00. el país de las letras y el señor estudioso. (1)

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Érase una vez un pequeño país que existió hace muchos, muchísimos años, cuando había gigantes y magos, duendes y hadas, en la época en que los animales y las letras hablaban. Se llamaba El El País de las País de las Letras. Letras.

Era un país con pocos habitantes y todos vivían en una ciudad rodeada por verdes campos, entre altas montañas y prados salpicados de alegres flores de colores.

Los bosques les daban sombra cuando el sol les enviaba demasiado calor; unos riachuelos saltarines les proporcionaban agua fresca para beber y lugar donde jugar o refrescarse mientras chapoteaban y mojaban a los que se habían quedado en la orilla, a veces trataban de cruzarlos saltando de piedra en piedra.

En el país vecino vivían los gigantes, que, como todos los gigantes, eran altísimos. Les gustaba divertirse, pero, cuando se enojaban tardaban mucho tiempo en recuperar el buen humor. Pisaban el suelo con tanta fuerza que retumbaban una y otra vez las campanas del País de las Letras, como en los días de fiesta: “talán-talán… tolón-tolón…tilín-tilín…”

Un día llegó al País de las Letras un señor bajito y simpático, un poco calvo, con barba, cubierto por un sombrero. Llevaba una mochila a la espalda y un lápiz en la mano. Unos lentes le daban aire de personaje sabio. Y así era…, pues este señor tenía muchas ganas de aprender y descubrir cosas nuevas.

Llevaba bastante tiempo viajando por el mundo con el deseo de descubrir algo que le permitiera escribir cuentos para que los pudieran leer todos los niños y niñas del mundo. Pero tenía un gran problema, porque nadie sabía que las letras existían y, por lo tanto, nadie leía ni escribía.

Había recorrido muchos países y ya estaba fatigado de tanto viajar, de tanto observar, de tanto escuchar con atención. Se hallaba bastante triste y ya casi había decidido regresar a su ciudad cuando alguien le habló de un pequeño país rodeado de montañas y bosques donde vivían unos extraños personajes, y decidió ir a visitarlo de camino. Fue una decisión muy acertada porque allí, en aquel curioso país, iba a encontrar lo que buscaba.

Paseó por las calles de la pequeña ciudad, observó las costumbres de sus habitantes y se asombró de la forma que tenían sus cuerpos y de la manera de comunicarse. Todos eran distintos y hablaban de forma diferente.

Enseguida se dio cuenta de que, cuando iban varios juntos y hablaban, se oían palabras como las que se decían en su país.

Pensó que, si dibujaba sus cuerpos y aprendía su forma de hablar, podría escribir por fin los cuentos que se inventaba para que, de ese modo, los niños y niñas pudieran leerlos. Así que pidió permiso a los reyes y ellos aceptaron encantados su proposición.

El señor Estudioso se quedó por algún tiempo en el País de las Letras, las dibujó, aprendió sus sonidos y las hizo famosas en el mundo entero.

También fueron muy conocidas las aventuras sucedidas en este país.