1decolonialidad del poder/saber. miradas desde el sur

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Estudios Culturales, Decolonialidad, Decolonización del Saber y del Poder

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  • C o l o n i a l i d a d / D e c o l o n i a l i d a dd e l P o d e r S a b e r

    M i r a d a s d e s d e e l S u r

    V a l d i v i a , 2 0 1 2

  • 2012, Solano Alpizar, Jos

    Palencia Triana, Csar AugustoHenrquez Zuiga, Christian Eduardo

    Romero Lizama, Pamela SoledadTesche Roa, Paula Isabel

    Inscripcin N: 33919, Valdivia, Chile

    Derechos de edicin reservados para todos los pases por Ediciones Universidad Austral de Chile, S. A

    Independencia 641, Valdivia.

    Comte Cientfico:Rodrigo Browne, Iaki Ceberio , Debbie Guerra

    Christian Henrquez , Csar Palencia, Pamela RomeroNoem Sancho, Juan Carlos Skewes, Jos Solano, Paula Tesche

    ISBN: 978-956-7105-76-2Impreso en: Imprenta Amrica ltda.

    Avenida Ramn Picarte 1109

    Ilustraciones: Pamela Romero Diagramacin y Diseo: Celeste Skewes, Barbara Barrera

    Este libro fue posible gracias a los aportes MECESUP y la Escuela de Graduados de la Universidad Austral de Chile

    Valdivia, Chile

  • I n d I c e

    Prefacio

    Captulo 1. Literatura, identidad y estudios culturales Latinoamericanos desde los mrgenes.

    1.1 Los Archivos De La Niebla(En Torno a Reducciones de Jaime Luis Huenn) Sergio Mansilla.

    1.2 Locura Y Decolonialidad Del Poder En Teresa Wilms Montt Paula Tesche.

    1.3 Borrando Mrgenes: La Imperfeccin del Relato Frente al Dibujo de la Vida En Desterrados De Alfredo Molano. Csar Palencia.

    1.4 Una Mirada Desde El Norte Del Sur: La Revista Tarja y La Descolonizacin del Saber. Beatriz Bruce.

    1.5 Anbal Quijano Y La Cuestin Del Poder En Amrica Ltina. Pablo Quintero.

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  • Captulo 2. Desarrollo en Amrica Latina Alternativas Multiculturales

    2.1 Localidades del saber: ubicacin, contextos y traduccin Nelly Richard

    2.2 (Des) Humanizar. Una Lectura Acerca del Moviimiento Estudiantil de 2011 en Chile Camilo Barriga Parra

    2.3 La Narrativa de la Globalizacin en Amrica Latinay la Nueva Gramtica Social del Capitalismo Avanzado. Jos Solano

    2.4 Geografas Enfrentadas: Las Coordenadas del DiscursoAcadmico Binacional (Argentina y Chile) Laura Rodrguez

    2.5 Propuestas de Indicadores Locales Participativospara la Sustentabilidad Yerko Castillos, Christian Hernquez Zuiga, Juan Carlos Skewes V.

    2..6 La Asimilacin Chilena del Convenio N169 de la Oit: El Silencio Poscolonial de la Racionalidad Experta Sobre las Culturas Locales en Chile. Natassja Mancilla Ivaca, Vctor Hugo Valenzuela Seplveda, Cristian Yaez Aguilar

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  • Captulo 3. Ejercicios de deconstruccin y estudios subalternos en y desde Latinoamrica

    3.1 Epistimes otras: epistimes disruptivas? Adolfo Albn

    3.2 La Superioridad Moral de la Mujer: El Estado Higienista y la Buena Feminidad Nacional Antonieta Vera

    3.3 Reflexiones en Torno a la Instalacin de la Colonialidad en Chile Evangelizacin, Educacin y Reproduccin de la Diferencia Colonial En el Siglo VII Patricio Lepe-Carrin.

    3.4 Comunicando La Diferencia: Una Perspectiva desde el Periodismo Intercultural. Csar Pacheco Silva.

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  • P r e f a c i o

    No debe haber norte, para nosotros, sino por oposicin a nuestro Sur. Por eso ahora ponemos el mapa al revs, y entonces ya

    tenemos justa idea de nuestra posicin, y no como quieren en el resto del mundo. La punta de Amrica, desde ahora,

    prolongndose, seala insistentemente el Sur, nuestro norte.

    J. Torres Garca (1941)

    Aunque suene a banalidad, la experiencia universitaria del Chile actual nos hace pensar y repensar en la importancia que tienen los estudiantes en todo proceso formativo. Las diferentes, espontneas y creativas revueltas que vivimos, hemos vivido y viviremos hablan de un conjunto social que, de un tiempo a esta parte, se haba dejado de lado, marginado y alejado de los cuerpos encargados de tomar las decisiones, en cuanto a educacin se refiere. Los estudiantes chilenos -y porqu no, los del mundo entero- salieron de un armario supeditadoa la lgica del sistema educativo clsico y lineal y quisieron hacerse cargo de lo que estaba pasando, quisieron ser protagonistas de la historia que otros estaban escribiendo por ellos. Los estudiantes como parte de un corpus marginado pasaron a ser otros, cambiaron su actitud y levantaron sus demandas frente a las imposiciones de las autoridades de turno.

    No se puede dejar de pensar y repensar en estas urgencias de la primera dcada del siglo, con las cuales las multitudes estn abriendolas puertas para, desde el anonimato, hacerse partcipes y ser actores en la toma de decisiones. La presin produce tensin y la tensin busca nue-vas alternativas para el dilogo y -esperamos- los acuerdos e intercambiosbsicos en todo proceso de cooperacin mutua y recproca.

    Aunque sabemos que las revueltas no fueron propias de estudiantes de postgrado, sino de secundarios y universitarios de pregrado, stos no quedaron fuera del debate y -como es su tarea- sintieron el deber de convocar, desde su formacin como futuros

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  • generadores de conocimiento - y desde las Ciencias Humanas y Sociales- a un Coloquio que reflexionara fuera de lo establecido y desde un eje que permitiera aportar bajo otro prisma, bajo el prisma latinoamericano. Los estudiantes del programa de Doctorado en Ciencias Humanas mencin Discurso y Cultura de la Escuela de Graduados de la Facultad de Filosofa y Humanidades de la Universidad Austral de Chile acusaron recibo de la realidad pas-mundo e invitaron a investigadores nacionales y extranjeros a pensar desde la otra orilla, a partir de las diferencias tan cercanas a los discursos contracoloniales que buscan visibilizar lo que se esconde en el afuera.

    Y la convocatoria fue todo un xito! La iniciativa tom fuerza desdelos estudiantes de doctorado y se proyect para que -decolonialmente- se discutiera sobre los discursos del saber/poder al alero de una perspectiva latinoamericana. Una Latinoamrica anloga a los estudiantes que, desde abajo, comenzaron a emitir los ruidos necesarios para remecer el edificiode una institucionalidad lenta, sedentaria que necesita -ahora postcolo-nialmente- de esas otras voces -nativas digitales y nomadolgicas- para transparentar los rastros de una colonialidad homognea que marca el paso y que no tolera una mirada desde el Sur; aunque sea ese mismo Sur el espacio-tiempo en el que se est (des)emplazando. Lo colonial expone sus ideasdesde y en el Norte y frente a esto -como lo sugiri Joaqun Torres Garca- hay otra nomenclatura posible: () nuestro norte es el Sur.

    Nuestros futuros doctores -con el apoyo del resto de los estudiantesy profesores de la Escuela de Graduados de la Facultad de Filosofa y Humanidades- desde el sur del Sur miraron de otra manera e invitaron, basados en una estrategia inter y transdisciplinaria, a sacar lo establecido de sus casilleros cuasi normales dando paso a miles de puntos de vista que, en su conjunto, recuperaron -primero en las aulas de nuestra Facultady luego en este volumen- escrituras representativas de los movimien-tos estudiantiles, las diferencias sexuales, las resistencias decoloniales, la participacin ciudadana, las culturas locales, los nuevos compromisos medioambientales, las otras epistemes en sntesis, de una Amrica Latina que se mira desde el sur con ojossur y no, necesariamente, con ojosnorte.

    La Escuela de Graduados de la Facultad de Filosofa y Humanidades de la UACh agradece a tod@s quienes colaboraron en esta iniciativa: las otras macrounidades y unidades de la Universidad que se

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  • sumaron a este proyecto; los tres invitados que dictaron las conferencias plenarias del Coloquio; a quienes optaron por enviar su resumen y que, despus de ser aceptados, se presentaron en la UACh para dar cuenta de sus investigaciones; a quienes formaron parte del Comit Cientfico que evalu los artculos aqu publicados y, por sobre todo, al equipo organizador que logr, con este Coloquio, que la Escuela creciera como unidad a cargo de los programas de postgrado en Ciencias Humanas y Sociales de la UACh.Sin embargo, bajo esta renovadora mirada desde el Sur, queda un nuevo desafo: durante el segundo semestre de 2012 organizaremos, con el apoyo del MECESUP AUS 0809, el V Congreso Nacional de Estudiantes de Postgrado, iniciativa que -esperamos- logre la misma convocatoria y la misma calidad acadmica que el Coloquio Colonialidad/Decolonialidad del poder/saber. Miradas desde el Sur que, coordinado por nuestros estudiant-es, fue un pilar fundamental para la reciente acreditacin por cuatro aos delPrograma de Doctorado en Ciencias Humanas mencin Discurso y Cultura de la Facultad de Filosofa y Humanidades de la UniversidadAustral de Chile.

    En consecuencia, las entradas y salidas desde y en el Sur y sus cruces inter y transculturales nos permiten -como lo hicieron los antropfagos brasileos y sus secuelas contemporneas- proyectar nuevos desafos y nuevas herramientas para esbozar los caminos de un continente que desborda sus propios lmites y que, fuera de ellos, encuentra -as qued en evidencia a lo largo del Coloquio- una riqueza irreductible a los discursos de autoridad que pretenden sentenciar cmo y por dnde hay que pensar en nuestros tiempos de tardomodernidad galopante.

    Rodrigo Browne SatoriDirector Escuela de Graduados,

    Facultad de Filosofa y Humanidades. Universidad Austral de Chile

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  • P r e s e n t a c i n

    Los das 10 y 11 de Noviembre de 2011 se realiz en la Facultad de Filosofa y Humanidades de la Universidad Austral de Chile (Valdivia,Chile), el Coloquio Colonialidad/Decolonialidad del poder/saber: miradas desde el sur. La actividad recibi el auspicio y la colaboracin de Vicerectora Acadmica, Direccin de Investigacin y Desarrollo, Escuela de Graduados, Coordinacin de Extensin de la Facultad de Filosofa y Humanidades y el Centro de Estudios Ambientales (CEAM) de esta Universidad.

    Este coloquio se materializ gracias al esfuerzo e inters de los estudiantes de Doctorado en Ciencias Humanas en promover espacios de comunicacin entre diversos especialistas y expertos en temas relacionados con la historia, la filosofa, la literatura, la comunicacin, el desarrollo y la cultura en Latinoamrica. Su objetivo fue reunir investigadores de difer-entes mbitos disciplinares para analizar la realidad latinoamericana desde enfoques epistemolgicos que tomen distancia de los presupuestos histrico-filosficos y las premisas culturales que han dado sustento a la racionalidad occidental.

    La motivacin de este encuentro respondi a que hoy en da existeuna amplia produccin intelectual (lingstica, antropolgica, histrica,sociolgica, filosfica, semitica, entre otros) con la preocupacin por pensar Latinoamrica desde un horizonte de comprensin distinto. Esta preocupacin bordea las lneas fronterizas o bien incursiona decididamente en mbitos del anlisis que van desde los estudios culturales a los estudios poscoloniales, y desde los estudios subalternos a los estudios literarios, entre otros; en los cuales se busca repensar el presente, el pasado y el futuro de la regin, desde otras coordenadas tericas, metodolgicas y epistemolgicas.

    El proceso de transnacionalizacin capitalista y la emergencia de una narrativa como la de la globalizacin han servido para imponer unnico orden socio-cultural: ponerlo en cuestin y ofrecer lecturas alternativas se constituy en el desafo fundamental de dicho encuentro. Esto, en un momento en que diversas expresiones polticas, culturales,

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  • sociales, ambientales y epistemolgicas en el continente ponen en entredicho la veracidad del modelo neoliberal como el nico orden econmico-social posible.

    Es en este contexto que el coloquio adquiri un valor estratgico, pues permiti repensar la realidad latinoamericana a partir de sus expresiones culturales, histricas, literarias, desde formas de pensamiento y anlisis que se distanciaron de las verdades, presupuestos filosficos y planteamientos universalistas impuestos por la modernidad occidental.

    El coloquio fue organizado durante un ao acadmico por un equipo de seis estudiantes de Doctorado de distintas corrientes disciplinares que mantuvieron una coordinacin y comunicacin expedita gracias a reuniones presenciales efectuadas con una periodicidad quincenal en dependencias facilitadas por la Universidad Austral de Chile. En estasreuniones se elaboraron tres circulares destinadas a la promocin, difusin e informacin del evento.

    El Coloquio Colonialidad/Decolonialidad del poder/saber: miradasdesde el sur cont con la presentacin de tres conferencias magistrales dictadas por tres investigadores de reconocida trayectoria, tanto en Chile como en el extranjero, a saber, Adolfo Albn, Sergio Mansilla y Nelly Richard.

    Adolfo Albn, acadmico de la Universidad del Cauca de Colombia,realiz la conferencia inaugural, titulada Epistemes otras: Epistemesdisruptivas?. En esta exposicin, el Dr. Albn se refiri a como, desde la academia latinoamericana misma, se han ido superponiendo ciertos tipos de saberes y conocimientos occidentales en desmedro de otros, como los indgenas, los afro, los mestizos. Es decir, se contina perpetuando el modelo euro-gringo-cntrico por sobre las epistemes alternativas o autc-tonas de nuestros propios pueblos.

    Sergio Mansilla, poeta y acadmico del Instituto de Lingstica y Literatura de la Universidad Austral de Chile present la conferencia Los archivos de la niebla: En torno a reducciones de Jaime Huenn. En su exposicin, el Dr. Mansilla present una crtica al libro Reduccionesdel poeta mapuche Jaime Huenn Villa, obra pronta a ser publicada,y que aborda temticas mapuche y mestizas en la zona de Osorno, recaban-do en la historia local y en los contrastes tnicos y culturales.

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  • Finalmente, en el cierre del coloquio, la conferencista Nelly Richard, Vicerectora de Extensin de la Universidad de Artes y Ciencias Sociales de Chile (ARCIS) realiz la comunicacin del ensayo titulado Localidades del saber: ubicacin, contextos y traduccin. En dichaexposicin se reflexion en torno a la posicin Sur, en relacin a los territo-rios y periferias del poder y el saber.

    Estas conferencias imprimieron un sello de calidad y excelencia a la actividad tanto por su nivel acadmico como por motivar amplios y relevantes debates y discusiones entre los asistentes.

    Para el xito del coloquio se realiz un importante trabajo de difusin, promoviendo la recepcin de artculos mediante invitaciones, especialmente utilizando medios virtuales y aprovechando las facilidades de las redes sociales, que proveyeron adems de una comunicacin expedita con los posibles asistentes, una amplia convocatoria de ponentes.

    Gracias a ello, en la actividad fueron recibidas ms de 70 comunicaciones presentadas por ponencistas provenientes de Argentina, Brasil, Mxico, Colombia, Costa Rica, Espaa, Francia, Blgica y Chile. En particular, de nuestro pas los ponencistas provenan de las siguientes Instituciones: Universidad Austral de Chile, Universidad de Concepcin, Universidad de los Lagos, Universidad Andrs Bello, Universidad Diego Portales, Universidad Autnoma de Chile, Pontificia Universidad Catlicade Chile, Universidad de la Frontera, Universidad de Playa Ancha, Universidad de Santiago, Pontificia Universidad Catlica de Valparaso, Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educacin, Academia Libre y Popular Latinoamericana de Humanidades y Colegio Santo Toms. Los participantes de Argentina eran representantes de: Universidad Nacional de la Patagonia, Universidad Nacional de Quilmes, Universidad Nacionalde Jujuy y Universidad de Buenos Aires. En representacin de Brasil,Universidad Estadual de Punta Grossa; de Espaa, la Universidad San Sebastin; de Costa Rica, la Universidad Nacional de Costa Rica; de Francia, Universidad de Pars I y Universidad de Pars VIII.

    La diversidad de instituciones de las que provenan los asistentes permiti, adems de compartir experiencias y enriquecer los debates, conocer el estado actual en que el que se encuentran las investigaciones en torno a la decolonialidad y establecer contactos y puentes de vinculacinentre los centros acadmicos, tanto nacionales como internacionales.

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  • Los ejes temticos en los que se reunieron las ponencias fueronlos siguientes: 1) Colonialidad/Decolonialidad en Amrica Latina, 2) Desarrollo en Amrica Latina: alternativas multiculturales, 3) Literatura,identidad y estudios culturales Latinoamericanos desde los mrgenes,4) Ejercicios de deconstruccin y estudios subalternos en y desde Latinoamrica, y 5) Sujetos de comunicacin y poder. Teniendo en cuenta la amplitud y diversidad de temas, como propuesta metodolgica estos ejes se ordenaron en las siguientes mesas de presentacin: a) Geopoltica y cartografas en Latinoamrica, b) Literatura indgena, c) Narrativas de la memoria, d) Decolonialidad, arte y cultura, e) Educacin y poder, f) Comunidad y saberes crticos, g) Teora y ejercicios de decolonialidad,h) Discursos y representacin, i) Educacin y literatura, j) Memoria e historia y k) Literatura en los mrgenes.

    El Coloquio Colonialidad/Decolonialidad del poder/saber: miradas desde el sur fue evaluado positivamente tanto por los asistentes y ponentes, como por acadmicos de las distintas universidades y por los organizadores. De esta manera, este coloquio se transform en un pretexto para juntarnos a pensar Latinoamrica desde Latinoamrica, no con los ojos del subalterno, porque en el momento en que se reconoce subalterno se inscribe en la lgica del pensamiento dominador, si no en la lgica del que sabe y tiene que pensar construyendo su propia biografa, pensando su propia realidad para reescribirla, para reescribir su historia.

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  • Captulo 1

    Literatura, identidad y estudios culturales Latinoamericanos desde los mrgenes

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    Los Archivos de la Niebla. (En torno a Reducciones de Jaime Lus Huenn)1

    Sergio Mancilla*

    qu me dices, Salazar, cmo te explicosus albricias

    (Jaime Huenn)

    Tendra yo unos 7 aos cuando mi mamita me llev a la misin de Quilacahun. Nosotros ramos de Ro Bueno, del campo. All tena mi mama una ranchita. Ella haca de todo, teja en su telar, haca quesitos,teja mantas y choapinos, me acuerdo. De todos partes venan a comprarle mantas, le mandaban a hacer frazadas. Despus todo eso se termin. El pedacito de tierra donde vivamos era una sucesin. Parece que llegaron parientes a reclamar ese pedazo de tierra y se perdi todo. Y qu le iba a hacer mi mamita, ella era sola, se tuvo que ir a trabajar al pueblo y a m me dej interna en la misin, ella no me poda ir a ver. All en la misin nos enseaban a leer, las mujeres aparte y los hombres aparte. Tambin nos enseaban a coser, a tejer, a cocinar. Haba una monjita viejita que era muy buena. Cuando me vea llorando me deca: no llores, hijita, aydame mejor aqu. Y yo le ayudaba a hacer pan o a coser. Despus, como al ao sera, mi mamita se puso de acuerdo con una gringa de Trumao y me puso a trabajar. Yo era nia de mano y tena que ayudar a las otras empleadas.

    (Mara Matilde Huenn Huenn, 88 aos)2

    Quien hoy suba hasta lo alto de la colina en la que se emplazan las instalaciones de la Misin de Quilacahun, en la provincia de Osorno, sur de Chile, y dirija su mirada en direccin suroeste, ver el imponente ro Rahue all abajo hasta donde se pierde la mirada. En das tranquilos, cual lenta serpiente de azogue, el ro se desplaza hacia el Pacfico partiendo en

    * Director de Programa de Doctorado en Cs. Humanas - Universidad Austral de Chile

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    dos mitades las frtiles vegas del valle de Quilacahun. Pero el Rahue no siempre es manso. Las copiosas lluvias invernales del sur chileno lo vuel-ven un animal feroz, turbio, enrabiado, tanto que a menudo no cabe en su cauce e inunda los terrenos aledaos reiterando un viejo gesto natural que, a primera vista, parece catastrfico, pero que no es sino el trabajo en-trelazado una ceremonia de amor de la tierra acogedora unida a las aguas potras, como dira nuestro poeta Huenn. Los vivientes de esos lugares, conocedores de los cambios de humor de las estaciones, construyen casas muy modestas en la mayora cuyo primer piso es una espe-cie de bodega o corral inundable, al tiempo que la vida familiar acontece en lo que sera el segundo piso al que se accede por escaleras exteriores.

    Quilacahun, cuya fama por los territorios de Osorno se debe a que produce legumbres singularmente tiernas y sabrosas (las lentejas de Qui-lacahun son una delicia completa), es una tierra bella, pero de contrastes brutales: la imponente misin de Quilacahun, con su templo catlico, su colegio, su consultorio mdico, sus dependencias para visitantes y turistas, construidas en lo alto de una colina desde la que se domina el amplio valle as como una no menor extensin de la cordillera de la costa osornina, recuerda demasiado de cerca el viejo castillo feudal europeo, vigilante, omnipresente; esa especie de lugar temible all arriba en el que moraba el Seor quien, desde una suerte de panptico poderoso, controlaba y vigilaba a los siervos de all abajo. Smbolo material de la epistemologa del promontorio que fundamenta la construccin de un saber autodefinido como civilizador el que, providen-cialmente, arrancar a los indios de las tinieblas de la ignorancia y del pecado. No es, pues, casual que la Misin de Quilacahun contenga iglesia y colegio.

    Dios, que buen vassalo! Si oviesse buen seor!, leemos en el verso 20 del poema de Mo Cid; verso que el juglar medieval recitara emo-cionado tal vez, animado en todo caso se me figura por la conviccin de que un orden de cosas terrenal que fuera adecuadamente salvfico pasaba por esa especie de ensamble entre el buen seor y el buen vasallo, porque esto asegurara proteccin mutua, el cultivo de valores nobles y heroicos, y, quizs lo ms importante, porque otorga sentido providencial a las vi-das que tendran entonces que transcurrir como soberbias actuaciones enel gran teatro del mundo, segn el lugar que a cada uno le haya tocado en la escala del vivir. Acaso queriendo prolongar o revivir esta utopa medieval, las misiones catlicas instaladas en territorios indgenas apostaron a con-struir un entorno de evangelizacin que asegurara la salvacin de las almas de tantos naturales que no haban tenido se deca la oportunidad de conocer al dios verdadero y, de paso, salvar tambin las almas de peca-

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    dores blancos haciendo descansar en ellos la responsabilidad de asumir la misin de allegar ms feligreses a la Iglesia Catlica que tiene, como lo in-dica su nombre, pretensiones de ser universal. A menudo ese entorno de evangelizacin semejaba un oasis, material o espiritual, de pacfica coloni-zacin, fundado seguramente en la creencia de que el salvaje de las tierras americanas podra civilizarse pasando por fuera de la violencia esclavizante y homicida de los encomenderos, por ejemplo, si nos situamos en el perodo colonial, o la violencia de bien pertrechados ejrcitos republicanos si salta-mos al siglo XIX o incluso a aos muy recientes, como el caso del genoci-dio de indgenas guatemaltecos perpetrado, durante el gobierno de Efran Ros Montt entre 1982 y 1983, como brutal tctica de contrainsurgencia.

    Jaime Luis Huenn Villa, poeta autor de Reducciones, provienede la clase de los que miran el castillo desde abajo. Pertenece a aquellas gentes que viven de lo poco que (les) va quedando despus de largos y crueles despojos de tierra, de memoria y lengua; despojos que vienen des-de el siglo XVI pero que, para el caso mapuche-huilliche, como Huenn lo consigna en su libro, adquirieron caractersticas de genocidio cultural a partir de mediados del siglo XIX. Migraciones forzadas del campo a la ciudad (a los baldos de la ciudad, habra que decir); asesinatos y aun ma-sacres (v. g., la de Forrahue en 1912 documentada en Reducciones); nias y nios tempranamente obligados a trabajar como sirvientes en las casas y haciendas de las elites econmicas de la repblica, o arrancados del seno familiar e internados en escuelas catlicas donde los disciplinaban para la desmemoria; tristes orfandades comunitarias de dioses y padres reducidos a hilachas; exilios en la propia tierra de pronto ocupada por extraos; ruka reducida a rancha o a barracn municipal o a callampa urbana en barriosque no son barrios3: de esto habla el libro Reducciones. Y habla de esto porque el libro es, por sobre todo, un documento de barbarie,en el sentido que Walter Benjamin le da a esta expresin, escrito con los materiales que conforman la obliterada historia del sistemtico exterminio de la cultura indgena en los territorios Sur Patagoniadel continente; alegato sostenido contra la vergenza colonial y republicana que las agencias oficiales del estado chileno, aqullas que tratan con la memoria nacional, velan lo suficiente como para que los indgenas de antao no pasen de ser hroes ficcionalizados de una historia ms o me-nos remota. Y para que los indgenas de hoy no sean vistos ms que como agitadores resentidos, en potencia o en acto, a los que hay que reprimir, di-vidir o eventualmente comprar con prebendas, dinero o promesas de algn deslumbrante desarrollo cuya plusvala no va a parar precisamente a las comunidades originarias.

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    No es de extraar entonces que las piadosas monjas de la Misinde Quilacahun se hicieran cargo de la educacin y manutencin de niosindgenas separados de sus familias por la fuerza de la violencia o como consecuencia de la desesperante miseria. As el camino hacia la borradura total del origen quedaba expedito: hablar slo en espaol,rezar slo al dios cristiano y a sus vrgenes y santos, aprender oficios de baja complejidad para servir con eficiencia a patrones blancos. Aprender, en definitiva, a ser un buen subalterno en un escenario de extrema desigualdad social es algo que garantizara algn grado de incorporacin (precaria, pero incorporacin al fin) a la sociedad global occidental; sociedad, como ya sabemos, que tiende excluyentemente a la autorreferencia, que a menudo no tolera al otro sino como pieza que obligadamente ha de insertarse en el status quo sin hacer corto circuito en la hegemona de las elites econmicas, polticas y cultura-les. No tengo por qu dudar de la bondad de la monjita viejita a la que se refiere Matilde Huenn y que morigeraba, como mejor poda, la inmensa soledad y tristeza de una nia de 7 aos que saba que su madre, con la separacin, sufra tanto o ms que ella misma. Monja que con su gesto maternal, a su pesar tal vez, al margen de su intencionalidad misericordiosa,era parte de un engranaje de poder institucionalizado diseado para que la modernidad capitalista se expanda y se apropie de territorios cuyos habitantes aborgenes estaban, por entonces, en trminos colectivos lejos de organizar sus vidas en funcin de lo que Marx llam la acumulacin originaria.

    Sin embargo, y contra la laminacin forzada de la culturaaborigen, la memoria radical mapuche y mapuche-huilliche, cual porfiada corriente en el subsuelo de la nacin chilena, ha sobrevivido contra viento y marea. Y an ms: en los ltimos aos se ha fortalecido dando paso a un proceso de reetnizacin cuyos alcances estn todava por verse. Como fuere, el reclamo por reconocimiento cultural viene, de un tiempo a esta parte, brotando incontenible por las fisuras de una sociedad olvidadiza pero que, por emergencia incontrarrestable de nuevas realidades socioculturales, poco a poco ha ido aceptando su naturaleza pluricultural e historizando ms y mejor su pasado, proceso en el que la poesa de las memorias culturales ha venido cumpliendo, dicho sea de paso, un rol nada despreciable.

    Permtaseme un breve excurso sobre la nocin de poesa de las memorias culturales. Con esta expresin aludo a aquellas escritu-ras poticas que negocian de manera determinante, aunque en grados que pueden ser variables, con el contexto cultural, poltico, biogrfico; con las genealogas personales, familiares, comunitarias; con la territo-

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    rialidad geogrfica e histricamente situada y documentada en la poesa misma. Hablamos de una poesa que no puede escribirse ni leerse sin una constante itinerancia recursiva desde la composicin textual,en su dimensin restrictivamente lingstica y retrica, al ampliomundo de la historia y la cultura en el que la etnicidad de los autores, su gnero, la clase social, el territorio al que pertenecen, la historia per-sonal de stos en suma, constituyen datos de realidad que el texto regis-tra, atestigua, metaforiza, alegoriza, conformando la base documentalde la semanticidad de la escritura. Hablamos de una poesa que hace suyo un modo poltico de trabajar con la imaginacin potica que se insubordina menos contra formas textuales preexistentes que conforman el vasto campo de la poesa moderna y ms contra imagi-narios socioculturales que legitiman y excluyen determinados mo-dos de representacin y legitimacin de un cierto orden de cosas.

    Retornemos a Huenn. Si Reducciones, libro que evoca estos pensamientos, se redujera a un recuento de tropelas y estropicios co-metidos contra los mapuche y mapuche huilliche a lo largo de cinco si-glos, s que sera una poesa reducida: reducida a lamento, a victim-izacin invasora y paralizante de la subjetividad. Y la consecuenciasera un peligroso adelgazamiento del espesor semitico de una historia de colonialismo que ha devenido dao identitario qu duda cabe! para los pueblos indgenas. Pero, tal como Henn certeramente lo tematiza en su libro, esta misma historia ha dado paso a la emergencia de nuevas identidades que toman la forma de mestizajes mltiples, dinmicos, subver-sivos, dolorosos a veces. Nuevas identidades surgidas, en ltima instancia, de la necesidad de sobrevivir y que, por lo mismo, se tornan estratgica-mente funcionales a la diversidad cultural-poltica que entra en juego a la hora de negociar con (y ser parte de) la modernidad nacional-global.

    Huenn, atento al romanceo de muertos y vivos, registra la porfiada persistencia de voces que parecan apagadas hace tiempo, pero que, en rigor,subsisten y crecen en cada hueso mondo en los cementerios del tiempo y los lugares tanto en cementerios que tienen tumbas como en aqullos hechos solo de tierra y aire , voces que estn ah murmurando en las races invis-ibles de los canelos talados y en los pocos que an quedan en las cordilleras de Chile, que hablan a travs de las letras tristes de las rancheras mexicanas cantadas a tono de alcohol pendenciero y lluvia; en fin, voces que se hacen notar en viejos archivos de bibliotecas y museos que describen a los indios como raras excrecencias del gnero humano (a veces ni siquiera alcanzan a entrar en el rango de los humanos); descripciones que, por su misma in-

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    capacidad de salir del excluyente etnocentrismo del civilizado, documen-tan la barbarie blanca que se manifiesta en un sofisticado y perverso uso de la razn cognos- cente disfrazada no obstante de ciencia objetiva; algo que, por otra parte, viene a remachar una incapacidad de base de la as llamada cultura occidental-cristiana para empatizar con la otredad radical.

    Los Blancos, lo que caracterizaa los eternos Blancoses que ahora viven examinndonos,a nosotros, los muy viejos,a nosotros, los ya muertos.

    (Cancin ach-guayak)

    Francisco Pascasio Moreno, el Perito Moreno, en 1875 escriba este testimonio que retrata de cuerpo entero a los eternos blancos:

    Creo que no pasar mucho tiempo sin que consiga los huesos de toda la familia de Catriel. Ya tengo el crneo del clebre Cipriano, y el esqueleto de su mujer, Margarita; y ahora parece que el hermano menor Marcelino no vivir mucho tiempo, pues ha sido el jefe de la actual sublevacin y se ha rendido anteayer en el arroyo Nievas ante los Remingtons de Levalle. La cabeza de Catriel sigue aqu con-migo; hace rato que la revis, pero aunque la he limpiado un poco, sigue siempre con bastante mal olor. Me acompaa al Tandil porque no quiero separarme de esta joya, la que me es bastante envidiada.

    Reducciones es una polifona de voces que conforma un vasto y persistente relato de resistencia. Mas tambin es un relato de capitulaciones, de derrotas, de nomadas a la tierra hollada de la que crecen palabras igual-mente holladas, llenas de remiendos. El libro se nos propone, pues, como un mosaico de voces y sujetos, subalternos los ms, que hablan un espaol salpicado con los retazos de un idioma originario ya perdido; un hablar en-tonces en una especie de lengua entrelengua escorada, la llamar Rodrigo Rojas4, lengua champurria, la llamar el propio Huenn, que se arma con pedazos, que no siempre calzan, de la lengua de Castilla y lengua de la Futahuillimapu grandes tierras del sur, pero, sobre todo, pedazos de la tierra de abajo y de arriba, de la mirada a lo cotidiano y de la visin reveladora: lengua, pues, trabada por los cruces y asimetras culturales. Todo esto configura una textualidad que registra pulsiones que se en-caminan tanto a lo que podramos llamar la desetnizacin como a la reetnizacin de los sujetos, movimientos que a la vez se oponen y se complementan de maneras asimtricas en tanto responden a cambiantes

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    estrategias de sobrevivencia subalterna que implica tanto capitulaciones como insubordinaciones identitarias segn momento y lugar. El resultado es una heterogeneidad cultural (y psquica) siempre en proceso, plstica ante la mutabilidad constante de las relaciones de poder y de la eficacia de los modelos inter e intraculturales. No por nada la cultura mapuche-huilliche, como sabemos muy mestizada a estas alturas de la historia, ha producido y est produciendo poetas modernos, como Huenn mismo,5 que pueden, segn necesidades de representacin discursiva, entrar y salir (digmosloas) de las estticas que circulan en localas premodernas, populares, perifricas, brbaras dira Faustino Sarmiento, as como de la sofisticada modernidad esttica de cuo urbano y primer mundista, modernidad sta urbana, metropolitana en la que el componente tnico y territorial perifrico no instituye (o lo hace muy excepcionalmente) poticas de la memoria recuperativa. Si bien Reducciones se inaugura con la seccin Entrada a Chauracahun (topnimo indgena que designa lo que hoy es la ciudadde Osorno y sus alrededores), visto el libro desde la perspectiva que el propio ttulo del volumen sugiere, tal entrada denota la imposibilidad de entrar a un Chauracahun pleno, no reducido, digamos, a residuos de un pasado que sobrevive a pedazos desiguales. Chauracahun dej de ser el de antes a partir del momento en que los espaoles, en el siglo XVIII, lo pusieron al fin bajo la gida de la Corona y ms tarde, en el siglo XIX, los chilenos y los colonos alemanes y sus descendientes, con las respectivas franquicias del estado nacin de entonces, lo hicieron suyo y lo transfor-maron en eficiente unidad productiva a expensas, claro, del desalojo de los habitantes originarios y del consecuente empobrecimiento de stos6. El Chauracahun que la poesa de Huenn puede rememorar es una mezcla mestizada de memoria, imaginacin y deseo de sutura de las heridas histri-cas que en su momento provoc, y an provoca, la violencia colonial; heri-das que si no se las visibiliza y reconoce como constitutivas de la sociedad chilena, identificando a los agentes que las han infringido y a sus vctimas, pero igualmente evidenciando los discursos que las revelan, las encubren, las naturalizan desde diversas orillas etnoculturales, se vuelven dramti-camente dainas para los trnsitos dialgicos entre culturas. Reducciones,podramos decir, es un libro escrito contra aquellas perversas formasde relaciones interculturales que, con la excusa del respeto a la diferencia o a la diversidad cultural, estimulan subrepticiamente la exclusin o la discriminacin perpetuando vergonzosas injusticiascomo si stas fuesen parte de la normalidad y normatividad social.

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    La ficcin potica, llevada a la tarea de tener que lidiar con la realidad fuerte de las materialidades histricas efectivamente acontecidas, pareciera ser una palabra dbil que se refugia en el tranquiloremanso de las metforas y que no hace sino evocar sombras (cantos de sombra, diramos en palabras de Lopold Sdar Senghor, poeta sen-egals que cant su frica en un francs expropiado a los amos blancos)7. La poesa, si se la mide con la vara de la accin efectivamente transformadora de la realidad, parece una historia de locos, como bien dice Cisneros el poeta, que no el cardenal; pero, como el propio poeta peruano acota, es con la poesa que se formulan las inmensas preguntas celestes8. As, al evocar esas sombras-voces de ayer y hoy, la poesa de Huenn recupera huellas de lo vivido, denuncia acciones injustas que han quedado silenciadas en los recodos de la historia, construye discursiva-mente propuestas de sujetos que nos interpelan a que nos sacudamos de las asfixiantes categorizaciones con que la ciencia blanca (lase historia, antro-pologa, fisiologa humana incluso; cf. seccin Cuatro cantos funerarios, los que, paradjicamente, no son cantos sino informes que cantan/denotan ms la muerte de la cultura blanca europea incapaz de tratar con su otre-dad), ciencia blanca que clasifica y califica las sociedades e individuos segn presuntos grados de civilizacin, escala en la que los sujetos indgenas ll-evan siempre la peor parte. La palabra dbil de la poesa se hace entonces fuerte y desafiante.

    Nos hallamos, pues, ante una poesa que viaja a contracorrientepor el ro turbio de la historia hurgando en los residuos y sedimentos que yacen invisibilizados en su lecho. Ro que en Reducciones se corporiza en el Rahue, que divide Osorno en dos mitades tnicassocialmente desiguales y que fluye, aguas abajo, por la vegas de Quilacahun. Ro Rahue que Huenn, mediante el poder evocador y constructor de mun-dos que detenta la palabra potica, pondr patas arriba para que se vuelvan a or los gritos de los antiguos boteros: los Manquilef, los Rauque, los Huen-teo, los Huisca, los Huenn y los cantos de las bandurrias contribuyan a la poesa trayendo de vuelta la murmurante sombra benefactora de los ancestros del poeta cuando stos, llamados por las nubes de la vida y la muerte, suban los repechos de su tiempo. La fuerza de una poesa como la de Reduccionesno pasa por la defensa de una determinada doctrina que modele una cierta accin poltica de intervencin rpida, diramos, cuyos efectospodran ser inmediatos y mensurables; su eficacia, si se puede as decir, viene del hecho de ser un discurso que trabaja a favor del fortalecimiento de subjetividades arrojadas a la intemperie de un mestizaje que se vive como experiencia de deterioro o prdida de una identidad pasada de alcances

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    colectivos. Y tal fortalecimiento del s mismo9o arropamiento de la sub-jetividad, sera mejor decir, acontece en la medida en que la poesa dota a los sujetos de una memoria de liberacin que transmuta la tragedia en ceremonia de amor y vida al otorgar carta de ciudadana a todos los cantos: hablamos de los cantos fnebres; de los que transmiten la serena contem-placin de una muchacha que baila y se pierde tras el polvo que levantan los pies de los danzantes; de los que recrean/rememoran los lugares sagrados que la naturaleza cobija en los bosques, el mar, los ros; de los que denuncian o atestiguan la colonizacin de la mente y las palabras; de los que relatanexperiencias autobiogrficas del poeta y que son cruciales para que su palabra cobre su cuota de realidad cotidiana tanto como su cuota de visin metafsica: el pewma (sueo visionario) que pone al poeta vidente indgena mestizo en concomitancia con el poeta vidente moderno Rimbaud, por ejemplo a la hora de leer los signos numinosos de las cosas; en fin, habla-mos de los cantos que interpelan a los agentes constructores profesionales de narrativas histricas (al historiador Gabriel Salazar, por ejemplo).

    seguiremos escribiendo sobre abuelas, Salazar,la ma por ejemplo trabaj 70 aosen las fraguas alemanasy ley los Himnos a la Nocheen los kuchen de frambuesas y de natay en la hiriente soda custicaque blanqueaba los retretes hacendales.fue manceba de un navarro, carnicero y vagabundoy parl en che sungun sus lentas y augurales pesadillas;tuvo un hijo y fueron millas descendencias de sus manosen las rocas, en las aguas cerrilesde una torva vecindad.qu me dices, Salazar, cmo te explicosus albricias,la carne que ha comido, el bacn debajo de su cama.las abuelas, Salazar, son cosa seria [...].

    (de Testimonio)

    En este libro, como ya suger, el concepto de reduccin aparecevaciado de su acepcin de empequeecimiento en el sentido negativo del trmino. Y a la inversa: se llena de una significacin afirmativaque connota la ampliacin del cronotopos Chauracahun a la condicin de metonimia del mestizaje latinoamericano y, en rigor, de cualquier mestiza-je acontecido como resultado de la violencia colonial institucionalizada y

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    sostenida en el tiempo. Entrar a Chauracahun no es simplemente revisitar y dar cuenta de un lugar o de un paisaje realmente existente, Osorno en este caso; es, por sobre todo, asomarse a la tragedia de la historia y hacer de ella y con ella una poesa que atestige la trashumancia, las traducciones y mutaciones identitarias de quienes hasta ahora han sido los perdedores de la modernidad latinoamericana. Huenn hace de las reducciones histricas puntos de encuentro y confluencias de memorias y lenguajes varios que, en su conjunto y siempre en permanente reconfiguracin, constituyen e insti-tuyen los lugares poticos de la vida que son, al mismo tiempo y por comple-mento, los de la muerte; los lugares de los sueos visionarios y de la mirada cotidiana de lo que est ah; lugares que hacen las palabras con las que se sostiene el interminable ntram de la poesa y de la vida: la champurria de los condenados de la tierra.

    No se vea, pues, como un mero recurso retrico haber optado por la multiplicidad de voces a la hora de conformar la textura discursiva de Reducciones. La (re)construccin de una narrativa mestiza que haga jus-ticia a los ancestros literarios de Huenn, a las genealogas de su lengua potica, toma la forma de una trama textual de varia leccin: el texto docu-mental, cronstico; el relato autobiogrfico y testimonial; el poema en verso libre que asume con frecuencia un tono versicular; el epigrama que evoca una escena lrica particular que recuerda el hai ku japons y que retrata una acotada interaccin entre el yo hablante y la naturaleza, como en este brevsimo poema de la seccin Envos: Un tigre he dibujado/ en el ar-royo/ para que el agua libre/ se defienda; fotografas de archivos familiarese histricos; fragmentos de cantos indgenas tradicionales; textos cientfi-cos de antroplogos, fisilogos y anatomistas europeos decimonnicos; re-escrituras de crnicas hispnicas coloniales que conservan su espaol arcai-co as como textos que evocan la lengua de Castilla hablada en clave de un che sungun triturado por la maquinaria de la colonizacin; todo ello, y ms, conforma una polifona que permite un constante y productivo desplaza-miento por los territorios de la memoria y la imaginacin insubordinadas.

    La polifona no obedece al archirrepetido tpico de la fragmentacin o la muerte del sujeto, o a un juego citacional sustentado en la tesis, para m inaceptable, de que todo en definitiva sera lenguaje o que el simulacro ha copado todo el espacio de lo real reduciendo este ltimo a imposibilidad o a deseo eternamente insatisfecho. Nada de eso. Si hay algo determinante en Reducciones, es su poderoso realismo potico que se expresa precisamente en la diversidad textual que viene a evidenciar la diversidad instituyente del sujeto lrico, al que, por otra parte, no hay que ver como un sujeto, un yo

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    particular, sino como una instancia plural de dialogicidad y romanceo. Y no podra ser de otro modo si el propsito es, como en efecto lo es, atestiguar, documentar con la poesa y en ella, la construccin de un mundo potico que no pretende sino ser la expresin de identidades culturales (y polticas) entrecruzadas, fragmentadas, descentradas, que se han venido haciendo con los restos de ya fenecidos modos de ser y vivir rurales o pueblerinos, pero que ahora, en los inicios del siglo XXI, cobran sentido restituyente de una memoria cultural que bien podramos calificar de insurgente. Res-tos que constituyen, a su vez, la base material de una imaginacin potica que trabaja contra aquella forma de sedentarismo ideolgico que favorece la deshistorizacin de la realidad sociocultural. Reducciones, en este sentido, se nos propone como una pica de la acumulacin de fuerzas simblicas de parte de sujetos subalternos indgenas o indigena-mestizos, de manera que el proceso de reduccin ontolgica se revierta en beneficio de un forta-lecimiento del s mismo (personal y colectivo) al punto de transmutarse en sujetos emancipados del oprobio colonizador y protagonistas entonces de una historia ms justa, ms democrtica, ms reconocedora de los olvida-dos. La poesa de Huenn y no solo la que hallamos en Reducciones es una escritura ticamente comprometida con los que han sufrido y sufren la historia, haciendo de lo cultural, lo poltico y lo esttico esferas de accin unificadas por la performatividad historizadora de esta poesa.

    Seguiremos escribiendo sobre abuelas, nos notifica el poeta. Y cmo no, si de lo que se trata es justamente escribir sobre abuelas y abuelos, porque de ellos, del recuerdo de su palabra, emana la fuerza iluminadorade la poesa, y de la poesa la potencia sanadora de una historia de oprobio y dao. De la remembranza de las cotidianidades de los ancestros,oscurecidas tanto tiempo por la niebla espesa de las injusticiasmaosamente olvidadas, viene la raz vital de una palabra potica cuyo sentido ltimo es construir puentes de memoria que visibilicen a tantosy tantos que han sido arrojados a los territorios baldos y desechablesdel progreso de la nacin. Cotidianidades que por la poesa justamente dejan de ser olvido y se vuelven presencia constructora de un tiempo venidero en que la muerte no tendr otro seoro que el que le otorgael orden natural de las cosas. Visin inagotable de una tierra redu-cida a poblacin callampa en las ciudades de la repblica, a pequeas parcelas pobres en los faldeos cordilleranos de San Juan de la Costa, a plantaciones de pino y eucalipto en tierras que cobijaron antiguos bosques en los que floreci el copihue aferrado con todos sus zarcillos al oloroso mel, reducida a poesa de los vencidos.

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    Reducciones es tambin, como ya se ha sugerido, la crnica de una derrota que no ha terminado; al contrario, en muchos aspectos la modernidad consumista de hoy la ha profundizado dramticamente. Los degradados mundos indgenas, convertidos en tugurios de exotismo mercantilizado, constituyen parte sustantiva de las reducciones provocadas por un orden neoliberal extremo que convierte las identidades indgenas en mercancas. Muchos indgenas o que no lo son pero que proclaman serlo hacen o han hecho de su condicin subalterna un negocio que puede llegar a ser bastante rentable incluso:

    Vi no ms al indgenabuscar la fama / el orgullo buscarel bajo y velludo vientre de la gringaal poeta bilinge persiguiendo a su exegetaa la cabra bricherafilmada por el ojo de Cclopede un hispano-dans-britnico-francfonoLas lenguas se tocan hermanitosy se revuelve sin cesarel gallinero altiplnicoel gallinero amaznicola sangrienta pirmide mesoamericanaEL SUCIO CORRAL DE LOS PROMAUCAESEN EL LONGO VALLE DEL MAPOCHO

    (Carta a los suelos)

    Como el mismo Huenn ha dicho, su poesa es un modo de tratar a/con identidades daadas, indgenas y blancas, de manera que la escritura literaria contribuya a resarcir esos daos con la palabra potica y crtica. Esto implica atribuirle a la poesa una funcin poltico-teraputica que desborda, desde luego, los lmites del campo esttico tal como ste se le suele entender habitualmente: como un quehacer que se autocontiene dentro de sus propios lmites y se legitima con reglas que le seran propiasy excluyentes. Estamos, pues, ante una poesa moderna que cuestiona radicalmente aquellos modos aberrantes de ser moderno como lo es la dominacin colonial y sus reificaciones que colisionan con la memoria historizada y emancipatoria. La ciudad moderna sea acaso el lugar privi-legiado del olvido, por el aturdimiento que provoca su trfago incesanteque ignora los tiempos de la naturaleza, pero sobre todo porque es el no lugar de identidades flotantes y desarraigadas que, en tanto tales, se vuelven una especie de no-identidades sometidas a la persistente exigencia de de-jar de ser. Ser mapuche o mapuche huilliche en la ciudad, quiero decir,

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    retener la memoria ancestral y existir conforme a ella, es una batalla pica contra la niebla de una historia que pareciera, paradjicamente, no tener historia. El trabajo de la poesa consiste en despejar esta niebla,a sabiendas que es una batalla de desenlace incierto y, en todo caso, siempre ser una despeje parcial: con la poesa haremos islas de memoria, parches para identidades mestizas en curso, en trayectoria; proveeremos imgenes que nos devuelven a retazos a la delicada mancomunin con los elementos. No deja, pues, la poesa de ser testimonio de una historia deseada pero con-denada asimismo a su irrealizacin.

    La ciudad viene hasta ti con sus cidas cadenasy esas gras que levantan los cimientos de la historia.Son nublados palacetes donde anidan pardos bhosy la opaca lluvia andina de la tenue Cruz del Sur.

    Las ciudades son ahora el final de tu memoria,la escritura humedecida de tus sueos siempre nmades.Es por ello que no olvidas una plaza, una explanadadonde el pueblo erige a tumbos una gris catedral.

    Tras murallas ves un barco de antimonio sobre el aire,y carruajes de caballos emplumados en los muelles,traficantes de palomas, pavorreales, guacamayos,mil esclavos que te venden sus cabezas y sus sexos.

    Y qu puedes dar a cambio por la urbe que te ofrecen?Ni semillas ya, ni lenguas, ni tratados, ni armamento:t destino entre nosotros es falaz como la arena,un gobierno de cuchillos en el agua nocturnal.

    (Fundaciones II)

    Un gobierno de cuchillos y un destino que no ser, no tiene por qu ser, ms falaz que la irrealidad de lo que an no existe pero que tendr que existir por un mandato tico insoslayable; cuchillos para rasgar la niebla del futuro:

    Ya vendrn tiempos mejores,hermanitopara izar los sangrados estandartesen llanuras y montaasliberadas por los pewmade la Banca y la Escritura.Por ahora,

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    ya sin broncas ni leyendas/ni tardos editores/vuelvo a casa.Traduciendo mis poemas al spanglish,/al patois/y al sudado creole de las Antillas,vivo holgado de mis rentas/mis derechos/MI LEGTIMO KIMUN/MI RAKIZUAM.

    (En la ruka de David)

    Ntese que el poeta escribe sangrados y no desangrados. Ntese el valor liberador de los pewma mapuche. Ntese el reclamo por un nuevo orden que no sea el de la Banca y la Escritura, nuevo orden que no pase por encima de los cuerpos, las aguas, el cielo, el viento que mueve el rbol de la poesa. Reducciones es un libro en crecimiento arbreo, sentencia Huenn. Habr entonces que plantar este rbol en lo alto de las colinas de Quilacahun para que desde sus ramajes en movimiento podamos otear el amplio horizonte de las cosas visibles, pero sobre todo el de las invisi-bles. No para arrasar con la iglesia o el colegio o el hospital bsico de la Misin de Quilacahun, como en su momento, y para inmensa desgracia de la humanidad, s lo hicieron los espaoles conquistadores en Mxico, en Per; como los estados nacionales, a su turno, igualmente hicieron y aun peor (recordemos el genocidio de la as llamada Conquista del Desierto en Argentina y su homloga, la Pacificacin de la Araucana en Chile, o el exterminio de los indgenas de la Patagonia chilena en pleno sig-lo XX). Para que el rbol de la memoria y el conocimiento florezca para todos en todas las estaciones de todos los aos. Y que no quede solo la imagen de un canelo polvoriento y moribundo que el poeta conociera en su infancia y que result ser uno que plantara Gabriela Mistral en la plaza de Osorno en 1938 en un gesto de homenaje a la gente morenaque habitaba y aun habita un Chauracahun de miserias.

    Para que la memoria iluminada de Mara Matilde Huenn Huenn, nia-mujer-madre-abuela octogenaria, quede fulgurando en los bellos amaneceres de Quilacahun.

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    n o t a s a l P i e

    1 Trabajo que forma parte de la ejecucin del Proyecto Fondecyt 1110026.

    2 Recogido en Reducciones. Forma parte del texto Entrada a Chauracahun que, a su vez, da nombre a una seccin completa del libro. Al momento de escribir estas notas, Reducciones se halla en prensa. He tenido, sin embargo, la suerte de conocer el manuscrito completo por gentileza del propio poeta Jaime Huenn quien me lo hiciera llegar para efectos de aportar con una reflexin que ayudaraal lector a la hora aventurarse por los complejos senderos poti-cos del libro. El presente texto es una versin ampliada de esa nota preliminar.

    3 En las riberas del Ro Damas, afluente del Rahue y que bordea la parte noreste de la ciudad de Osorno, existieron por aos los barracones municipales. Se trataba de largo galpones dispues-to de modo paralelo, divididos longitudinalmente y con unas 10 habitaciones por lado que hacan las veces de departamentos, separados los galpones por callejuelas estrecha sin pavimentar. Con grifos comunes, sin ms instalaciones sanitarias que pozos negros de uso compartido, eran pauprrimos en materia de servicios bsicos. Se construyeron en los aos de 1950 y los lti-mos fueron erradicados recin en la dcada de 1980. La mayora de sus habitantes, de origen indgena-mestizo, provenan de reas ru-rales, campesinos sin tierras, inquilinos expulsados de los fundos agrcolas. Huenn mismo se cra en la poblacin Nueva Esperanza (sector Francke de Osorno, noroeste) originalmente un campamento resultado de una toma de terreno a inicios de la dcada de 1970 por gente sin casa y sin tierra. Agradezco al constructor de casas Jos Huisca Molina, el Maestro Pepe, haberme informado sobre los barracones municipales de Osorno en los que vivi de nio.

    4 Rodrigo Rojas. La lengua escorada. La traduccin como estrategia de resistencia en cuatro poetas mapuches. Santiago: Pehuen, 2009.

    5 De la territorialidad sur huilliche, en aos recientes han surgido, por filiacin o afiliacin, poetas como Graciela Huinao, Faumelisa Man-quepilln, Csar Millahueique, Paulo Huirimilla, Bernardo Colipn,

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    Adriana Paredes Pinda, Roxana Miranda Rupailaf, entre otros.

    6 Recordemos que Osorno ha tenido tres fundaciones. La primera en 1553 por Pedro de Valdivia; se llam entonces San-ta Marina de Gaete. La segunda en 1558 por el gobernador Garca Hurtado de Mendoza; se llam San Mateo de Osorno. En esa oportunidad acompa al gobernador el poeta Alonso de Ercilla y Ziga con quien Huenn dialoga en Reducciones. Tras su destruccin en 1602, es refundada nuevamente en 1792 durante el mandato de Ambrosio OHiggins, padre de quien sera ms tarde el fundador de la Repblica de Chile, Bernardo OHiggins.

    7 Cantos de sombra. Madrid: Visor, 1980 (1945, primera edic.).

    8 Cf. Poesa, una historia de locos (1962-1980). Madrid: Hi-perion, 1990, y Las inmensas preguntas celestes. Lima: Jaime Campodnico, 1992, de Antonio Cisneros.

    9 Tomo la expresin de Harold Bloom: Se lee para fortalecer el s mismo (el self) y averiguar cules son sus intereses autn-ticos. Cmo leer y por qu. Bogot: Norma, 2000. Tomo la cita de una versin digital sin paginar.

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    Locura y decolonialidad del poder en Teresa Wilms Montt

    Paula Tesche*

    I . I n t r o d u c c i n

    Es mi diario. Soy yo desconcertantemente desnuda, rebelde contra todo lo establecido, grande entre lo pequeo, pequea ante el infinito (Wilms, 1922: 17)

    Esta cita pertenece al libro Pginas de mi diario de Teresa WilmsMontt (1893 1921) publicado en 1922 con el ttulo Lo que no se ha dicho. La consideramos relevante porque presenta la identificacindel sujeto con la escritura que se configura al igual que el yo, como un espacio ntimo abierto al lector o un cuerpo textual desnudo. Adems, nos permite interrogar por qu la autora aspira a enfrentar el mundo desde la intimidad y tambin, si el lmite de este enfrentamiento no es tambin expresin de la autodestruccin. En el caso de Wims Montt, podemos considerar la autodes-truccin como un discurso presente en los textos autobiogrficos y poticos.

    Desde los textos autobiogrficos como Pginas de mi diario de Montt, notamos que la interrupcin de las diversas posibilidades de rea-lizar el ser configuraron siempre proyectos fragmentados de la existencia de la autora. En este artculo nos interesa indagar por las huellas que esta fragmentacin deja en los textos poticos de la autora Inquietudes senti-mentales y En la quietud del mrmol, donde el sujeto de la enunciacin y del enunciado permiten interrogar por el problema de la identidad en-tendido como un discurso narcisista centrado en el yo y la existencia. Es decir, cmo una determinada configuracin narcisista de la imagen puede constituir una amenaza al yo como discurso centrado en la autodestruccin.

    * Programa de Doctorado en Ciencias Humanas Universidad Austral de Chile

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    La perspectiva de anlisis se enmarca en una orientacin interdis-ciplinaria, que relaciona el anlisis textual y el psicoanlisis. Pensamos que la interpretacin psicoanaltica permite orientar el anlisis del autor y del sujeto textual hacia dimensiones centrales en su produccin literaria como el narcisismo, la sexualidad y al mismo tiempo facilita comprender el males-tar de una manera dinmica en lo subjetivo y con una proyeccin social. El sujeto que enuncia su padecimiento bajo la vestidura de la locura histrica se identifica a la falta desconociendo que demanda una satisfaccin impo-sible. Respecto a la dimensin social vemos que la locura histrica no slo pone en evidencia aquello que la sociedad de cada poca no puede respon-der, sino que denuncia el fracaso de una respuesta parcial (Maleval, 2005).

    Entendemos que el autor y el sujeto del texto enuncian una par-ticular forma de ser en la que ambos asumen la figura de la locura his-trica como un modo de representacin donde la tensin fundamental es el desencanto y el tedio en la existencia. Este desinters es tambin una expresin de la poca ante la escritura de mujeres que no slo censura, sino que construye imgenes para representar lo excluido que identifica a lo femenino (Gilbert y Gubar, 1984). Sin embargo, encontramos en los tex-tos que la identificacin a estas representaciones constituye un problema relevante. La hiptesis es que la locura histrica, es el fracaso en la con-figuracin de la identidad del sujeto narcisista en la relacin con el otro.

    Comenzaremos introduciendo el problema del autor y el sujeto tex-tual que, no obstante su difcil diferenciacin, son posibles de definir en el contexto de las producciones autobiogrficas y lricas de Wilms Montt. El artculo considera no slo la necesidad de diferenciar ambos sujetos, aspecto ausente en la crtica de la poca, sino interpretar el proyecto escritural desde una lectura diversa, como es la psicoanaltica. Posteriormente analizaremos en los textos poticos, la fragmentacin del sujeto en la enunciacin y tam-bin la configuracin del otro como sujeto del enunciado fragmentado y au-sente. Los anlisis del narcisismo permitirn interpretar las representaciones del sujeto que se configura en una imagen parcial y revela la identificacin a la locura histrica tanto en su dimensin textual como autobiogrfica.

    I I . A u t o r y s u j e t o t e x t u a l

    La produccin de Teresa Wilms Montt, a pesar de su corta vida (se suicid a los 28 aos), es abundante y variada. Adems de dos libros de edicin pstuma, Pginas de mi diario y Con las manos juntas (1922), public durante su vida los poemarios Inquietudes sentimentales (1917) y En la

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    quietud del mrmol (1918), junto con dos libros: Los tres cantos (1918) que incluye poesa y un texto narrativo Del diario de Sylvia y Cuentos para los hombres que todava son nios (1919). Ruth Gonzalez (1994), afirma que la crtica de la poca no consider relevante su produccin porque marginaba a la mujer de la literatura y destaca que lo ms llamativo era la personali-dad de la autora. Por ejemplo, cita un artculo de la prensa de la poca que afirma: jvenes escritores y artistas la rodean, seducidos por lo original que les resultaba un camarada femenino, ejemplar poco frecuente (1994: 131). Sara Hber al entrevistarla en Pars no la interroga por su proyecto literario, sino que afirma que su inters es volver a ver en esta nueva vida a la mujer valiente que lo abandon todo por seguir tras sus sueos locos (1922: 1). La misma valoracin de la autora la encontramos en la crtica de Juan Ramn Jimnez, quien escribi en 1944: esa escritura tuya tan sencillamente natural y extraa, a un tiempo, con ese saber tuyo intuitivo que cualquier cosa hace lo grande, lo mgico y lo secreto, teniendo ojos adivinadores, me pareca la emanacin de todo tu ser por tu mano (212). Entonces, son los atributos de la autora los que atribuyen un valor al texto.

    Concordamos con Brioschi y Di Girolamo, cuando incluyen al au-tor entre los sujetos de la comunicacin literaria, al que definen como quien produce las obras que leeremos, quien elabora los nuevos paradigmas de estilo y sensibilidad () decide la destinacin literaria y las modalidades de lectura de sus escritos (1988: 28). Segn las categoras de Lejeune (1994), en el discurso de la autobiografa el sujeto del texto coincide con el autor y rene en el yo, el nombre del sujeto utilizado en el texto y el autor real. El autor define la autobiografa como relato retrospectivo en prosa que alguien hace de su propia existencia, cuando pone el acento principal sobre su vida individual, en particular sobre la historia de su personalidad (14).

    Pginas de mi diario se inscribe en una esttica romntica, defini-da por un mundo interno complejo, contradictorio y de elevada intensidad afectiva, presenta una notable curiosidad intelectual, est centrado en en-soaciones diurnas donde el principal mvil de la escritura lo constituye el amor y desarrolla el ejercicio metatextual de comentar y criticar sus textos. Pero lo que ms llama la atencin son las diversas formas de enunciacin que le permiten construir su identidad. El texto presenta diversos aconteci-mientos ligados a la situacin de vida de Teresa Wilms, estos son, su infan-cia, su claustro en el convento, sus viajes y su estada en Paris. La forma en que la autora se dirige a s misma permite suponer variaciones en la configu-racin de su identidad. As encontramos que el sujeto interpela a Teresa en el lugar del t, tal como se registra en la siguiente cita: la desdichada Teresa

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    se pasa la vida copiando el verbo obedecer y se lo sabe de sobra gramatical-mente sin haber pensado nunca en practicarlo (1994: 36). El sujeto tam-bin se presenta como femenino al afirmar: Cuando un ser femenino desea una cosa vive, agoniza, muere por conseguirla! Y en su cabeza no hay otro pensamiento. Cuando lo consigue, viene casi inmediatamente el hasto y el desencanto. Nosotras somos locas insaciables de ideales, uno tras otro, sin descanso ni tregua () (1994: 103). Otra forma de enunciacin consiste en nombrarse como una mujer distinta respecto a las otras: mi opinin sobre las mujeres es tristsima y muchas veces me avergenzo de ser mujer (1994: 60). Todas estas variaciones nos permiten suponer una compleja configura-cin de la identidad que asume el yo entendido como otra, ella, nosotras y una, que se presentan como un discurso secreto y sujeto a la voluntad del yo, tal como en la afirmacin: Hay dos seres en m, eso slo yo lo sPara vivir en este mundo conviene mostrar slo el que me conocen (1994: 60).

    Los textos de prosa potica de Teresa Wilms que corresponden a Inquietudes sentimentales, y En la quietud del mrmol presentan un su-jeto enunciante que corresponde a un femenino que utiliza las estrategias que Josefina Ludmer (1984) denomina tretas del dbil y que comprenden en el caso de Wilms no identificarse a una escritora sino a una mujer que realiza catarsis mediante la escritura, y por lo tanto, es ignorante no slo respecto a escribir sino a la literatura en general y no espera una valoracin literaria de sus textos. Por ejemplo, en el Prlogo a Inquietudes sentimen-tales encontramos las siguientes afirmaciones: Al ofrecer estas pginas al lector, no he pretendido hacer literatura. Ha sido mi nica intencin la de dar salida a mi espritu () Escribo como pudiera rer o llorar () All van ellas, (las palabras) sin pedir benevolencias ni comentarios (1994: 209). En el prlogo a La quietud del mrmol la escritura se presenta con una valoracin negativa: no temas que mis pginas dejen en tu lecho una huella impura (1994: 285). El yo se distancia de sus producciones escritu-rales a las que rechaza antes que la crtica o el lector juzgue su real valor.

    En los textos de prosa potica el hablante se presenta como un sujeto incomprendido, hastiado, aprisionado y, a la vez, sobrepasado por la angustia, configurando por principal sujeto del enunciado a la na-turaleza que se asocia con cualidades psicolgicas opuestas como la pro-teccin, la gua y el jbilo y es identificada con la poesa. As, el hablante presenta su relacin con la naturaleza de forma contradictoria: Alma que yo siento dentro de m y que no es ma (1994: 211). Adems se utilizan diversas alegoras centradas en la naturaleza para representar un efecto de dispersin en el yo: extraa sensacin me causan sus ptalos disemi-

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    nados: dirase labios prostituidos; frescas heridas de pual (1994: 212). Esto tambin permite suponer diversas significaciones asociadas al otro. Un ejemplo paradigmtico es la figura del amante que motiva la creacin del poemario En la quietud del mrmol. En este texto el otro no es tan slo el amado muerto, sino un retrato, una imagen a la que el sujeto pide una mirada, una voz y vitalidad para comprobar que no hay mayor verdad que en la mentira (1994: 241). El otro es la mentira de la imagen que retorna como si fuera un espejo que refleja una ilusin engaosa de la verdad de quien se es: espejo, t eres mi hermano gemelo y conoces mejor que Dios mi vida. (1994: 214). De esta forma, la ausencia del otro le permite al suje-to crear su imagen, pero a la manera de Narciso, es decir, como un reflejo. La relacin que el sujeto tiene con el otro le permite configurar su identidad al precio de perderla, porque al igual que en el mito en Wilms Montt se trata de:

    Una historia de amor en la que el sujeto termina por conjugar-se tan bien consigo mismo que, por encontrarse consigo, encuen-tra la muerte. Ese es por cierto el destino narcisista del sujeto, ya que lo sepa o se engae: al enamorarse de otro que cree que es l mismo, o al apasionarse por alguien sin darse cuenta que se trata de s mismo, pierde en todas las ocasiones, y sobre todo se pierde.

    (Chemama y Vandermersh, 2010: 440)

    En esta relacin narcisista donde el otro es la imagen del hablante, la alteridad es una ilusin que se sostiene en la fragilidad de la ima-gen que amenaza la existencia. En Pginas de mi diario tambin se pre-senta un discurso centrado en la autodestruccin pero esta vez, la au-tora retrata una relacin de seduccin con la muerte. As, uno de sus intentos de suicidio en el mar, donde se refleja la imagen del yo en el agua, liga el erotismo con la autodestruccin de la siguiente forma:

    Despus de unos instantes de serena locura, llam a la muerte.Se me apareci sacando los brazos de las refulgentes escamas del Ocano y la o llamarme con su voz desmayada. Sus ojos negros, per-foradores y atrayentes, abrieron a mis pies la ancha cuesta del vaco. No pude entregarme a ella y mi alma y las cuerdas de mis nervios estaban tendidas a su voz (1994: 138).

    Podramos afirmar que esta relacin narcisista se mantiene de dos maneras. En primer lugar, sus escritos se centran en definir la com-plejidad del mundo interno y omite informacin respecto a su mundo

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    circundante. Nada sabemos de la poca, las publicaciones emergentes, los escritores sobresalientes o los lugares en los que la autora transitaba.En segundo lugar, el diario crea la ilusin de compaa y consuelo. Consideremos la siguiente cita en el Diario de Teresa Wilms: Nada que confiarte compaero mo. Ya te he dicho tanto, todo lo que pueda decir un corazn lacerado, por un dolor sin fin (1994: 118). El diario representa, la posibilidad de una escucha sin lmites como un otro que tolera hasta el dolor ilimitado. Es tambin una forma de hacer presente a los ausentes y mediante la palabra borrar la sensacin de abandono tal como en la afirmacin: Me cuesta dejar la pluma pues es la que me acerca ms a ti (1994: 89). Entonces, el texto se convierte en una presencia y una forma de salvar la existencia del sujeto.

    I I I . L o c u r a s h i s t r i c a s

    Sin embargo, el narcisismo tambin se puede interpretar como la posibilidad de reencuentro como otra. En Wilms Montt la imagen del sujeto se configura mediante diversas representaciones que constituyen la posibilidad de crear mltiples identidades. De esta manera, podemos rescatar la afirmacin de Nmez y Moraga (2006) que consideran que una de las formas de enunciacin de las poetas a comienzos de siglo XX, como Mistral y Wilms, consista en nombrarse como otras, en el sentido de estar fuera del sistema patriarcal dominante. Los autores afirman que Teresa Wilms: se descubre a s misma como sujeto capaz de producir, indignarse o expresar su solidaridad en forma privada y pblica. Como Mistral se refugia en la Otra, pero esta Otra no es slo la del discurso, sino tambin la Loca de amor apasionado que se desintegra en el espejo vaco de los sueos y culmina en la tragedia(2006). Podemos entonces,preguntarnos por cmo entender esta configuracin de la identi-dad.

    Desde el psicoanlisis obtenemos al menos dos respuestas. Comenzaremos introduciendo una forma de entender la identidaden la mujer, desde la locura histrica. Esta aproximacin no es tan forzada si consideramos que surge del mismo texto donde la autora se nombra como histrica: hace unos instantes era yo un valiente, ahorasera capaz de tenderme de cara al cielo y estallar en sollozos. Qu histerismo! (1994: 160).

    En la poesa de Wilms vemos indicios de este tipo de locura. El problema de la existencia surge ante una radical incomodidad o has-

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    to por existir que promueve el deseo de morir para volver a nacer con la esperanza de renovar la identidad y ser otra. As, la sexualidad tiene un lugar fundamental en el proceso de reconfigurar el yo. Este renacer implica tambin experimentar la sexualidad en la ilusin de volver a ser concebida. La sexualidad se presenta en la autobiografa como lo no dicho, en el sentido que es una dimensin que el sujeto liga al misterio amoroso, a la ternura y a la fantasa. Es en la prosa potica donde la sexualidad surge como la posibili-dad de ser re -codificada mediante los recursos retricos de la poesa. En este sentido y acorde con los planteamientos de Eco, los textos de prosa potica de Wilms trascienden el significado de poesa como imitacin, lo que provo-ca emocin o surge por intuicin. Se definen como estticos al suponer una manipulacin de la expresin que provoca (y es provocada por) un reajuste del contenido (Eco, 1985: 416). Este reajuste consiste en un cambio decdigo que genera una semiosis que se corresponde con una nueva visin del mundo. Consideramos que en Inquietudes sentimentales y En la quie-tud del mrmol este cdigo es la poesa. Veamos este poema de Inquietudes sentimentales:

    Dos senos de una blancura inquietante; dos ojos lbricamente embriagados y una mano audaz de sensualidad, se han atravesado en mi camino. Una voz indefinible, como el hipo de un sollozo histrico, me ha dicho: Soy el erotismo: ven!.

    Y yo iba; iba siguiendo a esa bacante estrambtica, como sigue la hoja de acero al imn.

    Iba empujada por el misterioMis labios se helaban, y tenan en la garganta una opresin de hierro.

    Iba la mirada hmeda, los ojos claros como brillantes en alcohol

    Retorn, y mis labios estaban mustios, y mis ojos no vean, y mis manos enconadas contra ellas mismas, slo queran destrozarse.

    Y en el alma, como una marca de fuego, traa la ms horrible decepcin.

    No estaba ah; no llevaba esa bacante loca el remedio para mi mal de amor

    (1994: 215).

    Podemos afirmar que este poema tiene por asunto la sexualidad, el encuentro ertico. Adems de las alusiones explcitas como las palabras lbrico, sensualidad y erotismo, encontramos diversas metforas que

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    representan la sexualidad: como sigue la hoja de acero al imn o iba la mirada hmeda. La sexualidad es entendida como el imperativo de iniciar un viaje o desplazamiento desde un estado a otro. En un primer momento la ilusin del encuentro, moviliza al sujeto hacia la intensidad de la vida. La vitalidad afecta el cuerpo con diversas sensaciones, como el fro, la opresin en la garganta, la humedad y el brillo. En un segundo momento el sujeto comprueba que la ilusin ha desaparecido, se desvitaliza la corporalidad mis labios estaban mustios, y mis ojos no vean y se produce un fuerte sentimiento de ira como una marca de fuego junto con decepcin.

    Esto nos permite interpretar a la sexualidad como el fracaso de una ilusin amorosa, donde la promesa de recibir aquello que le falta, un remedio, un alivio, slo vuelve a asegurar la imposibilidad de cumplir el deseo. La sexualidad es un viaje sorpresivo, seductor, pero engaoso, no estaba ah lo esperado. Respecto al cuerpo, notamos que es fundamental en la expresin del temple anmico. El cuerpo representa no slo un padecer al que le falta un remedio, sino tambin un ofrecimiento ante el otro, el cuerpo se desplaza, se afecta, se agrede. Es un cuerpo activo que presenta su su-frimiento como una seal de padecer y muestra su deseo, en forma directa.

    En este texto vemos que el sujeto al que se dirige el hablante son imgenes de la enunciante que se identifica con lo femenino nombrado como una bacante estrambtica o bacante loca. El sujeto del enunciado alude a una mujer prxima al dios Baco y representa la locura, la ebriedad as como el deseo del goce. Sin embargo, este sujeto es ambiguo pues se identifica al erotismo que se nombra en masculino o una voz indefinible, como el hipo de un sollozo histrico. A pesar de ello, lo central es la fragmentacin en las imgenes de dos senos, dos ojos, una mano y una voz. Estas son imgenes que no logran representar un t. Vemos que el sujeto tampoco genera un dilogo consigo misma, sino que slo muestra el cuerpo erotizado, porque a este su-jeto le seduce el misterio o la posibilidad que se le ofrezca algo que alivie el mal de amor. Por lo tanto, el inters del sujeto no son los otros como se-mejantes diversos que representen la posibilidad de producir un encuentroertico, sino que lo relevante es aquello que se le pueda dar.

    Podemos pensar que este poema presenta la imagen del yo reflejada que solloza, la nica que autoriza al sujeto a confesar sus deseos.

    El texto presenta la locura histrica como la proyeccin de la imagen del cuerpo fragmentado y como trastorno la sexualidad (Andr,Lanouzire, Richard, 2001). Segn Maleval: en el fundamento de la locu-

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    ra histrica, se encuentra el dficit de lo imaginario, el desmantelamiento de la consistencia del yo, de modo que la fascinacin en espejo, los fenmenos de fragmentacin del propio cuerpo, la captacin por la imagen del doble constituyen el patrimonio comn (2005: 105). Se trata entonces de producir un remedio para la enfermedad amorosa, que es a la vez incurable. En este mismo texto encontramos la definicin de este padecimiento: () Sufro un extrao mal que hiere narcotizando; mal de amores, de incomprendidas grandezas, de infinitos ideales. /Mal que me incita a vivir en otro corazn, para descansar de la ruda tarea de sentirme vivir dentro de m misma (1994: 211). La locuraradica en la imposibilidad de relacionarse con el deseo mediante el otro y amar para poder ser amada. El otro es tambin un reflejo de esta sujeto identificada a otra siempre distinta a la que anhela ser.

    El deseo de ser otra, lo podemos interpretar desde la locura histrica como una forma de existir disfuncional a la sociedad, es decir, como una patologa que expresa una desviacin ante la normalidad. Sin embargo, tambin podemos preguntarnos por lo que motiva que en el texto la vivenciadel hasto haya constituido no slo el ncleo central de la vivencia sino tambin que ste produzca un relato que tome la forma de la locura histrica. Es decir, comprender la enunciacin del sujeto identificado a la locura con un sentido o como respuesta ante una determinada cultura (Maleval, 2005). Esta respuesta opera como un sntoma social, entendiendopor sntoma no el signo de una enfermedad sino la expresin de un conflicto inconsciente (Chemama y Vandermersh, 2010: 637). Si bien es obvio que la sociedad no posee psiquis, s podemos afirmar que la sociedad excluye a la manera de un sntoma, determinados discursos. En este sentido Eco, ha sealado que las culturas no slo conservan informacin sino que tambin cancelan la que consideran excedente, aunque esta sea relevante:

    la cultura no hace olvidar a los individuos lo que saben, al igual que no les dice lo que todava no saben. En otras palabras, si es difcil para un individuo olvidar que el da anterior se ha chamuscado, una cultura, mediante diversas manipulaciones, puede callar y, por tanto, no informar a los individuos de que, pongamos por caso, Giordano Bruno se ha chamuscado (y es poco decir) en Campo dei Fiori (40).

    Gilbert y Gubar (1984) en su texto La loca del desvn, afiman que en el siglo XIX a las escritoras les era negada su subjetividad y eran excluidas de la cultura que adems las coinverta en una encarnacin

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    de los extremos de la Otredad misteriosa e intransigente que la cultura enfrenta con adoracin o temor, amor o aversin (34). En las distintas im-genes que la cultura crea, las autoras sealan que la escritora media entre el artista masculino y lo Desconocido, ensendole pureza e instruyndolo en la degradacin de forma simultnea (34). En el caso de Wilms Montt encon-tramos que las imgenes a la que es identificada se corresponden con una n-made, una bohemia y que aquellos que se interesan por su produccin sonlos burgueses que me visitan con la curiosidad del nio que va al zoolgico (1994: 181). Adems, no podemos dejar de mencionar que al desear divorciarse, su familia la obliga a escribir una carta en la que se declara loca: mi cnyuge quiere ejercer su despotismo a pesar del divorcio () me propone estpidamente me haga pasar por loca para salvar algo la situacin. Le he contestado en trminos contundentes que mi generosidad y pacien-cia se agotan (1994: 121). De esta forma, la figura de Wilms Montt se representa como nmade, bohemia, extravagante y loca. La paradoja del rechazo e identificacin a esta ltima imagen es lo que analizaremos a con-tinuacin.

    Si nos ubicamos en la sociedad chilena de la poca, inicios del siglo XX, comprendemos que tal como afirman Nmez y Moraga,en ese momento histrico las escritoras asumen: variadas visiones quebuscan consolidar la mirada de un sujeto aprisionado en su gestualidad creativa. Teresa Wilms Montt (1893) es un caso paradigmtico de repre-sin y censura(2006). As, en los textos autobiogrficos encontramos que el deseo de estar divorciada (calificado en la poca de inmoral), de viajar, de trabajar en una compaa de teatro y de escribir, le obligan a renunciar a sus orgenes, la patria y su familia. Veamos la siguiente anotacin de Pginas de mi diario:

    Mi sangre diez veces noble, santa y estulta por los alambiques que ha cruzado, sufre ahora la transformacin en un crisol sidreo. Lo que nunca deseo, desea; lo que jams extrao, extraa. De noble, santa y estulta se ha vuelto fiera histrica y grave. Oh sangre ma que fuiste azul y hoy roja luces!Roja de infierno, de pecado, de revolucin.

    Este siglo est caduco, sangre ma.Quieres que te vace sobre el seno de la tierra?

    (1994: 197).

    En este texto el sujeto se refiere a su origen pero diferencindose de l. El origen que califica de noble, santo y estulto ha sufrido una mutacin

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    como efecto de una transgresin los alambiques que ha cruzado y des-encadena una compleja visin del mundo interno y la poca en que vive la autora.

    Respecto al mundo interno, esta transformacin tiene dos efectos. Primero, el origen es sustituido por otro de naturaleza ms elevada, me-nos mundana y ligada a lo csmico. Es decir, se trata de una situacin de trascendencia personal que supera el origen familiar y sanguneo. A pesar de este cambio, el sujeto vuelve a desear y extraar, en la bsqueda de un sentido de pertenencia. En segundo lugar, podemos ver que este cambio en la condicin de su origen, produce afectos que se relacionan con una dimen-sin ms profana y menos elevada. Su sangre se ha tornado fiera histrica y grave (1994: 197). Esta condicin significa no slo un distanciamiento de su condicin aristocrtica, sino tambin una identificacin con un origen prximo a lo demoniaco y transgresor. Su origen se relaciona con el infierno,el pecado y la revolucin. Esto se asocia con una carta que le escribe a su madre donde afirma: estoy cierta que he nacido con un signo, con una mala estrella; tendr que conformarme con mi sino fatal (1994: 128). Podemos afirmar, que la poca que vive la autora ha construidodiversas imgenes para representar lo excluido, como lo salvaje y lo enfer-mo. En el caso de las escritoras estas imgenes se relacionan con las figuras que transitan desde lo angelical hasta lo demonaco (Gilbert y Gubar, 1984). En Wilms Montt vemos que el sujetose identifica con estas figuras pero presenta el deseo de asumir nuevas representaciones como la figura de la revolucionaria. La afirmacin: Este siglo est caduco, sangre ma (1994: 197), se liga a la significacin de estar ajena a la poca y la radical imposibilidad de asumir un compromiso vital con el momento histrico en que vive, siendo la muerte una posible salida. Consideremos la siguiente afirmacin: Y vivo, porque es cobarda morir, y oculto mis llantos porque el siglo no comprende estos sentimentalismos histricos (1994: 233). El desborde afectivo resulta inadmisible para la poca, sinnimo de locura y se vuelve incomprensible.Adems encontramos una denuncia ante la falta de saber: No hay mdicoen el mundo que diagnostique mi mal: histeria, dicen unos, otros hiperestesia. Palabras, palabras, ellas abundan en la ciencia (1994: 198). A fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, la histeria represen-taba uno de los principales desafos para la medicina. En esa poca, S. Freud afirm que las neurosis del siglo XVII se presentan con una ves-

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    tidura demonolgica, puesto que las de nuestra poca apsicolgica apare-cen con vestidura hipocondriaca, disfrazadas de enfermedades orgnicas (Freud, 2000: 73). Maleval (2005) discute esta afirmacin y considera que la histeria siempre est adoptando formas nuevas y variadas cada vez ms sorprendentes y espectaculares que un trastorno orgnicodependiendo del discurso al que la cultura identifica la locura:

    Si ella adopta en la actualidad formas nuevas, todo conduce a creer que es en el discurso que designa la locura, es decir el de la psiquiatra, donde la locura histrica ha debido encontrar sus oropeles ms recien-tes. / Cada cultura provee a sus miembros de un modelo de la conducta loca () en todas partes hay una manera de estar loco. Desde luego, se trata de un proceso alienante que escapa a la conciencia del sujeto (66).

    En el ltimo texto citado de Wilms Montt, vemos que la autora re-conoce la histeria como una enfermedad grave prxima a lo ms propio la sangre y que est en el origen de su padecer. Su enunciacin se corresponde con una mujer cuyo malestar es a la vez un inters y un desafo para resolver por la ciencia: he quedado reflexionando unas horas, y al cabo he venido a descubrir que ese es mi mal. Hasto incurable. /Si un psiclogo estudiase mi vida, vera que mariposeo por los ideales, y por las miserias, es un esfuerzo por curar la enfermedad tenebrosa (1994: 140). De esta manera, el hasto representa en la autora una forma de enfermedad porque es slo desde ese lugar donde la cultura autoriza a una mujer a escribir acerca de s misma. Sin embargo, el sujeto que asume la figura de la loca o la enferma configura una enunciacin centrada en la enfermedad. Esta es una identidad prxima a lo que Gilbert y Gubar denominan lo desconocido y que a Wilms Montt no le permite el reconocimiento en el sistema literario, ni le facilita elaborar un discurso que configure un proyecto escritural. Como seala Luis Oyarzn: Vano seria juzgarla como creacin acabada, y hasta el considerarla estticamente. No nos leg sino materia prima literaria, es decir, un documento humano hecho de fragmentos deshilvanados en que coexisten descubrimientos poticos originales y lugares comunes, sin ms unidad que un estilo de gran escritora en potencia (1967: 105).

    I V. C o n c l u s i o n e s .

    Si retomamos la pregunta inicial que considera las dimensiones del autor en los textos autobiogrficos, del sujeto fragmentado de la enunciacin en las producciones poticas de la autora y el problema de

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    la identidad entendido como un discurso narcisista centrado en el yo y la existencia, podemos concluir que el narcisismo nunca logra representar en forma total la imagen del yo, por lo tanto, siempre existe algo excluido de la imagen. El narcisismo slo logra representaciones fragmentadas de la imagen. Por otra parte, la exclusin de la imagen en Wims Montt se repite en lo cultural. La locura es en la escritura una alternativa para enunciar un discurso ante aquello que una cultura deniega y encontrar un sentidoa la existencia (Zizek, 2008). Sin embargo, tiene el riesgo de enfrentar al sujeto con aquello que no quiere ser odo, ni ledo y aproximarlo por lo tanto a la soledad o al rechazo.

    B I B l I o g r a f a

    Andr Jaques, Lanouzire Jaqueline, Richard Francois (2001): Problemtica de la histeria, Madrid, Sntesis.

    Broschi, F. y Di Girolamo, C. (1988): Introduccin al estudio de la literatura, Barcelona, Ariel.

    Chemama, R. y Vandermersh, (2010) B. Diccionario de psicoanlisis, Buenos Aires, Amorrortu.

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