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232 1kstilnonio Parte 11 JUA1 1 l TAUSK Referencias y citas bibliográficas Aulagnier, Piera: El aprendiz de historiador y el maestro · brujo, .Amonortu, 1990, Buenos Aires. Callegaris Contardo: Pour un clinique différentielle des psychoses, Point hors ligne, 1991, París. Freud Sigmund: La represión, Amorrortu, Vol XII, 1979, Buenos Aires. Gallende Emiliano: "Acerca de la función del analista", 2Q Congreso Metropolitano de Psicología, Compilación, 1987, Buenos Aires. Frege Gottlob: Los fundamentos de la aritmética, Univer- sidad Nacional Autónoma de México, 1972, México D. F. Lacan, Jacques: Seminario Las Psicosis, Paidós, 1982, Buenos Aires. Maimónides: Guía de los perplejos, Dirección General de Publicaciones, 1993, México. Nasio Juan D.: La for.clusión local: una contribución a la teoría lacaniana en Los ojos de Laura, Amorrortu, 1987, Buenos Aires. Nerváez, Guido: En torno a la psi.cosis, Tekné, 1989, Bue- nos Aires. Perrier, D.: El cuento de la buena pipa, Petrel, 1978, Bar- celona. Silvestre Michel: "Transferencia e interpretación en las psicosis", en Psicosis y psicoanálisis, Manantial, 1985, Buenos Aires. "Talmud Babilonio'', Pirke Abot, Siglo II, en Sidur, Conse- jo Mundial de Sinagogas, 1965, Buenos Aires. Tustin Frances: Estados autísticos en los niños, Paidós 1987, Buenos Aires. Van Gogh, Vincent: Cartas a Theo, Goncourt, 1980, Bue- nos Aires. Testimonio de la Clínica ' Lic. Dardo Turnas: Buenas noches. Hoy quiero . sentarles al doctor Fernando Ulloa, médico, psicoana> lista, referente obligado del psicoanálisis en la Argeri:· .. tina. Autor de numerosos textos y ensayos: Ustedes tra":· bajaron bibliografía de la que es autor, referida a las instituciones y a la "cultura de la mortificación", en la Novela clínica psicoanalítica (Paidós). · . Lic. JuaD:';"'rausk: En el '67, después de"la noche de .. los bastones largos", se desplomó la Carrera de logía -por ese entonces no era Facultad. Quedó . da de su equipo docente, el que fue reeríl:Plazado ¡:íoJ' fantoches. Uno de los desplazados fue Fernando Ull?a; ,, ..,:.;.51\'# •quien tenía a su cargo por ese entonces la cátedra de Psicología Clínica de Adultos, antecésora de ésta: QÜfo:,· nes quedamos a mitad de camino en esa época sen ti:'. mos haberlo perdido, como también a José Bleger; vid Liberman, José Itzigson y otros. Escucharlo nó'y.,, · :;¿, restaña esa herida. Sigue estando en su casa .. , :. '':''·•"*. . . .. . ,, :: . Dr. Fernando Ulloa: n?ches. cia¡¡ a Juan y a Dardo por la mvitac16n. Fm profesor e1L. esta cátedra a comienzos de los años '60 y luego en· lds .. " · · -·":f ,..., '70, ambas décadas interrumpidas por bastoi:_azos .. , 1 :_;•• menos largo§. 1 ·::¡·r s!r --L·;:if - ' . ,"'.'

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232 1kstilnonio Parte 11 JUA11l TAUSK

Referencias y citas bibliográficas

Aulagnier, Piera: El aprendiz de historiador y el maestro · brujo, .Amonortu, 1990, Buenos Aires.

Callegaris Contardo: Pour un clinique différentielle des psychoses, Point hors ligne, 1991, París.

Freud Sigmund: La represión, Amorrortu, Vol XII, 1979, Buenos Aires.

Gallende Emiliano: "Acerca de la función del analista", 2Q Congreso Metropolitano de Psicología, Compilación, 1987, Buenos Aires.

Frege Gottlob: Los fundamentos de la aritmética, Univer­sidad Nacional Autónoma de México, 1972, México D. F.

Lacan, Jacques: Seminario Las Psicosis, Paidós, 1982, Buenos Aires.

Maimónides: Guía de los perplejos, Dirección General de Publicaciones, 1993, México.

Nasio Juan D.: La for.clusión local: una contribución a la teoría lacaniana en Los ojos de Laura, Amorrortu, 1987, Buenos Aires.

Nerváez, Guido: En torno a la psi.cosis, Tekné, 1989, Bue-nos Aires.

Perrier, D.: El cuento de la buena pipa, Petrel, 1978, Bar-celona.

Silvestre Michel: "Transferencia e interpretación en las psicosis", en Psicosis y psicoanálisis, Manantial, 1985, Buenos Aires.

"Talmud Babilonio'', Pirke Abot, Siglo II, en Sidur, Conse­jo Mundial de Sinagogas, 1965, Buenos Aires.

Tustin Frances: Estados autísticos en los niños, Paidós 1987, Buenos Aires.

Van Gogh, Vincent: Cartas a Theo, Goncourt, 1980, Bue­nos Aires.

Testimonio de la Clínica

'

Lic. Dardo Turnas: Buenas noches. Hoy quiero . sentarles al doctor Fernando Ulloa, médico, psicoana> lista, referente obligado del psicoanálisis en la Argeri:· .. tina. Autor de numerosos textos y ensayos: Ustedes tra":· bajaron bibliografía de la que es autor, referida a las instituciones y a la "cultura de la mortificación", en la Novela clínica psicoanalítica (Paidós). · .

Lic. JuaD:';"'rausk: En el '67, después de"la noche de .. los bastones largos", se desplomó la Carrera de Psico~ logía -por ese entonces no era Facultad. Quedó vacía~ . da de su equipo docente, el que fue reeríl:Plazado ¡:íoJ' fantoches. Uno de los desplazados fue Fernando Ull?a; ,, ..,:.;.51\'# •quien tenía a su cargo por ese entonces la cátedra de Psicología Clínica de Adultos, antecésora de ésta: QÜfo:,· nes quedamos a mitad de camino en esa época sen ti:'. mos haberlo perdido, como también a José Bleger; Di~ vid Liberman, José Itzigson y otros. Escucharlo nó'y.,, · :;¿, restaña esa herida. Sigue estando en su casa .. , ¡;•>ilif"~ :. '':''·•"*. . . . . . ,, :: '.·,::g:,¿;~;¿¡~¡ . Dr. Fernando Ulloa: Bu~n~s n?ches. ~uchiui ~~}.;,-~'ú~i,.f~

cia¡¡ a Juan y a Dardo por la mvitac16n. Fm profesor e1L. :/e::;;:'~ esta cátedra a comienzos de los años '60 y luego en· lds .. " · · -·":f

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234 Thstimonio de FERNANDO ULLOA

Cuando hace alrededor de siete años, en esta misma cátedra tuvieron la gentileza de invitarme, me pidieron que abordara el modo según el cual había organizado, en mi propia experiencia, eso que doy en llamar el "pasaje de la profesión al oficio", por lo cual enfaticé en esa opor­tunidad mi propio recorrido en los comienzos novatos de mi profesión. Precisamente, tiempo después, la cátedra me distinguió nuevamente con la propuesta de discutir, en una suerte de presentación, mi libro "La novela clínica psicoanalíticá", que lleva por subtítulo "Historial de una práctica". Es en esta publicación donde doy cuenta in ex­tenso de mi experiencia. Pero pienso que hoy, para quie­nes están más próximos a recibirse, como es el caso de muchos de ustedes, resulta insuficiente el relato de lo que fueron esos comienzos. Las condiciones actuales son muy distintas, más difíciles, por muchas razones.

Recuerdo que en Jos años '70, siendo yo profesor de esta materia, dos chicas y un muchacho recién recibidos de psi­cólogos m.e pidieron alguna recomendación para entrar en un hosprtal. Les pedí que me trajeran una lista de los diez hospitales que más les interesaban, algo que posiblemente les habrá hecho suponer que yo tenía una gran influencia, cosa que para nada era así. Cuando vinieron con la lista, les propuse transformar la búsqueda de trabajo en un trabajo de campo desde una perspectiva clínica, no ajena a lo que había sido su formación, lo cual implicaba poner en juego, o al menos no desmentir, los conocimientos adquiridos en esta formación. Les sugerí que visitaran esos diez hospitales, no tanto desde la perspectiva de una inserción en ellos, sino procurando averiguar qué ocurría con un psicólogo recién recibido cuando pretendía iniciar su práctica hospitalaria. Convinimos en que después de las tres o cuatro primeras entrevistas, conversaríamos acerca de lo ocurrido, espe­cialmente de lo que les había ocurrido a ellos.

En un primer momento no pasó nada desde el punto de vista de Ja inserción. No obstante -más allá de que

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;¡:·. TESTIMONIOS DE LA CLÍNICA PSICOANALÍTICA 235

explícitamente no fuera esa una. demanda.,. de ellos, aun­que en el fondo era la base de su investigación-, ya des­pués de esas primera entrevistas y de haberlas discuti­do, empezaron a tener una experiencia que les permitió organizar sus expectativas de un modo· diferente. Sus ex­pectativas acerca de lo que ocurriría en un hospital. Para el caso fue útil apelar a un concepto clíriico que denomino precisamente las cinco condiciones de la eficacia clínica, respecto de las cuales me extiendo en el libro que cité. La primera de ellas alude, precisamente, al modo según el cual se van ordenando las propias éxpectativas ante cualquier acto clínico en el que un operador va a incluir­se a partir de los datos, escasos o precisos, que sobre. ese campo tiene. 'Esto es importante, las expectativas exis­ten porque siempre existe una información acerca de lo que será esa entrevista, aunque esa información aluda a un prejuicio, a un nivel más bien fantaseado.

Se trata de confrontar lo esperado con lo que realmen~ . te ocurre. Y gracias a esa operación, no quedar desconcer' tado cuándo Jo acontecido no se ajusta a lo p¡;evisto, cual, · quiera sea el grado de precisión o de imprecisión de esa expectativa. Es entonces posible tener una medida orien~ ·.< ·:;

tadora para una lectura que se pretenda ~línica con ciert~ '.;,o'F.'ii nitidez no confusional entre lo que se había previsto yJo .''.{.{·~ que realmente está aconteciendo. Lectura que permite ajus' \~·i···r tar pertinentemente el comportamiento clínico con mucha :;1·~'.·Í más chance de eficacia. A esta condición la denomino'S¡Uio' >,~ zás un poco ambiguamente- capacidad de predicción~y;Iió ,;:.e<,?! porque uno tiene que sobre imprimir sus expectativásrso~·'!r;C~ bre el campo, sino todo lo contrario, hacer el ajúste','éntré .i~'i! lo que uno esperaba y aquello con lo que se encuentra:' .. @:·; · ·

En una etapa ulterior, ya más avanzadas la·s éntfévls~.:: tas, advirtieron que el objetivo original de la foserci6~'t h"cispitalaria se iba haciendo más accesible. Finalménte·;Jo\ lograron, ajustándose a esta idea de transformar.Já-Ü>us!' queda de trabajo en un trabajo de campo, ld cual impÚcó· ...

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T:EIUV/;J/JJO L!LLOA_

hospitales previstos. Pues bien, este es en cierta form 1 espíritu lo que

quiero transmitir esta noche. Desde ya, hay muchos mo­tivos por los cuales actualmente no repetiría para uste­des aquel consejo. No sólo porque la oferta de profesiona­les psi es mucho mayor -ése no es el principal obstáculo-­que como pretenderé poner en evidencia en mi charla- está mucho más relacionado con la articulación entre factores vocacionales que mueven ·un cometido, y factores ocasio­nales donde, a título de oportunidad, ejercer tal cometi­do. De cualquier manera es cierto que la multiplicidad de razones ajenas a la clínica, razone_s de nat"raleza_ s_o_cioe-_ conómica y cultural, afectan el desarrollo de las prácti­cas asistenciales tanto públicas como privadas, y hacen ardua, por momentos, la sola ·intención de sostener una perspectiva clínica que no resulte bastardeada por estas incidencias extraclínicas. Ustedes conocen esos factores que abarcan tanto los efectos negativos de la globalización, el asistencialismo como elemento político, y todas las va­riables de prácticas comerciales en el campo de 1.a salud, de modo que no voy a extenderme al respecto.

Pero sí me importa, en este punto, subrayar lo que en cierta forma acabo de introducir. Me refiero a cómo jue­gan en el pasaje de una práctica estudiantil a una prácti­ca profesional -y aún en la opción acerca de qué estudiar o qué cursar-, Jos ya mencionados factores vocacionales y ocasionales. Se diría que son estos últimos los que sue­len prevalecer en las condiciones propias del contexto actual: Retomando entonces aquel consejo, bajo una for­ma conceptual -y admitiendo que mi propia eirperiencia no puede tener sino un valor de orientación relativ~, di­ría que la confrontación entre estos dos tipos de factores no debe relegar ni desmentir la propia lectura clínica de la realidad, no debe operar sólo por la vía de una estrate­gia administrativa. Por lo cual entiendo corresponde que

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rne detenga en los li:r1eamie:ntn' _ , . """" . _ , ' __ -··· l , ]' . ~ d 1 s generales de la~·-"'~ .. ogia e 1mca, ues e a Persnect'va d · . • ,,,. _,,.'. - • ' e m:u::1ucl ' ·~--" tico y sugiriendo poner en iuego 1'o·p·

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" oo o·mum ·"· . teng.an adqui:rído ustedes en esta persn& e· º·"".' i!!l)lá. , . ,.~c.1ve~·quli\'~-s":puesto no es la un1ca, para es~ t:r'.'-~~ntó de:~ y vocac10nes en el contexto de lo. imciac10n profesim:i.ru:'~ff>!·.

Dardo Turnas me comentó que muchos de ustedes·~~··· .• ··-''= tán enojados con el psicoanálisis. Tambien, en alguu~iif:;;, ocasiones, suelo estarlo yo, pero más que con la discipli~"·1f na, con aquellos psicoanalistas que olvidan la importan~ · • .. cía de ajustar el principio básico de la abstinencia a otro· principio básico,. sobre todo cuando el psicqaná1isis abor" da las cuestiones del campo social; el principfo de• Ia per• tinencia. Si la abstinencia se fi1ndamenta en todo lo qú:e se puede hacer desde un legítimo no ha~er, Ia p:ertin:en­cia se ajusta más a aquello que sí es necesario hacer,. se~ gún cúáles sean las condiciones del campo en las: euales : alguien pretende sostenerse como analista. To:do esto co­bra valor ei;r aquellas circunstancias en las que eI cii.nico ya no trabaja como "local", protegido por el ámbito al que está acostumbrado, sino que debe funcionar como· "vis]: tante'', en un campo social que por la muitipli:cidad de factores que lo componen suelo denominiÍ.r "campo de fa : numerosidad social", algo más abarcativo que hablál7 de psicoanálisis de fas instituciones, como suele ser frecÚen: te. En realidad, el término numerosidad social no: alude,, tanto ¡1 las características del campo, sinu al he~h'O: qut?~!,:; trabajo de un analista en estos campos siempre implí.<:,~-~· una· tarea con sujetos multiplicados, si bien está tra ·· · · · jando, está operando, en el uno a uno de cada sujeto/a que estO no responda explícitamente a una.deten&u:' modalidad téénica. Pero es ahí donde se apunta"' ' numerosidad·.social que bien podría Uamarsecbn· · dad de sujetos. ··~ ·

Con frecuencia· afirmo que ser p·sieoama!is{ nada más que un rumor, pGr más títruos:y)m ··

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238 Testimonio de FERNANDO ULLOA

que se puedan exhibir. Ei caso es poder estar psicoana­lista cuando es pertinente hacerlo. Y para ello, desde una perspectiva clínica, resulta importante no practi­car teorías sobreimprimiéndolas en un determinado cam­po, sino conceptualizar las prácticas desde el nivel teó­rico que cada uno haya logrado. Es lo que designo como el matiz pertinente de una abstinencia, lo que -como ya señalé- viene a quedar situado entre todo lo que se pue­de hacer cuando uno opta clínicamente por no hacer al­gunas cosas y todo lo que hay que hacer cuando uno se ajusta pertinentemente a las características que ese cam­po demanda. En el campo social la abstinencia no queda torpemente definida en un ponerse al frente y guardar silencio. Es claro que en estos casos el psicoanálisis suele pasar por el propio psicoanalista. Si tengo ocasión, algo voy a decir al respecto más adelante.

Recuerdo que en la década del '70, segundo período durante el cual estuve al frente de esta cátedra, propuse cambiar su denominación por el de "Metodología Clíni­ca", quizás en función de mi interés personal por el tema. Una metodología no sólo aplicada al psicoanálisis, aun­que obviamente no podía sino estar profundamente atra­vesada por mi propia condición de psicoanalista.

Entiendo la metodología clínica como una manera de leer y procesar los datos de un campo en función de obje-1.ivos propios de la operación. Para situar sus bases, con­viene recordar que hay dos linajes clínicos.

Por un lado, aquél originado en la medicina, donde la ~línica es holística y procura hacer una lectura global de los datos del campo. Cualquiera de nosotros, cuando ape­.amos a un médico, nos encontramos con tres condiciones fundamentales de su clínica. La lectura global de nuestra dolencia, los suministros necesarios para nuestro cuidado r prescripciones farmacológicas, o sea los medicamentos, i los que se suman las recomendaciones o consejos a se­:;uir. Esta es la legitimidad de la clínica médica.

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TESTIMONIOS DE LA CLÍNICA PSICOANALÍTICA 239

Por otro, el de la clínica psicoanaiíticá, que de Ja mano de la abstinencia pertinente se ha alejado de los legíti­mos caminos médicos; ya no se trata de.una clínka glo­bal, sino que privilegia el fragmento, puesto que es de esta forma como suelen presentarse las producciones del in­consciente como puntos de referencia importantes para una lectura clínica. Tal es el estatuto de los sueños, los síntomas, los actos fallidos y otras tantas brechas por · donde accedemos a esa "otra escena": Y si bien no se trata de una clínica de cuidados, sino de transferencia, ésta requiere una cuidadosa atención, fundarrientalmente para no hacer uso de ella como poder personal. No es una clí­nica de prescripciones ni consejos, sino una clínica de acto, de palabras con finalidad interpretátíva.-

Una vez establecidas estas distinciones, conviene te-ner en cuenta que no hay linajes clínicos,_puros. Así; des-de esta concepción de la clínica que no se atiene a la pu­reza, sinÓ que considera lo pertinente de la intervención como un recurso instrumental en cada momento, quiero proponerles algunos lineamientos generales de la meto­dología clínica que, según entiendo, pueden acompañar­los en este pasaje de la condición de estudlantes a la pro­fesionalidad sin desmentir, precisamente, sus fundamertc tos. Yo no diría que les va a ser muy directa y fácil:la. aplicación de lo que vengo diciendo en esto de las ocac siones y las vocaciones a la propia práctica· de ustedes. Sí diré que cuando hablo de todo esto lo estoy haciendo· desde un ideal clínico, cuyos lineamientos más generales pretendo transmitir. · ·· .. · · ··· · ··- · '; ' ': é?·i1f;or~.i

De .hecho ustedes, como clínicos, siempre se van·a,en": contrar con lo que llamaría la lectura ordenadora del\sU',!':"' ceder diagnóstico y la construcción conjetural del atonté•"''·~"~'

't' ·.-:1:~.(.'¡q,h_,__..·:-;c~,;::~-; cer pronos ico. · · · .,, ,,,,_., .. " ·.-.~:

El suceder es inherente al pensamiento deductivo,::;;;~0 · aquel que hace posible, a partir de princlpios: que dan!{·;:~ cuenta de una situación determinada, hacer una' lecthi-a;:<

240 Testimonio de FERNAJIDO ULLOA

diagnóstica. En cambio a un pronóstico se lo construye. Claro que aquí es importante hacer la salvedad que no se trata, ni en la clínica ni, en general, en el pensamiento crítico, de dibujar un futuro preestablecido, sino que esa construcción de hecho orientada hacia un resultado, se ajusta más a la idea del bosquejo. En el bosquejo el final siempre tiene algo imprevisto, algo propio de todo acon­tecer futuro. Claro que en ese final es posible reconocer distintas marcas de lo que aconteció en ese bosquejo.

Lo anterior resulta importante en relación al diag­nóstico que cada uno de ustedes puede leer acerca de lo que ha venido sucediendo en ustedes mismos en cuanto a la capacitación personal de la que han sido objeto, o de las que han sido sujetos, y esto no es poca diferencia, sobre todo advirtiendo cómo ha incidido o no sobre us­tedes. En todo caso, el acontecer pronóstico a construir -ahora aplicado al pasaje desde la práctica de estudian­te a la profesional-, estará radicalmente afectado según cómo se hayan hecho jugar hasta ahora -y sobre todo cómo habrán de jugarse en el futuro-, los factores oca­sionales y vocacionales.

Cuando hablo de factores ocasionales y vocacionales, no incluyo necesariamente en esa diferenciación una je­rarquía a favor de uno o de otro. Se trata sí de considerar cómo se articulan ambos, cómo alguien puede o no trans­formar las ocasiones en algo más que una mera oportuni­dad asumida al costo de tener que ajustarse a las condi­ciones de la misma, o por el contrario, qué posibilidades tiene de trabajar esa ocasión, de asumir esa tarea, de abor­dar ese paciente, tal vez en condiciones que se apartan de las expectativas de ustedes, cómo pueden trabajar des­de una perspectiva clínica más ajustada a lo que entien-dan por vocación. .

Debo decir entonces al¡¡¡o:'respecto de la vocación. Lo que estoy tomando en cuenta en relación con este térmi­no no alude tanto a la tradicional perspectiva que la define

como un determinado tipo de actividades, un campo es­pecífico del quehacer, sino que estoy enfatizango en la palabra vocación, una manera de hacer l;s cosas. Podría decir que aludo a una manera ética y eficaz de operar dí­nicam ente, considerando que como clínicos -y \obre todo en el campo psicoanalítico-, no tenemos un proyecto para el paciente, pero sin embargo esa aetitud abstinen­te-pertinente puede representar una mar;:a fuerte en ~a construcción o el curso que el paciente haga de su propio proyecto. Sobre todo -y esto vale e_special;11e~te para el psicoanálisis- cuando pensamos mas en _!;ex:m1nos de un analizante que en términos de nuestro analizado.

Sé que la palabra proyecto no es la i::alahra,~ás ade­cuada en lo que. concierne al quehacer ps1coanal~tico. Pero en la ocasión la encuentro suficientemente grafica para esclare.cer lo que pretendo transmitir. Cuando hablo de proyecto estoy pensando en la incidencia,_tanto en el dí" nico como en el clinado, de una actividad que esté regula~ da por un deseo no traicionado como por-.un compromiso que está más referido a los otros, a lo social. · · · ' : .

Encuentro oportuno insistir un poco JI1ás ~n est? del . _ suceder y el acontecer. Si el término si¿.ce;Ier re~mte a sucesivo a la consecuencia de algo prev10, la impor­tancia d~l acontecer reside en su apela\:i?n a un nuevo linaje, a un registro inaugural, donde se jue~an efec,~ •::'.;:'•· tos que apuntan al futuro, tanto para el clínico como para ·el clinado. :•. -,;.: ~ · ;~

En· este sentido, el suceder estaría más ligado·a la: di:: , .]: mensión ocasional, en la que tenemos oportunidad de m:, · .;;_ cluirnos; en tanto el acontecer resulta más próximo_"!('}~, . ,' /~ .• • vocación definida como ya lo he dicho, como mia-m:a:ner:t .. ,;.~·:,. de hace; las cosas que prevalentemente. r~sp?ta'la ~~!TI1~;¿}'k~i laridad del campo sobre el que operamos, aun cuando acepe._::...•::?_ te que las trazas vocaciona~es del operad(jr tienen·-ef~~tó·~_p·i:':'." :f¡ sobre ese campo. De cualqmer r:i:mera, es_a_ f?rm~ ~,e h~c~r ; >~ las cosas regula la ardua relacwn entre no traicmnar '.et·: ·•.j¡

~ -. : '';- " y

242 Testimonio de FERNANDO ULLOA

deseo y no traicionar el compromiso, sin olvidar que de ajustarnos sólo a la idea corsaria de nuestro deseo, como Edipo, vamos al muere. Pero si sólo nos ajustamos al com­promiso con el o los otros, es muy probable que la muerte sobrevenga ... por aburrimiento.

Esa clínica de la lectura diagnóstica y de la construc­ción pronóstica, del suceder y del acontecer, es inherente al pensamiento crítico, pero hay además en esta formula­ción un término clave, que merecería nos detuviéramos largamente en él. No haré sino mencionarlo para ubicar­lo en este contexto. ·

Si el suceder tiene que ver prevalentemente con el pasado, en tanto el acontecer se reporta a la conjetura, al futuro, al conocimiento con él inaugurado, en el presente clínico, en cualquier momento en el que se produzca un acto clínico, se resignifica el pasado, se conjetura el futu­ro -dimensión diagnóstica- y se construye la visión que desde .el presente se extiende tanto al ayer como al ma­ñana. Y con esto puedo introducir el término que consi­dero clave, el devenir. El devenir es algo esencial tanto en la clínica psicoanalítica como en la capacitación de un clí­nico, que va atravesando ocasiones trabajadas desde su manera de ser, desde su vocación.

Tengo al respecto una anécdota que hace mucho me contó mi amiga Mimi Langer y que en ese momento ver­daderamente me conmovió, tal vez por haber tenido en mí un efecto de interpretación. Eran los tiempos difíciles de la represión militar del los años '70. Se trata de la his­toria de un maquis, de un combatiente de la resistencia francesa, que preso en un tren, va con destino a un campo de concentración. Piensa entonces que tendría mayores chances de salvarse si aceptara que si bien su situación actual era desgraciada, tenía .cierta lógica el hecho de encontrarse allí, en ese tren, dada la índole de sus activi­dades y los riesgos asumidos en la Resistencia. Se pregun­tó, desde ese presente trágico, cuándo se había "subido" a

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TESTIMONIOS DE LA CLÍNICA PSI~~ ;se:···. r·· lT--(117 AL,, A · · · · ····· !lw ,•:~ ese tren y recordó que a los catorce·a- . -, . . . . nos un.campanero lo habia invitado a una ~ov1hzaci6n estudiantil. Enton- . ces, en ese recuerdo, se d10 cu~nta de que ése había sido, posiblemente, el primer paso e :un proceso c¡úele>abrió una visión del mundo y de sí mismo en ese mun~o. ul1 paso que lo condujo a una decidida lucha contra los' na­zis, un francés de la resistencia. Así, desde ese presente que resignificaba el pasado y le daba coherencia, encon" tró la fuerza necesaria para construir un pronóstico dis­tinto al de morir en un campo de concentración. No sé bien cómo terminó la historia, pero en todo caso el maquisard vivió para contarla. No cabe¡:duda que la fuer­te vocación como una manera de sef y de hacer, trans­formó la adversa ocasión de aquel sµjeto.

_ Deleuze, por su parte, define muy bien este tema del devenir, tan vinculado a lo que nos importa hoy.· "Alicia -la del País de las Maravillas-" (nos dice) "es más gran: de que cuando era más chica y más chica que cuando sea más grande ... ". Como parangón no es i:p.alo, y hasta resul". ta auspicioso en Jo que hace a la situación de aquellos que hoy son más grandes que cuando empezaron la formación. universitaria ... y más chicos que la;dimenslón profesiO" nal a la que aspiran. ' _) <JiiJ< . ,,.

Desde este concepto del devenir, inherente a la clíIJ,i~>J:;/; ·ca, y ubicados en el momento actual, pienso que les coLyf'i; rresponde a ustedes preguntarse cuándo se subieron r-::(f .. Y'f\ qué fue lo que los subió- al tren de la psicología, ·en)IJ;ic · perspectiva de esa re.significación de la que hablani9s)•• ' Importa definir si lo hicieron en una situación pcasiQD;iJ,l .. ~ •• o. si fueron Jos determinantes del deseo vocacionaJ:ql1~ :<; se jugaron allí. Sin esa perspectiva histórica, la VE!ci!~i:•~;.; ción se)nstala; si es posible acceder a esa historia,,.JJ,!l.~~¡ actitud hacia la construcción pronóstica puede :sef;·bas~ tante distinta. · : '"':úü;;:r,,fü~:~,~j

<Estuve viviendo afuera por tiempdsae la tiraníamilitaxii:'0'J ..___. - - .. -.,.,., -·,; .. , :~--~·:r época en la que tantos tuvimos que hacerlo. A mi xe¡fr:e.sp,~;;:~

~-.:_·:>{r11~jJ

formé parte del Movimiento SoHdiuib de Salud Mental. En algún momento, dentro de rrús adtividndcs, me ocupé de selecciona~ terapeutas para trabajar con familiares de víc­timas de la represión y otros organismos de Derechos Humanos._ Los candidatos voluntarios ~nm muchos y se trataba de hacer una buena selección; en .función de la naturaleza delicada y ardua de una clínica necesariamen­te atravesada por la tragedia. Les preguntaba entonces

. ' ' a qmenes se proponían para la función,''<•n qué momento pensaban que se habían subido al tren de los Derechos Humanos o en todo caso, ·cuáles eran en su parecer los antecedentes que justificaban el hecho de proponerse ahora para esta tarea. Se trataba de datos que revestían para mí cierta importancia, en relaoi-ón con la coheren­cia vocacional necesaria para uni')a.ctividad particular­mente difícil. Coherencia' ideolói;Í~a -en el sentido más

·fuerte del término-, ~.a.samento pat •. na. capacitación eficaz y'aJustada a la etica de una tat~ c0mo la que nos proponíamos llevar adelante. · .. · e

Me doy cuenta que me he extendid~ inás de lo que me había propuesto solamente mencionar entorno a este tema del devenir. y lo voy a retomar, puesto que me parece muy articulado, predsamente desde su.ausencia, con una figura de la psicopatologia freudiana pre-psicoanalítica, las neurosis actuales. Freud las describió relacionándo­las con trastornos de la economía libidinal, antes de po­ner en marcha teórica y metodológicamente las posibili­dades de la clínica psicoanalítica, razóñ por la cual esas neurosis parecían situarse por afuer:a de la transferencia y su posibilidad de análisis, Hoy no diríamos lo mismo; aunque es una figura aJgo"én desusf> resulta, al menos en mi experiencia, una concéptualizaoi.(ín recuperable con beneficio cuando se interviene desde una ·p"rspectiva psi·· coanalítica en el campo social, específicamente en el tra­bajo con las comunidades muy morti!ÍCifda8, situación eme defino en términos de "cultura de la~¡wrtificación". Ya ·no .. .

•.

es cuestión en ella del dinamismo propio del malestar en la cultura -este concepto freudiano a mi entender parti­cularmente útil-, proveniente de la tensión que a nivel intra e intersubjetiva genera la doble condición'<de ser a un tiempo hechura y hacedor de la cultura. En la mortifi­cación, asunto sobre el cual no puedo extenderme aquí, ese malestar se ha trocado en malestar hecho cultura. En esas situaciones se oye decir, de modo implícito o explíci­to, más o menos lo siguiente: aquí las cosas fueron, son y serán así. En la mortificación, el sufrimiento ha hecho costumbre. Se diría que impera una luz•mortecina, a modo de conciencia de una situación donde d pasado, continua­mente actualizado, se hace pasado continuo y anula tanto el necesario-presente donde se resignifica el ayer, como el acontecer del mañana, es decir, anula el devenir donde el tiempo fluye como fluye el pensamiento.· · ·. •. · \

Una situación de esas características, las de las neu~ rosis actuales, puede resultar una trampa mortal_ par~ el . .. joven clínico -y aun para el clínico avezado- que ~nscn~~ allí su práctica. Pensemos por ejemplo en un res1dei;ite .°, en un concurrente, con todas las motivaciones vocac10Iia' . les y sus expectativas para aprove~har la ocasión,_ corit~l · ., dos sus recaudos éticos, que se ve inmerso en una cultu_i:-ª••<;.:~ mortificada, por definición cultura corrupta Y c?i:iuj>~óta.E!~ tanto de principios éticos como de deseos vocac10nales Y -; -:'l también de actitudes solidarias. Este joven concurren:~. f te o residente, pero insisto que otro tanto cáb"<F~écir'd~ · · alguien con más experiencia acumulada, au:ique_.~~- ·~~~. · corrupto pasa a ser i,m engranaje de esa s~t1la~10!,1:_?°,: .. :,1 rrupta. Le resultará· entonces arduo lograr que 13: C~!!;~. ~ dición novedosa de su preseneia dé cabidá al' presep.te;;,;,;¡ necesario -al devenir'-' y haga posible que lá pjofeifül'.jr~?I nalidad se oriente hacia el oficio. · ·' · · · : :• e:· ·:•:;?;~<;¿ ;¡

En seguida me ocuparé de esta profesió1_1 ad-vi:u~~d3:.• f oficio, pero antes diré que encuentro con frecuenc1a.,la situación descrita, cuando me ocupo como

246 Testimonio ck FERNANDO ULLOA

de la salud mental de los equipos de salud -incluidos los de salud mental-. Lograr revertir la mortificación actualizada, es uno de los ejes de mi quehacer en ese campo Y con menor frecuencia, aunque la tarea re­sulte particularmente importante, en los ámbitos de aprendizaje. .

A veces, cuando ese trabajo tiene cierto éxito se . ' crean en esas comumdades tan atravesadas por las neu-

rosis actuales, bolsones más o menos protegidos, más o menos acorralados, donde existen condiciones de prof~sionalidad que oficia, esto es, donde se diría que la vida pasa por ese quehacer. Precisamente porque el ?fic10 es una manera de vivir. Y entonces ser engra­naje de un sistema corrupto supone comportamientos por momentos satisfactorios en cuanto a los valores éticos, profesionales y ·vocacionales puestos en juego. Otr~s veces supone dudas acerca del propio compor­tamiento. Y otras veces un malestar que denuncia la contaminación de la corrupción. Pues bien, en esos bolsones de oficio, si las cosas funcionan bien es fac­tible que esas cavilaciones que van de la satisf~cción a la duda o.ª la franca incomodidad puedan ser impor­tante motivo de palabra. El crear esas condiciones es parte de mi trabajo.

Y ya que hablamos de oficio, voy a insistir a modo de mtro~i.:cción de lineamientos más precisos, en que las condic10nes de hoy son bastante más difíciles que las de los años '60, cuando tomé contacto .por primera vez con esta cátedra de Psicología Clínica de Adultos ! también cuando lo hice por segunda vez, en los año~ 70. No obstante, también teníamos nuestras dificul­

tades. Por ejemplo, fue un largo y arduo esfuerzo con­s:guir la legitimación del ejercicio profesional del.psi­cologo, estatuto obtenido gracias a esas primeras ca­madas y ª.las asociaciones y colegios en los que se fue­ron organizando los psicólogos.

TESTIMONIOS DE LA CLÍNICA PSICOANALÍTIC.4 z}ff .717 ~~~~:::.'.:'....:=.:::...::=-=:::=.::::.o-=-=.:.=:::::.:::::=::.::.::.:.::.o.;:_~~~~-=..:..:..

Vaya esta anterior referencia histórica a modo de in­troducción del recorrido por las tres etapas que .considero fundamentales en este proceso de capacitación, cualquie­ra sea el oficio, pero prevalentemente cuando se ~rata del oficio clínico y por supuesto que habJo desde mi expe­riencia en la clínica psicoanalítica.

Cada una de estas etapas se singulariza en función de determinadas características. ·

Una primera etapa es la del noviciado. Correspon­de a los primeros pasos en el recorrido hacia la adqui­sición de una experiencia profesional. Aunque parezca curioso es en el noviciado donde un' sujeto' va adqui-, r

riendo, tal vez, su mayor urdimbre profesional. Una eta­pa que resujta trascendente en cuanto a la economía de esfuerzos, a la ética, porque es el momento en el cual, para sostenerse desde su inexperiencia, el novicio pro­fesa a la manera de maestros y modelos vivientes, en un juego de identificación donde podiía decirse que él es lo que en él hicieron esas identificaciones, tanto en el sentido positivo como en el negativo, en función de las marcas que se fueron estableciendo a, lo largo :del proceso de aprendizaje. Si bien estas identificaciones constituyen andamiajes de sostén, la singularidad de! estilo que irá tallando este clínico no depende preva_­lentemente de estos andamiajes, sino de marcas. mu" cho más importantes y antiguas. Con ambas materiás , irá construyendo su singularidad. " .. _,,.-¡iJ }

Cuando se tiene la suerte de escapar delefectq atrapante de esas identificaciones, que en todo caso ·Pº" . ' drán funcionar como la marca en el orillo, pero nunca c9mo ·e,,·

el orillo de una marca, se accede a un período muy1átgo,.¡ .. fi el de los amores teóricos, en el cual, más allá de la,~-~E'.3'.~st~'.~ misiones directas y de las identificaciones con figura~;J.it':i'~ vientes, el sujeto se abre ~ la lectura: a la biblfo:gr~fí~t\j u.ni versal, acuñan~o ademas las propi,~s conce. p.t .. u. ,,a,lA~.ª.· ... ~.-~':"it c10nes -que tendran o no estatuto te.Qnco, en t~~</~:~~so·.~

. _·.·,,.:,_··.·,~~~:~~~:;::~ . ·~---~~~.';'-'•'

248 Testimonio&, FERNANDO ULLOA

con el tiempél podrán alcanzarlo-, pero sobre todo se abre a la construcción de lo que suelo llamar las herramientas personales y domésticas de la práctica clínica de cada uno. No puedo extenderme demasiado sobre esta idea de las herramientas. También aquí remito al texto en el que me vengo sosteniendo.

El período de los amores teóricos puede durar toda la vida y un problema fundamental en él, especialmente en lo que concierne al psicoanálisis, es el de las pertenen­cias. Algunas de ellas son oportunistas, en la medida que el azar determina la adhesión a tal o cual pensamiento ya sea por una cuestión de época, ya sea por el nicho ecoló­gico en que alguien ha venido a pertenecer. Tenemos en­tonces la sucesión de freudianos, kleinianos, pichonianos, lacanianos ... , otros tantos profesionales que siguen atra­pados en identificaciones, donde falta un trabajo sobre sí mismo y se configura un perfil curioso que doy en llamar iano -por aquello de freudiano, kleiniano ... -, el de una clínica identificada con el rigor de la letra teórica y quizá también el de una práctica identificada con el sufrimien­to y la invalidez del paciente, pero sin tener el operador clínico una fuerte presencia -algo ya señalado como im­portante en el establecimiento del devenir.

Aunque parezca un poco vago lo que digo, la práctica demuestra hasta qué punto un clínico puede transformar­se en mero militante de una teoría, prácticamente sin crea­tividad autónoma; es la teoría la que le otorga identidad y es en ese sentido que los amores teóricos siguen ope­rando como soportes, como andamiajes, sin que haya al respecto un suficiente procesamiento personal.

En este sentido, en la medida que se produzca esa aper­tura a la que nos referimos, es en esta etapa, la de los amores teóricos, que tiene lugar el apoderamiento de la propia singularidad por parte del sujeto, quien comienza entonces a crear su estilo, del que pasan a ser tributarias las opciones que va haciendo.

. r·-·. TESTIMONIOS DE LA CLÍNICA PSICO~ALÍTICA •

_Y hablando de estilo_, en ~odo caso del ~o propio; quie­ro mcorporar algo que imphca apartarme en'de:rta medi­da de lo que vengo diciendo y luego retomaré:;:.-b;;¡j._,~:.:~ ..

Ocurre que tengo el registro de haber olvidmi<Falgo que quería decirles y que· debo estar juzg_ando como im­portante. Es una sensación fuerte la de_esté momentO. Pero cuando la transmisión habla al azar de la memoria y sus vicisitudes, pone en juego la temporalidad deLin' consciente -de allí los olvidos, los actos-fallidos las ,re" peticiones, etc.-, es decir, pone en juego un campotrañs: ferencial donde ocurren estas cosas, este presunto o real olvido al que estoy aludiendo. Este es ef~recio que ·coro' porta una transmisión psicoanalítica d9J psicoanálisis.

· Si recordamos el modo en que Freud definía- fa:. transfe: rencia, a partir de su famoso aforismo "repetir para no recordar", sabemos que también puede induir lo contra' rio, esto es, recordar en la medida que-se advierte la resistencia repetidora ...

En todo caso, este verdadero "exponercse", este ha: blar al azar de la memoria y sus sorpresas, resulta algo distinto de la transmisión del psicoanálisis más ajusta" da a un modelo académico, que de hecho tiene también su legitimidad, donde precisamente se repite para· re:· cordar, para fijar algunos conceptos nodalªs. Todo lo cual,• insisto, no deja de tener un legítimo lugar, y esto sin: olvidar que su estatuto bien puede ~er el del recúerdo encubridor. Claro que este encubrimiento además' de tapar, funciona a la manera de mojón, de señalamiento · del yacimiento encubierto.

De todos modos, quiero decirles algo más antes'de"re2 tomar aquello de los distintós momentos en la capaéita'~ ción de un clínico, momentos que de hecho se vuelvenrá establecer cada vez que un clínico se enfrenta con unrcoS . ·""''e'" nacimiento nuevo, con un proceder nuevo, en el "que' se inicia novato ya avanzado. Es decir, en cualquier mori1el1' to nos podemos encontrar repitiendo un noviciadó Ji:'Elnté .

,,,,-, . -

1

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a un saber nuevo. Insisto en que estas digresiones ilus­tran un estilo posible de Ja transmisión del psicoanálisis y que todo estilo es, por otra parte, una manera personal de proceder. Lo subrayo tal vez para que se reconcilien con el psicoanálisis como disciplina cuya presencia pue­de ir más allá de la situación bipersonal o bicorporal clá­sica, para extenderse al ámbito de Ja "numerosidad so­cial", nominación que como ya dije, alude a que el tercero corporalmente excluido de Jos dispositivos habituales, no sólo está presente aquí como sujeto, es decir en cuerpo y alma, sino que además puede estar multiplicado por tan­tos sujetos como estén presentes.

En ese contexto, el de trabajar en la numerosidad so­cial, se da una paradoja que también, de hecho, encon­tramos aquí esta noche, una paradoja que acontece cada vez que un analista es convocado o tal vez tolerado, pero pertinenfemente no es demandado en su idoneidad es­pecífica en cuanto a la instrumentación interpretativa. El análisis pasa entonces por sí mismo o, en todo caso, está presente en Ja forma de asumir un estilo, de asu­mir, por ejemplo, este olvido al que aludo, este olvido de algo que iba a decirles. Es más, puede ser también el sentimiento de algo que aparece en mí bajo esta forma, cuando ni siquiera alcanzó a tener el estatuto necesario para una rememoración.

De cualquier modo, si un analista, en esas condicio­nes, es convocado, es tolerado, enfrenta una paradoja, como decía, ya que no es demandado en sus funciones in­terpretativas. Esto reproduce cierta circunstancia que en la Edad Media llevaba un nombre latino,partibus infidelis. Se designaba así a la situación que afectaba a ciertos cu­ras díscolos, cuya opción por los pobres, o cuya solidari­dad empezaba a molestar al señor de la comarca o a las autoridades eclesiásticas. Éstas alejaban al rebelde pro­poniendo enviarlo a predicar en tierra de infieles -de allí la designación latina-, misión que comportaba una alta

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posibilidad de ir al martirio, a menos que el excluido se llamara a silencio.

Pues bien, esta es Ja palabra que quiero emplear. En estas condiciones, lo primero que tien¿: que hac<lr un ana­lista, en cierta forma y aunque resulte equívoco lo que voy a decir, es llamarse a silencio, es no predicar el psi­coanálisis. De hacerlo, seguramente va al martirio, no sé si el suyo propio, pero sí al menos el de Ja impertinente práctica analítica. En todo caso, podrá hacer el intento de operar desde su condición de psicoanalista ajustado a pertinencia. Operar de una manera q)!e le permita recu­perar su capacidad de interpretar cHnicamente. Tal vez una clínica que no desmintiendo el psicoanálisis llegue a tener una opera11cia psicoanalítica no banalizada. Por ejem­plo, interpretar en el sentido teatral,~como se interpreta un rol. Interpretar la función de un analista -o aquella si­tuación ilustrada por el hecho de no predicar el psicoaná' lisis, ilustrada por todo lo que no se hace-; por ejemplo, no tomar roles complementarios, esos roles vacantes en el ámbito donde está trabajando, sino interpretar simplemen; · te un rol desde la abstinencia pertinente. Aquélla en fun:· ción de la cual sabe lo que tiene y no ti~e que hacer -y que . no se corresponde con estar impertinentemente callad.QL.;

Esta situación de interpretar un rol en el senticfo' actoral, de un modo prevalen te por lo que no se hacé; : •. ~ incrementa mucho otro nivel interpretativo como es .. e! que se refiere a la lectura de un texto. Se trata, concreta·:'. mente, de interpretar un texto, el que supone .ese .campo: qué dice ese texto, qué deja de decir,. qué co11tradic<0.J<t ·' escena observada. Es en esta circunstancia cionde ·pri:.a;· <'{ nalista incrementa sus posibilidades de lectura, en;prü.:;;;;.t mer lugar de aquello que a él mismo le acontece :-=por.;.e.íio.·;F.¡i digo que en esas condiciones el análisis pasa por uno ri:il~J~:\{ mo- y también la lectura de lo que en el campo está su.c.~;,i:J,¡: diendo. Es aquí donde, tal vez, la lectura debe P:one{!ll.ftjj acento en el pasaje de! suceder repetitivo al linaje;g.eJ:··:¡f

Tcstinionio de FERlilANl)Q ULLOA

acontecer abriendo otra perspectiva. El analista tiene entonces Ja chance de aproximar las palabras pertinen­tes para decir acerca de lo que ahí ocurre. Este d.ecir con­figura UT1a estritctura h(tblada de lo percibido 1 que es la manera como se define una interpretación psicoanalítica pertinente, en este caso referida a lo que ocurre en un campo y no a un sujeto en particular.

Tendría que agregar que en estas condiciones que ha­cen al análisis planteado en el contexto de la numerosidad social -algo que en cierta forma está presente acá-, con el compromiso personal, con ese exponerse, uno logra tal vez crear una condición de resonancia íntima que tiene llegada no tanto a la estructura formal, colectiva, sino a Ja singularidad de cada sujeto_ En última instan­cia, el psícoanálisis en u11a situació11 colectiva opera siem_·· pre sobre los sujetos multiplicados en la numerosidad. Mencioné al pasar el término resonancia íntima, algo que en realidad aparece cuando ha retrocedido la inti­midación que puede impregnar, tal vez inadvertidamen­te, un campo social. Quizás el beneficio de ese hablar al azar de la n1emoria y sus ·vicisitudes, quizás ese campo transferencia] de ida y vuelta que se va dando entre quien se expone y aquellos a quienes se expone -se tra-· ta, insisto, de un campo transforenciaI de ida y vuelta donde tal vez el mayor sufrimiento sea el de quien in­tenta decir algo acerca de lo que ahí acontece·-, es que. va retrocediendo esa intimidad y se crea la necesaria resonancia íntima para que aquello que alguien dice en­cuer1tre una resonancia, en coincidencia o e11 disjd.en· cia 1 llUe su1)ere las co11dicio1Jes de predicar eJ1 e-1 cles1er­to. lJn. desierto IJ_o solarner.tte de oírlos sordos, sino y er1 g·e:r1eraJ; un desierto 1rLt1o::loº

Poclría extc.r1derrne pero te:ng·o q11e i+~n,_ta

q·ue ven.fa ·plE1.r1tc.a11d.o f'.:T1 ::-uax1to a los n1ome:ntos e~n el ofi­cio< '11al vez sin. proponérrnelo n111y exp'lícitan1entei Lodo esto resulta Inás bie11 una· ·n1ostracióu. de rni I11a.nera de

TESTIMONIOS DE LA ' · .,,l;f~~'Ü~~~~~ CLINJCA PSICOANALfTiéA) .. > ': z5s:§c''.f;!~

concebir la práctica psicoa11alíti 1

. ~ ·- --"--'..?::_:~S:::· .. ~~~-~;}~~ cial, mostrando posibles camino": ;;a ~-,:,''?'me~dad :a.o; .:. . 3;;;\ ca de ustedes en otros campos q' ue l 'd l lDl!<!tt:ió!l ~~' ' '•,e(ff¡I d - b', . os e consw!orfu"·"'- .. ··.:•""' ccir. que tam ien pueden pensar en el campo'ooclftl¡,,!;!,:,~.~-,,:_\;ijl

Sigo entonces con lo que -venía desa:?rollandot·~ll;t~::~'.~;,.:.?,;~ Al noviciado y sus identificaciones, decía ~-1 ';~-. ·_ .;.;,~,¡:+;~./;'~ .. _~"':'f'-· · , d d 1 t , . 1 ' e ·Blglílha!,_,-·::l'(,

per10 o e os am~res eor1cos, a o ~arg<[.del Cual ;_.-_un·o'tfd:~~I~'-_"· lo que hace. En cierto modo, las digresiones anterior-<•.·::··" ·¡ • . t t es 1 ustranan prec1samen e es o, en cuanto al estilo y:a"lif\~~-: transmisión, en relación con el arduo pasaje de 1á pré.c:.·:::J. tica novicia a la condición profesional. ' ,.;,u · : :.,,:¡~~

Esta condición de ser lo que uno hace puede exten- ·~~:~ derse a lo largo de toda una vida, ya se-trate del oficio ·•,j psicoanalítico o ·de otro. También sucede que en deter' -_~l minado momento alguien entra en crisi(_con lo que hace ·' y se cuestiona pensando que esto será así hasta la muer-te_ Se trata de algo que ocurre en todo o}icio que se pre-cie de ser vocacional. '-- ·

Esta crisis se corresponde con algo que denomino el período del desierto_ Hago así referencia•a] desierto que en la Edad Medía -o quizás antes, de hecho a;,tes- los anacoretas elegían como refugio para med_itar. En el con­texto que·- nos interesa, puede tratarse de un desierto acompañádo, donde el sujeto comienza a recorrer su pro­pia memoi:ia,i sus propias huellas, las de su historia y cobra especi_al-relieve la cuestión del propio análisis, tema ahcuaT no me he referido aquí pero que resulta fundamental?'quedó en cierta medida ilustrado por esa paradoja·:ailaique me refiriera, aquéila donde el analista es ~o.ri~Oca.~?.1Jl8~0-;n.o d?mandad~, situación q11e compor~ ta un. c1erto, ~ufr1m1e:nto en st.1 rol y dond.e el análisis pasa por sí íffi_~~~~~~í?.lt0rfi Riviere solía decir q.ue la coi1duc·"

de ·toda:r::n.~~t1acióx1 legitim.gme11te J::lsicdá:nalítics: tan1_·-biér1 · --

que e:stilo et\,.

dE'.;~~j¡f~~'~•b1los r0.e11via a cs·l-iÚ$te,·-e'J i118 tri:.Irr.iénto

254 Testimonio de FERNANDO ULLOA

con el que se escribieron las primeras letras en Ja arcilla. En este sentido, podemos decir que en esta tercera eta­pa, en este período del desierto tal vez, recorremos las letras de la propia historia con ese estilete, a la manera de aquel maqúis que se preguntaba en qué momento se había subido a ese tren y desde esa pregunta resignifica­ba su pasado y abría ciertas conjeturas sobre su accionar futuro. De ese desierto volvemos cambiados, con un esti­lo propio; yo suelo afirmar, con cierta contundencia en la formulación, que volvemos con un oficio -y un oficio es una manera de vivir.

A esta tercera etapa no siempre se puede acceder. A veces creemos haberlo logrado y los hechos nos demues­~ran que no es así. Parece utópico que intentemos en ella ya no ser lo que hacemos, sino hacer lo que somos. Una diferencia e,n función de la cual la muerte ya no figura como algo instalado, es decir no vivimos hacia la muerte sino que -al menos como pretensión-, procuramos vivir hasta la muerte. Todo esto, claro está, con un poco de suer­te. En esto consiste ese hacer lo que somos.

Estas cosas parecen un tanto ideales, pero diría que no se trata tanto de ideales como de intenciones. Es que el psicoanálisis, sustancialmente, es una intención. Lo es la asociación libre, en rigor imposible, lo es la tensión libremente flotante que también merece el mismo califi­cativo. Mas la intención de hacerlo es lo que hace a la diferencia, que hace a la calidad de una situación psico­analítica. Bien puede caberle a las afirmaciones ante­riores el carácter de intención de una manera de vivir el oficio. Intención que en todo caso, también aquí, hace a la diferencia.

Hace poco, leyendo un texto de Graciela Esperanza, que reúne siete u ocho entrevistas a distintos escritores europeos y americanos bajo el título "Razones intensas" -li­bro que les recomiendo- encontré algo curioso en rela­ción con lo que estoy diciendo. Se trata de una cita que

TESTIMONIOS DE LA CLÍNICA PSICOANAL:7';Í:Tl~C::°'.A:-'-.-."""-'"·-~z-':'5"'5¡¡¡ .... ¡¡¡-·-¡¡¡· iíiiii"i?iillifl?I

remite a las pqlabras de un monje sajón de[s. XII, Hugo Saint Víctor, curiosamente la inversa del célebre escri­tor francés, Víctor Hugo. Este hombre dics:. "Aquél que ama y necesita su tierra natal, aun es débil". Está 1¡,laro que Jo de débil no es una descalificación, sino una legiti­midad. Podríamos situar en· estos térmiños el período del noviciado y su legitimidad, el período -que ustedes están viviendo, donde todavía es necesaria .e .. sa tierra na­tal, protectora de la identificación, y de hecho de los claustros. Después agrega: "Pero aquél para quien todo el territorio es propio territorio, es más f~me". Pode-, mos situar aquí ese largo período de loscamores teóri­cos, donde uno se afirma en lo que hace, donde uno, en el hacer, es más local que visitante. Y por -óltimo afirma: "Pero es perfecto (lo de perfecto pareciera remitir a la condición de monje) aquél para quien todo·el territorio, todo el planeta es extraño". Se dijera que- alude así a quien no zozobra en la costumbre, en el hábito, y man­tiene la curiosidad por saber, sin dejar queJ::a cotidianei­dad vele el campo. Pero tampoco retrocede ante lo que resulta muy diferente de su saber establllc~do .. Si en el primer caso lo cotidiano no vela, en el segundo no veda. Es así que el saber curioso resulta de un especial valor en lo que hace a la clínica.

En el curso de estos últimos años, me estoy ocupando de la crueldad desde la perspectiva clínica psicoanalíti­ca, sobre todo de ese saber que es el opuesto al saber cu­rioso, me refiero al saber cruel. Un saber, debo decirlo, que mal puede llamarse saber y que a veces· atraviesa los actos terapéuticos, aún Jos psicoanalíticos. -

Muchas veces convivimos con la crueldad sin darnos cuenta, es una convivencia en conniuencia;]érmino este que en rigor significa ojos cerrados y aun guiño cómpli-. ce. Como clínicos tenemos que estar muy.r:"Jtentos, pÓrc;. que con frecuencia nuestra propia disposición a la cn1~l'. dad, disposición que bien puede decirse es universal'en.,

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grados distintos de latencia o de actividad en todo suje­to, aunque ni cabe aquí desarrollar en extensión el tema , genera en nosotros verdaderos escotomas, puntos cie­gos en función de los cuales no advertimos nuestra pro­pia arbitrariedad cruel.

En todo caso diría que el saber cruel, con diferentes grados de intensidad, tiende a excluir, odiar y también llega al extremo de desplegar diferentes formas de elimi­nación:, Elimina al otro de la condición de prójimo o de la cond1c10n de sujeto humano y también -y de esto hay so­brados Y próximos ejemplos en nuestra sociedad-, lisa y llanamente lo elimina de la vida

De cualquier manera, esto no es sino un paréntesis para afirmar que en ese tercer período, cuando todo el P_laneta se hace extraño en el decir del antiguo monje sa­JOn que pretendo recuperar: en la mostración de lo que es el afianzamiento del saber clínico, debe prevalecer el sa­ber curioso. Me importa destacar en la palabra curiosi­dad su cercanía -no necesariamente etimológica- con la palabra cura. No hay cura psicoanalítica sin el desplie­gue de la curiosidad.

Y hablando de curiosidad como motor del saber tam­bién cabe, aun brevemente, consignar tres moment~s. Un primer momento en el cual, frente a un conocimiento ex­traño, tendemos a confundirnos, y eso puede llevarnos a rechazar nuestro interés; un segundo momento, cuando ya se ha dado la coincidencia de algún fragmento de ese nuevo saber con el nuestro y tendemos a velar todo lo nuevo, reduciéndolo a esa suerte de comprensión que ya en otro momento identifiqué con el diagnóstico prematu­ro. Es claro que ahí se pierde lo valioso de lo distinto. Superados esos dos obstáculos, el saber curioso no sólo penetra lo nuevo, sino que lo nuevo, lo distinto, nutre v enriquece lo ,nuestro. "

Bueno, voy a ir seleccionando algunos temas porque se acaba el tiempo.

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Cuando en 1960 me h. · ·. ·. • •:;+•'"'.:',:: •. , ' , . ice cargo de esta,c¡i•...,,¡....; •·. • .. ·;., - ,

fue en el 61, pense que me gustan' , · . , .~ ........ ""'QWU.,:. '., a contnbwr , " -""""', •" clínicos que se parecieran mucho a un · . .. ; a,~o~~/' ;;t'.

b, "d t. t personl!Jeqtteha··· .. ····' ia conoc1 o iempo an es, cuando era m'tl. · , ', .. -·· ··· · ~,:, ••· ' . . . . . , " ioo.rocl~fi: ·~

c1b1do en el Hospital P1rovano. 1:- ese h<lspita.l~:U~góY ,_ hombrhe qube vedma de c:na comumdad agraria;Clltramei'{ te un om re e consejo No era sacerdot"~ · ,_ ,, ,,,. ~

. . ; . '" no:era•polí CO, no era med!CO, era SI, tal vez Slll advertirlo;' bastán poeta. El vino a morir al hospital gravem.ente enferfu Con el tiempo, esto lo relato en la Novelp. Clínica' ter-"· .. ' - - -~ ._,' "" miné llamándolo don Pascual. Una suerüi de síntesiií'.d~'<•' distintos personajes de cuya maestría por-aquellos años · me fui beneficiando. Tal vez correspondían' a esas iden-' \, .. tificaciones propias del noviciado. . •

A poco de su llegada comenzó a tener una curiosa in: fluencia sobre sus compañeros de sala, también se aproxi­maron bastante al comienzo algunos de los integrantes del plantel de enfermería, de mantenimiento, de limpie­za, y luego empezó a llegar gente de su pueblo a verlo. Esto era más ocasional. Como dije, se trataba de un hom­bre de consejo en su comunidad, se diría 'un hombre sa­bio. Los días que yo estaba de guardia en el hospital solía ir a charlar con él, y en ocasiones tomaba,~puntes sobre lo hablado. Notas que quedaron perdidas y que un día, bastantes años después, cuando me hice cargo por prime­ra vez de esta cátedra, más que releer fui reconstruyen­do. En esa lectura-rememoración se füe dibujando la pri· mera enseñanza, al advertir que prácticamente yo no ha­bía registrado sus palabras, pero sí el recuerdo de lo's pensamiento~ que promovía en mí su sabiduría. Para un oficio clínico; sobre todo en función de transmisión,. en cierta forn1a la transr:nisión fi)Cu.rre en acto nico, esto resulta importante. No es impot-tanteJo que un analista dice, como que promueve, y en eso se afirma la condición de analizan te del que es s'ujeto de un análisis. Pero insisto que esto es imporlante en una

258 Testimonio de FERNANDO ULLOA

transmisión y ojalá ustedes no tiendan a anotar lo que yo digo, sino más bien las cosas que en ustedes se disparan como propio pensamiento.

Entonces, a partir de aquellas notas y lo que fui evo­cando,, sobre todo de lo que fui evocando, organicé las que di en llamar las cinco condiciones de eficacia clínica, que me parecen bastante importantes en este intento de trans­formar el pasaje, no solamente a una práctica profesio­nal, sino del noviciado a los amores teóricos, en el reco­rrido que hace al oficio sin desmentir la clínica. Un reco­rrido en el que se pueden reconocer esos distintos mo­mentos signados por ser lo que nos hicieron, resultado de nuestras identificaciones. Ser lo que hacemos, algo que en sí ya es un buen logro y que en algunos casos abre la posibilidad de hacer lo que somos, en tanto asunción de un estilo clínico personal, por cierto elaborado, y al· ser­vicio de aquél de quien clínicamente nos ocupamos.

De la primera de esas condiciones ya hablamos al co­mienzo, cuando me refería a esos muchachos recién re­cibidos que querían entrar en un hospital. Se trata de organizar las propias expectativas acerca de lo que va a ocurrir, algo muy importante que suelo llamar capaci­dad de predicción, pero que no supone un condiciona­miento, sino precisamente una confrontación entre aque­llo que uno pensaba que iba a ocurrir y Jo acontecido, que por lo general es diferente. Esta confrontación tie­ne el valor de una medida -medida clínica- que nos ubi­ca en lo que está ocurriendo, sin confundirnos ni desorganizarnos. En esto reside su importancia, porque cuando nos desorganizamos no sabemos a qué atenernos Y entonces nos atenemos a las consecuencias -posición cercana a la del idiota tal como la definieron los griegos. Así considerada no constituye un insulto ni un cuadro neuropsiquiátrico, sino una alineación momentánea don­de alguien, no sabiendo a qué atenerse, termina atenién­dose a las consecuencias.

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La segunda es la actitud no normativa. ¿Qué quiere decir esto? Se trata de no quedar ubicado;respecto del paciente, en una posición superyoica, normativa, lo~ual no equivale de por sí a transformarse en..-Un cómplice. Fundamentalmente, esta actitud no normativa permite evitar un diagnóstico prematuro, deja abierta la alter­nativa de una comprensión más abarcativáY certera que la del diagnóstico precoz. El diagnóstico prematuro pue­de ser clínicamente catastrófico, en la medida que a par­tir de una pequeña comprensión de lo que muestra el paciente, tal vez una comprensión legítimá, podemos ta­ponar toda otra posibilidad de acceso. Cuando hablé del saber curioso, hice referencia a esta éuestión.

Algo de esto debió haber ocurrido con aquellos jóve­nes psicoanalistas que recorrían los hosp}tales y que frente a los primeros elementos con los que se encontra­ron tendían hacia un diagnóstico de compr-ensión total negativa, que obstruía las posibilidades de~seguir leyen­do toda la riqueza de lo que allí ocurría.

Esta cuestión es muy importante porq€_~ coµstituye, además, uno de los fundamentos del pensamiento críti-co. Cuando queremos hacer un debate de .id,eas, convie-ne dejar de lado las más férreas convicciones y conside-rar los papers mejor organizados, los más canónicos, sólo a título de borradores, bosquejos susceptibles de ser en­riquecidos por otras lecturas además de la propia; Di-cho de otra ma'nera, se trata de no pretender practicar· ó imponer teorías que opaquen y distorsionen el campo.'a explorar, sino de resignificar, de conceptualizar la prácc tica a partir de la excelencia teórica adquirida, cualquiera sea el nivel que ésta adquiera. En la lectura de un cam" po clínico las mejores teorías se diría que funcionán alá manera de los restos diurnos, tan útiles pai·~ abordar ,·····é".,,"'":; compresión o al menos la exploración de un sueño: . ,

Insistiría en el hec.ho que adoptar esta po~ición impli;;, ; ' · ca tender difícilmente a dibujar un pronóstico. En'todÓ~":;f:~;;§;t'

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260 Testimonio de FERNANDO ULLOA

caso. desde el pensamiento crítico y desde la clínica psi­coa;ialítica, que también supone un proceder crítico, po­demos ir bosquejando un acontecer que rompa el suceder d!agnóstico repetitivo o cristalizado. En esa posición de ir bosquejando, uno se encuentra tal vez con un resulta-. ' ' do sorpresivo que incluye sin embargo muchos elementos del bosquejo -algo muy diferente de pretender dibujar un resultado determinado. Este último, además de no ser posible, tampoco resulta acorde con una pretensión ética re~pecto del paciente; de él siempre es el proyecto que ah1 se Juega y la proyección pronóstica.

La tercera condición -voy a abreviarla dada la esca­sez de tiempo-\ se refiere a las contradicciones dadas en cualquier discurso, incluso en el mío de este momen­to. Es frecuente, de una manera más o menos notoria advertir algún aspecto a interrogar en él desde esta con~ tradicción, algo que resulta importante en una lectura diagnóstica. Suelo denominar a estas contradicciones re­laciones ir¡,sólitas

· Como.les dije, ~o me puedo extender mucho al respec­to pero son puntos del discúrso que en su contradicción abren brechas importantes en la lectura.

La cuarta condición es casi utópica en tanto supone definir el obstáculo por lo positivo, por lo que resulta ser Y no por lo que no es. ¿Por qué utópica? Porque se trata de no negar aquello que niega la realidad. Es esto un do­ble juego inverso al habitual de la renegación, aquella que además de negar, niega que niega; En función de ésta se niegan, por ejemplo, las condiciones hostiles en las que se está viviendo, y además se niega que se niega. Se gene­~ª .así un~ verdadera amputación del aparato psíquico que CleJa al SUJeto, como ya lo dije, en la posición del idiota, de aquél que se atiene inevitablemente a las consecuencias porque no sabe a qué atenerse.

·. · Todo esto, que se incluye en los lineamientos genera­les de la metodología clínica, aproxima una manera

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distinta de pensar la utopía, en otros términos que los que la definen como algo sin lugar, sin tópica hoy.

Este negarse a aceptar lo que niega -oculta- las ;,fa U­

sas del obstáculo, configura una suerte de utopía con tó­pica hoy, no en un mañana deseado pero tal vez imposiblemente distante. Sin embargo, con esto no des­merezco el antiguo anhelo utópico que mueve a los hom­bres, pero es cierto que es más factible arribar a ese ma­ñana, a esa construcción pronóstica en tanto ese negar sea negar lo que oculta. Se trata entonces de, un acto diag­nóstico, en el sentido más fuerte.

Finalmente, y también de una manera breve, la quinta condición se refiere al vínculo entre teoría..y práctica, en este juego en el qiie aquel uno es lo que hace; llega a trans­formarse en uno hace lo que es. Algo que sería ilustrable de una manera sencilla. En efecto, algunos de ustedes me co­nocen bastante, otros muy poco y algunos me ven por pri­mera vez. Es algo que suele ócurrir en un consultorio, don­de un paciente podría decirme, "Doctor, yo no sé nada de usted". Y esto en rigor es cierto, no sabe nada, o DJUY poco, de mi vida personal. Pero yo también podría decirle, "Bue­no, yo soy lo que estoy haciendo con usted, y sobre todo, pretendo hacer lo que soy". Ésta es una con..dición esencial en la eficacia clínica. Uno es lo que dice, por lo menos pre­tende que así sea, casi como un sello personal de toda prác­tica que afirmada en esta condición es práctica firmada.

Para terminar, diría que desde esta perspectiva que " trato de poner en evidencia -o quizás sólo de sugerir-, en el juego de los factores ocasionales y vocacionales, tal vez resulte más fácil que la vocación no quede apresada en una ocasión adversa, sino que logremos marcar nuestras propias trazas en cualquier ocasión .. º pero no "en ocasió_,n_""' cualquiera ... "º Muchas gracias. .. "~~~~

Lic. Dardo Tu.mas: Muchísimas gracias Fer[;~~ :í~ Realmente ha sido un placer111 -e \~ ~ ... ~.z .. :·'',,,·i··.

"fta ~e -. ' .. '-:- .,.c}q,J ,..~ ~ .. _ ~·'-·~'+P.i