14a semana del tiempo ordinario lc 1-12

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Domingo 14º del tiempo ordinario

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Spiritual


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Domingo 14º del tiempo ordinario

El domingo pasado se hablaba de la importancia de seguir a Jesús. Este seguimiento, para que sea práctico, debe llevar también a esforzarse para que otros puedan seguir al Señor.

Por eso Jesús no sólo enseñará a los 12 apóstoles a que sean predicadores de la fe, sino que hoy consideramos cómo envía a predicar a 72 discípulos, que eran de los que le seguían frecuentemente.

Comienza así el evangelio de hoy según san Lucas, en el capítulo 10

En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: “La mies es abundante y los obreros pocos; Rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies”.

Los números en la Biblia suelen tener mucho de simbolis-mo. El número 72 significaba plenitud, ya que por entonces se creía que eran 72 todas las naciones de la tierra.

Es como querer enviar Jesús a predicar a todos los que son sus seguidores.

Y esta es la primera gran enseñanza de este día. Si queremos ser verdaderamente discípulos de Jesús, debemos ser apóstoles suyos, para que

otros puedan conocerle y amarle.

Todos debemos estar dispuestos a evangelizar. No quiere decir que todos tengamos que ir a otras naciones u otros ambientes; pero todos tenemos un compromiso de testimonio.

La predicación del Evangelio no es cosa sólo para obispos ni para sacerdotes o diáconos.

Aquellos 72 discípulos podemos decir que eran como la representación de los seglares, los no clérigos. Todos debemos comprender que el apostolado es una manifestación de la santidad cristiana.

Aquí nos indica una cualidad esencial del apostolado. El apóstol está predicando a Jesucristo, no se predica a sí mismo. De aquí la humildad, que es verdad. Lo importante es que venga el Reino, que Dios sea amado.

“Los mandó por delante a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él”.

Para los israelitas esto tenía importancia porque sus leyes exigían que al menos fuesen dos los testigos en cualquier juicio. Pero significa también que el evangelizar no es obra de un particular, sino de toda la comunidad, aunque la llamada de Dios exija una respuesta personal. También indica, especialmente entonces, el poder ayudarse y protegerse mutuamente en los peligros.

Los mandó de dos en dos.

“La mies es abundante y los obreros pocos”. Así era en el tiempo de Jesús y así sigue siendo ahora. A veces los cristianos nos cerramos en un círculo pequeño. Otras veces abrimos los ojos y la realidad nos desborda y vemos nuestra pequeñez. ¿Qué podemos hacer?

“Rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies”. Por lo menos podemos orar. Y debemos hacerlo. Si no vemos otras razones, pensemos que Jesús mismo nos lo mandó.

Y continúa el evangelio mostrando las normas que Jesús da a aquellos 72 discípulos que van a salir a predicar en el nombre de Jesús.

¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: “Está cerca de vosotros el reino de Dios.” Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: “Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que está cerca el reino de Dios.” Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo.”

“¡Poneos en camino!”: Ante la realidad de que es mucho lo que hay para hacer, debemos movernos, ponernos en camino. Hay demasiados cristianos que creen les basta con asistir a misa y muy poco más. Muchos se creen instalados en sus seguridades sin descubrir lo que falta para que venga el Reino de Dios.

Para ponerse en camino, hay que prepararse. La preparación esencial es conocer a Jesucristo. Aquellos 72 no habían asistido a clases de teología, aunque debían saber lo principal de lo que enseñaba Jesús. Pero lo principal era el conocimiento vivo del Salvador.

Aquellos 72 acompañaban a Jesús y debían fijarse, no sólo en sus palabras, sino en sus gestos, en sus actitudes: cómo perdonaba a los pecadores, con qué bondad curaba a los enfermos y multiplicaba el pan para dar de comer a la multitud, cómo oraba y hablaba del amor del Padre celestial…

Por eso es que nos debemos esforzar por conocerle. Cuanto más le conozcamos, más le podemos amar y

mejor podremos predicarle, aunque no sepamos demasiadas teorías.

Reproducir el estilo de Jesús es lo principal de todo apóstol.

El verdadero apostolado no es fácil. Jesús les decía a aquellos 72: “Mirad que os mando como corderos en medio de lobos”. Lo primero que consideramos es que Jesús es el que nos envía, la iniciativa primera está en Él. Nosotros debemos estar disponible para que Él disponga de nosotros.

toma mi vida nueva

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antes de que la espera

Estoy dispuesta a lo que quieras, no importa lo que sea. Tú llámame a servir.

necesiten mis ganas de vivir,

donde falte la esperanza, donde falte la alegría

simplemente por no saber de Ti.

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“Como corderos en medio de lobos”. Este es un mensaje para trabajar con sencillez. La predicación no debe ser con prepotencia ni con métodos violentos. Debe ser con pobreza y desinterés por lo terreno. sólo así será creíble la misión. Los intereses terrenos son como lobos que pretenden impedir la misión.

Vivió y predicó en medio de la incomprensión de los que le rodeaban, especialmente de los poderosos en Israel. Su mensaje se oponía a la mentalidad de los poderosos en lo civil y aun en lo religioso, que le llevaron a la muerte.

Jesús había experimentado

en su propia carne lo de ser cordero entre lobos.

Esos “lobos” que rodearon a Jesús, también lo iban a hacer contra los discípulos. Jesús dice esa expresión no sólo para los 72, sino para todos los discípulos en siglos posteriores. Por eso no suele ser fácil la vida de un cristiano que quiere comprometerse con la empresa de Dios, pues sus criterios chocan con los criterios del mundo.

Jesús prefiere los medios pobres a los ricos. Un altavoz demasiado potente quizá molesta más que lo que convence. En la práctica es muy difícil calcular hasta dónde conviene la pobreza. Lo cierto es que debe ser una tendencia.

“No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias”. Es la invitación a la sencillez en los medios utilizados en la misión.

Y a veces es verdad. Hay ocasiones en que se organizan eventos religiosos y hay una gran preocupación por muchos detalles materiales, faltando quizá lo principal: Uno debe estar lleno de Dios para anunciar el Reino de Dios, ser evangelio viviente para predicar el Evangelio.

En el mundo moderno nos parece que se necesitan muchas cosas para anunciar el Evangelio.

Éstos habían recibido a unos predicadores que decían que lo más importante era la circuncisión. Lo hacían por motivos terrenales, por quedar bien. San Pablo responde con esta carta, cuyo final es:

Esto es lo que nos viene a decir hoy san Pablo en la segunda lectura, como conclusión de la carta a los gálatas.

Hermanos: Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo. Pues lo que cuenta no es circuncisión o incircuncisión, sino una criatura nueva. La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios. En adelante, que nadie me venga con molestias, porque yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu, hermanos. Amén.

La circuncisión, dice san Pablo, no cuenta. Lo que vale es estar crucificado al mundo por Cristo. Es tener a Cristo metido dentro de sí mismo. Entonces es una nueva criatura. Como diría san Pablo en otro momento:

Para mí vivir es Cristo, es Cristo.

Automático

Para mí

vivir es

Cristo.

Para mí vivir es Cristo, es Cristo.

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Era costumbre entre los orientarles que, al encontrarse con otra persona por el camino, comenzasen a conversar sobre la familia y otras circunstancias. La misión de Cristo urge prontitud en la acción.

Les dice Jesús a los 72: “No os detengáis a saludar a nadie por el camino”.

Cuando entréis en una casa, decid primero:

“Paz a esta casa”. Este es un gran anhelo de Jesús: que seamos

transmisores de la paz, la verdadera paz, la que proviene de la unión con

Dios. ¡Cuántas veces pronunciaría Jesús la

palabra hebrea “Schalom”, que es la paz

del Señor!

Schalom haverim

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Que encuentres la paz.

Que llegue la paz a todo tu hogar.

Que Dios viva en ti.

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También el profeta Isaías deseaba la paz a Jerusalén, como nos dice la primera lectura. Eran tiempos difíciles cuando el tercer Isaías, a la vuelta del destierro, encontró la ciudad desierta y destruida. Había que reconstruirla y levantar los ánimos abatidos.

Isaías 66, 10-14c

Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto. Mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes. Porque así dice el Señor: "Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados. Al verlo, se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como un prado; la mano del Señor se manifestará a sus siervos."

El profeta da aliento a los israelitas que han venido del destierro y les dice que se alegren porque van a encontrar una gran paz. Tanta que será como un río que corra por sus calles.

Todos serán

consolados.

Los discípulos no deben andar de casa en casa, les dice Jesús, sino permanecer en la misma casa. Esto es, deben convivir de modo estable, participar en la vida y en el trabajo de la gente del lugar y vivir de aquello que reciben en cambio, porque el operario merece su salario. Esto significa que deben tener confianza en el compartir.

El encargo de Jesús a los 72 es que curen a los enfermos y que prediquen el Reino de Dios. Curar a enfermos ha sido una labor muy importante en la Iglesia. Es una obra de misericordia. Jesús en otro lugar especifica: liberar a los poseídos del maligno.

Aquí el curar enfermos indica hacer toda clase de bienes.

 Anunciar el Reino no es en primer lugar enseñar verdades o doctrinas, sino llevar a las personas a un nuevo modo de vivir y convivir, a un nuevo modo de pensar y obrar, partiendo de la Buena Nueva que Jesús nos anuncia:

Dios es Padre, y, por

tanto, nosotros somos

hermanos los unos de los

otros.

Eso es lo que significa el “sacudirse los pies”. Dios dará a cada uno su merecido. Si uno ha trabajado bien, aunque no se vea, siempre habrá éxito.

Es posible que sean bien recibidos. Sigan predicando el bien. Pero habrá muchos casos en que no sean escuchados y quizá hasta perseguidos. En ese caso quédense tranquilos, porque han cumplido con su deber, aunque parezca no haber tenido éxito.

Termina el evangelio de hoy con la vuelta alegre de los discípulos a donde estaba Jesús.

Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”. Él les contestó: "Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo."

Informan con mucha alegría que, usando el nombre de Jesús, han conseguido expulsar a los demonios. Jesús les ayuda en el discernimiento. Si ellos han conseguido echar a los demonios, ha sido precisamente porque Jesús les ha dado poder. Estando con Jesús no les podrá suceder a ellos nada malo.

Los discípulos vuelven de la misión y se reúnen con Jesús para evaluar todo lo que han hecho.

Y Jesús les dice que lo más importante no es expulsar a los demonios, sino tener su nombre escrito en el cielo. Tener el propio nombre escrito en el cielo quiere expresar la certeza de ser conocidos y amados por el Padre.

Hoy Jesús sigue enviando a sus discípulos a predicar, a unos entre su familia con el ejemplo, a otros, por otras regiones. A todos nos dice:

Id por todo el mundo.

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Llevad la

Buena Nueva.

Llevad la

Buena Nueva.

Ved que os envío como ovejas entre lobos.

Os llevarán ante los jueces por mi causa.

Siempre seréis el testimonio de mi reino y yo os daré la salvación por recompensa.

Id por todo el mundo.

Automático

Llevad la Buena Nueva.

También la Virgen María caminó para llevar la alegría y la paz, alabando al Señor como nosotros debemos hacerlo.

AMÉN