untverstdad de mextéó pedro hen,riquez … · cisco henríquez y carvajal y de doña salomé...

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16 UNtvERStDAD DE MExtéó UREN'A "En 1920 -relata Max en el Prólogo ya mencionado- se encaminó Pedro a España, donde permaneció alrepedor de un año y trabó amistad personal con Me- néndez Pidal y el grupo <le intelectuales que en torno a él constituyeron Centro de Estuc!ios Históricos. Allí publicó uno de sus libros fundan1entales: La ver- sificación i'n;egular en la poesía ca.stellana que es una ,ampliación ode la tesis presentó .un <l;ño antes, en idion1a inglés, en la Umversldad de Mjnr¡.esota, para ob- tener el doctorado en <;orrijamos. Don Pedr¿ dos tesIs: una, en inglés, de 1917, para optar el grado de iI1aster of Arts y la otra, en castellano, en'mavo de 1918' para obtener el título de {Jactar of losophy. Es la que se publicó en Madrid en 1920. El manuscrito o'riginal se con- serva aún en la biblioteca principal de la Universidad de Minnesota. La tesis, en inglés, de 1917 se titula The Irregular Stallza i1f the Spanish Poetry of the XVIth and XVIlth Cen- turies y consta de páginas es- critas a máquina. Se inicia con una intro- II saber." Y más adelante agrega: " ... su lección fue siempre lecCión firme de fe en el espíritu y en los valores de la cul- tura y de la educación; pero, maestro de problemas últimos tanto como de proble- mas concretos, señaló desde temprano las limitaciones a que podía'conducir Una cul- tura excesivamente intelectual: enseñó pues a conocer pero también a hacer y a participar ,en la comprensión y resolución de todos los problemas so- ciales y políticos del hombre americano." Fue, integralmente, un mentor de talla y de la visión de José Enrique Rodó. Su fe en nuestra. América era indestructible: estaba amasada con el oro de nuestras más preciadas tradiciones y el cobre de la más viviente realidad. Su espíritu analítico y creador trazó con claridad rumbos inolvi- dables. El período menos conocido -aun cuan- do no por eso menos importante- de la vida de don Pedro Henríquez U reña es el de sus estudios y de su ilctividad' docente en la Universidad de Minnesota 1921). Fue, por supuest,o, una etapa bri- llante, como 10 fueron todas las demás etapas de su existencia laboriosa, fecunda y desinteresada. Alumno extraordinario (com? veremos en otro: relato) y desta- cadísllTIo maestro, ni 'antes ni después de su paso por las aulas de la universidad minnesotana hubo nadie que le diera tanto briIlo y realce a las letras hispánicas en estas a veces gélidas tierras de Minneá- polis. o La lectura reciente del ya citado prólogo hermano Max me indujo o movió a hIlvanar unos pocos cápítulos detallando la vi.da de don Pedro en Minneápolis. Los eSCrIbo sin pretensión literaria, tan "ólo para datos, llenar vacíos y hacer correCCIOnes, en casos necesarios. Este primer trabajo versará sobre las dos tesis que don Pedro presentó como aspirante a los títulos de Master of Arts (maestro o licenciado en letras), junio de 1917, y de Doctor of Philosophy (doc- torado en letras), mayo de 1918, durante su residencia minnesotana. HEN,RIQUEZ EN' Por Santiago A. CUNEO, Pedro Henríqllez Ureña, mecanógrafo MINNESOTA sional (de julio a noviembre de 1916)- la sobrevivió muchos años. Max Henríquez Ureña, en la evocación que hace de su hermano Pedro en el pró- logo del libro Pedro H enríquez Ureña- Antología, 1 que apareció en Ciudad Tru- jilloen 1950, dice lo que sigue: "La per- osonalidad de Pedro se singularizaba po;' su temperamento de maestro. Conversar . con él era aprender. Enseñaba, enseñaba siempre, con naturalidad y sin esfuerzo ni vano alarde de saber. En todo momento era, por excelencia, maestro." Enseñó ,'n Santo Domingo, en Cuba, en Estados Ur.¡- dos, y largamente en la Argentina. Pedro Henríquez Ureña no. gozó en vida de fama pública, -apunta Javier Fernández en N ata preliminar de Plenitud de A'mérica-;- 2 pero influyó hondamente en la vida' cultural de Hispanoamérica, hasta conver!ir.se en su maestro ejemplar, maestro deflmdor y orientador de sus cosas 'esenciales, maestro de virtud y de PEDRO P EDRO HENRJQUEZ UREÑA nació en Santo Domingo, i.9 de junio de 1884; falleció en Buenos Aires, 12 de mayo de 1946. Era hijo de don Fran- cisco Henríquez y Carvajal y de doña Salomé Ureña, quienes contrajeron matri- monio el 11 de febrero de 1880 y pro- crearon cuatro hijos: Francisco, Pedro, Max y Camila. Los padres y familiares de Pedro eran personas de alta cultura y sólido prestigio social. La madre, notable poetisa dominicana, murió en su ciudad natal el 6 de marzo de 1897. El padre, distinguido médico y respetado hombre público -fue ministro de Relaciones Ex- teriores (1901-1902) y Presidente Provi- elino a la indulgencia con los gustos re- blandecidos por la edad, pero a la juven- tud no la perdono. Harto de juventud, cambié de tema: -¿ Cree usted que estimulan a la litera- tura los juegos florales? -Cuando aiguien los menciona, toda la gente comienza a hacer guiños. El pri- mer paso sería restituirles el prestigio; el. segundo, una propaganda efectiva. Mientras que los concursos se anuncien en cartclitos ilegibles y furtivos, sus or- ganizadores tendrán que declararlos de- siertos, aún más en donde los escritores no bastan para formar el jurado. -=--¿ Qué opina de las becas? -La única salvación en donde no hav público que pague -los ojos del escrito'r se iluminaron, no con la llama de la co- dit.-:a, sino con la visión profética-o Si se desea que exista iiteratura, el Estado debe crear un gran número de becas ge- nerosas y de duración ilimitada. Es urgen- te evitar que los jóvenes se contagien de empleomanía, para que se dediquen sin preocupaciones a escribir en serio. A la vez que las becas debe fomentarse la cul- tura en todas las formas y grados entre el pueblo. Cuando el público educado sienta necesidad de leer, exigirá obras de autores mexicanos, que para entonces ya serán más tratables. -Su plan me parece utópico. -Lo que he señalado es un medio ar- tificial. Algo como el cultivo de las flores en invernaderos. Pero si alguien ama las plantas, en invierno tiene que valerse de ellos. El ideal del floricultor osería meter el campo al invernadero; mas se confor- ma con levantar uno proporcionado a sus dimensiones humanas. También nosotros deberíamos construir pequeños refugios para las letras. -Entre tanto el gran púhlico ignora las obras mexicanas. -Se requiere mucho tiempo para que la cultura florezca. Los pueblos antes de llegar a ella recorren muy largos caminos. La literatura no se da en el vacío, nece- sita el suelo firme de la tradición. Para entender la profundidad de nuestra in- cultura y mala fe, basta recordar que cuando alguien dice que .deberíamos es- tudiar nuestros clásicos, todos pensamos que se le está haciendo propaganda a al- guna editora que no iogra deshacerse de Altamirano o de Sor Juana. Comenzó a citar nombres y títulos; no hay nada más aburrido y turbio que un escritor que habla de textos ajenos, como si el que otros hayan escrito buenas obras, lo absolviera de haberlas hecho malas. Me despedí rápidamente. En 'la calle suspiré. Era un alivio estar lejos de ese joven gris que pensaba como un viejo, que era tan de una pieza que no se adaptaba al ambiente, y que pose- yendo inteligencia se conformaba con el orgulloso, anonimato. N o debería haber dejado su'provincia, pues allá hubiera sido feliz, y hasta honrado por sus virtudes mediocres. En cambio, aquí se pudre de- trás de un escritorio mientras sueña en ser muy leído por la posteridad. ¡Pobre Quijote nacido a deshora! Afortunada- mente no nos 'volveremos a encontrar. Si acaso sucede, ya no me acordaré de ti' y si te recuerdo, fingiré no saber eres.

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Page 1: UNtvERStDAD DE MExtéó PEDRO HEN,RIQUEZ … · cisco Henríquez y Carvajal y de doña Salomé Ureña, quienes contrajeron matri ... de Pedro eran personas de alta cultura y sólido

16 UNtvERStDAD DE MExtéó

UREN'A

"En 1920 -relata Max en el Prólogoya mencionado- se encaminó Pedro aEspaña, donde permaneció alrepedor deun año y trabó amistad personal con Me­néndez Pidal y el grupo <le intelectualesque en torno a él constituyeron ~l Centrode Estuc!ios Históricos. Allí publicóuno de sus libros fundan1entales: La ver­sificación i'n;egular en la poesía ca.stellanaque es una ,ampliación ode la tesis qu~presentó .un <l;ño antes, en idion1a inglés,en la Umversldad de Mjnr¡.esota, para ob­tener el doctorado en letra~."

<;orrijamos. Don Pedr¿ pre~entó dostesIs: una, en inglés, en_:o~'unio de 1917,para optar el grado de iI1aster of Artsy la otra, en castellano, en'mavo de 1918'para obtener el título de {Jactar of Phi~losophy. Es la que se publicó en Madriden 1920. El manuscrito o'riginal se con­serva aún en la biblioteca principal de laUniversidad de Minnesota.

La tesis, en inglés, de 1917 se titulaThe Irregular Stallza i1f the SpanishPoetry of the XVIth and XVIlth Cen­turies y consta de cincue~ta páginas es­critas a máquina. Se inicia con una intro-

II

saber." Y más adelante agrega: "... sulección fue siempre lecCión firme de feen el espíritu y en los valores de la cul­tura y de la educación; pero, maestro deproblemas últimos tanto como de proble­mas concretos, señaló desde temprano laslimitaciones a que podía'conducir Una cul­tura excesivamente intelectual: enseñópues a conocer pero ~~señó también ahacer y a participar ,en la comprensióny resolución de todos los problemas so­ciales y políticos del hombre americano."Fue, integralmente, un mentor de l~ tallay de la visión de José Enrique Rodó. Sufe en nuestra. América era indestructible:estaba amasada con el oro de nuestras máspreciadas tradiciones y el cobre de la másviviente realidad. Su espíritu analítico ycreador trazó con claridad rumbos inolvi­dables.

El período menos conocido -aun cuan­do no por eso menos importante- de lavida de don Pedro Henríquez U reña es elde sus estudios y de su ilctividad' docenteen la Universidad de Minnesota (l916~

1921). Fue, por supuest,o, una etapa bri­llante, como 10 fueron todas las demásetapas de su existencia laboriosa, fecunday desinteresada. Alumno extraordinario(com? veremos en otro: relato) y desta­cadísllTIo maestro, ni 'antes ni despuésde su paso por las aulas de la universidadminnesotana hubo nadie que le diera tantobriIlo y realce a las letras hispánicas enestas a veces gélidas tierras de Minneá-polis. o

La lectura reciente del ya citado prólogod~l hermano Max me indujo o movió ahIlvanar unos pocos cápítulos detallandola vi.da de don Pedro en Minneápolis. LoseSCrIbo sin pretensión literaria, tan "ólopara a~ortar datos, llenar vacíos y hacercorreCCIOnes, en casos necesarios.

Este primer trabajo versará sobre lasdos tesis que don Pedro presentó comoaspirante a los títulos de Master of Arts(maestro o licenciado en letras), juniode 1917, y de Doctor of Philosophy (doc­torado en letras), mayo de 1918, durantesu residencia minnesotana.

HEN,RIQUEZEN'

Por Santiago A. CUNEO,

Pedro Henríqllez Ureña, mecanógrafo

MINNESOTA

sional (de julio a noviembre de 1916)­la sobrevivió muchos años.

Max Henríquez Ureña, en la evocaciónque hace de su hermano Pedro en el pró­logo del libro Pedro H enríquez Ureña­Antología, 1 que apareció en Ciudad Tru­jilloen 1950, dice lo que sigue: "La per-

osonalidad de Pedro se singularizaba po;'su temperamento de maestro. Conversar

. con él era aprender. Enseñaba, enseñabasiempre, con naturalidad y sin esfuerzoni vano alarde de saber. En todo momentoera, por excelencia, maestro." Enseñó ,'nSanto Domingo, en Cuba, en Estados Ur.¡­dos, y largamente en la Argentina.

Pedro Henríquez Ureña no. gozó envida de fama pública, -apunta JavierFernández en Nata preliminar de Plenitudde A'mérica-;- 2 pero influyó hondamenteen la vida' cultural de Hispanoamérica,hasta conver!ir.se en su maestro ejemplar,maestro deflmdor y orientador de suscosas 'esenciales, maestro de virtud y de

PEDRO

PEDRO HENRJQUEZ UREÑA nació en

Santo Domingo, i.9 de junio de1884; falleció en Buenos Aires, 12

de mayo de 1946. Era hijo de don Fran­cisco Henríquez y Carvajal y de doñaSalomé Ureña, quienes contrajeron matri­monio el 11 de febrero de 1880 y pro­crearon cuatro hijos: Francisco, Pedro,Max y Camila. Los padres y familiaresde Pedro eran personas de alta cultura ysólido prestigio social. La madre, notablepoetisa dominicana, murió en su ciudadnatal el 6 de marzo de 1897. El padre,distinguido médico y respetado hombrepúblico -fue ministro de Relaciones Ex­teriores (1901-1902) y Presidente Provi-

elino a la indulgencia con los gustos re­blandecidos por la edad, pero a la juven­tud no la perdono.

Harto de juventud, cambié de tema:-¿ Cree usted que estimulan a la litera­

tura los juegos florales?-Cuando aiguien los menciona, toda la

gente comienza a hacer guiños. El pri­mer paso sería restituirles el prestigio;el. segundo, una propaganda efectiva.Mientras que los concursos se anuncienen cartclitos ilegibles y furtivos, sus or­ganizadores tendrán que declararlos de­siertos, aún más en donde los escritoresno bastan para formar el jurado.

-=--¿ Qué opina de las becas?-La única salvación en donde no hav

público que pague -los ojos del escrito'rse iluminaron, no con la llama de la co­dit.-:a, sino con la visión profética-o Sise desea que exista iiteratura, el Estadodebe crear un gran número de becas ge­nerosas y de duración ilimitada. Es urgen­te evitar que los jóvenes se contagien deempleomanía, para que se dediquen sinpreocupaciones a escribir en serio. A lavez que las becas debe fomentarse la cul­tura en todas las formas y grados entreel pueblo. Cuando el público educadosienta necesidad de leer, exigirá obras deautores mexicanos, que para entonces yaserán más tratables.

-Su plan me parece utópico.-Lo que he señalado es un medio ar-

tificial. Algo como el cultivo de las floresen invernaderos. Pero si alguien ama lasplantas, en invierno tiene que valerse deellos. El ideal del floricultor osería meterel campo al invernadero; mas se confor­ma con levantar uno proporcionado a susdimensiones humanas. También nosotrosdeberíamos construir pequeños refugiospara las letras.

-Entre tanto el gran púhlico ignoralas obras mexicanas.

-Se requiere mucho tiempo para quela cultura florezca. Los pueblos antes dellegar a ella recorren muy largos caminos.La literatura no se da en el vacío, nece­sita el suelo firme de la tradición. Paraentender la profundidad de nuestra in­cultura y mala fe, basta recordar quecuando alguien dice que .deberíamos es­tudiar nuestros clásicos, todos pensamosque se le está haciendo propaganda a al­guna editora que no iogra deshacerse deAltamirano o de Sor Juana.

Comenzó a citar nombres y títulos; nohay nada más aburrido y turbio que unescritor que habla de textos ajenos, comosi el que otros hayan escrito buenas obras,lo absolviera de haberlas hecho malas. Medespedí rápidamente.

En 'la calle suspiré. Era un alivio estarlejos de ese joven gris que pensaba comoun viejo, que era tan de una pieza queno se adaptaba al ambiente, y que pose­yendo inteligencia se conformaba con elorgulloso, anonimato. No debería haberdejado su'provincia, pues allá hubiera sidofeliz, y hasta honrado por sus virtudesmediocres. En cambio, aquí se pudre de­trás de un escritorio mientras sueña enser muy leído por la posteridad. ¡PobreQuijote nacido a deshora! Afortunada­mente no nos 'volveremos a encontrar. Siacaso sucede, ya no me acordaré de ti'y si te recuerdo, fingiré no saber quié~eres.

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UNiVERSiDAD DE MEXtco .......- .._.17

IlI. The Irregular Stanza in Lope andhis Contemporaries.

1. Jrregular Verse in Spanish Before, toe XVIth Century.

I

descohocimiento del gobierno constitucio­nal existente. Mi padre decidió ausen­tarse del país para, en su calidad dePresidente de jure, emprender una cam­paña en pro de la reintegración de la so­beranía dominicana. Lo acompañé a losEstados Unidos, y en Nueva York nosreunimos con Pedro, que era profesor de .la Universidad de Minnesota desde hacía \pocos meses. Un periódico de Minneápo-lis había hecho resaltar la circunstanciade que un ciudadano dominicano es~uvieraen ese cargo, interpretando ese hecho co­mo una demostración de preferencia porlos Estados Unidos. La respuesta de Pe­dro fue breve y categórica: su pais, pe­queño y desventurado, era el suyo y era,por lo tanto, el de su il1\'ariahle predilec-., "non.

En los primeros días de junio de 1917,don Peelro rindió satisfactoriamente suexamen oral para optar al grado de M as­ter of Arts )' en .í de junio fue aprobadasu tesis, en inglés, para dicho grado. Estoconstituye una demostración incuestiona­ble de la enorme preparación de don Pe­dro por cuanto pesaba sobre sus espaldasuna labor intensa y abrumadora de ense­ñanza, asunto éste que trataremos en ca­pítulo aparte.

El 9 de junio de 1917 solicitó autori­zación para recibir su diploma de Mas­ter of Arts in absel1tia o por interpósitapersona: necesitaba ausentarse de inme­diato a Nueva York. Dio dos razones: sudeseo de conseguir pasaje para Europa,pues debía pasar el verano en Madridatareado en sus labores académicas, y elanhelo de ver en Nueva York a su her­mano que se h':l!laba muy enfermo y re­quería su presencia. Don Pedro pasó elverano de 1917 en España, donde recibióvaliosa ayuda de los señores MenéndezPidal, Américo Castro, Tomás NavarroTomás, Antonio G. Solalinde y AlfonsoReyes. j Cómo bien vemos, recibió ayudade los arandes entre los grandes, todaspersona~ de enorm~ e indiscut,ido ~ali.breintelectual! Y lo dIce el refran: DImecon quién andas y te diré quién eres."

Volvió a Minneápolis en septiembre de1917 para enseñar y para obtener su doc­torado en letras. Le acompañaba su her­mana Camila, la que se matriculó en laFacultad de Graduados para aspirar algrado de Master of Arts.

El 12 de octubre de 1917 don Pedrosolicitó y logró autorización para es~ribir

su tesis doctoral en castellano. Alego queen esa forma podía ser aceptada por larevista más importante de filología y li­teratura españolas de Madrid y estar sulectura al alcance de los eruditos y escri­tores que se dedicaban a investigacionesliterarias. De escribirla en inglés --argu­nlentaba- vería la luz en alguna revistacuyo interés por la literatura españolaera muv limitado o relativamente secun­dario. j'emía, por otra parte, que la exten­sión de la tesis constituyese en el segundocaso un grave obstáculo. El 23 de octubresu solicitud fue aprobada.

A Camila también se le permitió escri­bir su tesis en castellano. Y de ~1I0 re­sultó una nueva carga para el paCiente ~.

laborioso don Pedro, quien en 25 de abnlde, 1918 se vio obligaclo a presentar otrasoiicitud más para que le prorrogaran lafecha de entrega de su !esi.s .doctoral. Elvencimiento ocurría a pr1ll~lplOS ~e mayo.Había menester otros q~lI1~e (~Ias. paraterminar las copias a maqul11a 111dlSpen­sables.

III

"su: hermano Ma:r"

Don Pedro Henríquez Ureña villo ala Universidad de Minnesota en septiem­bre de 1916 contratado para enseñar es­pañol y lite;atura española. Llegó en ca~lidad de Professorial Lecture¡', algo aSlcomo Profesor Visitante. No era un des­conocido, era ya un intelectual 'con cie~to

renombre en el mundo de las letras hiS­pánicas. De inmediato e~presq su deseode matricularse en la Félculta~ de qra­duados (Graduate Schoo!) para aspIrara los grados de Master ol Art~ y Doctorof Philosophy. '

Las clases se iniciaron en la última se­mana de septiembre. El año lectivo, divi­dido en dos semestres, duraba entoncesdesde septiembre hasta. fines' de mayo.Las vacaciones de NavIdad (dos sema­nas: 21 diciembre 3 de enero) parecehaberlas aprovechado para il; a Nuevay ork a reunirse con su señor padre, donFrancisco Henríquez y Carvajal, presi­dente provisional de Santo DOrilingo, elec­to por el Congreso Nacional en juli? de1916 y depue~to por las, fuerzas ml.IIta­res norteamencanas a fmes de novIem­bre de ese mismo año.

Max, en el Prólogo al cual ya he alu­dido antes, se refiere a estos he~hos conlas siguientes palabras: "A medladüs ~e

1916 mi padre fue llamado a ~~ PresI­dencia de la República, por c1e~clon cons­titucional que de su persona hiZO el Con­greso Nacional en mO~11entos.de agudacrisis política, cuyo mas senSible resul­tado fue el desembarco de tropas de l~s

Estados Unidos de Amér!ca en el ten'!­torio dominicano. N o estabamos todavlaen la época de la política del "bue~ ve­cino", y la misión encom~ndada a mi pa­dre era sumamente espmosa, pues suprincipal obligación, tan.to ~n el ordenmoral como en el constituCIOnal, e.ra !ade obtener la desocupación del terntonodominic~no por las fuerzas niilitares ex­tranjeras que se habían adue~ado de a!­gunas ciudades y cuarteles: .;Las co~d:­ciones que los ocupantes q~}sleron eXlg~r

para acceder a tal reclamaClon eran sencI­llamente inaceptables, y ante e~ rechazoformal que de ellas hizo el ~pblerno do­minicano se llegó a u.na, I!l:fd~~a extrema:la creación de un gobleri1ó mIlitar de ocu­pación en todo el territorio J?e d~cretada

desde Washington" lo que"lmplIcaba el

The "Fluctuating" Line.Origin of the Irregular Stan­za.The Irregular Stanza Beforethe XVIth Century.Conclusions.

A)B)

C)

D)

A) Lope's Role.B) The Patterns.C) 'Lope's Contemporaries in Dra­

ma.D) Lope's Contemporaries in Ly­

ric Poetry,

IV. From Lope to the End of theXVTth Century.

La tesis. en castellano, de 1918, llevapor título La Versificación Irregul:ar enla Poesía Castellana. El manuscnto secompone de una Introducción de cuatropáginas, y de cinco capítulos, a saber:

Capítulo 1. La 'vel'sificación irregularen la poesía de la EdadMedia (1100-1400), IIpáginas.

Capitulo n. Orígenes de la poesía rít­mica en castellano (1350­1475), 29 páginas.

Capítulo IIl. Evolución de la poesíarítmica (1475-1600), 46páginas. ;,

Capítulo IV. El apogeo de los 11letr~s

irregulares en la poeszaculta (1600-1650),17 pá­ginas.

Capítulo V. Desaparición ~ apa;ici?nde la poesta ntnnca(1650-1918), 11 páginas.

n. The Irregular Stanza from Encinato Lope.

ducción de una carilla que trata sobreThe Definition of th!! .Irr~r¡ul?r Stanza(Definición de la verslflca~lO';l Irregular)y sigue luego el cuerpo pnncI~al.del tra­bajo, en cuarenta y nueve pagl11as. Sedivide en cuatro partes:

Completan el estudio o investigación lasN otas correspondientes. a cad.a uno. delos cinco capítulos. El pnmero tIen~ v.etnteJI nueve notas que cubren once pagmas;el segundo, treinta y. ocho notas, en dospáginas; el tercero, cincuenta y nueve no­tas, en tres páginas; el cuart?, ocho no­tas, en 'l/na página; y el qumto, nuevenotas en una página. El número total depágin'as es~ritas a máqui~a del m~nus­rrito asciende a ciento tretnta y seiS',

Esta tesis de 1918 es la que se publ!cóen Madrid en 1920 (Centro de Estudl~s

Históricos; VllI, 338 páginas). "E.ste li­bro -dice don Pedro- fue escnto en1916 y 1917; retocándolo e~ 19~8'y 1~1~,he procurado ponerlo al (iJa blbhografl­camente." *

Don Ramón Menéndez Pidal, en elPrólogo, que lIeH ,~ech~<,~e 1Q de abril de1920, declara que Eh .~oelante, todo es­tudio sobre nuestra lírica ~a de de~er

¡l1Ucho a este libro de Hennquez Urena,que recibim.o~,con si';lcera gratitud." L¿n.asegunda edlclOn; reVisada, d~ La verStfl­cación irregular ,'.en/lp,- poesta castellanaapareció en Madrid en 1933.

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18 UNtVEltSlDAD t>~ ~XlCO

Lo interesante no es el retraso én sisino las causas del retraso. La demora oretardo se debía a que tanto su tesis pro­pia como la de su hermana Camila teníaque copiarlas a máquina él personalmentepor no haber podido hallar en Minneápo­lis ninguna mecanógrafa capaz de hacerdebidamente dicho trabajo en castellano.Por otra parte, había estado enfermo dosveces en las últimas semanas.

Camila, el mismo día 25 de abril, pidiótambién prórroga. Adujo como razón lafalta de una mecanógrafa competente enel castellano y el hecho de que tan enfa­doso quehacer le hubiese tocado a su yaextenuado hermano. "La dilación -afir­maba- es inevitable." El 5 de mayo de1918 se n'solvieron ambos pedidos favo­rahlemente y las tesi s fueron presentadasdentro de término legal. La tesis de Ca­mila lleva por título Introducción al Es­tud·jo dc "/_0.1' Pastores de Retén", Pas­toral Sacra de Lope de Vega. Fueron,por lo tanto, dos Henríquez ~reña quie­nes, en junio de 1918, ~e dlplomaron:{Ion Pedro, Doctor of Phllosoph'j', y Ca­mila Master of Arts.

D~II'ante la segunda mitad del año 1918don Pedro se halló mal de salud. En con­secuencia, no pucia repasar, corregir, re­visar y preparar su tesis para la imprenta,como eran sus deseos. Llevó a cabo talestareas durante la primera mitad de 1919.En junio le in formó al decan~ de la F~­cultad de Graduados que la tesIS ya habIasido aceptada para su publicación en ~aRevista de Filología Espaiíola de Madndy que pronto saldría la primera parte.

MR. MAURICE, en sus vivac~s memo­rias, nos ha enterado reCIentemen­te oe un hecho que puede conside­

rarse de importancia para la vida de unhombre de letras. Nos dice: "Acaban deinformarme de que Sir Willialll Jones leíainvariablemente de cabo a rabo y año trasaño las obras de Cicerón, cuya vida, dehecho era el gran ejemplo de la suya1-'íopi~". También otros han particip~dode la misma pasión por las obras de CIC~­

rón. Cuando se preguntó al erudito Ar­nauld cuáles eran los mejores medios paraformar un buen estilo, aconsejó el estudiodiario de Cicerón; al objetársele que afnalidad no era formar un estilo latino~;no un estilo francés, replicó: "Aún así·debe leer a Cicerón".

La predilección por algún gran autor,entre el vasto número que debe ocupartransitoriamente nuestra atención, pareceser el mejor preservativo para nuestro:gusto; acostumbrados al excelente autor.que hemos elegido como favorito, guió',podamos con su intimidad parecernos a·él. Debe temerse, si no forjamos ese lazo,permanente, que adquiramos conocimien­tos, a la par que nuestro gusto debilitado$e va haciendo cada vez menos vivaz. Elgusto conserva el conocimiento que, deotra manera, no puede protegerse. Quienha intimado largo tiempo con un gran :l11­

tal', será siempre considerado un formi­{Iable antagonista: ha saturado su mente'Con las excelencias del genio. insensible­mente ha formado sus facultades de acue¡'­do con las de su modelo y es como unhombre que duerme de continuo con ar­madura, listo para cualquier eventualidad.El antiguo proverbio latino nos recuerda

miento humano que está en perpetuo. cre­cimiento son vanas! Los libros innúmerosson un mal para la mayoría, porque aho­ra encontramos un helluo librorum ['elque abusa de los libros'] no sólo entrelos doctos, sino también, con perdón deellos, entre los indoctos; porque quienes,aun en perjuicio de su salud, persistensólo en leer las incesantes novedades denuestro tiempo, adquirirán, después demuchos años, una especie de docta igno·rancia. Necesitamos ahora un arte queenseñe cómo leer los libros, mejor queuno para no leerlos. Tal arte es factible.Pero en medio de tan vasta multitud sea­mos, a pesar de todo, "el hombre de unsolo libro" y conservemos una comunica­ción ininterrumpida con ese gran autorcon cuyo modo de pensar simpatizamos ycuyos encantos de composición podemoshabitualmente retener.

Es notable que todos los grandes es·critores sienten predilección por un autorfavorito; si, como Alejandro, poseyeraaun cofre de oro, conservarían en él lasobras constantemente hojeadas. Demóste­nes sintió tal deleite con la historia deTucídides que, para obtener un dominiofamiliar y perfecto de su estilo, la copióocho veces. Bruto no sólo leyó de conti­nuo a Polibio, incluso en los períodos másagitados de su vida, sino que lo compen­dió en la terrible última noche de su exis­tencia: la que precedió a su intento devencer al hado en contra de Antonio vOctavio. Selim II poseyó una traducció~de los Comentarios de César realizadapara su uso particular y consta que talfrecuentación exaltó su ardor militar. Senos dice que los escritos de Jenofont.:convirtieron en héroe a Escipión el Afri­cano. Cuando Clarendon se dedicó a es­cribir su historia, estudiaba constant~­

mente a Tito Livio y a Tácito para ad­quirir el estilo amplio y florido del uno vel arte de retratar del otro; registra talcircunstancia en una carta. Voltaire teníausualmente sobre su mesa la Athalie JeRacine y la Petit Careme de Masillon:las tragedias del primero eran los más ex­quisitos modelos en verso francés y lossermones del segundo, en prosa frances1."Si tuviera que vender mi biblioteca -de­cía Diderot- conservaría a Moisés, a H()­mero y a Richardson". A causa del élogedel entusiasta escritor hacia nuestro no­velista, no creemos que, si hubiera tenidoque perder a dos de sus favoritos, Ri­chardson hubiera sido uno de ellos. HI:­rault de Séchelles nos dice que el escritorfrancés monsieur Thomas, quien a vec~~

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Por Isaac DISRAELI

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este hecho: Cave ab homine unius libri:i Cuidado con el hombre de un solo li­bro!

Plinio y Séneca proporcionan un con­sejo muy seguro acerca de la lectura: de­bemos leer mucho, aunque no muchos li­b:·os. j Pero ellos no gozaban de la "listamensual de nuevas publicaciones"! Desdesu epoca, otros nos han favorecido conMétodos de estudio y Catálogos de librosque se deben leer. i Las tentativas paralimitar este invisible círculo de conoci-

En 1920 el Centro de Estudios HistÓ­ricos la dio a luz en forma de libro conprólogo, beneplácito y sincera gratituddel insigne don Ramón Menéndez Pidal.

Don Pedro pasó alrededor de un añoen España. En septiembre de 1920 sehallaba de vuelta en Minnesota enseñan­do. En 1921 se encaminó para Méxicollamado por su entrañable amigo JoséVasconcelos, que tenía a su cargo la car­tera de Instrucción Pública o Secretaríade Educación. Lo había llamado, en rea­lidad, nuestra América, la América gran­de y magna que él llevó siempre limpia­mente en su alma. Volver a México eracomo volver a su propia casa. De Méxicoemprendió viaje a la Argentina, dondepermaneció cerca de veinte años. Ahí mu­rió en 1946 "camino ele su cátedra, siem­pre en función de maestro", como hacenotar su hermano Max en dicho Prólogo,el que me espoleó e incitó a escribir acercadel "tránsito" de don Pedro por estas aveces gélidas tierras de Minneápolis.

1 Pedro Henríquez U"erla - Antología. Se­lección, Prólogo y Notas de Max HenríquezUreña. Libreria Dominicana. Ciudad Trujillo,1950.

2 Plenitu.d de América. Ensayos escogidosde Pedro Henríquez Ureña. Selección y NotaPreliminar de Javier Fernández. Buenos Aires,1952.

* Henríquez Ureña anticipó algunos ma­teriales de este libro en su Antología de laversificación rítmica, publicada inicialmente enSan José de Costa Rica, en la colección ElConvivio que dirigía D. Joaquín Garcia Monge,1918. Una segunda edición de esta Antología,retocada y ampliada, se publicó en México porla Editorial Cultura, 1919. N. de la R.

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