violencia en colombia alvaro tirado mejía

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Alvaro Tirado Mejía Es un historiador colombiano, muy conocido por sus trabajos científicos y por su "fuerza novedosa" en el estudio de la historia en Colombia.

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  • Violencia enColombia

    Por la democracia.ms democracia.

    ALVAROTIRADOMEJIA *

    PARA muchos observadoresnacionales y extranjeros,la extraordinaria magnitudde la violencia que vive Colombia,tanto en la modalidad directa-mente poltica como en las otrasformas, resulta un fenmeno bas-tante paradjico. En efecto, du-rante los ltimos treinta aos, elpas ha sido gobernado por reg-menes civiles aunque con restric-ciones a la democracia. En esemismo perodo se ha dado un de-sarrollo econmico comparativa-mente mayor que el de casi todaLatinoamrica y ms constanteque ninguno ya que no se han pre-sentado disminuciones del pro-ducto bruto interno ni siquiera enlos momentos ms crticos por losque han atravesado las econo-mias del continente. La sociedadse ha modernizado acelerada-mente llegando a ser predomi-nantemente urbana (cerca del70%). La educacin se ha incre-mentado a un ritmo muy acelera-do en todos los niveles y el incre-mento demogrfico ha disminui-do en esas tres dcadas ms queen cualquier otro pas latinoame-ricano.

    Profesor titular y emrito de la Univer-sidad Nacional. Consejero Presidencialpara los Derechos Humanos

    5

  • Violencia en Colombia

    Carlos Pizarra y Rafael Pardo: claras reglas del juego.

    ~Sin embargo, mientras en casi

    todas partes los movimientosguerrilleros que proliferaron des-pus de la revolucin cubana seterminaron de una u otra manera,en Colombia han persistido y aun-que no tienen la menor posibili-dad de lograr una victoria decisi-va, desempean un papel pertur-bador en el orden pblico, la eco-noma y la estabilidad del Estadoque sera absurdo desconocer.Han multiplicado sus frentes y

    sus efectivos y estn presentesen gran parte del territorio nacio-nal, desde las lejanas zonas de co-lonizacin donde es muy dbil oinexistente la accin del Estado,hasta regiones de primera impor-tancia econmica en el interior dela frontera agrcola.

    Violencia social

    Mucho mayor por el nmero delas vctimas es la llamada violen-

    cia social, la que produce la delin-cuencia comn y la que se derivade las actividades del narcotrfi-co. Ms grave como amenazapara la democracia y la vigenciade los derechos humanos es laviolencia que se ejerce -principal-mente, pero no exclusivamente,por parte de grupos de extremaderecha- contra dirigentes polti-cos de todos los partidos aunqueun nmero significativo de vcti-mas pertenece a la Unin Patriti-ca; contra sindicalistas, maestrosy profesores, contra periodistas eintelectuales, defensores de losderechos humanos; contra juecesy magistrados, muchos de loscuales han sido asesinados, otroshan tenido que abandonar el paso dejar sus cargos ante las amena-zas de muerte. En 1988 se hanproducido varias decenas de ma-sacres selectivas unas -con listaprevia de las vctimas- y otras in-discriminadas dirigidas contra

    poblaciones en las que la izquieJ;-da tuvo buenos resultados electo-rales, como si se tratara de aterro-rizar regiones enteras a causa desu composicin poltica.Una violencia de semejante

    magnitud, -las cifras difieren, se-gn las fuentes, pero las que po-dramos considerar oficiales sonde todos modos extraordinaria-mente elevadas- no correspon-de en absoluto a un propsitodel gobierno, de liquidar a la opo-sicin poltica. Por el contrariocasi todos los observadores ex-tranjeros y los investigadores re-lativamente imparciales dentrodel pas reconocen los esfuerzosde la administracin por ampliarla democracia, erradicar los prin-cipales factores de violencia y ga-rantizar los derechos humanos.

    Guerra limitadaSi se quiere apreciar el fenme-

    no de la violencia en la ltima d-

    6 Revista Universidad Nacional

  • cada en toda su complejidad hayque agregar que Colombia no esuna sociedad polarizada entrefuerzas de extrema derecha y deextrema izquierda. Estas fuerzasexisten evidentemente y estnpresentados por una parte en lasguerrillas y quienes las apoyan ypor otra en los grupos paramilita-res y los sectores que los inspirany financian. Pero es muy claro quela inmensa mayora de la pobla-cin no aspira al triunfo definitivode uno de estos contrincantes, nimenos an a que impongan losmodelos de sociedad que su ideo-logia y sus formas de actividad lle-van implcitos. Casi todos los co-lombianos quieren la paz y la de-mocracia en una versin ms omenos ampliada y participativa,ms o menos reformista. Son enrealidad muy pocos los que de-sean una dictadura de derecha ode izquierda. Tanto es asi que losdos actores mencionados, a pesardel contenido real de sus activida-des, se presentan a si mismoscomo adalides de la paz y de la de-mocracia porque saben muy bienque en otro caso recibiran un re-chazo absoluto de la casi totali-dad de li opinin pblica.

    Solucin pacica

    La decisin de afirmar sus inte-reses y buscar soluciones en unavia pacifica de desarrollo nacionales comn a las diferentes clasessociales y a los ms importantesestamentos de la sociedad. El he-cho de que los representantesms calificados y los dirigentesinstitucionales de los gremios dela produccin: industriales, co-merciantes, empresarios agrco-las; al mismo tiempo que las orga-nizacior.es sindicales, la iglesia,todos los partidos polticos lega-les y representantes de algunosmovimintos guerrilleros se ha-yan unido para ofrecer su apoyo auna solucin pacifica de nuestros

    conflictos y hayan manifestadoinequivocamente su voluntadpermanente de colaborar en ella;este hecho y muchos otros, comola participacin en la eleccin po-pular de alcaldes y en las juntasregionales de rehabilitacin, de-muestran por si solos que Colom-bia se encuentra muy lejos de lascondiciones de polarizacin socialque caracterizan los perodos quepreceden a las situaciones insu-rreccionales o pre-revoluciona-rias.Las acciones violentas de dere-

    cha y de izquierda que desnatura-lizan las instituciones democrti-cas colombianas -la libertad deasociacin y participacin polti-ca, la libertad de asociacin sindi-cal, de prensa, de ctedra, ete-son ejercidas por grupos minori-tarios, que no representan ni pue-den canalizar grandes sectores declase o grupos importantes de lapoblacin.

    La fuerza del mitoCon estas observaciones slo

    queremos hacer un diagnsticorealista y no minimizar la grave-dad y la peligrosidad de la violen-cia que azota a nuestro pas. Que-remos insistir en esto porque en lahistoria no slo cuentan los proce-sos objetivos, econmicos, tecno-lgicos, demogrficos, etc, sinotambin y en gran medida las re-presentaciones que de estos pro-cesos se hacen los actores socia-les, por ilusorias que sean y quecon frecuencia determinan su ac-cin. Lenin deca que los hechosson tozudos, pero con su determi-nismo econmico sola olvidarque los mitos y las interpretacio-nes erradas pueden ser igualmen-te tozudos y por las formas de ac-tividad y los tipos de confronta-cin a que dan lugar, deciden mu-chas veces el curso de los aconte-cimientos. Un ejemplo alarmantede esta eficacia de la equivoca-

    cin en la historia lo di el partidocomunista alemn y en general latercera internacional, cuando de-dujeron de sus anlisis que Hitlerno era un peligro real y que el ver-dadero enemigo era la socialde-mocracia.

    Sicologa conspirativa

    Es nuestro caso, uno de los obs-tculos mayores para llegar a so-luciones polticas procede de unainterpretacin ilusoria o alarmista-segn el caso- de la complejagama de violencias entreveradasque padecemos. La extrema iz-quierda tiende con frecuencia apensar que nos encontramos alborde de una situacin insurrec-cional o prerrevolucionaria y queen consecuencia debe estar pre-parada militarmente para afron-tarla y tratar de "agudizar los con-flictos" en lugar de buscar salidas"reformistas". Un ejemplo carac-terstico de este enfoque se pre-sent en el plenum de las FARCde octubre de 1983. All un diri-gente de este grupo plante la te-sis de que nadie debe dejarse en-gaar por la idea de que es posi-ble en Colombia una apertura ha-cia la democracia burguesa y pro-puso nada menos que un plan mi-litar de ocho aos, en el cual,cuando estn dadas las condicio-nes organizativas, polticas y mili-tares, comience su despliegue es-tratgico en dos fases, se combi-ne con la accin insurreccional enlas grandes ciudades, de suerteque se consolide la posicin estra-tgica necesaria para proclamarun gobierno revolucionario provi-sional. Entre tanto la accin con-sistir en emboscadas, tomas depueblos y participacin en paroscvicos y marchas campesinas.Este tipo de interpretaciones

    de nuestra realidSld social y algu-nas otras de origen castrista omaoista que todavia sobreviven

    ~

    Bogot, Marzo-Abri/1989 7

  • Violencia en Colombia

    ~en varios movimientos guerrille-ros, se parecen curiosamente alas que son propias de la extremaderecha, la cual por su parte sesiente tambin ante la amenazade una insurreccin inminente,derivada en su perspectiva de ungran complot comunista, agencia-do desde Mosc y La Habana ydel que hacen parte no solamentelos grupos armados, sino todoslos movimientos de protesta y rei-vindicacin y las manifestacionesde critica e inconformidad, por locual estn dispuestos a lanzarse auna gran cruzada contrarrevolu-cionaria a escala de toda la socie-dad y por todos los medios.

    Errore. encarnado.El gran problema que plantean

    estas interpretaciones tpicas, esque no se trata de simples equivo-caciones en la mente de algunossujetos, sino, por decirlo as deerrores encarnados que poseensu eficacia propia, se alimentanrecprocamente, y obstaculizan

    seriamente el proceso de una so-lucin poltica de los conflictos.Por parte de la izquierda dificul-

    tan los acuerdos que conduzcanrealmente a una desmovilizacin;llevan a una sobrevaloracin ima-ginaria de su fuerza efectiva y co-rrelativamente de las exigenciasque plantea para aceptar el paso ala lucha poltica legal. Adems,semejante desenfoque tiende adesnaturalizar y a hacer abortarlos movimientos populares que seproponen reivindicaciones con-cretas y precisas, tratando de lle-varlos ms all de sus propsitoshacia confrontaciones globales oviolentas con el sistema institu-cional en su conjunto.Por parte de la derecha descar-

    tan toda solucin que no sea la li-quidacin pura y simple del ad-versario; confunden en un mismomovimiento subversivo las msdiversas formas de lucha social,includa la oposicin poltica legaly la critica ideolgica y sitan enel campo enemigo todo lo que im-pida la contrarrevolucin "por to-

    Cocadlares, un poder corruptor en la guerra polftica.

    dos los medios" como las garan-tas democrticas y la vigencia delos derechos humanos.

    Una lucha anacrnicaAfortunadamente estas con-

    cepciones extremistas se encuen-tran hoy en franca decadencia, enparte por la evolucin de la situa-cin mundial, en la cual se esterradicando el espiritu de la gue-rra fria y casi todos los conflictos-armados resultan cada vez msestriles y destructores y se estnresolviendo uno tras otro por me-dio del dilogo y las concesionesmutuas. En parte tambin porqueen el interior del pas ninguno delos adalides de la polarizacin halogrado imponer una visin apo-caliptica a sectores importantesde la poblacin.Esta evolucin tanto mundial

    como nacional, que no parece re-versible, ha llevado a varios de lossectores de la izquierda, inclusodentro del movimiento guerrilleroa comprender que su tipo de lu-cha es completamente anacrni-co en las circunstancias objetivasde nuestro pas y extrao a las as-piraciones de la casi totalidad c;lesu poblacin.

    Por la democracia,ms democracia

    Son estas condiciones y estastendencias las que confieren uncarcter realista al propsito depaz del gobierno y permiten quese imponga progresivamente sutesis de que la democracia colom-biana, tan gravemente amenaza-da por las diversas formas de vio-lencia, slo puede defenderse yconsolidarse con ms democra-cia, con una democracia ms am-plia y ms participativa. Nadiepuede negar que muchas de lasconquistas polticas recientes;como el nuevo rgimen municipaly muchos de los artculos de la re-

    8 Revista Universidad Nacional

  • forma constitucional, aprobadaen primer debate, van en estesentido.Desde luego que el proceso de

    paz ser complejo y deber cum-plir etapas y ajustarse a condicio-nes precisas, para que sea verda-deramente slido; pero cualquie-ra otra solucin al conflicto polti-co armado resultara demasiadocostosa en todos los sentidos, ysignificara casi con segurdaduna regresin en el desarrollo de-mocrtico del pas.La desmovilizacin del movi-

    miento guerrillero -o al menos desus principales componentes- nosignificara por supuesto una su-peracin de todas las formas deviolencia que hay en Colombia,pero seria un paso decisivo haciala liquidacin de las que ms di-rectamente amenazan el sistemademocrtico y dificultan la vigen-cia de los derechos humanos.

    La guerra turbiaEn efecto, la violencia de los

    grupos paramilitares, que estmuy lejos de ser simplemente au-todefensiva -como ellos y sus par-tidaros lo proclaman- toma pre-texto casi siempre en los supues-tos (ya veces reales) vinculas dediferentes movimientos, organi-zaciones populares y partidos deoposicin con las guerrillas, ytambin, en la dificultad de lafuerza pblica para proteger a di-versos sectores de la poblacin,contra los mtodos cada vez msfrancamente delictivos de finan-ciacin del movimiento subversi-vo como son el secuestro, la extor-sin, la vinculacin con el negociodel narcotrfico, el asalto a pobla-ciones y el robo a entidades comola Caja Agraria. .La suspensin de todos estos

    delitos que han llegado a ser elmedio fundamental de financia-cin de los grupos guerrilleros yque en la actual poltica de paz es

    un prerrequisito para su desmovi-lizacin y vinculacin a la luchapoltica legal, haria mucho msfcil el desmonte de los gruposparamilitares de extrema dere-cha, lo que a su tumo permitiriaaislar la delincuencia comn, or-ganizada o no. Esta ltima, princi-palmente el narcotrfico, est li-gada con la violencia poltica demanera muy intima. Lo est en laszonas lejanas de colonizacindonde ciertos guerrilleros han tra-tado de controlar y aprovechar loscultivos de coca que realizan de-cenas de miles de colonos.

    Combate colectivo alnarcotrfi co

    El narcotrfico, con sus inmen-sos recursos econmicos es, sinlugar a dudas, uno de los factoresque ms profundamente han inci-dido en el desarrollo de todas lasformas de violencia que padecenuestra poblacin. No slo direc-tamente, sino por su poder de co-rrupcin y de intimidacin sobrelos ms diversos estamentos, ins-titucionales y capas de la socie-dad, y por su poder para desesta-bilizar el aparato judicial. La luchacontra este flagelo es una tareamuy difcil y compleja. Colombiaha planteado en diversos foros in-ternacionales la necesidad de darun combate colectivo a este ex-presin delincuencial y este plan-teamiento tiene cada vez msaceptacin. En nuestro caso estecombate -que en todas partes sejustifica por s mismo- hace parteadems de una estrategia globalpara enfrentar el problema msgrave que tenemos: la violenciaen sus mltiples manifestaciones.

    Hacia una cultura de la convi-vencia

    Otro elemento central de lamencionada estrategia es el forta-lecimiento de la justicia, para lo

    cual se han planteado varas re-formas y se han tomado medidascomo la creacin del Cuerpo Tc-nico de la Polica Judicial, lo queha comenzado a dar resultados enla lucha contra uno de los aspec-tos ms graves -causa y efecto ala vez- de la violencia colombianacomo es la impunidad. La volun-tad recientemente demostradade entablar dilogos directos contodos los grupos que manifiestenen las palabras y los hechos unadecisin efectiva de paz; los tra-bajos del Plan Nacional de Reha-bilitacin, de erradicacin de lapobreza absoluta y las tareas em-prendidas por la Consejera parala Defensa, Proteccin y Promo-cin de los Derechos Humanos,constituyen elementos diferentespero estrechamente coordinadosde una misma batalla por la paz. Sise tratara del programa ms ome-nos improvisado de un gobiernorelativamente aislado, la salidaseria bastante dudosa, porque nopuede negarse que estamos vi-viendo una de las crisis ms gra-ves de nuestra historia. Pero setrata de llevar a la prctica el an-helo de la casi totalidad del pue-blo colombiano: construir el desa-rrollo en una democracia ms am-plia y participativa. Forjar una cul-tura del respeto y la convivencia.Por eso pensamos que quienesvan a quedarse cada vez ms so-los y ms reducidos a la impoten-cia son los que con sus propsitosy sus actos, se opongan a ese grananhelo.

    Bogot, Marzo-Abril 1989 9