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6ª clase 2018 Introducción al concepto de sexualidad humana II
OBJETIVOS
• Desarrollo libidinal: etapa fálica, complejo de Edipo
- ingreso a la triangulación edípica
- identificaciones y elección de objeto de amor
- la angustia de castración
- prohibición y renuncia edípica, amnesia infantil
- desarrollo en la niña y el niño: diferencias
- la formación del Superyo; la culpa inconciente
- salida de la conflictiva edípica infantil
- conflictiva edípica: su impronta en la cultura
• Introducción al concepto de neurosis
• neurosis histérica
• neurosis de angustia o fóbica
• neurosis obsesiva
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La triangulación - El conflicto de Edipo Existe una distancia entre las experiencias concretas y la forma que toman, tanto la
estructura psíquica como la personalidad, vinculadas con esas experiencias. En cada
sujeto, estas combinaciones son singulares y diferentes, únicas. Para la forma que toma
la personalidad, debe considerarse que siempre hay más de un factor que influye, y que
éstos se combinan entre sí; dicha forma es resultante del conjunto, aún si, en algunos
casos, hubo un factor que influyó muy intensamente y definió algún rasgo.
La madre siempre tiene en su psiquismo, un objeto que, al no ser ella ni el niño, tiene
la característica de funcionar como un tercero en la relación, ocupa un lugar tercero
que es simbólico, de consecuencias fundamentales. Una de las cosas que puede
suceder en la vida de un niño, es que sea su padre quien ocupe ese lugar; no solo no
siempre es así, ni es lo único que importa.
Esto significa que la cierta triangularidad está presente desde el inicio de la vida. La
existencia de ese “otro” objeto no necesariamente tiene que ver con una relación de
pareja, que es solo una alternativa posible. Por lo pronto, la madre tiene como objeto
en su inconciente a su propio padre, aún si no tuvo un “papá”, ya que el inconciente no
solo se estructura en base a experiencias realmente vividas: toda mujer sabe que su
madre ha tenido a un hombre que la fecundó. Si no lo conoció, cubre su ausencia con
fantasías, y tendrá un lugar en su psiquismo de todos modos. Es decir, habrá una
triangularidad en la organización del psiquismo de la madre, y el bebé está en contacto
con esa característica, al estar en contacto muy íntimo con su madre.
En un período particular del desarrollo, la triangularidad ocupa el centro de la
dinámica psíquica, de la conflictiva. Sentimientos intensísimos, tanto de amor como
de hostilidad hacia los padres, entran en juego. La triangularidad se combina con los
conflictos vinculados con el deseo de posesión exclusiva del objeto. Derivan en un
deseo cuyo contenido, cuyo significado inconciente, es incestuoso, y que puede
dirigirse al progenitor del sexo opuesto o el del mismo sexo.
Lucha por la posesión exclusiva del objeto de amor: caracterizada por un correlato
afectivo formado por rivalidad, celos y sentimiento de exclusión, que ponen de
manifiesto la dramática edípica.
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En la obra de Freud, publicada hace ya un siglo, las ideas sobre la estructuración de la
psicosexualidad tenían una fuerte marca de época. Las vamos a ver y luego, las de
autores posteriores.
La diferencia anatómica puede ser conocida y aceptada sin atribuirle mayor
importancia, pero solo hasta cierto punto del desarrollo. En algún momento, esta
diferencia se inviste conflictivamente: es el momento en que a los varones les “cae la
ficha” de que no todos tienen pene como él, que las nenas no tienen. Eso, cuando la
diferencia anatómica fue investida con todas sus consecuencias. Numerosas canciones
y cuentos infantiles de otras épocas, hablan de la amenaza de castración en términos
concretos; su expresión fue muy corriente en cuentos y leyendas. Un aspecto esencial
del significado de la castración, es que nadie “lo tiene todo”, que el ser humano no es
“completo”. Quiere decir que, para los fines de su sexualidad adulta, necesitará
vincularse con un otro, también “incompleto”.
El niño cuyo desarrollo es heterosexual, por el anhelo de posesión exclusiva, rivaliza
con el padre por la posesión de la madre. Cuando la percepción de la diferencia es
investida con su verdadero carácter de hecho radical, crítico e irreversible, la rivalidad
con el padre, incipiente al inicio, toma un carácter diferente, casi trágico. El varoncito
cae en la cuenta de que su pene, ese órgano tan preciado, podría correr peligro, ya
que, al fin y al cabo, algo les pasó a las nenas… que podría pasarle también a él! Teme
perder su pene, porque el padre se vengaría por la rivalidad, y lo castraría. Este
complejo desencadena la angustia de castración.
La diferencia anatómica está presente en la cultura, también en muchos casos, hubo
una observación directa de los genitales: por todo ello, niños y niñas tienen una
percepción o una concepción del pene, y de lo que, en las ideas de Freud, interpretan
como “ausencia de pene” en las niñas. Clasifican a las personas en términos de fálico,
que significa “completo”, o castrado, “incompleto”.
“Tener” o “no tener” constituye la problemática central en el nivel afectivo.
Característica fundamental en esta etapa del desarrollo, puede persistir aún toda la
vida como un conflicto de la máxima importancia.
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En esta etapa se intensifican la curiosidad infantil (que existe casi desde el inicio) y la
búsqueda de placer, que estimulan e intensifican la masturbación. Ésta se acompaña
de fantasías cuyo contenido refleja la conflictiva del momento; en base a ellas se
estructuran las teorías sexuales infantiles. Temor o angustia de castración del niño : por
ella, renuncia a la aspiración de poseer a la madre y así sale de la conflictiva edípica.
La niña: en esta formulación de Freud, no tiene nada que perder en ese plano, y su
desarrollo toma un camino diferente, ya que siente resentimiento hacia la madre por
haberla hecho “sin pene”, incompleta.
La niña: se aleja de la madre por el resentimiento y se acerca al padre, “haciendo”
como la madre (identificación con ella), que no tiene pene pero tiene al padre. Se aleja
por el resentimiento, pero también por amor a la madre, y por temer la pérdida de su
amor (si persistiera su deseo por el padre y de excluir a la madre, desplazándola). La
salida es diferente en niños y niñas, en ellas persiste el deseo por el padre por más
tiempo. La niña ingresa en el Edipo, al momento en que el varón, sale de dicha
conflictiva. Distintas teorías debaten sobre la salida del complejo en la mujer, Freud
pensaba que la realidad le iba mostrando a la niña, paulatinamente, lo imposible de su
deseo, y que ese factor la empujaba hacia la salida del complejo, juntamente con la
búsqueda de un objeto de amor por fuera de la familia.
La prohibición edípica
Los niños y niñas, cada uno a su manera, renuncian a la posesión exclusiva de la madre,
al mismo tiempo (el varón por la angustia de castración, la niña por resentimiento
hacia la madre y su acercamiento al padre, a desearlo). Desde el inicio, se construyen
límites en el psiquismo, como resultante del vínculo del niño con los padres. Pero
cuando culmina la conflictiva edípica, y bajo la forma de una fuerte represión, al
incorporar la prohibición edípica (que es la contracara de la renuncia), ésta pasa a
formar un eje central de su dinámica psíquica. Se establece una separación mucho más
marcada entre la conciencia y lo inconciente, y se consolida una instancia psíquica, el
Superyo.
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La formación del Superyo Hacia el final de la etapa de fálica o genital infantil, las normas morales de los padres,
combinadas con una imagen de sus cuidados, y la imagen de los ideales que se han
desarrollado en el niño, son incorporadas y sentidas como algo ya no proveniente del
afuera sino como propio, constituyendo el llamado Superyo. El Superyó es una
instancia psíquica compuesta por el ideal (lo que la persona quiere ser) más una
función particular: el imperativo moral, que juzga al Yo en forma permanente,
comparándolo con ese ideal. En el plano del desarrollo y sus conductas, esto se refleja
en que finaliza la etapa fálica y tiene lugar el pasaje a la latencia. Los niños toman las
características y cualidades del Superyo de los padres, por encima de la propia
experiencia vivida con ellos.
Establecimiento de la Ley, la culpa inconciente
El Yo es comparado y medido permanentemente por parte del Superyo, según el ideal.
El deseo inconciente quedará estructuralmente ligado a la prohibición, sobre el modelo
de la prohibición edípica de poseer a la madre en forma exclusiva. Sobre la base del
complejo de castración, en el psiquismo se instaura la Ley, sentida como impuesta por
el Padre, aunque en realidad, la Ley representa las reglas emanadas del conjunto. El
respeto a las reglas, la capacidad de renuncia y la búsqueda de desarrollar alternativas
valoradas socialmente, varían de un individuo a otro.
Un desarrollo posible: que se renuncie a la posesión del objeto primario y se desplace
el deseo sobre otro objeto, como corolario de la incorporación de la prohibición.
Pero la estructura básica de la conflictiva edípica, persiste siempre en el fondo del
inconciente, siendo fuente de angustia y culpa. Sentimientos de angustia y culpa: los
primeros surgen por la castración (tenemos angustia frente a los límites, y a la
posibilidad de ser castrados en forma simbólica), y la culpa por los deseos hostiles que
una vez se tuvieron, y que no se disipan nunca del todo; tampoco lo hacen los
sentimientos de celos, rivalidad y exclusión, que pueden disminuir mucho pero sin
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desaparecer nunca completamente; sobre todo, dejan de ser un problema central del
sujeto. La intensidad de la culpa y de la exigencia superyoica, muestran que los deseos
iniciales se mantienen en lo inconciente, con cierta intensidad e eficacia; aún si la
conflictiva edípica infantil fue superada y dio paso a la etapa siguiente.
Las identificaciones
Llamamos “objetos primarios” a los padres en las etapas del desarrollo infantil, y
también a la imagen inconciente de ellos que se forma en el psiquismo de los niños.
Como resultado de la relación con esos “objetos primarios”, el Yo del niño toma rasgos
de ellos, interiorizándolos. Su Yo desarrollará su propia “forma”, sus características
propias, en base a esos rasgos tomados de los objetos, que se combinarán con otras
identificaciones.
La imagen del objeto es modificada al matizarse, por combinación con otras imágenes
que van quedando registradas en el inconciente. Al establecerse una identificación, se
expresa el deseo de “ser como”. Al mismo tiempo, el Yo adquiere una mayor
autonomía respecto del objeto, mientras se proyecta en un futuro, concibiéndose
parecido (o “igual”) y separado de él. Las identificaciones reflejan los afectos presentes
en la relación con el objeto, tanto los de amor como los de odio. El conocimiento
popular compara a hijos y padres, sobreentendiendo que se van a parecer y/o a
diferenciar, en proporciones diversas.
Amnesia infantil – Tendencia exogámica
Manifestación de la interiorización de la prohibición edípica, la llamada “amnesia
infantil”, es una ola de represión que coincide con la declinación del complejo de Edipo,
y la entrada en el período de latencia. No Implica un borramiento total de recuerdos,
sino una escasez de ellos. Puede revertirse, ya que no es una abolición o una falta de
fijación de recuerdos, sino el efecto de una represión; los recuerdos quedan en lo
inconciente. La represión, que afecta a la sexualidad infantil, se extiende a la casi
totalidad de los acontecimientos de la infancia.
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Monto de la represión adecuado: el niño entra en la latencia, pudiendo disponerse
favorablemente para el aprendizaje de la escolaridad (que incluye las normas de
convivencia), que requiere de un apaciguamiento de los impulsos sexuales. Si la
represión es excesiva, habrá una tendencia a la inhibición (los niños parecen
“adultitos”, prematuramente). Si es escasa, el niño tendrá una tendencia a la
excitación, con dificultades para aprender y asimilar normas de conducta. El correlato
directo de la incorporación de la prohibición, como otra cara de una misma moneda, es
que permitirá la salida del núcleo familiar en la adultez: un desarrollo exogámico. Lo
contario es la permanencia en el seno de la familia, sin una salida de ese otro tipo.
Complejo de Edipo: componentes positivo y negativo
Identificaciones: se establecen predominantemente con uno u otro progenitor (del
mismo sexo o del sexo opuesto), orientando el deseo sexual hacia el sexo opuesto o el
mismo sexo, correspondientemente.
También puede haber un predominio de la identificación consigo mismo: el propio Yo
constituye el centro del interés sexual. Es una variante llamada narcisística.
Varón identificado con el padre (en lo inconciente): “soy varón como papá es varón,
haré como él, tendré a una mujer que no será mamá, pero será una mujer como hizo él
(que eligió a una mujer como objeto sexual, objeto de amor)”.
La niña se orienta hacia al padre con el sentimiento “soy mujer como mamá, haré
como ella y me orientaré hacia papá, cuando sea grande voy a casarme con él como
hizo ella”
Estas variantes se llaman “Edipo positivo”. Variante contraria: se llama “Edipo
negativo”, la identificación es con el progenitor del sexo opuesto, y la orientación del
deseo sexual hacia el del mismo sexo. Todo ser humano tiene ambos componentes (o
vertientes) edípicos, en la gran mayoría de los casos predomina uno de ellos.
Identificaciones matizadas, salida del Edipo en la mujer
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Las dos variantes edípicas se combinan para favorecer la formación de identificaciones
matizadas: se toma algo del objeto, pero por combinación con algo del otro objeto, es
transformado en algo original y distinto.
La salida del complejo de Edipo de la mujer es materia de debate. Freud pensaba que
se consolidaba paulatinamente y en gran medida, por la frustración, ya que el deseo no
se puede realizar. Algunos autores dan importancia a la renuncia edípica, en la mujer,
por amor a la madre, junto con el temor de perder su amor. Otros proponen que la
salida definitiva tiene lugar al concretarse la relación heterosexual de pareja.
La formación de la identidad sexual femenina es más compleja que la masculina, pues
comienza en el vínculo con la madre, luego se acerca al padre, luego debe poder
alejarse de él. Varios autores propusieron teorías diferentes sobre el desarrollo de la
sexualidad de la niña, concebida por Freud a partir de lo que a ella le “faltaba”.
Distintas teorías sobre la sexualidad femenina
Melanie Klein, discípula de Freud, pensaba que las niñas tenían conciencia del interior
de su cuerpo y creían tener el vientre lleno de bebés (no veía tan importante lo que les
“faltaba”, sino las fantasías sobre lo que sí creían tener).
Otra teoría afirma que la niña tiene sensaciones provenientes de sus genitales. Que no
necesariamente se considera a sí misma como la “castrada”, sin pene, sino con sus
propios órganos, sensaciones y capacidades, y que las niñas, en su funcionamiento
femenino, se conciben con una gran capacidad psíquica receptiva y continente, sobre la
base, en parte, de la forma y funcionalidad de sus órganos genitales, tanto externos
como internos.
Algunos hombres homosexuales conciben la “completud” como residiendo en el
embarazo, y se sienten “castrados” frente a las mujeres embarazadas, vividas como
“completas”.
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En la cultura occidental, de predominio masculino, la mujer, tradicionalmente se ha
propuesto más bien como “objeto del deseo masculino”, y menos como sujeto de sus
propios deseos. En el último siglo, y sobre todo, en las últimas décadas, se observan
cambios en ese plano, con una revalorización de lo femenino y de la mujer, en su
integridad y su potencialidad subjetiva.
Definición de la identidad sexual, correlato afectivo
Identidad sexual: se define en un sentido heterosexual u homosexual, aunque en
algunos casos la identidad sexual responde a combinaciones de ambos tipos de rasgos,
con marcada inestabilidad de las identificaciones. Se considera una diversidad de
formas de sexualidad; algunas inclusive, con algo así como un borramiento de
caracteres femeninos y masculinos, más bien neutras.
El correlato afectivo de la etapa edípica son sentimientos de rivalidad, celos y exclusión,
reflejando la dramática edípica: la lucha por la posesión exclusiva del objeto. Estos
sentimientos forman parte de la afectividad humana, perduran toda la vida. Su
persistencia evidencia que la conflictiva edípica nunca finaliza del todo. Su intensidad
es inversa a la madurez emocional: una intensidad excesiva o escasa, revela una
dificultad en el desarrollo.
En algunas culturas se estimulan sentimientos, como por ejemplo el de rivalidad,
premiando la habilidad para sobresalir excluyendo a otros, y desvalorizando a quienes
no sobresalen.
En otras culturas en cambio, se valora la humildad, la reserva y la integración en la
comunidad, mientras se desalienta el triunfalismo y se condena la hostilidad. En el
mundo occidental prima el estímulo al individualismo, aunque con algunas diferencias
sociales. Por ejemplo, la solidaridad es un valor importante entre los que tienen
menos, y es en cambio es frecuentemente vista como debilidad entre los más
pudientes
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Condiciones que inciden en la conflictiva edípica
Formación de la personalidad: la conflictiva edípica puede rendir sus frutos cuando hay
un funcionamiento familiar que lo permite, basado en el reconocimiento, aceptación y
sostenimiento de dos diferencias: la sexual y la generacional, ambas como ejes
estructurales básicos. Si el ámbito humano que recibe al bebé no funciona en base a
estas dos diferencias, no habrá un desarrollo heterosexual. En algunos casos, aún el
desarrollo psíquico mismo puede fracasar.
Un ejemplo es el abuso sexual de niños (fracaso de la diferencia generacional, en el
sentido de la prohibición, a veces también de la sexual).
Si no hay diferencia sexual, hay confusión. Si “todo da igual”, la percepción de la
diferencia anatómica no juega ningún papel, la ilusión de “completud” puede persistir
sin límite, en detrimento del sentido de realidad.
En el seno del debate sobre sexualidad y género, en muchos ámbitos se postula que lo
que importa es el género, y no el sexo anatómico:
OMS: «Género» se refiere a los roles socialmente construidos, los comportamientos,
actividades y atributos que una sociedad dada considera apropiados para los hombres
y las mujeres. «Masculino» y «femenino» son categorías de género. Esta concepción
permitió que se considerara el cambio de identidad, siguiendo el género y quitando
importancia al sexo anatómico.
El complejo de Edipo en la cultura
La conflictiva edípica se apoya en un parámetro cultural universal: el tabú del incesto.
Éste consiste en una regla básica, una prohibición, que define quienes pueden
mantener relaciones sexuales entre sí, y entre quienes están prohibidas.
Todas las culturas humanas se organizan alrededor del tabú, aunque su forma
particular varía de una cultura a otra. No tiene ninguna base natural, es un pacto o
acuerdo entre los seres humanos para funcionar de cierto modo, es una regla básica y
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por lo tanto de orden cultural. Tampoco la identidad sexual tiene una base natural,
aunque algunos sostienen que la heterosexualidad sí la tiene, y no así las demás.
Primer concepto de perversión de Freud
Las diversas corrientes pulsionales pueden no confluir: en ese caso, el comando de la
vida sexual adulta puede ser tomado por una pulsión parcial. La forma de satisfacción
sexual que ocupa el centro de la vida sexual (ligada a una zona erógena, al contrario de
la confluencia de la totalidad de las corrientes pulsionales), pone en evidencia la
característica infantil de la sexualidad (fragmentaria, objeto contingente)
Per verso, en latín, significa “por otro camino”. Esta conceptualización de Freud no
tiene ningún matiz peyorativo, ni está asociado a la maldad o lo maligno. Significa,
simplemente, que se trata de un camino de estructuración de la psicosexualidad
diferente al edípico. La psicosexualidad puede combinar tendencias parciales con otras
más adultas, más integradas: una combinación entre amor al objeto y un uso del
mismo, en proporciones que varían según cada caso.
Las neurosis
En 1769, el médico escocés William Cullen llamó neurosis, a los trastornos sensoriales
y motores causados por enfermedades del sistema nervioso. La definición abarcaba
diferentes cuadros, pero algunos se asemejaban a lo que los griegos denominaban
histeria.
Neurosis: son afecciones patológicas, expresan simbólicamente un conflicto
inconciente de raíz infantil. Constituyen un “compromiso” entre deseo y defensa.
Tienen su punto de fijación en la etapa fálica. Una falla de la represión da lugar a
síntomas: el Yo no se reconoce en ellos, los padece y los critica, le son egodistónicos,
pero no puede dominarlos.
Freud fue el primero que logró desentrañar el significado de los síntomas neuróticos y
curarlos, aplicando su método terapéutico. Dejó detallados historiales clínicos de
pacientes que padecían de este tipo de enfermedad, a las que llamó neurosis histérica,
obsesiva y fóbica o de angustia
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La histeria
Antiguamente, se la mencionaba en papiros egipcios. Platón, y luego Hipócrates,
hablaban de la histeria, atribuyéndola al útero. Según creían, migraba por el cuerpo
dando síntomas cuando llegaba a la parte superior. Pero admitían que los hombres
podían padecerla. Galeno, médico romano (s. II), pensaba que era causada por la
privación sexual en mujeres pasionales, y recomendaba casarse a las solteras que la
padecían.
Jean Marie Charcot y otros (s. XIX), aplicaban la hipnosis para hacer hablar a las
pacientes histéricas, de lo que no recordaban conscientemente, con la idea de que
descargarían los conflictos que las enfermaban. En ese siglo se pensaba que la histeria
era causada por represión del deseo sexual: si bien no es lo mismo que la privación
sexual, en que pensaba Galeno, lo cierto es que se trataba con lavajes vaginales, así
como masajes manuales de los genitales, con que los médicos intentaban provocar
orgasmos en sus pacientes.
La medicina solo disponía de métodos físicos para el tratamiento de la frigidez. La
electricidad comenzó a poder utilizarse en las viviendas desde comienzos del siglo XX:
los vibradores eléctricos (1910) se inventaron varios años antes que la aspiradora y
otros artefactos para el hogar.
Freud entendió los significados de los conflictos inconcientes que se hallaban en su
base, y por primera vez, pudieron ser curados a través de su método terapéutico, a
través de la palabra (una paciente de Freud le puso un nombre, la”talking cure”).
La histeria, en la mujer, se basa en un punto de fijación libidinal en la relación con el
padre. Es decir, no se produjo una adecuada “salida” del Edipo. Esta fijación
inconciente tiñe, con su significado incestuoso, gran parte de la sexualidad o casi toda:
la represión actúa, haciendo prohibida TODA LA GENITALIDAD. Esta neurosis revela no
solo una falla de la represión de los impulsos hacia el padre, sino alguna dificultad
previa en la relación con la madre (una frustración), más inconciente. Las dificultades
en la sexualidad genital (ej.: frigidez), son síntomas frecuentes. Puede obstaculizar el
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establecimiento mismo de una relación de pareja, o bien resultar, la relación misma,
muy conflictiva.
También hay rasgos histéricos de personalidad: todo puede estar erotizado, menos los
genitales. La seducción intensa es una característica central, pero derivará
inevitablemente en frustración, porque la otra cara de la moneda es la tendencia a
frustrar (por la represión del placer sexual). El conocimiento popular se hace eco de
esta problemática, a través de expresiones como “histeriquear”
La neurosis fóbica
Freud recibió la consulta de un padre preocupado por su hijo de cinco años, “Hans”,
quien había desarrollado un intenso temor a ser mordido por un caballo, y no quería
salir de la casa por ese temor (fobia). Hablaba con el padre del niño, y le transmitía sus
ideas. Pero era el padre quien trataba con el niño mismo, en el intento de ayudarlo con
lo que le pasaba. era un caso de conflicto edípico: el niño estaba muy celoso porque la
madre estaba embarazada, lo que aportó a su conflictiva una hostilidad inconciente de
cierta importancia. En su caso, teñida de oralidad. La rivalidad con el padre lo
atemorizaba (complejo de castración): desplazó la imagen del padre en la del caballo, y
el temor a ser castrado (por sus impulsos hostiles), según la modalidad oral, en ser
mordido
Mecanismo central en las fobias: un desplazamiento del objeto fobígeno en otro
(serpientes, arañas, perros, a veces el agua, espacios abiertos o cerrados, la sexualidad,
ciertas comidas, manejar automóviles, las alturas, etc.)
La neurosis obsesiva
Característica central: se produce una regresión, desde lo edípico, hacia la etapa anal.
Conflicto psíquico: se expresa por síntomas compulsivos (como ideas, obsesiones,
actos, etc.), rumiación y dudas, que llevan a una parálisis del pensamiento, a una lucha
inagotable entre impulsos opuestos. El Superyo es particularmente cruel, el significado
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básico de los síntomas expresa la lucha entre las tendencias expulsivas y retentivas, en
un intento por controlar los propios impulsos inconcientes
Los afectos son separados de las representaciones a las que realmente están ligados, y
desplazados sobre alguna otra o, aparentemente, anulados. Rasgos obsesivos de la
personalidad: perfeccionismo, control excesivo, rigidez emocional, dominación, avaricia
y/o generosidad exagerada (siempre incómoda para los demás), etc.