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II D IAE I O P O LÍTI O ODirector; 2XAEIA1Í0 ABEIL

Administrador! KEP01ÍU0EK0 FLORESEHTERED AT THE POST-OFFIC- E AT CAGÜAS, P. R. AS SECOND CLASS UATTER OCTOBER 25, 1.900III AÑO XIII. OFICINAS : PARQUE CENTRAL Caguas, Jueves 10 de Setiembre do 1903 SUSCRIPCION eo cts. mensualei. PRECIO a ota.

y6"' Omoa : Central Paik. Pnblidied dafly except Sunday. MontUy fascription 60 cents. Prica 2 eents..T 7Z- JL m

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yii CRAfi ARTICULO DE ALFREDO CALDERO MñMMJ&W.- - -

(I FALTAN HOMBRES" ' del Dr. Van Ness.

Medicina tan agradable como útil,Alimento tan nutritivo como fácil de digerírTlReconstituyente eficacísimo en todos aquellos

! rece una puniblo rebeldía contra el favoritismo imperante. Hay algo queno esterilice y malogre, esta selección delo peor bi el agricultor hubiese procedido así, no tendríamos frutas ni flores;si el ganadero, no comeríamos carne; si

Por rutina ó por pasión se blasfe-ma de nuestros actuales gobernantes; pe-

ro el dia que desaparezcan las dos doce-nas de hombres de mérito que hoy influ-

yen, tememos que sean reemplazadas porgente infinitamente inferior.

El maestro Forreras, cuyo es el pá-

rrafo transcrito, so muestra en él á lapar más optimista que Pangloss y máspesimista que Hartraman. Porque cui-

dado si se necesita benevolencia para dar-se á entender que existo hoy, en la polí

la naturaleza entera, tan solo existiríanlos monstruos.

Hay entre la desmedrada y macilenta generación que llega ahora áia vidaalgunos factores útiles, algunos elementos sanos, 'jóvenes do cualidades positi-vas que, puestos en otro medio, harían yvaldrían. Qué estímulo cscuentran aquí?

casos enque sedesgastae 1 orga-nismo yse pierdenlas fuerzasfísicas.

Para latisis, ane-mia, clo-

rosis, ra-

quitismode los,n i n os ,etc., etc.

hél Correo nos habla de la esterilidaddel foro, el Parlamento, el teatro, loscentros docentes y aun la burocracia.Pero olvida que, en todas esas esferassin excepción, reina el privilegio. Nosolo hay oligarquías políticas; las hayadministrativas, forenses, literarias, teatrales, periodísticas - Cada grupo delos bienaventurados poseedores tiende áconstituirse en gremio cerrado, inacce

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Mas que nuestros desastres 6 infort-unios apena al maestro esta carencia denombres que á la sazón so advierte enEspaña. Y no es exagerada su cuita.En lo social como en lo individual, la es-

terilidad de madres que fueron fecundases síntoma de decrepitud y precursorade muerte. Nada so ha perdido en unpaís en tanto subsisto el espíritu. Porél son las naciones grandes, ricas, potent-es, dichosas. Por él una isla perdidaen un rincón do Europa so haco señoradel mundo. Por él un pueblo indigenteconquista al mar el suelo quo ha de sus-tentarle. Por él una nación noble y po-

derosa, llevada por sus instituciones áuna gran catástrofe, so levanta y conval-ece. Cuando el espíritu declina, la pa-tria agoniza. Acaso asistamos á la ban-carrota de una raza.

El hecho es indudable. La vida pa-rece haber perdido para nosotros sufecundidad. Ninguna aurora alborea enlos horizontes déla patria. No solo enla política, en todos los órdenes de lavida se muestra el triste fenómeno. Siexceptuamos unos cuantos nombres deartistas que honran el suelo en quo na-

cieron, nada nuevo se produce. Una ge-neración sucede á otra en la vida; no enla labor y el esfuerzo. El hombro demérito y abnegación que aquí inicio algoprovechoso y útil puedo estar seguro deque su obra no le sobrevivirá y que baja-rá con él al scpulcso, estéril para la pos-teridad. Nadie llena el vacío do los quenos dejan. Entre nosotros solo el mal secontinúa y solo la ignorancia la superst-ición y el vicio forman las tradiciones.

Es que no existen ya en Españahombres de inteligencia, de carácter, devirtud? Pocos son, pero aún hay alga-no- s.

Cada cual los conoce y los estimaen la esfera de sus relaciones, en el cír-culo do su actividad. No hay que buscarl-os en las alturas á donde nunca llegan.Esos hombres viven obscurecidos, pos-tergados, contemplando, desde su mo-desto rincón, como prosperan los co-

rrompidos y como medran los imbéciles.El medio social les es adverso. La so-ciedad quo todo lo dá al favor, no aguar-da nada para el mérito. No es posibleservir á la vez á Dios y á Mammón.

Dura cosa es la lucha vital. Aunlos justamente vencidos en ella inspiranhonda compasión. No hay alma gene-rosa que no se apiade de la suerte deaquellos desdichados ratés quo nosdescribe Daudet con tan delicada ironía.Pero solo á eso precio so alcanza el pro-greso. En las sociedades propiamentetales la opinión publica opera expontá-neamen-te

la selección! De entre losmuchos llamados separa los pocos ele-

gidos. Esa opinión ilustrada so llamagusto en arte, cultura en ciencia, aciertoen política, y conciencia en moral. Porella son escogidos los más capaces, losmás aptos, loa dignos, los mejores. Lue-go viene el Estado y hace reflexivamen-te la misma labor. En tales países, sal-vo parciales injusticias, son hábiles losque dirigen, sabios los quo enseñan, probos los quo administran, y buenos losque predican. Así progresan y se en-

grandecen 1a3 naciones.Suponed que esa selección se hicie-

ra al revés. El vulgo carece do la cien-cia del bien y del mal; el Estado co-

rrompido, so complace en la corrupción.Triunfan en política os audaces ó ser-viles, en literatura los retóricos, en laciencia los pedantes, en las carreras loavalidos, en las sociedades los hipócritas.Todo mérito enfada; toda superioridaddisgusta y enoja. El merecimiento pa- -

sible. Todo esta ocupado, acaparado,monopolizado. En vano esos elementosnuevos piden un salto del tapón. Quéhacer ea una sociedad semejante? UnDemóstenes no tendría aquí tribuna, niun Cicerón bufete, ni un Aristóteles cá-

tedra, ni un Napoleón mando, ni un Hi-

pócrates clientela, ni un San Carlos Bo-rrom- eo

báculo y anillo. Esa juventudquo encuentra intransitables todos loscaminos del éxito legítimo, halla en cam-bio abierto de par en par el portillo delfavor, la hipocresía la yernocracia y elencasillado. No es maravilla que se pre-cipite por él y piense y hable en jesuíta,y se aliste en el batallón délos Luises,y so consagro á la devoción de San Eta-nisla- o

de Koska, y busque influencias ycace dotes á tenazón, dejando el cultivodo las cosas altas y nobles á los pocosquo prefieran morir de hambre ó vivirmuriendo. El mal ha llegado á puntoque ya apenas se atreve uno á aconsejará los jóvenes que cumplan con su deber,por temor do las consecuencias.

No me hago ilusiones acerca de lafecundidad de la raza. Nuestro desarro-llo fué demasiado rápido para ser dúradero. Involuntariamente nos asalta elrecuerdo de aquella civilización árabeque pasó por el cielo de la historia, bri-llante y fugaz como un relámpago. Es-tos niños precoces viven poco, como diceel Ricardo III de Shakespeare. Pero latierra estéril es laque más necesita riegoy abono. Nosotros hemos venido esteri-lizando como do intento el espíritu na-nacion- al.

De nuestra incapacidad noto-ria para la civilización, debe culparse ála tradición veneranda. El fanatismo re-

ligioso mató aquí en flor pensamiento ysinceridad. Las guerras dinásticas y elespíritu aventurero, agotaron en purapérdida nuestra virilidad y energía. Asíso malogró, acaso para siempre, la na-cionalidad española. Jamás se hizo en elmundo derroche semejante, no ya sólodo oro y sangre, sino de inteligencia, decaracteres, do valor, do virtudes, de to-

do lo que constituye el tesoro moral, elmás precioso patrimonio de un pueblo.El efecto de la prodigalidad fué, comosiempre, la indigencia. Los españolescaímos en ese estado de --miseria fisio-psi-cológi- ca

de quo dan en nuestra historiatriste y memorable ejemplo los tiemposde Carlos II y Carlos IV, y éstos queahora atravesamos. De la gran naciónde otros días, apenas si quedaba en elreinado de Fernando VII sino la plebesoez y sanguinaria, vitoreando á las ca-denas.

Sobre esto suelo agotado nuestratrabajosa revolución produjo sólo hom-bres medianos, especie de microraegasque alcanzan apenas la talla suficientepara asomar á la historia. Aun ese mo-vimiento so ha malogrado. La libertadexótica no ha arraigado en tierra espa-ñola. La civilización ha hecho aquí ban-carrota. Nuestro espíritu atávico cs lamejor prueba de nuestro agotamiento.Todo lo hipimos, según confesión propia,nada nos queda por hacer. El porvenirno tieno para nosotros esperanza. Lajuventud caduca representa para nos-otros la caducidad de la patria. Los es-

pañoles somos viejos de nacimiento. Es-

paña se extingue en la impotencia senil.'

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