vicente aleixandre y otros

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Vicente Aleixandre Sin Fe Tienes ojos oscuros. Brillos allí que oscuridad prometen. Ah, cuán cierta es tu noche, cuán incierta mi duda. Miro al fondo la luz, y creo a solas. A solas pues que existes. Existir es vivir con ciencia a ciegas. Pues oscura te acercas y en mis ojos más luces siéntense sin mirar que en ellos brillen. No brillan, pues supieron. Saber es alentar con los ojos abiertos. ¿Dudar...? Quien duda existe. Sólo morir es ciencia Unamuno La oración del ateo Oye mi ruego Tú, Dios que no existes, y en tu nada recoge estas mis quejas, Tú que a los pobres hombres nunca dejas sin consuelo de engaño. No resistes a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes. Cuando Tú de mi mente más te alejas, más recuerdo las plácidas consejas con que mi ama endulzóme noches tristes. ¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande que no eres sino Idea; es muy angosta la realidad por mucho que se expande para abarcarte. Sufro yo a tu costa, Dios no existente, pues si Tú

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Vicente Aleixandre

Sin Fe

Tienes ojos oscuros.Brillos all que oscuridad prometen.Ah, cun cierta es tu noche,cun incierta mi duda.Miro al fondo la luz, y creo a solas.A solas pues que existes.Existir es vivir con ciencia a ciegas.Pues oscura te acercasy en mis ojos ms lucessintense sin mirar que en ellos brillen.No brillan, pues supieron.Saber es alentar con los ojos abiertos.Dudar...? Quien duda existe. Slo morir es ciencia

UnamunoLa oracin del ateo Oye mi ruego T, Dios que no existes, y en tu nada recoge estas mis quejas, T que a los pobres hombres nunca dejas sin consuelo de engao. No resistes a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes. Cuando T de mi mente ms te alejas, ms recuerdo las plcidas consejas con que mi ama endulzme noches tristes. Qu grande eres, mi Dios! Eres tan grande que no eres sino Idea; es muy angosta la realidad por mucho que se expande para abarcarte. Sufro yo a tu costa, Dios no existente, pues si T existieras existira yo tambin de veras.

Muerte Eres sueo de un dios; cuando despierte al seno tornars de que surgiste? Sers al cabo lo que un da fuiste? Parto de desnacer ser tu muerte? El sueo yace en la vigilia inerte? Por dicha aqu el misterio nos asiste; para remedio de la vida triste, secreto inquebrantable es nuestra suerte. Deja en la niebla hundido tu futuro ve tranquilo a dar tu ltimo paso, que cuanto menos luz, vas ms seguro. Aurora de otro mundo es nuestro ocaso? Suea, alma ma, en tu sendero oscuro: "Morir... dormir... dormir... soar acaso!"

EN HORAS DE INSOMNIO (Cuatro sonetos) I Me voy de aqu, no quiero ms orme; de mi voz toda voz suname a eco, ya falta as de confesor, si pecose me escapa el poder arrepentirme. No hallo fuera de m en que me afirme nada de humano y me resulto hueco; si esta crcel por otra al fin no trueco en mi vaco acabar de hundirme. Oh triste soledad, la del engao de creerse en humana compaa movindose entre espejos, ermitao. He ido muriendo hasta llegar al da en que espejo de espejos, soyme extrao a m mismo y descubro no viva.

Vendr de noche Vendr de noche cuando todo duerma, vendr de noche cuando el alma enferma se emboce en vida, vendr de noche con su paso quedo, vendr de noche y posar su dedo sobre la herida. Vendr de noche y su fugaz vislumbre volver lumbre la fatal quejumbre; vendr de noche con su rosario, soltar las perlas negro sol que da ceguera verlas, todo un derroche! Vendr de noche, noche nuestra madre, cuando a lo lejos el recuerdo ladre perdido agujero; vendr de noche; apagar su paso mortal ladrido y dejar al ocaso largo agujero... Vendr una noche recogida y vasta? Vendr una noche maternal y casta de luna llena? Vendr viniendo con venir eterno; vendr una noche del postrer invierno... noche serena... Vendr como se fue, como se ha ido -suena a lo lejos el fatal ladrido-, vendr a la cita; ser de noche mas que sea aurora, vendr a su hora, cuando el aire llora, llora y medita... Vendr de noche, en una noche clara, noche de luna que al dolor ampara, noche desnuda, vendr... venir es porvenir... pasado que pasa y queda y que se queda al lado y nunca muda... Vendr de noche, cuando el tiempo aguarda, cuando la tarde en las tinieblas tarda y espera al da, vendr de noche, en una noche pura,cuando del sol la sangre se depura, del medioda. Noche ha de hacerse en cuanto venga y llegue, y el corazn rendido se le entregue, noche serena, de noche ha de venir... l, ella o ello? De noche ha de sellar su negro sello, noche sin pena. Vendr la noche, la que da la vida, y en que la noche al fin el alma olvida, traer la cura; vendr la noche que lo cubre todo y espeja al cielo en el luciente lodo que lo depura. Vendr de noche, s, vendr de noche, su negro sello servir de broche que cierra el alma; vendr de noche sin hacer ruido, se apagar a lo lejos el ladrido, vendr la calma... vendr la noche...

PizarnikContemplacinMurieron las formas despavoridas y no hubo ms un afuera y un adentro. Nadie estaba escuchando el lugar porque el lugar no exista.Con el propsito de escuchar estn escuchando el lugar.Adentro de tu mscara relampaguea la noche. Te atraviesan con graznidos. Te martillean con pjaros negros. Colores enemigos se unen en la tragedia.Tomado de Extraccin de la piedra de la locura, enObras completas. Poesa y Prosas, introduccin de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990,p.265

El ausenteILa sangre quiere sentarse.Le han robado su razn de amor.Ausencia desnuda.Me deliro, me desplumo.Qu dira el mundo si Dioslo hubiera abandonado as?IISin tiel sol cae como un muerto abandonado.Sin time tomo en mis brazosy me llevo a la vidaa mendigar fervor.Tomado de Las aventuras perdidas, enObras completas. Poesa y Prosas, introduccin de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990,p.227.

La muerte y la niaDebajo de un rbol, frente a la casa, vease una mesa y sentados a ella, la muerte y la nia tomaban el t. Una mueca estaba sentada entre ellas, indeciblemente hermosa, y la muerte y la nia la miraban ms que al crepsculo, a la vez que hablaban por encima de ella.Toma un poco de vino dijo la muerte.La nia dirigi una mirada a su alrededor, sin ver, sobre la mesa, otra cosa que t.No veo que haya vino dijo.Es que no hay contest la muerte.Y por qu me dijo usted que haba? dijo.Nunca dije que hubiera sino que tomes dijo la muerte.Pues entonces ha cometido usted una incorreccin al ofrecrmelo respondi la nia muy enojada.Soy hurfana. Nadie se ocup de darme una educacin esmerada se disculp la muerte.Tomado de Devocin, enProsa completa, edicin a cargo de Ana Becci, prlogo de Ana Nuo, Barcelona, Editorial Lumen, 2002,p.31.

La verdad del bosqueComo un golfo de soles este espacio hermtico y transparente: una esfera de cristal con el sol adentro; con un cuerpo dorado (un ausente, querido t) con una cabeza donde brillan los ojos ms azules delante de sol en la esfera transparente.La accin transcurre en el desierto y qusola atraves mi infancia como caperucita el bosque antes del encuentro feroz. Qu sola llevando una cesta, qu inocente, qu decorosa y bien dispuesta, pero nos devoraron a todos porque para qu sirven las palabras si no pueden constatar que nos devoraron? dijo la abuela.Pero de la ma no se visti el lobo. El bosque no es verde sino en el cerebro. La abuela dio a luz a mi madre quien a su vez me dio a tierra, y todo gracias a mi imaginacin. Pero all, en mi pequeo teatro, el lobo las devor. En cuanto al lobo, lo recort y lo pegu en mi cuaderno escolar. En suma, en esta vida me deben el festn.Y a esto llamas vida? dijo la abuela.Tomado de La verdad del bosque, enProsa completa, edicin a cargo de Ana Becci, prlogo de Ana Nuo, Barcelona, Editorial Lumen, 2002,p.34.

Caroline de GunderodeEn nostalgique je vagabondais par linfiniC. de G.La mano de la enamorada del vientoacaricia la cara del ausente.La alucinada con su maleta de piel de pjarohuye de s misma con un cuchillo en la memoria.La que fue devorada por el espejoentra en un cofre de cenizasy apacigua a las bestias del olvido.a Enrique MolinaTomado de Otros poemas, enObras completas. Poesa y Prosas, introduccin de Silvia Baron Supervielle, Buenos Aires, Ediciones Corregidor, 1990,p.233.