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  • 7/23/2019 Vanegas Revolucin

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    72artigosAlmanack Braziliense. So Paulo, n11, p. 72-87, mai. 2010

    La revolucin de la Nueva Granada:

    su historia y su actualidad

    A revoluo de Nova Granada: suaHistria e sua atualidade

    Nueva Granadas Revolution: itsHistory and its Actuality

    Isidro Vanegas

    Profesor en el Centro de Estudiosen Historia de la UniversidadExternado de Colombia (CEHIS Bogot / Colombia)e-mail: [email protected]

    Resumen

    El texto constituye la sntesis de una investigacin en curso acerca delsignificado de la revolucin de la Nueva Granada, hoy Colombia, bajo elsupuesto de que se trata del paso de un rgimen monrquico a un rgimendemocrtico. En primer lugar examina las caractersticas principales dela sociedad que precedi a la revolucin, mostrando cmo ese rgimenmonrquico sirvi de punto de referencia a una sociedad corporativay jerarquizada de gran estabilidad. En segundo lugar muestra los ejescentrales de la mutacin revolucionaria, subrayando cmo la revolucinno solo dio comienzo a la construccin nacional sino que simultneamentedio inicio a una sociedad democrtica fundada en el principio de igualdad.Finalmente examina el lugar dado por los colombianos a la revolucinfundacional en su relato de nacin.

    Resumo

    O texto constitui a sntese de uma pesquisa em andamento acerca dosignificado da revoluo de Nova Granada, atualmente Colmbia, sob a

    hiptese de que se trata da passagem de um regime monrquico para umregime democrtico. Em primeiro lugar, examina as caractersticas principaisque precederam a revoluo, mostrando como esse regime monrquicoserviu de ponto de referncia a uma sociedade corporativa e hierarquizadacom grande estabilidade. Em segundo lugar, mostra os eixos centrais damudana revolucionria, sublinhando no somente como a revoluo deuorigem construo nacional, como tambm propiciou a formao deuma sociedade democrtica fundada no princpio de igualdade. Finalmente,examina o lugar conferido pelas geraes de colombianos revoluofundacional em suas narrativas nacionais.

    AbstractThe text is the synthesis of an ongoing research about the meaning of therevolution in New Granada, nowadays Colombia, under the hypothesis thatit involves the crossing of a monarchy to a democratic regime. Firstly, itexamines the main features of the society that preceded the revolution,showing how the monarchy served as a reference to a corporative andhierarchical society of great stability. Secondly, it shows the central pivotsof revolutionary mutation, underscoring how the revolution not onlypromoted the national making but also simultaneously started a democraticsociety founded on the principle of equality. Finally, it examines the

    place given by the Colombian generations in the national narrative to thefoundational revolution.

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    Palabras-chave

    revolucin, democracia, nacin, Colombia, Nueva Granada

    Palavras-chave

    revoluo, democracia, nao, Colombia, Nova Granada

    Keywordsrevolution, democracy, nation, Colombia, Nueva Granada

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    74artigosAlmanack Braziliense. So Paulo, n11, p. 72-87, mai. 2010

    Lo que salva a los asuntos del hombre mortal de su futilidadconsustancial no es otra cosa que la incesante recordacin de losmismos, la cual, a su vez, solo es til a condicin de que produzcaciertos conceptos, ciertos puntos de referencia que sirvan para laconmemoracin futura

    (Hannah Arendt, Sobre la revolucin)

    En la actualidad se cree tener un conocimiento slido acerca de larevolucin neogranadina de la dcada de 1810. Se cree tener dilucidadas

    las causas, establecidos sus acontecimientos ms salientes y valoradosu significado. Esa presuncin ha limitado el inters por la investigacinacerca de un acontecimiento tan crucial en la experiencia nacional y haayudado a que persistan viejos tpicos carentes de sustento, de maneraque aunque en aos recientes se han desarrollado valiosas investigacioneshistoriogrficas, an predomina incluso entre los historiadores una actitudo bien despectiva hacia un evento que parece vaciado de sentido o bien unaactitud sencillamente hagiogrfica: en ambos casos se trata menos de abririnterrogantes que de exaltar o lamentar el acontecimiento.

    Este ensayo de sntesis parte del supuesto que el acontecimiento

    revolucionario est todo por ser pensado: lo que fue la sociedad y el poder1

    anterior a la revolucin, la naturaleza de la revolucin, el significado de larevolucin para la nacin colombiana. A ello se consagra este texto, que noofrece una historia de la revolucin neogranadina ni intenta resolver ciertastemticas y problemas especficos de ella, sino que plantea una serie dehiptesis sobre tres temporalidades de la revolucin: el antes, el durante yel despus.2Se trata de una invitacin a pensar un tema fundamental parael futuro de la nacin colombiana, el cual seguir sindolo despus de estosaos de la celebracin bicentenaria.

    La sociedad neogranadina anterior a la revolucin

    La designacin de sociedad colonial para referirse al periodo anterior a larevolucin tiene tal fuerza, ha ganado tal respetabilidad, que ha ahogadouna verdadera reflexin sobre el periodo que pretende designar.3En el casocolombiano nadie se pregunta por qu esa designacin apenas emerge conla revolucin. Frente a esa actitud, planteo aqu una indagacin acerca delas caractersticas propias de la sociedad neogranadina que la revolucinvino a trastornar, una bsqueda necesaria para hacer comprensiblela revolucin y los grandes cambios que ella entra. Esa sociedad esconsiderada aqu bajo cuatro aspectos: su carcter corporativo, el rolarticulador del monarca, el lugar de los americanos en la monarqua y elsignificado de la nocin de revolucin para estos.

    En primer lugar hay que tomar en consideracin que la sociedadneogranadina anterior a la revolucin posee una diferencia fundamentalcon la sociedad actual: la nuestra es una sociedad de individuos. Aquellasociedad estaba organizada mediante un conjunto de cuerpos4fueranestos cofradas, universidades, gremios, ciudades; fueran los militares o elclero, cada uno de los cuales contaba no solo con uniformes y distintivospropios, sino tambin con reglamentaciones especficas y con privilegiosparticulares, otorgados por merced del rey. Privilegios que eran otorgadosde manera diferenciada, lo que haca que determinadas ciudades pudieranalbergar ciertas autoridades o llamarse muy leales, distincin que otras

    no podan ostentar y que constitua un atributo altamente apreciado. Lapertenencia a los diferentes cuerpos apareca entonces a los sbditos como

    1

    Una sinttica aproximacin terica a lacuestin del poder en la que se inspiran misindagaciones: LEFORT, Claude. Le pouvoir. En: Letemps prsent. Belin/Paris: 2006 . p.981-992.

    3

    Un provocador y slido ensayo sobre el tema:LEMPRIRE, Annick. El paradigma colonial en lahistoriografa latinoamericanista. En: CARRILLO,Magali; VANEGAS, Isidro (eds.) . La sociedadmonrquica en la Amrica hispnica. Bogot:Ediciones Plural, 2009.

    4

    Sobre este tema uno de los trabajos pioneros enAmrica Latina: ROJAS, Beatriz (coord.). Cuerpopoltico y pluralidad de derechos. Los privile-gios de las corporaciones novohispanas. Mxico:CIDE / Instituto Mora, 2007.

    2

    Estas reflexiones son fruto de la investigacinque adelanto como parte de la tesis de docto-rado en la Universidad Pars 1-Sorbona. Cuandono haga expresa referencia a un autor o texto, laafirmacin se sustenta en mi propia indagacin.

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    la manera naturalde cohesionar la sociedad y de crear un sentimiento decomunidad entre sus miembros.

    La lgica subyacente a ese tipo de organizacin de la sociedadconsista en que los sbditos eran recompensados por sus servicios ysu lealtad a la monarqua, constituyendo esos cuerpos una especie dearchipilago que se conectaba con su cabeza: el rey, el cual le dabacoherencia a todo el conjunto. Es preciso insistir en que esos cuerpos noexistan de manera aislada unos de otros, sino que estaban articulados

    alrededor de un gran cuerpo imaginario, el del monarca, quien era cabeza ycentro del reino.

    El rey serva de punto de referencia y de figura ratificadora dedos principios bsicos que organizaban esa sociedad. En primer lugar ladesigualdad, pues contrariamente a la poca actual se consideraba laigualdad como una anomala. En segundo lugar la jerarqua, pues se pensabaque cada uno deba ocupar el lugar que le corresponda de acuerdo a sunaturaleza. Era la misma naturaleza la que daba los ejemplos diarios paraaseverar que as como existan diferencias en el mundo natural, el mundosocial estaba organizado de manera explcitamente jerrquica, de maneraque el vnculo poltico tena ante todo por objeto realzar y preservar esadiferenciacin.

    Esta organizacin jerrquica, definida por dems como algo natural,era tenida por fundamental para el mantenimiento del buen orden, laconcordia y la armona que eran considerados objetivos primordiales de lasociedad. La jerarquizacin era una virtud en el sentido que si cada individuoocupaba un lugar visiblemente diferenciado y haca en l lo que le estabaprescrito, la sociedad funcionara de manera arreglada. Era necesario queexistieran ricos y pobres, nobles y plebeyos, amos y esclavos como gruposinterdependientes, como lo explicaba Joaqun Lorenzo Villanueva, en suCatecismo del Estado segn los principios de la religin: Necesario es

    que haya grandes, medianos y pequeos, ricos y pobres, quien d y quienreciba, quien mande y quien obedezca.5Segn, pues, la lgica del rgimenmonrquico, la existencia del conjunto de estos grupos desiguales daba lugara un engranaje no conflictual de la sociedad no solo en el sentido que unoscumplan las tareas que para otros resultaban penosas, sino tambin en elsentido que unos permitan a otros el despliegue de ciertas virtudes morales.Uno era el rol del prncipe y otro el del vasallo, uno el del padre y otro eldel hijo. Los grandes y los ricos, escribi por ejemplo Villanueva en 1793,deban ejercer la caridad empleando su riqueza y su autoridad en beneficiode sus inferiores y de los necesitados, y estos a su turno deban consolar alos grandes y a los ricos sirvindoles en sus necesidades, obedecindole o

    guardndoles el respeto debido al lugar que tienen en la sociedad.6

    Caracterstica fundamental de la sociedad monrquica era el lugareminente que tena el rey en ella. El monarca encarnaba las virtudes quepermitan a la sociedad lograr el fin a que ella deba consagrarse, puesto quese crea que la sociedad no estaba librada a la contingencia de un destinoque pareciera nacer de ella misma, sino que tena un deber ser que le erapreexistente, y el cual deba alcanzar. El rey, por lo tanto, era y deba ser elartfice de felicidad de sus vasallos, y no poda ser considerado sino comouna potencia buena, y si alguna disposicin nociva a los sbditos emanabaeventualmente de l, a los ojos de sus sbditos, eso poda explicarse porque

    haba recibido informacin inadecuada o malos consejos, o simplementeporque algn funcionario haba aplicado mal la real voluntad.

    5

    VILLANUEVA, Joaqun Lorenzo. Catecismodel Estado segn los principios de la religin.Madrid: Imprenta Real, 1793. p.49. EsteCatecismo, en que por los principios denuestra santa Religin se demuestra el vnculoindisoluble de la sociedad civil, y los sagradosrespetos que unen en ella a los sbditos con suscabezas, lo dedica su autor a Carlos IV en tantoque padre y prncipe de sus vasallos.

    6

    Ibidem. p.52.

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    La fe catlica, virtud esencial de que era portador el rey, lo convertaen modelo de buen cristiano y lo compela a priorizar la tarea de preservarla religin catlica en toda la extensin de sus dominios y en toda su pureza,de la que los americanos se sentan muy orgullosos. A semejanza de Dios,el rey apareca tambin como prenda de la concordia, estado consideradoconsustancial al rgimen monrquico por oposicin a los desgarramientosa que se asociaba la repblica. El lugar eminente del monarca dispensabaa todo el reino la tranquilidad, la quietud, la paz, en la medida que

    garantizando el lugar de cada cual disipaba la competencia y la agresividadque esta conllevaba. Uno de los motivos de orgullo de pertenecer a lamonarqua hispnica poda ser, por lo tanto, el reconocimiento de que ellahaba resguardado a sus sbditos de la violencia entre las naciones, as comode las convulsiones y los desrdenes de la Europa.

    El rey era tambin la encarnacin de la justicia: de l emanaba suadministracin y en su nombre se imparta. Ms importante an era quel constitua el arquetipo de lo justo y el garante de que la justicia fueraperceptible. El prncipe simbolizaba una justicia asentada sobre basesinconmovibles, sobre principios indubitables que prolongaban la justicia deDios. No se trataba en absoluto de una autoridad ilimitada y caprichosa,sino de una bien regulada autoridad limitada por las leyes fundamentalesy divinas: marco que vena a reforzar la imagen del prncipe comofundamento y garante de las leyes. El rol justiciero del rey, en el sentido dedar a cada cual su lugar, resultaba por lo tanto esencial en la conservacinde la armona social pues la justicia del monarca realzaba las jerarquas ydesigualdades fundantes del orden social, dndoles un aire de inmutabilidad.Las abundantes metforas corporales en las que se recalcaba que el rey erala cabeza de la sociedad constituan, as, ms que una figura retrica, unaclave para comprender los vnculos sociales.

    Es importante por lo tanto reparar en la naturaleza del vnculo que se

    teja entre el monarca y los sbditos: se trataba de un enlace personal nopor ello individual, de un enlace emotivo, sin intermediaciones entre elpoder y el vasallo, nexo entre sujetos concretos, el uno en su lugar eminentey el otro en el lugar que le corresponda, vnculo que se haca sagrado alser ratificado por la autoridad divina y que impona unas slidas certezassobre lo que le corresponda a cada parte entregar. Vnculo impensable deromper en cuanto estaba mediado por el honor, la fe, la tradicin, el inters.

    De otro lado hay que recalcar el hecho que el vasallo y el monarcamantenan un vnculo que no era de orden simplemente jurdico, pues elsbdito le deba al monarca no solo obediencia sino amor. La relacin conla ley no era entonces de orden negativo ni de carcter exterior (en el

    sentido que conocemos en la actualidad de poder hacer lo que no estexpresamente prohibido): la relacin con la ley era, por el contrario, unvnculo ntimo. As pues, como el castigo divino, la justicia del rey procedano simplemente contra un quebrantamiento de la ley positiva como contrael quebrantamiento de un principio moral. De ah que fuera comn describirla relacin con el rey en trminos de amor, obediencia y fidelidad.

    En esa sociedad monrquica neogranadina de la que acabo de indicaralgunos rasgos centrales, los americanos no estuvieron contrariamentea una idea recurrente de la historiografa patritica, en absoluto en unapugna incesante con los peninsulares o espaoles. En esos tres siglos esa

    dupla de categoras diferenciadoras tuvo ms bien una capacidad dbil paraotorgar un sentido de pertenencia a los individuos de estos territorios. De

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    hecho el trmino americano era una categora sociolgica entre muchasotras, no el atributo fundamental de los nacidos en este lado del Atlntico.

    Los individuos podan sentirse simultneamente pertenecientes asu ciudad, a su gremio, a su familia, etc.: pero sobre esos sentidos depertenencia, integrando y dando sentido a todos ellos, estaba la pertenenciaa la monarqua cristiana de las Espaas. Los americanos se sentan vasallosdel rey de Espaa. Tal era el sentimiento incluso del inquieto recolectorde diezmos y comerciante Antonio Nario, quien en 1795 se defendi de

    la siguiente manera en la causa que le seguan por traducir e imprimir losderechos del hombre: Antes que la calumnia tronara contra m, era yoreconocido de V. A. y del Pblico, por verdadero amigo del Gobierno, vasallono slo fiel, sino tambin amante y entusiasta de mi Soberano, como lotengo acreditado desde mi juventud en cuantas ocasiones he podido.7

    De esta manera no tiene nada de extrao, todo lo contrario, quemuchos americanos hubieran tenido negocios comunes con peninsulares,o que de las actividades tendientes a apropiarse del pensamiento ilustradolas hubieran compartido codo a codo criollos y peninsulares, estando entreesta segunda categora Diego Martn Tanco, Administrador Principal deCorreos, quien solo cuando la revolucin ha dado pasos considerables esque se ve rechazado por sus entraables amigos de aventura intelectual. Noes menos significativo igualmente, que muchos americanos tuvieran en supropia familia parientes que haban nacido en la metrpoli espaola, y queestos no tuvieran problemas particulares para desarrollar una vida normal,como la llevaba en Santaf el peninsular Lorenzo Marroqun en el seno desu familia, que lo era tambin la de Pantalen Gutirrez, hasta que acaecila expulsin de las autoridades virreinales a mediados de 1810, cuandoMarroqun fue agredido para luego ser expulsado de la Nueva Granada.8

    Por supuesto que se presentaron tensiones entre americanos ypeninsulares, pero ellas hay que ubicarlas dentro del sentimiento de

    pertenencia a un mismo conjunto poltico: algo que hoy podramospensar como una especie de regionalismo. Los americanos deseabantener mejores cargos en el gobierno virreinal una demanda normala que las mismas leyes daban impulso, y se sentan muy orgullososde sus conocimientos y de sus capacidades, pero no tiene sustento laidea, difundida por el relato patritico, segn la cual los americanoshaban estado privados de la posibilidad de educarse o de tener empleoslucrativos e importantes y por esa razn decidieron hacer la revolucin eindependizarse. Ese sentimiento separatista comienza a abrirse paso apenascon la revolucin, algo sobre lo que volver ms adelante.

    De manera que cuando acontece el apresamiento del rey Fernando

    7 (1808), los americanos revelan con mayor fuerza an su carcter deespaoles, reclamando serlo tanto como los descendientes de don Pelayo,segn escribi Camilo Torres en el llamado memorial de agravios. Msdicientes an de esa identificacin de los neogranadinos con la nacinespaola antes de la revolucin son los casos de Jos Mara Salazar y deFrancisco Antonio Ulloa. Casos dicientes porque ambos van a estar durantela revolucin entre los republicanos ms radicales. Pues bien, Salazar, nacidoen la provincia de Antioquia, escribi en 1804 un poema desbordante depatriotismo para celebrar el arribo a la capital del Reino del Virrey AntonioAmar y Borbn, mientras que Ulloa exhort a sus conciudadanos payaneses

    en 1809 a expresar su orgullo hispnico por sus antepasados que habandoblegado a los indios pijaos.9

    7

    Defensa de Nario, en Archivo General deIndias, Estado, 56A, n 3, ff. 1v-2r.

    8

    Camilo Torres, que ser un destacado revo-lucionario, tuvo durante largo tiempo nego-cios de quina con el peninsular Jos GonzlezLlorente, conocido exclusivamente por no pres-tar un florero el 20 de julio de 1810, negativaque sirvi de excusa para convocar un cabildoabierto en Santaf. A su vez Agustn GutirrezMoreno tuvo en Santa Marta negocios condiversos peninsulares. Ver Carta de CamiloTorres a su hermano Jernimo, de noviembrede 1807, en Archivo Histrico Javeriano, FondoCamilo Torres, Carpeta 156, fl.73-74; Carta deDiego Martn Tanco a Camilo Torres, en ArchivoHistrico Javeriano, Fondo Camilo Torres,Carpeta 33, fl. 82-99; CMVJ, epistolario de JosGregorio y Agustn Gutirrez Moreno.

    9

    SALAZAR, Jos Mara.El placer pblicode Santaf, poema. En el que se celebra elarribo del Excelentsimo seor Don AntonioAmar y Borbn, Caballero profeso del Ordende Santiago, Teniente General de los RealesEjrcitos Virrey, Gobernador y CapitnGeneral del Nuevo Reino de Granada, y de laExcelentsima seora su Esposa doa Francisca

    Villanova y Marco, Imprenta Real, Santaf deBogot, 1804. Sobre Ulloa: Del D. D. F ranciscoAntonio de Ulloa,Redactor Americano del

    Nuevo Reyno de Granada, n 57, Abril 4 de1809, Santaf de Bogot.

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    Resulta importante aqu tener en cuenta que las Amricas no fueroncoloniasde Espaa durante los tres siglos, sino un conjunto jurdicamenteigual a los dems reinos de la corona, lo cual es fundamental, pues aquelloque los americanos van a reclamar en 1809 es justamente la igualdad de larepresentacin en las cortes. Un reclamo que constituye un momento clavede la agudizacin de la crisis de la monarqua. De manera que llamar coloniala la sociedad anterior a la revolucin carece de fundamento. Ese calificativo,que hoy se dispensa con tanta ligereza y con tanta conviccin, fue uno de

    los principales productos intelectuales de la revolucin. Como en Francia,donde antiguo rgimenpas a ser despus de la revolucin un trminodespectivo para englobar aquello que la revolucin vino a derrumbar.

    Por lo dems, antes de la crisis del poder monrquico de 1808-1809, lasrevoluciones polticas eran para los sbditos americanos algo abominable.10Eran una perspectiva que les produca temor en la medida que al final solovean la desintegracin de la sociedad y la violencia. Indicar rpidamentetres casos de finales del siglo XVIII que pueden ilustrar esta afirmacin.

    El primer caso es la revueltarevuelta y no revolucin de loscomuneros de 1781 que muchos historiadores califican como un movimientoindependentista e incluso como un movimiento en contra de la monarqua.Nada tiene menos sustento. Revisando la amplia documentacin compiladapor Juan Friede encontramos que apenas en una ocasin alguien de la pocadescribe esa movilizacin como la revolucin de los comunes, siendo utilizadoel trmino de manera generalizada para aludir ms bien a la confusin y losestragos de las protestas.11Como lo indica el grito de los sublevados viva elrey, muera el mal gobierno se trataba de una movilizacin antifiscal y no deun movimiento independentista, como lo recalca el estudio de John LeddyPhelan, uno de los principales investigadores del tema.12Ese tipo de revueltascontra nuevos impuestos o contra el incremento de los existentes, fue por lodems muy comn tambin en las monarquas europeas.

    El segundo caso que muestra los temores que producan lasrevoluciones es el de Manuel del Socorro Rodrguez, bibliotecario real yeditor del Papel Peridico de Santaf. Manuel del Socorro, teniendo antes la revolucin francesa, piensa que la revolucin introduce en la sociedaduna violencia que llega hasta la destruccin mutua de los revolucionarios.Piensa igualmente que la revolucin significa ante todo una inversin delorden legtimo en cuanto instaura una pretensin igualitaria que quiebrala idea jerrquica que ordena la sociedad. Un igualitarismo antinatural asus ojos, y que rompe con los criterios tradicionales para definir lo que esprecioso y til, para definir quin manda y quin obedece. La revolucin,piensa Manuel del Socorro, hace que nadie sepa cul es el lugar que le

    corresponde en la sociedad: ella hace precario y voltil todo en la sociedad.Las extravagancias de la revolucin se resumen, segn l, en la pretensinde erigir una repblica en lugar de la monarqua.

    El tercero es el conocido caso de Antonio Nario, ms ambiguo queel anterior, pero por eso mucho ms significativo. Como se sabe, Nariofue encarcelado en 1794 por traducir e imprimir los derechos del hombre,fue enviado preso y en el trayecto escap, pasando a Francia e Inglaterradonde realiz algunas gestiones en busca de apoyo para la separacin delNuevo Reino respecto a la metrpoli. Nario regres al Nuevo Reino ytrat de sublevar algunos pueblos, pero intempestivamente se entreg a las

    autoridades. En su declaracin no solo defini su fracasada tentativa comoun delirio criminal sino que delat a quienes lo haban ayudado y redact

    10

    Un amplio desarrollo de esta idea en mi tra-bajo La revolucin: un delirio criminal. NuevaGranada 1780-1808. En: La sociedad monr-quica en la Amrica hispnica, p.227-278.

    11

    En las capitulaciones redactadas por Berbeo nose deja de reconocer la sujecin al monarca y ellegtimo derecho de este a cobrar tributos, entreotros apartes cuando manifiesta que en el Reinodel Per debieran haber cesado en su revoluci-n pues ningn monarca puede sostenerse sinalgunas contribuciones de sus vasallos. FRIEDE,Juan (comp.). Rebelin comunera de 1781.

    Documentos. Bogot: Instituto Colombiano deCultura, 1982: las alusiones a revolucin, tomo1, p.12, p.76, p.98, p.144, p.166, p.335, p.337,p.356, p.370, p.385; tomo 2, p.584, p.712, p.747,p.752, p.759, p.889, p.1036, p.1043.

    12

    PHELAN, John Leddy. El pueblo y el rey.La revo-lucin comunera en Colombia, 1781. Bogot:Carlos Valencia Editores, 1980.

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    un proyecto de reformas para el mejor gobierno del reino. El mismo Nariocuenta, adems, que no encontr ningn apoyo en su intento de rebelin.

    Esta tentativa angustiosa de Nario de rebelar el Reino permite observarcmo el poder del monarca apareca a los ojos de sus sbditos con losatributos de algo eminente, misterioso e inmemorial, lo cual haca monstruosala idea de que ese poder pudiera ser impugnado, pues tal acto supona ignorarla razn, ofender las enseanzas de la religin, transgredir la tradicin.13

    Podramos decir entonces que la revolucin en la Nueva Granada y tal

    vez en la Amrica hispnica, fue una revolucin sin precursores.14De estono hay que extraarse: en las revoluciones de aquella poca, entre ellas larevolucin francesa, sucedi algo similar.15La existencia de revolucionariosconsagrados a hacer advenir una revolucin es un rasgo de la escenapoltica posterior a este tipo de revoluciones, y propio ms bien de unpensamiento como el del francs Auguste Blanqui o del ruso Vladimir Lenin.

    La naturaleza de la revolucin: las dos revoluciones

    El acontecimiento revolucionario neogranadino a que he venido aludiendoest bsicamente comprendido en el periodo que va de 1808 a 1816: entrela crisis del poder monrquico representada por el apresamiento de lafamilia real espaola por parte de Napolen, y la derrota momentnea delos revolucionarios por parte del ejrcito expedicionario de Pablo Morillo.

    Esa revolucin tiene dos dimensiones esenciales, o dicho de otraforma, contiene en s dos revoluciones claramente diferenciadas. Enunciarla primera, pero solo me detendr en la segunda, la cual hoy pasainadvertida.

    La primera, la revolucin como origen de la nacin colombiana ocomo independencia, es la manera casi exclusiva como en las ltimasdcadas es caracterizada la mutacin revolucionaria. El nombre mismodel acontecimiento de que estamos hablando es diciente: se habla de la

    revolucin de independencia, lo cual quiere decir que estamos tratandobsicamente de la separacin respecto a Espaa, de la emancipacin de unoo de varios fragmentos respecto a su metrpoli. Dentro de esta manera dedefinir la revolucin neogranadina suele haber una suposicin importante:que la nacin colombiana preexiste a la revolucin, o de otra manera, quela nacin colombiana est en germen en la monarqua hispnica, y que larevolucin es el momento que aprovecha esa nacin preexistente para salira flote. Esa suposicin, ha sido cuestionada felizmente por historiadoresrecientes como Franois-Xavier Guerra,16pero una mirada hacia el sigloXIX permite encontrar intelectuales como el colombiano Miguel AntonioCaro, entre otros, que analizaron con gran agudeza la cuestin llegando

    a plantear que esta revolucin de que hablamos no fue como muchoscrean, por lo menos en sus comienzos, un conflicto entre dos nacionessino un conflicto entre partes de una misma nacin, lo cual en el planomilitar deba ser llamado una guerra civil. Caro recalc adems cmo lasjuntas erigidas en 1810 a lo largo de la Nueva Granada no haban declaradola independencia, sino que por el contrario haban manifestado diversasformas de adhesin a la monarqua hispnica. La independencia absoluta,recordaba l, solo tuvo lugar hacia 1813 y 1814.17

    Pensar que durante los tres siglos anteriores a la revolucin existi algoas como la nacin o las naciones americanas excusa observar algo importante

    que sucedi durante la revolucin: la generacin de una diferenciacin yun repudio de los americanos respecto a la madre patria, que fue condicin

    13

    Bolvar, como otros en su tiempo, comprendibien el carcter de la autoridad monrquica

    cuando escribi decepcionado: La destruccinde un Gobierno, cuyo origen se pierde enla oscuridad de los tiempos: la subversinde principios establecidos: la mutacin decostumbres: el trastorno de la opinin, y elestablecimiento, en fin, de la libertad en un pasde esclavos, es una obra tan imposible de ejecutarsbitamente, que est fuera del alcance de todopoder humano, por manera que nuestra excusade no haber obtenido lo que hemos deseado, esinherente a la causa que seguimos, porque ascomo la justicia justifica la audacia de haberlaemprendido, la imposibilidad de su adquisicincalifica la insuficiencia de los medios. Ver:Simn Bolvar Libertador de Venezuela y Generalen Jefe de sus ejrcitos a sus conciudadanos,El Mensajero de Cartagena de Indias, n 33,Cartagena, Septiembre 23 de 1814.

    14

    Precursor: Precedente a alguno o a algunacosa, pero precedente por nece sidad o porexistir alguna relacin con lo precedido, siendouna especie de prediccin o anuncio de loque ha de sobrevenir. DOMNGUEZ, RamnJoaqun. Diccionario Nacional. T.II. Madrid:Establecimiento Lxico-Tipogrfico de R. J.Domnguez, 1847. p.1415.

    15

    TACKETT, Timothy. Par la volont du peuple.Comment les dputs de 1789 sont devenusrvolutionnaires. Paris: Albin Michel, 1997.

    16

    Ver por ejemplo Modernidad e independencias.Mxico: MAPFRE / FCE, 2001, cap. II.

    17

    Durante ese sonado debate en la dcada de 1870,Jos Mara Quijano critic a Caro por no captarel hecho significativo de que a pesar que el 20 de

    julio de 1810 no haba sido declarada la indepen-dencia, ese acontecimiento s entraaba un cues-tionamiento trascendental del poder monrquico.

    Ver: CARO, Miguel Antonio Caro; OTERO, JosMara Quijano. El 20 de Julio de 1810. Una cues-

    tin histrica. Boletn de Historia y Antigedades,Bogot, vol. XXIV, n 267, Enero de 1937.

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    80artigosAlmanack Braziliense. So Paulo, n11, p. 72-87, mai. 2010

    del inicio de la construccin nacional. La independencia absoluta fue puesun resultado y no una condicin previa de la revolucin. Esto significentre otras cosas que en la Nueva Granada como en el resto de la Amricahispnica los revolucionarios procedieran a extraar a los espaoles de lacomunidad poltica, convirtiendo as en enemigos a los que hasta ayer habansido hermanos. Hubo encarcelamientos injustificados legalmente, destierros,confiscaciones, e incluso fusilamientos de espaoles durante la revolucin. Estopor supuesto no lo cuenta la historiografa patritica porque esos historiadores

    han querido creer que la revolucin fue un acto unnime de las sociedadesamericanas por su emancipacin respecto a Espaa.18

    En cuanto a la cuestin nacional, podramos decir que la revolucinfue eficaz construyendo un enemigo externo que le serva de mecanismo dediferenciacin respecto al otro, al rival que necesita toda nacin para darseuna existencia. Pero la revolucin en cambio tuvo dificultades graves en doscampos para avanzar en la construccin de una nacin.

    En primer lugar tuvo dificultad para crear un Estado consistenteque sirviera de rgano de cohesin y de preservacin de esa nacin engermen que comenz a alumbrar la revolucin. En segundo lugar tuvodificultad para definir sus contornos respecto a las dems unidades polticasamericanas que estaban en sus bordes y que no podan ser pensadas comoenemigas. En este sentido, durante varias dcadas no se supo muy bien silos caucanos, por ejemplo, pertenecan o no a la nacin neogranadina. Valela pena aclarar que si sealo estas dificultades a que se vieron enfrentadoslos revolucionarios de la Nueva Granada no es con el objeto de continuarlos lamentos sobre el fracaso de la nacin sino con el de subrayar elhecho que todas las naciones han enfrentado similares dificultades en suscomienzos, pues una nacin no es algo de orden natural.

    La segunda manera de pensar la revolucin es como instauracin delrgimen democrtico. Pero se trata de una perspectiva que ha cado en un

    olvido tan profundo que se hace preciso recordar cmo en el siglo XIX losintelectuales tanto liberales como conservadores plantearon la cuestinbajo esta perspectiva, en cuyo centro se albergaba la nocin de rgimenpoltico en el sentido dado por la filosofa poltica clsica, de la que anse experimentaba un notable influjo. Baste citar al liberal Jos MaraSamper quien escribi que los lderes independentistas no simplementehaban querido la sustitucin de los espaoles en el poder, sino tambin lafundacin de la repblica democrtica. Y del lado conservador a SergioArboleda, quien plante que la independencia haba trado consigo larepblica democrtico-representativa.19

    En Samper como en Arboleda esa calificacin est llena de

    consecuencias, pero en esta parte deseo mostrar ms bien algunos elementosque a mi juicio son fundamentales en este paso al rgimen democrtico:

    1 El paso de la soberana del rey a la soberana del pueblo

    Si en la sociedad monrquica el poder es algo misterioso que parecevenir del fondo de los tiempos, estar por encima de la sociedad, con larevolucin se produce una progresiva erosin del poder del monarca hastael punto que se le sustrae a esa figura el atributo de ser la fuente delegitimidad del poder, la cual pasa a tener como titular al pueblo soberano.Esa mutacin tiene un camino accidentado y variable segn las provincias,

    pero esquemticamente se puede resumir as:

    18

    Ver al respecto los escritos que redact durantela revolucin misma el cura monarquista PEN,Jos Antonio Torres y. Memorias sobre la revolu-cin y sucesos de Santaf de Bogot, en el tras-torno de la Nueva Granada y Venezuela, 1814. En:Memorias del Presbtero Jos Antonio de Torres

    y Pea. Bogot: Editorial Kelly, 1960; y Santafcautiva. En: POSADA, Eduardo; IBEZ, Pedro M.(comps.). La Patria Boba. Bogot: Biblioteca deHistoria Nacional, 1902. p.275-476.

    19

    SAMPER, Jos Mara. Ensayo sobre las revo-luciones polticas y la condicin social de las

    Repblicas colombianas (Hispano-Americanas).Paris: Imprenta de Thumot y Cia., 1861 [Edicinfacsimilar Universidad Nacional, Bogot, 1969],p.167-169; ARBOLEDA, Sergio. La repblica enla Amrica espaola [1869]. Bogot: BibliotecaBanco Popular, 1972. p.44, 83.

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    81artigosAlmanack Braziliense. So Paulo, n11, p. 72-87, mai. 2010

    En un primer momento el poder del monarca es defendido convehemencia por los neogranadinos que ven en riesgo todo el orden socialcon el secuestro del Deseado, pero esa defensa tiene la consecuenciaindeseada de poner en entredicho lo que se pretende defender en lamedida que llegan a cuestionar la autoridad del virrey, el cual es una simpleprolongacin del monarca. Para comprender esta situacin paradjicapuede observarse el hecho quizs ms significativo de esta etapa de larevolucin: la rebelin que tuvo como escenario los Llanos del oriente a

    comienzos de 1810. Esta rebelin finalmente fracasada tuvo por motivoorganizar la defensa del Reino ante el temor de que los franceses se lotomaran en complicidad con el Virrey y que el rey cautivo perdiera asestas valiosas posesiones. Varios de los sublevados familiares y allegadosal Magistral de la Catedral santaferea, Andrs Rosillo murieron aspretendiendo defender las posesiones de su rey, buscando que el Reino nopasara a dominio extranjero, aun cuando involuntariamente sus actividadesentraaban un desafo y un sacudimiento de la autoridad del representantedel rey, e indirectamente un trastorno del orden monrquico.20

    En un segundo momento la legitimidad del poder real sigue siendoreconocida pero en una especie de dualismo con aquella que emana delpueblo soberano. Se ve claramente esta situacin en las juntas de mediadosde 1810, pero an con mayor claridad en la Constitucin de Cundinamarcade 1811 que establece una monarqua constitucional en la que el rey es lacabeza del ejecutivo pero en la que el pueblo es el origen del poder.

    En un tercer momento el poder del monarca es completamente repu-diado y el rgimen monrquico asimilado pura y simplemente a despotismo. Eneste momento se procede no solo a la declaracin de independencia absolutade las diferentes repblicas neogranadinas sino tambin a una destruccinsistemtica de los smbolos del poder monrquico.

    La soberana del pueblo que va tomando forma en medio de estos

    avatares conlleva diversos problemas, comunes a todos los regmenesdemocrticos, pero en la situacin de inestabilidad propia de una revolucinellos aparecen con mayor agudeza. Ante todo el problema de que el pueblotitular de la soberana, a diferencia del rey, es difcil de aprehender, carecede forma, o mejor dicho, solo adquiere forma en el discurso de aquellosque se disputan su representacin.21Eso tiene como consecuencia que lasociedad democrtica aparezca con frecuencia como escenario de luchasinconciliables y estriles, cuando vistas desde otra perspectiva no son msque el resultado del pluralismo.

    2 Instauracin del principio de igualdad

    Uno de los cambios fundamentales propiciados por la revolucinneogranadina fue haber instaurado las condiciones para una diseminacinde la igualdad sin precedentes en el seno de la sociedad. La rupturaes drstica si recordamos que la desigualdad es uno de los principiosfundantes del rgimen monrquico. En este, las jerarquas eran las quehacan posible el orden y daban eficacia a la autoridad, siendo por lo tantoimpensable que el rey pudiera dar vida a una comunidad poltica que fueraun conglomerado de individuos iguales.

    La igualdad civil y poltica que agitan las revoluciones norteamericanay francesa presenta por lo tanto un contraste violento con el principio

    rector del orden social propio de la monarqua hispnica. Participandode esa vocacin igualadora casi todas las constituciones de las primeras

    20

    Documentos del proceso seguido a Jos MaraRosillo, Carlos Salgar, Vicente Cadena y otrospor su rebelin en Pore y sitios circunvecinos,en Archivo General de la Nacin, SeccinColonia, Fondo Historia civil, tomo 10, rollo 11,ff. 224r-380r.

    21

    LEFORT, Claude Lefort. Linvention dmocrati-que. Paris: Fayard, 1981.

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    82artigosAlmanack Braziliense. So Paulo, n11, p. 72-87, mai. 2010

    repblicas neogranadinas adoptan el concepto de igualdad legal contenidaen la Declaracin de los derechos del hombre. En la Constitucin deCundinamarca de 1811, por ejemplo, se consagra que la ley es la expresinde la voluntad general, y que la igualdad consiste en que siendo laley una misma para todos, todos son iguales delante de la ley. Esamisma Constitucin de Cundinamarca considerada generalmente comosimplemente monrquica, instaura tambin un acceso al sufragio bastanteextenso para la poca, esto es, una nocin de igualdad poltica bastante

    amplia, y algo similar consagrarn las dems constituciones provincialesdel periodo revolucionario. Estas ideas de igualdad tuvieron profundasrepercusiones en la forma como la sociedad neogranadina elabor larepresentacin de s misma, pues abri las puertas a una reconfiguracin delos agrupamientos sociales y a la emergencia de los individuos. De otro lado,impuso la tarea siempre problemtica de construir un pueblo abstracto.

    No es que las jerarquas sociales hubieran dejado abruptamente deexistir, pero con la revolucin esas jerarquas no tienen ya una legitimidadtrascendente, ellas dejan de estar inscritas en el orden normal delas cosas, pasan a ser contingentes. Las reacciones airadas contra laeventualidad de una nivelacin abierta por la revolucin, no son entoncessino la confirmacin del drstico cambio que se est operando, y en ciertamedida de las dificultades que entraa cualquier tentativa de controlar eldespliegue de la igualdad. Sabemos, eso s, que los pocos que expresamentepromulgaron esas mximas igualitarias fueron acallados, pero la pretensinde sustituir el poder monrquico por un rgimen fundado en la soberanade todos, implicaba que por ms restrictivo que fuera ese todos, laigualdad nunca podra ser definida de manera satisfactoria. Si ahora no eraposible establecer la autoridad sino sobre algn tipo de equivalencia entrelos miembros del cuerpo poltico, la idea de que un conjunto de categorassociales deba tener por definicin un lugar subordinado en la nacin o en

    la repblica pasaba a carecer de legitimidad.La revolucin, al negarle al antiguo orden jerrquico el principio

    de legitimidad instaur una tendencia a la igualdad que entra unreordenamiento social importante.

    3 Refundacin del ordenamiento social

    Es fcil cuestionar la importancia del reconocimiento jurdico de laigualdad alegando que ella tuvo escasos efectos prcticos, o solo tuvosignificado para grupos restringidos de las lites. Esa crtica se le ha hechoa todas las revoluciones liberales. Pierre Rosanvallon ha replicado que

    la igualdad poltica es el tipo de igualdad ms radical no slo porque laigualdad social o econmica est ya presente en el cristianismo, sino porquela igualdad poltica establece una equivalencia indita y perturbadoraentre los hombres.22En este sentido hay que decir que la revolucinneogranadina es un fenmeno de la misma naturaleza que el ocurrido enFrancia o Estados Unidos en cuanto los cambios en la nocin de igualdadimplicaron una forma nueva de constituir y representar la sociedad.

    Como he indicado, en el orden social propio del rgimen monrquico,castas y cuerpos constituan una trama organizada en un orden jerrquicoevidente, visible, esto es que deba ser mostrado, que era pblico, que debahacerse explcito. La revolucin vino a alterar de manera considerable ese

    tipo de organizacin de la sociedad.

    22

    ROSANVALLON, Pierre. La consagracin del ciu-dadano.Mxico: Instituto Mora, 1999. espec.p.10-16.

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    83artigosAlmanack Braziliense. So Paulo, n11, p. 72-87, mai. 2010

    En una investigacin sobre Riohacha y Santa Marta ciudades quepermanecieron leales a las autoridades monrquicas cuando la mayoralas haban depuesto Steinar Sther muestra cmo durante el periodorevolucionario no slo se introdujeron tensiones al interior de las lites sinoque se produjo una modificacin importante de los patrones familiares, lascostumbres sociales, las nociones de jerarqua y territorio. Sther encuentraque con las transformaciones revolucionarias se produjo en la regin queestudia una actitud nueva, liberal, antiautoritaria frente al matrimonio y la

    sexualidad, en parte debida al debilitamiento de la iglesia, pero tambin auna falta general y popular de inters en el sacramento del matrimonioy a una actitud ms liberal frente a las instituciones religiosas. Con eladvenimiento de la repblica, dice, presenciamos no solo una disminucindel porcentaje de matrimonios en el pueblo de la Gaira, por ejemplo, elcociente de matrimonios cay del 44% en 1793 al 16% en 1843 sinotambin una ampliacin considerable del espectro de las parejas con las quees posible casarse. Sther muestra cmo se incrementan los apellidos nuevosen las parejas casadas, esto es, cmo se acrecientan las posibilidades paraestablecer un vnculo familiar ms all de las familias de la propia localidad.Un aflojamiento similar de las constricciones ocurri al interior de las familiaspatricias, en las cuales ya pudo verse algunos enlaces matrimoniales conmilitares de pases protestantes, algo impensando poco antes.23

    Pese a todo, la institucin de la esclavitud tambin se vio sometida auna transformacin radical: en la prctica persistir durante varias dcadas,pero filosficamente muri con la revolucin. Si ella languideci duranteeste periodo no se debi solamente a que hombres como Jos Flix deRestrepo o Juan del Corral demandaron su limitacin o su supresin, o alos impulsos liberadores de los mismos esclavos, de los que conozco casosen Cartagena o Antioquia durante el periodo revolucionario. La institucinde la esclavitud se vio sometida a un escrutinio a veces severo no solo en

    razn de las tensiones que amenazaban alterar el orden y de las necesidadesprcticas de los bandos en pugna que se vieron precisados a prometer alos esclavos y las castas diversas formas de libertad para atraerlos a susfilas. Los hombres que se vieron llevados a puestos de liderazgo en larevolucin teman e incluso despreciaban a los esclavos, y poco esperabande ellos, aunque algunos quizs hayan llegado a suponer que en ciertascircunstancias la regeneracin que conllevaba la constitucin de la nuevasociedad terminara haciendo a esos esclavos aptos para la repblica.

    El despliegue de los principios fundantes de la nueva comunidadpoltica que entraaba la revolucin termin sin embargo por rebasar lostmidos reconocimientos de un patriciado cuya actitud ante la esclavitud

    no se explica simplemente por sus intereses econmicos. Despus de larevolucin la esclavitud poda ser defendida por razones prcticas, perono era fcil encontrar quin la justificara moralmente. Resulta interesanteaqu comparar la Nueva Granada con Estados Unidos. Como seala elhistoriador estadounidense Gordon S. Wood all ninguna institucin sevio afectada ms directamente por el espritu liberalizador de la revolucinque la propiedad de esclavos. Y, aunque l mismo subraya que el nmerode esclavos creci durante la revolucin, nos dice que la revolucin tuvo,a la larga, un efecto poderoso en la eliminacin de la esclavitud pues deforma sbita y efectiva acab con el ambiente social e intelectual que haba

    permitido que la esclavitud existiera durante miles de aos sin que nadie lacuestionara seriamente.24

    23

    SAETHER, Steinar. Identidades e independenciaen Santa Marta y Riohacha 1750-1850.Bogot:ICANH, 2005. p.240-255.

    24

    WOOD, Gordon S. La revolucin norteamerica-na.Barcelona: Mondadori, 2003. p.174-175.

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    84artigosAlmanack Braziliense. So Paulo, n11, p. 72-87, mai. 2010

    En su estudio del periodo de gobierno de Santander en la GranColombia (parte de la dcada de 1820), David Bushnell muestra las enormesdificultades para materializar la libertad de los esclavos (y la igualdad delos indios) aprobada en forma parcial en la Constitucin de Ccuta de 1821.Pero indica cmo, a pesar de esas dificultades, la libertad de los esclavosera una idea evidente, poderosa, hasta inevitable.25

    4 Precarizacin crnica del poder y la autoridad

    Con la revolucin asistimos a una exacerbacin de la dignidad con quese enuncia la autoridad, situacin que se refleja en la estipulacin inclusoconstitucional de ciertos tratamientos honorficos para los gobernantesy para los cuerpos representativos. La Constitucin de Cundinamarcade 1811, en su artculo 18 prescribi que el Rey tiene por su persona yrepresentacin el tratamiento de Majestad; la Representacin Nacionalunida, el de Alteza Serensima, mientras que en las materias de oficio, elPresidente tiene el de Excelencia; sus consejeros, los individuos del Senadoy miembros del Legislativo, Seora ilustrsima; y los del poder Judicial,Seora. Y el artculo 19 precisaba que Slo el Rey tiene tratamiento en

    el trato familiar; los dems funcionarios no pueden exigirlo en igual caso,por no ser concedido a su persona, sino nicamente a su representacinoficial. Es fcil pensar que estamos en presencia de una prolongacin delrgimen monrquico o ante un instrumento por medio del cual las litessantafereas queran reforzar su poder.

    La exacerbacin de la demanda de deferencia hacia las autoridadesque tiene lugar con la revolucin admite sin embargo una interpretacindistinta a la prolongacin de la adhesin de las lites a la monarqua:ella nos habla ms bien de las necesidades de un rgimen de autoridaden el que nada es inamovible, en el que nada es incuestionable, en el quetodas las certezas quedan disueltas, constituyendo esa exacerbacin dela deferencia una tentativa de salirle al paso a la fragilidad del orden enel rgimen democrtico. Que se intente recubrir a las autoridades con untratamiento mediante el cual se trata de elevarlas, de separarlas de lossimples ciudadanos, con esto me parece que se ratifica ms bien el hecho deque ellas carecen de blindaje contra los sacudimientos a que queda sometidoen forma permanente el orden social. Si se quiere, ese afn por dignificar elpoder ms bien muestra la considerable distancia que puede haber entre laautoridad y sus sbditos, pero sobre todo la existencia de una separacinfundante entre la sociedad civil y el poder. Un poder que no puede pretenderun reconocimiento incondicional. Porque si en el rgimen monrquico el

    poder era percibido como si se encontrara ms all de la sociedad misma,como si no estuviera condicionado, en el rgimen democrtico asistimosa una precarizacin permanente del poder que significa que su origen seasometido a un escrutinio generalizado e inacabable que desemboca en unaconstante desconfianza hacia las autoridades, las cuales son presionadas,criticadas e incluso vejadas durante el periodo de las primeras repblicas.

    El poder en el rgimen democrtico sufre otra mutacin no menoscrucial: se desustancializa, esto es, deviene un lugar vaco. El poder nopuede ser confundido con la persona de quien lo ejerce. Ese rasgo aparececon claridad por ejemplo en la Constitucin de Cundinamarca de 1811,que prescribe que el tratamiento honorfico a las autoridades solo tiene

    aplicacin durante el ejercicio de los cargos pero no en la vida privada. De

    25

    BUSHNELL, David. El rgimen de Santander enla Gran Colombia. Bogot: El Ancora Editores,1985. p.205-223.

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    85artigosAlmanack Braziliense. So Paulo, n11, p. 72-87, mai. 2010

    ah pues que la perspectiva de la monarqua (incluso si se piensa en unamonarqua regenerada) haya pasado rpidamente a carecer de sentido paralos lderes de la revolucin. E incluso que la Constitucin de Cundinamarcade 1811, que usualmente se considera una constitucin monrquica, hayasometido a condiciones de muy difcil cumplimiento el reconocimiento deFernando 7 como rey de Cundinamarca.

    Ni siquiera la figura del dictador erigida en su sentido clsico encasi todas las provincias es instituida con la esperanza de que encarne el

    poder. Ni siquiera en ella el individuo se confunde con la dignidad de que esinvestido, no subvirtiendo por lo tanto esencialmente la soberana popular.Hay que tener en cuenta adems, que los distintos lderes que asumieronfunciones de presidente-dictador debieron permanecer en los lmites que lesmarcaba la constitucin, y que los periodos estipulados a la existencia delas dictaduras fueron respetados escrupulosamente.

    La revolucin fundacional y la experiencia de nacin

    El paso de una sociedad que, si nos atenemos al tipo de poder a partir delcual se organiza el vnculo social debe ser llamada sociedad monrquica,a otro tipo de organizacin social articulada en torno al principio de unpueblo soberano que proyecta la imagen de una sociedad inasible, fue uncambio de proporciones maysculas. En la medida que an vivimos en lasociedad cuyo advenimiento fue provocado por esa revolucin, la historiade ese acontecimiento fundacional sigue estando sometida a un continuoescrutinio, pudiendo decirse que la revolucin no cesa an de producirefectos sobre la nacin colombiana y de invitar a su redefinicin. Dichode otra manera: la historia de la revolucin es indesligable del relato quedurante estos dos siglos hemos elaborado e interiorizado sobre ella.

    En este sentido este apartado presenta una mirada rpida sobre elsignificado que los colombianos le hemos atribuido a la revolucin de la

    dcada de 1810 en nuestro relato histrico y sobre su lugar en nuestraexperiencia como nacin. En estos dos siglos de rgimen democrtico y deexistencia como nacin, ese lugar ha sufrido una variacin significativa,pudindose englobar ese itinerario en dos grandes momentos.

    Un primer momento en que la revolucin constituye el acontecimientofundacional de la comunidad poltica. La atribucin de esta potenciaal evento revolucionario es observable desde el momento mismo de suacaecimiento, cuando los actores creen que se est operando un cambiofundamental en toda la sociedad. Un cambio que muchos neogranadinosconsideraron de orden providencial pues permite a los americanosrecuperar unos derechos conculcados durante tres siglos por una nacin

    extraa que haba irradiado apenas despotismo y oscuridad. Dentro deesta lgica argumentativa es que aparece entonces la denominacin dergimen colonial, invencin que debe contarse entre las principales quehace la revolucin, y cuya capacidad movilizadora no guarda relacin conel hecho que sus ingredientes proceden de una mixtificacin de los tressiglos anteriores al acontecimiento revolucionario. Este fue vivido por losnotables neogranadinos como el inicio de una nueva comunidad poltica:la democracia, a la cual adhirieron bajo dos denominaciones principales:gobierno representativo y sistema federativo, las cuales contenanentre otros elementos, un acuerdo tcito sobre el carcter necesariamente

    representativo de la democracia. No menos importante fue que los lderesrevolucionarios hubieran concebido claramente el nuevo rgimen y la

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    86artigosAlmanack Braziliense. So Paulo, n11, p. 72-87, mai. 2010

    nueva sociedad a partir del principio de la soberana popular, abandonandorpidamente al rey como figura articuladora de la sociedad.

    Los neogranadinos de la revolucin de ninguna manera se acordaronen torno a una nica manera de interpretar los acontecimientosrevolucionarios y los resultados de ella. Todo lo contrario: la nueva sociedadcontena una imposibilidad congnita para que tal unidad de pensamientosacaeciera. En adelante ese ser el signo de la relacin de los colombianoscon el destino y el significado de la revolucin.

    Uno de los primeros debates sobre la interpretacin de la revolucin tuvolugar en la dcada de 1820 entre bolivianos y liberales o santanderistas. Losbolivianos vean la etapa de las primeras repblicas (1810-16) solamente comoun caos, y en el mejor de los casos como algo inocuo, y tendieron a considerarque el impulso revolucionario haba provenido de Caracas. Los liberales, por elcontrario reafirmaron con fuerza que la revolucin haba comenzado en 1810y que esa primera etapa era fundamental y creadora, y que la revolucin habasido un proceso endgeno.26

    Cuando surgen propiamente los liberales y conservadores como partidoshacia mediados del siglo XIX, la disputa respecto al significado de la revolucinfue fundamental en la estructuracin de sus identidades. Unos y otros podancoincidir en que la revolucin era el punto de origen del rgimen democrticoy de los partidos, pero diferan en diversos puntos, particularmente respecto acules eran las claves de la diferenciacin de esos partidos, y cul deba ser laactitud ante la revolucin. Los liberales tendieron a pensar que la revolucinera algo inevitable pues el vnculo con la metrpoli espaola solo habaaportado el atraso, el despojo y la obstruccin de los progresos de la nacincolombiana. Con todo lo importante que era para ellos la revolucin, sinembargo, solo haba sido el comienzo de un designio de libertad y de progresoindefinido que deba ser continuado. Los conservadores, por su parte, fueronmuy agudos para observar tanto el hecho que con anterioridad a la revolucin

    americanos y peninsulares formaban una misma comunidad, como que larevolucin haba significado un trastorno fundamental del orden social en elsentido que la autoridad haba devenido algo sustancialmente frgil. De ahque la revolucin, segn los conservadores, debiera ser estabilizada, terminada,que la obra de la revolucin debiera ser decantada. Los liberales por lo tantoestuvieron mas inclinados a repeler cualquier vnculo con la antigua madrepatria en favor de un inters intelectual y poltico por pases que asociaban alprogreso y la libertad indefinida, mientras que los conservadores desarrollaronuna fuerte admiracin por los valores y las ideas espaolas las cuales dabanespesor a su inquietud por la inestabilidad del orden social.27

    Para los numerosos intelectuales que consagraron alguna reflexin a

    desentraar la naturaleza de los partidos y de la divisin partidista colombiana,la revolucin de la dcada de 1810 es en ltima instancia el punto a partirdel cual pueden hacer inteligible la sociedad. Pero a ms de los debatesintelectuales que la tienen por hito divisorio, la revolucin es hasta entradoel siglo XX un motivo central que vemos constantemente realzado en laliteratura, en la pintura, en los estudios histricos y las celebraciones cvicas.

    A partir especialmente de la segunda mitad del siglo XX se produjosin embargo un cambio sustancial en el lugar de la revolucin en el relatonacional: la revolucin fue banalizada. En consonancia con la completahegemona del paradigma de las ciencias sociales que hace de la poltica

    apenas un segmento del mundo social, al lado de la economa, el derecho, lacultura, etc., los intelectuales del siglo XIX que haban producido vigorosas

    26

    Los dos textos fundamentales de este debate:DEL RO, Juan Garca. Meditaciones colombia-nas[1829]. Medelln: Editorial Bedout, 1972;AZUERO, Vicente. Paralelo entre el gobierno

    monrquico constitucional y el gobierno repu-blicano puro, con relacin a Colombia. Gacetade Colombia, Bogot, n.544-554, 1831.

    27

    Dos textos en los que pueden hallarse elemen-tos importantes de esta controversia: SAMPER,Jos M. Ensayo sobre las revoluciones polticasy la condicin social de las repblicas colom-

    bianas.Paris: Imprenta de Thumot y Cia, 1861;GROOT, Jos Manuel. Historia eclesistica y civilde Nueva Granada. 3 tomos. Bogot: FocinMantilla, 1869.

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    87artigosAlmanack Braziliense. So Paulo, n11, p. 72-87, mai. 2010

    interpretaciones de la revolucin neogranadina tambin fueron relegadostotalmente. Con ellos fueron dejados en el olvido fructferos esquemasinterpretativos sobre la naturaleza de la revolucin.

    La banalizacin de la revolucin consisti en primer lugar en unborramiento intelectual de la revolucin, la cual dej de ser un momentoimportante de la historia nacional. Jaime Jaramillo Uribe uno de los msnotorios historiadores de la corriente conocida como la nueva historiapudo as subsumir la revolucin en los cambios operados por las reformas

    borbnicas, que culminan segn esos historiadores en la revolucin liberal dela dcada de 1850. Entre las reformas borbnicas y las reformas liberales, larevolucin fundacional aparece como si no tuviera ningn significado en lahistoria colombiana.28

    Esa banalizacin en segundo lugar ha significado un abandonode la revolucin como fundamento y como horizonte de la comunidadpoltica: la revolucin deja de ofrecer un punto de referencia para cualquierproyecto poltico: no es a partir de all que se piensan los problemas y losdesafos de la democracia. No ocurre como en el siglo XIX que se pensaba,especialmente los liberales, que la revolucin deba ser proseguida yculminada en direccin a perfeccionar derechos y libertades.

    Esa banalizacin de la revolucin es un sntoma y una importanterazn de la prdida de potencia del mito fundador de la nacin colombiana,de que carezcamos de un mito fundador con capacidad para proyectarnoscomo nacin. La sinsalida es perceptible en el hecho que en la actualidadlos historiadores parecen concordar en que esta revolucin que cumple dossiglos es algo importante, pero experimentan cierta dificultad para elaborarel sentido del acontecimiento. Algunos estn seguros que hay que doblarrpidamente la pgina de los festejos bicentenarios porque, segn ellos nohay nada que celebrar pues al fin de cuentas, dicen, se trata simplementede doscientos aos de violencia y frustraciones.

    Desde mi punto de vista, esta manera quejumbrosa de contar lahistoria colombiana no solo carece de fundamento sino que forma parte delproblema. En qu sentido? En dcadas recientes los intelectuales han tendidoa creer que el nico conocimiento legtimo o verdaderamente cientfico esaquel de tipo crtico, esto es, aquel conocimiento consagrado a revelar losaspectos malsanos de la sociedad y sobre todo del poder. En este sentidoconsideran que cualquier mito que aluda a vnculos en comn, a la existenciade una nacin, constituye una simple mentira que es preciso desbaratar.

    Sin embargo, para vivir en sociedad los hombres necesitan de ficcionesque los impulsen a pulir los acuerdos y las instituciones bajo las cualesllevan su existencia.

    En el caso colombiano la revolucin iniciada en la dcada de 1810 esel nico acontecimiento que podra llenar ese vaco de un mito fundadoren una sociedad sometida a tantos desafos. Pero la fertilidad de eseacontecimiento inaugural solo puede desplegarse a condicin de que noslo apropiemos de manera creativa, es decir, como parte de un procesode reflexin, no simplemente como una celebracin emotiva de nuestraspresuntas virtudes y de nuestro exotismo.

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    Ver especialmente URIBE, Jaime Jaramillo.Etapas y sentido de la historia de Colombia. En:Colombia hoy. 15 ed. Bogot: Tercer MundoEditores, 1995. p.25-55.

    Recebido para publicao em setembro de 2009Aprovado em Janeiro de 2010