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La creación de los libros ilustrados

para niños no es un juego

Rosa María Quesada

Resumen La importancia de la literatura infantil y juvenil

está todavía en tela de juicio. Para mantener el

diálogo sobre la necesidad e importancia de

estudiarla y difundirla, este artículo presenta un

análisis de tres elementos: el libro Show me a story! Why Picture Books Matter. Conversations with 21 of the World’s Most Celebrated Illustrators (¡Muéstrame

una historia! La razón por la que los libros álbum

importan. Conversaciones con los veintiún

ilustradores más célebres del mundo) del crítico

literario Leonard S. Marcus; la exposición en la

Biblioteca Pública de Nueva York, que inspiró

este libro – The A B C of it: Why children’s books matter (¿Por qué importan los libros para niños?) –;

y la entrevista que realicé al autor en su lugar de

trabajo.

Palabras claves: clásicos norteamericanos

de la literatura infantil, lector, escritor,

profesionalización, certificación.

Abstract This article discusses the book Show me a story! Why Picture Books Matter. Conversations with 21 of the World’s Most Celebrated Illustrators written by the literary critic Leonard S. Marcus, the exhibition that he curated at the New York Public Library – The A B C of it: Why children’s books matter – and a personal interview to that same expert. It also pretends to give more arguments in favor of the importance of studying children’s literature, and the urgency of certifying this type of schooling.

Key words: American classic children’s books, reader, writer, professionalization, certification.

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Introducción

En México, la literatura infantil y juvenil es un género que sigue emergiendo y consolidándose, es decir, continúa en proceso de construcción. Muchas personas están conscientes del potencial que tiene este nicho literario tanto para formar lectores como consumidores de libros. Autores, ilustradores, maestros, libreros, gerentes editoriales, bibliotecarios y los más importantes, los lectores, reconocen que es extremadamente relevante elevar el prestigio de este género literario para que deje de ser un esfuerzo secundario, “de relleno”, con un rango inferior al de la “verdadera literatura”.

Sin embargo, esta realidad ha pasado desapercibida para los investigadores que pocas veces voltean a ver lo que sucede en la educación básica. Es por ello que considero necesario seguir argumentando acerca de la importancia de la literatu-ra infantil y juvenil para que logre ser estudiada, difundida y valorada en su justa medida. En este artículo intentaré hacerlo a partir del análisis del libro, ¡Show me a story! (¡Muéstrame una historia!), de Leonard S. Marcus, la exposición que ins-piró este libro, Why children’s books matter (o ¿Por qué importan los libros para niños?), y la entrevista que realicé al autor en su lugar de trabajo, la Biblioteca Pública de Nueva York.

La historia del libro ilustrado en México

Pasaron muchos años entre el surgimiento mundial de la literatura para niños, como un fenómeno masivo, y la llegada de estas ideas a México. Aquí, los niños no estuvieron en la mira de las empresas culturales ni las del entretenimiento hasta los años setenta. Es entonces cuando se abre todo un nicho de oportunidades y se crean grupos musicales infantiles, barras completas de programas de televi-sión, y también libros para niños. Sin embargo, las ediciones eran en su mayo-ría españolas (SM, Alfaguara, Miñón), algunas venezolanas (Ekaré) o argentinas (Colihue). En esos años las revistas para público infantil también tuvieron mucho éxito (Chispa, Colibrí, Cantinflas Show, Burbujas). Ello impulsó a los editores a arriesgarse con publicaciones más caras. Fue en 1980, con la inauguración de la Feria Infantil y Juvenil, que empezó a florecer esta industria en el país, con pro-puestas pequeñas pero efectivas como la Revista Chispa y Cantinflas Show; y poco a poco, las grandes editoriales empezaron a incluir a creadores mexicanos dentro de su catálogo.

Han pasado los años, el público está formado, las empresas obtienen los in-gresos que buscan, las maestras y educadores se han acostumbrado a utilizar

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los libros como recursos educativos y recreativos, los promotores literalmente mueren por trabajar en el fomento a la lectura, ya que la mayoría trabajan como voluntarios con un ahínco que pocos profesionales muestran, y sin embargo la preparación profesional certificada es todavía un sueño.

En Estados Unidos y España, por hablar de las dos influencias más cercanas a nuestra realidad, las licenciaturas y maestrías en literatura infantil ya tienen muchos años de existir. Si uno busca en la red se encontrarán cuarenta y tres opciones de maestría en literatura infantil en el país del norte, incluyendo la Universidad de Simmon, en Boston, y la de Pennsylvania. En España se puede estudiar en la Universidad Autónoma de Barcelona, en la de Zaragoza y en la de Castilla – La Mancha; incluso en Argentina existe la maestría en la Universi-dad de Rosario.

Pero, aquí en México, las opciones son reducidas: o uno se inscribe a un más-ter en línea con la Universidad de Barcelona/Banco de Libro, o con el “Centro de estudios de promoción de la lectura y la literatura infantil” coordinado desde España, al que uno tiene que asistir de manera presencial dos veranos; o bien, se conforma con actualizarse y certificarse con diplomados. El primero de ellos fue creado por ibby, a inicios de los noventas.

Ahora las ofertas están a cargo del Instituto de Investigaciones Filológicas de la unam y de la Universidad Iberoamericana. Seguramente los contenidos son igual de valiosos que el de las maestrías, y aún con la ventaja de atender a las necesidades y contextos locales, pero nunca será lo mismo en cuestión de currí-culum obtener un diploma que un título de posgrado.

Ahora bien, ¿por qué los académicos no han dado este status a la literatura infantil y juvenil en México? ¿Qué falta para profesionalizar el trabajo alrededor de los libros para niños?

En esta ocasión, presentaré un ejemplo de lo que se hace en Estados Unidos para fomentar no sólo la formación de lectores, sino para ir un paso más allá y formar profesionistas creadores de libros para niños y jóvenes.

Leonard S. Marcus descubre la literatura infantil

El señor Marcus es un crítico de literatura infantil muy prestigiado en Estados Unidos. Escribió reseñas para la revista Parenting por veintiún años y actual-mente escribe una columna para el New York Times. Ha sido juez de diferentes premios para libros infantiles, y ha entrevistado a casi todos los ilustradores re-nombrados de su país (E.U.).

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Este conocedor de libros para niños afirma que se inició en su lectura a partir de la Historia. Siendo ésta su carrera de base, se trató de imaginar si en realidad los hechos sucedían tal cual los refieren las fuentes, y empezó a leer libros infan-tiles con tintes históricos para tratar de entender mejor la sociedad de una época. Se encontró con que casi siempre los eventos estaban basados en mitos, y que a su vez éstos quedaban en la memoria colectiva según hubieran sido redactados por los cronistas, los reporteros o incluso los historiadores, pues todos recreaban la realidad a su gusto, posibilidad y conveniencia. A partir de sus estudios, llegó a la conclusión de que la ficción infantil es tan o más válida para comprender los sucesos históricos que el más científico de los ensayos.

Y la importancia de los textos dirigidos a los infantes la resume en la siguiente idea: “creo que lo más importante que pueden transmitir los libros para niños es que uno puede imaginar sin límites, que nada es imposible, incluso hasta lo que no existe hoy, puede ser cierto mañana si uno así lo quiere” (Marcus, Entrevista personal).1

Un trabajo muy interesante del Dr. Marcus es su libro: Show me a story!, en donde entrevista a veintiún ilustradores de libros para niños. En la introducción él manifiesta:

In each of these interviews, I am on a kind of mad quest for the vital thread that

links an artist’s life story to de stories and images for which he or she is known.

What was it that inspired them, and where did they find the courage they

required, and who gave them the help and guidance that sent them on their way?

And why of all art forms did they choose the picture book to be their life’s work

and passion? 2 (6)

Su objetivo último fue precisamente ayudar a otros a elegir el mismo camino. Estas son sus palabras:

I hope these interviews, each of which is a honeycomb of memorable tales about

growing up and coming into one’s own, will inspire Young people, especially those

who like to pant and write and draw, as well as working artists at every stage of

1 Todas las traducciones, tanto de la entrevista personal como del libro citado, son mías.2 Realizando estas entrevistas me sentí en una especie de rally al tratar de encontrar el hilo vital que uniera la historia de vida del ilustrador con las historias y las imágenes por las que cada uno de estos ilustradores es reconocido. Quise averiguar qué experiencias los habían conducido a ser ilustrado-res, qué los inspiró, quién los ayudó, y por qué, entre todas las artes, eligieron el libro ilustrado como su espacio para volcar su talento y su pasión. (6)

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their career. I hope as well that teachers, librarians, parents, book collectors, and

others who care about children and their books will find in these pages new in-

sights into de mysterious process of artistic creation, and a fuller appreciation of

an art form that is almost never as simple as it seems.3 (21)

Trataré de resumir algunas de las ideas más importantes que estos relevantes ilustradores– que incluyen a Mitsumasa Anno, Quentin Blake, Eric Carle, Helen Oxenbury, Maurice Sendak y William Steig– compartieron.

1. En primer lugar, la respuesta unánime a la pregunta de si se nace para ser ilus-trador fue que no, que el ilustrador se hace. Asimismo, afirman que existe un mo-mento iluminador en el que uno sabe que ha encontrado su camino. Eric Carle, por ejemplo, dice que literalmente supo que iba a ser ilustrador cuando un día a los cinco años tuvo un acercamiento a la belleza al ver los rayos de luz atravesar por un ventanal, y desde entonces se ha dedicado a reproducir esta belleza en sus libros (Marcus 54).

2. En segundo lugar, parece que pocas veces la profesión de ilustrador de libros para niños fue buscada de manera intencional. Solamente los más jóve-nes, los nacidos en los setenta y ochenta, tuvieron la oportunidad de prepararse profesionalmente en el ramo. Esto se debe a las circunstancias históricas, ya que anteriormente no existía un puesto con este nombre dentro de las editoriales, y por lo tanto tampoco se ofrecía esta opción en las universidades.

La biografía de Eric Carle lo muestra: Después de vivir un tiempo en Alemania y regresar a Estados Unidos, buscó trabajo de publicista. Fue muchos años des-pués que el señor Lionni (el ilustrador) le consiguió trabajo y pudo seguir sus pasos. He aquí lo que dice Carle al respecto:

Advertising is a profession for young men and women. At the age of forty you

ought to be a partner or own your own business or be the manager or execu-

tive or something, and that’s exactly what happened to me. I had started out as

a designer at the agency, and frankly I was doing fine work there. Then I got the

very glamorous title of international art director. We had overseas offices, and it

3. Espero que este grupo de entrevistas… inspiren a los jóvenes, especialmente a aquéllos a los que les guste pintar, escribir y dibujar, así como a los artistas que en este momento ya se encuentren en la etapa productiva de sus carreras. Espero también que maestros, bibliotecarios, padres de familia, coleccionistas de libros y otros a los que les importen los niños y sus libros, puedan encontrar en estas páginas alguna nueva perspectiva para entender el misterioso proceso de la creación artística, y una apreciación más completa de una forma de arte que casi nunca es tan simple como parece. (21)

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became my job to set up our art departments in them all. I was still in my early

thirties, and all that travel seemed very exciting to me. Then, one day, I found I

did not want to do it anymore. All too often I had to go out with clients, have din-

ner and drinks with them, attend meetings, and there was all the backstabbing

and office intrigue. It just hit me one day that I wanted to make pictures.4 (70)

3. En tercer lugar, todos comentaron que necesitaron a alguien que creyera en ellos y los impulsara en su de-cisión. Algunos recibieron ese apoyo e inspiración de sus padres, quienes casi siempre eran artistas a su vez. La mamá de Rosemary Wells, por ejemplo, era bailari-na, y le transmitió su pasión por el arte. También cuenta Wells que su mamá fue su primera editora, porque le seleccionaba sus mejores trabajos para pegarlos en el re-frigerador de manera muy profesional. Además, apunta que sus padres fueron los que le transmitieron la idea del poder de las palabras (Marcus 247).

Otros ilustradores fueron impulsados por sus jefes o sus maestros en la universidad. Kevin Henkes remar-ca la importancia que tuvo para él el apoyo de un maestro: “As a junior in high school, I had an English teacher who encouraged my writing. She said, “One day I think I’ll see a book with your name on it.” That was a very powerful experience for me” (92).5 A fin de cuentas, todos coinciden que, si no hubiera sido por esa mano protectora e impulsora, habrían podido pasar desapercibidos por completo, o peor aún, ni siquiera se hubieran enterado ellos mismos de lo que podrían haber llegado a ser.

Concuerdan también que algo que los benefició mucho fue el haber ganado premios y condecoraciones, que los pusieron bajo los reflectores y les abrieron las puertas para poder expresarse. La mayoría de los entrevistados, dieciocho de veintiuno, han sido ganadores de la Medalla Caldecott o del premio Newberry.

Fig. 1. “Lo que más espanta a Max;” Fotografía digital tomada por Rosa María Quesada; 22 jul. 2014.

4 La publicidad es una profesión para hombres y mujeres jóvenes. A los cuarenta tienes que ser so-cio o tener tu propia empresa, o ser director ejecutivo de algún lugar, y eso fue exactamente lo que me pasó a mí. Yo empecé como un diseñador en una agencia, y francamente hacía un buen trabajo. Después me promovieron al glamoroso puesto de Director de Arte Internacional. Teníamos oficinas en el extranjero y yo tuve que armarlas en todas partes. Estaba en mis treintas, y todo me parecía emocionante. Un día comprendí que ya no lo quería hacer más. Demasiado frecuentemente tenía que asistir a juntas, y además están todas las puñaladas por la espalda y la intriga laboral. Un día lo comprendí: lo que realmente quería era dibujar … y entonces fue que decidió aceptar la oferta de ilustrador de libros para niños. (70)5 “En la secundaria, un maestro de inglés siempre ‘chuleaba’ mis escritos. Un día me dijo: ‘creo que un día veré un libro con tu nombre en la portada’. Fue muy impactante escucharlo” (92).

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4. Por otra parte, lo interesante de las relaciones entre ilustradores es que to-dos entraron al medio gracias a que otro ilustrador con más carrera y prestigio creyó en ellos y los invitó a participar. Muchos sienten que les fue pasada una estafeta. El caso de Maurice Sendak (véase la figura 1) como mentor (autor de Donde viven los monstruos) es relevante, ya que fue mencionado por sus colegas diecinueve veces como alguien que influyó en su carrera, ya sea como modelo e inspiración, o porque tuvo que ver con su posibilidad de conseguir un trabajo.

5. Ligado a esta vida gremial, un comentario esencial en las entrevistas es aquel en donde los ilustradores comparten lo que para ellos es indispensable enseñarles a sus nuevos colegas. McCloskey, por ejemplo, precisa la necesidad de enseñar el oficio:

Question: In your second Caldecott Medal acceptance speech, you spoke out on

behalf of the need for better art education. Why?

Answer: People –adults as well as children– so often just don’t realize what

they’re looking at. There’s no though behind it. They’ll say to themselves, “Well,

that’s a bookshelf” or “that’s an elephant”, and see nothing other than just the

fact. There’s no sense of relationship – of the relationship of a house to its envi-

ronment, a man to his environment, of the scale of things. Our understanding of

cause and effect is disappearing because people are doing so much looking with-

out evaluating. Television adds to this, with all the tricks they can do. Seeing is

really a decision-making process, a matter of evaluating what is around you. And

children cannot develop that ability so well as they can by learning to draw.6

(Marcus 151)

6. Finalmente, y lo más importante, es que todos estos ilustradores han disfruta-do ampliamente su trabajo, se han dedicado a ello de manera completa, se han transformado, han unido sus vidas a su profesión llegando a incluir su biografía en sus historias. Algunos de ellos narran, escriben e ilustran relatos autobiográ-ficos, otros se inspiran en sus recuerdos, unos más se los dedican a sus hijos o a

6. Pregunta: En tu segunda ceremonia de aceptación del premio Caldecott, habló de una mejor edu-cación en arte ¿Por qué?

Respuesta: La gente-niños y adultos- no lo piensa lo suficiente, no percibe correctamente lo que está mirando. Se dicen a sí mismos: ‘Es una repisa’, o ‘es un elefante’, y eso parece un hecho. No hay sentido de relación entre una casa y su ambiente, o un hombre y su ambiente, o la escala de las cosas. Nuestra comprensión de causa y efecto está desapareciendo porque la gente está viendo sin evaluar. Agréguese la televisión, con todos los trucos que puede hacer. Ver es en realidad una decisión, una cuestión de evaluar lo que te rodea. Y los niños no pueden desarrollar esa habilidad tan bien si no es a partir de dibujar. (Marcus 151))

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niños que conocen. Y en general, todos respondieron que, si tuvieran que volver a elegir, volverían a ser ilustradores de libros para niños, y que, si pudieran, lo hubieran sido desde siempre y sin vacilaciones.

La Biblioteca Pública de Nueva York y su exhibición más exitosa, un ejemplo de un respaldo que funciona

Al leer el libro, algún visionario académico de la Biblioteca Pública de Nueva York le propuso a Marcus montar una exposición que hablara sobre el tema, pues le pareció evidente que habría varios interesados, y que tal vez sería atractivo ofre-cerles algo novedoso a ese nicho de lectores. El resultado fue un trabajo titulado The A B C of It: Why children’s books matter (o ¿Por qué importan los libros para niños?), que resultó ser la exposición temporal más visitada en toda la historia de la Biblioteca (véase la figura 2).

“No hay libro bueno que sea sólo para niños,” empieza diciendo el texto intro-ductorio a la exhibición. En él se explica lo que uno podrá observar: “Una vívida

evidencia de los cambios en los sueños y las esperanzas de la sociedad a través de la literatura (se refiere a la sociedad norteamericana en específico), y el reto interminable de poder comunicarse con los niños de manera apelativa” (Marcus, Exposición).

Los curadores de la exhibición invitan a pasar a este espacio fantástico no sin antes advertir que seguramente el visitante encontrará parte de sí mismo en los

Fig. 2: “Entrada de la exposición,” Fotografía digital tomada por Quesada; 22 jul. 2014.

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libros que está por admirar, y que tendrá que mantener los ojos y los oídos bien abiertos, porque las obras “para niños” son muy engañosas, y son mucho más de lo que parecen ser. El recorrido empieza con volúmenes que tienen que ver con la escuela y la educación. Como bien se sabe, la literatura siempre ha ido de la mano de la formación de ciudadanos, por lo que los textos para niños comen-zaron siendo esencialmente didácticos. De ahí que varios de los ejemplos iniciales son creaciones de educadores, pedagogos y psicólogos, de cuando la psicología saltó a escena. La exhibición inicia presentando sorpresivamente originales anti-quísimos de Comenio –nada más y nada menos que la Didáctica Magna– de Locke, de Dewey, de Montessori y de Gessel.

La segunda parte muestra obras de escritores un poco más rebeldes que pro-pusieron que también podría haber libros escritos explícitamente para divertir- se, para sentir, para imaginar, para descansar y para hacer realidad las propias fantasías. Se pueden admirar escenarios completos de la vida cotidiana inglesa del siglo xix (véase la figura 3), incluyendo objetos registrados en los clásicos infantiles ingleses –antecesores naturales de la literatura norteamericana– como Alicia en el País de las Maravillas, Peter Rabbit y Winnie the Pooh.

El recorrido continúa con instalaciones de fragmentos de clásicos norteameri-canos como Buenas noches luna y Donde viven los monstruos.

La tercera parte tiene como objetivo demostrar que las bibliotecas todavía tie-nen mucho que dar a la humanidad, y que lejos de agonizar, se encuentran en plena adolescencia, sufriendo cambios trascendentes que las llevarán a la madurez. En esta sección dedicada a las bibliotecas, los niños y sus vínculos, se presenta un recorrido histórico sobre las vicisitudes que los bibliotecarios han sufrido, y cómo los lectores más pequeños han ido ganando su merecido espacio en estos recintos en donde se resguarda la historia y la cultura de la humanidad.

Fig. 3. “Instalación del libro Good Night Moon;” Fotografía digital tomada por

Quesada; 12 dic. 2013.

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Se habla, por ejemplo, de cómo hasta principios del siglo xx, en todas las bibliotecas de E.U. había un letrero en la puerta que decía “Prohibido el paso a perros y niños”. Fue una mujer, Anne Carrolle, la que decidió retirar esos letreros de su biblioteca, en Nueva York, y empezar a publicar una lista de libros recomendados para niños. Fue también cofun-dadora de las medallas Newberry y Caldecott, que premian a lo mejor de la literatura infantil en ese país. La exhibición muestra fotografías de cuando se establecieron “las horas de la lectura”, y se promulgó no sólo el derecho, sino la necesidad de que los niños fueran miembros asiduos y preferentes en todas las bibliotecas públicas.

Asimismo, se exhibe en esta sala una muestra de fichas bibliográficas con citas de famosos que se formaron en las bi-bliotecas durante su niñez y adolescencia. “Me acerqué a un bibliotecario muy grande y le pedí un libro que habla- ra sobre estrellas. Fue en esa biblioteca, leyendo ese libro, que la escala del universo se abrió ante mí,” dice Carl Sagan (véa-se la figura 4). Y Ray Bradbury afirma en otra tarjeta “Las bibliotecas me criaron” (Marcus, Exposición).

La exhibición también ofrece el lado oscuro de la literatura infantil: en una salita con paredes negras, apilado, se encuen-tra un gran acervo de obras vetadas. Tantos y tantos textos que a lo largo de los años han sido prohibidos por tratar temas tabús, fuera de lo convencional, o políticamente incorrectos: hablan de discriminación racial –como el de una conejita blan-ca que se casa con un cone-jito negro– drogas, divorcio, suicidio, y hasta brasieres. Se comenta sobre las distintas maneras de leer a lo largo de

Fig. 4. “Ficha técnica de Carl Sagan;” Fotografía digital tomada por Quesada; Sección de la historia de las bibliotecas; 22 jul. 2014.

Fig. 5 y 6. “Los best sellers infantiles del año 2000;” Fotografía digital tomada por Quesada; Sección de la historia de las bibliotecas. 22 jul. 2014. Y “Texturas creadas por Eric Carle;” Fotografía digital tomada por Quesada.

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los años, pues libros como Huckle Berry Finn se escribieron sin ningún afán de in-sultar a nadie, y, sin embargo, hoy son vistos como discriminadores e insultantes.

Finalmente, la exhibición cierra presentando libros actuales que a ojos del curador son verdaderas joyas, amadas o por los críticos o por los lectores. Por ejemplo, un cuadro muestra la paleta de colores de Eric Carle, o la página del New York Times del año 2000 en la que se muestra el éxito en ventas de Harry Potter en ese momento (véanse las figuras 5 y 6). Termina la exhibición con traba-jos de ilustradores de cómics, tanto norteamericanos, como ingleses y japoneses.

Ésta fue una experiencia en extremo agradable, emocionante y educativa en la que se presentó a las bibliotecas como espacios vivos y a los libros como objetos de primera necesidad, para la mente, para el espíritu y para la salud de una sociedad.

Necesidad de profesionalizar el “oficio”

Al preguntar al curador de esta exhibición si él creía que los libros para niños deberían considerarse artículos de lujo, contestó:

La última vez que visité una primaria y platiqué con los niños, ellos me comen-

taron que les gustaría ser jugadores de fútbol, artistas o programadores de video-

juegos, pero ninguno me dijo que estaba pensando en ser escritor de libros para

niños. Considero que la batalla se libra a partir de las diferencias en ganancias

económicas y prestigio. Pero eso no ocurre únicamente con los libros para niños,

sino con cualquier literatura, que implica mucho esfuerzo y poca fama. Lo que

definitivamente defiendo es que el trabajo de los escritores e ilustradores ayuda a

conformar personas conscientes, libres y con amplios espacios en su mente para

la imaginación. También creo que ellos influyen directamente en la conformación

de ciudadanos y en la manera en la que una sociedad se considera a sí misma,

porque los personajes que ellos crean llegan a lo más profundo de las conciencias

de las personas más vulnerables, los niños. Considero que es necesario seguir la

lucha en contra de la cultura de masas, la facilona, la que tranquiliza, la que ge-

neraliza y uniforma las formas de pensar. La vida universitaria nunca ha sido para

todos, pero es necesario que siempre haya algunos involucrados en el trabajoso

arte de pensar y transmitir las ideas, que las compartan, para que todos vivamos

mejor. (Marcus, Entrevista personal)

Para mí, la respuesta más triste de la entrevista fue la que dio cuando le pre-

gunté su opinión acerca del trabajo de escritores e ilustradores mexicanos para

niños:

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Desgraciadamente no me encuentro en posición de contestar, pues no conozco

el trabajo realizado en México. Sé que existe la editorial del Fondo de Cultura

Económica, conozco a un señor que se llama Rodrigo Morales y he escuchado

del trabajo de Daniel Goldin, pero nada más. Me gustaría mucho tener tiempo

para estudiarlo, seguramente tienen cosas interesantes que compartir. (Marcus,

Entrevista personal).

En otras palabras, a la industria editorial infantil en México le hace falta difusión y proyección internacional.

Lo que podemos aprender

Para tener escritores e ilustradores para niños que sean profesionales– indispen-sables para una sociedad–, hay que buscarlo intencionalmente pues no se va a desarrollar de manera espontánea.

El ejemplo perfecto lo encuentro en la persona de Ashley Bryan, ilustrador entrevistado por Marcus en su libro (28-40). Él es un neoyorquino afroamerica-no que vivió su infancia en la época de la Gran Depresión en E.U., y que gracias al impulso que recibió para desarrollar su vena artística de parte de las Casas de la Cultura de onGs, de la Biblioteca Pública y de las actividades culturales de su iglesia, ha sido maestro, escritor, ilustrador, narrador y modelo de muchas gene-raciones en su barrio y más allá. Gracias a algunas becas, logró estudiar en Europa durante las dos Guerras Mundiales y posteriormente terminar la carrera de Artes en su país.

Considera que escribir literatura de “su gente” es un compromiso por man-tener vivo lo esencial de su cultura. Es necesario abrir espacios para que artistas de este tipo se preparen y desarrollen, tanto como cualquier otra profesión que mejora la calidad de vida de todos los individuos. “Me di cuenta,” dice Raschka en el libro de Marcus, “que al igual que un doctor, hacer libros para niños puede ser útil a la sociedad, y por la posibilidad de hacer cosas útiles y a la vez divertidas me siento muy, muy feliz” (Marcus, Show Me 181).

A partir de las entrevistas podría añadir que abrir espacios formales y acadé-micos es necesario para:

• Tener una manera estructurada, regulada y certificada de preparar teórica y prácticamente a los ilustradores y escritores de libros infantiles.

• Encauzar las vocaciones artísticas tanto literarias, como de ilustración, de quienes quieran contribuir al desarrollo editorial de manera honesta, y que

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puedan, con el respaldo de un título, trabajar en ello y vivir dignamente de lo mismo.

• Contar con espacios académicos en donde los colegas se relacionen, traba-jen en colaboración y formen a las nuevas generaciones.

• Propiciar la investigación que dé con el descubrimiento de nuevos lenguajes y discursos propios, tan necesarios en nuestro país.

De esta manera se fortalecería el trabajo que de por sí se lleva a cabo muy va-liente y distinguidamente por varios expertos, novatos, e instituciones de todos tamaños y proveniencias, pero que ven reducidos sus esfuerzos por tratarse de propuestas aisladas, un poco caseras o artesanales, que algunas veces rayan en la repetición de modelos ajenos al contexto nacional, o resultan ingenuas por la falta de sustento; o en el mejor de los casos, son muy profesionales pero carecen de un respaldo que amerite un apoyo universitario. Considero que es tiempo de otorgar un título institucional y académico a tantos buenos trabajadores y amantes de la literatura infantil y juvenil que tiene el país. México lo agradecerá.

Obras Citadas

LeonardMarcus.com. Simplehitcounter, s. f. Internet. 20 julio 2014. Marcus, Leonard. Entrevista personal. 22 julio 2014. ---. Exposición de museo. The A B C of it: Why children’s books matter. Biblioteca Pública de Nueva York, Nueva York. ---, ed. Show Me a Story! Prol. David Weisner. Humen: Candlewick Press, 2012.

Impreso.Quesada, Rosa María. “Conjunto de fotografías.” Fotografías tomadas entre di-

ciembre del 2013 y julio del 2014. Archivos JPEG.