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NÓMADAS 54 NO. 25. OCTUBRE 2006. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA ORIGINAL RECIBIDO: 30-VI-2006 – ACEPTADO: 15-VIII-2006 * Este artículo es un resultado preliminar de la investigación doctoral que tiene por nombre Genealogía de la moral de las ciencias sociales colombianas: el caso de la literatura sobre la Violencia en Colombia, financiada por la Universidad Central. Hasta el momento, el archivo que se ha trabajado corresponde a la literatura publicada entre 1950 y 1985. La investigación pretende analizar hasta el 2005. ** Profesora e investigadora, coordinadora de la Maestría en Investigación en Problemas Sociales Contemporáneos y del Grupo de investigación Socialización y Violencia del IESCO- UC. E -mail: [email protected] La violencia en Colombia: avatares de la construcción de un objeto de estudio * Mónica Zuleta P.** El papel actual de las ciencias sociales consiste, a mi juicio, en hacer ver las multiplicidades, manera para importunar la dirección unificadora del ejercicio del poder imperial. Esa es la intención de la investigación de la cual se deriva este ensayo y de la pregunta que, de modo pragmático, intenta responder y que formulo en los siguientes términos: ¿a partir del análisis de la excepción es posible dar cuenta de la diferencia? Palabras clave: violencia en Colombia, genealogía, historia de la ciencia, pragmática. O papel atual das ciências sociais consiste, em minha opinião, em fazer enxergar as multiplicidades, para assim importunar a direção unificadora do exercício do poder imperial. Essa é a intenção da pesquisa da qual se deriva este artigo e da questão que, de modo pragmático, tenta responder e que formulo nos seguintes termos: a partir da análise da exceção, é possível dar conta da diferença? Palavras chaves: violência na Colômbia, genealogia, história da ciência, pragmática. The current role of social sciences consists, I believe, in making see multiplicities, way to tease the totalitarian direction of the exercise of the imperial domination. That is the purpose of the research of which this paper is derived, and of the question that the pragmatic way it tries to answer and that I formulate in the following terms: from the analysis of the exception is it possible to give account of the difference? Key words: violence in Colombia, genealogic analysis, history of the social sciences, pragmatic analysis. [email protected] PÁGS.: 54-69

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NÓMADAS54 NO. 25. OCTUBRE 2006. UNIVERSIDAD CENTRAL – COLOMBIA

ORIGINAL RECIBIDO: 30-VI-2006 – ACEPTADO: 15-VIII-2006

* Este artículo es un resultado preliminar de la investigación doctoral que tiene pornombre Genealogía de la moral de las ciencias sociales colombianas: el caso de la literatura sobrela Violencia en Colombia, financiada por la Universidad Central. Hasta el momento, elarchivo que se ha trabajado corresponde a la literatura publicada entre 1950 y 1985. Lainvestigación pretende analizar hasta el 2005.

** Profesora e investigadora, coordinadora de la Maestría en Investigación en ProblemasSociales Contemporáneos y del Grupo de investigación Socialización y Violencia del IESCO-UC. E -mail: [email protected]

La violenciaen Colombia:

avatares de la construcciónde un objeto de estudio*

Mónica Zuleta P.**

El papel actual de las ciencias sociales consiste, a mi juicio, en hacer ver las multiplicidades, manera para importunarla dirección unificadora del ejercicio del poder imperial. Esa es la intención de la investigación de la cual se deriva esteensayo y de la pregunta que, de modo pragmático, intenta responder y que formulo en los siguientes términos: ¿a partirdel análisis de la excepción es posible dar cuenta de la diferencia?

Palabras clave: violencia en Colombia, genealogía, historia de la ciencia, pragmática.

O papel atual das ciências sociais consiste, em minha opinião, em fazer enxergar as multiplicidades, para assimimportunar a direção unificadora do exercício do poder imperial. Essa é a intenção da pesquisa da qual se deriva esteartigo e da questão que, de modo pragmático, tenta responder e que formulo nos seguintes termos: a partir da análise daexceção, é possível dar conta da diferença?

Palavras chaves: violência na Colômbia, genealogia, história da ciência, pragmática.

The current role of social sciences consists, I believe, in making see multiplicities, way to tease the totalitariandirection of the exercise of the imperial domination. That is the purpose of the research of which this paper is derived, andof the question that the pragmatic way it tries to answer and that I formulate in the following terms: from the analysis ofthe exception is it possible to give account of the difference?

Key words: violence in Colombia, genealogic analysis, history of the social sciences, pragmatic analysis.

[email protected] • PÁGS.: 54-69

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55NÓMADASZULETA P., M.: LA VIOLENCIA EN COLOMBIA: AVATARES DE LA CONSTRUCCIÓN DE UN OBJETO DE ESTUDIO

Introducción

Al igual que muchas de lasnaciones consideradas como las másviolentas del planeta, desde finales delsiglo pasado Colombia ha sido obje-to de todo tipo de intervenciones,propiciadas directa o indirectamen-te por países que se autoproclaman“las democracias más avanzadas”. Sibien es cierto que esas intervencio-nes difieren de país en país encuanto a radicalidad,también lo es que,independientemen-te de la modalidadde la intervención,todas las guerras in-ternas, junto con susformas políticas parti-culares de contención,son percibidas como ma-nifestaciones de una “bar-barie” que el “civilizado”Occidente pretende extir-par de la faz de la tierra. Ami juicio, más importanteque la herencia de la GuerraFría, el legado de las dos gue-rras mundiales y la nueva orga-nización geopolítica del planetaque de ellas floreció, fue la im-posición de una única manera deexperimentar y de conocer la po-lítica y la economía. Nunca comohoy había logrado instalarse glo-balmente una sola dirección eco-nómica, política, social y militar,lo que es paradójico si se conside-ra el festín de diversidad que elmundo dice celebrar.

El conflicto interno colombia-no, junto con otros conflictos delarga duración que perduran, pare-cen burlarse de las explicacionesgenerales de las ciencias sociales so-bre la guerra y sobre la paz. ¿A quéobedece esta dificultad para expli-

carlos? La respuesta tradicional hasido que tales teorías realmen-te se ocupan de lo “universal” y,por consiguiente, construyen susobjetos de estudio con base en losimilar; las particularidades queno pueden asemejarse a esas uni-versalizaciones demandan desa-rrollos específicos. Unarespuesta más

suspicazles ha atribuido a las

teorías “universales” un carácterque reposa en lo particular y con-creto, tendiente a homogeneizarlos fenómenos sociales que osten-tan grados de similitud, y a excluircualquier excepción.

Mi tesis considera que el conoci-miento está ligado a la experiencia,por ello asume que, puesto que lasprácticas políticas y económicasde Occidente durante la era de lamodernidad fueron imperialistas y en

la era de la globalización son imperia-les, el conocimiento propio de esasprácticas también fue imperialista yes imperial. No atribuyo falsedad aese conocimiento; por el contrario,le adjudico todos los grados de reali-dad inherentes a los procesos de lamodernidad y de la globalización. Noobstante, sí supongo que estas teo-rías son incapaces de dar cuentade la excepción, pues su afán detotalización las ha vuelto impo-tentes para ingresar al campo delo singular.

Al lado del ejercicio delpoder interesado en homo-geneizar, y paralelo al co-nocimiento particular deese dominio, habitan elpoder del nómada y elconocimiento del mar-gen. Su historia hasido aquella del plu-ralismo que comba-te la totalización.Desde hace mile-nios y acompañan-do la tradición, elpensamiento dela pluralidad ha

sobrevivido y hoyse aparece con una nueva

cara: la del pragmatismo. Creoque la emergencia de la excepciónes un síntoma de esa zona no co-lonizada que está presente en cual-quier lugar y en cualquier tiempoy que, en ocasiones, brota de ma-nera incontenible. Igualmente, enlugar de suponer la excepcióncomo diferencia, la considero susíntoma, razón por la cual pertur-ba las políticas y las teorías de latotalización.

Dado que no existe una dico-tomía entre la unidad o la diferen-cia sino que, por el contrario, su

Garit a en la F ortaleza de San Fe lipe, Cartagena. Fotografía de Juan Trucco, 1920.

Archivo «100 años de arquitectura en Colombia», BPP M.

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relación es de parale-lismo, las políticas y lasteorías de la totali-zación han estadocompuestas de multi-plicidades. A mi jui-cio, el papel actual delas ciencias socialesconsiste en hacer veresas multiplicidades,modo de importunarla dirección unificado-ra del ejercicio del po-der imperial. Ese es elpropósito de la inves-tigación de la cual sederiva este ensayo, ti-tulada Genealogía de lamoral de las ciencias so-ciales colombianas y dela pregunta que, de modo pragmá-tico, intenta responder y formula enlos siguientes términos: ¿A partir delanálisis de la excepción es posibledar cuenta de la diferencia?

Este ensayo esboza de manerapreliminar una respuesta a esa pre-gunta y se vale de algunas de laspremisas más importantes de los es-critos sobre la Violencia en Colom-bia, todas las cuales comparten laidea de que, entre 1946 y 1964, elpaís sufrió una guerra interna “fra-tricida” de carácter singular sin pa-rangón, antecedente de la actualsituación de desorden. Aplico paraello, el análisis pragmático que, demodo somero, entiendo como elestudio de los grados de unidad dedistintos sistemas de premisas y delos tipos de relaciones que ligan suscomponentes, con miras a darcuenta de algunos de los conjuntosde valores inmersos en dichos sis-temas. El ensayo está basado en cró-nicas, estudios y testimonios sobrela Violencia publicadas entre 1950y 1985.

pensamiento “no hu-manístico” al campodel conocimiento legi-timado y, en conse-cuencia, anunciabauna nueva composi-ción del saber queponía en riesgo la vali-dada por la tradición.Por tal motivo, al tiem-po del anuncio deJaramillo, voceros des-tacados del para-digma de la “razónilustrada”, como JesúsAntonio Bejarano yJorge Orlando Melo,advertían la urgenciade tomar los correc-tivos del caso para

evitar el desastre que, según ellos,estaba a puertas de suceder y quejuzgaban como resquebrajamientode la actividad científica del país.Efectivamente, de acuerdo con sucriterio, semejante empresa su-pondría “el abandono de todopropósito por dar una explicaciónverificable... a cambio de su susti-tución por el relato y la hermenéu-tica y los riesgos de dejarse llevar...a la historia subjetivista propia dela cultura posmoderna” (Bejarano,1997: 286).

No es necesario un análisis ex-haustivo de la vía insinuada porColmenares para, rápidamente, re-conocer en ella un conjunto deacciones de insurrección. Por ejem-plo, la invitación a consolidar alian-zas “contra-natura” entre disciplinasmuy dispares, como la de la impe-rialista historia frente a otras, comola crítica literaria y la lingüística.Asimismo, la propuesta de vincu-lar el oficio del historiador con lapráctica filosófica de la especula-ción, con la cual interpretar los

Castillo de San Felipe, construido por Ricardo Carr (1657) y Antonio Arévalo (1762).Cartagena. Gabriel Carvajal, 1953. BPPM.

Las ciencias sociales:un territorio en disputa

Con ocasión de un homenajepóstumo ofrecido al historiadorcolombiano Germán Colmenares,Jaime Jaramillo, uno de los histo-riadores más notables del país,aceptó un suceso acaecido en elsaber de las disciplinas humanís-ticas: me refiero al arribo de la pers-pectiva de pensamiento que AlainBadiou llama “momento filosóficofrancés” (2005: 176). CuandoJaramillo reseñó los últimos escri-tos de Colmenares, en especial sulibro Las convenciones contra la cul-tura, publicado en 1987, exaltó elhecho de que el autor se aplicó a lacomprensión de “las formas de pen-sar dominantes en las diversas épo-cas del pasado, fuera por la sociedaden general o por los diversos gru-pos y clases que componían su es-tructura” (1999: s/n). El sucesoreferenciado por Jaramillo no sola-mente mostraba un viraje metodo-lógico de la historiografía; de algunamanera, reconocía la entrada del

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57NÓMADASZULETA P., M.: LA VIOLENCIA EN COLOMBIA: AVATARES DE LA CONSTRUCCIÓN DE UN OBJETO DE ESTUDIO

hechos. (Cfr. Colmenares, 1987 y1997). Tal invitación, conside-rando la posición ocupada por Col-menares dentro del círculo deintelectuales vocero de la “razónilustrada”, tuvo que producir unfuerte malestar. Dicho de otra ma-nera, era el cerebro –de las comu-nidades académicas– el que dabaestocadas al propio corazón –de laverdad–. No es extraño entoncesque, ante el llamado a la insurrec-ción del escritor, se haya respondidocon maniobras de apaciguamientodirigidas por los portavoces de sucofradía, por lo menos hasta cuan-do les fue posible defender la sobe-ranía del saber que encarnaban, delos embistes que se estaban confor-mando a su alrededor.

Los estudios sobre laviolencia en Colombia

En el año de 1962 se presentóal público el libro La violencia enColombia, resultado de la “primerainvestigación sistemática” sobre loshechos de violencia acaecidos entre1946 y 1958. Para los gobernantesdel país en ese entonces, 200.000mil muertes no sólo requerían unaexplicación, sino que también ur-gían por la construcción de unamemoria (Germán Guzmán, Or-lando Fals Borda y Eduardo Umaña,tomo I, 1980: 16). Tres años antesse había creado la Facultad deSociología de la Universidad Na-cional y el Gobierno le había en-comendado un estudio objetivo,que “analizara el proceso desde unaperspectiva histórico-política y em-pírica para escarmiento de las pre-sentes y futuras generaciones decolombianos” (Ibíd.). Tres intelec-tuales, dos de ellos directivos de esaFacultad y un sacerdote, se hicie-

ron cargo de la investigación quetenía por misión proponer una “te-rapéutica” y continuar, así, el tra-bajo de la Comisión Nacional deInvestigación de las Causas Actualesde la Violencia, fundada en 1958 porla Junta Militar que derrocó al dic-tador Gustavo Rojas Pinilla.

Este suceso significó mucho másque una anécdota de la historia delas ciencias humanas colombianas.Inauguró un campo de estudios so-bre lo real, en el que sólo a travésde la objetividad científica pudogarantizarse la verdad. Fue por ungesto gubernamental que se auto-rizó a los científicos a señalar losculpables del mal que sufría el paísy a formular los remedios adecua-dos para su cura. El libro, sin repa-ros, indicó a los culpables: todos loscolombianos; por acción o poromisión tenían responsabilidad enlo sucedido y, todos, entonces, te-nían que ponerse en la tarea de re-parar el mal. Además del detalladodiagnóstico, bosquejaba una tera-péutica en la que, de manera proli-ja, se señalaban los caminos quese debían seguir para la sanación(Cfr. Guzmán y otros, tomo 2,1980: 261-460).

Nació un objeto que tenía porfunción hacer conocer la verdadhistórica y forjar una memoria co-lectiva, que garantizara que esa ex-periencia no fuera jamás a repetirse.Sólo mediante la configuración deeste objeto parecía posible confor-mar una tercería legítima para ocu-par el lugar de juez del pasado yredentor del futuro. No es extraño,pues, que se establezca tal fechacomo el momento cuando, en elterritorio de las ciencias humanascolombianas, ingresó el pensamien-to propio de la “razón ilustrada”,

entendido como ciencia “empírica,teórica, acumulativa y objetiva”(Gonzalo Cataño, 1997: 39). Y quelos historiadores se refieran al su-ceso como el inicio de la formaciónde un campo intelectual, definidopor la independencia de la regenciaque, sobre la relación entre co-nocimiento y verdad, habían teni-do hasta entonces los intelectualespertenecientes a los dos partidospolíticos tradicionales (Miguel Án-gel Urrego, 2002: 145).

La configuración de lasociedad rural

El libro La violencia en Colom-bia no fue el primero en su género.Contaba con una serie de estudiosque lo antecedían, algunos de ellostambién fruto de “trabajos sistemá-ticos”. Tales estudios, por ejemplo,los aparecidos a mediados de losaños cincuenta de Vernon L. Flu-harty y de Antonio García, expli-caron la Violencia como el cambiode un orden señorial feudal por unorden mestizo, en el que las anti-guas elites pretendían conservarviejos privilegios, bajo el símil deuna democracia moderna. Dicenestos autores, que el cambio se con-solidó cuando tuvo lugar la conju-gación de tres factores explosivos.El primero fue el nuevo orden in-ternacional, posterior a la PrimeraGuerra Mundial, que forzó al paísa enrumbar su dirección señorialpara participar del comercio inter-nacional. Por este motivo, entre1923 y 1928 llegó una cantidadimportante de recursos provenien-te de inversionistas y de emprésti-tos de los Estados Unidos, que noentraron al circuito de la produc-ción planificada, porque las elitesse apropiaron de una buena parte.

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Lo mismo sucedió entre 1944 y1946, gracias al alto precio del caféen los mercados internacionales,con la diferencia de que, en estaocasión, fue la burocracia del co-mercio cafetero la que se apropióde gran parte de esos ingresos. Elsegundo, fue la configuración deintelligentias que hicieron circularideas procedentes de movimientossocial-demócratas foráneos y de larevolución rusa. Este estuvo asocia-do con el éxito electoral del parti-do liberal en 1930, después de casicincuenta años de hegemonía con-servadora; con la iniciación de lapolítica democrática de La Revolu-ción en Marcha, entre 1934 y 1938,y con el surgimiento del liberalis-mo radical del caudillo JorgeEliécer Gaitán. El tercer factor con-cierne a la conformación de orga-nizaciones obreras, artesanales yestudiantiles durante los años vein-te, de las que surgieron movimien-tos políticos como el PartidoSocialista Revolucionario, más tar-de Partido Comunista, y la UniónNacional Izquierdista Revoluciona-ria, entre otros. Los dos últimos fac-tores, según los autores, generaronuna fuerza de reacción que paula-tinamente se fue consolidandoalrededor de cofradías conser-vadoras, algunas de ellas franca-mente falangistas como las dirigidaspor Laureano Gómez, y también li-berales que se oponían a las ideasde democratización y, sobre todo,a las prácticas igualitarias que talesideas promovían con el apoyo delos gobiernos liberales de AlfonsoLópez Pumarejo quien

... le dio un nuevo sentido al artede gobernar. Abandonando elviejo modelo de ‘ocupar la ad-ministración’, pasó a practicaruna gradual revolución planifi-

cada contra la amarga oposiciónde la oligarquía. Pero cuandoterminó su primer periodo ha-bía planteado conflictos quedesgarraron violentamente alpueblo y a las clases. Despuésde López, el Estado como inno-vador y director, habría de estaren conflicto constante con laidea del Estado como puntal dela posición privilegiada de laoligarquía (Fluharty, 1957,1987: 60).

Así las cosas, la violencia delpaís fue entendida como la conse-cuencia de los avatares inmersos enla construcción democrática de unaNación, cuando tiene que lucharcontra diversos grupos que tradicio-nalmente han ejercido el poder yque gozan de la potestad de inven-tar estratagemas en contra de la so-lidificación de una unidad que lesimpida seguir con sus privilegios. Sinembargo, esta tesis, a pesar de sucoherencia, no era suficientementeconvincente para explicar las razo-nes de la violencia que se decía era“tan particular” de Colombia1; enespecial, por el protagonismo de losdos partidos políticos tradicionalesen ella, su especificidad como con-frontación rural y su brutalidad, ca-racterísticas que impedían que elconfrontamiento pudiera entender-se como el resultado de una luchaen ciernes entre clases sociales2. Ydentro de esta trama, el libro deGuzmán y sus colaboradores giró ladirección entre conocimiento y ver-dad, al imponerle condiciones deotra índole a la acción del intelec-tual que lo comprometían a partici-par en ella. De modo que, ya nobastaban análisis eruditos o políti-cos, ni estudios de archivos con in-formación oculta con los quetambién intentaban aumentar los

grados de objetividad3; para llegara la verdad había que internarse enlas profundidades de la confronta-ción, mostrarla tal cual ocurrió,seguir los avatares de los protago-nistas de los bandos en disputa, en-trevistar a los victimarios y a lasvíctimas. En otras palabras, paraconocer la verdad había que poner-se en la tarea de enfrentar al objetode estudio.

De los testimonios sobre suce-sos ocurridos en distintas regionesdel país, contados por sus protago-nistas, tales como los acaecidos enlos Llanos Orientales y en el Tolima,de los análisis políticos que desem-bocaban en el 9 de Abril, de losestudios estadísticos y económicos,se dio paso a la investigación sobrela Violencia, con mayúscula, y seincluyó en ella el cúmulo de traba-jos anteriores que tuvieran co-nexión con la misma cuestión4. Elterritorio del nuevo objeto en con-formación alojó antiguos saberes,como el de la historia que facultódeterminar antecedentes y dar elorden de sus fases; el de la geogra-fía, que delimitó regiones y levan-tó cartografías; el de la estadística,que permitió metódicamente estu-diar poblaciones y tendencias; el dela economía, que definió los ava-tares de la producción, del inter-cambio y del comercio en lasdistintas regiones delimitadas. Noobstante, la novedad consistió endarle preeminencia a la práctica delsociólogo y en suponer que era ne-cesario realizar investigación decampo de carácter positivo y em-pírico5. Fue en este territorio don-de tomó forma la sociedad rural.

El giro metodológico de la in-vestigación y el objeto que se cons-tituyó a través de él, propusieron

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construir una idea deNación con ciertas ca-racterísticas. En pri-mer lugar, incluir enella el complejo uni-verso campesino y nosolo el mundo de losgobernantes, la eco-nomía o el ciudadano.Igualmente, “crear denuevo en los colom-bianos ‘un pensamien-to, un interés y unavoluntad de nación’...”mediante el rescate deprácticas morales de antaño, que elproceso de la violencia había supri-mido. Asimismo, construir unaconciencia histórica campesina,“porque mientras de ella carezca [elcampesino] será horda con todas lasregresiones de la horda” (Guzmány colaboradores, tomo 2: 442). Estatarea debía ser realizada por otroscolectivos ya organizados, entreellos la Iglesia, el ejército y el sec-tor educativo quienes debían “co-municarla al pueblo”. Finalmente,transformar la fuerza destructorainherente a la horda en fuerza pro-ductiva, encomienda asignada a losgremios económicos, mediante laofrenda de “una causa grande máspoderosa que sus disculpas para elcrimen..., un motor; un tractor,medios para realizar un programaplaneado de producción...” (Ibíd.:450-451).

El libro La Violencia en Colom-bia propuso, entonces, como solu-ción a la Violencia, la cuestión queunos años antes, estudiosos comoFluharty y García habían señaladocomo la causa de la misma. De ahíla explicación que el estudio privi-legió, la cual resumo en los siguien-tes términos: la violencia fue laconsecuencia de la acción sectaria

e irresponsable de muchos miem-bros regionales y nacionales de losdos partidos políticos tradicionalesque, para defender sus propios in-tereses económicos y políticos, azu-zaron los instintos más salvajes deun “pueblo ignorante” y “vengati-vo” muy fácil de incitar. A ello, sele sumó el hecho de que gente delpueblo había participado en “cona-tos revolucionarios” fomentadospor el Partido Comunista. Insisto,es extraño el impacto que tuvo ellibro de Guzmán y sus colaborado-res, dado que proponía como salidaa la Violencia ideas muy cercanasa las soluciones de los políticos delos dos partidos tradicionales y muylejanas a las de los demás científi-cos: la conformación de un Estado“mestizo”, simultáneamente seño-rial y burgués, con altos ingredien-tes militares6. No obstante, quierodetenerme en uno de sus elemen-tos que, a mi juicio, invitó a pensarlas cosas de otra manera en lo con-cerniente a las acciones que debíaseguir el intelectual, el campesinoy el político.

La premisa de que la Violenciaera efecto de una reacción impul-sada por el sectarismo, que sacó aflote los instintos violentos del cam-

pesinado “vengativo”,se acompañó de otraque hablaba de los lo-gros que ese campesi-nado había alcanzado através de ella. Si tími-damente Guzmán y suscolegas señalaron que“en el inmenso conglo-merado bajo y medio,rural y urbano, [estaba]naciendo y creciendouna conciencia nuevapoderosamente orien-tada hacia lo social...”,

estudios sucesivos se dispusieron adiscriminar de modo detallado yempírico esa conciencia naciente(Ibíd.: 267). Por ejemplo, CamiloTorres concluyó que la violenciadesencadenó “un proceso social im-previsto por las clases dirigentes...,”que le dio a los campesinos “solida-ridad de grupo, sentimiento desuperioridad y seguridad en la ac-ción...”; también les abrió “posibili-dades de ascenso social...” e hizo queprefirieran “los intereses del cam-pesino a los intereses del partido”(1961: 112). Igualmente, OrlandoFals Borda mostró cómo, los cam-pesinos [de los Andes] habían ini-ciado el movimiento de laicidadnecesario para dejar atrás las ideasde sufrimiento y pasividad que ca-racterizaban, desde la colonia, sumundo mítico-religioso (1961: 167).Asimismo, José Gutiérrez demostrócomo la rebeldía fue lo que caracte-rizó a algunos grupos campesinos, es-pecialmente los adscritos al PartidoComunista (1962: 93). Aunque ta-les estudios unían la suposición deque el campesinado se estaba forjan-do una conciencia histórica, con laidea de que el mundo campesino eraajeno al progreso, no mostraban unrechazo manifiesto a la violenciacampesina en sí misma.

Capilla del Fuerte de San Felipe, Cartagena, Juan Trucco, 1920. BPPM.

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Encontramos, pues,que el territorio con-formado para los aná-lisis de la Violencia secaracterizó, en un prin-cipio, por tres cuestio-nes: en primer término,la ambivalencia en laconsideración de lamanifestación de laviolencia que, al mis-mo tiempo, le atribu-yó signos de reaccióny de liberación; en se-gundo término, la de-manda de estudiarla mediantetrabajos de campo realizados en elhábitat donde la violencia se des-envolvía, lo que garantizaba quelos investigadores enfrentaran, ensu propio terreno, al objeto de es-tudio y en tercer lugar, el requisitode que tales trabajos ofrecieran so-luciones concretas a los problemasdiagnosticados, basadas en méto-dos empíricos y en la “compren-sión a fondo” de la “realidad”estudiada. Fue así como el objetoLa Violencia construyó, entonces,su hábitat: la sociedad campesi-na. Mientras la ciencia “artesanal”propuso su análisis y definió unaintervención, la ciencia “profesio-nal” poco a poco ofreció nuevasforma de abordarlo. Vamos ahoraa recorrer el camino abierto porlos científicos “profesionales”.

La configuración delEstado

La relación víctima-victimarioque se impuso para explicar la vio-lencia produjo dos bifurcaciones,que se desarrollaron simultánea-mente. La primera, condujo al es-tudio de la lógica subyacente quepudiera explicar esta manifesta-

ción particular de las fuerzas enconfrontación. La segunda, provo-có la conversión en sujeto del ob-jeto. Ambas dejaron atrás lasconcepciones subordinadas a larelación víctima-victimario. Eneste apartado me detendré en laprimera bifurcación.

La introducción de la perspecti-va estructural desplazó del lugar dela causa de la violencia el asunto delas fuerzas en confrontación, quepasó a esgrimir un carácter de con-secuencia. Tal desplazamientoocasionó el derrocamiento de la so-ciología como conocimiento im-perante para la explicación de laviolencia y, en cambio, entronizó alde la historia, en alianza con la eco-nomía y la ciencia política. Asimis-mo, ocasionó la subordinación deloficio “artesanal” del sociólogo altrabajo “profesional” del científico.De manera que la emisión de la ver-dad fue colonizada por expertos que,a diferencia de los artesanos, no es-grimían intención de redención delas víctimas. Más bien, advertían laurgencia de conformar un caminoviable que hiciera factible ordenarracionalmente las relaciones entrelos diversos elementos políticos, so-ciales y económicos del país.

La consideraciónde que existía una ló-gica subyacente traslas fuerzas en confron-tación, no era nueva.La novedad consistióen que ella se enca-minó al análisis de laviolencia. Algunosautores, por ejemploCharles Bergquist(1981), refiriéndose alos antecedentes de losestudios razonablessobre historia econó-

mica colombiana, señalan que seiniciaron a partir de 1970. Lo mis-mo anotan quienes han hecho losbalances que existen sobre el temade la violencia (Cfr. GonzaloSánchez, 1995 y Carlos MiguelOrtiz, 1994). Sin embargo, quisie-ra hacer mención a dos trabajosprecedentes.

El estudio de Germán Arci-niégas, The State of Latin America,realizado a principios de los cin-cuenta, supuso a toda la regiónlatinoamericana como un solo “Es-tado”, en ese momento ocupadopor fuerzas militares. De acuerdocon sus palabras: “una vasta cons-piración contra la democracia, lalibertad, el respeto por los derechoshumanos está teniendo lugar enLatinoamérica” (1952: xi). El ob-jeto de su análisis consistió en de-nunciar los sucesos que estabanreduciendo la política de una granparte de América “a la acción dedos actores: los Dictadores y el Pue-blo” (Ibíd.: xv). La causa que atri-buyó a ese estado de cosas no fuela lucha entre el orden feudal mes-tizo y el burgués, o la falta de unproyecto de Nación, aunque man-tuvo algunos de estas suposiciones,sino razones externas que afectaban

Castillo de San Fernando, Cartagena, Juan Trucco, 1920. BPPM.

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las particularidades propias de losgobiernos de cada país y las en-cauzaban. En especial, las ideasdictatoriales provenientes delfranquismo español y la direcciónneocolonial imperante en las rela-ciones comerciales entre los Esta-dos Unidos y los países vecinos,después de la Segunda Guerra Mun-dial (Ibíd.: 385-393).

Las premisas de Arciniégas fue-ron retomadas por Francisco Posa-da en el estudio Colombia, violenciay subdesarrollo (1968), cuya finali-dad fue demostrar que nuestro mo-delo capitalista había dado lugar ala Violencia. Con cifras sobre eldesenvolvimiento histórico de laeconomía agraria y el análisis de lasreglas del intercambio promovidaspor el comercio internacional, Po-sada examinó de modo minuciosola lógica interna que dio forma alos conflictos colombianos entrelatifundistas y minifundistas, desdeel siglo XVIII. Según su razona-miento, “la economía natural delpequeño productor agrícola” seentrelazó “a las grandes leyes delcomercio capitalista, y sin haberavanzado un ápice en el desarrollode la técnica o de los conocimien-tos, sin haber gozado de las reno-vaciones de la sociedad burguesa...”(Ibíd.: 38). Así, a la dirección so-cial demócrata propia de la revo-lución se le enfrentó otra, decarácter reaccionario y semifeudal,referente al neocolonialismo, razónpor la cual en Colombia se dio laViolencia (Posada, 1968: 168). Amediados del siglo XX, la direcciónreaccionaria extirpó del todo a lademocrática, presente en “las secue-las positivas de la Revolución enMarcha” y “el movimiento gaitanistade masas” y nos condenó al subde-sarrollo (Ibíd.:26).

Estos dos trabajos consideraronun asunto que los anteriores no ha-bían estudiado. Insertaron nuestrosproblemas locales dentro de las di-rectrices mundiales, operación conla que pudieron organizar de modoestructural, las manifestaciones delas distintas fuerzas internas en con-frontación, el tipo de esas oposicio-nes, y sus relaciones con fuerzasexternas. Este movimiento de inser-ción de lo local en las fuerzas“imperiales y neocoloniales” del ca-pitalismo, facultó traer a cuento lanoción de Estado moderno paraexplicar la violencia en Colombia.

Fue bajo esta reformulación quela premisa del subdesarrollo coman-dó el giro, por el que optaron loscientíficos “profesionales” del Esta-do que se dedicaron al estudio dela Violencia, a lo largo de las déca-das de los años setenta y ochenta.Su reformulación partió de la pro-posición de que el subdesarrolloobedecía, principalmente, a queColombia carecía de una razónmoderna y a que, los análisis pro-ducidos hasta el momento habíansido hechos por artesanos, lo queimpedía que primara la racionali-dad7. Los nuevos historiadores seencaminaron, entonces, a realizarestudios fríos sobre la Violencia. Sepropusieron para lograrlo, dejar delado la explicación que había pri-mado sobre la brutalidad de losacontecimientos y, en consecuen-cia, aquella del salvajismo campe-sino; asimismo, abandonar la ideade la lucha entre órdenes cuasi-feudales y democráticos y, porconsiguiente, el supuesto de la pre-eminencia de factores como la sin-gular pertenencia a los dos partidospolíticos, que nos atribuían parti-cularidades frente a otras nacionesvecinas8.

Juzgando que estas explicacio-nes, en último grado, conformabanmiradas causales subjetivas, talescientíficos cambiaron no solo lossupuestos de partida, sino tambiénla técnica para realizar los estudiosy abandonaron el lente microscó-pico para reemplazarlo por uno te-lescópico, herramienta con la que,paradójicamente, accedieron a lalógica implícita de los motivos que,según ellos, habían provocado laViolencia en Colombia.

La mirada telescópica planteóla premisa de la carencia de Estadoque, simplificada, puede resumirseen estos términos: la Violencia fueun momento de caos social, en elque los intereses particulares detodo tipo (los de los ricos y pobres,campesinos y citadinos, gamonalesy líderes regionales, capitalistas yobreros) salieron a la superficie sincontar con regulación alguna quelos subordinara a un orden legiti-mado9. Tal premisa compartida ensu base general por casi todos, tuvoempero distintos matices10.

Por ejemplo, algunos estudiososatribuyeron ese caos al hecho deque el orden institucional que ha-bía prevalecido (una especie de tra-dición que era un simulacro deEstado) había desaparecido y no fuereemplazado por ninguno otro11;para otros, obedeció a que el ordendemocrático que había reemplaza-do temporalmente al tradicionalhabía sido suprimido por la fuerza12;finalmente, para otros, se debió aque la desaparición del orden tra-dicional había sacado a flotecostumbres arcaicas, que se mani-festaron en obtener el mayor pro-vecho posible de todas las esferasde la sociedad campesina sin impor-tar adscripciones partidistas, perte-

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nencia institucional, conflicto declases o posiciones jerárquicaslimitantes de su ganancia13.

Lo anterior imbricó la imagendel subdesarrollo en la de la caren-cia de Estado. La objetividad quese puso en práctica para lograr esaoperación, junto con el lentetelescópico que se instrumentópara observar desde la distancia lasrelaciones sociales microscópicas,dio en resultas, esta vez, el ingresodefinitivo de la “razón ilustrada” alterritorio del conocimiento. Inde-pendientemente de las inclinacio-nes políticas de las fuerzas enconfrontación, fueran ellas “reac-cionarias” o “democráticas”, y adiferencia de muchos países latinoa-mericanos, para este grupo deestudiosos, el problema de la Vio-lencia radicó en la imposibilidad delpaís de consolidar una estructuraque le diera alojamiento a la razónde Estado, en el momento cuandolas instituciones tradicionales fue-ron finalmente desplazadas de sulugar de privilegio en la jerarquíasocial.

Si bien el preparamiento de losprofesionales los alejó del lugar deredentores, sus estudios se encami-naron a describir minuciosamentelos problemas sociales como mane-ra de apoyar su supuesto: por ejem-plo, las zonas de retraso de lamodernización socioeconómica, lascaracterísticas y cambios del desen-volvimiento de la caficultura y latradición preponderante en las ló-gicas de acción de la política, en-tre otros muchos. Estos estudiosresaltaban, con matices, la caren-cia de una estructura racional-bu-rocrática que ordene jurídicamenteel gobierno de los diversos intere-ses particulares y se anteponga a las

creencias, a las adscripciones polí-ticas y a las instituciones tradicio-nales14. Es decir, de un Estado quese apropia de la guerra como mani-festación de la política y en el quese faculte poner en marcha una ideade justicia asociada a la universali-dad de la razón15.

De manera que, estos nuevoscientíficos profesionales, librados dela obligación de la redención, hu-bieron de cambiarla por la tarea desugerir prontuarios. De redentorespasaron a juristas y quisieron sen-tar una juridicidad, entendida“como la tendencia o criterio favo-rable al predominio de las solucio-nes de estricto derecho en losasuntos políticos y sociales” (Dic-cionario de la Real Academia, II,1984: 805).

La constitución delpueblo

Además de la bifurcación quedesembocó en el Estado, el librode Guzmán y sus colaboradoresplanteó otra, más cercana a la so-ciología, que retomaba de diver-sas maneras la concepción de quela violencia no solo había produ-cido efectos nocivos generales enel país, sino que de ella había sur-gido como particularidad una so-ciedad campesina, más organizaday combativa y con síntomas de for-mación naciente de una concien-cia histórica. La positividad de esasegunda bifurcación, le dio un giroa la imagen de pasividad, inge-nuidad y salvajismo que habíapredominado sobre la sociedadcampesina. También liderada porla ciencia “profesional”, su acciónfue demarcada por la dialécticamarxista. De forma que la “verdad”

del marxismo entró en el territo-rio de la construcción del objetode estudio, y sus apóstoles poco apoco fueron tomando posicionesen él.

Efectivamente, el estudio deEric Hobsbawm, Primitive Rebels,publicado en 1959 y conocido enlos años sesenta en el país, fue elmás influyente en esta vertientehistoriográfica. Según las premisasdel autor, durante los siglos XIX yXX, los campesinos en diversas re-giones de Europa reaccionaron alas exigencias del capitalismo me-diante resistencias, fueran ellaspacíficas o violentas. Tales resisten-cias obedecieron, dice el historia-dor, a condiciones arcaicas deorganización de tipo “prepolítico”.De manera que, la explicación dela Violencia colombiana se equi-paró a ese proceso europeo “arcai-co” de resistencia campesina frentea la penetración del capitalismo16.No obstante, el punto referenciade Hobsbawm no fue aceptado sindiscusión por todos; acogiendo laidea de lucha, otros historiadoresretrocedieron el tiempo de sus pes-quisas para buscar un origen ante-rior a los años cincuenta, motivadopor eventos socioeconómicos par-ticulares y probado por huellas em-píricas. Al encontrarlo, fijaron elproceso, no como una situaciónmeramente “prepolítica”, sinocomo un continuo social de largaduración que, dicen ellos, en algu-nas de sus fases y lugares, fue acti-vo, dinámico y auto-organizado17.

De acuerdo con este grupo dehistoriadores, la Violencia fue elresultado del problema recurrentede las luchas por la tierra que sedesencadenaron desde el siglo XVIen el país18. Hasta el siglo XIX, las

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luchas se manifestaronde modo defensivo. Acomienzos del sigloXX, se tornaron ofen-sivas19. En los añostreinta, alcanzaron elcarácter de movimien-tos políticos que pau-latinamente fuerondesarticulados por laacción de los terrate-nientes, que tomaronrevancha de los logrosobtenidos por loscampesinos en las décadas anterio-res20. Los grupos revolucionariosque sobrevivieron, aunque no con-taron con un gran apoyo social ne-cesario para su fortalecimientoinmediato, permanecieron dentrode pequeños resguardos a la espe-ra de otras oportunidades, hastacuando el ejército los desarticuló21.Este conjunto de estudiosos, enton-ces, refirió el problema de la Vio-lencia a la consolidación de unEstado capitalista agrícola, resul-tado de una alianza entre terrate-nientes y burócratas, que avasallóel conflicto de varios siglos entrecolonos, arrendatarios y propieta-rios. De todos modos, regido porla imagen de la inocencia, el con-junto de estudiosos le atribuyó unahistoria a la “sociedad campesina”en la que, por cortos momentos desu pasado, ocupó el lugar del suje-to histórico, actuante, y presto ala emancipación22. A su presente,por el contrario, le atribuyó un des-tino de desolación.

Fue, así, como las ciencias hu-manas comandadas por los impe-rativos de la “razón ilustrada”, enla segunda mitad del siglo XX,constituyeron una utopía semejan-te a la que impulsó la revoluciónde “Independencia” en el siglo

XIX. Sin embargo, a diferencia delos gestores de esa utopía, los cien-tíficos no propusieron ponerla enmarcha mediante la guerra, sinoecharla a andar por medio de lapaz. De forma que la guerra, queera el propósito de la utopía y lacondición para la construcción dela soberanía, se convirtió, dos si-glos después, en aquello que eramenester capturar y doblegar paraconformar un Estado moderniza-do. Vemos cómo ambas explica-ciones, la de los historiadoresprofesionales del Estado y la de loshistoriadores profesionales delmarxismo, aunque a primera vistaparecen contrapuestas, en realidadse complementan entre sí. La pri-mera, se refiere al Estado en su po-tencialidad, es decir, “el Estadoque queremos”; la otra, da cuentadel Estado en su realidad, es decir,“el Estado que tenemos”. Las dosconstituyeron el territorio cientí-fico que dictaminó cuál debería serla acción del Estado-nación en Co-lombia hacia el futuro. Los estu-dios de los primeros invocaron laimagen utópica, abstracta y nega-tiva, del Estado del progreso ema-nado de la juridicidad universal; asu turno, los de los segundos dota-ron esa imagen de la certeza histó-rica de un pueblo derrotado.

La barbarie

Los esfuerzos de lacofradía de la “razónilustrada” por captu-rar analíticamente laguerra y sustituirla porla paz, fracasaron: laguerra creció. A susestudios, hasta enton-ces basados en la mo-ral de la soberaníaimperialista que, envirtud de una preten-

dida justicia universal, diviniza lapaz, su propia paz, como marco dereferencia científico de la guerra, seles interpuso el cuestionamiento so-bre el derecho de la legitimidad deesa dominación soberana. Al fina-lizar los años ochenta, tal interpo-sición fue claramente enunciada.Las explicaciones sobre la Violen-cia tomaron un giro drástico, porcuanto en el país se había fortale-cido la guerra campesina y habíasurgido otra guerra citadina. En ta-les circunstancias, la premisa de la“inocencia” campesina dejó de ope-rar. El acontecimiento que habíadado lugar a la conformación delobjeto La Violencia de los años cin-cuenta se convirtió en un mero epi-sodio. Era menester recomenzar,variar el objeto, imponerle otraperiodicidad, reconstituir límitesterritoriales. Fue, así, como apare-ció una nueva concepción de laViolencia.

La introducción de este cuestio-namiento al Estado fue resultado deun suceso singular, tal como lo ha-bía sido treinta años atrás la inser-ción de la soberanía imperialista.En esta ocasión, la Comisión queconformó el Gobierno estuvo com-puesta también por intelectuales,pero especialistas de distintas dis-

Bastión español, (detalle) Cartagena, Juan Trucco, 1920. BPPM.

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ciplinas de las universidades másprestigiosas del país. A finales delos años ochenta, a este grupo se leasignó la tarea de “elaborar un diag-nóstico, acompañado de las reco-mendaciones pertinentes” sobre laviolencia en Colombia (GonzaloSánchez, 1987: 9). Los resultadosde las indagaciones de la Comisiónintrodujeron un malestar en la zonaque, por dos décadas, había sidoocupada por los científicos profe-sionales y que tan prolijamente ha-bían bosquejado las explicacionesartesanales acerca de la Violencia.Nos referimos al malestar que en suinicio este ensayo reseñó: aquel quela cofradía de la “razón ilustrada”hizo manifiesto cuando se resistióal ingreso del pensamiento nohumanístico al campo de las cien-cias sociales colombianas dado que,decía, “los relatos hermenéuticos”derrumbarían la verdad científica.

Sin embargo, el ingreso de esepensamiento tomó un rumbo unpoco distinto al que tomaría al ocu-parse de otros objetos de las cien-cias sociales23. En efecto, si bienpropició interpretaciones diversasque ponían en duda la anterior ver-dad histórica, quiso imponer unasola verdad: aquella de la compren-sión de la violencia como un asun-to de barbarie, cuya manifestaciónera transversal a todos los colom-bianos24. Justamente, en tanto lasindagaciones de la Comisión nopudieron evadir el problema de laguerra generalizada particular delpaís, al mismo tiempo que dejabana un lado la recomendación deconstruir un Estado-nación sobera-no del ejercicio de la violencia,hacían un llamado a conformar unEstado en el que se respetara “elderecho a la vida” (Ibíd.: 17). Así,por una parte, la Comisión reco-

mendó incluir otras perspectivas decomprensión de la realidad, segúnella, única manera de entender laviolencia, ahora escrita con minús-cula. Discriminó sus dimensiones:violencia política, violencia ilegal,violencia cotidiana. Por otra, pro-pugnó la idea de que la violenciaera una cualidad de nuestra idio-sincrasia. Con ello, paulatinamen-te, los estudios dejaron de conjuraral buen salvaje y se encauzaron aotorgar una historia a la barbarie,basándose para ello en cánones “hu-manitarios”.

Tal razonamiento ya no suponela falta de Estado o el derrocamientode un pueblo como explicacionesde la violencia. Tampoco suponeque nuestra guerra es fruto del sal-vajismo campesino. La Comisión,obligada a considerar la violenciacomo un asunto de larga duraciónque no es particular de lo rural nide una guerra fraticida entre dosbandos, y forzada por las nuevasexigencias imperiales, diagnosticó,mediante componentes de la mo-ral imperial, una nueva divisiónentre bárbaros o civilizados. A par-tir de este diagnóstico, las explica-ciones de la violencia evocaronuna imagen singular: la del bárba-ro que se despliega en toda la so-ciedad y emerge en cualquier lugary en cualquier momento, entre ri-cos y pobres, burócratas y empre-sarios, citadinos y campesinos.Según esta imagen, el bárbaro noes susceptible de civilización, sinode humanización o de exterminio.

Citas

1 La mayoría de los estudios sobre la Vio-lencia consultados hasta 1985 sostiene

esta premisa de la peculiaridad de la vio-lencia colombiana. Eric J. Hobsbawm ladefine en estos términos: “Pero lo másimportante sobre la Violencia es la luzque arroja sobre el problema de la in-quietud y rebelión rurales. Si descarta-mos el periodo de guerra civil formal..., laViolencia es un fenómeno totalmenterural, aunque en uno o dos casos... susorígenes fuesen urbanos..., Representa loque constituye probablemente la mayormovilización armada de campesinos... enla historia reciente del hemisferio occi-dental” (primera edición en español en1968, tomado de la publicación colom-biana de 1985: 14 y 15).

2 También la mayoría de los trabajos hastamediados de los ochenta, sostiene que lapeculiaridad de la Violencia no puede atri-buirse a procesos como el de la lucha declases. La excepción a esta regla del con-junto de trabajos examinados, es la líneade investigación de los estudios compa-rados sobre movimientos campesinos enLatinoamérica, desde la perspectiva quepropone el peruano Aníbal Quijano(1967). En sus palabras: “Es solamenteen los últimos veinte años que se asiste aldesarrollo de movimientos campesinosgeneralizados, duraderos, con tendenciasa una coordinación que sobrepasa las leal-tades localistas... En este sentido, los ac-tuales movimientos campesinos son unfenómeno nuevo en la historia social la-tinoamericana, y es desde esta perspecti-va, por lo tanto, como deben ser enfoca-dos” (1967: 255). Según GonzaloSánchez, “tal vez para despejar losmalentendidos de la opción sin salida,Violencia y lucha de clases y Violencia ylucha partidista, lo mejor sea reformularla pregunta... y pasar de la pregunta porel carácter clasista o no de la Violencia, ala pregunta por los efectos de clase de laViolencia” (Sánchez, 1995: 35).

3 Además de estos dos libros, hay otrosimportantes que precedieron el deGuzmán o que fueron casi contemporá-neos pero que no tuvieron mayor impac-to, si bien son muy citados por la litera-tura académica. Por ejemplo, sobre el ase-sinato de Gaitán, los libros de JoaquínEstrada Monsalve, (1948), Alberto NiñoH. (1949); José María Nieto Rojas(1956) y Heliodoro Linares Useche,(1959). Los libros acerca de las visionesconservadora y liberal de la Violencia,como los de Mario Fernández de Soto(1951), Carlos Lleras Restrepo (1955) yRafael Azula Barrera (1956). Los librossobre las actuaciones del Partido Comu-nista, como los de Ignacio Torres Giraldo(1954 y 1955) y los del Comité Central

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(1960). Asimismo, los testimonios so-bre las guerrillas de Boyacá de JorgeVásquez Santos (1954) y de los LlanosOrientales de Eduardo Franco Isaza(1955), al igual que el análisis de la tácti-ca militar anti-guerrillera del coronelGustavo Sierra Ochoa (1954). Tambiénlas interpretaciones de carácter psicoló-gico, como la del psiquiatra José Francis-co Socarrás sobre el presidente LaureanoGómez Castro (1942) o las histórico-so-ciológicas basadas en los orígenes delcaudillismo, como las de Otto MoralesBenítez (1957) y Fernando GuillénMartínez (1963).

4 Entre los estudios estadísticos que fue-ron utilizados por Guzmán y colabora-dores está el trabajo de Hernando AmayaSierra y otros (1958) y el de GustavoPérez Ramírez (1962).

5 En palabras de Guzmán: “De todos mo-dos, a través del inmenso acervo de datosque fueron confrontados para la presenteobra –primer ensayo sistemático e inter-pretación–, puede evidenciarse que no seentendería la violencia sin adentrarse enlos detalles de algunos antecedentes his-tóricos inmediatos (los mediatos se pier-den en la historia de los partidos políticosy otras instituciones colombianas), cuyasfechas claves son: 1930 y la etapa conflic-tiva que inició; el 7 de agosto de 1946 conel cambio de gobierno; y el 9 de abril de1948 con la muerte de Jorge EliécerGaitán” (1980, tomo 1: 23).

6 La publicación del primer tomo del libroLa Violencia en Colombia, en 1962, sus-citó todo tipo de reacciones. Desde lasde los dirigentes políticos, especialmentesectores del Partido Conservador y de laIglesia, quienes se dispusieron no sola-mente a negar lo que allí estaba consig-nado, sino a hacer sus propios estudiossobre la Violencia que fueron publicadosen diarios conservadores como El Siglo,hasta persecuciones y amenazas. La pri-mera edición se agotó casi inmediatamen-te (Cfr. Fals Borda, prólogo a la ediciónde 1980).

7 Este juicio es reiterado por los científicosprofesionales. Por ejemplo, Paul Oquistdice: “En síntesis, las relaciones entre losfactores políticos y los factores socio-eco-nómicos y de la lucha de clases, por unlado, y las pugnas internas de clase por elotro, así como la explicación de las cau-sas de estas últimas, son preguntas com-plejas a las que no se les ha dado unarespuesta satisfactoria en la literatura so-bre la Violencia en Colombia. La caren-cia de una teoría integral es una lagunaen el conocimiento existente sobre este

fenómeno, que la investigación actualintenta reducir” (1978: 35). A su turno,James Henderson una vez que rebate lastesis de los pocos estudios que considerade algún valor, dice respecto a los estu-dios que surgieron en los años setenta:“el resultado final es decepcionante. En-tre quienes estudian ese cuerpo hay unsentimiento persistente de que algo fal-ta” (1985: 24). Igualmente, DanielPecaut señala: “Los sociólogos (en Amé-rica Latina) tienden a menudo a repetirpor su cuenta el lenguaje político del pro-pio Estado, incluso cuando se sublevancontra él... Tal ‘realismo’ lleva directa-mente a la ideología y como se sabe, losgobernantes y los intelectuales han esta-do muchas veces persuadidos de que laideología es el resorte de la acción políti-ca” (1987, tomo 1: 13).

8 Por ejemplo, Carlos Miguel Ortiz pre-senta su trabajo como una reflexión “so-bre el tipo de Estado y de relaciones so-ciales que lo sustentan, a través de la mo-dalidad histórica que asumió en la Vio-lencia” (1985: 21). Cabe anotar que sutrabajo se basa en el de Jaime Arochaque supone la Violencia en el Quindíocomo efecto de “heterogeneidades socia-les y económicas que implican diferentesintereses” (1979: 21).

9 En palabras de Oquist: “Es que un de-rrumbe parcial del Estado ocurrió comoun resultado de las intensas luchas parti-distas. La clase dirigente estaba divididahasta tal punto, que la autoridad efectivadel Estado fue reducida. Esto tuvo lugara nivel nacional, regional y local... Laduración se puede atribuir en parte, a ladificultad para reimponer la autoridadestatal en algunas regiones” (Op. cit.: 45).

10 Es importante hacer notar que las dife-rencias entre estos autores son notablespara algunos analistas. Por ejemplo,Catherine Le Grand afirma que ambosautores se contraponen, porque mien-tras unos dicen que el Estado desapare-ció (por ejemplo, Oquist), otros afirmanque nunca ha existido (por ejemplo,Pecaut (1994: 8). A mi juicio, aunquecada uno de ellos se refiere de maneradistinta a las relaciones entre Estado ysociedad, comparten la idea de que lacausa de la Violencia fue la carencia deEstado o la peculiaridad del mismo, esdecir, un Estado que no funciona comoel modelo lo indica.

11 En relación con esta dirección, Oquistsupone que el orden se mantuvo hastalos años veinte, cuando surgió el “com-ponente social” por la introducción de

reformas económicas y políticas. Tal si-tuación condujo al fortalecimiento delEstado y, a la vez, a un debilitamiento dela estructura social, donde entraron aparticipar muchos otros grupos sociales,a la vez que el Estado entró a reglamen-tar casi la totalidad de las normas econó-micas. En esta situación, la rivalidad en-tre los partidos afectó al Estado y, a suvez, los grupos sociales ya no contabancon una estructura que los mantuvieracohesionados: derrumbe parcial del Es-tado que tuvo lugar más en el campo queen la ciudad (1978: 45-50).

12 Esta tesis es trabajada arduamente porPecaut. Señala: “¿Es coincidencia for-tuita que la violencia adquiera tal noto-riedad en un país andino donde la de-mocracia civil restringida ha subsistidopor encima de innumerables crisis? Elpropósito de esta obra es demostrar queno es así. La violencia es consustancialal ejercicio de una democracia que, lejosde referirse a la homogeneidad de losciudadanos, reposa en la preservaciónde sus diferencias ‘naturales’, en las ad-hesiones colectivas y en las redes priva-das de dominio social y que, lejos deaspirar a institucionalizar las relacionesde fuerza que irrigan la sociedad, hacede ellas el resorte de la comunidad”(1987, tomo 1: 17).

13 Ortiz no supone la falta de un Estadosino, por el contrario, que todas lasinteracciones sociales son manifestaciónde alguno en particular. Su estudio, deforma prolífera, describe todo tipo deinteracciones sociales que tomaron pro-vecho de la Violencia. En este sentido,sigue la tesis de Pecaut, también su ideade “falta de democratización” (Cfr.Ortiz, 1985 y 1995). Por otro lado, seestá la tesis de Henderson que aparentaser similar a la de Ortiz pero, a diferen-cia de la misma, de antemano atribuyecomo causa de la Violencia, relaciones“subdesarrolladas” tipo patrón-cliente,o caudillismo. Esta idea está muyinfluenciada por la vertiente norteame-ricana de estudiosos de la moderniza-ción, por ejemplo: Eric R. Wolf, (1955),Robert C. Williamson (1965), MarshallWolfe (1966), Richard Weinert (1966),Eric R. Wolf y Edward C. Hansen (1967)y Steffen W Schmidt, (1974).

14 A mi juicio, el estudio de Pecaut es elmás clarificador en este sentido, en espe-cial en lo que concierne a su análisis so-bre la desregulación estatal entre 1938 y1945 (1987: tomo 2: 287-351). Igual-mente, los análisis de Ortiz que insistenen que “... en el Quindío la sociedad no

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había tendido a articularse de modo cla-sista... salvedad hecha de los conflictosagrarios circunscritos a zonas definidas ya décadas precisas” (Ortiz, 1995: 277).

15 La tesis que subyace tras estos análisis esla idea de que el único Estado viable esaquel que se adueña de la violencia. Enello se traduce la insistencia de Pecauten explicar la Violencia como falta deEstado: “Esta pregunta será respondidaen tres partes: 1. Se analizarán las razo-nes por las cuales el Estado jamás se reco-noce como agente legítimo de unifica-ción de la sociedad. 2. Las razones deinterrupción del intervensionismo socialy 3. Las razones de la preeminencia de lasociedad civil en un país de estructurassociales heterogéneas...” (Pecaut, 1987,tomo 1: 17).

16 Arguye Hobsbawn: “Por otra parte, elmero hecho de que las bandas armadasde campesinos provienen no de unajusta rebelión social, sino de una com-binación de tradicional guerra civil departidos y del terrorismo policial o ar-mado, ha llevado a que sean menos pre-cisos los elementos de lucha de clases”(1985: 19).

17 La línea de trabajo que tuvo sus inicioscon el libro citado de Hobsbawn, fuecontinuada por investigadores como:Camilo Torres (1963), Orlando Fals Bor-da (1961, 1967, 1985), Pierre Gilhodes(1985, 1988, 1995), Darío Fajardo(1985, 1986), Charles Bergquist (1981,1995), Hermes Tovar (1975), EstanislaoZuleta y la ANUC (1975), Gloria Gaitán(1976), Jesús Antonio Bejarano (1983,1984, 1985), Gonzalo Sánchez (1976,1977, 1985, 1990) y Donny Meertens(1983) y Catherine Le Grand (1977,1984a, 1984b, 1994), entre otros. Es im-portante mencionar una desviación quesí atribuye la Violencia, por lo menos ladel sur del Tolima, a un problema de lu-cha de clases. Esta desviación, cuya fuen-te más nutricia descansa en el estudio deIgnacio Torres Giraldo, publicado en cin-co tomos en la década de los años cin-cuenta, así como en revistas, tales como,Documentos Políticos, fue continuada enlos sesenta por la historia del Partido Co-munista; en los setenta por revistas comoAlternativa y Estudios Marxistas y en losochenta por el libro sobre la historia delPartidos Comunista de Medófilo Medina.Por otro lado, también la siguen quieneshacen la historia de los movimientosguerrilleros que, hasta los primeros añosde los ochenta, se manifestó por diarios,crónicas y testimonios de los mismos gue-rrilleros y por las entrevistas de CarlosArango (1984). Ver, por ejemplo, el dia-

rio del Comandante Ciro (1974) y eldiario de Jacobo Arenas (2000). Por úl-timo, hay otra tendencia que si bien noconsidera la Violencia como lucha de cla-ses, si la considera como una revueltapropiamente campesina. Ver, por ejem-plo, Russell W. Ramsey (1969 y 1981) yRichard L. Maullin (1972).

18 Dice Charles Bergquist: “Contrariamentea lo que afirman muchos expertos en lamateria, la debilidad del movimientoobrero colombiano no se deriva de la es-casa inmigración europea, ni de la faltade liderazgo de la izquierda. La historiadel movimiento laboral en Colombia –su tardía gestación, su explosiva y efíme-ra fuerza a finales de los años 20 y princi-pios de los 30... y su represión y coopta-ción durante los años de la Violencia–obedece a una dinámica arraigada en lasprofundidades de la estructura de la eco-nomía cafetera colombiana” (1995: 152).Esta tesis es similar a las de Posada (Op.cit.), Gilhodes (1988) y LeGrand(1995). Hay otra línea de interpretación,por ejemplo, Miguel Urrutia sostiene: “Lafalta de violencia que ha caracterizado elmovimiento obrero colombiano tieneprobablemente sus raíces en la historiainicial del movimiento durante los trein-ta, cuando la organización fue relativa-mente fácil y el movimiento no experi-mentó épocas de violenta represión”(1969: 161). Pecaut sigue esta mismalógica, pero encuentra en ella las contra-dicciones propias de la Violencia. La atri-buye a: “la dependencia del movimientosindical frente a los grupos políticos y laconfusión a nivel de los líderes” (1973:161). Finalmente, hay otra línea de tra-bajo que es la seguida por aquellos comoMarco Palacios (2002), que la articulana la caficultura y a la economía de expor-tación, junto con sus consecuencias comoel derrumbe del sistema de haciendas.

19 Según Gilhodes: “Un gran conflicto ex-plotó cuando, a la vuelta del siglo, el par-tido liberal tomó las armas contra el go-bierno conservador (...) En la costa delCaribe esta guerra de los Mil Días... ad-quirió una notable significación social,bajo la dirección del líder liberal RafaelUribe Uribe, cuando la población negradesarrolló una guerra de guerrillas contralos propietarios conservadores (...) En lazona del Tolima tácticas similaresinvolucraron en el conflicto a grandesmasas de población y transformaron ladisputa... en un movimiento de masas,cuya prolongación podía eventualmenteamenazar la misma estructura social”(1988: 19 y 20).

20 Según Fajardo: “Este aspecto del proce-so –el desarraigo violento del campesi-nado– ha tendido a dominar el panora-ma de la violencia, en consecuencia, al-gunos autores como Gilhodes, caracteri-zan al periodo en términos de ‘revanchaterrateniente’... en tanto que la ANUCconsidera a la Violencia como la formasui-géneris que adoptó en Colombia elproceso de descomposición del campesi-nado” (1985: 267).

21 Gilhodes señala: “Es necesario tener encuenta las características de esta segundaola de lucha guerrillera que incorporó adecenas de miles de campesinos en unterritorio mucha más pequeño que el delprimer movimiento guerrillero. Esta vezel enfrentamiento era directamente conel ejército... En ninguna parte la organi-zación campesina tuvo forma diferente ala de una organización para la lucha gue-rrillera. En las zonas bajo control de losinsurgentes prácticamente no hubo nin-guna reforma social, ningún énfasis encooperación... era una solidaridad de lamiseria... Una explicación posible... esque las regiones controladas no eran másque un refugio...” (1988: 54).

22 La mayoría de autores comparten la ideade que las luchas campesinas de los añosveinte y treinta fueron producto de unaalta organización campesina, mientras quelas de los cincuenta resultaron de la des-composición del campesinado. Contra-diciendo en algo esta asunción, Fajardopropone la siguiente hipótesis: “Es posi-ble identificar dos tipos de procesos con-vergentes pero especialmente diferencia-dos: de una parte, la ‘politización’ de con-flictos tradicionales de sociedades cam-pesinas, y de otra la ‘revancha’, la cualasumió igualmente expresiones políticas...Finalmente, otro tipo de conflictos..., fueel que se suscitó en los Llanos Orienta-les; allí los grandes hacendados liberalescomprometieron a sus peonadas en unmovimiento antigobernista que inicial-mente se asemejó... a cualquiera de lasguerras civiles del siglo XIX, pero luegoasumió las formas embrionarias de unaguerra de clases” (Ibíd.: 268 y 269). Igual-mente, LeGrand invita a tener en consi-deración aspectos dejados de lado comolas relaciones de poder para entender laViolencia, arguye: “El tercer enfoque ad-mite que las condiciones objetivas y... lamodernización contribuyen al descon-tento en el campo, pero... subraya la im-portancia de una aproximación... quetenga en cuenta los factores político-es-tructurales... sostiene que el campesina-do actúa dentro de un contexto dado de

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relaciones de poder, el cual necesariamen-te conforma su potencial de movilizaciónpolítica... Atribuye los orígenes del ma-lestar campesino... a la interacción entreel campesinado y los que controlan suvida” (1985: 368).

23 Esta tendencia que denomino del“humanitarismo” tiene de novedad que,por un lado, acoge algunos de los presu-puestos de lo que Bejarano llamó de ma-nera peyorativa “pensamiento posmo-derno”; por ejemplo, Ortiz (1994) haceuna síntesis del informe de esta Comi-sión, que se publicó bajo el nombre Co-lombia, violencia y democracia (1987).Según su criterio, llevó a cabo cambiosprofundos en la tradición, por ejemplo,manifestar la existencia de “una plurali-dad de violencias”, criticar los enfoquesanalítico-explicativos y señalar la exis-tencia de una “cultura de la violencia”en Colombia. No obstante, añade el au-tor, ella siguió presa de la óptica del aná-lisis del Estado. Agregaría, yo, que el sis-tema valorativo en el que la Comisión sefundamentó fue aquel de la DeclaraciónUniversal de los Derechos Humanos dela ONU (1948).

24 La línea que podría llamarse, siguiendo aBejarano, “hermenéutica” tiene sus ini-cios en Colombia en los años noventa.En el campo de los estudios sobre la Vio-lencia hay que aclarar que el cambio quese desarrolló tiene más que ver con unaconcepción que busca romper con anti-guos mitos. Es importante señalar unode los trabajos más influyentes, que esanterior a esta fecha. Me refiero al deGonzalo Sánchez y Donny Meertens(1983), que se desvía de la perspectivade los estudios tradicionales del bando-lerismo (Hobsbawn). En sus palabras:“Era, pues, necesario restablecer en suunidad contradictoria la relación repre-sión-resistencia; la dinámica de ‘los ban-didos del poder’ y la de los ‘bandidos delpueblo’, es decir, abandonar la visiónmeramente pasiva de ese pasado –que entoda su ambivalencia también se inscri-be en el de las luchas populares– y plan-tearle nuevos interrogantes que la ideo-logía dominante tal vez no quisiera verplanteados. En este sentido, el texto esun desafío a lo aprendido, a lo enseñado,a lo cuidadosamente ocultado” (Sánchezy Meertens, 1983: 14). A principios delos noventa aparece el trabajo de JavierGuerrero (1991) que hace una historia“objetiva” del papel del Partido Conser-vador, que la literatura por un largo tiempoconsideró como “el malo” de la Violen-cia, a través de la policía conservadoraconocida, desde 1930, como “chulavita”.

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