VÍNCULOS

TÓXICOS

Las relaciones en la vida son sumamente importantes, sin embargo pueden ser relaciones que nos nutran o que nos destruyan. Cuando se habla de vínculos tóxicos, se refiere a las relaciones que van enfermando a alguno de sus integrantes: hay algunas que nos van dañando tanto en lo emocional como en lo físico. Una relación tóxica es aquélla en la cual una, o las dos personas, sufren mucho más de lo que experimentan dicha y placer por estar juntas. La mayoría de las personas no se dan cuenta hasta que el daño es bastante grande y comienzan a enfermar.

Un vínculo tóxico, irracional o enfermo es aquel que va llevando al otro a un empobrecimiento psíquico doloroso que puede terminar con una grave depresión o una enfermedad somática. Son relaciones que sacan lo peor de las personas porque no están construidas sobre la base de la libertad y la elección. En estos vínculos prevalece el miedo a no ser aceptado/a, querido/a, a la soledad, al abandono, A partir de eso se pueden generar relaciones de explotación emocional de alguna de las partes, y de dependencia y sometimiento de la otra (dependencia económica-psico-emocional). En éste tipo de relaciones se va normalizando y naturalizando el esfuerzo que se hace para continuar dentro de la misma, hay un proceso de negación del dolor y una hiper-tolerancia al sufrimiento. Uno de los integrantes (y a veces ambos) se ven sometidos a un gran desgaste de energías por tratar de sostener la relación.

Este tipo de vínculos provocan más insatisfacción que felicidad. La sensación de bienestar que pueden proporcionar (por algunos momentos) es muy fugaz, ya que para vivenciarla es necesario disimular, pasar por alto o callar ciertas cosas que, de darles la importancia que indudablemente tienen, causarían un profundo dolor e incluso pondrían en peligro la continuidad del vínculo. Hay que tener en cuenta que nada bueno puede surgir de la unión entre personas que generan actitudes y emociones hirientes que anulan la capacidad de alcanzar la plenitud emocional que cada uno se merece.

Hay diferentes razones que nos lleva a involucrarnos en relaciones tóxicas:

Tener baja autoestima: si nuestras creencias están basadas en sentir que no somos merecedores de la atención, el respeto o el amor de otra persona, quien oportunamente aparezca, será considerado/a como una tabla de salvación, a la que nos aferraremos como un salvavidas, porque sin esta persona, creemos que nadie nos querrá, o que nadie podrá cuidarnos, o estaremos solos, o que no podremos salir adelante ni económica, ni emocionalmente.

A veces nos creemos salvadores:

fantaseamos con que nosotros podemos cambiar a esa persona, que hemos llegado a su vida para transformarla en otra clase de individuo, hacerlo/a mejor, más si se transforma en algo como nosotros queremos que sea, suponemos que con nosotros se comportará de una manera diferente a la que suele hacerlo, que lograremos que se susciten reformas inesperadas; éste tipo de creencias son caminos de ida hacia el sufrimiento propio y del otro. Éstas creencias se establecen en la necesidad propia y no en el deseo del otro/a

Podemos ayudar a que otras personas cambien rasgos de su personalidad que les molesten, siempre y cuando se den cuenta de que este cambio los favorecería, que decidan hacerlo y además quieran que los ayudemos. Lo que sí tenemos es la capacidad concreta de lograr que se produzcan cambios asombrosos en nosotros mismos si así lo deseamos: esta capacidad es innata, por lo que nada ni nadie podrá privarnos de ella nunca, es el libre albedrío: el poder de elección que tiene cada ser humano. Debemos tomar conciencia de esto, y que solo es cuestión de tomar la decisión de hacerlo y poner manos a la obra.

A veces no nos damos cuenta que asumimos el rol de víctimas:

Creemos que nadie nos va a querer o a aceptar como esta persona, él /ella se digna a darnos ratos de su tiempo, o a convivir con nosotros, a darnos por momentos su “mala compañía” cuando le place o tiene ganas. El asumir este rol implica que estaremos generando, o aceptando, a una persona que se comportará como victimario. En realidad un victimario no existiría si no hay una víctima que lo estimule; que quiere decir esto: se trata de individuos que son “golpeados o maltratados” (física, emocional o psicológicamente) por las personas afectivamente más cercanas. Se organiza el vínculo con el “otro” a medida que “el otro me destruye”. En la relación tóxica (violencia emocional) es el depositario del enojo del otro y está siempre disponible para que pueda descargar su ira y su furia, se interrelacionan directamente, se necesitan mutuamente para existir.

Es difícil de detectar porque se caracterizan por ser personas “buenísimas”; hay que observar con quien se vincula, para que les sirve y como maneja las situaciones para despreciar y humillar al otro. Desestimar, negar, ser indiferente, restar importancia, desvalorizar, ignorar el deseo del otro y hacerlo enojar, es tan violento y nocivo como cuando el otro se enoja, grita o golpea, porque lo único que necesitó era ser escuchado y no fue tenido en cuenta. La víctima no daña al otro, pero “activa” la agresión del otro y así se obtiene un beneficio oculto.

La necesidad de muestras de cariño:

es un tipo de deseo imperioso que resulta muy mal consejero, y se suma a la necesidad de suplir carencias profundas. A veces da como resultado el tolerar cualquier cosa por un poco de lo que vislumbramos como cariño (una demostración de afecto, sexo, un regalo), pero que en realidad encubre otro comportamiento de fondo: uso, abuso, egoísmo, maltrato, falta de respeto, de valoración, etc. 

Sentirse acompañado a cualquier precio:

el miedo a la soledad es el paso preliminar hacia una posible relación tóxica, ya que, toleraremos literalmente cualquier cosa con tal de no estar solos. Hay que considerar que no hay mayor sensación de soledad angustiante que el creer que uno está acompañado por alguien que le va a hacer bien, cuando en realidad esto no es así, y esa persona no sólo no cumple con nuestras expectativas más esenciales sino que atenta (y lo logra con éxito) contra nuestra calidad de vida. No se puede confiar en alguien que demuestra que no quiere nuestro bien, que demuestra que no le importa nuestra seguridad, ni nuestros deseos, ni necesidades, aunque diga otra cosa y quiera convencernos.

El aburrimiento:

sentirnos aburridos nos lleva a la búsqueda de nuevas emociones, a buscar una manera de alejarnos de la monotonía o de la rutina. La sensación nueva que sentimos puede hacer que sólo veamos un aspecto de la personalidad de quien nos atrae, una faceta divertida y agradable que nos saca del embotamiento en el que estábamos, y no logramos visualizar el resto de la personalidad de quien nos atrae, en la cual hay comportamientos tóxicos que en un primer momento no identificamos.

Encontrar a alguien que tiene cosas similares a las nuestras es muy bueno, compartir gustos e intereses nos ayudan a sentirnos más cómodos y relajados, pero justificarnos con eso y disfrazar una relación tóxica no lo es. Cuando nos instalamos en un vínculo de esta índole, se nos dificulta salir porque creemos falsamente que volveremos al aburrimiento inicial, sólo depende de nosotros/as mismos/as detectar nuestras creencias para cambiar el modo de relacionarnos y lograr salir de ahí. Hay muchas personas que comparten nuestros gustos, intereses, sueños y proyectos, y que no precisan necesariamente crear un vínculo tóxico para relacionarse.  

La necesidad imperiosa de desempeñar y cumplir un mandato socio-familiar o algún rol social:

como ser esposa/o, madre o padre, el/la mejor de la escuela, la persona que todos admiran, obtener reconocimiento como alguien importante en la sociedad, son cosas que pueden llevarnos a priorizar ése fin, antes que ver a la persona que elegimos como compañero/a como realmente es. Algunas veces tratamos de “ocultar la realidad” para seguir manteniendo las apariencias y el estereotipo social, aunque el costo interno sea demasiado alto.  

El miedo al cambio y al proyecto futuro para seguir avanzando en la vida:

si nos relacionamos o tenemos un vínculo con una persona que nos frena o nos limita en nuestro crecimiento, nos estancaremos en ciertas áreas de nuestra vida, sea personal, laboral, espiritual o profesional. Somos nosotros/as los que ponemos ésas resistencias al cambio, porque aceptamos quedarnos en una zona conocida y tememos salir de ahí y encontrarnos con algo nuevo. Sólo depende de nosotros/as mismos/as reconocer nuestros temores, modificar nuestras creencias para así lograr crecer, desarrollarnos, cambiar y superarnos. Mantenernos en una relación tóxica por miedo al cambio nos genera cierta comodidad circunstancial, y a veces se sostiene este tipo de vínculo por más tiempo del que quisimos o creímos poder soportar.

Debemos tener en claro que existe un límite en la interrelación con otra persona, ése límite está fundado en el respeto y el amor a uno mismo, que está por encima de todo lo demás. Amar a un semejante o relacionarnos con el no significa dar por dar, creyendo que hacemos lo correcto, sin poner ninguna clase de límites en el cuidado de nuestra integridad Psico-físico-emocional. Si no nos aceptamos con nuestros defectos y virtudes, no nos queremos, no nos respetamos, ni nos valoramos y honramos a otra persona al punto de priorizarla por sobre nuestro bienestar y seguridad interna, realizando sacrificios ineficaces, estamos estableciendo una relación tóxica

Si el vínculo con la otra persona nos hace sentir evidentemente mal y nos impide que desarrollemos nuestro máximo potencial, nos sentiremos frustrados, enojados, iracundos e insatisfechos con nosotros/as mismos/as, porque implica relegar nuestros deseos (que son legítimos) y complacer los deseos del otro/a .El límite implica un manejo consciente de la tolerancia; tolerar, NO es permitir, tapar, ocultar o justificar. El límite consta en nuestro propio cuidado en el modo de relacionarnos; priorizándolo, lograremos salir de las relaciones tóxicas o formas irracionales de vincularse.

Amarse a sí mismo/a con equilibrio es la clave hacia una vida emocional sana y placentera en las interrelaciones, es NO PERMITIR que otra persona alguna interfiera en actividades o áreas psico-emocionales de nuestra vida, en nuestra forma particular de sentir, pensar; es entender que es posible desarrollarse en lo que uno genuina y legítimamente desea. Así crearemos y disfrutaremos de vínculos sanos con otras personas. No hay por qué dejar de lado las propias expectativas, ilusiones, deseos y sueños por intentar complacer las expectativas de otra persona y sostener una situación que realmente resulta insostenible. Si lo hacemos, lo único que lograremos es comprometer nuestra integridad y equilibrio psicológico-emocional, nuestra salud, el debido respeto que nos merecemos como seres valiosos que somos y el derecho legítimo a ser plenamente felices.

Si estás sumergido/a en una situación de este tipo, puedes salir cuando tú lo decidas, cuando elijas libremente hacerlo, usando tu capacidad y potencialidad interna; podrás ponerle fin a tu sufrimiento y lograrás abrir nuevas puertas a una realidad diferente, a un futuro lleno de metas, objetivos y proyectos positivos, con confianza, optimismo y obtendrás buenos tratos en tus vínculos futuros.

Si percibes que se ha generado una relación tóxica con alguna persona, es porque tal vez no le hayas puesto fin aún a tus miedos internos, a los temores que te generan una dependencia: a alguna pérdida de trabajo o de pareja, de amistad, con los padres (dependencias económica-psicológica-emocional). Aún crees que no puedes valerte por ti mismo/a en ninguna de éstas áreas.Tienes la capacidad de decidir cambiar los términos de tus vínculos tóxicos en el momento que estés preparado/a para hacerlo, tómate tu tiempo para discernir y elegir correctamente, siempre tenemos la posibilidad y la oportunidad de realizar el cambio.

Puedes disociarte del rol que te apropiaste en el vínculo: el de salvador/a, el de maltratado/a, el/la que todo lo permite y aguanta, el de perdedor/a, sumiso/a, necesario/a; si lo haces, la otra persona inconscientemente cambiará la forma y los modos de tratarte, ya que no encontrará la misma devolución que conocía y recibía de tu parte. Recuerda esto: para que haya una persona en rol de victimario debe existir su contrario, alguien que se adjudique y asuma el rol de víctima. Si uno de los dos roles opuestos desaparece, el que queda pierde fuerza y cambia la postura, este cambio de roles y de conductas en las maneras de relacionarse, removerá y quitará el poder de control que la otra persona tiene sobre ti.

Al desintegrarse los roles contrarios lograrás hacer una síntesis superadora en tu vida a nivel personal, que te llevará al cambio inminente y podrás hacer una nueva proyección futura. Quizás no te resulte fácil controlar tus emociones o sentimientos, tal vez te resulte difícil reconocer tus creencias…pero recuerda que SÍ puedes elegir lo que quieres hacer por ti y que es lo que no quieres hacer por ellos. 

Eres libre para decidir y elegir la clase de personas que te rodearán cada día de tu vida, eres libre para elegir que tipo de relaciones te unirán a ellas. Sólo tú puedes elegir tus vínculos y tener presente tu propio cuidado, tu integridad y la satisfacción en tu propia construcción de crecimiento emocional interrelacional.

QUE TENGAS

UN BUEN DÍA