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  El teléfono sonó cuatro veces. Eran las 3:47 de la mañana y el teléfono sonó cuatro veces, seguramente él también se despertó cuando preguntaste “¿Quién eres?” ¿Acaso saltaste de la cama para huir de su mirada al escuchar mi voz? No colgaste, aunque pudiste, aunque te hablé entre ron y lágrimas te quedaste hasta el final, hasta que dije “No te vayas” y fue entonces que te fuiste. ¿Me dirías si yo estaba en ti cuando volviste a su almohada? Todo se acabó a las cuatro y cuarto. Me quedé en ruinas, devastado, alejándome del teléfono y de ti mientras tú volvías a dormir, a su lado. ¿Conservarás el recuerdo, el de mi voz, mis sentimientos, al otro lado del Mar? Ahora que te has ido sólo me queda imaginar que el teléfono sonará cuatro veces y que, en una de esas veces, volverás.

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  • El telfono son cuatro veces.

    Eran las 3:47 de la maana

    y el telfono son cuatro veces,

    seguramente l tambin se despert

    cuando preguntaste Quin eres?

    Acaso saltaste de la cama

    para huir de su mirada

    al escuchar mi voz?

    No colgaste, aunque pudiste,

    aunque te habl entre ron y lgrimas

    te quedaste hasta el final,

    hasta que dije No te vayas

    y fue entonces que te fuiste.

    Me diras si yo estaba en ti

    cuando volviste a su almohada?

    Todo se acab a las cuatro y cuarto.

    Me qued en ruinas, devastado,

    alejndome del telfono y de ti

    mientras t volvas a dormir, a su lado.

    Conservars el recuerdo,

    el de mi voz, mis sentimientos,

    al otro lado del Mar?

    Ahora que te has ido

    slo me queda imaginar

    que el telfono sonar cuatro veces

    y que, en una de esas veces,

    volvers.

  • Abenamar Ortega Ybarra se va a Portugal el viernes y esta noche fue su cena de

    despedida. Abenamar es un hombre carismtico y un magnfico escultor, de ah que

    media comunidad artstica de la ciudad ya estuviera ah para cuando llegu a su casa,

    todos lo admiran y ha sido mi amigo por varios aos pero, para serte honesto, no fui a

    esa cena por l sino porque Claudia estara ah. Iba en mi tercer whisky cuando la vi

    brotar de entre los escamosos intelectuales como un oasis de cordura envuelto en un

    vestido azul oscuro que resaltaba sus ojos color aceituna y su largo cabello, largo

    como el pasillo que nos separaba y como todas las palabras que no me atrevo a decir.

    Me puse tan nervioso que me tom el whisky de un solo golpe y me volv hacia la mesa

    de los tragos para no tener que verla ms; no s si eran las luces, el alcohol o el saber

    que me faltaban doce toneladas de coraje para volver a hablarle a una mujer tan

    devastadoramente interesante pero me dola mirarla, era como si sus facciones

    afiladas me cortaran las retinas y en medio de ese ardor en los ojos me pas por la

    cabeza la ltima conversacin verdadera que hemos tenido, la noche en la que me

    habl acerca de Fromm y The Art of Loving a lo que yo repliqu citando canciones de

    Stevie Wonder como el petulante que soy; record su risa esa noche, record su

    ligereza de palabra y la curvatura de sus pestaas. Fue intil darle la espalda para

    evitarme la tortura de su belleza porque su belleza me asalt desde los rincones de

    mis recuerdos y creo que fue en ese momento cuando me di cuenta de que estoy

    irremediablemente enamorado de ella. Estaba preparndome otro trago como excusa

    personal para no voltear de nuevo cuando escuch su voz junto a m.

    Lzaro, aqu ests.

    Lo dijo as de natural, con el alivio y la soltura de alguien que encuentra a quien lleva

    buscando toda la noche y a quien ha conocido toda la vida. El sobresalto hizo que

    agitara de ms la botella y terminara con un vaso rebosante de whisky, a ella le

    pareci gracioso y a m me pareci aterrador, por qu estoy tan nervioso? Nunca he

    estado nervioso frente a una mujer! Realmente estoy enamorado de la novia de

    Abenamar? Acaso es la crisis de los 40 pegndome a los 29? Estaba helado,

    confundido, hipnotizado por su voz que deca que a, ese paso, yo sera el primero en

    caer rendido pero trat de mantener la calma; si caigo ser noqueado pero al menos

    dar pelea y me atrev a sonrer aun sabiendo que acababa de escupir la lnea ms

    inspida que esta mujer habra escuchado en toda su vida, a pesar de todo me puse la

    mscara de confianza que necesitaba para voltear hacia ella y la mir directo a los

    ojos. Dar pelea para caer noqueado es el colmo de la mediocridad, mejor pelea hasta

    ganarlo todo, dijo antes de quitarme el vaso de whisky y beberlo completo, luego

    sonri. Segu mirndola a pesar del escozor en los ojos y ella sigui mirndome sin

    siquiera parpadear para despus volver por el pasillo por el que haba llegado y

    desaparecer entre sombras y extraos.

  • El ruido, los intelectuales, el vaso de whisky, el vestido azul, el pasillo, Portugal,

    Abenamar, el tiempo y mi esqueleto, todo se deshizo.

    Y qu hago ahora, ms all de escribir esta carta? Claudia Escalante se va con

    Abenamar Ortega Ybarra a Portugal en tres das y tal vez no vuelva a verla jams. Se

    va y no volver a verla, suena familiar? Si fusemos cercanos, N, te pedira que me

    extendieras la invitacin a la casa que tienes en Lugo (segn lo que le una vez) para

    usarte de pretexto y desaparecer a los tres das para emprender el viaje con direccin

    a Lisboa y caminar por Odivelas hasta toprmela y que ella sepa que miento al decir

    que tal encuentro es una obra de la casualidad, que sepa que cruc el ocano y pas

    das enteros vagando por las calles de una ciudad a la que nunca haba ido con el nico

    propsito de verla de nuevo - eso sera decirle que la amo sin decirlo directamente,

    confesrselo no en prosa sino en verso y Claudia Escalante es eso, es verso sin

    estructura pero cargado de ritmo y cadencia y la amo ms de lo que imaginaba pero

    esta confesin se queda en las palabras porque s que nada de eso pasar y es lo nico

    que s con claridad, todo lo dems no se me revela.

    Dime qu sigue. Son palabras al aire pero quiero creer con todo lo que tengo que

    puedo construir un puente a ti con este trozo de papel y me ests sintiendo en este

    instante, te estoy arruinando el desayuno en Madrid o la sesin de trabajo en

    Barcelona con una peticin absurda que no sabes cmo te ha llegado pero que resuena

    en tu cabeza: dime qu hacer. No sabes cmo ni por qu pero sabes que soy yo quien

    se ha metido a tu mente y quien necesita tu consejo con desesperacin. Dime qu

    sigue, dime qu hacer.

    Nada, eso es lo que nos une, y hasta en la nada me dueles.

    Pero hasta en la nada me ayudas.

    No quiero que Claudia me duela como me dueles t.

    Voy a decirlo. La llamar maana. No, mejor la llamo ahora, dir que estoy ebrio y

    tendr razn pero qu importa, le dir que sta es mi forma de pelear hasta ganarlo

    todo o hasta caer noqueado en el ltimo round, que me vale madres Abenamar Ortega

    Ybarra con todo y su Premio Nacional de Bellas Artes y que podr ser un farsante que

    es maestro de da y poeta en las noches aunque slo sea en la cocina azul de un

    apartamento vaco pero que la amo con la locura que su novio desperdicia y que los

    dems temen aceptar, que la amo porque es verso y porque, como todo buen verso,

    me sacude y me lastima las entraas. Puede que me rechace y me llame demente, que

    me tache de borracho ridculo y de terrible amigo pero nada sera peor que verla

    partir sin saber si volver y sin haber tenido la oportunidad de decirle todo lo que

    senta para luego pasarme una vida escribindole cartas que nunca enviar.

  • Eran las 3:47 de la maana cuando el telfono son. Los ltimos invitados a la

    fiesta se haban ido menos de una hora antes, Claudia y Abenamar estaban rendidos y

    no llevaban ni 30 minutos en la cama cuando el telfono celular de ella los despert a

    ambos. Claudia tom la llamada del nmero desconocido tras el cuatro tono.

    Quin eres?

    Lzaro.

    Claudia, entre dormida y despierta, no estaba segura de quin llamaba an.

    Abenamar estaba tan cansado que slo pudo entreabrir los ojos al escuchar el timbre,

    refunfuar y volver a acomodarse en la almohada.

    Qu-quin?

    Lzaro. Lzaro Nantes. No cuelgues, por favor.

    Lzaro? Qu pasa, por qu me llamas a esta hora?

    Porque hay algo que debo decirte, es importante.

    No podras decrmelo por la maana? La fiesta acaba de terminar y nosotros

    No puede ser en la maana, debe ser ahora.

    Por qu?

    Porque creo que no tendr el valor de decirlo despus.

    Ests borracho?

    Lo estoy, pero no importa. Tienes que escucharme.

    Est bien, pero esprame.

    Para ese momento, Claudia ya haba abierto los ojos por completo. Abenamar, por

    su parte, haba vuelto a roncar. Ella se levant de la cama cuidadosamente y camin

    descalza fuera de la habitacin.

    Ya est, dime qu pasa.

    Abenamar est durmiendo?

    Si, acabbamos de acostarnos cuando llamaste.

    Y saliste de la habitacin para no despertarlo?

    Por qu es que eso te importa? Slo habla.

    Importa, mucho.

    S, sal del cuarto para no despertarlo.

    Y en dnde ests ahora?

    En el pasillo de la habitacin cerca de las escaleras, hace fro y estoy muy

    cansada, eso basta? Por favor dime lo que tienes qu decir, necesito dormir.

    Lzaro estaba en su cocina, forrada de mosaicos azul turquesa notablemente viejos

    y percudidos por el paso del tiempo. Sentado frente a una pequea mesa cuadrada,

  • bebi un trago ms de ron que no es su licor predilecto pero que era lo nico que

    quedaba en su apartamento. Claudia aprovech la pausa en la conversacin para

    sentarse en el primer peldao de los escalones y suspir con resignacin, algo en ella

    le dijo que esta sera una madrugada difcil.

    Y bien?, dijo ella.

    Acabo de escribirle una carta a Nicols.

    Quin es Nicols?

    Un renombrado arquitecto mexicano que reside en Espaa y que resulta ser mi

    padre , dijo con irona.

    Hace tiempo me dijiste que no tenas contacto con tu pap, desde cundo le

    escribes?

    Se podra decir que desde siempre. Lo que te dije es cierto, no tengo contacto

    alguno con l, no lo he visto desde que tena dos aos pero le escribo cartas a

    menudo.

    Te ha contestado alguna?

    Las escribo pero nunca las mando. No tengo su direccin verdadera, slo una

    direccin sacada de internet de su despacho de arquitectura en Barcelona.

    Y por eso no las mandas?

    Dira que s, pero es una excusa. Creo que no las enviara ni aunque tuviera su

    direccin personal.

    Entonces por qu las escribes?

    Empec a escribirlas cuando tena como 13 aos, supongo que era mi forma de

    lidiar con el no tenerlo cerca. Una vez le ped su direccin a Irina pero me dijo

    que no la tena, creo que trat de consegurmela pero no lo logr y yo no insist,

    es mejor no buscar demasiado a quien no quiere ser encontrado. Le escriba

    cartas muy seguido, ahora ya no tanto, slo cuando necesito desahogarme. Es

    extrasimo, no lo conozco y l no me conoce pero a veces siento que slo l

    podra entender mis pensamientos. Le escribo cuando ni siquiera yo me

    entiendo, cuando no s qu hacer y confo en que, de alguna forma, l me

    mostrar la salida.

    Y lo hace?

    Mostrarme la salida? Casi siempre.

    Me dirs por qu le escribiste esta noche?

    Es por eso que te llam. Le escrib acerca de ti.

    Por qu le escribiras acerca de m? dijo Claudia, con genuina intriga en la

    voz.

    Porque estoy enamorado de ti.

  • En ese instante, Claudia se paraliz. Haba conocido a Lzaro haca poco ms de un

    ao en una de las exposiciones de Abenamar y haban tenido pocas oportunidades de

    hablar desde entonces; es cierto que lo encontraba atractivo con todo y la imagen

    desprolija y su caminar encorvado que lo haca parecer ms pequeo a pesar de su

    imponente altura y tambin es cierto que lo encontraba fascinante, un hombre sin

    filtro en la boca que deca todo cuanto pensaba sin importar a quin tena enfrente ni

    en dnde estaba pero que tambin es sensible, incluso frgil en algunas esquinas.

    Claudia no poda negar que Lzaro encenda una pequea chispa en ella pero ella

    saba que una chispa no iba a ser suficiente para acabar con lo que tena con

    Abenamar.

    No cuelgues, por favor dijo Lzaro.

    Ests borracho.

    Lo estoy, y t eres grandiosa.

    Basta.

    No, lo eres! Grandiosa, esplendorosa, misteriosa

    Lzaro, tengo que irme.

    No tienes qu pero quieres hacerlo porque te sientes incmoda y lo s y lo

    siento pero espera, escchame, por favor, quiz sea la nica vez que pueda

    decir estas cosas. Hermosa! S, claro, tambin eres hermosa, cmo pude

    olvidarlo? Aunque no eres, t sabes, esa clase de belleza despampanante que

    golpea en el rostro de inmediato, no, tu belleza debe macerar en el ojo de quien

    te mira y muchos otros podrn pasar de largo pero, te lo digo, yo creo que eres

    hermosa.

    No lo soy.

    Precisamente por eso es que lo eres an ms, porque no lo sabes! Cuando las

    mujeres saben que son bellas le sacan demasiado provecho a eso pero t, que

    no lo sabes o no lo aceptas, vas por la vida creyendo que te ves como todas las

    dems y eso te hace an ms atractiva.

    Es suficiente por esta noche, Lzaro, es hora de que te vayas a dormir.

    Tu voz es vapovarovaporosa. S, tu voz es vaporosa.

    Qu se supone que signifique eso?

    Que me pacifica. Me pacificas y arremolinas al mismo tiempo, qu

    contradiccin. Eres un misterio.

    Me ir antes de que Abenamar despierte y se pregunte

    Me vale madres Abenamar! grit Lzaro, luego se hizo un silencio. Claudia

    mantuvo los ojos cerrados hasta que escuch los sollozos de Lzaro al otro lado

    de la bocina.

    Lzaro, por favor

  • Claudia, no lo sientes? Por ms que trato de evitarlo, cada vez que nos

    encontramos en la misma habitacin te abres paso hasta mi mente entre

    torbellinos, lo desgarras todo a tu paso y me dejas indefenso, me dejas al

    descubierto. Nunca le he temido a las mujeres y ahora vivo en pnico de ti, de

    lo que me haces. Eres tan interesante, tan genuina, tan encantadora y me tienes

    de rodillas frente a las vas de un tren que no se detiene pero que se desvanece

    justo cuando est a punto de aplastarme, es una tortura que se repite una y

    otra vez cuando te veo, no lo sientes? Me arrastras a la frontera entre la agona

    y la paz y en ningn otro punto me haba sentido tan vivo, acaso no ves lo que

    me haces? Me creas y me desarmas, me desgarras, me reanimas y recargas.

    Eres demasiado, no puedo soportarlo. Te amo.

    El sonido del llanto de Lzaro se apoder del telfono. Claudia, ya de pie, se

    mantuvo esttica en el barandal de la escalera pensando en cmo resolver la

    situacin. Jams imagin que Lzaro estara enamorado de ella, apenas y se conocan,

    aunque Abenamar siempre le haba dicho que Lzaro es un hombre demasiado

    apasionado y que por eso lo admira tanto.

    Lzaro lloraba desconsolado, la fuerza de su llanto lo haba hecho bajar de su silla

    y recargarse en la pared fra de mosaico azul de la cocina. Encogido en el suelo,

    esperaba que Claudia dijera algo pero slo reciba el silencio en respuesta. Al fin, tras

    varios minutos, l se atrevi a decir algo ms.

    No te vayas, por favor.

    No he colgado.

    No me refiero a eso. No te vayas a Portugal, no te vayas con Abenamar, no me

    dejes a la deriva.

    Lzaro

    No te vayas susurr Lzaro.

    Claudia colg.

    Volvi a la habitacin de inmediato y se meti a la cama, Abenamar segua

    roncando. Al cerrar los ojos, se dio cuenta de que no saba qu la haba llevado a

    colgar, si el desconcierto ante las confesiones de Lzaro o el miedo a que, de

    escucharlo un poco ms, se habra dejado llevar por la impulsividad y lo habra

    arriesgado todo por un apasionado.

    Lzaro lanz el telfono contra la pared y se qued en la cocina toda la noche

    bebiendo el resto de la botella de ron e imaginando cmo sera el poder hablar con su

    padre en esos momentos; despus de todo, eran ms parecidos de lo que l haba

    imaginado.

  • (Des)conocindose en el metro

    El vagn se me cerraba

    el del metro de las diez

    y de tan lleno que estaba

    se enredaron nuestros pies.

    (Nuestras piernas se enredaron una semana despus)

    Y este da como cualquiera

    con los aos por detrs

    somos una puerta que se cierra

    y que encierra lo dems.

    (Un vagn de altibajos y de necedad)

    Me doy cuenta

    que desde ese primer da

    en el que el metro se me iba

    ya todo se nos iba.

    Ya todo se nos fue.

  • El da de hoy fue la presentacin de mi primer libro. As es, mi primer libro, necesit

    17 meses de enclaustramiento emocional para terminar con 32 poemas que me

    parecieron dignos de publicarse. Una amiga de Abenamar fue quien consigui el trato,

    l siempre tuvo fe en que escribira algo bueno y fue l quien movi los cables

    necesarios para que mis poemas llegaran a las manos correctas. Jodido Abenamar, an

    no me da razones para odiarlo. No s si Claudia le cont acerca de mi llamada, tal vez

    s pero, como es Abenamar, probablemente lo encontr graciossimo y le dijo a

    Claudia que me ignorara, que soy ese hombre que se enamora perdidamente de todas

    las mujeres que conoce y que, adems, adora hacer llamadas en estado de ebriedad a

    altas horas de la madrugada y es cierto, s hago eso, aunque imagino el argumento

    con el que Abenamar le quit credibilidad a todo lo que dije aquella noche y me

    encabrono: Pinche Lazarillo, no le hagas caso, es un sentimental sin rumbo, Ah, qu

    Lzaro, le hubieras colgado antes para no darle ms cuerda, porque Abenamar Ortega

    Ybarra jams vera en m una amenaza, soy demasiado sensible. Me gustara odiarlo

    por eso pero entonces leo las enormes cartas que me enva, percibo la admiracin en

    sus palabras y s que, aunque no me vea como una amenaza, me respeta como artista

    y admito que prefiero su respeto a su cautela.

    Pero al diablo con Abenamar.

    El libro se titula Eres Verso Vaporoso y probablemente debera enviarte una copia,

    por algo te lo dediqu - a Claudia, a Irina y a ti, por supuesto. En un arranque de

    nostalgia ped que en la sala de presentacin dejaran dos sillas vacas justo frente a m

    porque eso representan ustedes dos en mi vida, dos sillas vacas, ahora pienso que

    exager. Irina tambin estuvo ah, no la haba visto tan feliz en aos; este libro

    tambin fue difcil para ella, estuvo detrs de m para hacerme recapacitar cuando

    dej de tomar el Nardil y el litio. No creas que dej de tomar la medicacin porque me

    pareciera necesario visitar lugares oscuros para escribir el libro, con la partida de

    Claudia tena oscuridad de sobra, lo que pas fue muy diferente.

    Hace algunos meses varios ex colegas de la universidad me convencieron de

    acompaarlos a una escapada de paracaidismo y pens que era buena idea, que salir

    de la ciudad me ayudara a quitarme el olor a humedad y el rastro de los amargos

    recuerdos as que lo hice. Acampamos, bebimos, pescamos, cosas de hombres a las

    que nunca he estado del todo acostumbrado pero que disfrut haciendo, fue

    interesante y enriquecedor. Les tom tiempo convencerme pero al final decid

    lanzarme en paracadas tambin; un instructor se lanz conmigo desde 4.200 metros

    de altura lo cual equivale a unos buenos 60 segundos de cada libre. Al principio

    estaba nervioso pero en cuanto nos lanzamos todo se sinti natural, prolijo, en paz.

    Sent el aire chocando contra mi rostro, la soltura total de mis extremidades y el no

    tener que pensar en el siguiente paso, de pronto todo estaba en silencio total y me

  • sent tan bien como no me haba sentido en aos. El silencio, extraaba el silencio.

    Recuerdo que, cuando era nio, Irina sola hacerme dormir imitando el sonido del

    viento tal como el que se escuchaba en las pelculas del desierto, ella lo repeta una y

    otra vez y me acariciaba el cabello hasta que yo caa profundamente dormido y soaba

    con las dunas, con los atardeceres y con su voz, despus todo era silencio, era blanco y

    poda descansar. Eso pens mientras caa, en el sonido del viento que se disipa y es

    sustituido por el mutismo total, el blanco que lleva al reposo y la paz. Fue tan

    intoxicante que perd la nocin del tiempo y del espacio y no me percat del momento

    en el que el instructor abri el paracadas, slo escuch cuando dijo ya vamos a

    aterrizar, alstate y el instante se perdi para siempre. De haber estado slo, tal vez

    no hubiese abierto el paracadas. Pens en toda esa experiencia mientras volvamos a

    la ciudad, pens en lo bien que se senta el silencio y me di cuenta de que mi mente no

    haba estado callada por aos, siempre llegaba una nueva idea para torturarme hasta

    el insomnio. Me sent abrumado por las luces cuando entramos a la ciudad esa noche y

    pens que la muerte deba sentirse como esa cada libre y, por vez primera, fui tentado

    por ella. Nunca antes haba pensado en la muerte de esa forma tan concreta, ni

    siquiera antes del diagnstico y la medicacin, fue hasta despus de ese momento de

    ausencia y blancura mental que pens as debe sentirse estar muerto y me gust

    tanto que consider seriamente el dejar de vivir no por la muerte en s sino por dejar

    de pensar. Es cierto que he pasado ms tiempo del que me gustara recordar en la

    oscuridad pero jams haba considerado la muerte como una opcin real; querer

    morir porque la vida es difcil me parece una excusa muy barata, si me sent tentado

    fue porque a veces me siento encarcelado por mis propios pensamientos y pens si

    esta es la nica forma de pararlo todo, que as sea. Volv a casa y dej de tomar los

    medicamentos. Como era de esperarse todo se volvi un caos pero yo estaba

    absolutamente seguro de que ese caos vendra seguido de un momento como el de la

    cada libre, un momento de paz total cosa que no ocurri. Todo fue de mal en peor,

    Irina tuvo que obligarme a volver a la medicacin para que yo me levantara de la

    cama. No debe ser nada sano reconocer esto pero puedo contrtelo porque t, mejor

    que nadie, entiendes lo que la depresin significa; los mejores poemas del libro los

    escrib cuando no tom los medicamentos, no es eso terrible? Irina no me dej

    opcin, no poda hacerla pasar por todo lo que pas contigo de nuevo as que volv al

    Nardil y al litio y al poco tiempo ya estaba mejor, cosa que me permiti revisar el libro

    con la mente ordenada y poder limar algunas de sus asperezas, entregarlo a tiempo y

    vivir para verlo publicado.

    Quiz un da camines sobre Carrer de Mallorca y te topes con una copia de Eres Verso

    Vaporoso en una vitrina de La Central, tal vez veas saltar tu apellido entre las letras,

    lo compres y lo leas y as, al fin, te enteres de lo mucho que me hubiese gustado que

    fueras mi padre.

  • Haban pasado 23 das desde la publicacin de Eres Verso Vaporoso y Lzaro

    Nantes Fragua se senta ms tranquilo que nunca, incluso podra decirse que

    demasiado tranquilo, l se lo atribuy a que haba dejado todo lo que le aquejaba en la

    creacin de su libro y que, en este momento se encontraba vaco de pesares. Por otro

    lado, haba vuelto con el psiquiatra y tomaba sus medicamentos con regularidad, cosa

    que no haba hecho en por lo menos 6 aos; sus episodios depresivos estaban bajo

    control, su humor se mantena estable y haba dejado de beber. Tambin haba dejado

    de escribir, quiz por la carga de trabajo derivada del lanzamiento del libro aunque l

    bien saba que no haba sido capaz de mantenerse lejos de su mquina de escribir por

    ms de cuatro das en veinte aos y estaba a punto de cumplir un mes sin escupir

    palabra, hecho que lo habra preocupado ms de no ser porque el destino quera que

    se concentrara en otras cosas.

    Era jueves y Lzaro tena agendado un desayuno con su editora y un par de

    periodistas argentinos quienes, al parecer, estaban vueltos locos con su libro. Era

    jueves, el da estaba muy nublado y Lzaro sali tarde de su apartamento por

    quedarse dormido, cosa que nunca ocurra. Camin aprisa por la calle Zimn hasta

    esquina con Miravete y dio vuelta para entrar a la estacin del metro que lleva el

    mismo nombre; baj las escaleras a paso normal hasta que vio que el tren ya estaba

    detenido y corri para alcanzarlo, la puerta de los vagones ya estaba cerrndose

    cuando, de forma totalmente arbitraria, l logr escabullirse dentro de uno. Era jueves

    por la maana, estaba nublado y el vagn del metro Miravete en el que viajaba Lzaro

    Nantes estaba atiborrado de gente; Lzaro no es bueno con la gente, cualquier

    situacin que requiera estar rodeado de extraos lo estresa a tal grado que ha dejado

    de hacer cosas como ir al supermercado en fines de semana, asistir a conciertos y

    quiz el ms relevante de todos: dar clases. Lzaro daba clases de Literatura y

    Filosofa en una preparatoria al norte de la ciudad, la paga era buena y l disfrutaba la

    experiencia de preparar las lecciones en s pero encontraba desgastante el contacto

    con tantas personas todos los das as que, tras un par de meses de haber firmado el

    contrato de publicacin de Eres Verso Vaporoso y recibir el adelanto, renunci a su

    puesto para no volver. Otra de las cosas que le costaban mucho trabajo era viajar en

    metro, tambin haba dejado de hacerlo pero saba que tomar un taxi no era la mejor

    opcin frente al trfico de ese jueves nublado y tambin saba que el metro le

    permitira llegar con su editora y los argentinos a tiempo.

    Lzaro estaba abrazado de uno de los tubos del vagn y aplastado por la masa

    de personas a su alrededor. Un hombre medio metro ms pequeo que l iba

    clavndole los codos en el costado derecho, una mujer malhumorada iba aferrada a su

    brazo izquierdo y regaando a su hijo simultneamente y un vendedor de CDs de

    autoayuda estaba a su espalda y llevaba una bocina a todo volumen con frases como

    La vida es una, disfrtala y La belleza est en el ojo de quien la mira. De no ser por

  • el litio, Lzaro hubiese estado al borde de un colapso mental en ese instante. El

    vendedor de optimismo baj del vagn en la siguiente estacin y una oleada nueva de

    personas tom su lugar. Lzaro, cabizbajo y sin poder soltarse del tubo an, vio cmo

    los pies de una mujer abruptamente acaparaban un espacio entre los suyos y sinti su

    cuerpo presionado contra su espalda; al menos se siente como una bella mujer,

    pens mientras vea con atencin los zapatos azul turquesa y los tobillos claros que se

    mezclaron con sus viejos zapatos negros durante el par de estaciones que le tom al

    vagn vaciarse lo suficiente como para que l pudiera soltarse del tubo y ella se

    alejara de l.

    La estacin ndigo era la siguiente y Lzaro se prepar para bajar, el vagn

    estaba considerablemente ms vaco que cuando subi y posicionarse cerca de la

    salida no fue un problema. De frente a la puerta, mir el reflejo de las personas en los

    cristales del vagn el hombre pequeo estaba ahora sentado al igual que la mujer

    gruona y su pobre hijo regaado. Al fondo del vagn estaba la mujer de los zapatos

    azul turquesa, cabizbaja. Lzaro la mir en el reflejo y recorri los detalles de su

    vestido marrn y su abrigo rojo, su bufanda azul como sus zapatos y su largo cabello

    oscuro.

    Por supuesto que le record a alguien.

    Las luces de la estacin ya eran visibles y el tren disminua su velocidad. La

    mujer alz la mirada justo en el momento en el que Lzaro gir la suya para verla ms

    all de un reflejo en el cristal y se top con los ojos color aceituna y los rasgos afilados

    que lo perseguan en sueos. Ambos se miraban estupefactos cuando la puerta del

    vagn se abri y la gente comenz a subir y a bajar. Ni los empujones ni los gritos de

    Muvete, pinche estorbo hicieron que Lzaro se alejara de la puerta, estaba

    petrificado ante la visin de Claudia Escalante en el vagn del metro, en ese jueves

    nublado de trfico pesado en una ciudad que le haba parecido vaca durante los 17

    meses en los que ella estuvo lejos y en los que l la extra tanto que le escribi todo

    un libro.

    Sobra decir que Lzaro jams lleg con su editora y los argentinos, tambin

    sobra contar a detalle los primeros instantes de incomodidad entre Claudia y Lzaro;

    el primer contacto, los inspidos cmo has estado?, el tmido te invito a

    desayunar, el tropiezo de Lzaro al entrar al Caf Quinielas y la carcajada de Claudia

    que ms tarde se volvera llanto al recapitular las infidelidades de Abenamar y su

    amarga decisin de volver a Aranela, la forma tan tajante en la que Lzaro le record

    la conversacin telefnica de aquella noche y el relato de todos los sentimientos

    subsecuentes que encontraran la salida en forma de un libro que Claudia llevaba en

    su bolso, la interminable caminata por las calles de la ciudad que terminara con un

  • beso robado y luego correspondido, la indescriptible alegra de Lzaro al caminar a

    casa con el sabor de Claudia en los labios y con la promesa de verse de nuevo al otro

    da. Sobra decir que la chispa se convirti en llamarada y que los versos vaporosos se

    tornaron en un amor slido que, como suele pasar con las historias tempestuosas, se

    cuarteara desde los cimientos poco despus.

  • Sobras

    Los roces en la niebla, las tempestades

    al anochecer y las fracturas en los sueos

    parecen estar de ms.

    La leche, bronca, como tus besos por la maana

    tras la sal de la pelea y la miel de tus tinieblas.

    Todo parece estar de ms.

    Te veo en el balcn bajo la tenue luz roja

    que tie nuestras culpas y me ahogo entre preguntas

    que, en el silencio, estn de ms.

    Tu maleta en el portn que no cierra, que nos pesa

    con tanta desilusin. Hoy, mis golpes en tu puerta

    ciertamente estn de ms.

  • L.

    Me mata que todo termine as. Perdname si parezco muy fra o insensible pero la

    verdad ya no puedo quedarme a ver cmo te hundes en ti mismo. Siempre dices que

    me necesitas cerca y te acuerdas con dolor de cuando yo estaba en Portugal, a veces

    parece que me reprochas aunque me digas que lo dices para que no se te olvide que

    estos son tiempos mejores pero a m no me parece que sean mejores si desde que

    estamos juntos sientes que no puedes escribir y prefieres echarle la culpa a los

    medicamentos. Al principio todo estaba bien porque acababas de publicar un libro y

    no tenas esa comezn que le da a los artistas por crear, yo no soy una artista pero

    bien que conozco la comezn creativa que los posee de repente y los jala lejos de todo

    lo dems y me doy cuenta de que cuando nos reencontramos todo se dio fcil porque

    esa comezn no estaba para interponerse entre nosotros pero las cosas cambiaron

    cuando regres.

    En verdad te amo y yo s que me amas pero es hora de que aceptemos que el amor

    ms grande de tu vida es la poesa y que ests dispuesto a sacrificar todo lo que tienes

    por ella aunque yo te repita hasta el cansancio que un libro no justificar que un da

    regrese del trabajo y te encuentre colgado en el marco de la puerta o desangrndote

    en la cocina y podrs pensar que soy la mujer ms cruel del mundo pero tengo que

    decirte que ya no puedo seguir acabando con mi alma para mantener lo nuestro a

    flote, ya no quiero seguir peleando todos los das contra la Claudia que armaste en tu

    cabeza que es mucho ms de lo que soy en realidad y a la que quieres ms que a la

    verdadera, es horrible pensar que vas a terminar odindome porque no puedo llegarle

    ni a los talones a tu fantasa de mi propia persona y que tambin me odiar por lo

    mismo o peor an, que me odiar por ser la causa de tu recada.

    No quiero que pienses que te dejo por tu enfermedad, entiendo que la depresin est

    ms all de tu control y que todos tus cambios de humor y tu ansiedad son

    consecuencia de eso y yo estaba ms que dispuesta a luchar contra eso contigo y

    ayudarte a encontrar el equilibrio pero no puedo hacerlo si pones una pared entre t y

    yo cuando dices que no quieres que te vea as y que, peor todava, dejas de tomar los

  • medicamentos porque dices que bloquean tu creatividad y que no te dejan escribir. Tu

    enfermedad no es un juego, Lzaro, necesitas esos medicamentos para estar bien

    aunque digas que necesitas ms a las palabras y que con las puras palabras puedes

    controlarlo porque no es cierto y ya lo vimos. El alcohol tampoco te ayuda ni porque

    insistas en que te aclara las ideas, eso es una completa tontera. Tienes que dormir y

    tienes que comer, no puedes seguir as. Yo no puedo seguir as, viendo desde lejos

    como te empeas en acabar con tu vida por unos cuantos versos, casi puedo

    escucharte decir que yo no entiendo porque yo no escribo y si, seguro que te

    entendera mejor si tambin fuera escritora pero ests olvidando que no tuve que ser

    escritora para que te enamoraras de m as como t no tuviste que ser chef para que

    me enamorara de ti y, aunque te cueste creerlo s s lo que se siente amar lo que haces

    con todo tu corazn pero nunca jams pondra a las personas a las que amo y mucho

    menos mi vida en juego por eso.

    Me voy porque creo que es hora de que dejemos de lastimarnos y de que dejes de

    lastimarte a ti mismo.

    C.

  • Claudia Escalante Irzar y Lzaro Nantes Fragua estuvieron juntos por 13 meses.

    Su relacin comenz oficialmente un mes despus de su reencuentro fortuito en el

    metro de la ciudad de Aranela, 53 das despus de la publicacin de un libro que

    Lzaro escribi en su mayora para Claudia mientras ella estaba en Odivelas, Lisboa,

    con el escultor Abenamar Ortega Ybarra. Todo en la relacin march de maravilla

    durante los primeros cuatro meses en los que la mente de Lzaro estuvo concentrada

    en la promocin de su libro y su corazn estuvo inmerso en la emocin de estar con la

    mujer a la que l consideraba el amor de su vida y el gran motor de su creatividad. Los

    problemas comenzaron a presentarse cuando Lzaro se enfrent de nuevo a su

    mquina de escribir y a la gran sequa de su interior, de qu escribir ahora? Eres

    Versos Vaporosos naci del gran vaco dejado por Claudia cuando ella parti y de la

    ausencia que su padre, Nicols Nantes, representaba en su vida. Ya no poda escribir

    acerca de su padre y Claudia ahora estaba junto a l, de qu escribir ahora? Por un

    tiempo intent escribir acerca de su amor concreto por Claudia, de sus noches juntos y

    sus viajes juntos y el infinito misterio que ella le representaba da a da pero nada de

    eso pareca satisfacerlo, senta que sus poemas tenan miel pero carecan de

    sentimiento y no estaba dispuesto a dejar que las personas leyeran algo suyo que no

    los conmoviera hasta las lgrimas as que dej eso a un lado e intent escribir acerca

    de la ciudad, acerca del espacio e incluso acerca de la muerte pero nada le pareca

    interesante, la inspiracin lo haba abandonado? Mientras esta batalla se libraba en

    un campo, la batalla con Claudia se libraba en otro. Los problemas entre ellos

    comenzaron a aparecer, l quera tenerla cerca todo el tiempo y ella necesitaba

    continuar con su trabajo como chef ejecutiva de un restaurante en el centro de la

    ciudad para sentirse completa lo cual la alejaba de l el tiempo suficiente como para

    crear dudas y miedos sin fundamentos reales ms all de la mente del propio Lzaro.

    Sintindose poco inspirado y recordando lo que haba sentido cuando meses antes

    haba dejado de tomar sus medicamentos antidepresivos, Lzaro tom la arriesgada

    decisin de volver a ese estado como ltima medida para reencontrarse con las ideas

    que haba perdido. Su decisin, como era de esperarse, trajo de vuelta viejos demonios

    que desataron las facetas ms difciles de su enfermedad; el constante sentimiento de

    tristeza, los arranques de irritabilidad y frustracin, el insomnio, la falta de apetito, la

    ansiedad extrema al enfrentarse a situaciones sociales, los dolores de cabeza y lo ms

    riesgoso de todo, los pensamientos suicidas. Claudia intent hacer entrar a Lzaro en

    razn de distintas formas; hablar con l tranquila y amorosamente para luego

    intentarlo de forma ms asertiva y directa, amenazarlo con su partida con tal de que

    volviera a tomar su medicacin e incluso tuvo que recurrir Irina, la madre de Lzaro,

    para que ambas intentaran convencerlo de ingresar a una clnica psiquitrica en

    donde poda ser estabilizado pero todas las estrategias fallaron y Lzaro continu

    convencido de que los medicamentos eran los culpables de su sequa creativa. Toda

    esa situacin fue construyendo una gigantesca bomba de tiempo que estall el da en

  • el que Claudia decidi que lo dejara. Ella volvi del trabajo como cualquier otro da y

    encontr a Lzaro en la cocina afilando un cuchillo que planeaba usar para degollarse.

    Qu chingados ests haciendo?!

    Vete.

    Ests loco? Dame eso!

    Dije que te vayas!

    No voy a irme hasta que me des ese cuchillo.

    No vas a ver esto, vete.

    No me ir, Lzaro, suelta el cuchillo!

    Por qu siempre me haces esto, Claudia? Por qu siempre me tratas como a

    un nio?

    Porque parece que eso eres, un pinche nio necio, dame el cuchillo.

    Lzaro solt el cuchillo y se qued de pie junto al fregadero de la cocina. Claudia

    corri a tomarlo y luego camin hacia Lzaro, le propin una cachetada. Lzaro ni

    siquiera se inmut. Claudia comenz a llorar.

    Por qu insistes en hacerte tanto dao?

    El dao ya est hecho, si algo intento es repararlo.

    Cmo? Matndote? Crees que as vas a reparar las cosas?

    T no lo entenderas.

    Segn t no entiendo nada, ni tu obsesin con escribir ni tu enfermedad ni tus

    ganas de morirte pero entiendo perfectamente que la solucin ms lgica est

    en tus manos y, por alguna estpida razn que ignoro, no quieres tomarla.

    No, Claudia, no lo entiendes! No sabes lo frustrante que es sentarse frente a

    una hoja en blanco y no tener nada qu decirle, el estar tan seco que ni las

    lgrimas pueden salir, el estar enamorado de alguien que jams podr

    conocerte de verdad.

    Te equivocas, Lzaro, eso s lo entiendo.

    En ese momento, Lzaro se sent en el piso y comenz a trazar figuras inexistentes

    con los dedos sobre los mosaicos.

    Quin nos iba a decir que la felicidad saldra tan cara? No puedo seguir con mi

    vida amndote y pretendiendo que con eso me basta, eso es lo que he intentado

    hacer hasta ahora y he fallado colosalmente. Tengo que escribir, Claudia, y

    tenerte no me ha ayudado en lo ms mnimo con el propsito.

    Entonces el amor no es suficiente?

    Lo es, ese es el problema. Es como si estuviera tan lleno de ti que no hay

    espacio suficiente para que las palabras germinen.

    Y qu tiene que ver la muerte con todo esto? Por qu quieres morirte?

  • Porque estoy cansado de estar tan lleno, es todo. Mi mente est oprimida bajo

    el peso de todas las palabras que no estoy escribiendo y que estn ah pero que

    no encuentran el espacio para salir. Me agobian, ya no puedo cargar con ellas y,

    si no puedo sacarlas escribiendo, tengo que pararlas de otra forma.

    Vuelve a tus medicamentos, por favor.

    No me pidas que haga eso.

    No podemos continuar as.

    Entonces ser mejor que no continuemos dijo Lzaro, con un todo de voz

    neutro y sin quitar la vista de sus figuras invisibles en el piso.

    Claudia casi pudo escuchar el sonido de sus huesos fracturndose en cada esquina

    de su cuerpo y, sin decir ms, sali de la cocina y llam a Irina para pedirle que fuera

    al apartamento. Lzaro continu en la cocina, sentado en el piso y trazando mapas de

    cosas invisibles con las yemas de los dedos, ensimismado. Mientras tanto, Claudia

    empac sus cosas y escribi una carta de despedida para Lzaro. Cuando Irina lleg,

    ella se fue del apartamento sin siquiera ver a Lzaro por ltima vez.

    Irina siempre ha sido el punto de quiebre de Lzaro. l sabe de los arranques de

    Nicols, de todas las veces en las que llegaba a casa gritando y golpeando las paredes y

    de todas las noches que pasaba llorando desconsolado sin razn aparente, sabe de

    cada intento de suicidio incluido el que ocurri cuando l era un nio y estaba a su

    cuidado, el que desencaden el divorcio y la desaparicin de su padre. Sabe todo y esa

    necesidad de alejar a Irina de ese pasado, de no hacerla pasar por eso de nuevo, ha

    sido lo nico capaz de hacerlo recapacitar.

    Eventualmente Lzaro volvi a los medicamentos, acept la intervencin de su

    psiquiatra y comenz a retomar el ritmo de su vida, de nuevo sin Claudia. Los

    pensamientos peligrosos dejaron un lugar que poco a poco fue ocupado por la culpa y

    el remordimiento de pensar que haba alejado al amor de su vida en un arranque de

    necedad, y no exista un medicamento capaz de quitarle ese peso de encima.

  • Te sorprender recibir esta carta, lo s, y te sorprendera an ms saber cuntas

    cartas te he escrito a lo largo de los aos, cuntas cosas te he contado que no le he

    contado a nadie ms, cuntos secretos sabras acerca de mi si tan solo hubiera tenido

    el valor de envirtelas alguna vez. Las cartas que te escribo son como vapor, existen

    mientras las creo pero se disipan con el tiempo y t existes slo mientras ellas existen,

    mientras las tengo ah, esas cartas son mi forma de tenerte cerca y de pedirte ayuda

    cuando lo que me consume no es el mundo sino mi propio espritu. Si ests leyendo

    esta carta en este instante no es porque al fin haya juntado el coraje suficiente para

    hablarte sino por todo lo contrario, estoy indefenso y con el interior tan fracturado

    que imaginar tus palabras y tu consejo ya no es suficiente para reparar los daos, en

    este momento necesito un consejo de verdad; es extrao que te lo pida, lo s, ni

    siquiera me conoces y yo tampoco te conozco pero al fin y al cabo eres mi padre. Irina

    dice que tenemos el mismo espritu y lo dice con una mezcla de melancola y pesar,

    ella preferira que fusemos muy distintos pero las cosas son como son y me recalca

    una y otra vez que nadie est reducido a su rincn ms oscuro, que no tengo por qu

    convertirme en mis demonios.

    Podra contarte toda la historia acerca de cmo llegu a este punto pero an no me

    siento listo para repasarla, basta decir que amo a Claudia Escalante Irzar y que se ha

    ido dos veces; la primera vez se fue porque no me amaba y la segunda porque yo dej

    de amarme y as no era capaz de amarla como se mereca. Ella se fue y lo nico que yo

    hice mientras cruzaba la puerta envuelta en llanto fue mirarla, nada ms, y todo por

    un impulso incontrolable de escribir que trat de usar mi propia enfermedad a su

    favor. Me he usado a m mismo para crear, dej los medicamentos en un intento

    desesperado de reencontrarme con las letras y estuve dispuesto a entregarme a mis

    demonios por ellas. Ests leyendo esto, sigo aqu, pero he dicho y hecho cosas que

    vivirn para atormentarme siempre, cosas que no podr matar.

    Estoy aterrado, Nicols. La poesa es lo que soy y he cometido atrocidades por ella, me

    he arrastrado al borde de la muerte y me he ahogado en angustia por ella, he hecho a

    otros sufrir y me he concedido ms sufrimiento del que cre poder soportar porque

    eso es lo que siento que la poesa me pide para continuar. Creo fervientemente que

    hay formas para seguir creando sin poner todo lo dems en riesgo pero necesito que

    me ayudes, que me digas si es posible crear sin lastimar.

    No quiero volverme un adicto al sufrimiento.

    Dime qu sigue, dime qu hacer.

  • Eres Verso Vaporoso

    Eres texto,

    verso vaporoso,

    voltil, ligero, incorpreo

    que se respira por las noches

    e intoxica hasta matar.

    Eres agua,

    la marea alta,

    furiosa, opaca y profunda

    cuyas olas rompen en mis tierras

    y me ahogan en su sal.

    Eres polvo,

    rastro suspendido,

    disperso, escurridizo, invisible

    motas de ceniza de los aos en llamas

    regadas en la inmensidad.

    Eres luz,

    claridad reveladora,

    gnea, cegadora, fulminante

    un destello que acaba con las sombras

    que me ayudan a olvidar.

    Eres todo,

    el gran absoluto,

    memoria, sueo, lucidez

    todas las heridas, las cicatrices

    de dolor y de placer

    que perduran en el tiempo

    o que nunca he de tener.