xi domingo del tiempo ordinario• aÑo b mc 4, 26-34 · do del reino de dios el primer...

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XI domingo del Tiempo Ordinario• AÑO / B Mc 4, 26-34 ● Primera lectura ● Ez 17, 22-24 “Ensalzo los árboles humildes”. ● Salmo ● Sal 91 ● “Es bueno dar gracias al Señor”. ● Segunda lectura ● 2 Cor 5, 6-10 ● “En destierro o en patria, nos esforzamos en agradar al Señor”. ● Evangelio ● Mc 4, 26-34 ● “Era la semilla más pequeña, pero se hace más alta que las demás hortalizas”. Mc 4, 26-34 26 En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «El reino de Dios se parece a un hombre que echa si- miente en la tierra. 27 Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. 28 La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. 29 Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.» 30 Dijo también: - «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? 31 Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tie- rra es la semilla más pequeña, 32 pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.» 33 Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. 34 Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado. Me pongo en presencia de Dios. Tomo concien- cia de que Él me habla y yo estoy a su escucha., de que Él es el protagonista en los asuntos el Reino. Le pido al Espíritu Santo que me ilumine para comprender lo que Él quiera decirme. ¿Qué es lo que hoy me está diciendo hoy por medio de estas dos parábolas? Son palabras que nunca va a perder su actuali- dad. ¿Acostumbro a darle a Dios el papel que le pertenece, el de protagonista? ¿Procuro no cesar de ir sembrando, aunque sean pequeñas semillas del Reino? Tal vez el pesimismo, la falta de esperanza en- tre nosotros nazca de situarnos a nosotros como los grandes protagonistas ¿ Acostumbro a descubrir la acción de Dios y consecuentemente a ser agradecido por todo lo que Dios hace? Dialogo de todo ello con el Señor.

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Page 1: XI domingo del Tiempo Ordinario• AÑO B Mc 4, 26-34 · do del Reino de Dios el primer prota-gonista es Dios, ello no quiere decir que nosotros, que la acción humana sea inútil

XI domingo del Tiempo Ordinario• AÑO / B • Mc 4, 26-34

● Primera lectura ● Ez 17, 22-24 ● “Ensalzo los árboles humildes”.

● Salmo ● Sal 91 ● “Es bueno dar gracias al Señor”.

● Segunda lectura ● 2 Cor 5, 6-10 ● “En destierro o en patria, nos esforzamos en agradar al Señor”.

● Evangelio ● Mc 4, 26-34 ● “Era la semilla más pequeña, pero se hace más alta que las demás hortalizas”.

Mc 4, 26-34 26 En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «El reino de Dios se parece a un hombre que echa si-miente en la tierra. 27 Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. 28 La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. 29 Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.» 30 Dijo también: - «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? 31

Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tie-rra es la semilla más pequeña, 32 pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.» 33 Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. 34

Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

● Me pongo en presencia de Dios. Tomo concien-cia de que Él me habla y yo estoy a su escucha., de que Él es el protagonista en los asuntos el Reino. Le pido al Espíritu Santo que me ilumine para comprender lo que Él quiera decirme.

¿Qué es lo que hoy me está diciendo hoy por medio de estas dos parábolas?

● Son palabras que nunca va a perder su actuali-dad.

¿Acostumbro a darle a Dios el papel que le pertenece, el de protagonista?

¿Procuro no cesar de ir sembrando, aunque sean pequeñas semillas del Reino?

● Tal vez el pesimismo, la falta de esperanza en-tre nosotros nazca de situarnos a nosotros como los grandes protagonistas

¿ Acostumbro a descubrir la acción de Dios y consecuentemente a ser agradecido por todo lo que Dios hace?

● Dialogo de todo ello con el Señor.

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Notas para fijarnos en el Evangelio ● La palabra del Evangelio de hoy nos

presenta una verdad que nos puede hacer mucho bien a nosotros que con frecuencia estamos centrados en nosotros mismos, en el rendimiento de lo que hacemos, en nuestros pla-nes y proyectos. La Palabra de hoy nos descentra y nos invita a poner nuestra mirada en el Señor, sin olvi-dar la acción humana

● Hoy el Evangelio nos habla de fecun-didad y no de esfuerzo humano. La ley de crecimiento del Reino de Dios, del proyecto de Dios no es sobre to-do el trabajo humano, sino la acción de Dios y la acogida que esa acción de Dios va teniendo en nosotros, en las personas. Porque la vida no es sólo trabajo o productividad, sino re-galo, don de Dios. Esto es bueno no olvidarlo nunca

● Hoy se nos dice que el protagonismo es de Dios, sobre todo en las cosas de Dios, en las cosas del Reino, en las cosas de la Iglesia. En este mun-do del Reino de Dios el primer prota-gonista es Dios, ello no quiere decir que nosotros, que la acción humana sea inútil. El sembrador, como se nos ha dicho, echó la simiente, la persona tiene pues su parte pero el protagonista es Dios, el sembrador trabajó, hizo lo suyo. Además la si-miente necesita buena tierra, que somos cada uno de nosotros, cada ser humano. Nosotros podemos ser buena o mala tierra. Por tanto tam-bién nosotros tenemos mucho que ver en el crecimiento o en el fracaso del Reino de Dios. Pero lo que llama más la atención es que hay una mano invisible que se ocupa de lo sembrado y que procura su creci-miento desde el comienzo, desde que la simiente es sembrada hasta el momento de la cosecha. Es el misterioso crecimiento de la semilla. Es la mano de Dios que está siempre presente.

● De ahí que como exigencia se nos pi-de ser agradecidos, y mucho, por lo que Dios hace permanentemente, en nosotros y en el mundo. Siempre, como María, hemos de cantar las alabanzas a Dios porque Él hace co-sas grandes.

● De ahí también surge el vernos como instrumentos en manos del Señor, somos unos simples servidores, pero el protagonista es Dios. La humildad y la sencillez son un buen material para los asuntos de Dios.

● De ahí que sea bueno y necesario para todos nosotros contemplar la gratui-dad del don de Dios, ¡qué grande es el Señor!

● Estamos ante unas historias en las que destaca el contraste: entre la postura del hombre que duerme… y la cose-cha abundante en el momento de la siega, entre la pequeñez del grano de mostaza y su crecimiento de forma que hasta los pájaros va a anidar en ella.

● Hoy el Evangelio nos está hablando, seguramente, de que hemos de tratar de sembrar pequeñas semillas, no nos habla de grandes planes, de ex-traordinarias manifestaciones, sino de modestos principios. Todo ello tal vez nosotros mismos lo hemos experi-mentado en nuestras propias vidas y a lo mejor hemos constatado como una visita, unas palabras, una predi-cación, una sesión de formación … han abierto los ojos, han puesto es-peranza, ha despertado el compromi-so cristiano en unas personas. Por to-do ello, seguramente, Dios nos está diciendo que hemos de valorar los asuntos pequeños; no estamos, posi-blemente, llamados a hacer grandes cosas, pero sí invitados a poner un poco de esperanza, de alegría, de paz, de respeto, de entendimiento, de justicia… en los distintos lugares donde nos encontremos.

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Y va creciendo sin que él sepa como

Señor Jesús, por lo visto así son las cosas de Dios. Una vez más Dios nos desconcierta.

Dios vas trabajando en la oscuridad, sin protagonismos y el caso es que Él es el verdadero protagonista.

Primero quiero hoy, Señor Jesús, pedirte perdón porque con frecuencia me creo el protagonista, me veo el centro de la parroquia, de los asuntos pastorales que llevo entre manos o por lo menos, aunque no lo diga, me creo tan importante como Tú.

Y una vez más me estás enseñando que el protagonista verdadero eres Tú, que el protagonista verdadero es tu Espíritu Santo.

Así fue desde el principio de la vida de la Iglesia y así continuará siendo por los siglos de los siglos.

En segundo lugar, quiero darte las gracias porque no cesas de actuar, nosotros durmiendo y la semilla va creciendo sin que nosotros lo sepamos.

Gracias porque Tú está siempre ahí, en el tajo.

Señor ayúdame a no cesar de sembrar o sea a que haga lo que me corresponde en todos los sitios y siempre.

Haz, Señor Jesús, que todos seamos buena tierra para que tu semilla pueda crecer.

Además, Señor Jesús, hoy me dices que no se trata de hacer grandes cosas, que el grano de mostaza

es muy pequeño pero que de él nace una planta que servirá para que los pájaros se cobijen en ella

Perdón, Señor Jesús, porque nuestros ojos, con frecuencia, están puestos en cosas grandes.

Cuando Tú nos estás diciendo que es la sencillez, la humildad, los medios pobres, lo que es importante, (sin que ello quiera decir despreciar la técnica de cada momento).

¡Cuantas veces, Señor Jesús, seguramente, en nuestras propias vidas, un encuentro, unas palabras, una visita, una sesión de formación…. han sido animadoras de un compromiso, de un deseo de una vida evangélica… y total han sido cinco minutos, una simple conversación o un gento.

Señor Jesús, una vez más gracias por tu Palabra que es vida, mi vida y la vida el mundo.

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VER

H asta no hace mucho, cuando queríamos adornar con plantas un balcón o terraza, o

bien íbamos a un invernadero a por las plantas o, más comúnmente porque salía más barato, buscábamos esquejes, semillas o bulbos y los plantábamos y esperábamos a que crecieran. Pero ahora en las tiendas multiprecio y bazares que pueblan nuestras calles es muy común en-contrar plantas ornamentales de mucha varie-dad, ya crecidas y a bajo precio, de modo que si una persona quiere adornar una terraza o balcón, sólo tiene que comprar las plantas y po-nerlas. Ya no se suelen plantar semillas o bul-bos porque, dentro de la cultura de la inmedia-tez en la que nos movemos, ¿para qué esperar, pudiendo tener aparentemente el mismo resul-tado y más rápido? Pero así nos perdemos el proceso del cuidado y crecimiento de esas plan-tas, que nos hace sentirlas más “nuestras”.

JUZGAR

U na vez finalizadas las grandes solemnidades recuperamos los domingos del tiempo ordi-

nario, en los que, como discípulos, vamos acompañando a Jesús en la cotidianidad, en la normalidad de la mayor parte de nuestra vida, dejándonos enseñar por Él, porque además de discípulos somos sus apóstoles y Él nos envía a anunciar su Evangelio y a construir su Reino, intentando vivir como santos.

Y hoy Jesús en el Evangelio nos habla del Reino utilizando un ejemplo tomado de la agricultura o de la jardinería: El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Ade-más, esa simiente es como un grano de mosta-za: al sembrarla en la tierra es la semilla más pequeña.

De esta parábola ya podemos empezar a ex-traer algunas conclusiones: el Reino de Dios no es algo que nos lo vamos a encontrar ya “hecho”, menos aún es algo que podamos “comprar” a otros: el Reino de Dios es algo que nosotros tenemos que sembrar y que cuidar, porque debemos sentirlo como algo propio, algo nuestro.

Y Jesús ha seguido diciendo que esa semilla va creciendo: primero los tallos, luego la espiga, después el grano… El Reino de Dios tiene un proceso de crecimiento y maduración, no es co-mo un balcón o terraza que instantáneamente podemos adornar con plantas compradas. Jesús nos indica que debemos ser pacientes, que es necesario saber esperar a que la semilla del Reino que hemos sembrado germine y vaya creciendo para que los frutos se produzcan. No podemos exigir desde el principio una madurez y unos frutos que requieren necesariamente el paso del tiempo.

Por eso Jesús ha añadido un detalle muy impor-tante: la semilla germina y va creciendo sin que

él sepa cómo. La tierra va produciendo la cose-cha ella sola. Y éste detalle es liberador para nosotros: nosotros somos sembradores del Reino de Dios, nuestra responsabilidad es sem-brar del mejor modo, cuidar lo sembrado, y res-petar los procesos; pero el crecimiento y el fruto ya no dependen de nosotros, eso queda en las manos de Dios. Como decía san Pablo en la 2ª lectura: Siempre tenemos confianza; Por eso, aunque no lleguemos a ver los frutos, debemos seguir sembrando el Reino de Dios.

ACTUAR

S i soy aficionado a la jardinería, ¿siembro las semillas o bulbos, o prefiero comprar las

plantas ya crecidas? ¿Entiendo que el Reino de Dios es como una semilla pequeña? ¿Me siento llamado a ser sembrador del Reino, lo veo como algo propio, algo “nuestro”? ¿Qué hago para sembrarlo? ¿Sé esperar y tengo paciencia con los procesos de crecimiento y maduración? ¿Acepto que quizá yo no vea el fruto de lo que he sembrado, sé dejarlo en las manos de Dios? ¿Confío en Él o me angustio?

Es cierto que, humanamente, quisiéramos que el Reino de Dios creciese más rápido, quisiéra-mos ver los frutos de lo que hemos sembrado. Es duro tener que esperar y respetar los procesos

de crecimiento, algunos muy lentos. Y si no ve-mos ningún fruto, pensamos: ¿Para qué esperar?

Pero recordemos nuestra experiencia personal. También hemos tenido un proceso de crecimien-to y maduración, también quizá hemos tardado en dar fruto, pero Dios ha sabido esperar. Por eso, cuando nos preguntemos: ¿Para qué espe-rar?, recordemos las palabras de San Pablo: Siempre tenemos confianza… Caminamos sin verlo, guiados por la fe; y recordando también la paciencia de Dios con nosotros, sigamos sem-brando la semilla del Reino, con la certeza de que esa semilla germina y va creciendo sin que nosotros sepamos cómo.

Acción Católica General Alfonso XI, 4 - 5º 28014 Madrid

www.accioncatolicageneral.es [email protected]

Ver ● Juzgar ● Actuar “¿Para qué esperar?”

“¿Para qué esperar?”