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Vínculos Afectivos. Formación, Desarrollo Y Pérdida. J. Bowlby. J.Bowlby Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida Ana Rebollo Fidalgo Son 7 conferencias. Desde el año 1956 hasta el año 1976. Las dos primeras están dedicadas al psicoanálisis y a la etología. Las otras cinco contienen, de forma resumida, toda su teoría del apego. Primera conferencia (1956). Psicoanálisis y cuidado al niño Hasta Freud no se investigó de manera científica la lactancia y la primera infancia. Exploró la conexión que hay entre los sucesos ocurridos en este periodo y la estructura de la posterior personalidad, y concluyó que era de vital importancia una relación estable y permanente con una madre amorosa (o sustituto) durante esta época. La ambivalencia y su regulación. El ser humano vive como un conflicto su tendencia natural a enfrentarse a la persona que ama y desear herirla. A encolerizarse y odiar a las personas que más quiere. Es natural pues que el niño, en sus primeros años, sienta ira y odio hacia sus padres y hermanos, a la vez que apego y amor. Y ha de desarrollar

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Vínculos Afectivos. Formación, Desarrollo Y Pérdida. J. Bowlby.

J.Bowlby

Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida

Ana Rebollo Fidalgo

Son 7 conferencias. Desde el año 1956 hasta el año 1976. Las dos primeras están dedicadas al psicoanálisis y a la etología. Las otras cinco contienen, de forma resumida, toda su teoría del apego.

Primera conferencia (1956). Psicoanálisis y cuidado al niño

Hasta Freud no se investigó de manera científica la lactancia y la primera infancia. Exploró la conexión que hay entre los sucesos ocurridos en este periodo y la estructura de la posterior personalidad, y concluyó que era de vital importancia una relación estable y permanente con una madre amorosa (o sustituto) durante esta época.

La ambivalencia y su regulación. El ser humano vive como un conflicto su tendencia natural a enfrentarse a la persona que ama y desear herirla. A encolerizarse y odiar a las personas que más quiere. Es natural pues que el niño, en sus primeros años, sienta ira y odio hacia sus padres y hermanos, a la vez que apego y amor. Y ha de desarrollar una capacidad para regular dicho conflicto de una manera madura y constructiva. Como dice Winnicott, es esencial que el niño desarrolle una sana capacidad para experimentar miedo y sentimiento de culpa (como parte del precio que pagamos por nuestro privilegio de ser humanos). Es importante destacar que el conflicto no es en sí algo patológico. Vivir entre contradicciones es el estado normal de todas las cosas. Cuando el sujeto está psíquicamente enfermo es cuando no puede regular satisfactoriamente esas pulsiones contradictorias. Así pues son el miedo y el sentimiento de culpa (procedentes de dicho conflicto) los que subyacen a muchas enfermedades psíquicas. Hay dos consecuencias posibles de este conflicto: a) Que el niño siga un proceso favorable hacia la regulación de su ambivalencia. Será consciente de la existencia dentro de si mismo de impulsos

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contradictorios, y podrá aprender a dirigirlos, controlarlos, siendo soportables las ansiedades y culpas que se generan. b) Que el niño se sienta incapaz de controlar adecuadamente dichos impulsos, sintiendo una ansiedad aguda respecto a las personas a las que ama, y viva con un profundo miedo al castigo. Cuando esto ocurre, la personalidad recurre a maniobras que crean más dificultades de las que resuelven: la agresividad como método de defensa; o que el sentimiento de culpa y odio lleven a una exigencia cada vez mayor de seguridad y manifestaciones de amor (siendo un círculo vicioso, pues al no ser satisfechas las demandas se originará más odio y más sentimiento de culpa).

Mecanismos de defensa y de evasión…son ineficaces. Debido a la falta de confianza en su capacidad para controlar los impulsos contradictorios y enfrentarse al conflicto, el niño recurre involuntariamente a estos mecanismos que incluyen, la represión del odio o del amor, o de ambos a la vez. Estos mecanismos son pues: represión, racionalización, desplazamiento, proyección, hipercompensación… Condiciones (ambientes, crianzas) que favorecen o retrasan el desarrollo de la capacidad de regular este conflicto. INTENSIDAD. Por un lado tenemos el impulso de obtener un apego seguro. Por el otro el de dañar a la persona amada. Cuando más intenso sean estos impulsos, más difícil será regular el conflicto. Intensidad: factor importante que va a distinguir a la mente neurótica de las mentes de la mayoría de los niños. Así pues, hemos de atender al niño de manera que ninguno de los dos impulsos se hagan demasiado intensos. POR SEPARACIÓN MADRE-HIJO. Ante todo destacar la idea de que la sociedad no está preparada para ayudar a la mujer que es a la vez madre y que desarrolla una carrera laboral-profesional. Por lo que es de enorme dificultad la conciliación. Cuando se separa al niño pequeño de su madre con la que ya ha creado una relación emocional, se produce una intensificación del conflicto de ambivalencia: intensa ansiedad y agitación al separarse, enorme desesperación al reencontrarse, aferrándose a ella, siguiéndola a todas partes. Rechazo y evitación de su madre cuando la vuelve a ver. Reclamo y demanda posterior excesiva… VERGÜENZA Y MIEDO. Nada favorece más al niño que ayudarle a expresar con libertad sus sentimientos de odio, de celos…Los padres, al soportar descargas emocionales de sus hijos, les están transmitiendo que no les asusta su odio y que tienen confianza en que podrá ser controlado por ellos mismos. Pero otras veces los padres creen que deben inculcarles que el odio y los celos son malos y peligrosos, y pueden intentar hacerlo por medio de dos maneras: -Método del miedo. Mediante la expresión violenta de desaprobación (castigos, etc). Crea niños rebeldes y en extremo, delincuentes. -Método de la vergüenza. Mediante la explotación más sutil del sentimiento de culpa: mostrándole lo ingrato que es, el gran dolor que está causando a sus sacrificados padres, etc. Tiende a crear sujetos neuróticos cargados de ansiedades y culpas. Ambos métodos conducen a la infelicidad del niño: se siente temeroso, culpable, reprime sus sentimientos…por lo que le será más difícil aprender a

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controlarlos. Entonces, ¿qué significa todo esto? ¿Qué no hay que dejar nunca que los niños se frustren y dejarles hacer lo que les apetezca? No. Lo que ocurre es que hay frustraciones que realmente importan (las relativas a la necesidad que tiene el niño de amor y cuidado parentales) y otras que importan poco. Así, el arte de ser un buen padre-madre consiste en tener la habilidad para reconocer aquellas frustraciones que deben evitarse de las que son inevitables. Técnicas de intervención de los padres y educadores. Las intervenciones han de ser firmes pero serenas, tranquilas, apaciguadoras y cariñosas. Esta técnica evita la provocación de rabietas y rencor, le proporciona un eficaz modelo de regulación de sus conflictos. Le muestra que la violencia, celos y ansiedad pueden ser dominados mediante medios pacíficos. El castigo, por el contrario, es innecesario. Puede crear males mayores de los que pretende corregir, como aumentar la intensidad del odio y ansiedad.

Problemas emocionales de los padres. Muchas de las dificultades de los padres en la crianza proceden de su incapacidad para regular su propia ambivalencia. Los sentimientos que aparecen en nosotros cuando nos convertimos en padres tienen mucho en común con los que nos generaban, cuando éramos niños, nuestros padres y hermanos. Cuando ocurre esto, los padres se ven movidos por fuerzas potentes y se sienten incapaces de ser tan tolerantes, pacientes y cariñosos como desearían. Así pues, una causa principal de sus errores consiste en que los sentimientos que tienen hacia sus hijos están alterados por conflictos inconscientes que proceden de su propia niñez.

Para terminar, concluir que Bowlby es firme defensor de la idea de que las situaciones reales que vive un lactante o niño pequeño son de capital importancia para su desarrollo, pero no quiere dar la impresión de tenerlo todo “controlado”. No dice tener la llave para hacer que ningún niño se desarrolle con trastornos emocionales. Pero es optimista, y cree que hay ya muchos conocimientos, y que si se aplicaran adecuadamente (cosa difícil debido a que no hay personal bien preparado) habría un gran aumento de la felicidad humana y una gran reducción de enfermedades de origen psíquico.

Segunda conferencia (1957). Un enfoque etológico de la investigación del desarrollo infantil. El tema de la naturaleza del niño y el desarrollo de sus relaciones con otras personas se ha estudiado desde dos perspectivas igualmente valiosas, pero con escaso éxito a la hora de aunarlas: enfoque psicoanalítico (clínico) y el de la teoría del aprendizaje (científico). Dilema: ¿cómo podemos someter al psicoanálisis a una mayor disciplina científica sin sacrificar sus contribuciones, que son únicas? Y fue preocupado por este dilema cuando Bowlby llegó a conocer la obra de los etólogos. Lo siguiente está sacado de diversas fuentes de internet, debido a que estuve buscando información, ya que no me aclaraba mucho con esta segunda conferencia: Etología: ciencia que estudia el comportamiento de los animales (y por lo tanto también el de los hombres, comparándolos). Objetos de estudio: conducta,

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instinto, lo innato y lo aprendido, desarrollo del comportamiento, agresividad, apareamiento, vida social, impronta… Bowlby no quiso separarse del método científico y recibió la influencia de Harlow, con el que coincidió en algunas conferencias, y la de la etología de K. Lorenz. Estuvo trabajando con niños sin hogar y con niños con problemas antisociales. Harlow: trabajó con los primates. Los pequeños primates, en separación parcial y total con su madre, emitían gritos agudos, corrían desorientados x la jaula, y sus madres aullaban y amenazaban al experimentador. Mientras duraba la separación, los pequeños mostraban escaso interés por jugar e interactuar con otros primates. Al reencontrarse con ella, se aferraban a su figura más intensamente que antes de la separación. En otras investigaciones en las que había un aislamiento social total durante 3 meses, se observó el devastador efecto: retraimiento extremo, depresión, muerte por inanición. Lorenz (aprendizaje programado o impronta). Descubrió que patos y gansos, inmediatamente después de su salida del cascarón, siguen a cualquier objeto en movimiento tal como si fuera su madre, siempre que dicho objeto sea el primero que observan y que no hayan pasado más de 30 horas después de nacer. Es un comportamiento de vital importancia para lograr sobrevivir y pasar a la madurez. Bowlby, integrando la observación clínica de niños institucionalizados junto con estos hallazgos etológicos, pudo llegar a articular la teoría del apego. Vuelvo con el libro: Relación del psicoanálisis con la etología. El psicoanálisis explora una región adyacente y complementaria a la etología, ya que se ocupa del hombre como animal que utiliza símbolos, con la enorme capacidad del hombre de aprender. Pero en cuanto a las respuestas instintivas del hombre (también estudiadas por el psicoanálisis) coinciden ambas disciplinas totalmente. Bowlby describe las experiencias en el estudio de dos características del comportamiento social de los lactantes: su sonrisa (que aparece entre las 7 y las 16 semanas), y su tendencia de apegarse a su figura materna familiar (a partir aproximadamente de los 6 meses).

Tercera conferencia (1961). El duelo en la infancia y sus implicaciones para la psiquiatría. El recién nacido va aprendiendo poco a poco a diferenciar una figura determinada (generalmente la de su madre), y va desarrollando una intensa tendencia a estar en su compañía. Después de los 6 meses muestra ya su total preferencia hacia esta figura. Así, a partir de este momento y hasta los 3 años cumplidos, estará estrechamente vinculado a su figura materna (y por ello contento en su compañía y disgustado en su ausencia). Tras su tercer cumpleaños su comportamiento de apego es provocado menos rápidamente que antes (pero simplemente en menor grado). También, a partir de un año de edad pueden adquirir importancia otras figuras de apego (padre, abuela). Así su apego no estará limitado a una sola figura (aunque habitualmente haya una preferencia marcada hacia la madre). Lo que desarrolla y analiza Bowlby en esta conferencia son las consecuencias para el lactante, niño, y posterior adulto de la pérdida de la figura materna durante el período comprendido entre los 6 meses y los 6 años de edad. Son una minoría de niños los que sufren una privación materna, y las

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experiencias pueden ser variadas: por abandono de la madre, fallecimiento, hospitalización, o ingreso del niño en alguna guardería-residencia. El niño mostrará, por lo general, una secuencia predecible de comportamientos. En dicha secuencia es frecuente que el niño tenga rabietas y episodios de comportamiento destructivo (que pueden ser de una violencia inquietante). Las fases del duelo infantil son: -Protesta. Al principio el niño llora (ansiedad) y se muestra furioso, solicitando el regreso de su madre. Tiene esperanza en que vaya a volver. Ira como respuesta a la pérdida. Impulsos de recuperarla y de (posteriormente) regañarla. -Desesperación. Se tranquiliza (aparentemente) pero sigue anhelando que vuelva. Sus esperanzas se marchitan. Esperanza-desesperación-esperanza…se suelen alternar ambas fases. Desorganización. -Apartamiento (desapego). Finalmente el niño parece olvidar a su madre. Cuando ésta vuelve (en caso de que el niño esté internado en una institución) muestra desinterés e incluso parecer que no la reconoce. El desapego va seguido de una reorganización (que puede ser de distinta naturaleza, según el caso). Su comportamiento, ya en casa, suele ser apático, un tiempo. Cuando cede dicho estado, comienza una intensa ambivalencia de sus sentimientos hacia su madre. El niño ahora no quiere separarse de ella ni un momento (gran exigencia), mostrando una intensa ansiedad y rabia si esto ocurre (airados reproches). Cuando las separaciones han sido muy largas (más de 6 meses) o repetidas, existe el riesgo de que siga apartado afectivamente de sus padres de un modo continuado (desapego), y no recupere jamás su cariño hacia ellos. Así, las respuestas de los niños pequeños en estos períodos de duelo son como las de los adultos. Hay solo dos diferencias: que en el niño la escala de tiempo está algo abreviada, y que en la infancia los procesos que conducen al desapego tienden a desarrollarse prematuramente (sobre todo cuando coinciden con una intensa tristeza y no la exteriorizan sino que la enmascaran).

¿De qué modo se distingue el duelo patológico de un duelo sano? Una de las características más importantes del duelo patológico es la incapacidad para expresar libremente la necesidad de recuperar y regañar a la persona perdida (con todo el anhelo por su retorno y toda la ira contra ella que esto supone). Así, en lugar de poder ser abiertamente expresados, con toda la ambivalencia afectiva que esto supone, han sido escindidas y reprimidas. Ahí, estas necesidades prosiguen dentro de la personalidad, influyendo sobre los sentimientos y sobre el comportamiento, o sea, sobre el desarrollo de su personalidad. Procesos defensivos que siguen a la pérdida de la figura materna durante la infancia: fijación, represión y escisión del ego. El niño permanece inconscientemente fijado a su madre perdida, y su deseo de recuperarla, de hacerle reproches, etc, se reprimen. La escisión se relaciona con la represión y puede reemplazarla: una parte de la personalidad reconoce su irremediable pérdida, y otra parte, secreta y consciente, niega que la persona esté realmente perdida. Todos estos mecanismos de defensa dan lugar a enfermedades psiquiátricas. El que estos procesos defensivos comiencen prematuramente durante el proceso de duelo (en vez de retardarse y dar tiempo a la persona a expresar reiteradamente su frustración…y que luego poco a poco se vaya

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extinguiendo), suele suceder con mayor frecuencia durante la infancia. Debido a esto, el que haya una pérdida durante la infancia hace que haya más posibilidades de que se den lugar a procesos patológicos: desarrollo defectuoso de la personalidad y propensión a enfermedad mental.

Cuarta conferencia (1967). Efectos de la ruptura de un vínculo afectivo sobre el comportamiento. Vínculo afectivo: atracción que un individuo siente por otro individuo. Formación del vínculo: enamorarse. Mantenimiento del vínculo: amar a alguien. Pérdida del vínculo: pena, pesadumbre. Amenaza de pérdida provoca ansiedad. Tanto la amenaza como la pérdida efectiva pueden provocar ira. El mantenimiento firme de un vínculo es una fuente de seguridad, y su renovación genera alegría. Se han observado consecuencias a elevadas incidencias de rupturas de vínculos afectivos en la infancia. Estas son: dos síndromes psiquiátricos y dos clases de síntomas asociados a ellos. -Personalidad psicopático o sociopática (con el síntoma asociado de delincuencia persistente). Personalidad que incurre en crímenes contra la sociedad, contra la familia o contra sí mismo. -Depresión (con el síntoma asociado de suicidio).

Estas personas tienen trastornada (o incluso es ausente) su capacidad para establecer y mantener vínculos afectivos. Cuando nos referimos a rupturas de vínculos afectivos en la infancia, nos referimos a fallecimientos, divorcios o separaciones de los padres, paso del niño de un hogar a otro, hijos ilegítimos, etc…

Quinta conferencia (1968). Separación y pérdida dentro de la familia. Descripción de la pena y el duelo en la vida adulta (y posteriormente veremos lo que ocurre en la infancia). Hay un patrón general básico, aún cuando puede variar la duración de cada fase y la intensidad de la pena de una persona a otra. Actualmente se reconoce una fase más a las tres mencionadas más arriba: 1) Fase de embotamiento. Dura entre algunas horas y una semana. Puede haber intercaladas descargas de aflicción o ansiedad intensas. 2) Fase de anhelo y búsqueda. Implican los componentes del llanto y la ira. Puede durar entre varios meses y años. 3) Fase de desorganización y desesperación. 4) Fase de un grado mayor o menor de reorganización. Asimismo, se ha observado también que cuanto más joven es una mujer al enviudar, tanto más intenso es su duelo y tanto más probable sea que su salud esté alterada al cabo de un año. ¿Y en la infancia? Los niños de corta edad sienten gran aflicción, tristeza que se prolonga mucho más de lo que se creía (al menos varias semanas llorando o indicando su pena por la separación y esperando el retorno del ser querido). Usaremos el término de AFLICCIÓN para referirnos al duelo de niños lactantes y pequeños. Asimilar plenamente la muerte de un ser querido y su imposibilidad de retorno es enormemente difícil. Y si ya lo es para un adulto, tanto más lo será para un

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niño. Una respuesta habitual en la infancia y adolescencia es la negación, encubierta o no, de que la pérdida fuese definitiva. Sumando esta negación a la esperanza de su retorno. Cuando con el paso del tiempo y ayuda psicoanalítica estos niños se fueron dando cuenta de que el ser querido no iba a regresar, la respuesta fue de pánico e ira. Así pues, aunque hay diferencias, también hay semejanzas entre cómo responden a la pérdida de un ser querido el niño y el adulto. Otra semejanza es que ambos precisan la ayuda de otra persona en la que confíen para recuperarse de la pérdida del ser querido, un sustituto al cual pueda sentirse apegado de un modo gradual. Solo así puede esperarse que el niño acepte la pérdida como algo irremediable y que consiga reorganizar su vida interior de acuerdo con esta realidad. ¿Cómo podemos, pues, ayudar mejor a una persona que está atravesando un duelo? Para que un duelo alcance una solución favorable es necesario que la persona exprese (antes o después) sus sentimientos. Es esencial que el acompañante vea las cosas desde el punto de vista del que ha sufrido la pérdida, que respete sus sentimientos, que no intente cambiarlos ni le quiera hacer ver la realidad tal y como ahora es (no ser un “representante de la realidad”), llegando a decirle lo que tiene que hacer y sentir en el presente. Es ser más bien un compañero con el que pueda conversar y examinar sus esperanzas y deseos, las nostalgias, reproches y desilusiones que le atormentan. Apoyarle en las expresiones de ira y dolor, y que encuentre un interlocutor con el que hablar del pasado y de su esposo fallecido (o esposa). La facilidad o dificultad de las personas para expresar la pena que sienten dependerá de la familia en la que se han criado. Si el comportamiento de apego del niño ha sido escasamente comprendido y respetado, y si se veía como algo a superar lo antes posible en su desarrollo, el niño entonces tenderá a sofocar sus sentimientos en el sufrimiento de una pérdida. Evitar el duelo es, pues, una importante variante patológica de la pesadumbre. Aunque hay adultos que no muestran signos de inhibir sus emociones, que buscan ayuda psiquiatrita, etc…pero que parecen “encallados” en la tristeza y el duelo no parece evolucionar. Parece que son incapaces de superar su pena. Se llama “síndrome de pesadumbre crónica”. En el caso de los adultos que enviudan, parece que hay tres características asociadas a este síndrome: cuando el apego era extremadamente intenso, cuando el paciente no mantiene relación estrecha con otro miembro de la familia, y cuando las relaciones conyugales fueron ambivalentes (quizá por haber sido algo posesivas). Su tratamiento es difícil, pues parecen saborear el rememorar el drama de la pérdida sufrida. La ayuda consistirá en llevarle por el camino del restablecimiento del interés por el mundo.

Sexta conferencia (1970). Confianza en si mismo y algunas condiciones que la fomentan. Concepto de base segura. Una o más personas que están para ayudar al individuo cuando surgen dificultades. Tanto si el individuo es niño o adulto, teniendo esta base segura será más feliz y podrá desarrollar mejor sus capacidades. La persona que configura la base segura es la persona en la que confía, en la que tiene apego, y es desde la cual el individuo “opera”

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(alejándose y volviendo a ella). El funcionamiento sano de la personalidad refleja la capacidad del individuo para reconocer, a lo largo de su vida, figuras adecuadas y dispuestas a proporcionarle una base segura, a la vez que su capacidad para colaborar con ellas en relaciones mutuamente gratificantes. Estas configuran las condiciones internas del individuo. Las condiciones externas o ambientales se refieren a la presencia o ausencia, parcial o total, de una figura digna de confianza, capaz de proporcionar (y dispuesta a hacerlo) la clase de base segura requerida en cada etapa del ciclo vital. La capacidad o no de adoptar diferentes roles a lo largo de la vida se ve muy bien en la mujer: cuando pasa por el embarazo, parto y maternidad. Una mujer que es capaz de adaptarse con éxito a estos cambios es una mujer apta tanto para expresar deseo de apoyo y ayuda (de su marido, teniendo una firme relación con él, sintiéndose contenta de fiarse del apoyo que él le proporciona) como para apoyar y ayudar a otros (incluyendo a su hijo lactante). Estudios sobre hombres adultos y jóvenes que tienen confianza en sí mismos muestran que han sido criados en familias estrechamente unidas, con padres que al parecer nunca dejaron de proporcionarles apoyo y ánimos. Hogares felices y apacibles en los que los padres comparten responsabilidades e intereses, y donde durante la infancia el niño se siente seguro ante cualquier cosa, bajo la protección de su madre. E identificado también con la figura del padre. Una familia estable a partir de la cual el niño, luego el adolescente y por último el adulto joven va realizando exploraciones del medio, cada vez más amplias. Familias en las que la autonomía es fomentada, pero no se la fuerza. Finalmente, aunque los vínculos con el hogar pueden atenuarse, jamás se rompen. Conclusión: una buena autoconfianza es producto de un lento y libre crecimiento, de la infancia a la madurez, durante el cual y por medio de una interacción con otras personas dignas de confianza y animadoras, una persona aprende cómo combinar la confianza en los demás con la confianza en sí mismo. Resultados de los estudios de Ainsworth: los lactantes, una vez que pueden desplazarse, usan a la madre como base a partir de la cual explorar el entorno. Con condiciones favorables se alejan de ella a explorar, volviendo de cuando en cuando. Y cuando la madre estaba ausente, las excursiones eran menos evidentes o bien cesaban. Así pues, confirmó la hipótesis de que una sólida autoconfianza se desarrolla de forma paralela a la confianza en la madre, la cual le proporciona una base segura a partir de la que explorar el entorno. Problema de la ansiedad de separación. Cuando ésta es excesiva, resulta contraproducente para el desarrollo de la confianza en sí mismo. El miedo y la ansiedad se reducen mucho cuando existe la presencia de un acompañante que inspire confianza. Sin embargo, experiencias de separación o pérdida, o las amenazas de que pueda haberlas (sobre todo cuando son utilizadas por los padres como castigos), pueden socavar la confianza de un niño en los demás y en sí mismo, pudiendo conducir a depresión o ansiedad crónica, soledad no participativa, o independencia desafiante y vacía. Así pues, un fuerte y constante apoyo de los padres, combinado con estimulación de la autonomía del niño y respeto del mismo, proporciona las

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condiciones más óptimas para que el niño pueda desarrollarse mejor.

Séptima conferencia (1976). Formación y pérdida de vínculos afectivos. Resumen de la teoría del apego: modo de concebir la propensión de los seres humanos a establecer sólidos vínculos afectivos con otras personas determinadas, y explicar las múltiples formas de trastorno emocional y alteraciones de la personalidad (ansiedad, ira, depresión o/y apartamiento emocional) que ocasionan la separación involuntaria y/o pérdida de seres queridos. Hasta mediados de los años 50 se suponía que los vínculos entre individuos eran debidos a los impulsos de alimentación y reproducción, llamándose a estos impulsos primarios, mientras que los impulsos de dependencia y otras relaciones personales secundarios. Hasta que con Lorentz (principios de los 50) se ofreció un punto de vista alternativo: en algunas especies de aves observó fuertes vínculos hacia la figura materna durante los primeros días de vida, sin referencia alguna a ningún alimento (solo con estar expuesta a ella y familiarizándose con ella). Y con Harlow (1958), que experimentó con monos Rhesus lactantes, criados con una madre artificial: el monito se asirá a una de estas madres (suaves y cómodas) aunque no sea lo que le proporcione alimento…se le alimenta con un biberón-máquina aparte. Conclusión a la que llegó Bowlby: el comportamiento de apego se concibe como una clase distinta (a los impulsos de nutrición y sexuales) y tiene al menos la misma importancia en la vida del hombre. Y no se trata de “dependencia”, como se decía antes. En este comportamiento no hay nada intrínsecamente pueril o patológico. Ontogenia o formación del vínculo: en los humanos en general se desarrolla durante los primeros 9 meses de vida. Es por medio de los cuidados de la madre como un niño adquiere su principal figura de apego. Este comportamiento permanece activable hasta el tercer año de vida. Posteriormente, si el desarrollo es sano, se va haciendo poco a poco menos fácilmente activable. La ansiedad por separación. La ansiedad debida a una separación forzosa puede ser una reacción perfectamente normal y sana (no tiene por qué ser neurótica). Y esto lo anoto porque en esta época, dice Bowlby, es corriente pensar que si el miedo se manifiesta en otras situaciones diferentes a las que son auténticamente peligrosas, es neurótico. A lo cual no está de acuerdo Bowlby en absoluto. Lo que resulta enigmático es por qué en algunas personas este miedo se manifiesta con mucha intensidad y en otras con mucha menos. Esto nos lleva a cuestiones de etiología (causas) y psicopatología. -Causas o patrones típicos a los que el individuo ha estado expuesto (al menos a uno) de acción parental patógena: a) uno o ambos padres no responden a las necesidades de cuidados del niño (o le rechazan o descuidan totalmente) b) asistencia parental interrumpida, incluyendo períodos en hospital o institución. c) amenazas de los padres que no aman al hijo y que las usan para controlarle.

d) amenazas de abandono de la familia (hacia el otro cónyuge o al hijo). e) amenazas de abandonar o matar al otro o de suicidarse. f) inducir al niño a sentirse culpable atribuyéndole la responsabilidad de la

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enfermedad y/o muerte de alguno de sus padres. -Consecuencias psicopatológicas: distintos patrones de comportamiento. a) Patrón de comportamiento por un apego angustioso. Pueden dar lugar a individuos cargados de sentimientos de culpa y angustiadamente dependientes. Aquí entrarían muchos casos de fobia escolar y de agorafobia. Y de tentativas de suicidio, anorexia nerviosa o hipocondría. También mucha ira del niño hacia sus padres, así como la inhibición de ella. Resentimiento que persiste en el adulto, de manera más o menos inconsciente, con el consecuente riesgo de que lo dirija hacia el cónyuge o hijo (pues cada uno de nosotros puede dar a los demás lo que a él le dieron). b) Patrón opuesto: de autoconfianza compulsiva. Mantiene una actitud de persona “dura”. Tienden a hundirse en situaciones de stress y a presentar síntomas psicosomáticos o depresión. Las causas son muy parecidas a las del patrón a), pero son sujetos que han reaccionado de manera diferente, inhibiendo el sentimiento de apego, y burlándose de cualquier deseo de relaciones estrechas con cualquiera que le proporcionara amor y cuidados. En el fondo son profundamente desconfiados y les asusta tener que fiarse de alguien (por miedo al dolor de verse rechazados o por no querer verse siendo cuidador del otro). Igual que en el otro patrón, hay mucho resentimiento inconsciente que puede dirigirse contra personas más débiles. Hay también mucho anhelo reprimido de amor y apoyo. c) Relacionado con este último patrón es el de la prestación compulsiva de cuidados. Debido a vivir en la infancia la experiencia de tener una madre que no ha podido hacerse cargo del niño (por depresión o incapacidad), éste aprende que el único vínculo afectivo disponible es un rol en el que ha de hacer de cuidador, y que el único cuidado que puede recibir es el que se de a sí mismo. Consecuentemente, podrá estableces relaciones íntimas, pero en el rol de prestar cuidados, no en el de recibirlos.

¿Cómo puede el psicoterapeuta ayudar a resolver al paciente los problemas que presenta debido a estos patrones de comportamiento? Ha de realizar 4 tareas que tienen relación entre sí (y que en la práctica se han de hacer simultáneamente): a) proporcionar al paciente una base segura desde la que pueda explorarse a sí mismo y las relaciones que tenga y/o haya tenido. Hacerle ver que las decisiones que tome respecto a cómo construir una situación y lo que tiene que hacer, son solamente suyas, y que con nuestra ayuda, creemos que es capaz de decidir por sí mismo. b) Explorar con él situaciones presentes con gente importante para él, viendo los papeles que puede desempeñar en esas situaciones, y analizando sus sentimientos, ideas y actos. c) Llamar su atención hacia formas en las que inconscientemente tiende a construir sus sentimientos y lo que opina de ellas. d) Considerar con él cómo las situaciones en las que se suele colocar, y cómo suele reaccionar, pueden ser comprendidas según la experiencia que tuvo con figuras pasadas de apego (que pueden seguir siéndolas), y viendo cuáles eran las respuestas que de ellas recibía (y que puede seguir recibiendo).