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Los trabajadores toman el control: implicaciones polticas de las empresas autogestionadas en la ArgentinaANDRS E. RUGGERI

La rebelin argentina de diciembre de 2001 impact fuertemente en el pensamiento y la imaginacin de intelectuales y movimientos populares del mundo y, en especial, en Amrica Latina. La Argentina haba sido presentada en los funestos aos 90 como un laboratorio exitoso de pruebas para el neoliberalismo, donde uno de los Estados ms fuertes erigidos durante la poca de los as llamados Estados de Bienestar haba sido desarticulado rpida y ferozmente, convirtiendo un grueso entramado de organismos de asistencia pblica, seguridad social y empresas pblicas en un Estado reducido a su mnima expresin. En realidad, el Estado argentino haba sido redimensionado hacia otros fines y dispositivos de control que reafirmaran la hegemona de un bloque de poder econmico ligado a los intereses imperiales. En ese sentido, muchas organizaciones populares haban confundido la caracterizacin: el Estado no haba sido desguazado, vendido como cosa vieja, sino que ese proceso era un elemento de una reconfiguracin, donde se haba restituido a una nueva oligarqua (una versin remozada y cualitativamente diferente de la vieja oligarqua agroexportadora) bienes y servicios que la sociedad argentina, a travs de luchas y expresiones polticas vinculadas a estas, haba conseguido colocar bajo la rbita estatal. En los 90, este regreso a las fuentes del liberalismo conservador de ms de medio siglo atrs haba sido fundado sobre la base de la hegemona mundial del neoliberalismo, que a su vez se asentaba en la victoria imperial en la Guerra Fra, y sobre un indito consenso electoral y

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meditico. Nunca antes la sociedad argentina se haba volcado tan masiva y disciplinada a aceptar los discursos oficiales de la derecha poltica y econmica. La reeleccin de Carlos Menem en 1995 fue un hecho categrico en este sentido. Por eso, la rebelin de los das 19 y 20 de 2001 tom por sorpresa a ms de un observador y a los propios cuadros militantes de las organizaciones sociales y populares argentinas. El estallido de aquellos das escap a toda posibilidad de conduccin poltica de partidos, sindicatos o cualquier tipo de organizacin popular. A su vez, los sectores sociales tan ampliamente movilizados no parecieron responder a programa ni estrategia alguna, y ni siquiera en las especulaciones ms firmes de la teora de la conspiracin (esbozada por algunos analistas y periodistas) se pudieron demostrar, ms all de la intencin o de la existencia real de maniobras y manipulaciones, que algn poder poltico o econmico de la Argentina tuviera un aparato de tal magnitud y capacidad como para provocar una rebelin nacional de esas caractersticas. Si eso fuera as, cmo explicar que ello se realizara en ese momento y no en otro, antes o despus? No resta otra explicacin a esto que la constatacin de que se trat de una convulsin social de proporciones enormes, donde distintos sectores se movilizaron ante la percepcin de un desastre nacional de dimensiones inauditas, posibilitado por la ruptura brutal del consenso hegemnico de la ideologa neoliberal noventista. Confluyeron aqu, en esas jornadas impactantes, la desesperacin por el hambre de las clases postergadas; la rabia por la desocupacin estructural que un pas como la Argentina jams haba experimentado hasta ese entonces; la indignacin de los sectores medios ante la confiscacin de ahorros y la percepcin de que el proyecto de vida y ascenso social de generaciones que haban credo en el sueo de la Argentina grande haba sido defraudado en sus ms firmes bases, incluso desde el individualismo y la falta de solidaridad social ms acendrada y la manipulacin poltica de los aparatos realmente existentes que tendieron sus redes, junto con la asombrosa inutilidad de un gobierno que no entenda lo que estaba pasando y se aferraba con autismo a un modo de vida poltico que daba la espalda a la realidad. Este panorama provoc la cada de un rgimen de acumulacin y produjo la interseccin de situaciones crticas en lo econmico, lo poltico, lo social y lo cultural, pero que sin embargo no poda ser aprovechada por ninguna organizacin popular ni movimiento que se propusiera un cambio profundo y real de las estructuras sociales y econmicas de la Argentina. Fue una insurreccin que puso un freno a un camino de ruina inexorable para la vieja Argentina, pero que no pudo

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ni supo poner las bases para el comienzo de la construccin de una nueva sociedad. A ms de tres aos de aquel momento, un gobierno que nace de los mismos sectores polticos que formaron parte (bien que secundaria) de la estructura de poder de los 90, hace una indita poltica que es, de alguna manera, tributaria de estos lmites que el pueblo argentino consigui poner, pero que, tambin, es hija de esas mismas limitaciones en cuanto a marcar el camino hacia el futuro. El fenmeno social que sucintamente estamos mencionando (claro est que merece una anlisis mucho ms profundo) dio visibilidad a las consecuencias reales de la poltica neoliberal en los pases dependientes y, a su vez, mostr la debilidad de estos modelos. Al mismo tiempo, hizo que los hilos de una vasta trama de organizaciones y experiencias populares vieran la luz en la movilizada Argentina del ao 2002. De esta manera, asambleas populares, movimientos de desocupados, clubes del trueque, cooperativas y otras expresiones de la organizacin de los sectores populares ante la indefensin poltica y econmica se vieron realzadas y puestas a la consideracin pblica nacional e internacional. Uno de estos fenmenos, el de las fbricas y empresas autogestionarias, ocupadas por sus trabajadores ante el abandono o quiebra fraudulenta por parte de los empresarios y puestas en produccin nuevamente bajo la forma de cooperativas de trabajo u otras formas autogestionarias, pas a ser el centro de un debate a nivel mundial. La excitante realidad de ver a miles de trabajadores tomar en sus manos la gestin de sus empresas y ponerlas a producir bajo su control suscit toda una serie de artculos y reflexiones que caracterizaban esta realidad como una vuelta a los consejos obreros de la Europa de principios del siglo XX, o como un estimulante regreso a la lucha de las vanguardias obreras que parecan haber desaparecido con la tormenta neoliberal, o como una expresin profunda del movimiento antiglobalizacin. Este fenmeno conocido en la Argentina como las Empresas Recuperadas por sus Trabajadores se constituy as en un estmulo para el debate terico acerca de los problemas de la construccin poltica y econmica del nuevo poder de la clase trabajadora, de la dinmica de los novedosos movimientos sociales y de la potencialidad de la economa solidaria. Con el correr del tiempo, los otros fenmenos sociales que se hicieron visibles luego del Diciembre argentino se fueron desvaneciendo: los nodos de trueque se convirtieron en una red monetaria paralela, se corrompieron y terminaron despareciendo ante la recuperacin de la economa formal; las asambleas barriales se evaporaron ante la equivocada tctica de algunas organizaciones de izquierda pero, principalmente, ante el desinters progresivo de los vecinos ante la

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normalizacin institucional y econmica del pas; los movimientos de desocupados, ms conocidos como piqueteros, fueron convirtindose en organizaciones ligadas a sectores polticos preexistentes y se desacreditaron ante la opinin pblica media, moldeada por los medios de comunicacin y por la propia falta de miras colectivas de la clase media que ya no se senta ligada por razn alguna a su presencia molesta y que les recordaba la existencia de grandes masas de poblacin marginada y humillada. Las empresas recuperadas, en cambio, se convirtieron en un fenmeno social y econmico durable y que concitaba la adhesin o, por lo menos, la comprensin de una poblacin que revaloriz la defensa de las fuentes de trabajo y la lucha por la recuperacin del aparato productivo del pas. En estos aos, los casos de empresas recuperadas por sus trabajadores (ERT de ahora en ms) pasaron de cerca de una veintena en 2000 a ms de 160 en la actualidad,1 ocupando a ms de 10 000 trabajadores. En estos caso se pone en discusin no solamente la vida laboral y cotidiana de estos trabajadores y sus familias, sino un modelo de produccin para una economa a la salida de la catstrofe neoliberal, un modelo de accin poltica y econmica para la clase trabajadora argentina y de Latinoamrica, y un modelo de solidaridad popular. No es poco, teniendo en cuenta que durante ms de quince aos el movimiento obrero argentino solo atino a defenderse como pudo o a pactar con el poder, mientras este estuvo interesado en hacerlo, aun a costa de la marginacin y el hambre de millones de trabajadores, los mismos que ahora son beneficiarios, o vctimas, de planes de asistencia social o engrosan las filas de los movimientos de desocupados, de los recicladores urbanos o cartoneros, los delincuentes sociales, o todo simultneamente. Sin embargo, las consecuencias tericas y las prcticas polticas resultantes de estas, que pueden ser debatidas a partir del anlisis de estas experiencias, no deben serlo a travs de una visin edulcorada de la realidad. Creemos que las ERT constituyen un caso digno de ser discutido por el conjunto de los movimientos populares latinoamericanos y que pueden dar elementos para repensar algunas de las ideas con las que se conciben a la clase trabajadora y su posibilidad de accin poltica y econmica, pero que esto debe hacerse sobre bases reales, consistentes, y sustentadas en una buena lectura de la experiencia concreta. Caso contrario, estaremos hablando sobre hiptesis imaginarias, tan imaginarias como las que vieron una revolucin en las jornadas de 2001, un red econmica anticapitalista en los clubes del trueque y el germen de los nuevos soviets en las asambleas vecinales. Las empresas en quiebra son ocupadas por obreros reales, de carne y hueso, formados ideolgica

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y polticamente en el movimiento sindical argentino tradicional, o en ninguno, obligados a iniciar el camino de la autogestin, con todos los enormes desafos que ello implica en una sociedad capitalista dependiente y en crisis como la argentina, forzados por las circunstancias y por la imposibilidad de hacer otra cosa que tomar el futuro entre sus manos. Muy cerca de lo que Marx sealaba en el Manifiesto Comunista all por 1848, pero posiblemente tan lejos como en aquel entonces de las futuras y poderosas organizaciones revolucionarias de la clase obrera que tieron la historia mundial posteriormente. En este trabajo vamos a reflexionar sobre este fenmeno basados en una experiencia de tres aos de investigacin y militancia en el seno de este movimiento. No hablamos a partir de la lectura de los diarios o desde gabinetes lejanos, sino desde el seno mismo de esta experiencia. Intentaremos ser crticos y considerar algunos aspectos que, creemos, pueden servir para la reflexin poltica que permita que, en otros lugares de Nuestra Amrica (como ya ocurre en Uruguay, Brasil y Venezuela), otros obreros y otras organizaciones enfrentadas al mismo problema no deban partir de cero, y poder debatir las bases de un cambio posible a partir de situaciones existentes que, si bien no pueden ni deben transpolarse, si pueden aprovecharse para el futuro.

El fenmeno de las Empresas RecuperadasLos procesos autogestivos protagonizados por los trabajadores tienen una larga historia, que se remonta a las primeras experiencias cooperativas en la Inglaterra industrial de mediados del siglo XIX. En la Argentina y en Amrica Latina, especialmente cuando surgieron a partir de situaciones de conflictividad y lucha obrera, dichos procesos se dieron en contados casos y en coyunturas polticas y econmicas excepcionales (como en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular).2 La experiencia de los trabajadores en la Argentina solo conoca algunos y limitados casos (excluyendo de esta categora el vasto movimiento cooperativo de arraigada tradicin) en las dcadas del 70 y el 80. El fenmeno de las empresas recuperadas, tal como lo conocemos actualmente, es decir, la puesta en marcha por los trabajadores de empresas quebradas, legtima o fraudulentamente, frente al peligro cierto de ser arrojados a la desocupacin estructural, es un proceso asociado a otro tipo de situacin socioeconmica, generada a partir de las polticas regresivas neoliberales hegemnicas a partir de los aos 90. Se trata, entonces, de una respuesta de los trabajadores a una situacin de extrema necesidad

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en medio de un proceso de desindustrializacin que se mostraba como irreversible. Las herramientas gremiales tradicionales, insuficientes para dar una respuesta eficaz y evitar el pasaje del trabajador a la condicin de desocupado sin perspectivas futuras, ms el ejemplo cotidiano de las luchas de los trabajadores desocupados por sobrevivir, dieron paso a una nueva estrategia, costosa y conflictiva, pero percibida por sus protagonistas como la nica salida posible para conservar las fuentes de trabajo. Esto marca una gran diferencia con los procesos precedentes de autogestin, enmarcados en posturas obreras ofensivas en contextos favorables al desarrollo de prcticas cuestionadoras del capitalismo, y polticamente concebidas como tales. En el caso de las ERT que analizamos, si esas posiciones surgen, lo hacen a partir de la experiencia. El primer obstculo que se presenta en cualquier aproximacin al fenmeno de las empresas recuperadas es, justamente, a qu se considera empresa recuperada. La misma naturaleza del fenmeno implica que sea muy difcil establecer en qu momento una empresa est totalmente recuperada por sus trabajadores, y que el concepto refiere a un proceso en continuo desarrollo, antes que a un estado de la unidad productiva en cuestin. De esta manera, es relativamente fcil ubicar el comienzo del proceso,3 pero es casi imposible fijar un final. Esto es porque las condiciones precarias en que se desarrollan los procesos, en tanto procesos econmicos, sociales, polticos y culturales, no permiten asegurar la supervivencia de cada experiencia en forma definitiva en casi ningn caso. La determinacin de lo macroeconmico sobre las condiciones de desarrollo de una unidad productiva, las dificultades enormes para poner en funcionamiento una empresa con grandes carencias de infraestructura, de capital de trabajo, y a veces hasta de trabajadores (por el desgranamiento que se va produciendo en el curso del proceso de quiebra o vaciamiento y por las dursimas condiciones en que se encuentra el grupo de trabajadores al comenzar el intento de puesta en funcionamiento de la fbrica), la falta de herramientas jurdicas apropiadas para resolver las cuestiones legales imprescindibles para la puesta en marcha de la empresa en manos de los trabajadores, y otros elementos que constituyen el marco contextual en que se dan estas experiencias, contribuyen a que sea riesgoso ponerle un fin al proceso de recuperacin. Ni siquiera el criterio de considerar recuperadas nicamente a las expropiadas sirve en ese sentido: adems de dejar afuera del universo un nmero significativo de casos, las expropiaciones son, hasta el momento, temporarias.4 Los obreros que consiguieron comprar su fbrica en remate, por ejemplo, que son dueos legales de la empresa, o las cooperativas

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vaciadas y desnaturalizadas que sus trabajadores asociados deben refundar casi desde cero, no seran recuperadas con este criterio, a pesar de tener resueltas las cuestiones legales en forma ms completa que las expropiadas temporalmente. A su vez, esta resolucin jurdica y aun econmica de la cuestin solo resuelve un tema, el de la recuperacin de la empresa como unidad empresarial. Nos queda por fuera, entonces, uno de los aspectos fundamentales del proceso, el que lo hace caracterstico y suscita adhesin social y poltica de enormes sectores: la recuperacin de la empresa se hace por medio de la autogestin de los propios trabajadores. No basta que sea propiedad legal reconocida, que sea rentable, que se reinserte en el mercado, sino que todo esto debe ser hecho bajo la forma autogestiva, un proceso que es adoptado porque que la cooperacin y la asociacin de los trabajadores como colectivo es la nica manera de resolver el problema que apareca como irresoluble: volver a poner en funcionamiento una empresa sin patrones y sin capital. En ese sentido, el desafo de la autogestin es ms profundo que el de la sola recuperacin de la empresa, que no es desdeable, pues la autogestin es una dinmica permanente, cuya prctica requiere aprendizaje cotidiano y la voluntad para llevarlo adelante, todo lo cual es complejo de por s, y ms lo es aun cuando el proceso tiene su punto de partida en la necesidad, en buscar conjuntamente una respuesta al nuevo terrorismo econmico que es la desocupacin estructural. Definir cuando termina un proceso de recuperacin en los trminos de la autogestin nos resulta conceptualmente imposible. Consideramos a las empresas recuperadas, por lo tanto, un proceso social y econmico que presupone la existencia de una empresa anterior, que funcionaba bajo el molde de una empresa capitalista tradicional (inclusive bajo formas cooperativas), cuyo proceso de quiebra, vaciamiento o inviabilidad llev a sus trabajadores a una lucha por su puesta en funcionamiento bajo formas autogestivas. Elegimos la palabra recuperadas (aun cuando autogestionadas o recuperadas bajo autogestin, podra aparecer como ms correcto), porque es el concepto que utilizan los mismos trabajadores, los protagonistas del proceso. En el marco de esta definicin, podramos distinguir entre empresas ocupadas en proceso de recuperacin y recuperadas,5 y no consideramos vlido, si pensamos que se trata de un proceso, y no un acontecimiento, tomar como recuperadas solamente las que estn produciendo, o las que estn expropiadas, o las que son cooperativas de trabajo, o cualquier otro criterio que reduzca el caso a un aspecto del proceso sin contemplar su totalidad. Esto hace que sea bastante complejo discernir

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cuando estamos ante un caso de empresa recuperada y cuando no. Pero podemos decir claramente que una empresa que es vuelta a poner en funcionamiento por sus trabajadores pero vuelve a tomar la forma patronal, o por algn otro medio los trabajadores pierden su capacidad de autogestionar la unidad, fue una empresa recuperada pero no es una empresa recuperada autogestionada. A su vez, en el principio del arco temporal de un proceso de recuperacin, una empresa o fbrica ocupada puede ser considerada una empresa recuperada siempre y cuando el fin de la ocupacin sea la vuelta a la produccin bajo la gestin de los trabajadores, y en general, esa es una decisin que se toma en algn momento del proceso, y que debe ser corroborada por la realidad. Todas estas variantes hacen que los listados y cuantificaciones acerca de las empresas recuperadas varen notablemente, pues hay procesos que fracasan, criterios diversos e interpretaciones demasiados amplias a la hora de confeccionar los listados y las cuentas que circulan en medios periodsticos y aun acadmicos. Se ha llegado a hablar de 200 o 300 empresas recuperadas y una cifra curiosamente invariable de 10 000 trabajadores. Ese nmero es claramente fantasioso, y algunos listados que circulan y que hemos chequeado incluyen casos de empresas en conflicto que alguna vez pudieron haber desembocado en procesos de recuperacin, empresas que figuran dos o tres veces, con el nombre original, con el nombre de la cooperativa, con diferentes direcciones, etc. Los procesos fracasados, por las razones que fueran, no son depurados del listado y, este, de esta manera, va creciendo y sustentando exageraciones. El movimiento de las ERT vuelve a poner en el centro de la escena a los trabajadores en lucha en el seno de la produccin, que les da un lugar en la pelea por el modelo econmico en trminos concretos, y que vuelve a situar la lucha social y poltica por el trabajo en el centro de las contradicciones de la sociedad, es decir, la que existe entre el trabajo y el capital. En ese sentido, es fundamental ver que las ERT no son un fenmeno totalmente asimilable a la llamada economa social o economa solidaria. La economa social, adems de estar impulsada desde los organismos financieros internacionales como una forma de paliar los efectos inevitables de las reformas neoliberales, es impulsada desde ONGs y a veces desde el propio Estado como muro de contencin frente al estallido social, que en el caso argentino finalmente se dio. A la vez, terminan eternizando a los sectores ms postergados de la sociedad en la dependencia de donativos y subsidios estatales o de ONGs que, a la larga, impiden la lucha por la vuelta a la estructura productiva formal de los trabajadores desocupados.

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Las ERT, como vemos, trasvasan la nocin de economa social, al incorporar la defensa de la vida a un proyecto de economa poltica alternativa ya que pugnan por resituar a los trabajadores dentro del aparato productivo, y lo hacen de una forma que tambin les permite discutir las relaciones sociales en las que participan en la disputa poltica y econmica. Por ms solidarias que sean las relaciones sociales al interior de una empresa, necesariamente debern enfrentarse al problema de insertarse en relaciones de mercado que poco y nada tienen que ver con la economa solidaria. A su vez, la llamada economa social no es un fenmeno absolutamente descartable desde esta perspectiva. Antes que eso, son un campo de disputa donde las empresas recuperadas, con su cuestionamiento explcito o implcito a las relaciones de propiedad, tienen algo que decir. La relacin entre las ERT y los sectores de la economa solidaria es una relacin necesaria y con gran potencialidad poltica y econmica a futuro. Sin embargo, en algunos casos es difcil hablar de algunas empresas recuperadas como economa solidaria si observamos, por ejemplo, el caso de una empresa metalrgica que ocupa a ms de 100 trabajadores y que produce insumos para la produccin de maquinaria pesada, por ms solidarias que sean las relaciones internas de la empresa o con otros movimientos y sectores sociales. En definitiva, puede sostenerse, que el Movimiento de Empresas Recuperadas pone sobre el tapete, discutindolo crticamente, el fallido intento de separar la lucha social de la lucha poltica y de clases que el neoliberalismo ha intentado imponer como modelo.

El surgimiento de las Empresas RecuperadasLas primeras experiencias de autogestin de este tipo, es decir, sobre empresas previamente existentes donde los trabajadores que estaban bajo la relacin salarial tomaron en sus manos el control de la empresa, se dieron en el sur del Gran Buenos Aires. Estas empresas fueron motorizadas por un sindicato local, la Unin Obrera Metalrgica (UOM), seccional Quilmes, desde la dcada del 80. Hay algunos casos anteriores, algunos de los cuales han sobrevivido hasta hoy, pero en el marco de contextos socioeconmicos y polticos muy diferentes al actual, que provoc la quiebra masiva de empresas. En todo caso, es recin a partir de la segunda mitad de los 90 cuando esto comienza a darse en forma numricamente importante y, lo que es clave, en forma sistemtica.

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Estas experiencias del sur del conurbano tienen una importancia no siempre reconocida, por haber marcado un camino en la forma que adquieren en general las ERT y haberlo hecho, dada su precocidad, en dificilsimas condiciones polticas y econmicas. Estos casos han tenido una influencia fundamental en lo que posteriormente va a ser el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER). Durante la dcada del 90, la Argentina profundiz en forma extraordinariamente rpida el modelo neoliberal, cuyos inicios se remontan a la dictadura militar de los aos 70, afrontando un proceso de descabezamiento y destruccin de las organizaciones populares, de imposicin de una hegemona ideolgica del individualismo y de fractura de los lazos solidarios en la sociedad, de privatizacin y enajenacin masiva de los bienes del Estado hacia los grupos econmicos concentrados y desnacionalizados, y la destruccin casi total del aparato industrial del pas. Esto tuvo entre otras graves consecuencias el quiebre masivo de empresas de todo tipo y tamao, en especial privadas y MES, dejando a millones de trabajadores en la calle. El deterioro social empez a manifestarse en la segunda mitad de los 90, con los primeros cortes de ruta de los desocupados y las grandes movilizaciones de protesta que despus se expresaron (solo para sufrir una decepcin an mayor) en el triunfo electoral la denominada Alianza (UCR-Frepaso). Algunas empresas empezaron a ser autogestionadas en condiciones muy duras en este perodo. Muchas desaparecieron, luego de ser fomentadas desde el propio Estado como parte de las polticas de contencin social, que empezaron a instrumentarse. Estas llamadas polticas sociales recomendadas por los propios organismos financieros internacionales, comenzaron a aplicarse en la segunda mitad de los 90, a partir de las primeras manifestaciones de malestar social encabezadas por las grandes movilizaciones que empezaron a jaquear el modelo, generando as una serie de mecanismos de contencin que funcionaron como un intento de barrer debajo de la alfombra los problemas que ya no se podan esconder. Tambin estos planes financiaron regmenes laborales precarios y enormes redes de clientelismo poltico que aseguraran la sujecin de los sectores ms postergados del pas. Entre los ms clebres figuran los subsidios a la desocupacin conocidos como Plan Trabajar, que se convirtieron despus en el eje de los reclamos y la organizacin de los movimientos de desocupados. Menos conocido y menos masivo fue el llamado Pago nico, que foment la creacin de ms de un centenar de empresas cooperativas autogestionarias mediante el pago, en una sola vez, de los subsidios

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por desempleo para que los trabajadores despedidos intentaran con este pequeo capital inicial y alguna ayuda del Ministerio de Trabajo la creacin de su propia empresa social, incluyendo en algunos casos la reactivacin de empresas fundidas. La gran mayora de estas empresas no lograron sobrepasar el ao de funcionamiento, en el caso de que pudieran empezar a trabajar, y son muy pocas las que sobreviven como pequeos microemprendimientos enmarcados en la llamada economa solidaria. A partir de los aos 1997-1998, empezaron a surgir con fuerza algunas ERT, como IMPA (Industrias Metalrgicas Plsticas Argentinas), una firma ubicada en la Capital Federal que consigui volver a la produccin mediante la autogestin y alguna innovacin en el proceso productivo que le permiti afrontar los costos de la produccin en una situacin macroeconmica desfavorable. IMPA tuvo la particularidad de haber sido, ya en ese entonces, una cooperativa y haber logrado la continuidad legal de la empresa bajo la forma que ya tena. Esta firma adems dio el puntapi inicial de una de las experiencias ms interesantes entre las ERT, como es el buscar la solidaridad del barrio mediante el armado de un Centro Cultural y un Centro de salud en el edificio fabril. Por esta poca tambin surgieron algunas ERT en el Gran Buenos Aires, as como el interior del pas, especialmente en Santa F. Otro caso emblemtico es el Frigorfico Yaguan, importante establecimiento que emplea cerca de 400 obreros en el partido de La Matanza, uno de los distritos ms pobres del conurbano bonaerense. La profundizacin de la crisis del modelo neoliberal aceler el proceso de vaciamiento y quiebras fraudulentas durante el gobierno de De la Ra. En los aos 2000 y 2001 aparecieron cerca de 20 casos de ERT. El estallido de diciembre aceler y multiplic el proceso, ya que en ese mes se produjo la ocupacin de varias fbricas, simultneamente con la movilizacin indita que viva el pas, como Brukman, Lavaln, etc. Para mediados del 2002, se contabilizaban cerca de 60 ERT, y el nmero continu creciendo hasta rozar las 160 en febrero de 2005.

Esbozando una Tipologa de las ERTSegn gran parte de la literatura existente sobre este fenmeno, en especial en lo que hace a artculos periodsticos, la principal divisoria de aguas pasara entre quienes optan por el modelo cooperativo y quienes lo hacen por el de la estatizacin bajo control obrero.

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Ms all del debate poltico-ideolgico, lo cierto es que hasta el momento solo ha sido estatizada una empresa (la clnica Medrano), que no lo buscaba y que era, en cambio, una cooperativa, y una de las fbricas que encabezaba el reclamo de estatizacin, la textil Brukman, termin convirtindose en cooperativa, es decir, siguiendo el camino de la mayora. Todo el resto del amplio espectro de las ERT, ha adoptado la forma cooperativa. De acuerdo con quienes defienden la postura de la estatizacin, principalmente partidos, organizaciones e intelectuales de izquierda, quienes adoptan el modelo cooperativo no llegan al fondo de la cuestin, pues se acomodan al ordenamiento jurdico burgus y van en camino de dejar de ser proletarios, convirtindose en empresarios. Adems, consideran otras cuestiones de ndole ms inmediata, como que se tendran que hacer cargo de la deuda y la situacin que llev a la quiebra a la empresa, y que se ven envueltos en la lgica del capital, con el riesgo adicional de poder perder la fbrica si no tienen xito en los primeros tiempos de gestin, al ser las expropiaciones hasta el momento temporarias (por 2 aos por lo general). En cambio, la estatizacin solucionara todos esos problemas, al hacerse cargo el Estado de la situacin general del emprendimiento y solucionar el tema salarial, al transformarse los trabajadores en empleados del Estado, con lo cual, adems, no perderan su condicin de proletarios.6 Esto podra ser as en el caso de un Estado que no estuviera en quiebra como el argentino, con una legislacin acorde con el reclamo de control obrero (lo que no existe actualmente en ninguna de las escasas empresas estatales que subsisten) y con una poltica pblica totalmente diferente y una conduccin poltica dispuesta a asumir todos los riesgos que esto implica. Como es obvio, esa no constituye la situacin del Estado argentino, y menos an lo era en 2002, cuando se dio la mayor influencia de este reclamo. Adems de la difcil justificacin poltica (salvo para un Estado socialista) de que el Estado nacional estatice una fbrica, por ejemplo, de grisines. En la prctica, y sin desconocer que las objeciones planteadas a la opcin por las cooperativas de trabajo tienen parte de realidad, especialmente lo que resulta de la estrategia de la estatizacin con control obrero es la casi seguridad de la derrota poltica, pues ante la falta de respuesta de un Estado a la deriva el nico resultado de llevar hasta las ltimas consecuencias la reivindicacin de la estatizacin es el mantenimiento indefinido del conflicto abierto, lo cual lleva claramente al desgaste y a la imposibilidad de consolidar los logros de la autogestin de los trabajadores. El hecho de no resolver la cuestin jurdica, bajo la forma que sea, hace que todo sea precario, y deja abierta en forma

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permanente la posibilidad de la contraofensiva de los patrones. Por otra parte, mientras la empresa no es estatizada, si no adopta ninguna forma jurdica que le permita operar en el mercado se ve obligada a crear permanentemente mecanismos que la suplanten, lo cual es difcil en general, incluso para aquellas empresas que producen para el consumo directo de la poblacin, e imposible para las que producen en el marco de cadenas de valor o para un segmento muy especfico del mercado. En ese sentido, el caso de Brukman es aleccionador. La estrategia de oposicin total a la formacin de la cooperativa para resolver estas cuestiones, poniendo esto en el centro por una cuestin de principios, llev a los trabajadores de Brukman, a pesar de tener la fbrica ocupada y produciendo, a una derrota difcil de remontar, donde la reaccin de la patronal logr aprovechar circunstancias polticas coyunturales favorables y expulsar a los trabajadores, en medio de una represin generalizada que fue, incluso, azuzada por algunos de los sectores polticos que tuvieron gran protagonismo en el proceso de esta fbrica. La posterior sancin por la Legislatura portea de la expropiacin de la fbrica implic por parte de los obreros y quienes los condujeron o influenciaron polticamente el tener que bajarse de aquellas posiciones de mxima, aceptar ser cooperativa (y por lo tanto reconocer que perdieron el tiempo durante un ao) e inclusive hacerlo en forma poco favorable y aceptando condiciones por parte del gobierno de la Ciudad. El resultado final de esa forma de conducir el conflicto parece haber sido tambin la prdida de la influencia que gozaban dentro de los obreros de la fbrica algunas expresiones de la izquierda partidaria. El otro caso de cierta importancia que defiende esta alternativa, la fbrica de cermicas Zann en Neuqun, ha logrado regularizar su insercin en el mercado mediante el uso de la personera jurdica prestada por la Asociacin de Madres de Plaza de Mayo. Posteriormente armaron su cooperativa bajo el nombre de FaSinPat (Fbrica Sin Patrones). Todo el resto del amplio espectro de las ERT, han adoptado la forma cooperativa como mtodo para evitar estos riesgos y mantener lo mejor posible las condiciones formales para la prctica de la autogestin, convirtiendo a la discusin con aquellas posiciones en una mera abstraccin, una discusin libresca. Si bien durante el 2002 el debate existi y lleg a influenciar los comienzos de varias ERT, ya no constituye una discusin de importancia para los trabajadores. Entre las ERT, las diferencias se dan ms que nada en el curso del proceso, y tienen que ver con las condiciones del mismo antes que con

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diferencias ideolgicas o de estrategia poltica. De este gran conjunto, podemos distinguir las siguientes variantes, a muy grosso modo: Los casos ms frecuentes son las empresas quebradas fraudulentamente y vaciadas por sus dueos, con el fin de recrear la empresa en condiciones ms favorables para el capitalista, con reduccin de la cantidad y el salario de los trabajadores, precarizacin de las condiciones de trabajo y mejores condiciones para mantener un nivel extraordinario de ganancias sin los costos a los que an obliga la legislacin laboral por pago de indemnizaciones, etc., o simplemente para pasarse con armas y bagajes a la especulacin financiera. Este cuadro es el que gener situaciones de conflicto que, si en un principio tuvieron caractersticas gremiales, pasaron rpidamente a convertirse en el comienzo de la recuperacin de la empresa por los trabajadores. Esto por lo general signific aguantar duras condiciones de lucha: ocupacin de la planta, acampes en la puerta, desalojos policiales, etc., a lo largo de varios meses en los cuales los trabajadores y sus familias se vean reducidos a condiciones de miseria y tensin extremas. La extensin del fenmeno a partir de 2001 y, en especial, 2002, y la gran legitimacin social alcanzada, logr de alguna manera simplificar los pasos y hacer ms previsible los conflictos, especialmente a partir de la organizacin de las diferentes experiencias en agrupamientos que pronto dieron origen a organizaciones como el MNER. A partir de ah, la formacin de la cooperativa y el pedido de expropiacin legislativa fueron los caminos que siguieron la mayora de los procesos. Un segundo conjunto son aquellas empresas comprendidas en las caractersticas generales anteriores, pero con procesos menos traumticos, sea por una rpida intervencin de organismos del Estado a favor de los trabajadores, facilitando un acuerdo con los empresarios, los acreedores y los jueces, o por un acuerdo directo de los antiguos dueos con los trabajadores, o incluso, un abandono no conflictivo de la empresa por parte de estos. En estos casos, suele ocurrir que el paso casi sin graves conflictos de una situacin a otra facilita las condiciones para la reapertura de la empresa por los trabajadores, aunque eso no significa la resolucin de todos los problemas. A su vez, es ms probable que la empresa, aun en condicin de recuperada, adopte o mantenga formas jerrquicas en su gestin. Una suerte de segunda ola de ERT tiene que ver con las ocupaciones derivadas de conflictos gremiales y resueltos con la formacin

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de una empresa autogestionada como forma de resolucin. Es decir, la ocupacin y la formacin de la ERT se da a partir de una situacin de crisis de la empresa, probablemente de los primeros pasos del vaciamiento de la misma en el sentido apuntado para el primer grupo de este intento de tipologa, pero sin llegar a la instancia de quiebra o concurso de acreedores. Con lo cual nos encontramos ante la situacin de la formacin de una empresa recuperada antes de que sea abandonada por sus patrones, como resultado de una accin de sus trabajadores que prolonga un reclamo que hasta ese momento se presentaba como de ndole gremial. La situacin de la empresa, en estos casos (pocos de todas formas), no es en la prctica demasiado diferente de las otras, pero sin haber dado los pasos necesarios para consumar el abandono o la quiebra fraudulenta. Esta situacin es un cuestionamiento an ms serio a la propiedad privada que los otros casos, y adems brinda una herramienta de presin contundente a los reclamos sindicales en otras empresas. Otra situacin es la de la ocupacin de establecimientos abandonados por perodos prolongados de tiempo, incluso aos, por parte de ex empleados o simplemente grupos de desocupados que buscan la reapertura de la planta, sin una continuidad con el proceso de abandono de la misma. Esta es otra situacin de gran potencialidad a futuro, teniendo en cuenta la enorme cantidad de fbricas desocupadas en todo el territorio nacional, y el gran potencial de creacin de puestos de trabajo y de recuperacin productiva de la puesta en funcionamiento de estas empresas. A su vez, en estos casos las dificultades para su reapertura, mientras no haya una clara poltica de apoyo por parte del Estado, son enormemente mayores que aquellos casos en los que, a pesar de todo, se da una continuidad laboral, aun cuando el conflicto se prolongue durante meses. El denominador comn de todos estos tipos es el proceso de ocupacin y de puesta en funcionamiento de la empresa por parte de los trabajadores, sea cual sea la modalidad del conflicto, el nmero de trabajadores afectados, el tipo y rubro de la empresa, las particularidades de la situacin judicial y las resistencias a vencer. Y, por supuesto, la gestin del establecimiento por parte de los trabajadores, fuera cuales fuesen las caractersticas de esta gestin. A su vez, todas ellas cuentan a su favor con el consenso social existente, luego de la toma de conciencia por el conjunto de la poblacin a partir de diciembre de 2001 de las profundidades de la crisis, hacia cualquier accin que contribuya a evitar la desocupacin, a crear fuentes de trabajo y a reactivar la produccin, en

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desmedro del argumento de defensa de la propiedad privada y de los prejuicios ideolgicos acerca de la divisin social del trabajo y las funciones en la economa de empresarios y trabajadores.

Breve caracterizacin del movimientoLas ERT no se dan en forma absolutamente independientes unas de otras, sino que se muestran como fruto de situaciones similares y con una capacidad de transmisin de la experiencia que refleja ciertas semejanzas en las condiciones de su produccin. En este hecho reside el que podamos hablar con propiedad de un movimiento con identidad propia ms all de sus diferencias y de sus particularidades. De acuerdo al relevamiento realizado por el Programa Facultad Abierta7 (FFyL, 2003), las ERT se distribuyen geogrficamente en sectores bien diferenciados: Ciudad de Buenos Aires y Gran Buenos Aires, y las provincias de Santa F y Crdoba. Hay casos aislados en otras regiones del pas, como Jujuy, Tierra del Fuego, Neuqun, Mendoza y Entre Ros. La concentracin se da tambin en los rubros, con preeminencia de las metalrgicas, las metalmecnicas, las grficas y las alimenticias. Otros rubros son minoritarios, y se reducen por lo general a una o dos empresas. Adems de ello, son pocas las que producen directamente para el consumo, lo que hace que las posibilidades de su sostenimiento por medio de compras solidarias de la poblacin o su insercin en redes de la llamada economa social, tales como microemprendimientos o pequeas cooperativas rurales, sean realmente escasas. Las ERT agrupan adems una mayora de empresas categorizadas como PyMES, de acuerdo con el nmero de trabajadores, con un promedio de algo ms de 20 miembros. Sin embargo, la cantidad de trabajadores no es el nico criterio posible para clasificar la importancia de una empresa, sino que tambin debemos considerar la capacidad de produccin y la facturacin, entre otros aspectos. Ambas son difciles de calcular para las ERT, por ser empresas en recuperacin, generalmente con una capacidad productiva instalada que supera con creces la produccin efectiva en manos de los trabajadores e incluso la produccin de los ltimos tiempos como empresa tradicional, consideraciones que por supuesto se extienden a la facturacin. Incluso el nmero de trabajadores lleva muchos veces a una subvaloracin de la importancia de la empresa, pues es comn que estas hayan perdido gran cantidad de asalariados en el transcurso de su crisis, y que una parte sustantiva de los mismos no resistan el proceso de lucha que implica la

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recuperacin, lo cual da como resultado un nmero escaso de trabajadores en relacin con la capacidad potencial de la ERT.

Las implicaciones polticas del fenmenoNo son las ERT un fenmeno fcilmente clasificable. Si tratamos de hacer un anlisis poltico, es difcil sostener la tesis de un proletariado de vanguardia avanzando hacia la toma del poder, quitndoles el control de los medios de produccin a los capitalistas. La complejidad de la realidad social, econmico y poltica de las empresas recuperadas por sus trabajadores (como de todos los procesos sociales, histricos y concretos) es difcil de ser atrapada en los rgidos moldes de las realidades preconcebidas. No se trata de buscar las evidencias que prueben nuestra visin del mundo, sino de poder actuar sobre la realidad a partir de poder leer los procesos en su dimensin concreta, real y despojada de ingenuidades. No se trata esto de una digresin al pasar, sino de consideraciones acerca de la gran mayora de las interpretaciones con que grupos polticos e inclusive investigadores han tomado el fenmeno de las ERT. Analizando el proceso concreto, podemos decir que las ERT, paulatinamente y a medida que fue aumentando su nmero, la importancia de sus componentes y su capacidad de movilizacin, fueron conformndose como un movimiento social con capacidad de organizarse como tal y de expresar posiciones polticas. No obstante, esto implic como corolario casi inevitable, la aparicin de distintos sectores polticos que se expresaron en su interior. Estos sectores y posiciones no se limitaron al debate de ideas y estrategias polticas referidas al sector, pues en gran parte intentaron trascenderlas y relacionar el crecimiento del movimiento con el crecimiento o la hegemona de sus posiciones, tanto al interior de las ERT, como en la forma de organizacin nter empresas y a la relacin con el Estado y el sistema poltico del pas. Esto, que puede ser pensado negativamente, es lgico si tenemos en cuenta que las empresas recuperadas tienen relacin con tradiciones de lucha de los trabajadores anteriores a su condicin de ERT, y que las concepciones de la lucha sindical y de la lucha poltica imperantes en las distintos fracciones del movimiento se expresaron en las formas y los intentos de organizacin. Entonces, cuando hablamos de poltica en las empresas recuperadas no nos referimos, obviamente, al restringido concepto que hace de la poltica la esfera de los agrupamientos orgnicos reconocidos

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explcitamente como actores polticos. Restringir la cuestin a las influencias partidarias o a las relaciones con los diferentes sectores del Estado que los mismos dominan a partir del acceso a las esferas de gobierno es limitar innecesariamente el enfoque. Antes que eso, pensamos que la constitucin de las ERT en movimientos organizativos propios las coloca en un papel claro de actores polticos autnomos, y las introduce en el complejo mundo de las relaciones polticas formales e informales que caracterizan a la sociedad argentina.

La cuestin de la herencia sindicalEn primer lugar, tenemos que considerar la impronta sindical que deja su herencia en el tipo de acciones polticas que emprenden los trabajadores en el curso del proceso. Las tradiciones gremiales de los trabajadores argentinos asumieron a lo largo del siglo XX formas muy concretas y diversificadas, que van ms all de ciertas definiciones clsicas. Las organizaciones sindicales, fueran burocrticas o combativas, tienen tradiciones sumamente arraigadas en la conducta que los trabajadores argentinos, en general, suelen adoptar frente a los conflictos. Encontramos entonces en las empresas recuperadas una primera trama de respuestas polticas que tiene relacin con la historia sindical de la rama industrial en que se ubican. La gran cantidad de empresas metalrgicas, por ejemplo, implican la existencia no solo de una herencia en las formas organizativas de los trabajadores vinculada a la vieja organizacin sindical, sino tambin una expresa influencia de las distintas seccionales de la Unin Obrera Metalrgica en los procesos actuantes en sus mbitos geogrficos respectivos, trasladando incluso a las ERT las disputas internas y los modelos de operacin sindical de cada una de ellas. Seccionales como la UOM Quilmes apoyaron explcitamente y como poltica propia la recuperacin de empresas bajo el modelo cooperativo, y el grupo de metalrgicas recuperadas de Quilmes conserva lazos orgnicos con la seccional y un gran peso e influencia en la poltica del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas, uno de los dos agrupamientos fuertes de ERT. Esta seccional, incluso, lleg a proponer la incorporacin de los obreros de las metalrgicas recuperadas a la Unin Obrera Metalrgica nacional con plenos derechos como afiliados y participacin en la vida poltica interna del sindicato. Esa propuesta, sin embargo, fue rechazada por el congreso de la organizacin. La seccional Matanza es el otro caso dentro de la UOM en que

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hubo un apoyo a una empresa recuperada (La Baskonia), mientras que en el resto no se verifica esta poltica. El primer encuentro del MNER, realizado en esa fbrica el 7 septiembre de 2002, se desarroll con la presencia de representantes de estas dos seccionales y bajo la invocacin del Da del Metalrgico. La herencia del modelo sindical clsico (aun con las grandes diferencias entre la tendencia representada por la seccional Quilmes y las dems) qued bien clara. Otros sindicatos han tenido una actitud ambivalente y que, incluso, ha ido mutando a partir de la experiencia. Es interesante el caso de los grficos, que tuvieron una postura opuesta a la estrategia de recuperacin y cooperativizacin en la empresa Chilavert, en 2002, pero que revisaron esa postura en 2003 con el caso de Conforti (hoy cooperativa Patricios) donde trabajaron los delegados sindicales codo a codo con el MNER. En otros casos, en cambio, la oposicin a los procesos lleg a ser violenta y de absoluta complicidad con las patronales, como el caso de la UTA (Unin Tranviarios Automotor), que impidi en reiteradas oportunidades la conformacin de cooperativas de trabajadores en empresas de transporte quebradas, en ocasiones con la participacin de su aparato de choque contra los propios afiliados. Pero lo que todos estos casos demuestran de alguna manera es la fuerte impronta que la experiencia sindical de los trabajadores conserva en general en este proceso, aun cuando muestra las limitaciones de esa prctica a la hora de poner nuevamente en funcionamiento la fbrica, donde los modelos de accin gremial pierden sentido y otras necesidades priman.

Las organizaciones de empresas recuperadas: lo que indica la teora y lo que seala la realidadLas ERT se han agrupado en distintos nucleamientos a partir de 2002. Aun cuando en el discurso de mucho trabajadores esto no est presente, es esta la forma ms concreta en que las ERT han adoptado conductas polticas de conjunto e incluso posiciones polticas definidas ante temas que no les conciernen estrictamente, como la libertad de los presos polticos o la deuda externa. Es desde estos movimientos desde donde las ERT han conseguido interpelar al Estado, reclamar reformas a la ley de quiebras, sentarse a dialogar con funcionarios y algunos de sus representantes participar en estructuras poltico-partidarias. Si bien han existido otros intentos organizativos, en la actualidad los movimientos de ERT son bsicamente dos, que reparten su fuerza

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en forma pareja.8 Se trata del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER) y el Movimiento Nacional de Fbricas Recuperadas por sus Trabajadores (MNFRT). Este ltimo es una fractura del primero, encabezada por un abogado llamado Luis Caro, que fue en principio abogado de la empresa Gip Metal (actual Unin y Fuerza) y luego del MNER. Las razones de la ruptura fueron bsicamente las ambiciones polticas de Caro, que lo llevaron a una fracasada tentativa de ser electo intendente del partido de Avellaneda por la lista de Rodrguez Sa- Aldo Rico en las elecciones de 2003,9 y la mala relacin creciente con otros referentes del MNER, como Eduardo Mura y Jos Abelli, relacionadas con lo primero y con los manejos de Caro con las empresas por l representadas legalmente. La prctica de Caro es sumamente centralizadora y semeja las prcticas de clientelismo barrial, basadas en una relacin en la cual el abogado, poseedor del conocimiento legal que posibilita la existencia y viabilidad de los emprendimientos, y de los contactos polticos necesarios, concentra en sus manos los elementos indispensables para el desarrollo de la actividad econmica de la ERT. Esta prctica se refuerza con una imagen autopromocionada como salvador de los trabajadores, potenciada con proverbiales apariciones en los momentos decisivos, y con una expropiacin del protagonismo de las bases en aras de esta pretendida condicin de irremplazable. Los contactos de Caro con jueces y funcionarios parecen provenir de esta relacin con ciertos sectores del aparato del PJ bonaerense y con la Iglesia Catlica (afirma pertenecer a la pastoral social de Avellaneda). Segn rumores que circulan entre las fbricas, el abogado estara lucrando notoriamente con su papel en este proceso, aunque no podemos considerar probada la afirmacin. De todas maneras, es llamativo que la presidencia de uno de los movimientos ms importantes de ERT sea presidido por un abogado en lugar de un trabajador. El MNFRT construy su discurso en base a dos ejes: a) una visin leguleya del proceso de recuperacin,10 donde el proceso poltico de lucha es reemplazado por un conjunto de argumentaciones jurdicas, y b) la oposicin al MNER, acusndolo de gerenciador, de no respetar las decisiones de loa trabajadores y de no ser igualitario. La oposicin entre ambos movimientos es, a partir de esta poltica del MNFRT, cada vez ms irreconciliable. Hacemos nfasis en el MNFRT porque es llamativo como una gran cantidad de ERT se agrupan en una organizacin donde no se verificaran los principales presupuestos que son un lugar comn cuando se habla de las empresas recuperadas. En vez de un movimiento social, nos encontramos con una organizacin rgida, burocrtica y vertical.

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En vez del protagonismo de las bases, nos topamos con un abogado que asume el protagonismo absoluto, impone una suerte de culto a la personalidad y se erige en personaje indispensable. En vez de una vanguardia en lucha por la socializacin de los medios de produccin, encontramos un discurso macartista y un nfasis en los valores menos solidarios y las argumentaciones ms ligadas a los incentivos materiales.11 En lugar de apelar a la solidaridad con los otros movimientos sociales, hallamos un culto a la eficiencia empresarial de las ERT. Evidentemente, algo no funciona en el discurso rosa de las fbricas recuperadas. Por otra parte, el MNER tiene consignas polticas ms claras, los trabajadores asumen mayor protagonismo, hay un intento por aproximarse a otros sectores sociales, una poltica que se basa en la consigna Ocupar, Resistir, Producir, pero, a la vez, una gran fragilidad organizativa. Las relaciones polticas del MNER son ms fluidas con sectores del sindicalismo provenientes de la vieja estructura de la izquierda peronista de los 70, y con algunas organizaciones sociales. Las relaciones con el Estado tambin intentan ser ms consistentes, y la discusin acerca de la igualdad al interior de las empresas es un eje constante. Su debilidad es la organizacin interna, y el hecho de tener ms desarrollada la metodologa de la ocupacin y la lucha poltica por la obtencin de las expropiaciones y las condiciones que garanticen la tenencia d la fbrica por parte de los trabajadores que la metodologa de gestin una vez comenzado el proceso de produccin. Sin embargo, en los ltimos tiempos las diferencias entre los dirigentes del MNER se han agudizado hasta el punto de una aguda fragmentacin. El motivo de esto es, justamente, la postura en cuanto a cmo relacionarse con los roganismos del Estado, a partir del acceso al gobierno de Nstor Kirchner. La poltica oficial ha seducido a algunos de los referentes del movimiento, y la ruptura es inminente. Todas estas son discusiones que se dan al margen de la participacin de la mayora de los trabajadores, ocupados antes que nada en mantener funcionando a su empresa. De todos modos, las diferencias entre los procesos internos de autogestin y los problemas comunes de los trabajadores hacen que, ms all de las identidades organizativas asumidas o la personalidad de sus lderes, el movimiento de las empresas recuperadas como sector social tenga ms semejanzas que diferencias. Por otra parte, esta organizacin poltica como sector les permiti a los trabajadores de las ERT relacionarse en forma orgnica con otros movimientos sociales, aun cuando esto no haya sido demasiado explotado. En el caso del MNER, es clara la poltica de fomentar los

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emprendimientos solidarios o culturales en las instalaciones de las fbricas, con el claro objetivo de desarrollar relaciones con la comunidad que no solo la beneficien y desarrollen lazos de mutua solidaridad, sino tambin como una estrategia defensiva que fortalezca a la ERT de futuras crisis e intentos de desalojo. La pionera en estas cuestiones es IMPA, pero tambin encontramos centros culturales, escuelas, centros de salud y una gran variedad de emprendimientos solidarios en numerosas ERT, muchas veces no tan llamativos como los nombrados, pero igualmente valiosos. El otro aspecto claramente vinculado con la accin poltica es el de las relaciones con el Estado y los partidos polticos. En el primer caso, las relaciones son contradictorias, en el marco de un gobierno que parecera intentar beneficiar a las ERT, pero no ha conseguido, ni se ha aproximado a ello, generar una poltica pblica definida para el sector. Los dirigentes de ambos movimientos han tendido numerosos puentes hacia todos los organismos del Estado que han evidenciado inters en la materia, pero las respuestas han sido diversas y, hasta el momento, poco efectivas. Las expropiaciones conseguidas mediante un juego de presiones y negociaciones con los legisladores de las cmaras provinciales responden a una relacin de fuerzas que parece estar acabndose, en la cual la clase poltica estaba todava impactada por los sucesos de 2001. Adems, y para terminar esta breve enumeracin, la relacin entre poltica partidaria y empresas recuperadas es mltiple y conflictiva. Varios son los trabajadores o dirigentes vinculados a ellos que integraron listas electorales, con suerte dispar. El peso numrico y social del movimiento de las ERT, en sus distintas variantes, se ha mostrado escaso como para sustentar eficazmente el lanzamiento a la arena poltica de sus protagonistas, a despecho de su visibilidad meditica y social. Las influencias de los partidos de la izquierda orgnica, como el caso de Brukman demuestra, son cada vez ms anecdticas y las incursiones de algunos dirigentes en el campo de la poltica parece haber trado ms complicaciones que beneficios, salvo para aquellos pocos que gozan de gran legitimidad entre sus bases (como Eduardo Mura y, salvando las diferencias de prcticas opuestas, el mismo Caro). Este panorama de fragmentacin no es demasiado diferente al que encontramos en otros sectores del movimiento social en la Argentina. La diferencia es que la fortaleza de las organizaciones que nuclean a las ERT es, por supuesto, positiva, pero su debilidad no provoca hasta el momento ms dao que la ausencia de una poltica comn,

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especialmente en los reclamos hacia el Estado. Cada empresa o fbrica recuperada es una unidad en s misma, y su xito o su fracaso depende, en primer lugar, de sus propios trabajadores, y en segundo, de la solidaridad y organizacin que logren como sector. Las divisiones entre movimientos, sus diferentes polticas y hasta sus enfrentamientos, ponen a las ERT en una situacin de fragilidad como movimiento, que disminuye su capacidad de presin global y atenta contra las posibilidades de solidaridad interna y ayuda mutua, e impide pensar la problemtica comn en forma global. A pesar de ello, la existencia de estas organizaciones permiti reclamar con cierta consistencia ante los diferentes organismos del Estado y el asesoramiento y apoyo recibido fue fundamental para muchos trabajadores en las primeras etapas, las ms difciles del proceso, en que la ocupacin o la toma se constituyen en la lucha decisiva que hace viable, o no, a un proceso de recuperacin. Fragmentados y todo, su existencia ha sumado visibilidad pblica, transmisin de experiencia y contactos polticos indispensables para que cada nuevo proceso de recuperacin pudiera asimilar las experiencias de sus predecesores y no descubrir todo por s mismo, con la consiguiente prdida de tiempo, energas y mayor exposicin al fracaso

ConclusionesLas empresas y fbricas recuperadas han impactado fuertemente la conciencia colectiva de grandes sectores de nuestra sociedad, a partir de la gran crisis de fines de 2001, y han adquirido una fuerte visibilidad meditica que, incluso, ha llamado la atencin de quienes, desde el extranjero, se han sentido impactados por aquellos hechos traumticos. Creemos que, a pesar de estar los protagonistas de este proceso habitando permanentemente la agenda de los medios masivos de comunicacin, el fenmeno social, poltico, econmico y cultural que expresan no es debidamente conocido y, mucho menos, analizado en trminos que puedan aportar a la construccin colectiva de un nuevo modelo de pas y de sociedad. Este trabajo apunta, entre otras cosas, a ayudar a comprender mejor este fenmeno en toda su complejidad, riqueza, dificultades y aspectos enormemente positivos para el conjunto de nuestro pueblo. Creemos que es necesario alejar la tentacin de analizar este proceso desde los moldes simples y limitados en que se vuelven las concepciones tericas pensadas para otros procesos o concebidas desde un

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modelo de los procesos sociales contemporneos que precisan ser interpelados por la prctica, antes que adherir a ellos acrticamente e interpretar a partir de ellos el fenmeno. Es as como, a nuestro entender, conceptos como el del control obrero de la produccin, la economa social, los movimientos sociales novedosos, la protesta social, etc., deben ser discutidos en funcin del panorama que un conocimiento de la cuestin en profundad nos d, antes de adscribir las ERT a esos procesos o formas. Es la dinmica social, econmica y poltica de un proceso que tiene largas perspectivas de desarrollo la que nos va ayudar a dilucidar conceptualmente estas u otras cuestiones. Como ya hemos sealado, la lucha de las empresas recuperadas es uno de los caminos ms esperanzadores para los trabajadores luego de una dcada de tierra arrasada por el neoliberalismo. Por primera vez en aos, los trabajadores argentinos, con todas las dificultades producto no solo de la situacin socioeconmica y de las implicancias objetivas de la situacin en que se hacen cargo de sus empresas, sino de su propia falta de de desarrollo poltico e ideolgico, han empezado a sealar un camino de lucha y de avance en las posiciones polticas y econmicas en nuestra sociedad. Despus de aos de estar a la defensiva, algunos pocos miles de trabajadores, aquellos a quienes les ha tocado, han debido atacar la espada en vez de seguir buscando huecos para ocultarse en la pared. Los trabajadores de otras partes de nuestro continente deben sacar conclusiones de estas experiencias. No porque sean ms importantes que otras que se han dado en otros lugares, sino porque son, de algn modo, inditas, y al mismo tiempo, asombrosamente comunes en la tierra quemada por el neoliberalismo. Son hombres y mujeres corrientes las que llevan adelante estas experiencias. No se trata de los militantes obreros ms combativos ni mejor formados, no hay ninguna vanguardia operando y, donde sectores autoproclamados como tales lo hicieron desde afuera, las consecuencias fueron funestas. Pero estos hombres y mujeres comunes, a pesar de todo, empiezan a aprender de su experiencia y a sacar conclusiones polticamente peligrosas, no ya para un gobierno, sino para el sistema capitalista. Por ello, si bien los sectores del poder no se pueden dar el lujo de barrerlos con el simple peso de su autoridad, s tratan de aislarlos y de que el contagio no se expanda. Nosotros, en esta disyuntiva, estamos convencidos que ese germen lanzado al viento puede hacer mucho por el cambio de las condiciones polticas, sociales y econmicas de nuestros pueblos, y a contribuir con ello estamos lanzados.

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Cifra proveniente del relevamiento realizado por el equipo de investigacin del Porgrama Facultad Abierta, de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenas Aires, del cual el autor es Director. La cifra corresponde a febrero de 2005. Por supuesto, estamos hablando de luchas obreras en el seno de una sociedad capitalista. Distinto es el caso de Cuba, donde ha sido tomado el poder del Estado y se ha formado una sociedad sobre pautas socialistas. A veces no tanto, la fecha de inicio puede ser el momento de la toma, el de la puesta en produccin, o incluso el comienzo del conflicto que llev a la recuperacin. Salvo en la Ciudad de Buenos Aires donde la lucha de los trabajadores consigui imponer una ley de expropiacin definitiva para 13 casos. Quedaron, sin embargo, ms de una decena de ERT que no fueron cubiertas por dicha ley. Aun cuando respetamos lo dicho ms arriba, de acuerdo a lo cual siempre las empresas autogestionadas estn, de alguna manera, en recuperacin. Por supuesto, tanto nfasis en la negatividad de la prdida de la condicin proletaria solo puede ser posible desde un marco ideolgico que le asigna a esa condicin de clase la condicin de sujeto revolucionario por excelencia de una forma cuasi-mgica, por el solo hecho de nacer obrero. Parecieran desconocer que el hecho de ser cooperativistas en estos casos no hace que dejen de trabajar, ms bien todo lo contrario. Los trabajadores, por lo general, no quieren dejar de serlo, pero no por negarse a ascender en la escala social, sino por temor a descender en ella. Este relevamiento fue efectuado por el Programa Faculta Abierta, dependiente Secretara de Extensin Universitaria (SEUBE) de la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Se entrevistaron a un total de 60 empresas recuperadas por los trabajadores, en los primeros meses del ao 2003. Informe del Segundo Relevamiento de ERT. Programa Facultad Abierta, Facultad de Filsofa y Letras, UBA. (2004) La expresin ms clsicamente de derecha de las distintas lneas en que el justicialismo se present en las elecciones de 2003, que dieron la victoria a Nstor Kirchner. Es notable la reaccin macartista frente a la pelcula La Toma de Naomi Klein y Avi Lewis, cuestionando el concepto de toma y ocupacin, en base a argumentos de base jurdica. Ver www.fabricasrecuperadas.org.ar Uno de los argumentos ms eficaces en contra del MNER es la supuesta capacidad de Caro para garantizar ingresos enormes a los trabajadores, en especial en sus intentos de sumar a su movimiento empresas del MNER con serios problemas internos o de gestin.