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EL ESPÍRITU UNIVERSITARIO César Vallejo, París 1927 Todos estamos de acuerdo en que América vive culturalmente de Europa como prestataria o depositaria de las formas occidentales en política, arte, en religión, en idioma. Y aunque no todos estamos de acuerdo en que tales formas dominarán en el porvenir de América, nadie puede negar, por ahora, que el nuevo continente sigue cada vez más cerca y al pie de la letra el espíritu europeo. Hemos democratizado ayer con la revolución rusa. Me parece ver revivir las primeras tentativas libertarias del siglo pasado, en las escaramuzas (*) libertarias de los comunistas ahora. El balance de las ideas democráticas no es muy halagüeño hasta hoy en América. Tanto peor o, precisamente, por eso mismo, hay quienes piensan que en la revolución el proletario se impone, como único medio de encauzar nuestros destinos por donde las doctrinas burguesas no han hecho más que desorientarnos y anarquizarnos. Y, comunismo integral o moderado, socialismo agrario o antiimperialista (la etiqueta es lo de menos), las nuevas inquietudes que hoy suceden a los ensayos burgueses iniciados hace un siglo en América, todas proceden directamente de Moscú, inspirándose, en esencia, en idéntico postulado de organización económica y de justicia social. A la copia de ayer de la democracia europea, sucede la copia de hoy de la Tercera Internacional. ¿Logrará esta nueva manera de organización encauzar los destinos políticos novomundiales? ¿Fracasará el ideal comunista en América, como ha fracasado el ideal democrático?... Porque es bueno subrayar, con toda la voz, que el sentimiento democrático europeo ha fracasado totalmente en América. Todos tenemos de ella plena conciencia. Hasta los mismos europeos lo reconocen y algunos de ellos llegan a asimilar el caso de América al caso de los pueblos del Extremo Oriente, donde el descastamiento cultural ha sido completo y donde las formas occidentales, al contacto con el suelo aborigen, se han podrido, traduciéndose en la debacle y la disolución. La forma de finiquitar nuestras formas indígenas de vida, nuestra historia y tradición, nuestra estructura racial y sus potenciales de renovación para el futuro, en cambio, no nos ha dado ningún principio nuevo de vida, ninguna semilla política que, por su fuerza y su salud nuevas, pudiera reemplazar, ventajosa y más humanamente, a los antiguos moldes de existencia. El ideal democrático europeo nos ha destruido todo y no nos ha dado más que una farsa de organización y libertad. La democracia burguesa ha fracasado en América en el tono y medida en que fracasa para la vida una cosa original al ser repetida o copiada. Todas las instituciones culturales de inspiración democrática, legislación, arte,

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EL ESPÍRITU UNIVERSITARIO

César Vallejo, París 1927

Todos estamos de acuerdo en que América vive culturalmente de Europa como prestataria o depositaria de las formas occidentales en política, arte, en religión, en idioma. Y aunque no todos estamos de acuerdo en que tales formas dominarán en el porvenir de América, nadie puede negar, por ahora, que el nuevo continente sigue cada vez más cerca y al pie de la letra el espíritu europeo. Hemos democratizado ayer con la revolución rusa. Me parece ver revivir las primeras tentativas libertarias del siglo pasado, en las escaramuzas (*) libertarias de los comunistas ahora. El balance de las ideas democráticas no es muy halagüeño hasta hoy en América. Tanto peor o, precisamente, por eso mismo, hay quienes piensan que en la revolución el proletario se impone, como único medio de encauzar nuestros destinos por donde las doctrinas burguesas no han hecho más que desorientarnos y anarquizarnos. Y, comunismo integral o moderado, socialismo agrario o antiimperialista (la etiqueta es lo de menos), las nuevas inquietudes que hoy suceden a los ensayos burgueses iniciados hace un siglo en América, todas proceden directamente de Moscú, inspirándose, en esencia, en idéntico postulado de organización económica y de justicia social. A la copia de ayer de la democracia europea, sucede la copia de hoy de la Tercera Internacional. ¿Logrará esta nueva manera de organización encauzar los destinos políticos novomundiales? ¿Fracasará el ideal comunista en América, como ha fracasado el ideal democrático?...

Porque es bueno subrayar, con toda la voz, que el sentimiento democrático europeo ha fracasado totalmente en América. Todos tenemos de ella plena conciencia. Hasta los mismos europeos lo reconocen y algunos de ellos llegan a asimilar el caso de América al caso de los pueblos del Extremo Oriente, donde el descastamiento cultural ha sido completo y donde las formas occidentales, al contacto con el suelo aborigen, se han podrido, traduciéndose en la debacle y la disolución. La forma de finiquitar nuestras formas indígenas de vida, nuestra historia y tradición, nuestra estructura racial y sus potenciales de renovación para el futuro, en cambio, no nos ha dado ningún principio nuevo de vida, ninguna semilla política que, por su fuerza y su salud nuevas, pudiera reemplazar, ventajosa y más humanamente, a los antiguos moldes de existencia. El ideal democrático europeo nos ha destruido todo y no nos ha dado más que una farsa de organización y libertad.

La democracia burguesa ha fracasado en América en el tono y medida en que fracasa para la vida una cosa original al ser repetida o copiada. Todas las instituciones culturales de inspiración democrática, legislación, arte, economía, etc., han desvirtuado en América, no ya por necesidad de adaptación sino por ausencia de facultad de adaptación. La doctrina democrática, cuyos frutos en Europa no es del caso discutir ahora, adquiere en América las señales de una caricatura desastrosa. En Europa, la universidad, por ejemplo, es dentro del ideal democrático, un factor de orden y orientación, una disciplina de método y razón. Por mucho que Jaurés quería convertir a la universidad en exclusivo foco de debates revolucionarios, centro de todos los liberalismos, el espíritu universitario ha sido y continúa siendo, sobre todo, un hogar de serenidad espiritual –que no hay que confundir con el anquilosamiento– y un austero laboratorio de alta creación. En América, por el contrario, la universidad ha descendido de su rol creador a la barricada lugareña y capitulera con todas sus rutinas, sus personalismos de charol y sus mesianismos de segunda mano. En Europa la universidad crea silenciosamente, dejando el papel divulgador a otros factores sociales. En América, la universidad tiende a reducirse a la ya famosa extensión universitaria o universidad popular, cuando ella no se circunscribe a la repetición en familia de la cultura europea. De allí que, mientras que de la universidad europea salen la ciencia, la filosofía y todos los principios ideales y vivientes que rigen la existencia y el desarrollo del espíritu humano; de la universidad latinoamericana no salen más que divulgadores. La universidad en América no crea filosofía ni ideales políticos ni corrientes científicas. Ella vive de migajas de Europa y todo su papel se reduce a repetir al alumnado de dentro o fuera de los claustros.

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Abortado el ideal democrático en América no es aventurado predecir idéntico destino al ideal comunista. En América, debido a nuestra incurable inclinación al plagio fácil y en bruto y a nuestra falta de tacto y poder asimilativos, son igualmente falsos y nocivos el orden burgués como el escarceo comunista. Hay que desterrar el ideario democrático y cerrar las puertas al ideario comunista. Aprendamos, en primer lugar, a estudiar y comprender y luego a asimilar, lo demás vendrá por sí solo…

Un día le expresaba yo a Haya de la Torre, ese gran sembrador de inquietudes continentales:

– Quien quiera trabajar sinceramente por los pueblos de América tendrá que convenir en que el más grave foco de mistificación y oscurantismo que existe actualmente en el continente es el espíritu universitario. En él se incluyó ayer el plagio de la democracia europea y en él se está incubando ahora el plagio comunista. Hay que empezar por destruirlo de raíz, en todas sus formas y manifestaciones.

A todas estas consideraciones nos lleva la actitud que algunos pueblos del Oriente han empezado a asumir oponiendo una fuerte resistencia a la influencia occidental en general. El Japón que, desde hace más de medio siglo está en íntimo contacto con Europa, muchas de cuyas formas culturales ha asimilado maravillosamente, empieza a poner límites a tales influencias. Pueblo de una gran vitalidad, el Japón ha demostrado siempre de varias maneras la fuerza de personalidad espiritual, y esta última medida antioccidentalista que acabamos de señalar, prueba las grandes reservas peculiares de su raza.

La asombrosa facultad de adaptación de los japoneses les ha permitido en menos de cincuenta años impregnarse de todas las corrientes espirituales del mundo. Su curiosidad e inquietud han legado, a veces, hasta el exceso este tráfico de ideas. “El espíritu japonés –sostiene el vizconde de Motono, en un estudio publicado recientemente en Les mesages d`Orient- se ha nutrido ávidamente de todas las ideas, costumbres y ciencias extranjeras, y lo ha hecho, en ocasiones, con tal ardor que los resultados de semejante entusiasmo han sido patentes y patéticos. Hace unos veinte años se produjo una serie decisiva en la juventud, a causa de perturbaciones espirituales originadas por la lectura de los filósofos alemanes.”

Pero el Japón empieza ya a controlar su avidez cosmopolita y, singularmente, europeizante. Aro Naito dice, estudiando la fisonomía de la nueva literatura nipona: “Hay sin duda, en nuestra poesía de los últimos cuarenta años, un exceso de occidentalismo. Más hemos ya a volver a nuestras tradiciones y a renovarlas. Es tiempo de volver a la simplicidad expresiva, legada por los grandes padres de nuestra cultura.”

El Japón es quizá entre los países orientales, el de más fuerte personalidad cultural. Ha sabido asimilar sin plagio ni limitación la cultura europea y, como acabamos de ver, vuelve hoy a afirmar.

Glosario: Anarquía: Desorden Austero: Sencillo, no propenso a la riqueza. Anquilosamiento: Desgaste. Barricada: Lugar hecho con trastos u objetos de gran dimensión, con el fin de organizar sistemas

defensivos a lo largo de revueltas callejeras o levantamientos populares. Capitulera: Que cede, partidaria de la negociación y no del combate. Escaramuza: Avance leve, de reconocimiento a través del cual se evalúa a los contrincantes. Finiquitar: Terminar. Mesianismo: De Mesías. Lo que es o cree ser salvador. “Personalismo de charol”: Presunción. Elegancia artificial y sobredimensionada. “Tercera Internacional”: Reunión internacional que se realizaba cada cierto tiempo entre los militantes

del Partido Comunista.