133870305 del holocausto argentino al terrorismo islamico por noberto ceresole

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DEL "HOLOCAUSTO" ARGENTINO AL "TERRORISMO ISLÁMICO" Noberto Ceresole A la Inteligencia del Estado de Israel se le planteó un problema esencial a partir del segundo atentado terrorista de Buenos Aires ¿Cómo salir de una contradicción que podría dañar la imagen judía en el mundo, en un momento en que todavía se creía, en Occidente, que la aceptación del Plan de Paz por parte israelí parecía lograda? El problema era especialmente sensible en Europa, que había puesto "toda la carne en el asador" en el proceso del Plan de Paz, y sobre todo en asegurar a sus ciudadanos que esta vez sí, el Estado de Israel cumpliría con sus compromisos: se dijo hasta la saciedad que el Estado de Israel era un Estado-normal- democrático. En definitiva era políticamente imposible explicarle a los ciudadanos de la Unión Europea, donde el Estado de Israel carece de un lobby potente y unificado como él que existe en los EUA, que los atentados terroristas de Buenos Aires habían sido el producto de una confrontación -a muerte- entre dos concepciones del judaísmo (sionismo versus mesianismo nacional-religioso). Porque si ello era así, ¿Adónde iría a parar el Plan de Paz? La única salida percibida por la Inteligencia israelí es reforzar las agresiones políticas y psicológicas contra la Argentina. Surge el proyecto, entonces, de instalar en Europa la idea de que en la historia reciente del país del Plata había existido algo muy parecido a un "Holocausto". Si en la Argentina

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  • DEL "HOLOCAUSTO"

    ARGENTINO AL

    "TERRORISMO

    ISLMICO"

    Noberto Ceresole

    A la Inteligencia del Estado de Israel se le plante un problema esencial a partir del segundo

    atentado terrorista de Buenos Aires Cmo salir de una contradiccin que podra daar la

    imagen juda en el mundo, en un momento en que todava se crea, en Occidente, que la

    aceptacin del Plan de Paz por parte israel pareca lograda? El problema era especialmente

    sensible en Europa, que haba puesto "toda la carne en el asador" en el proceso del Plan de

    Paz, y sobre todo en asegurar a sus ciudadanos que esta vez s, el Estado de Israel cumplira

    con sus compromisos: se dijo hasta la saciedad que el Estado de Israel era un Estado-normal-

    democrtico. En definitiva era polticamente imposible explicarle a los ciudadanos de la Unin

    Europea, donde el Estado de Israel carece de un lobby potente y unificado como l que existe

    en los EUA, que los atentados terroristas de Buenos Aires haban sido el producto de una

    confrontacin -a muerte- entre dos concepciones del judasmo (sionismo versus mesianismo

    nacional-religioso). Porque si ello era as, Adnde ira a parar el Plan de Paz? La nica salida percibida por la Inteligencia israel es reforzar las agresiones polticas y psicolgicas

    contra la Argentina. Surge el proyecto, entonces, de instalar en Europa la idea de que en la historia

    reciente del pas del Plata haba existido algo muy parecido a un "Holocausto". Si en la Argentina

  • hubo un "Holocausto", los verdugos del "Holocausto" seran fcilmente identificables con el

    "terrorismo antisemita". La necesidad de fijar en la opinin pblica europea la idea de que en la Argentina haba existido un

    "Holocausto" era vital para cubrir ante el mundo no slo la magnitud de la crisis intrajuda, sino

    sobre todo para fundamentar la grave decisin original de responsabilizar a la sociedad argentina de

    esos atentados. As, cuanto ms grande sea el "Holocausto", mayores sern las posibilidades de que

    existan "verdugos antisemitas" misteriosamente conectados con el "terrorismo islmico". Ambos

    estaran unidos por su odio a los judos. La imagen del Holocausto argentino cumplira el rol

    propagandstico de las "armas de destruccin masiva" de Irak, que aparecen justo en el momento en

    que Israel destruye sus compromisos internacionales con el Plan de Paz. Un ex capitn de la marina argentina lleg a Madrid con ese objetivo, vital para la estrategia juda

    que deba evitar, al lmite de sus posibilidades, la existencia de cualquier duda sobre los autores de

    los dos atentados terroristas. Por ello haba que instalar en la opinin pblica europea la idea de que

    en la Argentina de la dictadura militar existi una especie de "Holocausto", aunque, naturalmente,

    en escala menor que el original alemn. Los autores del "Holocausto argentino" son los "nazis

    criollos", los "nazi-peronistas", los verdaderos autores de los atentados terroristas "antijudos" de

    Buenos Aires (1992 y 1994). No haba sido definido el peronismo, ya desde sus orgenes en 1945,

    como un movimiento nazi-fascista? Ahora esos nazis criollos habran actuado como cmplices del

    fundamentalismo islmico, manipulados, nada menos, que desde Tehern. Naturalmente nadie

    mencion en ningn momento la accin del Shin Beth, ni la del Mossad ni la de las Fuerzas de

    Defensa israeles, que proveyeron de asesores antisubversivos a todas las dictaduras

    iberoamericanas durante los aos 70 y 80, ni las ventas de armas del gobierno israel a todos esos

    gobiernos que practicaron el terrorismo de Estado. En esta herclea tarea de sustituir y de falsificar la realidad todos los actores reales del pasado

    juegan -ahora, en la imagen a construir- un papel muy diferente al que jugaron en la realidad de

    aquellos aos. La imagen aparece invertida. Por ejemplo, el Partido Comunista de la Argentina, hoy

    prcticamente inexistente, autor de aquella clebre definicin del peronismo como movimiento

    nazi-fascista a mediados de los 40, es ahora recordado y presentado en sociedad como una "fuerza

    democrtica". El movimiento guerrillero de los aos 70 en la Argentina, con toda su carga de

    herosmo generacional y su proyecto de construir una patria socialista a partir de la lucha armada,

    ahora aparece ante las nuevas generaciones como un grupo de idealistas que luchaban contra la

    injusticia. Lo que constituye, dicho sea de paso, una absoluta falta de respeto con aquellos miles de

    jvenes heroicos que murieron en el intento. No deja de asombrar, por su audacia extraordinaria, la idea de vincular al "nazi-peronismo" con

    formas radicales del islamismo actual. Dos fenmenos distintos pero sobre todo distantes en el

    tiempo. Es una estrategia muy til para Israel, ya que logra desviar el problema del terrorismo en

    lejanas latitudes hacia sus enemigos prximos ms temibles: Irn y Hezbollah. Pero sobre todo

    porque construye una cobertura que evita miradas indiscretas sobre el interior de la sociedad israel.

    Israel continuar siendo creble en Occidente mientras Occidente no "descubra" los verdaderos

    objetivos teolgicos que rigen el comportamiento de la fraccin dominante dentro del judasmo

    mundial. De paso destruye un mito: el del peronismo como movimiento popular de liberacin. Pero

    sobre esto ltimo hablaremos en captulos posteriores. Las piezas bsicas de este puzzle demencial -aunque convincente- son las siguientes: Instalar en la "conciencia europea" la idea de que en la Argentina de los aos 70 se produjo un

    "Holocausto sudamericano" con "30.000 desaparecidos".[1] Relacionar ese hecho con los atentados terroristas de Buenos Aires (Embajada de Israel, 1992,

    Asociacin Mutual Israelita Argentina, AMIA, 1994).[2] Darle una total cobertura lgica a esa continuidad histrica. "El periodista argentino Juan Jos

    Salinas Lpez declar ante el juez Baltasar Garzn que `hay un claro hilo conductor entre los

    crmenes de lesa humanidad perpetrados' por la ltima dictadura militar y los atentados posteriores

    contra la Embajada de Israel en Buenos Aires y la AMIA".[3]

  • Sealar al Irn como el instigador de los atentados (Congreso Internacional contra el Terrorismo,

    Buenos Aires, diciembre de 1997). "Representantes de los Estados Unidos e Israel sealaron al

    Estado islmico como responsable de los dos atentados ocurridos aqu".[4] Por lo tanto, el "nazismo

    criollo" insertado dentro del gobierno menemista no es ms que la "mano de obra nativa" del

    "terrorismo islmico" iran. Y as se cierra todo un "circuito lgico".[5] Otra versin de los atentados terroristas de Buenos Aires. La tesis de mis dos libros anteriores[6] y de otra investigacin ya publicada (en Amanecer N13,

    Madrid, octubre de 1997, reproducida en el Captulo 1 de este mismo libro) en relacin a los

    atentados terroristas sufridos por la Argentina, en donde habita una de las comunidades judas ms

    numerosas y significativas del mundo, parte de la constatacin de la fractura que desde hace

    muchos aos divide a la sociedad israel. Esos atentados terroristas se originaron a partir de los

    conflictos internos (intrajudos), y no son consecuencias ni de un conflicto externo (Israel versus

    "mundo rabe", por ejemplo), ni mucho menos de la existencia de grupos locales "nazis"

    misteriosamente manipulados desde Tehern, instalados dentro de la geografa poltica de la propia

    sociedad argentina. Este conflicto intrajudo se constituye, luego de la "cada de Mosc"[7], en uno de los hechos

    determinantes del sistema internacional, en un factor con capacidad para afectar la totalidad de su

    funcionamiento, por lo menos en Occidente, Oriente Medio y Golfo Prsico. Por lo pronto qued

    claro que es el lobby judo-norteamericano y no los polticos de Washington quien traza la poltica

    internacional de la "primera potencia del mundo". La creciente conflictividad entre el "fundamentalismo" judo y el laicismo sionista constituy, desde

    un comienzo, la hiptesis explicativa ms coherente para enfrentar con racionalidad los hechos de

    macroterrorismo ocurridos en Buenos Aires entre los inicios de la Conferencia de Madrid (orgenes

    de los llamados Acuerdos de Oslo y de Washington -explosin en la Embajada), y la delegacin de

    toda responsabilidad administrativa de Jordania sobre la Cisjordania (mismo da del atentado a la

    AMIA, Buenos Aires, 18 julio de 1994).[8] Es por ello que emerge la imagen difundida por el lobby judo norteamericano[9] ante la opinin

    pblica mundial, de una Argentina entre fascista y pusilnime, decadente e intrnsecamente

    perversa. Hay una relacin de causa a efecto entre la fractura del judasmo (y la forma mesinica

    que adopta su faccin hegemnica) y la "perversin" de la sociedad argentina. Es a partir de esa

    relacin que la Argentina ha sido introducida en ese nivel inferior de la poltica mundial,

    obligndola a una continua y sistemtica estrategia de despotenciacin nacional, instrumentada por

    las clases dirigentes nativas, que en gran parte hoy juegan a la oposicin al menemismo. Esta

    interaccin entre factores externos e internos determin el amplio margen dentro del cual se trata de

    explicar dos acciones concurrentes de macroterrorismo con fuertes implicaciones religiosas y

    geopolticas. En conjunto, una verdadera agresin exterior sobre la seguridad nacional de la

    Argentina. La Argentina no registraba antecedentes en ese sentido. Es por ello que muchos argentinos

    percibieron que esos actos de macroterrorismo eran de una naturaleza esencialmente diferente

    respecto del terrorismo secular e interior (antiestatal y paraestatal) que vivi ese pas durante los

    llamados "aos 70".[10] Por lo dems, la sociedad argentina -y contrariamente a las infamias que se propalaron antes,

    durante y despus de los macroatentados-, no era -ni es- una sociedad antisemita. En Argentina

    crecieron y sobre todo prosperaron con absoluta libertad de eleccin -personal y grupal- muchas

    generaciones de judos, y lo hicieron sin ningn tipo de condicionamientos, a diferencia de otras

    sociedades occidentales democrticas sealadas como modlicas.[11] La comunidad juda tuvo

    mucho ms "movilidad social" que cualquier otra comunidad de origen inmigrante, llegando a

    ocupar, en la actualidad, espacios sociales mucho ms prximos al vrtice que a la base de la

    pirmide social argentina. En rigor de verdad, ya no existen judos de la "clase baja" en la

    Argentina. El hijo del sastre judo inmigrante fue un vendedor de trajes, y su nieto es economista,

  • abogado o mdico. Pero como economista, abogado o mdico, est integrado a la tecnoestructura

    gran empresarial del pas. Mucho mayor xito, si cabe, tuvieron los miembros de la comunidad juda residente en la Argentina

    que actuaron en el campo de la cultura y de las empresas culturales. Son judos una proporcin muy

    alta de profesores universitarios, actores y funcionarios del Estado calificados. Ramas profesionales

    enteras, como el negocio del psicoanlisis, son dominadas por judos. Los judos controlan

    integralmente el mercado editorial y casi totalmente los medios de comunicacin. Un porcentaje

    desproporcionadamente alto (en relacin a la cantidad de judos per cpita existente en la Argentina,

    un 2% de su poblacin total, aproximadamente) de profesionales liberales son judos. Podramos

    ampliar la lista, pero ya es hora de plantear el interrogante: Qu extraas formas adquiere el

    antisemitismo en la sociedad Argentina! Qu anormal es este antisemitismo que durante dcadas

    permiti que los judos adquiriesen un poder descomunal, mucho ms all de la cantidad de judos

    residentes asumidos como tales! Ese poder se ha ampliado hasta llegar al paroxismo de los tiempos

    actuales. Pero ello ser tema de los prximos captulos. Hasta el momento la sociedad argentina -asolada por una crisis estructural y espiritual

    absolutamente indita- no encuentra en su seno las energas necesarias para reconstruir el verdadero

    significado del concepto "antisemitismo", que en su origen -y en lejanas latitudes- se expres como

    reactivo lgico ante el sentimiento de superioridad que asumi el mundo judo por sobre el mundo

    gentil, a partir del relato bblico (Antiguo Testamento).[12] Actualmente el mundo capitalista-

    occidental acepta con casi total unanimidad la "superioridad" religiosa de Israel[13], lo que

    intensifica y agrava el separatismo de las comunidades judas en muchos de los pases

    "hospedadores". El hecho de ser el "elegido de Dios" significa que "el pueblo de Israel" ha sido

    separado del conjunto de todas las naciones, al habrsele asignado -metafsicamente- una posicin

    superior. Y es la Biblia Hebrea, el Antiguo Testamento cristiano, quien provee de los falsos

    testimonios que "confirman" la diferencialidad de la "nacin" juda respecto de las otras naciones y

    de los otros pueblos. La guerra de los judos contra el mundo -el rigor y el sangriento salvajismo de los arrogantes

    "elegidos" contra los "inferiores" o humillados- es muy anterior al cristianismo. Esa guerra est ya

    prefigurada en los Libros que conforman el Pentateuco, as como en los llamados Libros Histricos

    y, en especial, en el Libro de Esdras. En todos ellos se narran atroces relatos de matanzas aberrantes

    practicadas o imaginadas -para el caso, es lo mismo- durante la conquista de Canan[14] y de otras

    tierras que supuestamente perteneceran al Eretz Israel. Es esa reivindicacin ideolgica y prctica

    de la violencia que hacen los judos lo que provoc la reaccin de algunos de los pueblos en los que,

    a lo largo de la historia, los propios judos buscaron un "hogar provisorio y pasajero". Las naciones que los haban "hospedado" reaccionan contra esa falta de lealtad que nace de

    suponerse "elegido": de all nace el "antisemitismo" (que por lo dems es un concepto que pertenece

    a una cosmovisin eurocntrica, muy alejada de nosotros). De lo contrario habra que explicar la

    historia de las persecuciones que sufren los judos a partir de una perversidad intrnseca y

    hereditaria de toda la humanidad no juda, que hoy representa, aproximadamente, un 97 o 98% de la

    poblacin total del planeta tierra. El hecho es que desde la aparicin de las primeras tribus hebreas hasta nuestros das hubo una

    "cuestin juda" que inexorablemente se planteaba all donde hubiera judos. Durante el Imperio

    Romano aparece la primera literatura claramente "antisemita". Cicern escribe: "Cuando Jerusaln

    era an poderosa y los judos estaban en paz con nosotros, el ejercicio de su religin resultaba

    verdaderamente incompatible con el brillo de nuestro imperio, con la majestad de nuestro nombre,

    con las instituciones de nuestros antepasados. Con mayor razn actualmente, ya que esa nacin ha

    demostrado con las armas sus sentimientos hacia nuestro imperio" (En defensa de L. Flaco, 28).

    Pero es Tcito quien con ms claridad define los principales rasgos del judasmo que perduraran

    hasta nuestros das: "Moiss les dio nuevos ritos, contrarios a los de los otros hombres. Porque a

    ellos les resultan prohibidas todas las cosas que nosotros tenemos por sagradas Estos ritos se

    defienden ahora con la antigedad. Los dems mandatos y siniestras ordenanzas se han ido

  • recibiendo merced a la horrible e infame malicia de los hombres. Porque toda la gente impa y

    malvada, despreciada la religin de su patria, lleva all ofrendas y tributos. sa ha sido la causa de

    que se haya engrandecido la nacin y el pueblo judos, as como su testarudez en la fe que tienen, y

    su disposicin a la compasin y a la caridad entre ellos, a la vez que odian a todos los que no son de

    su gente como a enemigos mortales La primera cosa que se les ensea y de la que se les convence

    es el menosprecio de los dioses, el dejar de amar a sus patrias y el no hacer caso de padres, de hijos

    ni de hermanos. De esa manera contribuyen a la expansin de su pueblo" (Historias, Libro V). Sera un buen ejercicio leer las agresiones terroristas sufridas por la Argentina, en sus dos etapas, de

    ejecucin y de posterior manipulacin (la "guerra ideolgica" posatentados, vigente hasta el da de

    hoy), a partir de Tcito. l coincidira con nosotros en afirmar que esas agresiones provinieron de

    grupos que integran el Estado de Israel, que estn en guerra con otros grupos del mismo Estado.

    Slo secundariamente apuntaron a la destruccin del "modelo argentino" (ello sucede en la etapa de

    "guerra ideolgica" posatentados).[15] Argentina qued de hecho incluida en el espacio de la doble contradiccin interior y regional que

    afecta no slo al Estado judo sino al mundo judo en su totalidad. La resolucin de la grave contradiccin interior que afecta hoy al Estado judo genera conflictos

    violentos, que luego exigen manipulaciones tpicas de guerra psicolgica para trasladar la

    responsabilidad de esas acciones criminales a las sociedades "hospedadoras", o bien al "terrorismo

    musulmn", o a ambos a la vez, como lo hace el juez Juan Jos Galeano, un mitmano patolgico al

    servicio del poder judo instalado en la Argentina. Esas manipulaciones ideadas como operaciones

    de guerra psicolgica por los servicios de inteligencia judo-norteamericanos, son siempre

    dramticas y profundamente conmovedoras, ya que tienen por objeto fijar, ms all de cualquier

    duda "razonable", a un enemigo externo satanizado, ubicado fuera del espacio de las

    contradicciones intra-judas, propiamente dicho. En este caso, ese enemigo es la alianza entre

    "terroristas musulmanes" y "nazis" locales. Durante la segunda semana de diciembre de 1997 se realiz en Buenos Aires el "Primer Congreso

    Internacional sobre el Terrorismo". El representante de los Estados Unidos en el Congreso, Raphael

    Perl, declar: "No tenemos pruebas directas de la participacin iran en los ataques de Buenos

    Aires, pero s sospechas muy fuertes que apuntan al gobierno de Irn".[16] El director del

    Departamento de Planificacin Poltica de Israel, Daniel Mokadi, otro de los participantes en el

    "Congreso", explic que el gobierno de Benjamn Netanyahu se plante decir " no seores, no

    podemos negociar mientras ustedes (los palestinos) estn abocados al terrorismo. El camino,

    entonces, es sostener la presin internacional, no sobre Israel, no sobre un asunto tan trivial como

    los asentamientos en el sur del Lbano, sino sobre la Autoridad Palestina, para que acabe con el

    terrorismo y se siente a la mesa a negociar".[17] La operacin de guerra psicolgica posatentados, una tpica accin de encubrimiento, tuvo y tiene

    por objeto intentar unificar al pueblo judo, diluir sus contradicciones internas, en un momento en

    que ellas estallan violentamente. Continuar haciendo de Israel un Estado creble en Occidente.

    Tambin estn orientadas a consolidar un "espacio pacificado"[18] en torno a las fronteras del

    Estado de Israel. Para ello se buscan responsables creblemente "antisemitas": musulmanes

    radicales y nazis tras-nochados, pero sobre todo, tras-plantados. Israel es un Estado al que gran parte de sus ciudadanos, esto, ahora, es evidente, desean confesional.

    Constituye un dato de extrema importancia el hecho de que ese Estado haya sido, la mayor parte del

    tiempo, conducido por social-sionistas laicizantes, en especial cuando ese Estado se encuentra

    sumido en una crisis indita en lo interno y lo externo. Son pblicamente conocidas las

    imbricaciones entre religin y poltica que han existido y existen entre los movimientos judos

    religiosos y los grupos terroristas. Con el transcurso del tiempo ese relacionamiento adquiere

    nuevas formas y fija nuevos enemigos en el mapa de la poltica interior y exterior. El problema

    terrorista ligado al fundamentalismo judo fue un mal endmico en la historia del Estado de Israel.

    En 1984, por ejemplo, dos grupos diferentes de fundamentalistas israeles fueron condenados -por

  • un brevsimo espacio de tiempo- por conspirar para volar el Domo de la Roca en Jerusaln, el tercer

    santuario ms sagrado del Islam.[19] La increble complejidad en la que est inmersa la cuestin de los atentados terroristas que hemos

    sufrido los argentinos dentro de nuestras fronteras proviene de las extraordinarias y dramticas

    implicancias estratgicas que encierran las explosiones de las bombas de Buenos Aires, que son dos

    tpicas agresiones exteriores a nuestra seguridad nacional. La "conexin iran" trat de fundamentarse a partir de una confluencia de necesidades tcticas y

    estratgicas de grupos de poder norteamericanos e israeles, a partir del objetivo comn de diluir la

    grave crisis ya mencionada- existente entre el laborismo y los colonos fundamentalistas judos dentro del Estado de Israel. Vista desde ese ngulo fue y es cada vez ms clara la hiptesis de que

    los atentados expresaron la lgica de una crisis intrajuda de naturaleza excepcionalmente grave. La falsedad de la hiptesis sumistrada inicialmente al gobierno argentino por los servicios de

    seguridad israeles queda doblemente demostrada en el lamentable espectculo que produce el

    canciller argentino en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas durante los primeros

    momentos del episodio; y en el rol tragicmico del juez Galeano[20], quien promete -apenas

    llegado de Venezuela en donde fue manipulado por la inteligencia norteamericana- que el pas

    entero se "caer de espaldas" ante las revelaciones que, de manera inminente, l mismo se encargar

    de realizar, a partir de las confesiones de un falso agente de origen iran. Es la primera aparicin en

    escena de Manoucheh Moatamer, quien le informa a Galeano, en Caracas ya en 1994, sobre la

    inminencia de un "tercer atentado" terrorista que an no se produjo. A finales de 1997 el seor Moatamer entra nuevamente en el escenario. Hace ya tres aos que vive

    en los Estados Unidos, sin embargo se mantiene muy bien informado sobre lo que sucede en el

    interior del gobierno iran. El juez Galeano lo sigue considerando, sin duda, un experto sobre

    "terrorismo islmico", ya que lo volvi a visitar en Los Angeles en donde el "arrepentido" iran le

    entreg documentos "clasificados" que sealan a Irn, por ensima vez, como promotor de los

    atentados[21] pasados, y responsable de los futuros an no realizados. Como se recordar, en 1994 el propio Moatamer anunci, ante el mismo juez-marioneta, la

    inminencia del "tercer atentado terrorista" an no devenido ("La realidad an-no-devenida" es el

    ncleo conceptual de El Principio Esperanza, magna obra del clebre filsofo judo-alemn Ernst

    Bloch). No se trat, esta vez, de la edicin de ninguna obra magna, ni siquiera de la explosin de

    ninguna bomba, sino de la difusin a travs de todos los medios existentes en el pas de los

    argentinos, de cuatro comunicados, firmados por la Presidencia de la Nacin (jueves 11 de agosto

    de 1994). La Secretara de Medios de Comunicacin anunci "la inminencia de un nuevo atentado

    del terrorismo internacional", que podra producirse en cualquier momento, en cualquier punto del

    territorio nacional (y, an, "en pases vecinos"), y sobre blancos no especificados. Nada ni nadie

    estara a salvo de una muerte probable a partir de ese instante apocalptico, segn la palabra oficial. Se impartieron rdenes de organizar y poner en "estado de alerta", slo en el mbito de la Capital

    Federal, nada menos que a "150 quirfanos y a 250 mdicos repartidos en 33 hospitales". Todo ese

    plantel sanitario estuvo reforzado por "50 ambulancias, tres equipos de terapia intensiva, una unidad

    de catstrofe, bancos de suero y de sangre" y un largusimo etctera preanunciadores de un drama

    inminente y sin precedentes, al menos en la Argentina. Como no poda ser de otra manera, las

    poblaciones de los grandes centros urbanos estuvieron a punto de entrar en pnico. En forma casi simultnea con la emisin de los comunicados oficiales, varios ministros del

    gobierno realizaron febriles consultas con los jefes de los partidos parlamentarios, en especial los

    "opositores". Les anunciaron que el poder ejecutivo est actuando en funcin de una "comunicacin

    oficial del gobierno de Israel, quien a travs de su embajador en nuestro pas inform al canciller

    argentino de esta posibilidad". Por lo dems, la hiptesis estaba avalada "y confirmada por

    organismos de Inteligencia nacionales e internacionales de mxima confiabilidad". Resulta altamente significativo que en su momento ninguno de los dirigentes "opositores"

    cuestionara la validez del supuesto a travs del cual se introdujo, desde el exterior y a partir de la

    propia jefatura del gobierno, un estado profundo de conmocin psicosocial en todos los niveles de

  • la poblacin argentina. Pero es decididamente repugnante que esas mismas personas se hayan

    llamado a silencio incluso despus del asesinato del general Rabin, en el cual sectores de ese

    gobierno judo de "mxima confiabilidad" actuaron y son responsables por accin y por omisin. Monoucher Moatamer, el origen de la informacin, reapareci misteriosamente en Quito, Ecuador,

    en 1995, con acusaciones contra diplomticos iranes, algunos de los cuales, luego se supo, haban

    dejado la Argentina unos seis aos antes de producirse el primer atentado de Buenos Aires. A pesar

    de que el seor Moatamer, como es lgico, no participaba de las decisiones del gobierno de Tehern

    (suponiendo que alguna vez haya pertenecido a ese gobierno), pareca y parece estar

    milagrosamente enterado de las ms ntimas conspiraciones del "fundamentalismo persa", todas

    ellas, como dijo el jefe del ejrcito de Israel, orientadas a minar la resistencia moral del "mundo

    libre". Aunque parezca increble, las declaraciones de este trnsfuga se han constituido en el

    fundamento ms slido -en verdad, en el nico argumento- sobre el que se ha construido la

    "investigacin" del juez Galeano. Desde un principio, el Juez Galeano, de manera manifiesta y pblica, se convirti en un verdadero

    ttere de los poderes judos que hoy ocupan la Repblica Argentina. Todas sus "pistas" conducen al

    vaco. Es el encargado de demostrar lo indemostrable: que un grupo "exterior" de inspiracin iran

    consum un complot con un grupo interior antisemita. La confluencia de ambos grupos fue el

    origen de ambos atentados, segn los poderes judos instalados en la Argentina. Este es el

    fundamento de una investigacin judicial que no es trgica y cmica al mismo tiempo, sino

    doblemente trgica, porque su desenvolvimiento en el tiempo va sealando signos cada vez ms

    manifiestos que se oponen a la viabilidad nacional de la Argentina. Nunca hubo en la Argentina

    autoridades "libremente elegidas por el pueblo" que hayan sido tan manifiestamente manipuladas

    por gobiernos extranjeros, y por grupos de inteligencia empeados en una confrontacin global

    contra una civilizacin, la islmica, que est siendo aceleradamente satanizada. Vista desde el extremo sur de la Amrica del sur, la idea de la "guerra entre civilizaciones" surge

    como una mera proyeccin estratgica de las necesidades israeles para sobrevivir en lo que los

    judos han transformado en un "medio hostil: el mundo rabe fracturado por la propia presencia

    israel en la zona. La inmensa mayora de la humanidad no tiene ninguna necesidad de esa guerra.

    Slo los judos la necesitan, y el seor Samuel Huntington la escribe para ellos.

    Nacin juda y Estado multinacional Algunos sectores de la sociedad argentina se estn acercando peligrosamente a la aceptacin de la

    vieja idea originaria de la Europa Iluminista por la cual debe existir una "emancipacin poltica" de

    la comunidad juda instalada como "husped" dentro de un Estado ajeno. Esa "emancipacin

    poltica" se podra resolver -se sugiere- aceptando una nacin distinta la "nacin juda"- dentro de un Estado multinacional. El Estado argentino ya ha reconocido la "independencia" de ciertas

    regiones administrativas vitales, como la ex Capital Federal, o Ciudad de Buenos Aires -donde

    existe la mxima concentracin demogrfica juda. De la misma manera podra reconocer dentro de

    s a un pueblo que se rige por leyes propias. Tampoco nunca como hoy, ni an en los tiempos de la total hegemona britnica sobre Buenos

    Aires, haba sido tan amplia la aceptacin y el consenso otorgado a esa situacin hipercolonial por

    la prctica totalidad del espectro poltico con representacin parlamentaria ("Todos somos judos"

    clamaron a coro los polticos "opositores", poco despus del 18 de julio de 1994). Tampoco se

    escuchan voces disidentes de ningn otro sector de la vida nacional: universidad, empresas, medios

    de comunicacin, sindicatos, etctera. Tampoco se escucharon luego del magnicidio del general

    Rabin. Casi todos saben o sospechan, pero nadie abre la boca. Tal vez la Argentina haya dejado de

    pensarse a s misma como comunidad de destinos. Tal vez ya se acepte como pas inviable,

    intervenible, digerible.

  • La "oposicin democrtica" -ya conocida popularmente en la Argentina como "sinagoga

    democrtica"-, desde el autotitulado "partido radical" hasta la "centro-izquierdista" FREPASO,

    tambin cumple fielmente con el rol asignado en esta tragicomedia. En un reciente informe

    redactado por esa "oposicin democrtica" en relacin con los atentados terroristas judos, destacan

    principalmente las crticas a la Suprema Corte de Justicia de la Repblica Argentina, quien fue la

    nica institucin en emitir un slido informe tcnico donde se seala que la de la Embajada (de

    Israel) no fue una "explosin" sino una "implosin": es decir, un estallido en el interior del edificio.

    La "oposicin democrtica" acusa a la Corte Suprema de Justicia de haber elaborado el antedicho

    Informe, cuyos estudios tcnicos fueron delegados en la Academia Nacional de Ingeniera, con el

    objeto de "producir el fracaso de la investigacin". Parece ser que los Acadmicos utilizaron, en

    este caso, una fsica y unas matemticas antisemitas.[22] El partido comunista llamado "argentino" -cuyos restos esperpnticos se autoincluyen en la

    mencionada "oposicin democrtica"- fue una de las fuerzas polticas que mayor y ms eficazmente

    colabor con la dictadura militar argentina, especialmente en sus comienzos, que fueron los tiempos

    de mxima represin (el aberrante "terrorismo de Estado", propiamente dicho). El origen de esa

    colaboracin se encuentra en el tipo de relaciones econmicas especiales que la dictadura militar

    haba establecido con la ex URSS, luego del embargo cerealero decretado por el presidente Carter

    contra Mosc, como represalia contra su invasin a Afganistn. El paraso del proletariado tuvo

    malas cosechas, como de costumbre, y necesitaba trigo urgentemente, y el ministro de economa

    argentino de la poca el tristemente clebre "Chicago boy" Martnez de Hoz- estuvo dispuesto a vendrselo. La fidelidad del comunismo criollo al rgimen militar fue total, slida y leal desde ese

    momento (existen innumerables ejemplos de este tipo de relaciones contra natura en la historia del

    movimiento comunista internacional, comenzando por la del propio partido comunista alemn,

    hasta la invasin de la Wehrmacht a la URSS). En esa inquebrantable amistad no influyeron los

    militantes comunistas "desaparecidos", muy probablemente por error o por desviaciones

    "guerrilleristas" individuales. Durante la etapa bipolar, la justificacin ideolgica de esta fusin de intereses entre la filial

    comunista en la Argentina y el gobierno militar de ese pas la elabor "cientficamente" el propio

    comunismo criollo, quien durante todos esos aos trgicos mantuvo una firme actitud

    antiguerrillera, que en algunos casos lleg hasta la propia delacin. Yo fui testigo involuntario, en

    Mosc, de algunas de la largas y nauseabundas cesiones donde los comunistas criollos lean ante las

    autoridades del PCUS infames y vomitivos informes contra las organizaciones guerrilleras que en

    ese entonces operaban en el pas. Gran parte de los dirigentes comunistas que viajaban a Mosc -al

    menos durante la poca en que yo fui miembro de la Academia de Ciencias de la URSS- eran judos

    radicados en la Argentina, un hecho natural en un partido en el cual el 90% de sus miembros eran

    judos ezquenazis inmigrantes de primera o segunda generacin. Ahora los despojos del ex partido

    comunista de la Argentina continan manteniendo su verdadera lealtad de siempre: visitan en

    Madrid al juez Garzn ofrecindole una versin hiperfalsificada de la historia de la Argentina

    contempornea. La nueva ofensiva antiiran: la VIII Conferencia Islmica El juez Galeano se manifiesta como una persona capaz de aceptar una hiptesis de trabajo falsa,

    pretender no darse cuenta de ello, y desarrollarla con voluntad y osada de "cruzado de la libertad",

    dentro del mejor estilo de la "guerra fra". La falsedad de la hiptesis radica en que los dos grupos

    acusados de ser los co-autores de los atentados -los nazis criollos y los "fundamentalistas" iranes-,

    jams se vieron la cara entre s. No hay ningn vnculo de ningn tipo que los una. Son dos

    universos absolutamente diversos, que en todo momento giraron y giran en rbitas distintas.[23] En

    sntesis, la investigacin judicial, hasta el momento, slo est basada en suposiciones

    proporcionadas por el ya mencionado Monoucher Moatamer, cuya credibilidad es igual a cero.

  • Absolutamente ninguna de ellas pudo ser demostrada, no digamos fehacientemente; siquiera, al

    menos, razonablemente demostrada. A ese montaje exterior se lo pretende articular con otro interior, ms endeble an: lo que el ministro

    judo Corach llama "las transacciones financieras (de algunos miembros de la polica de la

    Provincia de Buenos Aires) contemporneas con el tema del atentado (el de la AMIA)". Se trata de

    probar que la "conexin local" recibi dinero (nada menos que dos millones quinientos mil

    dlares!) del grupo terrorista iran por la compra de un "coche-bomba". El vehculo habra sido

    suministrado por esos oficiales de la Polica, a un precio ciertamente increble. Independientemente

    de que esta hipottica conexin no explica el primero de los atentados (el de la Embajada), tampoco

    se sustenta en ningn otro dato demostrado: Hubo coche-bomba en los atentados? En cuanto al

    dinero encontrado en cuentas bancarias de algunos oficiales de polica existe una explicacin

    mucho ms simple: cuentas paralelas de dinero negro producto de la corrupcin. Eso, en la

    Argentina, lo saben hasta las piedras. Para llegar a semejante estupidez se moviliz un tremendo y costoso aparato investigativo. "La

    justicia argentina tiene intervenidos, en este caso, 450 telfonos; tiene ms de 316 mil horas de

    escucha que son analizadas en forma permanente por 45 personas. Adems, la inteligencia argentina

    tiene a otras 55 personas dedicadas a esta investigacin. La Polica Federal tiene dedicada a esta

    investigacin una unidad especial antiterrorista con ms de 80 efectivos, adems de instalaciones,

    tecnologa, etc." (Declaraciones de Corach a mbito Financiero, en Jerusaln, el 7 de enero de

    1998). El seor Moatamer, como hemos dicho, vuelve a aparecer en escena hacia finales de noviembre de

    1997, cuando es entrevistado nuevamente por el mismsimo juez Galeano, esta vez en la ciudad de

    Los ngeles, EUA. Qu pudo haber dicho de nuevo el trnsfuga iran, tres aos despus de su

    primera misteriosa aparicin en Caracas, Venezuela? El nico diplomtico iran an presente en la

    vaca Embajada de Irn en Buenos Aires seal: "Lo que diga (Moatamer) no puede considerarse

    serio. En Irn fue condenado a diez aos de prisin por fraudes. Se escap y, como necesitaba

    refugio, ofreci informacin en agencias de inteligencia en Estados Unidos" (Abdolrahim Sadatifar,

    a La Nacin, el 29 de noviembre de 1997).[24] Pocos das despus, durante la primera semana de diciembre de 1997, se hizo presente en Buenos

    Aires el representante de una de esas agencias de inteligencia, el judo norteamericano Raphael Perl,

    miembro del Servicio de Investigaciones del Congreso de los EUA, que es el lugar donde funciona

    el principal lobby judo en ese pas. El seor Perl, que fue presentado en sociedad como

    "especialista en terrorismo", con toda seriedad, sostuvo: "Hay fuertes indicios de la relacin de Irn

    con los atentados, pero no hay pruebas concluyentes. Irn respalda a Hezbollah y usa personal

    diplomtico para preparar y llevar adelante ataques terroristas". Luego de tal originalidad, expres

    su opinin sobre Argentina: " un pas donde hay un dbil control fronterizo, con policas dedicados

    a cometer ilcitos y donde se puede corromper gente para conseguir armas y explosivos". Y como si

    esto no fuera suficiente, en la Argentina tambin " hay un sistema judicial relativamente dbil". (De

    Raphael Perl a Clarn, el 7 de diciembre de 1997). Hacia finales de 1997, poco antes del comienzo de la VIII Conferencia Islmica que tuvo lugar en

    Tehern entre el 9 y el 11 de diciembre[25] se produce, "casualmente", una "sbita resurreccin de

    la pista iran". Haca casi tres aos que no se hablaba del tema. De golpe, mgicamente, todo el

    mundo juega al sorprendido, especialmente los funcionarios argentinos. El inefable ministro de

    Asuntos Exteriores, seor Guido di Tella, el famoso inventor de la "poltica" de las "relaciones

    carnales" que Argentina debe mantener con los EUA, es uno de los "sorprendidos": "Pareca que la

    investigacin (sobre los atentados terroristas) no estaba produciendo ningn resultado, pero de

    golpe hay una acumulacin de hechos que tiene a todos muy animados". Ni los periodistas ni los

    funcionarios hablan sobre la naturaleza del "golpe de suerte" que ha animado a la investigacin

    judicial. Es lgico, porque l se llama: poltica norteamericana orientada a internacionalizar las

    hostilidades contra Irn.

  • Una vez ms, el gobierno argentino cumple al pie de la letra con sus "relaciones carnales" con los

    EUA. La "pista iran" emerge de sus cenizas, como un "ave fnix" tuerta y coja, en la fangosa

    periferia del mundo excluido. Ante esta realidad slo cabe reiterar el cansancio ante la torpeza

    manifiesta de los servicios de inteligencia norteamericanos e israeles, y ante la patolgica estupidez

    que sufren los 180 investigadores argentinos, segn Corach. Todos ellos pretenden demostrar con

    forceps una hiptesis ilgica e indemostrable por naturaleza, ante la mirada complaciente de un

    "gobierno" nativo de naturaleza cipaya, y en funcin de las necesidades coyunturales de

    Washington y Jerusaln orientadas a internacionalizar las hostilidades contra la Repblica Islmica

    de Irn. Como siempre sucede con los acontecimientos polticos en estos tiempos de globalidad, lo ms

    conveniente para comprender el comportamiento de una parte del sistema internacional -en este

    caso el llamado "mundo occidental"- lo mejor es estudiar las actitudes de algunos de los

    componentes concretos de ese mundo. El viejo mtodo hegeliano de ver en lo particular concreto

    una manifestacin "real" de lo universal abstracto es especialmente vlido. Lo universal abstracto es

    la existencia de una orden, producida por el vrtice de la pirmide de poder (en el "mundo

    occidental"), que seala la necesidad de aislar y acosar a la Repblica Islmica de Irn. Pero esa

    orden es procesada y cumplida -o incumplida- de forma muy diferente por los diversos

    componentes del sistema. Los componentes del sistema que estn fuera del control del vrtice de poder (EUA), como China,

    incumplen la orden. China sigue cooperando con Irn en el dominio de las tecnologas "sensibles".

    Los componentes del sistema que estn en la frontera del control que ejerce EUA -un da ms ac y

    otro ms all, incumplen o cumplen- la orden slo parcialmente: es el caso de Rusia o de la Unin

    Europea. La primera, continuando con sus exportaciones de tecnologa militar convencional a Irn;

    la segunda, restaurando sus conexiones diplomticas y sus negocios estratgicos (petrleo, gas,

    etc.). La verdadera naturaleza de la orden puede leerse en el comportamiento de los Estados perifricos

    totalmente subordinados al vrtice del sistema, como es el caso de esa repblica neo-bananera que

    es hoy la Argentina menemista. Ese y otros Estados que se conducen segn los dictados del

    "alineamiento automtico" cumplen la orden o mandato con prontitud y exceso. En esa forma de

    cumplirla -y no en su definicin terica original y genrica- est la verdadera naturaleza de la orden

    o mandato. Hace unos cinco aos atrs, la situacin era muy distinta. Argentina exportaba a Irn unos 2.000

    millones de dlares, con perspectivas de quintuplicar esa cifra hacia el mediano plazo. Desde

    Buenos Aires se exportaron a Irn, en plena guerra contra Irak, importantes stocks de armamentos

    convencionales y, una vez que ella hubo finalizado, enormes cantidades de alimentos. Hubo un

    intento de exportar tecnologa nuclear para usos civiles abortado por la accin de la diplomacia

    norteamericana y por la incipiente andadura de la teora de las "relaciones carnales" elaborada por el

    gobierno del seor Menem. A las pocas horas de producirse el segundo macroatentado terrorista en Buenos Aires, la Embajada

    de Israel, la de los EUA, as como la comunidad juda residente en la Argentina acusaron a Irn de

    ser el responsable de ese acto de terrorismo. Las relaciones diplomticas entre ambos pases se

    congelaron a nivel de secretarios de embajada. Poco tiempo despus, el nico representante

    diplomtico de Tehern en Buenos Aires sufri un atentado terrorista -un motorista encapuchado lo

    bale en la va pblica y a la luz del da- y salv la vida milagrosamente. Mientras tanto, lo que

    prometa ser una relacin bilateral extraordinaria entre dos pases econmicamente

    complementarios, qued en la nada: el intercambio comercial actual entre los dos Estados es

    mnimo. El hecho de base fue que el gobierno argentino se haba doblegado absolutamente a los dictados de

    los intereses judos, y a travs de esa va, comenz a cumplir la orden de acoso a Irn con celeridad

    y exceso. Actualmente, el gobierno argentino aprisionado por la comunidad juda residente en la

  • Argentina, est desarrollando una campaa antiiran que podramos definir como histrica e

    irracional, al mismo tiempo. A partir de una hiptesis "antiterrorista" que parece elaborada por cretinos y para cretinos, carente

    de toda coherencia, carente sobre todo de testigos fiables y de mviles racionales, la Argentina neo-

    bananera est hoy en la vanguardia de la lucha de Occidente contra el demonaco mundo musulmn. Un aspecto especialmente grave de la hiptesis antiterrorista adoptada e instalada en el origen del

    "conflicto" Argentina-Irn -que no es un conflicto original, sino derivado- es que ella hace tabula

    rasa con importantes conclusiones tcnicas y jurdicas elaboradas y difundidas por la Suprema

    Corte de Justicia de la Repblica Argentina, que es el mximo organismo del Poder Judicial de ese

    pas. El desarrollo de esa hiptesis antiterrorista, en este caso concreto, implica realizar un previo

    descuartizamiento de los poderes pblicos del devenido pseudo Estado neobananero, socio junior de

    la OTAN. El tratamiento que el mundo judeo-cristiano le ha dado a los atentados terroristas de Buenos Aires

    es el mismo que le otorga a los innumerables atentados terroristas que jalonan el conflicto rabe

    israel. Los bombardeos judos al Lbano, por ejemplo, son definidos como "acciones militares". Las

    respuestas militares de la resistencia nacional libanesa son "actos terroristas". No existe un slo

    sealamiento que indique el origen de los atentados que se producen en numerosos pases rabes, en

    Egipto y en Lbano, particularmente, excepto que ellos son el producto del "terrorismo islmico":

    fantasma genrico detrs del cual estara siempre el omnipotente y omnipresente Estado Iran. Ni el

    Estado ni las organizaciones militantes judas han cometido jams ningn acto de terrorismo. Es

    ms: por definicin no existira un terrorismo judo, stricto sensu. En este mismo espacio ideolgico las matanzas argelinas son acciones del "terrorismo

    islmico".[26] El asesinato de Rabin, el crimen justiciero de Goldstein y otros cientos de atentados

    producidos dentro de las fronteras del sacrosanto Estado de Israel siempre fueron el producto,

    naturalmente, de "locuras individuales". Y, por supuesto, est penalizado judicialmente cualquier

    intento de relacionar al fundamentalismo judo, que es inexistente, segn los cnones occidentales

    actuales, con los atentados de Buenos Aires.[27] Lo nico cierto es que, en la escala del Oriente Medio y del Asia Central, se est acelerando un

    proceso militar y estratgico orientado a cercar para luego eliminar- a la Repblica Islmica de Irn. Se est buscando aceleradamente una "tierra de paso" para los ejrcitos de "Occidente" que

    tendrn que luchar contra el "oscurantismo persa", ahora en este primer conflicto intercivilizaciones

    contra el "no Occidente". Alguien, muy pronto, reivindicar la funcin histrica de la "democracia

    griega" contra las "dictaduras orientales"; es probable que se busque la reedicin de la victoria de

    los atenienses sobre los persas en Salamina (449 adc). Pero en ese momento otros debern recordar a Jenofonte, quien en su Anbasis, nos habla de los

    "10.000 inmortales", que no eran ms que mercenarios griegos, arqueros de asalto, montados y con

    alta movilidad, es decir, combatientes provistos de una tctica en ese entonces revolucionaria. La

    religin de los "10.000 inmortales" estaba articulada en torno a las revelaciones de Zaratustra, que

    en definitiva fundamentaban una moral social basada en la equidad, en la sinceridad y en la radical

    diferenciacin entre el bien y el mal. Como dira Nietzsche, un germano "irracional", fustico y

    antiiluminista, las revelaciones de Zaratustra estn en las antpodas del decadente relativismo moral

    occidental actual. Ciro II (559/529) afianza su hegemona sobre todo el territorio persa, somete a las

    ciudades griegas de Asia Menor y anexiona el norte de la India; funda, en trminos de Toynbee, el

    primer "imperio universal" de la historia, pero es especialmente recordado por haber autorizado el

    retorno de los judos a Palestina. En el Libro de Esdras se relata ese retorno, y el tipo de relaciones

    excepcionales que se haban establecido entre el judasmo exiliado en Babilonia y el Imperio Persa. Argentina e Israel La no existencia de salidas a la hiptesis suministrada por los grupos operacionales norteamericanos

    e israeles, sumada a la actitud beligerantemente antigubernamental que desde un comienzo asumen

  • las instituciones sionistas/judas de la Argentina ("falta de seguridad"), determinan que la nica

    poltica de futuro para esas organizaciones sea aumentar su capacidad de penetracin en las

    instituciones representativas del Estado argentino, especialmente en la comunidad de los servicios

    de inteligencia. Hacia ellos se orienta la artillera de grueso calibre: all estn los "nazis" que

    sabotean el desarrollo "normal de la investigacin". All estn los responsables que impiden que se

    verifique gloriosamente, a la manera de los "happy end" hollywoodianos, la brillante hiptesis de

    conflicto suministrado por las inteligencias norteamericana e israel. La sociedad argentina en su conjunto entendi que el atentado fue "una cuestin interna de los

    judos". Lo que los judos llaman el "antisemitismo de la sociedad argentina" es en verdad su an

    fuerte identidad de pas joven y su identificacin con un proyecto nacional an indefinido, pero

    intuido y deseado con fervor. Incluso una continuidad organizada de "operaciones psicolgicas" buscaron incriminar al Ejrcito -

    ya balbuceante y en avanzado proceso de desaparicin- en esta grave coyuntura nacional. Surgieron

    una serie de represalias por haber sido una de las pocas voces institucionales que inicialmente (slo

    inicialmente) se levant con dignidad en ese pas, censurando la presencia de la "Task Force"

    israel. Esas represalias constituyen seales manifiestas de la direccin que toma la confrontacin

    entre la dirigencia sionista y la sociedad argentina. Naturalmente, la actual estructura ideolgica del llamado "Ejrcito Argentino" no resisti los

    embates de las organizaciones judas. Cedi, como es su costumbre, en toda la lnea, incluso en el

    campo de la "produccin doctrinaria", que hoy est en manos de un intelectual judo de bajo nivel

    acadmico y sin ninguna experiencia positiva en el campo del pensamiento militar. La globalizacin de los conflictos es uno de los elementos fundacionales de la actual etapa del

    sistema internacional. Es evidente que la lucha contra las tendencias globalizadoras en defensa de la

    autonoma nacional es una estrategia que no debe quedar limitada al campo econmico-financiero. En ese sentido, la hiptesis es que el origen de los atentados es exterior respecto de la Argentina y

    est localizado no tanto en el llamado conflicto del Medio Oriente. El origen de los atentados est

    localizado ms bien en los esfuerzos globalizantes que se realizan desde el Oriente Medio hacia el

    Asia Central a fin de extender un conflicto mundial intercivilizaciones: una futura guerra mundial. El nacional-judasmo y el social-sionismo son la expresin de un mismo proyecto globalizante

    (como objetivo final) pero estn profundamente diferenciados entre s por una concepcin

    antagnica respecto de la metodologa a implementar para su consecucin. El proyecto social-

    sionista fue claramente expresado por el propio Shimon Perez en un famoso libro editado en

    momentos en que promediaba el desarrollo del llamado "Plan de Paz". El Estado de Israel debera

    crear un espacio geopoltico sin conflictos en Oriente Medio, y ponerse a la cabeza de un "mercado

    comn" regional dentro del cual sus instituciones actuaran de "vanguardia tecnolgica y

    econmica". El proyecto social-sionista exiga y presupona un "espacio de paz" bajo el control

    judo, pero con cierta participacin marginal de Estados y comunidades rabes. El proyecto nacional-judo actualmente vigente pretende consolidar un "espacio pacificado" bajo

    control israel siguiendo el "modelo" de los actuales campos de concentracin en donde hoy viven

    los palestinos en Palestina. La expulsin de las poblaciones "rabes" del Eretz Israel es

    absolutamente vital y prioritario, y para ello se deben emplear medios militares. Quedara as

    constituido un espacio econmico en el cual las poblaciones originarias estaran totalmente

    excluidas de todo tipo de decisiones, un espacio verticalmente jerarquizado en lo poltico, lo racial y

    lo tecnolgico. La lucha entre esas dos concepciones, que tiene un vital componente religioso, es la que origina

    todos los conflictos violentos que estallan dentro del espacio judo. La confrontacin de ambas

    concepciones ser un hecho decisivo y posiblemente fatal para la continuidad histrica del Estado

    de Israel, segn la visin social-sionista originaria, y segn, asimismo, la visin religiosa

    tradicionalista, opuesta desde siempre a los proyectos terrenales del sionismo. Tomando como hilo conductor la historia del Estado de Israel desde su fundacin hasta nuestros

    das, vimos cmo el proyecto de globalizacin se complic ms en una crisis interior que en una

  • crisis fronteriza; y vimos cmo ambas envuelven a ese Estado, provocndole, entre otras cosas, un

    decrecimiento demogrfico nunca registrado hasta estos momentos (paliado provisoriamente por los

    inmigrantes rusos y de otros pases del ex "campo socialista", que se han convertido en los peores

    verdugos del pueblo palestino). En contra de que el grupo autor del atentado sea musulmn concurrieron desde un comienzo una

    serie de evidencias.[28] La fuente originaria de la que surge la "reivindicacin" del atentado (pocas

    horas despus de producirse) es la delegacin del Mossad en Buenos Aires, quien identifica a los

    supuestos autores del hecho sealando a una organizacin islmica absolutamente desconocida, y

    calificndola como una escisin del Partido de Dios. Hezbollah es un grupo ligado a Irn y a Siria

    en el plano regional, cuyo gobierno neg terminante, a las pocas horas de producida la explosin,

    toda participacin en el hecho. La propia organizacin y los servicios de seguridad del gobierno

    libans negaron tambin la autora, fabricada por una fraccin del Mossad, que es la que "asesora"

    al gobierno argentino. Asimismo es sabido que histricamente existieron muchas "escisiones" en el

    mundo rabe/musulmn, en especial en la "zona de seguridad" del Sur del Lbano (bajo control

    israel), casi todas ellas manipuladas por el propio Mossad.[29] En favor de que el grupo autor del atentado est relacionado con el Estado de Israel, con los grupos

    judos nacionalistas que en ese momento estaban pujando para modificar drsticamente los

    fundamentos ideolgicos de ese Estado, concurri la circunstancia de que los conflictos internos

    dentro del Estado judo se agravan de da en da en funcin de una "guerra" entre

    "fundamentalistas" y "social-sionistas". La frontera que separa a los bandos en conflicto es muchas

    veces indefinida, pero penetra profundamente en todos los aparatos de seguridad del Estado judo.

    En este sentido, el gobierno de Rabin se encontr incapacitado para oponerse a las maniobras de

    cualquiera de la facciones, ya que la denuncia de esa fractura perjudicara de manera irreversible al

    judasmo en su totalidad. Finalmente cae asesinado por otro judo, hecho que convierte la

    mencionada fractura en un cisma infranqueable: entre los judos entre s y entre stos y el "mundo

    gentil". Cuando se resquebraj definitivamente aquella vieja forma de "gobierno mundial" llamada

    bipolaridad, basada en la "capacidad de destruccin mutua asegurada", el conflicto se diluye en una

    vasta gama de conflictos, y la capacidad que anteriormente exista para detectar al "enemigo" se

    convierte sbitamente en una herramienta inservible. La multiplicidad de conflictos es el hecho

    relevante. La inexistencia de sujetos histricos definidos mantiene indefinida la naturaleza del

    conflicto. En el momento en que los estrategas occidentales, israeles incluidos, comienzan a percibir no la

    "desaparicin" del "enemigo", sino su re-encarnacin en una cantidad muy grande de conflictos, en

    ese punto el enemigo comienza a ser el propio conflicto. Y la gran dificultad con que se tropieza es

    que no existe el instrumental intelectual adecuado para resolverlos porque son de naturaleza distinta

    a los anteriores. Durante la etapa bipolar, por ejemplo, los conflictos internos dentro del Estado de

    Israel, nunca se manifestaron con el grado de violencia (poltica, militar, territorial y religiosa) que

    tienen en la actualidad. En ese entonces exista un enemigo externo perfectamente definible. La cada de la bipolaridad hace que el principal conflicto que debe enfrentar el Estado de Israel sea

    de naturaleza interior. Ese conflicto debe leerse no slo en clave poltica, territorial, militar y

    estratgica, sino especialmente en clave teolgica: la construccin del Israel bblico es la aspiracin

    bsica de importantes grupos de poder dentro de ese Estado con vocacin teocrtica que haba sido

    gobernado, la mayor parte del tiempo, por laicos. De all surge la enorme fuerza que tiene, entre

    otros, el movimiento de los colonos judos de las zonas ocupadas: los verdaderos dinamitadores del

    "proceso de paz" palestino-israel. Los colonos han conformado un ejrcito paralelo que recibe pleno apoyo y cobertura de las fuerzas

    armadas y de los servicios de seguridad israeles, y de la casi totalidad de los aparatos del Estado

    Judo. Pero el poder de los colonos -entendidos como parte visible de un enorme iceberg anclado en

    profundidad dentro de la sociedad y del Estado de Israel- no nace slo de la boca de sus fusiles, sino

    de su interpretacin fundamentalista del judasmo. Este ejrcito paralelo, esta situacin irreversible

  • es el principal desestabilizador regional y el insuperable, aunque no el nico obstculo del "proceso

    de paz" en el Medio Oriente. El movimiento colono-fundamentalista est adems articulado

    alrededor de varios partidos y grupos, la mayora de los cuales, o escapan al control de los aparatos

    de Estado israeles, y/o mantienen relativa hegemona sobre ellos. En muchas partes del mundo las distintas formas de guerras no slo han retornado a sus viejos

    moldes nacionales: se manifiestan a travs de conflictos internos que la bipolaridad haba

    postergado. El conflicto territorial ha reemplazado totalmente al conflicto "ideolgico". Y en la

    mayora de los casos la cobertura cultural de los conflictos civiles-territoriales es de raz religiosa.

    Esta mutacin es particularmente evidente en Oriente Medio, donde algunas organizaciones

    palestinas, como la OLP, han trocado asimilacin ideolgica (e, incluso, cultural) por asentamientos

    territoriales (autnticos Gulags rodeados de enemigos armados) que pretenden adoptar la forma de

    Estado. Ante esa asimilacin de las organizaciones rabes laicas (que encuentran cada vez mayor

    similitud con partidos socialdemcratas pertenecientes a Estados hasta ayer enemigos de Palestina),

    surgen con vigor los movimientos musulmanes identitarios, que en Occidente se denominan

    "fundamentalismo islmico", con el obvio sentido de minusvalorizarlos. Las organizaciones judas internacionales (con un centro director que es el eje israel-

    norteamericano -que funciona con la metodologa del ex PCUS- y delegaciones dependientes)

    coexisti y sobrevivi a la guerra fra. Su objetivo principal, la supervivencia nacional del Estado de

    Israel, lo logr a travs de tres movimientos simultneos: participando activamente en la guerra fra

    contra el enemigo comunista a travs de guerras de baja intensidad en distintas partes del mundo;

    imponindose en guerras convencionales dentro de la propia regin, y articulando la actividad de

    las "delegaciones nacionales" con el objeto de que ellas se constituyan en organizaciones

    subalternas y disciplinadas de un gran ejrcito al servicio de la supervivencia del Estado judo. La supervivencia del Estado de Israel hubiese sido un hecho imposibe e impensable sin la

    activsima participacin que han tenido, desde la fundacin de ese Estado en 1948, las principales

    delegaciones "nacionales" del sionismo internacional. Cuanto ms importante era la comunidad

    juda inmigrante (o de origen inmigrante) instalada en un pas determinado, tanto mayor era la

    importancia militar que el sionismo le adjudicaba a esa delegacin/destacamento. Es dentro de esta

    lgica inexorable que muchas personas de origen judo pero que no se manifiestan como judos,

    quedan prisioneras de un proyecto que le es ajeno en la mayora de los casos, individualmente

    considerados. Son las organizaciones "delegadas" designadas por el judeo-sionismo las que lo

    representan institucionalmente. As, las comunidades judas juegan un papel militar y paramilitar de

    primera magnitud en todos y en cada uno de los combates entablados por el Estado judo contra sus

    enemigos regionales (mundo rabe-musulmn), contra sus enemigos globales (ex URSS) y, ahora,

    en el conflicto civil interior. La "conexin espaola" y la historia argentina Tiene poco que ver con la condena a los supervivientes de la dictadura militar argentina. Esa

    conexin tiene un texto y un contexto bien distintos. Como lo demostr la periodista argentina

    Gabriela Cerruti, quien public una extensa conversacin con el ex oficial de la marina argentina

    Alfredo Astiz. Esa conversacin transformada en "reportaje" es importante por las ingerencias que

    pretenden realizar algunas fuerzas polticas espaolas, que aspiran a intervenir, nada menos, que en

    la historia de la Argentina, cuando ellas mismas no tienen para nada claro cul fue la historia de la

    propia Espaa. Cabe destacar que la periodista Gabriela Cerruti es un miembro destacado del mal llamado

    movimiento de los "derechos humanos", que de manera sistemtica compara la Argentina de los

    aos 70 con el "Holocausto nazi". En relacin con el "arrepentimiento" del capitn Scilingo y su

    "milagrosa" puesta en libertad por el juez Garzn, el mal llamado movimiento de los "derechos

    humanos" en la Argentina trata de crear un clima internacional orientado a demostrar que en la

    Argentina de los aos 70 existi un "Holocausto sudamericano". De all se derivara que la "mano

  • de obra desocupada" de la poca de la guerra sucia se ha convertido ahora en fuerza de choque

    antisemita en la Argentina. Esto fue incluso sealado en los ltimos das por la prensa francesa, que

    record que el gobierno de Pars le solicit al gobierno argentino una "declaracin de

    responsabilidad del Estado", similar a la pronunciada "por el presidente Jacques Chirac sobre la

    entrega de 75.000 judos a los campos de exterminio nazi por parte del rgimen de Vichy".[30] Personalmente creo que lo dicho por Astiz no fueron "declaraciones periodsticas" propiamente

    dichas, sino fragmentos de una conversacin informal publicados sin su consentimiento. Por lo

    tanto, el anlisis no puede derivar hacia un inexistente complot militar actual, lo que sera ridculo

    por definicin, dada la anemia operativa del aparato militar. Es ms bien una maniobra del ncleo

    judo que controla y financia el movimiento de los "derechos humanos" en la Argentina

    (recordemos que estamos hablando de "humanistas" que nunca condenaron la poltica de Israel

    sobre Palestina, pero que sin embargo viajan a la Jerusaln ocupada con una periodicidad

    inquietante). Ese grupo tiene por misin prioritaria "demostrar" que los dos atentados de Buenos

    Aires no fueron acciones intrajudas. Yo no necesito gastar ni un miligramo de tinta para demostrar mis diferencias con Astiz. Fui uno de

    los actores de las "fuerzas irregulares" que en los aos 70 contribuimos a desolar a la Argentina; por

    lo tanto estuve y estoy enfrentado con hombres como Astiz. Por ello mismo sostengo que es

    absolutamente vital, hoy ms que nunca, poner en claro los principales ejes por los cuales discurri

    el segmento de la historia de la Argentina que hoy pretende ser utilizado por el complot judo que

    opera desde Espaa y otros pases en contra de los verdaderos intereses del pueblo argentino. La "guerra sucia" en la Argentina[31] Guerras revolucionarias y guerras contrarrevolucionarias: del mundo bipolar al mundo apolar. La larga vigencia de la bipolaridad produjo un profundo impacto paralizante sobre una superficie

    muy amplia y diversificada de procesos revolucionarios que se desarrollaron en puntos muy

    alejados entre s dentro del mundo excluido. La negatividad de ese impacto consisti en el hecho de

    que fue imposible evitar trasladar a cada proceso nacional especfico y diferenciado una dicotoma

    global que exclua y satanizaba, simultnea y respectivamente, a sectores sociales y grupos

    culturales e institucionales cuyos intereses originales en el interior de cada nacin no eran

    necesariamente opuestos. Las oposiciones irreductibles e irreconciliables surgan no del conflicto interior en s; no del

    contexto nacional especfico, sino de la insercin de esos conflictos en un marco ms amplio, que

    era la confrontacin bipolar. Fueron las consecuencias de esa insercin, y no la naturaleza

    especfica del conflicto nacionalmente localizado, lo que hizo que diferentes sectores sociales,

    diferentes franjas culturales y religiosas asumieran posiciones antagnicas entre s, dentro de una

    dialctica destructiva y autodestructiva que slo pudo existir en un ambiente ideolgico de

    confrontacin global determinado por la guerra fra. As, los conflictos sociales y militares que se agitaban dentro de cada sociedad nacional, todos ellos

    encorsetados por la bipolaridad (que fue un proceso totalizador abarcante desde lo estratgico hasta

    lo teolgico) se transformaban en dicotomas interiores insuperables que, finalmente, condujeron a

    todas las alternativas de cambio, inexorablemente a todas, hacia un callejn sin salida. El fracaso de

    las guerras revolucionarias sell un destino catastrfico dada la mortal mimetizacin con el enemigo- para las guerras contrarrevolucionarias "victoriosas". El mundo contemporneo,

    dominado por el "derecho a la ingerencia", es el fiel testigo de la muerte de ambas concepciones. La catstrofe se origin a partir de la aceptacin universal del falso hecho de que en esas sociedades

    el enfrentamiento se deba plantear como un conflicto bsico entre sociedad ("revolucin") y Estado

    ("contrarrevolucin"). Ese es el punto de inflexin que hoy puede ser visto como el principal factor

    inviabilizador de todos los procesos de cambio que podemos registrar en todas las regiones de la

    periferia excluida durante las ltimas dcadas.

  • Se lleg al absurdo de que la totalidad de los contendientes aceptaran la inexorabilidad de que los

    presupuestos de la guerra revolucionaria estaban basados en una lucha contra el Estado, realizada

    desde un "foco", desde un "ejrcito irregular" o desde un proceso insurreccional "de masas".

    Inversamente, la ptica correlativa pero inversa, dio por supuesto el hecho de que el Estado era el

    Alczar de la guerra contrarrevolucionaria; es decir, que se lleg a aceptar como natural la mortal

    patologa de que el enemigo estaba "en" la sociedad. La conjuncin de ambas aberraciones conceptuales elimin de raz la posibilidad de conocer las

    contradicciones existentes entre cada "Estado contrarrevolucionario" y la estrategia global

    confrontativa del "mundo occidental" contra el "comunismo sovitico". Fue as que ese Estado lleg

    a convertirse -por aceptacin y autoaceptacin- en el instrumento principal de "ese" mundo en

    confrontacin global con el "otro" mundo. Cada uno y todos los movimientos revolucionarios en el no Occidente, o en la periferia de

    Occidente, debieron aceptar contenidos filosficos provistos por el "otro" mundo, que no estaban en

    absoluto en su naturaleza original. La mayora de las veces debieron presentarse como

    "universalistas" (en oposicin a los "nacionalismos histricos") y como laicos o ateos, en oposicin,

    casi siempre forzada por motivos ideolgicos ilegtimos, a una religiosidad popular y a una

    reflexin teolgica que, por ello, finalmente, jugaron en favor del Estado-Alczar.

    Naturaleza de las "nuevas agresiones" Dentro de un entorno internacional donde predomina la certidumbre de que en el futuro las

    relaciones en ese plano estarn signadas por un empleo creciente de la fuerza militar Argentina

    sufre un nuevo tipo de agresin exterior simbolizada en el atentado terrorista judo del 18 de julio

    de 1994. Estamos hablando no de agresiones "ideolgicas" sino de acciones militares que se cobran un alto

    nmero de vctimas argentinas dentro del territorio argentino realizadas por fuerzas de origen no

    argentino. Cada da que pasa cobra ms entidad el supuesto por el cual ese tipo de agresiones proviene no de

    "grupos terroristas" descontrolados sino de organismos de inteligencia adscriptos a Estados -o a

    fracciones de esos Estados- con los cuales el gobierno argentino actual dice estar en situacin de

    "alianza o sociedad estratgica". Sbitamente, como obedeciendo a un plan previamente elaborado surgi una pattica galera de

    perversas acusaciones y falsas exculpaciones. En la prctica todo termin ms oscuro que antes.

    Ahora no slo muchas ms personas son conscientes de que desde hace dos dcadas estn viviendo

    una historia de pesadillas, tambin intuyen que se estn ensayando explicaciones deliberadamente

    superficiales. Un falso y no deseado sentimiento de culpa trata de sustituir al anlisis histrico

    riguroso y responsable. Hemos visto por todos los medios de comunicacin a los prototipos de todos los personajes

    imaginables, desde un ex sargento de la Polica Federal con figura de rata de albaal, hasta

    comandantes de instituciones militares que se sienten obligados, por lo que ellos definen como una

    cuestin elemental de supervivencia institucional, a defender a un sistema poltico que tiene como

    uno de sus objetivos principales la destruccin de las propias instituciones militares. Hemos visto a

    representantes de "organizaciones de derechos humanos" que, a voz en cuello, juraron que jams

    perdonarn, con lo que pretenden negarle al conjunto de la sociedad argentina cualquier salida

    poltica razonable. Hemos visto a ex militares arrepentidos que hablan no de procesos histricos

    sino de culpas personales, reales o ficticias. Hemos visto a dirigentes de las "fuerzas irregulares" de

    aquellas pocas, unos impulsando descaradamente una intencin de voto en favor del gobierno,

    otros haciendo un llamamiento, nada menos que a las Naciones Unidas, instndolas a mandar una

    comisin investigadora con capacidad de expedirse sobre problemas internos, no ya de la actualidad

    argentina sino de la historia argentina.

  • Hemos visto todo lo esperpntico, lo absurdo y lo oportunista que es posible imaginar. Lo que no

    hemos visto por ningn lado es la verdad. Es decir, la voluntad firme y sostenida de organizar un

    relato sobre la secuencia lgica que va de lo autobiogrfico hasta nuestros proyectos de futuro. Lo primero es clarificar la posicin personal de cada uno durante aquellos momentos dramticos.

    Argentina necesita de autobiografas, como nunca en su historia. La autobiografa tiene que ser el

    punto de partida de cualquier opinin y anlisis no slo competente, sino adems creble. A partir

    de la autobiografa -que de una vez por todas debe sustituir a la "ficha" personal archivada en los

    "servicios"- podemos entrar, recin, en el segundo momento, en el anlisis histrico propiamente

    dicho, tomando como marco un perodo ms amplio que los propios hechos directamente

    relacionados con las consecuencias del golpe de Estado de 1976. Es necesario estudiar, como

    mnimo, la etapa inmediatamente anterior y la inmediatamente posterior a ese hecho. De otra

    manera quedan ocultas otras aberraciones, como la derrota de Malvinas originada en defecciones y

    traiciones internas, y no en la supuesta "superioridad tecnolgica del enemigo". Vuelven a plantearse los grandes interrogantes a que los militantes de mi generacin an no han

    respondido. Estaba justificada la decisin de iniciar una lucha armada? Cul fue el motivo por el

    cual esa lucha apunt esencialmente a las fuerzas armadas y no a los ncleos del poder poltico y

    econmico? Por qu la lucha armada devino en formas aberrantes de terrorismo? Yo desarrollo

    alguna de estas cuestiones en uno de mis libros (Nacin y Revolucin, Argentina: Los aos setenta,

    Ed. Puntosur, Buenos Aires 1988): "La poltica insurreccional no pudo acercarse, no pudo ver jams donde estaba el centro de

    gravedad del sistema de poder del oponente". Su terrorismo orientado hacia las fuerzas armadas establecidas que constituan parte de la periferia del sistema interior de poder- determin que: "Las acciones de la guerrilla no slo no desarticulan el sistema de poder existente: lo dejan intacto". Sin duda alguna muchos se beneficiaron con esta metodologa del comportamiento poltico-militar,

    que hoy puede ser perfectamente analizada tanto en sus componentes internos cuanto externos. La

    misma fue utilizada, posteriormente, aunque en forma simtricamente opuesta, por las fuerzas

    contrainsurreccionales, entre ellas la Iglesia institucional. Dos doctrinas militares fueron

    simtricamente "importadas" sin que mediara ningn tipo de procesamiento interior: la

    "insurreccional" y la "contrainsurreccional". Guerra revolucionaria, fuerzas armadas e Iglesia. La "teologa de la eliminacin": una relacin

    centro-periferia

    Durante la etapa bipolar, la teologa elaborada por las Iglesias Universales, en especial la Catlica

    Romana desde el reinado del polaco Woityla, fue proyectada hacia la periferia del "mundo

    excluido". Ello produjo un incremento en el grado de perversin del comportamiento poltico y

    social de la "clase eclesistica", directora del catolicismo institucional argentino. Esa "teologa proyectada" del Centro hacia la Periferia del sistema se transform en un pensamiento

    anticristiano en dos dimensiones fundamentales: en lo que respecta a las relaciones del hombre con

    Dios y en lo que respecta a las relaciones con el prjimo. En el caso argentino la "proyeccin teolgica" -enmarcada en la doble circunstancia de la guerra

    fra y de una profunda corrupcin dentro del Estado Vaticano- origin una situacin tal vez nica en

    la Historia: la justificacin de que haba un 'Untermensch' a destruir, el "subversivo", y que l est

    ubicado en el interior de la sociedad nacional. Las "desapariciones" no hubiesen sido posibles sin la preeminencia de una teologa -que actuaba

    bajo la forma de ideologa de una Iglesia Universal inmersa en una confrontacin a vida o muerte

    con la otra mitad del mundo. En la Argentina del siglo XIX se haban sucedido muchas guerras

    civiles. En ellas se cometieron actos de salvajismo por ambos bandos (el de los "civilizados" y el de

    los "brbaros") pero eran actos donde se producan muertes, no desapariciones.

  • La desaparicin -esto es, empujar a un connacional vivo desde un avin en vuelo para que su cuerpo

    se desintegre al chocar contra la superficie del agua- slo puede ser explicada a partir de una

    teologa central/universal aplicada en la periferia y fundamentada en una confrontacin global,

    dentro de un mundo bipolar. Se violaron todas las Leyes de la Guerra slo porque haba un sostn

    teolgico que permita esa operacin esencialmente inmoral. Se haba traicionado, profunda e

    irrevocablemente, el deber del hombre hacia Dios y la concepcin de la responsabilidad hacia su

    prjimo. A mi modo de ver una autoubicacin biogrfica dentro de un proceso histrico que es relativamente

    reciente resulta un punto de partida insoslayable. Slo a partir de l, creo, nuestras opiniones y

    nuestros actos del presente -y no slo nuestro juicio histrico- pueden cobrar sentido. En lo personal inici esa autobiografa, de una manera an muy parcial, en un libro ya citado

    fechado en febrero de 1987 y editado en 1988 (Estado y Revolucin. Argentina: los aos setenta,

    Ed. Puntosur, Buenos Aires, 1988) Tratar de sintetizarlo. En 1973 -para tomar un ao simblico- yo tena exactamente 30 aos y una

    docena de libros publicados. Es decir, era un lustro mayor que la mayora de los militantes y tena

    un cierto prestigio personal y un cierto conocimiento del mundo. En ese sentido, si bien no puedo

    decir que fui integrante o dirigente de una u otra organizacin revolucionaria, sino "consultor" de

    varias de ellas, tena mayores conocimientos y, por lo tanto, mayor responsabilidad moral (limitada,

    porque tampoco tuve una gran capacidad decisional). Recordemos que entre el Ejrcito Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros se movan, con

    mucha contundencia, un amplio espectro de organizaciones menores. Cuando se produjo la fractura

    del ERP, hacia 1973, las conducciones de algunas de esas organizaciones adoptan una serie de

    trabajos tericos mos -algunos de los cuales fueron publicados, sin firma, en la Revista Liberacin.

    Tanto ellos como mucha otra gente en este pas saban algunas cosas bsicas sobre m: mi relacin

    con la Revolucin Peruana, mis contactos con Mosc, mis frecuentes visitas a Madrid para

    entrevistarme con el general Pern, y mis buenas relaciones con un sector muy importante de

    oficiales jvenes del ejrcito argentino y con algunos hombres de la dirigencia de Montoneros. Eran

    muchos los oficiales del ejrcito que estaban a favor de un acuerdo con las organizaciones armadas

    que se proclamaban peronistas y eran muchos los militantes del ERP que no comprendan el

    antiperonismo -de origen trotskista- de la cpula de esa organizacin. De esa crisis nacen nuevos

    grupos con el propsito de virar hacia el peronismo, y me proponen que acte como su

    representante en esa operacin. En sntesis -muy en sntesis- mi experiencia dentro y fuera del pas durante esos aos me permite

    afirmar que, con prolongada anterioridad al golpe de Estado de 1976, exista en las organizaciones

    armadas "irregulares" la voluntad, las doctrinas y una incipiente infraestructura para plantear la

    guerra, a la que se imaginaba -no poda ser de otra forma- como guerra civil. Generalmente no se

    menciona este hecho, y se pretende convertir a quien en vida fue un combatiente en una vulgar

    vctima. El golpe militar de 1976 encuentra a las organizaciones armadas irregulares muy debilitadas. En

    alguna medida ya haba sucedido lo peor: Triple A y Tucumn, Azul y Monte Chingolo. Las

    grandes derrotas militares de la guerrilla en la Argentina. Es por ello que la represin militar propiamente dicha destroza no tanto a unas organizaciones

    armadas ya debilitadas, sino a la periferia superviviente de los grupos armados. Automticamente

    ella arrastra a una gran cantidad de autnticos inocentes. En esta etapa s aparece la figura relevante

    de la vctima. Y sobre esta etapa, ms que sobre la anterior, se estructuran la casi totalidad de las

    "organizaciones humanitarias". En su mayor parte ellas estn dirigidas por familiares de vctimas y

    no de combatientes. Creo que hasta el momento nadie seal que las vctimas fueron el subproducto

    necesario de un combate anterior. Es obvio que a lo dicho anteriormente le faltan dos dimensiones fundamentales: una mayor

    explicitacin del marco histrico real en que nos movamos y una clarificacin respecto de los

    motivos que animaron a parte de una generacin a lanzarse a la lucha armada.

  • Respecto del marco histrico concreto es necesario sealar un punto bsico. Hasta 1975 exista una

    gran cantidad de canales de comunicacin entre los principales actores. En las fuerzas armadas an

    no se haba consolidado lo que despus fue una frrea voluntad antiinsurreccional. En definitivo, creo que es vital para el anlisis histrico comprender que durante un perodo muchas

    cosas pudieron ser muy distintas. En lo que respecta a las motivaciones, lo que se produjo fue un enfrentamiento entre una idea de

    justicia (socialismo) y una concepcin occidental-nacionalista que vea peligrar los llamados

    valores tradicionales. Lo trgico del caso es que ambas motivaciones, en sus expresiones de

    aquellos tiempos, estaban ya fuera de la historia. No es para nada arbitrario sostener que el triunfo

    del neoliberalismo globalizante fue la resultante inexorable de aquellos acontecimientos.

    Las "buenas intenciones" Argentina contina viviendo dentro de una celda de engaos, aun sabiendo, como sabe, que todo

    engao es autoengao. Vive enmaraada en una mezcla cada vez ms nauseabunda de pseudo

    ingenuidad y falsa astucia. An no ha logrado definir quin es el enemigo. Algunos siguen

    pensando que el mundo entero es el enemigo, y otros creen que el enemigo caer en la trampa si se

    le ofrece, sin compromiso, el beso fraternal: intentan escapar del enemigo con la vana pretensin de

    engaarlo. Seguimos empeados en ver y en escribir la historia de manera primitiva: como una

    lucha entre buenos y malos, entre ngeles y demonios. Segn quin la escriba los roles se

    intercambian. Tal vez en ese primitivismo est la causa de todos nuestros males. Despus de la "cada del muro" se ha convertido en una tarea muy ardua, al menos para m, definir

    lo bueno de lo malo. Sin duda el "socialismo real" fue, en una medida sustancial, un gran engao,

    que slo serva para definir un falso punto de referencia. Pero lo cierto es que todos -o casi todos- los grupos poltico-militares de Argentina y Amrica

    Latina, durante varias dcadas, tenan como punto de referencia algn proyecto socialista,

    ligeramente ms ac o ligeramente ms all del "socialismo real". En todo caso gran parte de los

    problemas estratgicos, operativos y logsticos se resolvan en La Habana, que copi del socialismo

    real sovitico hasta el ltimo tornillo. Hasta donde yo s los soviticos estaban muy poco interesados en los procesos insurreccionales de

    Amrica Latina. Inicialmente protegen al Che Guevara, a travs de los "servicios" de la Repblica

    Democrtica Alemana, hasta cierto punto. Luego el Partido Comunista Boliviano inicia un

    desmarque que fue seguido por otros Partidos y que lleg hasta el final de la dcada de los 70. Es

    muy sabido que la posicin que llevaba a Mosc la dirigencia del PC argentino era decididamente

    antiinsurreccional. En mi ltimo viaje a Mosc -agosto de 1995- mantuve una larga reunin con Mario Monge, quien

    vive all "exiliado" desde los sucesos del "Che". Mario Monge era el secretario general del PCB en

    el momento en que, sorpresivamente, el Che aterriza en Bolivia y le solicita apoyo para desarrollar

    un foco. Su visin retrospectiva del proceso revolucionario latinoamericano, como "hombre de

    Mosc", es altamente ilustrativa. Al mismo tiempo, en los dos grandes servicios de inteligencia soviticos el GRU y la KGB-, pero especialmente en el primero de ellos, se abri camino la idea de las ventajas estratgicas que

    ofrecan los proyectos de cooperacin militar con algunos ejrcitos de la regin, partiendo de la

    experiencia peruana. En lo personal tuve mucho que ver con este proceso, ya que mis libros sobre la

    revolucin peruana (la del general Juan Velazco Alvarado, iniciada en 1968) y otros anlisis

    militares regionales eran material de consulta obligatoria en todos los centros decisionales de

    Mosc, civiles y militares, polticos y acadmicos. Desde hace casi tres dcadas, los que fabrican

    "inteligencia" en la Argentina me acusan de haber sido "agente de la KGB", cuando en rigor de

    verdad mis relaciones con Mosc estaban mucho ms consolidadas con el "aparato" militar que con

    la inteligencia "interior" sovitica.

  • Lo que podramos llamar el "modelo sovitico" de acercamiento organizativo y tecnolgico con

    algunos ejrcitos de la regin, que se consolida a partir de la experiencia peruana, de la que fui

    protagonista, no estaba fundamentado en ninguna concepcin del mundo generosa o altruista, sino

    en la imposibilidad militar de proyectar poder hacia una regin tan alejada. Sigue siendo un misterio para m por qu la Inteligencia cubana y, en especial, el Departamento de

    Amrica del CC del PCC de aquellos aos, rechaza tajantemente la opcin sovitica -la de la

    cooperacin militar, all donde fuese posible- con los ejrcitos establecidos de Amrica Latina. En rigor de verdad los cubanos tenan cierta capacidad para proyectar poder militar sobre la regin,

    pero siempre que se tratara de conflictos de baja intensidad. Mantuvieron esa capacidad hasta hace

    relativamente poco tiempo con sus dos ltimos grandes fracasos: la experiencia del M19

    colombiano y el apoyo logstico al MIR chileno. El aventurerismo del Departamento de Amrica -nos referimos a su vieja estructura y no a la actual-

    se proyecta en el tiempo mucho ms all de la sangrienta aventura foquista. Recuerdo que durante

    mi ltimo viaje a la Isla, en 1990, cuando ya los rigores del derrumbe sovitico se sentan con

    mucha fuerza en La Habana, fue el propio comandante Pieiro ("Barbarroja") quien me impuls a

    estrechar vnculos, en la Argentina, con el coronel Seineldn, jefe de los "carapintadas", quien en

    ese momento gozaba de prestigio en el CC del PCC, por su anterior actuacin en Panam. Tengo entendido que el alejamiento del comandante Pieiro, cuya barba ya no era roja, como en los

    viejos tiempos, sino totalmente blanca, produjo una profunda reestructuracin de ese famoso

    Departamento y, afortunadamente, una revisin profunda de metodologas. Ello nos alivia, porque

    en estos momentos slo una sistemtica revalorizacin de la memoria histrica de los argentinos

    puede restaurar las heridas que en el pasado inmediato asolaron a su sociedad. En esta reflexin no

    pueden existir "santuarios". Y, desgraciadamente, el viejo Departamento de Amrica debe ser

    considerado como un factor interior de la poltica y de la "guerra civil" argentina de aquellos aos.

    Excluirlo de la reflexin significara excluir a uno de los actores principales de nuestro drama

    nacional. En rigor de verdad tanto las fuerzas armadas como la guerrilla fueron vulgares "actores de reparto";

    segundones que aparecan como fachada tras la cual operaban intereses que, en uno y otro extremo

    del espectro ideolgico, estaban en discordancia tanto con el inters nacional como con las

    necesidades reales de nuestro pueblo. Se trat de un espectculo no slo cruel sino tambin

    grotesco. Mientras los irregulares pretendamos imponer por la fuerza un proyecto que no slo

    estaba en crisis sino ya herido de muerte, los regulares, amparados en la enorme fuerza legitimatoria

    del Estado, defendieron -con una brutalidad de la que luego carecieron en la Guerra del Atlntico

    Sur- un modelo de dependencia, de subordinacin nacional y de profunda injusticia social. Finalmente ese modelo revierte en contra de las instituciones militares establecidas, ya que l le

    transfiere a esas instituciones no slo la responsabilidad de lo ocurrido en el pasado sino la

    gravsima culpa de la indefensin del presente. El gran ganador, en definitiva, fue el "sistema", que

    logra autoperpetuarse tanto bajo la forma de una dictadura como bajo la forma de una

    "democracia". Volviendo al rol jugado por el Departamento de Amrica, diremos que la segunda percepcin

    estratgica que incide en el comportamiento internacional cubano tena relacin con su asfixia

    geopoltica. La posicin insular de la Revolucin Cubana necesitaba desesperadamente ampliar el

    espacio vital y, como fuese posible, continentalizarse. Este es un hecho que no puede ser valorado -

    como dira el general Haushofer- desde un ngulo moral sino desde la lgica de las "leyes" que

    rigen los grandes procesos histricos. Lo grave es que esa justa estrategia de supervivencia se canaliz a travs de polticas dominadas por

    el aventurerismo foquista. Predomin la vigencia cultural de un "modelo" que demostr ser exitoso

    slo en las muy especiales circunstancias de la Cuba de fines de los aos 50. El aventurerismo foquista fue una estrategia excluyente, de una natura