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XX SEMANA BÍBLICA NACIONAL Lectio Divina Evangelizador, ¿Quién eres?

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X X S E M A N A B Í B L I C A N A C I O N A L

Lec t io Div ina

Evangelizador,¿Quién eres?

Evangelizador,¿Quién eres?

SemanaXXBíblica

Nacional

Lec t io Div ina

ÍndicePresentación 4-5

Para profundizar 68

Antes de comenzar 6-9

Lectio Divina - paso a paso 10-11

Primer rasgoERES DISCÍPULO 12-19

Segundo rasgoERES NUEVA CREATURA 20-27

Tercer rasgoERES SAL Y LUZ 28-35

Quinto rasgoERES MIEMBRO DEL PUEBLO 44-51

Sexto rasgoERES SIERVO 52-59

Séptimo rasgoERES ENVIADO 60-67

Cuarto rasgoERES PECADOR 36-43

SemanaXXBíblica

Nacional

EVANGELIZADOR , ¿QUIÉN ERES?

Agosto, 2014

Elaboración de textosComisión de Magisterio de la IglesiaÁmbito Pastoral de Biblia

EditaConferencia Episcopal Ecuatoriana (CEE)Av. América N24-59 y La GascaTelf. 222 3139 al 3144Quito - Ecuador

Diseño y diagramaciónBernardo Meitzner [email protected]/bmeitzner @bmeitzner

ImprimeImprenta Don BoscoTelf. 241 6122 / 240 5657Quito - Ecuador

DistribuyeLibrería de la CEEE-mail: [email protected]. 223 6042Quito - Ecuador

PresentaciónEstoy contento de poder presentar a nuestras Diócesis el folleto de la Semana Bíblica Nacional para los distintos grupos de escucha y reflexión de la Palabra.

Desde hace bastante tiempo la Comisión Episcopal de Magisterio, en lo que se refiere al área Bíblica, ofrece la experiencia de la lectura de los textos sagrados impulsada y realizada en pequeños grupos al interior de nuestras parroquias. Se trata de una iniciativa indudablemente preciosa que merece ser difundida con mucha más convicción y compromiso.

En efecto, leer la Sagrada Escritura a la luz del Espíritu y hacerlo con perseverancia, permite practicar cuanto nos indica el Apóstol Pablo en su carta a los Colosenses: “que la Palabra de Cristo habite en ustedes con toda su riqueza” (Col. 3,16). Este es el fin y el motivo fundamental de los grupos de reflexión y de escucha: buscar la forma que la Palabra de Cristo entre en la casa de los creyentes y lo haga con toda su riqueza.

Nos unimos a estas voces significativas para subrayar, también nosotros, la importancia de un acercamiento directo a las Sagra-das Escrituras, en la forma tradicional, pero siempre actual, de la Lectio Divina, recientemente recomendada por el Papa emérito Benedicto XVI, en un discurso con ocasión de los 40 años de la promulgación de la Dei Verbum: “quiero sobre todo evocar y recomendar la antigua tradición de la Lectio Divina: la asidua lectura de la Sagrada Escritura acompañada por la oración, realiza aquel íntimo coloquio a través del cual, leyendo, se escucha a Dios que habla y, orando, se contesta a El con una abierta confianza del corazón. Esta praxis, si es eficazmente promovida, ofrecerá a la Iglesia, estoy convencido, una nueva primavera espiritual” (Roma 14-18 septiembre 2005).

El texto guía de la semana Bíblica que presentamos, consiste, de hecho, en una experiencia de Lectio Divina vivida en grupos parro-quiales y/o familiares. No es una simple técnica, porque la lectura de los textos de la Escritura siempre son un encuentro con Dios vivo, por eso nunca puede asemejarse a una especie de competen-cia profesional.

En orden a alcanzar los objetivos de esta iniciativa, son impre-scindibles los animadores, catequistas o ministros de la Palabra. Quiero, entonces, agradecer, particularmente, a aquellas personas que están desarrollando este servicio con seriedad y devoción.

Convencido de su fuerte valor misionero y de su eficacia en orden al camino de fe de tantas personas, tenemos que entender esta propuesta como fundamento, también, para la catequesis de los adultos y como ocasión para adquirir aquella familiaridad con la Palabra de Dios que nos ayuda y nos permite meditar y reflexionar de mejor forma sobre las verdades de fe.

Termino invitando, en modo particular, a todos los sacerdotes para que tengan en consideración este texto. Confió particularmente en ellos para que vayan promoviendo estos grupos de reflexión y escucha de la Palabra con aquella sabiduría pastoral que sabe adaptarla a la concreta situación parroquial, y así pueda ayudar al bien del pueblo de Dios, llamado a ser levadura para el mundo.

A la intercesión de la Madre de Dios, Virgen obediente, confiamos este camino de escucha de la Palabra y encuentre espacio también en nosotros su deseo de custodiar y meditar en el corazón la revelación de Dios.

+ Giovanni Battista PiccioliObispo Auxiliar de Guayaquil

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Método de esta semana bíblica

“Entre las muchas formas de acercarse a la Sagrada Escritura, hay una privilegiada a la que todos estamos invi-tados: la Lectio Divina o ejercicio de lectura orante de la Sagrada Escritura…” (Documento de Aparecida, n. 249).

Con estas palabras, el documento de Aparecida nos invita a acercarnos a la Sagrada Escritura mediante la lectio divina. Aceptando esta invitación y convencidos de que se trata de una “forma privilegiada” de acercarnos a la Biblia, hemos querido adoptar la lectio como método para la presente Semana Bíblica.

A continuación te presentamos una breve descripción de qué es la lectio divina y cuáles son sus pasos o momentos.

¿Qué es la lectio divina?

La lectio divina es fundamentalmente una lectura orante de la Palabra que lleva al encuentro con Cristo. Es decir, ya que la Biblia es verdaderamente Palabra de Dios, la manera más propia de recibirla es en el diálogo amoroso de la oración. Se trata pues de un encuentro con Dios a través de su Palabra. Benedicto XVI lo explica de la siguiente manera: La lectio es “capaz de abrir al fiel no sólo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente” (Verbum Domini, n. 87).

Este encuentro que constituye la lectio divina, está formado por distintos pasos o escalones, que nos permiten irnos acercando progresivamente, a través del texto bíblico a la intimidad de Dios para poder conocer su voluntad sobre nosotros.

Podemos resumir los pasos de la lectio divina de la siguiente manera:

1. Lectura: Leemos con profundidad un pasaje de la Biblia, fijándonos en el texto y en el contexto, compren-diendo el sentido de las palabras y el mensaje principal del fragmento leído. Una gran ayuda consiste en fijarse en los verbos, repetición de las palabras, personajes, situación inicial y final del relato. La pregunta funda-mental es: ¿Qué dice el texto?2. Meditación: Se trata de aplicar la Palabra a nuestra vida. Tomando uno o más aspectos de la lectio, los med-itamos más en profundidad, aplicándolos al presente, a nuestra propia vida. La pregunta fundamental es: ¿Qué me dice este texto a mí, a mi vida?3. Oración: Aquí la pregunta fundamental es: ¿Qué le decimos al Señor como respuesta a su Palabra? Hablamos con el Señor Jesús con nuestras propias palabras para alabarlo, pedirle perdón, para agradecerle. 4. Contemplación: Es el momento de la oración más íntima en el cual saboreamos y gustamos lo que la Palabra nos ha enseñado. Puedes fijarte en un personaje, en una frase o incluso en una Palabra y meditarla, gustarla frente a Jesús. En este momento dejamos que los afectos hacia el Señor fluyan. 5. Acción: Se trata de concretizar nuestro compromiso con el Señor a partir de la Palabra, que no termina su proceso hasta que no se llega a la acción, hasta que no cambia nuestra vida. Es el momento de los propósitos concretos que nos hacemos y que intentamos luego veri-ficar. Así la lectio divina se convierte no sólo en un momento de nuestra jornada, sino en el impulso que ritma todo nuestro día.

¿Cómo viviremos la lectio divina en esta Semana Bíblica Nacional?

Para favorecer la dimensión comunitaria de la Semana

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Antes de comenzar

Bíblica nacional, proponemos en todos los capítulos de este folleto un orden ligeramente diverso en los pasos de la lectio divina para favorecer así la dimensión comunitaria de nuestros encuentros. De esta forma, se podrán conjugar fácilmente la oración personal, la reflexión en grupo y los compromisos comunes. Cada capítulo estará dipuesto de la siguiente manera:

1. Lectura: Leeremos con profundidad un pasaje de la Biblia, fijándonos en el texto y en el contexto, comprendi-endo el sentido de las palabras y el mensaje principal del fragmento leído. 2. Meditación: Se trata de interiorizar y aplicar a nuestra vida lo que hemos descubierto en la lectura del texto. Al final de este segmento, encontraremos en cada capítulo un apartado llamado Lo que dice la Iglesia en el cual un texto del Magisterio nos ayudará a fijar y comprender la Palabra leída y meditada. 3. Contemplación: Es el momento de la oración más íntima en el cual saboreamos y gustamos lo que la Palabra nos ha enseñado. En cada capitulo se propone un modo distinto para poder llevar a cabo la contemplación, pero lo más importante es que cada uno deje que la Palabra se abra paso en el propio corazón. 4. Acción: Para este momento, se propone el diálogo comunitario, sea en uno o varios grupos. Se trata de dejar que la Palabra leída, meditada y contemplada interpele no solo la vida personal sino también el camino de toda la comunidad. 5. Oración: Con la ayuda de un texto proveniente de la misma Biblia o de la Liturgia, se invita a la oración comu-nitaria. 6. La Palabra confirmada por los santos: Al final de cada capítulo, se nos presenta un último apartado en el cual, el ejemplo de un santo nos recuerda que la Palabra que hemos orado y reflexionado no nos propone un ideal irrealizable, sino tan concreto y real, que hay “amigos en el cielo” que

ya llegaron a la meta en el camino que la Sagrada Escritura nos invita a recorrer.

El tema de la XX Semana Bíblica Nacional

Una vez que hemos repasado brevemente el método que utilizaremos para nuestros encuentros, es necesario explicar el tema que hemos escogido para este año: Evangelizador, ¿quién eres?

Se trata de un primer paso para responder a la llamada a la Nueva Evangelización que incesantemente nos hace la Iglesia. En efecto, para poder anunciar a Jesús, tengo que preguntarme en primer lugar quién es Jesús para mí o, en otras palabras, quién soy yo frente al Señor.

Es por eso que para esta semana bíblica proponemos, partiendo de siete pasajes de la Escritura, los siguientes siete rasgos fundamentales del ser del Evangelizador:

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• Eres discípulo ----------------------------

• Eres nueva creatura ---------------------

• Eres sal y luz -----------------------------

• Eres pecador -----------------------------

• Eres miembro del pueblo --------------

• Eres siervo ---------------------------------

• Eres enviado -----------------------------

Mt 4,18-22.

2 Cor 5,14-17

Mt 5,13-16.

1 Jn 1,5-2,1.

1 Cor 12,12-27

Lc 17,7-10

Mt 28,16-20

Deseamos con todo el corazón que esta semana bíblica pueda ayudar a todos a profundizar en el conocimiento de la Palabra de Dios que nos revela nuestra propia identidad y nos mueve a anunciar sin cesar el nombre de Jesús.

Lectio Divina

METODOLOGÍA PARA LA SEMANA BÍBLICA NACIONAL

Lectura

Meditación

Contemplación

AcciónOración

I

III

IVV

II

¿Qué dice el texto?• Lee el texto en su contexto.

• Fíjate en las palabras, las acciones, los personajes.

• Extrae el mensaje principal del texto leído.

¿Qué me dice el texto?• Reflexiona sobre las ideas principales del texto.

• Descubre qué nos dice el texto aquí y ahora.

• Interioriza el mensaje

• Contempla en silencio y calma.

• “Saborea” la Palabra meditada.

• Déjate sorprender por las

maravillas de Dios.

¿Cómo pongo en práctica la Palabra?• Animado por la Palabra meditada, haz un

propósito muy concreto para tu vida.

• Discierne qué propósitos tomar en comunidad

• Después de escuchar al Señor,

háblale con sinceridad.

• Responde con tu oración a la buena

noticia que Dios te ha comunicado.

13

Primer rasgo:Eres discípulo

“4,18 Jesús iba caminando por la orilla del Lago de Galilea, cuando vio a dos hermanos: uno era Simón, también llamado Pedro, y el otro Andrés. Eran pescadores, y estaban echando la red al agua.19 Jesús les dijo: —Síganme, y yo los haré pescadores de hombres.20 Al momento dejaron sus redes y se fueron con él.21 Un poco más adelante, Jesús vio a otros dos hermanos: Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en una barca arreglando las redes. Jesús los llamó, 22 y en seguida ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.

1. Fíjate en el contexto

Leyendo el Evangelio con atención notamos que nos presenta el inicio del ministerio público de Jesús. Después de su predicación inaugu-ral, lo primero que hace el Señor es llamar a los discípulos. Se nota que es una gran prioridad para Él. Desde el inicio deja muy claro que su idea no es propagar ideas abstractas, sino iniciar un camino de vida con personas concretas dispuestas a empeñar toda su vida en el proyecto del Reino.

2. Fíjate en el texto

• ¿Te has fijado que esta historia nos describe un camino? Al inicio

camina Jesús sólo junto al mar. Después llama a Simón y Andrés y lo siguen. Ya son tres. Al proseguir por la ribera del lago ve a la otra pareja de hermanos y los llama. Ellos también lo siguen en seguida. ¡Al final del relato ya son cinco los caminantes!

• Date cuenta que al presentar la historia de los primeros llamados, Mateo nos traza la ruta de todo seguimiento de Jesús en cuatro momentos: el ver de Jesús, la llamada al seguimiento, el dejar de los discípulos, y el seguimiento. Con esos cuatro pasos inicia todo camino cristiano. Por eso vamos a meditar sobre ellos.

I. Lectura

(Mt 4,18–22)

Para leer con profundidadla Palabra

1514

• El ver de Jesús: La llamada no comienza con nuestra iniciativa. Es Jesús quien da el primer paso. Él vio a los dos hermanos. Podríamos decir de manera impropia aunque elocuente que los ve “por su nombre”, que al verlos ya los conoce. De igual modo, Jesús cuando pasa por nuestra vida ya nos conoce, sabe quienes somos, ¡conoce incluso nuestros pecados! Y aún así nos llama, porque le importa más lo que podemos llegar a ser con su ayuda que nuestro ser de pecadores• La invitación: Es clara y concisa: “Síganme”. Jesús no invita a un tiempo de prueba, a una “experi-encia”, Jesús pide que lo sigan por completo. Pero no es un seguimiento vacío, trae consigo una promesa: “Los haré pescadores de hombres”. ¿Qué significa esto? En primer lugar, que Jesús se hace cargo de los que lo siguen y prom-ete transformarlos en algo grande: en pescadores de hombres. La invi-

tación consiste en hacer con otros lo que Jesús ha hecho con ellos: invitarlos a unirse al camino de salvación. • Dejaron las redes: No existe seguimiento sin dejar. Las dos parejas de hermanos dejan no algo malo, sino su profesión y su familia respectivamente. Está claro que el dejar es distinto para cada uno, pero también es claro que ser cristiano no es solo un pasatiempo, sino que implica un cambio de vida y que toca todos los niveles de la existencia. Si eres llamado a evangelizar, debes ser seguidor de Jesús a toda costa, dejando todo lo que no es digno del Señor y eligiendo siempre lo que está más de acuerdo con su voluntad. • Lo siguieron: Seguir significa en el Evangelio caminar detrás. El discípulo es alguien que camina detrás de Jesús, comparte toda su vida con Él. A diferencia de los discípulos de los rabíes de aquel tiempo, que enseñaban como

profesores, Jesús exige que se lo siga asociando toda la vida a Él. Simón, Andrés, Santiago y Juan siguen a Jesús sin saber bien cuál va a ser su futuro. Pero se arriesgan porque intuyen que Aquel a quien siguen es Alguien digno de recibir toda la propia vida.

• Al momento: Un detalle más. Los que siguen a Jesús lo siguen al instante. Sin chistar. Esto es algo nuevo. A diferencia de Moisés o Jeremías que ponen objeciones a la llamada, la fuerza del Señor que llama es tan grande, que los discípulos siguen fascinados.

II. MeditaciónPara meditar este relato te propongo los cuatro momentos o pasos del seguimiento que descu-brimos en la lectio:

LO QUE DICE LA IGLESIA“Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros». Si no nos convencemos, miremos a los primeros discípulos, quienes inmediatamente después de conocer la mirada de Jesús, salían a proclamarlo gozosos: «¡Hemos encontrado al Mesías!» (Jn 1,41). La samaritana, apenas salió de su diálogo con Jesús, se convirtió en misionera, y muchos samaritanos creyeron en Jesús «por la palabra de la mujer» (Jn 4,39). También san Pablo, a partir de su encuentro con Jesucristo, «enseguida se puso a predicar que Jesús era el Hijo de Dios» (Hch 9,20). ¿A qué esperamos nosotros?”

Fransico, Evangelii Gaudium, n. 120

1716

• ¿Nos consideramos una comunidad de llamados, que caminamos como los cuatro primeros discípulos junto a Jesús?

• ¿Estamos realmente siendo pescadores de hombres que “ayudan a Jesús” a seguir llamando?

• ¿De qué formas concretas podemos renovar nuestra llamada?

III. ContemplaciónTe propongo algunas consideraciones para tu meditación personal. En grupo trabajamos las siguientes

preguntas: • ¿Puedes identificar el o los momentos en los que has sido llamado por Jesús para ser su discípulo?

• ¿Estás dispuesto a seguir a Jesús “al momento”? ¿Cuáles son las excusas que le pones al Señor para no seguirlo ya?

• ¿Qué tienes que dejar para poder caminar detrás de Jesús más “ligero de equipaje”?

• Tómate un momento para darle gracias al Señor por haberte llamado para seguirlo.

IV. Acción

1918

Señor, tú me llamastepara ser instrumento de tu gracia,

para anunciar la Buena Nueva,para sanar las almas.

Instrumento de paz y de justicia,pregonero de todas tus palabras,agua para calmar la sed hiriente,mano que bendice y que ama.

Señor, tú me llamastepara curar los corazones heridos,

para gritar, en medio de las plazas,que el Amor está vivo,

para sacar del sueño a los que duermeny liberar al cautivo.

Soy cera blanda entre tus dedos,haz lo que quieras conmigo.

Señor, tú me llamastepara salvar al mundo ya cansado,

para amar a los hombresque tú, Padre, me diste como hermanos.Señor, me quieres para abolir las guerras

y aliviar la miseria y el pecado;hacer temblar las piedras

y ahuyentar a los lobos del rebaño.

Amén.

Después de la muerte de mi padre, ocurrida en febrero de 1941, poco a poco fui tomando conciencia de mi verdadero camino. Yo trabajaba en la fábrica y, en la medida en que lo permitía el terror de la ocu-pación, cultivaba mi afición a las letras y al arte dramático. Mi vocación sacerdotal tomó cuerpo en medio de todo esto, como un hecho interior de una transpar-encia indiscutible y absoluta. Al año siguiente, en otoño, sabía que había sido llamado. Veía claramente lo que debía abando-nar y el objetivo que debía alcan-zar sin volver la vista atrás. Sería sacerdote

“Del temor a la esperanza”, Solviga,

1993, p. 34

V. Oración

De la Liturgia de las Horas, Jueves II semana del salterio

La Palabra confirmadapor los santos

Juan Pablo IIhabla de su llamada

21

Segundo rasgo:Eres nueva creatura

“5,14 El amor de Cristo se ha apoderado de nosotros desde que comprendimos que uno murió por todos y que, por consiguiente, todos han muerto. 15 Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí mismos, sino para él, que murió y resucitó por ellos. 16 Por eso, nosotros ya no pensamos de nadie según los criterios de este mundo; y aunque antes pensábamos de Cristo según tales criterios, ahora ya no pensamos así de él. 17 Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva criatura. Las cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo”.

1. Fíjate en el contexto

San Pablo amaba mucho a la comunidad de Corinto. Sin embargo, los corintios lo hicieron sufrir mucho por varias razones. Parece ser que algunos de los miembros de la comunidad duda-ban de Pablo, debido a que algunos supuestos apóstoles lo habían desacreditado y menospreciado, alegando ser representantes de los doce. Pablo responde que lo más importante no es a quién se conoce según la carne, sino la relación con Jesús vivo. Y para probar su argu-mento, el apóstol recuerda el centro de la salvación: somos nuevas creaturas gracias a la justi-ficación que nos trajo Jesús por su muerte y resurrección.

2. Fíjate en el texto

• ¿Te llama la atención las veces que Pablo repite las palabras todos, muerte y vida en los vv. 14-15? ¿Sabes por qué? No se trata de un juego de palabras, sino de algo muy profundo. En el v. 14 apóstol dice que si Jesús murió por todos, entonces todos han muerto a la vida pasada, al pecado. Y en el v. 15, explica cómo morir al pecado significa vivir. Pero se trata de un vivir pleno, profundo. Y ese tipo de vida solo se tiene cuando en lugar de vivir sólo para uno mismo, se vive para Jesús.

• Tan serio y tan original es eso de vivir para Jesús que Pablo se atreve a llamar al que tiene este tipo de vida una nueva creación. Y añade que para el que está en Jesús, todo es nuevo.

I. Lectura

(2 Co 5,14–17)

Para leer con profundidadla Palabra

2322

• Seguro que recuerdas la historia de la creación narrada en los prim-eros capítulos del Génesis. Dios hizo el mundo de la nada, con su palabra poderosa. Del mismo modo, ha recreado tu corazón y el mío con la muerte y resurrección de Cristo. Ser cristiano no es simplemente algo que se añade a la vida ordinaria, como un pasa-tiempo, es un nuevo modo de vivir, un mejor modo de vivir. Te propongo dos citas bíblicas más para profundizar en esta vida nueva.

• ¿Sabes cómo comienza la vida nueva en Jesús? Rm 6,4: “Pues fuimos sepultados juntamente con él mediante el bautismo para unirnos a su muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva”. ¡Así es! la vida nueva comienza con el bautismo y se alimenta cada vez que participamos de los sacra-mentos, especialmente de la Eucaristía.

• ¿Y eres consciente de aquello en lo que la vida nueva del bautismo nos convierte? 1Jn 3,1: “Miren qué amor tan grande nos ha mostrado el Padre: que nos llamemos hijos de Dios, ¡y lo somos!” El nuevo modo de ser que comienza por el bautismo, nos transforma en algo que ni siquiera podíamos soñar antes de la venida de Jesús: ¡Somos hijos de Dios! ¡Hijos de verdad!

• Finalmente, si somos hijos de Dios, si somos nuevas creaturas, tenemos que vivir como hombres nuevos. Col 3,9-10: “No se engañen unos a otros, ya que se han despojado del hombre viejo con sus obras y se han revestido del hombre nuevo, que se renueva para lograr un conocimiento pleno según la imagen de su creador”. Esta última cita nos recuerda que el principal trabajo lo llevó a cabo Dios que nos ha hecho nuevos, pero que depende de nosotros despojarnos del hombre viejo, con sus vicios y pecados y renovar cada día al hombre nuevo. ¡La obra

de Dios en nosotros se puede arruinar si no trabajamos con constancia!

• En resumen somos nuevas crea-turas, hijos, hombres nuevos. El evangelizador antes que alguien que hace cosas, ES alguien trans-formado por Dios. El ser va antes que el hacer.

II. MeditaciónTe propongo meditar algunos puntos sobre lo que significa ser nueva creación:

LO QUE DICELA IGLESIA

La transmisión de la fe se realiza en primer lugar mediante el bautismo. Pudiera parecer que el bautismo es sólo un modo de simbolizar la confesión de fe, un acto pedagógico para quien tiene necesidad de imágenes y gestos, pero del que, en último término, se podría prescindir. Unas palabras de san Pablo, a propósito del bautismo, nos recuerdan que no es así. Dice él que «por el bautismo fuimos sepultados en él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva» (Rm 6,4). Mediante el bautismo nos convertimos en criaturas nuevas y en hijos adoptivos de Dios. El Apóstol afirma después que el cristiano ha sido entregado a un « modelo de doctrina » (typos didachés), al que obedece de corazón (cf. Rm 6,17). En el bautismo el hombre recibe también una doctrina que profesar y una forma concreta de vivir, que implica a toda la persona y la pone en el camino del bien. Es transferido a un ámbito nuevo, colocado en un nuevo ambiente, con una forma nueva de actuar en común, en la Iglesia. El bautismo nos recuerda así que la fe no es obra de un individuo aislado, no es un acto que el hombre pueda realizar contando sólo con sus fuerzas, sino que tiene que ser recibida, entrando en la comunión eclesial que transmite el don de Dios: nadie se bautiza a sí mismo, igual que nadie nace por su cuenta. Hemos sido bautizados.

Francisco, Encíclica Lumen Fidei, n.41.

2524

• ¿Qué tan conscientes somos de que Dios nos ha transformado en nuevas creaturas, en sus hijos? • ¿Cómo cambiaría nuestra comu-nidad si cada uno de nosotros se diera cuenta de esta verdad y la viviera plenamente?

• Si Dios nos transforma princi-palmente mediante la oración y los sacramentos, ¿nos damos cuenta que sin ellos todo lo que hacemos en la Iglesia pierde su sentido y su eficacia?

III.ContemplaciónEn grupo trabajamos lassiguientes preguntas:

En tu oración repite al Señor

muchas veces la frase que más te

llegue: Soy nueva creatura, soy tu

hijo, soy un hombre nuevo. Y deja

que fluyan en tu corazón los

sentimientos de agradecimiento y

alegría. Habla libremente con el

Padre de cuánto te alegra ser su

obra predilecta.

IV. Acción

Te propongo para tucontemplación lo siguiente:

2726

¡Gloria a ti, oh Padre, Dios de Abraham, Isaac y JacobTú has enviado a tus siervos, los profetas

a proclamar tu palabra de amor fiely a llamar a tu pueblo al arrepentimiento.

A las orillas del Río Jordán,has suscitado a Juan el Bautista,una voz que grita en el desierto,

enviado a toda la región del Jordán,a preparar el camino del Señor,a anunciar la venida de Cristo.

¡Gloria a ti, oh Cristo, Hijo de Dios!Has venido a las aguas del Jordán

Para ser bautizado por manos de Juan.Sobre ti el Espíritu descendió como una paloma.

Sobre ti se abrieron los cielos,Y se escuchó la voz del Padre:

"¡Este es mi Hijo, el Predilecto!"Del río bendecido con tu presencia

Has partido para bautizar no sólo con el aguasino con fuego y Espíritu Santo.

¡Gloria a ti, oh Espíritu Santo, Señor!Por tu poder la Iglesia es bautizada,

descendiendo con Cristo en la muertey resurgiendo junto a él a una nueva vida.

Por tu poder, nos vemos liberados del pecadopara convertirnos en hijos de Dios,

el glorioso cuerpo de Cristo.Por tu poder, todo temor es vencido,y es predicado el Evangelio del amor

En cada rincón de la tierra,para la gloria de Dios,

el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.A Él todo honor en este Año Jubilar

y en todos los siglos por venir.

Amén.

En este encuentro hemos meditado un texto de San Pablo. En realidad, el ser nueva creatura es algo que él mismo experimentó. Como sabemos, Pablo era un gran perseguidor de la Iglesia. Realmente odiaba el cristianismo. Hasta que un día, cuando iba a Damasco precisamente a perseguir más cristianos, tuvo un encuentro glorioso con Jesús que le pregunto: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (Hch 9,4). Desde ese momento, la vida de Pablo cambió, recibió el bautismo y comenzó a ser un hombre nuevo. Antes vivía para sí mismo y contra la fe, desde que encontró a Cristo no dejó de vivir ni un solo día para Él –llegó a recorrer casi todo el mundo entonces conocido para anunciarlo- hasta el punto de morir por su causa.

V. Oración

S.S. Juan Pablo II 21 de marzo del 2000

La Palabra confirmadapor los santos

La historia de Pablo

Para leer con profundidadla Palabra

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Tercer rasgo:Eres sal y luz

“5,13 Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada, así que se la tira a la calle y la gente la pisotea.14 Ustedes son la luz de este mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro no puede esconderse. 15 Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. 16 Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo.”

1. Fíjate en el contexto

Seguramente has escuchado hablar muchas veces del sermón de la montaña. El fragmento del Evan-gelio que acabamos de leer está casi al inicio de ese importante discurso. Jesús acaba de pronun-ciar las Bienaventuranzas (Mt 5,1-12) e inmediatamente después dice que debemos ser sal de la tierra y luz del mundo. Esto

significa que la manera de ser sal y luz consiste en vivir el sermón de la montaña en su totalidad.

2. Fíjate en el texto

Es increíble la capacidad que tiene Jesús de decir tanto con tan pocas palabras. Mira cómo en apenas cuatro versículos nos dice dos noti-cias espectaculares:

• Ustedes son la sal de la tierra: ¿Por qué sal? La sal tiene en la antigüedad distintos e importantes

I. Lectura

(Mt 5,13–16)

significados: sirve para preservar los alimentos, para dar sabor, incluso sirve como fertilizante. Por esta razón, algunos sacrificios de la antigua ley, debían ser acom-pañados de sal, que servía como signo de la alianza (Lv 2,13).

• Ustedes son la luz del mundo: ¿Por qué luz? En primer lugar porque ilumina, porque rescata de la oscuridad que genera inseguri-dad y miedo. En segundo lugar porque la luz, al ser evidente, no se puede ocultar. ¿Te imaginas desde donde se podía apreciar por la noche una ciudad en el monte con todas sus lámparas encendidas? Así debe ser el brillo de la vida del cristiano.

Pero cada una de estas noticias se ve amenazada por nuestra fragili-dad y mediocridad:

• Lo que amenaza nuestra misión de ser sal es que podemos perder el sabor, la fuerza. Si eso nos ocurre, entonces ya no cumplimos

nuestra principal misión en la vida, y nuestra existencia se vuelve inútil.

• Y nuestra capacidad de ser luz se ve amenazada por la tentación de esconder nuestra identidad. El cristiano está llamado a ser tan notorio que, al igual que una ciudad en el monte, sea imposible de ocultar, pero lamentablemente, muchas veces nos parecemos más bien a una llama escondida, que ya no cumple su función. • Finalmente, en el v. 16 Jesús deja clarísimo a qué se refiere cuando dice que debemos ser sal y luz: a nuestras buenas obras. Las obras del cristiano no solo son su verdadera carta de recomendación, sino que son la presentación del mismo Dios. Si al ver nuestras buenas obras, los hombres dan gloria a Dios, ¿qué pasará si nues-tra vida está llena de pecado e incoherencia?

30

• Preservar como la sal: Así como la sal ayudaba a conservar los alimentos, preservándolos de la corrupción, así nuestra vida cristi-ana, si es coherente, preserva este mundo de lo que causa su podre-dumbre: el pecado. No te preo-cupes si tu esfuerzo parece diminuto en medio de tanto mal. Del mismo modo que bastaban algunos granos de sal para conser-var un poco de carne, un puñado de cristianos que reflejen fielmente a Jesús bastan para comenzar a cambiar la sociedad. ¡Pero hay que empezar!

• Dar sabor: Los alimentos sin sal, suelen ser muy simples. Del mismo modo, al mundo sin Jesús, le falta sabor. ¿Pero quién sino tú y yo podemos llevar a Jesús al estudio, al trabajo, a la familia? Y para ser más concreto, recuerda que Jesús pronuncia estas palabras justo después de las bienaventuranzas y antes de explicar en qué consiste

su nueva ley, así que para dar sabor y gusto al mundo, hay que vivir las bienaventuranzas y todo el sermón de la montaña.

• Iluminar con tu vida: ¿Te imagi-nas a cuántos kilómetros de distancia se habrá podido distin-guir por la noche una ciudad en la cima de un monte? Sus muchas lámparas encendidas la harían visible desde muy lejos. ¿Así es tu vida? ¿Se te nota que perteneces a Jesús y vives el Evangelio? Ojo, no estamos hablando de lo que dices, sino de lo que haces. Todos esta-mos llamados ser luz, haciendo cada una de las actividades del día a día como las haría el mismo Jesús.

• No escondas la luz: Esconder una llama encendida es tan absurdo como comprar un teléfono y no usarlo por miedo a que se dañe. Tu fe te hace llama, pero, ¿no es verdad que a veces la

vergüenza y los respetos humanos hacen que te ocultes? No tengas nunca miedo ni vergüenza de decir abiertamente que crees en Jesús o defender los valores y principios que Jesús nos enseña a vivir. Haz de las palabras de Pablo un lema para tu vida: “No me avergüenzo del Evangelio” (Rm 1,16).

• Haz de tu vida una alabanza: Al final de nuestro pasaje, Jesús hace una ecuación extraordinaria: Si vivo según el Evangelio y sus obras, ¡la gente podrá alabar a Dios con mi vida! En el fondo, el llamado a ser sal y luz es el llamado a ser un canto vivo de alabanza al Padre.

II. MeditaciónAl realizar nuestra meditación nos dejamos interpelar por la palabra que hemos leído, que parece preguntarnos: ¿Cuál es el tu primer apostolado? La respuesta es que antes de decir algo sobre Dios, antes incluso de hacer cosas para Dios, tu primer apostolado es dar testimonio de Jesús con tus obras. ¿Cómo hacerlo? El Evangelio nos da cinco ideas claras y precisas para lograr este objetivo:

Ante todo, y sin necesidad de repetir lo que ya hemos recordado antes, hay que subrayar esto: para la Iglesia el primer medio de evangelización consiste en un testimonio de vida auténticamente cristiana, entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir y a la vez consagrada igualmente al prójimo con un celo sin límites. "El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan —decíamos recientemente a un grupo de seglares—, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio" (67). San Pedro lo expresaba bien cuando exhortaba a una vida pura y respetuosa, para que si alguno se muestra rebelde a la palabra, sea ganado por la conducta (68). Será sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra de santidad.

Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii Nuntiandi, n. 41

31

LO QUE DICELA IGLESIA

3332

Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres.Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho.

De la carta a Diogeneto, siglo II.

III. ContemplaciónTe propongo para la contemplación que, en oración,le hagas a Jesús las siguientes preguntas:

En grupo comentemos el siguiente texto:

• ¿Señor, qué aspecto de mi vida no te gusta?

• ¿En qué he perdido el sabor y ya no soy sal como debiera?

• ¿Cuándo escondo tu luz en lugar de mostrarla a los demás?

IV. Acción

• Te he puesto para ser luz de las naciones. (Is 49,6)

• Que por mi no queden defrauda-dos los que esperan en ti Señor, Dios de los ejércitos. (Sal 69,7)

• No todo el que me dice: «Señor, Señor», entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. (Mt 7,21)

¡Oh Dios, que muestras la luz de tu verdad a los

que andan extraviados, para que puedan volver

al buen camino!; concede a todos los cristianos

rechazar lo que es indigno de este nombre y

cumplir cuanto en él se significa.

Por Jesucristo nuestro Señor.

En el año 1905, el beato Charles de Foucauld sintió un profundo llamado a dar testimonio de su fe en medio de una tribu de tuaregs, de fe musulmana en Argelia, en pleno desierto del Sahara. Pero Charles comprendió que en sus circunstancias no iban a ser sus palabras, sino su testimonio de vida el que logre anunciar a Jesús. Entonces decidió que su manera de predicar sería “gritar el evangelio con la vida”. Se repetía constantemente: “Yo quisiera ser lo bastante bueno para que ellos digan: ‘Si tal es el servidor, ¿como entonces será el Maestro?”Conoció a fondo y sirvió desinteresadamente a los tuaregs, tradujo el evangelio a su lengua, vivió como uno más en medio de ellos y le llegaron a tener tal aprecio que lo llamaban marabut que significa “hombre de Dios”. En 1916 fue asesinado. En su diario había escrito: “Vive como si debieras morir mártir hoy. Cuando todo nos falta sobre la tierra, más encontramos lo que puede darnos la vida: la Cruz”. Y tu y yo, ¿vivimos cada día como testigos de Cristo aún a costo de nuestra vida?

En silencio meditemos cada una de estas tres frases, dando gracias al Señor por la confianza que deposita en nosotros al hacernos sus discípulos y misioneros y reconociendo que muchas veces no hemos estado a la altura de nuestra misión de ser sal y luz para los que nos rodean.

(Leemos las frases alternadas con momentos de silencio y oración)

3534

V. OraciónLa Palabra confirmadapor los santos

Gritar el evangeliocon la vida

Oración colecta del XV domingo del tiempo ordinario

Terminemos con la siguiente oración:

Para leer con profundidadla Palabra

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Cuarto rasgo:Eres pecador

“1,5 Éste es el mensaje que Jesucristo nos enseñó y que les anunciamos a ustedes: que Dios es luz y que en él no hay ninguna oscuridad. 6 Si decimos que estamos unidos a él, y al mismo tiempo vivimos en la oscuridad, mentimos y no practicamos la verdad. 7 Pero si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces hay unión entre nosotros, y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no hay verdad en nosotros; 9 pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos cometido pecado, hacemos que Dios parezca mentiroso y no hemos aceptado verdaderamente su palabra. 2,1 Hijitos míos, les escribo estas cosas para que no cometan pecado. Aunque si alguno comete pecado, tenemos ante el Padre un defensor, que es Jesucristo, y él es justo. 2 Jesucristo se ofreció en sacrificio para que nuestros pecados sean perdonados; y no sólo los nuestros, sino los de todo el mundo.”

1. Fíjate en el contexto:

Cuando Juan escribe su carta, a finales del siglo I, las comunidades a las que escribe se enfrentan a varios problemas. Pero lo que más amenaza a estos cristianos de los primeros tiempos es el surgimiento de “falsos profetas”, es decir de algunas personas que se habían desviado de la fe verdadera y ense-ñaban errores graves que ya no reflejaban la verdad sobre Jesús. En primer lugar, negaban que Jesús había venido “en la carne”, es decir, negaban la Encarnación. (cf 1 Jn 4,2). Pero también se presen-taban como personas que no tenían pecado, y que por lo tanto –decían- no estaban obligadas a guardar los mandamientos. Por esta razón Juan escribe el frag-mento que hemos leído recordando que todos somos pecadores necesi-tados de la misericordia de Dios.

2. Fíjate en el texto:

En estos cortos versículos, Juan nos regala dos oposiciones entre oscuridad-mentira y verdad-vida, una consecuencia y una conclusión. Las dos oposiciones y la consecuencia son introducidas por las palabras “si decimos”, mientras que la conclusión se

presenta como la razón por la que escribe el apóstol.

Primera oposición:

• Miente quien lleva doble vida: El v. 6 explica que quien dice que está en unión con Dios, pero vive en la oscuridad, miente. La expresión vivir en la oscuridad se refiere a llevar una vida contraria a los mandamientos. Lo que el apóstol quiere decir, es que quien lleva doble vida, vive en la mentira. No se puede agradar a Dios pre-sentando una fachada de santidad y ocultando nuestras faltas.

• Por el contrario, quien vive en la luz, recibe justificación por sus pecados y vive la verdadera comu-nión entre los hermanos (v.7).

Segunda oposición:

• Miente quien dice no tener pecado: En realidad, se trata de una mentira más grave, porque es un autoengaño. El v. 8 explica que quien dice no tener pecado, ¡se engaña a sí mismo! Se trata de algo que debería ser obvio. Quien se cree ya puro y justo, como una obra terminada, en realidad no se conoce de verdad, se engaña.

• La actitud contraria a la del que cree no tener pecado no consiste solo en saberse pecador, ¡sino en confesar los pecados! Esto es muy

I. Lectura

(1 Jn 1,5–2,2)

interesante ya que, ¿de qué serviría reconocer que estoy enfermo si no estoy dispuesto a tomar la medicina? Y la medicina es la confesión de los pecados, que permite a Jesús no solo perdonar-nos sino también purificarnos en lo más íntimo.

Consecuencia

La consecuencia a la que llega Juan es impresionante: Si decimos que no tenemos pecado hacemos mentiroso a Dios, es decir, ¡lo llamamos mentiroso! ¿Por qué? Porque según Jn 1,29, Jesús es el Cordero de Dios que vino a quitar el pecado del mundo. Y si no hay pecado, ¿qué sentido tendría la venida de Jesús? Y llamar menti-roso a Dios es ponerlo al nivel del diablo, que es el padre de la mentira (Jn 8,44).

Conclusión

El apóstol termina resumiendo en 2,1 cuál es la razón de su escrito: no para justificar el pecado, ¡sino para que no pequemos! Curiosa-mente si no reconocemos que somos pecadores, difícilmente podremos dejar de pecar. Pero en 2,2, Juan, consciente de la fragilidad humana nos recuerda que tenemos un abogado ante el Padre que con su sangre alcanza la propiciación de nuestros pecados.

38

II. MeditaciónPara la meditación de este texto tan profundo, te propongo tres consideraciones:

LO QUE DICELA IGLESIA

• Necesitamos reconocer nuestro pecado. Es decir, ser conscientes de que somos frágiles y pecadores. Pero la palabra que usa Juan, como hemos visto, es confesar. ¡Y qué mejor manera de confesar el pecado que el sacramento de la reconciliación o confesión sacra-mental! Se trata de un camino: reconocer el pecado en cuanto pecado, comenzar un camino de perdón y recibir este perdón en la confesión sacramental.

• Cuando no reconocemos nuestro pecado, mentimos. ¿Te has dado cuenta cuánto daño le hace la mentira a una familia o a una comunidad? Destruye la confianza y ya no se puede hablar ni vivir con tranquilidad. Si no reconoc-emos que somos pecadores, nues-tra mentira destruye la comunidad en que vivimos. Al creernos perfectos, siempre pensaremos que los demás tienen la culpa de todo. Y crearemos resentimientos, desconfianzas, conflictos. Piensa cuán distintas serían nuestras familias y nuestras comunidades si cada uno comenzara por reconocer su propio pecado antes de señalar el del otro.

• Es preciso que luchemos contra el pecado. No basta con reconocer el pecado y confesarlo. Hace falta una lucha sincera contra el mismo. Para saber si estamos luchando, te propongo leer los siguientes pasajes bíblicos:

“Fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados por encima de vues-tras fuerzas” (1 Co 10,13).

“No han resistido ustedes todavía hasta la sangre en la lucha contra el pecado” (Hb 12,4).

Insidiados por la pérdida del sentido del pecado, a veces tentados por alguna ilusión poco cristiana de

impecabilidad, los hombres de hoy tienen necesidad de volver a

escuchar, como dirigida personalmente a cada uno, la advertencia de San Juan: «Si

dijéramos que no tenemos pecado, nos engañaríamos a nosotros mismos y la verdad no estaría en nosotros»;

más aún, «el mundo todo está bajo el maligno». Cada uno, por lo tanto, está

invitado por la voz de la Verdad divina a leer con realismo en el

interior de su conciencia y a confesar que ha sido engendrado en la

iniquidad, como decimos en el Salmo Miserere.

Sin embargo, amenazados por el miedo y la desesperación, los

hombres de hoy pueden sentirse aliviados por la promesa divina que los abre a la esperanza de la plena

reconciliación.El misterio de la piedad, por parte de Dios, es aquella misericordia de la que el Señor y Padre nuestro —lo

repito una vez más— es infinitamente rico. Como he dicho en la Encíclica dedicada al tema de la misericordia

divina, es un amor más poderoso que el pecado, más fuerte que la muerte.

San Juan Pablo II, Exhortación apostólica Recontiliatio et

paenitentia, n. 22.

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4140

• ¿No es verdad que muchas veces escuchamos las expresiones “Yo no tengo pecado”, “Yo no le hago daño a nadie”? ¿Qué consecuencia tiene pensar así para la misma persona y para los demás?

• ¿Qué pecado tendemos a reconocer más pronto, el propio o el del otro?

• ¿Cómo podemos ayudarnos a reconocer nuestros pecados y a confesarlos correctamente?

• ¿De verdad luchamos contra nuestros pecados? ¿Qué medios sobre naturales y humanos pone-mos para lograr la victoria?

III. ContemplaciónEn grupo trabajamos las siguientespreguntas:

Para la contemplación, te propongo, con las cuentas de tu rosario, repetir muchas veces delante del Señor una de las aclamaciones más antiguas de la espiritualidad cristiana: Señor ten piedad. Cada vez que la repitas, procura profundizar en esta doble verdad: Soy pecador, pero la misericordia del Señor es más grande que mi pecado.

IV. Acción

4342

En comunidad oramos con el Salmo 51(50):

Misericordia, Dios mío, por tu bondad;

por tu inmensa compasión borra mi culpa;

lava del todo mi delito,limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa,tengo siempre presente mi

pecado:contra ti, contra ti solo pequé,

cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón,en el juicio brillará tu rectitud.

Mira, que en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.

Te gusta un corazón sincero,y en mi interior me inculcas

sabiduría.Rocíame con el hisopo: quedaré

limpio;lávame: quedaré más blanco que

la nieve.

Hazme oír el gozo y la alegría,que se alegren los huesos

quebrantados.Aparta de mi pecado tu vista,

borra en mí toda culpa.

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,

renuévame por dentro con espíritu firme;

no me arrojes lejos de tu rostro,no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación,

afiánzame con espíritu generoso:enseñaré a los malvados tus

caminos,los pecadores volverán a ti.

Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,Dios, Salvador mío!,

y cantará mi lengua tu justicia.Señor, me abrirás los labios,

y mi boca proclamará tu alabanza.

Los sacrificios no te satisfacen;si te ofreciera un holocausto, no

lo querrías.Mi sacrificio es un espíritu

quebrantado:un corazón quebrantado y

humilladotú no lo desprecias.

Señor, por tu bondad, favorece a Sión,

reconstruye las murallas de Jerusalén:

entonces aceptarás los sacrificios rituales,

ofrendas y holocaustos,sobre tu altar se inmolarán

novillos.

Los santos siempre se han considerado a sí mismos grandes pecadores. San Agustín vivió profundamente la experiencia de toda una vida de pecado. Años más tarde, luego de su conversión, nos deja el testimonio de cuánto sufrimiento le causaba el llevar una vida contraria a la voluntad de Dios. "Era yo miserable, como lo es toda alma prisionera del amor de las cosas temporales, que se siente despedazar cuando las pierde, sintiendo entonces su miseria, por la que es miserable aun antes de que las pierda. Así era yo en aquel tiempo, y lloraba amarguísimamente y descansaba en la amargura" (Confesiones IV,VI,11)

Luego agradecerá al Señor que le permitió cambiar de vida y llegar a ser uno de los más grandes santos de la Iglesia. "Te amaré, Señor, y te daré gracias y confesaré tu nombre por haberme perdonado tantas y tan nefastas acciones mías. A tu gracia y misericordia debo que hayas deshecho mis pecados como hielo y no haya caído en otros muchos. ¿Qué pecados realmente no pude yo cometer, yo, que amé gratuitamente el crimen?" (Confesiones II, VII,15).

Pero para el santo, ser pecador no era solo algo de su vida pasada, era también una característica de su presente. De hecho, se cuenta que antes de morir quiso tener constantemente ante sus ojos el salmo 51 que hemos rezado, para pedir en todo momento perdón por sus pecados.

V. Oración

La Palabra confirmadapor los santos

Siempre se consideró pecador

45

Quinto rasgo:Eres miembro del pueblo

“12,12 El cuerpo humano, aunque está formado por muchos miembros, es un solo cuerpo. Así también Cristo. 13 Y de la misma manera, todos nosotros, judíos o no judíos, esclavos o libres, fuimos bautizados para formar un solo cuerpo por medio de un solo Espíritu; y a todos se nos dio a beber de ese mismo Espíritu.14 Un cuerpo no se compone de un solo miembro, sino de muchos. 15 Si el pie dijera: «Como no soy mano, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser del cuerpo. 16 Y si la oreja dijera: «Como no soy ojo, no soy del cuerpo», no por eso dejaría de ser del cuerpo. 17 Si todo el cuerpo fuera ojo, no podríamos oír. Y si todo el cuerpo fuera oído, no podríamos oler. 18 Pero Dios ha puesto cada miembro del cuerpo en el sitio que mejor le pareció. 19 Si todo fuera un solo miembro, no habría cuerpo. 20 Lo cierto es que, aunque son muchos los miembros, el cuerpo sólo es uno.21 El ojo no puede decirle a la mano: «No te necesito»; ni la cabeza puede decirles a los pies: «No los necesito.»22 Al contrario, los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los que más se necesitan; 23 y los miembros del cuerpo que menos estimamos, son los que vestimos con más cuidado. Y los miembros que consideramos menos presentables, son los que tratamos con más modestia, 24 lo cual no es necesario hacer con los miem-bros más presentables. Dios arregló el cuerpo de tal manera que los miem-bros menos estimados reciban más honor, 25 para que no haya desunión en el cuerpo, sino que cada miembro del cuerpo se preocupe por los otros. 26 Si un miembro del cuerpo sufre, todos los demás sufren también; y si un miembro recibe atención especial, todos los demás comparten su alegría.27 Pues bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno de ustedes es un miembro con su función particular”.

1. Fíjate en el contexto

Los problemas de las primeras comunidades cristianas eran muy parecidos a las dificultades de nues-tras comunidades, grupos y parro-quias de hoy. Uno de los mayores tropiezos de lo cristianos de Corinto a los que Pablo escribe era su desunión. Parece ser que los diversos grupos estaban divididos entre sí por varias razones: la afinidad al apóstol que preferían, las diferencias sociales y económicas, las discusiones por establecer cuál era el carisma más importante.

A estas contrariedades, Pablo responde –como es su costumbre- yendo al centro del problema: ¿qué es lo que une a los cristianos? ¿cómo deben comprenderse las relaciones entre los que siguen a Jesús? Y la respuesta que da es admirable. No nos une simplemente un lazo humano, como si se tratara de pertenecer al mismo club o al mismo partido político; sino que estamos unidos a un nivel infinitamente más profundo: Todos formamos un solo cuerpo en Cristo. Es precisamente esto lo que explica el texto que hemos leído hoy.

2. Fíjate en el texto

Aquí te propongo algunas ideas

para poder leer el texto con inteli-gencia y profundidad:

• Mucho más que una compar-ación. Cuando Pablo relaciona a la Iglesia con el cuerpo de Cristo, no es una simple metáfora o imagen. El v. 1 lo explica claramente y el v. 27 no deja la menor duda: “Ustedes son cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro de él”. Eso significa dos cosas: En primer lugar que nuestra unión con Jesús es profundísima y vital y en segundo lugar, que la unión entre cada uno de los bautizados también lo es, tanto como la unión que existe entre cada uno de los miembros de un cuerpo humano.

• A pesar de que cada miembro del Cuerpo es único y distinto de los demás, no por eso deja de ser miembro del mismo cuerpo pues no es independiente y no se debe sólo a si mismo, sino al todo, tal como nos enseñan los vv. 14-16. Del mismo modo, el v. 17 nos hace ver que si todos los miembros del cuerpo fueran iguales (si todo fuera ojo u oído), el cuerpo no podría funcionar.

• Por otro lado, ningún miembro puede decir al otro “no te necesito”. Esto quiere decir en primer lugar que nadie se basta a sí mismo, pero más todavía: que en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia, nadie sobra.

I. Lectura

(1 Co 12,12-27)

Para leer con profundidadla Palabra

44

46

II. MeditaciónLa Palabra que hemos leído nos lleva a tomar conciencia de una realidad: nadie puede ser discípulo de Jesús sin ser miembro de la Iglesia.

Pero, ¿qué es la Iglesia? Te propongo algunas consideraciones:

No estamos aislados y no somos cristianos a título individual, cada uno por su cuenta: ¡nuestra identidad cristiana es pertenencia! Somos cristianos porque pertenecemos a la Iglesia. Es como un apellido: si el nombre es “soy cristiano”, el apellido es “pertenezco a la Iglesia”. Es muy bello destacar como esta pertenencia se expresa también en el nombre que Dios se atribuye a sí mismo. Respondiendo a Moisés, en el estupendo pasaje de la “zarza ardiente” (cfr Es 3,15), se define de hecho como el Dios de los padres. No dice “soy el Omnipotente”, no, dice soy el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. De este modo Él se manifiesta como el Dios que ha forjado una alianza con los padres, permanece siempre fiel a su pacto y nos llama a entrar en esta relación que nos precede. Esta relación de Dios con el pueblo nos precede a todos nosotros.Este camino lo podemos vivir no solo gracias a otras personas, sino junto a otras personas. En la Iglesia nos existe el “hazlo tú mismo”, no existen los “independientes”. ¡Cuántas veces el Papa Benedicto ha descrito la Iglesia como un “nosotros” eclesial! Alguna vez oyes a alguien decir: “Creo en Jesús, en Dios, pero la Iglesia no me interesa..”.Cuántas veces hemos escuchado esto? Pero esto no está bien. Hay quien considera que es mejor tener una relación personal, directa, inmediata con Jesucristo, fuera de la comunión y de la mediación de la Iglesia. Son tentaciones peligrosas y dañinas. Son, como decía el gran Pablo VI: dicotomías absurdas. Es verdad que a veces caminar juntos cuesta, a veces es cansado: puede pasar que algún hermano o hermana nos cree un problema o nos escandalice… Pero el Señor ha confiado su mensaje de salvación a personas humanas, a todos nosotros, a todos los hermanos y hermanas con sus dones y sus límites, y viene hacia nosotros y se da a conocer. Esto significa pertenecer a la Iglesia. ¡Acordaos bien!

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• La Iglesia es más que una simple “cosa de hombres”: A menudo escuchamos mucha gente, incluso entre los bautizados, que hablan de la Iglesia como si fuera una institución puramente terrenal, como si fuera una fundación o algo así. Si la Iglesia fuera simplemente eso, hace mucho tiempo se habría terminado. Sin embargo, sigue y seguirá viva. ¿Por qué? Porque es el Cuerpo de Cristo, Él es la cabeza que sostiene todo, que la preserva del mal y que la acompaña en el camino hacia el cielo.

• La Iglesia eres tú: También escu-chamos a muchos hablar de la Iglesia como si fuera algo externo, en tercera persona: “la Iglesia debería hacer esto o aquello”, “la Iglesia debería cambiar”, etc. Pero cuando hablamos así, no hacemos lo correcto, porque ¡yo soy miembro de la Iglesia! Cuando a la Madre Teresa de Calcuta le preguntaron qué cam-biaría en la Iglesia, ella respondió “me cambiaría a mi misma”.

• La Iglesia es un nosotros: Si pienso de modo individualista, si creo que todo tiene que hacerse a mi manera, si soy incapaz de trabajar en grupo, si hablo siempre mal de los demás, no he comprendido lo que es la Iglesia. San Pablo lo explica clara-mente: Si la mano pensara que es la única importante, ¿qué podría hacer? Si el ojo despreciara a los demás miembros del cuerpo, ¿de qué le serviría ver? El Evangelizador tiene que acostumbrarse a pensar en plural, no solo en clave de “yo”, sino en la maravillosa sinfonía del “nosotros”.

Estas consideraciones nos tienen que hacer caer en la cuenta que es mara-villoso estar en la Iglesia. Es una gracia enorme saber que nunca estamos solos, que siempre hay miles de hermanos unidos en la misma misión que nosotros, compartiendo las mismas penas y a veces mucho peores. Nos sostenemos los unos a los otros mediante la oración y el esfuerzo por la misión y la santidad.

Francisco, Audiencia general del 25 de junio de 2014

LO QUE DICE LA IGLESIA

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III. ContemplaciónPara la contemplación te propongo las siguientes preguntas para que las medites con el Señor.

• ¿Soy consciente de que no existen los evangelizadores solitarios?

• ¿Cómo está mi amor por la Iglesia? ¿Considero las necesi-dades de la Iglesia mis propias necesidades?

• ¿Qué tal soy para trabajar en equipo? ¿Me considero más que los demás o el único?

Después de considerar estas preguntas, dale gracias a Dios con la siguiente oración: Señor, tú que edificas el templo de tu gloria con piedras vivas y elegidas, multiplica en tu Iglesia los dones del Espíritu Santo a fin de que tu pueblo crezca siempre para edificación de la Jerusalén celeste. Por Jesucristo nuestro Señor.

Para la acción propongo que en grupo, trabajes una propuesta concreta para ayudar a los miembros de tu comunidad o parro-quia a saberse y sentirse parte de la Iglesia. Puedes ayudarte de las siguiente preguntas:

• ¿Cómo podríamos lograr que se conozca más lo que la Iglesia realmente es en sí misma?

• ¿Qué podemos hacer para que los miembros de nuestra parroquia se consideren a sí mismos parte viva de la Iglesia?

• ¿Qué iniciativas podríamos llevar a cabo en nuestra comu-nidad para tomar conciencia de que debemos trabajar juntos y con espíritu de cuerpo y no cada uno –o cada grupo- por su lado?

IV. Acción

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Te damos gracias,

y cantamos para ti un himno de gloria y de alabanza,

Señor, Padre de infinita bondad.

Porque has reunido por medio del Evangelio de tu Hijo

a hombres de todo pueblo, lengua y nación,

en una única Iglesia,

y por ella, vivificada por la fuerza de tu Espíritu,

no dejas de congregar a todos los hombres en la unidad.

Ella manifiesta la alianza de tu amor,

ofrece incesantemente la gozosa esperanza del reino,

y resplandece como signo de tu fidelidad

que nos prometiste para siempre

en Jesucristo, Señor nuestro.

Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Amén

Si muero, sabed que muero de pasión por la Iglesia

Son palabras de Santa Catalina de Siena. Y no son una exageración. Su vida entera la vivió con un inmenso celo por ver a la Iglesia unida y reconciliada. Cuando en la segunda mitad del siglo XIV la Iglesia se veía ame-nazada por un grave cisma; mien-tras el Papa Gregorio XI, debido a grandes dificultades vivía en Aviñón, Santa Catalina fue a entrevistarse con él y además escribió cartas a reyes, cardenales y obispos para tratar de encontrar una salida al posible cisma. Todo medio que ponía en práctica parecía infructuoso. Es por eso que decide ofrecer su propia vida a Dios como víctima en favor de la Iglesia. En su lecho de muerte dirigió a Dios esta hermosa plegaria: “¡Oh Dios eterno!, recibe el sacrificio de mi vida en benefi-cio de este Cuerpo Místico de la Santa Iglesia. No tengo otra cosa que dar, sino lo que me has dado a mí". Santa Catalina no se limitó nunca a ver los problemas y las necesidades de la Iglesia como algo ajeno a sí misma, sino que oró y trabajó incansablemente por el Cuerpo de Cristo. Que Dios nos conceda amar a la Iglesia tanto como ella.

V. OraciónLa Palabra confirmadapor los santos

Tomado y adaptado del Prefacio de la Plegaria Eucarística V, I

51

“17,7 Si uno de ustedes tiene un siervo que regresa del campo después de haber estado arando o cuidando el ganado, ¿acaso le dice: “Pasa y siéntate a comer”? 8 No, sino que le dice: “Prepárame la cena, y disponte a atenderme mientras yo como y bebo. Después podrás tú comer y beber.” 9 Y tampoco le da las gracias al siervo por haber hecho lo que le mandó. 10 Así también ustedes, cuando ya hayan cumplido todo lo que Dios les manda, deberán decir: «Somos siervos inútiles, porque no hemos hecho más que cumplir con nuestra obligación”.

algunas pistas importantes para saber vivir en comunidad:

1. Hay que evitar el escándalo, que es un pecado muy grave (vv 1-2).2. Las actitudes ante los pecados del otro deben ser: la corrección fraterna y el perdón. (vv 3-4).3. La fe es tan poderosa que, aún siendo pequeña como un grano de mostaza, puede alcanzar grandes cosas. (vv-5-6).4. Nuestro servicio en la comuni-dad debe ser humilde, sencillo y desinteresado. (vv 7-10).5. La verdadera fe nos lleva a vivir agradecidos (vv 11-19).

Cada uno de estos puntos es funda-mental. Es como si Jesús nos diera con estas palabras las herramientas necesarias para poder vivir en la Iglesia reflejando siempre su nombre y su alegría. Hoy nos fijamos en el cuarto punto: el servicio humilde, que es esencial para todos, pero especialmente para el evangelizador.

2. Fíjate en el texto

En el texto que estamos leyendo hoy hay dos palabras muy impor-tantes que nos enseñan como debe ser nuestro trabajo de evangeliza-dores:

• Siervo: Esta palabra es tan importante que en el Nuevo Testa-mento aparece 124 veces y solo en nuestro texto aparece por tres

1. Fíjate en el contexto En varios pasajes a lo largo de todo el Evangelio, Jesús nos da indica-

I. Lectura

(Lc 17,7–10)

Para leer con profundidadla Palabra

53

Sexto rasgo:

Eres siervo

ocasiones. En el mundo griego y latino era una palabra negativa, pues significaba esclavitud, es decir, pérdida de la libertad para servir de modo generalmente humillante al propio amo. Pero sea en el Antiguo que en el Nuevo Testamento se explica cómo ser siervo de Dios es muy distinto. Él no humilla a nadie, es más sólo cuando se lo sirve se encuentra la verdadera libertad. Por eso María se llama a sí misma sierva (Lc 1,28), y lo mismo hace varias veces San Pablo (Rom 1,1; Flp 1,1; Col 4,12). Lo propio de quien sirve a Dios es reconocerlo sólo a Él como Señor y no considerarse protagoni-sta, sino pequeño siervo. • Servicio: Se dice en griego diakonia (de donde viene la palabra diácono) y en nuestro texto aparece en el v. 8. También es un término muy valioso, tanto que Jesús mismo lo usa para explicar su propia misión cuando dice: “Porque ¿quién es mayor: el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Sin embargo, yo estoy en medio de ustedes como quien sirve.” (Lc 22,27). Jesús nos pide que estemos siempre dispuestos a servir, y no esperando ser servidos. ¡Pero lo pide porque Él mismo lo vive! El Evangelizador es alguien que no puede sentirse importante, impre-scindible, sino que debe ser “todo terreno”, siempre listo para hacer el servicio más humilde y pequeño, si eso es lo que le pide su Señor.

ciones muy precisas para saber cómo vivir en la Iglesia, que es el Pueblo de Dios. El capítulo 17 de San Lucas, especialmente los prim-eros veinte versículos, nos dan

54

II. MeditaciónPara la meditación te propongo que nos fijemos en el mensaje principal que Jesús nos trasmite en este Evangelio: Sería absurdo que un siervo que haga su tarea habitual, “se infle” pensando que ha hecho algo extraordinario y que debe ser reconocido y admirado por todos, es más, que hasta el mismo Señor debería aplaudirlo por su excelente contribución.

LO QUE DICE LA IGLESIA

Y sin embargo, ¿no es verdad que muchas veces los evangelizadores nos sentimos importantes por el trabajo que hacemos? ¿No es verdad que en ocasiones nos senti-mos humillados cuando no nos dan un encargo, no nos ponen al mando o no nos agradecen de modo especial? Y cuando actua-mos así, olvidamos que en realidad somos siervos y no amos, colabo-radores y no protagonistas.

Para fijar esta idea te propongo que busques en tu Biblia estas dos citas que se aplican al mismo Jesús:

1. Flp 2,5-11 Aquí se llama al mismo Jesús “siervo” y se explica claramente que Él siendo Dios, siendo el amo, tomó voluntariamente la forma de siervo para poder darnos la salvación. Para él, hacerse siervo es un acto de extrema caridad. Para mí, servirlo a Él, ¿no será simplemente un acto justicia y de gratitud?

2. Mc 10,45Jesús dice de sí mismo que Él no ha venido a ser servido, sino a servir. ¿Cómo es posible que yo pretenda que los demás me sirvan cuando Jesús está siempre sirvi-endo? ¡No puedo pretender ser más que él!

El privilegio de servir

Éste es un modo de servir que hace humilde al que sirve. No adopta una posición de superioridad ante el otro, por miserable que sea momentáneamente su situación. Cristo ocupó el último puesto en el mundo —la cruz—, y precisamente con esta humildad radical nos ha redimido y nos ayuda constantemente. Quien es capaz de ayudar reconoce que, precisamente de este modo, también él es ayudado; el poder ayudar no es mérito suyo ni motivo de orgullo. Esto es gracia. Cuanto más se esfuerza uno por los demás, mejor comprenderá y hará suya la palabra de Cristo: « Somos unos pobres siervos » (Lc 17,10). En efecto, reconoce que no actúa fundándose en una superioridad o mayor capacidad personal, sino porque el Señor le concede este don.

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Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas est, n. 35

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III. ContemplaciónPara la contemplación te propongo algo muy sencillo, escoge una de las siguientes frases y repítelas lentamente en tu oración, si es posible delante del Sagrario. Después de repetir cada frase, piensa en las veces que no has vivido como siervo, sino que te has portado como amo. Al final pide perdón al Señor y ruégale que te ayude a ser siempre su siervo fiel.

• No es el siervo más que su Señor. (Jn 13,16).

• Yo estoy en medio de ustedes como quien sirve (Lc 22,27).

• ¡Tu siervo soy, el hijo de tu esclava! Tú has soltado mis cadenas (Sal 116,16).

Para la acción, respondamos en grupo a las siguientes preguntas:

• ¿Qué pasa con el trabajo de un evangelizador cuando está contaminado por el orgullo?

• ¿Cómo podemos fomentar en todos los agentes de pastoral de nuestra comunidad la mentalidad y espiritu-alidad del siervo?

IV. Acción

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Oramos con el Magnificat de María

Proclama mi alma la grandeza del Señor,se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:

su nombre es santo,y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

El hace proezas con su brazo:dispersa a los soberbios de corazón,

derriba del trono a los poderososy enaltece a los humildes,

a los hambrientos los colma de bienesy a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,acordándose de su misericordia

-como lo había prometido a nuestros padres-en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Lc 1,46-55

El padre Alberto Hurtado era un hombre de Dios. El santo chileno sabía muy bien que era siervo de todos, por eso, cuando trataba a los demás, especialmente a los jóvenes y a los más necesitados, los llamaba con enorme amor “patroncitos”. Solía explicar que les llamaba así porque el Patrón es uno solo, Dios. Pero todos los hermanos son los patroncitos a quienes hay que servir humildemente por amor al Patrón. ¡Él sí que comprendió que era siervo! Y ese era el secreto de su alegría.

V. Oración

La Palabra confirmadapor los santos

El Patrón y los patroncitos.

Séptimo rasgo:Eres enviado

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“28,16 Así pues, los once discípulos se fueron a Galilea, al cerro que Jesús les había indicado. 17 Y cuando vieron a Jesús, lo adoraron, aunque algunos dudaban. 18 Jesús se acercó a ellos y les dijo: —Dios me ha dado toda autoridad en el cielo y en la tierra. 19 Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Por mi parte, yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.

1. Fíjate en el contexto

Se dice que toda historia se conoce por su final. Precisamente el texto que hoy meditamos es el final del Evangelio de San Mateo. La histo-ria que cuenta el primer evange-lista termina con el mandato de Jesús Resucitado de llevar el Evan-gelio a todos los pueblos de la tierra.

Para comprender este evangelio hay que mirar un contexto muy amplio. En los inicios de la historia de la salvación, Dios hizo impor-tantes promesas a Abraham: una descendencia, una tierra y que su nombre sería bendición para todos los pueblos. En Jesús, la primera y

la tercera promesa se funden. El más importante descendiente de Abraham, el Cristo, es aquel por quien la bendición llega a todos los pueblos.

Es por eso que el ministerio de Jesús debe comenzar en Israel y Judá. Por esa misma razón al inicio el Señor manda a sus discípulos solo “a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (cf Mt 10,5-6). Pero después de la Resurrección, ¡la promesa se cumple para todas las naciones!

Ahora bien, la novedad es que para que la promesa se cumpla y el Evangelio llegue a todos, Jesús ha querido que sus discípulos, es decir

I. Lectura

(Mt 28,16-20)

Para leer con profundidadla Palabra:

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la tercera promesa se funden. El más importante descendiente de Abraham, el Cristo, es aquel por quien la bendición llega a todos los pueblos.

Es por eso que el ministerio de Jesús debe comenzar en Israel y Judá. Por esa misma razón al inicio el Señor manda a sus discípulos solo “a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (cf Mt 10,5-6). Pero después de la Resurrección, ¡la promesa se cumple para todas las naciones!

Ahora bien, la novedad es que para que la promesa se cumpla y el Evangelio llegue a todos, Jesús ha querido que sus discípulos, es decir

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• Al ser enviado, tienes la tran-quilidad de saber que al predicar la Palabra de Jesús no estás llevando a cabo un capricho personal, sino que estás cumpliendo con la clarísima voluntad del mismo Dios. Es Jesús quien nos dice hoy “vayan” y todo nuestro esfuerzo por evangelizar no es más que una respuesta a su iniciativa.

• Al ser enviado, sabes que el mensaje que llevas no es tuyo, sino de quien te manda. Como buen discípulo y misionero debes saber que no puedes cambiar por nada del mundo el mensaje de Jesús, que no puedes tener una fe “de supermercado” escogiendo las verdades de fe católica que más te gustan, desechando las que te disgustan o te parecen incómodas. Sabes también que precisamente porque no quieres traicionar ni alterar el mensaje que transmites, debes formarte continuamente y conocer las enseñanzas de la Iglesia que nos interpretan correctamente la doctrina de Cristo.

• Al ser enviado, tienes que recordar que Jesús no te envía solo, sino en y con la Iglesia entera. Es necesario siempre estar en comunión con la Iglesia univer-sal cuya cabeza visible es el Papa y con tu Iglesia particular, presidida por el Obispo. Si actúas solo, tu trabajo será menos eficaz y muy probablemente terminarás predicándote a ti mismo y no a Jesús. • Al ser enviado, debe darte mucha paz recordar que quien te envía nunca te abandona, sino que permanece contigo mientras cumples tu misión. Recuerda y experimenta siempre la dulce promesa: “Yo estaré contigo…”.

tú y yo, tengamos un papel funda-mental. Por eso nos envía a “hacer discípulos”. Es una enorme tarea, pero es sobre todo un privilegio saber que el Señor quiso necesitar-nos a pesar de nuestra pequeñez.

2. Fíjate en el texto

Te propongo para leer el texto cinco expresiones importantes:

• Vayan: La primera parte del mandato misionero de Jesús implica un movimiento. El discípulo debe ir, salir, moverse. No es verdadero seguidor de Jesús quien se queda cómodo en su lugar sin mayores cuestion-amientos. El discípulo se preo-cupa porque no le importa “des-instalarse” para ir a anunciar a todas partes el Evangelio.

• Hagan discípulos: Los doce, si bien tienen una responsabilidad única en la Iglesia al ser los testi-gos de la Resurrección de Jesús, deben llevar a todo el mundo su misma experiencia de amistad con el Señor. No se trata solo de dar “una clase”, una información, sino de lograr que de todos los pueblos surjan hombre y mujeres que sigan a Cristo Resucitado.

• Bautizando: Para poder llevar esta experiencia de Jesús son imprescindibles los sacramentos,

especialmente el Bautismo y la Eucaristía. Todo evangelizador debe recordar que si su misión no tiene como punto de partida y de llegada la vida sacramental, su fatiga no da fruto, pues nadie puede hacerse a sí mismo hijo de Dios, sino que recibimos la gracia como un regalo que Jesús da gratuitamente de modo principal en los sacramentos.

• Enseñando: Es muy interesante la expresión del v. 20 porque Jesús no solo pide que se enseñen algu-nos contenidos para aprenderlos de memoria, sino que a los nuevos discípulos se les debe enseñar a guardar la doctrina de Jesús; es decir, se les debe enseñar a vivir el Evangelio más que a aprenderlo de memoria.

• En su presencia: Finalmente, la segunda parte del v. 20 es la más importante y más esperanzadora. Jesús no nos pide que llevemos a cabo la enorme tarea de la evange-lización solos, sino que promete que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Marcos explica esta realidad en el poderoso y último versículo de su Evangelio: “Y ellos, partiendo de allí, predicaron por todas partes, y el Señor cooperaba y confirmaba la palabra con los milagros que la acompañaban.”(Mc 16,20).

II. MeditaciónEl mandato misionero de Jesús ha dado y sigue dando fuerza a todos los que por más de 20 siglos han decidido anunciar el Evangelio. Para que nos fortalezca y nos de seguridad también a ti y a mi, quisiera que pienses en lo siguiente:

LO QUE DICE LA IGLESIA

El apostolado de los laicos

"La Iglesia ha nacido con el fin de que, por la propagación del Reino de Cristo en toda la tierra, para gloria de Dios Padre, todos los hombres sean partícipes de la redención salvadora, y por su medio se ordene realmente todo el mundo hacia Cristo. Toda la actividad del Cuerpo Místico, dirigida a este fin, se llama apostolado, que ejerce la Iglesia por todos sus miembros y de diversas maneras; porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza, es también vocación al apostolado. Como en la complexión de un cuerpo vivo ningún miembro se comporta de una forma meramente pasiva, sino que participa también en la actividad y en la vida del cuerpo, así en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, "todo el cuerpo crece según la operación propia, de cada uno de sus miembros" (Ef., 4,16).Y por cierto, es tanta la conexión y trabazón de los miembros en este Cuerpo (Cf. Ef., 4,16), que el miembro que no contribuye según su propia capacidad al aumento del cuerpo debe reputarse como inútil para la Iglesia y para sí mismo.En la Iglesia hay variedad de ministerios, pero unidad de misión. A los Apóstoles y a sus sucesores les confirió Cristo el encargo de enseñar, de santificar y de regir en su mismo nombre y autoridad. Mas también los laicos hechos partícipes del ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo, cumplen su cometido en la misión de todo el pueblo de Dios en la Iglesia y en el mundo.En realidad, ejercen el apostolado con su trabajo para la evangelización y santificación de los hombres, y para la función y el desempeño de los negocios temporales, llevado a cabo con espíritu evangélico de forma que su laboriosidad en este aspecto sea un claro testimonio de Cristo y sirva para la salvación de los hombres. Pero siendo propio del estado de los laicos el vivir en medio del mundo y de los negocios temporales, ellos son llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzan su apostolado en el mundo a manera de fermento."

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Para los propósitos te propongo discutir en grupos las siguientes preguntas:

• ¿Somos conscientes de que por el mismo hecho de ser cristianos somos misioneros?

• ¿Qué tan presente tenemos en nuestras comunidades el mandato de Jesús de anunciar su nombre a todos los pueblos?

• ¿De qué formas concretas podemos mejorar en el anuncio del Evangelio aquí en nuestra comunidad?

• ¿De qué maneras podemos llevar el Evangelio a los que se encuentran a alejados de Dios y de la Iglesia?

III. ContemplaciónPara la contemplación te propongo algunas frases del salmo 40 y 145 para que las gustes y medites, dándole muchas veces gracias a Dios por haberte elegido para ser su discípulo y misionero.

• He anunciado la justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, Señor, Tú lo sabes bien.

No he escondido tu justicia dentro de mi corazón; he proclamado tu fidelidad y tu salvación, no he ocultado tu bondad y tu lealtad a la gran asamblea.(Sal 40,10–11)

• Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey,

bendeciré tu Nombre por siempre sin fin.

Cada día te bendeciré y alabaré tu Nombre por siempre sin fin. Grande es el Señor y digno de toda alabanza, su grandeza es insond-able.

Cada generación celebra tus acciones y le anuncia a otros tus proezas.

Comentan el esplendor de tu gloriosa majestad, y narran tus obras maravillosas. Hablan del poder de tus prodigios, y procla-man tus maravillas. Difunden la memoria de tu inmensa bondad, y aclaman tu justicia. (Sal 145,1–7)

IV. Acción

Concilio Vaticano II, Decreto Apostolicam Actuositatem, n.2

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Al terminar nuestro último encuentro, queremos dirigirnos en oración a María, para que como Madre de la Iglesia aliente y acompañe nuestra misión evangelizadora:

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En 1506 nació en Navarra Francisco Xavier. Pertenecía a una influyente familia y tenía su vida bastante programada hasta que, mientras estudiaba en París, conoció a San Ignacio de Loyola, fundador de la compañía de Jesús. Ignacio le repetía constantemente: “¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?” Finalmente, después de una experiencia profunda de Dios decide unirse a Ignacio para fundar la compañía de Jesús y alimenta dentro de sí mismo un enorme fuego misionero. En 1540 parte para las misiones en India. Recorrió hasta el final de su vida muchas tierras de misión, haciendo lo imposible por anunciar a Jesús. Murió a las puertas de China, con el gran deseo de vivir hasta el último aliento el mandato de Jesús: Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio. Como San Francisco Xavier tú y yo tenemos que tener constantemente en nuestra mente y nuestros labios la frase de Pablo: “Ay de mi si no evangelizo” (1 Co 9,16)

V. Oración

Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, n. 288

La Palabra confirmadapor los santos

Pasión por la evangelización

Virgen y Madre María,tú que, movida por el Espíritu,acogiste al Verbo de la vida

en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregada al Eterno,

ayúdanos a decir nuestro «sí»ante la urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la

Buena Noticia de Jesús.

Tú, llena de la presencia de Cristo,llevaste la alegría a Juan el

Bautista, haciéndolo exultar en el seno de su madre.

Tú, estremecida de gozo,cantaste las maravillas del Señor.Tú, que estuviste plantada ante la cruz con una fe inquebrantable

y recibiste el alegre consuelo de la resurrección, recogiste a los

discípulos en la espera del Espíritu para que naciera la Iglesia

evangelizadora.

Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que

vence a la muerte.Danos la santa audacia de buscar

nuevos caminos para que llegue a todos el don de la belleza que no

se apaga.

Tú, Virgen de la escucha y la contemplación, madre del amor,

esposa de las bodas eternas, intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo, para que

ella nunca se encierre ni se detenga en su pasión por instaurar

el Reino.

Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a

resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de la fe

ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna

periferia se prive de su luz.

Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros.

Amén. Aleluya.

Para profundizar

Ha sido una gran alegría recorrer juntos este camino en el que hemos meditado sobre la identidad del evangelizador. Seguramente te quedan deseos de profundizar y conocer más acerca de tu identidad de discípulo y mision-ero. Por esta razón te proponemos una cita bíblica por cada rasgo del evangelizador de modo que, siguiendo el mismo método de la lectio divina puedas ir creciendo aún más en tu encuentro con Jesús.

• Eres discípulo Mc 10,17-31

• Eres nueva creatura Col 3,1-11

• Eres sal y luz Tt 2,1-8

• Eres pecador Lc 5,1-10

• Eres miembro del pueblo Ef 4,1-16

• Eres siervo Lc 22,24-27

• Eres enviado Jr 1,1-10

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