vivir con los zetas
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Entrevista a un ex convicto que vivió con los Zetas, durante el gobierno de Felipe Calderón Hinojosa y la guerra contra el narcotráfico en México.TRANSCRIPT
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Vivir con Zetas.
Por Samantha Lara
El gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, fue criticado por Carmen Aristegui. Ella habló de la
inexistencia de estrategia contra el crimen organizado, y el Obispo de Saltillo, Raúl Vera López, dijo
que la guerra de Calderón, era una guerra cómplice, porque no lograba desmantelar a ningún
grupo de criminales y solo había desquebrajado al país con muertes y violencia.
La Procuraduría General de la República (PGR) en 2006, afirmó que tenía ubicado al Zeta 7,
conocido como “el mamito”. Líder, en ese tiempo, de los Zetas. El ex militar y sicario, mencionó al
ser aprendido, que cuando inician eran siete los zetas y posteriormente 14. Jesús Enrique Rejón
Aguilar, se encargó del entrenamiento de Zetas en San Fernando, Tamaulipas y del asesinato de
193 personas encontradas en fosas clandestinas en el mismo Estado, sin que la PGR evitara la
matanza de 265 personas en San Fernando. La PGR tardó 5 años en detener al Zeta 7.
En entrevista, un ex convicto narra cómo vivió dentro del penal de Apodaca, a lado de Zetas y
cómo las autoridades se comportaban con los crimínales. El Ronco, como ha pedido se le llame, es
comerciante en el tianguis de la Merced. Padre de dos hijos y abuelo de una niña. Su mirada es
fija, deja algunos silencios entre cada respuesta. Su cuerpo, robusto y rapado le hacen ver menor a
los 47 años. Ve de frente y fijo durante la entrevista. Sólo entrecruza sus manos de vez en cuando.
Él no siempre fue asaltante. Sin embargo, ha estado preso en tres ocasiones. La primera, en el
Reclusorio Oriente por robar bolillos, asegura, tenía hambre; la segunda, tuvo una sentencia de
cinco años en el Reclusorio Norte por robo a mano armada de un Oxxo.
Comenzó a robar al ser despedido de la aseguradora de valores COMETRA, empresa para la que
trabajaba haciendo cajas de seguridad y ensambles. Él y toda su familia (dos hermanos, cuatro
hermanas y tíos paternos) trabajaban para el mismo lugar. Cerca de 20 familiares laboraban en
diferentes áreas de la aseguradora.
Querían correr a todos sus familiares de la empresa. La mayoría con antigüedad y, para no
pagarles finiquito a todos, los inculparon de fraude. Su padre, hermanos y cuñado fueron recluidos
en el penal de Barrientos. Al fraude le agregaron el delito de asesinato de dos custodios de
valores. Sus familiares salieron después de tres años de prisión. Uno de sus hermanos purga aún
condena de 60 años, por ser, según la autoridad, el jefe de la banda.
Ronco dice que la necesidad durante la detención de sus hermanos y padre, lo llevo a robar,
porque en ningún lado lo empleaban. Hace tres años salió libre de una condena de seis años de
prisión en el penal de Apodaca, Monterrey. La tercera ocasión, fue culpado de robo a mano
armada a un banco. Sus compañeros lo abandonaron en el lugar y lo aprendieron en 2006.
Su llegada a Monterrey le cambio la vida, asegura, es lo peor que ha vivido porque en ese tiempo
las prisiones no eran realmente eso, prisión. Eran hoteles para los sicarios y narcos. Los
enfrentamientos eran casi diario contra los Zetas que tenían el control de todo.
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“A los motines, le tienes que entrar con ellos, porque si no en las noches no duermes. Te abren la
celda, te violan o te matan. A hijos de importantes los secuestraban y los llevaban al penal y no los
encontraban. Quien se iba a imaginar que allí los meten. Si no pagaban el rescate, los deshacían.
En los patios tenían sus tambos con ácido”.
Al cuestionarle la función de los celadores, aseguró que los mismos estaban controlados por los
Zetas y si no obedecían mataban a sus esposas o familia, además, afirma que la propia autoridad
les mete las armas.
En 2010, medios de comunicación documentaron el motín de Apodaca, en el que fallecieron 20
reos. Él recuerda más de 40 muertos. –Vio como quemaban vivos a las personas y se pasaban con
las familias de los internos-. El Ronco, afirma que si no tenían para pagar el vicio, se cobraban con
la hermana, esposa o con la mamá. De alguna forma se pagaba. No importaba cómo o con qué,
tenías que pagar y si no pagabas, en la noche te pegaban; llegaban varios y te picaban.
En distintas ocasiones se ha mostrado a las autoridades coludidas con narcotraficantes. El caso de
omisión por parte de custodios, ¿lo considerarías colusión o supervivencia? Ronco: “Los custodios
son de ellos, estás gentes los tienen controlados, en las noches salían a secuestrar, a levantar
personas y regresaban como si nada. Los Zetas envolvían a las personas en colchones y les
roseaban el alcohol de la enfermería para quemarlos. Pero ellos, te decían que no los mataras. Los
Zetas no tenían piedad contigo y con nadie, sí te mataban”.
“Los celadores no sabían cómo o no podían poner orden, había veces que no querían trabajar con
ellos y, fuera de la penitenciaria los mataban, los balaceaban en la calle o donde fuera. Las mismas
dependencias de la policía iban y aventaban granadas, mataban a la gente de adentro”.
La forma de castigar a un deudor que los sicarios utilizaban, era colgándolos de los pies y con un
bat en la cabeza, los mataban. También, asegura haber visto como los metían en un tambo de
ácido o los tableaban, les bajaban el pantalón y los chones y con una tabla les pegaban hasta que
se les partiera la nalga; se quedaban desangrados. “Las cosas que suceden son inimaginables y el
grado que tienen de poder para hacer todo eso es inmenso. Llegué a ver las peleas adentro de los
grupos rivales, del cártel tal y ver quien era más fuerte. Traían pistolas allá dentro, es un pueblo
sin ley”.
Ese mismo año (2010), el gobierno, anunció que se desplegaría al ejército en diferentes entidades
para detener a criminales y, que además, restablecería el orden y seguridad de las personas. ¿Esto
sucedió donde te encontrabas, hubo una respuesta positiva con la llegada de militares? R: Cuando
entraron los militares que solo lo viví una ocasión, no. No nos abrían la celda, nos bajaban cada
dos días a tomar sol media hora. Teníamos dos televisiones pequeñas de siete pulgadas, blanco y
negro. Cada televisión la veíamos unos 100 internos y nos daban chance de ver media hora o
media hora para caminar.
Durante la presencia de militares a los reos se les pasaba la comida por debajo de la puerta.
Ronco, cuenta que había veces que tenían que guardar las tortillas duras que ellos les daban. “Las
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teníamos que guardar dos, tres días porque luego no alcanzaba comida para todos”. La comida no
tenía ningún costo, sin embargo, los presos podían comer mejor, comer de la fayuca, término que
le designan a la cocina en la entidad. Pero el acceso a ella consistía en servirle a los Zetas. Asesinar
o levantar personas eran los principales servicios.
En la prisión, Ronco nunca fue visitado por su familia, por miedo a que les hicieran algo. El miedo
era porque, incluso las visitas eran bajo orden y pago hacia los Zetas. Los de la letra, como son
llamados por el entrevistado, vigilaban las visitas. Ponían a una persona de ellos a un lado
escuchando lo que el preso hablaba, para que cuando su familiar se fuera no le dijeran la situación
que se vivía. Asegura, que quien se atrevía a hablar, algo le sucedía o poco a poco iban
desapareciendo a su familia, sin importar niños, niñas, embarazadas.
“Las violaciones se ejercieron con las personas que eran viciosas, por ejemplo, les decían préstame
tanto y en una semana te pago. Pero si no pagabas, acudían a la familia, agarraban a su mamá o
su hermana, a quien fuera y enfrente de uno las violaban”.
Llegar a arreglos con los criminales no era complicado, recuerda, que las visitas no sólo eran de
entrada por salida. Por ejemplo, si la visita era de alguna esposa, por determinada cantidad de
dinero se le permitía quedarse dentro del penal cuatro días. Incluso, quien pagaba, contaba con
servicio de comida a la hora que el preso quisiera. En este caso los pagos se realizaban con
depósitos.
Ronco, explica que para poder hacer el cobro de los depósitos, los Zetas solo tomaban la foto del
interno y con su número arrojaba si tenía dinero; si era el caso, les vendían el servicio, sino no.
La violencia en el país, mostraba enfrentamientos entre narcotraficantes o ejército. Dentro de los
penales las riñas eran preparadas para los que llegan y pertenecen a ellos. Entre los Zetas se
peleaba el poder.
“El que mueve todo, cuando llega alguien al penal se va sobre de él y le empiezan a decir cómo
funciona, si quiere y si no, les dicen, ¡dime para darte en la madre!, como dicen ellos, a una voz. Si
decías que no, te ponían en la madre, ahí mismo te enterraban o te deshacían en el ácido y nadie
sabía de ti.
Los programas de reinserción no los recuerda, así como tampoco recuerda alguna actividad
cultural, o de esparcimiento que los distrajera. Sin embargo, no quiere decir que la distracción no
existiera en el penal. Los Zetas disfrutaban de grupos de cumbia de Colombia, pero era exclusiva
para ellos.
Al hablar del servicio médico en el penal, Ronco, recuerda que sí había acceso a él, añade, que lo
único que te daban era una pastilla para dolor de cabeza. “Si tenías una diarrea fuerte o algo
delicado te dejaban hasta que aguantaras. Por lo regular, entre las golpizas te dan piquetes, o en la
noche van a tu celda y te dan una chinga, al otro día amanecías colgado”.
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Para sobrevivir su condena en Monterrey, Ronco se hizo de amigos, de los cuales, algunos están
muertos por preferir unirse a los cárteles. Constantemente pedía su cambio de prisión, hasta que
llego el día en que todos los que eran del Distrito Federal, Oaxaca, Chiapas, y otros estados menos
del Norte ni Bajío, se unieron para defenderse. “En el último penal que estuve, sí se les
enfrentaban pero desgraciadamente ellos tenían el poder, sino era dentro era fuera, tenían el
poder de una u otra forma. El cártel de los Zeta opera solo, pero como son demasiados, le daban
batalla al cártel del Golfo o a los de Sinaloa. En Nuevo León mandan”.