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    La explotacin de antigedades en el centro andino

    Capitulo II

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    Tesoros arqueolgicos destruidos durantela conquista y la colonia

    La extensa rea del Centro Andino ha sido teatro de activas explotacio-nes por parte de los buscadores de antigedades durante los cuatro si-glos transcurridos desde la Conquista espaola. Miles de objetos proce-dentes de esta regin, principalmente cermica y tejidos de Nasca yParacas, se hallan diseminados, formando parte de los Museos pblicosy privados del Per y del extranjero. Sin embargo, existen todava ingen-tes materiales arqueolgicos debajo de los sitios explotados, a juzgar porlos resultados obtenidos en las excavaciones de prueba realizadas re-cientemente.

    A fin de apreciar el monto e importancia de estos materiales se ofreceaqu una breve historia sobre la explotacin vandlica de que han sidoobjeto las sepulturas gentlicas de esta regin; sobre los estudios realiza-dos a base de tales materiales; y sobre las exploraciones Arqueolgicasefectuadas durante los ltimos veinticinco aos.

    Historia sobre la destruccin de antigedades en el Centro Andino.

    La provincia de Chincha fue una de las ms pobladas de la antigedady sede de las celebradas culturas Nasca, Paracas y otras derivadas oemparentadas con ellas. As lo prueban los restos que se hallan en cadauno de los valles comprendidos dentro de su territorio, convertidos des-pus de la Conquista en centros de las ms despiadadas depredaciones.

    Conviene recordar a este respecto, para comprender la predileccinde los traficantes de antigedades por esta zona, que las Naciones delCentro Andino, al igual que las del resto del pas, tenan adoratorios,dolos, sepulcros y depsitos soterrados de vveres y ropas en los lugares

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    ms apartados de su medio y en las ciudades principales. Estas ciuda-des eran centros de activa vida religiosa, lugares de peregrinacin don-de peridicamente se realizaban ceremonias gentlicas relacionadas conel culto a los dioses y a los antecesores, que atraan grandes masas hu-manas; y a la vez eran lugares de almacenamiento y distribucin devveres, vestidos, armas y herramientas destinados al servicio del Pue-blo y del Estado. All resida el Inka y sus representantes, los seores yCuracas, el cuerpo sacerdotal y los virtuosos del arte. En estas ciudades,junto a las moradas de los dioses, se hallaba el campo santo donde ren-dan culto a los cadveres momificados de sus antepasados y a dondeacudan los indios con ofrendas alimenticias y obras de arte. Son estassagradas y populosas urbes muy antiguas. Se ignora cundo y quineslas fundaron, y las circunstancia s que determinaron su permanencia enlos mismos sitios durante siglos, a juzgar por el monto de restos revela-dores de una larga estada. Esto explica por qu los nombres y la fama dealgunas de ellas llegaron a odos de los conquistadores antes de pisartierra Peruana. Sus ponderadas riquezas fueron aliciente de las denoda-das empresas de conquista, y desde entonces se convirtieron en sitiospredilectos de explotacin.

    Descubiertas por Pizarro las sepulturas o arcas, donde muchas ge-neraciones de indios guardaron sus joyas y obras artsticas, arcas casi ala vista y repartidas por todo el pas en Templos y Wakas y en cuevas ycementerios, fueron estos monumentos ricos veneros de activa explota-cin. Por esto la bsqueda y saqueo de wakas iniciada en Pachacamac segeneraliza por todo el territorio. Es el medio ms seguro para lograr lafortuna improvisada, meta de la emancipacin del conquistador y delaventurero. Las Majestades de Espaa dictan a raz del descubrimientoy conquista Cdulas y ordenanzas, reglamentando la bsqueda de teso-ros, y establecen la Mita de Huacas.

    Son diversas las referencias histricas sobre los tesoros habidos enla antigua provincia de Chincha.

    Cuando Pizarro y sus trece compaeros recorren la Costa Norte, seinforman de que ms lejos siguiendo el Litoral se hallaba la rica provin-cia de Chincha, y hacia el interior la del Cuzco capital del Imperio. Poresto, al volver a Espaa para garantizar sus derechos de descubridor yConquistador del Per, solicita y obtiene de la Corona Real que se fijencomo limites extremos de sus dominios el Cuzco y Chincha (1).

    (1) Capitulacin de Toledo, 26 de julio de 1629, en

    Dos circunstancia s favorecieron en su origen la vandlica explotacinde las antigedades de Chincha: primera, las noticias llegadas a odos

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    de los conquistadores do que esta provincia era una de las ms ricas delpas; y segunda, la comprobacin posterior de tales referencias al llegara dicha provincia, establecerse all y emprender las campaas de sa-queo. Pizarro para mantenerla libre de su socio y rival Diego de Almagro,funda una poblacin espaola, dotndola de numerosa guarnicin. Estahueste, vida de riqueza, encuentra en Chincha tierra propicia para ex-traer oro de las sepulturas.

    La Real Cdula de 13 de noviembre de 1529, qua hace referencia alsegundo viaje de exploracin de Pizarro, menciona a Chincha entre lasgrandes ciudades del Imperio:

    ...e con catorce ombres e un navo e los marineros, proseguistes la Cos-tra adelante anta el dicho Levante, e descubristes fasta el numero dequynientas leguas de costa, donde fallastes muy buena tierra en que aymuchas ciudades e villas e losares, especialmente quatro cibdades quese dizen Tumben, e Tamipumpa, e Curan, e Chincha, de grandes pobla-ciones (2).

    Diecinueve aos despus el ilustre viajero e historiador Cieza deLen que recorre la Costa del Pacifico, escribe:

    Era (Chincha) una provincia muy rica en oro la mayor y mejor detodo... Haba en este valle grandsima cantidad de sepulturas hechaspor los altos y secadales del valle. Muchas de ellas abrieron los espao-les y secaron gran suma de oro (3).

    En las postrimeras del siglo XVI el padre Fray Reginaldo deLizrraga, otro buen conocedor de los valles de la Costa, anota lo si-guiente:

    Cuando los espaoles entraron en este reino hablan en l (valle deChincha) 30,000 indios tributarios, ahora no hay 600 y porque no tienenagua suficiente para que todos pudiesen labrar la tierra, el Inca seordestos los tenia repartidos desta suerte: los 10,0000 eran labradores, los10,000 pescadores y los 10,000 mercaderes; los pescadores no haban dolabrar un palmo de tierra; con el pescado compraban todo lo necesario;los labradores no hablan de entrar a pescar: con los mantenimientoscompraban el pescado, y entre estos labradores haba algunos oficialesbuenos plateros y el da de hoy han quedado algunos. Los mercaderestenan licencia de discurrir por este reino con sus mercaderas, que lasprincipales eran mates para beber muy pintados y tenidos en muchohasta la provincia de Chucuito, en el Collao, no se haba de entremeterel uno en el oficio del otro, no debajo de menor pena que de la vida.

    Con este concierto se sustentaban en el valle tanta cantidad de indiosvarones con sus casas, que por lo menos chicos, chicas grandes haban

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    de ser ms de 100,000; y el da de hoy no so hallan en l 600 indios. . . Losindios particularmente los seores, eran riqusimos de oro y los queahora son seores, creo lo son. Tinenlo enterrado y hay en este vallemuchas huacas; en algunas de las cuales espaoles han cavado... (4).

    (2)Doc. Ined. de Indias, 1884, t. XLII, pp. 38-43;Madrid.

    (3) Cieza de Len, 1924, en Historiadores clsicos del Per, t. VII, cap. LXXIV, pp. 227-230,Lima.

    (4) Lizrraga, 1907, en Revista Histrica t. II, cap. XLVII, pp. 329-330.

    Y Cieza refiere:

    Y tanta fue la gente que haba en este valle, que muchas espaolesdicen que cuando se gan por el Marqus y ellos este reino, habla msde veinte y cinco mil: lentos han sido los combates y fatigas que hantenido (5).

    Cuando en febrero de 1533 Hernando Pizarro se hallaba empeadoen saquear las sepulturas de Pachacamac despus de haber destruido elTemplo y el Idolo, tan famosos de este lugar, recibe de los Curacas de laNacin Chincha presentes de oro, entre ellos de Lincoto del valle deMala; de Guaralla del Huayco; de Chumbiauca de Chincha y de A1laucade Nasca. Estas piezas de oro unidas a las que aportan los seores de losvalles contiguos del Norte, ascienden a la suma de noventa mil pesos (6).

    Cieza deja constancia de algunos de los tesoros habidos por losespaoles en la provincia de Chincha. Dice que obtuvieron riquezas delas sepulturas situadas al pie del Templo de Huayco; y mucho oro halla-ron en las Wakas de esta regin. No ha muchos aos, agrega, que Juande La Torre, capitn que fue de Gonzalo Pizarro, en el valle de lea, que esen estos valles de los llanos, hall una destas sepulturas, que afirmavali lo que dentro delta sac ms de cincuenta mil pesos (7).

    E1 cronista Pedro Gutirrez de Santa Clara aporta algunas noticiasinteresantes sobre la vida, artes y costumbres de sus pobladores. Ponde-ra, como se ver en seguida, entre otras cosas, los elegantes mantos deplumas que l vio usar a los seores principales.

    Asimismo ay unas aves muy grandes sin pluma, ni sin alas, las qualespor maravilla salen a la mar, sino que siempre andan encima del agua,mas empero tienen vn vello muy delgado y blando que en tiempo delos Yngas hazian del muy ricas mantas, y los seores Ica tragan porgran fiesta y gala, que parescian bien con ellas en su manera y bulle, ycran en peasco que estn a la lengua de la mar. Yo tuve dos mantasfiestas, bien grandes, hechas fiaste vello, y vn colchn con pelos de

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    liebre por lana, que me dio vn curaca amigo mo que era gran seor delPueblo de Chincha, que es de Su Magestad, y cierto son muy calientes,que me aprovecharon mucho en las tierras fras que anduve (8).

    Por otro lado, como Chincha era la ltima provincia que se hallababajo el dominio de Pizarro -segn las concesiones que le fueron hechaspor la Reina de Espaa-, ste para mantenerla libre de las ambiciones desu socio y rival Diego de Almagro, establece all una guarnicin, queinicia la, profanacin de las sepulturas. El propio Pizarro en uno de susviajes da impulso a estos saqueos, sirvindose para ello de los indios yalastimosamente diezmados por la rudeza de los trabajos a que fueronsometidos durante las Guerras Civiles entre ambos Conquistadores, lasque tuvieron por principal escenario la Provincia de Chincha.

    (5) Cieza, Op. cit. cap. LXRIV, p. 228.(6) Esteta, 1917, en Col. de Lib. y Doc., t. V, pp. 89-90, Lima.(7) Cieza, Op. cit. cap. LXII, p. 200.(8) Gutirrez de Santa Clara, 1905, G III, pp. 522-523,Madrid.

    As el hijo de Diego de Almagro dice:

    Lo otro digo, que yendo el dicho Gobernador contra el dicho mi Pa-dre, los soldados en mi presencia e con sentimiento en el Pueblo de laNazca, que es del Vehedor Zalzedo, dio lugar que robasen e franquea-sen toda la tierra, e desenterrasen lo que hallasen, e ans desenterraronenterramientos de seores; en la dicha Nazca y en otras panel sacaronmas de cien mil pesos de oro e mucha ropas e obejas, e mataron mas dediez mil yndios porque dixesen donde estaba, e al dicho Cacique de laNazca, demas del dicho oro y plata, le arranchearon mas de cien milabejas, e mas de doscientas mil cargas de maz; e ansi hacieron por losotros Caciques, e quando los yndios se le quexaban, embiaban enoramalae deca a los soldados: aprobechaos, hijos, que para bosotros es todo,todo lo qual en perjuicio de los dichos yndios naturales y en desserviciode Su Magestad (9).

    El mismo autor prosigue:

    estando el dicho mi Padre en Chincha con el oro de Su Majestad;e dio ocasin a quel dicho Francisco Pizarro despoblase los pueblospoblados de su Gobernacin e juntase mil ombres contra el dicho miPadre... y fue ocasin e principal que todos los daos quel dicho Fran-cisco Pizurro cometio, as de reablaciones deliquentes como de robosde cristianos, muertes, asolamiento de pueblos y desenterramiento deguacas de seores pasados... (10).

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    Los datos precedentes son evidencias histricas que permiten for-marse una idea clara sobre el estado floreciente del valle de Chincha a lallegada de los espaoles, sobre su numerosa poblacin de ms de cienmil habitantes, formada por pescadores, labradores, orfebres y fabrican-tes de vasijas decoradas pictricamente, y por mercaderes que llevabansus productos por todo el pas hasta alcanzar las tierras altas y fras delCollao.

    Los saqueos iniciados por Pizarro y su hueste continan casi sininterrupcin durante la Colonia, y por las referencias citadas se puedecolegir cun rica era esta Provincia, cun numerosas sus Wakas y ciuda-des y cun vastos sus cementerios.

    Explotacin de antigedades durante la Colonia

    Despus de la Conquista y de las Guerras Civiles surgidas por la pose-sin de este pas, la cristianizacin de los indios y la campaa de extir-pacin de las llamadas idolatras, determina en la Colonia una nuevaactitud en la profanacin de las tumbas. Se hace necesario en aquellostiempos conquistar el alma de la Nacin subyugada, y esta empresa eraposible slo exterminando todo vestigio de las viejas prcticas paganas.Legiones de extirpadores se reparten por todo el pas para descubrirlossitios sagrados de los indios: los depsitos que eran los ms preciadosarchivos de su larga historia se destruyen y de all se extraen los objetosvenerados para fundirlos, romperlos, arrojarlos al mar o quemarlos. Losinformes que existen en los archivos eclesisticos sobre supersticiones ycreencias de los indios y destruccin de dolos, refleja cun magna fueesta campaa y cun trgica la suerte de las fuentes histricas de la viejaNacin india.

    (9) Almagro Diego de, 1873, en Doc. Ined. de Indias t. XX, pp. 277-278, Madrid.(10) Almagro Diego de, Op. cit, t. XX, p. 422.

    La bsqueda de tesoros iniciada en la Conquista contina durantelos tres siglos de Coloniaje con menor intensidad pero con periodos deexacerbacin. Es escasa la documentacin histrica a este respecto, con-trastando con la que existe sobre los ricos hallazgos en Chanchn,Pachacamac y Cuzco. Sin embargo, la mayora de los monumentos ycementerios presenta restos ostensibles de antiguas excavaciones con-sistentes en grandes remociones de Wakas, en pozos y cortes profundosque slo pueden haberse realizado en este perodo en que se disponalibremente del.trabajo forzado de las masas indias.

    En la Pennsula de Paracas hoy desrtica y en apariencia nuncahabitada por seres humanos se ha descubierto, bajo las densas capas de

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    arena movediza, restos de antiguos paraderos y de cementerios que reve-lan haber sido antes profanados. En las exploraciones de los aos 1925y 1926 se comprob que eran muchas- las huellas de viejas excavaciones.A este respecto huelga manifestar que se conservan algunas leyendasreferentes a hallazgos valiosos, siendo una de ellas la que obtuve de bocade los pescadores de San Andrs, pequea caleta contigua al puerto dePisco, que reza as:

    Un pescador italiano, llamado Domingo Fosa, caminaba cierta vez porlos arenales de la baha de Paracas a quin se le present una paisanao india elegantemente vestida. Cuando trat de acercarse a. ella corrihacia la cumbre de Cerro Colorado y luego desapareci. En otra oca-sin, vio en el mismo lugar una piedra grande que daba muchas vuel-tas; corri hacia ella, y pensando que se trataba de un tesoro escondidoo tapado, la cubri con su Saco de vestir. Al da siguiente regres conla intencin de descubrir el tesoro; pero al no encontrarlo hizo volar lapiedra con dinamita. Dentro de la piedra hall una bola de oro, lacual se le escap de entre sus manos y fue rodando por la falde de dichoCerro hasta la orilla del mar, donde se perdi para siempre.

    La leyenda en s no tiene acaso importancia histrica, pero es evi-dente que ella rememora algn lejano hallazgo de tesoros en Cerro Colo-rado. All existe en la misma cumbre un hoyo abierto en la roca porfdica,que debi ser una Importante Necrpolis porque hace 17 aos yo exami-n cuidadosamente este sitio y descubr en los desmontes contiguos alpozo huesos humanos, fragmentos de telas finas y otros productos defardos funerarios confeccionados sin duda en la misma forma que loshallados en 1927. Todo esto revela cun antigua ha sido la explotacinde los cementerios, aun en Paracas, que han permanecido por sigloscubiertos de arena, lejos de las poblaciones modernas.

    Los tesoros del rescate de Atahualpa llegados a Espaa en conceptode quinto del Rey, el sbito enriquecimiento de los que participaron en laconquista del Per, los denuncios de fundiciones clandestinas que portodas partes se hacan del oro y plata sacados de las Wakas, y aun ladesmedida profanacin de cadveres para arrancarles sus ofrendas deoro, que alguna vez hiri los sentimientos cristianos de ciertas autorida-des eclesisticas, unido todo al pretendido Derecho alegado por la Igle-sia Catlica sobre los bienes de los adoratorios y templos de la religingentlica, movieron a la Corona de Espaa a expedir Cdulas reglamen-tando la explotacin de tesoros de Wakas y al Concilio Lmense a impo-ner duras penas a los profanadores de sepulturas. Todo ello revela cuningentes eran las riquezas contenidas en las Wakas.

    En la Real Cdula de 4 setiembre de 1536 se incluye la siguienteordenanza:

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    De todos los tesoros, que se hallaren en oro, plata, piedras, perlas,cobre, plomo, estao, ropa, y otras cosas, as en enterramientos, sepul-turas, oques, casas, o templos de Indios, como en otros lugares en queofrecan sacrificios a sus Idolos... se nos ha de pegar de las que fuerenmetales, perlas, y piedras, fundidos e labrados, el quinto, y uno y me-dio por ciento de Fundidor, Ensayador, y Marcador... Y de lo restantese aplicar a nuestra Real hacienda la mitad por medio de todo, sindescuento do cosa alguna, quedando la otra mitad por medio para lapersona, que as lo hallare, y descubriere (11).

    El Concilio Lmense de 1567 resuelve castigar a los saqueadores deWakas con la pena de excomunin para que no desbaraten las sepultu-ras de los indios aunque fuesen infieles, y cien pesos de multa en caso deque dejasen los cadveres al aire (12).

    Y las Cdulas Reales, de 27 de Febrero en Madrid y 17 de Octubre enel Pardo, de 1575, establecen el Derecho de propiedad en esta forma:

    Pretenden los Visitadores nombrados por los Virreyes, Presidentes, yAudiencias en sus distritos tener Derecho los tesoros, que hallan; y sino hay descubridor en algunos Adoratorios, Guacas, partes donde losIndios acuden sacrificar, pretenden las Iglesias, que les pertenecen, yasimismo las tierras, ganado, chaquiras, joyas, y otras cosas, que erande los Ingas del Per, y dedic la supersticin al Rayo, y Sol, y serviciode los dolos, y Guacas. Y porque todo lo referido, conforme derecho,y lo que est provedo, nos pertenece, y no los Visitadores, Iglesias, nipersona particulares: Declaramos y mandamos, que as se guarde, yaplique a nuestra Real hacienda, sin disminucin, y que los Virreyes,Presidente, y Oidores, y jueces para esto diputado, hagan vender enpblica almoneda todo el ganado que do esta forma se hallare, conasistencia de nuestros Oficiales, y su procedido entre en las Caxas Rea-les; y el por alguna buena diligencia, que los Visitadores hubierenhecho en estos descubrimientos, pareciere que se les debe hacer algunamerced, se nos dar aviso para que as se higa (13).

    En una relacin escrita por el Virrey don Francisco de Toledo se lee:

    Por el mismo ynconveniente de falta de yndios esta parada la lavor ydescubrimiento de guacas donde ay muestra de harta riqueza que estaspense yo que eran acabadas y aun que se desfruta con muchas y de lasmejores a lo que se entiende no son pocas las que nora ay si avese conquien labrallas cuya lavor es mas peligrosa para los yndios ni aun losdueos a quien a acontecido poco acaerse los edificios encima llegandoya a los entierros del seor y hallar los muertos con las manos en losvasos y cocos de oro guando descubran la tierra para sacallo. De los

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    derechos destas guacas que son quinto y setimo no tengo mucha segu-ridad del modo como se cobran para vuestra magestad despues deavello platicado sea se podra tomar de entre tanto lo que mas convengamientras vuestra magestad no mandare otra cosa que negocio podra.ser de provecho en razon de lo que yo e visto por el camino y de las queme an venido avisar en secreto (14).

    Y en la Memoria dirigida al Rey el 8 de Abril de 1619 por el Prncipedon Francisco de Borja, se afirma que solamente entre los aos que me-dian de 1615, en que empez a gobernar el Per hasta la fecha referida,se le hablan quitado a los indios diez mil quatrocientos veinte y dosydolos, entre ellos mil trescientos sesenta y cinco momias de sus antepa-sados, y algunas de cabezas de sus linajes primitivos y fundadores desus pueblos, etc. (15).

    La Pennsula de Paracas debi ser escenario de ceremonias gentilicasde los indios porque frente a ella estn las Islas Chincha, San Galln yotras muy ricas en guano, donde se han encontrado restos de viejosadoratorios, y porque quedan todava en la misma Pennsula testimo-nios del esfuerza de los religiosos cristianos por desarraigar las creen-cias aborgenes. Las Islas y la Pennsula fueron, sin duda, en la antige-dad, como Pachacamac; Cuzco y Chanchn, grandes centros de con-centracin humana temporal, de romeras de indios, venidos de todo elpas para rendir culto a los Dioses del guano, fertilizante que tan Impor-tante papel desempe en la agricultura de las tierras yermas del litoral.

    La fama de Paracas, antiguamente llamada

    (11)Recop. de Leyes de Indias, 1943, t. II, Lib. VIII, tit. XII, pp. 496-496, Madrid.(12)Solrzano y Pereyra, 1776, t. II, li. VI, cap. V, p. 450, Madrid.(13)Recop. de Leyes de Indias, 1943, t. II, lib. VIII, tit. XII, pp. 496-497, Madrid.(14)Levillier, 1921, t. III, p. 331, Madrid.(l5) Jimnez de la Espada, 1879, en Tres Relaciones de Antigedades Peruanas, p. XXXIV,

    Madrid

    Shangalla o Shian-Kallan, cuyo significado etimolgico esadoratorio del Dios Shian, que en Muchik significa Luna, lleg a odosde Francisco Pizarro y ello fue lo que movi al Cabildo y Ayuntamientode Jauja, en 29 Noviembre de 1534, a encomendar a Nicols de Riberaque buscara en el valle de Shangalla sitio apropiado para fundar la capi-tal del Nuevo Reino de Castilla (16). Paracas fue la tierra donde habita-ron los custodios del misterioso fertilizante que convirti los camposeriazos en productivos, y enriqueci la economa de la poblacin conde-nada a vivir m el desierto. A juzgar por les restos descubiertos, todoinduce a pensar que debi ser Paracas alguna vez el Centro de una po-

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    blacin numerosa; que debieron existir muchos pueblos y colonias, re-partidos por la extensa rea de la Pennsula, dedicados a 12, explotaciny contratacin del guano no slo en esta regin sino en la extensa readesrtica comprendida entre la desembocadura del ro Pisco por el Nortey la del ro Ica por el Sur, hoy casi deshabitada.

    La Conquista ciega la vida y paraliza la actividad humana; dejandotras de s los depsitos vacos, las tumbas saqueadas y los templos de-rrumbados. Paracas fue teatro de la campaa de extirpacin de idola-tra, porque en ella abundan las toponimias del ritual Catlico que sus-tituyeron a los nombres gentilicos, tales como punta de Los Mrtires,Cerro El Calvario, Cerro Tres Cruces, ensenada del Papa de Roma,ensenada de los Gentiles, punta de Guacas, etc.

    Todava desde lejos y del mar adentro se distingue sobre la falda deuno de los cerros de la Pennsula, las gigantes Cruces o Candelabros,talladas en la roca ponlos espaoles para ahuyentar a los demonios.

    El examen an superficial de la documentacin sobre el estado de lasantigedades durante la Colonia, ilustrada en parte precedentemente,arroja algunas enseanzas que conviene tener en cuenta cuando se tratade valorizar la obra artstica de les autores de la Civilizacin Paracas. Atravs de esta documentacin se descubren ciertos hechos que reflejan elespritu y el carcter predominante de la poca, a saber: los objetos demetal de las huacos y sepulcros pertenecan a la hacienda Real, y portanto su bsqueda era licita y su explotacin propiciada por la Corona;los artefactos de piedra, hueso, arcilla, madera y otros del ritual idlatrade los indios eran para los Colonos productos diablicos, objetivacionesde creencias paganas que estaban en pugna con los principios y prcticasde la Religin Cristiana y por consiguiente era necesaria e imperiosa sudestruccin; las obras selectas del Arte aborigen eran apreciadas nica-mente por su valor intrnseco o por extraeza de su forma, siendo por estacausa, slo las muy raras, conservadas en las Cmaras de los Reyes comocuriosidades o trofeos del rancheo a los indios como solfa decirse.

    El estudio superficial de los monumentos del Centro Andino des-truidos durante la Colonia arroja otra clase de enseanzas que amplanlas anteriores. Los espaoles extrajeron de los Templos Adoratorios deesta regin objetos de oro, plata y de otras materias atesoradas all du-rante siglos. En estas obras de arte estaba registrado incidental o delibe-radamente el recuerdo de sus tradiciones, creencias religiosas y otrosaspectos de su vida y de su historia. Ellos profanan los sepulcros de losSeores e Indios principales ubicados dentro o en las vecindades deestos monumentos y los despojan de su contenido. El descubrimiento dedolos y vasijas de oro en el subsuelo de los edificios principales, pala-cios, templos y fortalezas, ocupados de inmediato por los conquistado-

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    res, impulsa a la alocada remocin de los pisos de habitaciones y patios,a la perforacin de muros y cimientos y en general a la bsqueda detesoros en todo sitio que ofreciera seal o sospecha de ocultacin. Estapesquisa de tesoros, realizada en gran escala, causa el derrumbamientoparcial o total de los monumentos.

    Los trabajos forzados a que fueron sometidos los indios con la lla-mada Mita de Huacas y las extorsiones hechas a los Curacas y principa-les para arrancarles el secreto de sus entierros, trajo consigo el abandonode sus moradas y heredades su huida a las inhospitalarias tierras de laspuras y montaas. Contribuy a aumentar su miseria el cambio de vidaa que fueron sometidos mediante la reduccin impuesta por los espao-les obligndoles a dejar sus aldeas rurales y establecerse en densas po-blaciones de las tierras bajas y calientes. Estas fueron pronto asoladaspor las epidemias de tifus, viruela, sarampin escarlatina y otras intro-ducidas por los europeos.

    En las postrimeras de la Colonia el eminente hombre pblico donHiplito Unanue escribi as:

    Si el furor de la codicia y ambicin se hubiese contentado con desen-traar la tierra, multiplicadas e ntegros los memorias del antiguo Per,seria ms fcil el delinearlo y ms hermosa la copia. Pero la execrablehambre del oro llev la desolacin hasta les sepulcros, que siendo elltimo asilo de los mortales, no sirvieron ni aun a las cenizas respeta-das por el Derecho de las gentes. No obstante, as como las iras deCambises no pudieron impedir llegasen hasta nuestros das muchosrestos inestimables de la sabidura egipcia, tampoco non visto su lti-ma aniquilacin los monumentos de los Incas. Sus ruinas nos rodeantodava, y en medio de su destrozo ofrecen materiales suficientes paracomputar las artes, ciencias y polica de sus artfices (17).

    (16) Cobo, 1881, en Relaciones Geogrficas de Indias, t. I, Apndice 1, pp. XV-XVII,Madrid.

    (17)Mercurio Peruano, 1791, t. I, pp. 203-204, Lima.

    El abandono de las tierras de cultivo por los indios impuso la nece-sidad ms tarde de servirse de esclavos negros para cultivar la vid y elolivo trados por los espaoles, porque ellos se adaptaban mejor a lascondiciones del clima; pero con esto no se detuvo la explotacin de lasWakas. Negros y mulatos, ajenos al respeto y a la tradicin histrica ygentlica, alternaron desde entonces las tareas agrcolas con la bsque-da de tesoros; y as se ha mantenido hasta hoy, porque las ms grandesdestrucciones y saqueos de Wakas de los ltimos cincuenta aos se de-

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    ben a gentes de color. El indio mantiene todava hasta hoy el respeto porlas reliquias histricas de su pasado.

    El estado de las antigedades durante el siglo XIX

    Revalorizacin del patrimonio histrico nacional

    Slo a principios del siglo XIX un nuevo espritu nacido con la emanci-pacin e Independencia del Per, Induce a la revalorizacin del patri-monio histrico nacional. este espritu se traduce en una nueva actituddel Gobierno hacia la conservacin de las reliquias Arqueolgicas quese declaran desde entonces por ley propiedad de la Nacin; se prohbe laexplotacin y se funda el primer Museo Nacional destinado a la custo-dia ce los restos de la antigedad. Por esto, ocho meses despus deproclamada la independencia, el Gobierno expide el Decreto de 2 deAbril de 1822, segn el cual:

    Los monumentos que quedan de la antigedad del Per, son una pro-piedad de la nacin, porque pertenecen a la gloria que deriva de ellos...Con dolor se han visto hasta aqu vender objetos inapreciables, y lle-varse a donde es conocido su valor, privndonos de la ventaja de poseerlo nuestro. En precaucin de esto, se ha resuelto lo que sigue: El Supre-mo Delegado.He acordado y decreto:Art. 1. Se prohbe absolutamente la extraccin de Piedras minerales,obras antiguas de alfarera, tejidos y dems objetos que se encuentrenen los huecas... (18).

    Y se funda el Museo Nacional para proporcionar a la juventudcolecciones escogidas que la instruyan en cuanto de sublime tiene lanaturaleza de su propio pas.

    El Gobierno nombra, en 1826, Director del Museo al eminente natu-ralista don Mariano Eduardo de Rivero, quien hace un llamado a losperuanos para que se apresuren a donar a la nueva Institucin lasrarezas naturales que posean, los tejidos y preciosidades extradas delas huecas (19).

    Formacin de colecciones Arqueolgicas del Estado y de particulares

    En los Inventarios del Museo correspondientes a casi medio siglo de suexistencia, desde su fundacin en 1822 hasta 1873 en que se le reorgani-za y pone al amparo de la Sociedad de Bellas Arte, figuran algunos obje-tos procedentes de la antigua provincia de Chincha.

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    Tres vasos y un prendedor de plata extrados de una huaca de Caete,obsequiados por el Sr. Charn; un dolo de plata, cinco husos y unamomia de Chincha, obsequiados el 4 de noviembre de 1846; por elsargento Mayor don Manuel Villena; una vasija de barro encontrada enuna de las Islas de Chincha a 120 pies de profundidad, obsequiada enagosto de 1850 por don Santiago Flores; un vaso de plata de una huacade Chincha Baja obsequiado por don Diego de Cspedes y algunosotros objetos de cermica de Acari y Caete (20).

    Eran ya celebradas antes del ao 1872 las colecciones de MicenoEspantoso que tenan segn Hutchinson especies raras de alfarera, telasy trabajos de arte ornamental, copas de oro y plata e dolos procedentesde Ica y las de Ferreyros que Igualmente contenan objetos extrados delas huecas de Ice los que se hallan en el Museo Etnogrfico de Berln. Poraquellos aos se descubrieron debajo de las gruesas capas de guano delas Islas Chincha varios dolos de madera, algunas piezas selectas dealfarera y otras baratijas, reproducidas en parte en el libro de Hutchinson(21).

    Durante este largo periodo, entre la fundacin del Museo y su reor-ganizacin en 1873, cambia repetidas veces de local: del Ministerio deGobierno donde se instala en 1822 pasa a la Capilla de la Inquisicin en1826; de all a una casa modesta en la calle Espritu Santo en 1835; luegoa un Departamento de la Biblioteca Nacional en 1839; y al Palacio de laExposicin en 1872.

    La explotacin de las huacas disminuye al Iniciarse el periodo repu-blicano. No se registran hallazgos de importancia, y menos en la reginChincha, lo que contrasta con las explotaciones que por entonces se ha-can peridicamente en Chanchn. El Gobierno dicta leyes prohibiendola destruccin de las antigedades y su exportacin; e impulsa el desa-rrollo del Museo. No obstante, su progreso es lento y sus actividades casinulas. Tschudi en 1838 y Hutchinson en 1871, deploran la condicin enque se halla y censuran el descuido y la indiferencia que existe en el paspor los monumentos Inkaicos.

    (18) Oviedo, 1862, t. IX, p. 95, Lima.(19) Oviedo, Op. cit. p. 98.(20) Documentos del Museo Nacional en Manuscrito original de la Biblioteca Nacional de

    Lima, pp. 122, 154, 227 y 274-276 (copias tomadas en 1936).(21) Hutchinson, 1873, vol. I, cap. VII, pp. 104-108, New York.

    Primera contribucin al conocimiento de la historia antigua del Per

    Mariano Eduardo de Rivero, Director del Museo Nacional en dos opor-tunidades, estudia -como lo manifiesta en su libro-, los monumentos

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    antiguos: recoge con indecible anhelo cuantas curiosidades del tiempode los Inkas puede conseguir; manda dibujar y pintar todas las que exis-ten en poder de peruanos y extranjeros (22). Publica en 1841 una sinop-sis sobre el Per antiguo, y diez aos ms tarde en colaboracin con J. J.von Tschudi la monumental obra Antigedades Peruanas, cuyo pro-psito es, como lo dicen sus autores, no slo dar una descripcin de lasruinas de edificios suntuosos, tristes reliquias de la grandeza y poder delos Inkas, de sus dolos y artefactos encontrados en las huacas y tmulos,sino el cuadro de una Nacin sumamente interesante por su historiatrgica.

    La obra de Rivero y Tschudi es la primera contribucin seria al co-nocimiento de la historia antigua del Per. La autorizada opinin deestos cientficos sobre lo que fue el pas de los Inkas, unida a la de losilustres viajeros que visitan el Per durante el siglo XIX, acrecienta sufama adquirida desde la Conquista.

    Memorias de ilustres viajero sobre antigedades Peruanas

    Entre los viajeros interesados ms directamente en las antigedades fi-guran: Stevenson, Humboldt, DOrbigni, Castelnau, Raimondi, Markham,Bollaert, Wiener, Hutchinson, Bastin Squier, Reiss: Stbel, Middendorfy Bandelier. En sus diarios de viaje y memorias se encuentran no pocasreferencias alusivas a la regin Chincha. En 1853 algunas personas no-tables del Cuzco obsequian al Presidente Jos Rufino Echenique variasprendas de oro de alto valor artstico e histrico que fueron encontradaspor buscadores de tesoros en el Cuzco, entre ellas un prendedor de oroque se halla hoy en poder de don Matas Errzuri de Chile, adornadocon cinco figuras de dioses y un disco de oro que ostenta en una de suscaras el rostro de un monstruo. Markham, Saville y el autor han estudia-do y publicado esas prendas.

    La importancia que adquiere en el extranjero las curiosidades de losInkas, contribuye a despertar en el Per el inters por coleccionar reli-quias histricas. Peruanos y extranjeros forman colecciones de especiesselectas, las que no quedan en el pas sino migran al exterior. Se desarro-lla el articuarianismo debido al inters de obtener curiosidadescomerciables. Entre las ms interesantes colecciones que se forman enLima durante esta poca figuran: la de Macedo, en la que existen cuatrovasijas Nasca; la de Centeno Romanville, formada casi en su totalidaden el Cuzco, donde existe una vasija Nasca; y otras de menor importan-cia como las de Hetner y Heeren, todas hoy en el Museo Etnogrfico deBerln; la de Emilio Montes, que contiene idolillos de turquesa proceden-tes del Cuzco y Apurmac, los que se halla desde 1893 en el Field

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    Columbian Museum de Chicago. Raimondi adquiere tambin en sus via-jes por el valle de Pisco algunos objetos interesantes, entre ellos dos do-los de madera que se conservan en el Museo de Arqueologa de la Uni-versidad de Lima, semejantes a los hallados en las Islas Chincha bajo losdepsitos de guano.

    Algunos escritores abogan insistentemente por que se expidan leyesde proteccin de los monumentos y porque se reorganice el Museo. En1872, don Eugenio Larrabure y Unnue desde la tribuna del diario LaRepblica emprende una enrgica campaa en tal sentido. Esta patri-tica actitud atrae la atencin del Gobierno y de la opinin ilustrada delpas y se lleva a la prctica algunas de las iniciativas. As, el 17 de Mayode 1872, se traslada el Museo de la Biblioteca Nacional al Palacio de laExposicin; se funda el 17 de Diciembre del mismo ao la Sociedad deBellas Artes para conservar y administrar el dicho Palacio y para fo-mentar en l la formacin de un Museo general; y se proyecta a la vez laconstruccin de un edificio apropiado para Museo en las vecindades dela antigua aldea de Magdalena, por hallarse este sitio cerca del orculoRmac, conocido hoy con el nombre de Huaca de Mateo, Salado o de LosCinco Cerritos.

    Primera expedicin arqueolgica con fines cientficos

    El suceso ms Importante de este periodo en lo que respecta a las anti-gedades, es la llegada al Per de la Expedicin Reiss y Stbel, que en elao 1875 realiza excavaciones en Ancn. Estos notables arquelogosalemanes extraen una considerable cantidad de fardos funerarios y mul-titud de ofrendas, los que ms tarde son trasladados y exhibidos en elMuseo Etnogrfico de Berln; y entre 1880 y 1887 publican la obra Ne-crpolis de Ancn.

    Por entonces el Museo Nacional no cuenta sino con un reducidonmero de especimenes pobremente representados en lo que respecta aprocedencia, cantidad y calidad. Cuando los chilenos entran a Lima en1881 lo saquean desapareciendo as la nica Institucin encargada no-minalmente de la custodia de los monumentos y reliquias del pasado.

    (22) Rivero, 1851, p. V, Viena.

    Colecciones Arqueolgicas procedentes de la Provincia de Chincha

    Datan de la segunda mitad del siglo XIX dos notables colecciones forma-das en gran parte por antigedades procedentes de la Provincia deChincha, las de W. Gretzer y E. Gaffron. El primero, durante 33 aos

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    forma en Lima dos conjuntos importantes: uno, de la Provincia Chim,estudiado y publicado por Baessler; y otro, de la Provincia Chincha,vendida en Alemania, a von den Zippen; ambas colecciones incorpora-das al Museo Etnogrfico de Berln. El mdico oculista doctor Gaffrondurante medio siglo fue asiduo colector de obras de arte procedentes delos centros arqueolgicos ms afamados por entonces comprendidos enlas provincias del Chim y de Chincha. El paradero de algunas de suscolecciones se conoce; pero se ignora el de otras. Puede afirmarse, a basedel testimonio de quienes tuvieron la oportunidad de examinarlas, quetodas estaban compuestas por excelentes piezas de alfarera y de oro,consideradas entre las mejores salidas hasta hoy del Per. Una se hallaen el Museo Etnogrfico de Berln; otra en el de Munich; otra en el Museode Historia Natural de New York compuesta en su mayora de objetos deNasca, casi igual en calidad y nmero a la coleccin Uhle estudiada porGayton; algunas piezas en el Museo Indo Americano de Haye Foundation;otras en el Museo Roener de Hildelbeim y muchas otras en poder de sufamilia.

    Gaffron permaneci en Lima hasta mediados de 1912, y como buencolector tuvo la primicia de integrar sus colecciones con las ms extraor-dinarias piezas extradas por entonces de los cementerios de Nasca.

    Las colecciones de Gretzer y Gaffron han sido estudiadas y publica-das por Baessler. Seler, Lehmann y Doering.

    La explotacin y estudio de antigedades en el siglo XX

    Primera Dcada

    Fundacin de Museos

    El siglo XX marca una nueva poca para la historia patria. Por un lado,el Gobierno se interesa por restaurar las instituciones culturales deca-das en el siglo pasado; y por otro, los hombres de estudio se afanan enorientar las actividades intelectuales hacia un verdadero nacionalismo.Con estos propsitos, el Gobierno de don Jos Pardo funda el MuseoNacional de Historia Natural, por decreto de 15 de julio de 1904, con lafinalidad de reunir y exhibir las riquezas del pas en los tres reinos de lanaturaleza; asimismo, crea el Instituto Histrico del Per, por decreto de18 de febrero de 1905, con el objeto de reunir, descifrar, organizar, anotary dar publicidad a los documentos relacionados con la historia y deconservar los monumentos de carcter arqueolgico o artstico; por lti-mo, funda el Museo de Historia Nacional, por decreto de 6 de mayo delmismo ao, bajo la dependencia del Instituto Histrico para que se

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    renan, conserven y exhiban al pblico, debidamente expuestos y cata-logados. Los objetos que se relacionan con nuestra historia en la pocaanterior a la dominacin espaola y sobre las bases de las coleccionesexistentes que sean de propiedad pblica (1).

    El Museo Nacional de Historia Natural, a pesar del entusiasmo pa-tritico del Ministro de Fomento, Ing. don Jos Balta, no llega a cristalizarsus fines.

    El Instituto Histrico, bajo la presidencia del conocido americanistadon Eugenio Larrabure y Unnue, a quin tanto debe la historia Nacio-nal por su esfuerzo en pro de las reliquias Arqueolgicas y fomento delas investigaciones histricas, se organiza debidamente y se inaugura el29 de julio de 1905. En el discurso inaugural se expresa enfticamente enlo que respecta a los monumentos nacionales, que se ponga remedio a ladestruccin de antigedades, que se prohba en lo absoluto la exporta-cin de objetos arqueolgicos y artsticos y que se reglamente y vigile lasexploraciones (2).

    El Museo de Historia Nacional se inaugura el 29 de julio de 1906, enel antiguo local del Palacio de la Exposicin, con dos importantessecciones: una, Arqueolgica y de las tribus salvajes; y otra, de la Colo-nia y de la Repblica, a cargo de los doctores Max Uhle y Jos Augusto deIzcue, respectivamente. En esta ocasin, el Presidente del Instituto Hist-rico, don Mariano Ignacio Prado y Ugarteche, fundamenta la creacindel Museo con estas palabras: El Per debe fomentar tambin en laAmrica del Sur, ms que ningn otro, el culto de su pasado, porqueninguna otra nacin puede ofrecer la historia y los restos de una de lasms antiguas y grandes civilizaciones ce los tiempos pretritos; como laIncaica... El esfuerzo individual y colectivo debe convertir este museo,hoy modesto, en un verdadero templo de la tradicin nacional, debe serla ctedra siempre abierta, la ms objetiva, la ms eficiente para la ense-anza y el desarrollo de la historia patria (3). Por su parte, el director dela Seccin Arqueolgica, profesor Max Uhle, patriarca de los

    (1)Revista Histrica, vol. 1, p. 110, Lima, 1906.(2) Ob. cit. p. 129.(3) Ob. cit. p. 407.

    estudios relacionados con la ciencia americana, expone: Es enorme elmaterial con que cuenta el Per. Cunto podra hacerse al estudiarlo yclasificarlo para conocer la edad y el Pueblo que lo construy... Si lospropios peruanos se dedicaran a su resolucin, se desarrollarla en estepas una vida cientfica de tal riqueza y tan fecunda en resultados, quesera imposible alcanzarlos en otras partes, en donde slo se ha de estu-

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    diar lo que no se haya visto... Despertemos el pasado, reconstruyamos lagrandeza de sus monumentos, de sus templos: penetremos en su esprituestudiando y dando vida a las costumbres y usos de los antepasados delsuelo patrio... E1 honor que el Per dispensar al estudio de su historiatraer la elevacin poltica, y en el respeto que le inspire los mudos testi-gos de su grandioso pasado, encontrar la fuente de su elevacin espiri-tual sin la cual todo progreso es imposible... Un Pueblo que honra supasado y lo estudia, se honra a si mismo (4). Igualmente, el director dela Seccin Colonia y Repblica, doctor Izcue, reputado historiador na-cional, refirindose a la suerte de nuestras instituciones culturales, dice:una ola avasalladora, que barri el pas de Sur a Norte durante la in-fausta guerra con Chile de 1879, devastndolo todo, se llev de encuen-tro al Museo Nacional que, aunque adoleca de la falta de una clasifica-cin cientfica y de una organizacin metdica, contena objetos de in-apreciable valor histrico, hoy irreparablemente perdidos para el Per

    Colecciones de la Seccin Arqueolgica del Museo de HistoriaNacional

    El doctor Uhle, contratado por el Gobierno peruano para organizar laSeccin Arqueolgica, realiza, entre 1906 a 1911, una labor cientfica ymuseolgica.

    Los buenos deseos que tiene Uhle para realizar trabajos arqueolgi-cos en el pas, se disipan pronto ante los obstculos de orden adminis-trativo y econmico. Gran parte do su tiempo la dedica a la organizaciny clasificacin de las colecciones que ingresan al Museo por compras,donaciones y excavaciones de huaqueros, y muy poco a trabajos de in-vestigacin cientfica. He aqu el resumen de las colecciones ingresadasala Seccin Arqueolgica de acuerdo con el Inventario manuscrito delpropio Director:

    1905. Donacin del Museo Municipal de Lima:Objetos de cermica de diversos estilos del LitoralNorte del pas (1-994) 994Cuadros al oleo de los Incas (2953-2966 14

    Compras:A1 huaquero Inocencio Cabrera, objetos diversosprocedentes de las tumbas de Nievera y Rinconada deVitarte (995-1190, 1306-1364) 225Al huaquero Felipe Morales, objetos de cermicaprocedentes de Palpa, Nasca, vendidos al Ministeriode Justicia (1191-1305) 115 1,378

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    1908. Donacin: De la Sociedad Geogrfica de Lima,diversos objetos de cermica y tejidos del litoral(2806-2931) 126

    Compras:A diversos anticuarios de Lima y Cusco, objetos decermica, madera, plata, cobre, etc.(2674-2805, 2932-2952, 1365-1397) 272

    Excavaciones:En los cementerios de Nievera y Rinconada de Ate, xcargo del huaquero I. Cabrera, diversos objetos decermica, lagena, madera, tejidos, etc. (1398-2673) 1,276 1,588

    1907. Donaciones y compras:Diversos objetos, procedentes de diferentes lugares delpas (3370-3747, 4081-4164, 4603-4625) 485

    Excavaciones:En la Isla de San Lorenzo (2967-3369), Cacatilla, Nasca(3748-3972, 4165-4602 y La plancha, Palpa (8773-408U), a cargo del huaquero Felipe Morales 1,174 1,659

    1908. Compras:A diversos coleccionistas de Lima, Chancay, Chimbote,Hunuco, Nasca, etc., objetos de cermica y otros(4629-4637, 4660-4661, 4861-4940, 5009-5020,5339-5347, 5770-5785, 5942-5956, 6071-6076) 148

    Excavaciones:En los cementerios de Cacatilla, Nasca (4165-4602),Armatambo, Waka de San Isidro, Waka Zavala,Nievera, Ancn, Chavia, Lomas (4165-4602, 4626-4628, 4638-4659 4662-4860, 4941-5008, 5021-5338,5347-5769, 5786-5941, 5957-6070, 6077-6271, 6272-7307, 7308-7467, 7468-7602) 2,729 2,877

    1909. Compran:A diversas personas, objetos de cermica, piedra,tejidos, etc. procedentes de Lima, Tiahuanaco, etc,(7915, 7997-8011) 16(4)Revista Histrico, vol. I, p. 908-14. Lima, 1906.

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    Decomiso:A1 huaquero Juan Lucero, objetos de cermicaprocedentes de los cementerios del valle de Chilln(8012-8040) 29

    Excavaciones:En los cementerios de Lomas, Chavia, Poroma,Estaquera (7503-7682, 7683-7702 7703-7812,7813-7914, 7915-7944, 7945-7955, 7956-7996),por el huaquero Felipe Morales 493 538

    1910. Compras:A diversos coleccionistas, objetos de cermica,madera, tejidos, etc. procedentes de Ancn, Lurn,Cajamarca, etc. (8041-8134) 94 94

    1911. Compras:A Zoila Aurora Cceres, una coleccin de objetos decermica, piedra, metales, madera, etc., procedente deIca, Pachacamac, Chancay, Trujillo, Cusco (8136-8669) 535A coleccionistas de Puno, objetos diversos procedentesde Tiahuanaco y otros lugares (8670-8676) 6 541

    Total 8,675

    Adems existe una coleccin de 596 crneos humanos, en su mayo-ra sin maxilar inferior, procedentes de los cementerios de Nieveria,Pachacamac, Chilln y Nasca.

    En suma, la Seccin Arqueolgica del Museo de Historia Nacionalse inaugura en 1906 con 1,378 objetos, a los que se agregan 7,297especmenes miscelnicos adquiridos en aos posteriores por compra,donacin y excavaciones de huaqueros (6).

    Exploraciones Arqueolgicas

    En los primeros aos del siglo, XX, antes de la fundacin del Museo deHistoria Nacional, se efectan exploraciones y excavaciones arqueol-gicas en el Departamento de Ice por cuenta de instituciones extranjeras.Max Uhle, considerado como el padre de la Arqueologa Peruana,realiza dos exploraciones mediante el auxilio econmico de la Universi-dad de California y de Mrs. Phoebe Apperson Hearst: la primera en losvalles de Chincha, Pisco e lea, durante los meses de Setiembre de 1900 aOctubre de 1901; y la segunda, en los valles del Ro Grande de Nasca y

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    Acari, durante los meses de Setiembre a Noviembre de 1905, con resulta-dos altamente beneficiosos, pues, consigue ms de 9,000 objetos de cer-mica, tejidos, madera, hueso, metales, etc. de estilos Nasca, Epigonal oKollawa, Chanka, Rukana, Chincha e Inka los que, en conjunto, superanen calidad y cantidad a los que ms tarde obtuviera para el Museo deHistoria Nacional.

    (5) Catlogo manuscrito del Museo de Historia Nacional, vol, I, 1906-11. MNAA.

    En la primera exploracin (1900-1901) Uhle realiza trabajos en loscementerios de Tambo de Mora, La Cumbe, Waka Alvarado, Pampa denCotegeros. Pampa de los Canelos. Las Palmas, Chullpaca, Tate,Galagarza, Ocucaje y Tambo Colorado. En la segunda (1905), recorre, encompaa del huaquero Felipe Morales, los cementerios de Lemas,Chavia, Poroma, Las Trancas, Tunga, Usaka, Las Caas, Caada,Estaqueria, Kawachi, Sotsongo, Ocongalla, Mejoro Grande y Chico,Wairona, Pangaravi, Paredones, etc.

    Los materiales adquiridos durante estas exploraciones son remiti-dos ntegramente a la Universidad de California, Berkeley, donde, mstarde son clasificados y estudiados por Alfred L. Kroeber y William D.Strong, en 1924 y por A. H. Gayton y A. L. Kroeber en 1927.

    Vandalismo arqueolgico

    A raz de los trabajos de Uhle, se inicia en el Departamento de Ica, unapoca de vandalismo arqueolgico capitaneado por Felipe Morales (a) ElCondenado, natural de Caete, uno de los peones de ms confianza deaqul y diligente cateador de tumbas, quien excava en los cementerios deAcar, Lomas, Chavia, Poroma, Usaka, etc auxiliado por Vctor BarreraRamos, natural de Tate, Ica.

    La fcil localizacin de cementerios gentilicos y su remunerativaexplotacin hace que surjan otros huaqueros como Justo Pastor Rivas,natural de Nasca, quien explota los cementerios de Chavia, Nasca, LaMua, etc.: Pompeyo Maldonado, de Nasca, que saquea las tumbas deParedones, Pangaravi, Wairona, Ocongalla y Kawachi; Saturnino Fran-cia (a) Pocas Plumas, que trabaja bajo los auspicios de Manuel CarreraCorzo, en Estaquera, Tambo de Perro, Cantallo. Tierra Blanca, Kawachi,etc.: Felipe Santiago Elias, natural de Nasca, discpulo de Morales, queprofana las tumbas de Poroma, Tunga. Usaka y Las Trancas,; EulalioGarca, natural de Acar, que excava en Lomas, Chavia y muchos ce-menterios de Ro Grande, principalmente en La Mua, valle de Palpa;Eusebio Jininez y Elseo Neira, naturales de Acar, que trabajan en Chavia

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    y Lomas; Ral Oregn, natural de Nasca, socio de Pompeyo Maldonado,que huaquea en Cabildo, Jumana, Chikerillo, Tambo del Sol, Agua Sala-da, etc.; Jos Quintana (a) El Sordo, socio de Domingo Cnepa, quienexcava en los cementerios de La Puntilla y Cabeza Larga de Paracas.

    Anticuarianismo

    El saqueo Incontrolado de tumbas por las cuadrillas de huaqueros yamencionados produce ingentes cantidades de objetos artsticos, que sondifundidos en las capitales de provincias y Departamentos de Ica y Limapor medio de negociantes. De este modo, se forman agentes compradoresy vendedores de huacos y dems objetos arqueolgicos, que poco a pocose convierten en anticuarios o personas dedicadas al trfico de antige-dades, cuyos nombres conserva la tradicin popular y comercial en elsiguiente orden: en Lomas, Enrique Fracchia, que rene objetos proceden-tes de Chavia, puerto de Lomas, Las Peuelas, Majoro, Okongalla,Kopara, etc.; en Nasca, Luis Ziga, que compra objetos de Tunga, Pare-dones y Soisongo.; Eduardo Navas, que estimula excavaciones enKawachi, Pacheco, Estaquera, etc.; Ernesto Castillo, hermano de Ziga,que adquiere momias enfardeladas de estilo Kollawa, extradas dePangaravi, Wairona y Los Paredones; Eleazar Yaez y N. Falconi quecompran huacos de Nasca e Ica; Manuel Benavides, que colecciona cer-mica fina de Nasca, Soisongo, Aja, Achaco, etc.; Cesar Reyes que adquie-re tejidos y cermica fina de Chavia y Nasca; Belisario Mallqui, boticariode Nasca, que compra objetos de Nasca, Ingenio y Palpa; Pedro Caso,que rene ejemplares selectos de cermica y oro, procedentes del valle deWayuri; Ricardo Peratta, administrador de la hacienda Cabildo, que haceexcavar en Jumana, Chikerillo, Agua Salada, etc.; en Ica, Vctor Ellas, querene objetos de cermica, oro y plata, extrados de Chullpaca y Tate;Jos Picasso, que compra de los huaqueros que trabajan en Nasca, Palpae Ica; Dr. Mazey, que colecciona toda clase de antigedades Peruanas; enPisco, Domingo Cnepa, que adquiere cermica y tejidos procedentes deLa Puntilla y Cabeza Larga de Paracas, Pampa de Bernales, Lima LaVieja, etc.; Dr. Mestanza, mdico titular de Pisco, que rene tejidos finosde lana y algodn procedentes de Paracas; en Lima, Gerard Gaffron quecompra piezas selectas de cermica Nasca; Jorge Alexander, comercian-te, que colecciona cermica y tejidos; F. Jahncke, que adquiere objetos deoro, plata, cermica, tejidos y madera; y J. Brignardello, que compra huacosy tejidos procedentes de Nasca e Ica. Estos coleccionistas ponen al alcan-ce de quienes desean poseer objetos artsticos de origen prehispnicocon fines comerciales o meras curiosidades. San generalmente personasextranjeras las que adquieren tales objetos para negociarlos en los mu-

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    seos europeos y americanos, donde su valor histrico y artstico es msapreciable que en el pas.

    Colecciones exportadas al extranjero

    Las ms notables colecciones de antigedades Peruanas son exportadasa los pases de Europa desde mediados del siglo XIX; pero gran parte deellas proceden de los yacimientos arqueolgicos del Litoral Norte y de laSierra como las de Renner (1874), Lhrsen (1875), Bastian (1878), Reiss yStbel (1875), Macedo (1884), Sokoloski (1886), Centeno de Romanville(1888), Hettner (1890), Maier (1890), Uhle (1895), Gehlig (1895), Rocha(1896), Markham (1896), Bolvar-Plock (1897), Gretzer (1897), etc., quevan a incrementar los fondos del Museum fr Volkerkunden de Berln,Museo Britnico de Londres, Linden Museum Stuttgart y otras institu-ciones culturales del Viejo Mundo.

    La explotacin de los yacimientos arqueolgicos del Departamentode Ica, en la primera dcada del siglo XX, proporciona otro valioso filnde antigedades que va a llenar los anaqueles de los museos de Alema-nia, Inglaterra, Francia, Suecia, Dinamarca, Italia, etc. entre las coleccio-nes ms importantes que se exportan en dicha dcada, aparte de las deUhle, figuran las siguientes: Gaffron (1902), Bolvar (1902-4), Pfeiffer(1903), Garlepp (1904), Gaffron 1907) , Gretzer (1907) , Hermann (1908),Seler (1910) y otras procedentes de Ica y Nasca.

    Segunda Dcada(1911-1920)

    Odisea del Museo de Historia Nacional

    Al comenzar la segunda dcada del siglo XX, el Per pierde a Max Uhle,investigador de carrera cientfica con vasto conocimiento de la Arqueo-loga nacional, a causa de la incomprensin de los dirigentes del pas yaversin de los Intelectuales hispanfilos, hacia la, cultura aborigen. Porresolucin Suprema No. 2455 de 23 de Setiembre de 1911 se le advierte aUhle para cesar en el cargo de Director del Museo; y en la misma fecha seautoriza al Jefe de la Oficina de Informaciones, Inmigracin y Propagan-da del Per en Europa para que contrate los servicios de otro especialistaextranjero, por cuanto el 31 de Diciembre siguiente caduca el contrato deaqul.

    Por causas inexplicables no responde el Jefe de Informaciones alencargo del gobierno, y esto obliga a Uhle hacer entrega de las coleccio-nes del Museo a una comisin especial compuesta por Carlos Wiesse,

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    Francisco F. Brenner y Csar E. Patrn, la cual, en guarda de su respon-sabilidad, cierra las puertas de la Institucin el 19 de Enero ce 1912.

    Como en cerca de medio ao no se consigue en Europa el especialis-ta requerido para la direccin tcnica y administrativa del Museo, elGobierno designa interinamente a Emilio Gutirrez de Quintanilla porresolucin Suprema N 315 de 2 de marzo de 1912, quin toma posesindel cargo el 14 del mismo mes y modifica la organizacin del Museo.

    Las colecciones de la Seccin Arqueolgica, clasificadas, cataloga-das y exhibidas adecuadamente por Uhle, son transformadas en conjun-tos miscelnicos bajo el rubro de Indios de la Sierra, Tribus Salvajesy Objetos arqueolgicos, como si fueran especimenes sin importanciaartstica o histrica, y tratadas con indiferencia hasta el punto que mu-chos de ellos se pierden y deterioran irremediablemente. Adems,Gutirrez de Quintanilla, introduce nuevo sistema de conservacin ypresentacin de las colecciones etnolgicas y Arqueolgicas, mediantela colocacin de objetos por orden numrico de registro en el Inventario,con el propsito sui generis de ser Identificado y localizado en cualquiermomento.

    El autor regresa del extranjero a fines de Enero de 1913, despus detres aos de estudios de perfeccionamiento en Antropologa en las uni-versidades de Norte Amrica, Alemania e Inglaterra, gracias a unabeca concedida por la Universidad de San Marcos de Lima y auxilioeconmico del Gobierno de don Augusto B. Legua, durante los aos1909 a 1912.

    Como por prescripcin reglamentaria y conforme a las clusulas delcontrato becario quedaba obligado a servir al pas por dos aos consecu-tivos y, como por otra parte, el ejercicio de su profesin necesitaba campoapropiado solicita al gobierno, el 30 de Enero de 1913, la creacin delpuesto de Jefe de la Seccin Antropolgica del Museo de Historia Nacio-nal. Por Resolucin Suprema de 12 de Junio de dicho ao se crea el cargode Jefe de la Seccin mencionada y se le nombra Director de ella.

    La primera labor del Jefe es preparar un plan de trabajo, de acuerdocon las normas establecidas en instituciones de este gnero, cuyo texto sepresenta al Director General de Instruccin el 14 de Julio de 1913 bajo elrubro de Presenta y futuro del Museo Nacional, compuesto de cuatrocaptulos: I, el Estado actual del Museo de Historia Nacional; II, el Museodel futuro; III, presupuesto comparado; y IV, proyecto de Estatuto. Lospropsitos esbozados en el plan lo exasperan al Director del Museo,Emilio Gutirrez de Quintanilla, porque teme perder el cargo y esto leobliga realizar una campaa de oposicin a toda labor de progreso quese trata de hacer en la Seccin Antropolgica. Con el fin de evitarInterferencias tcnicas y administrativas, el Gobierno de don Guillermo

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    Billinghurst funda el Museo de Arqueologa y Antropologa, segnDecreto Supremo N9 714 de 4 de Diciembre de 1913, con un presupuestomensual de Lp. 100, y ordena su organizacin y funcionamiento en laplanta baja del edificio que ocupa el Museo Nacional, bajo la direccindel autor.

    Sin embargo, esta plausible medida gubernamental no tiene eficaciapor la situacin poltica que atraviesa el pas y por la actitud hostil deGutirrez de Quintanilla, quien no entrega los libros de Inventario paraconfrontar las existencias, ni desocupa los pabellones del local para lainstalacin del nuevo institute, dando lugar que el Gobierno militar dedon Oscar R. Benavides lo clausure. Despus de varios meses de estaanmala situacin, el mismo Gobierno ordena la reapertura por R. S. de28 de Abril de 1914, con la condicin de que ambas instituciones funcio-nen conforme al rgimen establecido hasta el da de la clausura anterior.A pesar de estos hechos, el Museo de Arqueologa y Antropologa noprospera por falta de apoyo econmico del Gobierno y por la conductadel Director del Museo de Historia, quien, por intermedio de la Socie-dad de Anticuarios que funda y dirige, trata de intrigar y entorpecer lasactividades del autor. Por estas, circunstancias, el Director del Museo deArqueologa y Antropologa renuncia su cargo el 20 de Marzo de 1915,con los argumentos siguientes:

    Seor Director General de Instruccin.

    Cuando hace dos aos fui nombrado director de la Seccin Arqueolgi-ca del Museo Nacional, elev ante Ud. un informe, en el cual, aparte delos preceptos fundamentales que rigen las instituciones de este gnero;expona los medios prcticos para asegurar la vida y el xito que slo esposible obtener merced a una labor tenaz estrictamente tcnica y unaadministracin liberal, honrada y juiciosa.

    Gracias a la excepcional oportunidad que ofrece el Per, debido a lagran abundancia de materiales histricos y arqueolgicos que se en-cuentran por todas partes con extrema facilidad, bien pudimos asegu-rar en aquel entonces que si se nos dejaba libres de trabas u obstculosextremos a la ndole propia del museo, estaramos en condiciones dehaber formado en pocos, en poqusimos aos, un verdadero institutode elevada cultura, digno depositario de las revelaciones materiales dela ms admirable de las culturas aborgenes de Amrica.

    Pero bien conoce Ud. qu clase de relaciones son las que ha mantenidola oficina de mi cargo con el Gobierno durante todo este tiempo; ustedsube que an oficialmente se me ha comunicado, en ms de una oca-

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    sin, que detuviera mi trabajo y que me cruzara de brazos; que, para noherir intereses o caprichos extraos, no tocara ni moviera ningn ejem-plar hasta nueva orden. Esta orden se aplazaba indefinidamente, mien-tras el director del Museo Histrico lograba oportunidad de conseguirel afecto de los gobiernos, aun de los ms opuestos en poltica, pormedio de artculos de peridico o conferencias populares laudatorias,que le permitieron sobrevivir, ante el asombro de todos, a los repeti-dos naufragios del puesto. Sabe Ud., por otro lado, que durante estosdos aos los gobiernos, que estuvieron solcitos en nombrar yrenombrar ciertos empleados decrpitos, que hasta hoy mismo consu-men estrilmente gran parte de las entradas del Museo, suficientes parasostenerlo, no consiguieron sin embargo, a pesar de mis instancias, unsolo centavo para atender, no digo a las simples necesidades de higienedel establecimiento, sino aun para salvar ele 1a natural destruccinamenazadora de los agentes fsicos o biolgicos, especies de Incalcula-ble valor cientfico y pecuniario. Todo esto es lo que ha llevado alMuseo frente a la tumba.

    Yo ingres a esta Institucin cuando se encontraba en un estado lamen-table de desorganizacin y abandono; cuando acababan de ser robadastodas las especie.; de oro y otros objetos valiosos; y cuando, aqu comoen el extranjero, se censuraba con severidad esta indiferencia glacialpor las reliquias histricas en el pas da los Incas.

    El gobierno sabe bien que casi la mitad de las colecciones han sidomalogradas, porque la direccin del Museo se haba propuesto hacercon ellas ensayos ornamentales en suelos y paredes, dando libre expan-sin a caprichos y excentricidades artsticas, que no encuadran en unorganismo que est sujeto en su funcionamiento a principios cientficosy a propsitos fijos y definidos. Con todo, se ha procurado mantener detodos modos esta situacin.

    Si al Museo se le hubiera auxiliado para terminar y publicar siquieraalguna de las contribuciones que resuelve satisfactoriamente ciertosproblemas histricos o arqueolgicos; si al Museo se le hubiera procu-rado acreditar como el mejor preparador o vulgarizador de las mspuras enseanzas, tradiciones o histricas; si se le hubiera impulsado adespertar el inters cientfico o artstico de la comunidad en general,nadie hubiera permitido el que hoy pereciera, y con la venia del Con-greso.

    Durante dos aos, con paciencia benedictina he mendigado audienciasministeriales; he llamado a las puertas de muchos de nuestros hombresprominentes que pudieran ejercer su influencia a favor del Museo. Todo

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    ha sido intil. Nuestras condiciones actuales de civilizacin nos permi-ten, sin duda, tener Museo de historia de artes y ciencias, sino de oropely de vergenza.

    Entre nosotros se concibe que un hombre cristalice su ideal en .la mili-cia y lo defienda con la pureza del honor de su, espada; se concibe queun hombre renuncie a este mundo para perseguir en el claustro, o conoel misionero en tierras salvajes, un ideal religioso; pero no se concibeque se pueda tener la humilde pretensin de acariciar y defender conpureza un ideal cientfico.

    Como ve Ud., en el tiempo sealado no ha tenido todava el Museo lafortuna de hacerse apreciar; no se ha presentado ante el pas y ante elextranjero debidamente acreditado por la labor cientfica, nico mediocmo esta clase de instituciones adquieren respetabilidad.

    A un Museo no se le juzga por su edificio, ni an siquiera por la rarezae importancia de sus colecciones, sino por la labor tcnica y sistemticaque all se hace, por la clase de hombres que all trabajan, contribuyen-do incesantemente al avance de los conocimientos.

    No hay sino un medio como conservar el Museo y asegurarle estabili-dad; y ste no es otro que confederarlo a la Universidad; que este ilustra-do cuerpo ejerza directo inmediato control tcnico y administrativo.No es sta una mera opinin aislada; es lo que han hecho los hombres entodos los pases del mundo, cuando se ha llevado a cabo una reformaeficaz en la alta enseanza cuando se han creado esta clase de institucio-nes. En los Estados Unidos, en Inglaterra y en Alemania no se llamaUniversidad a una Institucin donde no se investiga, donde no se procuratraspasar los lmites de lo conocido; y no hay materiales mas puros parala investigacin y ms fructferos, como los materiales de un museo. Estose har seguramente algn da en el Per, pero entonces las coleccionesque hoy todava existen habrn ya desaparecido totalmente.

    Como esta confederacin del Museo con la Universidad no puede lle-varse a cabo por ahora, segn me lo manifestara verbalmente el seorMinistro de Instruccin, considero imperioso deber moral mo hacerrenuncia formal del cargo de Director de la Seccin Arqueolgica, conque el Gobierno me honrara, recordndole a Ud., muy a mi pesar, quepronto lo ver el pblico realizado de modo palpable lo que, en cir-cunstancia s algo semejantes, afirmara Brown Goode, la autoridad msrespetable entre los directores de museos en el mundo.

    Un Museo inactivo que no va a hacer labor cientfica, es un Museoparalizado; y un Museo paralizado es un Museo muerto, un cadver,

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    condenado fatalmente, en tiempo ms o menos corto, a la momifica-cin o putrefaccin.

    Aprovecho de esta oportunidad para reiterar a Ud. las seguridades demi alta y distinguida consideracin.

    Julio C. Tello.

    Por resolucin Suprema N 101 de 25 de marzo de 1915, se acepta larenuncia del Director del Museo de Arqueologa y Antropologa; y porotra resolucin de la misma fecha se ordena la clausura de los museos deHistoria Nacional y de Arqueologa hasta nueva disposicin, alegandoque las Lp. 25 mensuales para el sostenimiento de ambos establecimien-tos son insuficientes. A1 siguiente da se designa a la misma comisinque intervino en la recepcin de las colecciones que dej Uhle en Diciem-bre de 1911, para revisar el Inventario de los museos antes de procedera la clausura temporal ordenada, mientras se acuerda una mejor organi-zacin de dichos establecimientos. Esta comisin recibe las coleccionesArqueolgicas y etnolgicas mediante acta de 10 de Abril de 1915 y dejaconstancia del estado en que quedan las exhibiciones preparadas por elDirector saliente: a) Ocho vidrieras con objetos correspondientes a lastribus salvajes de Oriente; b) una vidriera con procedencia de Nasca (conuna momia reparada); c) tres vidrieras con colecciones Incaicas; ch) dosvidrieras con colecciones del, Chim;.d) dos vidrieras con colecciones deChancay; y e) un anaquel grande con numerosas telas preparadas parasu estudio y exhibicin. Adems, queda arreglada una coleccin comode 200 crneos junto con el material osteolgico restante en proceso deestudio, y un taller de reparacin de tejidos.

    Los miembros de dicha comisin, seores Wiesse, Brenner y Patrn,elevan su informe al Gobierno con estas conclusiones: El Dr. Tello, porcreerlo ms cientfico haba adoptado el orden de civilizaciones o estilospara la colocacin de los objetos en las vidrieras, para lo cual las listas eInventario dejado por el Dr. Max Uhle no pudieron servirnos para reco-nocer la ubicacin de los objetos anteriormente ordenado. Ahora el mate-rial de alfarera Incaica se halla, por ejemplo, concentrado en un sololugar, teniendo cada objeto un nuevo nmero de orden.

    Despus de dos meses de clausura, el Museo se reabre mediante laR. S. N9 204 de 19 de Junio de 1915 con la consiguiente reorganizacinpropuesta por Gutirrez de Quintanilla y con un presupuesto general deLp. 52, mensuales de las que Lp. 6 corresponden a gastos de conserva-cin y aseo. para cubrir estos gastos es establece, mediante la R. S. N 205de la misma fecha, el Derecho de ingreso al Museo de diez centavos porpersona, excepto los das jueves que ser gratuito; de dos soles por tomar

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    fotografas de los objetos del museo; y el producto de la venta de catlo-gos, albums, tarjetas postales y otras publicaciones anlogas.

    Desde entonces el Museo de Arqueologa y Antropologa de Limaqueda anexado al de Historia Nacional, con las consiguientes modifica-ciones Introducidas, esto es, con la colocacin de objetos en anaqueles yvitrinas por orden sucesivo, tal como figuran en los Inventarios dejadospor Uhle.

    En consecuencia, las colecciones Arqueolgicas del Museo Nacio-nal que fueron arregladas en 1913-14 por el autor, de acuerdo con laspautas regidas por la tcnica museolgica de otras instituciones simila-res del extranjero, son tratadas con menosprecio, no slo por el hispan-filo Director, sino por el propio gobierno; de ah que en los aos posterio-res hasta la muerte de Quintanilla, en 1935, no se registran ingresos deninguna especie ni se realizan exploraciones y excavaciones. De estamanera se disipan las esperanzas de Max Uhle, el optimismo de EugenioLarrabure y Unnue, el entusiasmo de Mariano Ignacio Prado y el pa-triotismo del Presidente Jos Pardo, tan alta y noblemente planteadas elda de la inauguracin del Museo Nacional de Historia, el 28 de Julio de1906.

    Organizacin de museos particulares

    A fines de la segunda dcada, se organizan dos importantes museos decarcter arqueolgico: uno, en la Universidad Mayor de San Marcos yotro en Lima, por cuenta del acaudalado y filntropo trujillano, don VctorLarco Herrera. El primero se forma a base de los materiales obtenidosdurante la Expedicin Universitaria al Departamento de Ancash de 1919,bajo los auspicios del Rector Javier Prado Ugarteche y la direccin tcni-ca del autor. El segundo, mediante la adquisicin de colecciones priva-das existentes en varios lugares del pas.

    E1 Museo de Arqueologa de la Universidad consta de tres coleccio-nes: a) 1,071 objetos de cermica, hueso, madera, tejidos, etc., proceden-tes del valle de Huarmey, Callejn de Huaylas y Chavn de Huntar; b)411 objetos miscelnicos de ndole etnolgica y Arqueolgica del anti-guo Museo Ralmondi, entregados por la Facultad de Medicina entre ellosdos dolos dr madera estilo Chincha, Departamento de lea; y c) 1,099objetos de cermica de estilos Nasca, Chanka, Chincha e Inka y algunaspiezas textiles bordadas de estilo Paracas, procedentes de Pisco, quefueron adquiridas por el autor durante la exploracin de 1915.

    El Museo Vctor Larco Herrera, organizado Inicialmente comoExposicin Arqueolgica e Industrial, con motivo del primer Centena-rio de la Independencia Nacional, se convierte, a fines de 1919, en Mu-

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    seo arqueolgico, mediante la cooperacin del autor en la adquisicinde muchas colecciones privadas en diferentes lugares del pas, de modoque su inauguracin en Julio de 1921 constituye un valioso aporte a lacultura nacional. De las 23,324 especies de esta gran coleccin, 7,926corresponden a objetos arqueolgicos procedentes del Departamento deIra, comprados a coleccionistas de Lima, Ica, Pisco y Nasca, los mismosque hoy forman parte de los fondos del Museo Nacional de Antropologay Arqueologa.

    Colecciones y coleccionistas

    Las mismas personas dedicadas a formar colecciones Arqueolgicas deprocedencia Nasca, Ica, Pisco y Chincha, durante la primera dcada,son las que, con mayor inters, Incrementan en los ataos 1911 a 1920, envista de que hay instituciones nacionales y extranjeras que pagan buenprecio. Gran parte de estas colecciones privadas, como las de JorgeAlexander, F. Jahncke, J. Ringold, Carlos Rospigliosi, Caso de Ribeyro,Jos Pazos, Vctor Ellas, Manuel Benavides, Arturo Pellanne, Dr. Hui-dobro, Domingo Cnepa, J. Brignardello, etc., son vendidas a Vctor LarcoHerrera entre 1919 y 1923. este negocio despierta, entre los coleccionis-tas y huaqueros del Departamento de lea, ms inters para saquear loscementerios, formndose para ello numerosas cuadrillas que trabajan ardenes de los propietarios de haciendas que colindan con ruinas o delos avezados huaqueros de la dcada anterior a quienes se suman:Fortunato Crdova y Epifanio banda, en Kawachi, Estaquera y Soisongo;Nicols Pereira y Juan Valdez, en Carrizales, La Legua, Chikerillo, etc.;Julin Arias y Ercilio Aponte, en Acar y Lomas; Jos Quintana y NazarioContreras, en la Pennsula de Paracas.

    El autor, despus de dejar la direccin del Museo de Antropologa yArqueologa, en marzo de 1915, emprende una exploracin por los De-partamentos del Sur, y, a su regreso, desembarca en Chala con el prop-sito de recorrer los valles de Yauca, Acar, Ro Grande de Nasca, lea,Pisco y Chincha. Con este motivo explora loa cementerios de Chala Vie-jo, La Caleta, Atikipa, Jaqui, Lomas, Tonga, Kopara, La Pascanita, Corra-lones, Tierra Blanca, Cantallo, Paredones, Huairona, Majoro, Ocongalla,Agua Santa, Kawachi Estaquerfa, Tambo de Perro, Agua Salada, Jumanay Coyungo, y recoge, de los desmontas de tumbas saqueadas anterior-mente por los huaqueros, numerosos fragmentos de cermica y de teji-dos, los que, junto con otros comprados en Nasca, constituyen una colec-cin Arqueolgica de ms de un millar de objetos con procedencia bien.determinada; luego en Ica y Pisco adquiere ejemplares de alfarera ytextilera, entre ellos 58 piezas con figuras bordadas y ora momia de etilo

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    Paracas, con los que suman 1,099 especimenes catalogados, que soncedidos a la Universidad Mayor de San Marcos para fundar el Museo deArqueologa de esta Institucin.

    Expediciones y exploraciones Arqueolgicas

    1. Binghana. Marca aria etapa muy sobresaliente en el conocimiento de lasculturas del Centro Andino, el descubrimiento de Machupicchu por HiramBingham, en 1911. este hecho constituye uno de los ms importantesavances de la prehistoria Peruana, tanto por lo que permite definir el tipode una ciudad Inkaica a travs de los diversos periodos de su desenvol-vimiento, su original arquitectura y los mltiples elementos culturalesque la integran, cuanto por lo que aporta mayores conocimientos sobregeologa, geografa, botnica y zoologa de la regin, as como de la agri-cultura entre los antiguos peruanos y de las plantas cultivadas en lapoca de los Inkas. Por consiguiente, el resultado de la expedicin de laUniversidad de Yale encomendada a Bingham y al grupo de cientficosque le acompaa, durante los aos 1911, 1913 y 1915, permite deslindarel campo de la Civilizacin Inka y an sospechar sobre su remota anti-gedad. Esto tiene, como se ver despus, una gran importancia cuandose trata de determinar el rea de distribucin de las culturas que se ha-llan al occidente del Cosco.

    La resonancia que alcanza en el mundo el descubrimiento deMachupicchu incita el celo del Estado por salvaguardar las reliquiashistricas y el inters de las personas que se dedican a estudiosetnolgicos y arqueolgicos. E1 Decreto Supremo No. 2612 de 19 de Agos-to de 1911 y las exploraciones Arqueolgicas que se realizan posterior-mente confirman este aserto.

    2. Hrdlicka. El informe de Alex Hrdlicka sobre el resultado de su viajeal Per en 1919 publicado con el ttulo de Zome result of recentanthropological exploration in Peru en Smithsonian Miscellaneous,Coll. Vol. 56, No. 16, pp. 1-16, Washington, 1911, obliga a la ExposicinPanam-California de San Diego encomendar a dicho antroplogo unsegundo viaje al Per, con fines cientficos. De este modo, Hrdlicka vuel-ve al Per en Enero de 1913 con el propsito de estudiar los valles de lacosta central y de reunir materiales antropolgicos para dicha Exposi-cin. En primer lagar, hace un recorrido entre lomas y Nasca con el obje-to de determinar las relaciones antropolgicas de los aborgenes serra-nos y costeos. No hace excavacin alguna; slo se limita a examinar loshuesos hallados en la superficie de los cementerios explotados por loshuaqueros. Observa que los crneos de los antiguos habitantes de lomasson braquicfalos, con predominio de formas oblongas. En Acar visita

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    Chavia, Otapara, Tambo Viejo, Huarato y Sarta. Luca. En este ltimolugar explora las ruina de Guamanmarca y Llashua y las cuevas deCujojloma y Nasa, y encuentra puntas de flechas, cuchillos y porrasasociadas con crneos meso y dolicocfalos. De all pasa al valle deKopara o Las Trancas, donde comienza la riqueza de Nasca y se ve enla superficie, crneos y huesos largos en cementerios fuera de las tierrascultivadas; visita Poroma, Majoro y todos los sitios arqueolgicos delvalle hasta Coyungo; recoge crneos deformados en sentido fronto-occipital; se traslada al valle de Ica, para visitar los cementerios de Ocucajey Chulpaca; y en todos estos lugares constata una incontrolada explota-cin de los cementerios precolombinos. Ms tarde visita la regin deMatucana y Huarochir en compaa del autor para conocer el lugar dedonde proceden los crneos trepanados que anteriormente fueron pre-sentados por Muiz, MeGee y Tello; observa que la mayora de los cr-neos son braquicfalos en la costa y de tipo oblongo en la Sierra. El resul-tado de estas investigaciones lo Publica bajo el titulo de Anthropologicalwork in Peru in 1913, with notes on the Pathology of the AncientPeruvians en Smithsonian Miscellaneous Coll. Vol. 61, No 18, Was-hington, 1914.

    3. Tello. A mediados de 1915, durante cinco meses, entre Abril ySetiembre, el autor realiza una exploracin Arqueolgica por el Sur delpas, con el propsito de familiarizarse con las caractersticas culturalesde Tiahuanaco e Inka.

    En primer lugar visita el cementerio de Sabandia, en los alrededoresde la ciudad de Arequipa, donde observa una reciente exploracin de lastumbas, cuyo contenido en cermica de estilo Pukina haba sido adquiri-da en gran parte, por Edmundo Escomel. Las Cmaras funerarias deSabandia estn abiertas en terreno suelto, revestidas con Piedras y tapa-das con algunas lajas, semejantes a los pukullos o chaukallas de la Sie-rra que tan admirablemente son ilustradas por Guaman Poma. Los hue-sos humanos se hallan muy desmenuzados; no existen vestigios textiles;los fragmentos de alfarera que aparecen en los desmontes son del tipoque Uhle llama atacama y son del mismo estilo que los restos halladospor el autor en 1942, en un cementerio situado al Norte del puerto de Iloy al Este de la ciudad de Moquegua.

    En Puno se informa acerca de la coleccin Garcs, procedente de laIsla de Titicaca que, anteriormente, fue adquirida por Bandelier. Siguien-do el itinerario de ste se explora el templo de la Luna en Koati y lasfamosas ruinas de Tiahuanaco. Aqu permanece varios das en casa deNicasio Corts, presunto descendiente de uno de los kurakas del Kollao,quien le gua a los sitios recientemente excavados en el sector de Akapana,pudiendo comprobar all que las paredes estn adornadas con cabezas

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    de felinos o pumas, muchas de las cuales fueron trasladadas a la po-blacin moderna de Tiahuanaco. Luego visita La Paz, donde el Ing. ArturoPosnansky acababa de construir el edificio del Museo y preparaba elsegundo volumen de su obra Tiahuanaco. Gracias a l fue posiblefamiliarizarse con las antigedades de la regin, con las coleccionesadquiridas para el Museo y con el rico material grfico que posea porentonces. Enseguida pasa a Ancoaque para estudiar la vida y costum-bres de los Uros. De regreso a Puno, explora las ruinas de Sa1ustani yAkora y se dirige al Cusco, donde visita, por vez primera, los centrosarqueolgicos ms importantes, como Sacsahuamn, Ollantaytambo,Pisak, Pikillakta, etc., a excepcin de Machupicchu, donde, a la sazn,trabajaba la tercera expedicin de Bingham. En la ciudad del Cusco tienela oportunidad de recibir las enseanzas y consejos de dos personalida-des ms destacadas: doctores Jos Antonio Lorena Y Lucas CaparMuiz.

    El resultado de esta visita de mera inspeccin, unido a las anotacio-nes sobre los objetos de la Importante coleccin Capar Muiz, que pos-teriormente pas a la Universidad de San Antonio, fue de gran pro-vecho para conocer las diferentes modalidades de la alfarera Inka y losdiversos estilos arquitectnicos, as como la rica literatura que slo po-da adquirirse, por entonces, en las bibliotecas del Cusco. Despus elautor regresa a Arequipa y de all a Moliendo para tomar un barco condestino al puerto de Chala, a fin de explorar el Departamento de Ica.

    En Chala, detrs de la poblacin y al pie del Cerro La Centinela, seencuentra un extenso basural con varios pozos abiertos por los hua-queros, dentro de los cuales existen restos humanos. Algunos de estospozos se hallan dentro de gruesas capas de basura y otros excavados enla roca de fcil disgregacin; unos protegidos con huesos de ballena yotros con lajas. Esta prctica de enterramiento es casi comn en todas lascaletas del litoral, desde Supe hasta Arica, siendo ms evidente enPukusana e Ilo. Asimismo se observa la presencia de Cmaras soterra-das y de grandes vasijas conteniendo restos de productos alimenticios.Esta clase de cmaras, dentro de patios o plazas, cubiertas generalmentecon basura, se encuentran en las ruinas de Ayparipa, cerca de Atiquipa,en Atico, Ocoa, Caman, Tambo, etc., hasta Arica; son semejantes a lasde Ancn, Paracas, Laguna Grande y Karwa, las que estn casi siempreen asociacin con restos de cermica incisa y fragmentos de tejidos detcnica muy primitiva. Enseguida se visita las ruinas de Chala Viejo y dela quebrada de Chparra, donde hay varios sitios arqueolgicos; avan-zando al Norte se explora la quebrada de Vaca, donde estn las ruinasde La Caleta y desde all comienzan a aparecer ruinas sobre colinas, amanera de pequeos mounds que los naturales llaman ayamoqo, y

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    chullpas de dos o ms compartimentos. A1 pie del contrafuerte llamadoKusiwaman, entre Chala y Atiquipa, hay extensas zonas de andenerasde cultivo que se extienden hasta la orilla del mar, las que se cubren deexuberante vegetacin de lomas durante los meses de invierno.

    En el valle de Yauca se exploran dos cementerios que estn en lamargen izquierda del ro, uno en el fundo de Sampilla, en el talud de unpen, donde hay restos de habitaciones, montones de basura, terrazaso andeneras y tumbas, apenas explotadas. Los cadveres se hallan enposicin acurrucada, unos envueltos como fardos o paquetes y otrosmetidos en cueros de llama o huanaco. Asimismo, se explora las ruinascontiguas a Jaqu, cuyas particularidades son iguales a las de Sampilla.

    De Yauca se pasa al valle de Acar, siguiendo el camino de herradu-ra que cruza el desierto, en cuya margen izquierda existe un cementeriomuy explotado por los huaqueros; all, en pocos minutos, se logra reuniruna gran cantidad de fragmentos de telas policromas, hondas de lana dediversas clases y cermica utilitaria. En el borde de la meseta, que colin-da con el mar, hay otro cementerio mayor, Igualmente explotado, quetiene como un kilmetro cuadrado, y se extiende a lo largo del valle; allse ven algunas construcciones de piedra que estn asociadas con tum-bas y montculos de basura; se recogen de los desmontes una buenacantidad de hondas de lana, crneos de llama y cabezas humanas concabelleras de enorme longitud, algunas de ellas hasta de dos metros yms, bien trenzadas y enrolladas a manera de corona, junto con objetosde cobre y cermica rstica pintada con figuras geomtricas de estiloChincha. En este sitio los cadveres enfardelados y en posicin fetal noestn desparramados o semiocultos, como en el cementerio anterior, sinoagrupados dentro de pequeos cistos alrededor de montculos artificia-les hechos de adobe. Los restos textiles que se observan aqu son seme-jantes e idnticos a los que Uhle habla adquirida antes para el Museo deHistoria Nacional.

    Otro sitio arqueolgico Importante es el que existe en la margen de-recha del ro Acar, cerca de su desembocadura. Aqu el terreno es msalto que en la margen opuesta, formado por una masa aluvinica decantos rodados, arena y barro, que tiene 20 metros de espesor en el bordedel ro. Las ruinas se extienden sobre una superficie ondulada, con mon-tculos artificiales y grandes acumulaciones de basura; dichos montcu-los son como pequeas colinas orientadas de Norte a Sur, algunos tanaltos que alcanzan hasta 10 metros. En las depresiones del terreno se venhuellas recientes de excavaciones practicadas por el huaquero FelipeMorales y en los desmontes de las tumbas hay gran cantidad de huesoshumanos, trapos de lana y algodn, fragmentos de cermica policroma,etc. Aqu, el autor encuentra por primera vez, Cmaras construidas con

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    adobes rectangulares o con piedras, de paredes enlucidas, algunas condivisiones y dentro de ellas muchos cadveres envueltos con tejidos bur-dos y ofrendas de alfarera menos fina que la de Nasca y muchas piezastextiles de lana y algodn. En la parte baja del cementerio, que se extien-de hacia el NO, el terreno se halla cubierto con arena de la playa y allexisten otras tumbas abiertas y varios montculos de basura. Las Cma-ras funerarias son grandes, construidas con adobes rectangulares y te-chos de huarango, muchas de las cuales haban sido abiertas por Mora-les para extraer las momias con mscaras recamadas de plumas, bolsasde lana, herramientas de hueso, etc., como las que se hallan en el MuseoHistrico de Lima, como a 4 kilmetros siguiendo la playa hacia el NO seencuentra el sitio llamado Las Peuelas, donde existen restos de unafortificacin.

    En suma, toda el rea triangular, comprendida entre la ribera delPacifico w el ro Acar, es un gran yacimiento arqueolgico conocido hoycon el nombre de Chavia. Posteriormente, el ao 1942, el autor realizaotra exploracin en este sitio para estudiar otros tipos de tumbas y cons-tata la presencia de: pozos simples, abiertos en el terrero duro, sin techode tipo Rukana; Cmaras rectangulares con diversos compartimentos yllenos de cadveres, de tipo Chincha; tumbas construidas con adobesrectangulares con techos de huarango para momias enfardeladas, detipo Kollawa; y Cmaras pequeas, pero profundas, con alfarera sub-Nasca y Chanka.

    En lomas se estudia la coleccin de alfarera de don Enrique Fracchiaprocedente de los cementerios de Acar y Nasca. como resultado del exa-men de ms de 300 ejemplares se logra distinguir de inmediato cuatroprincipales estilos: a) Inka, representado por un arybalo; b), Chincha, portres o cinco ejemplares; c), Nasca I, caracterizado por vasijas polcromasdecoradas con figuras acordonadas y anudadas, cuyo elemento radicales un dragn ictiomoro y sus mltiples estilizaciones; aqu estn losdiseos que Pablo Patrn consider como glifos de la escritura china, losque no son otra cosa que estilizaciones del dragn y, principalmente, dela sangre que brota de sus grandes fauces; es el estilo de Nasca I quemejor se identifica mediante figuras humanas y mticas, adornadas conemblemas, ganchos y multitud de cabezas ensartadas; y d), Nasca II,Identificado por vasijas finas y policromas adornadas con figuras realis-tas de golondrina o sypselus, cndor, rana, lagartija y diversos frutoscomo el aj y variedad de leguminosas; entre las figuras mticas sobresaleun felino con mostacho y otro animal con cabezas cadavricas.

    Llevando en mente y en los libros de notas estas enseanzas, elautor viaja por tierra hacia la Hoya del Ro Grande de Nasca, con elpropsito de trabar amistad con las personas conectadas con la huaquera

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