zygmun bauman - el desafio etico de la globalizacion

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  • 8/7/2019 Zygmun bauman - El desafio etico de la globalizacion

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    No se puede hacer nada para dar marcha atrs a laglobalizacin. Uno puede estar"a favor" o "en contra" de esta nueva interdependencia mundial. Pero s hay muchascosas que dependen de nuestro consentimiento o resistencia a la equvoca forma quehasta la fecha ha adoptado la globalizacin.

    Hace slo medio siglo, Karl Jaspers poda an separar limpiamente la "culpamoral" (el remordimiento que sentimos cuando hacemos dao a otros sereshumanos, bien por lo que hemos hecho o por lo que hemos dejado de hacer) de la"culpa metafsica" (la culpa que sentimos cuando se hace dao a un ser humano,aunque dicho dao no est en absoluto relacionado con nuestra accin).Estadistincin ha perdido su sentido con la globalizacin. La frase de John Donne "nopreguntes nunca por quin doblan las campanas; estn doblando por ti" representacomo nunca la solidaridad de nuestro destino, aunque todava est lejos de serequilibrada por la solidaridad de nuestros sentimientos y acciones.

    Cuando un ser humano sufre indignidad, pobreza o dolor, no podemos tenercerteza de nuestra inocencia moral. No podemos declarar que no lo sabamos, niestar seguros de que no hay nada que cambiar en nuestra conducta para impedir opor lo menos aliviar la suerte del que sufre. Puede que individualmente seamosimpotentes, pero podramos hacer algo unidos. Y esta unin est hecha deindividuos y por los individuos.

    El problema es, como alegaba Hans Jonas, otro gran filsofo del siglo XX, que,aunque e! espacio y el tiempo ya no establezcan lmites a las consecuencias denuestras acciones, nuestra imaginacin moral no ha ido mucho ms all del mbitoque tena en los tiempos de Adn y Eva. Las responsabilidades que estamosdispuestos a asumir no se han aventurado tan lejos como la influencia que nuestraconducta diaria ejerce sobre las vidas de personas cada vez ms lejanas.

    El "proceso de globalizacin" significa que esa red de dependencias llega a losms remotos recovecos de! planeta, pero poco ms (por lo menos hasta ahora).Sera muy prematuro hablar de una sociedad global o de una cultura global, y msan de una poltica o un derecho globales. Est surgiendo un sistema social globalen ese extremo ltimo del proceso de globalizacin? Si tal sistema existe, no separece a los sistemas sociales que solemos considerar normativos. Solamospensar en los sistemas sociales como una totalidad que coordinaba y adaptabatodos los aspectos de la existencia humana a travs de mecanismos econmicos,poder poltico y patrones culturales. Hoy da, sin embargo, aquello que se solacoordinar al mismo nive! y dentro de una misma totalidad ha sido separado ysituado en niveles radicalmente diferentes.

    La globalidad del capital, las finanzas y el comercio -esas fuerzas decisivas para lalibertad de eleccin y la eficacia de las acciones humanas- no se ha emparejado a unaescala semejante con los recursos que la humanidad ha desarrollado para controlar......................................................... Revista Colombiana de Sociologa ..

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    las fuerzas que rigen las vidas humanas. Y lo que es ms importante, la globalidad no seha igualado con una escala global semejante de control democrtico.

    De hecho podemos decir que el poder ha "volado" de las institucionesdesarrolladas a lo largo de la historia que, en los Estados nacionales modernos,solan ejercer un control democrtico sobre los usos y abusos del poder. Laglobalizacin en su forma actual significa prdida de poder de los Estadosnacionales y (por el momento) ausencia de cualquier sustituto eficaz.

    Ya en otra ocasin, los actores econmicos efectuaron una desaparicin a loHoudini semejante a sta, aunque, evidentemente, a una escala mucho msmodesta que la que se ha efectuado en nuestra era de la globalizacin. Max Weber,uno de los analistas ms agudos de la lgica de la historia moderna (o de la falta deella), observ que lo que marcaba el nacimiento del nuevo capitalismo era laseparacin de la actividad econmica de lo domstico -donde lo "domstico"significaba la densa red de derechos y obligaciones mutuas mantenidos por lascomunidades rurales y urbanas, por las parroquias o los gremios de artesanos, enlas que familias y vecinos haban estado estrechamente envueltos-o Con estaseparacin (mejor llamarla "secesin" en honor de la antigua alegora de MenenioAgripa), el mundo de los negocios se aventur por una autntica tierra fronteriza,una t ierra de nadie libre de problemas morales y restricciones legales y pronta a sersubordinada al cdigo de conducta propio de la empresa.

    Como ya sabemos, esta extraterritorialidad sin precedentes de la actividadeconmica condujo en su momento a un espectacular avance de la capacidad industrial y al acrecimiento de la riqueza. Tambin sabemos que, durante casi latotalidad del siglo XIX, esa misma extraterritorialidad redund en mucha miseriahumana, en pobreza y en una casi inconcebible polarizacin de las oportunidadesy niveles de vida de la humanidad.

    Por ltimo, tambin sabemos que los Estados modernos entonces emergentesreclamaron esa tierra de nadie que el mundo de los negocios consideraba de suexclusiva propiedad. Los organismos que establecen las normas del comportamientode los Estados invadieron aquel espacio hasta que, no sin vencer una resistenciaferoz, se lo anexionaron y colonizaron, llenando as el vaco tico y mitigando susconsecuencias ms desagradables para la vida de sus sbditos o ciudadanos.

    La globalizacin se puede considerar como la "segunda secesin". Una vezms, el mundo econmico se ha escapado del confinamiento domstico, aunqueesta vez el hogar que se ha abandonado es el moderno "hogar imaginario",circunscrito y protegido por los poderes econmicos, militares y culturales delEstado nacional, a los que se suma la soberana poltica. De nuevo, el mbitoeconmico ha conseguido un "territorio extraterritorial", un espacio propio por el

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    que pueden andar, tumbando con toda libertad los pequeos obstculos levantadospor las dbiles potencias de lo local y tratando de sortear los obstculos construidospor los fuertes, y donde pueden perseguir sus fines pasando por alto o dando delado el resto de los fines, a los que consideran irrelevantes econmicamente y portanto ilegtimos. Y una vez ms observamos unos efectos socialessemejantes a aquellosque, en tiempos de laprimera secesin, tropezaron con larepulsa social,slo que estaveza una escala inmensamente mayor, global (como la segunda secesin en sf).

    Hace casi dos siglos, en plena primera secesin, Karl Marx acus de"utpicos" a aquellos que abogaban por una sociedad mejor, ms equitativa yjusta y que tenan la esperanza de lograrlo deteniendo en seco el avance delcapitalismo y volviendo al punto de partida, al mundo pre-moderno del mbitodomstico y los talleres familiares.

    No haba vuelta atrs, insista Marx; y, al menos en ese punto, la historia le diola razn. Cualquier tipo de justicia y de equidad susceptible de arraigar hoy datiene que partir del punto en que unas transformaciones irreversibles han llevadoya a la condicin humana.

    Una vuelta atrs de laglobalizacin de ladependencia humana, del alcance global dela tecnologa y de las actividades econmicas es imprevisible con toda seguridad.Respuestas como "pongamos las carretas en crculo" o "volvamos a las tiendas decampaa tribales" (nacionales, comunitarias) no servirn.No se trata de cmo remontarel ro de la historia, sino de cmo luchar contra su contaminacin y canalizar sus aguaspara lograr una distribucin ms equitativa de los beneficios que comporta.

    y otro punto que es necesario recordar: sea cual fuere la forma que adopte elcontrol global sobre las fuerzas globales, no puede ser una copia ampliada de lasinstituciones democrticas desarrolladas en los dos primeros siglos de la historiacontempornea. Dichas instituciones se hicieron a la medida del Estado nacional,que entonces era la "totalidad social", de mayor tamao y que ms abarcaba y sonparticularmente poco aptas para ser ampliadas hasta una escala global.

    El Estado nacional no era tampoco una hiprbole de los mecanismos comunitariossino que, por el contrario, era el producto final de formas radicalmente nuevas deconvivencia humana, as como de solidaridad social. Tampoco fue el resultado deuna negociacin y un consenso logrado tras una dura negociacin entre comunidadeslocales. El Estado nacional, que finalmente proporcion la tan buscada respuesta alos desafos de la "primera secesin", surgi a pesar de los obstinados defensores delas tradiciones comunitarias y mediante la progresiva erosin de las ya esculidas ymenguadas soberanas locales.

    Toda respuesta eficaz a la globalizacin no puede ms que ser global. Y eldestino de semejante respuesta global depende de que surja y arraigue un mbito

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    poltico global (entendido como algo distinto de "internacional" o, para ser msprecisos, interestatal). Es este mbito poltico el que hoy brilla por su ausencia.

    Los actuales actores mundiales se niegan abiertamente a establecer dichombito. Sus adversarios visibles, entrenados en el viejo y cada da menos eficazarte de la diplomacia entre Estados, parecen carecer de la habilidad necesaria y delos recursos indispensables para lograrlo. Se necesitan nuevas fuerzas paraestablecer y dar vigor a un foro autnticamente mundial adecuado a la era de laglobalizacin, y stas slo se harn valer evitando a unos y otros.

    sta parece ser la nica certeza. El resto depende de nuestra inventiva compartiday de la prctica poltica del tanteo. Al fin y al cabo, muy pocos pensadores, si es quehubo alguno, fueron capaces de prever en plena primera secesin la forma queadoptara finalmente la operacin encaminada a reparar los daos. De lo que sestaban seguros era de que una operacin de esa clase era la necesidad ms imperiosade su tiempo. Todos estamos en deuda con ellos por esa clarividencia.

    Zygmunt BaumanProfesor de sociologa, Universidad de Leeds y Universidad de Varsovia

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