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Nómadas (Col) ISSN: 0121-7550 [email protected] Universidad Central Colombia Winner, Langdon INTERNET Y LOS SUEÑOS DE UNA RENOVACIÓN DEMOCRÁTICA Nómadas (Col), núm. 21, octubre, 2004, pp. 54-67 Universidad Central Bogotá, Colombia Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105117678005 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Nómadas (Col)

ISSN: 0121-7550

[email protected]

Universidad Central

Colombia

Winner, Langdon

INTERNET Y LOS SUEÑOS DE UNA RENOVACIÓN DEMOCRÁTICA

Nómadas (Col), núm. 21, octubre, 2004, pp. 54-67

Universidad Central

Bogotá, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105117678005

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Número completo

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Sistema de Información Científica

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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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WINNER, L.: INTERNET Y LOS SUEÑOS DE UNA RENOVACIÓN DEMOCRÁTICANÓMADAS54

* Agradecemos a la revista Isegoría la cesión de los derechos para la publicación de esteartículo. Este texto de Langdon Winner forma parte de un libro en el que intervienenvarios autores y cuyo título es The civic web: online politics and democratic values, David M.Anderson y Michael Cornfield (eds.) Oxford, UK, Rowman & Littlefield Publishers,2003. El texto de Winner, “The Internet and Dreams of Democratic Renewal”, figuracomo Capítulo 11.

** Ph. D. en Ciencias Políticas de la Universidad de California, Berkeley. Desde 1990 esprofesor de Ciencia Política en el Departamento de Estudios de Ciencia y Tecnología enel Instituto Politécnico Rensselaer, Troy, New York. E-mail: [email protected].

*** Licenciada en Filosofía de la Universidad de Valladolid y estudiante de doctorado en elInstituto de Filosofía del CSIC en Madrid.

A lo largo de la historia del desarrollo tecnológico en losEstados Unidos, se ha constatado la creencia persistente enque existe una relación entre el avance de la tecnología y untipo de ideal político, a saber, la convicción de que los nuevosartefactos técnicos revitalizarán la sociedad democrática alaumentar la participación ciudadana y la calidad de esta par-ticipación, dotando a los ciudadanos de nuevos y más exten-didos recursos políticos y económicos que los capacitan parael autogobierno. En la época actual, esta creencia histórica seaplica al ámbito de los ordenadores y las redes telemáticas,como Internet. Sin embargo, cabe preguntarse si el solo au-mento de recursos técnicos entre la población tiene una con-trapartida real en cuanto a la participación democrática enasuntos políticos, o más bien se trata solamente de una exten-dida creencia idealista sin fundamento constatado.

Palabras clave: renovación democrática, tecnología,redes telemáticas, Internet.

Along the history of the technological development inthe United States, a belief has been identified about therelationship between the advance of technology and a typeof political ideal, namely, the conviction that newtechnical devices will revitalize democratic society,increasing civic participation and its quality, by endowingcitizens with new and more extended political andeconomic resources that qualify them for self-government.Nowadays, this historical belief is applied to the domainof computers and the telematic networks, such as Internet.However, it is necessary to wonder whether the simpleincrease of technical resources among the population hasa real counterpart in relation to the democratic participa-tion in political matters or it is only an extended idealisticbelief without verified foundation.

Key words: democratic renovation, technology,telematic networks, Internet.

INTERNETY LOS SUEÑOS

DE UNA RENOVACIÓNDEMOCRÁTICA*

Langdon Winner**

Traducción del inglés: Verónica Sanz González***

ORIGINAL RECIBIDO: 29-VI-2004 – ACEPTADO: 14-VII-2004

PÁGS.: 54-67

NÓMADAS54

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Un asunto vivo y muy per-sistente en el pensamiento políticoamericano es la convicción de quelas nuevas tecnologías revitalizaránla sociedad democrática, capa-citando a los ciudadanos paraobtener los recursos políticos y eco-nómicos necesarios para auto-gobernarse de modo efectivo.Sentimientos de este tipo han re-aparecido en cada generación des-de principios del siglo XIX, siendoun tema estándar de la retórica pú-blica nacional. La construcción decanales, vías ferroviarias, fábricas,y plantas de energía eléctrica, asícomo la introducción del telégra-fo, el teléfono, el automóvil, la ra-dio y la televisión, han estadosiempre acompañados de entusias-tas proclamas sobre cómo cada in-novación proporcionaría a la gentecorriente mayor acceso a los recur-sos, mayor poder sobre decisionesclave, y amplias oportunidades parala participación política. Con la lle-gada de los ordenadores personalese Internet a finales del siglo XX, estapersistente visión se ha reavivado po-derosamente. Muchos observadoreshan predicho que untipo radical de demo-cracia –descentralizada,antijerárquica, y de par-ticipación directa– flui-ría seguramente delextendido uso de losaparatos electrónicosdigitales. ¿Están bienfundadas estas expec-tativas de renovaciónpolítica?

Ecoshistóricos

La creencia en estetipo de conexión en-

tre tecnología y democracia estápresente en los principales trabajosde ingeniería de los primeros añosde los Estados Unidos. El Canal deErie, por ejemplo, se anunciaba nosólo como el canal que llevaría car-gamentos de este a oeste, sino tam-bién como la mismísima apoteosisdel ciudadano común. En el actode apertura del canal en 1825, elUtica Sentinel declaraba que el pro-yecto era especialmente relevantecomo: “prueba que será presenta-da a toda la humanidad de las ca-pacidades del pueblo libre, cuyasenergías, no dirigidas por ningunaautoridad absoluta y con una sumaque sería insuficiente para costearla pompa real de cualquier monar-quía durante un sólo año, han lle-vado a cabo un trabajo de mayorutilidad pública que el que las fuer-zas reunidas de todas las monarquíasdel mundo hayan efectuado desdesu fundación en la tierra”1. La fe-cha elegida para la gran ceremoniade apertura de muchos importan-tes proyectos tecnológicos de esteperíodo –el gran ferrocarril dePennsylvania (1826), el ferrocarril

entre Baltimore y Ohio (1828), elCanal Baltimore-Ohio (1828), elferrocarril entre Boston y Worcester(1835), y otros– fue el Día de laIndependencia. Las celebracionesde los nuevos sistemas técnicos eldía 4 de Julio los asocia de formaindiscutible con las tradiciones de-mocráticas emergentes en el país.

La fuerte asociación estableci-da entre el progreso técnico y lavitalidad de la ciudadanía continuóa lo largo del siglo XIX. Una revis-ta de negocios de 1841 elogiaba la“navegación a vapor” y otros inven-tos, por el modo en que estos ele-vaban las capacidades políticas delos pueblos corrientes: “En exactaproporción a la extensión de la li-bertad política y la difusión de lainteligencia popular, se ha produ-cido el avance de la invención y losartefactos útiles... Así como el po-der político ha sido difundido en-tre grandes masas de hombres, lamente humana ha sido dirigida ha-cia aquellas invenciones que sediseñan para otorgar sólidos bene-ficios a esas masas”2. Las proclamas

sobre el progreso tec-nológico durante esteperíodo enfatizan co-múnmente la contribu-ción que estos progresoshacen a la igualdad po-lítica, la competenciacívica, y a la amplia-ción de los horizontesde la participación de-mocrática. En 1836,George S. White, undefensor incondicionalde la industrialización,alababa las continuasmejoras técnicas descri-biéndolas como “unamáquina moral la cual,en la misma propor-

Fachada del Teatro Junín (esquina de la Playa con Junín), Medellín, 1935.Fotógrafo: Francisco Mejía. Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

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ción en que facilita la comunica-ción rápida y constante entre todaslas partes de nuestra nación, tien-de efectivamente a perfeccionar lacivilización, y a elevar el caráctermoral de su gente”3.

A lo largo de las décadas, laadmiración por la técnica se ha idodesplazando de cada nuevo apara-to al siguiente. A principios del sigloXX, por ejemplo, las expectativasque hoy tenemos respecto de losordenadores e Internet se atribuíana la radio. En 1924, Herbert Hoo-ver, entonces secretario de comer-cio, elogiaba la radiopor su potencial polí-tico: “No nos olvide-mos de que el valorprincipal de este gransistema no descansaprimariamente en sualcance, ni siquiera ensu eficiencia… Por pri-mera vez en la historiade la humanidad tene-mos la capacidad decomunicarnos simul-táneamente con millo-nes de compañerosnuestros, para propor-cionarles entreteni-miento, instrucción, yuna amplia visión delos problemas y los eventos nacio-nales”4. Para algunos entusiastas dela radio de este período, la in-mediatez de las transmisiones ra-diofónicas era el presagio de laparticipación ciudadana en la po-lítica, por los fuertes vínculos queproporcionaba entre los represen-tantes elegidos y el pueblo. En unnúmero de la revista Radio Broad-cast de 1924, el columnista MarkSullivan se preguntaba, “¿Permiti-rá la radio el gobierno del pueblo?”y respondía con un convencido

“Sí”. “En la actualidad”, escribía,“el público es dependiente de lacensura delegada en la persona delreportero periodístico… El méritofundamental de la radio en el con-greso será que permitirá al públi-co acceder directamente a lainformación”5.

Las encomiendas de este tipo noestuvieron limitadas a los aparatosde comunicación. El avión, el auto-móvil, los plásticos, los electrodo-mésticos, y las grandes presas ysistemas del agua, fueron amplia-mente elogiados y considerados

como manifestaciones de un espíri-tu populista en expansión6. Por ello,a David E. Lilienthal, presidente dela Autoridad del Valle de Tennee-sse, le costó enormes esfuerzosconvencer de que el TVA –un vo-luminoso complejo de alrededor decincuenta presas, plantas eléctricasy cauces artificiales para el controlde desbordamientos comenzado en1933– no produciría una molestaconcentración de poder o de con-trol centralizado. Su libro, TVA:Democracy on the March, argumen-

taba que el sistema TVA era un granencuentro popular entre los ameri-canos de a pie y las fuerzas de la na-turaleza. “Cuando se siguen losprincipios que se encuentran en lasraíces de la democracia”, escribía,“la electricidad, así como los mine-rales de la tierra, proveen al hom-bre del estímulo para su propiavida, al igual que una oportunidadpara trabajar junto a otros hombrespara conseguir un propósito mayorque cualquier propósito individual.A través de un acto de unión delos esfuerzos de la participaciónciudadana se refuerza la esencial

libertad humana, yaumentan sus satisfac-ciones” (Lilienthal,1953: 91).

Las proclamas derevitalización cívica através de la innova-ción tecnológica tie-nen un elemento deverdad. Claramente,los avances acumu-lativos en la producciónindustrial, el transportey las comunicacioneshan mejorado la cali-dad de vida de los ciu-dadanos comunes. Esrazonable concluir que,

a través del desarrollo de los meca-nismos de comunicación electróni-ca, la gente estará mejor educada einformada sobre el mundo social ypolítico. Los americanos han saca-do partido de los instrumentos deproducción y comunicación dispo-nibles que pueden mejorar los in-tereses personales y de grupo.Actualmente una gran cantidadde tecnologías son elementosclave dentro del tejido de la socie-dad política americana; de hecho,es prácticamente imposible ima-

Fachada del Teatro de Bellas Artes (Cr. Córdoba por la Playa),Medellín 1940. Fotógrafo: Gabriel Carvajal.

Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

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ginar la democracia moderna sinsu parafernalia de dispositivostécnicos.

Durante los dos siglos pasados,no obstante, la retórica elogiadorade cada nuevo matrimonio entretecnología y democracia ha tendi-do también a ignorar algunos he-chos importantes, y ha descuidadoamplios patrones de desarrollo so-ciotécnico, entre los que se incluyenalgunos que proyectansombras sobre esas espe-ranzas de mayor igualdad,participación, y ciudada-nía democrática efectiva.Por tanto, aunque los fe-rrocarriles fueran alaba-dos como el medio detransporte que ayudaría ademocratizar los EstadosUnidos y haría el conti-nente más accesible a unagran masa de población,en las últimas décadas delsiglo XIX los trenes se con-virtieron en el foco de lasprotestas populares de losgranjeros y los habitantesde poblaciones pequeñas,que veían sus vidas con-troladas por los bancoscentralizados y las líneasferroviarias. De igual mo-do, las primeras expecta-tivas de que el sistema defábricas llegara a ser la joya de lacorona del país, fueron prontoensombrecidas por décadas de lu-chas laborales por los salarios, loshorarios de trabajo, los beneficios,y, en general, por las condicionesde trabajo en las cadenas de mon-taje. A pesar de que las fábricas ma-nufactureras contribuyeron a lamejora de las vidas de la poblacióntrabajadora, también fueron am-pliamente consideradas como un

lugar de reglamentación estricta, dedesigualdad y de relaciones socia-les de opresión.

De la misma manera, el roman-ce democrático con el automóvil(que continúa en gran medida aúnentre nosotros) debe ser tambiénvisto dentro del escenario de undrama político y social más amplio.Durante las décadas centrales delsiglo XX, la construcción de gran-

des autopistas y carreteras de cir-cunvalación produjo una vía deescape a través de la cual princi-palmente los blancos de clase me-dia de los suburbios abandonaronlas ciudades industriales, dejandotras sí los grupos menos favoreci-dos. Considerado dentro del siste-ma completo del uso de la tierra,las hipotecas y la planificación deltráfico, el automóvil se convirtió enun elemento de división económi-

ca, política y social que perturba lademocracia americana hasta nues-tros días.

En resumen, una serie de pro-blemas han complicado las esperan-zas de igualdad política, inclusión,poder compartido y amplia parti-cipación de una población más cul-tivada por el uso creciente desistemas tecnológicos. Las visionesestáticas de la “tecnodemocracia”

han fallado histórica-mente en su renuencia areconocer las complejascircunstancias sociales,organizativas y políticasen las que las tecnologíasestaban inmersas. Noobstante, la recurrencia demalformaciones y desór-denes relacionados con latecnología nunca han aca-llado los sueños de reno-vación. Tan pronto comoun nuevo mecanismo tec-nológico aparece en esce-na, todas las historias yproblemas del pasado sonsimplemente olvidadas, yreemplazadas por unaconfianza renovada en quela sociedad ha tropezadopor fin con algo maravi-lloso y sin precedentes.

La esperanza renacida

Durante las últimas décadas delsiglo XX, el lugar predilecto dondelocalizar la salvación política den-tro del reino de los instrumentos setrasladó a la tecnología electrónicay digital. Cuando las comunicacio-nes por ordenador se extendierondesde las organizaciones militares ycorporativas a la sociedad, sus par-tidarios proclamaron que a los ciu-

Fachada del Teatro Salón España, Medellín, 1947. Fotógrafo:Gabriel Carvajal. Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

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dadanos les había sido entregado unmaravilloso regalo, una herramien-ta que restauraría el poder delautogobierno a la gente corriente.Predicciones de esta índole erancentrales en el bestseller de AlvinToffler (1980) The Third Wave, don-de los ordenadores y “la casita de laelectrónica” eran considerados lanueva primavera de la política po-pular. Los escritos sobre la sociedadde la información durante la déca-da de los ochenta daban optimistasproyecciones de despliegue de la“revolución informática”, especial-mente de los efectos radicalmentedemocratizadores del ordenadorpersonal. A partir de entonces la gen-te corriente contaría con el poderque ofrecen los ordenadores paracompetir con el que tienen las gran-des organizaciones7.

A principios de los noventa, sinembargo, el foco de las esperanzaspolíticas se trasladó del ordenadorpersonal (PC) a las redes de ordena-dores (Internet) y su potencial paradar poder a los ciudadanos. Una delas primeras y más conocidas decla-raciones de esta promesa fue el libroThe virtual Community, de HowardRheingold (1993). Cuidadoso enpresentar su utopía como una posi-bilidad atrayente más que como unfuturo necesario, la visión de Rhein-gold se hacía eco de las clásicas espe-ranzas que tenían las generacionesprecedentes acerca de la tecnologíay la política. “El significado político(de la comunicación mediada por losordenadores) descansa en su capaci-dad para desafiar el monopolio quela clase política tiene sobre los pode-rosos medios de comunicación, yquizás, por tanto, revitalizar la demo-cracia-basada-en-los-ciudadanos”.Basándose en sus observaciones delos foros de discusión en Internet,

Rheingold predecía una “red mun-dial de comunicación centrada en, ycontrolada por, los ciudadanos”, un“ágora electrónica” que estaba al al-cance de nuestra mano (Rheingold,1993: 14).

Al final de la década, esas espe-ranzas eran, si cabe, más vivas y secontinuaban anunciando como sifuera un descubrimiento totalmentenuevo. En este sentido, AndrewShapiro en The Control Revolution la-menta que la evolución de la moder-na democracia liberal representativahaya abandonado las elecciones po-líticas decisivas en manos de losrepresentantes públicos elegidos. Sha-piro dice: “Ahora, sin embargo, latecnología puede permitirnos reali-zar muchas de esas decisiones pornosotros mismos. Podemos conver-tirnos no sólo en ciudadanos, sino enciudadanos-gobernantes, jugando cadauno de nosotros un rol a la hora deorganizar la distribución de los recur-sos, el manejo del poder estatal y laprotección de los derechos” (Shapiro,1999: 154).

Expresiones de este tipo han lle-gado a ser moneda de cambio en lasdescripciones que se hacen deInternet en los medios periodísticos,así como en cientos de foros de dis-cusión on-line. La experiencia demuchos usuarios de los ordenadoresles induce a creer que el mundo estásiendo rápidamente democratizadopor la enorme cobertura de la red, yque ha aumentado su propia influen-cia sobre las decisiones. La sensaciónde que aumenta el poder a través dela implicación personal en el ciber-espacio está actualmente muy exten-dida y es muy fuerte.

La buena noticia quizá sea quela predicha revitalización de la es-

fera pública vía Internet indudable-mente amplificará docenas de re-voluciones tecno-democráticasprevias, muchas de las cuales, comohemos visto, han ido haciendo dela política americana una famosautopía de condiciones ideales deigualdad económica, de poder com-partido sobre las decisiones, y deelevación de los niveles de partici-pación política. Una tradición sinprecedentes de aumento del poderciudadano directo. No obstante,frente a estas felices visiones deéxito, uno debe pararse a plantearalgunas cuestiones serias: ¿está te-niendo lugar realmente una revo-lución democrática?, ¿existe, porejemplo, una nivelación del influ-jo político, una disminución de laconcentración del poder político yeconómico en manos de unos po-cos?, ¿qué hemos de hacer con lapretensión de que Internet ayuda agenerar una nueva forma de demo-cracia vital y efectiva?

Por ahora está claro que In-ternet es un nuevo medio decomunicación enormemente popu-lar. Los americanos parecen estaransiosos por subir a bordo de estenuevo medio: usar el correo elec-trónico, entrar en los foros de dis-cusión y navegar por los billones depáginas de la World Wide Web.Estudios realizados por la RadioPública Nacional y el Centro deComunicación de la Universidadde California en Los Ángeles(UCLA) indican que aproximada-mente dos terceras partes de losadultos en los Estados Unidos usanInternet, o al menos lo han hechoen una ocasión8. Aunque continúanexistiendo desigualdades significa-tivas en cuanto al acceso a Internet,esas diferencias parecen irse estre-chando en los Estados Unidos, ya

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que el uso del ordenador se está ins-talando en la vida diaria en todoslos niveles económicos.

Algunos estudios sobre usua-rios de Internet indican tambiénque, para aquellos con capacidadde registrarse en la red, existen amenudo fuertes sentimientos defelicidad por el uso del correo elec-trónico y los navegadores, portener acceso a vastas fuentes deinformación, noticias y entreteni-miento, así como por las oportu-nidades de hablar con mucha másgente y de extender laesfera de sus contactos.Parece que la impresiónmás común es que he-mos sobrepasado losconfines de las comuni-caciones electrónicasque han caracterizadodurante largo tiempolos medios audiovisua-les de comunicación.Uno ya no está sujeto aque los mensajes setransmitan desde una omuy pocas fuentes. Eltoque de dedo de unasola persona propor-ciona un universo vir-tualmente ilimitado deinformación. Por esta ra-zón, mucha gente queusa este medio experimenta una sen-sación de liberación, siendo cons-cientes de que, de algún modo, ellospueden controlar el tipo de co-nexión que tienen con las noticias yla información, lo cual incluye fuen-tes que no están filtradas (o al me-nos poco filtradas) por editores,programadores de noticias y otros ár-bitros de la “información aceptable”.

En esta misma línea, muchagente disfruta de relaciones orga-

nizativas que parecen menos abru-madas por la jerarquía, y libres dela autoridad y de las estructurassociales que antes servían de inter-mediarios dentro del flujo de infor-mación, bienes y servicios. Muchosentusiastas de Internet creen quela eliminación de capas organiza-tivas que se ha dado en el presen-te dentro de algunas innovadorasempresas comerciales globales, seextenderá de modo inevitable a lasrelaciones políticas en su conjun-to. En su amplio texto Declaraciónde independencia del ciberespacio,

John Perry Barlow avisa a “los go-biernos del Mundo Industrial” desu persistente irrelevancia. “Yo de-claro que el espacio social global queestamos construyendo es natural-mente independiente de cualquier ti-ranía que queráis imponernos.Vosotros no tenéis ningún derechomoral a regularnos, ni tampoco po-seéis ningún método de aplicacióndel que nosotros tengamos auténti-cos motivos para temer” (Perry,1996).

Igualmente importante paramuchos entusiastas de Internet es laposibilidad de que la gente corrientepueda convertirse en productora, yno meramente consumidora, de lainformación electrónica diseminadapor la red. Como todo el mundopuede escribir mensajes, crear pági-nas web, abrir un boletín de noti-cias, iniciar contactos y organizargrupos de interés on-line, las posibi-lidades de que exista una ciudada-nía que se exprese y delibere parecenenormes. A este respecto, la atrac-ción que causa el mundo virtual lle-

ga a ser positivamenteseductora. Reciente-mente, la estudiosa femi-nista Ellen Balka realizóuna retrospectiva sobrelas tendencias que elpensamiento feministaha tenido respecto a larelación entre tecnologíay sociedad. Ella pone demanifiesto que durantela pasada década, ha ha-bido un relevante de-clive en la frecuencia ycalidad de las contribu-ciones feministas a estedebate. “¿A dónde –sepregunta– han ido todaslas críticas feministas alas tecnologías de la in-formación? Nosotras he-

mos ido por el ciberespacio alládonde la tecnología ha hecho posi-ble que vayamos, y en nuestro en-tusiasmo por la tecnología, hemosperdido la perspectiva feministacrítica”. En la visión de Balka, la im-plicación con Internet está reempla-zando rápidamente otro tipo decompromiso político más directo,cara a cara (Balka, 1999).

Si miramos hacia la esfera dela política convencional –campa-

Demolición del Teatro Bolívar, Medellín, 1954. Fotógrafo: GabrielCarvajal. Biblioteca Pública Piloto de Medellín.

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ñas electorales, actividades dequienes pertenecen a los grupos depresión, intentos de conformaciónde la opinión pública– está claroque Internet es actualmente unmedio para movilizar los interesespolíticos de un modo rápido y sen-cillo. Como se explica a lo largode este libro9, grupos e individuosde todo el espectro ideológico es-tán usando las páginas web, las lis-tas de servidores y el correoelectrónico para organizar y hacerpúblicos sus puntos de vista. Elcarácter global de la red hace quetodo esto sea muy atractivo, por-que Internet no sólo ofrece la po-sibilidad de una diseminación másamplia de los mensajes individua-les de cada uno, sino que tambiénhace más difícil el control por unaagencia exterior. Por ejemplo, losgrupos neonazis y otros grupos ra-cistas, que en Alemania están suje-tos a grandes restricciones, estánmoviendo sus páginas web a servi-dores estadounidenses, esquivandoasí el poder político de su país so-bre su propaganda. Aunque el flu-jo digital global de ideas políticasha aumentado las esperanzas deque se produzca una mayor com-prensión y respeto entre los diferen-tes grupos raciales, no hay ningunagarantía de que esto ocurra.

De nuevo, como muestra estelibro10, las campañas electorales detodos los niveles tienen en la ac-tualidad una o varias páginas webdonde presentan las posturas de loscandidatos. Además, una nueva ca-racterística bastante discutible esque los grupos opositores de un can-didato pueden producir de un modomuy barato sátiras atractivas queparecen reales. Durante la campa-ña presidencial del año 2000, tan-to George W. Bush como Albert

Gore fueron llevados de aquí paraallá por cientos de web sites que lle-vaban su nombre y sus fotos, dondese ofrecían cómicos comunicadosde prensa ficticios y ‘declaracionespolíticas’. La página www.GWBush.com, por ejemplo, defendía la am-nistía presidencial general paratoda persona que permaneciera enla cárcel por la indiscreción juvenilde poseer drogas11. El rápido au-mento del uso de Internet como unvehículo para transmitir bromas esuno de los desarrollos más sorpren-dentes en Internet en los años re-cientes. El que esto pueda serconsiderado como una contribu-ción positiva al discurso público, osimplemente como otra expresiónmás del mal humor ciudadano esalgo que aún no está claro.

Se pueden ofrecer infinidad deejemplos que apoyan la conclusiónde que Internet está haciendo im-portantes contribuciones a la demo-cracia. Pero, ¿cómo deben de sersopesadas estas declaraciones den-tro de una comprensión más am-plia de la política actual?

Comprobandola realidad

Puede haber poca duda de queInternet ya se ha convertido en unacaracterística importante de la cul-tura política contemporánea. Losordenadores en red ofrecen la opor-tunidad para que se produzcanmodos de expresión vivos y diver-sos. A este respecto se parece enor-memente a otros dominios de lacultura popular –entretenimiento,deportes, moda y consumismo, en-tre las más importantes– que hanjugado un rol democratizador en lasociedad moderna. Los bienes de

consumo, por ejemplo, se han con-vertido en medios a través de loscuales la gente se expresa a sí mis-ma: lo que compran, lo que visten,lo que poseen y lo que usan es unsímbolo de sus vidas. El mercadoresponde a estas expresiones delgusto y el deseo popular y a las iden-tidades que la gente prefiere, inten-tando producir más de eso mismoa través de la publicidad. Las pelí-culas de Hollywood, y los progra-mas de televisión, de modo similar,reflejan la cultura democrática pro-porcionando un espejo a las fanta-sías de las audiencias masivas. Sepuede catalogar directamente unaporción substancial de la organiza-ción y el contenido de la comuni-cación actual en Internet en unamisma categoría: una contribucióna la cultura de los símbolos, men-sajes y significados ampliamentecompartidos, pero también alta-mente comercializados, de la socie-dad actual.

Pero, ¿puede considerarse queestas manifestaciones culturales dela democracia son una contribu-ción a la democracia en un sentidopolítico más básico? ¿La movilizaciónde la atención y la actividad gene-ral hacia Internet es efectiva cuan-do se trata de cuestiones de podery política? ¿Mejora la Red la canti-dad y calidad de la participaciónciudadana?

Preguntándonos cuestiones deeste tipo, nos damos cuenta de queno podemos considerar que Inter-net –como otras tantas tecnologíasanunciadas en el pasado– sea unaentidad que existe por sí misma, ais-lada de otras prácticas y organiza-ciones políticas. Los entusiastas dela democracia de Internet esgrimena menudo argumentos como los si-

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guientes: “Por un lado observamoslos patrones dominantes de la po-lítica corriente: la política de ladiplomacia, los partidos políticos,etc., que se usan para ser el cen-tro del poder. Por otro lado, en ellado de Internet, hay patronescompletamente nuevos de redes deordenadores, en los cuales se des-vanecen las jerarquías, nadie osten-ta el poder, y se crean nuevasexpresiones de ciudadanía”.Estos argumentos parecen ape-lar, según nos parece entender,a dos esferas que ocupan clara-mente el mismo espacio políti-co. Si las actividades de lacomunicación on line no mo-difican sustancialmente lospatrones de influencia sobre de-cisiones políticas clave, hacien-do que la influencia sea másampliamente compartida queantes, entonces los anuncios deque se está produciendo una re-volución democrática son bas-tante prematuros.

Por supuesto, lo que ocu-rra a largo plazo con estos de-sarrollos no se anticipa confiabilidad. Esta interpene-tración entre Internet y la so-ciedad política sigue inmersa en unproceso, cuyo desenlace es alta-mente incierto. ¿Quién sabe cómoserá nuestra política dentro deveinte años? Pero no obstante, unopuede tomar nota de los patronesque hay hoy día, los cuales nos su-gieren que la continuidad más quela ruptura será la característica delinflujo de las estructuras y prácti-cas telemáticas en la política y laconfiguración del poder social.

Tomemos la afluencia de votan-tes, por ejemplo. Internet parecehaber tenido hasta ahora un efecto

mínimo en el número de gente queva de hecho a las urnas. En los Es-tados Unidos, la participación enlas votaciones está normalmente enun 50% o menos12. Contando lagente que no se registra para votar,esto significa que aproximadamenteun 25% de la población se convier-te realmente en mayoría efectiva,en fuerza gobernante. El rango de

votantes en la mayoría de las elec-ciones –típicamente hombres y mu-jeres de clase media, preocupadospor los impuestos, la educación yla seguridad social– constituyen unsector aún menor de la población,pero reciben una atención despro-porcionada por parte de los candi-datos. Estas tendencias en laselecciones americanas son preocu-pantes, y dan lugar a una gran can-tidad de cinismo. Generan unasensación de amargo desdén haciala política por parte de la ciudada-nía, que los políticos hábiles sabenmanipular a su favor. Hasta ahora,

Internet no ha hecho nada paracambiar ni la escasez de participa-ción en las votaciones, ni para ex-plotarse políticamente a sí misma.

¿Qué podemos decir sobre laextendida sugerencia de que la gen-te está encontrando nuevos forospara la discusión pública y la activi-dad ciudadana en Internet, foros

centrados en intereses, cuestio-nes y campañas concretas? Hayalgo que decir sobre esta inter-pretación de Internet, como seejemplifica en el capítulo 1013.No obstante, si nos limitamos- simplemente al volumen de par-ticipación, no parece que se hayadado ningún aumento durantela era de Internet en compara-ción con la era de la televisióno la del periódico. De hecho, losestudios de Robert Putnam so-bre la cultura cívica muestran unfirme descenso de la participa-ción ciudadana en la vida pú-blica desde la segunda GuerraMundial14. El número de genteque está dispuesta a comprome-terse en las actividades públicas,más allá de pagar sus impuestosy obedecer las leyes, está dismi-nuyendo. Por supuesto, sigue per-

sistiendo una minoría, aunque muyvisible y vociferante, que encuentraen Internet la gracia divina. Pero sila democracia significa algo, significauna amplia participación de la gen-te corriente en los asuntos relacio-nados con el gobierno del país. Latendencia hacia una mayor partici-pación no parece ser especialmen-te esperanzadora, a menos que seconsidere que la extendida apatíaes un signo de que la gente está bá-sicamente satisfecha15.

¿Y qué hay de la idea de que lademocracia está experimentando

El Teatro Faenza, ejemplo de l “período republicano”en Bogotá, abrió sus puertas al público en 1924.

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un renacimiento, dado el ímpetu dela discusión política, el debate y larecolección de información? Losprimeros informes no son especial-mente prometedores. El ideal deldiscurso democrático de la antiguapolis griega o de los decimonó-nicos mítines cívicos de Nueva In-glaterra, y que se aplauden en losescritos de John Dewey y JurgenHabermas, sugiere que la gente condistintos compromisos y puntos devista pueden discutir, argumentar,deliberar, y, por último, decidir jun-tos el rumbo de una ac-ción. En las verdaderassituaciones democráti-cas, lo que sostiene lapromesa final de un buengobierno es la diversidadde los participantes, asícomo su compromiso decolaborar con personascuyas ideas difieren de lassuyas.

Además, como obser-va Galtson en el capítu-lo 316, los foros abiertosy diversos no son tan ca-racterísticos de la parti-cipación en Internet. Lagente normalmente “per-sonaliza” las fuentes de informaciónque les interesa, seleccionando, porejemplo, sólo las reseñas o noticiassobre un asunto en particular o so-bre su equipo deportivo favorito.Internet hace posible una selecciónmucho mayor de la que permitíanlos periódicos tradicionales; en lasdécadas anteriores, la prensa pre-sentaba a los lectores los asuntos deforma rutinaria con un repertoriode temas bastante amplio, debidoa que los editores tenían que diri-girse a un extenso dominio de lec-tores potenciales. Hoy en día, losusuarios pueden delimitar aquella

serie de asuntos que se centran jus-tamente en lo que les interesa enun momento dado.

El mismo tipo de selección sepuede encontrar en los grupos dechat y en las listas de servidoresde Internet. Gente que piensa demanera similar comparte informa-ción e ideas, reforzando opinionesque ya sostenían previamente. EnInternet, así como en los escenariospolíticos cara a cara, la gente nor-malmente se encuentra incómo-

da con la ambigüedad, el des-acuerdo y las expresiones de pun-tos de vista distintos al suyo. Enlos encuentros cara a cara, no obs-tante, existe a veces un momen-to en el que la gente siente lanecesidad de unirse y buscar uncompromiso. De hecho, este esuno de los grandes premios de lacomunicación política en demo-cracia: el deseo de expresar lo queuno piensa, de escuchar los pun-tos de vista de lo otros, y buscardespués un terreno común. Des-graciadamente, muchos de los ac-tuales foros en la Red carecen de

esta cualidad. La mayoría de lasveces, lo que se encuentra es gentecon similares puntos de vista ha-blando entre ellos. Cuando emer-gen voces disidentes o puntos devista diferentes, se dan a menudocon la aspereza y la crítica que escaracterística de algunas discusio-nes on line: los internautas perma-necen en la discusión el tiemposuficiente para repartir unos cuan-tos “disparos” y después desaparecer,un lujo que Internet permite. Porcomparación, las comunidades si-

tuadas geográficamen-te tienden a hacer suscríticas de manera másresponsable; uno tieneque levantarse al día si-guiente y mirar a susvecinos a la cara. Portanto, Internet pareceser bastante mejor paraencenderse airadamen-te o desahogarse quepara buscar solucionesdemocráticas.

Los científicos polí-ticos no deben sorpren-derse de descubrir quelas discusiones delibera-tivas no se forman en la

red. Numerosos estudios resaltanque el aumento de la cantidad deinformación o del número de ca-nales accesibles a los ciudadanos noimplica ninguna mejora ni en lavoluntad de participar en políticani en la calidad de la participacióncuando esta tiene lugar17. La ideade que el acceso a enormes recur-sos de información almacenadaelectrónicamente hará a los ciuda-danos más efectivos y sabios no essiempre verdad. Debe ocurrir algomás, dentro del espacio de comu-nicación, para que una democraciaactiva y efectiva salga a la luz.

El Faenza fue diseñado por los arquitectos Arturo Tapias y Jorge Muñoz.

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Ese elemento extra, en mi opi-nión, incluye un compromiso di-recto y mantenido con otros encomunidades de interés para cadaindividuo, sobre cuestiones queafectan a la vida de todos. Durantemuchas décadas el sistema de par-tidos políticos en América satisfizoesta condición en ciertomodo, aunque de unamanera que no era com-pletamente democrática.La gente corriente traíauna preocupación al líderdel partido político local,el cual organizaba las fuer-zas del partido y prestabacierta atención a las ne-cesidades de la gente desu distrito. Este represen-tante comunicaría esasnecesidades a los líderesdel partido de niveles másaltos, los cuales en las si-guientes legislaturas cum-plirían con lo pactado, locual proporciona una res-puesta, aunque sea par-cial, a las preocupacionesde la gente corriente.

A la luz de esto, Inter-net se parece mucho a latelevisión en cuanto a quesirve como sustituto delcontacto directo entre losciudadanos y los líderes políticos,que anteriormente tenía lugar enlos partidos políticos. AunqueInternet es en algunos aspectos másinteractiva que la televisión encuanto a lo que la política se refie-re, ambos medios comparten unafuerte tendencia a desconectar lavida diaria y las necesidades más in-mediatas del pueblo llano de losprocesos políticos. La mayoría delos ciudadanos carecen de cualquiercontacto directo con personas que

están directamente involucradas enla política o en los gobiernos. La in-mensa mayoría sencillamente noestán comprometidos de ningúnmodo con los asuntos públicos másimportantes de la actualidad, y nisi quiera hablan con personas quesí lo están.

Todo esto significa que Internetha hecho muy poco hasta ahora conrespecto al modo fundamental enque se gobierna la sociedad. Lospatrones de poder económico pro-fundamente enraizado que han pre-valecido a lo largo del tiempo enlos estados declarados democráti-cos continúan siendo prominentesy efectivos. Las elites basadas en lossectores financieros y empresarialesinfluyen fuertemente en la elecciónde los candidatos, conforman las

ideas de los partidos políticos, fi-nancian las campañas electorales,y finalmente controlan los resulta-dos de la acción política del gobier-no. La ausencia continuada decompromiso ciudadano es la con-dición subyacente que permite queflorezca el ejercicio del poder oligár-

quico contemporáneo,quedando la democraciareducida a un conjuntode eslóganes cada vezmás huecos.

¿Comunicacionespara quién?

Una cuestión impor-tante a la que deberánhacer frente las políticasdemocráticas en las pró-ximas décadas es la de silos modos de comunica-ción disponibles en Inter-net se convertirán (comosugieren los entusiastas)en una alternativa a losactuales patrones que re-lacionan los medios decomunicación electróni-cos con las concentra-ciones de poder político–condición que debilitamucho la democraciacontemporánea–. El cre-

cimiento a nivel mundial de losoligopolios en la publicidad y enlos medios de comunicación elec-trónicos limita severamente lavariedad de la información, las no-ticias, y la expresión pública dis-ponible en periódicos, revistas,libros, películas y programas detelevisión con que se encuentrala mayoría de los ciudadano s(McChesney, 1999) . Según lasgrandes compañías trasladen susoperaciones a Internet ofreciendo

La ejecución del Teatro Faenza se encargó al ingeniero Ernesto González.

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atractivos ‘paquetes’ de diversiónmediática, se puede eclipsar la aca-riciada experiencia de Internetcomo un lugar de expresión libre.La esfera de las redes de ordena-dores y la comunicación sin cableha sido declarada como ‘el próxi-mo gran mercado’: una zona em-presarial que las compañías globalesesperan dominar.

Existe ahora, porejemplo, un enorme in-terés por dirigir a losinternautas a través deportales, páginas queorganizan la amplia ga-ma de información enInternet en rutas pre -determinadas y alta-mente comercializadas,al estilo de la estructurade canales de la televi-sión por cable o víasatélite. No es sorpren-dente que los propieta-rios de muchos de losportales de Internet seanlas mismas compañíasque controlan tambiénla televisión americana.Los portales transmitencada vez más la impre-sión de que en Internetse encuentra todo loque puede existir sobreocio, deportes, compras,actuaciones, planes devacaciones y otras variedades deconsumo. Llama la atención queen ellos casi no existan categoríasy vínculos que animen a las personasque navegan habitualmente a explo-rar aún el más convencional de losasuntos políticos. La misma sensi-bilidad política subyacente se en-cuentra en los canales por cableo vía satélite que se dedican aInternet –Tech TV, por ejemplo–

cuyas ofertas, las veinticuatro ho-ras del día, acentúan la visión delas comunicaciones digitales comoun adictivo bombardeo de opor-tunidades para comprar, jugar convideojuegos, y gastar dinero engeneral. Al contrario de lo que es-peraban los visionarios de Inter-net, ninguno de los programas de

esos canales tech resalta las opor-tunidades de los ciudadanos decomprometerse con los problemaspúblicos. Lo que sugieren en cam-bio es que el sillón-ball y el ratón-ball son ‘deportes’ muy parecidos.

Hasta el momento, los intentosde cambiar Internet dentro de estemodelo ideal corporativo no hansido completamente satisfactorios. Se

podría esperar que el número y ladiversidad de posibilidades de las co-municaciones en Internet favorezcanfinalmente la democracia popular.Pero compañías como Time Warner/AOL, Yahoo!, el imperio mediáticoRupert Murdoch, Disney/ABC,MSNB y otras compañías globales,están trabajando duro para confor-

mar el flujo de la informa-ción electrónica y obtenerlos beneficios que resulta-rán de este nuevo medio.Guiar las ideas, expecta-tivas, y preferencias queflotan en las mentes de lospolíticos y los ciudadanosdentro de este dominio esel principal objetivo quepersiguen estos programasorganizados de manipula-ción política y social enInternet. Una resistenciaorganizada contra esta in-fluencia está lejos de serevidente.

Un problema muycercano a este, que afec-ta también a la demo-cracia, es la flagrantecorrupción de los políti-cos, los candidatos y losrepresentantes públicos,cuando se trata de con-seguir fondos para suscampañas publicitariastelevisivas. Como la ten-

dencia actual se dirige hacia la to-tal fusión de Internet y televisiónen un futuro no muy lejano, pareceprobable que las prácticas más la-mentables de recaudación de fon-dos se transfieran sin más al nuevomedio del ciberespacio. Las redesde ordenadores podrían convertir-se fácilmente en recursos con losque personas adineradas y diferen-tes organizaciones compren el ac-

La construcción del Teatro aprovechó la antiguafábrica de porcelana “Faenza”.

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ceso y el poder, y fijen en la agendaasuntos que afecten el modo devida de la gente. Los entusiastas dela democracia en Internet no hantenido en cuenta estas posibilida-des, especialmente la intensacomercialización del ciberespacio yla probable transferencia de las pa-tologías existentes en la política ac-tual al nuevo medio. Sedecantan, en cambio, porlas fantasías de la vieja y raí-da utopía sobre tecnologíay democracia que siemprereaparece en la historiaamericana, aunque en elpasado no haya demostra-do ser una buena guía parala acción. Complacerse enestos ensueños utópicosmientras ignoramos alter-nativas políticas importan-tes –como, por ejemplo, laspolíticas de telecomunica-ciones tomadas a mediadosde los 90– es lo que equi-vocadamente se denomi-na “ser optimistas sobre elfuturo”.

Conclusión

Considerando el asun-to dentro de la políticageneral de las comunica-ciones, el principal pro-blema que se nos planteaes menos el de las pecu-liaridades de cada medio de comu-nicación concreto, que el asuntodel control de los canales de todotipo (especialmente el tipo de re-glas que gobiernan el acceso, la ex-clusión de ellas y su uso). En losEstados Unidos, viene siendo comúnun determinado desarrollo de losmedios de comunicación de modoque en un principio parecen conec-

tados enormemente con nocionescomo el bien público, pero poste-riormente acaban sirviendo parasiempre a los intereses económicosprivados. Una vez tras otra, el paísdona enormes cantidades de dine-ro proveniente de los impuestos ala investigación y el desarrollo delos medios electrónicos, esperan-

do que la población en su conjun-to se beneficie de ellos. Pero se-gún un modelo repetido durantedécadas, el gobierno se desentien-de pronto del asunto, entregandolos nuevos medios de comunica-ción a empresas que buscan suspropios beneficios. A lo largo delas décadas, quienes han gestio-nado la política pública america-

na siempre han estado dispuestosa abandonar la apuesta pública enmanos de las compañías (y ahoraInternet), porque creen que elsector empresarial conoce mejorcómo construir y administrar losmedios de comunicación sociales.

Esta absoluta necedad de rega-lar la enorme riquezapública que suponen losrecursos electrónicos esya suficientemente dañi-na. Pero, además, a estemal se le suman otrosefectos negativos queesta política genera, co-mo limitar las posibilida-des del acceso libre ygeneral a los nuevos me-dios de comunicación enel ámbito de las artes, laeducación, y otros ámbi-tos de carácter público.No nos debe sorprender,por tanto, que una socie-dad que durante tantosaños ha visto sistemá-ticamente maniatada lacapacidad de sus ciuda-danos de utilizar ellosmismos las herramientasdel discurso electrónico,se despierte en la actua-lidad encontrándose conuna esfera pública mar-chita y deformada, y conun creciente cinismo enla población. No es pro-

bable que la receta utópica –“aña-dir Internet y revolver”– cambie lasituación.

Una cuestión clave es, enton-ces, si nuestra sociedad tiene defacto la voluntad y el compromisonecesarios para preservar un ampliodominio cultural, un dominio don-de se limite el influjo de la publici-

El Faenza es uno de los edificios bogotanos con influencia Art Nouveau.

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dad y otras fuerzas del mercado, ydonde se fomenten las actividadesculturales. Un consenso que preser-ve un espacio electrónico públicode este tipo, que nunca fue muyfuerte en los Estados Unidos, se haesfumado totalmente durante laseras Reagan/Bush y la era Clinton,donde se ha considerado que el mer-cado global es el único árbitro delas prioridades sociales. Internet, taly como existe hoy en día, muestraextraordinariamente bien esta ten-dencia. De lo que damos testimo-nio en nuestro país no es de larevitalización de la política demo-crática, sino de la creación de una

nueva y enorme esfera de desarro-llo de la empresa comercial.

Como muestran claramente lostitulares y las páginas de las publi-caciones financieras, Internet estámudando rápidamente hacia unanueva etapa. La televisión, tal ycomo ha existido en el siglo pasado,está abriendo paso a un nuevo hí-brido, que incluye televisión de altadefinición, una red de ordenadoresmundialmente conectados y un pa-trón de competentes formatosdigitales. Los enormes conglomera-dos de empresas mediáticas sabenexactamente lo que quieren conse-

guir con esta transformación: unosbeneficios sin precedentes en estaesfera sin reglas que combina el te-léfono local y el de larga distancia,la televisión por cable, y los servicioslucrativos en Internet. Entonces,¿qué pueden demandar los ciudada-nos de las sociedades democráticas–si es que demandan algo– de estenuevo medio digital?, ¿qué puedenpedir que sea distinto de lo que seofrece actualmente: más deportes,más películas, más oportunidades deconsumo? Es esta una cuestión enor-memente importante que está espe-rando atención, y un estudio ydebate más extensos.

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Citas

1 “The Grand Canal Celebration”.UticaSentinel, 8, November 1824, citado porNye (1994: 36)

2 “American Steam Navigation”, Hunt’sMerchant Magazine, February 1841, p.14, citado en Nye (1994: 38).

3 George S. White, Memoir of SamuelSlater, Philadelphia. 1836, reimpreso enThe New England Mill Village, 1790-1860, ed. G. Kulik et al. (1982: 355).

4 Citado en Lapin (1995: 175).

5 Ibid, p. 218.

6 Véase, por ejemplo, Corn (1983).

7 Véase mi discusión sobre este período en“Mythinformation”, en mi libro TheWhale and the Reactor: A Search for Limitsin an Age of Hight, Technology, Chicago,University of Chicago Press, 1986, pp.97-117. (Traducción al español: La ballenay el reactor: una búsqueda de los límites dela alta tecnología, Barcelona, Gedisa,1987).

8 NPR, Fundación Kaiser, y KennedySchool of Goverment, TechnologySurvey, //npr.org/programs/specials/poll/technology/ , issued February 2000;UCLA Center for CommunicationPolicy. Surveying the Digital Future: TheUCLA Internet Report. www.eep.ucla.edu. Noviembre, 2000.

9 Recuérdese que este texto de Winnerforma parte del libro The civic web: onlinepolitics and democractic values. Véase in-formación acerca de este artículo al piedel título.

10 Ibid.

11 Véase la página web www.GWBush.com

12 Un análisis reciente de la situación seencuentra en Kornbluh (2000).

13 Véase nota 9.

14 Putnam (2000). En un artículo anterior,Putnam investiga varias posibles causasdel declive de la participación comunita-ria durante la última mitad del siglo XX.Escribe: “He descubierto que sólo hay unsospechoso contra quien se acumula laevidencia circunstancial, y en este casose vuelve una evidencia incriminatoria yque directamente muestra que... la cul-pable es la televisión”. Véase, “TuningIn, Tuning Out: The Strange Disappea-rance of Social Capital in America”, en:PS: Political Science & Politics, vol.xxviii, No. 4, December 1995, 677 p.

15 Para una interesante discusión véaseEliashop (1998).

16 Véase nota 9.

17 Véase, por ejemplo, Verba & Nie (1972)y Converse (1972: 263-337).

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