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Doble vínculo, 1969 1 Gregory Bateson La teoría del doble vínculo fue, para mí, un ejemplo de cómo pensar sobre temas análogos, y en este aspecto por lo menos, todo el asunto merece ser reexaminado. Algunas veces con frecuencia en las ciencias y siempre en el arteuno no sabe cuáles eran los problemas hasta que se los resolvió. Por consiguiente, quizá será útil formular retrospectivamente qué problemas me resolvió la teoría del doble vínculo. En primer lugar estaba el problema de la reificación. Es obvio que en la mente no existen objetos ni acontecimientos: ni cerdos, ni palmeras, ni madres. La mente sólo contiene transformaciones, perceptos, imágenes, etcétera, y reglas para formar estas transformaciones, perceptos, imágenes etcétera. De qué manera existen estas reglas, no lo sé, pero presumiblemente están encarnadas en la maquinaría misma que creó las transformaciones. Las reglas, por cierto, no son comúnmente explicitadas como "pensamientos" conscientes. En cualquier caso, carece de sentido decir que un hombre fue atemorizado por un león, porque el león no es una idea. El hombre forma una idea del león. El mundo explicativo de la sustancia no puede invocar ninguna diferencia y ninguna idea, sino sólo fuerzas e impactos. Y, per contra, el mundo de la forma y la comunicación no invoca cosas, fuerzas o impactos, sino sólo diferencias e ideas. (Una diferencia que hace una diferencia es una idea. Es un "bit" o unidad de información.) Pero esto lo aprendí sólo después: la teoría del doble vínculo me capacitó para aprenderlo. Y sin embargo, por supuesto, está implícito en la teoría que difícilmente podía haber sido creada sin ello. Nuestro trabajo original sobre el doble vínculo contiene numerosos errores debidos simplemente a que no habíamos aún examinado articuladamente el problema de la reificación. Hablamos en ese trabajo como si un doble vínculo fuera alguna cosa, y como si tales cosas pudieran contarse. Por supuesto, todo esto carece de sentido. Es imposible contar los murciélagos que existen en una mancha de tinta, porque no existe ninguno. Y sin embargo, una persona si es afecta a ver murciélagospuede "ver" varios. ¿Pero existen dobles vínculos en la mente? La pregunta no es trivial. Así como no existen en la mente cocos sino perceptos y transformaciones de cocos, también, cuando yo percibo (consciente o inconscientemente) un doble vínculo en la conducta 1 Presentado en agosto de 1969 en un Simposio sobre Doble Vínculo, presidido por el doctor Robert Ryder y auspiciado por la Asociación Psicológica de Estados Unidos. Se lo preparó utilizando un subsidio (Career Development Award) del Instituto Nacional de Salud Mental, también de Estados Unidos.

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Page 1: 2) Doble vínculo, 1969

Doble vínculo, 19691

Gregory Bateson

La teoría del doble vínculo fue, para mí, un ejemplo de cómo pensar sobre temas

análogos, y en este aspecto por lo menos, todo el asunto merece ser reexaminado.

Algunas veces —con frecuencia en las ciencias y siempre en el arte— uno no sabe

cuáles eran los problemas hasta que se los resolvió. Por consiguiente, quizá será útil

formular retrospectivamente qué problemas me resolvió la teoría del doble vínculo.

En primer lugar estaba el problema de la reificación.

Es obvio que en la mente no existen objetos ni acontecimientos: ni cerdos, ni

palmeras, ni madres. La mente sólo contiene transformaciones, perceptos, imágenes,

etcétera, y reglas para formar estas transformaciones, perceptos, imágenes etcétera.

De qué manera existen estas reglas, no lo sé, pero presumiblemente están encarnadas

en la maquinaría misma que creó las transformaciones. Las reglas, por cierto, no son

comúnmente explicitadas como "pensamientos" conscientes.

En cualquier caso, carece de sentido decir que un hombre fue atemorizado por un

león, porque el león no es una idea. El hombre forma una idea del león.

El mundo explicativo de la sustancia no puede invocar ninguna diferencia y

ninguna idea, sino sólo fuerzas e impactos. Y, per contra, el mundo de la forma y la

comunicación no invoca cosas, fuerzas o impactos, sino sólo diferencias e ideas.

(Una diferencia que hace una diferencia es una idea. Es un "bit" o unidad de

información.) Pero esto lo aprendí sólo después: la teoría del doble vínculo me

capacitó para aprenderlo. Y sin embargo, por supuesto, está implícito en la teoría

que difícilmente podía haber sido creada sin ello.

Nuestro trabajo original sobre el doble vínculo contiene numerosos errores

debidos simplemente a que no habíamos aún examinado articuladamente el

problema de la reificación. Hablamos en ese trabajo como si un doble vínculo fuera

alguna cosa, y como si tales cosas pudieran contarse.

Por supuesto, todo esto carece de sentido. Es imposible contar los murciélagos que

existen en una mancha de tinta, porque no existe ninguno. Y sin embargo, una

persona —si es afecta a ver murciélagos— puede "ver" varios.

¿Pero existen dobles vínculos en la mente? La pregunta no es trivial. Así como no

existen en la mente cocos sino perceptos y transformaciones de cocos, también,

cuando yo percibo (consciente o inconscientemente) un doble vínculo en la conducta

1 Presentado en agosto de 1969 en un Simposio sobre Doble Vínculo, presidido por el doctor Robert Ryder y

auspiciado por la Asociación Psicológica de Estados Unidos. Se lo preparó utilizando un subsidio (Career Development Award) del Instituto Nacional de Salud Mental, también de Estados Unidos.

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de mi patrono, no adquiero en mi mente un doble vínculo sino un percepto o

transformación de un doble vínculo. Y no es de esto de lo que se ocupa la teoría.

Estamos hablando, pues, acerca de cierto tipo de enredo en las reglas para hacer

las transformaciones y sobre la adquisición o cultivo de tales enredos. La teoría del

doble vínculo afirma que existe un componente experiencial en la determinación o

etiología de los síntomas esquizofrénicos y de los patrones de conducta afines, tales

como el humor, el arte, la poesía, etcétera. Notoriamente, la teoría no distingue entre

estas subespecies. En sus términos no hay nada que sirva para determinar si un

individuo dado se convertirá en un payaso, un poeta, o un esquizofrénico o alguna

combinación de éstos. No tratamos un síndrome único sino un género de síndromes,

la mayoría de los cuales no se consideran convencionalmente como patológicos.

Permítaseme acuñar la palabra "transcontextual" como término general para este

género de síndromes.

Pareciera que tanto aquéllos cuya vida está enriquecida por dones

transcontextuales como aquéllos que están empobrecidos por confusiones

transcontextuales se asemejan en un as-pecto: para ellos siempre, o frecuentemente,

existe una "doble recepción". Una hoja que cae, el saludo de un amigo o "una

primavera junto al borde del río" no es "sólo eso y nada más". La experiencia

exógena puede ser estructurada en los contextos del sueño, y el pensamiento interno,

puede ser proyectado en los contextos del mundo externo. Y así sucesivamente. Para

todo esto, buscamos una explicación parcial en el aprendizaje y la experiencia.

Tienen que existir, por supuesto, componentes genéticos en la etiología de

síndromes transcontextuales. Esperablemente, estos operarán en niveles más

abstractos que el experiencial. Por ejemplo, los componentes genéticos podrían

determinar la habilidad en el aprender a ser transcontextual o (más abstractamente)

las potencialidades para adquirir esta habilidad. O, inversamente, el genoma podría

determinar habilidades para resistir a las sendas transcontextuales, o la potencialidad

para adquirir esta última habilidad (los genetistas han prestado muy poca atención a

la necesidad de definir el tipo lógico de los mensajes portados por el DNA).

En cualquier caso, el punto de encuentro en donde la determinación genética se

encuentra con la experiencial es seguramente bastante abstracto, y ello tiene que ser

verdad aun cuando la encarnación del mensaje genético esté dada por un gene único.

(Un solo bit de información —una única diferencia-puede ser la respuesta por sí o

por no a una pregunta de cualquier grado de complejidad, en cualquier nivel de

abstracción.)

Las teorías actuales que proponen (para la "esquizofrenia") un único gene

dominante de "baja penetración" parecen dejar abierto el campo para cualquier

teoría experiencial que indicara qué clase de experiencia puede provocar la aparición

en el fenotipo de la potencialidad latente.

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Debo confesar, sin embargo, que estas teorías me parecen de poco interés,

mientras que sus partidarios no lleguen a especificar qué componentes del proceso

complejo de la determinación de la "esquizofrenia" es aportada por el gene

hipotético. La identificación de estos componentes tiene que ser un proceso

substractivo. Cuando la contribución del ambiente es grande, la genética no puede

ser investigada hasta que se identifica y se puede controlar el defecto ambiental.

Pero la salsa buena para la gansa es también buena para el ganso, y lo que se dijo

antes sobre los genetistas me impone la obligación de aclarar qué componentes de

un proceso transcontextual podrían ser aportados por la experiencia de doble

vínculo. Es oportuno, pues, reexaminar la teoría del deuteroaprendizaje sobre la cual

está basada la teoría del doble vínculo.

Todos los sistemas biológicos (los organismos y las organizaciones sociales o

ecológicas de organismos) son capaces de cambios adaptativos.

Pero los cambios adaptativos revisten muchas formas, tales como la respuesta, el

aprendizaje, la sucesión ecológica, la evolución Biológica, la evolución cultural,

etcétera, de acuerdo con la dimensión y la complejidad del sistema que elijamos

considerar.

Cualquiera sea el sistema, el cambio adaptativo depende de circuitos de

retroalimentación, sean los que proporciona la selección natural o los que resultan

del refuerzo individual. En todos los casos, pues, ha de existir un proceso de ensayo

y error y un mecanismo de comparación.

Pero el ensayo y el error siempre tienen que incluir el error, y el error siempre es

biológica y/o físicamente costoso. Se sigue, por consiguiente, que el cambio

adaptativo siempre tiene que ser jerárquico.

Son necesarios no sólo ese cambio de primer orden que se adecúa a la demanda

ambiental (o fisiológica) inmediata sino cambios de segundo orden que reduzcan el

monto de ensayo y error necesario para obtener el cambio de primer orden.

Y así sucesivamente. Superponiendo e interconectando muchos circuitos de

retroalimentación, nosotros (y todos los otros sistemas biológicos) no sólo

resolvemos problemas particulares, sino que también formamos hábitos que

aplicamos a la solución de clases de problemas.

Actuamos como si toda una clase de problemas pudiera resolverse en términos de

suposiciones o premisas, cuyo número es menor que el de los miembros de la clase

de problemas. En otras palabras, nosotros (los organismos) aprendemos a aprender,

o, para emplear una frase más técnica, deuteroaprendemos,

Pero los hábitos son notoriamente rígidos, y su rigidez se sigue como corolario

necesario de su posición en la jerarquía de la adaptación. La misma economía de

ensayo y error que se logra mediante la formación de hábitos sólo es posible porque

los hábitos están comparativamente sujetos a una "programación dura", para usar la

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expresión de los ingenieros. La economía consiste precisamente en no reexaminar o

redescubrir las premisas del hábito cada vez que se emplea el hábito. Podemos decir

que estas premisas son parcialmente "inconscientes" o, si ustedes lo prefieren, que se

ha desarrollado un hábito de no examinarlas.

Además, es importante advertir que las premisas del hábito son casi

necesariamente abstractas. Todo problema es en cierto grado diferente de cualquier

otro, y su descripción o representación en la mente contendrá por consiguiente,

proposiciones únicas. Sería un manifiesto error rebajar estas proposiciones únicas al

nivel de las premisas del hábito. El hábito sólo puede manejar exitosamente

proposiciones que tienen verdad general o repetitiva, y éstas son comúnmente de un

nivel de abstracción relativamente alto. 2

Ahora bien, la clase particular de proposiciones que considero importantes para la

determinación de los síndromes transcontextuales son aquellas relaciones formales

que describen y determinan la relación interpersonal.

Dije: "Describen y determinan", pero aun esto es inadecuado. Sería mejor decir

que la relación es el intercambio de estos mensajes; o que la relación es inmanente a

esos mensajes.

Los psicólogos hablan comúnmente como si las abstracciones de relaciones

("dependencia", "hostilidad", "amor", etcétera) fueran cosas reales que deban

describirse o "expresarse" mediante mensaje. Esto es epistemología al revés; en

verdad, los mensajes constituyen la relación y palabras como "dependencia" son

descripciones codificadas verbalmente de patrones inmanentes a la combinación de

mensajes intercambiados.

Como ya se mencionó, no existen "cosas" en la mente, ni siquiera "dependencias".

Estamos tan despistados por el lenguaje, que no podemos pensar rectamente, y es

conveniente, a veces, recordar que somos realmente mamíferos. La epistemología

del "corazón" es la de un mamífero no humano. El gato no dice "leche";

simplemente actúa (o es) su extremo de un intercambio cuyo patrón designaríamos,

en el lenguaje, como "dependencia".

Pero actuar, o ser un extremo de un patrón de interacción, equivale a proponer el

otro extremo. Se ha constituido un contexto para cierta clase de respuesta.

El tejido de contextos y de mensajes que proponen contextos —pero que, al igual

que todos los mensajes cualesquiera sean, tienen "significados" sólo en virtud del

2 Lo que importa empero, es que la proposición sea constantemente verdadera» no que sea abstracta.

Sucede que las abstracciones —coincidente-mente—» si se las elige bien, tienen la constancia de la verdad. Para los seres humanos es algo más bien constantemente verdadero que el aire existe en torno de su nariz; los reflejos que controlan la respiración pueden, por tanto, ser objeto de una "programación dura" por parte de la médula. Para el caso, la proposición "aire alrededor del orificio de respiración" es sólo verdadera con intermitencias, y por consiguiente la respiración tiene que controlarse de una manera más flexible desde un centro superior.

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contexto— constituye el contenido de la así llamada teoría del doble vínculo. La

cuestión puede ilustrarse mediante una analogía botánica famosa y formalmente

correcta.3

Goethe señaló hace 150 años que existe una suerte de sintaxis o gramática

en la anatomía de las plantas florecidas. Un "tallo" es lo que lleva "hojas"; una

"hoja" es aquello que tiene una yema en su axila; una yema es un tallo que se origina

en la axila de una hoja; etcétera. La naturaleza formal (es decir, la comunicacional)

de cada órgano está determinada por su status contextual: el contexto en el que se

presenta y el contexto que se establece para otras partes.

Dije anteriormente que la teoría del doble vínculo se ocupa del componente

experiencial de la génesis del embrollo en las reglas o premisas del hábito. Paso

ahora a afirmar que las interrupciones en la trama de la estructura contextual son de

hecho "doble vínculo" y tienen necesariamente que promover (si es que contribuyen

de alguna manera a los procesos jerárquicos del aprendizaje y la adaptación) lo que

yo vengo llamando síndromes transcontextuales.

Consideremos un paradigma muy simple: una marsopa hembra (Steno

bredanensis) ha sido entrenada para aceptar el sonido del silbato del entrenador

como un "refuerzo secundario". Esperablemente, el silbido es seguido del alimento,

y si la marsopa repite luego lo que estaba haciendo cuando sonó el silbato,

esperablemente escuchará otra vez el silbato y recibirá alimento.

Los adiestradores utilizan ahora esta marsopa para hacer una demostración pública

de "condicionamiento operante". Cuando ella entra en el tanque de exhibición, saca

la cabeza fuera del agua, escucha el silbido y recibe el alimento. Luego saca la

cabeza otra vez, y se le da también alimento. Tres repeticiones de esta secuencia son

bastante para la demostración, y se hace salir a la marsopa del escenario para

aguardar la próxima actuación, que tendrá lugar dos horas después. Aprendió

algunas reglas simples que relacionan sus acciones: el silbato, el tanque de

exhibición y el entrenador y los integró en un patrón, vale decir, una estructura

contextual, un conjunto de reglas acerca de cómo reunir la información.

Pero este patrón es adecuado sólo para un episodio único en el tanque de

exhibición. El animal tiene que desintegrar ese patrón para manejar las clases de

tales episodios. Existe un contexto de contextos mayor, que le hará equivocarse.

En la próxima actuación, el adiestrador quiere hacer otra exhibición de

"condicionamiento operante", pero, para hacerlo, la marsopa tiene que elegir un

fragmento distinto de conducta visible.

Cuando la marsopa entra en escena, levanta otra vez la cabeza. Pero no escucha

ningún silbido. El adiestrador aguarda el próximo fragmento de conducta visible:

3 Formalmente correcta, porque la morfogénesis, como la conducta, et incuestionablemente un asunto de

mensajes en contextos. (Véase G. Bate-son, "A Re-examination of 'Bateson's Rule'", Journal of Genetics, en impresión).

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por ejemplo, un chasquido con la cola, que constituye una expresión común de

fastidio. Esta conducta es luego reforzada y repetida.

Pero el chasquido de la cola no es, por supuesto, recompensado en la tercera

actuación.

Finalmente, la marsopa aprendió a manejar el contexto de contextos, ofreciendo un

fragmento diferente o nuevo de conducta visible cada vez que entraba en escena.

Todo esto había sucedido dentro de la libre historia natural de la relación entre la

marsopa, el adiestrador y los espectadores. La secuencia se repitió luego,

experimentalmente con una nueva marsopa y se la registró cuidadosamente.4

Es necesario añadir dos puntos tomados de esta repetición experimental de la

secuencia.

En primer lugar, que fue necesario (a juicio del adiestrador) violar muchas veces

las reglas del experimento. La experiencia de equivocarse resultó tan perturbadora

para la marsopa, que para preservar la relación entre marsopa y adiestrador (es decir,

el contexto del contexto del contexto), fue necesario suministrar muchos refuerzos a

los cuales la marsopa no tenía derecho.

En segundo lugar, que cada una de las catorce sesiones se caracterizó por muchas

repeticiones fútiles de la conducta que había sido reforzada en la sesión

inmediatamente precedente. Al parecer, el animal produjo solo por "accidente" un

fragmento de conducta diferente. En el intervalo entre las sesiones decimotercera y

decimocuarta, la marsopa pareció estar muy excitada, y cuando entró en escena para

la sesión decimoquinta, efectuó una actuación complicada en la que simulaba ocho

fragmentos visibles de conducta, de los cuales cuatro eran enteramente nuevos:

nunca había sido observados en esta especie de animal.

Esta historia ilustra, a mi juicio, dos aspectos de la génesis de un síndrome

transcontextual.

Primero, que puede inducirse un dolor agudo y un desajuste haciendo que un

mamífero se equivoque en lo que respecta a las reglas para dar sentido a una

relación importante con otro mamífero.

Y segundo, que si puede protegerse contra esta patología o resistirse a ella, la

experiencia total puede promover la creatividad.

4 K. Pryor, R. Haag, y J. O'Rielly, "Deutero-Learning in a Roughtooth Porpoise (Steno bredamensis)", U. S.

Naval Ordinance Test Station, China Lake, NOTSTP 4270.

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BIBLIOGRAFÍA

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Phüosophy and Religión; Second Symposium, compilado por L. Bryson y L.

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