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1 Ocho concepciones teóricas para interpretar los ciclos económicos en la Argentina posterior a 1950 1 Guillermo Vitelli Los ciclos en la actividad productiva y comercial y en las secuencias inflacionarias sucedidos en economía argentina de las seis décadas posteriores a la culminación de la segunda guerra mundial pueden ser comprendidos empleando al menos ocho instrumentos conceptuales que provienen exclusivamente de la teoría económica, pero que facultan pensar también otras temáticas no económicas, lógicamente vinculadas con las ciencias sociales. Los ocho instrumentos se corporizan en la onda de precios, el modelo de las dos brechas, la determinación de las tasas de crecimiento de la actividad económica por la restricción de las exportaciones, la concepción acerca de las estructuras productivas desequilibradas, el ajuste monetario del balance de pagos, la teoría del margen de protección excedente, la curva de Phillips, y la relación entre las tasas de interés internas y el ritmo devaluatorio de la moneda local. Esas conceptualizaciones teóricas aportan al conocimiento de los dilatados procesos expansivos y contractivos en la actividad económica y en los ingresos personales que contabilizó la Argentina durante la segunda mitad del siglo XX, y que se repitieron en el tiempo. También permiten entender una parte sustantiva de las razones que determinaron los cambios en el ritmo inflacionario local, explicando sus saltos cuantitativos, la formación de hiperinflaciones y los tramos de estabilidad en los precios de los bienes, servicios y factores productivos. Por esa amplitud, facultan comprender las razones de la larga declinación argentina que confluyó en los rezagos actuales que se cuentan, frente a las naciones más exitosas, tanto en los ingresos de la población como en los niveles de competitividad de las actividades productivas. En sus expresiones más concretas, esos ocho conceptos dan cuenta de los mecanismos que se han empleado para gestar recursos dirigidos a la inversión y al pago de compromisos financieros con el exterior y de los que provocaron recurrentes crisis expresadas en aceleraciones repentinas en los niveles de inflación y mermas en el ritmo de crecimiento de las actividades productivas. También posibilitan comprender las resultantes que gestaron los vínculos construidos entre la economía local y los devaneos de las macroeconomías externas sobre los grados de libertad para la formulación de las políticas económicas internas. En realidad, puede demostrarse que esos ocho instrumentos permiten desentrañar los modos de operar de los motores del crecimiento vigentes en la Argentina posterior a 1950. Esos conceptos trascienden lo puramente económico ya que, asociados con lo institucional, permiten inferir parte de las razones que determinaron en el pasado el manejo y las concepciones de las políticas económicas aplicadas internamente y aún de la política. En realidad, facultan el conocimiento de los márgenes de libertad que poseyeron las autoridades económicas para formular e implementar sus proposiciones económicas. De allí que permitan varios de ellos entender numerosos rasgos de la formación política de la Argentina posterior a la segunda guerra mundial, incluso la génesis de las plataformas de varios de sus partidos políticos. De esos ocho instrumentos, el más comprehensivo, ya que integra a gran parte de los otros siete, es la onda de precios. Ella sintetiza una secuencia gráfica que eslabona y explica, en el tiempo, a los cambios en el ritmo inflacionario que se han gestado con la formulación de cada plan de ajuste y que enlazaron redistribuciones pautadas de 1 Este trabajo está basado en un artículo previo, Cinco Instrumentos teóricos para pensar la historia económica argentina posterior a 1950, publicado en Ciclos, nro. 20, del segundo semestre de 2000, Buenos Aires.

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Ocho concepciones teóricas para interpretar los ciclos económicos en la Argentina posterior a 19501 Guillermo Vitelli Los ciclos en la actividad productiva y comercial y en las secuencias inflacionarias sucedidos en economía argentina de las seis décadas posteriores a la culminación de la segunda guerra mundial pueden ser comprendidos empleando al menos ocho instrumentos conceptuales que provienen exclusivamente de la teoría económica, pero que facultan pensar también otras temáticas no económicas, lógicamente vinculadas con las ciencias sociales. Los ocho instrumentos se corporizan en la onda de precios, el modelo de las dos brechas, la determinación de las tasas de crecimiento de la actividad económica por la restricción de las exportaciones, la concepción acerca de las estructuras productivas desequilibradas, el ajuste monetario del balance de pagos, la teoría del margen de protección excedente, la curva de Phillips, y la relación entre las tasas de interés internas y el ritmo devaluatorio de la moneda local. Esas conceptualizaciones teóricas aportan al conocimiento de los dilatados procesos expansivos y contractivos en la actividad económica y en los ingresos personales que contabilizó la Argentina durante la segunda mitad del siglo XX, y que se repitieron en el tiempo. También permiten entender una parte sustantiva de las razones que determinaron los cambios en el ritmo inflacionario local, explicando sus saltos cuantitativos, la formación de hiperinflaciones y los tramos de estabilidad en los precios de los bienes, servicios y factores productivos. Por esa amplitud, facultan comprender las razones de la larga declinación argentina que confluyó en los rezagos actuales que se cuentan, frente a las naciones más exitosas, tanto en los ingresos de la población como en los niveles de competitividad de las actividades productivas. En sus expresiones más concretas, esos ocho conceptos dan cuenta de los mecanismos que se han empleado para gestar recursos dirigidos a la inversión y al pago de compromisos financieros con el exterior y de los que provocaron recurrentes crisis expresadas en aceleraciones repentinas en los niveles de inflación y mermas en el ritmo de crecimiento de las actividades productivas. También posibilitan comprender las resultantes que gestaron los vínculos construidos entre la economía local y los devaneos de las macroeconomías externas sobre los grados de libertad para la formulación de las políticas económicas internas. En realidad, puede demostrarse que esos ocho instrumentos permiten desentrañar los modos de operar de los motores del crecimiento vigentes en la Argentina posterior a 1950. Esos conceptos trascienden lo puramente económico ya que, asociados con lo institucional, permiten inferir parte de las razones que determinaron en el pasado el manejo y las concepciones de las políticas económicas aplicadas internamente y aún de la política. En realidad, facultan el conocimiento de los márgenes de libertad que poseyeron las autoridades económicas para formular e implementar sus proposiciones económicas. De allí que permitan varios de ellos entender numerosos rasgos de la formación política de la Argentina posterior a la segunda guerra mundial, incluso la génesis de las plataformas de varios de sus partidos políticos. De esos ocho instrumentos, el más comprehensivo, ya que integra a gran parte de los otros siete, es la onda de precios. Ella sintetiza una secuencia gráfica que eslabona y explica, en el tiempo, a los cambios en el ritmo inflacionario que se han gestado con la formulación de cada plan de ajuste y que enlazaron redistribuciones pautadas de

1 Este trabajo está basado en un artículo previo, Cinco Instrumentos teóricos para pensar la historia económica argentina posterior a 1950, publicado en Ciclos, nro. 20, del segundo semestre de 2000, Buenos Aires.

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ingresos, alzas y caídas en el nivel de inversión y en la actividad productiva interna, mermas en los ingresos personales, e incrementos en los volúmenes de endeudamiento externo. Esas resultantes condicionaron, todas, los devenires futuros. Los otros siete instrumentos teóricos poseen capacidades explicativas igualmente amplias, pero no siempre cobijan a las otras concepciones como sí lo facultan las ondas de precios. En su conjunto dan cuenta de los comportamientos y frenos estructurales dominantes en la economía argentina, repetidos luego de la segunda posguerra, y que caracterizaron de manera significativa a las estructuras macro y microeconómicas formadas desde entonces. Un instrumento con capacidad explicativa de los recurrentes bloqueos estructurales se sintetiza en los modelos de las dos y tres brechas, que sustentan la idea del sector externo como limitante del crecimiento económico. En sus caracterizaciones describen el desenlace de dos déficits encadenados, uno en las cuentas externas2 y otro en la fiscal, provocados por crecimientos en la actividad productiva y en los ingresos, que la economía local, según esa concepción, no logró sostener ni financiar. Las ideas acerca de una tercera brecha infieren que esas dos derivaciones se engendran por la insuficiencia de ahorros internos. Sobre esa base, la idea de las brechas ordena numerosas causales de las recurrentes crisis inflacionarias y de crecimiento que registró la Argentina en la segunda mitad del siglo XX y de su incapacidad para sostener en el largo plazo procesos expansivos extensos. Las ideas formuladas por Anthony Thirlwall acerca de la determinación de la tasa de crecimiento de economías similares a la argentina conforman otra visión que aporta al conocimiento de los bloqueos estructurales de la economía argentina derivados de las limitaciones que impone el sector externo. A semejanza del modelo de las dos brechas privilegia como explicativos a comportamientos asociados con las cuentas del comercio externo de mercancías, concluyendo que las morfologías de las exportaciones y las importaciones que conforman el comercio exterior explican las posibilidades de crecimiento. La concepción acerca de las estructuras productivas desequilibradas, desarrollada por Marcelo Diamand, aporta a la comprensión de economías estructuradas por un sector exportador competitivo a nivel mundial fundado en la posesión de un recurso natural de alta productividad y que determina la formación de un tipo de cambio sobrevaluado que no representa la productividad de los restantes sectores, especialmente del manufacturero. De allí el concepto de economías desequilibradas, que explica la recurrencia de crisis externas al no ser el sector agroexportador capaz de gestar las divisas necesarias para el crecimiento. El quinto instrumento teórico, el ajuste monetario del balance de pagos, sustentado desde las concepciones monetaristas ortodoxas, cuestiona las interpretaciones acerca de la inevitabilidad de las crisis externas ya que se sostiene que los déficits o superávits del balance de mercancías con el exterior se corrigen por ajustes monetarios que incrementarán o reducirán el costo del dinero y por ende reducirán o expandirán las demandas internas eliminando los desajustes. Sin embargo, la aplicación de esa concepción en Argentina fue varias veces inductora de crisis profundas de balance de pago y el inicio de tramos altamente recesivos. Otro de los instrumentos se deriva de la formulación que sintetiza el modo cómo se han construido los márgenes de protección de las actividades productivas locales para el establecimiento y la expansión de las actividades productivas locales, competitivas de las externas, especialmente las manufactureras. Esa posibilidad se deriva de compromisos explícitos e implícitos entre los actores económicos y los hacedores de la política económica para gestar bases industriales. Además, esa visión da cuenta, desde 2 Lo externo se refiere al balance del comercio de mercancías y de los flujos de capitales, ambos con el exterior.

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acuerdos entre empresarios y sindicalistas, de la preeminencia, incluso, de programas y posturas políticas que predominaron desde la segunda posguerra. Por último, los dos restantes instrumentos poseen capacidad predictiva de comportamientos coyunturales y sobre la formación y duración de ciclos alcistas y recesivos en la actividad productiva y en los ingresos. La curva de Phillips, que vincula a las tasas de inflación y de desempleo, dio sustento a varias concepciones de política económica facultando la comprensión de los cambios o persistencias de la tasa de inflación permitiendo, por derivación, inferir razones gestadas en los mercados laborales referentes a la permanencia o al quiebre de los planes de ajuste formulados en Argentina luego de la segunda posguerra y también acerca de los límites al crecimiento con reducidas tasas de inflación de precios. El último instrumento se corporiza en la relación entre las tasas de interés internas y el ritmo devaluatorio de la moneda local, ligando a dos precios básicos para el desarrollo de la economía y que determina el modo cómo la vincula con los mercados financieros y de bienes externos. La relación entre ellos constituye un eje esencial referenciando los comportamientos de los agentes económicos y las decisiones de política económica tanto en tramos de estabilidad de precios como en coyunturas dominadas por aceleraciones inflacionarias. El componente especulativo de ese vínculo condicionó siempre la evolución de la actividad económica y por ende de los ingresos personales y los ciclos de endeudamiento en divisas. No es complejo demostrar que esos ocho instrumentos3 facultan la lectura de la historia de los ciclos económicos de la Argentina posterior a la segunda guerra desde sus relaciones causales básicas ya que condensan fenómenos que han interactuado y que se han yuxtapuesto de manera permanente en la formación de las tendencias y morfologías económicas esenciales. Los ocho conforman, sin duda, una amalgama de gran capacidad explicativa, al tiempo que poseen, individualmente, capacidad descriptiva por si mismos. En realidad, esos instrumentos teóricos descartan, como herramienta metodológica, la comprensión del devenir histórico desde secuencias cronológicas, desde lo aparencial o simplemente desde lo fáctico. Por el contrario, detallan y describen comportamientos más amplios, generalmente repetitivos, como así también encadenamientos causales de raíces internas y externas que pueden facilitar la formulación de leyes de comportamiento generales acerca de las lógicas económicas de la Argentina durante tramos extensos de su historia. En ese sentido, facultan la comprensión de lógicas políticas como posturas de partidos políticos, conductas de los actores económicos y los tiempos permanencia de las políticas económicas. Por esa amplitud, el empleo de los ocho instrumentos permite sugerir posibles tendencias futuras que se infieren desde encadenamientos teóricos y secuencias repetitivas. Por eso conjugan una alta capacidad predictiva con basamentos causales, determinando su relevancia como modelos interpretativos de los repetidos ciclos y crisis contabilizadas en la historia de la economía local, máxime que, puede demostrarse, las temáticas que abordan conforman la génesis de prácticamente todas las rupturas macroeconómicas coyunturales, caóticas y no caóticas, que en la economía argentina siguieron a los años de la segunda posguerra. 3 Existen otros dos modelos teóricos que pueden ser singularizados. La concepción monetarista de la inflación, contenida en el cuerpo central de la teoría monetaria actual y aceptada en los círculos académicos y en los hacedores de la política económica pero que, puede considerarse, está contenida en las siete visiones anteriores, desde su aceptación o desde su crítica. Por esa razón no ha sido identificada per sé a pesar de su extrema importancia en el conjunto del pensamiento económico. La teoría keynesiana, la otra vertiente predominante en la interpretación económica del siglo XX, también puede subsumirse en los siete instrumentos desde sus lógicas interpretativas o desde su crítica al modo de operar de la economía desde impulsos de tipo keynesiano, aunque explícitamente no esté detallada.

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1) La onda de precios

La economía argentina desde finales de la década de 1940 operó inmersa en numerosos planes de ajuste4 que alteraron siempre y de manera semejante los porcentuales de la inflación de precios y el crecimiento de las producciones locales. Con cada plan se gestó una secuencia repetitiva en la evolución de la inflación interna que asumió la forma de una parábola invertida, posible de ser denominada onda de precios, y que se correspondió con cambios en el nivel de actividad interna y en la distribución de los ingresos. Esa secuencia, corporizada en los conjuntos que sintetizan los precios, como el costo de vida, y expresada en la secuencia del producto interno y en los comportamientos macroeconómicos, se repitió con cada plan de ajuste definido en la economía argentina posterior a la segunda guerra. Detallando su capacidad explicativa, la onda de precios, que se ha correspondido con los tiempos de cada plan de ajuste, da cuenta, entre otros movimientos macroeconómicos, de la evolución de la inversión interna, de las mermas y alzas de la actividad productiva interna, de los incrementos en el endeudamiento externo y de los saltos, caídas y secuencias en el ritmo inflacionario. Las variaciones en el costo de vida de al menos cuarenta años de los sesenta posteriores a 1950 son explicadas desde la sucesión de hechos que desencadenó siempre un plan de ajuste. También lo son las alzas y parálisis en la inversión de capital y los rezagos en la capacidad productiva y en los ingresos personales contabilizados en Argentina frente a las economías exitosas, mostrando que una parte sustantiva de los ciclos alcistas y recesivos de la economía argentina se derivaron de las lógicas de los planes de ajuste. Todos incidieron sobre el ritmo inflacionario al determinar, desde la intencionalidad de la política económica, el sendero que asumieron los precios relativos. También reflejan las reacciones a esas decisiones y los comportamientos de los actores que lideraron los movimientos en los precios individuales de los mercados de bienes, trabajo y monedas afectados o beneficiados por el cambio en las relaciones cuantitativas entre los precios. Sobre esas determinaciones, se ha demostrado que todo programa de estabilización o de ajuste siempre gestó una secuencia inflacionaria, con forma parabólica o de "u", que contiene cuatro etapas diferenciadas por las tasas de variación de la inflación interna y por los cambios en los precios relativos que se produjeron en cada etapa. El primer tramo de una onda de precios grafica una aceleración inflacionaria, muchas veces repentina, gestada por impulsos coyunturales alcistas en los precios, y que ha sido siempre inducida desde la política económica: todos los programas de estabilidad desencadenaron, al instalarse y de manera premeditada, inicialmente un shock inflacionario, con movimientos pautados en los precios individuales tendientes a alterar las relaciones entre los ingresos de los actores económicos y gestar flujos financieros, esenciales para la acumulación de capital. En esa primera etapa se redefinió siempre una nueva distribución de ingresos y de referentes para la expansión o el retroceso de las producciones internas. Cada plan gestó, como eje primero e ineludible, una devaluación cambiaria a fin de mejorar la posición de los sectores exportadores y de los tenedores de divisas externas. Además provocó, hasta inicios de los años de 1990, aumentos en las tarifas de las empresas de servicios públicos, con el fin de mejorar los ingresos del Estado y su capacidad de inversión. Paralelamente, se formularon aumentos en los precios de las producciones de bienes primarios exportables, la carne y los granos, favoreciendo al sector agroexportador de modo adicional a la mejora cambiaria. Como ejes complementarios, se conformaron incrementos en los precios de los bienes industriales por encima del costo de vida y tasas de interés internas superiores al 4 Son numerosos los términos que denominan el mismo hecho: además de planes de ajuste se han empleado los de política de ingresos y planes de estabilización.

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agregado del porcentual de la devaluación de la moneda local y de las tasas de interés reales externas, esto es, se construyeron internamente tasas de interés reales positivas en moneda externa, superiores a las ofrecidas por los mercados financieros foráneos. Frente a esos aumentos y a esas recomposiciones en los precios individuales, la redistribución de los ingresos se concretó siempre mediante aumentos salariales acordados a tasas inferiores a los incrementos de todos los demás precios5. Es decir, la aceleración inicial y programada de precios de un plan de ajuste redujo siempre el salario real. Esa modificación en los precios relativos se expresó en cambios en el posicionamiento cuantitativo de tres pares precisos de precios: el tipo de cambio en relación al salario, que al crecer facultó mejoras de las cuentas de mercancías con el exterior; las tarifas públicas en relación al salario, relación que al incrementarse redujo los fondos necesarios para el pago de los gastos corrientes en relación a los ingresos, liberando fondos para los gastos de capital; e incrementos en los precios industriales por encima también del salario nominal, facilitando, en función del tipo de mercado, posibles mayores ganancias empresariales6. Los sectores y ámbitos favorecidos por esos cambios primeros fueron, claramente, los poseedores de divisas externas, las cuentas públicas, las empresas proveedoras de servicios públicos, los sectores agroexportadores y los productores industriales y no elaboradores de bienes-salario. Sobre ellos –o alguno de ellos- la autoridad económica asentó, en cada plan, el eje del crecimiento. Allí radicó una de las movilizaciones centrales de ingresos, donde las recomposiciones en los precios aceleraron coyunturalmente el nivel de inflación interna, gestando el primer tramo de la onda de precios, e iniciando la lógica secuencial posterior, que se ha expresado en alteraciones repetitivas en los niveles inflacionarios, cambios en las relaciones de precios y ciclos regresivos y alcistas en el nivel de actividad y de inversión internas, condensadas en los restantes tramos. La historia económica posterior a 1948 demuestra que esos movimientos no fueron inocuos sobre los ritmos de acumulación de capitales, físicos y financieros ni sobre los niveles de divisas disponibles en la economía. La secuencia temporal siguiente de los planes indica que todos lograron, efectivamente, y hasta principio de los años ochenta, movilizar recursos entre sectores de la sociedad y absorber fondos externos. Pero también señala que para lograrlo se alteró al ritmo inflacionario en una secuencia siempre repetitiva. La razón de ese encadenamiento es simple: la recomposición inicial pautada de precios motivó cambios en el valor de los activos líquidos, en las tasas de ganancia presentes y futuras, en la distribución de los ingresos personales y sectoriales y en la capacidad competitiva para colocar mercancías en el exterior o para inducir sustituciones de importaciones. En esencia, los cambios alcistas en los precios provocaron la formación de dos rentas que fueron captadas -o que podían ser captadas- en tiempos diferentes dentro de una misma onda de precios. Los registros históricos demuestran que en todo plan de ajuste el movimiento inicial dispar en los precios determinó una primera renta que se conformó al agotarse el ritmo devaluatorio y que se

5 En un trabajo anterior definía al tipo de cambio, las tarifas públicas, las tasas de interés y los salarios como los cuatro precios que, en relación a los índices globales de la economía y en sus vínculos entre sí, conformaron los instrumentos para vehiculizar transferencias compulsivas de ingreso. Afirmaba que las relaciones, explicitadas en cada plan de ajuste por la política económica, se imponían sobre la sociedad, transformándolos en precios de obligación o precios cuyos cambios se imponen obligadamente sobre el conjunto de la sociedad; Vitelli (1986 pág. 12). 6 La constelación de precios relativos está formada por relaciones entre pares de precios: salarios en relación al tipo de cambio, tarifas de los servicios respecto de los precios industriales y salarios en relación al costo de vida, señalando sólo tres ejemplos.

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inició cuando las tasas de interés internas se posicionaron en un nivel porcentual superior a la sumatoria de las tasas de interés externas más el ritmo devaluatorio de la moneda local. Esa primera renta, gestada desde el momento final de la aceleración primera, fue captada en los mercados financieros por los poseedores de monedas externas y facultó el ingreso de divisas -reflejándolo, todo plan contabilizó siempre en sus inicios, al concluir la aceleración pautada de precios, un salto en las reservas líquidas en moneda externa, lo que minimizó coyunturalmente la restricción de divisas, recurrente en la economía argentina. La segunda renta, desencadenada también a partir del cambio de precios relativos gestado con la primera aceleración inflacionaria, fue lograda sólo desde la actividad productiva y fue internalizada por las firmas productoras de bienes y servicios con la venta de sus productos a partir de las diferenciales entre los mayores precios de los bienes industriales y de los servicios frente a los salarios reales deprimidos durante la aceleración. Esos trasvasamientos, construyendo las dos rentas, se concretaron y absorbieron en el tiempo a través de un instrumento central empleado por todos los planes de ajuste: la congelación de precios y salarios, que conformó la segunda etapa de una onda de precios, y que posicionó y proyectó en el tiempo a la constelación de precios e ingresos en el nivel pretendido y definido por la autoridad económica durante la aceleración pautada inicial. Al comienzo de ese lapso se estructuró precisamente el trasvasamiento de ingresos y recursos hacia una mayor inversión de capital, generando dos expansiones, una en la acumulación del capital físico y otra en el endeudamiento externo. La secuencia de la economía argentina anterior al principio de los años de 1980 indica que la formación de las rentas y la recomposición de las cuentas públicas facultaron un salto en la inversión al tiempo de concretada la estabilidad de precios. Pero también determinaron el crecimiento del endeudamiento externo. De este modo, en las tres décadas que siguieron a 1950 se constata, asociada con la congelación de precios y salarios, una correspondencia nítida entre los movimientos anteriores pautados y alcistas en los precios -dominados por la caída del salario real-, la concreción de crecientes inversiones a nivel macroeconómico y aumentos en el stock del endeudamiento externo7. Ello se detectó siempre durante el segundo tramo de una onda de precios, el que conforma la congelación de precios posterior a la aceleración inflacionaria, nunca antes o después, confirmando que en esa coyuntura se logró alterar el patrón histórico de crecimiento desde la generación y la transferencia de recursos representadas en las dos rentas y que la gestación se derivó de la política económica asentada en el movimiento pautado de las relaciones entre los precios básicos. La secuencia de todo plan de ajuste demuestra, además, que la congelación de precios no perduró en el tiempo. Por el contrario, en todos los programas formulados desde la segunda posguerra la estabilidad de precios se quebró dando paso a nuevas aceleraciones inflacionarias. Y esa ruptura estuvo causada por la lógica de los planes de ajuste. De allí la formación de los otros dos tramos, que detallan esa derivación al bucearse sobre las formas asumidas por la ruptura. Durante la salida de la congelación de precios y durante el quiebre inflacionario definitivo de cada plan se detectan nuevamente comportamientos repetitivos. En todos los programas los primeros precios en quebrar la congelación han sido siempre el salario y el tipo de cambio -el precio de la moneda local-. La razón de esos movimientos se encuentra en la combinatoria entre el tipo de aceleración inicial, la erosión de ingresos y precios gestada durante la congelación, la mecánica de crecimiento, transitoria, construida y lograda con los planes de ajuste y el mantenimiento de una tasa positiva de inflación. Ambos precios se habían

7 La explicitación empírica de esa observación se encuentra en Vitelli (1990 capítulo II).

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atrasado con respecto a sus picos históricos y también con respecto a los que poseían al iniciarse la aceleración primera del plan. Los salarios se rezagaron desde la aceleración de precios y luego con la posterior congelación, mientras que el tipo de cambio se apreció en términos reales durante la congelación de precios, ya que allí, aunque bajas, siempre se contabilizaron inflaciones positivas que retrasaron los salarios reales y el precio real de las monedas externas. Esos dos movimientos quebrando la congelación se engendraron por búsquedas que procuraron recomponer valores pasados pero, predominantemente, por las derivaciones productivas de los planes de ajuste: las transferencias de recursos motivaron luego de las parálisis iniciales, la recuperación de la actividad económica expandiendo la ocupación laboral y la demanda de divisas. El stock y el flujo de monedas externas fueron allí centrales: la reactivación redujo los saldos exportables -al iniciarse el aumento salarial- e incrementó las importaciones, reduciendo el volumen de divisas, estructurándose así una mayor demanda de financiamiento externo. Por ello, el aumento de la actividad presionó primero por incrementos de los salarios y luego desencadenó las condiciones para la devaluación cambiaria, gestando el quiebre de la congelación de precios y también revirtiendo las estructuras de precios construidas durante la aceleración inflacionaria inicial8. Esa secuencia, además, se autoalimentó. Cuando se inició la recomposición de precios, incrementándose los salarios, la inflación interna tendió, lógicamente, a acelerarse, motivando un atraso mayor en el tipo de cambio. Y ello ocurrió al tiempo que se reducía el stock de divisas por la evolución que tomaban las cuentas del comercio con el exterior. Esa combinatoria gestó, ineludiblemente, la percepción de una posible y rápida devaluación de la moneda interna que expandió la demanda de monedas externas y precipitó la salida desde las posiciones en moneda local. En ese contexto, el correctivo aplicado por la autoridad monetaria, intentando contener la fuga de los poseedores de la moneda local hacia las divisas externas y procurando también minimizar la demanda local de bienes, fue el incremento de las tasas nominales internas de interés. Ello atrajo o retuvo capitales líquidos en monedas externas, aguijoneados por las rentas financieras mayores, extendiendo la permanencia de los ya radicados, lo que minimizó el porcentual devaluatorio de la moneda local. Pero el incremento de las tasas de interés internas determinó la formación de coyunturas recesivas -expresadas por la reducción de la demanda y por recortes en los planes de inversión. También indujo mayores inflaciones que llevaban ineludiblemente a la aceleración del ritmo devaluatorio9, que determinaron que la expansión de la renta financiera en monedas externas fuera percibida por los agentes económicos como transitoria, profundizando la posibilidad cierta de una fuga de capitales y la acentuación de la devaluación cambiaria. En algún momento cercano a esa coyuntura -dependiendo básicamente del stock de divisas disponible- se gestó la ruptura definitiva del plan de ajuste, cerrándose la onda de precios iniciada al lanzarse el programa. Y ese quiebre se expresó en una nueva aceleración de precios. En realidad, la devaluación de la moneda local durante el tramo de cierre del plan de ajuste fue impulsada por los mercados y por la respuesta de los agentes económicos a la lógica de cada plan. De todos modos no fue nula la acción de la autoridad económica: la devaluación del quiebre en numerosos casos fue promovida por las autoridades económicas procurando reducir la renta financiera en moneda externa

8 Una de las razones de las devaluaciones cambiarias proviene de las diferenciales entre las tasas de inflación internas y externas. Cuando la interna en cuantitativamente superior a la externa, en especial respecto de la inflación de la naciones con quienes se poseen los mayores flujos de comercio, la moneda interna tiene que devaluarse para que no se incrementen los flujos de importaciones. 9 Numerosos autores han enfatizado como relevante el vínculo entre aumentos de las tasas de interés e incrementos de la inflación en la economía argentina; entre ellos Fiel-Cea (pág. 37).

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que los capitales financieros habían logrado durante el transcurso del plan. Ello devino, en todos los planes, como respuesta a la mecánica de concreción de la primera renta: los capitales que habían ingresado y que se posicionaron en moneda local para captar la mayor renta financiera local en relación a la otorgada por los mercados externos, concretaban su renta diferencial sólo al pasarse a monedas externas. Una devaluación, previa a su pasaje, implicaba lógicamente el recorte de la renta lograda. Pero ella fue, en algún momento, inevitable. De allí que la nueva ruptura inflacionaria estuvo siempre enlazada con una devaluación cambiaria y con fugas de capitales marginando posiciones en moneda local. La secuencia de los cuatro tramos indica así que los planes de ajuste y las ondas de precios que engendraron han estado enmarcadas en sus inicios y cierres por dos devaluaciones cuyos usos fueron, para los hacedores de la política económica, diferentes: la primera, la que inició la aceleración pautada de precios, respondió a la pretensión de la autoridad monetaria de lograr, alterando el set de precios internos, el ingreso de capitales, el incremento en la inversión productiva y el otorgamiento de señales de estabilidad de precios a los mercados; la segunda devaluación fue impulsada en cambio por la lógica de los actores económicos y por la secuencia ineludible de cada plan, que había engendrado nuevamente la escasez de divisas. Allí la autoridad económica poseyó otra intencionalidad en su aporte a la devaluación: la de recortar la renta especulativa lograda por los capitales líquidos que habían ingresado. Esa secuencia implícita en una onda de precios, constituida por sus cuatro tramos, puede ser constatada en todo plan de ajuste lanzado en Argentina desde las postrimerías de la segunda guerra10. Por ello conforma un instrumento idóneo para analizar el devenir cíclico de la economía desde entonces con base, precisamente, en la lectura de un instrumento repetido por las autoridades políticas y económicas: la redistribución pautada e inflacionaria de ingresos. 2) El modelo de las dos brechas

Un segundo modelo interpretativo, conocido como el de las dos brechas y que ha derivado en caracterizaciones de los ciclos económicos del tipo “para y sigue” o “stop and go”, ha explicado los frenos al crecimiento de la economía local durante la segunda mitad del siglo XX a partir de una supuesta incapacidad de la estructura económica para sostener, en el tiempo, situaciones expansivas en el consumo y la inversión. Esta lectura plantea que todo proceso de crecimiento ha confluido siempre en una crisis inflacionaria y devaluatoria y en el agotamiento de los impulsos y de la dinámica expansiva porque la economía no poseyó capacidad para sostenerlos desde su base productiva y de recursos. Ello ha engendrado, como resultante ineludible, déficits en las cuentas macroeconómicas centrales, primero en la externa y luego en la fiscal11. Como raíz explicativa esta teoría sugiere que las mecánicas de funcionamiento del sistema económico, dominadas por estrangulamientos productivos y de recursos financieros, no responden positivamente a la aplicación de políticas económicas activas promotoras de la demanda y el empleo y expansivas del gasto público, keynesianas o de otro tipo. Se ha demostrado que históricamente los estímulos al crecimiento conformaron reiterada e ineludiblemente primero déficits en la cuenta del comercio de

10 Ello se lo detecta en los planes lanzados hacia febrero de 1952, diciembre de 1958, mayo de 1967, abril de 1976, junio de 1986, agosto de 1988 y en planes menores como los de 1956, y las reiteraciones de 1987 al plan de 1986. 11 Esa concepción fue desarrollada, entre otros, por Braun y Joy (1981 págs. 586 a 597), Diamand (1973) y Canitrot (1983).

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mercancías con el exterior y luego desequilibrios en el balance entre los ingresos y egresos fiscales. Las políticas expansivas, se afirma, indujeron en sus comienzos aumentos en las importaciones de bienes y mermas en las exportaciones al no poseer la economía local capacidad de reacción inmediata debido a sus estrangulamientos productivos. En esas coyunturas, las exportaciones totales -en general bienes salario- han tendido a decrecer debido al incremento de los ingresos reales de los sectores asalariados, que poseen una alta propensión respecto de sus ingresos marginales a consumir bienes salario-exportables y al empleo local de insumos energéticos y de otro tipo previamente exportados. Se ha explicado que el incremento del déficit comercial raramente fue revertido en coyunturas de crecimiento porque no existieron por parte de los sectores productivos reacciones rápidas que adicionaran nuevos y crecientes bienes exportables. Esa fue considerada una falencia estructural. También, se afirmó, la expansión de los niveles de actividad trajo aparejado incrementos en las importaciones debido a la dependencia del uso de insumos y bienes externos por las producciones locales, implícita en la matriz de insumo producto local. De allí que los incrementos en los niveles de actividad confluyeran ineludiblemente en desajustes en la cuenta externa de mercancías, conformándose incompatibilidades entre el crecimiento de la demanda interna y el aumento en los saldos exportables. En este plano, la formación o agudización de la primera brecha, la externa, se ha expresado en la reiterada escasez de divisas que orientaron a la economía hacia repetidas crisis de pagos con el exterior. Los reiterados rojos en los saldos del comercio externo, que no fueron corregidos inicialmente con una devaluación cambiaria, gestaron, recurrentemente, la toma de endeudamientos externos para cubrirlos y llevaron a la formulación de políticas activas promotoras de la producción local que complicaron la posición de las cuentas fiscales. Desde las experiencias de la primera parte de los años de 1960 se demostró que, al profundizarse las crisis externas, la política económica recurrió a instrumentos de apoyo fiscal tendientes a mejorar las cuentas externas y el ritmo de actividad, empleando mecanismos asentados en crecientes gastos públicos. Ello fue, se dijo, inductor de desajustes en las cuentas fiscales al expandirse los egresos del erario público sin gestarse mayores ingresos fiscales. En esas coyunturas, se ha señalado, las autoridades económicas respondieron otorgando subsidios o líneas de crédito a los productores locales de bienes manufacturados y reduciendo retenciones a las exportaciones, ambas para inducir mejoras en el balance de mercancías con el exterior por incrementos de las exportaciones o por sustitución de importaciones. Las acciones de los hacedores de las políticas económicas y los incentivos fiscales a las firmas productoras tendieron a concentrarse en bloqueos a las compras desde el exterior, en otorgamientos de subsidios a la exportación, en la aplicación de aranceles crecientes a la importación y a la toma de endeudamientos con el exterior. Esas erogaciones de recursos internos y los costos y compromisos financieros engendrados por las políticas correctivas y promotores de la mayor expansión habrían acentuado los desequilibrios ineludibles en las cuentas fiscales, construyéndose la segunda brecha, desestabilizadora también de la constelación de precios internos. En este sentido, la incapacidad para cubrir los crecientes gastos con mayores ingresos, fiscales y genuinos, ha sido, desde esta concepción, la patología dominante que anticipó nuevas parálisis del crecimiento y nuevos quiebres inflacionarios. El modelo de las dos brechas señala que las acciones fiscales no fueron incluso siempre efectivas. Debido a las restricciones de la estructura productiva interna y a los tiempos necesarios para lograr el implante de mayores o nuevas bases productivas que expandieran las exportaciones, la resultante tendió a ser el mantenimiento de las crisis

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del balance de pagos, pero adicionándole déficits en las cuentas de la hacienda estatal, esto es, encadenando las dos brechas. De allí que se haya sugerido que ambas brechas se han enlazado funcionalmente por el modo como el primer desajuste, el externo, intentó ser corregido.12. Debido a esas secuencias y encadenamientos, se ha afirmado, todo proceso de expansión económica confluye inevitablemente, en algún momento del tiempo, en su agotamiento y en saltos inflacionarios, posicionando a la economía siempre cercano al umbral devaluatorio de la moneda local. Desde la formación y conjunción de las dos brechas se han intentado explicar las recurrencias cíclicas en la economía argentina y las incapacidades de expansión continua que derivaron ineludiblemente en el implante de crisis recesivas e inflacionarias en el conjunto de la economía. En realidad, la formación de las dos brechas representó la conclusión del proceso expansivo y la apertura de un tramo recesivo que facilitaría la recomposición en las cuentas externas desde cambios en los precios relativos. En esas coyunturas, la autoridad económica optó por el reimplante de la recesión imponiendo recortes del gasto público e iniciando la recomposición de la estructura de precios internos gestando una devaluación cambiaria, alzas en las tasas reales de interés internas y mermas en los salarios reales, que se motorizaron, exclusivamente, por incrementos en la inflación interna o por aumentos en la tasa de desempleo. Allí las devaluaciones de la moneda local desestimularon las importaciones13, las caídas de los salarios reales restituyeron saldos exportables y los incrementos en las tasas de interés internas indujeron la contracción del consumo y la inversión. Esta es una concepción que explicita como determinantes centrales del devenir histórico a las restricciones externas derivadas de los bloqueos y dificultades físicas y de recursos que la economía posee para ingresar en un sendero de crecimiento sostenido. Más aún, intenta señalar las dificultades para aplicar políticas económicas de corto plazo que intenten corregir los frenos estructurales de la economía, dinamizándola de modo activo y permanente. Otra visión, complementaria de la anterior, plantea que esa secuencia, encadenando los dos déficits, se gesta por la insuficiencia de ahorros internos que faculten, a través de la existencia de un mercado interno de capitales, la expansión de las bases manufactureras desde el empleo de ahorros internos y no desde políticas de subsidios que recurran a fondos estatales. La misma idea se aplica a la política de reducción de las retenciones a las exportaciones locales con el propósito de lograr mayores estímulos a la producción de bienes exportables. De allí se afirma que de existir ahorros locales suficientes las actividades productoras de bienes exportables se expandirían desde inversiones que no requerirían recursos fiscales para su concreción. En este plano se define una tercera brecha, la de ahorros, al infiere que de existir en volúmenes suficientes de fondos prestables locales, la expansión ocurriría desde el implante de bases encaradas con recursos no públicos por lo que la brecha fiscal no se conformaría al no ser necesaria la lógica expansiva de las políticas públicas. En realidad, la brecha relevante, en este modelo, es la de ahorro, que corregiría, de no existir, las otras dos sin desencadenar devaluaciones cambiarias y políticas recesivas para contener la demanda14. En esencia, 12 Esta derivación de la crisis desde las políticas expansivas permite inferir que la conceptualización de las dos brechas caracteriza la secuencia evolutiva de la economía luego de la instrumentación del set de políticas que se derivan de las concepciones estructuralistas y populistas. 13 Diamand, Nochteff y Poli (1999 págs. 297 a 305), cuestionan la eficiencia de la formulación de las devaluaciones para corregir los desajustes de balance comercial. 14 Esta caracterización se encuentra en numerosos planteos del Fondo Monetario Internacional y proviene de las concepciones monetaristas desarrolladas predominantemente desde la década de 1970. Algebraicamente, el modelo de las tres brechas puede formularse a través de la igualdad integrada por:

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la conceptualización de las tres brechas procura demostrar, aceptando la formación y el encadenamiento de las brechas externa y fiscal, que la economía no poseería desde lo estructural capacidad para sostener procesos continuos de crecimientos. Desde su caracterización, son insuficientes y poco dinámicos los mercados de capitales propios por lo que no operan minimizando en el tiempo la posibilidad de confluir en déficits en las cuentas externas y fiscales y menos aún para impedir que sean solventados a partir de mayores endeudamientos externos o crecientes emisiones monetarias. Ese contexto, se afirma, no puede sostenerse en el tiempo e ineludiblemente posiciona a la economía en crisis recesivas, inflacionarias y devaluatorias. Una franja de los diagnósticos compartidos por los modelos de las dos y tres brechas detallando la mecánica evolutiva que asumió la economía luego de ingresar en períodos de crecimiento es compartida por otro modelo explicativo de raíz semejante pero más acotado en su visualización. Se ha afirmado, también, que el modo de crecimiento implantado en Argentina luego de la posguerra ha desencadenado un desajuste prioritario frente a los demás, condensado en las cuentas fiscales. Se ha dicho que el proceso de crecimiento inducido en la economía argentina durante la segunda mitad del siglo XX estuvo basado en la injerencia directa y activa del Estado en el quehacer económico, y que se agotó porque se extinguieron las fuentes de financiamiento del fisco. Esta conceptualización, caracterizando al modelo económico implantado en la Argentina posterior a los años cuarenta, ha posicionado al Estado como el actor central del empuje en la economía sugiriendo que las mermas en el crecimiento se gestaron a partir del agotamiento de los recursos fiscales para sostener su inserción. La explicación no es compleja. Se afirmó que al desacelerarse la expansión del modelo agroexportador, el Estado se insertó activamente en la economía proveyendo servicios públicos, gestando y construyendo la infraestructura necesaria para expandir la actividad física de la economía y otorgando subsidios para la producción, especialmente para la manufacturera. Para ello, asumió directamente las tareas asociadas con el crecimiento de la economía. Para concretarlo, requirió recursos que logró, se dijo, desde cinco fuentes: excedentes del sistema de seguridad social, impuestos a la población, imposición a la agroexportación, incrementos en los ingresos de las empresas públicas y crecientes emisiones monetarias15. Ese ensamble entre un Estado participativo y regulador y su capacidad para captar y generar recursos financieros facultó hasta los años ochenta el crecimiento y el empleo. Pero ese fue un modelo, se dijo, que no asignó eficientemente los recursos. Por ello el proceso de crecimiento se agotó, desencadenándose crisis recesivas e inflacionarias, al tiempo que las fuentes de financiamiento del Estado se drenaron: la población envejeció, requiriendo el pago de sus jubilaciones, por lo que dejó de ser excedentario el sistema de seguridad social; los precios internacionales de los granos y de las carnes decrecieron, siendo imposible aplicar impuestos a la producción agroexportadora; las empresas públicas tendieron hacia formas ineficientes de organización, incrementando sus déficits operativos; el grado de monetización decreció por las distorsiones que provocaron las crisis inflacionarias hasta niveles que impidieron la financiación de los déficits con emisión monetaria; mientras que el cobro de los impuestos se deterioró por

(Ap – Ip) + (RT – G – T) = X – M, desde allí se deriva que, si Ap = Yd – Cp, entonces (Yd – Cp – Ip) + (RT – G – T) = X – M, donde se expresan las tres brechas, de ahorro, fiscal y externa. Las siglas denominan Ap, ahorro privado; Ip, inversión privada; RT, recaudación tributaria; G, gastos estatales; T, transferencias del sector público al privado; X, exportaciones netas; M, importaciones netas; Yd, ingreso disponible y Cp, consumo privado. 15 Entre otros, Canavese (1991 págs. 239 y 240).

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la erosión de ingresos motivada por la persistente inflación16. Cuando todo ello se amalgamó, se instaló la declinación en el sendero de crecimiento, al tener que marginarse el Estado de la función de impulsor primario del crecimiento que había asumido desde el agotamiento del modelo agroexportador. La parálisis del crecimiento, la crisis de los años ochenta y la ida hacia las dos hiperinflaciones han sido leídas, precisamente, desde esta concepción17. Estas tres visiones que privilegian la formación de brechas en la economía a partir de la incapacidad de sostener procesos de crecimiento, pueden perfectamente amalgamarse conformando otra línea explicativa relevante acerca de la formación de los ciclos alcistas y recesivos en la historia económica argentina posterior a 1950. 3) La restricción de la morfología de las exportaciones e importaciones al

crecimiento del producto interno

El economista británico A. P. Thirlwall, siguiendo los conceptos de N. Kaldor y K. Arrow, detalló que ningún país puede crecer en el mediano o largo plazo a una tasa mayor a la consistente con el equilibrio de la balanza de pagos18. Esto es, no se puede crecer por encima del equilibrio del saldo de la cuenta de mercancías con el exterior más el ingreso o egreso de capitales. Existen estudios que siguiendo esta concepción detallan que la economía argentina se expandió desde fines de los años de 1960 a tasas reducidas porque sus exportaciones no crecieron al ritmo requerido de incremento de las importaciones que imponía la expansión del producto interno19. Precisamente el modelo de la restricción al crecimiento derivado del equilibrio posible de las cuentas externas de mercancías y capitales enfatiza que el ritmo de expansión del producto bruto interno está determinado por el cociente entre la elasticidad ingreso de la demanda por exportaciones respecto de la elasticidad ingreso de la demanda de importaciones20. Es decir, la morfología de las exportaciones e importaciones determinan el crecimiento posible del producto interno. En este plano, para Thirlwall, si la elasticidad ingreso de los bienes que exporta Argentina es baja –del tipo de los bienes de sustento primario, como son los alimentos- mientras que la elasticidad ingreso de los bienes importados es mayor –esto es si a crecimientos del producto interno la demanda de importaciones crece más que la demanda de externa de nuestros bienes-, el producto interno se verá constreñido por el surgimiento de una crisis en las cuentas externas y una parte de los recursos internos permanecerá ociosa. En este caso, una economía del tipo de la argentina crecerá a una tasa inferior al promedio mundial. Ese énfasis deviene del hecho que sólo el crecimiento de las exportaciones faculta expandir la demanda agregada interna sin inducir déficits en las cuentas de mercancías con el exterior debido a que las economías no pueden endeudarse en el exterior permanentemente. Por ello, el crecimiento es restringido por la imposibilidad de las naciones de acumular crecientes volúmenes de deuda externa en contextos de reducido crecimiento de las exportaciones en relación a la tasa de expansión de las importaciones. Este modelo permite inferir los frenos al crecimiento de la economía argentina y su menor nivel de crecimiento respecto de las naciones más industrializadas, especialmente

16 Esta interpretación se acerca a la idea de la brecha de ahorro como dominante en la economía. 17 Ello también se encuentra en Canavese (1991 pág. 240). 18 Entre otros trabajos, Thirlwall (1979 y 2003). 19 Álvarez-Ude y Matesanz Gómez (2005). 20 Otra redacción semejante marca que el nivel de renta de una economía tiende a ser igual al quantum de exportaciones dividido por la propensión marginal a importar; Álvarez-Ude y Matesanz Gómez (2005 pág. 4).

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las que poseen un cociente elasticidad renta de las exportaciones en relación a la elasticidad de las importaciones inversa a la de Argentina. En este plano, se deriva del modelo que las manufacturas son las impulsoras esenciales del crecimiento económico, al ser el ámbito dinámico esencial de las exportaciones, cuestionando las lógicas de desindustrialización aplicadas en Argentina durante la segunda mitad de los años de 1970 y luego durante la década de 1990. 4) Las estructuras productivas desequilibradas La idea de estructura productiva desequilibrada caracterizando a la economía argentina fue acuñada por Marcelo Diamand quien concebía que coexistía, desde el implante agroexportador basado en las producciones de la pampa húmeda, un sector exportador primario que, por sus ventajas naturales, operaba a precios y competitividades internacionales, junto al conjunto de las producciones manufactureras que inducían precios más elevados que los ofrecidos por los productores que se desenvuelven en la frontera internacional de bienes y tecnologías. Por esa distancia en los niveles de productividad, los industriales están obligados a concentrarse primordialmente sobre el mercado interno de no contar paridades cambiarias favorables. Esa dualidad estructural, afirmaba, constriñe el crecimiento de las actividades productivas y de servicios ya que gesta, reiteradamente, restricciones desde sus cuentas externas, especialmente cuando las exportaciones agropecuarias no crecen al ritmo de las necesidades de divisas de la economía. En realidad, las recurrentes crisis de balanza de pagos son inducidas por la conformación desequilibrada de las producciones locales, por la aplicación de prescripciones incorrectas procurando corregir la morfología del problema o por decisiones simplemente desindustrializadoras21. En ese marco, según Diamand, la formación de un tipo de cambio único, estructurado sobre los niveles de competitividad del sector más productivo, logrados desde los recursos naturales altamente competitivos que emplea, excluye a las producciones manufactureras de los mercados externos y acentúa la dependencia de la compra de importaciones y la formación de reducidas tasas de crecimiento del producto interno. Por ello, los precios de los bienes industriales locales como los de muchos productos agropecuarios regionales no pampeanos expresados en dólares "pampeanos" resultan superiores a los internacionales al ser valuados en moneda externa. De allí que, en su caracterización, en las estructuras productivas desequilibradas no actúa predominantemente el mecanismo de adaptación cambiaria. Como respuesta sugería el desdoblamiento del mercado de intercambio de la moneda local, formando dos paridades cambiarias compatibles con las diferenciales de productividades entre sectores. Con ello se gestaría, según Diamand, un tipo de cambio real compatible con el mantenimiento de elevados niveles de empleo en un marco de crecimiento económico, equilibrio externo y baja inflación. La concepción de las estructuras productivas desequilibradas se inscribe en las interpretaciones que privilegian a la restricción externa como formadora de los ciclos recesivos de la Argentina y de sus menores niveles de crecimiento. Además aporta, a diferencia de otras, un mecanismo de solución al menor ritmo de crecimiento de las exportaciones al sugerir el desdoblamiento del mercado cambiario. Esa propuesta puede ser asimilable, desde criterios fiscales, a la explicitación de retenciones sobre las exportaciones de productos primarios. De allí que, como resultado, cualquier desdoblamiento del mercado cambiario puede determinar la formación de una economía 21 Los escritos clásicos de Diamand caracterizando las estructuras productivas desequilibradas, sus determinantes y las respuestas posibles de política económica, se encuentran en Diamand (1972 y 1973).

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más competitiva producto de crecientes industrializaciones y facultaría reducir la toma de endeudamientos externos, que es empleado, según Diamand, sólo para paliar momentáneamente restricciones de balance de pagos, pero que concluyen agudizándola, abriendo nuevas crisis22. En este plano, la concepción sobre la estructura productiva interna como desequilibrada es un eje explicativo, sintetizador, que facilita la comprensión de la historia económica argentina desde sus tiempos de formación como nación. 5) El ajuste monetario del balance de pagos

Posturas monetaristas han considerado, luego de la ruptura de los acuerdos de Bretton Woods hacia principios de la década de 1970, que los desbalances externos son fenómenos monetarios y no deberían ser asimilables a las estructuras productivas o de servicios. Desde ese marco, se ha dicho que los problemas de balance de pagos tienden a ser producto de desajustes en los mercados monetarios internos, especialmente en stocks de dinero no compatibles con crecimientos armónicos. De allí que tienden a ser disociados de las oscilaciones de los sectores reales de la economía23. Procurando demostrarlo, escritores ligados a la vertiente del monetarismo han afirmado que si existe un déficit en el balance comercial la autoridad económica no debe intervenir en ningún aspecto ya que, en ese contexto, se está produciendo un drenaje de divisas y por ende se gesta una reducción en la base monetaria interna que operará de correctivo. Ello se fundamenta en el hecho que una de las fuentes de emisión o contracción monetaria es el ingreso o egreso de divisas -contabilizado como sector externo-, por lo que cualquier déficit comercial implica una salida de divisas y por ende compras de moneda externa con dinero local que el banco central local debe neutralizar. Los superávits construyen, lógicamente, una diferencial opuesta, de expansión monetaria. Los correctivos devienen, en la concepción del ajuste monetario del balance de pagos, precisamente de ese vínculo entre los cambios en la cantidad de dinero inducidos por las diferencias en las cuentas del balance de mercancías con el exterior. Al existir durante los déficits comerciales una contracción monetaria, se producirá internamente, se afirma, alzas en las tasas de interés que contraerán el consumo y la actividad productiva, reduciéndose por ello las importaciones. Allí comienza a restituirse el equilibrio de las cuentas externas. También la merma en la cantidad de dinero puede producir una caída en los precios internos por lo que los precios de las exportaciones locales podrían caer mejorándose la capacidad competitiva de los bienes internos para ser colocados en el exterior24. De allí el término de ajuste monetario del balance de pagos: déficits o superávits, contraerán o expandirán la base monetaria generando aumentos o caídas de las tasas de interés o caídas o incrementos de precios internos, ajustándose en ambos casos las cuentas del balance externo de mercancías hacia el equilibrio. De allí que

22 La desindustrialización de Gran Bretaña iniciada al comienzo de la década de 1980 puede explicarse, a mi entender, a partir de la concepción de Diamand ya que el descubrimiento del petróleo del Mar del Norte, compartido con Noruega, implicó a formación de un sector de un sector altamente competitivo en los mercados mundiales debido a la posesión de un recurso natural de alta productividad. Ello derivó en la expansión del ingreso de divisas por exportaciones y la formación de un tipo de cambio construido a nivel de la productividad de las explotaciones del Mar del Norte que favorecía la importación de bienes industriales y exclusiones de las producciones manufactureras británicas en los mercados externos. Una interpretación similar se deriva de los descubrimientos y la explotación de grandes yacimientos de petróleo y gas en las costas de Holanda, con posterioridad a la crisis del petróleo de la década del 70. 23 Esta concepción fue desarrollada por los economistas Harry Johnson, Jacob Frenkel y Robert Mundell en la década de 1970. 24 A este último concepto se lo denomina efecto precio.

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desequilibrios externos para su corrección inducirán, para la concepción monetarista, ajustes en la demanda interna, especialmente políticas fiscales o monetarias restrictivas y no expansivas. En este plano, estas posturas concluyen que el país que pierde reservas internacionales ha provocado una expansión del crédito mayor que el crecimiento de la demanda debiendo implementar medidas contractivas. Por eso, afirman, que para controlar un déficit en balanza de pagos se requiere reducir la expansión del crédito interno y no necesariamente actuar desde devaluaciones cambiarias, desdoblamientos del mercado de cambios, o políticas expansivas de promoción industrial como las prescripciones keynesianas procuran hacerlo. En realidad, desde la concepción del ajuste monetario del balance de pagos los desequilibrios se corregirán automáticamente25. Estas ideas contrastan con las interpretaciones de los modelos de las dos brechas o de las estructuras productivas desequilibradas e incluso con las ideas acerca de la relevancia de la morfología de la exportaciones y las importaciones como causante de problemas de balance de pagos, al enfatizar que las crisis son inducidas desde políticas activas que minimizan las correcciones monetarias automáticas del mercado. En Argentina estas ideas dominaron en la formulación de las políticas económicas durante la segunda mitad de los años de 1970 y luego a lo largo de la década de 1990. Aunque también fue un instrumento implícito en otras coyunturas de apertura de la economía al comercio externo como fueron las extensas décadas de dominio del modelo agroexportador. La importancia de los ajustes monetarios del balance de pagos como explicativos de las crisis deviene del hecho que en su aplicación siempre operaron de manera semejante: los déficits de las cuentas del comercio fueron cubiertos no con reducciones de las tasas de interés locales sino, por el contrario, con incrementos de las tasas internas de interés en relación a las externas, por lo que gestaron siempre crecientes endeudamientos externos, no posibles de ser sustentados permanentemente, por lo que desencadenaron rupturas devaluatorias y el implante de nuevas políticas recesivas que acentuaron los ciclos de merma en los ingresos relativos. También con sus aplicaciones gestaron, siempre, profundas desindustrializaciones internas. En este plano, parte de las crisis fueron inducidas por la concepción de política económica implementada. 6) El margen de protección a las actividades manufactureras

Un sexto instrumento teórico, válido para comprender una parte relevante de las secuencias de la historia económica de Argentina durante la segunda mitad del siglo XX, se corporiza en la teoría del margen de protección, que fue desarrollada a partir de la identificación de conjuntos de precios que han posibilitado la creación de espacios para la formación y consolidación de las manufacturas locales. Se ha inferido que en la Argentina se constituyó un margen excedente de protección favorable a las industrias locales a partir de los mecanismos que determinaron la conformación de dos precios: los que se explicitan con el ingreso de las importaciones y los que se forman en la venta de las producciones manufacturas internas. Ambos precios constituyeron una diferencial positiva que permitió a los productores locales posicionar sus precios de venta por debajo de los valores de ingreso de los productos importados26. Esa diferencial se constituyó precisamente en una forma de "incubadora" para el establecimiento de las

25 El desarrollo de esta concepción y sus críticas se encuentra en Aruguete y López (2007). 26 Ese mecanismo es válido para los bienes comercializables con el exterior, que incluyen los exportables y los importables, pero no para los bienes no comercializables en los circuitos externos como son muchos de los servicios y la construcción, por ejemplo.

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actividades manufactureras y sustentó el proceso de sustitución de importaciones y particularmente el largo ciclo alcista de las décadas de 1950 y 1960. También se dijo que ese fue, desde los años cuarenta, el componente que permitió explicitar las posturas y programas de un puñado de partidos políticos. Se ha definido que el precio de entrada de los productos importados se ha formado a partir de tres componentes: el precio en moneda externa de los productos importados, fijado lógicamente en los mercados internacionales, el tipo de cambio de la moneda local y las tarifas arancelarias cobradas al ingreso de los productos importados. La amalgama de esos tres componentes conformó el precio de ingreso de las mercancías importadas. Los precios de las manufacturas internas, en cambio, se formaron por tres componentes diferentes: sumaron los salarios pagados, los costos de los insumos y un margen positivo de ganancias27. Como todos los insumos en su recorrida hacia atrás contabilizan salarios, es válido suponer que los salarios y el margen de rentabilidad son los componentes únicos del precio de los bienes locales o al menos los componentes centrales28. Mucho de la industrialización sustitutiva posterior a la segunda guerra fue explicada por la diferencia entre ambos precios. Concretamente, se ha afirmado que en Argentina la industrialización fue promovida posicionando el precio de ingreso de las mercancías externas siempre por encima del precio de las manufacturas locales29, fijándose altos aranceles a la importación de bienes junto con tipos de cambio reales mayores para las importaciones que para las exportaciones. La combinatoria de ambos dificultaba el ingreso de los bienes del exterior. También la lógica de los planes de ajuste, determinando una devaluación cambiaria al tiempo de sus lanzamientos junto a la reducción de los salarios reales favoreció la construcción del margen de protección positivo, creando espacios para la producción interna. Por eso, el cociente entre el tipo de cambio de la moneda local y los salarios locales fue una de las relaciones de precios básicas para la estructuración de los sectores productivos internos y el implante manufacturero. Para muchos fue incluso la más importante. Fue precisamente ese mecanismo, corporizado en la formación de los precios y no el cierre expreso de los mercados internos al ingreso de mercaderías del exterior, lo que facultó el proceso de industrialización basado en la sustitución de importaciones luego de la segunda guerra mundial. Las dos desindustrializaciones que registró la economía argentina, la de la segunda mitad de la década de 1970 y la de los años de 1990, pueden igualmente ser explicadas por el posicionamiento de los precios que conforman el margen de protección excedente. En esas dos coyunturas se instrumentó la merma de los aranceles de importación y la formación de un tipo de cambio subvaluado que, relacionado con los niveles salariales, determinaban que el margen de protección de las producciones locales haya sido mínimo e incluso, para no pocas actividades, fuera negativo, determinando que ambas desindustrializaciones fueran extremamente abarcativas. El margen excedente de protección ha sido empleado para explicar también la capacidad que existió para diseñar acuerdos entre empresarios y sindicalistas, más allá de las

27 Algunos han denominado a ese modo de formación de los precios internos como teoría del "mark-up" ya que adiciona al costo de producción un margen de ganancia relativamente fijo, expresado como un porcentual constante. 28 La estructura del margen de protección excedente a las actividades manufactureras internas queda así definido por la diferencia entre el precio de ingreso (Pe x Tc) (1 + arancel de importación) respecto del precio interno de las manufacturas caracterizado como costos internos (1 + margen de ganancia), donde los costos internos son equivalentes exclusivamente a los salarios; Pe, es el precio de los productos externos, y Tc el tipo de cambio local. 29 El adjetivo "muy" allí es básico porque define la concepción que predominó en la formación de los precios internos en relación a los externos.

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políticas económicas coyunturales. Con la protección, ellos podían acordar aumentos en las remuneraciones por encima de los propuestos por la autoridad económica ya que no necesariamente podían cuestionar la existencia de la industria local frente al ingreso de mercaderías del exterior. En ello era central el margen de protección positivo: su dimensión facultaba a los empresarios acordar con la dirigencia sindical aumentos salariales que favorecían la extensión del mercado interno sin cuestionar la existencia de las empresas. Fue en ese acuerdo donde se fundamentó precisamente la formación del peronismo, priorizando una raíz netamente económica30. 7) La curva de Phillips

El economista neozelandés William Phillips sistematizando el comportamiento de los mercados laborales de Inglaterra observó que las variaciones en los salarios nominales se correspondieron históricamente -en una relación inversa- con los porcentuales constatados como desempleo de la mano de obra31. Su comprobación surgió del derrotero de la economía inglesa entre 1861 y 1957 y sirvió, en las economías de mercado, para fundamentar numerosas políticas económicas expansivas, predominantemente las implementadas durante los años '60 y '7032. Esa utilización, que fue muy extendida, lo transforma en un instrumento idóneo para encarar la lectura de los ciclos en la historia económica argentina, especialmente para rastrear las razones de la aplicación y del marginamiento de las políticas económicas activas y fiscalistas posteriores a la segunda guerra. Incluso permite comprender los factores que influyeron sobre la permanencia de los planes de ajuste formulados desde entonces, acelerando o extendiendo sus rupturas. Correlacionando las tasas de aumento de los salarios monetarios y los porcentuales de desempleo, Phillips observó que en el tiempo ambas variables habían seguido una relación inversa, nítida desde lo empírico: detectó que cuando se incrementaba el nivel de desempleo decrecía el ritmo de crecimiento de los salarios, al tiempo que constataba que la relación inversa era igualmente cierta. Quizás un hecho obvio, pero que fue empleado para formular una ley de comportamiento esencial en las economías de mercado y también para sustentar políticas expansivas de tipo keynesiano: ese vínculo Phillips lo construyó como una relación inversa entre inflación y desempleo al asimilar los aumentos salariales con los incrementos en los precios, suponiendo que los dos componentes esenciales del precio son salario y ganancia33. De allí que fuera extrapolado como la causal básica, sino la única, de la inflación. Esa simple relación, que en las esferas académicas de la economía es denominada curva de Phillips, fue incorporada al campo de la macroeconomía y se constituyó en una de las teorías explicativas con mayor predicamento acerca de las causales de los cambios en la tasa de inflación. Pero también sustentó desarrollo teóricos críticos provenientes del monetarismo, ya que fue especialmente cuestionada por pensadores que conciben que la inflación en las economías de mercado se enraizó en la implementación de políticas

30 Canitrot (1980 pág. 13). 31 En Lipsey (1996 págs 692 a 698) y Dornbusch y Fischer (1981 capítulo 15) se encuentra un detalle preciso de la curva, de su forma y de la concepción que le dio nacimiento. 32 La curva de Phillips en la literatura económica está asociada con la simple observación empírica del vínculo entre desempleo, variación salarial e inflación y también con la visión que la empleó como fundamento de políticas económicas reactivadoras de tipo keynesianas. 33 Esta idea deviene también de la teoría del margen bruto como formadora del precio de las mercancías, donde la ganancia conforma un porcentual relativamente fijo de los costos.

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económicas profiscalistas y expansivas en lo monetario, como las fundamentadas desde el trade off entre inflación y desempleo34. Las razones de la derivación del vínculo entre inflación y desempleo hacia la formulación de políticas económicas no son complejas. La asimilación entre las concepciones promotoras del empleo y del crecimiento económico -de raíz keynesianas- con la curva de Phillips se construye a partir de la capacidad que poseen las políticas activas -generalmente expansivas de la cantidad de moneda, del gasto público y de la demanda- de gestar mayores niveles de actividad económica y por ende mayor ocupación. Pero que en esa gestación pueden inducir crecientes niveles de inflación de precios, que serán o pueden ser los referentes de la autoridad económica para minimizar los estímulos expansivos. De allí que ese vínculo inverso entre el nivel de desempleo y la tasa de inflación dio paso a una disyuntiva de política económica muy en boga a partir de los años '60: mantener la estabilidad de precios, generando crecientes o altos índices de desempleo laboral, o resignar parte de la estabilidad de precios procurando una mayor ocupación laboral. Esa ligazón entre el desempleo de la fuerza de trabajo y las variaciones porcentuales en los precios motiva que la curva de Phillips conforme un instrumento idóneo para explicar las alzas y mermas en la inflación y para comprender la orientación de los conjuntos de políticas económicas que se aplicaron, ya sean contractivas o expansivas, según cada coyuntura. En el análisis de las razones que llevaron a la aplicación de las políticas económicas, y de numerosos resultados de la macroeconomía coyuntural, la identificación de la posición del tramo de la curva de Phillips en la que se encuentra la economía ha sido y es un instrumento altamente explicativo. En economías del tipo de la argentina permite además referenciar los tiempos de permanencia y los momentos de quiebre de los planes de ajuste a partir de las presiones que, desde el mercado laboral, gestaron aumentos o contenciones en el nivel de los salarios monetarios. Incluso conforma un instrumento posible para desarrollar predicciones coyunturales acerca de la marcha posible de la macroeconomía en el corto plazo. Esa capacidad explicativa dual lo singulariza como un instrumento útil en la amalgama de determinantes que construyeron el devenir histórico de la economía argentina posterior a la segunda posguerra. 8) El vínculo entre las tasas de interés internas y el ritmo devaluatorio

La relación entre las tasas de interés internas y el porcentual devaluatorio de la moneda local es otro de los instrumentos esenciales para comprender la lógica de la historia económica posterior a los años de 1940, especialmente los momentos de estabilidad y de quiebre contabilizados en la macroeconomía argentina. En la macroeconomía local y también en la de numerosos otros países ese vínculo asumió dos formas antagónicas, ambas señaladas por la teoría económica, que sustentaron momentos de estabilidad o que gestaron o profundizaron situaciones especulativas que derivaron en quiebres macroeconómicos que afectaron el sistema productivo y alteraron la constelación de precios internos. También, la relación entre

34 Planteos neoclásicos, iniciados por Milton Friedman, rechazaron la relevancia de la curva de Phillips como herramienta de política económica planteando tres teoremas cuestionadores: introdujeron los conceptos de tasa natural de desempleo, la idea de comportamientos adaptativos en los agentes económicos y el concepto de expectativas racionales, ligándolo con la inflación esperada y no esperada. Debido a esos hechos, se escribió, las políticas económicas expansivas desde el gasto y la emisión monetaria no afectan al nivel de empleo: solo generan, se dijo, expansiones en el nivel de inflación. Esa descripción puede leerse en Lipsey (1996 págs. 701 a 706).

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esos dos precios ha tendido a asumir senderos opuestos de acuerdo a los tiempos y tramas en las que se encontraban los planes de ajuste: estuvieran en el tramo de estabilidad o inmersos en la salida de la congelación de precios. La oposición se detecta en los tramos dominados por relaciones no caóticas en la evolución de los precios frente a los momentos sumidos en especulaciones financieras y corridas contra la moneda local. Lo común fue que en ambos trechos la macroeconomía ha estado condicionada por la relación entre las tasas de interés internas, las rentas otorgadas en los mercados financieros externos y el precio de la moneda local35. Pero la oposición de conductas es notoria. Cuando en la percepción de los agentes económicos, internos y externos, predominaba como horizonte factible en Argentina la estabilidad de precios, y fundamentalmente la perspectiva de estabilidad cambiaria, todo incremento de la tasa de interés local en relación a las tasas vigentes en los mercados financieros externos comenzaba a atraer capitales líquidos del exterior que procuraban posicionarse en moneda local para captar una renta diferencial, mayor en el mercado interno que en los foráneos. Por el ingreso de divisas y por ese pasaje hacia la moneda local, el tipo de cambio en dichas coyunturas siempre acentuó su estabilidad o, al menos, minimizó su ritmo devaluatorio, pudiendo incluso revaluarse la moneda local. Ello resaltaba la percepción de continuidad en la estabilidad de precios y por derivación en las cuentas macroeconómicas. El esquema inverso, contabilizado en situaciones dominadas por horizontes de estabilidad también ha convalidado esa relación: salidas de capitales líquidos debido a la caída de la tasa de interés interna en relación a la externa, y en un contexto de relativa certidumbre cambiaria, provocaron siempre la devaluación de la moneda local, pero sin generar quiebres caóticos. Por ello, las tasas de interés interna y el ritmo devaluatorio de la moneda local han contabilizado en los tramos dominados por perspectivas de estabilidad comportamientos inversos entre ellos -cuando un precio creció el otro decreció-. Esa relación fue opuesta en los tramos dominados por la especulación financiera y la salida de capitales líquidos: allí el vínculo entre ambos precios fue directo -mayores tasas de interés locales se correspondieron con devaluaciones de la moneda local-. Cuando los agentes económicos percibieron la imposibilidad que en la economía continuaran otorgándose rentabilidades internas mayores a las externas o cuando se había iniciado algún drenaje de fondos líquidos hacia el exterior, especialmente a la salida de las congelaciones de precios de los planes de ajuste, la autoridad monetaria trató de minimizar el drenaje incrementando las tasas de interés internas. Frente a esos aumentos, y dependiendo de la aversión al riesgo de los agentes económicos, comenzó a acentuarse la perspectiva de ruptura por lo que se profundizó el pasaje desde el dinero local hacia las divisas. Allí la autoridad económica continuó aumentando las tasas de interés, pero agudizando la percepción de incapacidad de pago, por lo que las salidas se correspondieron con devaluaciones cambiarias e incrementos en la rentabilidad del dinero local. De allí que, en esos tramos, la relación entre las tasas de interés internas y el ritmo devaluatorio de la moneda local fue directo, positivo, inverso al de los tiempos de la estabilidad. La posición que ha tenido cada variable respecto de su funcionalidad en la relación -ya sea causal o subordinada- ha sido, entonces, opuesta en cada situación, haya sido de estabilidad o de corrida especulativa contra la moneda local. Durante los tramos de estabilidad, incrementos o mermas en las tasas de interés internas (siempre en relación a la externa) desencadenaron movimientos en la paridad cambiaria (devaluaciones o 35 Ello se expresa a través de la diferencia entre las tasas de interés internas y la sumatoria de las tasas externas más el ritmo devaluatorio posible de la moneda local o lo que puede llamarse riesgo país.

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revaluaciones). La funcionalidad allí se ha construido desde la tasa de interés interna hacia el ritmo devaluatorio: el vínculo se inició desde cambios en las tasas de interés internas que desencadenaron alteraciones en la paridad cambiaria real. Durante los tramos dominados por la especulación, el precio impulsor fue distinto al de la estabilidad: el sentido de la funcionalidad marcó como dominante a las devaluaciones esperadas y posibles en la moneda local -luego concretadas-: ellas indujeron siempre el incremento de las tasas de interés internas para contener el drenaje de fondos líquidos. La relación se construyó allí, entonces, desde la devaluación de la moneda local hacia las tasas de interés. Esa relación, especialmente la construida en los momentos de estabilidad, no ha sido única para los países que procuraron atraer capitales financieros como Argentina. Los países industrializados siempre han pautado en sus acuerdos macroeconómicos bandas de movimiento de las tasas de interés internas para no motivar drenajes de fondos a otra economía socia que reaccionaría inevitablemente con alzas compensatorias en sus tasas de interés internas para reducir la posibilidad devaluatoria. Ambos movimientos podrían derivar en situaciones caóticas producto de una "guerra de precios" y de captación de capitales. Allí el acuerdo sobre los movimientos de las tasas de interés conformó, por derivación, un compromiso de estabilidad de las paridades cambiarias. Es decir la relación entre las tasas de interés y el ritmo devaluatorio conforma un par de precios esencial que ordena el estudio de la macroeconomía entre los países que poseen vínculos financieros y comerciales, cualquiera sea su nivel de desarrollo y de industrialización. En la lectura de la historia económica argentina una franja significativa de las causales motivadoras de los tramos de estabilidad puede ser referenciada con los factores que facultaron el posicionamiento de las tasas de interés internas por encima de las externas sin inducir devaluaciones cambiarias y por los motivos que determinaron que ese umbral no fuera explosivo, esto es, que la distancia no fuera extremadamente grande como para expandir el riesgo país. Pero también esas variables facultan comprender la lógica de los momentos de quiebre de los planes de estabilidad y de las coyunturas especulativas, en especial los dominados por crisis financieras y pos quiebres hiperinflacionarios. En realidad una franja muy importante de las décadas que siguieron en Argentina a los años cincuenta tienen un basamento explicativo en el sentido que asumió la relación entre las tasas de interés internas y el ritmo devaluatorio de la moneda local, porque definió precisamente el vínculo de la economía local con los mercados externos de monedas, los movimientos de capitales líquidos y los tiempos y coyunturas de sus estabilidades y de sus crisis financieras y macroeconómicas. 9) La interacción y complementación de los ocho instrumentos teóricos

describiendo los ciclos en la historia económica argentina posterior a la segunda

posguerra

Una porción significativa de las secuencias y derroteros contados en la economía argentina durante la segunda mitad del siglo XX y también de las causales de sus auges y declinaciones puede leerse desde la amalgama de aquellos ocho instrumentos teóricos. Ellos explican los cambios en la producción interna, los niveles posibles del producto interno, las capacidades de lograr procesos expansivos sostenidos, los porcentuales promedio de inflación sobre los que se desenvolvió la economía, las razones de los cambios en los precios relativos, los modos de operar y la extensión en el tiempo de los planes de ajuste, y la incidencia de las políticas económicas locales en la formación del endeudamiento externo. Como expresión sintética, esa amalgama es altamente

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explicativa de las mermas y alzas en el bienestar de la población, de los cambios inflacionarios en el conjunto de los precios y de los tiempos e intensidades de los ciclos económicos. Ciertamente la capacidad interpretativa de cada uno de los instrumentos teóricos difiere, aunque, eso sí, todos aportan y de modo relevante al conocimiento del devenir histórico y cíclico de la Argentina. Sin embargo, su jerarquización permite construir una síntesis interpretativa y metodológica que ayuda a comprender, desde la faceta de los cambios en los precios, el derrotero de la economía local posterior a los años de 1940: el concepto aglutinante de las lógicas económicas es la onda de precios que se construye desde la secuencia gestada por los planes de ajuste y que explica una extensa franja de la marcha de la economía argentina de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI. No es complejo demostrar los modos y mecanismos de operación de esa amalgama sustentada en las ondas de precios. La lectura puede realizarse, simplemente, a partir de la morfología de cada uno de sus tramos y de la búsqueda de las razones que han motivado la extensión y modos de ruptura de una secuencia inflacionaria y del nivel de inflación sobre el que operó cada uno de sus tramos. El aspecto primero de análisis se encuentra en la aceleración inflacionaria inicial inducida por un plan de ajuste o redistributivo de ingresos que puede ser fundamentada desde la teoría de las dos brechas a partir de la necesidad de la autoridad económica de gestar, de manera inmediata y desde el cambio inflacionario en los precios, una mayor capacidad para crecer o para quebrar los rojos de las cuentas externas y fiscales. También puede ser explicada por la búsqueda de desdoblamientos cambiarios de modo de minimizar las consecuencias de una estructura productiva desequilibrada. Por esa inmediatez la política económica recurrió repetidamente, para generarla, al cambio inflacionario de las relaciones de precios. La recomposición de ingresos, impulsada por el plan, es vehiculizada a partir de una devaluación de la moneda local, mermas en los salarios reales, y por el posicionamiento de las tasas de interés internas por encima de la sumatoria de las tasas externas y el porcentual de devaluación interna posible. Según la teoría de las dos brechas, esos tres movimientos se construyen con el propósito de minimizar los desajustes en la cuenta externa, que frecuentemente frenan los crecimientos productivo y de la inversión, dando prioridad al ingreso de fondos líquidos. De allí la relevancia en ese tramo de otra de las interpretaciones: el vínculo entre las tasas de interés internas y el ritmo devaluatorio. Esa concepción teórica permite comprender los mecanismos que facultan el cambio en el posicionamiento de los precios para inducir el ingreso de capitales líquidos, precisamente, que las tasas de interés internas superen la sumatoria de las tasas externas más la expectativa de devaluación de la moneda local. La teoría de las dos brechas también fundamenta la expansión de las tarifas públicas al inicio del plan, al tiempo que se impulsó la caída del salario real: ella se encuentra en la necesidad del fisco de obtener recursos líquidos y reducir los gastos corrientes para incrementar los de capital36 o para abonar los compromisos de las deudas externas. En la gestación de esos cambios, y los asociados con la devaluación, las suyas son las mismas razones invocadas desde la política económica para fundamentar la aplicación de un plan de ajuste: recomponer las cuentas externas y las del erario público y encarar la búsqueda de recursos financieros externos para mitigar las carencias permanentes de divisas de Argentina y salir del corset de la formación ineludible de las dos brechas37.

36 Ese modelo operó hasta la privatización de las empresas públicas. 37 La teoría de las dos brechas asume a la aceleración de precios como el resultado ineludible de una secuencia de crecimiento. En realidad habla de la aceleración última de una onda de precios. Pero, en muchas situaciones la aceleración última de una onda de precios fue seguida por la recomposición

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La teoría de las dos brechas y el vínculo entre las tasas de interés internas y el ritmo devaluatorio también explican la ruptura de la onda, que implica comprender la extensión temporal de los planes de ajuste o estabilización. De ellas se desprenden explicaciones acerca del reimplante de la inflación, del conjunto de precios que allí se construye, y de la parálisis en la actividad económica que se reinstala después. La teoría de las dos brechas señala que allí el proceso de crecimiento, inducido por el movimiento de recursos desencadenado por el plan redistributivo de ingresos y por las políticas económicas que se le asociaron, tendió a reproducir, nuevamente, los déficits en las cuentas externa y fiscal. Incluso la lógica de las políticas aplicadas, frecuentemente basadas en el ajuste monetario del balance de pagos, acentuaron en el largo plazo, desde la formación de endeudamientos externos, las crisis y quiebres de los programas de ajuste. Desde esas caracterizaciones acerca del movimiento secuencial de la economía, la respuesta ineludible de los mercados se asienta, como al comienzo de cada plan, en una devaluación cambiaria y en el inicio de una nueva merma en los salarios reales. Esos cambios determinaron allí que la evolución entre las tasas de interés internas y el ritmo devaluatorio fuera inversa a la que predominó durante el ingreso y la permanencia de los fondos líquidos en monedas externas: ambos crecieron de manera simultánea. Allí la devaluación tendió a corresponderse con incrementos en las tasas de interés, conjugando la salida de fondos con el otorgamiento de tasas de interés crecientemente superiores con el propósito de minimizar la fuga capitales al exterior. Esos fueron, precisamente, los movimientos de precios que enmarcaron el cierre de la parábola formada por una onda de precios y que en numerosas coyunturas inició la formulación de un nuevo plan enmarcado en una recesión de la actividad productiva. La teoría del margen de protección excedente también puede ser empleada para comprender la lógica económica del tramo inicial y el de la ruptura de los planes de ajuste. Además puede aportar a la explicación de la capacidad de los actores económicos para absorber cambios repentinos en la constelación de los precios relativos, como los que se producen durante toda la onda de precios. Más aún, durante la aceleración inicial pautada y también durante los momentos de ruptura, la presencia de márgenes positivos posibilitan que las alteraciones cuantitativas entre los precios básicos, como las del salario nominal respecto del tipo de cambio, en contextos de profundas alzas en el nivel cuantitativo de inflación, puedan ser absorbidas por los agentes económicos sin que se cuestione la presencia de sus producciones en los mercados locales desde el incremento de importaciones. La condición para que ello ocurra es la del cierre parcial de los mercados de bienes, precisamente, el hecho que la teoría del margen de protección tiende a justificar. En los momentos iniciales de una onda de precios el sentido del cambio alcista en la relación entre la paridad cambiaria y el salario real incrementa el margen de protección, favoreciendo la instalación y expansión de las firmas locales. Ello otorga a los sectores internos una mayor capacidad para ocupar espacios productivos internos, hecho que se expresa, con nitidez, en los niveles de la inversión física, que tendieron en esas coyunturas a expandirse formando un escalón alcista en relación a la tendencia histórica. En esencia, la lógica inflacionaria, repetidamente cambiante en los movimientos de los precios relativos que induce un plan de ajuste, sólo puede ser aceptada y promovida por los sectores productivos locales cuando dominan márgenes de protección positivos amplios que garanticen su permanencia en el mercado. La profundidad de la caída del salario real al inicio de la onda de precios y su propia extensión en el tiempo dependen además de la morfología del mercado laboral en cada pautada de precios que llevó hacia un nuevo plan de ajuste. En ello, puede afirmarse que participa de las dos aceleraciones aunque con predominancia sobre la segunda, la de ruptura.

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uno de los tramos de cada onda. La curva de Phillips permite precisamente explicitar esas dos temáticas: los niveles cuantitativos de inflación sobre los que opera una secuencia de precios asociada a un plan de ajuste -que serán mayores cuando es mayor la capacidad de respuesta cuestionadora desde los mercados laborales- y los tiempos de duración de una onda de precios -lo que significa igualmente la permanencia o no del plan de ajuste-. Las conclusiones son simples: cuando mayor es el nivel de desempleo menor será el porcentual de inflación sobre el que se construye la onda y mayor será su extensión porque la menor inflación local induce una menor presión devaluatoria sobre la moneda local38. La relación inversa es igualmente válida. También puede la curva de Phillips, como simple observación de la secuencia histórica entre inflación y nivel de desempleo, emplearse para leer los determinantes del salto en los salarios o de su atraso en el entorno de la ruptura de un plan de ajuste: cuando el porcentual de desempleo es elevado, la onda de precios puede extenderse sin gestar incrementos en las remuneraciones que lleven a posteriores devaluaciones de la moneda y viceversa. O, al menos, el quiebre puede ocurrir en entornos de reducida inflación. En esa ruptura, la intensidad de las alzas en las tasas de interés internas en monedas externas respecto de las tasas vigentes en los mercados externos dependerá del tramo de la curva de Phillips en la que se encuentre posicionada la economía: uno de los referentes será el de las posibilidades de incrementos salariales, que serán mayores cuando menores sean los niveles de desempleo. En esos contextos, las tasas internas de interés contarán una diferencial mayor a la de situaciones de alto desempleo. La historia de la ruptura de la convertibilidad de los años de 1990 frente a los quiebres de comienzos y finales de los años de 1980 lo atestigua. 10) Bibliografía Álvarez-Ude Guadalupe y David Matesanz Gómez (2005), Restricción de balance de

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38 Cuando la tasa de inflación interna es superior a la inflación registrada en los principales referentes comerciales del mundo debe, en algún momento del tiempo, devaluarse. Lo mismo ocurre cuando las productividades difieren, asimilándose un menor crecimiento de la productividad a un incremento en los precios.

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