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Vol. 6, No. 3, Spring 2009, 108-136 www.ncsu.edu/project/acontracorriente Conflictos gremiales en la historia reciente argentina: una mirada Gabriela Scodeller Universidad Nacional de La Plata Introducción El presente artículo aborda la conflictividad gremial en la década de 1970 en Argentina, momento en que distintas fracciones de la clase obrera construyen y asumen alternativas políticas que buscan la superación del sistema social vigente. El hecho de que nuestro trabajo se sitúe en el campo de la historia reciente hace que deban afrontarse una serie de problemas de índole epistemológico y metodológico; puesto que las temáticas abordadas han sido y son objeto de disputa entre la ‘memoria’ y la ‘historia’ requieren, a nuestro entender, de una aproximación desde una mirada científica de lo social. Para ello recurrimos a una medición cuantitativa de la lucha de clases en Argentina, lo cual torna necesario explicitar los supuestos desde los que partimos. En los últimos años, y en gran parte de la mano del auge de la historia oral y de la amplia aceptación de corrientes cualitativas en el campo académico, se produjo una enorme cantidad de material en

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Page 1: Universidad Nacional de La Plata...como proceso, realizada por E. Meiksins Wood en su artículo sobre E.P. Thompson. Ellen Meiksins Wood, Democracia contra capitalismo. La renovación

Vol. 6, No. 3, Spring 2009, 108-136 www.ncsu.edu/project/acontracorriente

Conflictos gremiales en la historia reciente argentina:

una mirada

Gabriela Scodeller

Universidad Nacional de La Plata

Introducción

El presente artículo aborda la conflictividad gremial en la década

de 1970 en Argentina, momento en que distintas fracciones de la clase

obrera construyen y asumen alternativas políticas que buscan la

superación del sistema social vigente. El hecho de que nuestro trabajo

se sitúe en el campo de la historia reciente hace que deban afrontarse

una serie de problemas de índole epistemológico y metodológico;

puesto que las temáticas abordadas han sido y son objeto de disputa

entre la ‘memoria’ y la ‘historia’ requieren, a nuestro entender, de una

aproximación desde una mirada científica de lo social. Para ello

recurrimos a una medición cuantitativa de la lucha de clases en

Argentina, lo cual torna necesario explicitar los supuestos desde los que

partimos.

En los últimos años, y en gran parte de la mano del auge de la

historia oral y de la amplia aceptación de corrientes cualitativas en el

campo académico, se produjo una enorme cantidad de material en

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relación a los años ‘60 y ‘70 en la forma de ensayos, memorias,

entrevistas, etc. Si bien éstos, desde diversas disciplinas y miradas,

aportan a la reconstrucción del periodo en cuestión, existe una

generalizada tendencia a ofrecer visiones subjetivas sobre el mismo, al

abuso del testimonio relegando el uso crítico de las fuentes, a la opinión

por sobre la investigación empírica y rigurosa.

A esto se suma el hecho que en los últimos años—producto de

una necesidad social por las temáticas vinculadas a la historia reciente—

éstas fueron convirtiéndose en un boom en el mercado editorial que ha

permitido su amplia circulación. Ello ha favorecido determinadas

miradas simplistas, maniqueas y confusas sobre la etapa en cuestión, al

no advertirse que, como consecuencia de la derrota sufrida por el campo

popular en aquellos años, en la actualidad muchas de las miradas sobre

el pasado reciente han emergido transformadas, han sufrido procesos

de cooptación, o se encuentran parceladas.

Advirtiendo estos obstáculos, consideramos que la posibilidad

de observar con datos precisos el movimiento de lo social contribuye a

visualizar determinados procesos sociales que, por su densidad y

complejidad, no resultaban claros en dicho periodo. Así, el objetivo de

este trabajo es aproximarnos al estudio del movimiento obrero en la

década del ‘70 desde una metodología cuantitativa, que nos permita

objetivar los procesos de lucha de clases en que se encontraba la

sociedad argentina en su conjunto -aunque aquí nos limitemos al

estudio de los conflictos obreros, lo cual constituye sólo una puerta de

entrada a esa realidad social más amplia-.

Nos interesa conocer la subjetividad de los trabajadores a través

de una medición objetiva; es decir, no a través de aquello que los sujetos

opinan hoy sobre sus luchas en los años ‘70, sino a través del registro de

sus acciones en ese determinado momento histórico. Vale decir, que

mientras pareciera que la única manera de aproximarse a la

subjetividad de los trabajadores es a través de estudios cualitativos, en

profundidad, que apelan a la fuerza del testimonio oral, a la

reconstrucción de la cultura o costumbres que conformarían una

determinada identidad obrera1, aquí intentaremos mostrar que es

1 K. Marx y F. Engels afirman que “los diferentes individuos sólo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una lucha común contra otra clase”. Karl Marx y Friedrich Engels, La Ideología alemana (Montevideo: Ediciones Pueblos Unidos, 1959), 58. En este sentido, es necesario señalar que

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posible arribar a resultados cualitativos a partir de un trabajo de tipo

cuantitativo.

Partimos de entender que el conflicto actúa como motor en el

proceso de constitución y destrucción de relaciones sociales. De allí que

nuestro operador metodológico es la lucha, ya que ésta brinda una

imagen de las clases, de las fuerzas sociales y de las territorialidades

sociales2. De este modo, si las clases sociales se constituyen en el

enfrentamiento, la observación de sus luchas constituye la puerta de

entrada para observar el ‘para sí’ de una clase o fracción de ésta, su

subjetividad. Por ello, a partir del análisis de las luchas es posible

reconstruir los grados de conciencia alcanzados por las distintas

fracciones de clase: permite observar en qué estadio de su formación se

encuentra una clase, cual es su relación consigo misma y con otras

clases.

En este trabajo, sin descuidar las reivindicaciones económico-

corporativas, nos centraremos en los conflictos hacia el interior de la

clase obrera, los que en gran medida manifiestan un proceso de

construcción de autonomía entre distintas fracciones. Lo anterior no

puede escindirse del enfrentamiento por aquellos proyectos políticos

más amplios en que dicha posibilidad de autonomía se inscribe, es

decir, del alineamiento de las distintas fracciones obreras respecto de desde nuestra perspectiva de análisis no es sólo el compartir una cultura, costumbres o formas de vida materiales y culturales lo que constituye a una clase y le otorga identidad, sino la experiencia en relación a una lucha común. De este modo, entendemos a las clases sociales como un sujeto colectivo, las cuales se constituyen como “clase para sí” en el enfrentamiento con otras clases; proceso que obliga a pensar la formación de las clases de manera continua y nunca cerrada (como una estratificación o algo ya dado). En este sentido, resulta interesante la exposición de la noción de clase como relación y como proceso, realizada por E. Meiksins Wood en su artículo sobre E.P. Thompson. Ellen Meiksins Wood, Democracia contra capitalismo. La renovación del materialismo histórico (México: Siglo XXI, 2000), 90-126. Cuando hablamos de clase obrera comprendemos a todo aquél que vende su fuerza de trabajo, reconociendo con ello no sólo distintas fracciones en su interior, sino diversos grados de conciencia, experiencias de lucha, etc. Esta diversidad implica conflicto y disputas hacia el interior de la clase obrera misma, negando de esta manera una lectura simplificadora de la realidad, que suele tomar a la clase obrera como un todo homogéneo. De este modo podemos leer no sólo la confrontación permanente en toda sociedad capitalista, esto es, el antagonismo entre los intereses de capitalistas y asalariados, sino la igualmente real y concreta confrontación tanto interburguesa como entre fracciones obreras. 2 Este modelo del encuentro para interpretar lo social es desarrollado a partir de los elementos que aporta para su interpretación K. Von Clausewitz, como han sugerido diversos trabajos de investigación dentro de la línea del Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO), grupo que inicia su trabajo en la década de 1960 en Argentina.

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las fuerzas sociales que en la década del ‘70 disputaban el poder social

en la Argentina.

Abordaremos el tema desde una perspectiva regional, buscando

conocer los caminos por los que transitan aquellos trabajadores alejados

de los grandes centros industriales, en la provincia de Mendoza3. Con

este fin elaboramos un mapa de los conflictos obreros en dicha

provincia entre mayo de 1969 y agosto de 19744. Para ello trabajamos

con la metodología elaborada por Inés Izaguirre y su equipo5, donde si

bien los resultados que se presentan son de tipo cuantitativo, el

contenido de las categorías es resultado de un análisis cualitativo.

Haremos una breve referencia a la misma a continuación.

El problema de las fuentes: apuntes metodológicos

Es necesario comenzar señalando un obstáculo para nuestra

investigación—que se convierte en indicador de la relación que establece

el movimiento obrero local con su propia historia—la ausencia de

documentos escritos de diverso tipo6. Obstáculo que sólo muy

parcialmente, y con los recaudos metodológicos necesarios, puede ser

salvado recurriendo a la construcción de fuentes orales. Es por ello que

consideramos que la prensa escrita—sobre todo en esta época, cuando

aún no aparecen los niveles de censura observables con posterioridad a

la dictadura de 1976—constituye una fuente de inestimable valor para el

3 Presentaremos los resultados de nuestra tesis de doctorado,

elaborada bajo la dirección de I. Izaguirre. Gabriela Scodeller, “Conflictos obreros en Mendoza (1969-1974): cambios en las formas de organización y de lucha producto del Mendozazo. Un análisis del ‘borramiento’ del conflicto como política de la memoria de la historiografía regional” (Tesis de doctorado realizada en la Universidad Nacional de La Plata, 2008). 4 En cuanto al periodo histórico que abordamos, nuestra investigación comprende la etapa abierta por el Cordobazo (mayo 1969), atravesando las gobernaciones de los distintos interventores tanto civiles como militares y, posteriormente a las elecciones de marzo de 1973, las gobernaciones de A. Martínez Baca y de C. Mendoza, hasta la intervención federal en agosto de 1974. Desarrollaremos el contexto nacional y provincial más adelante. 5 Inés Izaguirre y Zulema Aristizabal, Las luchas obreras. 1973-1976. Documento de Trabajo 17 (Buenos Aires: Instituto de Investigaciones Gino Germani—Universidad de Buenos Aires, 2000). 6 La historia y su escritura son parte de una construcción identitaria—que da lugar a historias en disputa—, preocupación que en nuestro caso parecería ausente. Ello da cuenta de ciertos procesos de conciencia, se constituye en un indicio de que la clase obrera local no reconoce la necesidad de preservar sus documentos, de que no han considerado a su propia historia digna de ser preservada, documentada, escrita y transmitida. Debemos señalar, sin embargo, que si bien la forma escrita es un importante indicador, no debe tomarse al material escrito como único observable de construcción identitaria.

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tipo de trabajo que nos interesa realizar, por ser “casi el único registro

del orden de lo real que se ofrece en forma cotidiana”7.

Para realizar nuestra investigación elegimos el diario local

Mendoza puesto que ofrece mayor información gremial, ya sea que se

tenga en cuenta la cantidad o la calidad de las noticias, las cuales poseen

mayor precisión y detalle respecto de otros periódicos8. Para realizar la

muestra de conflictos obreros, registramos sólo un día por semana, ya

que no todos los días dedican el mismo espacio a la información

gremial, aunque sí mantienen cierta proporción entre sí—es decir que

no varía sustancialmente el numero de conflictos en la semana—, lo cual

nos permite construir a partir del registro de un solo día semanal, el

universo de los conflictos. Así, la muestra es del 14,3%9, compuesta por

2.008 registros que dan cuenta de 1501 conflictos obreros, contenidos

en las 272 ediciones del diario que comprenden los límites cronológicos

de la investigación.

La unidad de información más inclusiva, la constituye la noticia

impresa donde esté presente el sujeto obrero, cualquiera sea la forma

bajo la cual aparezca registrado—individual, grupal o gremial—, y

cualquiera sea el lugar del diario donde se encuentre. Cada unidad de

información contiene distintas—una o más—unidades de registro en su

interior. Esta es la unidad mínima del hecho a investigar, objeto de

contabilidad, análisis y medición, que en este caso es el conflicto obrero,

entendido como “un encuentro entre dos sujetos sociales, del que

postulamos como condición necesaria y suficiente la presencia de uno: 7 Izaguirre y Aristizabal, Las luchas obreras, 19. Como advierten las autoras, para el periodo que investigamos, los riesgos acerca de su carácter intencional o ideológico no son mayores que los de otras fuentes, y pueden ser disminuidos con un instrumento crítico y riguroso. 8 A fin de seleccionar con cuál de los periódicos del periodo trabajar, se analizaron comparativamente los tres diarios locales de la época: Los Andes, Mendoza, y El Andino. Lo que observamos fue, por un lado, distintas semanas a lo largo del periodo, y por otro, el tratamiento de la prensa frente a un hecho que hemos marcado como punto de inflexión en nuestro trabajo—el Mendozazo. 9 Si se tiene en cuenta que solo se tomó un día semanal de noticias, este porcentaje de representación es el que correspondería a cada uno de los días de la semana, bajo el supuesto—no real—de que la información se distribuye en forma proporcional a lo largo de los siete días de la semana. Puesto que no existe algún tipo de registro o estadísticas sobre conflictos laborales a nivel provincial que nos permita conocer el universo de conflictos, el instrumento que utilizamos como parámetro de referencia es la Revista quincenal ‘CLAVES para interpretar los hechos’. Ésta se edita entre octubre de 1970 y septiembre de 1974, es decir que cubre gran parte de los años que abarca nuestra investigación. Además, la misma prestaba especial atención al seguimiento de los conflictos gremiales.

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el sujeto obrero, individual o colectivo, cualquiera sea el tipo de acción

que lo vincule con el otro término de la relación”10.

Así, se procedió a la recolección de la información periodística

por periodos11 atendiendo a distintas preguntas o variables12,

constituyendo—como veremos—el Mendozazo un punto de inflexión en

la organización de nuestra pesquisa13. Realizaremos así una primera

aproximación a los conflictos obreros de la época en Mendoza

describiendo qué sectores de actividad se movilizan y con qué objetivos

lo hacen. En segundo lugar buscaremos conocer los niveles de

autonomía o heteronomía presentes entre distintas fracciones obreras.

Finalmente, nos abocaremos a los alineamientos políticos de las

distintas personificaciones obreras. Pero en primer lugar es necesario

entender el contexto en que se desenvuelven los conflictos que

analizaremos, a lo cual sólo nos referiremos brevemente.

La correlación de fuerzas en el plano nacional: notas acerca del

contexto

A raíz de la política económica y social implementada por el

gobierno que se impuso con el golpe de 1966, la sociedad argentina

paulatinamente entra en un proceso de cuestionamiento generalizado,

que abarca a diversidad de sujetos y de espacios sociales, quienes

desafían las convenciones de la vida cotidiana, las reglas e instituciones

de la democracia liberal-burguesa, el ejercicio de la autoridad y el

monopolio de la violencia por parte del Estado. Dicho cuestionamiento

se manifiesta en estallidos sociales, en revueltas culturales y en el

accionar político-militar. A pesar de su heterogeneidad, las diversas

formas de protesta y quienes las realizan se conectan y comparten un

10 Izaguirre y Aristizabal, Las luchas obreras, 19. 11 Esta periodización es la elaboración de una dimensión temporal externa sobre la cual inscribir y comparar los conflictos obreros, marcada por acontecimientos tales como decisiones políticas de gobierno o confrontaciones sociales, pues suponemos que los hechos a analizar están influidos por este tipo de procesos. La información periodística es ordenada en un total de once periodos, agrupados a su vez en tres etapas: (1) 29 de mayo de 1969 a 13 de abril de 1972; (2) 14 de abril de 1972 a 24 de mayo de 1973; (3) 25 de mayo de 1973 a 15 de agosto de 1974. 12 Las posibles respuestas son registradas en su diversidad y luego sintetizadas en grandes categorías a fin de establecer mediciones y comparaciones. 13 Este hecho social es un punto de inflexión en nuestro análisis y periodización de la dinámica provincial, por lo que nos detenemos en el mismo más adelante.

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lenguaje común, son percibidos y se perciben a sí mismos como parte de

un todo14.

Paralelamente se lucha contra el gobierno militar, lo que no

implica cuestionar las relaciones sociales capitalistas, y se lucha

también contra el régimen, con lo cual se rebasan los límites del

sistema, siendo esta última una lucha revolucionaria. Si bien sólo la

primera es realizada conscientemente por la mayoría; la articulación

entre movimiento obrero y movimiento estudiantil, al ir perdiendo su

carácter corporativo, va constituyendo una fuerza social que cada vez en

mayor medida toma conciencia del carácter revolucionario de su lucha y

comienza a plantearse la cuestión del poder15. Así, muchos avanzan

desde la oposición política a la dictadura y a la racionalización

capitalista, hacia un cuestionamiento global del sistema mismo.

En lo que se refiere específicamente al movimiento obrero, en

estos años surgen o cobran mayor fuerza un número importante de

experiencias de organización sindical cuya característica es la constante

apelación a la participación masiva de los trabajadores de base en las

distintas instancias de lucha (asambleas, paros y movilizaciones),

combatividad que es acompañada por una fuerte democracia interna.

Estos agrupamientos obreros se definen como antiburocráticos,

antipatronales y antiimperialistas, y en muchos casos también como

clasistas.

En este contexto de movilización de creciente intensidad, el 29

de mayo de 1969 se produce en la provincia de Córdoba el hecho social

conocido como ‘Cordobazo’, donde la lucha de calles agudiza la lucha de

clases. A este hecho seguirían otros ‘azos’, puebladas y levantamientos

populares con distintas características, que tendrán contenido político y

social de diverso alcance. En este marco la lucha armada aparece como

la expresión de la etapa político-militar por la que atraviesa la lucha de

clases; aunque el ejercicio de la violencia material directa no se

restringe a las organizaciones armadas, ya que las masas la ejercen sin

mediación de aquellas—luchas que permiten hablar de guerra de

14 María Cristina Tortti, “Protesta social y ‘Nueva Izquierda’ en la Argentina del GAN”, en Alfredo Pucciarelli ed. La primacía de la política. Lanusse, Perón y la Nueva Izquierda en tiempos del GAN (Buenos Aires: Eudeba, 1999), 207. 15 Pablo Bonavena, Mariana Maañón, Gloria Morelli, Flabián Nievas, Roberto Paiva y Martín Pascual, Orígenes y desarrollo de la guerra civil en la Argentina. 1966-1976. (Buenos Aires: Eudeba, 1998).

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guerrillas de masas16. Los hechos armados expresan objetivamente la

lucha por la superación de las relaciones sociales capitalistas, aunque

para la mayoría como dijimos, sea una lucha por su emancipación

política, es decir, por la superación del gobierno militar. Cuando en

marzo de 1971 se produce nuevamente en Córdoba el ‘Viborazo’, hecho

en el cual se conjugan las acciones de las organizaciones armadas junto

a las del sindicalismo combativo, queda plasmada la vinculación que se

fue construyendo entre ambos a partir de las luchas del período.

Es frente al surgimiento de esta fuerza social antagónica, que los

sectores dominantes se plantean institucionalizar el conflicto y

desarmar políticamente a las masas, para lo cual deben desarticular las

redes sociales que sustentan a dicha fuerza social, y finalmente

destruirla. Necesitarán reconstruir las condiciones de una dominación

legítima, volver al diagrama tradicional de dominación: la democracia

parlamentaria. Dicho disciplinamiento del movimiento social se lleva a

cabo con la instrumentación del Gran Acuerdo Nacional (GAN).

Sin embargo, lejos de los objetivos iniciales del GAN de hacer

mermar la movilización social, ésta continúa e inclusive aumenta. Pero

al tornarse difusa la imagen del enemigo común, hasta ese momento

materializada en la dictadura, el campo popular comienza a

fragmentarse y cobran mayor relevancia las diferencias que existen

hacia su interior: “… tras una aparente homogeneidad ideológico-

discursiva (que podría llevar a pensar que era una sociedad

ideológicamente izquierdizada) lo que había era una gran dispersión de

posiciones”17. Estas diferencias afloran claramente luego del 25 de mayo

de 1973, cuando cada sector interprete a su modo el triunfo peronista y

actúe en consecuencia. Luego de 18 años de proscripción, el 11 de marzo

de 1973 gana las elecciones el FREJULI18, frente integrado por la

mayoría de la clase obrera y los sectores progresistas y radicalizados de

16 Por cuanto se libran en todas partes, interrumpiendo el curso normal

de la industria, del aparato administrativo estatal, y sembrando un estado de alarma generalizada. Al respecto véase Vladimir Lenin, Obras Completas, tomo IX, “La huelga política y la lucha de clases en Moscú” (Buenos Aires: Cartago, 1960), 341. 17 Flabián Nievas, “Cámpora: primavera-otoño. Las tomas”, en Alfredo Pucciarelli ed. La primacía de la política. Lanusse, Perón y la Nueva Izquierda en tiempos del GAN (Buenos Aires: Eudeba, 1999), 354-355.

18 El Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) estaba integrado por el Partido Justicialista (PJ), el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), el Partido Popular Cristiano (PPC), y el Partido Conservador Popular (PCP).

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la burguesía y la pequeña burguesía19. Se abriría a partir de aquí una

etapa donde paulatinamente la correlación de fuerzas se tornará cada

vez más desfavorable para el movimiento de masas.

En el proceso descripto podemos identificar tres grandes fuerzas

político-sociales que se enfrentan por la instauración de proyectos de

sociedad antagónicos: la del peronismo en el gobierno; aquella

conducida por las organizaciones revolucionarias; y la del régimen de

dominación20. Mientras que la segunda va siendo progresivamente

aislada del campo popular y la última va construyendo consenso en

torno a la necesidad del ‘orden’, la primera—si bien la más numerosa—

se va escindiendo para nutrir a las otras dos21. Como veremos, las

fracciones de la clase obrera se alinearán de diversas maneras respecto a

estas tres fuerzas sociales en disputa.

Más adelante retomaremos el proceso histórico hasta aquí

descrito desde la perspectiva de la conflictividad obrera que tiene lugar

en el ámbito de la provincia de Mendoza durante los años

comprendidos entre las repercusiones a nivel local del Cordobazo (mayo

de 1969) y el inicio de la intervención federal a la provincia (agosto de

1974). Pero detengámonos brevemente en lo que fue el Mendozazo y sus

implicancias en el contexto provincial.

Periodizando la historia regional: el Mendozazo como momento de

ruptura

Los grandes enfrentamientos sociales marcan momentos de

ruptura en los procesos históricos. En este sentido, en abril de 1972 en

19 “En el orden estratégico es una victoria burguesa, ya que hacía a su defensa estratégica la realización de las elecciones. El mero hecho de votar significaba, en esas condiciones, un desarme político de las masas. Sin embargo, en el orden táctico, la victoria corresponde a los sectores populares, que se alzan con el triunfo de las urnas”. Bonavena et al. Orígenes y desarrollo de la guerra civil en la Argentina. 1966-1976 (Buenos Aires: Eudeba, 1998), 106.

20 Esta fuerza es conducida por la gran burguesía agroexportadora, industrial e incipientemente financiera, a la que respondían los cuadros jerárquicos de la iglesia, el poder judicial y las fuerzas armadas. Inés Izaguirre, Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina (Buenos Aires: Eudeba, 2009). Véase también Juan Carlos Marín, Los hechos armados. Un ejercicio posible (Buenos Aires: CICSO, 1984).

21 Al respecto dice I. Izaguirre: “En mayo del 73 ya están claramente constituidas dos de las tres grandes fuerzas que se enfrentarán en el trienio siguiente: la del peronismo en el gobierno y la de los grupos revolucionarios. La tercera, la del gran capital concentrado, está a la espera. No se ha hecho visible todavía”. Izaguirre, Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina.

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la provincia que estudiamos tiene lugar el Mendozazo, acontecimiento

que ocupa el lugar de bisagra en el planteo y desarrollo de nuestra

pesquisa, ya que nos permite periodizar el movimiento de lo social,

advirtiendo transformaciones cualitativas. Como otros movimientos de

la época, éste condensa conflictos regionales que exceden los reclamos

económicos, al expresar una lucha política, utilizando formas de

violencia de masas. Es así que el Mendozazo aparece como un hito

central a dilucidar. El mismo expresa un proceso de ruptura, que en su

búsqueda por lograr ya sea la democratización o la superación de la

forma en que se encuentra organizada la sociedad, entronca con las

luchas nacionales del período.

A nivel provincial, coincidentemente con el Viborazo (marzo

1971) se abre una etapa de fuerte conflictividad social, en la que los

estudiantes actúan como vanguardia táctica, constituyéndose en un

actor clave del período. Por estos años, a las continuas luchas de los

trabajadores de la salud, la educación, la construcción y la agroindustria

por aumentos de salario y derechos laborales, se suma la creciente

politización de artistas, abogados y curas tercermundistas. Así, en 1971

se concreta la articulación de distintos sectores sociales, avanzando

hacia la conformación de una fuerza social que a pesar de su

heterogeneidad se encuentra unificada en su oposición a la dictadura,

proceso que finalmente decanta en las jornadas de lucha callejera de

abril de 1972: el Mendozazo22. Veamos brevemente las características de

este hecho.

En el contexto de cuestionamiento generalizado descripto en el

apartado anterior, en la provincia de Mendoza un aumento de 300% en

las tarifas eléctricas produce un gran descontento que se extiende a

diversos sectores sociales: comerciantes, uniones vecinales y gremios. El

rechazo a esta política de gobierno se suma al extendido repudio contra

el gobierno militar. Frente a esta situación tiene lugar una primera

concentración convocada por la Coordinadora “No pague la luz”, a la

cual le sigue un paro con movilización convocado por la Confederación

General del Trabajo (CGT) Regional para el día 4 de abril, que es

prohibida por el gobierno provincial.

22 La descripción corresponde a la primera etapa analizada en nuestro

trabajo, comprendida entre el Cordobazo y el Mendozazo (mayo 1969-abril 1972).

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Ese martes 4, la masa movilizada asciende a unas 10.000-

12.000 personas23 y presenta una gran heterogeneidad social que

muestra el repudio de distintas fracciones sociales a la medida

económica (trabajadores, estudiantes, agrupamientos vecinales,

comerciantes, etc.). La represión a los sectores movilizados se inicia aún

antes de que éstos lleguen al punto acordado para la concentración: la

Casa de Gobierno. Las fuerzas armadas reprimen frente a la sede del

sindicato del Magisterio y ante el local de la CGT Regional.

Posteriormente, y ya en la Casa de Gobierno, ante el ataque policial las

masas se arman con palos, piedras y baldosas para enfrentar a las

fuerzas armadas. En ese momento de la lucha de calles, las columnas de

las uniones vecinales, junto a grupos de maestras que habían logrado

llegar al lugar luego de ser reprimidas en su sindicato, abandonan el

campo de batalla. Quienes luchan son obreros, empleados y estudiantes.

Luego de estos hechos, se da a conocer la dimisión del gobernador

provincial, el demócrata F. Gabrielli.

Los enfrentamientos dejan el saldo de un muerto, el canillita

Ramón Quiroga, por lo que la CGT convoca a una jornada de paro y luto

para el día siguiente. El acompañamiento al sepelio del trabajador es

masivo, y nuevamente se producen choques callejeros con las fuerzas

armadas, protagonizados principalmente por jóvenes obreros y

estudiantes. Los manifestantes se repliegan hasta el departamento de

Las Heras, espacio que les es socialmente propio24, y donde junto a los

vecinos se organizaron para la resistencia que se mantiene por varios

días, debiendo las fuerzas armadas retirarse de ese territorio de

confrontación25.

23 Pocos meses después de producido el Mendozazo, se publican dos

interpretaciones del hecho. Una, elaborada por Benito Marianetti desde el Partido Comunista; la otra, por el Centro de Estudios y Difusión Peronista (CEDIP), instancia orgánica al Peronismo de Base y a las Fuerzas Armadas Peronistas (PB-FAP). Según Marianetti la cantidad de participantes el día martes asciende a 20.000, mientras que la cifra que ofrece el CEDIP es de 30.000 personas. Véase respectivamente: Benito Marianetti, El Mendozazo. La sublevación de los mendocinos (Mendoza: Editorial Anteo, 1972); Centro de Estudios y Difusión Peronista, El Mendocinazo. Crónica, análisis y relatos. (Buenos Aires: Cuadernos de Antropología Tercer Mundo, Año I, Nº 2, 1972).

24 La mayoría de los barrios que conforman el departamento de Las Heras, ubicado hacia el norte de la capital provincial, son de extracción obrera.

25 Al respecto recuerda una protagonista: “pero fue impresionante lo de Las Heras, la resistencia, del Sanjón de los Ciruelos por la calle San Marín hacia el interior. No entraba el ejército, ni entraba, o sea directamente la policía no entraba, y al ejército le costó muchos días poder entrar”. Entrevista a Nora Moyano, empleada de la Dirección General de Escuelas. Militante del Grupo

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El jueves 6 de abril, la lucha cobra mayor intensidad en algunos

barrios obreros del departamento de Guaymallén que son ocupados y

sitiados por los manifestantes. Allí se realizan asambleas donde se

discute acerca de la defensa del territorio: dónde levantar barricadas y

cómo enfrentar a las fuerzas armadas del régimen. Los vecinos, las

familias obreras, contribuyen con dinero y alimentos a la lucha. Esto

pone de manifiesto cómo un reclamo que comienza aglutinando a una

diversidad de fracciones sociales, en la propia dinámica del

enfrentamiento va tomando un carácter de clase eminentemente

obrero26. Finalmente, con el saldo oficial de tres muertos, centenares de

heridos y detenidos, el gobierno nacional ordena dar marcha atrás con

los aumentos tarifarios que habían actuado como detonante del

Mendozazo. Sin embargo, sus consecuencias se manifestarían en los

procesos de conciencia.

Podemos decir que este hecho social de masas otorga claridad

sobre el momento en que una fuerza social contenida se realiza,

conformando un nuevo espacio social, una nueva territorialidad27.

Porque si bien la masa de quienes eran parte de la lucha callejera

durante los días de abril de 1972 disminuye cuantitativamente, quienes

continúan activados realizan un salto cualitativo en sus conciencias—

aunque aún no visualicen el carácter de la lucha que protagonizan28—,

comenzando a romper su dependencia histórica respecto de las clases

dominantes y cuestionando el orden social vigente. Lo que aquí se pone

en juego es la alteración de determinadas relaciones sociales existentes,

para dar paso a nuevas formas de articulación social; a la par que en el

Independiente de Base y de la Agrupación Clasista 1º de Mayo (Mendoza: julio de 2005).

26 Buena parte de la historiografía local ha buscado desdibujar el carácter de clase de este hecho, presentándolo como un reclamo de clase media, limitado a reivindicaciones de tipo económico.

27 Entendida como la conformación de nuevas relaciones sociales. 28 Como mencionamos al inicio de este trabajo, la lucha es central en el

proceso de conocimiento de uno mismo en tanto clase, del otro en tanto adversario y de los aliados, es decir del paso del “en sí” al “para sí”. Sin embargo, el carácter de la lucha de clases no aparece directamente en el plano de la conciencia, la cual se organiza en una larga conformación histórica, sin que los hechos la puedan hacer variar de forma inmediata. Mientras que el Mendozazo pone en cuestión objetivamente el orden vigente, a través de las consignas, pancartas, cánticos y declaraciones de los manifestantes puede advertirse que conscientemente la mayoría lucha por la democratización de la sociedad. Sólo un sector del movimiento tomará conciencia y profundizará su lucha por cuestionar y transformar la forma en que se encuentra organizada la sociedad.

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Conflictos gremiales en la historia reciente argentina

120

plano simbólico dicho combate se traduce en la caracterización del

proceso como un ‘nuevo orden’ o como ‘desorden’.

Observada esta dinámica dentro de la clase obrera, la

contabilidad de las luchas de estos días deja en claro que el carácter

principal de la disputa es político, contra el Estado29. Durante la lucha

de calles la lucha de clases se polariza. Pero si bien éste no es un

momento de confrontación al interior de la clase obrera sino contra su

enemigo de clase—puesto que aunque se mantiene elevada la cantidad

de conflictos intragremiales, desaparecen las expresiones de rechazo a

las dirigencias sindicales—, los posicionamientos que asumen las

diversas fracciones obreras en relación al Mendozazo nos advierten de

una fuerte heterogeneidad en su interior. De hecho, es aquí donde se

ubica un crecimiento tanto de los alineamientos de carácter socialista

como—y más aún—de aquellos de signo contrario30.

Ahora bien, cuando nos interrogamos acerca de la génesis y

desarrollo del Mendozazo, nos preguntamos por los cambios ocurridos

en las formas de organización y de lucha de los trabajadores a nivel

regional, como producto de este hecho de masas. Así, al dibujar el mapa

de los conflictos obreros entre los años 1969 y 1972—contrariamente a

aquellos planteos historiográficos que explican el acontecimiento por la

acción planificada de sectores militares o de organizaciones armadas

populares, ambos interesados en frenar la salida institucional ofrecida

por el GAN—, logramos constatar que el Mendozazo se gesta en un

proceso de incipiente construcción de autonomía por parte de distintas

fracciones obreras. Pero al avanzar en el análisis de los datos para los

años 1972-1974, también visualizamos que, como en todo proceso

social—aunque a ello se preste menos atención—, la acumulación de

poder no es unidireccional, sino que nutre a los distintos bandos en

pugna.

El contexto en que se desenvuelve dicho proceso es el siguiente.

Luego de la renuncia del gobernador-interventor F. Gabrielli como

consecuencia del Mendozazo, asume otro civil y miembro del Partido

Demócrata, F. Gibbs. Los cambios producto de este hecho se reflejan en

29 Por sobre la media de la etapa (9,5%), en este periodo el 43,8% de las

luchas son de carácter político. 30 Aunque las luchas socialistas (14,3%) duplican a las de carácter

contrarrevolucionario (7,1%), las primeras crecen 1,5 veces, mientras las de signo contrario lo hacen 8,9 veces. El contenido que expresan estas luchas es definido en el apartado “3. Los alineamientos políticos”.

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Scodeller

121

mayores niveles de unidad y organización, pero también en un

recrudecimiento de los antagonismos dado que el proceso de

politización nutrirá a las distintas fuerzas sociales que entonces

disputan el poder en la Argentina. Se suman nuevos actores a la lucha,

como los estatales no productivos31 organizados en el Sindicato de

Obreros y Empleados Públicos32, los bancarios y el gremio telefónico.

Entre la creciente movilización y organización de distintas fracciones

sociales se destaca el elevado grado de unidad alcanzado por los gremios

estatales nucleados en la Intersindical. Así, el período trascurrido desde

la asunción de Gibbs hasta el triunfo del FREJULI en marzo de 1973,

está marcado por numerosos conflictos, uno de los cuales fue el

‘Malargüinazo’ en julio de 1972, pueblada que tuvo lugar en el sur

provincial33.

Luego de las elecciones de marzo de 1973, en Mendoza asume

como gobernador A. Martínez Baca. A raíz de este triunfo del FREJULI,

los distintos sectores del campo popular consideraron un derecho

conquistado en la lucha de los años previos ocupar un lugar en el

‘gobierno popular’, lo que se manifestó por ejemplo en las ocupaciones

de establecimientos educativos secundarios y de facultades, edificios

públicos y privados, ni bien iniciado el gobierno peronista.

Efectivamente, muchas de las prácticas surgidas en el seno de las

organizaciones populares son apoyadas por el Estado, principalmente

durante los primeros meses; sin embargo, rápidamente los sectores

ortodoxos dentro del mismo gobierno comienzan a poner trabas a este

proceso.

31 Dentro de esta categoría incluimos a los trabajadores judiciales,

empleados públicos de la administración central, municipales, y de correos. 32 El SOEP es el ejemplo más significativo de la influencia que imprime

el Mendozazo sobre las formas de organización y lucha de los trabajadores. Sus miembros adjudican al Mendozazo ser una “fecha determinante en un cambio de mentalidad” (Diario Mendoza, 05.05.73: 16) que los impulsa a organizarse en un nuevo sindicato. De la misma manera relata uno de los delegados gremiales: “Nosotros siempre decíamos en los meses posteriores, que nuestro sindicato nació del Mendozazo, porque fue ese el impulso. No puede ser que los empleados públicos estemos mirando por la ventana, de todo lo que ocurría en el país”. Entrevista a Fernando Rule, empleado de la Dirección de Arquitectura y delegado de SOEP 1972-1974. Cesanteado entre diciembre del ’73 y agosto del ’74 por causas gremiales. Militante de Montoneros (Mendoza: julio de 2005).

33 Esta segunda etapa de nuestra investigación comprende el último año de la Revolución Argentina, desde el periodo abierto a partir del Mendozazo, hasta el retorno del peronismo al gobierno del Estado (abril 1972-mayo 1973).

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Conflictos gremiales en la historia reciente argentina

122

Efectivamente, ya desde el inicio de la gestión provincial la lucha

que hegemoniza la escena pública es el enfrentamiento entre las dos

fracciones peronistas, las cuales se habían plasmado en la misma

fórmula gubernamental: Alberto Martínez Baca por la Tendencia

Revolucionaria34 y el vicegobernador Carlos Mendoza, dirigente de la

Unión Obrera Metalúrgica y referente de los sectores ortodoxos dentro

del peronismo. El avance de las fracciones más retardatarias se expresa

finalmente en el juicio político iniciado contra Martínez Baca, quien es

suspendido de su cargo35. Este hecho expresa en el plano político-

institucional la victoria de uno de los alineamientos en pugna. Cuando

el vicegobernador C. Mendoza asume el ejercicio del poder ejecutivo

provincial a inicios de junio de 1974, aumentan las medidas represivas y

la censura en todos los espacios sociales, desde la universidad y la

prensa hasta los gremios y barrios populares. En agosto de ese año—

momento en que concluimos nuestro trabajo—la provincia es

intervenida. A partir de aquí aumentan los hechos armados producidos

principalmente por las fuerzas parapoliciales. Comienza a cambiar

radicalmente la situación política y social en la provincia, tornándose

desfavorable la correlación de fuerzas para el movimiento de masas, y

recuperando la burguesía la iniciativa en la lucha de clases36. Veamos

con mayor detalle cómo intervienen los trabajadores en este proceso.

Conflictos gremiales en Mendoza: Primera aproximación a los sujetos

en lucha

Como mencionamos, fueron las luchas obreras lo que nos

permitió analizar los procesos de conciencia por los que transitaron

distintas fracciones de la clase obrera. A continuación realizamos una

aproximación a los conflictos obreros de la época describiendo la

intensidad y duración temporal de los mismos, el lugar geográfico

donde se desarrollan, quiénes se movilizan y con qué objetivos lo hacen.

34 Es necesario matizar esta afirmación, puesto que A. Martínez Baca

no es hombre de Montoneros, aunque esta tendencia apoya al funcionario provincial. Sin embargo, su designación tiene más que ver con el aval de Isabel Perón a su persona.

35 Ello forma parte de la política que a nivel nacional impulsa Perón, de eliminar por medio de su derrocamiento a los gobernadores ligados a la tendencia revolucionaria.

36 La tercera etapa que analizaremos comprende los años de retorno del peronismo al gobierno provincial, hasta la intervención federal (mayo 1973 a agosto 1974).

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123

A lo largo de las tres etapas analizadas la mayoría de los

conflictos ocurren en el Gran Mendoza (75%), por ser la zona más

densamente poblada y donde se desarrollan gran parte de las

actividades productivas, financieras y burocráticas37. En general—y en

correspondencia con el perfil productivo de una provincia

agroindustrial con un fuerte aparato gubernamental—, los sectores de

actividad más movilizados son las ramas vinculadas al trabajo

productivo38, cuyos trabajadores inician algo más de la mitad de los

conflictos registrados (57%).

Dentro del sector productivo privado, sobresalen las acciones

realizadas en las ramas de la agroindustria, alimentación, actividades

extractivas y de la construcción (13,5%); mientras que entre los

productivos estatales encontramos principalmente luchas iniciadas por

los trabajadores de la educación y de la salud (19,6%). Cuando

reagrupamos a aquellos sectores cuya patronal es el Estado, resulta que

éstos inician aproximadamente el 53% de los conflictos.

Es la creciente intensidad de conflictos registrados en el periodo

que se abre con el Viborazo (15 de marzo de 1971), lo que en parte

explica la génesis del Mendozazo39. En cambio, después de producido

este último, encontramos que las transformaciones en las formas de

lucha y organización de los trabajadores no se expresan en términos

cuantitativos, es decir en un aumento de la conflictividad gremial, sino

cualitativamente, en mayores niveles de organización y unidad tanto

intragremial como intersectorial.

37 Según el Censo de Población de 1970, el Gran Mendoza absorbe el

58,8% de la fuerza laboral de la provincia. 38 Es necesario aclarar que así como no limitamos la definición de clase

obrera al obrero industrial, de la misma manera no identificamos al trabajo productivo con la creación material de valor. De este modo, para el agrupamiento de los sectores y ramas de la actividad, tomamos en consideración si éstos pertenecen al ámbito de la producción, de la distribución o del intercambio, haciendo la salvedad de que como conjunto orgánico, las diversas etapas del proceso económico “constituyen las articulaciones de una totalidad, diferenciadas dentro de una unidad”. Karl Marx, Introducción General a la crítica de la Economía Política (Buenos Aires: Pasado y Presente, 1974), 56. Siguiendo a Marx, no sólo es productivo aquel que produce una mercancía, que produce plusvalía, sino quien además trabaja por hacer rentable el capital.

39 Puesto que la recolección de los datos se hizo tomando un día por semana, hemos optado por tomar el promedio semanal de conflictos. El periodo que se abre con el Viborazo duplica la cantidad de conflictos semanales del periodo anterior (10,5 y 5 respectivamente). Más alto aún será el promedio de conflictividad durante el Mendozazo, con 16 conflictos semanales.

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Conflictos gremiales en la historia reciente argentina

124

Recién en mayo de 1973 cuando asume el gobierno democrático,

se vislumbran cambios en el carácter de los conflictos, cuando por

momentos la lucha político-teórica hegemonice la escena40 -no sólo

como proceso de cualificación de la dinámica social sino por el contexto

histórico en que las mismas se desarrollan: recordemos el

enfrentamiento entre tendencias antagónicas dentro de la misma fuerza

gobernante. Las fracciones obreras muestran cada vez mayor

predisposición a alinearse con algunas de las fuerzas sociales que

entonces confrontan en la Argentina, y que en el plano local tienen su

expresión más nítida hacia el interior del peronismo.

No nos detendremos aquí en las reivindicaciones económico-

corporativas—que aunque con grandes variaciones porcentuales por

periodos suele prevalecer por sobre el resto41—, para centrarnos en los

conflictos al interior de la clase obrera.

Las luchas al interior de la clase obrera

En este apartado trabajamos con una serie de indicadores (tipo

de hechos y personificaciones que los impulsan, cantidad de

trabajadores que se movilizan juntos y el lugar donde ocurren los

conflictos) que brindan elementos a través de los que nos aproximamos.

I. Izaguirre y Z. Aristizabal apuntan que los indicadores

privilegiados de la fuerza moral residen en el ámbito del cuerpo

humano: el estado de los cuerpos y su posición o situación en relación al

espacio o territorio de la confrontación44. La territorialidad refiere al

espacio que ocupa o del que se apropia uno de los bandos en pugna,

espacio que no es geográfico—aunque puede serlo—, sino social. El

entramado que constituyen las relaciones sociales conforma una

determinada territorialidad social, que confronta con otras por

expandirse dentro de un mismo espacio geográfico. El análisis de la

40 La lucha político-teórica es elevada en toda la etapa que se inicia a

partir de mayo de 1973 (25,4%), llegando en el primer periodo al 45,5%. 41 Con anterioridad al Mendozazo las luchas de tipo económico

representan el 52,3%, ascienden al 62,2% en la etapa correspondiente al último año del gobierno militar, para descender al 40,8% a partir del retorno del peronismo al gobierno. Las luchas al interior o entre gremios se mantienen relativamente constantes, representando alrededor del 32% de los conflictos. 44 Inés Izaguirre y Zulema Aristizabal, “Las luchas de la clase obrera: alineamientos y desapariciones en la Argentina de los ’70. Una medición”, en Irma Antognazzi, y Rosa Ferrer eds. Argentina. Raíces históricas del presente (Rosario: Facultad de Humanidades y Artes – Universidad Nacional de Rosario, 1996), p. 59.

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Scodeller

125

cantidad de sujetos que se movilizan juntos45, del lugar que ocupan los

cuerpos en las confrontaciones46, constituye un indicio acerca del

cuestionamiento a una obediencia largamente construida y de la

intención de conquistar un territorio social que el régimen considera

propio. Asimismo, el tipo de hechos47 que se realizan o las

personificaciones sociales que participan o impulsan los mismos48, nos

permite construir el mapa de la conciencia obrera en un determinado

momento histórico, observando lo que éstos hacen -y no lo que dicen

que hacen.

Entrando en el análisis de las disputas hacia el interior de la

clase obrera, a partir de los datos que ofrece el Cuadro N°1 vemos que

previamente a abril de 1972 (Mendozazo49), en una primera etapa las

formas de lucha están en general subordinadas o pautadas por el

sistema -puesto que hay un alto porcentaje de acciones en las cuales las

cúpulas gremiales actúan solas (49,9%), y en las que coincidentemente

con ello las acciones refieren a declaraciones o instancias de negociación

entre partes (59,6%). También aquí vemos que con posterioridad al

45 Los datos son reagrupados según se trate de: grupos pequeños

(inferior a 50), intermedios (rango entre 50 y 500) o grande (oscila entre 500 y miles) de sujetos involucrados en un conflicto.

46 Aquí lo que aparece es el carácter social del ámbito donde se produce la confrontación, que hace referencia a la “propiedad” del mismo. El lugar donde se desarrolle un conflicto da cuenta de la pérdida del miedo, de un proceso de autonomía, al apropiarse de territorios sociales que le son ajenos. Registramos si las acciones suceden en: Local sindical: espacio jurídicamente controlado, propio de las dirigencias gremiales; Local patronal: el lugar de trabajo es para los asalariados un espacio jurídicamente ajeno pero que sienten como propio; Lugar de negociación: propiedad de los funcionarios de gobierno, donde también las cúpulas sindicales se sienten cómodas; Vía pública: lugar propio de movilización y expresión obrera, de construcción de alianzas entre éstos y otras fracciones del campo popular; Local de fuerzas de seguridad: espacio de encierro y represión, propio del régimen. 47 Los conflictos se ordenan según una escala de disciplinamiento, “que va desde las situaciones de violencia, indicada por la violencia patronal y/o sindical y/o policial, pasando por las declaraciones y negociaciones u otras acciones en que las dirigencias ‘operan solas’, es decir, sin las bases, hasta las formas en que los asalariados se adueñan de su espacio social: ya sea por ausencia deliberada, restando el cuerpo a la producción, o con presencia activa en el lugar de trabajo y fuera de él, para deliberar o posicionarse frente a la patronal o a conducciones sindicales de distinto signo, pero no para producir”. Izaguirre y Aristizabal, Las luchas obreras, 47. 48 La información se refiere a los sujetos que producen un hecho. Pueden ser tanto individuos como organizaciones, sean sindicatos, partidos, comisiones internas, etc. Acá podemos observar quién tiene la iniciativa en la lucha de clases, según los distintos periodos. También podemos analizar el nivel de autonomía de los delegados, cuadros medios o bases respecto de sus cúpulas; el nivel de unidad al interior de la clase obrera; y el estado de construcción de alianzas con otras fracciones sociales.

49 En el cuadro corresponde al periodo 4.

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Conflictos gremiales en la historia reciente argentina

126

Viborazo (periodo 3) aparece el mayor nivel deliberativo y de

involucramiento de los cuerpos obreros en los conflictos (31,4%), a

través de paros, planes de lucha, asambleas, etc. En este momento se

registra además el porcentaje más elevado de hechos protagonizados

por delegados, militantes y activistas (22,8%), en detrimento de las

dirigencias sindicales, las que descienden al punto más bajo de su

participación (44,6%).

CUADRO Nº 1 Mendoza, 29.05.69 / 13.04.72 (Etapa 1)

Principales indicadores de los conflictos intra e intergremiales PERIODO 1

(Blanco)

PERIODO 2

(Gabrielli A)

PERIODO 3

(Gabrielli B)

PERIODO 4

(Centurión)

TOTAL

ETAPA 1

TIPO DE HECHOS % % % % %

Solo dirigencias 61,5 67,3 55,9 62,5 59,6

Cuerpos obreros en

paro

5,6 4,0 4,0 18,8 5,0

Cuerpos obreros

movilizados

24,0 23,4 31,4 6,2 27,1

PERSONIFICACIÓN

SOCIAL

% % % % %

Dirigencia gremial o

político-sindical, dir.

política

53,5 59,1 44,6 53,1 49,9

Delegados, cuadros

medios, militantes,

comité de lucha

18,7 12,9 22,8 6,3 19,5

Trabajadores junto a

otras personificaciones

sociales

13,4 9,9 13,8 21,9 13,3

TERRITORIO SOCIAL % % % % %

Local sindical 59,6 63,8 58,0 56,2 59,4

Lugar negociación 16,1 15,2 14,6 6,3 15,0

Local patronal 6,1 5,9 7,0 3,1 6,5

Vía publica 1,7 1,7 3,6 12,5 2,9

FUENTE: Elaboración propia en base a información periodística.

Además, encontramos indicios de cierta ruptura o

cuestionamiento por parte de los delegados hacia sus dirigencias

cuando, a diferencia de periodos anteriores, van a ser las expresiones de

rechazo a las cúpulas las que dupliquen a aquellas de adhesión a las

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Scodeller

127

mismas (8,5% y 3,9% respectivamente)50. Es este proceso, en el cual

ciertas fracciones obreras ganan en autonomía, lo que nos permite

comprender la génesis del Mendozazo.

Con posterioridad a este hecho, en la segunda etapa analizada

(1972-1973)51, dicho proceso de incipiente indisciplinamiento obrero

continúa. A través de los datos recolectados podemos observar que

mientras se mantienen estables los porcentajes de rechazo a las

dirigencias gremiales, descienden significativamente los de adhesión a

las mismas52. Inclusive, entre los delegados y activistas ya no aparecen

manifestaciones a favor de las cúpulas sindicales, siendo las expresiones

en su contra mayores que en la etapa previa. Además, si bien las

acciones—realizadas principalmente por dirigencias gremiales—

permanecen dentro de los marcos de la legalidad pautada por el

sistema, crecen las acciones que dan cuenta de mayores niveles de

coordinación sectorial, ya sea a partir de las luchas iniciadas por

coordinadoras de varios gremios (sobre todo de estatales), como de

acciones emprendidas por los trabajadores junto a otras fracciones

sociales (20,1%).

Ya en la tercera etapa analizada (1973-1974)—asumido el

gobierno peronista—, registramos que los hechos que realizan las

distintas personificaciones obreras vuelven a estar cada vez en mayor

medida normativizados. En el Cuadro N°2 podemos ver que mientras

que la asunción del gobernador Martínez Baca (periodo 8) está marcada

por un proceso de ascenso de la conflictividad obrera a través de

acciones que implican el posicionamiento de los cuerpos obreros en la

lucha—expresando además la mayor avanzada obrera sobre territorio

patronal durante las ocupaciones de edificios públicos (12,1%)53—; bajo

50 Hasta aquí, siempre los porcentajes de adhesión a las cúpulas

superan a las manifestaciones de rechazo a las mismas, oscilando entre un 9 y 16%.

51 Recordemos que es el último tramo del gobierno de la ‘Revolución Argentina’.

52 Las cifras son las siguientes. Expresiones de rechazo a las cúpulas gremiales: 6,4% para la etapa 1 (mayo 69-abril 72) y 5,2% para la etapa 2 (abril 72-mayo 73). Expresiones de adhesión a las mismas: 6,0% y 2,0% respectivamente.

53 Este tipo de acciones fueron realizadas en todo el territorio nacional, con el objeto de exigir la destitución de los funcionarios del gobierno militar que permanecían en funciones. Pero paralelamente se abre una importante disputa entre las distintas tendencias existentes dentro del peronismo, por los nombramientos de quienes asumirían en dichos puestos, convirtiéndose el aparato del Estado en un importante terreno de enfrentamientos.

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Conflictos gremiales en la historia reciente argentina

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la gobernación interina del vicegobernador C. Mendoza (periodo 11) se

evidencia el reencauzamiento de la conflictividad gremial y una pérdida

de autonomía por parte de aquellas fracciones que habían iniciado un

proceso de cuestionamiento social. En este último periodo se refuerza el

disciplinamiento obrero. El estado deliberativo entre los trabajadores

comienza a ser cada vez menor (14,5%), y deja de ser acompañado por

acciones como paros y manifestaciones.

CUADRO Nº 2 Mendoza, 25.05.73 / 15.08.74 (Etapa 3)

Principales indicadores de los conflictos intra e intergremiales PERIODO 8

(M. Baca)

PERIODO 9

(M. Baca)

PERIODO 10

(M. Baca)

PERIODO 11

(Mendoza)

TOTAL

ETAPA 3

TIPO DE HECHOS % % % % %

Solo dirigencias 81,8 72,2 67,3 82,6 71,7

Cuerpos obreros en

paro

0 1,8 1,5 2,9 1,7

Cuerpos obreros

movilizados

18,2 23,1 27,4 14,5 23,9

PERSONIFICACIÓN

SOCIAL

% % % % %

Dirigencia gremial,

político-sindical,

política

51,5 38,9 46,8 62,3 47,6

Delegados, cuadros

medios, militantes

3,0 20,4 25,5 16,0 21,3

Trabajadores junto a

otras personifica-

ciones sociales

18,2 9,3 8,4 10,1 9,5

TERRITORIO

SOCIAL

% % % % %

Local

sindi

cal

36,4 44,4 61,6 72,5 57,5

Lugar de negociación 33,3 13,9 13,3 14,5 15,0

Local patronal 12,1 14,8 7,2 7,2 9,3

Vía publica 0 2,8 1,5 1,4 1,7

En Mendoza, el proceso de debate abierto con las ocupaciones, sobre la

forma y contenido de las políticas a implementar, llega a la formulación de una propuesta de ley en el caso de una de las reparticiones. La misma se denomina ‘Proyecto de ley creando la Dirección de Obras y Servicios Sanitarios como ente autárquico’ (Mendoza, 10 octubre de 1973), donde se impulsa la participación obrera y de los usuarios del servicio en la gestión de la misma.

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Scodeller

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FUENTE: Elaboración propia en base a información periodística.

Estos datos muestran como las cúpulas gremiales no sólo se

cohesionan internamente y recuperan protagonismo (62,3%), sino que

logran niveles de adhesión hacia su política. Se registran los niveles más

altos de acciones que se desarrollan en sedes sindicales (72,5%)—

territorio social propio de las dirigencias—expresándose a través de

manifestaciones verbales o escritas (59,8%)—forma más leve del

enfrentamiento—, las que son impulsadas por pequeños grupos (81,2%).

Por su parte, si bien la relación que establecen los delegados y activistas

respecto de sus dirigencias indica valores altos de confrontación y

rechazo, nuevamente aparecen, aunque en menor medida, expresiones

de apoyo a las mismas, acciones que llegarán a igualar a las de signo

contrario durante la gobernación de C. Mendoza (9,1%).

Es decir, se observa como los sectores ortodoxos reconstruyen

dentro del movimiento obrero ciertos niveles de heteronomía,

necesarios para comenzar a encauzar la protesta de quienes

permanecen en un estado de indocilidad. Sumado a ello, pudimos

advertir un progresivo fraccionamiento social, es decir un proceso de

desarticulación de alianzas tanto entre sectores gremiales como de éstos

con otros sectores de la sociedad (11,6%).

Los alineamientos políticos

El mapeo realizado nos permite dar cuenta de la dinámica de la

conflictividad de carácter inter e intragremial, política y teórica,

presente entre los trabajadores; instancias de la lucha que muchas veces

han pasado a los márgenes dentro de los estudios sobre el movimiento

obrero local, que priorizan, en la historia de los asalariados, su

confrontación con la patronal por la venta de su fuerza de trabajo.

Pero la disputa desarrollada hacia el interior de la clase obrera

que hemos sintetizado en el apartado anterior, no estuvo escindida del

enfrentamiento por aquellos proyectos políticos más amplios en que

dicha posibilidad de autonomía se inscribía, es decir, del

posicionamiento que las distintas fracciones obreras asumen respecto

de las fuerzas sociales que en ese momento histórico se encuentran

confrontando por la instalación de modelos antagónicos de sociedad en

la Argentina. Podemos aproximarnos a observar dichos alineamientos a

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Conflictos gremiales en la historia reciente argentina

130

través de los fines explicitados por los protagonistas. Aquí retomamos la

información obtenida en relación a los fines que persiguen las distintas

personificaciones obreras, organizándola según diversos tipos de lucha

posible.

Así, tenemos la lucha contrarrevolucionaria / a favor del

régimen, que es un tipo de lucha que se expresa por el mantenimiento

del sistema de opresión y explotación política, económica y social54; y la

lucha contra el régimen, donde a su vez distinguimos entre lucha

democrática o lucha socialista55. La primera es aquella que se expresa

contra el régimen hegemónico, dado que el mismo limita, excluye y

reprime aquello que pueda aparecer como disidente ú opuesto. Busca

una situación de igualación en las relaciones sociales, sea en el ámbito

de la lucha económica, política inter o intragremial, y/o en aquellas que

tienen lugar en el plano político-teórico de la lucha56. La segunda, en

cambio, implica la superación de las relaciones sociales capitalistas que

producen y reproducen las formas de expropiación, explotación y

desigualdad sociales57.

Siguiendo dichas distinciones, al analizar la información

obtenida según la metodología utilizada, un dato significativo del mapeo

en relación al salto cualitativo que supone el Mendozazo, es que con

posterioridad al mismo podemos contabilizar una mayor cantidad de

alineamientos, lo que expresa una mayor politización del conjunto

social. Ello muestra que las distintas fracciones sociales comienzan cada

54 Se incluyen las categorías de apoyo a actos represivos o intimidatorios, manifestaciones contrarias a libertades democráticas, expresiones de repudio a acciones o grupos combativos, como también aquellas de apoyo a gobiernos y sus políticas (correspondientes a intervenciones militares, aunque queden en manos de civiles).

55 Dicha distinción se realiza en base a las definiciones de Nelson Gutiérrez Yáñez, Chile en los 90: Balance y perspectivas del desarrollo de la lucha democrática y la lucha socialista, documento presentado en el Encuentro de Partidos y Organizaciones de Izquierda de América Latina y el Caribe (Sao Paulo, julio de 1990). 56 A su vez aquí diferenciamos entre dos planos: uno que denominamos ‘en disputa’, dado que es más difícil definir el contenido de la acción: incluimos aquí las categorías de lucha económica; de lucha electoral o entre fracciones gremiales; y de rechazo como de adhesión a las cúpulas gremiales. Por otro lado, tenemos las expresiones que más claramente nos permiten definir un alineamiento: donde incluimos las manifestaciones de rechazo a los distintos gobiernos o a sus políticas (para gobiernos militares) y de repudio a las medidas represivas e intimidatorias.

57 Aquí se incluyen las luchas solidarias o en defensa de libertades democráticas y las manifestaciones de adhesión a los grupos o sectores combativos.

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vez en mayor medida a tomar partido por alguna de las fuerzas que

confrontan durante el período histórico bajo estudio.

En cierto sentido, podemos decir que los datos construidos

refutan la idea, aún presente en ciertos sectores académicos locales58 y

en el sentido común, de que la sociedad miró para un costado, sin

involucrarse en el proceso en marcha.

Otro dato importante en este sentido, es que el contenido de

dichos alineamientos es heterogéneo y acumulará en direcciones

opuestas: crecen tanto las luchas que pueden ser agrupadas como de

contenido socialista, como aquellas de carácter contrarrevolucionario59.

Vale decir, que la activación generada por el Mendozazo nutre a las

distintas fuerzas en disputa. Sintetizaremos la trayectoria analizada.

Cuando comparamos el momento inmediatamente anterior y

posterior al hecho de masas de 1972, encontramos que los

alineamientos contrarrevolucionarios se cuadruplican, mientras que las

58 Entre los principales académicos referentes de la historia provincial, podemos advertir la vigencia de la ‘Teoría de los dos demonios’ y cómo la complejidad de las luchas sociales del período queda limitada a la lucha armada que impulsaba la ‘subversión’: “Las mayorías no estaban con ninguno de los dos bandos… La mayoría estaba asustada, metida en casa. Había grupos minoritarios que luchaban entre sí para tratar de imponer visiones antagónicas de la realidad”. Pablo Lacoste, “Mendoza y el mundo en años agitados (1966-1983)”, en Pablo Lacoste y R. Moyano comps. Santiago Felipe Llaver. Introducción a medio siglo de historia de Mendoza, (Mendoza: Ediciones Culturales de Mendoza, 2001), 118.

“… en ese lapso [se refiere al período de J. Videla] la subversión y el terrorismo fueron totalmente erradicados, con las secuelas que todos conocen, pero indicaron a aquellos que creyeron que la solución para los problemas del país provendría de las ideologías izquierdistas y tercermundistas, impuestas por el terror y la violencia, que estaban totalmente equivocados”. Adolfo Cueto, Aníbal Romano y Pablo Sacchero, P, Historia de Mendoza, Fascículo 23 (Mendoza: Ediciones del Diario LOS ANDES, 1995), 9. Es interesante contrastar esta imagen de ‘subversión’ con la que poseían algunos sectores obreros en los ‘70. Por ejemplo, a lo largo de la publicación gremial de la Asociación Bancaria se repite una pequeña imagen del rostro de Cristo, con una leyenda que dice: “RECOMPENSA. Buscado por subversión, conspirar contra el sistema establecido, por estar siempre donde se juega la liberación. JESUCRISTO. Vive pobremente, obrero explotado, mal alimentado, con ideas foráneas, encarnado en el pueblo y sus luchas. Alias: el príncipe de la paz, la luz del mundo, señor de la historia. Señas: barba y pelo largo, heridas en manos y pies producidas por explotadores respetables, que manejan las autoridades legales”. Revista ‘Democracia Sindical’. Editada por la Asociación Bancaria seccional Mendoza. Año I - Nº 1, Mendoza: mayo de 1973, 53.

59 Entre los trabajadores el registro por etapas es el siguiente. Lucha socialista: (1) 9,2%; (2) 13,9%; (3) 11,8%. Lucha contrarrevolucionaria: (1) 1,7%; (2) 2,9%; (3) 8,1%. Aunque la primera siempre supera a la segunda, lo llamativo es el crecimiento de esta última.

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luchas de tipo socialista en cambio se mantienen en niveles similares60.

Una vez iniciado el gobierno del FREJULI (mayo de 1973), aparecen los

niveles más elevados—y similares—tanto de manifestaciones de carácter

contrarrevolucionario (19,2%), como de expresiones de tipo socialista

(23,1%).

En lo que respecta a estas últimas, si bien hasta mayo de 1973

son mucho más elevadas que las de signo contrario, las mismas refieren

casi en su totalidad a expresiones de solidaridad hacia otros sectores en

lucha o por la defensa de libertades democráticas, lo cual se tradujo en

la concretización de procesos de unidad; pero sin que aparezcan hasta

aquí porcentajes significativos de expresiones a favor de los sectores

combativos o pro-revolucionarios entre las personificaciones obreras.

Al detenernos en este punto específicamente, podemos ver que

luego del Mendozazo no se producen expresiones a favor de dichos

grupos, mientras que la cifra de repudio a éstos duplica la de la etapa

1969-1972, pasando ahora al 2%. Además, y a diferencia de la etapa

previa, observamos que los alineamientos de carácter

contrarrevolucionario se expresan de manera pareja entre las distintas

personificaciones obreras. Es significativo su crecimiento entre los

trabajadores cuando se movilizan junto a otros sectores sociales

(oscilando alrededor del 3%), y más aún la aparición por primera vez de

este indicador entre delegados, activistas y militantes (1,4%). Ello

muestra como la lucha de calles (Mendozazo), que acelera y torna

visible para muchos la lucha de clases, comienza a dibujar con mayor

claridad ciertos alineamientos al interior de la clase obrera.

Finalmente, en la tercera etapa (1973-1974) la situación entre las

distintas personificaciones obreras se presenta de la siguiente manera:

en todas ellas aumentan de manera importante las luchas

contrarrevolucionarias, mientras que en general caen las expresiones de

carácter socialista61. Específicamente entre los delegados, activistas y

militantes se igualan los niveles de adhesión y rechazo a los grupos o

sectores combativos (6,7%). Creemos que estos datos hablan del

temprano—respecto del comúnmente aceptado hito o momento de

ruptura que significaría el golpe de marzo de 1976—rearme de la fuerza

60 Encontramos un 3,3% de luchas de carácter contrarrevolucionario, y

un 10% de acciones de tipo socialistas en el periodo inmediatamente posterior al Mendozazo.

61 Ver nota n° 58.

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contrarrevolucionaria, al advertir la potencialidad disruptiva de la

fuerza antagónica al régimen o pro-revolucionaria.

Nuevamente estos datos dan cuenta de que la disputa entre

proyectos políticos enfrentados abarca al conjunto de la sociedad y que

los posicionamientos de las diversas fracciones obreras son cada vez

más dispares—polarización que alimenta el fraccionamiento social ya

mencionad—, aunque entre la clase obrera local comienzan a cobrar

mayor fuerza las fracciones ortodoxas. Este proceso de avance de las

fracciones más retardatarias de la sociedad no estuvo al margen de una

tendencia que se observa también a nivel nacional e internacional, el

cual ya se vislumbra para los últimos años de nuestro análisis, aunque

posteriormente cobre mayor fuerza.

Reflexiones finales

En relación al planteo de orden teórico-metodológico con que

iniciamos el presente escrito, distanciándonos de las tendencias de

investigación cualitativas fuertemente aceptadas en la producción

académica actual, creemos que el ejercicio de medición aquí presentado

ilustra sobre las posibilidades de aproximarnos a resultados cualitativos

a través de una metodología de tipo cuantitativa para el abordaje de los

procesos histórico-sociales. El dato objeto de análisis y medición resulta

de un proceso de construcción que depende de un andamiaje teórico-

conceptual, el cual posibilita la visualización de ciertos elementos de la

realidad, en nuestro caso: los procesos de construcción de autonomía y

toma de conciencia de ciertas fracciones de la clase obrera, así como el

rearme y la construcción de hegemonía de los sectores del denominado

sindicalismo ortodoxo.

El ejercicio realizado permite objetivar determinados procesos

sociales que por su densidad resultan complejos de visualizar, tanto

para quienes son parte de los mismos como para quien intenta

analizarlos posteriormente. Frente a los datos presentados, resulta

difícil negar que la lucha de clases atravesara por un estadio político-

militar y que numerosas fracciones de la clase obrera tomaran parte en

dicho proceso, alineándose con las distintas fuerzas sociales que

entonces confrontaban por el poder social en la Argentina,

contrariamente a quienes con matices continúan sosteniendo que la

lucha en los años ‘70 estuvo limitada a aparatos armados.

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A partir del mapa de las luchas obreras que hemos expuesto,

también resulta difícil negar que los conflictos hacia el interior de la

clase obrera se desarrollen de manera horizontal y no sólo en vección

vertical. Esto, contrariamente a quienes desde distintas perspectivas

teóricas y políticas, continúan pensando las luchas obreras en términos

de bases versus cúpulas, análisis por el cual en algunos casos los

trabajadores acompañan acríticamente a sus direcciones (sólo estas

participarían de disputas político-ideológicas de modo consciente),

mientras que en otros las bases son portadoras de una actitud de lucha

constante y las dirigencias tienden constantemente a frenar dichos

procesos de confrontación. Lecturas maniqueas que no permiten captar

la complejidad y las contradicciones en el desarrollo de la lucha de

clases, la cual se desarrolla hacia el interior de la clase obrera misma.

Bibliografía citada

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