Sin embargo, en otros versículos se da un lenguaje

figurado, cuyo sentido no es por ello menos real (los toros, los

perros rodeándole, su alma amenazada por la espada, su

liberación de la boca del león y de los cuernos de los

búfalos). Lo mismo sucede en el célebre pasaje de Is.53.

-21-

Page 26: 2 el profeta y la profecia

Así, se pueden considerar dos principios esenciales a

respetar en la interpretación de las profecías aún sin cumplir:

a) Establecer ante todo el significado literal normal, con

un cuidadoso examen del contexto, la aplicación más

sencilla y en el AT, el sentido más relacionado con

Israel.

b) Sobre esta base, investigar a continuación si se puede

hallar algún significado simbólico, algún posible

sentido espiritual; se debe dejar que el mismo texto dé

su guía acerca de ello y si es oscuro, comparar con

otros pasajes claros con respecto al mismo texto.

Sería absurdo interpretar literalmente evidentes figuras

de lenguaje y asimismo sería falso interpretar sólo

simbólicamente aquellas afirmaciones que admiten un

sentido llano y natural.

Para una comprensión adecuada de ciertas profecías,

hace falta darse cuenta de que comportan un cumplimiento

progresivo o varios cumplimientos progresivos y sucesivos.

Por ejemplo, en Mt.24 y Lc.21, Jesús contempla en una

misma panorámica dos acontecimientos semejantes, pero

muy alejados en el tiempo. Por una parte el sitio de

Jerusalén en el año 70 d.C. y los sufrimientos padecidos por

los judíos. Por otra parte el último asedio de Jerusalén por

parte del Anticristo y la gran tribulación de Israel.

Ello no tiene nada de sorprendente: si vemos a

distancia un macizo montañoso, dos de sus cadenas pueden

parecernos una sola en realidad, podemos constatar al

acercamos que un profundo valle las separa.

Es evidente que hay ciertas afirmaciones proféticas nos

-22-

Page 27: 2 el profeta y la profecia

parecen oscuras y sobre todo que su síntesis es difícil, los

Judíos se encontraban con fuertes dificultades, no

comprendiendo el hecho de dos venidas separadas del

Mesías, una primera en humillación, la segunda en gloria.

Particularmente, el pasaje de Is.61:1-6 presenta este

efecto de síntesis de eventos muy separados en el tiempo:

los vv. 1-2a tratan de la primera venida del Señor, como lo

prueba la cita que el Señor hace de esta subsección en

Lc.4:18-19, cfr. v. 21, en tanto que Is.61:2b-6 se refiere «al

día de venganza del Dios nuestro», el Día del Señor.

La luz total no la tendremos hasta el cumplimiento

integral del plan de Dios. Mientras tanto, sin pretender

dogmatizar acerca de detalles, pero siguiendo con atención

las grandes líneas de los propósitos de Dios, el creyente fiel

se dejará conducir y corregir por el Señor en su

escudriñamiento de las Escrituras, sin olvidar que «el

testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía» (Ap. 19:10).

Jeremías. 1, 16-19.

16 A causa de toda su maldad, proferiré mis juicios contra los que me abandonaron e incensaron a dioses extraños, y la obra de sus manos adoraron.

17 Tú, pues, ciñe tu cintura, levántate y háblales todo cuanto te mande. No te amedrentes delante de ellos, para que yo no te amedrente en su presencia.

18 Porque yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes y el pueblo de la tierra.

19 Pelearán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte".

-23-

Page 28: 2 el profeta y la profecia

PROMESA

heb. «omer», dicho, «promesa», Sal.77:8;

«dabar», palabra, «promesa», 1 R.8:56;

gr.: «epangelia», «promesa», Lc.24:49;

«epangelma», «promesa», 2 P.1:4;

Hay asimismo varios términos derivados y compuestos.

En la Biblia hallamos una gran cantidad de

«Preciosas y grandísimas promesas» (1 P.1:4).

«Dios, que no miente, prometió» (Tit.1:2).

Dios, que anuncia lo por venir desde el principio

(Is.46:10). Mantiene siempre la palabra que ha salido de Él

(cfr. Is.46:11; 58:14).

La primera promesa que se halla en la Biblia después de

la caída es la de la venida del Libertador (Gn.3:15).

Empezando con este núcleo primario a partir del que Dios va

revelando Su plan de redención, se pueden citar las

siguientes promesas de Dios:

a) La promesa a Abraham de bendecir en él a todas las

familias de la tierra, y de darle a él y a su

descendencia la tierra de Canaán (Gn.12:2, 7, etc.).

De esta promesa se hace eco frecuentemente el AT

(cfr. Éx.12:25; Dt.1:8, 11; etc.). Esta promesa es

también mencionada por Pablo (Ro.4:13-25),

exponiendo cómo la Ley dada más tarde no constituye

la base de la recepción de lo prometido (cfr. también

Gá.3:15-18). Así, la promesa se mantiene, en tanto

que la Ley tuvo un propósito temporal (cfr. Gá.3:19).

b) A David le fue dada la promesa de que su

descendencia tendría a perpetuidad el trono de Israel

(2 S.7:12, 13, 16, cfr. 2 S.7:28).

-24-

Page 29: 2 el profeta y la profecia

Esta promesa fue reafirmada en los tiempos más

oscuros de la historia de Judá (Jer.23:5 8; 30:9; 33:15-

17, 20-22, 25-26; Zac.12:7-13:1; cfr. Mt.1:1 ss;

Lc.1:32, 69; 3:32; Ap. 5:5; etc.)

c) La promesa del Nuevo Pacto (Jer.31:31-40); de la

restauración de la nación de Israel en la tierra y unida

en un solo reino (Ez.36-37), la promesa del

derramamiento del Espíritu (Ez.36:25-27)

Todas las promesas se cumplen en la persona y

mediante la obra del Señor Jesucristo (Hch.13:23, 29-39).

Por Su muerte efectuó la reconciliación (Ro.5:10) y los

suyos recibieron en Pentecostés «la promesa del Padre»

(Lc.24:49; Hch.1:4).

La promesa dada a Abraham, es conforme le fue dicho

a él, de bendición para todas las familias de la tierra, se

apropian de ella todos los que por la fe vienen a ser hijos de

Abraham (Ro.4:9-16; cfr. Gá.3:14, 29).

La promesa de la vida eterna (1 Jn.2:25), que es en

Cristo (2 Ti.1:1), será manifestada de una manera plena

cuando seamos recogidos por Él, cuando vuelva para tomar a

los creyentes consigo (cfr. Jn.14:1-4).

«Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en

él Amén» (2 Co.1:20).

El último libro de la Biblia cierra con una promesa

que debe llenar de esperanza y expectativa el corazón del

creyente: «El que da testimonio de estas cosas dice:

Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús»

(Ap.22:20; cfr. Tit.2:11-14).

-25-

Page 30: 2 el profeta y la profecia

PROFETIZAR

A. Verbo naba< (ab;n: 5012), «profetizar».

Este vocablo se encuentra en todos los períodos de la

lengua hebrea. Parece estar relacionado con la antigua

palabra acádica nabuÆ, que en su forma pasiva significa

«ser llamado».

El término se encuentra en el texto hebreo de la Biblia

unas 115 veces. El primer caso se halla en 1Sa.10:6, donde

Samuel informa a Saúl que cuando al encontrarse con cierto

grupo de profetas, «profetizarás con ellos y serás cambiado

en otro hombre» (rva).

Este incidente señala el hecho que hay cierta

ambigüedad en la Biblia sobre el uso de este término, tanto

verbo como nombre, como lo hay en los vocablos

«profetizar» y «profeta» en castellano.

Por lo que el término veterotestamentario implica una

amplia gama de significados.

Con mayor frecuencia, naba< sirve para describir la

función del verdadero profeta cuando comunica el mensaje

de Dios al pueblo, bajo la influencia del Espíritu divino

(1R.22:8; Jer.29:27; Eze.37:10).

«Profetizar» era una tarea que un profeta no podía

evitar: «Si habla el Señor Jehovah, ¿quién no profetizará?»

(Am.3.8 rva; cf. Jer.20:7, donde Jeremías confiesa que se

siente al mismo tiempo atraído y forzado a ser profeta).

Pese a que la fórmula «la palabra del Señor vino [al

profeta]» se usa literalmente centenares de veces en el

Antiguo Testamento, en realidad no hay indicación alguna de

cómo esto acontecía mediante el intelecto, una visión o

alguna otra vía. -26-

Page 31: 2 el profeta y la profecia

Algunas veces, sobre todo en los primeros profetas,

habría tal vez una experiencia extática de por medio, como

en 1Sa.10:6, 11; 19.20. En algunos casos se menciona la

música como un medio de profetizar, como en 1Cr.25:1-3.

Los falsos profetas también profetizaban, aunque no por

el Espíritu divino: «No envié yo aquellos profetas, pero ellos

corrían, yo no les hablé, mas ellos profetizaban» (Jer.23:21).

Se condena rotundamente a los falsos profetas porque

no hablan la palabra auténtica: «Profetiza contra los profetas

de Israel que profetizan. Di a los que solo profetizan lo que

hay en sus propios corazones: Escuchad la palabra de

Jehová… ¡Ay de los profetas insensatos que andan tras su

propio espíritu y que nada han visto!» (Eze.13:2-3 rva).

Particularmente los falsos profetas eran dados a

estados de frenesí que les impulsaba a profetizar, aun

cuando no se especifica con claridad cuál era el contenido de

dicha actividad (1R.22:10).

Lo que es importante recordar es que, en el contexto

bíblico, «profetizar» puede referirse a cualquier cosa desde el

éxtasis frenético de un falso profeta hasta la proclamación

sobria y mesurada del juicio de Dios a través de un Amós o

un Isaías.

«Profetizar» implica mucho más que predecir hechos

futuros. A decir verdad, la primera preocupación del profeta

es hablar la Palabra de Dios a la gente de su tiempo,

llamándoles a fidelidad al pacto.

El mensaje del profeta estaba condicionado a la

respuesta del pueblo. O sea que por su respuesta a esta

palabra el pueblo determinaba en gran medida lo que sería el

futuro, como lo ilustra la respuesta de los ninivitas a la

predicación de Jonás. -27-

Page 32: 2 el profeta y la profecia

Con todo, en algunos momentos hay un elemento de

predicción, como cuando Nahúm predice la caída de Nínive

(Nah.2:13) y en los varios pasajes mesiánicos (Isa.9:1-6;

11.1–9; 52.13–53.12).

B. Nombre nabéÆ< (aybin: 5030), «profeta».

El vocablo tiene un posible cognado en acádico.

Se encuentra unas 309 veces en hebreo bíblico, en

todos los períodos. NabéÆ< quiere decir «profeta», ya sea

verdadero o falso (cf. Deu.13:1-5).

Los verdaderos profetas eran portavoces del Dios

verdadero. En 1Cr.29:29 se encuentran tres vocablos que

significan «profeta»: «Los hechos del rey David, primeros y

postreros, están escritos en el libro de las crónicas de Samuel

vidente [ro<eh], en las crónicas del profeta [nabéÆ<] Natán y

en las crónicas de Gad vidente [jozeh]».

Los términos que se traducen «vidente» subrayan el

medio por el que el «profeta» se comunicaba con Dios, pero

no nos explican en qué se diferenciaban a otros profetas (cf.

1Sa.9:9).

El primer caso de nabéÆ< tampoco contribuye a aclarar

este punto: «Ahora pues, devuelve la mujer a su marido

[Abraham], porque él es profeta y orará por ti y tú vivirás»

(Gen.20:7 rva). El segundo caso de nabéÆ< sí aclara el

significado del término: «Entonces Jehová dijo a Moisés:

Mira, yo te he constituido dios para Faraón y tu hermano

Aarón será tu profeta» (Exo.7:1).

El antecedente de esta declaración se encuentra en

Exo.4:10-16, donde Moisés alega su incapacidad de hablar

claramente, por lo que no estaba en condición de entrar en la

presencia del faraón como portavoz de Dios.

-28-

Page 33: 2 el profeta y la profecia

El Señor prometió designar a Aarón (hermano de

Moisés) como portavoz suyo: «Él hablará por ti al pueblo y

será para ti, como boca y tú serás para él como Dios»

(Exo.4:16 rva). En Exo.7:1 encontramos la misma idea con

palabras diferentes.

Queda bien claro que un «profeta» equivale a uno que

habla en nombre de otro, que actúa como su «boca». Este

significado básico de nabéÆ< encuentra apoyo en otras

citas. En el pasaje clásico de Deu.18:14-22, Dios promete

levantar otro «profeta» como Moisés para ser portavoz de

Dios (v. 18).

El pueblo debía obedecer y rendiría cuentas por lo que

Él les dijera (v. 19). Sin embargo, si las palabras del

«profeta» resultaban falsas, este debía morir (v. 20).

En primer lugar, estas palabras constituyen una

promesa y definición de la larga sucesión de profetas de

Israel. Al fin y al cabo es una promesa acerca del Gran

Profeta, Jesucristo (cf. Hch.3:22-23).

Por último, aunque el «profeta» o vidente hiciera

milagros en demostración de ser hombre de Dios, el pueblo,

sin embargo, debía prestar atención primero al mensaje y

después fijarse en el milagro, en lugar de lo contrario

(Deu.13:1-5).

En su forma plural nabéÆ< se usa con referencia a

personas que no fungían precisamente como portavoces de

Dios. Samuel tuvo en sus tiempos su grupo de seguidores.

Alababan a Dios (a menudo con canciones) e intentaban

instar al pueblo a volver a Dios (1Sa.10:5, 10; 19.20).

Los seguidores de Elías y Eliseo se organizaron en

grupos a fin de ayudar a estos maestros y aprender de ellos.

Se les llamaba «hijos de los profetas» (1Ki.20:35).

-29-

Page 34: 2 el profeta y la profecia

Cuando se usa de esta manera, nabéÆ< significa un

compañero y/o seguidor de un profeta. También se usa el

término en cuanto a «profetas paganos»: «Envía, pues, ahora

y congrégame a todo Israel en el monte Carmelo y los

cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos

profetas de Asera, que comen de la mesa de Jezabel»

(1R.18:19).

Finalmente, el término tiene su forma femenina,

«profetisa» (nebéÆ<ah), que aparece 6 veces. En Exo.15:20

se denomina «profetisa» a María (hermana de Moisés y

Aarón). Lo mismo se dice de la mujer de Isaías (Isa.8:3).

No está claro si fungían propiamente como «profetizas»

o si este uso tiene alguna relación con la acepción

«compañero o seguidor» de un profeta.

1 Samuel. 3, 6-10.

6 Jehová volvió a llamar a Samuel.

Se levantó Samuel, vino adonde estaba Elí y le dijo:

--Heme aquí; ¿para qué me has llamado? --Hijo mío,

yo no he llamado; vuelve y acuéstate --le respondió Elí.

7 Samuel no había conocido aún a Jehová,

ni la palabra de Jehová le había sido revelada. 8 Jehová, pues, llamó por tercera vez a Samuel.

Y él se levantó, vino ante Elí, y le dijo:

--Heme aquí; ¿para qué me has llamado?

Entonces entendió Elí que Jehová llamaba al joven,

9 y le dijo: --Ve y acuéstate; y si te llama, di:

"Habla, Jehová, que tu siervo escucha".

Así se fue Samuel y se acostó en su lugar.

10 Vino Jehová, se paró y llamó como las otras veces:

--¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo:

--Habla, que tu siervo escucha.

-30-

Page 35: 2 el profeta y la profecia

Bibliografía:

Dennett, E.: «Zachariah and Malachi» (Bible Truth Publishers,

Oak Park, Illinois, reimpr. s/f de la edición de Londres, 1888);

Freeman, H.: «Nahum, Sofonías, Habacuc» (Pub. Portavoz

Evangélico, Barcelona, 1980);

Kelly, W.: «Nature of Prophecy», Bible Treasury (H. L. Heijkoop,

58, Blijhamsterstraat, Winschoten, Holanda, reimpr., 1969);

Kelly, W.: «Object of Prophecy», Bible Treasury, enero 1920;

Kelly, W.: «Occasion of Prophecy», Bible Treasury; «Sphere of

Prophecy», Bible Treasury, marzo 1920;

Kelly, W.: «Language of Prophecy», Bible Treasury, abril 1920;

Kelly, W.: «The Minor Prophets» (C. A. Hammond, Londres,

reimpr. s/f de la edición de 1874);

Morgan, G. C.: «Los Profetas Menores» (Clíe, Terrassa, 1984);

Payne, J. B.: «Encyclopaedia of Biblical Prophecy» (Harper and

Row, New York, 1973);

Rossier, H.: «El profeta Oseas» (Ed. «Las Buenas Nuevas»,

Montebello, Calif., 1971) y

Rossier, H.: «El profeta Jonás» («Las Buenas Nuevas», 1969);

Schultz, S. J.: «Habla el Antiguo Testamento» (Pub. Portavoz

Evangélico, Barcelona, 1976);

Tan, P. L.: «The Interpretation of Prophecy» (BMH Books, Winona

Lake, Indiana, 1974);

Tatford, E. A.: «Hageo, el profeta de la Restauración» (Pub.

Portavoz Evangélico, Barcelona, 1974);

Unger, M. F.: «El mensaje de la Biblia» (Ed. Moody, Chicago,

1976);

Wolf, H.: «Hageo y Malaquías, rededicación y renovación» (Pub.

Portavoz Evangélico, 1980).

Wood, L. J.: «Los profetas de Israel» (Outreach, Grand Rapids,

1983);

Young, E. J.: «Una introducción al Antiguo Testamento» (T.E.L.L.,

Grand Rapids, 1977).

-31-