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genioyfigura 16 / El Viejo Topo 325/ febrero 2015 Pasolini en El Decamerón

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artículo sobre Pasolini en la revista El Viejo Topo.

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Page 1: Viejo Topo Pasolini

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16/El Viejo Topo 325/ febrero 2015

Pasolini en El Decamerón

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Pier Paolo Pasolini es una de las figuras más controvertidas,e inquietantes, del mundo cultural de la segunda mitad delpasado siglo. Un poeta, novelista, cineasta, dramaturgo e inte-lectual comprometido, un moralista, un comunista idealista ymilenarista, como él mismo se consideraba. Y un personaje alque, a pesar de que está cobrando renovada actualidad, no escómodo ni fácil aproximarse, pues huye de cualquier clasifica-ción simplista: alterna destellos de lucidez escalofriante y pro-puestas que desconciertan por su escaso realismo o por suimpropiedad. Polemizó con todos los intelectuales de suépoca, desde Moravia a Natalia Ginzburg, pasando por Scias -cia, Calvino, Eco y buena parte de la cúpula del PCI; criticó condureza extrema tanto a la Iglesia como a la Democracia Cris -tiana y a los izquierdistas de Potere Operario o Lotta Con tinua:antifascista, fue, sobre todo, antiburgués, enemigo pasional delnuevo consumismo, del hedonismo de masas, de la toleranciadel nuevo “poder”, del desarrollo y, a fin de cuentas, de la mo -dernidad. Fue, casi, un personaje de otra época, derrotado porsus propias contradicciones y aniquilado físicamente en esaItalia que odiaba y amaba bajo los “años de plomo”. Se hadicho de él que fue el “último intelectual italiano”, un “profeta”,o, según Moravia, en su epitafio, uno de los tres o cuatro poetasque dejaría el siglo XX. Gianluca Maconi, en El caso Pasolini.Crónica de un asesinato (Gallo Nero, 2010), un notable cómicacompañado de información pertinente y precisa, nos ofrece

de él la imagen de una especie de mártir que se inmola preme-ditadamente. Es una exageración, sin duda, y su traumáticamuerte, de hecho, ha supuesto un impedimento para su inter-pretación, pues con frecuencia se han asumido su vida y suobra como una “preparación” para su terrible final. Pero algohay en Pasolini que atrae y deslumbra y, al mismo tiempo, pro-duce cierto rechazo. Si sus películas a menudo no se sabe muybien si son documentos etnográficos, tesis políticas, denunciassociales o intentos de “construir” un realismo crudo y violento,sus artículos de prensa tampoco sabemos, en ocasiones, cómotomarlos. Son, por supuesto, intervenciones de un intelectualen un contexto muy determinado, escritos a propósito de si -tuaciones o hechos concretos, en constante polémica con todoel abanico político de la Italia que denunciaba en busca de otraItalia que, en realidad, nunca había existido, al menos tal y co -mo Pasolini quería presentarla. Mereció muchas acusaciones,algunas infundadas, otras no tanto, e intentó blindarse apelan-do a su naturaleza, a su heretismo, a que no le comprendían, alas cazas de brujas, pero no siempre era así. Sí que se le leía,mas Pasolini no siempre tenía razón. Es lógico. Nadie la tienesiempre, independientemente de que se sea homosexual, infe-liz, vitalista o inteligente. De lo que no cabe duda es que, comodijera Althusser a la muerte de Sartre, Pasolini nunca transigiócon el poder establecido. Y eso tiene un precio.

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Pier Paolo Pasolinicontra la modernidad

s difícil permanecer indiferente ante la obra de Pasolini, ya sea en la pantalla o sobre el papel. Tampoco antesu vida, tan llena de contradicciones, de luces y sombras. Pero lo que es indudable es que fue uno de lospersonajes más notables del siglo pasado, y que su vigencia se extiende hasta el presente.E

por Antonio García Vila

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Nació el 5 de marzo de 1922 en Casarsa, en Bolonia, la “Bo -lonia roja”, y vivió en Belluno, Conegliano, Sacile, Idria, Cre -mona, Reggio Emilia, hasta que de nuevo en el 43 la familia seestablece en Casarsa, la patria chica de su madre, hasta el 49.Los constantes traslados se debían a los sucesivos destinos desu padre, oficial militar, distante, alcohólico, abatido. Su madresería una referencia hasta su muerte, como lo serían Friul yBolonia, los dos “paraísos” de la infancia y adolescencia, los delas primeras poesías, los de la fascinación por su dialecto. En el42 publica su primer libro de versos, Poesie a Casarsa, en el 43es llamado a filas y tras apenas unos días de reclutamientohuye regresando a Casarsa desde Livorno: teme que le persigany teme la muerte. Pronto se encontrará con ella: en el 44 mueresu abuela y, un año después, se produce la masacre de Porzûs.Diecisiete partisanos de la Brigada Osoppo, de orientacióncatólica y socialista, son asesinados entre el 7 y el 18 de febrerode 1945 a manos de otro grupo partisano perteneciente al Par -tido Comunista, vinculados a la Brigada Garibaldi y al IXKorpus, una unidad del ejército de libe-ración yugoslavo. Entre las víctimas seencontraba Guido, el hermano menorde Pasolini. El golpe fue durísimo, perono impidió a Pier Paolo afiliarse pocodespués al partido, con el que siempremantendría unas complejas relacionesde respeto, crítica y nostalgia. Cuando Pasolini tiene 26 años,en una confesión, un niño declara al párroco haber mantenidorelaciones sexuales con el poeta. El cura acude a la sede de laDemocracia Cristiana para, saltándose el secreto de confesión,acusarle. La DC aprovecha el caso paracriticar la corrupción comunista y elPCI toma distancias mostrando suincomodidad: “En el invierno del 49 huícon mi madre a Roma, como en unanovela; el periodo friulano había termi-nado”, asume el autor. En el 50 ya setraslada a Roma, la ciudad de su madurez, la ciudad que reco-rría en busca de ese subproletariado que idealizaba y queamaba, en todos los sentidos: mamá Roma. Doctor en Letras,profesor de Instituto, poeta friulano, Pasolini da, por fin, unpaso más: escribe Ragazzi di vita, su primera novela. Cierta crí-tica dirá, recuerda Roberto Laurenti en En torno a Pasolini(Sedmay, 1976) que se trata de “un caso singular de sinceravocación traumática hacia lo subhumano, que se traduce en lafrialdad inerte de un trabajo etnológico, de un procedimientonarrativo, todo construido y artificial”. Y en par te tienen razón.Ha hallado los tres elementos que configuran la vida sottopro-letaria y sobre ellos girará: “hambre, sexo y dinero”. Sufrió una

denuncia por obscenidad pero también mereció el PremioColombi-Guidotti de 1955, como dos años después Las cenizasde Gramsci, una serie de breves poemas jergo-dialectales, reci-bió el Premio Viareggio de 1957, y en el 59 Una vida violenta, susegunda novela, el Premio Crotone, y el Chianciano, en 1961,por su libro de poemas La religione del mio tempo. No es undesconocido ni se le ningunea. Se reconoce su obra, se le invi-ta a la India para homenajear a Tagore, un escritor al que ape-nas había leído y no apreciaba, circunstancia que aprovechapara escribir El olor de la India, un hermoso libro, pero unlibro, no nos engañemos, de “turista”, y comienza su obra cine-matográfica: Accatone (1961). Es un intelectual, es decir, unburgués, repleto de contradicciones que le atormentan, ena-morado de un subproletariado en el que encuentra cosas queél a menudo pone previamente, un nostálgico y, también, unespectador pavorosamente lúcido de la realidad de su época.Poeta civil, se ha dicho de él que era un antiiilustrado, pero noun reaccionario, aunque a veces parezca más un ilustrado

reaccionario. Influido por la semióticade Peirce y la lingüística de Saussure(Silvestra Mariniello, Pier Paolo Pasolini,Cátedra, 1999), Pasolini, en sus contra-dictorios escritos sobre cine, proyectallevar a cabo una semiología de la reali-dad a par tir del cine; aún más, “desde

hace tiempo tengo la ambición de escribir una Filosofía delcine consistente en la inversión del nominalismo: no ‘nominasunt res’ sino ‘res sunt nomina’ [… ] En suma, la realidad (es -piada por el cine) es un ‘conjunto’ cuya estructura es la estruc-

tura de un lenguaje”. No llegará a tanto,no tendrá tiempo o lo dedicará a inter-venir asiduamente en los medios de co -municación con constantes escritos po -lémicos, con denuncias, cartas y ré pli -cas, los textos que le muestran como unintelectual que no pierde ocasión de to -

mar la palabra para decir lo que piensa. Ese intelectual queahora nos ocupa. A comienzos de los años 40, en plena guerra,publica unos artículos –podemos leer algunos en Demasiadalibertad sexual os convertirá en terroristas (Errata naturae,2014)- sentimentales, poco agresivos, sin carácter, pero que yaapuntan a algunas de sus constantes. Más adelante colaboraráasiduamente con la prensa comunista con sus “Diálogos conPasolini” en Vie Nuove, mas, tras Poesia in forma di rosa (1964),tras la aparición del Grupo 63, Passolini parece algo estancadoliterariamente, dedicado sobre todo al cine, y en el año clave de1968 comienza una nueva serie de colaboraciones que eviden-cian su distanciamiento del PCI. Ahora escribirá para Tempo,

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Supadre, oficial militar, distante,

alcohólico, abatido

Mereciómuchas acusaciones,

algunas infundadas, otras no tanto

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cuyo semanal alcanza gran-des tiradas, en una secciónque titula “El caos”, y subti-tula “Contra el terror”. Lascríticas de los co munistasno tardan y le acusan deconnivencia con la burgue-sía y pronostican que acaba-rá escribiendo en el Co rrieredella Sera, órgano de expre-sión por excelencia burgués,como, en efecto, ha ría. Porello el escritor co mienza sucolaboración, anunciada co -mo la más re levante tras lade Curzio Ma laparte, conuna explicación en la que sedefiende como persona pe -ro aclara su uso cínico delmedio como intelectual. Son tiempos de enormes cambios, loscambios que Pa solini denunciará y criticará con obsesiva reite-ración y que preludian los textos “corsarios” de los años 70:contra la “homologación”, contra la burguesía, contra el consu-mismo, contra la ma sificación, contra el desa rrollo… En reali-dad los te mas serán siempre los mismos y, en verdad, los argu-mentos también, solo que Pasolini va desesperanzándose cadavez más, se siente más solo, le disgusta más lo que ve, cree quenadie le comprende y arremete con más virulencia. En claus -trado en un edipismo que Moravia le reprocha y él acepta,preso de sus propias arbitrariedades o gustos, desprecia lasociología, esa ciencia, cómo no, burguesa, y se queja, sin em -bargo, si se alude a su vida: defiende su integridad, su incons-ciente, es un “feto adulto”, “una fuerza del pasado”, y, sin em -bargo, exige racionalidad, ante todo racionalidad, del mismomodo que clama por los derechos civiles al tiempo que miracon malos ojos el divorcio o, como veremos, se escandalizaante la legislación del aborto despreciando el feminismo. Acu -de con su Alfa Romeo 2000 a los suburbios romanos en buscade chavales con los que mantener relaciones sexuales a cambiode un regalo, esos chicos auténticos, “alegres”, distintos, que leexcitan, pero se echa las manos a la cabeza y despotrica contrala tolerancia porque observa por las calles de la ciudad a chicas“disponibles” para cualquiera. Y no se refiere a prostitutas ado-lescentes, como el lector podría suponer, sino a jóvenes quePasolini, obsesionado con la castidad femenina, interpreta queestán dispuestas a gozar con quien les parezca oportuno: ¡unabarbaridad, el final de un mundo, una revolución antropológi-ca asociada a la funesta manía de los jóvenes de dejarse crecer

el pelo! Y es que “Demasiada libertad sexual os convertirá enterroristas”, el artículo publicado en Tempo el 16 de julio de1972 y que Errata naturae ha escogido como gancho de suantología, no es un título irónico ni provocativo: es un resumen

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El evangelio según San Mateo

Ana Magnani en Mamma Roma

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de lo que, en efecto, Pasolini piensa y desarrolla en un artículoque acaba con la neurosis y ¡Ulrike Meinhof! No es una broma:Pasolini nunca bromea. Es un trágico, como señala PietroBarcellona en “Todos estamos en peligro”, su contribución aVisiones de Pasolini (Círculo de Lectores, 2006).

* * *

Sería absurdo negarle a Pasolini la lucidez de haber visto loque casi nadie en su momento atisbaba, de anticipar un futuro

que hoy, en buena medida, espresente, pero tampoco se lepue de, sin más, dar la razón.An clado en la cultura de la re -sistencia antifascista, percibecon pavor cómo el viejo fascis-mo ha devenido un nuevo mo -delo mucho más pregnante,más profundo y difícil de com-batir, pero, sencillamente, nose pue de volver atrás. Cri tica,lógicamente, el estalinismo pe -ro mira con complaciencia elretorno al campo de la revolu-ción cultural china; ha leído aMarx, pero no ha hecho casode sus advertencias frente allumpemproletariado ni su crí-tica del “idiotismo ruralista”.Los viejos fascistas, la anquilo-sada Iglesia que le apoyó, eranfáciles de identificar: se estabaen contra. Ahora las cosas sonmás complejas, el poeta no dis-tingue “físicamente” a los neo-fascistas de los demócratas, elVaticano ha tirado la toalla y searrastra a rebufo de los podero-sos: Pasolini ya no en cuentra nisiquiera las caras que le gustan.Es un luterano que escribe car-tas, un corsario que advierte,sin embargo, contra el caos, unrevolucionario de no se sabemuy bien qué revolución. Esuna contradicción que irradiafuerza. Una de sus célebres polémi-

cas atañe al aborto, un asunto complejo que con frecuencianubla la razón y que en España sigue dando guerra. Pasolinitiene el “deber” de intervenir y el derecho de pensar a contra-corriente de lo que se supone la izquierda habría de defender,pero su alegato hace aguas víctima de sus permanentes con-tradicciones que, en ocasiones, llegan a cancelar sus mismaspropuestas. El 19 de enero de 1975 aparece en Corriere dellaSera “Estoy en contra del aborto”, recogido en sus Escritos cor-sarios (Monte Avila, 1978) como “El coito, el aborto, la falsatolerancia del poder, el conformismo de los progresistas”. Ahí

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Salo

El Decamerón

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es nada. Están a debate los ocho referéndums propuestos porel Partido Radical, y ahí aparece el aborto. Comienza Pasoliniafirmando la sacralidad de la vida. De acuerdo. A continua-ción acusa a los radicales y a “todos los abortistas democráti-cos más puros y rigurosos” de referirse a la Realpolitik y, porlo tanto, recurrir “a la prevaricación ‘cínica’ de las situacionesde hecho y del buen sentido”. Y, en seguida, empieza a desba-rrar: “El aborto legalizado, es en efecto –acerca de eso no cabeduda– una enorme comodidad para la mayoría. Sobre todoporque haría más fácil el coito –el acoplamiento heterose-xual– para el cual no habría prácticamente más obstáculos.Pero esta libertad del coito de la ‘pareja’ tal como es concebi-da por la mayoría –esa maravillosa discrecionalidad en lo quele concierne– ¿por quién ha sido tácitamente querida, tácita-mente promulgada y tácitamente introducida, de manera yairreversible en los hábitos? Por el poder del consumo, delnuevo fascismo”. A continuación seremite a la eutanasia, a la ecología y,so bre todo, al coito, a la heterosexuali-dad, evidentemente, a la culpa y a laconciencia, para concluir de formapasmosa: “Finalmente: muchos –priva-dos de la viril y racional capacidad decomprensión– acusarán esta interven-ción mía de ser personal, particular, minoritaria. ¿Y bien?”Alberto Moravia fue uno de esos individuos poco viriles yracionales, incapaces de comprender, que le replicaron, y el30 del mismo mes Pasolini contesta a las críticas de su amigoprimero dándole la razón: admite su“traumática” sexofobia, su defensa de lavirginidad y la castidad de la mujer, pe -ro, resulta que, a pesar de la conclusiónde su primera intervención, eso notiene nada que ver con sus razonamien-tos, son una especie de golpes bajos,per sonales, y vuelve a apelar a sus temas de siempre, sin aña-dir ningún argumento sólido. Se pueden aportar razones depeso para discutir sobre el aborto, como las que presentaPeter Singer, por ejemplo, pero lo que Pasolini hace es algodistinto. Como le ocurre en su diatriba “contra el pelo largo” yen otras tantas ocasiones, Pasolini parte de una aversión per-sonal o de un deseo y trama un discurso ideológico-pasionalque, a la postre, se distancia enormemente del punto de par-tida, derivando profecías o valoraciones que pueden seracertadas o no, pero que no se desprenden del dato inicial.Franco Cassano, en su contribución al ya citado libro Visionesde Pasolini, lo resume así con acierto: “el oxímoron de unavida”. De una vida trágica, como apuntábamos. Le acompaña

el escándalo, de los bienpensantes y de los izquierdistas: unasveces la Iglesia le apoya y otras le rechaza, en el 68 defiende ala policía de esos jóvenes burgueses, hijos de burgueses, quecombaten; siente nostalgia de otra época, de otro mundo, y elque se avecina le aniquila. No es de extrañar que su últimapelícula sea un auténtico vómito en el que arroja toda la crí-tica visceral y racional que alberga. Su Saló no es solo la críti-ca de un fascismo ya pasado, pues Pasolini siempre intentóalertar de que ese ya no era el enemigo, que ahora el fascismoera otro, como intentó desligar, sin conseguir aclararlo deltodo, desarrollo y progreso, sino, como aclara Eduardo Su -birats en Proceso a la civilización (Montesinos, 2011), la de -nuncia de “una humanidad que se devora a sí misma”, y desus idiotizados espectadores: nosotros. Todos estamos enpeligro. “Pasolini crítico de la modernidad, de la homologa-ción, del fascismo como embrutecimiento y pasividad de la

‘masa’, como culto de la violencia sinobjeto, como conformismo gregario decuartel; crítico del presente en nombrede un pasado heroico de ‘pecadoresino centes’ como los campesinos y losnuevos proletarios de las barriadas. Pa -solini antiilustrado pero no reacciona-rio, con su afanosa búsqueda de la

fuer za de las pasiones y la inteligencia de los débiles y losmarginados. Pasolini inquisidor de la Democracia Cristiana,pero distante del Partido Comunista Italiano y de sus tácticas,redescubridor de lo sagrado como ‘lugar’ de lo originario de la

existencia y de la polis. Pasolini testigode un cambio antropológico que nosafecta a todos”, resume Pietro Bar ce -llona. Quizás iba para santo y quedó en

casi mártir. Las imágenes de su cadá-ver son estremecedoras. El ensaña-

miento de su asesinato, la brutalidad de los golpes, su inten-to de huida, el coche que atropella su cuerpo aún con vida, lasintrigas, los rumores, los datos contradictorios de un casocerrado pero abierto en la conciencia de muchos, rubricanuna vida y una obra siempre al límite, contradictoria, atípica,insatisfecha y hambrienta. Ninetto Davoli, uno de sus actoresfetiche, incrédulo por la estupefacción de los periodistas, trasel brutal asesinato declaró ingenuo: “¿Por qué asombrarse?,en Roma se mata”. Era cierto, en Roma se mata, y la noche del1 al 2 de noviembre de 1975, en la ribera de Ostia, habíanmatado a Pasolini. “Todos estamos en peligro”, constataba enla entrevista que, unas horas antes, había concedido a FurioColombo. Da miedo �

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Ante Moravia admite su “traumática”

sexofobia, su defensa de la virginidad

y la castidad de la mujer

Quizásiba para santo y quedó en

casi mártir

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