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Revista Punto De Encaje El lugar donde ocurre la percepción Año 1. Nº 2. Noviembre 2017. Cali-Colombia-América del Sur. Coatlicue Máxima en un piso de baldosas. (L.R.) Según la obra de Carlos Castaneda, los escultores antiguos de Mesoamérica utilizaban en sus tallas de piedra técnicas de la 1

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Revista Punto De Encaje

El lugar donde ocurre la percepciónAño 1. Nº 2. Noviembre 2017. Cali-Colombia-América del Sur.

Coatlicue Máxima en un piso de baldosas. (L.R.)

Según la obra de Carlos Castaneda, los escultores antiguos de Mesoamérica utilizaban en sus tallas de piedra técnicas de la segunda atención para mover el Punto de Encaje de los futuros observadores.

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Justificación: Las explicaciones.

La Revista Punto de Encaje se produce con el objetivo de publicar experiencias psíquicas, espirituales, sociales y culturales ocurridas en Cali, Colombia, desde el año 1990, tras la lectura de la obra de Carlos Castaneda. Los Aforismos Temáticos del número inaugural son nuestra plataforma filosófica de identidad y contraste.

Declaramos que la totalidad de la experiencia humana no se puede resumir en la opinión, el gusto o el “conocimiento” de una sola persona, de una sola familia, de un solo grupo, de un solo pueblo. No aceptamos que haya pueblos elegidos por ningún dios, esta palabra la escribimos con minúscula, porque vemos y manipulamos la energía.

Cada cabeza es un mundo, y hay un abismo de distancia entre la interpretación de la realidad que manejan las personas que se acostumbran a vivir bajas de energía, y quienes la ahorran sin despilfarrar. La relación de la conciencia individual y la energía es un tema de vital importancia en el momento actual de la humanidad.

Con estas publicaciones proponemos una forma accesible y práctica de incursionar en el Camino del Guerrero desde una posición autónoma individual, permitiendo la posibilidad de formar grupos de familias a partir de la nueva educación espiritual, con proyecciones culturales que permitan generar otro tipo de producción económica y ordenamiento político.

Se entiende que no me estoy refiriendo a la investigación de las plantas de poder, no hago apología de la ebriedad, la diversión ni la psicodelia, nada parecido, el conocimiento no es desorden. Lo que he desentrañado en la obra de Castaneda y considero útil para cualquier individuo, hombre o mujer, es la psicología y la filosofía del guerrero. He ofrecido unas explicaciones para justificar mi intento, son las que siguen.

Para comenzar mis explicaciones sobre el proceso que transformó mi vida y la de muchos caleños luego de la lectura de Castaneda, debo establecer dos aclaraciones:

Primera: El significado de la expresión “el mundo que conocemos” en relación con el mandato sobre la socialización y el acto de seguir al espíritu; ya sabemos que para seguir al espíritu uno debe alejarse de la socialización y sus efectos.

Segunda: El problema con la historia personal, la importancia personal y la compasión, a la hora de rechazar la socialización y abandonarse al espíritu.

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La propuesta básica: ahorrar energía

Repaso: En el número anterior presentamos la base operativa inicial del proceso, que consiste en llamar al espíritu y dedicarse, desde ese momento, a ahorrar la energía propia.

El Camino del Guerrero es una disciplina para relacionarse con el espíritu. Depende entonces de que la persona intuya, comprenda o sospeche, por lo menos, que en el mundo existe una fuerza o un ser de tal cualidad que podamos llamar “el espíritu”.

El proceso de llamar al espíritu consiste en cambiar las rutinas de la vida, que es el primer no-hacer para el aprendiz interesado. Es un proceso que en su etapa inicial se extiende por lo menos dos o tres años, en los cuales el interesado debe desarrollar una fuerza llamada “intento inflexible”.

Para ahorrar energía se aprende, primero, a detener el diálogo interno practicando la manera correcta de andar y mirando las hojas secas, y luego, desmontando la historia personal y la importancia personal del aprendiz, que son los temas de este número.

Prepárese para conocer a los visitantes extraterrestres.

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El vínculo

Las taras de la cultura

Al final del primer número de esta revista hice lo que llamé una confesión: Que se me facilitó la comprensión de las propuestas y explicaciones de don Juan Matus debido a que entre mediados y finales de 1982 estuve loco, totalmente. La mala vida, el panorama triste y el ningún futuro provocaron el incidente. No fue un problema definitivo, con la ayuda de allegados y psiquiatras me recuperé. Yo ya había iniciado antes una carrera universitaria en matemáticas, porque sentía la inclinación, pero no me gustó la idea de trabajar en ese campo y me retiré. A comienzos de 1982, buscando un camino a la solución de mis problemas, me volví a inscribir en la universidad, esta vez para estudiar literatura. Pero, semanas más tarde, me acosaron problemas económicos, uno tras otro, hasta dejarme en la quiebra. Meses después, superada mi crisis nerviosa recordé la universidad y los trámites realizados, averigüé, me habían aceptado y me matriculé. Antes de la crisis nerviosa, aunque tenía un empleo yo estaba en completa quiebra económica, cuando me recuperé, había dinero a nombre mío en un banco. Ese fue un detalle raro que por ahora no quiero explicar, don Juan es muy reacio a tocar el tema, eso lo debe resolver cada interesado. El asunto es que entré a la universidad a estudiar literatura.

Cuando empecé a mostrar allí las ideas y preguntas que llevaba en la mente, un compañero de clases que había estudiado en un seminario para ser cura y conocía a Castaneda, me prestó el libro Relatos de Poder. Hasta ahí llegaron mis problemas. Primero, porque dejaron de interesarme, no les di más importancia, no les presté más atención. Y, segundo, porque de inmediato me involucré en la búsqueda de toda la obra, y en la interpretación y la aplicación de esas instrucciones tan extrañas y sugestivas que daba don Juan. Luego no fui más un hombre común y corriente, a través de estos libros me introduje a un mundo nuevo y desconocido, el mundo de los guerreros toltecas. Entre mis vecinos de esa época gané fama de brujo, luego me he mudado muchas veces, ahora vivo entre personas que no me conocen, nunca me ha interesado explotar económicamente esta condición, sólo ayudo con mi rareza, cuando puedo.

Estas últimas actividades dirigieron mi vida por rumbos que no imaginé ni podía esperar, me relacioné con personas y proyectos que separaron el curso de mi destino de todo lo que era antes, reaccioné hace poco, en otro siglo. El rasgo sobresaliente de esta etapa de mi vida es que mi mundo anterior, el mundo que conocí antes: naturaleza, cultura, sociedad, economía, política, debilitado por las grietas estructurales y los problemas sin solución se está cayendo a pedazos, se derrumba bajo su propio peso. Creo ser parte de un grupo misterioso de sobrevivientes, entiendo que debo hacer algo. En mi caso lo primero es comunicarme, buscar contacto con otros lectores de Castaneda que estén teniendo experiencias como ésta. Alrededor muchos de mis semejantes, las personas cultas e

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informadas, hablan de la nueva invasión reptiliana, los depredadores espirituales, las sombras de barro. Para mí el tema es absolutamente cierto, es hora de actuar.

Hasta 1982 mi vida fue muy difícil. Nací de una pareja miserable, ignorante, supersticiosa y vanidosa, problemática como las herencias del tercer mundo, formada por un indio firme de maneras bruscas y una mujer blanca, perezosa, cobarde y melindrosa, de tipo europeo. Y, como hijo mayor, apenas pude sumar y restar mis padres me cargaron sus responsabilidades económicas en la espalda. En esa casa vivía un grupo numeroso de familiares y, desde los 8 años, edad en que lo pude hacer, yo era el único que trabajaba con regularidad y responsabilidad. En ellos se consumía mi salario y además me robaban la ropa, los zapatos buenos, los libros y objetos de valor que conseguía. Me dominaban mencionando la Biblia: yo tenía que ser un buen hijo, buen hermano, buen familiar, buen vecino, y otro montón de cosas “buenas”, porque lo ordenaba la Biblia. En la iglesia y en el vecindario aceptaban y reforzaban esa idea. En la casa tenían un libro de esos, viejo, grande y grueso, aunque nadie sabía leer.

De esta manera, hasta pasados los 20 años fui explotado económicamente por mi familia, y, entre otras cosas, como rechazo al trabajo extenuante le tomé gusto al estudio y a la lectura, aunque me tocara estudiar en la nocturna y leer poco, en los escasos ratos libres. Tan pronto como aprendí a leer comencé a estudiar el libro en cuestión, la Biblia, fuente de mis tormentos, libro sagrado de algún dios injusto y temible que, en una familia numerosa, me obligaba sólo a mí a luchar para mantenerlos. ¿Haber creado todo ese vasto universo para cargármelo en el lomo, como a un buey?

Cuando supieron de mi interés en esa lectura me regañaron, me prohibieron leer el texto. Pregunté: ¿Por qué no se puede leer, si es un libro? Me respondieron: “Porque ese libro es de Dios, los humanos no lo podemos leer, todo aquel que lo lea se enloquece, pierde la razón, vive solo, sufriendo y revolcándose entre la basura como las ratas, y así muere, el pobre loco”. Aunque yo era de ese mismo grupo familiar mi mente no se parecía a la de ellos, pensaba muy diferente, como estudiante me interesaba organizar una explicación de las cosas que pasaban, una interpretación del mundo, y no temía para nada llegar a enloquecer, veía esa experiencia muy lejos de mi vida.

Siendo ya un muchacho grande e indomable, en contra de sus sermones y ante sus torvas miradas vigilantes, continué mi lectura de la Biblia, hasta el final, la última invocación en el Apocalipsis de San Juan. Allí no estaba la explicación que busqué. Seguí con el Derecho Canónico, las revistas sacras, la tradición católica. Exigí explicaciones en mi casa, en ninguna parte de los textos sagrados decía que el hijo mayor era esclavo del resto de la familia, era al contrario. Y dentro de poco yo debería unirme con una mujer que no fuera de ese mismo grupo, y dejarlos a ellos, para siempre. Y cada adulto debe ganarse su propio pan, clamó San Agustín de Hipona, el que no trabaja que no coma, y según Santo Tomás de Aquino quien gobierna debe hacerlo bien, o sus mal gobernados tienen derecho

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de mandarlo al cuerno. Me cogieron miedo, entre mi familia y yo se abrió una brecha que rápidamente se volvió un abismo. Durante un tiempo fui marxista, realicé mucho trabajo político.

Uno de los resultados curiosos de ese primer enfrentamiento con las taras de nuestra cultura fue que la Biblia me gustó como libro, ese estilo, las historias que cuenta, las explicaciones mitológicas tan inocentes pero bien elaboradas, la poesía, la psicología rupestre que funda la familia natural, las formas de Estado, las guerras, los combates, los héroes. Seguí releyendo el libro por puro placer, y estudiando, creciendo.

A mediados de 1982, con mis ideas racionales no veía camino para salvarme de la inminente quiebra económica, aunque me inscribí en la universidad no podría estudiar. La lucha por el bienestar de mi familia me dejó la carga de muchas deudas que habían sitiado mi economía. El sueldo no alcanzaba para vivir, ya no tenía ahorros, mis familiares, acostumbrados a vivir sin trabajar, eran una recua de inútiles. Sabiendo cómo son las cosas en Colombia ese era el comienzo del camino hacia la indigencia, y me ocurrió aquello que el sentido común llama “perder la razón”, “volverse loco”.

Sé lo que ocurre en la percepción y en la mente de una persona que vaga semanas y meses por los predios penumbrosos y aterradores de la paranoia, la psicosis y la esquizofrenia. Permanecí allí con paciencia, paseé mis ojos por todos los rincones, recuerdo lo que vi, cada detalle. Entonces, aceptar, comprender y seguir las enseñanzas de don Juan me quedó de lujo, como anillo al dedo, porque para ser guerrero tolteca basta ser un poco irracional, estar apenas medio-chiflis. Un guerrero es un ser humano, una persona, tiene su cuerpo sano y fuerte, trabaja en varios campos afines a su personalidad, se asea y viste, come y duerme, pero su mente no es racional. El raciocinio, la razón, no le aporta las respuestas que necesita para entender la realidad que atestigua y vive.

Termino con esta conclusión: mis padres, hermanos y familiares me repitieron muchas veces que por ser tan caprichoso y querer leer toda la Biblia, me iba a enloquecer, y aunque yo no lo creí y deseché siempre la idea, pasado el tiempo, y enredado en otros asuntos, sí enloquecí, perdí la razón. Aquí hay otra clave misteriosa a considerar en el funcionamiento de la mente humana: cómo educan y programan los adultos a los niños con sus frases en cantaleta. La forma cristiana de programación neurolingüística, intervención maligna de la magia en la vida cotidiana.

Mi estado es el silencio, mi naturaleza, el vacío, mi propósito es vivir siempre atento, cada instante de mi vida.

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El mundo que conocemos

En la segunda fase del entrenamiento de Carlos Castaneda como nagual de una nueva banda de guerreros, don Juan repite mucho la expresión “el mundo que conocemos”. Dice, por ejemplo: “El mundo que conocemos fija sus propias reglas”, “porque tenemos el diálogo interno el mundo que conocemos es así o asá”, y la más enigmática, profunda y promisoria: “el mundo que conocemos queda en una posición específica del punto de encaje dentro de la esfera luminosa”. Llamé promisoria a esta expresión, porque yo necesitaba recursos intelectuales para cambiar mi mundo, mi vida, superar mis problemas, eso era lo que buscaba. Y esta solución era gratis, ni el gobierno, ni los bancos, ni nadie podía cobrarse comisiones porque yo decidiera aprender a mover mi punto de encaje.

Pues bien, con la obra de Castaneda el primer problema es tomarla en serio. Lo hará quien lo necesite. Ni un director de Hollywood en la cima de su carrera, ni un burgués exitoso en Colombia en el negocio de importación de mercancía electrónica necesitan para nada a Carlos Castaneda. Ni tampoco un político corrupto, ni un productor de armamento, o un finquero o hacendado con ínfulas de encomendero real. Hace muchos miles de años, los primeros toltecas iniciaron su investigación precisamente luchando contra una casta opresora.

Analicemos algunos aspectos de esto que dimos en llamar “el mundo que conocemos”. Estoy escribiendo y espero que haya algunos interesados en ser lectores de estos textos, es decir existe la escritura, la literatura, sobre esto sabemos los lectores. Los lectores podemos decir que en la biografía de Siddhartha Gautama se nos muestra a este héroe como un príncipe en verdad preocupado con inquietudes espirituales. Aceptamos que los príncipes, los reyes, así como los verdaderos aristócratas del espíritu, siempre tuvieron a mano a un vidente, un mago, una pitonisa, recordamos al anciano ciego Tiresias, al oráculo de Delfos, al mago Merlín, ya tocándonos los talones, a Rasputín entre la nobleza rusa. Los

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estadounidenses consultan en la actualidad a Deseret Tavares, quien se la anunció al Emperador y al Imperio.

Estoy hablando de la expresión “el mundo que conocemos”. En términos reales el mundo que conoce un individuo es una acumulación de recuerdos, memorias. Está en un sitio, haciendo algo, solo o con unas personas, y en su memoria guarda los otros sitios que conoce y las otras personas con que trata. Hay que contar con una tendencia espontánea y perniciosa de la mente a creer que así como una persona ve una cosa, así la ven o la tienen que ver los demás. Eso no es así, el mundo que conocemos no es lo mismo para todas las personas. Pensemos en la interpretación del mundo que hace la mente de un ciego, o un sordo, o un lector disciplinado comparando con la interpretación del mundo que maneja una persona analfabeta. Este planteamiento y su desarrollo lo encontramos en obras como las de Dostoievski, Kafka, Faulkner, Sartre, donde se analizan las relaciones sociales y la importancia del Estado y sus funcionarios.

Como lector uno va adquiriendo alguna seguridad con respecto a ciertos puntos de la realidad. La mente de una persona analfabeta funciona como un abismo de confusión (de fácil provecho para cualquier pícaro), que a veces crece hasta convertirse en un infierno de sufrimiento. Sin embargo, las verdaderas diferencias entre versiones del mundo se encuentran cuando se comparan las ideas de las personas que ahorran su energía con las ideas de las personas que se acostumbran a vivir bajas de energía, ya sabemos que la base de todo este problema del conocimiento oculto es el ahorro o el desperdicio de la energía, no el ser alfabetizado.

Entre los lectores occidentales domina la idea del universo material con sus agujeros negros, galaxias, estrellas, planetas, continentes, ciudades, barrios, cuadras y casas. A grandes rasgos el sentido común resume aportes y hallazgos de, entre otros, Anaxímenes, Anaxágoras, Arquímedes, Descartes, Tycho Brahe, Kepler, Newton, Einstein y los físicos de partículas. A cada individuo que maneja esta versión, sin profundizar en la cuántica, las posibilidades de interpretación se le van cerrando hacia el túnel newtoniano de las esferas sin vida que giran, donde sólo cabe pensar que la Tierra es una reunión física de piedra, polvo y agua con una atmósfera gaseosa y carga eléctrica, una cantidad de sustancia inerte, muerta, sin ninguna otra información útil qué buscar, fuera del ADN y los microorganismos, los virus y las bacterias. Un mundo de metales retorcidos y piedras muertas donde hasta los hallazgos espirituales se tienen que hacer con máquinas. El modo de vida occidental, concentrado en la producción y la corrupción, es el principio de la paternidad irresponsable, promueve la conciencia servil, materialista y dependiente, desamparada más allá de la bondad ocasional del jefe o el lúbrico interés del patrón.

Cuando uno avanza hacia la magia, en algún momento tiene que aceptar que eso que se ve allá afuera, ese curioso y llamativo universo, no es una congregación de polvo y piedras muertas, no es una “cosa allá afuera”. El universo entero es más bien como un

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animal enorme con la mirada fija en cada uno de nosotros. Puede ser como un cachorro dispuesto a jugar con uno, o como una fiera que se asusta si uno entra con desorden en su territorio. El mundo para un guerrero, el gran universo, puede llegar a ser su amigo, está vivo hasta en el último rincón, su conciencia es el espíritu. Para describirlo de manera seria lo mejor es parafrasear a don Juan: “El espíritu es la voluntad de las emanaciones del Águila que vagan libres en el universo”.

El mundo de cada individuo, entonces, existe en una relación directa y estrecha con la calidad de su mente, con su grado de conciencia, con su manera de pensar, sus creencias, y con los hábitos que fundan y promueven esas creencias. En últimas, como dice el refrán, “Cada cabeza es un mundo”. Digamos que en la psicología y en la filosofía del guerrero siglo XXI esta es una de las primeras llaves que hay que descubrir y aprender a manejar: No podemos ser guerreros y seguir siendo personas normales, debemos hacer esa división en la mente. No es necesario que el mundo y la vida de uno sean parecidos a los de otras personas, no es preciso parecerse a ellos. Tampoco es posible; un guerrero está ocupado veinticinco horas al día, por eso deja de ser un empleado, un auxiliar, un voluntario.

Aquí encuentra el aprendiz su primer obstáculo, su primer gran miedo. Superar los límites del ser social, dejar el rebaño. Lo he visto en mis seguidores, que me siguen tranquilos y confiados mientras creen que estoy hablando en sentido figurado, un poco en broma, pero cuando el mundo a su alrededor se empieza a disolver salen corriendo. No es fácil cambiar la mente de esta forma, dejar de creer que el mundo es una piedra muerta que uno puede pulverizar a martillo sólo porque le dio la gana, para aceptar que el universo es un ser que puede entrar en rebelión, enojarse y lanzarnos encima todas las piedras, todo el agua o todo el fuego del mundo. El aprendiz debe ser paciente, sensato, equilibrado, sabio, porque todo su mundo depende de lo que él mismo siente, piensa, cree, y quiere conseguir. No hay un Dios regalándole nada, más bien, hay un demonio tratando de dañarlo todo.

Considerado de esta manera el universo o el mundo no es una realidad “objetiva”. Todo es subjetivo, siempre, lo propone la física cuántica. Un detalle de la vida en común nos puede ayudar a pensar en este misterio: el problema de la flexibilidad del tiempo en relación con nuestro estado de ánimo, que cuando nos aburrimos o sufrimos adoloridos el tiempo se detiene y cuando nos estamos divirtiendo el tiempo vuela. Es una realidad sutil de esas que el pensamiento occidental pasa por alto, porque no tiene manera de enfrentarla, pero en el mundo del guerrero marca una gran diferencia. Un guerrero es alguien que, por ejemplo, es capaz de ser consciente de esta flexibilidad del tiempo, y observarla, analizarla, estudiarla y manejarla con sus sentimientos hasta llevarla a las últimas consecuencias.

Lo mismo ocurre con el factor que llaman “la suerte”. Dicen que unos nacen con estrella, y otros, estrellados. Llevo muchos años observando a los seres humanos, me consta que es así, absolutamente. Al comienzo del aprendizaje de Castaneda, don Juan le habla de la “nubecita de buena suerte” que va siempre cubriendo al aprendiz, y del “centímetro

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cúbico de suerte”, una condición momentánea especial que el espíritu pone a disposición del guerrero cuando este lo necesita o le conviene. Esta condición, trabajada a lo largo de los años por el guerrero, es el poder personal. Al aprendiz le corresponde vencer en una lucha mental que don Juan llama “modelar las expectativas” o “recalibrar las expectativas”. Esto es, dejar de comprender el mundo como una jaula “dura” que lo aprisiona, la versión preferida de los jefes y los Estados, para abrirse a una nueva interpretación de un mundo “blando” donde puede luchar para liberarse.

Ahora bien, recalibrar nuestras expectativas de esta manera implica dar la espalda a la formación intelectual que se ha recibido desde la niñez, renunciar a las metas y supuestas virtudes de la educación, don Juan lo llama “tirar el inventario por la ventana”. Recalibrar las expectativas para un guerrero significa abandonar el proceso de la socialización sin dañarse a él mismo ni causar escándalos, no llamar la atención, dejar a la comunidad tan en paz como sea posible. El problema es de uno con uno mismo, es a uno que no le gusta estudiar ni trabajar, no se quiere casar, quiere tocar la guitarra todo el día, y así. Esta nueva relación con uno mismo y con los demás, con la sociedad, es tema de un campo del conocimiento de don Juan llamado “El arte del acecho”, y sobre el cual trataremos en su momento.

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La historia personal, la importancia personal

y la compasión

El individuo occidental sufre, es natural, todas las enfermedades consecuencia del desarrollo de Occidente. Los Estados y las religiones han usado la estética, el arte, la poesía, el teatro, y las necesidades de descanso, recreación y diversión de los seres humanos, para inculcarles en cada etapa los valores y las creencias necesarias para mantener el orden laboral que conviene a los de arriba. La relación que voy a señalar entre el individuo y el arte en Occidente comienza con el retrato. En Grecia antigua los primeros retratos fueron tallas de piedra, esculturas de una cabeza o un busto que hacían los escultores. Uno de ellos había descubierto la técnica para esculpir en piedra la talla de una cabeza humana. Pero todavía ni se pensaba en llegar a copiar los rasgos físicos de cada individuo. Se hacían y vendían obras que supuestamente eran los retratos de sus dueños, pero ningún retrato se parecía a alguien, a nadie le importaban los rasgos físicos distintivos, y la identidad la establecía el escultor tallando una nota bajo la cabeza o el busto, que decía: este es el retrato de fulano de tal.

Y en esa época, a nivel cultural, económico y político, el individuo no existía, no tenía importancia, sólo importaban los nobles, los gobernantes y los dioses. Entre las relaciones estéticas no importaban para nada los artistas, sólo valía cada obra de arte individual, el producto. Si algún Sócrates se volvía muy llamativo lo juzgaban y condenaban a muerte. De todas maneras, entre los gobernantes y los dioses Roma destruyó a Grecia y poco después fue destruida por los bárbaros. Ni aquellas conflagraciones, ni la Edad Media ni el oscurantismo fueron épocas para el individuo. Es en el Renacimiento cuando los dibujantes y los pintores aprenden los efectos de la perspectiva, la influencia de la luz sobre los objetos, los detalles minuciosos, los rasgos físicos, y surge otro tipo de retrato, el que aceptamos nosotros, la copia idéntica, cuanto más fiel mejor. Y comienzan también, casi de la mano, las bases de la dominación y la discriminación modernas, la lucha de clases, y el desarrollo de la vanidad individual generalizada a partir del Romanticismo y magnificada en el mundo actual de la electrónica, con la oportunidad de que un galán inconforme pase la tarde tomándose selfies en su cuarto, analizándolas, criticándolas, mejorándolas, y en la noche salga a tirarle ácido en la cara a la desafortunada jovencita que no le prestó atención.

Con el desarrollo del pensamiento occidental surge la idea de historia, primero, como la disciplina que con el tiempo se organizó en ciencia, la historia universal, la historia de la humanidad, y, como máxima consideración a lo particular, la historia de un pueblo, de una nación. Pero, como insistimos, el rasgo más fuerte de Occidente es el diálogo interno, la verborrea, el no poder dejar de hablar y tener que seguir hablando aunque no haya tema. Una idea que alguien inventa en Occidente en algún punto del tiempo, en las épocas

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sucesivas se sigue repitiendo, extendiendo, adornando, especulando, retorciendo, exagerando hasta el infinito. Así se volvió importante conocer la historia de los reyes y sus familias, la historia de los políticos y sus familias, de las artes y los artistas, de las otras ciencias y sus científicos. La historia de los cantantes, los atletas, los payasos, los delincuentes.

El Chapo Guzmán cayó en la red de su propia vanidad, le preocupaba su historia personal, se hizo visible, prácticamente se entregó, porque le preocupaba que a Pablo Escobar le hicieran tantas películas y a él no le hacían ni una. ¡Vaya preocupación tan inteligente! Hoy día da risa oír a los locutores deportivos hablando emocionados, no siempre sanamente, de la historia del fútbol. Y así como los galanes despreciados atacan con ácido a sus amores imposibles, como los maridos desahuciados asesinan a sus ex compañeras rebeldes, así mismo los hinchas de un equipo atacan y asesinan a los de otro. Y para ninguno de estos males ni la sociedad actual, ni las universidades ni los Estados se lucen mostrando ninguna solución.

El asunto que me interesa exponer es que la mejor manera de avanzar en el camino del conocimiento es ahorrar toda la energía posible, ser avaro con la energía, y lo que más energía nos consume es el diálogo interno analizando y defendiendo la historia personal. De donde brota la creencia falsa de ser importante, tener importancia en el mundo o en la sociedad, o algo así, y tener que defender esa supuesta importancia. ¡Excelentes nuestros triunfos!, pero qué pasajeros, con los meses la gente los olvida y hay que estarlos recordando. Y, ¿por qué demonios nuestros fracasos?, ¿es que no nos hemos esforzado bastante?, ¿nos falta rezar más? ¡Es que ustedes no me entienden!, ¡ustedes no me quieren! Y cosas por el estilo.

Desde la Atenas clásica, donde ya se sabía que el hombre es un lobo para el hombre, pasando por Lautremont quien nos reveló que en este mundo nuestros dos únicos amigos serán el vampiro y el ácaro de la sarna, llegando hasta Nietzsche que descubrió el cadáver de Dios hediendo en un desván, el YouTuber Akizur enojado con nuestra animalidad y el dolor de la vejez, y el sátiro paisa Fernando Vallejo que acusa a los políticos y los curas de ser culpables de la desgracia, ya vamos comprendiendo que ningún ser humano quiere a otro, pero todos desean ser queridos, incluso amados, o más aún, adorados; ridículo e incomprensible. Sufrimos encerrados en un extraño círculo opresivo que exige nuestra reflexión. Debemos analizar y comprender qué son y para qué sirven la historia personal y la importancia personal.

En la realidad energética de los seres humanos cada individuo sí es único e irrepetible, pero eso no lo hace especial ni apreciado para el universo. Para el mundo de la energía, el ser humano es como una hoja seca separada de la rama y del árbol. En nuestro nivel, cualquier cosa es igual de importante que cualquier otra, nuestro placer o nuestro dolor deciden, y cualquier individuo es igual de importante que cualquier otro. Nadie

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necesita estar buscando reconocimiento ni aplausos de los demás, lo que necesita cada uno es el poder suficiente para sostener una vida fuerte y propia, y una casa limpia y decente. La importancia personal es una noción falsa, una obra de la imaginación del individuo por más rey, presidente o sobrino de concejal que sea. Es la idea que nos llena de orgullo y el orgullo mismo. No nos hace invulnerables, ni nos da poder. Sólo sirve para confundirnos, debilitarnos y matarnos, o llevarnos a matar a los vecinos. Y la historia personal sirve para que, ya hecho el daño, nos ubiquen las autoridades, los acreedores, los herederos y demás jauría de hienas, predadores y carroñeros.

La forma más regia de la importancia personal es creerse viviendo una relación especial con la Fuerza Creadora. Sentirse un santo, una persona elegida por un Dios con mayúscula. Es el orgullo de la vieja o el viejo cabeza de familia que, sin saber nada de nada, en su casa y con los suyos afirma saber qué es Dios, qué es lo que quiere Dios, y que su cónyuge o sus hijos están actuando en contra de Dios. Es la vanidad del místico, el teórico de la bondad, que dice aspirar a un mundo sin conflicto ni violencia, a un mundo de amor y comprensión entre todos los seres. Los sentimientos humanos como el amor, el odio, el perdón o la sed de venganza, sí tienen valor en el mundo real, pero como fuerzas que producen movimientos energéticos, no en el sentido moral. La moral hace juicios, es un desarrollo de la ontología, rama de la filosofía, es parte del diálogo interno, de la verborrea de los “pensadores”, pero no de la realidad externa. Sirve para fundar y sostener capillas, pero sólo le arregla la vida al pastor y su staff.

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La manifestación más vulgar de la importancia personal es la violencia intra-familiar, los conflictos entre enamorados por celos y otros sentimentalismos, o entre vecinos por comparaciones envidiosas, el infierno privado del ciudadano que sufre por construir la casa más ostentosa de la cuadra tras endeudarse hasta el hueso para comprar el coche último modelo. Es la fuerza negativa de la importancia personal lo que nos hace explicar a los demás las razones que nos obligaron a cometer un error, a tomar una decisión equivocada, a hacer un oso, meter las patas. Ser tímido, ponerse colorado al menor tropiezo, temerle al jefe, creer que si uno manda a ese personaje de paseo ya no conseguirá otro trabajo, dejarse de los demás, querer siempre esquivar los problemas, asustarse ante los conflictos como la defensa de los derechos cuando son violados. Como se puede entender, el mundo de la importancia personal es el nirvana de los amos, el paraíso de los políticos corruptos.

Cada individuo que reconoce sus rasgos físicos carga y alimenta la falsa idea de ser importante de alguna manera, para alguien en alguna parte. Para la familia, para los amigos, la novia, el esposo, o los hijos. Pero lo que reclama o espera el individuo que se cree importante de esa forma, es que aquellos en quienes cifra su esperanza lo piensen de verdad con sentimientos justos, equitativos, o, mejor aún, considerados y amables. Allí radica el problema. Para la mayoría de las personas, generalmente por incultas, en sus mentes y en sus corazones sólo importan ellos mismos, no hay espacio para nadie más; uno de los dichos inventados en Colombia reza “primero yo, segundo yo y tercero yo”. El mundo de la importancia personal es un nudo de egoísmo infantil, fanatismo con bases imaginarias y arrogancia disfrazada de bondad. Por eso dice don Juan que la sociedad vende la idea de que vivimos en un mundo de amor y amistad, cuando en verdad las relaciones sociales se rigen por los intereses de casta, la ambición, la injusticia, y el uso y el abuso del poder en todas sus formas.

Muy cerca de este problema de la historia personal y la importancia personal encontramos el tema de la compasión. Hay una gran distancia entre el hecho de desearle el bien a los demás y el acto real de ayudar de verdad aunque sea a una sola persona. Somos súbditos de un reino abusivo y despiadado en el cual, a todas horas, los pregoneros reales nos hablan de amor, perdón, ternura, ideas hermosísimas, mientras el sistema nos condena a la miseria y la necesidad, nos convierte en consumidores sin ingresos sobreviviendo entre el crimen. En sociedad es muy bien visto el promocionarse como bondadoso, altruista, generoso y caritativo, aunque sea un terrible asesino; así se vendieron mientras pudieron los políticos, los servicios de los bancos, las iglesias, las EPS, las campañas publicitarias, hasta las ventas de armas, las inyecciones de botox y las mamo plastias.

Pues bien, emprender el Camino del Guerrero teniendo como guía y motivación la lectura de Castaneda significa que uno no quiere vivir más con los modelos limitados e impotentes que nos permite el sistema occidental. Que uno no quiere ser por más tiempo otro idiota útil, otro ladrillo en la pared, ni otro carga ladrillo de nadie. Uno quiere cambiar,

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probar otra manera de vivir, de existir, de ser en el mundo. Y, para dejar de ser humano, y convertirse en un guerrero, primero, y en un ser luminoso, después, uno encuentra grandes escollos, el sentimiento de la compasión es uno de ellos. Cultivar en nuestro corazón el sentimiento de la compasión nos requiere ignorantes e ingenuos, nos hace débiles y limitados, con el tiempo nos vuelve cobardes, perezosos y víctimas perfectas para las bellaquerías de los pícaros.

Comprenderemos el obstáculo de la compasión si analizamos el trabajo urgente y minucioso que debe realizar un cirujano tratando de salvar la vida a un herido de bala, una víctima grave de un accidente de tránsito o un enfermo de cáncer. Si el estudiante de Medicina se dejara confundir por los sentimientos de la compasión no alcanzaría su meta profesional. El cirujano tiene que saber ayudar desde una actitud despiadada. Allí no es malvado cortar con el bisturí y que salga sangre, se debe atacar un mal siniestro y oculto que puede terminar en la pérdida de la vida. La compasión es una herramienta pesada e inútil en la mochila del pobre despojado de oportunidades por sus semejantes victoriosos en la sociedad. La forma más común y peligrosa es la auto-compasión, tenerse pesar uno mismo, decirse en la mente, o adoptar la actitud de: “pobrecito yo, tan desafortunado que soy, oh, Dios mío, ¿qué será de mí?”; como obedece al diálogo interno de una persona inculta, puede terminar concluyendo que su dios no lo quiere, y hasta enviarle un par de insultos que tiene merecidos.

A nosotros como seguidores de Castaneda nos interesan los nudos energéticos, que llamamos los “nudos de las cuerdas”. Considerando el miedo y la compasión como los dos primeros nudos que se deben disolver. Los sentimientos de la compasión producen telarañas de energía que atrapan y detienen a otros sentimientos más valiosos como el valor y la audacia, la creatividad, la imaginación, la disciplina y la eficacia. La persona llena de compasión también es limitada y vacía, no puede ayudarse a sí mismo ni ayudar a nadie, con frecuencia termina siendo una carga para los demás. Don Juan no habla de superar la compasión para volverse malvado ni hacerle daño a nadie, los problemas del guerrero siempre son asuntos de él consigo mismo, el guerrero quiere libertad, y si tiene sensibilidad aprenderá a saborearla muy pronto.

El tema de aprender a actuar sin compasión lo enseña Castaneda en el libro El conocimiento silencioso, es uno de los cuatro sentimientos del arte del acecho. Junto con el arte del ensueño, el acecho se incluye en el programa básico de los toltecas para mover el punto de encaje. Este movimiento desarticula, poco a poco o de un tirón, las presiones y dificultades del mundo cotidiano, el mundo que conocemos. La forma de vivir del individuo cambia de modos que uno al comienzo no puede imaginar, ni planear, ni desear, las situaciones que se suceden a continuación no son humanas en los sentidos racional y social, son las decisiones del espíritu. Los guerreros interpretan y comprenden la vida con modelos muy diferentes a los del mundo occidental. Como ejemplo de estos nuevos modelos, con frecuencia don Juan repite: “Los seres humanos somos perceptores”.

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Como todas las afirmaciones de don Juan, esta de que somos perceptores parece muy inocente, pero también es final, definitiva. Cuando se avanza en el Camino del Guerrero, de verdad se comprueba que el universo nos hizo para ser sólo perceptores, para ver, observar, escuchar, sentir, y que la suma de procedimientos, trabajos, tareas y dificultades en que se nos convirtió la vida sólo obedece a los planes e intereses de las clases altas de los distintos pueblos que contaminan y destruyen la Tierra. Debemos agregar, entonces, que el universo nos hizo originalmente para ser perceptores, sólo perceptores, y no trabajadores, empleados ni esclavos de nadie. La constante generación de bienes materiales, mercancías, ventas y ganancias, fuerza que destruye al planeta, nunca ha beneficiado a la comunidad en general, siempre ha tenido sus exclusivos dueños, apropiación de clase.

Tolteca: El que cultiva los misterios

Para las personas cultas la existencia plantea problemas y misterios muy grandes. Problemas y misterios son temas diferentes. Los problemas pueden ser generales o particulares. Problemas generales son los que perjudican a un barrio, una ciudad, un pueblo, una nación o a la población de toda la Tierra. Como los terremotos, las inundaciones, las erupciones volcánicas, el calentamiento global, el odio racial, las hambrunas, las epidemias, las guerras. Los problemas particulares son aquellos que perjudican a un individuo, un

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hombre o una mujer; por lo común, estos problemas están relacionados con la familia, conciernen al individuo con su grupo familiar, es el mundo privado, íntimo.

Son problemas íntimos, particulares, proveerse de alimento, ropa, casa, medicinas, educación, recreación, y, en la vida civilizada, para todo esto se debe conseguir dinero. Procurarse el dinero, ojalá de manera honrada, es un problema particular del cual brotan muchos graves problemas generales. Por su magnitud, los problemas generales pesan más que los particulares, como no todos los individuos logran conseguir el dinero honradamente y delinquen, entonces la sociedad crea la ley, existen el crimen y la cárcel.

Los misterios son un tema diferente. No son problemas en sí mismos como tener hambre y nada de comer. Los misterios son enigmas, grandes y graves preguntas con las que se encuentra la inteligencia humana cuando se desarrolla gracias a la educación: La existencia del lenguaje y su pasado, los mitos y las leyendas, los vestigios físicos que soportan todavía sus interpretaciones y usos sociales; la existencia de las matemáticas, que todo se pueda medir y contar, que todo tenga un número y una medida, que los números tengan relaciones ocultas entre ellos, que las existencias materiales se concreten en tonos y armonías musicales; ¿hay vida inteligente en otros planetas?, ¿existe Dios? ¿Los seres humanos provienen del mono? ¿O será al revés, como dice algún pueblo, que los monos provienen de una raza fracasada de seres humanos?

No son chifladuras de la mente. A lo serio, a lo académico, de verdad hay pruebas de que existió la Edad Dorada y la palabra fue mágica, de verdad todo se puede contar, y a los 110 hertz las cosas del mundo y el ser humano vibran en armonía, de verdad entre los primates y nosotros hay relaciones muy extrañas, de verdad existen las sirenas en el mar y seres inteligentes en mundos muy lejanos del nuestro. De verdad, se puede probar que existe la Fuerza Creadora y que cada ser humano es una partícula suya. Y hay muchísimos misterios más que enfrenta una persona realmente culta, porque la vida humana es un proceso que apunta hacia ese norte: descubrir los misterios. El sello de la persona culta es que no tiene arrogancia, no sucumbe a los instintos despertados por la vanidad, no se compara con nadie, ante tantos misterios la inteligencia humana se vuelve humilde. Sin embargo, la mayoría de los seres humanos fracasa, aunque los problemas son fáciles de percibir hay que ser muy educado para comprender la vida, para encontrar su propio lugar y prosperar sin hacerle mal a nadie.

Darse cuenta de los misterios no es tan fácil. La manera correcta de obrar parece uno de los misterios más difíciles de comprender. En Occidente, la pereza, el vicio, la maldad, prosperan fácilmente en la personalidad de niños, jóvenes, y aún de muchos adultos. La virtud, la sabiduría, la honradez, hoy día parecen no pertenecer al carácter humano, se desarrollan sólo tras larga y dura brega. Pueblos aculturados, eso somos. Colón llegó a este continente hace poco más de 500 años, en Europa se pasaba hambre y necesidades, aquí había bastante riqueza qué robar, bastaba asesinar a sus legítimos dueños.

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Y Europa vino en rapiña a robar, violar, asesinar e invadir, y nos dejó como herencia cultural el horror de la Conquista y el oprobio colonial de los encomenderos. En las primeras décadas de 1800 el Ejército Libertador expulsó la presencia explícita de España, pero las pretensiones democrateras de los avivatos lograron que el espíritu infame y nocivo del invasor sobreviviera intacto y se reprodujera como un hongo venenoso entre la ignorancia del pueblo.

Desde la gramática dios y diablo son sólo nombres. Designan un ser o un objeto que puede ser real o imaginario. En el tránsito desde la psicología hasta la ontología dios y diablo se vuelven figuras políticas. A los Estados políticos les corresponde lidiar con las diversas y difíciles manifestaciones culturales del pueblo. Los gobiernos necesitan símbolos, emblemas como la bandera o el escudo de armas, o dios o satanás, imágenes manipulables en el proceso educativo. Cada pueblo tiene siempre sus más altos ideales, y de ellos parte su idea de dios. Cada pueblo gime también ante la dureza y la maldad del mundo, y tiene su cosa más horrenda, más criticable, y el diablo es su máxima expresión.

Todos los pueblos invasores han aculturado a los sobrevivientes invadidos, es decir, satanizaron la cultura local, la atacaron a muerte, la negaron, trataron de eliminarla, borrarla del planeta, y al final se impusieron a los vencidos, los obligaron a ponerse de su parte. Esto se logra mediante un proceso cultural que convierte lentamente, a través de épocas planeadas, al dios local o a los dioses locales del pasado en el demonio aceptado y temido en la actualidad. Por eso, cuando el nagual Julián Osorio le propone al joven Juan Matus que aprenda magia para librarse del monstruo que los aprisiona, don Juan exclama: “No, cómo se le ocurre, yo soy indio –dice–, yo nací para temer y odiar a la brujería”. Cuando los pueblos europeos ya triunfaban en el robo de las riquezas indígenas americanas, el paso siguiente fue convertir la cultura indígena en “Satanás”. Para Fray Bernardino de Sahagún la religión y la cultura indígena eran asuntos muy serios, profundos y misteriosos, que él sólo podía explicarse pensando que los indígenas eran satánicos, le habían “vendido el alma al diablo”.

Porque tienen por dentro ese impulso que llaman maldad, los humanos manejan la idea y la imagen de un diablo. Para los ingenuos compasivos maldad es que un tigre hambriento mate y devore a una gacela coja en lugar de llevarla a la EPS. Los recostados, los mantenidos, los inútiles, llaman maldad al instinto de conservación, a la fuerza y el poder necesarios para sobrevivir. Las ideas asociadas de satanismo y maldad producen un resultado ajeno a la realidad, que idealiza maquiavélicamente a los débiles, a los ignorantes y los cobardes. Lo cierto es que en todos los casos de las especies vivas el individuo es amable cuando se lo permiten y peligroso cuando lo obligan.

¿Por qué los españoles y europeos, los pregoneros del cristianismo, invadieron y maltrataron esta tierra ajena? ¿Por qué asesinaron a cerca de 70 millones de indígenas? ¿Por qué se robaron toda esa riqueza esplendorosa y luego lo justificaron escribiendo libritos?

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¿Tenían de verdad la autorización divina para cometer tantas atrocidades? No. Hoy día ya se han adelantado las investigaciones y sabemos que no, que la tal autorización fue un cuento de ellos, un invento malicioso, una muestra de maldad. Sólo los autorizaba su hambre y su ambición, y su ponzoña, su maldad.

Cada pueblo, cada sociedad, maneja su idea de lo bueno y lo divino, lo malo y lo satánico. La idea y la imagen del diablo que manejan las personas occidentales, aculturadas e incultas en Cali y Colombia, en Suramérica, es una elaboración del Viejo Mundo. Surgió en la zona que va del sur de Asia al Mediterráneo, desde la India hasta Egipto. Hace cinco mil años esa zona vivía una intensa actividad filosófica y espiritual provocada por la fundación y el crecimiento de centros urbanos, las ciudades de ese tiempo. Porque somos hechos de cuerdas que se hunden en el infinito las propuestas humanas encuentran siempre opositores y detractores.

A ese creciente urbanismo se oponían los ermitaños, los anacoretas, los místicos vagabundos del tipo de Nagarjuna, Buda y Zoroastro. Los místicos vagabundos buscaban y alcanzaban un logro que llamaban “iluminación”, y eran fuertes adversarios de la cultura urbanista. Este fenómeno fue decisivo para el fortalecimiento y la propagación del cristianismo, rindiendo beneficios políticos para Roma. Los romanos destruyeron a Grecia, la ciudad-Estado, y difundieron por Europa su cultura urbana en el Imperio. Los druidas, celtas, chamanes, videntes, magos y demás adoradores de la naturaleza fueron satanizados.

Los místicos vagabundos erraban por bosques y desiertos durante ocho, diez o quince años, hasta alcanzar la iluminación. Después formaban escuelas de “vagos”, comunidades dedicadas a la vida contemplativa, enemigos del urbanismo, el trabajo y la prosperidad. Seis siglos antes de Jesús, todavía Siddhartha vagabundeó siete años enteros

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por eriales y collados. Pero la expansión de Roma difundió por el mundo criterios contrarios al vagabundeo. Jesús, héroe de la naciente cultura, solamente pasea cuarenta días por el desierto, como unas vacaciones larguitas tras un año de trabajo. Muy poco tiempo comparado con los siete años de Buda. Los místicos lograban una meta que llamaban la iluminación, y era un estado virtuoso, loable, divino. Para que entre ellos se considerara divino, ese estado debió constituir la cultura aceptada tiempo atrás en ese territorio. Nosotros no dudamos en interpretar que la iluminación era ver las emanaciones del Águila, las líneas, telarañas y tejidos de energía que forman la base esencial del universo en que vivimos.

Buda la salió a buscar, pero no regresó hablando de ella, él se inventó su propio discurso sobre la evolución de la mente, la conciencia, algo ya medio científico donde no cabe la idea de un dios como el de las religiones. En el relato sobre Jesús como símbolo espiritual de una época los detalles son muy significativos. A la errancia durante demasiado poco tiempo se suma el hecho de que a Jesús lo que le ocurre no es la iluminación como un bien espiritual, sino que lo tienta el diablo. El demonio en persona se le aparece y le ofrece poder y riqueza, valores urbanos, ambiciones de políticos y burgueses, pero Jesús no cede a la tentación.

El asunto quedó arreglado, ya no es necesario buscar la iluminación, tarda demasiado (considerando que time is money), y si uno camina solo por el bosque se le aparece el diablo. La riqueza y el poder, las prerrogativas fundamentales de la España imperialista hace 500 años, del Primer Mundo de hoy, del Vaticano y la Casa Blanca, son asuntos malos, satánicos, objetivos perniciosos y peligrosos que ni los indígenas, ni los negros, ni los pobres en general deben fijarse nunca. Y así como Jesús tomó la antigua función de Apolo representando el orden urbano, la cultura blanca tomó a Dionisos, mitad

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hombre mitad macho cabrío, deidad representativa de los bosques, los ríos, la naturaleza, ámbito de los iluminados, como la imagen del diablo, el demonio.

Cuando la cultura del cristianismo romano, el catolicismo, llegó a nuestro continente en las naves invasoras, Fray Bernardino de Sahagún encontró que los pueblos indígenas vivían totalmente como culturas “iluminadas” que, por supuesto, debía satanizar. Era lo que sabían hacer con sus mentes, con su inteligencia, esos individuos en esa época. Desde hace 500 años en nuestro territorio se llama satánico todo aquello que atenta contra el orden urbano del cristianismo occidental, la herencia de Roma, pero la palabra “satánico” ya no tiene el peso de otros tiempos. En su momento, hace algunos siglos, que un vecino acusara a otro de ser satánico era prueba jurídica suficiente para que el tribunal dictara sentencia y condena. Y como el orden urbano del cristianismo está podrido y se cae a pedazos, ya el sujeto que necesita moverse no sabe para dónde, se repite mucho sobre la sal podrida, que apague y vámonos, que ahora, ¿cómo hacemos?

Hoy día ya no importa ser satánico, la gente no anda creyendo en pecados o cuentos chinos. Se supone que lo malo es cometer delitos, robar, mentir, asesinar, pero como los cometen representantes del Estado, de la Policía, de la Iglesia, las fuerzas militares, los políticos, los funcionarios, entonces los problemas se han vuelto un asunto misterioso. Debido a la ineptitud del gobierno, el proceso de paz, con el apoyo mundial, premio Nobel y todo eso, en lugar de acabar el conflicto lo que hizo fue borrar los límites reconocidos de la violencia, y ahora nos arrolla la anarquía de mano armada. La estructura completa de la sociedad cristiana en Colombia está podrida: ¿Podía imaginarse que teníamos hasta un “Cartel de las Togas”? De todos modos, en el universo seguiremos encontrando interrogantes difíciles. Por ejemplo: ¿Qué resultará de obligar al pueblo honrado y decente a respetar leyes hechas por los delincuentes de cuello blanco? El tiempo lo dirá.

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La regla del nagual

El texto central de las enseñanzas de don Juan es La regla del nagual, que aparece en el libro El Don del Águila. Advierto que me identifico con la interpretación de don Juan, la versión ortodoxa de vista clara y mano dura, opuesta a las ideas de Julián Osorio, el nagual que le enseñó a don Juan, para quien el asunto fue siempre como un juego que le permitía cometer muchas travesuras. Los humanos nos movemos siempre entre los límites de la permisividad y la coerción, la flexibilidad y la disciplina. Creo que con el nivel de destrucción de los ecosistemas, el calentamiento global con su efecto invernadero, la crisis social a escala planetaria, no nos queda mucho tiempo para continuar discusiones bizantinas.

A la hora de pasar a la tercera atención lo mejor es que los videntes de una banda lo hagan en grupo. Julián Osorio fracasó en esta meta, sus aprendices pasaron en forma individual, don Juan heredó algunas guerreras de ese grupo porque hasta esas fechas no se habían podido ir. Y esas guerreras decían cosas como: “No existen reglas ni reglamentos, esto se debe hacer dándole para adelante, como salga”. Pero, siguiendo su método don Juan triunfó pasando entero a su grupo hacia la tercera atención. La regla del nagual es clara y definitiva. Guiado por esta convicción, una vez terminé mi lectura de Castaneda y prácticamente obligado por las circunstancias (mucha gente se había reunido a mi alrededor) organicé un reglamento para mi uso interno, para comunicarme con todas esas personas. El primer requisito que puse fue leer por completo la obra de Castaneda. A quienes lo demostraban les compartí el siguiente:

Los alienígenas reptilianos ya esperan detrás del “Brazalete Repujado”, nuestro Cinturón de Asteroides. Usted, ¿qué piensa hacer al respecto?

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Reglamento Interno

Es un extracto con los conceptos más importantes de las enseñanzas de don Juan, organizados desde el punto de vista del proyecto de intentar el aprendizaje, de acuerdo con las instrucciones tal como el espíritu las ordenó en los libros. Lo enseñé, expliqué y profundicé en la práctica para muchas personas que desde 1990 quisieron acompañarme a caminar por el campo, y escuchar mis apologías y arengas sobre la elección definitiva de nuestra época: evolucionar o desaparecer.

Uno es un guerrero porque no hay segunda oportunidad sobre la Tierra.

Dos es hacer y no-hacer.

Tres es la impecabilidad, ser frío, abandonado y audaz.

Cuatro es el arte del acecho, actuar siempre sin compasión*, con astucia, con paciencia y con mucha simpatía.

Cinco son los atributos del guerrero: control, disciplina, refrenamiento, la habilidad de escoger el momento oportuno y el manejo del intento.

Seis son El Águila y los pinches tiranos.

Siete es la transmutación de la energía sexual.

Ocho es el arte el ensueño.

Nueve es la esfera luminosa.

Diez es la libertad total.

Como se ve, es un resumen programático de las enseñanzas de don Juan. Para comprender estos diez puntos de manera extensa lo mejor será siempre leer toda la obra de Castaneda, y también los libros de Carol Tiggs, Taisha Abelar, Florinda Donner Graw y Lynn W. Andrews. Yo también estudié textos del Dr. Papus, Elyphas Levy, Hermes Trismegisto, entre otros antiguos. He usado este reglamento de manera privada y secreta durante mucho tiempo. Ahora lo hago público, quien lo necesite y tenga poder suficiente puede usarlo y trabajar con él. No necesitamos compañeros humanos, maestros ni testigos, más allá del espíritu no hay amigos; recuerde, en cuestión de afecto siempre serán mejores el vampiro y el ácaro de la sarna.

*En un video de YouTube titulado “Ex miembro Illuminati…” Ronald Bernard, ex banquero europeo, narra cómo fue sometido a rituales para atacar la compasión en la Congregación Illuminati Luciferina, y luego de una enfermedad vio la esfera luminosa.

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El solsticio de invierno

El solsticio de invierno corresponde al instante en que la posición del Sol en el cielo se encuentra a la mayor distancia angular negativa del ecuador celeste. Dependiendo de la correspondencia con el calendario, el evento del solsticio de invierno tiene lugar entre el 20 y el 23 de diciembre todos los años en el hemisferio norte, y entre el 20 y el 23 de junio en el hemisferio sur. El significado o interpretación de este evento ha variado en las distintas culturas del mundo, pero la mayoría de ellas lo reconoce como un período de renovación y re-nacimiento, que conlleva festivales, ferias, reuniones, rituales u otras celebraciones.

La palabra solsticio se deriva del latín sol (‘Sol’) y sístere (‘permanecer quieto’).

El solsticio por sí mismo puede haber sido un momento especial del ciclo anual del año, incluso durante el periodo neolítico. Eventos astronómicos controlados en la antigüedad, como el apareamiento de los animales, la siembra de los cultivos y la medición de las reservas entre las cosechas de invierno muestran cómo las diferentes mitologías y las tradiciones culturales han surgido. Esto es comprobado por la física que se mantiene en los diseños de finales del Neolítico y la Edad de Bronce, como en los sitios arqueológicos de Stonehenge (en Gran Bretaña) y Nueva Grange (Irlanda).

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Los principales ejes de ambos monumentos parecen haber sido cuidadosamente alineados sobre una línea de vista que apunta a la salida del sol del solsticio de invierno (Nueva Grange) y la puesta del sol del solsticio de invierno (Stonehenge). Significativo respecto de Stonehenge es el hecho de que la Gran Trilithon se erigió desde el centro hacia el exterior del monumento, es decir, su buena cara plana se volvió hacia la salida del sol de pleno invierno.

El solsticio de invierno puede haber sido inmensamente importante porque las comunidades iban a ser privadas de muchas cosas durante el invierno, y tenían que estar preparados en los últimos nueve meses. El hambre era común en invierno, entre enero y abril, también conocida como «meses de la hambruna». En los climas templados, el festival de pleno invierno fue la última fiesta de celebración, antes del comienzo del invierno. La mayoría de los animales eran sacrificados para no tener que alimentarlos durante el invierno, por lo que prácticamente era el único momento del año para el suministro de carne fresca disponible. La mayoría de vino y cerveza durante la cosecha anual estaba finalmente fermentada y lista para beber en este momento. Lo más intenso de la observancia no siempre era en el día que comienza (a la medianoche o al amanecer), pero al comienzo de la era pre-románica, empezó a caer en la víspera anterior.

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Celebraciones en el hemisferio norte

Soyal:  Zuñi y Hopi, América del Norte.

Soyalangwul es la ceremonia del solsticio de invierno de Zuñi y la Hopitu Shinumu, «Los pacíficos», también conocido como indios hopi. Se celebra el 21 de diciembre, el día más corto del año. El objetivo principal de la ceremonia ritual es para que el sol vuelva de su largo letargo invernal. Asimismo, marca el comienzo de otro ciclo de la Rueda del Año, y es un tiempo de purificación. Pahos (palos de oración) se hacen antes de la ceremonia Soyal, bendiciendo a toda la comunidad, incluyendo sus casas, animales y plantas. Las kivas (cámaras subterráneas sagradas rituales) se abren en un ritual para marcar el comienzo de la temporada Kachina37 38

Wayeb: Calendario maya y Wayeb.

Wayeb 'o Uayeb, es un mes de 5 días para completar el año maya, son cinco días de la Haab, calendario solar maya. Este es un periodo especial y las personas efectúan rituales como limpiar y adornar sus casas o asear sus cabelleras. Estos días son complementarios para el tiempo astronómico, y para complementar el ciclo de 365 días. Este calendario está ligado a las actividades agrícolas, que lleva la cuenta de los tiempos de las estaciones, los ciclos de lluvia, la época de siembra y cosecha del sagrado maíz como alimento dado por el corazón del cielo y de la tierra; los ciclos de caza, pesca. También para llevar el control de plagas y enfermedades en las cosechas. (Folleto del Ministerio de Cultura y deportes de Guatemala publicado en el 2010).

La rituales de la Ronda de Calendario que se celebraban al final de cada 52 años (coincidencia de los tres calendarios mayas), con 4 Wayeb a 1 Imix 0 Pop, con todos los fuegos extinguidos y una nueva ceremonia del fuego que simboliza un nuevo comienzo.

La próxima ronda de Calendario será en el solsticio de invierno de 2012, comenzando una nueva baktun. Observaciones HAAB aún están en poder de las comunidades mayas en las tierras altas de Guatemala.

Japón:

A finales del siglo VII, en Japón se organizaron fiestas para enaltecer el resurgimiento de Amaterasu o Amateras, la diosa del sol de la mitología japonesa, después de su reclusión voluntaria en una cueva en protesta por los insultos de su hermano. Engañada por los otros dioses, ella busca a ojeadas y encuentra la imagen de sí misma en un espejo y es convencida por los otros dioses para volver, con lo que la luz solar regresa de vuelta al universo. Se celebra réquiem por los muertos, manzai y Shishimai durante toda la noche, a la espera de la salida del sol. Aspectos de esta tradición han continuado hasta el día de hoy en el Año Nuevo.

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Europa:

Navidad, Natalis Dómini (siglo IV en Roma, siglo XI en Inglaterra)

La Navidad es una de las más populares celebraciones cristianas, así como una de las más reconocidas a nivel mundial. La Navidad conmemora el nacimiento de Jesucristo, considerado por sus seguidores como el propio Dios encarnado

El nacimiento se celebra el 25 de diciembre, día en que se festejaba el solsticio de invierno cuando se creó el calendario juliano.15 En los últimos cien años, varias iglesias cristianas han reconocido que en esta fiesta se integran elementos folclóricos de diversas culturas, y permiten que gran parte del folclore y las fiestas paganas locales se conjuguen dentro de la festividad. Hasta la actualidad, en este día se celebran antiguos festivales como Koleda (Коледа) y Karácsony en muchas partes de Europa, que no están relacionados con la Natividad cristiana. Las actividades más comunes incluyen el canto de villancicos alrededor de un «Belén» (una representación del nacimiento de Jesucristo), una misa de medianoche entre el 24 y el 25 de diciembre, una fiesta familiar con comidas típicas, y a veces la entrega de regalos ―una tradición de san Nicolás de Bari― entre los presentes, a la hora de la medianoche.

Las luces en navidad:

La costumbre de conmemorar las fechas navideñas con árboles de Navidad, se inicia a mediados del siglo XVIII en hogares alemanes de clase alta. Estos, progresivamente se fueron decorando con velas adheridas a ramas y hojas por medio de cera derretida o con simples agujas. Progresivamente, fueron adaptándose portavelas, farolillos igualmente iluminados por velas de cera y finalmente se pasó a iluminación eléctrica a principios de la década de los 1880.1

Los árboles de Navidad decorados con luz se establecieron en Inglaterra durante el reinado de la reina Victoria y se extendieron a través de la emigración hacia Norteamérica y Australia. En su Diario de la víspera de Navidad de 1832, el en aquel momento príncipe de 13 años escribió, "después de cenar fuimos a la habitación de dibujar, al lado del comedor. Ahí había dos grandes mesas redondas donde habían colocado dos árboles con luces y adornos de azúcar colgando. Todos los adornos estaban dispuestos alrededor de los árboles.". Hasta que no fue posible disponer de electricidad asequible en los primeros años del siglo XX, las velas de cera fueron de uso común, siendo en algunas culturas aún habituales.

En el Reino Unido, las guirnaldas eléctricas son conocidas como "fairy lights" o luces de Hadas. En 1882, El teatro Savoy, en Londres fue el primer edificio en el mundo totalmente electrificado. Sir Joseph Swan, el inventor de la bombilla de luz incandescente, subministró alrededor de 1200 bombillas, y un año más tarde, el propietario del teatro Savoy, Richard D'Oyly Carte, vistió con guirnaldas luminosas las hadas protagonistas en la noche de presentación de la Opera Iolanthe2 de Gilbert and Sullivan el 25 de noviembre de 1882. El término "Fairy lights" o luces de Hadas se viene usando en el reino unido desde entonces.

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El primer árbol de Navidad iluminado eléctricamente fue creación de Edward H Johnson, un inventor asociado a Thomas Edison. Cuando este era vice presidente de Edicon Electric Light Company, empresa predecesora de la actual. Con Edison Electrical Utility, creó bombillas especiales para ese uso. Éste mostró orgulloso su árbol de Navidad, decorado con un total de 80 bombillas de color rojo, blanco y azul cableadas a mano del tamaño de una nuez, el 22 diciembre de 1882, en su casa de la quinta avenida de Nueva York. Los periódicos locales ignoraron tal evento al asociarlo a una treta publicitaria. Sin embargo, apareció una reseña en un periódico de Detroit, por lo que Johnson ha sido reconocido como el padre de las Luces de Navidad Eléctricas para árboles. A principios de los 1900, se podían empezar a ver comercios con esas mismas guirnaldas detrás de sus escaparates. A pesar de ello, este tipo de material fue demasiado caro para la mayoría de la población, por lo que en la mayoría de casos no se remplazarían las velas hasta mediados de 1930.

En 1895, el presidente de los EUA, Grover Cleveland, Patrocinó el primer árbol de navidad iluminado eléctricamente en la Casa Blanca. Un hermoso espécimen, que sirvió de fondo para más de un centenar de bombillas multicolor. Las primeras luces de navidad, guirnaldas con 8 casquillos, fueron producidas por General Electric Co, en Harrison, Nueva Jersey. Cada Casquillo, portaba una bombilla de filamento de carbono de 2 candelas en miniatura.

A partir de que, los árboles de Navidad iluminados eléctricamente de interior, se propagaron con entusiasmo en EUA y otros países. San Diego en 1904, Appleton, WI en 1909 y Nueva York en 1912 constan como los primeros registros de en tal costumbre en exterior. McAndenville3 en Carolina del Norte, reclama ser reconocida como la primera en 1956. La biblioteca del congreso de los EUA, acredita que la ciudad fue la impulsora de la tradición de decorar árboles de hoja perenne en 1956, cuando el club de hombres de McAndenville, concibió la idea de decorar algunos árboles alrededor del centro comunitario de la ciudad. No obstante, el Albor de Navidad del Centro Rockefeller ha sido decorado con luces desde 1931. Pero en realidad no tubo luces eléctricas hasta 1956. Por otra parte, el espectáculo de luz de Navidad de Philadelphia y el árbol de Navidad de Disney's también empezaron en 1956. A pesar de que General Electric patrocinó competiciones de iluminación entre comunidades durante la década de 1920, hasta mediados de los 1950 no se empezó a utilizar de forma habitual en los hogares medios Americanos.

Desde entonces, las guirnaldas luminosas han ido diversificando sus usos más allá de los meros árboles de Navidad pasando a decorar entradas, patios, cornisas, techos, porches en viviendas y comercios. Más recientemente gran cantidad de edificios y rascacielos han sido decorados con manguera de luz, utilizando el encendido y apagado sincronizado de sus partes como elemento espectacular en grandes ceremonias de luz.

A mediados de la primera década del año 2000, un vídeo del domicilio decorado de Carson Williams fue ampliamente distribuido por internet de forma viral. Creó tal impacto social que fue retransmitido por una gran cantidad de cadenas de televisión como The today show de NBC, Inside edition o Las noticias de la noche de la cadena CBS y se utilizó dentro de la publicidad corporativa de la cadena Miller Television. El vídeo incluía imágenes de un centro comercial iluminado con 250.000 lámparas, así como parques y zoos.

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Tambores y clarines

El signo del guerrero

Cóndor negro de cuello blanco soy, ave rapaz

Aún con el pico de bronce yo tengo un asta

Con los ojos vendados me arreglo, yo soy capaz

Con las patas me aferro erguido al toro de casta.

Mundos creo al aleteo de una sola ala

Con ojos abiertos me enfrento a la luz del Águila

El secreto del planeo de noche oigo que habla

Si lo cree fácil que escale y llegue a mi casa.

Quien quiera conocer mis hachas ensangrentadas

El peñasco donde anidan mis alas mágicas

Que escale de sus deseos la propia montaña

Y encuentre cerca a la cima la grieta extraña.

Yo soy el cóndor y anido esa grieta sacra

Vuelo siempre entre víctimas de holocausto

Tomo del sacrificio el olor que sangra

Humo negro, perfume casto.

Soy el que recuerda y guarda para después

Traigo mis ropas de saliva, carbón y tierra

Vengo pintado y he afilado mis armas pues

Desde el cielo retumba fuerte un tambor de guerra.

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Oda a la energía

¡Energía, energía, energía!

Iluminando mis noches, alimentando mis días

Energía del molino de viento

De las piedras del río moliendo

Arando, sudando, subiendo y gritando

Las líneas de fuego en el aire volando

Y los astros brillantes radiando

¡Energía, energía, energía!

Energía de perfiles helicoidales

Rayos ordenados, pueblos ancestrales

Furia cósmica de dioses paralelos

Y la herencia de los hijos, los padres, los abuelos

Duras fuerzas opuestas junto al eje rotando

Desde el sueño del mundo

Hasta el cielo alumbrando

¡Energía, energía, energía!

Magnífica silueta de hélice porfiando

Entre el mar, caos oscuro, sin peso de metal

Pero igual que el acero tan brillante y letal

Así como el camino por donde voy cantando

De la vida a la muerte, de la noche a la vida

Cuerda de oro imantado desde el sueño tendida

¡Energía, energía, energía!

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Tabla de contenido

Nº Título Página

1 Justificación: Las explicaciones…………………………………..22 El vínculo, Las taras de la cultura………………………………...43 El mundo que conocemos…………………………………………74 La historia personal, la importancia personal y la compasión…...115 Tolteca: El que cultiva los misterios……………………………..166 La regla del nagual……………………………………………….227 Reglamento Interno………………………………………………238 El solsticio de invierno…………………………………………...249 Tambores y clarines………………………………………………29

Nota: Los textos y comentarios sobre la obra de Carlos Castaneda, y la ilustración de la portada, Coatlicue Máxima en blanco y negro, son de Leonardo Rengifo.

El texto sobre el Solsticio de invierno fue tomado de Wikipedia.

Las ilustraciones a color son tomadas de los archivos de Google.

Recomendaciones: Visitar los videos y canales web de David Pastorisa, la página www.cosmicgaia.sofía.com, y los videos de Jaime Maussan momias de Nazca.

Tolteca:

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Culto de soñadores.

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