vega luis, si de argumentar se trata cap 2 que es una buena argumentacion

48
Luis Vega Reñón SI DE ARGUMENTAR SE TRATA MONTESINOS

Upload: kristin-brady

Post on 13-Aug-2015

759 views

Category:

Documents


10 download

TRANSCRIPT

Page 1: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

Luis Vega Reñón

SI DE ARGUMENTAR SE TRATA

MONTESINOS

Page 2: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

Capítulo 2

¿Qué es una buena argumentación?

1. ¿Buenos argumentos o argumentar bien? Problemas yperspectivas

En atención a lo que llevamos visto, cabe temer que unas pre-guntas como "¿Qué es un buen argumento?", "¿Qué es una buenaargumentación?", sean radicalmente ambiguas. Hay motivos parasospechar que late en ellas una raíz de ambigüedad, a saber:tomarán sentidos diversos según cómo se entienda la nociónmisma de argumento y según qué aspecto o dimensión de laargumentación se privilegie: según se considere que ésta es antetodo un producto textual, o un proceder interactivo, o un procesode inducción de ciertas creencias o disposiciones en el ánimo delinterlocutor' .

Veamos este argumento: "Dios es, conforme a la recta concepción de sunaturaleza, el ser dotado de todas las perfecciones. Ahora bien, existir esuna perfección. Luego, Dios existe". Tomado como un texto aislado esuna deducción lógicamente concluyente: un argumento no sólo bueno sino"glorioso" -podría decir Humpty Dumpty-. Pero si se aduce con pre-tensiones de prueba en el contexto de una discusión acerca de la existencia

l. Nótese la diferencia entre "inducción" como acción o efecto de inducir(animar, incitar, mover a alguien a pensar o hacer algo) e "inducción" comoargumento no deductivo en el que las premisas apoyan con mayor o menorfuerza la probabilidad de una conclusión. Este segundo sentido prevaleceráen el contexto del análisis lógico del argumento; el primero, en el de la retó-rica de los procesos de argumentación.

86

de Dios, es decir como un remedo del famoso "argumento ontológico" deAnselmo de Bec, no pasa de constituir una petición de principio -cuyaconclusión se limitá a reiterar una de las presuntas perfecciones que defi-nen la divinithid-, para quienes cuestionan la existencia de tal suma deperfecciones o la idea de que la existencia es una perfección; entonces yano es un argumento tan bueno. En fin, la eficacia o el poder de convic-ción del "argumento ontológico" mismo resultan problemáticos: el argu-mento convence a los convencidos -de acuerdo con el diagnóstico deque se trata de una petición de principio-; y si era incontestable para suautor, en el último tercio del s. XI, no ha dejado de verse en entredichoen la historia posterior de la tea-filosofía.

Otra fuente de ambigüedad es la añadida por la calificación debueno. En una de sus acepciones, "bueno" nos remite a la cuestiónanterior, viene a significar que algo es auténtico y excelente en sugénero -e. g. "este es un argumento de los buenos" en el sentidode "este es café del bueno"-. Pero, además, "bueno" resulta equí-voco a través de dos vertientes significativas capitales: por un lado,según veíamos, es bueno lo que tiene bondad en su género, aquelloque reúne de forma satisfactoria las cualidades exigibles a su natu-raleza; por otro lado, es bueno lo que resulta apto, útil o a propósi-to para algo. La alternancia de ambos sentidos se muestra enconversaciones como esta:

«-"No te pierdas el respeto", o algo así, recomendaba Gracián: heahí un buen consejo.

-¿Bueno para qué?-Bueno en sí mismo».

Así que volvemos a encontrar dos viejos conocidos que ya se ha-bían presentado en la aproximación inicial a la argumentación y queahora retoman en la consideración de la bondad de un argumento:el planteamiento que gira en tomo a su calidad propia o internacomo constructo discursivo; el que prefiere fijarse en su eficacia orendimiento externo como instrumento de persuasión o disuasión.

87

Page 3: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

Para colmo, la evaluación de la bondad argumentativa, espe-cialmente en su dimensión discursiva interna, envuelve conside-raciones normativas y prospectivas, es decir consideracionesacerca de cómo deben ser los buenos argumentos y criterios quepermitan discernir ante un eventual candidato si efectivamente se-rá un buen argumento. Estas directrices diferencian la evaluaciónde la bondad de otras estimaciones, como la determinación de sialgo es blanco o negro; y su singularidad aumenta si se añade laposibilidad de que la evaluación proceda en términos graduales ycomparativos, por contraste con disyuntivas categóricas, e.g. la desi un número entero es par o impar. En los casos citados contamoscon datos básicos y objetivos dentro de un espectro -«nunca lo-grarás, querido Slipper, que lo blanco se vea negro»-, o con cri-terios definitorios de clases disjuntas -un número entero es par sies múltiplo de 2 y es impar en otro caso-. Dentro de la argu-mentación, en cambio, no parece haber una demarcación neta declases similares, dadas o definidas, para colocar a la derecha todoslos buenos y a la izquierda todos los malos argumentos. Repara-remos, en fin, en que su ausencia no es achacable sólo a la faltade una providencial teoría de la argumentación, sino a la índolede la pregunta: ¿qué es un buen argumento? Pregunta en la que,insisto, se mezclan las ambigüedades del "ser bueno" con lasnormas y valores que gobiernan la bondad, como aquello quesería lo debido en un buen argumento, y con las directrices quepueden guiar nuestra actuación cuando queremos argumentarbien en vez de hacerlo mal.

Hoy, estas dificultades conviven de hecho con una prolifera-ción de criterios de identificación positiva o de distribución rela-tiva de los buenos y malos argumentos. Si bien generan proble-mas conceptuales de definición y determinación, y a través deellos ponen en evidencia la situación de relativa orfandad teóri-ca por la que atraviesa nuestro análisis de la argumentación, noparecen excluir en principio la viabilidad de propuestas dis-criminatorias, al menos en ciertos casos -y aun clases de casos-

88

concretos, de modo análogo a como un fino catador de vinospuede distinguir una buena añada de otra mala e incluso infor-marnos de cómo distinguirlas, sin necesidad de haber cursado unmáster en enología. Por otro lado, siguiendo con esta analogía,también en la argumentación tienen importancia el lugar de culti-vo y la denominación de origen, es decir, también hay camposdiscursivos que demandan consideraciones específicas de bondady eficacia argumentativas, no extrapolables luego a otras regio-nes. Por ejemplo, cabe suponer que unos argumentos como lostrascendentales, acerca de las condiciones de posibilidad de algodado por cierto, o como la refutación de una tesis por regresión alinfinito, sólo se dan, bien o mal, en filosofía; mientras que otrosargumentos, como las deducciones axiomáticas de las pro-piedades o de las relaciones entre los elementos de una estructuraabstracta, tienen su lugar natural en matemáticas, y otros, comolos que descansan en la existencia de precedentes, en mediosjurídicos, y así cabría seguir señalando ejemplares peculiares endiversos campos especializados de discurso. Todo esto redundaen la dificultad de avanzar un conjunto definido, unívoco ycomprensivo de las condiciones que ha de satisfacer el buenargumento, o una batería de criterios efectivos por los quenosotros podamos en todo caso reconocerlo. Pero, una vez más,nada de esto nos impide confiar en nuestra lucidez o en nuestracompetencia para saber a qué atenernos en determinados do-minios, aunque al cambiar de campo tengamos que cambiar decódigo y de registro. Así, en el dominio de la deducción lógica,por ejemplo, un argumento o es válido o es inválido según que laconclusión se siga lógicamente, o no se siga, de las premisas. Enotros muchos dominios, por el contrario, será imposible evaluarla calidad o la fuerza de un argumento como no sea al trasluz delas atribuibles a otro argumento mejor o peor opuesto: esto es loque suele ocurrir cuando nos movemos por el terreno dialécticode la argumentación plausible, mundo que descarta el "todo onada" para quedarse con el "más o menos". Pero, en general,

89

Page 4: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

además de las luces naturales o del sentido común -según algunov,no tan compartido-, y de la competencia adquirida por nuestrocultivo de un determinado campo discursivo, tampoco nos vendránmal las propuestas y los criterios avanzados por los teóricos de laargumentación. No sólo hay casos de evaluación sutil, com-plicada o difícil: también hay cuestiones sofisticadas y dimen-siones del análisis de la argumentación que pasaJian inadvertidaspara unos ojos ingenuos. Dejemos que sea entonces la teOlia -nola fuerza- quien nos guíe.

Así pues, en este capítulo adoptaJ'é una estrategia de aproxi-mación parecida a la que he seguido antes, en el primero, al hilode las orientaciones teóricas disponibles, en paJticular las trestradicionales y más características: la lógica o analítica, la dialéc-tica, la retórica. Tómense las tres, con sus posibilidades y limi-taciones respectivas. no sólo o no tanto como posturas escolares eirreconciliables, sino más bien como programas de investigacióny de discriminación acerca de qué sea o pueda ser un buen argu-mento o, según veremos al pasar de la lógica a la dialéctica, unargumentar bien, desde ciertos supuestos y en determinados te-rrenos. Este será al menos mi punto de mira. Pues la pers-pectiva que más gustaría no es una de estas tres, en particular,sino una que fuera capaz de integrarlas y de contemplar labondad lógica de un argumento en el marco de la calidad dia-léctica y la eficacia retórica de la argumentación corres-pondiente, y en orden a un buen hacer o a un saber desen-volverse en situaciones conversatorias y discursi vas de prueba,confrontación, discusión, etc. Esta es, a mi juicio, la teoría lú-cida y comprensiva de la argumentación de la que andamos ne-cesitados.

Ahora bien, como no podré someter los tres programas a unexamen exhaustivo, dado el crecimiento exponencial de laLiteratura en torno a ellos, aquí me contentaré con revisar algunosplanteamientos sintomáticos para detenerme en unos puntos oaspectos que me parecen especialmente ilustrativos.

90

2. El punto de vista lógico sobre los buenos argumentos

La trama y la urdimbre del argumento1

Vayan por delante unas nociones y convenciones preparato-rias. Comunicanlos e intercambiamos información mediante de-terminados tipos de actos de habla a los que conesponden comounidades gramaticales las oraciones declaJ'ativas o asertivas. Unenunciado es una unidad lingüística con pretensiones declarativasen este sentido; por ejemplo, el enunciado "está nevando en Z"informa de -esto es, significa y afirma- que ahora nieva en dicholugar. El significado o contenido informativo de un enunciadosuele llamarse "proposición" en lógica. Se supone que una pro-posición es el significado de uno o más enunciados que quierendecir lo mismo (v.g. "nieva", "cae la nieve", "il neige", "itsnows"), amén de ser el objeto de nuestras actitudes epistémicasde duda, creencia, suposición, conocimiento, etc. (v.g. "creo quenieva", "dudo que nieve", "sé que nieva", "sospecho que nieva").Convengamos entonces en que una proposición es la unidad deinformación contenida en, o transmitida por, un enunciado re-presentativo de un posible conjunto de enunciados que quierendecir lo mismo. Si, en efecto, sus pretensiones declarativas secumplen, la proposición es verdadera; si no se cumplen, es falsa.Si efectivamente nieva, la proposición de que nieva es verdadera;si no nieva, es falsa. Desde antiguo se ha dicho: una proposiciónes verdadera si declara que es lo que es, o que no es lo que no es;es falsa, si declara que es lo que no es, o que no es lo que es.(Hoy también se habla de verdad en términos de coherencia teó-rica o de éxito práctico, o por referencia a una escala de grados decumplimiento de una proposición.) El ser verdadera o falsa ha si-do siempre el atributo más importante de la proposición. Según

2. Véanse, por ejemplo, los ensayos de 1. Corcoran, "Argumentaciones ylógica", Ágora, 13/1 (J 994),27-55, Y J.M. Sagüillo, El arte de persuadir. ACoruña, Ludus, 2000.

91

Page 5: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

una metáfora popular, así como un enunciado sería el vehículode expresión de una información, una proposición sería laportadora de uno de estos dos valores veritativos: o la verdad ola falsedad.

Si la propiedad más importante de una proposición es la verdado la falsedad, la relación entre proposiciones que al10ra más impor-ta es la relación de implicación o su conversa, la relación de conse-cuencia lógica-: Ct. implica ~ -o ~es consecuencia lógica de Ct.- siy sólo si toda la información que pueda contener ~ se halla conte-nida en Ct.. Así, no puede ocurrir que Ct. sea verdadera y ~ sea falsa,pues si esto ocurriera la información falsa de ~ estaría contenida enla información verdadera de Ct., de modo que Ct. portaría una infor-mación verdadera y falsa a la vez, lo cual es imposible. De ahí sederivan dos principios: (i) la preservación de la verdad del an-tecedente de la relación en el sentido de que toda proposición im-plicada por -o consecuencia lógica de- una proposición verdade-ra, es verdadera; y (ii) la remisión de la falsedad del consecuentede la relación en el sentido de que toda proposición que implique-o tenga como consecuencia lógica- una proposición falsa, esfalsa. Una imagen popular es la metáfora SEUR o del "correocertificado": una relación de implicación o de consecuenciaasegura el transporte de la verdad que porta el antecedente hastael consecuente, según el principio (i), o de la falsedad remitidapor el consecuente hasta el antecedente, según el principio (ii).

Dados estos supuestos, un argumento viene a ser una unidaddiscursiva con pretensiones de prueba en la línea de (i) -o decontraprueba, en la de (ii)-. Corcoran lo define como un sistema

compuesto por un conjunto de premisas, una conclusión y unacadena de razonamiento entre ambos extremos. Según esto,todo argumento tiene una trama semántica y una urdimbre prag-mática y epistémica -discursiva y cognitiva-o La trama semánticaes un sistema formado por un conjunto de proposiciones en ca-lidad de premisas, digamos el conjunto {P} -que, por lo demás,podría constar de una única premisa-, y por una proposición encalidad de conclusión, digamos C. En relación con esta trama obase semántica, el atributo más relevante de un argumento es lavalidez o la invalidez: un argumento es válido si y sólo si {P}implica C, de modo que no es posible que sus premisas, {P}, seanen conjunto verdaderas y su conclusión, C, sea falsa; en otro casoresulta inválido -sin paliativos ni medias tintas-o Valga esta con-dición como un criterio intuitivo de convalidación o invalidaciónde argumentos: un argumento es válido si y sólo si el conjunto desus premisas implica su conclusión. El criterio resulta operativo através de un test tan eficaz como la publicitaria "prueba delalgodón", la prueba de la contradicción: un argumento válido si ysólo si la conjunción -o la aserción conjunta- de sus premisas yde la negación de su conclusión da como resultado una contradic-ción expresa. De donde se obtiene este "recurso casero" de invali-dación: para establecer la invalidez de un argumento dado, pro-bemos a imaginar una situación en la que efectivamente se da o escierto lo que dicen sus premisas pero, en cambio, no se da o no escierto lo que dice su conclusión; si tal situación, real o meramenteimaginaria, es una situación posible, dicho argumento es inválido.

En filosofía de la lógica se discute si la portadora de la verdad o la fal-sedad es una enunciación concreta o la oración enunciativa o la proposi-ción. También se discute si hay que atenerse únicamente al par de valoresexcluyentes: verdad I falsedad, o si habría que admitir otros valores inter-medios o indeterminados. Son discusiones en las que no vaya entrar aquí.

Por ejemplo, el argumento Al: "Esto es rojo; luego, esto tiene un color"es válido, pues la predicación "x es rojo" implica "x tiene un color" ynunca podrá ocurrir que algo sea, en verdad y al mismo tiempo, rojo eincoloro, puesto que la atribución de tener color está incluidaanalíticamente en la atribución de tener un determinado color. Elargumento A2: "Esto tiene color; luego, esto es rojo" es, por el contrario,inválido; la información sobre el carácter meramente coloreado de algo

92 93

Page 6: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

no incluye la información sobre talo cual color, de modo que si elobjeto en cuestión fuera -digamos- azul, la premisa sería verdadera yla conclusión falsa.

Veamos ahora "la prueba del algodón", la prueba de la contradicción.En el caso de Al' una aserción del tenor: "Esto es rojo, pero no tienecolor" sería una franca contradicción. Nada podríamos reconocer en elmundo que fuera así y la declaración misma no sería informativa enabsoluto. Por el contrario, en el caso de A2, la aserción "Esto tiene color,pero no es rojo" podría ser no sólo informativa sino verdadera: hay mul-titud de situaciones reales -y por añadidura otras muchas simplementeposibles- en las que algo tiene otro color que el rojo.

que -o tanta estructura como- sea pertinente a ese respecto.En este punto conviene hacer un inciso -al margen de los pa-

sos seguidos por nuestros mentores sobre el terreno lógico, Cor-coran y Sagüillo-, para despejar posibles equívocos. A veces seha pensado que la lógica es la ciencia o la disciplina pura de larazón, un espejo formal en el que se reflejan las relaciones entrepensamientos o entre proposiciones; con más frecuencia se hadicho que los términos específicamente lógicos son términosvacíos o neutrales temáticamente y, así, pueden operar sin dis-torsiones en cualquier ámbito discursivo. De ahí se ha supuestola universalidad y la neutralidad de oficio de un lenguaje lógico,la capacidad del análisis lógico para filtrar inocuamente, como elcristal la luz del sol, ciertas relaciones -entre proposiciones-subyacentes en cualquier contexto lingüístico concreto. En todocaso, se da en imaginar que un lenguaje lógico no es un nuevocontexto, no es otro idioma ni otro discurso, sino algo así como eldenominador común de todos los contextos discursivos en los queobran las unidades y relaciones formales relevantes. Esta es unaimagen falsa -imagen y falsedad en la que incurren los quepropalan la idea de que el lenguaje lógico viene a ser una estruc-tura profunda del discurso quizás en la creencia de que la lógicadepara una especie de teoría generativa del razonamiento-. Es,peor aún, una imagen que induce a error: a confundir un lenguajelógico con un diccionario. Son los diccionarios los que recogen ydefinen usos en cualquier contexto, sin constituir por sí mismos unnuevo lenguaje o un nuevo contexto, sino catálogos neutrales;pero un lenguaje lógico no es un catálogo neutral de formas ló-gicas, sino un "idioma" aparte y un nuevo contexto discursivo,provisto de un régimen gramatical propio. Por lo demás, el inte-rés de los lenguajes lógicos tampoco estriba en ser archivos o re-gistros de los usos de la razón, sino en facilitar el control efectivode la producción de conjuntos posiblemente infinitos de fórmulasbien formadas -y, con ello, la determinación efectiva de las for-mas lógicas pertinentes-, a partir de un conjunto definido de

Ahora bien, la validez que importa en una perspectiva lógica noes esta validez analítica propia de un argumento como Al' dondela información concreta que porta la conclusión viene conceptual oanalíticamente incluida en la información que apOltan las premisasy la relación de implicación media entre ellas a través de susparticulares significados. La validez que interesa aquí es unatributo formal; por lo tanto, no es una propiedad de un argumentodado, sino una característica de una clase de argumentos de lamisma forma lógica. Así pues, la determinación de la forma lógicade los argumentos y, por ende, su traducción a un lenguaje lógicoson pasos previos y necesarios para una apreciación cabal de suvalidez o invalidez. En otras palabras, si A es un argumentoconcreto, en un contexto y una situación de conversación dadas, elveredicto sobre su validez o invalidez supondrá su extracción de

. dicho marco y su traslado a un nuevo escenario, el propio dellenguaje lógico L que determina su forma lógica. Se supone queeste traslado mantiene cierta correspondencia entre la gramáticabásica del argumento original A y la sintaxis de su versión en L,amén de preservar sus rasgos semánticos formalmente relevantes,de modo que la versión sea un trasunto de A; pero la finura de latraducción suele importar menos que la determinación precisa dela (presunta) forma lógica de A y su adecuación a los fines delanálisis, pues de lo que se trata es de mostrar la estructura lógica

94 95

Page 7: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

símbolos y de un conjunto finito de reglas de formación deexpresiones lingüísticas. En suma, el análisis lógico, antes de seruna abstracción o una presunta explicitación de lo implícito ennuestros usos lingüísticos comunes, es una traducción y unareinterpretación en otro lenguaje, una representación en otroescenario, aunque esto no le impida hacernos ver también quéestamos diciendo y qué se sigue de lo que decimos, sobre todocuando el decir queda fijado en un texto.

Salvado este inciso, prosigamos desde el punto de la validez ló-gica o estructural en que nos habíamos desviado. Ahora ya con-tamos con un correlato formal del criterio intuitivo de validez porimplicación: diremos que A es un argumento válido si y sólo sisus premisas componen el antecedente de una relación deconsecuencia lógica cuyo consecuente es la conclusión. Lodiremos a sabiendas de que entre un antecedente, a, y unconsecuente, ~, formalizados en L, media dicha relación si y sólosi no hay ninguna transformación de a y de ~ en unas formu-laciones respectivamente equiformes, a'y W, tal que a' pudieraser verdadero y W falso según el régimen semántico de L.

Supongamos que L es un lenguaje estándar de la lógica de conectoresde enunciado, sujeto al acostumbrado régimen veritativo funcional deevaluación o asignación de valores de verdad y falsedad, y que lasformulaciones 'p' y 'p & q' están bien formadas en L. Supongamostambién que A es un argumento compuesto por un antecedente (l = p &q, y por un consecuente ~ = p. Entonces, A es lógicamente válidopuesto que 'p' es consecuencia lógica de 'p & q': no hay evaluación enla que un enunciado de la forma 'p & q' pueda ser verdadero y unenunciado de la forma 'p' falso. Una muestra informal de unargumento válido de la forma de A sería este notable descubrimiento deun lógico estoico allá por el s. III antes de nuestra era: «Es de día yDión pasea; luego, es de día». También aquí funciona la "prueba delalgodón", la prueba de la contradicción: toda aserción de la forma: '(p& q) & ..,p' constituye una contradicción; y, en particular, una asercióncomo "Es de día y Dión pasea, pero no es de día" resulta contradictoria,

96

es imposible que -en un lugar determinado- sea de día y que a la vezque no lo sea.

A partir de ahí, según nuestros lógicos, entra en acción un nue-vo principio, el principio de laforma: dos o más argumentos conla misma forma lógica son todos ellos válidos o todos ellosinválidos -la validez, recordemos, es atributo formal de una clasede argumentos-o De donde se desprenden a su vez dos directricescomplementarias. Una directriz formal de convalidación: si A esun argumento válido, todo argumento de la misma forma lógicaque A, en L, es un argumento válido, está convalidado. Más unadirectriz formal de invalidación: A es inválido si hay algúnargumento A* de su misma forma, en L, tal que siendo verdade-ras todas sus premisas, su conclusión resulta o podría resultarfalsa. A* es un contra-argumento de A, en L, y se dice que, engeneral, la forma de un argumento es inválida si admite un con-tra-argumento. Estas directrices suelen aprovecharse a efectosheurísticos: para convalidar toda una clase de argumentos váli-dos, basta convalidar un ejemplar o un representante de la mis-ma forma lógica; para invalidar un argumento o toda una clasede argumentos, determinados por su forma, basta hallar un con-tra-argumento de esa misma forma lógica.

Consideremos, por ejemplo, el argumento A): ''Todo lo existente tieneuna causa; luego hay una causa de todo lo existente": bajo algunas varian-tes fue bastante popular en tiempos de credulidad en la existencia de unaCausa primera o última, en todo caso única y común, de todas las cosasque venían a ser o existir. Incorpora el sistema '«P), C>', donde '(PI'se reduce a una sola premisa: ''Todo lo existente tiene una causa", y 'C'es la conclusión: "hay una causa de todo lo existente". La marca ilativa"luego" indica (la pretensión de) que C es una consecuencia lógica de P.Pues bien, ¿es A3 un argumento lógicamente válido? Veamos.

Para facilitar su traducción o formalización en términos de nuestralógica estándar de la cuantificación, A) podría esquematizarse comosigue: "Para todas y cada una de las cosas que existen, hay algo que es

97

Page 8: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

su causa, sea ello lo que fuere; luego, hay algo que es la causa de todasy cada una de las cosas existentes", esto es: "para todo x hay algún y talque y es causa de x; luego, hay algún y tal que, para todo x, y es causade x". La premisa significa que cada cosa existente tiene alguna causapropia, aunque esta no sea precisamente la misma para todas; laconclusión significa que hay algo que es justamente esto, una causa detodas las cosas. Tras esta adaptación informal preliminar, A3 podríaadoptar la forma:

'V x3y (Cyx) - 3 yVx (Cyx)',Según las directrices de convalidación e invalidación, para que A 3 sea

válido, es preciso que lo sea también cualquier otro argumento de estamisma forma. Consideremos, por ejemplo, A*3: "Todo círculo tiene uncentro -su propio centro-; luego, hay un centro de todo círculo -hay algoque es el centro (común) de todo círculo-". Salta a la vista que la premisaes verdadera -en la geometría euclidiana, por definición-, mientras que laconclusión resulta falsa, por lo menos en cualquier mundo en el que seaposible trazar dos o' más círculos no concéntricos, en un mundoeuclidiano sin ir más lejos. Por lo tanto, A3 no es un argumento válido.Más aún, como A*3 es un contra-argumento respecto de la forma lógicaexpuesta al principio, esta forma es inválida. Así pues, el argumento A3queda invalidado. Los manuales suelen mencionar otra razón de lainvalidez de A3 menos general y más ilustrativa de su caso: A3 incurre enuna permutación ilegítima del prefijo de cuantificadores 'V x3y' al prefijo'3y V x', es decir, en un cambio no consecutivo del dominio gobernadopor 'Vx [3y Oo.]' al gobernado por' 3y [\Ix Oo.]'.

Si la forma lógica de un argumento es el resultado de su forma-lización en un lenguaje lógico L, la convalidación hace descansarla validez del argumento sobre las propiedades del sistema deducti-vo correspondiente a L. Tres virtudes muy apreciadas son la con-sistencia, la suficiencia y la decidibilidad. Hoy sabemos que si unsistema lógico deductivo es consistente, no permitirá derivar en éluna conclusión falsa de unas premisas verdaderas, conforme a susrespectivas formalizaciones e interpretaciones en L; que si es sufi-ciente o completo, permitirá derivar cualquier conclusión verda-

98

dera de las debidas premisas, en los mismos supuestos de for-malización e interpretación; y que si es decidible, permitirá dic-taminar efectiva y mecánicamente, ante cualquier conjunto depremisas y cualquier presunta conclusión, si esta conclusión esconsecuencia o no de esas premisas, en los mismos supuestos.También es bien sabido que solamente gozan de estas tres virtu-des los sistemas lógicos más elementales, como el sistema es-tándar de la lógica de conectores de enunciados; pero, a losefectos de la convalidación, basta que el sistema sea consistentepara garantizar la validez de los argumentos válidos formaliza-dos en su lenguaje, virtud que se supone al alcance de cualquiersistema lógico que se precie de serlo.

¿Pasa lo mismo con la invalidación? ¿Dispone también de unacobertura lógica sistemática? Hay investigaciones, marginalesaún, en tal sentido: el de construir una lógica de la anticonse-cuencia. Pero la directriz de invalidación antes declarada no dejade presentar ciertos problemas tanto en sí misma, como en rela-ción con el criterio intuitivo de convalidación e invalidación quehabíamos avanzado al principio.

Recordemos a este respecto el ejemplo anterior Al intuitivamenteconvalidado en razón de que la proposición "esto es rojo" implica laproposición "esto tiene color". Esquematizado el argumento como unacomposición condicional de dos enunciados, 'si esto es rojo, entoncesesto tiene color', revestiría en el lenguaje de nuestra lógica estándar laforma enunciativa: 'P-?>q'; esquematizado en técminos más finos, 'sidel objeto a se dice que es rojo, entonces del objeto a se dice que tienecolor', podría revestir la forma predicativa: 'Pa-?> Qa'. Pues bien, nin-guna de las dos resulta válida pues cualquiera de ellas se enfrentaría acontra-argumentos del tipo A* 1: "esto es par, luego es impar", en losque la mediación de una relación de consecuencia entre la premisa y laconclusión está absolutamente descartada. Por lo tanto, Al se vería in-tuitivamente convalidado y formalmente invalidado: una asimetría queno estaría de más aclarar y justificar. Pero la condición formal y la di-rectriz asociada de invalidación también se ven ellas mismas en

99

Page 9: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

dificultades. Pues bien puede ocurrir que un argumento dado, al revestirdiversas formas en un lenguaje L -según acabamos de ver-, resulteformalmente convalidado bajo una de ellas y bajo otra invalidado; porejemplo, todos los silogismos tradicionales contraerían forma~ inválidasen nuestra lógica de conectores de enunciados. Así que la condiciónmisma de que un argumento es inválido si tiene una forma inválida osusceptible de contra-argumentos, habría de matizarse o explicarse enalgún sentido, bien en el de suponer que todo argumento cuenta con unaforma lógica única o paradigmática, a la que en definitiva deberá atenerseel análisis, o bien en el de suponer que si el argumento presenta algunaforma válida todas las demás devienen irrelevantes.

Sobre esta base lógica semántica, los argumentos propiamentedichos tejen una urdimbre cognitiva3• Pues nuestros argumentos,según la presente perspectiva lógica, son típicamente medios detransformar nuestras creencias u opiniones en conocimientos y deestablecer a partir de lo que ya conocemos nuevos conocimientos,en particular por la vía de la deducción. En suma, su modelo o pa-radigma de argumentación consiste en una idea clásica de pruebacon raíces harto familiares. De Platón procede la noción de cono-cimiento como opinión verdadera y razonada (argumentada); deAristóteles, a su vez, el programa de establecer a partir de lo co-nocido otros conocimientos seguros mediante pruebas deductivas,silogismos demostrativos. Así pues, la heurística anterior de la con-validación se ve coronada con una apodíctica epistémica de la jus-tificación por demostración. Sin embargo, esta misma vía deductivatambién conduce a dos tipos de investigación metódica en tomo alas llamadas "hipótesis": proposiciones que creemos verdaderas,

3. Cabe señalar que la propia noción de implicación o de consecuencia ló-gica, en términos informativo:;, ya sugiere una proyección cognitiva: si la in-formación dada en el antecedénte incluye toda la existente en el consecuente,es razonable pensar que un agente epistémico capaz de reconocer cabalmentela verdad de la información primera, podrá reconocer en ella la verdad de lasegunda. Ahora bien, la justificación de esta posibilidad y el éxito mismo delreconocimiento no son cuestiones semánticas, sino epistémicas.

100

aunque no sepamos aún si en efecto lo son. El camino para es-tablecer la verdad de una hipótesis seguiría el método marcadopor el principio semántico de que toda proposición implicada poruna proposición verdadera, es verdadera: según esto, habría queconvertir la hipótesis en la conclusión de un argumento con-validado cuyas premisas ya se reconocieran como verdaderas. Esel camino ordinario de las pruebas deductivas directas de unaproposición. Por otro lado, el camino para establecer la falsedadde la hipótesis seguiría el método complementario marcado por elprincipio de que toda proposición que implique una proposiciónfalsa, es falsa: según esto, habría que añadir la hipótesis a un con-junto de premisas que se saben verdaderas y tratar de obtener apartir del nuevo conjunto de premisas, como consecuencia, unaconclusión obviamente falsa; dado que esta falsedad no podríaatribuirse al conjunto inicial de las premisas reconocidas comoverdaderas, tendría que recaer sobre la hipótesis añadida. Unaaplicación de este procedimiento consiste en llevar o reducir lahipótesis en cuestión, -sea por ejemplo "hay un número primomayor que todos los otros primos"-, a una situación palmaria-mente imposible porque de la asunción tentativa de la hipótesisse deduciría, en consecuencia, una contradicción o un absurdológico -e.g. "si hubiera un número primo mayor que todos losotros primos, también habría otro número primo mayo/-' que esemismo número"-. La reducción de una proposición H al ab-surdo puede representar, en determinados supuestos, la de-mostración de la contraria H*: "la serie de los números primoses infinita" (cf. el proceder de Euclides, Elementos, libro IX, 20,para probar que no es finita).

Llegados a este punto, la articulación de esta urdimbre cog-nitiva sobre la trama semántica de base podría sintetizarse comosigue:

101

Page 10: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

Base semántica subyacenteProposición

o verdadera o falsa

Ámbito epistémico y pragmático (cognitivo)Proposición

que se cree verdadera I que se sabe verdadera

WCondiciones de convalidación Hipótesis Conocimiento

establecido

L Confrontación por vía deductiva J(argumentación válida)

1) Cómo determinar la verdad de una hipótesis -proceder demostrativo directo

2) Cómo determinar la falsedad de una hipótesis -proceder indirecto (reductivo)

Un balance sumario de la contribución del punto de vista ló-gico a la cuestión que nos ocupa, ¿Qué es un buen argumento?,puede arrojar estos pares de resultados: dos rasgos característi-cos de su tratamiento de la argumentación; dos contribucionesprecisas y decididas; dos limitaciones típicas.

Los rasgos mencionados son: 1/ La reducción de la argumenta-ción a un conjunto o una serie de argumentos y del argumento mis-mo a un cuerpo de proposiciones que hace descansar sobre unabase semántica sus pretensiones de prueba. 21 El relieve de las atri-buciones semánticas de verdad y falsedad (en el caso de las pro-posiciones) y de validez e invalidez (en el caso de los argumentos),sobre cualesquiera otros aspectos lingüísticos, y el relieve de losestados de creencia y conocimiento y de las pretensiones de prue-ba, sobre cualesquiera otras intenciones o actitudes del agente dis-cursivo.

Las contribuciones positivas son: 1'/ La determinación de unanoción básica e inequívoca de buen argumento en términos co-mo estos: toda deducción lógicamente concluyente y epistémi-camente cogente, demostrativa en suma, es un buen argumento.Los buenos argumentos han de contar entonces con premisasque se saben verdaderas y con un nexo consecutivo reconocido,amén de ser lógicamente válidos. De donde se desprende queserán malos argumentos los que adolezcan de falsedad en laspremisas o de falta de perspicuidad ilativa, o sean lógicamente

102

inválidos, no concluyentes. 2'/ La determinación de unoscriterios metódicos de convalidación e invalidación de posiblescandidatos a buenos argumentos, así como la justificaciónsistemática de los poderes de la convalidación por referencia aalgún sistema lógico formalizado -dando por supuesto, como eshabitual, que un sistema lógico ha de ser por lo menos consis-tente-.

Las dos limitaciones nacen, a su vez, una de su peculiar ma-nera de tratar con la argumentación, la otra de su traducción ymediatización formal del argumento: 1u/ Las argumentaciones,lejos de ser formas discursivas de conversación, vienen a con-sistir en textos de monólogos, a través de los cuales el agentediscursivo obra como un portador impersonal de pretensionesde prueba y de recursos deductivos, que en todo caso ha de vér-selas a solas con sus facultades y procesos racionales frente a laverdad o al mundo. 2u/ Los argumentos, extraídos y alejados desu medio discursivo original, vienen a ser trasuntos de pruebastraducidas a un lenguaje lógico, menos hecho para la comunica-ción interpersonal y contextual que para el análisis canónico detextos; lenguaje que, en aras de la precisión y de la generalidadformal, les impone sus propias categorías sintácticas y su propiorégimen semántico.

De estas limitaciones no se sigue que el tratamiento lógico de I

la argumentación sea una labor sin sentido o un artificio arbitra-rio. Al margen de su utilidad probada en determinados dominiosteóricos -especialmente aquellos que entienden por una teoría unsistema de proposiciones cerrado bajo la relación de consecuen-cia lógica-, puede responder a determinadas cuestiones y propó-sitos de análisis. La diferencia con la argumentación ordinaria noestriba entonces en la falta de intención o dirección, ni en la au-sencia de u'n contexto discursivo o un escenario. La diferenciapuede consistir en que sus cuestiones y propósitos no son de pri-mer orden, acerca de si una proposición es verdadera o falsa o desi algo es o no es realmente el caso, sino de segundo orden, por

103

Page 11: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

ejemplo acerca de la validez de una clase de argumentos o de unapauta de deducción.

En la segunda mitad del s. XII, los lógicos medievales empezaron adiscutir el concepto de consecuencia y la cuestión derivada de si ciertaspautas de inferencia consecutiva resultaban legítimas y aceptables, o no.Una pauta sospechosa era el principio "adamita" de la escuela del Peque-ño Puente de París: «de una proposición imposible se sigue cualquier otraproposición», después popularizado en la formulación no modal: «de unaproposición contradictoria se sigue cualquier otra». Si este principio eslegítimo, convalidará argumentos de apariencia tan bizarra como: "Só-crates corre y Sócrates no corre; luego, tú estás en Roma". En el s. XIV,un autor incierto, en un texto que nos ha llegado atribuido a Duns Scoto,desplegó esta demostración:

«Sócrates corre y Sócrates no corre; por consiguiente, tú estás enRoma. Se prueba porque de dicha copulativa (Sócrates corre y Sócratesno corre) se sigue formalmente cualquiera de sus partes [regla Ij. En-tonces, reservada la parte Sócrqtes no corre, se arguye desde la otraparte así: Sócrates corre; por consiguiente Sócrates corre o tú estás enRoma, puesto que de cualquier proposición se deduce formalmente ladisyunción de ella misma con cualquier otra [regla lIj. Y además se si-gue: Sócrates corre o tú estás en Roma; pero Sócrates no corre (segúnla parte que fue reservada); por consiguiente. tlÍ estás en Roma. Lo cualestá probado por la regla de que la consecuencia que discurre desde unadisyunción y la contradictoria de una parte (de dicha disyunción), hastala otra, es válida [regla IlIj».

El propósito de este argumento no es establecer que alguien esté enRoma, ni siquiera bajo la rara condición que se cierne sobre Sócrates.El propósito del argumento es convalidar formalmente un argumentoconcluyente y con él la pertinente forma argumentativa (deductiva) y, através de esta, una pauta de deducción debatida, resolviendo el argu-mento en una serie de pasos autorizados o convalidados por ciertas re-glas lógicas no discutidas, a saber: (1) la regla de simplificación que au-toriza a deducir de una composición copulativa uno cualquiera de suscomponentes; (lI) la regla de adjunción que, dado un aserto, permitecomponer una disyunción de este aserto con cualquier otro; (III) la re-

104

gla del llamado "silogismo disyuntivo" que, dadas una disyunción y lanegación de uno de sus componentes, autoriza la conclusión del otro.El sentido de la prueba viene a ser: si uno acepta la legitimidad de lasreglas (1), (Il) y (I1I), como patrones de consecuencia válida, deberáaceptar una legitimidad pareja de la pauta en cuestión: «de unaproposición contradictoria se sigue cualquier otra», puesto que discurreformalmente con arreglo a ellas y, en cierto modo, las sintetiza. Por lodemás, el curioso escenario romano y los personajes habituales en lasrepresentaciones lógicas medievales (e.g. el socorrido Sócrates)forman parte de la utilería que los lógicos medievales tenían a sudisposición para referirse a las formas lógicas mediante proposicionestriviales. En suma, las pruebas lógicas de convalidación pueden tener lastrazas argumentativas de una dirección y de un propósito inferencial,dentro del contexto de una discusión y en un marco propio y normado.Otro cantar será el asunto de si tales trazas permiten a las pruebas o a lasreglas lógicas ejercer como tribunal supremo de apelación en cualquierotro marco o cualquier otro contexto. Siguiendo con la consideración dela pauta de marras, en los debates cotidianos es mucho más frecuentetomar una contradicción como un error o un descuido, o como undesmentido propio, que tomarla como una licencia para traer a colacióncualquier otra proposición, venga o no venga a cuento.

Los rigores formales y demostrativos del punto de vista lógicosobre la validez e invalidez del argumento pueden suavizarse o re-lajarse de varias maneras sin abandonar esta perspectiva deanálisis. Pueden relajarse si adoptamos alguna lógica deductivamás sensible o liberal que la lógica estándar; o también si am-pliamos el concepto clásico de consecuencia de modo que nospermita cubrir casos de inferencia "revisable" o "por defecto", yconvalidar argumentos que procedan con arreglo a patrones comoeste: "conocida la verdad de las premisas P, se concluye e enausencia de pruebas o elementos de juicio que la contradigan". Porejemplo, conociendo el pensamiento y el estilo de Aristóteles, asícomo otros datos y detalles acerca del tratado Sobre las líneasindivisibles y en tomo a la cultura matemática de su medio y de

105

Page 12: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

su época, concluimos que no es una obra de Aristóteles, mien-tras no dispongamos de nueva información que lo desmienta.Este procedimiento, por añadidura, abriría el campo de laargumentación a la simulación informática y a los llamados"sistemas expertos". Pero, hoy, sigue siendo más frecuente sua-vizar los rigores formales y demostrativos extendiendo la con-sideración de la validez e invalidez de un argumento al ámbitomás general de su corrección e incorrección, de acuerdo con laspretensiones inferenciales que manifieste (deductivas, inductivas,abductivas, etc.) y en atención a ciertas relaciones y atributossemánticos de sus componentes. En este sentido, algunosmanuales se refieren a una corrección "formal", correspondiente ala validez lógica desnuda, y a una corrección "material", que secorresponde con la Índole del nexo existente entre las premisas yla conclusión del argumento y añade la condición de que las pre-misas sean verdaderas. Si se acepta esta convención, el argumentoAl contemplado al principio: "Esto es rojo; luego, esto tiene uncolor", no sería una deducción formalmente válida sino con'ectamaterialmente en virtud de la relación conceptual analítica quemantienen sus extremos. En cambio, el argumento B 1: "la compa-ñia aérea W ha tenido en los tres últimos meses una tasa de acci-dentes de vuelo superior a la media anual de todo el tráfico aé-reo; luego, es muy improbable que W sufra otro accidente en supróximo vuelo" sería una previsión inductiva probabilísticaincorrecta -aunque la premisa fuera verdadera-, pues al tratarsede sucesos independientes, lo ocurrido en vuelos anteriores nodetermina -según se pretende- la mayor o menor probabilidadde lo que ocurra en el próximo vuelo. Mientras que si los datossobre la compañía W son ciertos, el argumento Bi "He de via-jar a Z; pero a Z sólo se llega por avión y la única compañía quevuela a Z es la compañía W; así que habré de tomar un vuelo deW", con ser un argumento mucho menos tranquilizador que B l'es un razonamiento práctico Correcto.

Ahora bien, el punto de vista lógico y la concentración de su

106

mirada tanto en la constitución asertiva de la argumentación co-mo en ciertos criterios internos de bondad del argumento, pue-den ser bastante más ricos y generosos. Veamos una muestra desu magnanimidad en el uso de las pruebas como paradigmas omodelos argumentativos, muestra tan magnánima que parecerepresentar un giro de la mirada hacia otro horizonte más abier-to o, incluso, un asomarse a la perspectiva dialéctica.

Un giro de la mirada en torno a la bondad del argumento4

Partamos de una noción de argumento congruente con unasuposición capital del punto de vista lógico, a saber: todo argu-mento es una suerte de prueba. Diremos que A es un argumentosólo si consiste en una serie de aserciones aducidas en apoyo deotra aserción que trata de dar respuesta a una cuestiónplanteada, teórica o práctica. ¿Qué podremos decir luego acercade su posible bondad?

Tras avanzar algunas observaciones juiciosas sobre las res-puestas convenientes al respecto, reflexivas y abiertas, y descartarla identificación de los buenos argumentos con los argumentoslógicamente válidos o con los eficaces retóricamente -incluidoslos referidos a una eficacia normativa racional en situacionesideales de diálogo-, Pereda se embarca en la empresa de formularalgunas condiciones de la bondad interna o propia del argumento.Para empezar, se supone que esta bondad es pertinencia: lo quese aduce o arguye se refiere a la cuestión o el problema plan-teado. Además, hemos de reconocer ciertas presunciones en ca-lidad de reglas de procedimiento en el curso de la argu-mentación, relativas a las aserciones integrantes del argumento.Así, habremos de suponer que tales aserciones son inteligibles ocomprensibles, guardan un compromiso con la verdad y tienenuna dimensión de valores, de modo que resultan contribuciones

4. Consideremos la propuesta de C. Pereda, "¿Qué es un buen argumen-to?", Theoria, 11/25 (1996), 7-20.

107

Page 13: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

valiosas y oportunas en el contexto dado para el logro de losobjetivos de la argumentación, objitivos centrados en elproblema de origen o la cuestión pendiente de resolución.Implícitamente se da por descontado que estas presuncionespropias de las aserciones componentes también lo serán delargumento por ellas compuesto.

Sobre estos supuestos, puede proponerse una primera formu-lación de la bondad de un argumento: [1]A es un buen argumentoen relación con el problema P si y sólo si A satisface las presun-ciones de comprensión, verdad y valor con respecto a P. Esto noconstituye un criterio efectivo de identificación de los buenosargumentos, pero indica los puntos a los que deberíamos dirigir laatención cuando pretendiéramos evaluarlos, es decir señala quéaspectos habría que considerar en especial para estimar el gradode bondad relativa de un argumento, y en consecuencia tambiénpuede darnos pistas sobre cómo, o sobre dónde, vendría a fallarun argumento malo o menos bueno.

Ahora bien, los buenos argumentos, al menos los que se muevenen el plano del discurso teórico o intelectual, son instrumentos deconocimiento y como tales también deben contar con ciertasvirtudes epistémicas. Las virtudes epistémicas vienen a ser conduc-toras sistemáticas de la verdad y, en tal sentido, cabe estimar queuna vía o un medio es más virtuoso que otro si de modo sistemáti-co conduce más a la verdad que este otro, con lo que obtenemosuna nueva pauta de evaluación de la bondad relativa de un argu-mento. Virtudes epistémicas notables son, en todo caso, la cohe-rencia interna y la externa -Le. con respecto a otros conocimientosconexos con el tema planteado-. Otras virtudes más o menos rele-vantes según los casos son la contrastabiJjdad empírica, el poderexplicativo, el poder prospectivo. Ni que decir tiene que estas vir-tudes tampoco constituyen unos criterios precisos, fijos y generales-pueden entrar en conflicto entre sí, pueden violarse con éxito enalgunas aventuras de obtención de nuevos conocimientos o dedesarrollo del conocimiento disponible-; no son en ningún caso

108

claves o garantías de acierto epistémico. Sin embargo, pro-pician un segundo concepto reflexivo y gradual de la bondaddel argumento: (H) A es un buen argumento con respecto alproblema P si y sólo si en su caso se satisfacen las condicionesde: (i) comprensión -e.g. mediante la satisfacción de pruebasde traducción, paráfrasis, etc., del sentido de las aserciones-; y(ii) verdad, bien en el sentido de su coherencia interna y sucongruencia externa -con los conocimientos disponibles alrespecto-, o también en el sentido de su contrastabilidad empí-rica si la cuestión lo pidiere; así como se aprecia (iii) la dimen-sión de valor -e. g. a partir de señales o datos sobre su significa-ción y sobre su pertinencia, procedentes de noticias históricas,científicas, etc.-. (H) no llega a suplir la ineficiencia definitoriade (1), pero no deja de apuntar una vez más directrices e indi-cios para tratar con los puntos críticos de la comprensión, laverdad y el valor de los buenos argumentos. Así pues, a la horade hacer balance, podemos apreciar tres contribucionespositivas al análisis de los buenos argumentos: por un lado, sullamada de atención hacia unas condiciones e indicacionesinternas que han de guiar nuestro juicio; por otro lado, su re-conocimiento de que la bondad argumentativa es una cuestiónestimativa y de grado -por contraste con las referencias a lavalidez que descansan en procedimientos metódicos y cate-góricos de convalidación-; y, por último aunque seguramenteen primer término, su vindicación de la pertinencia discursivaen relación con el objeto de discusión dado o planteado: todobuen argumento, amén de contar con las virtudes discursivas yepistémicas que 10 acrediten como bueno de suyo, también hade ser bueno para aquello a lo que se dirige o a lo que respon-de, por ejemplo para dilucidar o para dirimir el problema encuestión.

Esta atención a una cuestión abierta en el contexto de una dis-cusión es ya un rasgo característico de la perspectiva dialécticade la argumentación. y en este sentido, el planteamiento co-

109

Page 14: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

mentado parece moverse del punto de vista lógico o me-todológico sobre las pruebas al punto de vista dialéctico sobre eldebate de problemas. Pero Pereda también parece detenerse, co-mo Moisés, ante la tierra prometida: pues una discusión, antesque ser el ejercicio de alguien a solas, envuelve una con-frontación interactiva entre diversos agentes discursivos o di-versas propuestas. El monólogo de un buen argumento, inclusoen el contexto de la prueba, no es más un fragmento dentro delmarco de una discusión que discurre a varias bandas y sigue uncurso sensible a los avatares de la conversación. La pertinenciade las alegaciones en relación con la cuestión debatida continúasiendo un punto crítico, como también lo es la estimación gradualdel valor de su contribución. Pero, ahora, este grado de acierto esun grado mayor o menor de plausibilidad, la cual en todo caso noes una cualidad propia del argumento solitario sino que se derivadel contraste o de la comparación, en el marco discursivo dado yen orden a la cuestión planteada, entre los argumentos aducidos enfavor de una posición y los aducidos o aducibles en contra, as-pecto que remite a una dinámica interna de la discusión. En estanueva perspectiva dialéctica emergen, por añadidura, otros nuevosaspectos. Son aspectos relativos no sólo a la explicitación de loimplícito y a la re-actualización del estado de la cuestión, sino a ladisposición de las intervenciones mismas, como el punto capitalde la distribución de la carga de la prueba (¿a quién correspondedar razón de qué?), en función de las presunciones de partida, ysus desplazamientos según el rumbo que vaya tomando laargumentación. La dialéctica de la discusión, en suma, no es unamera sucesión o acumulación de monólogos.

¿Qué podemos sacar en limpio de estas exploraciones lógicaso analíticas en torno a la idea del buen argumento? Nos de-vuelven por lo menos algunas nociones que aún suelen circularpor los manuales sobre la argumentación, como las siguientes.

Un argumento es formalmente correcto si el nexo que vinculasus premisas a su conclusión consiste en una relación de con se-

110

cuencia lógica reconocida o reconocible, es decir, convalidable.Un argumento es materialmente correcto si el nexo que vinculasus premisas a su conclusión, aunque no consista en una rela-ción de consecuencia lógica, se atiene a los criterios metodoló-gicos de adecuación inferencial que sean aplicables en su caso,según se trate de una implicación analítica, una inducción, unaabducción, un razonamiento por defecto, un razonamiento prác-tico, etc. También suelen calificarse de "correctos mat~rialmen-te" los argumentos formalmente correctos con premisas verda-deras; pero creo que este residuo de una antigua nomenclaturapuede prestarse a confusión con otra denominación hoy en alza,la de "argumento sólido". Un argumento se considera sólido si,además de ser correcto formal o materialmente, sus premisas sesaben verdaderas o están suficientemente acreditadas. Al argu-mento sólido formalmente correcto, lógicamente válido, pode-mos llamarlo concluyente, de modo que toda demostración pro-piamente dicha sería una prueba deductiva concluyentes. Puesbien, esta solidez tiene en la perspectiva lógica y metodológicahabitual el carácter de una condición necesaria -a veces con-siderada incluso suficiente- del buen argumento.

Todas estas apreciaciones suponen implícita o tácitamente va-rias referencias de orden pragmático. La corrección, sin ir máslejos, sólo por derivación y en un sentido traslaticio se dice delos argumentos; en principio, no es atribuible sino a las accio-nes o a la conducta de un agente capaz de proceder de acuerdocon unas reglas, criterios o convenciones -e.g. decir que un di-bujo es correcto es una metonimia para significar que alguien loha dibujado correctamente, según las normas o conforme a unmodelo-o Parejamente, la apreciación de esa corrección deberá

5. Reparemos en que estas calificaciones son afines a las aplicadas a laspruebas o a los elementos de prueba ("pruebas sólidas", "prueba concluyen-te"): lo cual puede ser otra señal de la afinidad entre la idea de argumento y laidea de prueba que prevalece en la perspectiva lógica sobre la argumentación.

111

Page 15: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

correr por cuenta de alguien, sea el propio agente o un obser-vador en el papel de juez calificado para ello. Y, en fin, la acre-ditación de las premisas, en la que también descansa la solidezdel argumento, hace referencia no sólo a un código de reco-nocimiento público y compartido -y por lo tanto, a una co-munidad epistémica que lo practica y mantiene-, sino a un tras-fondo común de creencias y conocimientos, a un determinadomarco discursivo. El punto de vista lógico parece eludir estospresupuestos y compromisos pragmáticos. Por un lado, descartael punto intencional de la correccción; no contempla lo quehace alguien o cómo lo hace, sino lo hecho: el producto fijadode una vez para siempre como un texto autónomo. Por otrolado, neutraliza las presencias personales o sociales del agente,del observador-juez, de la comunidad epistémica: todos elloscristalizan en un sujeto racional cualquiera, es decir, en cual-quier sujeto que sea competente para seguir los dictados de larazón -y, si fuera el caso, los de la experiencia o los de la cien-cia-, y esté dispuesto a atenerse a ellos por encima o al margende cualquier otra consideración. Esta doble y curiosa operaciónde descarnar (el ejercicio de) la razón para reencarnada en unsujeto racional cualquiera, es una licencia -en parte analítica,en parte retórica- consentida en lógica.

Las versiones más comprensivas y refinadas incluyen otros as-pectos sustanciales para la evaluación del argumento. Añaden laconsideración capital de su pertinencia en relación con unacuestión planteada y con la posición o la tesis adoptada al respec-to, el objeto de la argumentación o de la prueba, de modo que unargumento sólido ha de ser también oportuno y pertinente para as-pirar a ser un buen argumento. Además, estiman relevantes otrasvirtudes y valores discursivos y cognitivos, como la fiabilidad o laproductividad epistérnica o el valor probatorio del argumento ensu dominio. Y, en fin, no aspiran a definir el buen argumento, sinoa proporcionamos indicadores al respecto.

112

3. El punto de vista dialéctico y la buena argumentación

El punto de vista dialéctico introduce dos giros capitales conrespecto al punto de vista lógico. En principio, el paisaje con-templado no es el de la prueba, ni el de la demanda cognitiva debuenos argumentos como pruebas, sino el de la discusión que seentreteje en torno a una cuestión, con las variantes de tipo y va-riaciones de género reconocibles en este ámbito: desde el de-bate académico o la vista de una causa jurídica hasta la querellao la disputa personal, pasando por la deliberación o la negocia-ción; o desde la argumentación plausible hasta las cuestiones decalificación o denominación -e.g. "¿los hechos son calificablesde homicidio O de asesinato?"-. En segundo lugar, dentro de es-te paisaje, el foco de atención se dirige a los procedimientos deinteracción argumentativa y, allí, las miradas se centran en lospapeles correspondientes a los participantes, las convenciones ynormas que rigen su confrontación, los recursos disponibles, elcurso seguido por el debate, etc. De modo que lo que importano es tanto la bondad de talo cual argumento, de talo cual in-tervención, como el buen curso y el buen fin de la argumenta-ción. Más aún, por lo regular, la calidad relativamente buena omala, o incluso falaz, de un argumento dado dependerá de suvalor como respuesta a un argumento opuesto y del sentido desu contribución a la suerte de la argumentación.

Así pues, la perspectiva dialéctica descarta de entrada dos su-puestos básicos del punto de vista lógico anterior: (a) el indivi-dualismo monológico, según el cual cada argumento o, para elcaso, cada argumentador ha de rendir cuentas por sí solo de suspretensiones discursivas y cognitivas ante algún tribunal imper-sonal -una serie de condiciones más o menos efectivas-; (b) elobjetivismo textual, según el cual lo que realmente importa a losefectos de análisis y evaluación de la argumentación son los ar-gumentos entendidos como productos u objetos textualesrelativamente autónomos.

113

Page 16: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

Sin embargo, los méritos del punto de vista dialéctico sobre laargumentación residen seguramente menos en lo que soslaya queen lo que resalta. En particular, dos aspectos salientes a esta nuevaluz -ya mencionados en el capítulo anterior- son la dinámica dela correlación interna entre la mayor o menor plausibilidad delos alegatos enfrentados en una discusión y la distribución de lacarga o de la responsabilidad de la prueba entre Jos palticipan-tes. Ambos aspectos, además de introducir una dimensión inter-activa, obligan a una caracterización más fina de las proposicio-nes o los alegatos aducidos bajo la denominación genérica de"premisas" en orden a una conclusión.

Consideremos, por ejemplo, la argumentación plausible, uncampo desbrozado por el viejo maestro, Aristóteles, y que recien-temente ha vuelto a merecer la atención debida. No hace nece-sariamente referencia expresa a un punto en discusión, pero entodo caso versa sobre cuestiones discutibles y a partir de conside-raciones más o menos dignas de crédito en un marco discursivodado. Por otro lado, entre esas consideraciones o "premisas", aho-ra será conveniente distinguir las asunciones, aserciones, presun-ciones y presuposiciones en razón de sus diversos cometidos yresponsabilidades.

Una asunción es una suposición táctica o provisional, en todocaso explícita, como la introducida por "supongamos que ... "para invitar a un punto de partida o a un escenario posible; nocomporta responsabilidad de prueba, de modo que por lo regularcarecería de sentido pedir una justificación u oponerJe otrasuposición opuesta.

Littlewood, el matemático de Cambridge. contaba esta anécdota desus años escolares. El profesor empieza planteando un problema decálculo en los términos convencionales:

«- Supongamos que el número de huevos es x ...- Pero, señor -interrumpe un alumno-; perdón, señor, ¿por qué no y,

en lugar de x?».

114

Salvo mejor opinión, no parece que este alumno sea un alevín de fi-lósofo inquisitivo, sino simplemente alguien que ignora el sentido delas asunciones de este tipo en matemáticas.

Una aserción es, en cambio, una proposición o una propuestadecidida que trae consigo un compromiso expreso con lo pro-puesto, así que corresponde al proponente la carga de la prueba:la responsabilidad de dar razón de ella o responder a objecionesen contra y, en el caso de no conseguirlo, la disposición a re-tractarse o desdecirse de ella. Una presunción es a su vez unaproposición o una propuesta avanzada por el proponente comouna suerte de compromiso común o como una proposición dig-na en principio de crédito; si no es rechazada por el oponente,se supone aceptada por ambas partes en el curso de la argumen-tación; si el oponente la rechaza, entonces sobre él cae la cargao la responsabilidad de probar o justificar su oposición.

Una presunción jurídica, quizá más cacareada que practicada, es lapresunción de inocencia: toda persona acusada de un delito es inocenteen principio y hasta que no se demuestre lo contrario. De modo que alacusador corresponde la prueba de la comisión del delito, no al acusadola prueba de su no comisión. Según esto. las argumentaciones que sefundan en alegatos del tenor de: "Ud. tuvo ocasión de hacerlo y, dehecho, lo hizo (e.g. copió el examen, falsificó el documento, asesinó a sujefe, ha colaborado con terroristas ... ), ¡demuéstreme que no tengorazón!", desplazan indebidamente la responsabilidad de la prueba y son,al menos, capciosas, si no descaradamente falaces. Una consideraciónparecida se extiende a las proposiciones negativas, en general, conarreglo a la máxima jurídica «probat qui dicit. non qui negat»: el quesostiene un cargo es quien ha de probarlo más allá de la duda razonable,no el que lo niega. Son las afirmaciones las que han de hacer frente por loregular a sus compromisos en este sentido, no las negaciones o lasprotestas correlativas, máxime en aquellos contextos en los que la pruebade un cargo o de una tesis positiva se desplaza hasta hacerla descansarsobre la imposibilidad de llegar a probar su negación: «El hombre de

115

Page 17: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

Atapuerca creía, naturalmente, en otra vida más allá de la muerte. ¿Oacaso puede Ud. probar que no?».

En fin, una presuposición es un supuesto previo e implícitoque el proponente también considera compartido y liberado delpeso de la prueba, como la asunción, pero no invita ni apunta aun curso futuro de la argumentación, sino que obra desde el pa-sado y como un antecedente tácito que forma parte del marcodado de discusión.

No es extraño que las presuposiciones se presten a equívocos opongan en un brete al interlocutor que las haya pasado por alto antes deque se manifiesten en algún momento de la conversación. La argucia dela pregunta múltiple, cargada o capciosa, que parece demandar una res-puesta inequívoca y simple, es una muestra tradicional de lo primero:"¿Ha dejado Ud. de robar a todo el mundo?" Como muestra de lo se-gundo valga esta conversación que Groucho Marx. invitado a una ele-gante cena, mantiene con la señora sentada a su lado en la mesa:

«-¿Se acostaría Ud. conmigo por un millón de dólares?-Pues claro que sí -contesta la señora entre indulgente y divertida.-¿ y qué tal por diez dólares?-Pero, bueno -se indigna la señora-o ¿Quién se ha creído Ud. que

soy yo?-Eso ya ha quedado claro. Ahora estamos discutiendo el precio»

(Una noche en la ópera).

Dejando a un lado la asunción y la presuposición6, triunfos res-pectivamente de lo explícito y de lo implícito, y en tal medida libe-radas de la carga de la prueba, veamos los casos sometidos a ella,el de la aserción, que la hace recaer sobre el proponente, y el de la

6. En el análisis lógico, la presuposición toma otros sentidos también li-gados a su obrar implícito. Se dice, por ejemplo, que una proposición dada Ppresupone otra proposición a. si la verdad de a. es una condición necesariapara la atribución de verdad o de falsedad a p.

116

presunción, que la hace recaer sobre el oponente. La aserciónviene a comportarse del mismo modo en todo contexto: salvo queadquiera un uso irónico, comporta siempre una intencióndeclarativa y un compromiso verídico del emisor, del que éstehabrá de dar cuenta y razón si el interlocutor las pide. Lapresunción puede presentar a su vez una tipificación interesante enciertos marcos dialécticos de argumentación y en calidad deproposición "endoxástica" o plausible, más o menos digna decrédito.

El caso de la argumentación plausibleSegún nuestra guía de campo, los Tópicos de Aristóteles, son

proposiciones u opiniones plausibles [éndoxa] las que así se lo pa-recen a todo el mundo, o a la mayoría de la gente o a unas pocaspersonas acreditadas o dignas de crédit01. Esta consideraciónluego se extiende a otras proposiciones asociadas a las primerasbien por analogía; e.g. «si es plausible que haya una ciencia de lagramática, por todos reconocida, también será plausible que hayauna ciencia de la música»; bien por correlación, e.g. «si es plau-sible favorecer a los amigos, conforme al sentir común, tambiénserá plausible perjudicar a los enemigos»; bien por remitirse aun conocimiento experto, e.g. será plausible lo que un experi-mentado médico estime así en el ejercicio de su profesión. (Es-tos ejemplos también son aristotélicos.) En todo caso, la plausi-

7. El término 'éndoxon' tiene en Aristóteles un doble sentido similar anuestro "digno de crédito". Califica a las personas con buena reputación: ilus-tres, renombradas, acreditadas: pero, dentro de la dialéctica, se aplica tambiéna las opiniones o sentencias admitidas o aceptadas y, en suma, plausibles. Estaasociación entre el crédito que merece o recibe una persona y el crédito quemerece o recibe una opinión, reviste hoy especial interés en determinadosusos argumentativos, como el que se remite a la opinión de un experto o deuna autoridad. Puede verse una introducción al planteamiento aristotélico y asu proyección actual en L. Vega, UTa éndoxa: argumentación y plausibili-dad", Éndoxa, 1 (1993),5-19.

117

Page 18: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

bilidad no es un atributo semántico de una proposición -comolo sería la verdad o pudiera serlo la probabilidad-, sino una atri-bución pragmática: es plausible lo que creen o sostienen ciertostipos de gente. La plausibilidad viene asociada entonces a actitu-des doxásticas típicas, es decir a opiniones o creencias mantenidaspor todo el mundo, o por la mayoría, o por unas pocas personasdignas de crédito. Tampoco se trata de una actitud proposicionalindividual o subjetiva: plausible no es lo que así le parece a al-guien o a cualquiera, sino el parecer que cuenta con cierto respaldosocial o cierta acreditación pública. En segundo lugar, es unaatribución gradual dentro de una franja de opiniones o proposi-ciones más o menos plausibles, donde esas referencias a todos, a lamayoría y, en fin, a las personas acreditadas, componen una es-pecie de escala descendente de grados de plausibilidad, pers-pectiva que cobra mayor importancia por la posibilidad decontrastes o conflictos de parecer entre unas y otras instancias.«Cuando la opinión mayoritaria entra en conflicto con la opiniónde un sabio -sentenciaba un antiguo comentador de Aristóteles-,lo que le parece bien a la mayoría es más plausible.» En estaperspectiva, también cabe decir que la plausibilidad relativa de laopinión más respaldada contrasta con una implausibilidad con'ela-tiva de la menos respaldada. Más aún, según todos los visos, elpropio Aristóteles asume tácitamente en ocasiones cierta correla-ción entre los grados de plausibilidad e implausibilidad asignablesa una proposición y a la proposición contraria. De ahí se despren-dería una directriz como esta. Supongamos que a es una proposi-ción plausible y que 0.* es la contraria: entonces, a será tanto más/ menos plausible (o implausible) según que 0.* sea tanto más /menos implausible (o plausible respectivamente). La directriz tie-ne el interés de relacionar la atribución de plausibilidad a una pro-posición y, por extensión, al argumento que la aduce como premi-sa, con la que cabe atribuir a una opinión -o a la parte- contraria,de modo que la evaluación de una presunción, y del argumentoque en ella descansa, quedará un tanto indeterminada mientras no

se compare y aquilate con la correspondiente a alguna posturaopuesta. Ya estamos lejos del foco lógico de atención sobre elbuen argumento, de su concentración en un producto <premisas,razonamiento ilativo, conclusión> solitario o autónomo.

La importancia de la correlación sube de punto si se repara enque el marco de la argumentación plausible es justamente loque Aristóteles considera por antonomasia dialéctica: argüir es,dentro de este marco, entrar en un proceso de confrontación dis-cursiva acerca de una cuestión debatible sobre la base de propo-siciones plausibles, en el que las actitudes básicas pro y contrade los participantes están representadas por dos personajes, unproponente y un oponente, cuyos papeles traen consigo la orga-nización y distribución de los recursos, las tareas y las respon-sabilidades de ambas partes. Así pues, no extrañará que en di-cho marco el buen argumentar -argüir bien- sea prioritario conrespecto a los buenos argumentos. Según Aristóteles, argumen-tará bien, en general, el que obtenga su conclusión de las premi-sas más familiares y plausibles o, al menos, de las que sean tanplausibles como el caso permita. En términos más pendientes delos papeles (proponente / oponente) que toca desempeñar a losagentes discursivos, cabe decir que argumenta bien el oponenteque sabe poner en dificultades al proponente hasta llevarlo adesdecirse o contradecirse, y lo hace bien el proponente que sa-be sostener su posición sin incurrir en estas suertes de inconsis-tencia internaR.

Llegados a este punto, nos encontramos con un criterio aristo-télico de corrección como el siguiente [CA]: El que argumentacorrectamente trata la cuestión debatida sobre la base de premi-

8. El propósito expreso de los Tópicos aristotélicos es «hallar un métodoque nos habilite para razonar sobré cualquier problema que se nos propon-ga, a partir de lo plausible, y gracias al cual, si sostenemos una posición, nodigamos nada que le sea contrario» (100"18-21). Esta dialéctica preventivaadmite la posibilidad de que los contendientes den fin a la discusión sinllegar a un consenso.

118 119

Page 19: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

sas que no son menos plausibles que la conclusión pretendida;en otro caso procederá de modo incorrecto (cf. por ejemplo Tó-picos, 160"19-21, 161b19 ss.).

El criterio [CA] parece a primera vista bastante sensato: nues-tros análisis de la argumentación suelen estar presididos por laidea de que nadie, en la conclusión, podrá sacar algo más o me-jor que lo puesto en las premisas -idea quizás ligada a la imagende la transmisión del contenido que preside nuestra visión de larelación de consecuencia-o Pero este criterio no deja de chocarcon una observación también razonable del propio Aristóteles:dice que si hubiera que probar algo a partir de dos premisas queparecen ambas acertadas, pero una más que otra, puede ocurrirque lo probado llegue a parecer más acertado que cualquiera deellas (Tópicos, 162"19-20).

concepción no atomizada en proposiciones sino integrada y holística.Si adoptamos esta perspectiva holística, podremos reconocer que esaargumentación es correcta dado que la plausibilidad global del ar-gumento multilineal "ex, 13; luego, '(" no es intuitivamente menor que laplausibilidad inicial de cualquiera de las premisas, exo 13, ni es menorque la plausibilidad de la conclusión '( por sí sola; más aún, las pre-misas -una, "empírica"; la otra con implicaciones geométricas deequidistancia de la tierra con respecto a la superficie de la esferacósmica-, apoyan y acreditan la conclusión '( en el marco discursivo dela cosmología griega de modo que, con esta presunta prueba, laplausibilidad de '( resultaría mayor incluso que la que pudiera tenerantes o al margen de ella.

Veamos un argumento plausible con sabor de época. El argumentodiscurre a partir de las premisas: (ex) la tierra no tiene movimiento detraslación perceptible -según mantienen todos los sabios, filósofos yastrónomos en general-; (13) la tierra está situada en el centro de la esferadel cosmos -según cree la mayoría de los filósofos-; hasta la conclusión:('() la tierra es inmóvil -en opinión de todo el mundo-. De acuerdo con laescala aristotélica, '( es más plausible que exo que 13, a las que a su vez ha-bría que asignar grados distintos de plausibilidad. y es de suponer que elmismo Aristóteles habría aceptado este argumento tanto a la luz de la ob-servación recién citada, como por su propio contenido sustantivo. Sinembargo, quien lo adujera en una discusión acerca de la inmovilidad de latierra, no argumentaría correctamente con arreglo al criterio reA].

A mi juicio, esta incongruencia no se salva con consideraciones gené-ricas acordes con el criterio. e.g. en el sentido de que -al margen delasunto tratado- de la opinión de un grupo y del sentir de una mayoríadentro de ese grupo no se sigue una presunción de todo el mundo. Másbien creo que esa incongruencia revela la presencia latente de unaconcepción analítica del argumento como un conjunto de proposicio-nes, -como la serie <{ ex, 13}' '( >-, que distorsiona el planteamientodialéctico de la argumentación: aquí sería más congruente una

En consonancia con esto, propongo corregir el criterio [CA] enel siguiente sentido: el que argumenta correctamente sostiene suposición acerca de la cuestión debatida con un argumento cuyaplausibilidad global no es menor que la atribuible al objeto de laprueba antes o con independencia de su argumentación. Dicho entérminos más fuertes: para que un argumento <{al' ~, oo., am};

luego, an> sea correcto y eficiente, es preciso que su plausibilidado su poder de acreditación sean mayores, en el marco discursivodado, que la plausibilidad o el crédito que la mera presunción dea n hubiera podido merecer inicialmente en dicho marco.

Si se aceptan estas correcciones, resultará que la perspectivadialéctica de la argumentación plausible no sólo da prioridad alargumentar bien sobre las condiciones del buen argumento, sinoque, en cierto modo y por un imperativo de congruencia, tam-bién determina algunos supuestos de la bondad relativa de losbuenos argumentos.

Recogiendo las principales sugerencias de esta exploración dela argumentación plausible, podríamos señalar algunos puntoscríticos en orden a la evaluación de una muestra dada:

1°/ ¿Los participantes han argumentado bien o mal, en elsentido de respetar o no respetar la distribución de la carga de laprueba con arreglo a sus respectivas propuestas -e.g. aserciones,

120 121

Page 20: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

presunciones- y sus papeles respectivos de proponente u oponenteen tomo a la cuestión debatida?

2°/ El proponente, en particular, ¿ha sabido defender su posiciónsin caer en inconsistencia? Por otro lado, ¿ha partido de laspremisas más plausibles que el caso, en el marco discursivo dado,permitía?

3°/ ¿Los argumentos cruzados han sido correctos y efectivosen el sentido de resultar más plausibles que la proposición queconstituía su objeto de argumentación?

Estos puntos no son, por cierto, condiciones de la bondad ar-gumentativa, sino indicadores con miras a su evaluación. Por lodemás, tampoco recogen todas las pistas o indicaciones po-sibles. ¿Qué ocurre, por ejemplo, en la argumentación que elpropio Aristóteles calificaba de «más incisiva»: la que partiendode unas premisas más o menos plausibles desemboca en unaconclusión sumamente implausible, «paradójica»? ¿Qué cabepensar de los argumentos que dan en paradojas? Según el crite-rio CA' en versión original o en versión corregida, serán correc-

tos, pero lo serán trivialmente, de modo que este indicador noparece servirnos de mucho para apreciar su peculiar efectividad:el hecho de que las argumentaciones "paradójicas" nos desvelendentro de este contexto una disonancia cognitiva latente o unaincongruencia oculta en el entramado de nuestras presuncioneso creencias comúnmente admitidas9•

Consideremos, por ejemplo, el caso siguiente. J y Q son dos historia-dores que se encuentran por el pasillo de la Facultad. J acaba de publi-car un libro, una contribución que estima tan valiosa como oportuna, yse apresura a dar la buena nueva a su colega Q:

«-He publicado un libro sobre la cuestión tal.¡Enhorabuena! -le felicita Q-. Se trata de una cuestión complicada y

oscura. Supongo que será un libro concienzudo y riguroso, como lostrabajos a que nos tienes acostumbrados.

-Sí, bueno, me siento orgulloso de él. Ya adelanto en el prólogo quedocumento todo lo que afirmo y que sólo sostengo lo que considero ra-zonablemente justificado.

-Claro -asiente Q-. Tú siempre has sido un profesional responsabley razonable.

-Gracias. Procuro serlo, como confieso en el prólogo mismo. Y poreso, según lo que hoy se entiende comúnmente por persona razonable,también reconozco en el prólogo que no estoy en plena posesión de laverdad y que, sin duda, se habrá colado algún error en el libro, así queanimo a los lectores a seguir investigando el asunto.

-¡Hombre, eso está bien! -exclama Q-. Pero, déjame pensar. Supon-go que también compartirás la idea común de que toda persona respon-sable y razonable ha de respetar las reglas de la lógica.

-Sí, naturalmente.-¿ Y todo esto que me dices lo adelantas y suscribes en el prólogo?-Sí, sí -confirma sonriente J con aires de autor convencido y satisfe-

eh0-. Pensé que declararlo era un imperativo de honestidad intelectual.Es más, el prólogo realza el valor ...

-¿Tú crees? -le interrumpe Q y luego baja la voz como quien hace unaconfidencia al oído-. Pues yo me temo que entonces no deberías haberescrito el libro».

9. Una paradoja puede ser una expresión determinada que propone algo enapariencia razonable pero en el fondo absurdo o inconsistente -e.g. "tú hazmecaso: sé espontáneo"-. Pero también puede tratarse de la conclusiónimprevista y aparentemente absurda de una argumentación plausible, y éstees el caso que aquí interesa. Una paradoja, en este sentido, puede adquirir unasignificación sustancial cuando consiste en una anomalía generada dentro deuna teoría mantenida por una comunidad científica: es un resultado obtenido,en principio, con arreglo a la teoría, pero viene a chocar con las expectativasque la comunidad se ha creado a cuenta de la propia teoría, de modo queparece exigir algún tratamiento de reducción o de disolución de estadisonancia cognitiva. El caso más crítico se presenta cuando la matriz teóricaen cuestión es una teoría deductiva y la anomalía consiste en unacontradicción, una antinomia, que se deriva o parece derivarse correctamentede ella. Así ocurrió con las paradojas y antinomias de la lógica y de la teoríade conjuntos de principios del s. XX, a las que se asoció toda una "crisis defundamentos" de la matemática moderna. En cualquier caso, una paradoja esun síntoma de que algo anda mal en el conjunto de nuestras presunciones,expectativas o creencias al respecto.

123122

Page 21: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

El razonamiento seguido por Q puede explicarse como sigue: Jprocura ser un autor responsable, razonable y honesto según las ideas co-munes que él mismo comparte. Así, amén de respetar los dictados de lalógica, evita suscribir tesis gratuitas o proposiciones falsas cuando escribeun libro sobre un tema de su especialidad; pero J, asumiendo que nadie esinfalible, da en admitir de antemano la existencia de errores inadvertidosen su libro, guiado por un prurito de honestidad que, al fin, le lleva adeclarar todo esto en el prólogo. Ahora bien, dados estos supuestos, laexistencia de algún error o falsedad ya no es una eventualidad sino unanecesidad lógica: o bien hay efectivamente en el libro alguna creenciafalsa, o bien, si no la hubiera, la misma convicción falibilista expresadaen el prólogo de que alguna habrá, resultaría falsa, así que ya habría al-guna. Más aún, puestas así las cosas, el conjunto de las creencias y aser-ciones publicadas en el libro deviene incoherente: J hace afirmacionesque contravienen sus propias directrices. Luego, si J quisiera ser todo loque pretende, debería repudiar el libro después de escrito o, mejor aún,debería haber previsto una situación de incoherencia pragmática y nohaber escrito el libro. Pues, en general, de unas presunciones o creenciasplausibles como las que aquí vienen a definir a los autores razonables,responsables y honestos, se obtiene la conclusión paradójica de queningún autor concienzudo -razonable, responsable y honesto- en talsentido, debería escribir un libro. Bien, callado lector, ¿cuál es suopinión a este respecto?

Un código pragmático-dialéctico de buena conáuctaLos estudios recientes sobre la argumentación dialéctica han

puesto de relieve otros aspectos apenas entrevistos o descuidadospor la tradición aristotélica. Uno es el punto ya tocado de la distri-bución y los desplazamientos de la responsabilidad de la prueba,que guarda relación con la dinámica interactiva de los procesos deargumentación. Otro es bastante más que un aspecto: es toda unadimensión como la normativa reguladora y prospectiva de lainteracción argumentativa que propone la orientación pragmático-dialéctica, y los problemas derivados de la justificación reflexivade esta normatividad, discursiva o "racional". Cierto es que los

Tópicos de Aristóteles ya incluían ciertas pautas analíticas en suestudio de las relaciones entre los llamados "predicables" omodos de predicación (como la definición, el género, lo propio ylo accidental), además de referirse a otros tópicos lógicos einformales en el análisis de las relaciones entre casos universalesy particulares, o entre términos comparativos, o en el marco de laoposición y de la negación. Pero no es menos cierto que tanto latradición dialéctica aristotélica, como la tradición retórica a partirde Cicerón, vinieron a tratar y clasificar los tópicos como unareserva de procedimientos argumentativos o una caja de recursosy herramientas del discurso, antes que como normas o reglas deljuego dialéctico. Así que para ir más allá de unas observaciones osugerencias prácticas, para llegar a códigos y modelos normativosde procedimiento, habremos de volver a nuestro tiempo.

Aquí nos encontramos, por ejemplo, con la propuesta "pragma-dialéctica" de F.H. van Eemeren y R. Grootendorst'D. Parte de unsupuesto básico: el propósito de una discusión consiste en laresolución de la cuestión planteada. De ahí se desprenden dosdirectrices primordiales: (a) La conducta discursiva de los par-ticipantes en la discusión será cooperativa en tal sentido; lo cual,sin ir más lejos, implica velar por el éxito de la conversación:hacer que las contribuciones sean oportunas y congruentes con elsentido de la conversación, y regirse por ciertas máximas comolas de ser veraz, ser claro y no decir sino lo pertinente -esto es, ir

10. Avanzada por ambos autores en su obra conjunta: Speech acts ín ar-gumentatíve díscussions. A theoretical model for the analisis of díscussion dí-rected towards solvíng conflicts of opíníon, Dordrecht, Foris Publications,1984, esta propuesta no ha conocido luego mayores correcciones, sino másbien aplicaciones, en particular al estudio de las falacias, e.g. en su Argumen-tatíon, communication andfallacies: a pragma-dialectícal perspectíve, Mah-wah/Londres, Lawrence Erlbaum, 1992. A través de D.N. Walton, TnfO/mallogic. A handhookfor critical argumentatíon, Cambridge, Cambridge Univer-sity Press, 1989, esta orientación se ha incorporado a la corriente central de lalógica informal.

124125

Page 22: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

al grano, sin dar más indicaciones o más referencias que lasprecisas-o (b) Cada una de las partes adoptará una disposiciónrazonable hacia el curso y la suerte de la argumentación, es decir,estará dispuesta a reconocer no sólo la fuerza, sino la debilidadrelativa de sus argumentos frente a los argumentos contrarios y arenunciar a su posición cuando se vea indefensa ante ellos.

Por otro lado, también se supone que el proceso de una discu-sión crítica -el tipo de discusión relevante aquí- atraviesa ideal otípicamente por cuatro fases: (1) fase de apertura en la que seexterioriza o plantea un conflicto; (2) fase de confrontación en laque se negocia y se acuerda la manera de llevar a cabo el debate;(3) fase argumentativa, en la que entran en juego las argumenta-ciones y contra-argumentaciones en torno a la cuestión debatida;(4) fase de clausura y desenlace, durante la cual se considera laforma apropiada de concluir la discusión y se conviene en supunto final. La regulación de la interacción dialéctica habrá detener en cuenta estas fases del proceso de la discusión.

El código propuesto es un decálogo. Acompañaré la formula-ción de cada una de las diez reglas con la mención de algunastransgresiones típicas en su caso.

hechos hablan por sí mismos», «te aseguro que es así, palabra (por mismuertos, etc.)>>-, o bien endosándosela al interlocutor -e. g. «si no mecrees, pruébame que no tengo razón»-.

III. La crítica de una tesis debe versar sobre la tesis realmentesostenida por el interlocutor.

Puede aplicarse a todas las fases del proceso y regula el papel delantagonista. Un antagonista viola esta norma cuando endosa al pro-ponente una tesis ficticia o harto simplificada, cuando caricaturiza suposición para hacerle decir lo que no dice -e. g. «Sé muy bien cuál essu postura en esta discusión del proyecto de ley. La resumiré en pocaspalabras: Ud. pretende que los delincuentes entren por una puerta en eljuzgado y salgan tan ricamente por la otra»; «Ud. dice A, pero dadoque Ud. es empresario (sindicalista, miembro de una ONG, jubiladooo.), lo que Ud. sostiene es B, una tesis inaceptable por ser claramenteinteresada».

n. Quien sostenga una tesis, está obligado a defenderla y responderde ella cuando su interlocutor se lo demande.

Se aplica ante todo a la fase (2) en que se acuerda el procedimiento aseguir. Puede violarse o bien eludiendo la carga de la prueba -e.g. <dos

IV. Una tesis sólo puede defenderse con argumentos referidos jus-tamente a ella.

Aunque sea una regla especialmente oportuna en la fase tercera o ar-gumentativa, podría considerarse correlativa de la anterior para elpapel del proponente. Suele transgredirse trayendo a colación razonesno pertinentes o alegaciones que poco o nada tienen que ver con laposición asumida -e.g. «hay siete planetas porque el cosmos es unacomposición perfecta y el siete es la suma de dos números cabales ensu género, el número par cuatro y el número impar tres»-. Tambiénpueden violarla referencias demasiado genéricas o desviadas del puntoen discusión -e. g. motivaciones del tenor de «así es, porque así pien-sa, en el fondo, todo el mundo», o del tipo de «todos hemos de aceptaresta ley de calidad de la enseñanza porque a todos, al margen de nues-tras ideas sobre política educativa, nos preocupa la educación denuestros hijos».

1. Ningún participante debe impedir a otro tomar su propia posición,positiva o negativa, con respecto a los puntos o tesis en discusión.

Se aplica ante todo a la fase inicial. Las transgresiones de la regla danen descartar un posible punto de confrontación -e. g. «de eso ni quierooír hablaI'>>-,o al propio interlocutor -e.g. «Ud. no está en condiciones decontradecirme a mí»; «esa es una cuestión demasiado sutil para sus en-tendederas»-, o quizás a uno y otro -e. g. «nadie en su sano juicio mediscutirá esto»-.

V. Todo interlocutor puede verse obligado a reconocer sus supues-tos o premisas tácitas y las implicaciones implícitas en su posición,

126 127

Page 23: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

debidamente explicitadas, así como verse obligado a responder deeUas.

La regla también se aplica especialmente a la fase argumentativa. Unproponente puede transgredirla negándose a admitir tales supuestos o im-plicaciones; un oponente, a su vez, puede violarla por exageración opor deformación de lo que pretende descubrir y explicitar en la partecontraria. En el primer caso, el proponente trata de eludir las res-ponsabilidades contraídas o, en particular, la carga de la prueba; en elsegundo caso, el oponente trata de descalificar la tesis en cuestiónembarcándola en compromisos desmesurados o absurdos. Por lo demás,puede ocurrir que en una discusión acalorada se sucedan las transgre-siones de uno y otro tipo por parte de los contendientes. Sirva de muestrael breve extracto de un debate retransmitido por la BBC a principios de1990: los participantes eran matemáticos y la discusión giraba en tornoal alcance y la significación de las pruebas asistidas por ordenador enmatemáticas, un tema candente no sólo por la creciente presencia de losordenadores en la resolución de problemas complejos, sino por otrascuestiones asociadas como las planteadas por el desarrollo de la inteli-gencia artificial, en general, y por el desafío que las nuevas pruebas porordenador representaban para la idea de demostración matemática, enparticular, habida cuenta de la suposición tradicional de que tal de-mostración consiste en un proceso cabalmente deductivo, comprensi-ble y controlable por los miembros de la comunidad matemática. Peroveamos cómo, en ese extracto, dos participantes en el debate, uno en elpapel de proponente (P) y otro en el de oponente (O), ignoran o violanla regla V. Dejo al lector el placer de detectar por su cuenta los dos ti-pos de transgresión.

«(O) -Si admites que todos los resultados de las pruebas asistidas porordenador, como "el teorema de los cuatro colores", son teoremas ma-temáticos genuinos, aceptas implícitamente que hay pruebas matemáticasal margen de la idea clásica de demostración y que, a veces al menos, elconocimiento matemático discurre como un conocimiento empírico.

(P) -Bueno, yo no diría tanto. La verdad es que rehúso pronunciar-me sobre cosas como la índole del conocimiento matemático o la ideade demostración: son cosas de filósofos.

(O) -Pues yo aún diría más: tu admisión del "teorema de los cuatrocolores" implicaría que los ordenadores de cierta potencia deben seradmitidos como miembros ordinarios de la AMS".»

VI. Debe considerarse que una tesis o una posición ha sido de-fendida de modo concluyente si su defensa ha consistido en argu-mentos derivados de un punto de partida común.

También se aplica ante todo a la fase argumentativa del proceso de ladiscusión, aunque luego tenga incidencia sobre su desenlace. Puede verseviolada por ambas partes. Por parte del proponente de una tesis, cuandoda en tomar una suposición que le conviene como si fuera un supuestoque hubiera compartido desde un principio su oponente -sowtrans-gresiones típicas las presuposiciones sembradas de equívocos, como lascitadas al inicio de este apartado 3. (p. 116), Y las peticiones de principio-«tengo razón en afirmar lo que afirmo porque es la pura verdad»-. Laregla puede ser transgredida por su antagonista cuando pone en duda odesmiente, como táctica autodefensiva, alguno de los puntos convenidosinicialmente -e. g. «Sí, en algo así habíamos quedado, pero es que no meentendiste bien (donde dije digo quería decir Diego)>>-.

VII. Debe considerarse que una tesis o una posición ha sidodefendida de modo concluyente si su defensa ha consistido en

11. American Mathematical Society. El resultado de los "cuatro colores"(bastan cuatro colores distintos para dividir cualquier mapa en regiones de ma-nera que no haya dos regiones adyacentes, con líneas de frontera comunes, quetengan el mismo color) fue establecido en 1976. mediante una prueba que in-cluía unos procesos de comprobación de configuraciones posibles que sólo po-dían verificarse por ordenador. Estos procesos, en algunos tramos, resultabaninaccesibles para el usuario, así que contravenían la cogencia y la posibilidadde un control consciente y deliberado del proceso discursivo tradicionalmenteasociadas a la idea clásica de demostración. COII todo, la comunidad matemá-tica ha reconocido este resultado como un teorema establecido, confirmadoluego por una prueba más sencilla en 1996. Pero nadie, que yo sepa, se hacreído nunca en la obligación de apadrinar el ingreso del ordenador empleado-o de otros ordenadores más sofisticados y potentes, de cuarta o de quintageneración- en laAMS.

128 129

Page 24: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

argumentos cOlTectos o resultantes de la oportuna aplicación deesquemas o pautas de argumentación comúnmente admitidas.

Es una regla paralela a la anterior, si bien atiende a otro género deconvenios relativos no tanto a puntos sustantivos como a formas deprocedimiento inferencial y discursivo. Entre sus violaciones figuraríanmuchos y variados ejemplares de la fauna tradicional de las falacias, enparticular: (a) la familia de las falacias cometidas cn nombre de unapauta inadecuada, como la que se ampara en una autoridad dudosa-c.g. «la decisión política de desarrollar los programas de armamentonuclear es acertada porque cuenta con la bendición del DI'. K, todo unNobel de Física»-, o la que se remite a unas consecuencias deseables oindeseables -e.g. «eso tiene que ser verdad (o eso no puede ser verdad)porque contribuye a consolidar (o, respectivamente, a destruir) lossagrados valores de nuestra fe cristiana»; y (b) la familia de lascometidas mediante la aplicación inadecuada de una pauta, como elabuso de la generalización -e.g. «sé mUy bien cómo se las gastan losinmigrantes procedentes de Z: he tratado a uno de allí»-, o el abuso dela analogía -e.g. el argumento de Platón (Timeo, 32a-b) según el cuallos elementos del universo, al no ser planos sino sólidos, requieren dosmedias proporcionales para hallarse en proporción continua; de ahí queel demiurgo colocara el agua y el aire entre el fuego y la tierra de modoque el fuego fuera al aire como el aire al agua, y el aire fuera al aguacomo el agua a la tierra-o

VIII. Los argumentos (deductivos) utilizados en el curso de ladiscusión deben ser válidos o convalidables mediante la explici-tación de todas las premisas tácitas co-determinantes de la con-clusión.

Dcspués de haber contemplado la perspectiva lógica o analítica sobre labondad de los argumentos, no parece necesario detenerse en esta regla quetambién afectaría sustancialmente a la fase argumentativa del proceso de ladiscusión. Cabe considerarla como una señal de que la perspectivadialéctica puede acoger, en cierto modo y dentro de su propio marco, laperspectiva lógica sobre la cOITeccióndel argumento. Con todo, la explici-tación cabal y la convalidación de los tradicionalmente llamados

130

"entimemas" o argumentos textualmente incompletos, presentan por loregular bastantes más problemas que los previstos U'3S una lectura rutina-ria de su texto. Baste reparar en que todo argumento dado podría ser, enprincipio, completado y reformulado de modo que resultara trivialmentecompleto. Por otro lado, no estará de más recordar una imagen que ya herepetido en anteriores pasajes de este libro: en la perspectiva dialéctica dela interacción discursiva y en el marco de una conversación, todoargumento es un iceberg con parte de su masa oculta y un tanto amerced de la dinámica subyacente de la argumentación; a veces elcumplimiento cabal de esta regla parecerá un empeño irrealizable.

IX. El fracaso en la defensa de una tesis debe llevar al proponentea retractarse de ella y, por el contrario, el éxito en su defensa debellevar al oponente a retirar sus dudas acerca de la tesis en cuestión.

La regla se aplica a la fase final del proceso de la discusión y trata deorientar su posible resolución en un desenlace convenido por las dos par-tes enfrentadas. Pero puede prestarse a transgresiones y abusos tanto poruna parte como por la otra: el proponente puede, por ejemplo, conferir unvalor absoluto a su triunfo relativo sobre las objeciones del antagonista-e.g. «como, al parecer, ya no te quedan más réplicas, lo que sostengo esverdad»-; mientras que el oponente puede, en el caso contrario, tomarcomo absolutamente falsa la tesis que el proponente no ha sabidodefender. Son tentaciones peligrosas porque hacen depender la suerte deuna discusión del más tonto de los participantes. En el mundo habitual dela argumentación, rara vez visitado por verdades o falsedades absolutas,por un truismo lógico o por una contradicción expresa, cobran sumaimportancia las virtudes y las habilidades dialécticas de quienes discutenpues de ellas, en buena medida, dependerán el desenlace del debate y laconsideración ulterior que la tesis en cuestión pueda merecer. Es biensabido que una discusión inteligente puede llevar un asunto bastante másallá de su escasa o mediocre entidad inicial, mientras que una discusióntorpe u obtusa puede arruinar las expectativas creadas al principio poruna gran cuestión. En historia de la filosofía, la degeneración de losproblemas más radicales o sustanciales suele achacarse a los epígonosescolásticos de los maestros del pensamiento. Pero no hace falta

131

Page 25: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

remontarse a la historia de las ideas; hoy bastaría zapear los debatesmontados en televisión sobre grandes temas de la actualidad, -cada unode ellos, por cierto, "el tema (o lo que sea) del siglo"-, para dar con vivosy variados ejemplos de debates degenerativos.

X. Las proposiciones no deben ser vagas e incomprensibles, ni losenunciados deben ser confusos o ambiguos, sino ser objeto de lainterpretación más precisa posible.

La regla se aplica, desde luego, a todas las fases del proceso y puedeverse violada por cualquiera de los participantes en la discusión. Por lodemás, sus violaciones son fuentes harto conocidas de falacias y detrampas y trapacerías argumentativas, que se aprovechan del ampliomargen de maniobra abierto por los malos entendidos, los equívocos, laincierta oscuridad.

Es tentador resumir, conforme a un famoso ejemplo, estos diezmandamientos del buen argumentador en dos: (1*) guardarás porencima de todo una actitud razonable, cooperativa con el buen finde la discusión; (11*) tratarás las alegaciones de tu contrincante conel respeto debido a las tuyas propias. Pero esto no es tan simplecomo puede parecer visto desde lo alto. Hay reglas solidarias, co-mo la regla V en relación con la regla X si el interpelado tiene de-recho a protestar ante una explicitación sesgada o una inter-pretación abusiva; hay reglas parejamente entreveradas y hastacierto punto COtTectivasentre sí, como lIT y VIII a través de V;pero ni estas ni otras "complicidades" hacen que las normas seanmutuamente reducibles. No obstante, el decálogo parece presentaruna interesante conformación interna que me atrevo a resumir enlos términos siguientes. Cabe apreciar tres núcleos normativospresididos por tres directrices capitales básicas o subyacentes, asaber: (i) el juego limpio, por el que velarían ante todo las reglas1, 11,V, IX y X; (ii) la pertinencia de las alegaciones o los ar-gumentos a favor de una posición, conforme a la regla IV, y delas objeciones o los argumentos en contra, conforme a la reglaIII; (iii) la suficiencia y efectividad de la argumentación en

132

orden a la resolución de la cuestión o al buen fin del debate, conarreglo a VI, Vil, VIII YIX. También cabe pensar en una suertede prioridad relativa de la directriz (i) sobre las directrices (ii) y(iii), y de la (ii) sobre la (iii), donde el seguimiento de lassegundas supone el de las primeras.

Al margen de esta articulación del decálogo, que no sé si mere-cería la bendición de sus autores, el planteamiento pragma-dialéctico es digno de atención por otros motivos. Detengámo-nos en un par de ellos.

1/ Para empezar, propone una consideración funcional de la ar-gumentación al servicio de un objetivo específico: el tratamientoy la resolución de las discusiones críticas, frente a otras varieda-des de confrontación posibles, desde la querella personal hasta elparlamento deliberativo, pasando por las prácticas forenses. Estáclaro que esta consideración funcional propicia un examen y unaevaluación de la argumentación que difieren bastante de la pers-pectiva estructural del análisis lógico. Antes que juzgar la bondadde un argumento por sí mismo, por su estructura interna y su valorde prueba, viene a pronunciarse sobre la legitimidad de lasintervenciones argumentativas de las partes en confrontación ysobre su rendimiento en orden a conseguir los objetivos de ladiscusión crítica. La mirada se centra no en la calidad de los pro-ductos argumentativos, sino en el funcionamiento regular de lainteracción y en la contribución de los agentes típicos -pro-ponente y oponente-, y de sus acciones argumentativas, albuen curso y buen fin de la discusión. En suma, lo que secontempla no son unas pruebas o alegaciones concretas, sino,puestos a discutir, el hacerlo bien o desenvolverse como es de-bido -o así se supone- en unos trances de ese tipo. Por eso estaconsideración no propone señas de identidad de un objetodado, el texto de un argumento, ni condiciones de demarcaciónentre buenos y malos argumentos, sino normas de buenaconducta argumentativa, cuya regulación descansa en dossupuestos característicos de la discusión crítica:

133

Page 26: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

[a) el supuesto de que la interacción dialéctica ha de ser coo-perativa;

[b) el supuesto de que ha de estar ordenada al buen fin de ladiscusión, esto es a su resolución mediante el reconocimientodel desenlace acordado y debido.

En estos supuestos se fundan, en último término, las directri-ces antes apuntadas y, por ende, el decálogo en su conjunto. Asínos encontramos con que la normatividad inherente a las reglasdel decálogo viene a ser una normatividad inmanente al procederargumentativo e intersubjetiva. No apela a unas instancias trans-cendentes, "objetivas", externas al proceso: la Racionalidad, laVerdad, etc. Es una normatividad que más bien se confía en ma-nos de los participantes en la discusión: depende de su opción poruna discusión crítica, de sus acuerdos y convenciones comunes apartir de la fase de apertura, de su distribución de papeles,derechos y responsabilidades en el curso del proceso, de su marcocomún de creencias y esquemas de argumentación 12.

2/ Es justamente ahora cuando comparece un segundo motivodel interés que puede revestir el planteamiento pragma-dialéctico.Tiene que ver con los supuestos que obran en esa normatividaddialéctica, inmanente e intersubjetiva, y con los problemas que larodean. Me limitaré a mencionar algunas cuestiones ilustrativas.

Consideremos de entrada el supuesto cooperativo [a). ¿Por quéuna cliscusión crítica, presunto paradigma de buena argumentación,ha de descansar únicamente en intervenciones cooperativas? ¿Nopueden ser parejamente razonables y críticas las confrontacionesen las que cada parte procura preservar su posición'\ aun a riesgo

12. Según esto, por ejemplo, no importará mucho la victoria o la delTota,quién gane o quién pierda la discusión. Lo que importa es la buena fe y la dis-posición a conducirse como un interlocutor cooperativo y un contrincante ra-zonable: nadie se vuelve menos razonable, o deja de serlo, por el hecho deperder en una discusión crítica, sino, llegado el caso, por negarse uno a reco-nocer que, en efecto, ha perdido.

13. Como, por ejemplo, en el capítulo anterior los campesinos uzbecos in-

134

de desembocar en unas diferencias aún más nítidas que las pre-sumibles al inicio? Y por otro lado, ¿no suelen resultar tanto o máseficaces el juego sucio o la "lucha libre", o los trucos y arguciasdel "listillo? De estas preguntas se desprenden análogos interro-gantes a propósito del buen fin del proceso, consensuado yconcorde, según el supuesto [b): ¿acaso no son desenlaceslegítimos de una discusión crítica la franca declaración de losmotivos de disentimiento o la suspensión del debate hasta mejorocasión? ¿No pueden ser críticas -e, incluso, lúcidas y razona-

. bles- las confrontaciones y las discusiones entre representantes detendencias o "escuelas" filosóficas, que suelen abundar endiferencias de principio? La respuesta a estas cuestiones no dejaráde tener repercusión sobre el decálogo de buena conductaargumentativa: la preservación de la posición propia o el reconoci-miento de diferencias insalvables, como fruto de la dinán1ica inter-na de la discusión, pueden dejar fuera de servicio algunas normascomo la regla IX. En el fondo, las cuestiones acerca del supuestocooperativo y, subsiguientemente, acerca del buen fin resolutorio,giran en tomo al punto de su justificación, una justificación que pa-rece obligada pues el supuesto obra como una fuente de normativi-dad a través del decálogo. Este punto puede plantearse así: ¿losparticipantes deben cooperar porque saben que la cooperación conmiras a un acuerdo final es en todo caso preferible, porque tienenuna esperanza racionalmente fundada en que la cooperación siem-pre servirá mejor a sus intereses argumentativos, sean estos lo quefueren? Es clifícil dar razón de ese presunto saber o de esta espe-ranza presuntamente racional en cualquier maJ'co discursivo o conindependencia de las estrategias discursivas que concurran y com-pitan. Pero la cuestión estriba en que la propuesta pragma-dialécti-

sistían en mantener sus criterios frente al patrón deductivo de Luria, o comoGandhi, pongamos por caso, se resistía a asumir la "lógica colonial" británica,sin que de ello se siguiera que la conversación o la negociación fueran impo-sibles.

135

Page 27: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

ca los da por descontado, de modo que los interrogantes acerca desu justificación ni siquiera se plantean. Claro está que, además, elpunto podría plantearse en otros términos no menos discutibles:¿sólo será buena una argumentación crítica, si todos somos buenos,si todos nos portamos bien en el curso de la discusión y terminamosponiéndonos de acuerdo?

Aparte de estas cuestiones iniciales sobre los supuestos nor-mativos, el calor de la discusión puede alumbrar problemas deotro tipo. Quizás el curso mismo de la discusión desvele con-flictos ocultos o llegue incluso a generar nuevos conflictos sobreel modo correcto de dirimir el caso planteado -y se abra así unanueva discusión acerca de la aplicación justa y sensible de reglascomo V, VIII o X al punto discutido, reglas cuya invocación inge-nua puede despertar el león dormido de las relaciones entre lo expli-cito o lo implícito-. En otras palabras, la discusión puede tomar unrumbo meta-discursivo y poner en cuestión ciertos consensos pre-vios o ciertos sobreentendidos de modo natural y perfectamente ra-zonable, -sin que ello implique una táctica defensiva transgresorade la regla VI-, por la simple razón de que ningún agente discursivoestá en condiciones de prever en un momento dado todas las im-plicaciones y las derivaciones posibles de una acción, menos aúncuando se trata de una intervención dentro de un marco interactivo yen el curso de una conversación. Por otro lado, ¿no podría tomar ladiscusión crítica un rumbo insustancial o perverso, con la anuenciao con la inadvertencia de alguno de los participantes? ¿No podría G-una persona afable cooperativa, supongamos- debatir con R -unIgnatius Reilly, pongamos por caso-, según las reglas I-X, perosiguiéndole el juego a R como quien discute "con un loco"?

Pongámonos en situación e imaginemos cómo discurriría una discusióna partir de una conversación inicial tan prometedora como la siguiente. Alhilo de La conjura de los necios de J. Kennedy Toole (6, ii), estamos en laoficina comercial de Levy Pants a primera hora de la mañana. El Sr.González, jefe administrativo, ya se encuentra en su puesto según tiene por

136

norma, cuando le sorprende la irrupción del impuntual e imprevisibleIgnatius Reilly, que hoy entra como un torpedo por la puerta.

«-Buenos días, caballero -dice bruscamente Ignatius, con la estela desu chal bufanda en vuelo horizontal como la bandera de un clan escocésen pie de guerra.

-Qué temprano llega usted hoy, señor Reilly.-¿Qué queréis decir, caballero? Yo siempre llego a esta hora.-Claro, claro, por supuesto -dice mansamente el Sr. González.-¿Acaso cree usted que he venido temprano con algún propósito?-No, no, qué va. Yo ...-Hablad claro, caballero. ¿A qué viene esa suspicacia tan extraña?

-A Ignatius le brillan los ojos de paranoia.-¿Cómo dice, señor Reilly?-Ya oyó bien lo que dije».Si el lector prefiere otras situaciones más familiares, en las que una

conversación o una discusión toman un rumbo perversamente acrítico,con la cooperación consciente o inconsciente de los participantes,puede solazarse, en la Segunda Parte del D. Quijote de Cervantes, conlas pláticas entre D. Quijote y Sancho Panza, y de uno u otro o ambosprotagonistas con el bachiller Sansón Carrasco o con los Duques deBarcelona, sobre la sin par Dulcinea o en torno a la Ínsula prometida,entre otros despropósitos.

Estas últimas consideraciones apuntan, creo, una limitación dela regulación en su caljdad de conjunto de "formalidades" un tantoajenas a la eventual dinámica del proceso y al buen sentido o alvalor interno de las contribuciones. Procuraré ilustrar este últimopunto al hilo de una argumentación que no deje de incurrir eninferencias y en conclusiones incorrectas, aunque a veces parezcaproceder según las reglas: habría así cursos o deslizamientosargumentativos consentidos y, sin embargo, "perversos".

F Y G, dos amigos en el paro -cabe suponer-, salen discutiendo del AulaMunicipal de Cultura. donde han asistido a una charla sobre astronomía.

«-Pues yo sigo pensando -asegura F- que el Sol gira en tomo a la Tie-

137

Page 28: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

ITa. Fíjate, el Diccionario de uso del español pone que 'día' es 'el espaciode tiempo que tarda el Sol en dar una vuelta completa en tomo a la Tierra'.y yo, desde luego, lo veo moviéndose así todos los días.

-Eso es lo que crees ver - replica G-. Pero no es lo que enseña la astrono-mía. Y por esto mismo el Diccionario de uso al que te reneres ha cambiadoesa acepción de 'día' por otra más acorde con nuestros conocimientos:'espacio de tiempo que tarda la Tien'a en dar una vuelta completa en tomo asu eje'''. Lo cual quiere decir que nuestros usos del español mejoran.

-Bueno, tal vez cambien. Pero no es esa la cuestión. La cuestión es: siyo pienso así, ¿por qué he de respetar la opinión de los astrónomos másque la mía? ¿No estamos en una democracia? ¿Y. en la charla de ayer, nonos convencieron de la igualdad de derechos en la democracia?

-Sí, claro. Pero no entiendo qué tienen que vcr ahora las churras conlas merinas, quiero decir la democracia con la astronomía.

-Te contaré, se me ha encendido la bombilla esta tarde -respondeencantado F-. Vamos a ver: toda persona es respetable en sí misma [1],¿de acuerdo? -G asiente con convicción. F continúa-o Luego, todaopinión de una persona es respetable en sí misma [2]. Más aún, según senos decía ayer, todas las personas, en un estado democrático de derecho,son iguales entre sí [3]. Luego, en suma y conclusión, toda opinión, enuna democracia, es igualmente respetable [4]. Ahora bien, yo opino queel Sol gira en tomo a la Tierra. Luego, esta es una opinión tan respetablecomo la opinión de cualquier astrónomo [5]. No sé por qué he de re-nunciar a ella [6].

-Hombre, está claro. Porque es falso que el Sol gire en tomo a laTierra, según hemos visto hoy. Así que tu opinión es errónea. ¿Y noquerrás empecinarte en un error?

-Anda, ¿y por qué no? -replica F con gesto desafiante-o Esto tambiénlo tengo cavilado después de la charla del otro día sobre filosofía, ¿ teacuerdas? La dio un tipo joven y desenvuelto que puso a caldo a los quellamaba "maestros de la verdad" y se metió sin contemplaciones con loque denunciaba como "despotismo ilustrado". Pues bien, como él mismodecía: hoy nadie puede considerarse en posesión de la verdad lb], puesto

14.F cita la la edición (1978) del Diccionario de uso del español de M' Mo-liner; G cita la 2" (1998).

138

que todos podemos equivocarnos [a] ¿vale?-Okey -asiente G (también daban clases de inglés en cl Aula de

Cultura)-, pero sigo sin ver ...-Lo verás, tú no te inquietes. Si nadie está en posesión de la verdad

lb], entonces todo el mundo tiene perfecto derecho a equivocarse [c]; y,entre paréntesis, te diré que esto también viene al pelo del argumentoanterior.

-Sí, bueno -dice G con media sonrisa-o Sería lo que llamaríamos, poroposición al "despotismo ilustrado", el "falibilismo igualitario". ¿Te dascuenta? Suena a toda una filosofía.

-Cuando el río suena ... Bien, termino: si todo el mundo tiene derechoa equivocarse [e], todo el mundo está en su derecho de perseverar en elerror [d], mientras no se decida a ejercer otro de sus derechos, el decambiar de idea».

La discusión se inicia a partir de una opinión plausible de F, no sólomuy extendida sino respaldada por un uso común registrado en un Dic-cionario acreditado. G procura mostrar, en cambio, la debilidad de esteargumento, descalificado ulteriormente por el propio Diccionario. Perono este no es el punto que más interesa a F, sino otro más general y desegundo orden, diríarhos, que parece considerar como una cuestión deprincipio: el derecho a mantener su propia opinión ante el caso plan-teado. He marcado entre corchetes las enunciaciones básicas de las doslíneas argumentativas, [1]-[6] y [a]-[d], ligadas de algún modo a partirde la asociación entre [2]-[4] y [c], que conforman el curso principalde la argumentación de F en torno a la cuestión en la que él hacentrado el debate. Una esquematización posible sería la siguiente:

[a][1][2]

[b][3]I

I[4J

[c]<[5]

[d]<1

[6]

139

Page 29: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

Veamos si se violan las reglas. A primera vista, lejos de contravenir-las, lo que aduce F parece justificar la regla 1 (cf. p. 126), de modo quecontribuiría a dotar al decálogo de una justificación de sus pretensionesnormativas. Dos reglas directamente involucradas son VI y VII (cf. pp.129). El primer argumento de F cumple la regla VI, al discurrir sobre labase de unos puntos comunes o convenidos de partida: a saber [1] y [3].El caso de la regla VII parece algo más delicado. F pretende deducir [2]de [1], y de ambos, junto con [3], concluir [4]; sentada esta conclusión, seseguirían como un caso particular [5] y, en fin, [6] -dejemos ahora el po-sible refuerzo suministrado por [e] y [d]-. Pero los dos primeros pasos, esdecir ( [1] ::::> [2) y (El], [2]), [3] ::::> [4] ), ya empiezan por ser de-ducciones incorrectas: del máximo reconocimiento y respeto que me-rece por sí mismo alguien como persona, no se sigue una consideraciónigual de sus acciones u opiniones concretas: las personas, sin dejar deserlo, cometen crímenes e incurren en contrasentidos, perjurios ofalsedades. Parejamente, la aplicación ulterior a [5] y [6) peca de ciertaequivocidad en el uso del término "respetable": hay un deslizamientoinadvertido desde el sagrado respeto a la libeltad de opinión hasta laconsideración de talo cual opinión, sea o no una majadería, como sifuera sagrada; en esta línea, ninguna opinión sería una aserción sinoque sólo habría presunciones (cf. p. 114-6), lo cual pervertiría la distri-bución de la carga de la prueba. Sin embargo, todos ellos son tránsitosargumentativos de uso harto común hoy en día, hasta el punto de re-presentar unos estereotipos o unos tópicos inferenciales de nuestra cul-tura popular "democrática", de modo que, en principio y a falta de ma-yores precisiones. la regla VII podría acogerlos bajo la vaga coberturade «pautas de argumentación comúnmente admitidas» -cabe suponer,por cierto, que G también comparte la misma ideología "democráti-can_o Así pues, ante el éxito de la defensa de F, G debería retirar sus re-paros o sus dudas con arreglo a IX (cf. p. 131).

En el otro argumento, el decálogo tiene mejor fortuna: tanto la con-clusión de [e) a partir de [a) y [b), como la conclusión de [d] sobre la basede [e), son disparatadas, a pesar de su inocente apariencia. La primera sefunda en una transición indebida desde un alegato de hechos, digamos, has-

140

ta la alegación de un derecho. Pero ambas traslucen además una pauta dediscurso que permitiría derivaciones tan delirantes como: de la posibilidadde que todo el mundo mate a alguien -como de la posibilidad de que todoel mundo se equivoque-, se sigue el legítimo derecho de todo el mundo ahacerlo -el derecho a equivocarse- y de ahí, a su vez, se deriva la legítimacontumacia de seguir haciéndolo -el derecho a mantenerse en sus trece-.Convengamos entonces en que estos claros deslices no responden a pautasde argumentación comúnmente admitidas y quedan descartados por la reglaVII; aunque, la verdad, no dejan de ser un tanto usuales, en especial lavindicación de [e] sobre la base de [b) bajo diversas formas, por ejemplo:

"-Claro que tengo derecho a equivocarme, ¿o es que tú no te equi-vocas nunca?".

En suma, el decálogo viene a comportarse aquí con dispar fortuna:eficiente en algunos casos, en otros parece inerme ante algunos caminosde perversión común, quizás por carecer de referencias de calidad dis-cursiva interna como las que hemos invocado a propósito de [1)-[6], ennuestro papel de árbitros o terceros en discordia, o quizás por dependerdemasiado de un marco dado de usos discursivos y creencias al proponeruna normatividad inmanente e intersubjetiva. Sin ir más lejos, la mismaindistinción entre creencias y conocimientos, de que F hace gala, es unclaro síntoma de la afinidad de esta propuesta con el relativismo: no es ex-traño que varias conclusiones de sus líneas de argumentación ([4], [5), [c),[d)) sean relativistas.

Las cuestiones acerca de posibles discusiones meta-discursivaso improductivas destapan otra dimensión problemática de la nor-matividad pragma-dialéctica, inmanente e intersubjetiva. Porejemplo, ¿cómo prever, resolver o reconducir de modo efectivo yrazonable los conflictos meta-discursivos o las perversiones quepuedan presentarse en el curso de una discusión, si su suerte nodepende de otras reglas que las de un decálogo a veces inerme an-te conflictos sobre la manera de aplicar las reglas mismas, ni estáen otras manos que en las de los propios participantes, justamentelos implicados si no los inductores de esos sesgos o perversionesdel debate o de la conversación?

141

Page 30: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

Bueno, una posible instancia a donde cabría acudir en caso deconflicto meta-discursivo, sin apelar a instancias trascendentes oexternas, podrían ser las directrices que antes había apuntado al re-cónstruir la normativa pragma-dialéctica, tomadas en el sentido demeta-regulaciones: «Miren Uds., discutan sobre lo que discutan, (i)jueguen limpio, (ii) hagan que sus alegaciones, objeciones y con-sideraciones sean pertinentes, y (iii) esfuércense por aducir lós ele-mentos de juicio precisos para justificar su postura o sus reparos, ypara resultar convincentes». No sé hasta qué punto este recursoresultaría efectivo'5, pues, al margen de otras consideracionescircunstanciales, la aplicación de (i)-(iii) al caso dado tambiénpodría verse discutida, y así podríamos seguir prolongando ladiscusión mientras nos alejamos de la cuestión de partida inde-finidamente.

Me temo que, en esta tesitura, si no queremos acudir a unainstancia trascendente y providente, a un deus ex machina,habremos de introducir al tercero en discordia: un árbitroinstitucional u ocasional. (Ya hemos visto, en el ejemploanterior, cómo algunos casos de perversión reclamaban supresencia.) Habremos de remitirnos al arbitraje de un jurado o alde una comunidad epistémica especializada -según pareceobligado en las polémicas científicas sobre cuestiones deprincipio o de procedimiento-, o al sentir del público asistente

o, en fin, al buen juicio de un observador o un lector del debate.Este árbitro no es, por cierto, alguien reclamado para actuar almargen de las directrices básicas -así que también él ha dejugar limpio, etc.-, ni para saltarse las reglas del juego. No estápor encima del juego. Goza, sin embargo, de una presunción deneutralidad o de equilibrio, frente a la asimetría de las posi-ciones pro / contra de los participantes directos en la discusión.y reviste así cierta autoridad, reconocida institucionalmente oconferida para la ocasión, que le permite decir, en las cuestionesmeta-discusivas o en las que afecten a la calidad y al sentido deljuego, una última palabra. No la definitiva, pues esta historia noconoce un juicio final, un valle de Josafat.

15. Por ejemplo, cabe replicar a los ejemplos anteriores que jugar limpiocon Ignatius Reilly, o con D. Quijote y Sancho, no significa en realidad dis-cutir con alguien, sino seguirle la conversación o "darle carrete" como una es-pecie de terapia a través del discurso, de modo que las perversiones de estegénero resultarían irrelevantes. Ahora bien, ¿cómo jugamos limpio con lagente empeñada de modo consciente y deliberado en unas "lógicas" alucinan-tes, del tipo de las sugeridas por Lacan y sus discípulos, o con la gente empe-ñada en unas "lógicas" alucinadas, como las que otros dan en extraer de loskoan o de los aforismos zen? ¿Discutimos con ellos, los tratamos o, simple-mente, renunciamos a jugar convencidos de que su significado psicoanalíticoo espiritual poco tendrá que ver con nuestros esfuerzos argumentativos?

El árbitro puede llegar a ser no sólo una instancia de juicio, sino dediscriminación y de sentido. De hecho, por seguir con algún ejemploanterior, son los lectores de La conjura de los necios o de Don Quijote dela Mancha los llamados a entender el significado pretendido y a dar elsentido debido al juego dialéctico de los protagonistas, hasta el punto deque este no existiría sin ellos: los lectores de Kennedy o de Cervantesnunca serán personajes añadidos a la trama novelesca, pero sí tendrán queser colaboradores inteligentes y necesarios en las conversaciones ydiscursos de los protagonistas. De modo parecido, el efecto revulsivo quebuscaba la "discreta propuesta" de Jonathan Swift, -recordemos eldiscurso deliberativo presentado al final del capítulo anterior-, tambiénhabría sido imposible sin la colaboración de la inteligencia del lector, porno hablar de su sistema de valores y su sensibilidad ética.

Probemos a resumir las ideas nucleares que se desprendende esta aproximación a la orientación pragma-dialéctica. Paraempezar, se supone que una discusión crítica, debidamentemantenida y resuelta, es un paradigma de buena argumen-tación. En esta perspectiva, reconoceríamos una buena ar-gumentación no tanto por la calidad de su estructura interna opor la de sus componentes, unos buenos argumentos, comopor sus ejemplares típicos y cumplidos. Uno es, en particular,

142 143

Page 31: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

la discusión crítica'6. Y a través de esta mediación paradigmáti-ca, diríamos que la bondad de la argumentación -o más precisa-mente de cierto tipo de argumentación- viene a descansar en elbuen curso y el buen fin de una discusión. Pero, como ya sa-bemos, esta perspectiva también desplaza el foco de atención yevaluación desde las buenas cosas (argumentos, argumenta-ciones o, en el presente caso, discusiones), hasta el hacer las co-sas bien.

Un agente discursivo empeñado en una discusión lo hará bien,argumentará bien, sólo si se atiene a ciertas máximas o convencio-nes básicas de conversación, así como a un cuerpo normativo dedirectrices y reglas específicas de interacción discursiva. Las pri-meras velan por la fluidez y el éxito de la comunicación, y estánimpregnadas de espíritu cooperativo: haz que tu contribución seaoportuna y congruente con el sentido de la conversación; séveraz; exprésate con claridad y en los términos apropiados; ve algrano; no bloquees o cortes de modo unilateral el curso de la con-versación. El cuerpo normativo específico para la discusión críticaes el compuesto por las directrices (i)-(iÚ) y por las reglas I-X, yacomentadas. En conjunto, las directrices y reglas abundan en unanormatividad inmanente e intersubjetiva, determinante de laconducta correcta de las partes enfrentadas en una discusión: quienlas siga, actuará bien; quien las viole, mal.

Pero también tenemos constancia de algunas insuficiencias olimitaciones de ese cuerpo normativo. En primer lugar, generalizay extiende el espíritu cooperativo que ha de presidir una conver-sación no sólo al curso sino al buen fin de una discusión, de modoque este habrá de consistir así mismo en una conclusión concorde,en el consenso, como si toda discusión de una cuestión hubiera de

16. También cabría reconocer carácter paradigmático a otras formas dia-lécticas de argumentación, como el debate forense o la negociación. Sin em-bargo, la querella o la disputa personal, aun siendo una variedad argumentativano menos familiar y típica, y seguramente mucho más pmcticada, no parecetan calificada para llegar a ser un paradigma de buena argumentación.

144

conducir a una resolución predeterminada y, hasta cierto punto,ajena a la dinámica de diferenciación interna y a los eventualescallejones sin salida del debate. Es, quizá, consecuencia deprestar más atención a los procedimientos que al procesoargumentativo. Por otro lado, los mismos condicionantes internoso coyunturales del curso de la discusión, amén de algunos pro-blemas con las reglas, pueden hacer obligado el recurso ainstancias externas a los protagonistas, más allá de lo quepodríamos llamar su "inmanencia intersubjetiva"; es decir, a laautoridad de un árbitro, a un arbitraje que algunos marcos dediscusión tienen institucionalizado bajo distintas formas y conrespecto a diversas instancias de referencia: el público, lostribunales, las comisiones de expertos. los consejos asesores, etc.Lo cual apunta la conveniencia de apelar a una normatividad noya intersubjetiva, sino transubjetiva, si se me permite laexpresión. Por último, las directrices y pautas en conjunto sóloparecen asegurar un argumentar bien en el sentido de hacer locorrecto, sin visos de interesarse por un buen argumentar en otrossentidos relacionados con la bondad y la calidad de laargumentación, como la significación o el valor sustantivos deuna discusión, la mayor o menor productividad de las contribu-ciones discursivas de los participantes, sus muestras de inteligen-cia y competencia, habilidad o ingenio. Dos interlocutores dados,siguiendo las directrices y observando todas las reglas, bienpodrían enfangarse en una discusión perversa -desde una ópticacrítica-, o en un debate trivial e improductivo.

4. El punto de vista retórico y los buenos recursos argumentati-vos

La Retórica es una disciplina que hoy comparte con el estudio dela argumentación no sólo la referencia al campo del discurso, sinociertas características. Por un lado, se desdobla a la par que ese es-

145

Page 32: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

tudio en un plano práctico de artes y recursos, y un plano teórico deanálisis y de reflexión crítica. Por otro lado, también ha venidoteniendo desde mediados del pasado siglo revisiones y desalTollosespectaculares, algunos ligados precisamente al estudio de la ar-gumentación. En fin, al igual que el estudio de la argumentación, semueve en diversas direcciones mientras anda en busca de una teoríageneral, integrada y comprensiva. El panorama retórico que se abrehoy ante nosotros es, en suma, vasto y variopinto.

Para empezar, perduran las secuelas de la tradición que ha venido(mal)tratando la Retórica como una mera fonna de presentaciónornamental y externa, como un repertorio de recursos literarios 11,

sin mejor compañía teórica o analítica que la de unas preceptivas.Saltando al otro extremo de la actualidad, las artes retóIicas se hanvisto llevadas por los medios de comunicación a desbordar el dis-curso para sumergirse en el mundo de las imágenes y de las sensa-ciones impactantes, de las captaciones o de las seducciones: artesconvertidas en mecanismos de publicidad, técnicas de propagandadescarada o subliminal, recursos de asesoría de imagen, etc.; aná-lisis comprometidos con la crítica social, cultural, política e ideo-lógica'8• Pero no hace falta salir del ámbito tradicional del discursoretórico para apreciar la variedad de tendencias y orientacionesexistentes. Una, por ejemplo, procedente del neoformalismo y delestructuralismo en literatura se atiene al estudio de la elocución oexpresión, con especial cuidado de la teoría de las figuras literarias:es el llamado "grupo µ" o grupo de Lieja; mientras que otra aspiraa una retórica general del texto, sea o no literario, que haga justiciaa las otras operaciones clásicas, la invención de recursos y la

disposición u organización selectiva y estructural del discurso,sobre la base de la pragmática lingüística'9. Por seguir con otrasorientaciones que se alejan de estas, son intereses menoslingüísticos y más críticos y hermenéuticos e incluso historiográfi-cos los que mueven las nuevas corrientes de la llamada "Retóricade la ciencia" desde los años 1970; y unos intereses similares, sibien en el ámbito de la crítica literaria, guían a su vez la auto-denominada "Nueva Retórica" en los departamentos de Inglés(área de Composición y Comunicación) en USA. nacida un pocoantes, en los años 6020• Pero fuera de ese recinto, en medios rela-cionados no sólo con el discurso sino con la argumentación, ha-blar de una "Nueva Retórica" es hablar de Perelman y de la es-cuela de Bruselas (cf. más arriba: c. 1, § 2).

Esta nueva Retórica se sitúa en el terreno de la elección razona-ble de una opción sobre la base de la deliberación y la prudencia.Dentro de este terreno, el tipo de discurso más relevante es laargumentación suasoria dirigida a mover el ánimo de un auditorioen la dirección pretendida por un orador -pueden ser orador unhablante o un autor cualquiera, y auditorio, un interlocutor, unlector o un determinado público-. La idea de auditorio, un legadoclásico ignorado por los tiempos modernos, desempeña aquí unpapel pIincipal y polivalente. Es, en principio, una construcciónprevisora o prospectiva del orador: el conjunto de personas sobre

17. Cabe hacerse una idea de la riqueza de este repertorio a través de H.Beristáin, Diccionario de Retórica y Poética. México D.F., Porrúa, 1985, 19923" edic.

18. En la página web de X. Laborda Gil, http://www.sant-cugat.net./-labordalPRINCIPL.htm, pueden verse muestras lúcidas y penetrantes.Veáse una perspectiva general en R. Wodak y M. Meyer. eds. Métodos deanálisis crítico del discurso. Barcelona, Gedisa, 2003.

19. Puede obtenerse una visión panorámica a través de T. Albaladejo, F.Chico Rico y E. del Río Sanz (eds.). Teoría / Crítica, 5. Retórica hoy. Ma-drid, Verbum, 1998.

20. J. Gómez Ferri, "La retórica de la ciencia. Orígenes y perspectivas deun proyecto de estudio de la ciencia", Éndoxa, 5 (1993), 125-144, es unaintroducción sumaria: cf. propuestas y discusiones ilustrativas del estadoactual de la "Retórica de la ciencia", en A. Gross y W.M. Keith, eds., Rhe-lorical hermeneurics. Albany (NY), State University of New York, 1997.Por otro lado, se encuentran indicaciones sobre la "Nueva Retórica" usa-mericana en T. Enos y S. C. Brown, eds. Dejining the New Rhetorics, New-bury Park (CA), Sage Publications, 1993.

146 147

Page 33: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

las que el orador pretende influir por medio de su discurso argu-mentativo. Constituye, por ende, un marco de referencia decreencias y actitudes a las que ha de acomodarse su discurso conel fin de alcanzar el objetivo suasorio pretendido. Representa, alfin, una especie de parámetro para juzgar sobre el índole y el al-cance de la argumentación. Así, la argumentación será meramen-te eficaz si tiene éxito dirigiéndose a un auditorio concreto yobrando conforme a lo considerado normal en este marco; será"válida" si tiene éxito dirigiéndose a un auditorio universal,formado por un tipo de gente que se supone inteligente,competente y razonable, y obrando conforme a lo normal en estemarco idealizado, normalidad que, en virtud de las característicasdel auditorio, se elevaría a la categoría de norma general derazonabilidad. Por otro lado, resultará meramente persuasiva laargumentación que sólo alcance a influir en un auditorioparticular, y será convincente la que logre triunfar ante unauditorio universal. Perelman no deja de añadir otros requisitosdeterminantes de la calidad o bondad del discurso argumentativo,como el de atenerse a una regla de justicia: se han de tratar de lamisma manera las situaciones sustancialmente iguales, regla querecuerda el modelo jurídico en el que también se inspira su teoríade la argumentación y, en particular, la importancia de los pre-cedentes sentados en la jurisprudencia. Pero, en último término,el valor más importante de una argumentación, vista al trasluz deesta nueva retórica, reside en su fuerza. Esta fuerza es relativa:depende (i) de la intensidad de la adhesión del auditorio a lasrazones, conclusiones o pautas de acción propuestas; (ii) de laadecuación de los argumentos esgrimidos y de los pro-cedimientos empleados al auditorio al que se dirigen, quizás másestimables si se trata de un auditorio universalizable; y (iii) de lasdificultades que envuelva su refutación. Para nuestros propósitos,aquí, la perspectiva de Perelman será interesante por dos motivosrelacionados con su reivindicación del auditorio: (lO) La idea deauditorio como construcción del orador es prometedora al sugerir

148

otras ideas, como la disposición de un marco de comunicación amodo de escenario y la puesta en escena del asunto o del objetode argumentación, con las que se predispone o propicia el ánimode los receptores del discurso previstos o imaginados; todasestas ideas llevan a reconocer no sólo la relevancia de losprocesos y los recursos discursivos, según conviene a laperspectiva retórica, sino su consideración estratégica, su in-tegración dentro de unas estrategias de argumentación. (2°)Aunque la referencia a un auditorio universal como altainstancia normativa haya recibido numerosas críticas que in-sisten en su inoperancia por su exceso de idealismo o de va-guedad, esta remisión quizás fallida no deja de apuntar otra ideanotable a la luz de las limitaciones normativas que antes ha-bíamos apreciado en la perspectiva pragma-dialéctica: ¿por quéno pensar en la posibilidad de unas normas no ya meramenteintersubjetivas, sino transubjetivas, de la argumentación?

Sin embargo y pese a los servicios que luego puedan prestarestas sugerencias, la perspectiva retórica que vamos a considerarcomo alternativa y complemento de las dos anteriores, la lógicay la dialéctica, se abrirá camino al margen de todas esas artes oteorías de la retórica. Partiré de dos supuestos, uno procedentede la pragmática moderna, el otro alumbrado ya por la retóricaantigua: el primero tiene que ver con las relaciones entre decir yhacer cosas con palabras; el segundo tiene que ver con laconsideración de la persuasión como el objetivo propio y ca-racterístico de las artes y recursos de la retórica. Comentaré acontinuación algunas de las implicaciones de uno y otro, así co-mo sus servicios para la configuración del terreno de laargumentación desde la perspectiva retórica.

Pragmática retóricaConforme al primer supuesto, la retórica es una dimensión que

acompaña a toda actuación lingüística en su calidad de forma dehacer algo con palabras: esta dimensión comprende, por el lado

149

Page 34: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

del agente, las diversas tonalidades e intensidades y los recursosvarios con que obra lo que llamaríamos la "expresividad", el poderde comunicación e inducción de su discurso; comprende, por el la-do de su interlocutor individual o plural, los efectos acusados o lasreacciones provocadas, hayan sido pretendidos y previstos por elagente lingüístico o no. Pero la expresividad y la efectividadretóricas son una modulación del hacer cosas con palabras queconviene distinguir de los modos de hacer y los usos realizativosdel lenguaje en general. Así pues, la expresión "pragmática re-tórica" no es un pleonasmo.

El análisis gramatical de estos poderes de realización suele partirdel acto de habla, la acción correspondiente a un enunciado. En unacto de habla se distingue: [a] el acto locutivo de decir algo -v.g."Baja de ahf'-; [b] el acto ilocutivo de hacer algo -como invitar uordenar al aludido a que haga lo que se le dice, bajar de ahí-; [c] elacto perlocutivo, consistente en el efecto o resultado de lo dichoen aquel a quien se dirige esa orden o invitación. Por lo regular, laintención y la fuerza ilocutivas del hablante, que el oyente debeinferir de lo que se le dice, no implican de su parte la accióncorrespondiente: el aludido puede efectivamente bajarse o no deahí. De modo análogo, el análisis retórico ha de tomar en cuenta elpoder expresivo e inductor del discurso y sus posibles efectos orepercusiones en el interlocutor, en el entendimiento de que éstosno se corresponden necesariamente con aquél. Por otro lado,nuestro lenguaje también dispone de expresiones realizativas quecomportan la acción correspondiente: son usos verbales enpresente de indicativo, sean expresiones personales (e.g. "juro","prometo", etc.), o sean fórmulas institucionales (e.g. "fallamosque el acusado es culpable", "os declaro marido y mujer"). Suempleo apropiado trae consigo su propio cumplimiento: el quedice "juro", "prometo", "te acuso de ..." está haciendo un juramen-to, una promesa, una acusación; el juez que dicta sentencia de cul-pabilidad está haciendo al acusado culpable, al igual que si al-guien autorizado dice "quedas contratado" o "estás despedido" a

alguien, lo está contratando o lo está despidiend021• La retóricadiscursiva cuenta con usos de este tipo: si digo "te aseguroque ...", te estoy dando seguridades o quedo comprometido a ha-cerlo. Pero también hay otros usos cuyo correlato ejecutivo eseventual, exterior y distante del uso mismo. Por más quepretendamos convencer a alguien de algo, no podremos be-neficiamos del uso realizativo o del autocumplimiento de verboscomo "persuadir" o "convencer"; las expresiones "te persuadode ...", "te convenzo de ..." son expresiones inapropiadas. Nadie,en suma, puede asegurarse un triunfo predeterminado o automá-tico de su discurso en el ánimo del interlocutor; lo más quepuede hacer es constatar si se han producido, o no, los efectospretendidos: "bueno, al final, te han convencido (o no te hanconvencido) mis razones".

Sin embargo, tanto la expresividad como la efectividad retóri-cas introducen en los actos de habla ciertas modulaciones relati-vamente características. Los actos de habla suelen clasificarse deacuerdo con cieltos prototipos: las aserciones son prototipos deactos declarativos; las preguntas, de interrogativos; las órdenes,de imperativos, etc. Cada uno de estos tipos básicos puede fun-cionar sin hacer especial referencia a su uso en un determinadocontexto: su forma prototípica es un indicador fiable y suficientede su fuerza ilocutiva. Supongamos una expresión neutral dada,e.g. Jaime le dice a Nacho:

"Baja de ahí." (Ea)

Su fuerza ilocutiva puede describirse mediante una paráfrasisacorde con el imperativo típico: "lo que hizo Jaime al decir Ea a

21. Las expresiones realizativas pierden este poder en las paráfrasis des-criptivas del acto ilocutivo, e. g. comparemos E = "Te prometo tal cosa"-dijo Jaime a Nacho-, con su paráfrasis E* = "lo que hizo Jaime al decireso fue prometer algo a Nacho": E* describe una promesa, pero no es unilpromesa como lo era E.

150 151

Page 35: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

"¿No podrías bajarte ya de ahí?" (El)"Nacho, te me bajas de ahí." (~)"¡Eh, tú, enano, bájate de ahí!" CE3)

Las interpelaciones con figura de apóstrofes son un recursoexpresivo bastante usual en el discurso retórico, en general, y lo hansido en la oratoria clásica en particular -a veces en el contexto depreguntas retóricas-o Una de fama legendaria es la frase inicial de laprimera Catilinaria de Cicerón: «Quosque tandem abutere, Catilina,patientia nostra?», cuyos efectos quedan neutralizados al parafrasearla:"Cicerón empezó su discurso dirigiéndose a Catilina con una apóstrofeen la que le preguntaba (acusaba, urgía) que hasta cuándo iba a seguirabusando de la paciencia del Senado". Pero son multitud las apóstrofesargumentativas más comunes y vulgares, e.g. "Esto es así. ¿O tú teatreves a negarlo?". Es sabido que la argumentación puede recurrir aapelaciones directas e impactantes de este u otros tipos, pero no menosretóricas. Algunas de ellas han formado incluso una especie dentro delgénero de las argumentaciones que la tradición suele considerar falacespor envolver referencias emotivas o invocaciones personales quesesgan el discurso. Componen la extensa familia de las apelaciones"ad ...". He aquí algunos de sus miembros: ad populum. apelación alsentir del público; ad benevolentiam, a la piedad o la conmiseracióndel auditorio o del jurado; ad hominem, al talante, las ideas, las incli-naciones o las circunstancias personales del interpelado; adverecundiam, al peso de la autoridad; ad baculum, a la intimidación delcontrario. etc. Su expresividad y su efectismo originales -al margen dela discusión de su calidad y valor como argumentos- se diluyen, aveces hasta desvanecerse, al pasar por el filtro de una paráfrasisdescriptiva o explicativa. Supongamos que W es un joven convicto delasesinato de sus padres; la apelación de W: «Ruego al jurado que seapiade de mí: ¡me he quedado huérfano!». difiere bastante de suparáfrasis descriptiva e impersonal en los términos: "W apeló adbenevolentiam, adujo su estado de orfandad para granjearse lacompasión del jurado".

Nacho fue ordenarle que bajara". Supongamos, en cambio, otrasexpresiones moduladas de esa orden en diversos sentidos:

En estos casos, la descripción neutral y básica anterior resultainsuficiente. El reviste la forma básica de un pregunta, pero seentenderá como una petición cortés que trasluce ciertos elementoscontextuales de uso: cierta impaciencia de Jaime, sin ir más lejos.E2 también desmiente su propia forma básica declarati va,mientras transmite una relación o un interés personal. E3, en fin,mantiene la forma imperativa de EQ, pero introduce unos elemen-tos personales más explícitos, una llamada de atención o una in-terpelación, a la vez que incorpora otras referencias contextualesal estado emotivo de Jaime (alarma, fastidio) o a la entidad deNacho (menor edad, menor estatura, menor estatus), que dan a laorden un énfasis particular. Todas estas modulaciones son retó-ricas. Su presencia puede detectarse bien por una peculiar efecti-vidad ilocutiva que no se corresponde, en apariencia al menos,con la forma básica del tipo de habla, bien por la comparecenciade elementos expresivos personales que dan al acto una fuerza es-pecial. El primer caso es tan familiar como puedan serlo, porejemplo, las "preguntas retóricas".

Supongamos una reunión de los vecinos de una finca en la que alguienpregunta al administrador: "¿Cuánto dinero se ha embolsado Ud.administrando nuestra comunidad?" Por lo regular, no se tomará comouna simple interrogación sino como una acusación al administrador,dirigida además a provocar una reacción entre los asistentes.

El segundo caso ha tenido un uso y una fortuna mucho mayoraún en retórica.

El "factor personal" al que he aludido no es, en absoluto, irre-levante. Una razón de esa pérdida de tono y de poder expresivos através de sus paráfrasis descriptivas reside en el carácter nomeramente interactivo, sino interpersonal, de la comunicación

152 153

Page 36: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

considerada desde una perspectiva retórica. He aquí un puntosustancial para hacerse una idea de la visión de la aJ'gumentaciónen esta perspectiva. A diferencia de la interacción dialéctica, quediscurre entre -digamos- personajes, como el proponente o eloponente de una tesis debatida, la interacción retórica tiene lugarentre personns con sus actitudes, disposiciones, emociones y com-promisos en juego. Para que esta interacción sea efectiva, el re-ceptor ha de sentirse "tocado", afectado, y para que la inducciónsea un éxito el receptor ha de actuar en mayor o menor medidacomo "cómplice" del inductor.

Pero el camino que hemos seguido para detectar la presencia dela expresividad retórica por su neutralización o su ausencia en lasparáfrasis descriptivas o explicativas, relativamente impersonales,puede llevar a la pregunta: ¿una despersonalización implica una,digamos, "desretorización"? La respuesta es: No. Pues amén de in-volucrar factores personales (emotivos, etc.), la pragmática re-tórica incluye otras modalidades de acción mediante el discurso.Dos tienen especial relieve: una es la construcción de un escenarioy la puesta en escena como marco discursivo particular y concretode la argumentación, en el que se invita a entrar al interlocutor olector para predisponerle y facilitar su asentimiento -se trata, di-ríamos, de llevarle "a nuestro propio huerto", de hacerle "jugar ennuestro campo"-; la otra es la peculiar efectividad que cabe atri-buir a la inducción retórica de actitudes, creencias o actuaciones:una efectividad de mayor o, al menos, distinto alcance que elatribuible a la "perlocuci6n" lingüística en general22•

Los escenarios y las puestas en escena son operaciones inhe-rentes a cualquier exposición discursiva que quiera ser inteligible,motivadora y eficiente. Se dan no sólo en el discurso común, sinoen los lenguajes especializados, incluido el adminjstrativo.

Consideremos, por ejemplo, el escenario y la puesta en escena de la

creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, con-

forme al preámbulo de la Ley de 24 de noviembre de 1939: «En las

coyunturas más decisivas de su historia concentró la hispanidad sus

energías espiri tuales para crear una cul tural uni versal. Esta ha de ser

también la ambición más noble de la España del actual momento que,

frente a la pobreza y paralización pasadas, siente la voluntad de

renovar su gloriosa tradición científica. Tal empeño ha de cimentarse,

ante todo, en la restauración de la clásica y cristiana unidad de las

ciencias destruida en el siglo XVII. Para ello hay que subsanar el

divorcio y la discordia entre las ciencias especulativas y experimenta-

les y promover en el árbol total de la ciencia su armonioso incremento

y su evolución homogénea [oo.) Hay que crear un contrapeso frente al

especialismo exagerado y solitario de nuestra época, devolviendo a las

ciencias su régimen de sociabilidad, el cual supone un franco y seguro

retorno a los imperativos de coordinación y jerarquía. Hay que impo-

ner, en suma, al orden de la cultura, las ideas esenciales que han ins-

pirado nuestro Glorioso Movimiento, en las que se conjugan las lec-

ciones más puras de la tradición universal y católica con las exigencias

de la modernidad. Al amparo de estos principios, urge instaurar una

etapa de investigación científica en la que ésta cumpla de modo ine-

xorable, sus funciones esenciales: elaborar una aportación a la cultura

universal; formar un profesorado rector del pensamiento hispánico;

22. La retórica más bien impersonal del discurso científico se sirve de estosrecursos, pero no son los únicos que emplea. Hace décadas "se descubrió" quelos científicos -como el gentilhombre de Moliere- hablaban en prosa y, desdeentonces, se han analizado varios rasgos retóricos de la prosa científica, comosu deliberada impresión de objetividad a través de la desubjetivación y des-personalización del lenguaje, o como ciertos rituales y convenciones de ex-presión impuestos por la comunicación académica. Véase, por ejemplo, D.

Locke, La ciencia como escritura. Madrid, Cátedra, 1997. La retórica del"lenguaje de la ciencia" se toma tanto más visible cuando algunos escritorestoman el rábano del discurso científico por sus hojas retóricas y las aplicanpara dar una cobertura de respetabi lidad a sus ideas confusas, inciertas uoscuras; A. Sokal y J. Bricmont han denunciado algunos casos l1amativos yflagrantes en su best-sel1er Imposturas intelectuales. Barcelona, Paidós, 1999.

154 155

Page 37: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

insertar a las ciencias (sic) en la marcha normal y progresiva de nuestrahistoria y en la elevación de nuestra técnica, y vincular la produccióncientífica al servicio de los intereses espirituales de la Patria».

El escenario propuesto es una curiosa recreación de la historia de laciencia en España: la invención de una tradición científica autóctona. tangloriosa como presunta, asociada a la unidad clásica y cristiana de lasciencias. y su destrucción en el s. xvn, se supone que por el desarrollode la ciencia moderna del que no se mencionan sino secuelas morales:divorcio y discordia, especialización excesiva y solitaria, falta de coor-dinación y de jerarquía. Es un escenario idealizado que suplanta la his-toria socio-institucional de la cultura científica española; un escenariomoral, completamente al margen de la historia interna de las teorías y lasprácticas científicas modernas: un escenario poco propicio para la ar-gumentación en favor de proyectos modernizadores de la práctica y de lainvestigación científicas. La propia ciencia, sus demandas internas y lascaracterísticas teóricas o metódicas de sus propio desarrollo, han sidosustituidas por el atrezo neoescolástico del orden de subordinación deunos saberes a otros y por el ideario del Glorioso Movimiento, en el quese conjugan las lecciones más puras de una tradición universal y católica,también inventada en el s. XIX e instaurada por el papa León XIII, conlas exigencias de la modernidad, una modernidad cuyo curso histórico e.en parte ocultado y en parte denostado. Así mismo, en aras de larestauración de esa presunta tradición perdida. se oculta y descaJi fica lahistoria del pensamiento moderno en España y, en particular. el despeguey el desarrollo inicial de la cultura científica en la situación in-mediatamente anterior al Alzamiento del 36; con ello se borra toda huellade la Junta de Ampliación de Estudios, cuyas instalaciones, dotación depersonal -debidamente depurado- y organización administrativa elnuevo CSIC viene a usurpar. En resumen, se establece un nuevo es-cenario para la ciencia ajeno a ella e inspirado en motivos de ordenpolítico e ideológico, bajo la cobertura de un ideal espiritual e hispánico,católico y disciplinado. La puesta en escena sobre tales supuestos o«principios» no deja de urgir el cumplimiento «inexorable» por parte dela investigación científica de varias funciones: unas ideales o incohe-rentes con cI propio programa, como la inserción de «las ciencias en la

marcha normal y progresiva de nuestra historia»; otras singulares, comola rectoría del pensamiento hispánico o «la elevación» de la técnica. Perofunciones en definitiva claras y terminantes: la ciencia está al servicio delos intereses espirituales y materiales de la Patria. Llama la atención que,tratándose como se trata del órgano superior de la investigacióncientífica en España. no se hable para nada del conocimiento.

Los escenarios tienen importancia porque delimitan elámbito de lo pertinente argumentativamente en el contextodado y conforman el trasfondo implícito de lo que se da pordescontado: no se actuará de modo razonable y competente, nose argumentará como se espera o como es debido, si no se asu-me y se domina un escenario. Claro está que los escenarios nosiempre acusan un sesgo ideológico tan obvio y determinantecomo el nacional-católica-escolástico del ejemplo anterior;antes al contrario, tienden a obrar de modo más sutil y "na-tural", pero siempre deparan marcos de discurso serviciales ydirectivos, en especial cuando actúan en connivencia conmetáforas conceptuales. Así ocurre incluso en las exposicionesde las matemáticas y de la lógica misma, nuestros paradigmasdel discurso impersonal y desinteresado. Detengámonos unmomento en ambos casos por ser no sólo notables sino ilus-trativos.

La presencia de elementos retóricos en las exposicioneshabituales de temas lógicos no es un descubrimiento novedoso, sipor ello se entiende el uso de metáforas cognitivas con diversospropósitos. Una metáfora tradicional es la que representa la lógicacomo una constitución de leyes fundamentales del pensamiento-las leyes de la lógica-, o como un alto tribunal ante el que nues-tros usos argumentativos han de rendir cuentas. En tiempos mo-dernos, estas competencias pueden traspasarse al lenguaje lógico:«la lógica debería ser juez de los lenguajes» -escribía Frege aHusserl en carta del 30 de noviembre de 1906-. Ahora bien, lametáfora más popular es, sin duda, la que remite la relación de

156 157

Page 38: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

consecuencia a unos portadores y a un transporte de carga ve-ritativa -la imagen SEUR o del "correo certificado" que ya hemostenido ocasión de ver en § 2.1-. No es, por cierto, una metáforainocua o una simple licencia literaria, pues comporta una de-terminada concepción de las proposiciones y de las relacionesentre ellas. Con ella suele venir asociada otra imagen típica, la me-táfora del contenido: las premisas de una deducción correctacontienen toda la información presente en la conclusión. Cabe sermás preciso: el mismo Frege aclara que esto ha de entenderse en elsentido de que la conclusión está contenida en las premisas nocomo las vigas del techo en un edificio, sino como una planta ensu simiente.

El empleo de metáforas conceptuales en matemáticas es aúnmás notorio, tanto por su persistencia histórica como por su sig-nificación teórica. Por ejemplo, una imagen usual en las exposi-ciones informales de la nociones básicas de la teoría de con-juntos es la metáfora del «contenedor».

suscitar la cuestión de si existe el contenedor capaz de contener todos loscontenedores.

Pero las metáforas conceptuales también pueden obrar expre-samente a través de las proposiciones axiomáticas o primitivasde una teoría y conformar así su escenario teórico. Dos mues-tras serían los servicios prestados en el tratado axiomatiformeclásico de los Elementos de Euclides por las metáforas«comprender / estar comprendido», en geometría, y «lodo /partes», en aritmética23•

Las metáforas conceptuales estructuran su dominio de aplicación, adiferencia de las meramente denominativas o estilísticas -e.g. las deno-minaciones de estructuras como "grupo", "anillo", "cuerpo"-. La metá-fora del "contenedor" induce a ver y entender nociones elementales dela teoría de conjunto en los siguientes términos: Un conjunto es uncontenedor; un elemento de un conjunto es un objeto dentro de uncontenedor; un subconjunto es un contenedor incluido en otro; todos loscontenedores incluidos en un contenedor forman un contenedor.Apliquemos estas nociones al dominio de la aritmética elemental con-juntista. Entonces, se supone que la relación de «contener a» es reflexiva,antisimétrica y transitiva, y cabe formular "definiciones" como estas: elcero es el contenedor vacío; un número natural es el contenedor de todossus predecesores. Esta base metafórico-conceptual permite sustentar unaconcepción iterativa de la aritmética elemental: el uno es el contenedorque contiene el contenedor vacío, i.e. (0}; el dos es el que contiene loscontenedores cero y uno, i.e. (0, (0} }; el tres es el que contiene los con-tenedores cero, uno y dos, i.e. (0, (0}, (0, (0} }}; etc. E incluso podría

Veamos muy por encima ésta última. Una relación importante en losElementos es la de medir-a o ser-medida-por. Pero no está definida; seintroduce de la mano de las nociones de magnitud y de múltiplo en ladefiniciones del libro V y justamente en términos de la metáfora: «unamagnitud es parte de una magnitud, la menor de la mayor, cuandomide a la mayor» (Def. 1); «y la mayor es múltiplo de la menor cuandoes medida por la menor» (Def. 2). Para más noticias hemos de esperar alas definiciones del libro VII: «un número es parte de un número, elmenor del mayor, cuando mide al mayor» (Def. 3); «y el mayor es múl-tiplo del menor cuando es medido por el menor» (Def. 5). Las partescomponen el todo en el sentido previsto por la Dcf. 2 de número: «unnúmero es una pluralidad compuesta de unidades». En este escenariocobra sentido, por ejemplo, el tratamiento griego de la división porreducción a unidades partitivas dentro de una proporción: la división de12 entre 3 equivaldría en estos términos a "3 mide a 12 según las uni-dades de 4", es decir a: "3 es a 12 como 1 es a 4". Pero también tienen lu-gar otros desarrollos operacionales y teóricos más significativos: en el

23. Hay un desarrollo detallado de los servicios conceptuales e inferencialesde ambas metáforas en mi contribución, "El rigor informal de las pruebasmatemáticas clásicas", a L. Vega, E. Rada y S. Mas, eds., Del pensar y Sil

memoria. Ensayos en homenaje al profesor Emilio Lledó. Madrid, UNED,2001; pp. 673-695. Ni que decir tiene que estos ingredientes retóricos noexcluyen, sino que configuran y conforman. el rigor característico de lasdemostraciones de Euclides.

158 159

Page 39: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

primer caso, un método efectivo para hallar la medida común máxima en-tre dos números -o, diríamos hoy, su máximo común divisor-, la llamada"antiféresis"; en el segundo caso y en el dominio de las magnitudes, uncriterio de no conmensurabilidad: si la aplicación de este procedimientode "medida" a unas magnitudes dadas conduce al absurdo de que lamayor mida a la menor, dichas magnitudes son inconmensurables. Estaprueba por reducción al absurdo se remite a otro papel de la metáforatodo I partes, a su papel inferencial sobre la base del axioma o nocióncomún: «el todo es mayor que la parte». Este axioma de los Elementosha sufrido el menosprecio y la incomprensión de los familiarizados conla moderna teoría de conjuntos: es sabido que, por ejemplo, el conjuntode los números naturales no es mayor sino igual que un subconjuntopropio, e.g. los números impares, conforme a un criterio de correspon-dencia biunívoca entre sus miembros. Sin embargo, en los Elementosnunca funciona según su formulación axiomática, sino en los términos:<<10 menor sería igual a lo mayof» o <<10 mayor sería igual a lo menOf»,y al servicio de la reducción de una proposición al absurdo: «lo cual esimposible». Es decir, viene a suplir un principio de tricotomía -dadasdos magnitudes a, b: o a < b, o a = b, o a > b -, tampoco formulado, através del uso del todo, lo mayor, y la parte, 10 menor. En suma, la me-táfora todo I parte habilita una conceptualización intuitiva de nocionese inferencias no declaradas que concurren en las pruebas euclídeas conotros recursos, -e.g. los diagramas-, para constituir un rasgo caracterís-tico del rigor informal de estas demostraciones matemáticas clásicas.Por lo demás, su papel en la conformación del escenario de la aritméticaresalta por contraste con el escenario dispuesto por la otra metáfora,comprender I ser comprendido, en geometría -e.g. «una figura es locontenido por unos o varios límites» (1, Def. 14); «un círculo es una figuraplana comprendida por una línea ...» (Def. 15); «figuras rectilíneas son lascomprendidas por rectas ...» (Def. 19)-. Por ejemplo, los puntos están enlas líneas -«línea recta es aquella que yace por igual respecto de lospuntos que están en ella» (Def. 4)-, están comprendidos en ellas, son susextremos (Def. 3) o sus intersecciones, pero no son parte de una línea nicomponen una línea, como harían las unidades en los números; por consi-guiente, toda línea es indefinidamente divisible y no hay líneas de un solopunto o indivisibles. En pocas palabras, la relación primitiva todo I partes

configura en los Elementos de Euclides el escenario de lo discreto enaritmética, como la relación comprender I ser comprendido configura elescenario de lo continuo en geometría.

Pasemos ahora al otro punto señalado: la peculiar eficacia de lainducción retórica. Decíamos que difería de los modos genéricosde hacer del acto de habla. Ya sabemos que la diferencia no residi-rá en que los efectos retóricos sean más seguros o menos eventua-les que los perlocutivos. Más bien parece estribar en puntos comoeste: la dimensión ilocutiva de una expresión compolta una inten-ción por parte del hablante y una inferencia congruente de lo queél ha querido decirlhacer por parte del oyente, y la perJocutiva, secumpla o no, habrá de atenerse a esta inferencia, mientras que lainducción retórica puede obrar como desencadenante de una seriede inferencias en la mente del oyente y de unas actuaciones subsi-guientes, en un proceso que pasa a discurrir por cuenta propia. Eloyente ya no se limita a entender y a responder o reaccionar a loque se le dice, sino que a pattir de lo dicho por el hablante -así co-mo de lo sugerido o insinuad(}-, empieza a pensar por su cuenta ya sacar sus propias conclusiones. El poder retórico de inducirdescansa entonces no sólo en un plus de sentidos y significadosimplícitos o solapados, más allá de la fuerza ilocutiva expresa deldiscurso, sino también en la puesta en marcha de unos procesosinferenciales y unos cursos de acción que el interlocutor asume ysigue por ser suyos, aunque no dejen de responder a las intencio-nes y a la estrategia inicial del inductor si este tiene éxito. Los pa-sos de esta estrategia, a veces, devienen perceptibles: el primer pa-so es crear una predisposición receptiva; después se van haciendoinsinuaciones veladas en la dirección pretendida, no sin merodeosy reticencias que celen este propósito, pero que alimenten o inclu-so aumenten la tensión; llegará luego la hora de un toque más de-cidido en algún momento crítico; hasta dar al final una asistenciamás franca y el oportuno impulso al interlocutor para que sea élquien haga el resto del camino: "Ya ve cómo están las cosas.

160 161

Page 40: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

Saque usted sus conclusiones". Ni que decir tiene que esta estrate-gia inductora inicial puede redondearse con algún que otro refuer-zo posterior para no dejar cabos sueltos y asegurar el éxito de laempresa.

Una muestra modélica es la conversación que Yago -el inductor- yOtelo mantienen en la escena iii del acto III de Orelo, el moro de Vene-cia, de Shakespeare. Desdémona acaba de salir de escena y Otelo seexplaya confesando sus sentimientos hacia ella ante Yago:

«- ¡Adorable criatura! ¡Que la perdición se apodere de mi alma si note quiero! ¡Y cuando no te quiera será de nuevo el caos!

-Mi noble señor ...-¿Qué dices, Yago?-¿Conocía Casio vuestro amor cuando hacíais la corte a la señora?-Lo conoció de principio a fin. ¿Por qué me preguntas eso?-Sólo para dar satisfacción a mi pensamiento, no por nada más grave.-¿ Y cuál es tu pensamiento, Yago?-No creía que Casio hubiera tenido entonces trato con ella.-¡Oh, sí!, y a menudo nos sirvió de intermediario.-¿De veras?-"¡De veras!"; sí, de veras ... ¿Ves algo en eso? ¿No es él honesto?-¿Honesto, señor?-"¡Honesto!". Sí, honesto.-Mi señor, por algo así lo tengo.-¿Qué es lo que piensas?-¿Pensar, señor?-"¡Pensar, señor!" ¡Por el cielo, me hace de eco como si anidara en

su pensamiento algún monstruo demasiado horrible para manifestarse! Túquieres decir algo.

[Al fin, después de varias vueltas en torno a la honradez y el buennombre, Otelo se impacienta]

¡Por el Cielo. conoceré tus pensamientos!-No podríais, aunque mi corazón estuviera en vuestra mano; con mayor

razón, mientras se halle bajo mi custodia.-¡Ah!-¡Oh, mi señor, cuidado con los celos! Es el monstruo de ojos verdes

que se burla de las viandas con que se alimenta. Feliz vive el cornudo queya está seguro de su destino, que no ama a quien le ofende. Pero, ¡quécondenados minutos cuenta el que adora y, sin embargo, duda; el que sos-pecha y sin embargo ama profundamente!

-iOh, suplicio! [Otelo se resiste, no obstante, a dudar antes de tenerpruebas; aunque termina reconociendo que, tras ellas, sólo quedará deciradiós al mismo tiempo al amor ya los celos.]

-Me alegro de eso, pues ahora tendré una razón para mostraros másabiertamente la estima y el respeto que os profeso. Por tanto, obligadocomo estoy, recibid este aviso. No hablo todavía de pruebas. Vigilad avuestra esposa, observadla bien con Casio. Servíos entonces de vuestrosojos, sin celos ni confianza. No quisiera que vuestra franca y noble na-turaleza se viera engañada por su propia generosidad. Vigiladla. Conozcobien el carácter de nuestro país: en Venecia, las mujeres dejan ver al cielolas tretas que no se atreven a mostrar ante sus maridos; su buena con-ciencia estriba no en no hacer, sino en mantener oculto lo que hacen.

-¿Eso me cuentas?-Ella engañó a su padre para casarse con vos. Y cuando parecía estre-

mecerse y tener miedo a vuestras miradas, era cuando las deseaba más.-Así fue, en efecto.-Sacad entonces la conclusión».

Como ya va siendo hora de ocuparse del segundo de los su-puestos anunciados al principio, dejo al lector la disección deesta estrategia inductora de Yago y de sus ulteriores refuerzos;le dejo así el placer de asistir al curso de la escena a partir delpunto en que nos hemos quedado: es una escena decisiva parael desenlace del drama.

La vocación suasoria de la retóricaEl segundo supuesto característico de nuestra perspectiva retó-

lica tenía que ver, decíamos, con la persuasión. No es otro que elestipulado por Aristóteles como definición de la Retórica misma:«Sea la retórica la facultad de considerar teóricamente lo que cabe[hacer] en cada caso para persuadiD> (Retórica, 1355b25-26).

162163

Page 41: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

Persuadir es, en términos generales, inducir a alguien a creer o ha-cer algo -incluido lo contrario, disuadirle o inducirle a no creerlo ono hacerlo-. El umbral mínimo de éxito de una argumentaciónsuasoria en uno u otro sentido, consistiría en lograr la aquiescenciao el consentimiento del interlocutor -o del lector o, en fin, de todoslos miembros de un público- a una propuesta. Su triunfo máspreciado sería el convencimiento. Pero, en cualquier caso, todaslas cartas suasOrlas de la retórica se juegan en el discurso y a travésdel discurso. Nos sumaremos a esta tradición que d~ja fuera dejuego aquellos otros éxitos de la comunicación e interacción per-sonales que eludan el discurso argumentativo o, por lo menos, nolo precisen, como el flechazo, el impacto, la simpatía y la atrac-ción a primera vista o, en fin, la seducción. Otra consecuencia quevamos a asumir es la distinción entre el hecho retórico y el dis-curso retórico que nos llevará a ver este último como texto; demanera que también serán irrelevantes aquí las circunstancias dela comunicación oral que rodean la elocución o pronunciaciónconcreta del discurso de un orador ante un auditorio (los gestos yademanes del orador, su tono de voz; la tribuna que ocupa y laposición de los oyentes; la índole política, institucional oacadémica del acto, etc.). Esa distinción y la opción subsiguientepor el discurso textual no anulan, por cierto, el carácter interper-sonal de la relación argumentativa retórica, ni sus rasgos emoti-vos e inductores característicos. En virtud de esta índole inter-personal y dada la importancia que esta tradición concede a lapersuasión razonable y a la mediación del discurso argumentati-vo, tampoco estará de más traer a colación una última consecuen-cia del mayor interés en nuestros días: consiste en la distinciónentre la retórica y la propaganda. Entiendo por propaganda unaforma manipuladora de inducción de actitudes, actuaciones ocreencias: la manipulación reside en el ejercicio opaco y asimé-trico de técnicas de influencia sobre una audiencia tratada comosujeto meramente pasivo, como público amorfo de conductaprevisible estadísticamente; toda propaganda será falaz, en prin-

cipio. En cambio, la persuasión retórica supone una comunica-ción entre personas, entre un agente inductor y un receptor no só-lo activo sino relativamente autónomo y responsable de suspropios actos de aprobación, de adhesión o de convencimiento; enesta comunicación, la inducción no deja de envolver cierta reci-procidad y cierta transparencia, pues el receptor puede ser cons-ciente, al menos en principio, de los procedimientos empleadospor el inductor como medios de persuasión en la medida en queestos sean procedimientos discursivos. Convengamos en em-plear a partir ahora el término genérico de inductor para desig-nar al orador, autor o emisor del discurso, y el de receptor paradesignar al auditorio, al lector o al interlocutor.

Los propósitos suasorios de la argumentación retórica -oral oescrita-, es decir la pretensión de inducir ciertas creencias o dis-posiciones en el ánimo del receptor o la intención de provocardeterminadas actuaciones o reacciones por su parte, no sólo im-plican relaciones entre personas sino cargas o descargas de sen-timientos y emociones. Todo esto tiene lugar especialmentecuando la argumentación consiste en una transmisión exitosa ofallida de convicciones. La argumentación convincente es a laretórica lo que la discusión crítica era a la dialéctica: un para-digma modélico. Y así como la discusión crítica servía de terre-no de prueba para el análisis y la regulación de los procedi-mientos y comportamientos dialécticamente correctos, del mismomodo cabe tomar la argumentación convincente como el terrenode prueba para la observación y el estudio de los procesos retó-ricos de persuasión o disuasión. En este terreno, el pleno conven-cimiento de los demás no se logrará sin la transmisión eficaz de unconvencimiento propio. Pues lo que ahora importa ya no es sólocomunicar información, según preveía la perspectiva lógica, niatenerse sólo a una regulación del juego, según preveía laperspectiva dialéctica. Lo que importa es, además, comunicarciertas actitudes, disposiciones o expectativas con el fin de exten-der a los demás o generar en ellos algún tipo de compromiso.

164 165

Page 42: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

Decía Juan ele Mairena a sus alumnos: convencimiento, más allá del objetivo suasorio genérico de ga-narse la aquiescencia o la adhesión del receptor. La respon-sabilidad también alcanza al propio receptor: no podrá alegar ensu descargo haber sido no sólo inducido, sino abducido -raptado-y seducido por la magia del discurso, pues a fin de cuentas se su-pone que también él ha de ser dueño de sus compromisos. Detodo esto se desprende que la dimensión retórica del disc,urso noes, en sí misma, una dimensión enemiga o ajena a las dimen-siones lógica y dialéctica de la argumentación: más bien es, o almenos puede ser, su sustento personal y un complemento interno.y de ahí, en fin, también podremos obtener una idea más cabal deuna buena argumentación: una argumentación será buena si,además de ser lógicamente concluyente y de atenerse a lasdirectrices y reglas del juego dialéctico, resulta efectivamenteconvincente, tiene éxito.

Ahora bien, este criterio sería tan limitado para la flora y lafauna del vasto campo de la argumentación como la condiciónde ser un mamífero marino en el mundo natural. Por otro lado,los mecanismos de transmisión y de generación de conviccionesefectivas no siempre responden, desde luego, a nuestras mejoresintenciones y expectativas discursivas. Aparte de lo que la gentedé en creer porque "así está establecido" o porque no puedesino identificarse con las convicciones de su grupo, todo el mundoes capaz de llegar a creer en una multitud de cosas que no ha visto,ni nunca seguramente podrá discernir: se ha dicho, incluso, quelos seres humanos somos animales religiosos, animales de fe, y asílo creen por cierto los adeptos a una religión. Para colmo, la gente,creyente o no creyente, puede abrigar creencias decididamenteabsurdas o disparatadas; según la Reina Blanca del otro lado delespejo en la casa de Alicia, esto sólo es cuestión de práctica.

«Al orador, es decir al hombre que habla convirtiéndonos en simpleauditorio, le exigimos más o menos conscientemente no sólo que sea élquien piensa lo que dice, sino que crea él en la verdad de lo que piensa,aunque luego nosotros lo pongamos en duda: que nos transmita una fe,una convicción, que la exhiba al menos, y nos contagie de ella en lo po-sible. De otro modo, la oratoria sería inútil, porque las razones no setransmiten, se engendran por cooperación en el diálogo» (A. Machado,"Habla Juan de Mairena a sus alumnos", VIII).

Me voy a permitir una paráfrasis más cercana al presente con-texto. A quien nos hace copartícipes de un discurso o un texto, leexigimos no sólo que piense lo que dice, sino que se muestre com-prometido con las posiciones a las que quiere inducirnos: que nostransmita una fe, una convicción, que la exhiba al menos y noscontagie de ella en lo posible. De otro modo la retórica de su ar-gumentación sería estéril, porque aquí no se trata tanto de trans-mitir razones o argumentos a otros, como de transmitirles motivospara que sean ellos mismos quienes reconozcan o quienes generenlas razones o argumentos determinantes de su convencimiento.Todo el que haya sentido la cogencia de una prueba no sólo con-cluyente, sino convincente -conforme al citado Wittgenstein:«Recorro una demostración y digo "Sí, así tiene que ser"»-, tieneexperiencia de esto. Así pues, en esta perspectiva de los procesosinductores y generadores de convicción por pruebas, las reglas deljuego discursivo ya no resultan formalidades externas, sino de-mandas internas de los procesos mismos que dan no sólo sentido,sino motivación, intensidad y fuerza emotiva, a una normatividadgenerada por compromisos personales y efectivos. Esta norma-tividad consistiría en la asunción de una doble responsabilidadpor parte del inductor o, en términos dialécticos, del proponente:la responsabilidad de defender su propuesta y de responder a suscompromisos asertivos; la responsabilidad de transmitir su propio

La Reina ha asegurado a Alicia que acaba de cumplir 101 años, 5 mesesy 1 día.

«-iEso sí que no lo puedo creer! -exclamó Alicia.

166 167

Page 43: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

-¿Que no lo puedes creer? -repitió la Reina con mucha pena-o Pruebaotra vez: respira hondo y cierra los ojos.

Alicia rió de buena gana.-No vale la pena intentarlo -dijo-. Nadie puede creer cosas imposibles.-Me parece evidente que no tienes mucha práctica -replicó la Reina-.

Cuando yo tenía tu edad, siempre solía hacerlo durante media hora cadadía. ¡Como que a veces llegué hasta creer seis cosas imposibles antes deldesayuno!»

oportunidad (kairós) de la intervención discursiva en un marco yen un momento dados, por ejemplo con arreglo a la máxima: "digalo que conviene y del modo debido en el momento oportuno,conforme a sus previsiones sobre el auditorio"; pero tambiénimporta el género de discurso más adecuado al asunto y al marcodel discurso -por ejemplo: "no dedique su contribución académicaa un congreso a repartir elogios o vituperios por doquier"2A-. Por loque se refiere a (iii), se distinguen desde Aristóteles tres fuentesinternas de recursos y medios de actuación suasoria: el lagos, eltema tratado y los medios argumentativos de discurso; el ethos, eltalante y la disposición del agente discursivo; el pathos, la actitud yla predisposición receptiva del público. En fin, a propósito de (iv),cobra relieve la imagen que el agente proyecta de sí mismo;cuentan, en particular las impresiones de prudencia (phrónesis),virtud y asunción valerosa de sus compromisos (areté), buenadisposición de ánimo (eunoia): un agente digno de crédito acreditay da credibilidad a su discurso. En suma, con arreglo a estosfactores, cabría decir que una argumentación retórica es buena si:(i) está compuesta y dispuesta de modo eficiente para suspropósitos; (ii) se mueve en el plano adecuado y es una inter-vención oportuna; (iii) trata cuestiones de valor o de interés2S y nocarece de calidad argumentativa; tanto el agente como los des-tinatarios del discurso tienen la disposición respectivamente

Los filósofos discuten si esto puede ocurrir de forma conscientey deliberada, o no. En todo caso, la asunción gratuita de creenciasde ese género no debería quitar el sueño a un retórico teórico de laargumentación. Podría responder a esta objeción insistiendo enque el convencimiento pertinente en este contexto no es una creen-cia privada cualquiera, un pálpito personal. sino un compromisodiscursivo y público, del que nos hacemos responsables ante losagentes discursivos con las mismas creencias o frente a otros conconvicciones opuestas.

Pero al margen de estas cuestiones relativas a un presunto "cri-terio de convicción", una peculiaridad de la disciplina de la re-tórica consiste en estudiar los procesos persuasivos y encontemplar la posibilidad y la conveniencia de estrategias deinducción y de influencia discursivas en el ánimo del receptor.Tradicionalmente se ha considerado que el discurso suasorio debeobservar las directrices cooperativas que velan por la comuni-cación efectiva -vid. § 3.2-, y que, además, debe atender a ciertossupuestos en tomo a: (i) el proceder del discurso; (ii) la adecua-ción del discurso; (iii) las fuentes argumentativas de prueba ypersuasión; (iv) la propia presentación del agente retórico oinductor. La tradición clásica estipula, en relación con (i), el buenorden de las operaciones que debe llevar a cabo el agente retórico:la invención de tópicos y de recursos suasorios, la disposicióndebida de las partes del discurso, la elocución o puesta en prácticadel discurso. Con respecto a (ii), cobra suma importancia la

24. A los consabidos géneros clásicos (el judicial. el deliberativo, elepidíclico), hoy habría que añadir algunos nuevos que a veces vienen a sola-parse, como el ensayo con la deliberación, pero que, por lo general, siguenotros caminos, e.g. la entrevista o el reportaje mediáticos, la comunicación porla red de Internet. La consideración de los supuestos y de los condicionantesdiscursivos de la comunicación por Internet ya ha empezado a producir,afortunadamente, más atención y estudio que alanna.

25. Recordemos una vez más a Juan de Mairena: «Para decir bien hay quepensar bien, y para pensar bien conviene elegir temas muy esenciales quelogren por sí mismos captar nuestra atención, estimular nuestros esfuerzos,conmovemos, apasionamos y hasta sorprendemos.» (Machado, /. C., § VIII;cf. también § XXV).

168 169

Page 44: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

debida, activa y receptiva; (iv) el agente transmite la impresión deser una persona sensata y prudente, honesta y fiable, franca y ani-mosa, de modo que no sólo acredita su discurso con su autoridadpersonal sino que mueve al auditorio a identificarse con él y aasumir como propias sus convicciones y propuestas.

No sé si será por la fortuna histórica de esta tradición en nuestracultura o porque hemos adquirido una sabiduría similar a través denuestra experiencia: el caso es que todas estas indicaciones sobre labondad de una argumentación retórica nos parecen de sentido co-mún. Ni siquiera son demasiado precisas. Apuntan, sin embargo,una idea importante en la perspectiva integradora que venimos su-giriendo para el estudio de la argumentación. A la hora de juzgarsobre la bondad de una argumentación, habremos de mirar no sólola calidad del discurso -conforme al punto de vista lógico-, o nosólo el buen ejercicio de su papel discursivo por parte del agente-conforme al punto de vista dialéctico-, sino ambas cosas. A loque además hay que añadir la consideración del éxito suasorio deldiscurso y, por tanto, habremos de mirar también otros aspectos dela comunicación, desde las condiciones y las habilidades del agenteinductor hasta las disposiciones y condicionamientos del receptor.

Pero la tradición retórica no deja de ser estimulante y algo másprecisa en otros puntos, en particular el que guarda relación conciertas estrategias aJ'gumentati vas.

mente ilustrativo de la idea de estrategia argumentativa en re-tórica.

En los manuales y los glosarios modernos de lógica o de retó-rica, el entimema ha perdido esa idea; ha venido a ser un argu-mento de expresión incompleta o truncada por faltarle algunapremisa que se da por sobreentendida.

Estrategias clásicas de argumentación: el entimema y los tópicosAl hablar anteriormente de los medios de persuasión habilita-

dos por la tradición clásica ya he tenido ocasión de referirme asu provisión de recursos y estrategias. Este interés retórico porlas estrategias del discurso es paralelo al interés dialéctico por lasnormas. Sale a la luz, por ejemplo, cuando Aristóteles trata dosformas de argumentación que considera propias de la retórica, elentimema o "silogismo" retórico, que discurre deductivamente,y el ejemplo o "inducción" retórica, que obra por similitud oanalogía entre casos particulares. El primero resulta especial-

Por ejemplo, el argumento A: "Sócrates es hombre: luego, es mortal" esun entimema: se ahorra la premisa "todo hombre es mortal" como cosa dedominio público que no merece mención expresa. Las argumentacionesde este género son harto comunes: en una conversación o discusión nor-mal, nadie explicita todos los supuestos en que funda sus conclusiones,menos aún los supuestos que pasan por verdades o presunciones obvias ensu marco discursivo, al igual que casi nadie está dispuesto a escuchar unaargumentación prolija, expuesta con todo lujo de detalles. «Sé breve entus razonamientos -advertía D. Quijote a un Sancho deseoso de hablar-,que ninguno hay gustoso si es largo.» Nuestras técnicas publicitariasactuales han llegado a tal virtuosismo entimemático que bastaría un es-logan como "X lava más blanco" para que los oyentes, situándolo en uncontexto discursivo, fueran capaces de explicitar varias premisas ("X esun detergente para la ropa blanca", "un producto mejor es preferible aotros peores dentro de su gama", "el mejor detergente para la ropa blancaes el que lava más blanco", etc.); oyentes que también estarían prestos asacar una conclusión tampoco declarada ("así pues, compre X"): a vecesbasta un eslabón expreso para reconstruir una cadena tácita.

Pruebe el lector a reconstruir por su cuenta una cadena argumen-tativa pertinente para un entimema con el que, sin saber entonces que loera, ya nos habíamos tropezado antes en la p. 142: "Claro que tengo de-recho a equivocarme, ¿o es que tú no te equivocas nunca?"

Los entimemas así entendidos pueden tener usos suasorios tácti-cos, al contar con la colaboración del público para extender laaceptación de unos sobreentendidos obvios o comunes a la acep-tabilidad de la propuesta declarada o sugerida. Y también puedenser estratagemas, cuando, entre esos sobreentendidos, se ocultan no

170 171

Page 45: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

ya evidencias comunes o triviales sino suposiciones o inferenciasproblemáticas que sería contraproducente explicitar -en los dosúltimos ejemplos citados, el del detergente X y el del derecho aequivocarse, se da esta circunstancia-o Pero, sea cuales fueren sususos, esos argumentos meramente incompletos carecen designificación estratégica.

La idea que Aristóteles se hace del entimema es bastante másrica y sugerente. De entrada, los entimemas versan sobre cosas uopciones posibles y suponen un fondo públicamente compartidode conocimientos y creencias -de ahí que puedan tener una ex-presión recortada y descansar en sobreentendidos-o Más preci-samente, un entimema es una alegación plausible, deductiva por loregular, que cabe construir sobre la base proposicional o inferen-cial de uno o más tópicos (lugares comunes). Por otro lado, tam-bién puede incluir premisas consistentes en apelaciones a signos oindicios, o en proposiciones que suelen ser verdaderas. En todocaso, su propósito es establecer una conclusión más o menosconvincente.

resultará una alegación de embarazo no sólo menos fuerte, sino menosconvincente que A2.

Recordemos, por ejemplo, dos argumentos indiciarios muy po-pulares en aquella época en que las comadronas ejercían defarmacéuticas y nadie sabía nada de reactivos hormonales para eldiagnóstico del embarazo. Uno, Al' alega: "como Xantipa tiene la caraextremadamente pálida, estará embazada"; el otro, A2, aduce: "comoXantipa ha tenido una subida de leche a los pechos, está embarazada".Los dos argumentos son muestras sencillas de entimemas; es más, aunproviniendo ambos del legado aristotélico, podrían acomodarse a lanoción moderna. En A l se da por descontado que la palidez del rostro dela mujer es un signo plausible de gravidez; podríamos completar Al conuna premisa que expresara esta circunstancia: "si una mujer tiene la carapálida, estará (con frecuencia o probablemente) embarazada". En A2 seda por sabido que la subida de la leche es una señal cierta e inequívocade gravidez, de modo que completándolo con la premisa debida, "todamujer que (o siempre que una mujer) tiene ... , está embarazada",obtendríamos un argumento concluyente. Se supone asimismo que Al

Pero hay muestras algo más complicadas y, desde luego, más in-teresantes como las que envuelven el uso estratégico de tópicos.Los tópicos parecen ser, a primera vista, meros recursos argumen-tativos de diversa Índole y alcance -el C. 23 del libro TIde la Re-tórica está dedicado a catalogar toda suerte de ellos para hacer en-timemas-. Hay tópicos que se fundan en relaciones conceptuales ológicas y pueden considerarse no sólo lugares comunes sinoproposiciones analíticamente obvias, por ejemplo a la luz delanálisis de la predicación del propio Aristóteles -e.g. todo lo quese diga de las especies incluidas en un género, se podrá decir asímismo del género correspondiente, pero no vale a la inversa (Tó-picos, 111"2S-29)-. Otros descansan en convicciones generales osentencias de sentido 'común y podrían considerarse sumamenteplausibles -e.g. si algo no se da de hecho en las condiciones másfavorables, entonces con mayor razón (a fortiori) tampoco se daráen las menos favorables (Retórica, 1397b14 ss.); las cosas cuya ge-neración es buena, también ellas son buenas, pero si la generaciónes mala, ellas también lo serán (Tópicos, 114bI8-20)26-. Por lodemás, algunos tópicos vendrían ser estimaciones sabias y bas-tante plausibles -e.g. si de dos cosas dadas, una constituye un fin yla otra no, la primera es un bien mayor que la segunda (Retórica,1364"13).

Ahora bien, esta impresión de los tópicos como presuncionescomunes no haría plena justicia a la labor de elucidación lógica yconceptual que subyace en los tópicos lógicos o analíticos y losjustifica, hasta cierto punto, como evidencias fundadas.

26. A pesar de la suma plausibilidad atribuida por Aristóteles y su entorno aeste lugar común, no se excluye que en otro tiempo y lugar se considereplausible la opini6n contraria. Recordemos los Proverbios moraLes de Domcm Tob: ..Non val el azor menos I por nascer de mal nido».

172 173

Page 46: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

Por ejemplo. los tópicos aristotélicos sobre la definición, el género, lopropio y lo accidental descansan en último término en un análisis de lapredicación: en una definición, el predicado se dice de modo esencial delsujeto y ambos son convertibles; una predicación de género también esesencial, pero no es convertible (e.g. del aserto "todo hombre es animal"no se sigue el aserto "todo animal es hombre"); la predicación de algopropio del sujeto no resulta esencial pero sí convertible (cabe sostenertanto el aserto "todo ser humano es capaz de reír", como su converso"todo ser capaz de reír es humano"); yen fin. la predicación de algo acci-dental del sujeto (e.g. "Calías es músico") ni es esencial, ni convertible.Otros tópicos lógicos socorridos se fundan en el análisis de las relacionesentre lo universal y lo particular, como los llamados principios dictum deomni: «lo que se da en todos los casos (de un tipo determinado), se da enalgunos (del mismo tipo)>>,y dicrum de nullo: ,<loque no se da en ningúncaso, no se da en alguno». Por otro lado, otros tópicos de carácter com-parativo nacen del análisis de correlaciones, e.g. «si ser F se sigue de serG, ser más F se sigue de ser más G»; «si algo no corresponde a lo quemás podría atribuirse, tampoco corresponde a lo que menos» (unavariedad del tópico denominado a ¡ortiori); «si algo es más o menos Fque alguna otra cosa, es en todo caso F». Y. en fin. un tópico asociado auna relación de negación sería la contraposición: «si del ser F se sigue elser G, del ser no G se sigue el ser no F».

los tópicos que establezcan o que refuten de modo universal unaconclusión» (cf. Aristóteles, Tópicos, 119"32-33). Su razón o principio(ii) es: «En efecto, si establecemos o eliminamos de modo universalalgo. también lo probamos de modo particular: pues si se da en todoslos casos, tambIén se da en alguno. y si no se da en ningún caso,tampoco se da en alguno» (cf. 119833-36). Por esta vía, unos tópicoslógicos que ya nos son familiares -los antedichos principios diCLUmdeomni y dictum de nuLLo- pueden contribuir a la construcción deestrategias argumentativas convincentes de prueba o de refutación.

Pero, por lo regular, no será este el caso y el poder de convic-ción de los tópicos descansará en un bloque más o menos com-pacto de interrelaciones plausibles.

Sin embargo, la característica más notable de los tópicos es, a mijuicio, su posible contribución a la conformación de estrategias ar-gumentativas. En este sentido, los tópicos vienen a ser pautas paraarmar buenos aJ'gumentos desde un punto de vista no sólo lógico odialéctico, sino retórico; vienen a ser patrones para hacer entime-mas convincentes. Algunos de los tópicos así entendidos com-portan: (i) una directriz táctica general, y (ii) una razótl o principioque justifica su rendimiento. Ambas Concurren, en especial, en lostópicos de carácter lógico o analítico.

Por ejemplo, consideremos el tópico: "conviene beneficiar a los ami-gos de nuestros amigos". No sólo se apoyaría en otro tópico más básico,"conviene beneficiar a nuestros amigos", sino que traería asociado un en-tramado de transferencias de amistades y enemistades como el siguiente:(1) "los amigos de nuestros amigos son nuestros amigos", (2) "los enemi-gos de nuestros enemigos son nuestros amigos", (3) "los amigos de nues-tros enemigos son nuestros enemigos" y (4) "los enemigos de nuestrosamigos son nuestros enemigos". Todas estas relaciones de transferenciason plausibles, no constituyen relaciones lógicas de transitividad en abso-luto. Pero, curiosamente, tienen una trama similar a la regla de los signospositivo '+' y negativo '-' para la multiplicación de números enteros, siatribuimos el signo más ('+') a la amistad y el signo menos ('-') a la ene-mistad: más por más da más; menos por menos da más; más por menosda menos; menos por más da menos.

Por ejemplo, valga como directriz (i): «Si la cuestión planteada se haex~esto en términos particulares y no universales, serán útiles todos

No traigo a colación esta última curiosidad para dar satisfaccióna los buscadores de estructuras innatas o universales por el anchocampo del discurso, sino para mostrar una última característicadistintiva de los tópicos y de su papel estratégico en los entime-mas. Consiste en lo siguiente: un tópico puede actuar bien comouna proposición de cobertura o una premisa de apoyo, sea o no de-

174 17S

Page 47: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

darada, o bien como un esquema tácito de inferencia. En este se-gundo caso, funciona como un patrón o una regla, i.e. de modo si-milar a como funciona la citada regla de operar con los signosmás y menos. Conviene distinguir este uso inferencial del otrouso, el proposicional, como premisa.

salga ahora con eso. ¿No sabes que Carlos es amigo mío? Pues sí, lo es yde los buenos. Así que también lo será tuyo y podrás contar con él comoconmigo mismo, lo cual no te vendrá nada mal en su momento».

Ahora los dos tópicos indicados obran tácitamente como estereotiposinferenciales, e.g. el tópico antes contraído a la proposición expresa (e)actúa aquí bajo la forma: 'si X e y son amigos. es plausible pensar queuno debe beneficiar al otro', y sanciona implícitamente el paso de un co-rrelato expreso de (d) a un correlato tácito de (f): Juan ahora da por su-puesto que esta es la conclusión a la que se verá llevado Pedro, y que se-rá más probable que la asuma al llegar a ella por su cuenta. Este juego ocambio de implícitos y explícitos es un postrer servicio de los entimemasretóricos, donde las opciones por el uso proposicional o inferencial de lostópicos empleados y los sobreentendidos se ponen estratégicamente alservicio de una expresión no sólo sumaria o incompleta, sino sobre todoeficaz, sugerente y persuasiva: una expresión atenta a qué conviene deciry cómo decirlo.

Supongamos que Juan trata de convencer a Pedro de que eche unamano a Carlos en un concurso convocado para cubrir una plaza:

«-Debes ayudar a Carlos a sacar la plaza. Hazte cuenta, además, de quesi la saca, tú también te verás beneficiado luego.

-No veo por qué -contesta Pedro-. Apenas conozco a Carlos».Haciendo uso y mención proposicional de los tópicos pertinentes. Juan

puede argüir:«-Pero Carlos es amigo mío. Tú y yo somos amigos y siempre nos han

venido bien los favores mutuos, ¿o no? Por otro lado, recuerda el dicho deque se debe favorecer a los amigos". Bueno, pues aplícaselo a Carlos,porque otro axioma común es este: "los amigos de mis amigos son misamigos", es decir: el amigo de uno de nosotros dos es amigo de ambos».

Si ponemos la argumentación de Juan en el orden convencional delargumento, resulta la secuencia: (a) los amigos de mis amigos son misamigos -proposición tópica-; (b) el amigo de uno de nosotros dos esamigo de ambos -aplicación expresa al caso-; (e) Carlos es amigo mío, ytú y yo somos amigos -constataciones expresas-; en consecuencia, (d)Carlos es amigo de ambos y en particular amigo tuyo -conclusión tá-cita-; por otra parte, (e) se debe favorecer a los amigos -proposición tó-pica-; luego, en suma, (f) debes favorecer a Carlos, i.e. ayudarle a sacarla plaza.

En cambio, si Juan optara por inducir a Pedro a que él mismo compar-tiera el uso inferencial de ambos tópicos, podría argüir de modo algo máscelado y sutil como sigue:

«-Hombre, Pedro, me sorprende que alguien tan despierto como tú me

El uso inferencial de un tópico lo convierte en algo parecido alo que Peirce llamaba "principio rector"28 de un argumento: unaregla o un esquema tácito de inferencia. En esta condición de re-gla, el tópico parece más resguardado de la crítica que su versiónproposicional, -siempre expuesta a la cuestión de si es verdadera ofalsa-, y será más efectivo, al conformar el curso mismo del pen-samiento en vez de ser un determinado punto del camino. Másaún, un tópico así entendido constituye un esquema o una pautaargumentativa comúnmente aceptada, como las que la pragma-dialéctica reconocía. En fin, bajo esta forma esquemática, untópico puede socorrer o abonar clases de argumentos como sifuera una matriz estratégica de entimemas.

Todo esto nos lleva más allá del propio Aristóteles y de la tradi-ción en el camino de la integración entre la retórica y la dialéctica.Nuestro pionero sólo preveía al principio relaciones de buena ve-

27. Hay, en efecto, un descarado refrán castizo que prescribe lo que se ha dedar al amigo y al enemigo, así como aplicar "al indiferente la legislaciónvigente".

28. Vid. Ch.S. Peirce, "Sobre la clasificación natural de los argumentos", enEscritos lógicos, Madrid, Alianza, 1988, pp. 34-36 en particular.

176 177

Page 48: Vega Luis, Si de Argumentar Se Trata Cap 2 Que Es Una Buena Argumentacion

cindad entre ellas: «La retórica es Wl con'elato o una réplica de ladialéctica» -según el aforismo que da inicio a la Retórica (l354"1}-.En los Tópicos, su visión del ámbito de lo plausible tampoco teníaproyección expresa sobre el terreno limítrofe de lo persuasivo yconvincente. Pero si hemos visto cómo pueden aliarse la lógica y laretórica, al margen del paralelismo entre silogismos y entimemas oentre inducciones y ejemplos, también hemos visto cómo puedenllegar a compenetrarse la dialéctica y la retórica, más allá de ladualidad entre personajes dialécticos y personas, o entre es-tereotipos de dominio público -tópicos- y estrategias suasorias.

Llegado este punto, convendría hacer balance. En sustancia,la perspectiva retórica permite ver dos nuevos aspectos capita-les de la argumentación: (a) su dimensión persuasiva; (b) eltraslado de la interacción discursiva al terreno de la relación in-terpersonal. En esta segunda vertiente (b), la idea de una norma-tividad inmanente puede cobrar cuerpo a través de los compro-misos públicamente asumidos o contraídos; pero esta referencia,por ahora, queda en mero apunte.

En la dimensión primera (a), nos encontramos en una situaciónen parte mejor, en parte peor. Lo mejor es el añadido de que unabuena argumentación ha de ser más o menos convincente -un aña-dido crucial para el caso de las pruebas, pues descarta la existenciade algún limbo semántico o metodológico en el que pudieran resi-dir las buenas pruebas o las buenas demostraciones con las que na-die está comprometido o que a nadie convencen-o y para ser con-vincente habrá de adecuarse a un trasfondo cognitivo y emotivomás o menos compartido por el inductor y por el receptor, y habráde resultar pertinente en este contexto. De modo que al apunteanterior de un compromiso, se suma ahora la idea de cierta"complicidad" o colaboración entre los agentes de la interacciónargumentativa, el inductor y el receptor -o, quizás, inducido-.

Lo peor es que seguimos sin cubrir la distancia que separa la ca-lidad o la bondad interna de una argumentación, de su eficacia o desu rendimiento efectivo como medio de persuasión. Recapitulemos

el estado de esta cuestión: la perspectiva lógica nos ha deparadounos criterios o unos indicadores de diversas clases de buenos argu-mentos, los argumentos correctos, sólidos e incluso concluyentes; laperspectiva dialéctica nos ha provisto de reglas para aJ'gumentarbieno, al menos, para argüir del modo debido en el curso de una dis-cusión; la perspectiva retórica nos ha deparado a su vez ideas y me-dios para persuadir o disuadir de algo a los demás y, en el mejor delos casos, lograr su convencimiento. A las tres, en fin, las hemoshecho a veces solidarias y, por lo regular, complementarias a hora dejuzgar sobre las cualidades de una buena argumentación. Pero labrecha entre la calidad y la eficiencia discursivas sigue abierta. Esuna lástima que nuestras habilidades y recursos para atraer y moverel ánimo de los demás no nos garanticen la bondad o siquiera lacorrección de nuestros aJ'gumentos, no nos den la seguridad de queestamos argumentando bien en tal sentido; como es una lástima, asímismo, que la corrección y la solidez de nuestros argumentos onuestra buena conducta argumentativa tampoco nos aseguren el ple-no convencimiento de los demás. Es una lástima que nuestros dosamores, por la bondad y por la eficacia de la argumentación, no seanamores parejos de suyo, ni sean amores siempre correspondidos.

No sé si nos consolará pensar que por lo menos podemos aprenderde nuestros errores y fracasos. Quizás el conocer cuándo, cómo ypor qué somos malos argumentando, nos ayude a ser mejores.Con esto tiene que ver el capítulo siguiente.

178 179