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2. Pensamiento crítico

Cuando participamos en un diálogo suele ocurrir que consideremos todas nuestras opiniones y creencias como verdaderas. Es hasta el momento en que alguien o alguna situación en particular contradice lo que creemos, que nos vemos obligados a dudar de su veracidad y a revisarlas. Podemos darnos cuenta de que lo que siempre habíamos considerado verdad no parece serlo del todo; o, a veces, a la luz de los argumentos que nos ofrecen otras personas, parecen más bien creencias falsas. Revisar nuestras opiniones o creencias, lejos de debilitarlas, las fortalece, pues implica ponerlas a prueba con base en los argumentos que nos ofrecen otras personas. Si son creencias respaldadas en buenas razones, sobrevivirán e, incluso, se harán más fuertes, y las podremos tomar como guías seguras de nuestra acción. En caso contrario, tendremos que desecharlas. Para comprender lo que significa participar en un debate racional es conveniente distinguirlo de otros tipos de diálogo —en los que también es necesaria la argumentación—, con el fin de ubicar cuáles son los recursos argumentativos y/o retóricos que se permiten en cada uno de ellos.

Tipos de diálogo. Al interactuar con los otros podemos entablar diversos tipos de diálogo. Algunos involucran argumentos y otros no, por lo que es importante distinguir unos de otros para saber qué actitudes, habilidades y conocimientos tenemos que utilizar al participar en ellos. Para distinguir estos tipos de diálogo hay que poner atención al contexto en que se realizan y a los fines que se persiguen en cada uno de ellos. A continuación revisaremos algunos.

Charla | Es un diálogo en el que se busca interactuar con las otras personas, conocerlas mediante un intercambio de ideas. Por lo tanto, no se requiere del uso de argumentos, pues no se busca arribar a acuerdos o a la verdad, ni tampoco encontrar vencedores. Ejemplo de este tipo de diálogo es cuando se reúnen amigos para compartir anécdotas o experiencias, sin ningún ánimo argumentativo.

Negociación | Es un diálogo en el que se busca resolver un problema con base en acuerdos que conduzcan a tomar decisiones racionales, las cuales tendrán repercusiones inmediatas en el mundo. Aquí sí se recurre a argumentos; cuando éstos son sustituidos por amenazas para que se acepte un acuerdo determinado, ya no se habla de una negociación, sino de una imposición chantaje. Ejemplo de una negociación es cuando en un lugar de trabajo hay muchas personas que fuman y otras tantas que no fuman, y se reúnen para intercambiar

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argumentos con el fin de encontrar una solución satisfactoria para ambas partes. Por un lado, los que no fuman desean que no les afecte el humo de los fumadores; por el otro, estos últimos quieren preservar su derecho de fumar. Con base en la argumentación deciden que dentro de la oficina estará prohibido fumar y que habrá zonas reservadas fuera de la oficina para los fumadores.

Disputa personal | Es un diálogo en el que el fin es ganar al que se opone a las ideas que se defienden y, dado que no hay reglas procedimentales que señalen las condiciones para intervenir, las formas de hacerlo y por cuánto tiempo, los interlocutores se sienten libres para utilizar diversos recursos legítimos e ilegítimos (como las falacias y las marrullerías).Ejemplo de este diálogo es cuando alguien, para defender su idea o tesis de que la homosexualidad es inmoral, agrede verbalmente a quien sostiene la tesis contraria o apela a la verborrea para confundirlo y que acepte su posición, en lugar de ofrecer razones pertinentes.

Debate | Es un diálogo en el que el objetivo es discutir acerca de un tema previamente fijado. En él participan dos adversarios que defienden tesis opuestas y, al final, se busca obtener un ganador. Aunque se trata de un diálogo en el que sí están establecidas las reglas procedimentales acerca de las condiciones bajo las cuales los participantes pueden intervenir y se apela a argumentos, con frecuencia sucede que los debatientes acuden a recursos ilegítimos, como las falacias o las marrullerías, con tal de ganar al adversario. Para que sea posible un debate se requiere que el tema a discutir plantee aspectos discutibles, esto es, que den lugar a diversas alternativas, ya que si hay acuerdos sobre el tema, entonces no hay nada que debatir. El que un tema sea debatible depende del sistema de creencias de los participantes; por ejemplo, quizá para una comunidad hablar de derechos de los animales sea algo debatible, mientras que para otra sea algo obvio que no requiere discusión. Ejemplo de un debate es cuando los candidatos a la presidencia de una nación confrontan sus propuestas con el fin de que la población decida cuál es la mejor opción de gobierno; en este caso, a los participantes no les importa tanto la verdad de sus premisas o la solidez de sus argumentos, sino más bien dar la apariencia de que se argumenta bien con el fin de resultar vencedor. En este tipo de diálogos suele existir un moderador encargado de asignar la palabra a cada participante —ya sea para exponer sus argumentos o replicar los del otro— y señalar la duración de las intervenciones.

Discusión crítica | Es un diálogo en el que los participantes se plantean

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un problema y buscan una respuesta que sea satisfactoria para la mayoría de ellos; esto se logra por medio de argumentos racionales y partiendo de una base teórica común. Este tipo de diálogo se da generalmente en contextos académicos en los que los participantes buscan cooperativamente la verdad. Así, al escuchar los argumentos de los otros, se pueden modificar los propios en un ambiente de apertura en el que todos pueden enriquecer su conocimiento. En algunas ocasiones no sólo se busca la solución a un problema, sino examinar una tesis o un tema con el fin de profundizar en su conocimiento. Un ejemplo de este tipo de diálogo son las ponencias, presentaciones en seminarios, mesas redondas, exámenes profesionales, etc. En este tipo de actividades se suele definir una cierta cantidad de tiempo para exponer y para plantear preguntas, las cuales tienen la finalidad de hacerle ver al expositor los puntos débiles en su argumentación para mejorar el trabajo presentado, o plantearle alguna duda que haya surgido de la exposición con el fin de enriquecer el propio conocimiento.

Debate racional | El debate racional es un tipo de diálogo en el que se busca mostrar al contrincante —con base en el intercambio de argumentos y de manera respetuosa y constructiva— que se defiende la tesis más sólida y que los argumentos que arguye en defensa de la tesis contraria son equivocados o débiles. Esto último se hace no para aplastar al contrincante ni como un fin en sí mismo, sino para alcanzar una tesis sólida (debidamente fundamentada) junto con el interlocutor. Los participantes se comprometen a cooperar, a defender su tesis y a buscar que la verdad salga a la luz. En este proceso son muy importantes ciertas actitudes como escuchar con atención, evitar las agresiones verbales, respetar el turno para hablar, etc. Este diálogo está regulado por reglas procedimentales establecidas de manera clara y que señalan las condiciones bajo las cuales se puede intervenir y el tipo de recursos que es legítimo utilizar en la argumentación. Un ejemplo de este tipo de diálogo lo podemos encontrar en una mesa redonda que reúne a especialistas con el fin de debatir racionalmente un tema, como podría ser la moralidad de la pena de muerte. Algunos defenderán la tesis de que “la pena de muerte es moral”, y otros la de que “la pena de muerte es inmoral”.

Existen reglas positivas y negativas que regulan el debate racional. Algunas reglas positivas son: escuchar con atención, con respeto; esperar a que el interlocutor exprese de manera completa sus ideas antes de intervenir; pedir y respetar el turno de las intervenciones; plantear preguntas pertinentes; proporcionar información necesaria, relevante, verdadera y suficiente; expresar con claridad las propias

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ideas, etc. Algunas reglas negativas del debate racional son: no hacer afirmaciones para las cuales se carece de pruebas, no responder preguntas que no sean claras, no ofrecer proposiciones falsas, no generar ataques verbales, entre otras.

El debate racional se divide en cuatro etapas:1. Etapa de apertura. Se presentan los participantes y se dan a conocer

las reglas que regularán el diálogo.2. Etapa de confrontación. Se anuncia el tema o el problema en torno al

cual girará el debate; además, cada uno de los participantes presenta de manera general sus argumentos más fuertes para respaldar la postura que defenderán.

3. Etapa de argumentación. Los participantes cuestionan, discuten y evalúan cada uno de los argumentos de los opositores, además de defender los propios.

4. Etapa de clausura. Dado que el diálogo no puede prolongarse infinitamente, una vez que se ha finalizado con el tiempo previamente acordado, los participantes llegan a algunas conclusiones valorando la propia postura y tomando en cuenta los argumentos de los opositores. Puede ocurrir que uno reconozca que los argumentos del opositor son más racionales que los propios y se retracte de la tesis que originalmente defendía.

La lógica y la toma de decisiones. Pasemos al último de los contextos argumentativos: la toma de decisiones. En la vida diaria estamos frecuentemente decidiendo, por ejemplo, qué transporte tomar para llegar a algún lugar, qué deporte practicar, la posibilidad de ir al cine, qué libro leer, a dónde viajar el fin de semana, si debemos casarnos, si debemos tener hijos, si aceptamos o no una propuesta de trabajo, etcétera.

Hay muchas decisiones de las antes mencionadas que no requieren argumentación, porque las hemos mecanizado de tal forma que se realizan sin ninguna reflexión, pero hay otras que son de tal relevancia en nuestra vida que definen lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Este último tipo de decisiones requiere ser evaluado de manera cuidadosa, tomando en cuenta todas las opciones posibles. En estas situaciones la lógica se muestra como un instrumento poderoso para la toma de decisiones.

Utilizar la lógica en contextos de decisión significa pensar de manera eficaz y eficiente para alcanzar los fines tanto individuales como colectivos. La eficacia implica obtener lo que queremos en el tiempo

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planeado. La eficiencia supone dos cosas: 1) el mejor aprovechamiento de los recursos de los que disponemos (materiales, económicos, humanos, cognitivos y de tiempo) para alcanzar el objetivo que nos hemos propuesto, y 2) que la decisión no genere más problemas de los que resuelve.

Es importante advertir que no hay soluciones que sean racionales en s. mismas, sino que las calificamos como tales por el proceso lógico de análisis que nos condujo a ellas. Este concepto de racionalidad se debe complementar con un concepto de racionalidad ética que haga posible no sólo tomar una decisión eficaz y eficiente, sino también que permita el mayor beneficio para todos los afectados por la decisión, o el menor daño posible cuando éste fuera inevitable.

La experiencia juega un papel muy importante en la resolución de problemas. Al enfrentarnos por segunda vez con un problema —igual o similar— contamos con herramientas, conocimientos y habilidades ya puestas a prueba para tomar una decisión de manera eficiente, eficaz y ética.

Cuando estamos frente a un problema nos preguntamos: ¿qué debemos hacer? Quizá se sienta el impulso de dar una respuesta inmediata sin detenernos a analizar el problema, pero si se quiere tomar decisiones racionales hay que resolver diversas cuestiones antes de dar una respuesta. Por ejemplo, tener claras todas las opciones que se nos presentan y, para cada una de ellas, preguntarnos: ¿con cuánto tiempo contamos para resolver el problema?,¿qué habilidades y capacidades requerimos para enfrentar el problema y con cuáles contamos de hecho?, ¿depende únicamente de nosotros la solución del problema?, ¿qué conocimientos necesitamos y cuáles tenemos?, ¿qué consecuencias se siguen de cada una de las decisiones o posibles respuestas a nuestro problema?, ¿qué atención exige el problema y cuál es la que podemos darle realmente?, ¿qué recursos (materiales, humanos, económicos, etc.) se requieren?, ¿con qué recursos contamos?, ¿tenemos posibilidad de tener acceso a ellos o existe alguna restricción para su uso?, ¿hay algún costo asociado a su uso?

Una vez que hemos dado respuesta a las preguntas anteriores (que son sólo preparatorias para resolver el problema principal que enfrentamos), podemos avanzar en la búsqueda de una solución a dicho problema, es decir, en la toma de una decisión. Para ello procedemos a razonar, a construir argumentos, a evaluarlos hasta encontrar una solución eficiente, eficaz y ética. Sin embargo, con la solución a nuestro

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problema no ha concluido la toma de la decisión. El siguiente paso es llevarla a cabo.

El papel de la voluntad en la realización de la decisión La realización de la decisión resulta en ocasiones, y para muchas personas, lo más difícil; ello especialmente en los problemas que nos resultan vitales, pues requieren del dominio de nuestra voluntad. En muchas situaciones, saber qué debemos hacer, es decir, qué decisión elegir, no es propiamente el problema, sino tener la fuerza de voluntad para realizar la decisión. Supongamos, por ejemplo, que nuestro problema es cómo tener una vida saludable. Sabemos ya que la respuesta es comiendo nutritivamente y haciendo ejercicio, pero: ¿hemos tenido la voluntad para realizar estas acciones?

Como podemos observar en el ejemplo, la toma de decisiones implica un aspecto teórico y uno práctico. El primero se refiere al análisis lógico que hemos descrito al plantearnos diversas preguntas; el segundo, de no menor importancia, alude a la fuerza de voluntad para llevar a buen término la decisión.

La importancia de la lógica en la toma de decisiones colectivas. La lógica no sólo nos ayuda a tomar decisiones en nuestra vida personal, sino que también revela su utilidad en la toma de decisiones colectivas. Dado que vivimos en sociedad, requerimos la justificación de las acciones que afectan a otros, así como alcanzar acuerdos que nos permitan tener una vida armónica y justa. Muchas de las decisiones personales requieren la colaboración de otras personas, por lo que necesitamos recursos lógicos que nos permitan convencerlos de la racionalidad de las mismas.

En las sociedades democráticas los ciudadanos participan en la toma de decisiones que los afectan. Por ello, por ejemplo, se les pide que expresen su opinión sobre si deberían legalizarse las drogas, la pena de muerte, el aborto, la clonación de seres humanos, la eutanasia, etc. Estas opiniones sirven de respaldo para tomar decisiones acerca de la asignación de recursos, de la creación de nuevas leyes o instituciones; es decir, repercuten a corto, mediano o largo plazo en la vida colectiva. Por eso es importante tomar decisiones fundamentadas en buenas razones. Una decisión racional exige ser personas informadas, con un pensamiento crítico capaz de discernir la información relevante de la que no lo es, así como tener la capacidad de evaluar los argumentos a favor y en contra. En suma, ser personas que piensen con método, claridad, precisión, solidez, orden y de manera

El conocimiento científico se construye sobre la base de razones y argumentos.

En este sentido, sostener posiciones no informadas es irracional, presupone cuestiones de fe.

En este apartado se analiza la importancia de la razón y de la ciencia en la toma de decisiones colectivas.

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