1 de noviembre de 2015 número 7 táboa domingo redonda · decidió hacerlo a través de una novela...

8
2 Henning Mankell 4 Portorosa 5 Camilo Franco 7 Ramón Rozas VENTO CRIMINAL O norte sopra frío. Hai uns anos descubrimos que nas casas nórdicas castigadas polo aire xélido vivían escritores capaces de obrigarnos a escrutar o portal da vivenda ao entrar. Henning Mankell logrou fascinarnos coas súas novelas. María Piñeiro lémbrao a través do seu último libro, ‘Arenas movedizas’. Portorosa tamén aborda a Escandinavia menos impecable que a recreada por nós. Máis inquietante cós crimes imaxinados por Mankell foi o nazismo, do que fala Javier Nogueira a respecto de Martin Amis. Como contapunto, temos o humor de Quinito Mourelle ao lembrar unha sesión de cine en Zanzíbar e o de Camilo Franco sobre unha obra con chiste, pero sen graza. Ramón Rozas revélanos o talento fotográfico de Arissa. Táboa Redonda Domingo 1 de noviembre de 2015 | Número 7

Upload: hoangdang

Post on 02-May-2019

214 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

2Henning Mankell

4Portorosa

5Camilo Franco

7Ramón Rozas

vento criminalO norte sopra frío. Hai uns anos descubrimos que nas casas nórdicas castigadas polo aire xélido vivían

escritores capaces de obrigarnos a escrutar o portal da vivenda ao entrar. Henning Mankell logrou fascinarnos coas súas novelas. María Piñeiro lémbrao a través do seu último libro, ‘Arenas movedizas’.

Portorosa tamén aborda a Escandinavia menos impecable que a recreada por nós. Máis inquietante cós crimes imaxinados por Mankell foi o nazismo, do que fala Javier Nogueira a respecto de Martin Amis. Como contapunto, temos o humor de Quinito Mourelle ao lembrar unha sesión de cine en Zanzíbar e o de Camilo

Franco sobre unha obra con chiste, pero sen graza. Ramón Rozas revélanos o talento fotográfico de Arissa.

táboa redonda

Domingo 1 de noviembre de 2015 | Número 7

Domingo 1 de noviembre de 2015 elpRogReso

Táboa Redonda

2

UEDE QUE no haya fic-ción más subyugante que la que muestra la

basura acumulada en el patio trasero, la que abre la

habitación de los trastos y per-mite que se le precipite encima la marabunta de lo que queremos olvidar sin poder despren-dernos del todo. Muy especialmente si trans-curre en la aparente quietud de un ambiente civilizado.

Toda la obra de Mankell es así: rascadora de barnices cobertores y descubridora de miserias, intencionada, con afán de espejo, tamizada por sus creencias políticas y por el aprendizaje de una vida intensa. Lo pensé cuando empe-zó a escribir de su enfermedad en los artícu-los de The Guardian y lo pensé cuando supe de su muerte: qué lástima, pero ahí va una vida bien vivida. A pinceladas resulta muy literaria: años divididos entre Suecia y Mozambique, donde dirigía el teatro de Maputo; cuatro hijos y cuatro mujeres, cuarenta millones de libros vendidos en mil esquinas del planeta, una con-ciencia de las que no duda demasiado, cultivo del espíritu solidario y el privilegio siempre de dedicarse a lo que uno ama.

Queda claro en su último libro, ‘Arenas mo-vedizas’, una colección de recuerdos en aparien-cia deslavazados pero a los que se le encuentra el hilo a medida que se lee: llega la noticia de un cáncer incurable, arrasa con todo como una marea extrema y, cuando esta se asume, cuan-do las aguas se retiran llevándose tantas cosas de la superficie, esa tierra fina que no agarra, queda lo fundamental, el sedimento de lo que somos, los hechos a veces fortuitos que nos ha-cen pensar como pensamos. En él explica que dejó la escuela a los 16 porque le aburría y no le servía para convertirse en escritor. Mankell es de ese grupo de autores que no solo sabía que quería escribir sino que sabía que sería escritor, que ya sabemos que no es lo mismo.

A los 24 publicó su primera obra de teatro y, desde entonces, fue prolífico, acabando hasta tres libros al año, bendecido por una capacidad solo apreciada por los que sudan tinta para dar forma a una frase suelta: la posibilidad de escri-bir donde sea, como sea. En una entrevista ad-mitió que en sus años modestos, que los hubo, dio forma a una obra completa en el piso vacío de un amigo, apoyado sobre la puerta de un horno abierto porque era el único lugar donde funcionaba la luz.

Era, está claro, dedicado, politizado y movido más por la ética que por la estética. Aunque dijo muchas veces que Suecia nunca había dejado de ser un buen sitio para vivir, el hecho de que nunca llegara a convertirse en la sociedad que pudo llegar a ser le frustraba y le movilizaba.

Ese es el germen de su colección más cono-cida, del motivo por el cual estamos hablando de él porque es razonable dudar que llegara a ser tan leído de no haber existido Wallander, la serie del policía de Ystad que nació para un

libro y se quedó doce.Mankell regresó a Suecia en 1989 después de

una larga temporada en África y le pareció que a su país le latía el racismo. Quería contarlo y decidió hacerlo a través de una novela policíaca, una novedad para él como autor pero un am-biente que no le resultaba ajeno. Como hijo de juez —criado por él, además, porque su madre les abandonó cuando tenía solo dos años— pasó tardes de infancia con el murmullo de fondo de agentes y abogados, entre discusiones sobre las sutilezas del delito. Hasta uno de sus coches de juquete fue usado para escenificar un accidente durante un juicio.

Pese a la familiaridad, admite que investigó mucho, que se plantó día tras día en la comi-saría de Ystad para que la atmósfera fuera vero-símil y los comportamientos de los personajes, normales. Como Frank L. Baum —que eligió el nombre de Oz para llamar a la tierra a la que se dirige Dorothy desde Kansas observando el últi-mo cajón de su archivador, con documentos de la O a la Z— Mankell también bautizó a Wallan-der de forma un tanto azarosa y desesperada: pasó el dedo por el listín telefónico hasta que vio un apellido que le llenó el ojo.

Desde la publicación de ‘Asesinos sin rostro’, los libros de Wallander muestran la violencia que palpita bajo la capa de normalidad sueca y, por eso, se ha dado en incluir a Mankell en esa corriente de autores nórdicos creadores de una

novela negra que florece en paisajes helados y enseña que en la sociedad del bienestar no se está, al final, tan bien. De hecho, se le con-sidera padre de esa corriente, idea que Mankell desprecia.

Es cierto que los libros de Wallan-der no se parecen a los demás. Son más profundos, más reflexivos y en ellos resulta más clara la intención de espejo: esto es lo que eres Suecia, le dice, esto es lo que has acabado siendo. Nunca jamás ha pretendido escribir una novela de crímenes como objeto de entre-tenimiento, explica que no habría podido crear uno de esos relatos de un asesinato en una vi-caría, esas muertes a puerta cerrada, en la que todos los sospechosos aparecen en la misma casa, mientras la sociedad, de la que poco sabe-mos, vive fuera, a lo lejos. Las novelas, en fin, que hicieron famosa a Agatha Cristhie, a la que alude con injusto desprecio. Él quiere tragedia griega: el hombre en lucha consigo mismo, el hombre en lucha con la sociedad en la que le ha tocado vivir.

El autor ha dicho cien veces que le cae mal Wallander, que no es un tipo del que querría ser amigo, que continuó con él porque probó ser un buen instrumento para contar lo que quería,

El compromiso de servir de espejo; que la historia, se-ductora y adictiva, actúe como envol-torio del verdadero mensaje marca la obra de Henning Mankell. La más lograda es la serie Wallander, la de un policía perde-dor para quien nada de lo huma-no es ajeno. Es tan empático y senti-do, que, pese a los mil fallos que le adornan, ha aca-bado cayendo muy bien a 40 millones de personas. A todos, menos a su autor.

MAnkELL jAMás HA prEtEndido Escribir unA novELA dE críMEnEs quE soLo fuEsE EntrEtEnidA

La ficción rascadora de barnicespor maRía piñeiRo P

Domingo 1 de noviembre de 2015 elpRogReso

Táboa Redonda

3

n a d a m á s , n o p o r aprecio. Se le nota siempre que habla de él con cierto hartazgo por su fama, por el hecho de que tantos le consideren su alter ego cuando lo único en lo que se parecen es en la nacionalidad y en la edad, dice.

Y es verdad que hay muchas cosas que los se-paran. Wallander es, y ahí radica su diferencia fundamental, un perdedor. Esa es la clave de su éxito. Es un perdedor sensible, preocupado pero misántropo, que tiene dificultades serias en las relaciones personales fundamentales —con su hija adolescente, con su anciano padre pintor

d e paisa-

jes desola-dos— pero maneja

bien las profesionales y es capaz de una empatía extraordinaria

con las víctimas, con los que sufren, al que le duelen las consecuencias de la deriva de Suecia como una herida abierta.

Es un protagonista humano, que no sabe cui-dar de si mismo pero a quien el lector confiaría a sus seres más queridos sin dudar. Está fondón, bebe, se ve que puede llegar a perder el trabajo, no se lleva bien con su exmujer y no es capaz de mantener viva una relación con aquella de la que se enamora, le apasiona la ópera pero tiene que cultivar modestamente esa afición porque es un policía de Ystad no un ricachón que pue-

de viajar para ver estrenos

con bufanda blanca. Cada de-

talle le humaniza más y, a cada paso,

te cae mejor. Y lo hace aunque ves con toda cla-

ridad sus fallos, cómo se va equivocando con unos y otros.

Dice su creador que quiso hacerle enfermar y dudaba sobre qué endosar-

le hasta que le preguntó a un policía que lo tuvo clarísimo: diabetes, el mal de los habi-

tantes de países ricos pobremente alimentados, de los que apenas se mueven, de los que miran poco por si durante años. Con esa enfermedad encima, el público le quiso todavía más.

Un día, Mankell paseaba por la calle y un anciano se le acercó para preguntarle con ex-quisita educación si podría decirle qué opinaba Wallander sobre la incorporación de Suecia a la UE, qué votaría él. Dice que ahí se dio cuenta de las dimensiones que había tomado ese policía que le caía básicamente mal. Solo a él, lo tenía claro.

Aunque entre su obra traducida hay vida al margen de Wallander —mucha en su serie africana— es en los libros del policía donde el lector se acaba encontrando más cómodo, como ocurre en la presencia de esos amigos a los que se quiere sin saber muy bien por qué, a pesar de sus fallos o precisamente por ellos.

‘Arenas movedizas’ es, en cierta manera, un libro de memorias, pero peculiar. No hay sucesión temporal y el arranque es la enferme-dad del autor y lo que su diagnóstico desen-cadenó en él, recuerdos que Mankell relaciona de un modo u otro con las grandes preguntas del hombre: ¿Qué so-mos? ¿Cómo nos en-frentamos a la muerte? ¿De qué tenemos mie-do? ¿Qué mundo deja-remos en herencia? ¿En qué creemos, y por qué? Mankell las responde hablando de su colegio, una visita infantil al Museo Británico, una lectura sobre la isla de Pascua, la muerte de un niño mozambique-ño, o visitas a Salaman-ca, Malta o a las ruinas de Hagar Qim.

ARENAS MOVEDIZAS Henning Mankell

Editorial Tusquets Páginas 376 Precio 19,90 €

{El vicio solitario}

por

Portorosa

Domingo 1 de noviembre de 2015 elpRogReso

Táboa Redonda

4 por

Javier Nogueira

Demasiado humanos

S VECES OS articulis-tas temos algo de pro-fetas: un menta deter-

minado tema —neste caso o humor sobre os

nazis e os estalinistas— e a determinado autor —neste caso Martin Amis, e para non deixalo demasiado ben— e ao pouco tempo rebenta un escándalo que por unha ban-da te pon de actualidade e por outra te deixa quedar como un parvo.

Hai unhas semanas presentáballes a Martin Amis e máis en concreto ‘Koba El Temible’ para enlazar literatura e actualidade, xa que ese en-saio tiña bastante que ver cunha das polémicas do verán: a dos tuits presuntamente inxuriosos do concelleiro nonnato de Madrid Guillermo Zapata. Amis denunciaba que se podía facer humor co comunismo, pero non co nazismo... E, en realidade, como ben puido comprobar nestas semanas, cos nazis nin sequera se preci-sa utilizar a comicidade: abonda con utilizalos para unha ficción —repito, ficción, para que quede claro— que non respecte o discurso es-tablecido.

Martin Amis puxo nos anaqueis británicos ‘The zone of interest’ en agosto de 2014. Sabía-se que estabamos ante unha novela que podía espertar polémicas pola súa temática, pero o asunto chegou un paso máis lonxe cando as editoriais habituais do autor en Francia e Ale-maña renunciaron á súa publicación. Non fixo o mesmo o clásico selo español de Amis, Ana-grama, que converteu ‘La zona de interés’ no seu lanzamento estrela de 2015. Unha mostra de valentía digna de destacar, dados os ante-cedentes.

A novela transita polo camiño aberto hai arredor dunha década por Jonathan Little coas

súas ‘Benévolas’, quen á súa vez estaba apoiado no ‘Kaputt’ de Curzio Malaparte. É un camiño baseado nun-ha verdade incómoda: moitos dos xerarcas nazis non só non eran monstros desaprensivos senón que, fóra do contexto que viviron, serían considerados membros da alta sociedade cunha refinada cultura... Melómanos, amantes da pintura, arqui-tectos de prestixio... De todo había no círculo de confianza de Hitler. A mestura desa cultura co horror desatado polo oficial Aue na novela de Jonathan Little desatou unha forte contro-versia.

Amis dá un paso máis, tan natural como ho-rrendo para algúns: eses xerifaltes non só eran cultos senón tamén humanos. Isto é: capaces de sentir amor e necesitados da súa prosaica expresión sexual, mesmo no escenario da nove-la, que non é outro co campo de concentración de Buna, que formaba parte do conglomerado de Auschwitz xunto a Birkenau e Monowitz. A súa particularidade é que tiña unha actividade enfocada á industria, en concreto á produción de caucho sintético baixo a supervisión da IG Farben.

Polo tanto imos atopar un enredo amoroso nun campo de concentración, algo que algúns parecen non tolerar. Amis tira de clasicismo nos tópicos: o conquistador incansábel, o trián-gulo amoroso e a muller forte —esta última Ilse Grese, ‘A bela besta’, metida a amante interesa-da—. Testemuña de todo o asunto é o ‘sonder-kommando’ Szmul, condeado a morrer na noi-te de Walpurgis a pesar da súa colaboración á

hora de aniqui-

lar os seus i rmáns na

fe.Se só se tratase

disto, Martin Amis te-ría descendido a un nivel

literario menor e non habería pe-gada do autor de ‘Campos de Londres’. A histo-ria nárrase mediante un discurso polifónico, con tres narradores: o don Xoán protagonista, Thomsen; o comandante de Buna, Paul Doll, delirante e cornudo, plenamente dedicado á ta-refa do exterminio, e o citado Szmul, que apor-ta unha voz case que valorativa sobre as accións dos outros personaxes. O mosaico é completo: ridículo nunhas ocasións, tenso noutras, cun erotismo nunca consumado que flota no terrí-bel ambiente.

E con todo isto chegamos á confusión dos bempensantes e mesmo ao absurdo. O politica-mente correcto na Europa de hoxe en día seme-lla que era poñer barreiras a tan crúa expresión da realidade. O cumio da estupidez vén cando un lle dá volta á derradeira páxina e ve que os editores prohibiron por fascista unha novela adicada a Primo Levi e Paul Celan, sobrevivin-tes senlleiros en primeira instancia e suicidas polo trauma da barbarie. Son as incoherencias da Europa que nos tocou vivir, tamén no lite-rario.

lA ZONA DE INTERÉS Martin Amis

Editorial Anagrama Páxinas 312 Prezo 19.90 €

Á

Escandinavia profunda

«Los descendientes de los fieros vikin-gos ahora discuten si la nueva ópera afea la ciudad»

PESAR DE QUE hace mucho frío y suele ser de noche,

Escandinavia es envi-diable por muchas razo-

nes: sus economías, sus paisajes, su civismo, sus políticas sociales, la educación finlandesa, las galletas danesas y un largo etcétera. Incluso tengo motivos fundados para sospechar que son verdaderas democracias donde los poderes sirven y rinden cuentas a una ciudadanía que asume sus responsabilidades, y todo.

Además, a mí el frío me gusta.

A

Pero siempre me ha chocado cómo, de ser la personificación del terror, pasaron a convertir-se en lo que son. Los descendientes de los fie-ros vikingos que saquearon y quemaron media Europa ahora discuten si la nueva ópera afea la ciudad, en las garitas de la guardia del palacio real danés tienen adornos en forma de corazón y asolan el mundo entero con sus mesas Lack.

Hace años leí tres novelas de Mankell prácti-camente seguidas: ‘Cortafuegos’, ‘La falsa pis-ta ‘y ‘Antes de que hiele’ (Tusquets). Y en ellas encontré unas tramas que enganchaban, a un protagonista atractivo en su normalidad y un entorno poco habitual. Sin embargo, no me parecieron bien escritas (ni traducidas). De he-cho, la tercera me pareció francamente mala.

Por eso, lo que más me gusta de él es la se-rie de la BBC, que usa sus magníficas historias pero las cuenta mejor. Y que está protagonizada por Kenneth Branagh, que borda el papel de Wallander y consigue mostrar esa otra parte del inspector, la íntima, la de sus problemas con la bebida, su carácter depresivo y obsesivo,

sus dificultades para las relaciones personales y su soledad, y logra que importe tanto como sus casos o más.

Y resulta que esta y otras series norteñas tan de moda últimamente, como ‘The bridge’ o ‘The killing’, me han puesto delante una realidad distinta a la que leo en los suplementos domini-cales o he conocido paseando por Helsinki, Oslo o Copenhague. Porque los protagonistas salen al campo y no se encuentran cabañas rojas de madera al borde de un fiordo, con su sauna y su barquita a la puerta: acaban en casas viejas, con almanaques atrasados colgando de una punta en la pared, un alpendre de bloque con los restos de una moto y un perro lobo ladrando sin parar mientras da tirones de la cadena a la que está atado. Y nada como el aldeano de la zona de Ystad, cuando se baja del tractor con sus katiuskas embarradas y una mirada torva y desconfiada, para desmitificar a los civilizados escandinavos.

Que tampoco digo que recuerde a un vikingo, pero yo por si acaso no le movería los marcos.

Domingo 1 de noviembre de 2015 elpRogReso

Táboa Redonda

5{Fatiga ocular}por Camilo Franco

Humor rápido, sexo urxentee selfies

H U -M O R cambiou de

bando. Men-tres Javier Veiga

anda en xira cunha comedia sobre cornamentas indisimuladas e a pronuncia da palabra ‘pirola’ unha de cada vinte veces (‘Amigos ata a morte’), Ourense tomou o humor por asalto e ofreceu o argu-mento perfecto para todos os chistes posibles. Un argumento con sexo practicado, promesas de traballo, políticos incumpridores e grava-cións de conversas. Desde Aristófanes sábese que o humor é outra forma de drama e que se o argumento das comedias non fose para rir, sería para exilarse. Na vida e nas obras con sexo falado.

Cos chistes malos pasa como coa comida rápida: non se distingue por ser comida, dis-tínguese por ser rápida. O sentido do humor, a diferenza do olfacto ou da vista, non sempre vén de serie. No humor, coma no drama, hai quen cambia calquera tipo de intelixencia por dez segundos de algo que teña que ver co sexo. Hai quen cambia sexo por traballo e hai quen non ten que pasar moito traballo para conse-guir sexo porque ten unha grande cantidade medios ao seu alcance. Porque falar de sexo non é sexo, nin sequera oral, e facer chistes de sexo tampouco proporciona acción sexual. Sexo non é e, se é humor, é humor rápido.

A vida contemporánea ten cousas compli-cadas. A percepción, por exemplo. Prender un teléfono no que hai un mes que non se recibe unha chamada. Abrir a cámara (de fotos), dar-lle a volta para que se vexa o mesmo careto que non sempre estás disposto a mirar no espello, compoñer un xesto máis ridículo que divertido e alternar a ollada entre o punto no que sabes que está a cámara e mirar para esa cara cos beizos facendo un arco impreciso. Non mires para ti, mira a ese punto pequeno xunto ao auricular. Hai que mirar a ese puntiño polo que o móbil

obtén as imaxes. É pouco natural? Case igual que chamarlle foto ao resultado. Como somos animais non podemos subtraernos aos instin-tos así que os selfies teñen sempre os ollos mi-rando a Lisboa e, por iso mesmo, insistimos en chamarlle fotos. Pero non é grave. Dramático é chamarlle soldo ao salario mínimo. Ten com-plicacións como ir a un teatro e que os especta-dores se sintan tan gratificados con chistes de consumo rápido. Ten complicacións como ter que atender a conversas gravadas que perden o seu contexto supostamente íntimo. Pero así é a comedia e hai dúas opcións: cambiar o con-texto ou pronunciar a palabra ‘pirola’. Sabemos pola comida que o rápido non é o bo.

Hai que entender, entre as complicacións da vida contemporánea, que é moi difícil cando a realidade pasa tanto traballos para fornecernos de argumentos interesantes. Esperpénticos, que é a comedia elevada á dimensión da per-plexidade. Que ben mirado, é moi difícil supe-rar en verosimilitude esas conversas entre quen prometeu e quen foi prometido. As excusas de mal pagador e resulta mesmo difícil imitar o uso tan pobre da linguaxe. A estas alturas é di-fícil dar espectáculo porque o espectáculo está fóra. Os diálogos hilarantes non poden estar na mentira desa muller que quere quedar preñada e consegue liar a dous pardillos, quizais o diver-tido sexa escoitar falar a un presidente do Go-berno da legalidade nun país de cidadáns iguais

e respec-tuosos da

lei cando ese mesmo

principio foi esquecido no eco-

nómico. O paradoxo é outra fonte inesgotable

para o sentido cómico do hu-mor.

Eu pensaba que non. Que Javier Veiga quedara moi curto co sentido do humor na obra. Pero quizais só lle faltou valentía para es-trar a peza dalgunhas figuras claves do humor contemporáneo: presidentes, embaixadores e a nobreza dos arredores. Entre uns e outros, entre teatreiros que van amarrar e personaxes públicos que andan desatados estamos todos confusos e non distinguimos entre chistes e humor, e pensamos que simple e sinxelo son a mesma cousa. Ou que o sexo e o poder van da man (excusen o chiste, estou contaxiado), e que na comedia como na vida que os autores non se compliquen a vida quere dicir que tam-pouco lles complican a vida ao público. Pero debe ser exactamente ao contario. Hai que facer o humor e hai que gastarse algo niso.

É posible que Ozores fose un visionario e que España sexa un país moi de meter e sacar. É probable que non se poida discutir a sobera-nía dos públicos e os seus veredictos ovacionais inapelables, pero hai algo que non me cadra na historia. Porque a cómida rápida tende a ser ba-rata, pero o prezo das malas historias e das co-medias inmediatas é o mesmo que o das outras. O aforro vaille contra o corpo a quen escolle a inmediatez: na comida, si; na comedia, non. Paga o mesmo e leva os mesmos chistes que Facebook ofrece de balde. Será por iso que din que o capitalismo é inxusto? Será por iso que aceptamos polbo como animal de compañía. Por iso lles chamamos fotos aos selfies.

Vanse borrando as distancias e usamos o mesmo nome para cousas distintas. Chama-mos democracia a ir votar, dicimos que a sanidade é gratuíta como dici-mos que os cartos públicos son de to-dos. Hai quen ten-ta intercambiar sexo por traballo e quen escribe co-medias reiterando a palabra ‘pirola’. Pensamos que un selfie é unha foto e que os chistes de tetas son humor.

O

por Quinito Mourelle

Domingo 1 de noviembre de 2015 elpRogReso

Táboa Redonda

6

Amiri, Iday Brendel

R ECUERDO, hace años, haber salido a la calle a medio metraje de la

proyección de ‘Kika’, de Pedro Almodóvar. Tanta

estulticia gratuita me esta-ba mortificando. No obstante, la experiencia más radical que puedo contar de una sala de cine fue, sin ningún género de dudas, la que viví en Zanzíbar. Mi amigo Amiri Ayuba, que hacía para mí de cicerone por las intrincadas callejuelas de Stone Town, me sugirió que le invitase a ver una película: hacía mucho tiem-po que no visitaba un cine (puede que me en-gañase y aquella fuese la primera vez) porque no tenía dinero para permitírselo. Aunque era media tarde y el mar y la belleza del lugar pro-metían mejores sorpresas, accedí a su petición. Los carteles que pendían en las paredes del ves-tíbulo nada tenían que ver con las películas de moda en nuestra órbita occidental, sino con los sonrientes actores y actrices de Bollywood, aunque, a juzgar por su estado, parecía que los hubiesen mandado veinte años después del éxito de las películas de las que éstos eran protagonistas. Accedimos a nuestras butacas en la más completa oscuridad. Si no recuerdo mal, las bicicletas entraban con sus dueños en la misma sala sin pagar entrada extra. El calor y la humedad eran insoportables. Al fijarme por fin en la pantalla me quedé atónito al com-probar que se trataba de una película japonesa de los años ochenta, de bajo coste, en versión original y sin subtítulos. Era una historia de mafia y drogas en la que cada dos por tres se iniciaba una pelea interminable. La calidad de la cinta era tan mala que todavía dudo hoy si no se trataría de una película en tres dimensiones: en la imagen convivían dos tonalidades —rojo

y verde— super-puestas, pero no coincidentes del todo, con un r e s u l t a d o m uy parecido al que po-demos experimentar si vemos una película en 3D sin ponernos las gafas especiales. Ninguno de los asistentes entendía el japonés, pero la mayoría se que-daron cuando, pasada una hora, mi amigo me tiró del brazo para decirme que ya había sido suficiente y que nos po-díamos ir.

El recuerdo reciente que conservo más opues-to a esa molesta bitonalidad nipona es el del diáfano blanco y negro de ‘Ida’, el galardona-do film de Paweł Pawlikowski. Algunos de los ambientes recreados por el polaco son propicios para el hermoso encaje de una banda sonora en la que no falta John Coltrane, a diferencia del silencio sepulcral —únicamente adornado en dosis homeopáticas por sonidos de la natura-leza— que acoge la trama de ‘La cinta blanca’, otra de las obras maestras de hoy rodadas en blanco y negro. La música que, sin embargo, me llamó la atención en ‘Ida’ no fue la del gran saxofonista de jazz, sino la interpretación del pianista Alfred Brendel de ‘Ich ruf’ zu dir, Herr Jesu Christ’ de Bach, reservada para los créditos de cierre. Puede escucharse en una grabación de 1977 (‘J.S. Bach: Italian concerto & other pieces’) de la casa Decca, en cuya carpeta se incluye una interesante entrevista en la que Brendel diserta sobre la disyuntiva de interpretar con criterios historicistas o adaptar las composiciones a los instrumentos, los conocimientos y el sentir de

nuestra época. La mencionada

interpretación de esa llamada a Jesucris-

to se inclina claramente por la segunda opción, entre

otros motivos porque fue arreglada por Ferruccio Busoni. Su escucha nos dis-

trae por momentos de los preceptos del Barroco, en los que la obra bien concebida debía trans-currir sin cambios de dinámica o intención, para sumergirnos en ese otro aura del ‘Claro de Luna’, de Beethoven, o, yendo más allá, en la del segundo movimiento del concierto para pia-no de Ravel. En cualquier caso es una interpre-tación que rezuma el amor que Brendel exige a los intérpretes, aunque no siempre, según sus palabras, sea el caso: «¿Acaso hay músicos que no amen la música? Me temo que sí». La cita está recogida en su obra ‘De la A a la Z de un pianista’ (Acantilado 2013), cuya portada hu-biese ganado muchos enteros con la excelente ilustración del pianista austríaco que realizó Juan Álvaro Pernía, en un estricto blanco y ne-gro que nos remite, para cerrar el círculo, a la novicia polaca que descubre el sabor de la vida en libertad para retirarse de nuevo, como un gusano que añora su cobijo de seda, a la paz del convento. ¿Dejaría Zanzíbar Amiri Ayuba si pudiese viajar y conocer otras realidades?

Antes el público expresaba su pare-cer con aplausos, abucheos o pata-letas. Esa entidad viva y más o me-nos uniforme ha dejado de paso a un individualismo silencioso. Sin em-bargo, uno todavía tiene la libertad de abandonar la sala, aunque pueda per-derse algo

sylva Snarky puppy & Metropole orkest

Discográfica Impulse Estilo Jazz Precio 25,71 €

Once años después de su constitución como gru-po, Snarky Puppy sigue aportando desde Denton, Texas, una nueva visión

del jazz en la que fusiona este género afroamerica-no con el rock, el gospel, el R&B negro y otras músicas del mundo, consiguien-do, según dice, Michael League —bajista, compo-sitor, productor y líder el grupo— «una libertad para probar distintos géneros» y no encasillarse en nin-guno. Una circunstancia por la cual no solo han colaborado con artistas de jazz como Kenny Garrett, sino también con otros cantantes de otros estilos, como Justin Timberlake o el rapero Snoop Dogg. Este álbum es un ‘tour de force’ brillantemente organiza-do y ejecutado con sutile-za. Escrita por el bajista, Snarky Puppy, y líder de la

banda, mientras estaban de gira con la banda, cada uno de los movimientos del álbum fue inspirado por un bosque diferente de los que visitaron. Viajan así desde los pantanos de Louisiana pasando por los secuoyas gigantes del nor-te de California a las pesa-dillas infantiles. Ya se trate de los acordes colosales de ‘Gretel’ o la multifacética ‘The courtain’. Celebran-do su setenta aniversario este año, la Metropole Orkest toca con el corazón mientras muestra su com-penetración completa con los cambios de paisajes sonoros y de tiempos que ejecuta en cada corte el talentoso músico Michael League. por R. l.

MoRte e sepoltuRa di chRisto Antonio Caldara

Discográfica Glossa Estilo Clásica Precio 26,90 €

Con ‘Morte e sepoltura di Christo’, de Antonio Caldara, publicado en Glossa justo después de un álbum de conciertos

tardíos de violín de Vival-di, Fabio Biondi vuelve al oratorio italiano, otra de sus especialidades. Los venecianos Caldara y Vi-valdi fueron contempo-ráneos, pero sus carreras los llevaron por caminos diferentes. Caldara pasó mucho tiempo trabajando en Mantua y Roma antes de conseguir un puesto en la corte vienesa de Carlos VI, emperador del Sacro Imperio Romano Germá-nico. Durante sus últimos 20 años, produjo un gran número de oratorios y de óperas, añadiendo den-sidad contrapuntística y haciendo uso del amplio abanico de colores instru-mentales que estaban a su disposición en la corte im-

perial. Compuesto para la Cuaresma en 1724, ‘Morte e sepoltura’ sigue la estruc-tura bipartita de la época, sobre un texto que incluye reflexiones de personajes implicados en la Pasión de Cristo. Es muy notable la cantidad de arias con par-tes instrumentales obliga-das. La grabación de Fabio Biondi incluye otros ecos del pasado de Caldara. El músico dirige a una Sta-vanger Symphony Orche-stra con la que lleva cola-borando sus programas de música antigua desde el año 2006. Este álbum también incluye un ejem-plar ensayo escrito por el máximo experto en Calda-ra, el musicólogo Brian W Pritchard. por R. l.

por

Ramón Rozas

Domingo 1 de noviembre de 2015 elpRogReso

Táboa Redonda

7

A recuperación de Arissa

OA fundación Tele-fónica desenvolve nos últimos tem-pos unha plausíbel tarefa de recupe-ración da obra de grandes fotógrafos que recollen parte da nosa memoria. Un deles, o cata-lán Antoni Arissa, chega ao CGAC como evidencia do que supón ese esquecemento

S E U n o m e é A n t o -

ni Arissa. Abofé que un

descoñecido da fo-tografía, sobre todo para o público en xeral, e ao que agora o Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC) en Compostela recupera grazas ao labor feito pola fundación Telefónica. Un labor de posta en valor, de re-surrección dunha obra esquecida e ata aban-doada. De feito, gran parte destes materiais atopáronse de xeito casual nun mercado e a fortuna, e o bo ollo dun comprador, rescatáron-nos do esquecemento. A fundación Teléfonica leva moitos anos traballando na recuperación de fotógrafos cuxa obra quedou esquecida e maltratada polo tempo, a falla de sensibilida-de e a ignorancia, todas elas a partes iguais, sepultaron a moitos nomes que desenvolveron unha máis que meritoria tarefa. A destrución de arquivos ao longo da Guerra Civil e o pere-cedero dos materiais precisos para a fotografía acabaron de compoñer esa faciana de perda e esquecemento.

Con Antoni Arissa o CGAC arrinca a nova eta-pa baixo a dirección de Santiago Olmo, obrigado a compoñer unha axenda que comece a poñer en marcha a maquinaria que precisa un cen-tro destas condicións. Facelo cunha exposición destas características, ademais do valor formal e artístico da mostra, permite poñer en pé unha das liñas de actuación que levará a cabo o museo como é traballar dende a memoria como un xei-to de coñecemento do pasado, e a súa precisa re-visión dende a actualidade. Unha memoria que repousa nas imaxes de Antoni Arissa como a radiografía dun tempo e de diferentes xeitos de

e n -tende-la fotogra-fía. A mostra artéllase en tres esta-cións, en tres momentos vitais e temporais que se explican dende diferentes miradas dende a tradición da fotografía. Un primeiro momento, entre 1922 e 1928, no que o pictorialismo define a imaxe dende a mirada á paisaxe e o encadre da realidade como unha pintura. A luz, a natu-reza, o mundo rural, as figuras na paisaxe pro-tagonizan ese momento que co paso dos anos iríase acomodando nunha maior modernidade provocada pola vida urbana, a literatura, o pen-samento... Neste segundo momento o fotógra-fo achégase aos ismos da arte da época e a súa mirada enriquécese con puntos de vista novos e arriscados, lecturas da realidade cotiá, imaxes nas que reflicte a vida dun tempo novo. Son os primeiros anos trinta e a figura acada unha maior consideración. É a vida da cidade, das rúas, dos comercios. Tamén dos traballos no porto e dos interiores das vivendas. Fragmentos dunha vida cotiá revestida dese realismo social que caracterizou aquel intre.

Nun terceiro momento o fotógrafo amosa

u n h a f o r t e

madure-za, un dis-

curso artístico pleno, que fala de

xeito directo coas van-gardas artísticas. A nova

obxectividade, os achádegos da Bauhaus, o mundo do deseño... impre-

sións que Antoni Arissa coñecía de primeira man, xa que traballaba na imprenta familiar na barcelonesa rúa Caspe dende a que estaba perfectamente informado do que acontecía na Europa do momento a través de diferentes pu-blicacións. As fotografías desta derradeira eta-pa son impactantes pola contundencia acadada do que pode semellar anecdótico. Obxectos, ele-mentos publicitarios, lámpadas, tipografías... enchen as súas fotografías dunha mirada chea de afouteza e afastada de complexos. Artéllanse así pequenos escenarios case teatrais nos que as luces participan desa exaltación do cotiá e do anonimato.

‘Arissa. La sombra y el fotógrafo’, é todo un descubrimento. Unha achega a un nome es-quecido e agora actualizado que ademais ex-híbese dun xeito moi atractivo, en boa medida pola calidade das imaxes e da súa reproducción, algo que non ven máis que a incidir nas bonda-des como fotógrafo dalguén do que ata hai ben pouco descoñeciamos a súa existencia.

monta-ña como gran tó-tem da ex-periencia co medio.

Esa experien-cia reflictirase dende cinco bloques temáticos que expoñen nocións coma as do itinera-rio, a desorientación, as catástro-fes, o refuxio e a metereoloxía. Cinco puntos de paso que miden a relación, dende a fascinación á incerteza, que propón o achegarse a un medio natural agreste.

Esta experiencia xorde a raíz dun proxecto anterior no que Javier Vallhonrat participou, ‘Tender pontes’, no que lle chamaron a aten-ción dúas fotografías realizadas en 1853 por Jo-seph Vigier do macizo da Maladeta, no Pireneo oscense. Ese é o punto de partida para, dende unha imaxe primixenia, e case inaugural do

xénero do-cumental e da propia

fotografía, estruturar

unha aposta artística que

vencella o home coa contorna natu-

ral. Un desafío perma-nente dende o que o artista

reflexiona sobre esa tensión entre a inmensidade, o inabarcable, e a necesidade de control do medio polo ser humano, aínda que todo o que acontece serva para definir outra variable como é a nosa vulnerabilidade. Algo que se podería extrapolar a circunstancias da vida lonxe da natureza ou en estados de acoso como os que nos propuxo e propón aínda a nosa sociedade.

Soidade, silencio, frío... toda unha poética capaz de xerar numerosas lecturas no especta-dor, nese camiñante na natureza.

I

Desafíos na montañacon Javier Vallhonrat

InteraccIóns Javier Vallhonrat

Lugar Centro Galego de Arte Contemporánea. Santiago Data de clausura 31 de decembro.

por R. Rozas

NTERACCIÓNS’ é a mostra que se pode ver no CGAC dende o

pasado xoves ata o 31 de decembro. Unha ex-

posición comisariada polo propio director do centro, Santiago Olmo e que chega a Compostela tras amosarse no Museo da Universidad de Navarra.

Son 52 fotografías, sete vídeos e unha víde-oinstalación cos que o seu creador, Javier Vall-honrat, desenvolve un proxecto artístico mergu-llado na natureza e o seu achegamento a unha

Domingo 1 de noviembre de 2015 elpRogReso

Táboa Redonda

8 por

Santiago Jaureguizar

UNCA SENTÍN atrac-ción por James Bond. Os ximnasios e as coc-

telerías non son lugares nos que me sinta cómo-

do. Por motivos ben diferen-tes en cada suposto. Estou lonxe de atender a cada nova película de 007. A última imaxe que teño da serie reúne a George Lazneby con Diana Rigg en ‘007 al servicio de Su Majestad’. Volvín sobre o personaxe coas declaracións de Rigg, que propón que o espía libere algo da carga de feromona aria e sexa «negro ou lesbiana». Non sei como funcionaría na billeteira, pero na-rrativamente sería ben interesante rachar con esa categoría do cine e da literatura do varón de clase alta que recibe estudos exquisitos e se converte en espía. Remóntase cando menos a Christopher Marlowe, o mestre de Shakespea-re, sobre o que nunca se dubidou de que fose xenial, homosexual e blasfemo, e sobre o que se sospeita que era axente dobre de católicos e pro-testantes. Un amoral, en todo caso; fascinante e repulsivo asemade, como todos os amorais.

Marlowe tivo epígonos famosos, como Os Cinco de Cambridge, ese grupo de rapaces so-fisticados que presumían de espiar para Gran Bretaña da raíña Sabela para facelo en bene-ficio da URSS de Stalin. Neses elites altísimas da sociedade británica rexe entre os varóns a mesma regra inviolable de camaradería que nas pandas de miserables de Finsbury Park. O novelista E.M. Forster explicouno nun artigo no xornal The Nation de 1938: «Se tivese que elixir entre traizoar o meu país ou traizoar os meus amigos, esperaría ter valentía para trai-zoar o meu país».

O historiador da arte Anthony Blunt compar-tía a inclinación de Forster. Decidiu traizoar o seu país antes ca traizoar os amigos, que eran tanto os seus compañeiros en Cambridge como a arte clásica. O profesor George Steiner dedi-coulle un ensaio — ‘George Steiner en The New Yorker’; Xerais, 2010—. Steiner fai a conxetu-ra de que Blunt, «mozo entendido e erudito, experimentou unha aversión despectiva cara

ao capitalismo» tras reparar en que «lle estaba vetado o acceso a certas pinturas por atopáren-se baixo a custodia de mans privadas» no seu país. Por contra, na Unión Soviética «as gran-des obras de arte estaban expostas nas galerías públicas. Ningún académico, ningunha persoa que quixese reparar a súa alma fronte a un Ra-fael ou un Matisse precisaba esperar, coa gorra na man, diante da porta dunha mansión».

Blunt sería un bo modelo para a proposta que fai Diana Diggs, dada a súa homosexualidade. Non se puido concretar o momento en que os servizos secretos británicos escolleron aquel estudante do Trinity College para integralo no MI5, pero si que, aínda que eles non o soube-sen, xa estaba na nómina do KGB. Convenci-do de que a súa loita era recuperar para o público a arte —nunha tradición que nacera nas igrexas medievais—, Anthony Blunt recrutara xa a John Caincross. Tamén o seu amor, Guy Burgess —«habi-tualmente ebrio e sempre divertido»—, xunto con Donald McLean e Kim Phibly. Estes tres últi-mos fuxiron á URSS e Blunt deu en ser no-meado ‘sir’ pola raí-ña, quen lle confiou as súas coleccións de pintura e escultura. Tras ser descuberto, Blunt defendeu que o seu labor fora advertir-lles aos soviéticos sobre as actividades de contra-espionaxe, pero os axen-tes británicos atribúenlle a delación de centos de disi-dentes do Leste que acabaron as súas vidas tan penosamente como vostedes presumen.

De entre Os Cinco de Cambridge o único que logrou acabar cunha dignidade vital, aínda que non ética, foi Kim Philby. Ao

saber que era un dos poucos suscritores do Ti-mes Literary Supplement que había na URSS, o profesor e premio Nobel Joseph Brodsky (Le-ningrado, 1940; Nova York 1999) escribiu un artigo nese xornal solicitándolle a Gorbachov que Philby fose enterrado no muro do Kremlin en agradecemento ao xeito contumaz e amplo no que traizoou o seus país. Tamén podería ter delatado os seus amigos. Non todo o mundo apreza a E. M. Forster; de feito, George Steiner considérao un escritor de rango menor, «de qui-tado ‘Pasaxe á India’».

Kim Philby escapou a Moscú cando lle che-gou o sopro de aire fresco de que descubriran que non estaba traballando para o inglés. Jose-ph Brodsky emprendeu o camiño inverso cando lle pasaron «unha lista dunha das categorías sociais que serían sometidas a eliminación» en Lituania. Rememora Brodsky que o autor da listaxe, o xeneral do KGB Serov, fixara 64 categorías establecidas de individuos perigo-sos. A honra de encabezalas correspondía aos activistas políticos, que viñan seguidos de pro-fesores universitarios, periodistas e empresa-rios. El pertencía á segunda. Brodsky apunta a curiosidade de que os filatélicos «estaban de noraboa» porque eran os penúltimos na orde da purga, antecedendo unicamente «aos es-perantistas».

Brodsky dedicou un ensaio á afección a co-leccionar selos, centrado na estampa que a

URSS lle dedicou a Kim Philby. Aparece no libro ‘Del dolor y la razón’ (Sirue-

la), sen que eu me dea explicado o motivo polo que o editor orixi-

nal chantou como título dun libro tan divertido.

Para Brodsky, Kim-Philby era «o soño dun escritor de novelas ba-ratas feito realidade». Escribiu esa frase como se pensase na serie de 007 que es-cribriu Ian Fleming. Considera que «o éxi-to creciente das nove-las de espías no noso tempo é o resultado do radical formalis-mo vangardista, que

fixo desaparecer o ar-gumental de case que

toda a literatura euro-pea». O autor ruso séntese

tan fascinado por Philby que mesmo lle propón ao director

xeral de Correos da Súa Maxes-tade que emita «un contra-selo no

que poida lerse algo como ‘Kim Philby, traidor inglés (1912-1988)’».

O peso da filatelia nos ensaios sobre espías

A proposta da exchica Bond Dia-na Rigg de que o axente 007 sexa negro ou lesbiana abre un panorama imprevisible na cinematografía de testosterona indo-europea

N