+ lectura del santo evangelio según san lucas 2, 16-21 ...a... · cosas, meditándolas en su...

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“La devoción a María no es una cortesía espiritual, es una exigencia de la vida cristiana. Contemplando a la Madre nos sentimos animados a soltar tantos pesos inútiles y a encontrar lo que verdaderamente cuenta. El don de la Madre, el don de toda madre y de toda mujer es muy valioso para la Iglesia, que es madre y mujer.” P. Francisco Lectura del libro de los Números 6, 22-27 El Señor habló a Moisés: “Dí a Aarón y a sus hijos, esta es la fórmula con la que bendeciré a los hijos de Israel: “ El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”. Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré”. Palabra de Dios. Salmo responsorial.- Sal 66 R/.QUE DIOS TENGA PIEDAD Y NOS BENDIGA. Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; Conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R./ Que canten de alegría las naciones, porque riges al mundo con justicia, Conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R./ Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, y gobiernas las naciones de la tierra. R./ Oh dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman todos los confines de la tierra. R./ Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 4-7 Hermanos: Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: “¡“Abba”, Padre!” Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios. Palabra de Dios. + Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 16-21 En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en un pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. Palabra del Señor. El año se abre con esta novedad. Y nosotros la proclamamos diciendo: ¡Madre de Dios! Es el gozo de saber que nuestra soledad ha sido derrotada. Es la belleza de sabernos hijos amados, de conocer que no nos podrán quitar jamás esta infancia nuestra. Es reconocerse en el Dios frágil y niño que está en los brazos de su Madre y ver que para el Señor la humanidad es preciosa y sagrada. Por lo tanto, servir a la vida humana es servir a Dios, y que toda vida, desde la que está en el seno de la madre hasta que es anciana, la que sufre y está enferma, también la que es incómoda y hasta repugnante, debe ser acogida, amada y ayudada. Dejémonos ahora guiar por el Evangelio de hoy. Sobre la Madre de Dios se dice una sola frase: «Custodiaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). Custodiaba. Simplemente custodiaba. María no habla: el Evangelio no nos menciona ni tan siquiera una sola palabra suya en todo el relato de la Navidad. También en esto la Madre está unida al Hijo: Jesús es infante, es decir «sin palabra». Él, el Verbo, la Palabra de Dios que «muchas veces y en diversos modos en los tiempos antiguos había hablado» (Hb 1,1), ahora, en la «plenitud de los tiempos» (Ga 4,4), está mudo. El Dios ante el cual se guarda silencio es un niño que no habla. Su majestad es sin palabras, su misterio de amor se revela en la pequeñez. Esta pequeñez silenciosa es el lenguaje de su realeza. La Madre se asocia al Hijo y custodia en el silencio. Y el silencio nos dice que también nosotros, si queremos custodiarnos, tenemos necesidad de silencio. Tenemos necesidad de permanecer en silencio mirando el pesebre. Porque delante del pesebre nos descubrimos amados, saboreamos el sentido genuino de la vida. Y contemplando en silencio, dejamos que Jesús nos hable al corazón: que su pequeñez desarme nuestra soberbia, que su pobreza desconcierte nuestra fastuosidad, que su ternura sacuda nuestro corazón insensible. Reservar cada día un momento de silencio con Dios es custodiar nuestra alma; es custodiar nuestra libertad frente a las banalidades corrosivas del consumo y la ruidosa confusión de la publicidad, frente a la abundancia de palabras vacías y las olas impetuosas de las murmuraciones y quejas. El Evangelio sigue diciendo que María custodiaba todas estas cosas, meditándolas. ¿Cuáles eran estas cosas? Eran gozos y dolores: por una parte, el nacimiento de Jesús, el amor de José, la visita de los pastores, aquella noche luminosa. Pero por otra parte: el futuro incierto, la falta de un hogar, «porque para ellos no había sitio en la posada» (Lc 2,7), la desolación del rechazo, la desilusión de ver nacer a Jesús en un establo. Esperanzas y angustias, luz y tiniebla: todas estas cosas poblaban el corazón de María. Y ella, ¿qué hizo? Las meditaba, es decir las repasaba con Dios en su corazón. No se guardó nada para sí misma, no ocultó nada en la soledad ni lo ahogó en la amargura, sino que todo lo llevó a Dios. Así custodió. Confiando se custodia: no dejando que la vida caiga presa del miedo, del desconsuelo o de la superstición, no cerrándose o tratando de olvidar, sino haciendo de toda ocasión un diálogo con Dios. Y Dios que se preocupa de nosotros, viene a habitar nuestras vidas. PAPA FRANCISCO (De la Homilía del Lunes 1 de enero de 2018) El año se abre en el nombre de la Madre de Dios. Madre de Dios es el título más importante de la Virgen. Pero nos podemos plantear una cuestión: ¿Por qué decimos Madre de Dios y no Madre de Jesús? Algunos en el pasado pidieron limitarse a esto, pero la Iglesia afirmó: María es Madre de Dios. Tenemos que dar gracias porque estas palabras contienen una verdad espléndida sobre Dios y sobre nosotros. Y es que, desde que el Señor se encarnó en María, y por siempre, nuestra humanidad está indefectiblemente unida a él. Ya no existe Dios sin el hombre: la carne que Jesús tomó de su Madre es suya también ahora y lo será para siempre. Decir Madre de Dios nos recuerda esto: Dios se ha hecho cercano con la humanidad como un niño a su madre que lo lleva en el seno. La palabra madre (mater) hace referencia también a la palabra materia. En su Madre, el Dios del cielo, el Dios infinito se ha hecho pequeño, se ha hecho materia, para estar no solamente con nosotros, sino también para ser como nosotros. He aquí el milagro, he aquí la novedad: el hombre ya no está solo; ya no es huérfano, sino que es hijo para siempre.

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“La devoción a María no es una cortesía espiritual, es una exigencia de la vida cristiana. Contemplando a la Madre nos sentimos animados a soltar tantos pesos inútiles y a encontrar lo que verdaderamente cuenta. El don de la Madre, el don de toda madre y de toda mujer es muy valioso para la Iglesia, que es madre y mujer.” P. Francisco

Lectura del libro de los Números 6, 22-27

El Señor habló a Moisés: “Dí a Aarón y a sus hijos, esta es la fórmula con la que bendeciré a los hijos de Israel: “ El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”. Así invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré”. Palabra de Dios.

Salmo responsorial.- Sal 66

R/.QUE DIOS TENGA PIEDAD Y NOS BENDIGA.

Que Dios tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; Conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R./ Que canten de alegría las naciones, porque riges al mundo con justicia, Conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R./ Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, y gobiernas las naciones de la tierra. R./

Oh dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman todos los confines de la tierra. R./

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 4, 4-7

Hermanos: Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial. Como sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: “¡“Abba”, Padre!” Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres

también heredero por voluntad de Dios. Palabra de Dios.

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 16-21 En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo hacia Belén y encontraron a María y a José, y al niño acostado en un pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho. Cuando se cumplieron los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. Palabra del Señor.

El año se abre con esta novedad. Y nosotros la proclamamos diciendo: ¡Madre de Dios! Es el gozo de saber que nuestra soledad ha sido derrotada. Es la belleza de sabernos hijos amados, de conocer que no nos podrán quitar jamás esta infancia nuestra. Es reconocerse en el Dios frágil y niño que está en los brazos de su Madre y ver que para el Señor la humanidad es preciosa y sagrada. Por lo tanto, servir a la vida humana es servir a Dios, y que toda vida, desde la que está en el seno de la madre hasta que es anciana, la que sufre y está enferma, también la que es incómoda y hasta repugnante, debe ser acogida, amada y ayudada.

Dejémonos ahora guiar por el Evangelio de hoy. Sobre la Madre de Dios se dice una sola frase: «Custodiaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,19). Custodiaba. Simplemente custodiaba. María no habla: el Evangelio no nos menciona ni tan siquiera una sola palabra suya en todo el relato de la Navidad. También en esto la Madre está unida al Hijo: Jesús es infante, es decir «sin palabra». Él, el Verbo, la Palabra de Dios que «muchas veces y en diversos modos en los tiempos antiguos había hablado» (Hb 1,1), ahora, en la «plenitud de los tiempos» (Ga 4,4), está mudo. El Dios ante el cual se guarda silencio es un niño que no habla. Su majestad es sin palabras, su misterio de amor se revela en la pequeñez. Esta pequeñez silenciosa es el lenguaje de su realeza. La Madre se asocia al Hijo y custodia en el silencio.

Y el silencio nos dice que también nosotros, si queremos custodiarnos, tenemos necesidad de silencio. Tenemos necesidad de permanecer en silencio mirando el pesebre. Porque delante del pesebre nos descubrimos amados, saboreamos el sentido genuino de la vida. Y contemplando en silencio, dejamos que Jesús nos hable al corazón: que su pequeñez desarme nuestra soberbia, que su pobreza desconcierte nuestra fastuosidad, que su ternura sacuda nuestro corazón insensible. Reservar cada día un momento de silencio con Dios es custodiar nuestra alma; es custodiar nuestra libertad frente a las banalidades corrosivas del consumo y la ruidosa confusión de la publicidad, frente a la abundancia de palabras vacías y las olas impetuosas de las murmuraciones y quejas.

El Evangelio sigue diciendo que María custodiaba todas estas cosas, meditándolas. ¿Cuáles eran estas cosas? Eran gozos y dolores: por una parte, el nacimiento de Jesús, el amor de José, la visita de los pastores, aquella noche luminosa. Pero por otra parte: el futuro incierto, la falta de un hogar, «porque para ellos no había sitio en la posada» (Lc 2,7), la desolación del rechazo, la desilusión de ver nacer a Jesús en un establo. Esperanzas y angustias, luz y tiniebla: todas estas cosas poblaban el corazón de María. Y ella, ¿qué hizo? Las meditaba, es decir las repasaba con Dios en su corazón. No se guardó nada para sí misma, no ocultó nada en la soledad ni lo ahogó en la amargura, sino que todo lo llevó a Dios. Así custodió. Confiando se custodia: no dejando que la vida caiga presa del miedo, del desconsuelo o de la superstición, no cerrándose o tratando de olvidar, sino haciendo de toda ocasión un diálogo con Dios. Y Dios que se preocupa de nosotros, viene a habitar nuestras vidas. PAPA FRANCISCO (De la Homilía del Lunes 1 de enero de 2018)

El año se abre en el nombre de la Madre de Dios. Madre de Dios es el título más importante de la Virgen. Pero nos podemos plantear una cuestión: ¿Por qué decimos Madre de Dios y no Madre de Jesús? Algunos en el pasado pidieron limitarse a esto, pero la Iglesia afirmó: María es Madre de Dios. Tenemos que dar gracias porque estas palabras contienen una verdad espléndida sobre Dios y sobre nosotros. Y es que, desde que el Señor se encarnó en María, y por siempre, nuestra humanidad está indefectiblemente unida a él. Ya no existe Dios sin el hombre: la carne que Jesús tomó de su Madre es suya también ahora y lo será para siempre. Decir Madre de Dios nos recuerda esto: Dios se ha hecho cercano con la humanidad como un niño a su madre que lo lleva en el seno.

La palabra madre (mater) hace referencia también a la palabra materia. En su Madre, el Dios del cielo, el Dios infinito se ha hecho pequeño, se ha hecho materia, para estar no solamente con nosotros, sino también para ser como nosotros. He aquí el milagro, he aquí la novedad: el hombre ya no está solo; ya no es huérfano, sino que es hijo para siempre.

70º ANIVERSARIO

AVISOS: � CAMPAÑA PERMANENTE PARA OBRAS. GOTERAS Y

MEJORAS EN EL TEMPLO. � Del 23 al 28 enero 2019: XXXIV Jornada Mundial

de la Juventud.

Las Matas. Madrid - Año XVI - nº 977 – 1 enero 2019 SANTA MARIA, MADRE DE DIOS– Ciclo C

Jornada Mundial por la Paz

SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

Santa María, Madre de Dios, nos ayuda y nos invita a comenzar con buen pie este Año Nuevo. Y, si es Año Nuevo, hay que arrancar también las 12 páginas que hemos ido pasando en estos meses anteriores: - Dejemos atrás la página de la tristeza . Estamos llamados, contemplando el rostro de Jesús, a disfrutar de la vida. Un disfrute que será bueno y eterno si lo hacemos con la ayuda de nuestra fe. Dios ha venido como Señor de la alegría. - Dejemos atrás la página del odio . Todos, en algún momento, hemos levantado el hacha de guerra en diversas circunstancias y por variados motivos. La Reina de la Paz, la Virgen María, nos recuerda que como cristianos hemos de ser hacedores de paz y no guerrilleros. - Dejemos atrás la página del rencor . No es bueno atesorar malos momentos, malas experiencias. Recordemos lo bueno y lo potenciemos. Olvidemos lo malo y entremos sin reservas en este Año Nuevo - Dejemos atrás la página de la duda . Un mundo sin fe se queda en nada. Agarrémonos a Dios. Creer y esperar sólo en el hombre, en el progreso, en la ciencia, no nos asegura nada ni facilita mucho las cosas. - Dejemos atrás la página de la superficialidad . Seamos más profundos. Si Dios dejó el cielo por estar con el hombre, por hacerse hombre. ¿Cómo no vamos, en contraprestación, a dejar nuestros pequeños paraísos para conocerle más y mejor? - Dejemos la página de la cobardía. Un cristiano que no da testimonio es como una chimenea que adorna una casa pero por la cual, al no salir nunca humo, denota que existe poco calor y escaso fuego en su interior. Es hora de desprendernos de la concha de la vergüenza apostólica. Ser cristiano significa comprometerse con la fe, con Cristo los 12 meses venideros. - Dejemos atrás la página de nuestros defectos . No es suficiente ser conscientes de ellos; no nos podemos amparar en el “somos humanos y todos erramos”. Un nuevo año es una nueva oportunidad que Dios nos da para escribir de nuevo una historia de esperanza, de amor, de ilusión y de alegría con la pluma de nuestra fe. - Dejemos atrás la página de la ingratitud . Seamos más agradecidos. Reconozcamos, a los que nos rodean o trabajan con nosotros, los pequeños detalles que nos brindan cada día. - Dejemos atrás la página de la violencia . Que nuestras palabras sean más agradables; que nuestras actitudes sean más constructivas; que nuestra crítica sea más objetiva y menos interesada. Que el terrorismo sea pronto un punto negro, pero en nuestra memoria. […] Año Nuevo sólo será posible si, en verdad, cambian las estructuras y –en esas estructuras- damos lugar no a ideologías que lo desbaratan todo sino a ideas que son comunes a todos y que pueden aportar reconciliación, paz, progreso (del bueno y no sectario) y sobre todo sentimientos de paz y de esperanza. Que Santa María, Madre de Dios, nos acompañe en este itinerario. Que el Año Nuevo no sea una simple copa de burbujas venida a menos y que, el Año Nuevo, no se convierta en muletilla obligada de una sociedad

http://www.sanjoselasmatas.es [email protected]

Día 31 – Silvestre , Columbia, Fabián, Flor, Melania.

1Jn 2, 18-21 – Sal 95 – Juan 1,1-18 Día 1 – SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS , Fulgencio, Guillermo de Volpiano, Odilón, Manuel.

Núm.6, 22-27 – Sal 66 – Lucas 2, 16-21 Día 2 – Ntra. Sra. AUXILIO DE LOS CRISTIANOS , Basilio Magno, Gregorio Nacianceno.

1Jn 2, 22-28 – Sal 97 – Juan 1, 19-28 Día 3 – SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS , Genoveva, Antero, Daniel de Padua.

1Jn 2, 29-3,6 – Sal 97 – Juan 1, 29-34 Día 4 – Genoveva Torres Morales, Isabel Ana Bayl ey Seton,

1Jn 3, 7-10 – Sal 97 – Juan 1, 35-42 Día 5 – Juan Nepomuceno Neumann , Telesforo, Carlos San Andrés

Houben. 1Jn 3, 11-21 – Sal 99 – Juan 1, 43-51

Te damos gracias, Señor , por el año que ha terminado, ilumina, Señor, el que ahora iniciamos. Te damos gracias, Señor , porque nos das otra oportunidad, haz que no te perdamos en ninguno de los meses que vamos a vivir. Te damos gracias, Señor , porque nos haces instrumentos de tu paz, que no olvidemos pedir tu ayuda cuando asome el pesimismo. Te damos gracias, Señor , porque Tú eres el Dueño del tiempo, que seamos relojes empujados y alentados por tu mano. Te bendecimos, Señor , porque conoces nuestra vida pasada, y te bendecimos, Señor, porque guiarás la futura Te bendecimos, Señor , porque pasas o detienes el calendario, que vivamos con amor y fe todas y cada una de sus jornadas. Te bendecimos, Señor , porque Tú elaboras, construyes y levantas, que en estos próximos meses lo hagas realidad a través de nuestras manos. Te bendecimos, Señor , por tu Madre y Madre nuestra, María, que nos ayude a olvidar lo malo del año precedente y a prepararnos con amor de Madre, en el presente y en el mañana. ¡Gracias, por la vida, Señor! Javier Leoz Ventura