1 · el demonio de la botella leyenda de tesistán, jalisco tinta rápida 15 la guerra de treinta...
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DIRECTORIO Agosto 2018
Año 6, número 70
Director José Luis Barrera Mora
Editor
Luciano Pérez
Coordinador Gráfico Juvenal García Flores
Asistente de editor
Norma Leticia Vázquez González
Web Master Gabriel Rojas Ruiz
Consejo Editorial Agustín Cadena
Alejandro Pérez Cruz Alejandra Silva
Fabián Guerrero Fernando Medina Hernández
Ave Lamia es un esfuerzo editorial de:
Director
Juvenal Delgado Ramírez
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Reserva de Derechos: 04 – 2013 – 030514223300 - 023
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ÍNDICE
EDITORIAL 3
IMAGEN DEL MES “LA BELLA DURMIENTE O LA VOLUPTUOSIDAD DEL SER”
Javier Gaona 5
A DOSCIENTOS AÑOS DE FRANKENSTEIN Luciano Pérez 6
INUNDÁNDOSE EN LA
MADRUGADA
Adán Echeverría 11
EL DEMONIO DE LA BOTELLA
Leyenda de Tesistán, Jalisco
Tinta Rápida 15
LA GUERRA DE TREINTA AÑOS
(1618 ─ 1648)
Loki Petersen 19
CINCO POEMAS
(de Dolor fantasma)
Enrique Soria 24
EL COYOTE Y LAS GALLINAS
DE DON MANUEL
Alma Preciado 31
CON LA ESPERANZA AL
ALCANCE DE LA MANO
Tinta Rápida 33
DRAGÓN LADY
Luciano Pérez 36
SOBRE LOS AUTORES 34
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Agosto y con distancia de
por medio, seguimos ha-
ciendo esta revista. Nuestro
Web Master en Veracruz,
nuestro Coordinador Gráfi-
co en Michoacán, nuestra
Asistente de Editor en Chi-
huahua, nuestro director en
Jalisco y nuestro Editor,
inamovible y estoico en la
Ciudad de México, en don-
de coincidimos en algún
momento y en donde se
fraguó la idea que ya llega
a setenta números. No po-
demos quejarnos: la dis-
tancia no es nada contra la
férrea necesidad de crear y
promover la cultura. Ese es
nuestro sino y esa nuestra
identidad. Misma que que-
remos compartir con nues-
tros lectores que nos si-
guen de incluso muchas
más distintas latitudes.
Pero no dejemos de
lado que de nada serviría la
voluntad si no existiera la
tecnología que nos permite
seguir con esta tarea. Y an-
te estas circunstancias no cejaremos en este empeño.
Por lo pronto, los dejamos con este número que está lleno
de memorias y emociones, con que siempre se ha escrito desde
el confín de las letras. Ya con el verano en sus últimos suspiros
anuales y el otoño esperando a hacer su entrada triunfal. Por
supuesto nosotros que entendemos que se viene lo mejor del
año, sabemos que vamos a terminar con todo el entusiasmo.
Agosto que por origen pertenece a César Augusto, y que
por tradición la pasamos a gusto. Agosto que con el ca-
lentamiento global no se parece a otros agostos, esos que vivi-
mos de niños y de jóvenes. Por donde pasaron amores y des-
amores. En el que no faltaron francachelas o tardes familiares.
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Es en agosto cuando una linda madre nacía y muchos otros virgos también lo habrán hecho.
Aquí se completa del bimestre de sesenta y dos días y continuamos con los de treinta y los de
treinta y uno salteados.
Ya vamos en el mes ocho de doce. De nuevo dejamos atrás la tercera parte del año y otro
pedazo de nuestras vidas, pero seguimos hasta que el destino alcance a la Lamia.
José Luis Barrera
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La bella durmiente o la voluptuosidad del ser
Técnica mixta, 2018
Javier Gaona
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e cumplen doscientos
años de que se pu-
blicó en 1818, en Lon-
dres, un libro destinado a
permanecer para siempre
en el imaginario literario y
popular: “Frankenstein or
the Modern Prometeus”,
escrito por una notable mu-
jer, Mary Godwin Wolls-
tonecraft Shelley, nacida en
1797 y muerta en 1851.
Esa novela es considerada
una de las máximas obras
de la literatura gótica, y
también es apreciada como
el primer libro ya formal de
ciencia ficción que se escri-
bió. Su autora, hija de una
de las precursoras del mo-
vimiento feminista (Mary
Wollstonecraft, que escribió
“Vindicación de los dere-
chos de la mujer”), y espo-
sa de uno de los puntales
del romanticismo inglés
(Percy Bysshe Shelley),
logró ensamblar el horror y
lo científico, una mezcla
que sonaba imposible, pero
que desde “Frankenstein”
ya no fue algo inusual.
La creación de
monstruos no es nueva,
pues aparece en la Biblia.
Dios le demuestra a Job
cuán capaz ha sido Él de
crear al terrible Behemot, y
tan se ufana de ello que di-
ce Yavé, acerca de ese
monstruo: Behemot “es la
obra maestra de Dios, crea-
do para ser el terror de sus
semejantes” (Job 40: 19).
S
A doscientos
años de
Frankenstein Luciano Pérez
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Por lo tanto, para Yavé su
obra máxima no es el ser
humano, sino un mons-
truoso hipopótamo. Se nota
que siente mayor orgullo
por haber creado a éste
que a la humanidad. Sin
embargo, bien sabemos
que el hombre creación de
Dios fue también un mons-
truo; y quién de los dos, A-
dán o Behemot, es el mejor
de los monstruos posibles,
eso habrán de discutirlo los
teólogos (nosotros nos de-
claramos a favor del hipo-
pótamo).
Y volviendo a la au-
tora, cuenta ella en la intro-
ducción a su libro cómo fue
que le vino la idea de reali-
zarlo. Hubo una reunión,
quizá la más famosa reu-
nión literaria de todos los
tiempos, en un lugar de
Suiza, en el verano de
1816, en Villa Deodati, jun-
to al lago Ginebra. Estaban
ahí Lord Byron, el anifitrión,
los esposos Shelley, y un
amigo del primero, el doctor
John Polidori. Tenían a la
mano libros alemanes de
fantasmas traducidos al
francés, y les gustaron tan-
to que a Lord Byron le vino
la idea de que cada uno de
los cuatro presentes escri-
biera un relato fantasmagó-
rico. Ninguno de ellos logró
escribir algo realmente bue-
no, y olvidaron el asunto;
excepto Mary Shelley,
quien se quedó pensando
en una buena historia, pero
no sabía cómo ni de dónde
podría llegar.
Y he aquí que de re-
pente Shelley, el poeta, y
Byron estaban platicando
de ciertos experimentos de
un tal doctor Erasmus Dar-
win (el abuelo de Charles
Darwin), el cual estaba in-
tentando reanimar un cadá-
ver para volverlo a la vida.
Eso impresionó mucho a
Mary, quien se fue a dor-
mir, pero no pudo hacerlo,
porque su imaginación se
había desbordado: cerró
los ojos y vio a un pálido
estudiante de artes profa-
nas, seguramente alemán,
arrodillado sobre una cosa
que él mismo había ensam-
blado, y esta cosa era algo
así como un hombre, que
conectado a una poderosa
máquina estaba mostrando
signos de vida. El creador
se mostraba asustado ante
su propia creación, lleno de
horror ante su imitación de
Dios como creador de vida.
“Su éxito aterrorizaba al ar-
tista”, remarca Mary She-
lley, lo cual llega al fondo
de lo que significa un ver-
dadero proceso creativo, de
cualquier índole que éste
sea: ante lo que uno crea,
sobre todo si es raro y pro-
digioso, no hay precisa-
mente satisfacción por par-
te de uno, sino terror. Crear
es horroroso, pero de algún
modo tiene que hacerse.
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Dios está a gusto creando,
mas el ser humano que lo
imita está lleno de dudas,
de angustias, como que
siente que algo no está
bien. Y así este sabio ale-
mán, que quisiera destruir
lo que ha creado, o mejor
que éste se destruyese so-
lo. Con la idea de que esto
último podrá de algún modo
hacerse, se va a dormir.
Pero junto a su cama está
el monstruo, que está vien-
do a su creador con ojos
amarillos, acuosos, escudri-
ñadores...
Mary Shelley tuvo
miedo de su propia visión,
pero se dio cuenta que ahí
estaba ya todo el núcleo de
su cuento de fantasmas.
“¡Lo he descubierto! ¡Lo
que me horrorizó, horroriza-
rá a otros!”, se dijo, y al día
siguiente le comunicó a su
esposo y amigos que ya te-
nía una buena y original i-
dea para una historia fan-
tasmal. Se puso a escribir
unas pocas páginas, y eso
fue todo, pero su marido el
poeta la animó a que desa-
rrollase más todo el asunto.
Ahora escuchemos
lo que Isaac Asimov dijo a
este respecto: “La primera
novela a la que se podría
definir como de verdadera
ciencia ficción fue Fran-
kenstein, de Mary Shelley,
publicada en 1818 en Gran
Bretaña, la cuna de la Re-
volución Industrial. Trataba
sobre la creación de vida
no a través de la magia o
de lo sobrenatural, sino por
la aplicación racional de
técnicas científicas (que la
señora Shelley dejó pru-
dentemente sin describir).
Y trataba sobre las perni-
ciosas consecuencias que
eso tenía. Como todos sa-
bemos, el monstruo que fue
creado destruyó a Fran-
kenstein, su creador” (Asi-
mov on Science Fiction,
prólogo 17).
Estamos acostum-
brados a ver al monstruo
creado por Frankenstein
desde la perspectiva de las
películas, donde nos lo pre-
sentan como un ser torpe,
tonto y que gruñe. Sin em-
bargo, en el libro él llega a
tener inteligencia, y ade-
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más sentimientos. Incluso
logra hablar muy bien, y a-
prende a leer. Todo comen-
zó porque Víctor Frankens-
tein se sintió interesado
desde muy joven por cono-
cer los secretos físicos del
mundo. Así que se puso a
estudiar a los filósofos de la
naturaleza, a Cornelio Agri-
pa, a Alberto Magno, y a
Paracelso. Todos ellos
estaban interesados en
crear un ser, y de ahí que
la época de ellos esté tan
llena de los homúnculos, y
por supuesto del Golem.
Entonces ocurre que sus
padres mandan a Víctor a
estudiar a Alemania, a la
universidad de Ingolstadt.
Ahí reafirma lo que
ya había leído, pero ade-
más entra en contacto con
una ciencia que le será
muy importante para lograr
llegar al fondo de los miste-
rios de la naturaleza: la quí-
mica. Es ésta quien le dará
la herramienta para por fin
experimentar en lo que en
su mente ya está forjando-
se: la creación de un ser
humano. Para ello necesi-
taba examinar qué es la vi-
da y qué es la muerte, en
un sentido fisiológico. Estu-
dia cadáveres, para enten-
der en qué consiste la co-
rrupción y la pudrición del
cuerpo. Anda escudriñando
en morgues, en cemente-
rios, y de ahí empieza a
extraer pedazos humanos,
pues es con éstos con los
que ensamblará al ser que
todavía no sabe cómo será.
Y da conclusión a su obra
durante una melancólica
noche de noviembre, en u-
na noche de brujas o de
muertos quizá...
El monstruo tiene
piel amarilla, el cabello y
los labios negros, los ojos
acuosos, y es de estatura
gigantesca. Es feo, pero
sus huesos y sus músculos
están portentosamente uni-
dos. ¡Todo un titán, como
Prometeo! Pero su creador,
Frankenstein, otro Prome-
teo por sus artificios creati-
vos, se llena de pavor al
verlo, y huye, para refu-
giarse con unos amigos.
Pasa el tiempo, y parece
haber superado ya la ma-
cabra experiencia, cuando
he aquí que en el transcur-
so de un paseo por las
montañas, entre la nieve se
encuentra con su creación.
Y éste le habla a su crea-
dor, le pide que le tenga
compasión, que no lo re-
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chace; pero Frankenstein
se comporta intolerante,
porque además lo culpa de
unos asesinatos que han
ocurrido. Sin embargo, a-
cepta escuchar la historia
que de sí mismo el mons-
truo desea contarle.
Relata él su incer-
tidumbre al despertar en el
laboratorio donde fue crea-
do. Sale de ahí y se refugia
en un bosque. Bebe agua
de un río, y come de los
frutos que encuentra. Llega
a las afueras de una caba-
ña, donde vive una familia,
cuyo miembro mayor es un
viejo ciego. Pero el mons-
truo sabe que no debe ser
visto, aunque de algún mo-
do ayuda a la familia lleván-
doles leña. Observando y
oyendo a esta familia es
como aprende a hablar, y a
leer también. Un día hace
un gran descubrimiento: ¡li-
bros! Se pone a leerlos, así
que se empapa del “Wer-
ther” de Goethe, de las “Vi-
das paralelas” de Plutarco,
y sobre todo del “Paraíso
perdido” de Milton. Con
este último libro se siente
identificado, pues ve la
creación de Adán como se-
mejante a la suya. Sin em-
bargo, se percata de que
hay una notable diferencia:
Dios como creador trata
con afecto a su creación A-
dán, mientras que Fran-
kenstein no se comporta
igual con el monstruo que
ha hecho.
Y así transcurren e-
sos agradables días en los
alrededores de la cabaña,
hasta que un día el ser se
decide a pedir compasión
de la gente que vive ahí,
para que lo consideren co-
mo uno más de la familia.
Es obvio que al presentarse
él se llenan de horror, y uno
de ellos golpea con un palo
al monstruo, al cual no le
queda más remedio que
huir, pues no quiere dañar-
los, por más que podría ha-
cerlo. Se va a Suiza, para
buscar a su creador, hasta
que se lo encuentra. Le pi-
de a éste que le otorgue u-
na pareja, y promete irse
muy lejos, al Amazonas
quizá, para no molestar a
nadie. Con mucha renuen-
cia, Frankenstein acepta
construirle una pareja, y en-
tonces el creador se dirige
a Inglaterra, para recabar
datos científicos que nece-
sita para la creación de una
mujer monstruo. Sin embar-
go, le da largas al asunto, y
al final decide no cumplir
con la promesa, porque si
esos monstruos llegan a te-
ner hijos, serán el terror del
mundo entero.
El monstruo, por su-
puesto, se enfurece, y se
dispone a perseguir a su
creador por todo el mundo,
y no para hasta matarlo. Y
concluye esta novela con la
desaparición del monstruo,
y no sabemos más de él.
Frankenstein se arrepintió
de haber hecho un mons-
truo, y es más, llega a abo-
rrecer a la ciencia misma:
“cuán peligroso es adquirir
conocimiento”. Sin duda
que lo es, pero parece ine-
vitable que, al convertirnos
en dioses por comer del
fruto del conocimiento, a-
traigamos, como le pasó a
Prometeo, la furia de la di-
vinidad.
El libro de Frankens-
tein tuvo una enorme tras-
cendencia en la cultura po-
pular así en el cine como
en el comic. Se llegó a con-
fundir a creador y a
monstruo, de modo que
mucha gente, que ha visto
las películas pero no ha leí-
do el libro, cree que el
monstruo se llama Fran-
kenstein. Irónico destino
este. En el suplemento de
terror de Ave Lamia de este
año, será tratado con am-
plitud el tema de Frankens-
tein en el cine, que por falta
de espacio no puede hacer-
se aquí.
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compañé a mi no-
via a rentar la casa
de la calle 84 que
se volvió la dirección que
poníamos luego en los cua-
dernillos de poesía que pu-
blicamos. Estos cuaderni-
llos fueron los primeros del
taller. Los alumnos querían
que yo igual publicara con
ellos, pero les dije que no.
Yo ya había sido publicado
por la editorial Dante y por
la Universidad Autónoma
de Yucatán. No iba a publi-
car ahora en un cuadernillo.
Igual les sugerí que cada u-
no de ellos hiciera un texto
de presentación para el tex-
to de otro compañero. A mí
me tocó escribir el texto pa-
ra los cuadernillos de Patri-
cia e Ivi.
La casa de la calle 84
se volvió el sitio para los
encuentros literarios, las
charlas poéticas, el tallereo,
la edición, la fiesta, y claro,
para que mi novia y yo nos
revolcáramos piel contra
piel todo el tiempo que así
lo deseáramos. Desde que
la acompañé a rentar la ca-
sa, ella insistió en que la
llevara a un cerrajero para
que me sacara una copia
de la llave. Así, yo podía ir
y venir cuando quisiera,
aún cuando ella estuviera
en Santa Cruz Pinto, donde
trabajaba como instructora
Conafe.
Cómo le enojaba que
yo dispusiera de la casa
para las fiestas de cada fin
de semana. Luego del taller
yo decidía ir a la casa, no
solo con ella, sino con va-
rios de los integrantes, a
beber de lo lindo. Sobre to-
A
Inundándose
en la
madrugada Adán Echeverría
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do si nos tocaba salirnos de
algún evento cultural.
La noche de Carolina,
creo que se trató de alguna
de las constantes premia-
ciones que le daban a mi
novia por su trabajo poéti-
co. Había ganado ya varios
concursos, y claro, los com-
pas del taller literario, yo
con ellos, teníamos que
brindar de alegría. Carolina
decidió irse con nosotros.
Podía ser –en edad– madre
de mi novia, bueno, yo le
llevaba 10 años a mi chica,
y Carolina tenía edad para
ser incluso mi madre. Ivi,
Carolina, Yo, éramos los
que más bebíamos. Paty
siempre se cuidó con el
alcohol, lo de ella eran las
drogas duras, o –si no ha-
bía más– pues algo de hier-
ba, y el Ivi siempre andaba
preparado porque Nelson
era más aficionado a la mo-
ta que al alcohol. Bonito
grupo intelectual formába-
mos.
Así que entre brindis y
brindis, todos nos pusimos
alrededor de Carolina quien
nos contaba sus derroteros
como dictaminadora para el
Fondo Editorial Tie…: He
rechazado a un chingo de
huevones y huevonas que
creen que escribir prosa es
hacer cuento. ¡Cuánto pen-
dejo manda trabajos a la e-
ditorial! Yo solo me río, ga-
no el dinero que me pagan
por la chamba, y me pongo
hasta la madre, como debe
de ser. ¡Salud! decíamos a
coro.
Cansado de todas las
historias que se contaban
sobre el monstruo irreal de
la narrativa yucateca que
era Carolina, decidí no de-
jar de preguntar por las le-
yendas que se contaban de
ella. Mario González, cuan-
do fue mi tutor suplente de
novela, en el Fonca, porque
Rafael se había puesto
muy mal del cáncer y no a-
cudió a la última reunión
que tuvimos en Veracruz,
nos contó, a Luis Valdez y
a mí, que Carolina todas
las mañanas tomaba el de-
sayuno en el Fondo de Cul-
tura… con Alí Ch....
"Es la niña consentida
de Alí", contaba el bocón
de Mario, y añadió: "Pero
esta pinche vieja esta bien
loca. Un día llegó para exi-
girle plata al viejo. El viejo
se negó frente a mí. 'Ya te
dí', le decía, pero la Caro-
lina se puso fúrica; le tiró la
cerveza encima al pobre
viejo. Lo hubieran visto. El
gran maestro de poesía ba-
ñado en cerveza por la loca
yucateca. Alí solo se son-
reía divertido. 'Así es ella,
la conozco hace tanto. Ya
vendrá a disculparse. Pero
no puedo darle dinero ahor-
ita; así como anda sería
mejor ponerle una pistola
en la cabeza y dispararle.
Sólo quiere conseguir más'.
Y el viejo se limpió el saco
y la camisa.
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Carolina volvió del
baño y pidió otra cerveza.
Cogió la mano derecha de
Alí, y así, tomados de la
mano, comieron juntos el
desayuno. Yo no decía
nada. Solo me la pasaba
viéndolos. Ya tuve yo mi
propio momento para ver
una de las escenas de
Carolina, la gran na-
rradora. No se qué broncas
tenía con su tipo, el caso es
que me habló temprano.
Cuando llegué a verla, es-
taban los dos bañados en
sangre. El pendejo tenía un
corte en la nuca y Carolina
cortados los dedos de la
mano derecha. Le había
puesto un botellazo al tipo,
pero ahí estaban los dos
esperándome". Esas fueron
algunas de las historias que
nos había contado Mario,
en aquella cantina de mala
muerte del centro del puer-
to de Veracruz. Yo ahora
tenía a Carolina de frente,
en vivo. La historia de Ca-
rolina que el tutor suplente
del Fonca me contara debió
ser suficiente para no ha-
cerle más caso a esta mu-
jer, o mejor dicho, para no
picarle en el lomo a esta
gárgola, y en cambio heme
acá chupando con ella.
Nos bebimos dos car-
tones de caguamas y un li-
tro de ron con agua mine-
ral. Fumamos bastante mo-
ta. Mi novia estaba hasta la
madre de cansada, harta
de todos nosotros, pero
siempre fue muy centrada
con respecto a la fiesta. Ja-
más saca a nadie de su ca-
sa, aunque ella no beba
hasta quedar hasta las
chanclas, siempre perma-
nece consciente. No fue mi
caso.
Yo ya me había puesto
hasta la madre. Las histo-
rias de Carolina daban
vueltas en mi cabeza. Ella
había vuelto a Mérida por-
que había huido, luego de
que ayudó a su novio a vio-
lar a una chica de universi-
dad. El tipo era un patan-
zote que ella mantenía con
el dinero que ganaba en la
literatura. Decía que era
músico. Pero sólo creía
servir para sacarles prove-
cho a las mujeres, y Caro-
lina se enteró de una de las
mujeres que se enredó con
él. Los vio juntos, bebiendo
en una cantina, y se les
sentó a la mesa. Los otros
no supieron qué hacer.
Carolina estaba dis-
puesta a hacerles un es-
cándalo brutal si aquella
chica decidía levantarse
para irse. “Quiero ver cómo
te coge mi marido”, nos
contó que le dijo a la cha-
maca. Y se fueron los tres
al departamento. Carolina
siempre ha podido con el
alcohol, las drogas duras,
las pastas, la coca, piedra,
el cristal, los ácidos y los
aceites, con todo lo que le
provoque y para lo que le
alcance. Se la llevaron al
departamento, y cuando la
chica ya parecía una muñe-
ca de trapo por el alcohol y
la droga, entre los dos la
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violaron. La dejaron ensan-
grentada y desmayada en
una calle cercana a su ca-
sa. 'Que la recoja el gobier-
no, o el departamento de
limpia, pinche vieja'. Por
supuesto que ellos resulta-
ron los principales sospe-
chosos; la chica no murió,
pero se había librado una
orden de aprensión.
Carolina reía con esa
su risa bruja, de dientes po-
dridos por la droga. Mi no-
via me vio ya incapaz de
estar en pie, y me acom-
pañó a la cama. Le pedí
que me la chupara un poco
para relajarme, y ella presta
se puso de rodillas, pero yo
estaba demasiado ebrio y
me quedé dormido. Seguía
oyendo las risas de la con-
versación. Patricia ya no
estaba; a esa hora solo
quedábamos Nelson, Ivi, mi
novia, Carolina, y yo tirado
en la cama. Se había aca-
bado todo lo que se bebía.
Carolina insistió en dar su
tanda, y salieron a comprar
clandestino. Los escuché
cuando volvieron. Venía
alebestrados, hechos un
escándalo. Carolina se ha-
bía robado un macetero del
jardín de una casa, e hizo
que Nelson cargara con u-
na Virgen de Guadalupe
hecha de yeso; también
habían pateado cuanta reja
pudieron tan sólo para mo-
lestar. Carolina se acercó a
la cama donde yo estaba
durmiendo:
“Vas a ver cabrón. Te
voy a coger por el culo para
que no seas pendejo. Tie-
nes a esta chamaca como
tonta soportando borra-
chos, y tú, todo dormidote
en la cama. Ningún marica
me invita a chupar y se
queda dormido. Al que se
duerme, hay que cogérselo,
esa es la regla”. Y se metió
entre mis piernas. Yo esta-
ba durmiendo boca abajo,
así que me tomó por las ca-
deras y me jaló hacia ella.
Se balanceaba golpeando-
me con la pelvis, las nalgas
y los huevos. “Ya déjame,
coño”, pero ella estuvo jode
que jode hasta que me le-
vanté.
“Venga, cabrón, venga
a tomarse unos tragos con
nosotros, que aún no ama-
nece, y a usted ya se le
quitó lo borracho”. Me acer-
có un vaso de plástico que
contenía un líquido negro
en su interior. Ron con co-
ca cola, pensé; está bien, lo
dulce me refrescará el ho-
cico. Mi novia decía a modo
de súplica, medio en serio
medio en broma: “No, no
sean así; no te lo tomes,
déjalo”.
“Tú no te metas. Él tie-
ne que ser un hombre cum-
plidor, ándale, a chupar,
¡salud!”, gritó Carolina, y
sin contestar me empiné el
vaso y de dos tragos me lo
bebí completo. ¡Puta ma-
dre!, casi me vomito de lo
fuerte que estuvo el trago.
“¡¿Qué mierda me diste,
pinche pendeja?!” Pero Ca-
rolina y los otros, incluida
mi novia, ya estaban ca-
gándose de la risa. “Te dije
que me tocaba invitarte.
Tenía que dar mi tanda, y
lo único que encontramos
abierto era una farmacia”.
15 www.avelamia.com
an Francisco Tesistán
es un pueblo situado
al sureste del estado
de Jalisco y perteneciente
al municipio de Zapopan,
en el estado de Jalisco, que
se encuentra a 1600 me-
tros sobre el nivel del mar y
cuenta con un total 62,397
habitantes, entre lugareños
y gente venida de otros lu-
gares a poblar los nuevos
fraccionamientos que se
han construido en su cir-
cunscripción. Sus tradicio-
nes más famosas son: “La
feria del elote” (en agosto)
y “El novenario”, celebra-
ción de nueve días. que le
dedican a su patrono, San
Francisco de Asís. Este
pueblo tiene orígenes pre-
hispánicos, dato corrobo-
rado por el INAH con base
en las artesanías encontra-
das en las ruinas arqueoló-
gicas en el año de 1985,
sin saber precisar el año de
su fundación. Su nombre
en náhuatl es “Techistlán” y
significa “lugar donde abun-
da el pájaro tehictli”, y
cuando llegan los españo-
les, ya formaba parte de del
reino de Tonallan o Tonalá.
En su templo se puede en-
contrar una pila bautismal
que data de finales del siglo
XVIII.
En uno de los frac-
cionamientos construidos
en Tesistán, a diez minutos
del pueblo, hace mes y me-
dio comencé a contar entre
sus estadísticas poblacio-
nales. Y a diario paso por el
pueblo, disfrutando la tran-
quilidad con que se desa-
rrolla la vida cotidiana en
este pequeño rincón tapa-
tío.
Y más pronto de lo
que imaginé me encontré
S
El demonio de la botella
(Leyenda de Tesistán, Jalisco)
Tinta Rápida
16 www.avelamia.com
con una leyenda que se
cuenta en este poblado, y
de la cual doy cuenta, tal
como me la contó un bo-
rrachín del pueblo cierto día
que me encontraba sabo-
reando un “tejuino con nie-
ve de limón”.
°°°
En este pueblo vivie-
ron doña Edemira Guerrero
y don Mariano Altamira, un
matrimonio como tantos: la
esposa sumisa y el esposo
mujeriego. Y el marido en-
tre más mujeres tenía, más
quería e incluso se volvía
obsesivo con las mujeres a-
jenas. Sin embargo no to-
das daban su brazo a tor-
cer y esto le causaba un
gran desasosiego.
Cierto día, después
de un parranda con una
mujer casada, se le presen-
tó el mismísimo Diablo y le
propuso un tentador trato:
le ofreció tener toda clase
de placeres carnales sin
medida a cambio del alma
de su fiel esposa. Don Ma-
riano titubeó por un mo-
mento, pero pudo más su
ego machista que el amor
que le tenía a su abnegada
mujer y terminó por aceptar
el trato y poder pretender a
cuanta mujer quisiera, y
vaya que había mujeres de
sobra para desear. Así el
demonio le dijo que en
cuanto cobrara el alma do-
ña Edelmira, le haría entre-
ga de los secretos arcanos
de la seducción y el placer.
El trato se cerraría justo a
la medianoche del día si-
guiente.
Ese día, poco antes
de la hora pactado para co-
brar su parte el Diablo, don
Mariano salió de casa argu-
mentando un dolor de ca-
beza (lo cual era común, ya
que lo mismo hacía para
ver a sus amantes). Doña
Edelmira le refirió esos
constantes dolores, insis-
tiendo que viera a un mé-
dico, a lo que su esposo le
dijo:
─ Es que tengo ca-
beza de perro, la medicina
no me hace.
Al poco tiempo que
salió don Mariano, el diablo
tocó a la puerta de la casa
17 www.avelamia.com
del matrimonio y cuando
doña Edelmira abrió, se
presentó y le dijo que venía
por su alma. Y aunque ella
aterrada quiso huir, el dia-
blo le dio alcance y la tomó
entre sus brazos y le ex-
plicó el trato hecho con su
marido, motivo por el cual
se daba tan terrorífica visi-
ta.
Entre rabia y temor
la mujer comenzó a idear
en su cabeza una forma de
liberarse del destino a que
la orilló su mujeriego mari-
do, y de pronto le dijo al
Diablo:
─ Le doy lo que
quiera a cambio de algo.
A lo cual Lucifer se
negó, dado que considera-
ba que el alma de ella le
pertenecía y no tenía por
qué dar concesiones. Pero
la inteligente mujer puso en
duda su integridad y obligó
al Diablo a escuchar su
propuesta.
─ ¿Qué quieres que
haga? ─ le preguntó él.
─ Haré todo lo que
quieras si me muestras un
poco de tu poder ─ res-
pondió ella.
─ ¿Y de qué manera
quieres que te muestre mi
poder?
─ Quiero que te me-
tas en esta botella y des-
pués te salgas de ella. Pero
te advierto que no lo logra-
rás.
─ ¿Dices que si me
meto en la botella jamás
saldré de ahí?
─ Así es ─, contestó
segura de si misma doña
Edemira.
El demonio volteó a
ver la botella que se encon-
traba sobre la mesa de la
sala, dudó un momento,
pero después soltó una ri-
sotada y le dijo a la mujer:
─ Como te veo tan
segura de lo que dices y yo
estoy tan seguro de mis po-
deres, te prometo que si fa-
llo en el intento, no sólo se-
rás libre, sino que te pro-
meto que podrás vivir con
tu marido y haré que coma
de tu mano.
Dicho lo cual, el Dia-
blo alzó los brazos y se
introdujo en la botella.
Doña Edelmira en-
tonces se apresuró a tomar
la botella y a taparla con un
corcho. Y el Diablo por más
intentos que hizo, no pudo
18 www.avelamia.com
salir de esa improvisada
prisión de vidrio. Después
de varios vanos intentos le
preguntó a la mujer qué ar-
tes había utilizado para
atraparlo de esa manera.
─ Esta botella la uti-
lizo para guardar agua ben-
dita, y el corcho por su-
puesto también está ben-
dito ─, respondió ella.
El Diablo, al enten-
der que la mujer había sido
más inteligente que él, le
dijo:
─ Tenias razón, no
pude salir de esta botella.
Ahora déjame ir y cumpliré
con mi promesa de liberarte
del trato.
Doña Edelmira, con
un poco de desconfianza a-
brió la botella de agua ben-
dita y liberar a Lucifer. Al
verse libre, el Diablo aban-
dona la casa y la mujer aún
asustada lo ve partir.
A los pocos minutos
se escuchan los gritos de
una mujer que corre ate-
rrorizada por las calles de
Tesistán. Corre y grita pi-
diendo perdón por sus pe-
cados.
La gente del pueblo
al asomarse por las venta-
nas avizoran a la desdicha-
da mujer que corre
desnuda por el pueblo y de-
trás de ella un hombre tam-
bién desnudo que se tapa
la cabeza.
De pronto en hombre
cae y la gente se acerca
para ver lo que sucede y al
acercarse ven con horror a
un hombre con cabeza de
perro, y al preguntarle a la
mujer que corría desnuda
por las calles, indicò que es
don Mariano Altamira, de
quien era amante y que de
pronto, en esa noche de
encuentro carnal, su rostro
comenzó a transformarse y
se convirtió en lo que ellos
estaban viendo.
No pasó mucho
tiempo antes de que don
Mariano terminara en con-
vertirse en perro, y desde
entonces doña Edelmira
Guerrero le da de comer a
ese perro. El cual le lame
las manos para comer el
alimento que hay en ellas.
¿Cuál de tantos pe-
rros que hay en Tesistán
será el desdichado marido?
Por si acaso yo saludo a to-
dos con el nombre de “don
Mariano”.
19 www.avelamia.com
tantos años del fin
de la Segunda
Guerra Mundial,
todavía nos asombra y nos
asusta la destrucción casi
total que sufrió Alemania en
la fase final de ese conflic-
to. Algún historiador, no re-
cuerdo quién, dijo que en
1945 los alemanes habían
vuelto a vivir lo que se ex-
perimentó en la propia Ale-
mania durante la Guerra de
Treinta Años: muerte, des-
trucción, hambre, pillaje,
violaciones, asesinatos, ex-
pulsión de poblaciones, in-
cendios... Otra vez, y prác-
ticamente casi en los mis-
mos sitios. Los alemanes
salieron de esa larga gue-
rra de tres décadas, que se
extendió de 1618 a 1648,
con la idea de nunca volver
a vivir algo así. Pero volvie-
ron a caer... Estamos recor-
dando entonces cuatrocien-
tos años del inicio de esa
lucha total, ocurrida en ple-
na época barroca, y vamos
a revisar cuán destructiva
fue.
A principios del siglo
XVII había en el centro de
Europa un imperio (Reich)
llamado Santo Imperio de
la Nación Alemana, exis-
tente desde el año 962 en
que lo fundó Otón el
Grande. Pretendía evocar
las viejas glorias del Im-
perio Romano y del de Car-
lomagno. Sin embargo,
aunque decía representar a
los alemanes, no fue sino
hasta 1871 que se llegó a
una Alemania unificada.
A
La Guerra de Treinta
Años (1618-1648) Loki Petersen
20 www.avelamia.com
Antes de esto no hubo más
que un confuso conglo-
merado de reinos, principa-
dos, obispados, ciudades
libres, ciudades imperiales,
ducados; que en teoría le
debían obediencia al Em-
perador (Kaiser), pero en la
práctica procuraban evadir-
lo, y a veces estaban en su
contra. Esto se hizo más e-
vidente a partir de que los
países alemanes fueron a-
fectados por las diferencias
religiosas producto de la
Reforma de Martín Lutero,
pues unos eran católicos,
otros luteranos y otros cal-
vinistas.
En este periodo ba-
rroco de la historia europea
que estamos recordando, el
emperador era Rodolfo II
de Habsburgo, un experto,
más que en política, en al-
quimia y todo tipo de cien-
cias ocultas; él hizo de la
ciudad de Praga su capital
mágica. Y esta preferencia
se vio reflejada en que los
checos, entonces conoci-
dos como bohemios, apro-
vecharon la situación para
lograr mayores privilegios
que les permitieron sentir
menos la presión del domi-
nio austriaco. Pero en Vie-
na no se aceptaría esa si-
tuación, y Rodolfo fue desti-
tuido, y en su lugar estuvo
Matías, desde 1612. La re-
acción checa no se hizo es-
perar, y entonces Matías
les envió a sus represen-
tantes para que convencie-
ran a los rebeldes de ser
obedientes; sin embargo,
los checos los echaron por
la ventana del palacio
Hradschin de Praga (los
defenestraron), y a partir de
esta ”defenestración de
Praga”, el 23 de mayo de
1618, se inicia la Guerra de
Treinta Años.
Los checos se dieron
cuenta de que sólo otro ale-
mán podía protegerlos con-
tra los católicos Habsburgo,
y le ofrecieron el reino de
Bohemia al protestante
príncipe elector del Palati-
nado, Federico V, quien es-
taba casado con Isabel, hija
del rey de Inglaterra, Jaco-
bo I. El Palatinado es una
región en el centro de Re-
nania, y su capital era Hei-
delberg. Federico aceptó,
desafiando a su pariente el
nuevo emperador Fernando
II (Matías había muerto),
porque el reino bohemio le
correspondía al Kaiser. Los
príncipes palatinos llegaron
a Praga a fines de 1619
para ser coronados, y se
les llamó “los reyes de in-
vierno”. Había gran entu-
siasmo entre los checos,
pero Fernando II se lanzó
al ataque, y a mediados de
1620 se dio la primera gran
batalla de la guerra, en la
Montaña Blanca (Weiss-
berg), en las afueras de
Praga. Los checos fueron
21 www.avelamia.com
totalmente derrotados, y
Federico V y su esposa hu-
yeron; pero ya no podían
regresar a Heidelberg, pues
los Habsburgo de España
decidieron apoyar a los de
Austria y ocuparon el Pa-
latinado. Los malhadados
“reyes de invierno” se refu-
giaron en Holanda.
No hay espacio para
resumir todos los varios
vaivenes de un conflicto tan
largo y confuso. En líneas
generales, diremos que to-
da Alemania se convirtió en
un campo de batalla, y paí-
ses extranjeros intervinie-
ron y no les importó destruir
lo que fuera. De un lado es-
taban los católicos, con los
Habsburgos de Austria y de
España; del otro las pro-
testantes Holanda, Dina-
marca y Suecia, junto con
diversos principados ale-
manes. El rey inglés no in-
tervino a favor de su hija,
en contra del sentir del Par-
lamento. Pero el rey fran-
cés, Luis XIII, asesorado
por su ministro el cardenal
Richelieu, aunque católico,
era enemigo de los Habs-
burgo y decidió apoyar a
los protestantes.
En los siguientes
años, los veintes, el empe-
rador se apoyó en dos líde-
res militares muy eficientes,
el flamenco Tilly, y el checo
Wallenstein, que lograron
que se mantuviera el con-
trol de la situación. Todo
cambió a partir de 1630,
cuando Suecia entró direc-
tamente en la guerra. El
propio rey de los suecos,
Gustavo Adolfo, dirigió a
sus ejércitos, que le propi-
naron severas derrotas a
los Habsburgo. Ello coinci-
dió con la destitución de
Wallenstein, al que se le te-
nía mucha envidia en la
corte austriaca. Gustavo A-
dolfo aprovechó para ganar
terreno, avanzando casi sin
problemas ante la desespe-
ración de Tilly, quien llegó a
destruir la protestante ciu-
dad de Magdeburgo, en
castigo por apoyar ésta al
sueco, matando a mucha
gente. Los suecos también
se condujeron con cruel-
dad, y llegaron hasta Bavie-
ra, donde se dieron gusto
saqueando Munich. Tilly
murió en una de las mu-
chas batallas que se dieron
contra los suecos. Pero lue-
go el propio Gustavo Adolfo
pereció (fue sucedido por
su hija la famosa Cristina,
pero al ser ésta menor de
edad, el mando fue para el
canciller Oxenstierna) en su
sangriento encuentro con-
tra Wallenstein, quien había
sido vuelto a llamar, en
noviembre de 1632, en Lüt-
zen, cerca de Leipzig. Am-
22 www.avelamia.com
bos bandos anunciaron ha-
ber ganado, mas lo cierto
es que se trató de un em-
pate. Wallenstein mismo,
que se había vuelto muy
insolente tras su regreso,
murió en 1634, al parecer
asesinado por orden del
propio emperador.
Y siguió más sangre
y más dolor, sobre todo en-
tre la población civil alema-
na, que era obligada a ser-
vir a los extranjeros, y su vi-
da y propiedades quedaban
a merced de éstos. Cléri-
gos católicos y protestantes
de la propia Alemania se
dieron cuenta de que ya e-
ra demasiado, de que era
tiempo de detener tanta de-
vastación, y presionaron al
emperador y a los príncipes
enemigos de éste para que
iniciasen pláticas de paz.
Los suecos, los españoles
y los holandeses estaban
también cansados, y sólo
los franceses querían conti-
nuar con la guerra. Fueron
largas conversaciones, a lo
largo de los años cuaren-
tas, hasta que el 24 de oc-
tubre de 1648 fue firmada
la paz de Westfalia, conclu-
yendo así una de las gue-
rras más brutales.
Culturalmente, tuvo
logros importantes. La lite-
ratura alemana dio algunos
de sus primeros grandes
frutos narrativos, con dos
personajes que serían muy
populares: la Madre Coraje
(que siglos después Bertolt
Brecht retomaría para su
teatro) y Simplicius Sim-
plicissimus, que le dan
nombre a novelas picares-
cas (la segunda publicada
en 1669, y la primera men-
cionada en 1670) de Hans
Jakob Christoph von Grim-
melshausen, quien vivió di-
rectamente la guerra y con
el que se inicia propiamen-
te la novelística alemana,
que hasta Thomas Mann y
Günter Grass siempre evo-
carían el legado de ese au-
tor barroco. Simplicius es
un soldado, y se ve involu-
crado en mil aventuras, que
reflejan la penosa situación
alemana de aquel tiempo.
Por otro lado, Friedrich
Schiller escribió, inspirado
en esa Guerra de Treinta
Años, su celebrada trilogía
teatral “Wallenstein”, tres
dramas impresionantes pu-
blicados y a la vez estrena-
dos en escena entre 1798 y
1799, donde vemos al
famoso general imperial de-
batido entre la ambición, la
enfermedad y una ambigua
conducta hacia su jefe el
emperador austriaco. El
propio Schiller redactó ade-
más una “Historia de la
Guerra de Treinta Años”,
publicada de 1791 a 1793.
Y en 1971 apareció uno de
los más celebrados traba-
jos del hijo de Thomas
Mann, Golo Mann, una mo-
numental biografía de Wa-
llenstein, de más de mil pá-
ginas y digna de leerse.
23 www.avelamia.com
Concluyamos recor-
dando un hecho, también
cultural, ocurrido silenciosa-
mente en esa célebre gue-
rra. El filósofo René Des-
cartes, quien aunque fran-
cés, se enroló en el ejército
del príncipe elector de Ba-
viera y participó en comba-
tes. Una fría noche de
1619, mientras se calenta-
ba en una estufa (“en una
estufa alemana”, recalcó U-
namuno), le vinieron a la
mente los principios medu-
lares de lo que llegó a ser
su “Discurso del método”,
con el cual le dio un golpe
demoledor a la escolástica
medieval, e inicia la filo-
sofía moderna, libre ésta de
lo religioso, con todas las
consecuencias a futuro que
esto tendría.
24 www.avelamia.com
Cinco poemas De Dolor fantasma
Enrique Soria
XIX
Después de las águilas y de la cumbre,
Del juicio y el castigo divino
A su insolencia,
Prometeo devolvió el fuego
Que había robado para sus hermanos.
Nadie sospechó
Que después de mil robos,
El fuego llegaría a nosotros una tarde,
Y lo extinguiríamos de repente.
Al fin
Los dioses
No lo necesitarían más.
Hoy
Desde este frío que me quedó
Después de aquella sobredosis de calor,
25 www.avelamia.com
Y atado del corazón y de la suerte
En la cumbre de tu ausencia,
Solo espero a las águilas,
Y ni siquiera ellas llegan.
X
Hablabas de amor
Como de morir un poco
Tan sola
como yo
Tan confundida
─tu nostalgia eterna
por lo que no vendrá─
Temías a las rupturas .
Pero no lo supe ver
Y tampoco vi
Que más que el héroe,
Y más
Mucho mas que el hombre fuerte
indoblegable
Que no era y te ofrecí,
esperabas alguien frágil
vulnerable como tú
Para hacerle compañía.
26 www.avelamia.com
Y yo lo era...
¡carajo!
Menos joven y más listo
No lo hubiera tratado de ocultar
XI
Puebla tan lejos
Y tus rasgos etéreos tan cerca,
Mona lisa de mezclilla
Llegando con retraso,
Te besé con la desesperación
De imaginar sin ti mis labios.
Ay mujer
¿qué debí decir?
Puebla tan lejos y la ciudad tan grande
¿estábamos realmente en casa?
Yo tan iluso, que dentro de mí
El nómada venció a tu amante
La ciudad al nómada
Y me perdí.
El miedo sujetaba mis respuestas
Ante tu reclamo
Y yo tan joven esos días,
Cuando te dejé ir sin oponerme,
27 www.avelamia.com
Empecé a envejecer
Lenta
definitiva
irrevocablemente.
Sin saber qué hacer con tantas calles,
Sin aprender a estar conmigo cerca.
XII
Hay días que desgarran
Y queman
Con su falta apariencia de día común.
Días en que el horóscopo del diario
Anuncia conjunciones favorables
Y nos pega por la espalda
Con un astro.
Días que entierran
Sus veinticuatro dedos en el cuello
Sin ahorcar..
Días como aquel
Que arrancó
Mi nombre de tu agenda.
─ese día te vi mientras te alejabas
sin sentir el daño que vendría;
Este dolor fantasma
28 www.avelamia.com
En el muñón que me quedó en el pecho
Por amputarte de mi historia.
Cuando lo sentí
Maldije cada segundo
Que no te vi cuando podía,
Cada palabra que no dije
Y cada tarde que vendría
No estando tú.
En días así
Los versos que me cuelgan de tu memoria
Intentan,
Sin lograrlo,
Bajar las cortinas del cielo
Para que llegue el día siguiente
XIII
Tu beso faltó en mi boca
Tus sentidos;
Y yo enfermo de tus labios lejos
Me condene al exilio,
y huyendo
Me alejé de lo que fuimos;
Del barrio,
29 www.avelamia.com
De la gente,
Me alejé de lo que sueño
Lo que pienso y lo que siento.
Pero no de la nostalgia y
Así,
Lejos,
La posguerra del amor
me inmunizó
Contra el presente
y el futuro.
─de hecho aún no les temo─
Pero la nostalgia en cambio,
─pretérita enfermedad
Del que lo pierde todo─,
Esa si que duele,
Y esa sí que aún
No deja de causarme miedo
Cada vez que regresa
Y la ciudad se ríe de mí
XIV
La luz que emanaba
De entre tus párpados
Y tu risa
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Se me quedaron tan adentro
tan profundo
Que la oscuridad
Comenzó a llenarlo todo
Cuando te mudaste de mi vida.
Hoy
Que estás lejana,
ya ningunos ojos iluminan,
ninguna risa es suficiente
y ninguna luz bastante.
a partir de ti
aprendí
a querer a ciegas……
31 www.avelamia.com
uy tempranito,
una mañana de
verano con el
sol apenas asomando entre
los cerros, y sus tenues ra-
yos que escasamente dan
luz al nuevo día, un solitario
coyote hace su diario reco-
rrido por el campo en busca
de comida. Es un bello e-
jemplar color canela con
motas blancas en el lomo
como en la espesa cola. Su
pelaje es abundante y bri-
lloso. En esta época del a-
ño la comida no escasea y
se mantiene bien alimenta-
do.
Camina entre el monte
con paso ligero: esquiva las
chollas, da saltos por las
piedras y las zanjas que
encuentra a su paso. De
vez cuando mira hacia a-
trás como si temiera que al-
go lo persigue, atento al ca-
mino por si aparece algún
conejo, ardilla, liebre, lagar-
tija o cualquier animal co-
mestible en movimiento y
correr tras él para atraparlo.
Nuestro amigo coyote
tiene dos motivos para salir
temprano de su cueva esa
mañana: primero, es vera-
no y el calor arrecia con el
paso de las horas y, se-
gundo, las gallinas de Don
Manuel, suculento y seguro
alimento, que salen de su
protector gallinero a buscar
gusanitos y engullir los pe-
druscos necesarios para
realizar su digestión. Sabe
que es el momento preciso
para atraparlas sin que Don
Manuel se dé cuenta.
Está cerca. El olor de
las sabrosas gallinas es in-
confundible. Divisa el corral
y las ve. Allí están co-
miendo y escarbando sin
perocupación. El coyote ca-
mina ligero, agazapado en-
tre los matorrales para no
ser visto ni oído.
Y ¡zas! Atrapa una. La
gallina pega un agudo grito
y hace que se arme el al-
boroto con todas las de-
más. Don Manuel, al oír el
escándalo, sale rápido es-
M
El coyote y las gallinas
de Don Manuel
Alma Preciado
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copeta en mano. Logra ver
al coyote que lleva una de
sus gorditas gallinas en el
hocico, pero aquel huye a
toda velocidad.
Don Manuel tira algu-
nos disparos. Ninguno pe-
ga en el blanco. El coyote
corre triunfante hasta per-
derse de vista. El carnicero
animal sale bien librado,
pero las gallinas de Don
Manuel no.
─ ¡Endemoniado coyo-
te!, me va a dejar sin galli-
nas. Ya se ha dado varios
banquetes a mi costa. Lo
mejor será que me desha-
ga de ellas de una buena
vez.─ y en ese preciso mo-
mento decide comérselas.
─También yo me daré
un banquete ─dice de nue-
vo para sí. Prefiere comer-
se sus propias gallinas que
seguir dando de comer al
condenado coyote ladrón.
Junto a su fiel perro
Mocho, comen por varios
días carne de gallina en di-
ferentes estilos: en caldo,
frita, deshebrada, con chile.
Sin embargo, y a pesar de
haber comido tan deliciosos
manjares, Don Manuel está
triste. Sabe que hay un ali-
mento que no volverá a sa-
borear. Los nutritivos y de-
liciosos huevos que a dia-
rio ponían sus fallecidas
gallinas.
33 www.avelamia.com
unque en aparien-
cia era un domingo
como tantos, la
verdad es que se respiraba
un ambiente de esperanza,
aunque siendo honestos i-
ba acompañado de un res-
quemor de una nueva de-
cepción. Era el primero de
julio de 2018, la población
salió en gran cantidad a a-
glomerarse en las casillas
para ejercer su sufragio y
decidir a quién se le iba a
encargar el futuro de nues-
tro país durante los siguien-
tes seis años. La gente es-
taba, de manera práctica,
dividida en dos bandos: los
anti amlistas y los pro am-
listas.
Desde meses ante-
riores a las elecciones es-
tos dos bandos se encar-
garon de hartarnos casi
tanto como las campañas
políticas, publicando noti-
cias falsas (fakes) o ten-
denciosas, con la intención
de que ganara su candi-
dato. Aunque en realidad
no se trataba de “llevar a-
gua para su molino”, sino
evitar que llegara agua al
molino del otro. Y entre tan-
tos dimes y diretes echaron
por el suelo al vox populi,
que fue tan, o más pobre
que la voz de los políticos.
La población en realidad
creía que estaba ejerciendo
su libertad de expresión,
cuando lo que hacían era
publicar “estados” precon-
cebidos por las cúpulas pa-
ra manipular al pueblo. Mu-
chas personas en realidad
fueron soldados de las “éli-
tes” que diseminaban la
manipulación de manera
voluntaria e inconsciente.
Durante la veda e-
lectoral, los partidos políti-
cos dejaron sembradas es-
tas publicaciones para que
sus enajenados soldados
siguieran haciendo proseli-
tismo sin mácula para ellos.
Pero con sus mañas, tole-
radas por la autoridad elec-
toral, se dieron a la tarea
de hacer llamadas telefó-
nicas simulando encuestas,
aunque en realidad era una
guerra sucia maquillada
(aunque estaba más mal
maquillada que Hermelinda
Linda, pero sólo engatusó
al INE, porque nadie se las
creyó).
Con todo este am-
biente de delitos electorales
y guerras sucias, la espe-
ranza estaba en necesaria
hibernación, por la descon-
fianza de que algo impidie-
ra lograr el triunfo anhe-
lado. No estábamos segu-
ros de que por fin el PRI
─que regresó más insacia-
ble y corrupto que cuando
se fue a descansar─, y el
PAN ─que perdió su cali-
dad moral en cuanto ascen-
dió al poder─, por fin fueran
a ser derrotados en las ur-
nas. La jornada electoral
comenzaba a las ocho de
la mañana en pleno Mun-
dial de Futbol, habiendo
A
Con la esperanza
al alcance de la
mano Tinta Rápida
34 www.avelamia.com
visto un día antes una ver-
gonzosa derrota de nuestra
selección, no obstante la
cual calificamos a los octa-
vos de final.
En mi calidad de in-
migrante chilango en las
tierras de la Generala, tuve
que acudir a la casilla espe-
cial para ejercer mi voto, y
en camino a esa casilla en
la radio del carro iba escu-
chando el Concierto Para
Violín y Orquesta de Tchai-
kovsky, lo que me dio a en-
tender que él, desde arriba
estaba atento a las elec-
ciones. Y justo recordaba-
mos mi hermano y yo, que
en aquellas elecciones de
1988, ante nuestras prime-
ras elecciones federales,
nos topamos con un padre
más entusiasmado que
nunca, y con él fuimos a
ver las casillas cercanas, al
final de la elección, para
saber la tendencia, aunque
sólo fuera en nuestra colo-
nia. Y también recordamos
esa primera esperanza y la
siguiente desilusión.
Nunca me hubiera
imaginado la cantidad de
personas que se formaron,
para volver a la elección a-
ctual, en esta casilla espe-
cial, y sobre todo la fuerte
voluntad de votar que nos
hizo esperar cerca de cinco
horas, cuando confirmaron
que ya no había boletas. La
gente que terminaba de vo-
tar pasaba y nos decía que
no iban a alcanzar, pero no
nos movían. Nos informá-
bamos con familiares y a-
migos y nos decían que en
las otras casillas especiales
la situación era la misma.
Entonces decidimos que-
darnos hasta que se agota-
ran las posibilidades. Toda-
vía formado, me llegó una
llamada a mi celular de una
supuesta encuesta de Sali-
da, pero en cuanto dije que
ya había votado me colga-
ron (no quedaba duda del
tipo de llamada que se tra-
taba).
Mi hermana en la
Ciudad de México, me lla-
mó y me informó que en la
casilla donde le tocaba vo-
tar había mucha gente y a
toda hora era lo mismo, mi
hermano me decía lo mis-
mo acá en Zapopan. Daba
gusto ver que la gente aún
sueña con la democracia,
pese a las miles de demos-
traciones políticas que de-
muestran lo contrario. El
hecho es que se salió en
masa a votar.
Después de votar (o
intentar votar como en mi
caso) el día transcurría de
lo más normal y nos enterá-
bamos de los resultados
del mundial. De la jornada
electoral sólo fluían noticias
de lo numerosa que estaba
siendo y de que en su ma-
yoría no habían incidentes,
pero de los resultados nada
supimos, o tal vez no quisi-
mos saber.
Dieron las ocho de la
noche y tampoco el INE
nos dio resultado, sólo
mencionó que casi todas
las casillas ya habían cerra-
do, de la gran cantidad de
gente y del saldo blanco, es
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decir, nada nuevo. Pero en-
tonces comenzaba lo que
parecía iba ser una larga
velada viendo cómo iban
los cómputos del PREP. Y
muchos con las experien-
cias vividas, ya preparaba-
mos el café para no dormir
y estar atentos a una posi-
ble manipulación.
Y la sorpresa nos la
llevamos cuando no muy
lejos de las ocho el candi-
dato del PRI y sus aliados,
José Antonio Meade, acep-
taba su derrota frente a An-
drés Manuel López Obra-
dor. Esto se convertía en lo
que estaba calculado: una
elección entre dos. De cual-
quier manera, el café aún
parecía ser necesario. Sin
embargo, a los pocos minu-
tos del mensaje de Meade,
salió Ricardo Anaya en el
mismo tono, dando por
vencedor a López Obrador.
No lo podíamos cre-
er, era una victoria tan a-
plastante que no tuvieron
que ver los primeros resul-
tados del PREP, y por fin
estaba ganando lo que
queda de izquierda en Mé-
xico. El júbilo se apoderó
de los que siempre quisi-
mos ver al PRI y luego al
PAN fuera de “Los Pinos”.
La mayor parte de las co-
munidad cultural estaba lle-
na de gozo a contraparte
de la comunidad del Show
bussines que no iba a cum-
plir su promesa de irse si
ganaba “ya sabes quién”.
El pueblo casi por completo
estaba de fiesta y no cabía
de contento por un hecho
histórico. Y pensé que mi
padre, siempre tan de
izquierda nunca pudo ser
testigo de esta hazaña, co-
mo muchos otros no lo pu-
dieron festinar en su vida.
Ahora viene el mo-
mento de la verdad, ahora
deberemos estar atentos y
abiertos a la crítica en
cuanto lo amerite. Pero
siempre basados en la ob-
jetividad y no en los “bots”
creados para que los repi-
tamos como enajenados.
No es la mejor iz-
quierda que ha habido, pe-
ro ahora le toca demostrar
lo que pregona. Pero el a-
contecimiento queda inscr-
ito entre uno de los más im-
portantes. Una izquierda
que no asumió el poder ni
después de una revolución
y que ha pasado por mu-
chas guerras desde su in-
terior y desde el exterior, y
que hoy tiene la oportu-
nidad de reivindicarse con
la historia y con el pueblo.
Le peje a quien le
peje.
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andra, la chica o dama
dragón, vendía canna-
bis en la esquina de
Ferrocarril de Cintura y Cir-
cunvalación, colonia More-
los de Mexicópolis. Oferta-
ba todas las noches su
mercancía a los automo-
vilistas, y le compraban
mucho, pues la demanda
de ese producto es grande
en la ciudad. Eso sí, era u-
na cannabis especial, que
ella misma hacía crecer en
los jardines colgantes de la
azotea donde vivía, en un
edificio verde cerca de la
mencionada esquina. Ver-
de tenía que ser, como e-
sos grandes patios impreg-
nados de verdura por don-
de se paseaba la otrora rei-
na de Babilonia siglos an-
tes de que el niño Dios tu-
viese la impertinencia de
nacer. La reina se fue al
cielo hace mucho tiempo,
convertida en paloma, y la
añoramos. Pero nos dejó a
la dama o chica dragón.
Sandra, de inquie-
tantes ojos orientales, era
joven, y de corta estatura
pese a los tacones altos
que se ponía en los pe-
queños pies para vender
mejor su medicina. Y mu-
cha gente quedaba com-
placida por la calidad de lo
comprado con la dragona,
pues el veneno, como diji-
mos, era único, cannabis
china cruzada con babiló-
nica, de modo que todo a-
quel que se llenaba los pul-
mones con ese humo se
deslizaba en una ensoña-
ción donde ante sus ojos a-
parecía Cantón y ahí la chi-
ca sonriente lanzaba cohe-
tes al espacio que hasta un
científico exigente como A-
simov los aprobaría por lo
bien diseñados.
Pero la policía, que
no solía molestarla, tuvo
que detenerla. Varias de-
nuncias ante la Secretaría
de Salud por parte de ciu-
S
Dragón lady
Luciano Pérez
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dadanos escandalizados o-
bligaron a la aprensión de
Sandra, la cual fue llevada
del Ministerio Público de
Tepis directamente al
Reclusorio Este. Por más
que ella les echó fuego por
la boca, no todos los poli-
cías alcanzaron a ser que-
mados, y se le colocó en la
boca un bozal de hierro. La
esquina del cannabis que-
dó triste a partir de enton-
ces, y pasaron años hasta
que la Dragón Lady fue li-
berada, gracias esta liber-
tad a un milagro, como se
verá.
Durante todo el tiem-
po que estuvo cautiva, San-
dra siguió sembrando su
producto en la cárcel. Tuvo
manera de hacerlo, porque
los guardias y los presos la
querían, incluido el director
del penal, porque les pro-
porcionaba lo verde y muy
bueno. Además los divertía,
pues hacía trucos de luz y
sombra, de manera que en
las paredes aparecían es-
cenas tanto edénicas (A-
dán y Eva fumando yerba
en el Edén) como apoca-
lípticas (la bella ramera y la
bestia 666 flotando entre
nubes de incienso y ama-
pola). También escenas
chinas, como el presidente
Mao Tse-tung follando con
Anna la del rey (a veces
Ingrid Bergman y a veces
Jodie Foster) en la cocina
de un café de Tepis; o me-
xicanas (Gaspar Henaine
casándose con Talía Sodi
en el desierto de Valle de
Aragón, entre los gritos bo-
rrachos de la Legión Ex-
tranjera). Y por supuesto,
también lanzaba fuegos ar-
tificiales, pues como drago-
na que era estaba acondi-
cionada para echar lumbre
al aire. Y la marihuana la o-
frecía no sólo en cigarros,
sino en pasteles muy visto-
sos, que eran de mucha
venta dentro del reclusorio.
Durante el tiempo en
que estuvo presa, Sandra
se percató de que la gran
mayoría de los reclusos le
tenían gran devoción al pri-
mo de Jesucristo, a San Ju-
das Tadeo. Entonces, ella
quiso hacer lo mismo y se
hizo devota de éste, y le
prometió al insigne santo
que si salía pronto de la
cárcel, personalmente iría a
la iglesia de San Hipólito
cada día 28 de cada mes, a
repartir cannabis gratis en-
tre la multitud de gente po-
bre y desesperada y ansio-
sa por un milagro que re-
solviese sus malas situacio-
nes. Y Judas Tadeo segu-
ramente la escuchó, pues
pronto la echaron fuera,
quizá porque hubo un nue-
vo director, y éste ya no
quiso más a la oriental ahí.
“Que afuera cause todo el
daño a la salud que quiera,
y no aquí adentro”, dijo y la
liberaron.
Entonces la mucha-
cha se dispuso a cumplir lo
prometido, y el día 28 se a-
pareció afuera de la iglesia
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mencionada, entre la in-
mensa cantidad de perso-
nas, muchas de ellas car-
gando una imagen del san-
to en el brazo derecho, y un
bote de cemento para za-
patos en la mano izquierda,
bote que constantemente
se llevaban hacia la nariz.
Comenzó a repartir gratui-
tamente la yerba, ante el
entusiasmo de los concu-
rrentes, venidos de madri-
gueras de Neza York, Izta-
pa-Rat, la Bondojito, Ecate-
pec. Por supuesto que vie-
ron en Sandra una enviada
del cielo. Para remarcar e-
lla eso, traía puesta una
playera que en ideograma
chino decía TIEN, es decir,
cielo. Y hablando como si
fuese china original (lo era
de sangre, pero había naci-
do tepiteña), les gritaba a
los que entraban: “¡Yelba
glatis, legalo de San Judi-
tas!” Muchos se arrodilla-
ban ante ella y le besaban
la punta de sus zapatillas
doradas.
Se corrió la voz de
que el santo de las causas
desesperadas había tenido
una hija oriental, quien era
la que se paraba ante la
puerta de San Hipólito a re-
partir cannabis, y del bue-
no. Era una obra pía, y nin-
gún sacerdote pudo decir
nada, aunque alguno se le
acercó intentando recla-
marle su proceder, pero
Sandra abrió la boca y le
quemó la sotana. El cura
pensó: “Es diablo, mejor ni
me vuelvo a meter”, y se
fue. Los otros sacerdotes le
preguntaron a su colega
qué le había pasado, y él
sólo contestó que le había
estallado el bóiler. Pensó
de nuevo: “Con diablos, y
mucho menos con diable-
sas, no quiero tener proble-
mas”, y se fue a cambiar de
sotana.
Una vez terminada
su entrega de cada día 28,
ya en plenas nueve de la
noche, la Dragón Lady en-
traba al recinto y se iba a a-
rrodillar ante San Judas, y
le decía, ya sin el tono chi-
no falso que usaba al rega-
lar la marihuana: “Padre
mío Juditas, la parte verde
de tu vestuario es mi yerba
querida, que les doy con
gusto a quienes creen en ti.
La parte blanca significa mi
piel, que no es amarilla, co-
mo sabes. Y como dicen
que soy tu hija, quiero que
mi madre Mary Jane se ca-
se contigo”. Todo esto lo
decía sin burla, pues real-
mente se creyó ya la hija
del santo. Y en una visión
celeste alcanzó a ver cómo
una inmensa hierba de ca-
nnabis abrazaba la imagen
de San Judas, y éste desde
lo alto sonreía, como di-
ciéndole a Sandra: “Hija, he
aquí a tu madre”. Y una pa-
loma en forma de dragón
se apareció en el cielo, e-
chando lumbre.
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Con septiembre llega el siempre anhelado
otoño y nos acercamos más a las festivas
posadas malditas, y nuestro aniversario, y eso ya
es motivo suficiente para celebrar desde ahora.