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FREUD Y ZWEIG * Hugo Vezzetti Regresar al Índice de Autores Regresar al Índice de Títulos La recepción intelectual del freudismo. La implantación extensa del freudismo en la cultura intelectual occidental se despliega básicamente desde los años de la primera posguerra, de modo diferente en Europa y en los EEUU. Los ritmos de la modernización social y cultural han pautado esa recepción, sus "lecturas" y la construcción de un público ampliado. Y en ese proceso, el discurso psicoanalítico, y los valores a los que quedaba asociado, se han propiamente reconvertido, más allá de la lógica propia de las teorías y las formas de "transmisión" instituídas por el propio Freud, en el marco de iniciativas provenientes de la cultura intelectual. i[1] En esa promoción de Freud a un lugar destacado en el horizonte intelectual contemporáneo han jugado un papel decisivo autores ajenos al campo profesional del psicoanálisis. En ese sentido, una clave del impacto freudiano en nuestro tiempo debe buscarse en el carácter singular de una obra que encuentra su público, al mismo tiempo, en el campo de la medicina y en el de la literatura, las humanidades y las ciencias sociales. N.G.Hale convirtió a esa doble recepción y sus interacciones en un eje central de su historia del psicoanálisis. Por otra parte, Elisabeth Roudinesco, construyó su monumental obra a partir de la investigación sucesiva de la "vía médica" y la "vía literaria" en la implantación de la disciplina freudiana. ii[2] Por la mediación de algunos escritores contemporáneos, que llegan a un público amplio, incluso popular, Freud alcanza una masa de lectores que excede la módica tasa de crecimiento de las asociaciones psicoanalíticas. Y es en el horizonte europeo de entreguerras donde se sitúa un abanico

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Vezzetti - Freud y Zweig

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FREUD Y ZWEIG*Hugo Vezzetti

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La recepcin intelectual del freudismo.

La implantacin extensa del freudismo en la cultura intelectual occidental se despliega bsicamente desde los aos de la primera posguerra, de modo diferente en Europa y en los EEUU. Los ritmos de la modernizacin social y cultural han pautado esa recepcin, sus "lecturas" y la construccin de un pblico ampliado. Y en ese proceso, el discurso psicoanaltico, y los valores a los que quedaba asociado, se han propiamente reconvertido, ms all de la lgica propia de las teoras y las formas de "transmisin" institudas por el propio Freud, en el marco de iniciativas provenientes de la cultura intelectual.[1]

En esa promocin de Freud a un lugar destacado en el horizonte intelectual contemporneo han jugado un papel decisivo autores ajenos al campo profesional del psicoanlisis. En ese sentido, una clave del impacto freudiano en nuestro tiempo debe buscarse en el carcter singular de una obra que encuentra su pblico, al mismo tiempo, en el campo de la medicina y en el de la literatura, las humanidades y las ciencias sociales. N.G.Hale convirti a esa doble recepcin y sus interacciones en un eje central de su historia del psicoanlisis. Por otra parte, Elisabeth Roudinesco, construy su monumental obra a partir de la investigacin sucesiva de la "va mdica" y la "va literaria" en la implantacin de la disciplina freudiana.[2]

Por la mediacin de algunos escritores contemporneos, que llegan a un pblico amplio, incluso popular, Freud alcanza una masa de lectores que excede la mdica tasa de crecimiento de las asociaciones psicoanalticas. Y es en el horizonte europeo de entreguerras donde se sita un abanico de lecturas, provenientes del campo intelectual, dominadas por una conciencia de crisis, que buscan en el discurso freudiano en particular sus textos sobre la moral sexual, la guerra, la civilizacin, las masas respuestas a los interrogantes de un presente lleno de incertidumbres. Ese es el contexto de emergencia de otras lecturas y de diversas apropiaciones, ensaysticas o de divulgacin, de Freud, representadas notoriamente por quienes se constituyeron en sus mayores interlocutores intelectuales, a saber, Romain Rolland, Thomas Mann, Arnold y Stefan Zweig.

Una condicin de esa recepcin amplia del freudismo es la gran guerra y lo que ella desencaden en el mundo intelectual. La guerra precipit la conciencia aguda de la crisis de un mundo y el nacimiento posible de otro; a la vez, sus consecuencias en el plano simblico interpelaron a los hombres de ideas en torno del valor y del futuro de la cultura ilustrada. Si el siglo XIX haba construido la representacin de una Europa civilizada, asegurada en la mitologa del progreso infinito y en la proyeccin fuera de s de las expresiones del atraso y la barbarie, la contienda mundial, que enfrent a las naciones ms civilizadas de Europa super todos los lmites conocidos en materia de salvajismo y violacin de principios humanitarios en la lucha con el enemigo. Y la exaltacin patritica que sostuvo esa empresa de exterminio no se limit a las masas sino que impuls, con escasas excepciones, a la mayora de los cientficos, artistas e intelectuales.

En ese sentido, la trayectoria intelectual de Zweig -como la de Rolland, al que se une en diversas empresas pacifistas en los aos veinte- se sostiene fuertemente en un movimiento de reconstruccin, propiamente reparatorio, que apunta a fundar una verdadera internacional del espritu. Es sobre el teln de fondo de ese trauma moral que la guerra impuso a la conciencia de una generacin, que termina de instalarse la apelacin a Freud, ante todo como un interlocutor destacado en la empresa de reconstruccin de la inteligencia y la paz, pero, tambin, como un sabio y un renovador de la moral de su tiempo. Por otra parte, no puede desconocerse el papel que la guerra y sus efectos tuvieron en el desenvolvimiento de una lnea de trabajo que en Freud va del texto sobre la muerte y la guerra a los estudios sobre las masas, la religin y la cultura.

En el clima del "fin de siglo" se haba producido ya un primer debilitamiento de las convicciones que anunciaban un horizonte futuro progresivamente armonizado por la combinacin de la ciencia y la poltica racional. Sobre esa primera crisis del pensamiento la guerra impone la conciencia de un corte radical con el pasado y de la apertura de un nuevo ciclo dominado a la vez por la cada de las ilusiones que es algo ms que el cierre de la "belle epoque" y por las tentativas de reconstruccin de un orden inteligible.

"Si me propusiera encontrar una frmula cmoda para la poca anterior a la primera guerra mundial, a la poca en que me eduqu, creera expresarme del modo ms conciso, diciendo que fue la dorada edad de la seguridad".

As se refiere S. Zweig, en una obra que constituye la autobiografa intelectual y moral de su generacin, a los tiempos de su primera juventud, en los que "todo pareca establecido slidamente y destinado a durar".[3]

La primera dcada del siglo se ofrece a la evocacin de Zweig como una etapa de progreso en todos los planos: las distancias se acortan y crece la curiosidad por conocer otras tierras, la relacin con el cuerpo se hace ms libre y abierta, crece la prctica del deporte y la vida al aire libre. En la visin retrospectivamente idealizada de Zweig, los "jvenes" emergen como un sujeto social colectivo en la vida intelectual, artstica y poltica y como impulsores de nuevos valores; con las formas "juveniles" de existencia desaparecen las barbas junto con los corss y a la par con la creciente presencia de la mujer en la sociedad aumenta la camaradera posible entre los sexos. Pero no es todava en el marco de esa experiencia de renovacin de costumbres y valores -atinentes al cuerpo, los lazos familiares y la vida amorosa- que el freudismo se instala como un saber del presente; su implantacin ms amplia en el territorio del pensamiento europeo, en los aos veinte, tendr como condicin la instauracin de una conciencia de crisis, de la ruptura de una poca, en un modo que promueve al freudismo a la posicin de un saber crtico y de un saber sobre la crisis.

Ante todo, la propia recepcin psiquitrica de Freud se produce en el marco de una crisis de los paradigmas de la medicina mental; pero las manifestaciones de una sensibilidad de cambio se abren a un horizonte ampliado. Por una parte, es crisis de la medicina en su conjunto y, an, de la concepcin de la salud y la enfermedad, de un modo en el que la cuestin de la "humanizacin de la medicina" y el cuestionamiento del estrecho positivismo biologicista coloca el marco en el que emergen los temas de la "curacin por el espritu".

Pero, en segundo lugar, la inicial divulgacin del freudismo est situada en un marco ms amplio, cultural, de la crisis social y de valores que recorre Occidente: los aires de renovacin que asocian cambio social y reforma moral presionan en el sentido de un reconocimiento de los factores subjetivos en los procesos colectivos, en contraste con el marco mayormente "objetivante" que dominaba la cosmovisin positivista. No se trata, con todo, de acentuar un anlisis inmediatista del marco que la posguerra ofreci a la recepcin cultural de Freud; en ese sentido, lo que se abre al examen es una interseccin de procesos de distinta duracin. El impacto ms cercano de la sensibilidad de posguerra se sobrepona a una dimensin de cambios de ms largo alcance en el tiempo, en el nuevo horizonte intelectual europeo que se empieza a construir desde el fin de siglo: crisis de las tradiciones decimonnicas, el positivismo en particular, afirmacin de valores subjetivos y emergencia de un nuevo "estilo" intelectual que no separa tajantemente el dominio cientfico de la esfera esttica, filosfica o moral.[4]

En el cruce de ese proceso de renovacin intelectual con el trauma moral de la guerra se dan las condiciones de la creciente significacin cultural de Freud como un sabio y un moralista de nuevo tipo, de acuerdo con una proyeccin nacida no de la corporacin psicoanaltica -ni mucho menos del aparato de la psiquiatra "oficial"- sino del campo intelectual literario. Al mismo tiempo, esa recepcin ampliada de Freud se hace materialmente posible por la conformacin de un nuevo pblico, alimentado por autores y editoriales populares. Y, en ese sentido, Stefan Zweig, el autor ms traducido de su tiempo, ha sido seguramente el mediador ms importante en la difusin cultural del freudismo.[5]

Qu es lo que, del lado de Freud, mantena esa interlocucin y ese reconocimiento recproco con los intelectuales? La exhortacin que incluye en un saludo a Thomas Mann, en el sexagsimo aniversario del escritor, muestra algo del carcter de esa relacin, la conciencia de una pertenencia comn a un espacio moral del que nacen, ante todo, obligaciones. Le expresa su esperanza en que "nunca har o dir nada las palabras de un autor son, al fin y al cabo, sus obras que sea cobarde o bajo, y que aun en una poca que desenfoca y desafa todo juicio, elegir el camino recto y se lo mostrar a los dems".[6]

Stefan Zweig: la voluntad de reconstruccin espiritual.

En la relacin de Zweig con Freud los libros que respectivamente se intercambiaban cumplieron un papel fundamental. El escritor fue quien di el primer paso al enviarle, en 1908, un libro de poemas y recibi en respuesta una carta amable del creador del psicoanlisis.[7] Aos ms tarde, Freud responde ms extensamente, para referirse a otro libro de Zweig, Tres maestros, dedicado a Balzac, Dickens y Dostoievski. El inters de Freud se concentra en el autor ruso, respecto del cual discute el diagnstico de epilepsia que corrientemente se admita para sus crisis y que Zweig haba aceptado; anticipa as la tesis que va a desarrollar, en 1928, en "Dostoievski y el parricidio": como en la mayor parte de los casos de figuras histricas consideradas epilpticas, Dostoievsky, dice Freud, fue un histrico.[8]

Es evidente que el inters de Zweig por Freud y el psicoanlisis crece en esos aos. En 1929 le escribe a Freud: "Creo que la revolucin que Ud. ha provocado en la estructura psicolgica, filosfica y en toda la estructura moral de nuestro mundo, excede en mucho la parte meramente teraputica de sus descubrimientos".[9] En la estatura moral que atribuye al creador del psicoanlisis nuestro autor coloca algo de su propia causa de compromiso con la paz, el entendimiento y la unidad europea. Y en una carta a Romain Rolland expone sus aspiraciones intelectuales: "Mi meta es, algn da, llegar a ser no un gran crtico ni una celebridad literaria, sino una autoridad moral."[10]

En esa empresa tica, la pasada conflagracin opera como un recordatorio ominoso que pone a prueba la capacidad de los intelectuales para cumplir, como estamento privilegiado, con la funcin de elaborar y pensar lo sucedido de cara al porvenir. Y en esa prueba difcil que tambin convoc a Einstein Freud se deja tomar como modelo, como una figura abierta a lo universal que es, a la vez, un "hombre de ciencia" y una conciencia moral que enuncia sus verdades enfrentando autoengaos y encubrimientos. Slo Romain Rolland (a quien Zweig dedic tambin una biografa) alcanza un relieve parecido: una conciencia insobornable, enfrentada a la pasividad y la indiferencia del mundo intelectual, que percibe los peligros latentes del odio y la violencia y se prepara para combatirlos. Y esa equiparacin queda acentuada por el modo en que destaca a Freud y a Romain Rolland entre las amistades que ms hondamente marcaron su trayectoria espiritual.

Las biografas que escribe Stefan Zweig sirven a ese propsito humanista: una investigacin de lo que llam "constructores" del mundo y de la humanidad, es decir, una empresa de rescate de los "hroes culturales" que encarnan ideas y valores capaces de cimentar una revolucin moral. Porque es claro que la investigacin tiene el propsito de intervenir sobre los problemas de su tiempo: ante todo en el sentido de una "desintoxicacin" de la guerra y de la educacin de la juventud.[11] De all que rechace a los hroes militares, sobre todo a los victoriosos; los vencidos por la brutalidad pueden, en el terreno de las ideas y los valores, dejar una marca ms perdurable.

"Nuestra poca, hoy, quiere y estima a las vidas heroicas; frente a la pobreza de jefes polticos creadores, se buscan en el pasado los ejemplos ms elevados". En ese sentido, su concepcin de la historia y del papel de los hroes culturales es bien clara: "[..] por su sola presencia una naturaleza heroica domina la vida espiritual durante decenas y centenas de aos [..]".[12] Pero la vida espiritual no es la vida poltica, no se trata de la esfera del poder en la que las decisiones se toman en las sombras y al margen de toda consideracin moral. Para iluminar ese territorio, siempre sospechoso, del poder, Zweig su ocupa de una figura ejemplar de la poltica que repudia, un personaje que condensa lo reprobable: Joseph Fouch, el ministro de la polica que sobrevivi a todos los jefes de la revolucin, hasta la cada de Napolen, sirviendo siempre la causa de los vencedores.

Pero si toda la obra de Zweig revela una vocacin europea, la unidad espiritual y cultural del continente es entendida fundamentalmente como un tejido de obras individuales. En ese sentido Zweig busc poner en escena en su vida y en su propio proyecto literario esa forma de la unidad en la diversidad; fue amigo e interlocutor de las figuras ms destacadas de las artes, la ciencia y la poltica y apost a reconstruir esa unidad hacia el pasado con sus naraciones biogrficas. Basta leer "La Viena de Ayer", una conferencia dada en Paris en 1940, reiterada en el exilio y que incluy en sus memorias, El mundo de ayer (un testamento espiritual concludo inmediatamente antes de su suicidio) para advertir que la escena cultural vienesa considerablemente idealizada persiste en l como la matriz ideal de una cultura de mezcla y de encuentro de lenguajes, nacionalidades y tradiciones. Desde su origen como avanzada romana para impedir la invasin de los pueblos brbaros, fortaleza y vanguardia del espritu latino, alcanza en su apogeo, tal como es evocada por Zweig como teln de fondo de sus aos de formacin, la condicin de capital supranacional y cosmopolita.[13]

La cultura vienesa, en la evocacin de Zweig, no es una cultura de conquista sino de amalgama, de mezcla y armonizacin constante de diferencias; y la mediacin entre las tradiciones culturales latina y germana condensaban la elevacin a una dimensin universal, ms all de las lenguas y de las nacionalidades. En esa proyeccin que buscaba enfrentar los peligros del nacionalismo va a encontrar en el judasmo, como Freud, la condicin de una identidad supranacional que era como la formacin reactiva del entusiasmo patritico inicial que embarg a muchos, arrastrados por los vientos de la guerra, incluyendo a Zweig y al propio Freud.[14]

El espritu de Viena, capital universal de Europa, era, para nuestro autor, el de la mediacin y el encuentro de lenguas: el alemn viens cruzado con el italiano y el hebreo, el hngaro, el polaco y los dialectos eslavos; y era tambin la interseccin de la ciencia, el arte y la filosofa. Esa unidad ideal es evocada postumamente, en 1940, cuando la dominacin nazi repeta la barbarie de los orgenes, esta vez con el sentimiento de que la derrota era irreversible; es la misma que haba dominado la eleccin de las figuras con las que Zweig construy su serie de biografas. Identificado a esa identidad vienesa que lo sostuvo hasta su final trgico en Brasil, se asumi tambin en esa funcin intermediaria y mediadora, dominada por la voluntad de reconstruir y elevar la unidad espiritual de su tiempo. Un ncleo de esa construccin fue el rescate de la tradicin humanista y la identificacin con Erasmo, "el primer europeo", de quien se ocupa en los aos de ascenso del nazismo con la intencin de una toma de posicin contra el fanatismo e ilusionado con la posibilidad de un influjo moderador en medio de las luchas polticas. Y as como Erasmo qued atrapado por mucho tiempo en una posicin insostenible de conciliacin entre la iglesia y el movimiento de la reforma luterana, su ideal de unidad en la diversidad y su voluntad de mediacin lo llevaron a equivocarse en su posicin inicial frente a Hitler: evit, por varios aos, sumarse a los denuncias del rgimen y busc una posicin de equilibrio, convencido de que la erupcin nacionalista era un trastorno pasajero en el camino hacia la unidad cultural de Alemania y de Europa.[15]

Freud, como es sabido, tambin haba resaltado, en su visin de la historia, el papel de los "hroes" culturales:

"El supery de una poca cultural tiene un origen semejante al de un individuo: reposa en la impresin que han dejado tras s grandes personalidades conductoras, hombres de fuerza espiritual avasalladora, o tales que en ellos una de las aspiraciones humanas se ha plasmado de la manera ms intensa y pura, y por eso tambin, a menudo ms unilateral".[16]

Pero de acuerdo con el mito del parricidio expuesto en Totem y tab su idea del hroe se corresponde con el destino asignado al padre primordial, en una trayectoria en dos tiempos: primero escarnecido y derrotado, slo en un segundo tiempo y retroactivamente es exaltado a la posicin constructora del ideal. Si Freud proyectaba, en sus ltimos aos, un tono pesimista sobre el destino inmediato de la "causa" psicoanaltica (que desconoca la real expansin del movimiento y la amplitud del reconocimiento que reciba de sus contemporneos) si insista en presentarse cono un hroe solitario y exageraba la hostilidad de su poca, puede pensarse que lo haca, justamente, porque acariciaba la aspiracin de alcanzar esa entronizacin final, cuyo precio ineludible pasaba por un primer tiempo de aislamiento y derrota.

Zweig aspiraba a compartir el lugar de sus hroes pero, en su caso, la va elegida era la incesante operacin sobre la memoria y los ideales a travs de una suerte de identificacin subordinada con esos "constructores del mundo"; y con ello elega un lugar mediador y divulgador. Pero si Zweig y Freud podan encontrarse en ese punto, en una cierta concepcin heroica de la historia cultural, no conceban del mismo modo el proceso de formacin del hroe. En Freud domina una representacin "trgica", cuya matriz est dada por los mitos del pasado: Urszene, parricidio, fantasma primordial; una "trama trgica" da sentido a la propia vida en la medida en que muestra que no es sino la "reiteracin de la misma trama que fue establecida hace tiempo".[17] Zweig, al menos en lo que puede desprenderse de La curacin por el espritu se recostaba, en cambio, en una visin confiada en la capacidad de reforma de la naturaleza humana, una concepcin que combinaba el naturalismo vitalista con las utopas del progreso espiritual y moral.

La curacin por el espritu.-

La obra, publicada en 1931, repite la estructura de las trilogas iniciada con Tres maestros (Dostoievski, Balzac, Dickens), de 1919, La lucha con el demonio (Kleist, Hlderlin, Nietzsche), de 1925 y Tres poetas de su vida (Stendhal, Casanova, Tolstoi), de 1928. Despus va a agrupar esas tres obras en la serie que denominar "Los constructores del mundo"; est claro que La curacin por el espritu contina esa serie. El proyecto nace en 1930, en Italia y se propone explorar en el terreno de la ciencia all donde la medicina quedara desbordada e integrada a una empresa posible de humanizacin espiritual; se trata, dice, de "una excursin audaz por las regiones misteriosas de la medicina del alma".[18]

Los temas de la "cura psquica" haban alcanzado su reconocimiento y cierta expansin en el mbito mdico desde fines del siglo XIX en Francia -de Charcot a Bernheim- en Inglaterra y en Alemania. Lo nuevo en el texto de Zweig es el modo caracterstico que enlaza el tema de la teraputica psquica con la crisis y el malestar de una poca. Por una parte, propone un exmen de esa relacin en el nivel de una transformacin del pensamiento que se expresara en el "relativismo general" como "fenmeno general de la inseguridad europea" (p.10) pero ese vnculo tiene, al mismo tiempo, formas de expresin ms directas en la exposicin de poca de las neurosis como trastornos caractersticos de la subjetividad contempornea.

En ese marco, persiguiendo la constitucin de una "medicina del espritu" que sea capaz de responder a las aspiraciones de develacin del malestar psquico colectivo, Zweig encuentra la justificacin para construir una serie bastante arbitraria que expone, sucesivamente, las trayectorias de Mesmer, Mary Baker-Eddy la creadora de la Christian Science y Freud. Termina muy rapidamente las partes dedicadas al creador del magnetismo animal y a Mary Baker, pero se enfrenta a dificultades mayores en el ensayo sobre Freud. Los problemas asociados al tratamiento de una figura contempornea se combinan, al parecer, con el carcter ambiguo de la relacin con Freud. Segn un testimonio que no es seguro Zweig visitaba con frecuencia a Freud en su consultorio y sus conversaciones podran haber tomado el carcter de un psicoanlisis sui generis.[19] En ese sentido, la relacin con su biografiado involucra, en el caso de su trabajo sobre Freud, una peculiar relacin de transferencia y una suerte de autoanlisis que se superpone a los propsitos del ensayo.

Ahora bien, es claro que Zweig no era estrictamente un freudiano; su formacin psicolgica era bastante anterior a su conocimiento del psicoanlisis, y su exploracin de las "profundidades" del alma no ocultaba lo que recibi de los romnticos y, en todo caso, de Dostoievski. Segn su primera esposa y colaboradora, Friderike, Zweig se haba orientado a narrar situaciones y conflictos psicolgicos infantiles bajo la influencia de sus conversaciones con la pedagoga sueca Ellen Key y por esa va lleg a interesarse inicialmente en los trabajos de Freud. Pero nuestro autor objetaba, en particular, lo que consideraba "la unilateralidad demasiado acentuada del sistema" y en el curso de su trabajo habra advertido que no poda seguir a Freud mas all de cierto punto. Por otra parte, la generalizada expansin del psicoanlisis y su uso indiscriminado por legos y autoproclamados discpulos de Freud jug un papel importante en el aplacamiento de su entusiasmo inicial.[20]

En cuanto a Freud, ni se mostraba satisfecho de los conocimientos psicoanalticos de Zweig ni le atraa aparecer junto a Mesmer ni, mucho menos, aceptaba la compaia de Mary Baker. Un fallido en una carta a Arnold Zweig (que no tena ningn parentesco con Stefan) le permite a Freud expresar algo de su desconfianza ante la obra que estaba por aparecer. Freud se haba equivocado dirigiendose a Arnold como "Doctor" y, ante el sealamiento de su error, vuelve sobre las motivaciones de su equivocacin:

"El anlisis inmediato que hice de este acto fallido condujo, naturalmente, a un terreno algo peligroso: me llevaba a los problemas causados por el otro Zweig, de quien s est actualmente trabajando en un ensayo que se propone exponerme ante la opinin pblica en compaia de Mesmer y Mary Eddy Baker. En estos ltimos seis meses, me ha dado serios motivos para sentirme disgustado; mi deseo de venganza, muy intenso, ha quedado relegado en el inconsciente, y es muy probable que haya querido establecer una comparacion y llevar a cabo una sustitucin".[21]

El retrato moral de Freud que se ofreca en el libro de Stefan Zweig alcanz un arraigo extenso en el nuevo pblico; es citado en muchos de los ensayos favorables al creador del psicoanlisis y plagiado en innumerables versiones populares de divulgacin. Ahora bien, lo ms destacado de esa implantacin no psiquitrica, exitosa en la construccin de un pblico, es el modo en que colocaba a Freud en un punto de giro de la moral occidental. Zweig acenta, en ese sentido, una "lectura de poca" y marca el contraste entre el eco que las ideas de Freud estaban alcanzando en esos aos y la escasa recepcin que haban tenido veinte aos antes. Si puede hablar de "revolucin freudiana", no lo hace en el sentido de Freud cuando colocaba su obra en lnea con las de Coprnico y Darwin; ms que el descentramiento de la conciencia como conquista de la ciencia, su punto de mira, en una perspectiva histrico-cultural, privilegia el impacto del descubrimiento freudiano en funcin de su potencial de reforma de la moral cultural.

Desde la proyeccin de esa "nueva moral" propia del siglo XX- encarnada en Freud denuncia en el siglo pasado una poca dada al encubrimiento y la insinceridad, y rechaza los tiempos de una "moral codificada" desde el intelecto y el "orgullo de la razn" para ocultar y sofocar las fuerzas del instinto (pp.15-16). En fin, no es difcil encontrar all las huellas de Schopenhauer y Nietzsche, particularmente en la exaltacin del instinto -que excede la nocin biolgica- como fuerza de la naturaleza y voluntad vital en el hombre. En efecto, ese Freud proftico y demoledor de tabes viene, para Zweig, despus de Nietzsche para exponer los "peligros de la represin", con lo cual vendra a trastocar de raz uno de los pilares de la moral tradicional: no es en el impulso sino en la coercin donde radica el verdadero peligro moral (p.21).

Al mismo tiempo, ese valor de verdad que enfrenta la hipocresa de la "conveniencia" (y en el que se apoya Zweig para proyectar el alumbramiento de una nueva moral sexual fundada en la "camaradera de los sexos") fundara la constitucin de una nueva psicologa que sera, a la vez, la expresin de una tica de la autenticidad y la construccin cientfica de una disciplina operativa, aplicable y capaz de ocuparse de los problemas realmente relevantes. All radicara el corte propiamente cientfico que la obra freudiana vendra a establecer con la psicologa acadmica "abstracta", refugiada en el mecanicismo de los laboratorios de fisiologa.

El freudismo de Stefan Zweig.-

En la saga de los "hroes culturales", el retrato de Freud es el de un moderno Scrates que profundiza el camino de construccin de una humanidad mejor por la va del conocimiento de s. Pero la ubicacin de Freud en la triloga presenta algunas dificultades, las que probablemente estuvieron en la base de los problemas de Zweig para terminar de escribir la obra. Se trataba, a diferencia de los otros dos, de un personaje contemporneo, un interlocutor al que consideraba su amigo y maestro, y al que, como develador y crtico de la civilizacion, asociaba a sus propios esfuerzos reformistas. Como profeta de su tiempo, el Freud que nos ofrece viene a ser el doble de Zweig en el develamiento de la crisis moral y cultural contempornea. Por otra parte, entre los "curadores" forzaba la colocacin del sabio viens en el horizonte de la medicina romntica enfrentado a la tradicin de la medicina positivista. En este caso, Freud era empujado fuertemente en el sentido de la significacin general de la serie, reunido con Mesmer y la Baker-Eddy; en el otro, se lo destacaba como una figura nica y sin par, en la cima de la cultura intelectual y la renovacin moral del siglo XX.

Un eje de su presentacin de Freud era, entonces, el cuestionamiento de la medicina tradicional: mecanicista y materialista, disgregadora de la unidad somatopsquica y espiritual, artificial y contraria a las "fuerzas de la vida". El rescate de la prehistoria religiosa de las prcticas teraputicas destaca la superioridad de una experiencia, supuestamente originaria, que unificaba la ciencia y la fe y se orienta a resaltar la presencia necesaria del sacerdote detrs de la figura mdica. La forma primaria de la unidad sostiene su concepcin del enfermar y de la curacin: unidad del cuerpo y el espritu, unidad de la existencia humana en el vasto conjunto de una naturaleza espiritualizada. La tradicin de la medicina romntica le sirve para enfrentar y cuestionar las orientaciones establecidas de la medicina cientfica, en un momento, por otra parte, de crisis de las direcciones que haban caracterizado a esa medicina en la segunda mitad del siglo XIX. Su ideal es un dispositivo de saber e intervencin totalizador, que rena filosofa, ciencia y arte. Y la Naturaleza, sujeto colectivo universal, es concebida como el agente sabio de toda curacin: basta no interponerse en su camino y estimular al enfermo "para que reaccione espiritualmente, para que concentre toda su energa volitiva y oponga toda la unidad del ser a esta otra unidad que es la enfermedad" (p.8).

En esa lnea gruesa que traza de Mesmer a Freud ve el resurgir de los poderes del espritu; frente a la medicina del rgano y la tecnologa de laboratorio que opera sobre un cuerpo concebido como una mquina, propone restaurar la antigua sabidura romntica, una medicina de la totalidad que concibe la curacin como la reintegracin de un equilibrio, sostenida en las fuerzas reparadoras de la naturaleza. Un espiritualismo impreciso, en nombre de los valores de la persona, viene a impugnar el dogmatismo cientificista en el que la supuesta objetividad del "caso" sirve para renegar de la significacin personal y nica de la cura. Y frente a la tecnificacin del aparato diagnstico y la fragmentacin de las especies nosolgicas y las "especialidades" clnicas, Zweig sostiene el carcter unitario y la significacin personal del enfermar. Es claro que de ese modo construa un ncleo de significaciones del freudismo que se separaba de las posiciones de Freud quien no comparta ni las ilusiones reformistas, ni la predileccin por los jvenes ni mucho menos la afinidad con el pensamiento romntico.

Ahora bien, si Mesmer o la Baker podan ser asimilados a esa tradicin, en la medida en que sus sistemas respectivos se sostenan en la sumisin sugestionadora del paciente al influjo de fuerzas poderosas que lo integraban a un todo sea el magnetismo, la autosugestin o la fe el dispositivo artificial que Freud construy para la investigacin del inconsciente se asimilaba mal con los presupuestos de las curas naturales y menos aun poda asociarse a una experiencia de reintegracin en algn todo primordial.

En todo caso, la operacin necesaria para forzar la inclusin de Freud en esa serie supona implantar el inconsciente de los romnticos que es fuerza creativa e inmersin en el fondo comn, nocturno, por parte de un alma individual que se comunica con el universo en el seno de la experiencia freudiana. Pero, al mismo tiempo, en esa saga de los "curanderos de almas", dice Zweig, Freud viene a edificar algo nuevo, sostenido en los fundamentos de la ciencia, de modo que la proyeccin que hace de su obra supone tanto el rescate como la superacin de aquellos antecedentes: "Fue Freud quien gener esta instancia, asignndole el lugar que antiguamente le estaba reservado al psicagogo, al asistente espiritual al maestro de sabidura y, en pocas religiosas, al poder del sacerdote, a una ciencia nueva y moderna, que an debe conquistar sus propios lmites (p.64).

Como sea, el inconsciente freudiano queda retraducido en trminos de una epopeya de liberacin espiritual: es una "increble ampliacin del campo de las fuerzas psquicas" (p.40), la "sustancia primordial" de la vida psquica (p.41). Ms aun, "[..] de aquella nube oscura [el inconsciente] caen los relmpagos de las decisiones verdaderas, de la profundidad de ese mundo de las pasiones surgen los repentinos temblores de tierra que sacuden nuestro destino" (p.41). El inconsciente de Zweig es, entonces, el mundo de los instintos, el dominio de un "yo primitivo", dominado por una voluntad vital que busca liberarse e irrumpir por detrs de la capa leve de educacin que constituye el "yo civilizado" (p.42). Y la indagacin de las profundidades psquicas funda los fines de una nueva psicologa: "hacer comprender a todo individuo el sentido de sus impulsos inconscientes". De ese modo, a travs del psicoanlisis, la psicologa filosfica vuelve a instaurar su primaca sobre la aridez de las investigaciones experimentales, a saber, reconstruye el programa posible de una "ciencia del alma". (p.43)

El pensamiento romntico exalt la revelacin del inconsciente como profundidad de la vida espiritual, como el misterio que comunicaba con la vida universal de la naturaleza. La poesa y el sueo eran las vas de acceso privilegiadas, las "llaves" que abran el acceso a las regiones nocturnas del alma. Con ello se estableci una dualidad de la existencia (que no tena que ver con el dualismo del cuerpo y el alma) que alternaba entre la vida de la vigilia, de la racionalidad individual y la separacin respecto de los ritmos de la vida universal, y la dimensin del sueo como la restauracin de un lenguaje ms all de la conciencia y como experiencia de reintegracin.[22]

"Por lo tanto, toda vida es vida doble. En la profundidad, en el inconsciente, somos nuestra totalidad, el pasado y el presente, el hombre primitivo y el hombre civilizado en una mezcla confusa de sentimientos, restos arcaicos de un Yo ms amplio en comunicacin con la naturaleza; en la superficie, a la luz clara y ntida, slo somos el Yo temporal consciente. Y a nuestro ser meramente temporal, los mensajes de esta vida universal, aunque ms sorda, le llegan casi exclusivamente de noche a travs de este mensajero misterioso en la oscuridad: el sueo" (p.49).

Y sin embargo, ms all de la fuerza con que esas fulguraciones del romanticismo irrumpen en el texto, Zweig no propone una interpretacin homognea ni una figura nica de Freud en esta exploracin, mezcla de ensayo literario y divulgacin popular. En sus operaciones de lectura recurre a diversas ficciones para exponer la naturaleza del descubrimiento freudiano: experiencia de apertura al misterio que est prxima al misticismo o bien procedimiento racional de investigacin determinado por una tcnica definida. La tradicin romntica no establece un marco nico y puede advertirse la presencia de una matriz de investigacin lingstica de las producciones del inconsciente: se trata de "hacerlo hablar", de un modo que no implique un forzamiento, tal como el implicado en la hipnosis, sino un "arte detectivesco" que recoge e interpreta indicios en la medida en que atiende a lo aparentemente insignificante (p.44). Del mismo modo, la cura psicoanaltica es asimilada a un curioso proceso judicial en el que el analizando es a la vez la vctima y el acusado, el denunciante y el testigo de cargo (p.57)

En el tpico de la sexualidad es, en todo caso, donde muestra un distanciamiento ms explcito respecto de la letra de Freud. Por un lado, la dimensin propiamente hermenutica de la concepcin freudiana de la sexualidad como texto, historia que exige ser interpretada queda casi anulada frente a la visin del instinto como fuerza irrefrenable. El tpico de la sexualidad infantil es tratado de un modo que casi se limita a ver una "forma originaria del placer"; el nio es, en la visin de Zweig, "un ser anrquico y pnico [por el dios Pan] que quiere incorporar el Todo a su Yo con un insaciable placer de succin" (p.70) Si el impulso dionisaco era, para Nietzsche, la va de unin con la naturaleza, fuerza previa a toda ley, se entiende que en esa figuracin de una infancia mtica, edad de oro del instinto, no haya casi referencias a la funcin de la castracin ni al supery. En todo caso, las "exigencias culturales" imponen una pausa y el instinto natural reaparece con la pubertad: all la libido, propone Zweig citando casi a Schopenhauer, se somete a "la voluntad biolgica de la naturaleza [que] le seala con decisin [..] la direccin natural de la reproduccin" (p.71)

En ese horizonte naturalista de consideracin de la sexualidad infantil, el complejo de Edipo (que supone para Freud una encrucijada de constitucin subjetiva ordenada a la ley de la filiacin, es decir, la identificacin simblica y el universo de la culpa y la deuda) es para nuestro autor un elemento prescindible de la teora freudiana. Ello es as en la medida en que, para Zweig, el conflicto edpico se reduce a una especie de impronta originaria de la fuerza de las pulsiones: la madre es el primer objeto del instinto sexual as como el padre es el primer objeto del instinto agresivo (p.74). En todo caso, Zweig seala en un acuerdo moderado con los impugnadores del "pansexualismo" que Freud no ha sido capaz de abordar esa otra fuerza instintiva destructiva con una conviccin equivalente a la que despliega ante la pulsin ertica. (p.75).

El propsito de Zweig, es claro, tiene poco que ver con la apropiacin recortada del mtodo psicoanaltico por parte de la psiquiatra tradicional, no se propona, como algunos mdicos, aplicar el procedimiento teraputico al modo de una confesin laica. El psicoanlisis no deba limitarse a ser incorporado como un tratamiento de purgacin psquica por medio de la descarga verbal, sino que fundaba una nueva medicina que, paradjicamente, vendra a restaurar la perdida tradicin de la "medicina filosfica", para la cual las dolencias del cuerpo eran inseparables de las proyecciones del espritu.

Freud profeta de su tiempo.-

Zweig establece dos lneas argumentales en la justificacin de la vigencia de Freud. Por una parte, el creador del psicoanlisis es retratado como emergente de la nueva cultura y la nueva moral; por otra, la figura de Freud evoca a un moderno Jeremas, es decir el profeta solitario que anuncia los males que su tiempo se niega a admitir. Lo ms importante y, probablemente lo que ms impact la difusin del freudismo era el retrato moral que se ofreca de Freud en el captulo inicial y el final del texto. Ante todo, desde el campo literario y particularmente desde esa empresa de esclarecimiento intelectual y construccin tica que era la misin de nuestro autor, se hace posible enunciar un diagnstico que asocia el problema mdico de la psicoterapia con la crisis en la cultura. Expresin de descontento e insatisfaccin, esa reivindicacin del "espritu", que Zweig haca remontar a los orgenes mgicos de las prcticas curativas (en una direccin que recuerda las "medicaciones psicolgicas" de las que se haba ocupado Pierre Janet) vena no slo a enfrentar los excesos -y los fracasos- de la medicina establecida, sino a sancionar la urgencia de una nueva medicina y una nueva psicologa a la altura de los tiempos. Y es claro que acert, en trminos de la receptividad de la obra, en su apuesta a sintonizar con un pblico -que contribuy a crear- predispuesto a recibir otros modos de representar el malestar subjetivo.

Al mismo tiempo, lo que es ms importante, destacaba la obra de Freud como una intervencin crtica, un dignstico moral de una etapa histrica que el creador del psicoanlisis vendra a cerrar. En ese plano, el freudismo se asociaba a una verdadera revolucin en las costumbres y los valores que, en la visin excesivamente optimista de nuestro autor, habra de liquidar "la moral de anteguerra", esto es, la moral del disimulo, la hipocresa, el rechazo del cuerpo, el aplastamiento del instinto y la sofocacin de las aspiraciones de la juventud. Por contraste, seran justamente los jvenes quienes constituiran, en la nueva era, el sujeto privilegiado de la renovacin y, por lo tanto, los destinatarios principales de las promesas del freudismo que quedaba as perfilado, a la vez, como la expresin de una verdadera revolucin cultural y, frente a las incertidumbres de los tiempos de crisis, como el equivalente posible de una nueva filosofa prctica.

Esto es lo que Zweig elige leer en los estudios culturales de Freud, es decir, en El porvenir de una ilusin y El malestar en la cultura. "Mirada crepuscular hacia la distancia" (p.76) sintetiza bien la posicin de nuestro autor. Es claro que lee los ensayos culturales de Freud desde las preguntas finales de El malestar acerca de la posibilidad de un psicoanlisis de la propia poca. Y desde all, proyecta la figura del creador del psicoanlisis al lugar del sabio y del moralista. Pero para un pensador confiado en el progreso intelectual y moral, como lo es Zweig, la visin freudiana de la cultura es difcilmente asimilable a la que sostena esa epopeya espiritual encarnada en la serie de los "constructores del mundo". Freud, debe admitir Zweig, pretende destruir las ilusiones de sus contemporneos sin ofrecer casi nada como reemplazo. En ese sentido, cuando nuestro autor lo asocia con Rousseau (abriendo las vas de una comparacin rica en consecuencias pero que, lamentablemente, no desarrolla) est a la vez exponiendo su anhelo de encontrar en el freudismo el sustento de un pensamiento sinttico y propositivo, una funcin de gua, equivalente a la cumplida por la obra del filsofo ginebrino, en el nuevo ciclo de la cultura y la moral.

Pero si Zweig suea con una cercana revolucin de la sensibilidad que rescate al individuo en una autonoma plena e instaure una nueva sntesis de la razn y el instinto, el anciano sabio viens no termina de cumplir con ese papel providencial. Algo lo separa de Rousseau: es demasiado prudente en sus proyecciones y le falta la fe y las certidumbres necesarias a esa funcin de profeta que, en cambio, atrae al autor de Anouk: "[..] esa sed de fe del alma no se puede saciar con la sobriedad severamente objetiva, fra y clara del psicoanlisis." Y Zweig debe proponer las vas de superacin de ese lmite:

"Por eso, para complementar su forma de pensamiento, que clasifica y esclarece, de modo verdaderamente creador, debera sumrsele otra, que combine y fusione: la psicosntesis del psicoanlisis; tal vez esta sntesis sea la ciencia del maana [..] Y ahora que su arte de interpretacin ha mostrado las sujeciones secretas del alma, podran venir otros que le recuerden nuevamente su libertad, su fluir y desbordarse desde su propio ser hacia el universo" (p.85).

En todo caso, en la proyeccin del freudismo hacia la utopa el maestro viens queda transmutado en la figura deseada de un gua espiritual que muestra el camino hacia una tierra prometida: gracias a Freud, "una nueva generacin enfrenta una nueva poca con otros ojos, ms libre, ms sabia y ms sincera". Y de su obra se desprende un fortalecimiento moral cuyos resultados anuncian una nueva comunidad cultural:

.."que los docentes ya tomen en la actualidad lo natural con naturalidad y la familia las cosas francas con franqueza, que haya una mayor sinceridad en la concepcin moral y ms amistad entre la juventud, que las mujeres profesen ms libremente su voluntad y su sexo, que hayamos aprendido a respetar la unicidad de cada ser individual y a comprender el misterio de nuestro propio ser espiritual en forma creadora" (pp.23-24).

En pocos aos el ascenso del nazismo y el exilio destruirn los ensueos libertarios del escritor viens. Todava pudo demostrar su adhesin a la figura de Freud en Londres: fue uno de los oradores ante la tumba del maestro. Pero las circunstancias trgicas de su suicidio, en Brasil, en tierra extranjera, separado de su lengua y su cultura por la irrupcin de una barbarie que crey definitivamente instalada en el mundo europeo, ilumina con un contragolpe trgico la profundidad de esa frustrada utopa humanista. La nueva guerra vino a sacudir esa confianza ilimitada de cara al futuro. Retroactivamente, en 1941, Zweig revisa esas ilusiones, renacidas ms de una vez (en la aurora del nuevo siglo, pero tambin ms adelante, en la primera posguerra, y luego, en los aos anteriores al ascenso hitleriano) que anunciaban una nueva era. Y esta vez se reune con el escepticismo freudiano:

"Los que aprendimos en el siglo nuevo a no dejarnos sorprender ya por ninguna erupcin de la bestialidad colectiva, los que cada da venidero esperbamos cosas ms desaforadas aun que las acaecidas durante el da pasado, somos mucho ms escpticos en cuanto a una posibilidad de la educacin moral del hombre. Tuvimos que darle la razn a Freud, cuando en nuestra cultura, en nuestra civilizacin, slo vea un barniz delgado que las destructivas fuerzas de impulso del mundo subterrneo podan atravesar en cualquier instante".[23]

Y cuando vuelve a referirse a Freud, casi al final de su obra y recordndolo en Londres, en los das previos a su muerte, va a mostrarlo como una conciencia implacable y enfrentado a la fe que "el optimista mundo liberal" depositaba en la causa del progreso: "[..]todo aquel mundo viejo, el antiguo modo de pensar, la 'convencin' moral, en fin, toda la poca teman al develador".[24]

Cmo responde Freud al retrato que se ofrece de l en La curacin por el espritu? Ya vimos que expres sus temores por anticipado pero, en principio, el pacto tico que lo une a Zweig domina por sobre las objeciones que le suscita la obra, aunque es claro que lo que menos le gusta es que se lo coloque junto a la creadora de la Christian Science. En dos de sus cartas a S.Zweig se refiere a la obra.[25] En la primera de ellas expresa que es el ensayo sobre Mesmer el que le pareci "ms armonioso, justo y elegante", a la vez que deja oir su opinin ms negativa sobre el dedicado a Mary Baker, en el sentido de que "no ha recalcado suficientemente el aspecto demencial y prfido del fenmeno, [..] ni tampoco la indescriptible sordidez de su ambiente americano".

En cuanto al retrato que Zweig hace de l, est de acuerdo con que sus logros fueron ms consecuencia de su "carcter" que de su "intelecto", algo que no parece haber constitudo una tesis central del ensayo, por lo menos comparable al peso que Zweig atribuye a la significacin moral de Freud. A la vez que pone el nfasis mayor de sus objeciones en desmentir la "correccin burguesa" que su bigrafo le atribua y en contra de ello alega.. su aficin excesiva a los buenos habanos. Tal es el modo en que Freud viene, curiosamente, a expresar su anhelo de una condicin ms inconformista en las formas de su vida personal. Sobre los aspectos de la doctrina psicoanaltica, slo seala que la obra no toma suficientemente en cuenta el papel de la asociacin libre y que no responde adecuadamente a la cuestin, que Zweig haba planteado, acerca del requerimiento de dotes superiores al trmino medio para el ejercicio del psicoanlisis. La segunda carta, de junio de 1932, vuelve sobre la obra, a raz de haber recibido la traduccin al italiano, pero slo para aclarar algn aspecto del episodio final del tratamiento de Ana O. por parte de Breuer. La versin que Zweig ofreca no resaltaba suficientemente, a juicio del creador del psicoanlisis, que Breuer no slo era ajeno al descubrimiento de la etiologa sexual en la histeria, sino que haba interrumpido su trato con Ana O. huyendo de la transferencia sexual de su paciente, que se habra manifestado en un fantasma de embarazo. Freud agregaba que poco despus naci la hija menor de Breuer e insinuaba una relacin significativa entre ese nacimiento y la incapacidad de Breuer para reconocer y manejar la transferencia ertica. Sobre ese dato falso (la hija de Breuer, Dora, ya haba nacido cuando se produjo el incidente) Jones, primero, y Lacan despus elaboraron uno de los mitos ms perfectos y perdurables de los que pueblan la novela familiar del psicoanlisis.[26]

En una carta a Zweig posterior a su octogsimo cumpleaos, que fue celebrado mundialmente y que motiv una obra de homenaje en la que participaban S.Zweig y Th. Mann, en mayo de 1936, Freud expresaba dudas sobre su propia importancia:

"No es que dude de que mis doctrinas contienen grandes verdades, pero encuentro difcil persuadirme de que puedan ejercer una influencia palpable en los acontecimientos del futuro inmediato. En consecuencia, me noto mucho menos importante que como Ud. me representa".[27]

Y por ltimo, en una carta posterior, de octubre de 1937 seala de modo bien claro la hermandad moral en la que afincaba su interlocucin y entendimiento:

"Como a Ud., me hacen sufrir los tiempos en que vivimos y, como a Ud., slo me consuela el sentimiento de solidaridad con un puado de personas y la seguridad de que conservamos la misma escala de valores y de que stos siguen parecindonos tan incontrovertibles como siempre".[28]

Lo hace en la misma carta en la que, enfrentado a su muerte cercana, expone sus dudas sobre el futuro de la obra a la que dedic su existencia.

Durante los pocos aos en que Zweig sobrevivi a Freud, su nimo estuvo dominado por el trauma repetido de la guerra, agravado por el exilio que crey definitivo. Si su vocacin "reparatoria" haba nacido en la defensa de la causa de la paz y la hermandad, se puede entender que cuando la nueva contienda vino a mostrar acrecentados los rasgos de la barbarie y la sombra ominosa del nazismo dominaba toda Europa, cuando se encontr, en Brasil, aislado de sus interlocutores y separado -casi definitivamente, crea- de su idioma, su hogar y sus libros, haya elegido el gesto final de un suicidio moral. Algo que, por otra parte, no contradeca su conviccin de que en la historia los vencidos pueden prevalecer si no renuncian a la lucidez intelectual y el compromiso tico: es lo que quiso dejar con la publicacin de El mundo de ayer: "[..] he aspirado a ser nada ms que un constructor de sueos de paz", dice en una entrevista en Buenos Aires, cerca del final.[29]

Con Jeremas haba pretendido mostrar el poder de la derrota, la superioridad moral que a la larga, pensaba, recae del lado del vencido y no del vencedor; y en el acto final, asegurado el mensaje de su testamento espiritual, Zweig consum su suicidio como su ltima obra, el supremo gesto, purificado por el sacrificio de su vida -que evocaba la figura evanglica del cordero- de rechazo de la guerra, al odio y al fanatismo. La mayor parte de sus contemporneos, los intelectuales exiliados y fortificados en su lucha contra el nazismo, con una visin ms terrenal de la poltica y de la vida, resignificaron su gesto como una cobarda y una desercin. Lo mismo hubiera dicho seguramente Freud de haberlo sobrevivido.

NOTAS:

* Estudio Preliminar de Stefan Zweig, Retrato de Freud, a publicarse por la Editorial Alianza de Buenos Aires.

[1].Para un anlisis histrico comparativo de la recepcin del psicoanlisis en Alemania, Austria, Francia, Inglaterra y los EEUU vase Edith Kurzweil, The Freudians. A Comparative Perspective, New Haven, Yale University Press, 1989.

[2].Nathan G. Hale, "From Berggasse XIX to Central Park West: The Americanization of Psychoanalysis, 1919-1940", Journal of the History of the Behavioral Sciences, 14 (1978), p. 299. E. Roudinesco, La bataille de cent ans. Histoire de la psychanalyse en France 1 y 2, Paris, 1986; traduccin castellana: Madrid, Fundamentos, tres tomos.

[3].Stefan Zweig, El mundo de ayer (1941), Bs.As., Claridad, 1942, p. 15.

[4].Vase H.Stuart Hughes, Consciousness and Society, N.York, A.Knopf & Random House, 1958, traduccin castellana: Madrid, Aguilar, 1972.

[5].Hacia comienzos de los treinta, cuando se publica la biografa de Freud, los libros de Zweig haban sido traducidos a unos cuarenta idiomas. Vase Donald Prater, Stefan Zweig, Paris, La Table Ronde, 1988. Se trata de la biografa mayor dedicada al escritor viens, en su versin definitiva.

[6].S. Freud, "A Thomas Mann", junio de 1935, en Epistolario, Buenos Aires, Orbis Ediciones, 1989, III, p. 473. La esperanza que expresa es a la vez una advertencia de cara a los antecedentes nacionalistas de Mann durante la primera guerra, vase Janine Chasseguet-Smirgel, "Quelques rflexions sur l'attitude de Freud durant la periode nazie", Revue Internationale d'Histoire de la Psychanalyse, 1, 1988, p.25.

[7].S.Freud, Epistolario, Buenos Aires, Orbis, 1988, II, p. 308, carta del 3-5-1908.

[8].S.Freud, Epistolario, cit., III, 374-376, carta del 19-10-1920.

[9].Citado por Peter Gay, Freud. Una vida de nuestro tiempo, Buenos Aires, Paids, 1989, p.509

[10].D. Prater, cit., p.123 y 124.

[11].Friderike Mara Zweig, Stefan Zweig, Buenos Aires, Claridad, p.180.

[12].Stefan Zweig, Joseph Fouch, (1929), traduccin francesa, Paris, Bernard Grasset, s/f, pp.8-9.

[13].Vase S. Zweig, "Conferencia pronunciada en Paris, 1940", en La Viena de ayer, Buenos Aires, Espasa-Calpe,1951. Tambin se refiere a Viena en El mundo de ayer, cit., cap. I.

[14].Sobre Zweig y Freud ante la guerra, vase P. Gay, Freud, cit., pp.393-396; y D.Prater, op.cit., pp.89-94.

[15].D.Prater, op. cit., pp.221-222 y 229-230.

[16].S.Freud, El malestar en la cultura, Obras completas, Buenos Aires, Amorrortu, t.21, p.137.

[17].Vase Ludwig Wittgenstein, "Conversaciones sobre Freud", en Esttica, psicoanlisis y religin, traduccin de Eduardo Rabossi, Buenos Aires, Sudamericana, 1976, pp.127-128.

[18].D.Prater, op. cit., p.198. La curacin por el espritu fue publicada originalmente en 1931 y traducida al espaol en Barcelona en 1932 y en Buenos Aires por Anaconda (sin fecha); en 1933 la editorial Tor edit por separado la parte correspondiente a Freud. Cito de acuerdo con las pginas de la presente edicin.

[19].D.Prater, op. cit., p.198. El mismo testimonio afirma que Zweig, que tena inclinaciones exhibicionistas, posea un certificado en el que Freud lo reconoca como uno de sus pacientes y con ello esperaba evitar eventuales problemas con la polica; idem, pp. 353-354.

[20].Friderike Mara Zweig, Stefan Zweig, cit., pp.151-154.

[21].D.Prater, cit., pp.198-199. La traduccin de la carta ha sido comparada con la versin, algo diferente, includa en Correspondencia Freud-Zweig, Buenos Aires, Granica, 1974, pp.24-25.

[22].Vase, Albert Bguin, El alma romntica y el sueo, Madrid, FCE, 1954.

[23].S.Zweig, El mundo de ayer, cit., p.18.

[24].Idem, p.429.

[25].Cartas de febrero de 1931 y junio de 1932, Epistolario, op. cit., III, pp. 448-450 y 456-457.

[26].Vase Henri Ellenberger, El descubrimiento del inconsciente, Madrid, Gredos, 1976, pp.556-557. Un estudio exhaustivo y muy documentado del papel y las ideas de Breuer puede leerse en Frank Sulloway, Freud: Biologist of the Mind, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1992, cap.2.

[27].S.Freud, Epistolario, III, cit., pp. 476-477.

[28].Idem, pp. 487-488.

[29].Manuel Garca Hernndez, "La tristeza mortal de Stefan Zweig", en Leopoldo Stern, Stefan Zweig. El suicida de Petrpolis, Buenos Aires, Loran, 1944, p.164.

Fuente:

Cuadernos Argentinos de Historia de la Psicologa, en prensa.