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UNIVERSIDAD DE CIENCIAS Y HUMANIDADES : : 1 · - -• 1 ' 1 1 / : 'i _ -, 1 l --- : ! -� AVISO Punto fijo de venta de l a rvlsta VUELAPLUMA y de los libros del Fondo Editol de la H Av. RCplíblic de Chile 295, Of S03, Santa Beatriz, lima (Ref . Edificio Kennedy) Telf. 330 8170 Atención de lunes viernes de 9 im-6 pm desde el 16 de julto del 2018

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UNIVERSIDAD DE CIENCIAS Y HUMANIDADES

• : : 1 ·--• 1

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AVISO

Punto fijo de venta de la r<ivlsta VUELAPLUMA

y de los libros del Fondo Editol'-i;:tl de la UCH

Av. RCplíblic;:t de Chile 295, Of S03, Santa

Beatriz, lima

(Ref. Edificio Kennedy)

Telf. 330 8170

Atención de lunes.:. viernes de 9 ;;im-6 pm

desde el 16 de julto del 2018

UNIVERSIDAD DE CIENCIAS Y HUMANIDADES

VUELAPLUMA13 Mayo 2018

VUELAPLUMA Año VI N.º 13

Mayo 2018

Director fundador

Arturo Corcuera

Edición general

Lorenzo O ore

Rector

é ar Ángeles Caballero

Vicerrector Académico

ilciades Hidalgo Cabrera

Gerente General

Carlo ampomanes Bravo

Portada y contraportada: Retablo y Tinta azul del dolor

de Ricardo Wiesse, 2018.

fjUCH UNIVERSIDAD DE

CIENCIAS Y

HUMANIDADES

© Asociación Civil Universidad de Ciencias y Humanidades

República de Chile 295 Of. 503 - Lima - Perú. Teléfono: 330-8170

Comentarios, sugerencias o colaboraciones a [email protected]

Hecho el depó ito legal en la Biblioteca acional del Perú: 2013-0583

I 2310-9955

Tirada: 1000 ejemplares

e imprimió en los talleres gráficos de la

Asociación Fondo de investigadores y Editores - AFI ED.

Calle Las Herramientas 1873, Lima - Perú.

Teléfono: 336-5889

1 N DI CE La magia y poesía de Arturo Corcuera

Algunos recuerdos de Arturo Corcuera

Lorenzo Osares 2

De cómo Arturo se escapa de la lógica Adela Tarnaviecki 2 O

La mujer en la literatura y en el cine

Max Castillo Rodríguez 51

El último amigo

Tomás G. Escajadillo

Un datsun color mango Javier Corcuera

Corrupción, régimen político y modelo de desarrollo en el Perú

Levy del Aguila M.

Arturo Corcuera: Poeta y mago

Mi homenaje a Arturo Corcuera

6 Roger Santiváñez S Andrea Cabel

28

Tiempo de celebraciones

Resella Di Paolo

Si lo cuentas, se cumple

Nilo Espinoza Haro

36

62 68

Azules en Vallejo

Ricardo Wiesse

Mayo 68, cuando estaba

prohibido prohibir

Pablo Paredes

VUELAPLUMA 1

12

42

74

ALGUNOS RECUERDOS DE

ARTURO CORCUERA Lorenzo Osores

E cribir sobre Arturo Corcuera es para

mí muy difícil y duro. No é por dónde

empezar, los recuerdo me sobrepa an y la

pena me paraliza. Pero sería una inconse­

cuencia con Arturo hacer la más mínima

concesión a la tri teza, cuando él se en­

frentó a la «de narigada» con una digni­

dad inquebrantable, incluso en los mo­

mentos más penosos de su enfermedad, a

la que anteriormente había conjurado con

humor y lucidez en su poemario Baladas

de la piedra del amor y de la muerte.

No voy a cometer la imprudencia de re­

ferirme a su calidad literaria porque no e

asunto de legos y porque en este número

de Vuelapluma hay varios escrito sobre su

obra. olo diré que su Noé delirante no es

ajeno a la relación de mutua simpatía que

Arturo establecía con lo animales, inclu-

o on los meno imaginable . Me acuer­

do de su paloma Columba que lo picotea­

ba dulcemente en los labios y en el cuello

con la delicadeza propia de una amante

experimentada, pero que no soportaba la

pre encía de Rosi y tan celosa se ponía que

la correteaba a picotazo por toda la casa.

Otro día llegó Arturo de vi ita a ca a de

Til a T uchiya, impa ible como iempre,

pero con una iguana alrededor del cuello.

La mirada de a ombro y u to de nuestra

queridí ima amiga se acompasó de pué

2 UELAPLUMA

con gritos y saltos cuando Arturo le pu o

el animalito sobre el hombro, un regalo in­

e perado que Tilsa rechazaba con singular

elocuencia. Aparte de paloma e iguana ,

en su casa de Santa Iné han convivido

con la familia Corcuera Andrino toda

suerte de animales: tortuga , mono de

bolsillo, loros, papagayos, cacatúas, tordos,

rui eñores, guardacaballo , más los infal­

table perro y gatos. Creo que Arturo era

capaz de adoptar hasta un ornitorrinco y

brindar a tan esperpéntico animalito todo

su afecto.

Por otro lado, con sus congéneres, se po­

dría decir que Arturo era modelo del buen

comportamiento. Hasta que el siempre

bienhumorado, ecuánime, apacible y pon­

derado Arturo perdía lo e tribos y, po­

seído por la santa ira, arremetía ante el

menor acto de injusticia o de prepotencia.

En él no se trataba de arrebatos pasajeros,

sino de una actitud de vida en total acuer­

do con sus ideales.

En la década de los 60, cuando Arturo to­

davía era aún un poeta joven se ganó la

enemi tad de un conocido crítico literario

que, amparado en u condición de manda­

rín de la literatura, había hecho una críti­

ca con la peor leche del mundo a Edición

Extraordinaria, un poemario que acababa

Columba cuida celosamente de que nadie perturbe al poeta en sus momentos de inspiración.

de publicar Alejandro Romualdo. En su

delirio macartista acusó a Romualdo de

cambiar de bandera, la bandera peruana

por la soviética. Arturo, indignado por tan

atrabiliaria crítica, le respondió con un ar­

tículo de lógica tan demoledora que puso

en evidencia que el sumo pontífice de las

letras peruanas era incapaz de entender

hasta una metáfora tan simple y obvia

como la de Romualdo:

Paloma roja y blanca de mi pueblo,

paloma de alas rojas mi bandera.

Para mala suerte de Arturo, años después el fatuo y ensoberbecido crítico literario fue nombrado director de la Casa de la Cultura, donde nuestro poeta tenía a su cargo la Dirección de Actividades Cul­turales. Como yo diseñaba afiches para eventos culturales, no eran raras mis in­cursiones en la Casa de la Cultura y así pude er testigo de cómo Arturo con ele­gancia y humor toreaba a su :flamante jefe que trataba de embestirlo inútilmente, posiblemente porque su lomo resentido le hacía recordar las certeras banderillas que anteriormente el poeta le había clavado.

VUELAPLUMA 3

De más joven, recuerdo gratamente mis incursione en el Patio de Letra de an Marcos, donde los poetas Javier Heraud, César Calvo y Mario Razzeto, capitanea­dos por Arturo, realizaban mítines y re­citales en olidaridad con la Revolución Cubana. Así me convertí en una especie de mascota de tan jubilo o grupete, y tre­paba feliz al vetu to carro Ford de Arturo, u famoso Platero, rumbo a lo desconoci­

do o por conocer.

Del champán a la cerveza

El día del matrimonio del pintor Ó car Corcuera, hermano del poeta, mientras brindábamos con un buen champán, per­cibí que César Calvo, Arturo y Mario Ra­zzeto planeaban algo. Me hicieron señas para que los siguiera sigilosamente, sali­mos de la iglesia y llegamos hasta el buen Platero, lo trepamos y no paramos hasta la casa de Paco Bendezú en Jesús María, donde los esperaba en compañía de Juan Gonzalo Rose e innumerables botellas de

cerveza. A pesar de mi adolescente pre­sencia no programada, me acogieron ale­gremente como i fuera parte de la tribu. Yo estaba contento por conocer personal­mente a dos grandes poetas que admiraba y bebían cerveza a raudale haciendo gala de una fina ironía y de una gran cultura.

Aparte de los mencionados poetas, Arturo era amigo inseparable de Tomás Gusta­vo Escajadillo, el popular Tato, más incli­nado por la narrativa que por la poesía, y que años después sufriría el a edio de las jóvenes sanmarquinas que se le acercaban confundidas por su enorme parecido al cantante y actor argentino Palito Ortega.

Inolvidable para mí es aquel mediodía en el café Versalles donde me encontré por casualidad con Arturo, César Calvo, Toño Cisneros y Tato Escajadillo y me inquie­taron para almorzar con el temible poeta Alberto Hidalgo que estaba de visita por Lima. Como en ese momento yo era un

Antonio Osores, César Calvo, Óscar Corcuera, Arturo Corcuera, Mario Razzeto y Lorenzo Osores.

4 UELAPLUMA

Arturo Corcuera en su escritorio de Santa Inés. Foto de Daniel Lagares.

colegial en vacaciones acepté gustoso, te­

nía ganas de conocer a tan polémico per­

sonaje de quien había leído algunas de sus

diatribas contra Sánchez Cerro, Benavi­

des y Riva Agüero y también sus flamíge­

ras Odas en Contra. Fue una reunión muy

amena y me sorprendió la enorme simpa­

tía de Alberto Hidalgo, su don de gentes,

su agudeza y gran sentido del humor.

Arturo, sin saberlo, cumplió un papel im­

portante en mi formación cultural. A mí

me encantaba ir a su casa de Manuel Gó­

mez, donde era muy bien recibido por mi

querida tía Anita, la mamá de Arturo, y

por mis numerosos primos; pasaba horas

de horas en su biblioteca bien surtida con

libros de los mejores escritores de la lite­

ratura mundial y excelentemente traduci­

dos. En esta especie de refugio adolescente

descubrí que Las mil y una noches no era

un libro para niños sino al decir de Borges

un libro de admirable lascivia. Leí por pri­

mera vez a los poetas malditos Baudelaire

y Rimbaud, también al il miglior fabbro, a

Ezra Pound, sin tener la más mínima idea

dé; quién era ni de su importancia literaria.

Arturo, lejos de incomodarse, se alegraba

de verme hurgando entre sus libros y nun­

ca, fiel a su fineza de espíritu, se le ocurrió

inducirme a algún tipo de lectura.

Para terminar esta breve evocación, debo

referirme a nuestro trabajo en Vuelapluma,

que empezó en el 2013 cuando la Univer­

sidad de Ciencias y Humanidades le pidió

al poeta que dirigiese una revista cultural

y multidisciplinaria. Arturo me llamó para

que lo acompañase en esta formidable

aventura y yo acepté de inmediato porque

sabía de antemano que trabajar con él se­

ría una experiencia muy gratificante y que

la calidad estaba garantizada.

VUELAPLUMA 5

El último amigo Tomás G. Escajadíllo

Lo último amigos que he tenido sonAntonio Cornejo Polar y Arturo Corcuera.

A Arturo lo conocí antes, en 1956. Fuimos compañeros de da e en San Marcos y me intere a contar el día que lo conocí.

Don Arturo Jiménez Borja era un profesor muy exigente con las chicas que iban a ser profesoras y muy blando con los poetas. Y un día en plena da e dijo:

-Tenemos entre nosotros a un gran poetaJOven.

Y yo estaba sentado al lado de Arturo y vi como enrojecía repentinamente. Y Jiménez agregó:

-¿ Puede el poeta Corcuera beneficiarnoscon uno de us poemas?

Y Arturo contestó:

- o tengo ningún manuscrito y no me sé

de memoria ningún poema. Disculpe, pro­fe or.

Entonces Jiménez Borja replicó:

- o hay problema.

Y sacó de su maletín el primer libro de Ar­turo y le dijo a una de la alumnas:

- eñorita, lleve u ted el libro al poeta.

Y en ton ce , la voz melódica de Artu­ro copó todo el ilencio del aula ante el a ombro del auditorio que lo oía ab orto

6 UELAPLUMA

por esa virtud rara que olo los verdadero poetas pueden lograr. A í fue como escu­

ché el primer recital de Arturo, el primero que dio en su vida y a partir de ese día

fuimos amigos y hermanos.

En 1966 sacamo una revista que se lla­maba Lumbre, cuyos primeros cinco nú­

meros se imprimieron en mimeógrafo,

pero cuando pasamos a imprenta, Arturo,

que no quería meterse en ese problema,

me dejó solo en la dirección. Entonces fui

director de Lumbre, que tuvo tres número

en imprenta.

En el año 1956 Arturo y yo viajamos al

Brasil gracias a una carta de recomenda­

ción del rector de San Marcos, José León

Barandiarán, dirigida a la embajada bra­

sileña que entonces disponía de un vuelo

semanal exclusivo. Fue un viaje inolvidable

que me e timuló a publicar un par de tex­

tos sobre Jorge Amado y Manuel Bandeira.

Por esa fecha se estrenaba en Brasil y en

otro tre países de Sudamérica la prime­

ra película de Brigitte Bardot. En plena

función, Arturo se quedó dormido y no e

despertaba ni cuando la BB aparecía de

nuda. Por intentar despertarlo para que no

se perdiera la escena tuve que ver la pelí­

cula ca i por retazo .

Después de e ta gratificante experiencia

hicimo un viaje a Chile al primer y único

Congreso de Estudiantes Latinoamerica­

no . Ahí Arturo tuvo una reacción muy

Arturo con el poeta Alberto Hidalgo.

fuerte ante el escritor chileno Antonio

Skármeta, quien decía que Los ríos profun­

dos era un libro de segunda o de tercera

categoría. Esto produjo un áspero inter­

cambio de palabras entre ambos, pues

Arturo defendió ardorosamente la obra

de Arguedas. Mucho tiempo después me

encontré con Skármeta en Alemania y me

dijo que había vuelto a leer a Arguedas y

que Arturo tenía razón.

Años después hicimos varios viajes a Hua­

raz en las vacaciones, que eran de quince

días del mes de julio. En la ciudad nos alo­

jábamos en casa de Pancho La Rosa, hijo

del hombre más rico de la zona, que tenía

una casa estupenda. Yo he utilizado imá­

genes de esa casa en algún texto como, por

ejemplo, el poyo junto a la puerta en la que

se echaba a dormir el guardián de la casa.

Y en el segundo piso había una serie de

artefactos muy modernos que nunca supe

bien para qué servían.

Ahora recordaré el viaje a Budapest por­

que no quisiera repetir las cosas que Artu­

ro ha escrito con tanta frescura en su libro

de memorias que publicó el año pasado.

Una vez, por ejemplo, viajaba por encargo del Instituto Nacional de Cultura y fui­mos invitados a la casa del embajador, que ya era amigo mío. En esa oportunidad, o

poco después, el INC envió a Hungría a Jaime Guardia y a un selecto grupo de danzantes. Fue una temporada en que los estudiantes húngaros se volvieron segui­dores de la canción de este maestro y del conjunto que lo acompañaba.

Recuerdo algo que Arturo también men­

ciona en su libro, aunque en una forma corta, sobre la visita que hizo Alberto Hidalgo a La Casona de San Marcos.

Esa vez desde el segundo piso de Dere­cho comenzó a hablar y abajo había una

multitud aprista que lo interrumpía a cada instante gritando: ¡Abajo los traidores! Y

Alberto Hidalgo imperturbable les res­

pondió: «¡Efectivamente, abajo están los

traidores!».

Prefiero que estas palabras sean breves y me traslado hasta los últimos días de la

vida de Arturo

Eran los días en que él todavía podía ha­

blar. En una visita que le hice le conté que me había caído en el ingreso a mi edificio

y que por eso cojeaba un poco. Entonces

Arturo reaccionó de inmediato y alcan­zándome su bastón me dijo:

-Tómalo que yo tengo otro bastón en San­ta Inés.

-No gracias, le dije.

Arturo insistió con voz fuerte:

-Toma el bastón.

Y ya en la puerta de salida le dije:

-No -y cerré la puerta.

VUELAPLUMA 7

Arturo Corcuera:

8 UELAPLUMA

Poeta y Mago Roger Santíváñez Poeta

Conocí al poeta Arturo Corcuera -antes de conocerlo- es decir, lo vi desdeuna butaca del teatro municipal de Piu­ra en noviembre de 1971. Se trataba de laEmbajada Cultural de San Marcos visi­tando mi ciudad natal. Hacía poco yo ha­bía empezado a escribir poemas, de modoque dicha presentación constituyó unasuerte de revelación para mí. Eran poetasde carne y hueso -en vivo y en directo­leyendo su poesía: Washington Delgado,Watanabe, Francisco Bendezú, Orrillo,Naranjo y allí Arturo Corcuera, quienconcluyó su intervención con el emble­mático Fábula de Rico Me Pato, tío de Do­nald ante una cerrada ovación del público.No exagero al afirmar que -a mis adoles­centes 15 años-aquel suceso fue rotunda­mente decisivo para mi vocación poética.Desde entonces el poeta de Noé deliran­te se convirtió en un referente insoslayable si de poesía peruana se tratase. Cada vez que -por motivos de trabajo- mi padre viajaba de Piura a Lima, volvía con mis encargos poéticos bajo el brazo: así me hice de Poesía de clase (Premio nacional de poesía 1968) donde figura el poema Cla­ra, que me significó horas enteras de rei­terada y devota lectura, lo mismo que la edición Milla Batres (1971) de su más apreciado y difundido libro, es decir Noédelirante, hermosamente ilustrado por la genial T ilsa Tsuchiya. En julio de 1973 viajé a Lima por las va­caciones de medio año mientras estudia­ba Artes Liberales en la Universidad de Piura. Una noche, un crítico argentino ofrecía una conferencia sobre la poesía de Carlos Germán Belli en el salón de actos del entonces Instituto Nacional de Cul­tura (INC) al lado de la plaza San Fran­cisco, centro de Lima. Asistí a la confe­rencia y allí pude ver y escuchar al poeta Arturo Corcuera presentando la charla.

Pero -tímido como era- no pude aún acercarme a conversar con él. Hubo de pasar un lapso de 12 años -hasta noviem­bre de 1985- para tener mi primer en­cuentro con el poeta, en ese lugar mítico que fue Cuba para la generación de Artu­ro Corcuera y cuya aureola resplandeció -con gran brillo- aún para la mía.

La Habana 1985

Hospedados en el hotel Riviera -frente al mar Caribe- no sé cómo fui a dar a la ha­bitación de Arturo, la cual compartía con su hijo Javier, casi un adolescente todavía. Y entonces pude descubrir a ese genio de la conversación, mago de la sensibilidad y de la inteligencia que era el poeta. Admirado por su incisivo y deleitable fraseo me que­dé -como se dice- pegado a él, durante casi todos los tres días del Segundo Encuentro

de intelectuales por la soberanía de los pueblos

de nuestra América al que habíamos sido invitados por la Casa de las Américas. La brillantez y sapiente ironía de sus opinio­nes, así como la exquisita forma -llena de gracia- de su expresión, colocaba casi todas las situaciones comentadas en la picota del más desnudo absurdo de la condición hu­mana, rematando con la suave sonrisa -sutil esperanza- de quien está de regreso o de­trás de todas las cosas: Poeta a carta cabal. Poco después -en Lima, 1989- siendo Director del Instituto Cultural Peruano­Soviético organizó un ciclo de lecturas de poesía peruana contemporánea, en el que cada semana se presentaban dos poetas de distinta generación con un repleto y ex­pectante auditorio. Fue una gran celebra­ción de nuestra poesía durante casi todo el año, evento que realizó asistido por el poe­ta Cesáreo Martínez, editando -al mismo tiempo- los pulcros y sucesivos números de la revista de poesía Transparencia.

VUELAPLUMA 9

Arturo y Rosi con Mátyás Horányi, especialista húngaro en literatura hispanoamericana, Bruselas.

Pa aron lo año -y por e a vuelta del

de tino- volví a encontrarme con Artu­

ro Corcuera en el verano de 1998 cuan­

do preparaba la presentación de la octava

edición de u Noé delirante. En aquella

oca ión tuvo la gentileza de invitarme a

colaborar en la ección cultural de la re­

vi ta Sí que él dirigía. Comenzó entonce

una nueva ronda de felice encuentro con

el poeta. Se realizaban en u oficina de la

E cuela acional de Folklore José María

Argueda de la cual era director. Ha ta allí

llegó una tarde -recién vuelto de Alema-

1 O UELAPLUMA

nia en visita veraniega- el poeta Leopol­

do Chariarse, con quien departimos ale­

gremente y para quien Arturo organizó

uno de sus célebres almuerzo en u casa

de Santa Inés en Chaclacayo. Igualmente

recuerdo otra de estas magnífica oca io­

nes en la que la entretenida obremesa, en

compañía de su amigo y vecino el poeta

y narrador Jorge Díaz Herrera, alcanzó

la primeras sombra de la noche. Fue en

julio de 2006, mientras yo inve tigaba o­

bre Enrique Lihn para mi te i y Arturo

me proporcionó eficaces dato obre la

escritura del libro peruano Estación de los

Desamparados del autor chileno. Así era

Arturo. Generoso y magnánimo anfitrión.

Conversador nato, infatigable y memorio­

so en su proficuo anecdotario sobre la vida

y obra de infinidad de escritores, artistas

e intelectuales de toda procedencia, épo­

ca o nacionalidad. Simpatiquísimo hasta

la carcajada más rotunda. Y siempre -a

su lado- como una rosa, su musa Rosi, su

amada esposa. Poeta a tiempo completo.

Su poesía

Usualmente la crítica acostumbra situarlo

a caballo entre la generación del 50 y la del

60. Y esto porque su primer libro, Canto­

ra!, publicado en 19 5 3, acusa la influencia

de la llamada poesía social de aquel tiem­

po. Lo mismo puede decirse de su segundo

poemario, translúcido desde el título: El

grito del hombre (1957). Podría vérsele en­

tonces como una especie de último poeta

de la generación del 50 en una onda que

lideraba -por aquellos días-Alejandro Ro­

mualdo. Pero justo es decir que -por víncu­

lo amistoso y visión poética- ha quedado -

está quedando- como uno de los primeros

poetas de la generación del 60. En efecto,

su cercanía -íntima amistad- con Javier

Heraud -el autor emblema de los tramos

iniciales de dicha generación- y el poste­

rior desarrollo de su obra durante la década

prodigiosa en cuyo centro figura -sin duda­

el ya clásico Noé delirante con ediciones de

1963 y 1966, lo hacen un poeta fundamen­

tal de esta promoción que produjo un cam­

bio sustancial en la poesía peruana.

Otro aspecto que me gustaría desta­

car -aparte de la eficaz e irónica magia

de Noé- es la alta capacidad de lírico puro

de Arturo Corcuera. Basta echar un vis­

tazo a los cincelados y hermosos versos

de su libro Sombra del jardín (1961) para

comprobarlo con delectación: «Lleva el

colibrí en su pico/ del jazmín para la rosa,

/ ramilletes de rocío». O esta otra impron­

ta de singular y castizo ritmo: «Los gira­

soles / fisgan radiantes / lucen gozosos /

como los ojos / de los amantes». Y para

cerrar esta breve memoria del querido y

admirado amigo, recientemente transpor­

tado a la dimensión en que moran -aguar­

dándonos- los dioses de la lira y Orfeo,

transcribimos este soneto compuesto con

maestría digna del Marqués de Santillana:

ROSA

Tímida rosa ósea y encarnada

que amo y me ama y junto a mí se posa,

rosa que me rozó con la mirada,

!oh mi amorosa y aromosa rosa,

sumisa y envolvente llamarada!

Llamándote me enllamas, ardorosa,

y erguida en mi alma, rosa incorporada,

entre mis brazos, caes temblorosa.

Talle, su tallo. Y hojas. Y ojos. Sueño

-que con mis manos toco- que me toca.

Buscada rosa que encontró su dueño

escogida entre muchas minuciosa­

mente. Lozanos muslos, ansias, boca,

y no la mires más que así es mi rosa.

VUELAPLUMA 1 1

Mi Homenaje a Arturo Corcuera

Andrea Cabel García Poeta

Sobre Arturo Corcuera se han ma­nifestado las voces más reconocidas de nuestra literatura nacional, así como las voces más celebradas de la poesía hispa­noamericana. El inmenso Sebastián Sala­zar Bondy apunta, a propósito, que Arturo y su poética merecerán la memoria. Por su lado, nuestro querido Toño Cisneros nos decía que la poética de Arturo ha enri­quecido nuestras vidas. Lo mismo sucede con el gran Emilio Adolfo Westphalen cuando subraya lo excelente poeta que es Arturo y, de la mano, Benedetti coincide cuando escribe que el valor de la poética de nuestro homenajeado trasciende los lí­mites de nuestro país y se esparce por todo el continente. En esta misma línea, Casa de las Américas subraya que es por su grado de fabulación, por la riqueza de us metáforas, por la profundidad y el humor con el que fueron asumida , y por la bú -queda de un lenguaje lírico original, que la poesía de Arturo es una obra significa­tiva de la poe ía hispanoamericana con­temporánea. Hacia el mismo punto no dirigimos con las palabras del gran Car­lo Bousoño, cuando señala que la poéti­ca de nue tro homenajeado brilla por su riqueza imaginativa, por su capacidad de apre ar un rápido esguince intuitivo, por la relación oculta y necesaria entre dos co-

1 2 UELAPLUMA

sas aparentemente remotas, por, en suma, crear una poesía mágica y una realista, es decir, por tender puentes entre el mundo de la creación mágica y el otro, en el que se sostienen sus preocupaciones sociales.

Además de todo lo que han dicho ellos, que son hitos en nuestra historia de la li­teratura, y que son también referentes ne­cesarios en nuestra forma de sentir y de entender la poesía, quisiera aportar un par de ideas. La primera es que Arturo es un gran poeta, sin duda, pero es algo mucho más intenso y mucho más importante que eso. Arturo es una gran persona. Un ser humano que prioriza la solidaridad como estética máxima del ritmo de la vida, un ser humano que piensa antes que en la suya, en la felicidad de todos nosotros, y que siempre, desde el primer día que lo conocí, ntrega a quien lo conoce, pedazos de su generosidad, trozos de su sonrisa, y abre las puertas de su casa, las puertas de sus brazos, sus brazos mismos, y te permi­te conocerlo y conocerte a través de él y de su familia. Arturo e el amigo que me envió a su ángele para que me cuidaran en entrevista de trabajo, Arturo ha sido mi confidente, el hombro sobre el cual he llorado inten os desencuentros y penas amorosas que solo le he podido contar a él. Arturo es el mejor ejemplo del padre

Arturo en brazos de su madre Ana María Osores.

que hubiera querido tener. Es el amigo al que he llamado desde Pittsburgh cuando salía de alguna clínica con el corazón hin­chado de tanto frío. Arturo es un poeta inmenso que nunca perdió la sencillez y la humildad de un joven que recién se inicia, y que escucha con atención tus poemas aún inéditos y que te aconseja, y te mira aunque tú seas aún inédita y no llegues a los 23 años.

Arturo es una de esas personas que ve más allá de las palabras y más allá de los gestos para encontrar lo correcto y para hacerlo prevalecer. Permítanme ilustrar esta idea con una anécdota: Cuando Ar­turo todavía era escolar, podía darse el lujo de «tirarse la pera», de «hacerse la vaca» del Hipólito Unanue, gran colegio del que tiene incontables aventuras, para ir a la bi-

VUELAPLUMA 1 3

blioteca nacional con un carnet pre tado y aprovechar el tiempo al máximo en diver-a lectura . o ob tante, cuando cumplió

la edad para tener uno propio, el bibliote­cario no le qui o dar los libro y le retuvo el carnet. Arturo, con ese carácter indo­mable (aunque juguetón iempre) e fue a quejar con el director, que por entonce era el reconocido matemático Cri tóbal Losada Puga. Losada, al revisar los datos de Arturo se dio cuenta de que conocía a sus padres. Él era hijo de la poetisa Amalia Puga, madrina de matrimonio de la ma­dre de Arturo quien le comentó a su vez que había visto en Cajamarca la estatua erigida a dicha escritora, y este comenta­rio conmovió a Losada a tal punto que le devolvió el carnet y le regaló unos libros de literatura. A í comenzó su amistad. Si bien la anécdota es interesante por varias razones, lo que Arturo rescata cuando la cuenta es que Losada nunca reprendió ni de autorizó al bibliotecario que le requisó el documento. Es a e to a lo que yo apunto: Arturo siempre ha sido elegante, y siem­pre ha abido re catar en los actos y en los ge tos, lo que es correcto como lo que es bello. En ello su magia. En ello lo que ad­miro. No le interesaba recalcar su reclamo o su amistad con el matemático, él queríarescatar lo que los lectores no veíamos y él,adolescente, supo ver y conservar entre susmanos: el gesto de no reprender ni desau­torizar que tuvo Losada. El ser buen jefe,el tener una ética, una coherencia eso es loque un amigo de Arturo puede reconocera kilómetro como su sello personal. E loque otro podrían decir que es «su entidode ju ticia».

Lo egundo que quisiera comentar e mucho má cercano a su poética y a u vida mi ma, porque nace de esta inter ección. Arturo e camotea lo límite y e convier­

o de poema obre el mar, y e un er capaz de entablar una verdadera comuni ación con lo animales más libre , la ave , de hecho quiene lo conocemos sabemo de la increíble amistad qu tenía con u tordo, que en paz de canse. o en vano al poeta le hubiera gustado ser, i no era poeta, cla­ro, por lo que me cuenta «guarda pájaro de lo bo que ». Pero algo má , imbuido en esta relación con la naturaleza, Artu­ro coloca siempre formas de interpelar al lector. Así, su poética descubre la creación delicada y minuciosa de un universo don­de cada detalle funciona armónicamente

te en un personaje de cuentos de a ven tura Arturo con el poeta Pablo Ne ruda (Premio Nobel, 1971 ).

1 4 UELAPLUMA

conectándose además, siempre, con una

preocupación por el otro. Rezan sus ver­

sos alados: «sorprendí al pájaro / forzan­

do los barrotes/ para que huyera la jaula».

Está por un lado el protagonismo del ave

y por el otro, la constante pregunta por el

otro, en este caso, la jaula, encerrada en sí

misma, en su propio nombre. Arturo cues­

tiona desde su «corazón volcánico», inter­

pela al lector. En otros poemas nos dirá:

«¿quién ha cortado la noche como carbón

en mitades? ¿ Volverán los años idos? ¿Se

irán rengueando las tardes? ¿Qyién descal­

zó los caminos guardados en mis zapatos?

Dedicatoria de Pablo Neruda.

¿Por qué me siguen los caminos adonde voy? ¿Qyé es el mar sino millones de años de rocío?». Y las preguntas continúan nu­triendo poema tras poema, paisaje tras paisaje. Y así dibuja Arturo perfiles de ese universo en el que prevalece lo que él llama una «visión cósmica de las cosas» o una constante estética del devenir en don­de un cuerpo se transforma en otro, y se rebalsan los límites transgrediéndose a sí mismos, convirtiéndose en naturaleza viva todo el tiempo. Como en la «Balada de la piedra que sueña», cito:

«puede vivir la piedra en silencio,

lo que no puede es dejar de soñar,

le ilusiona ser caballo,

fuente, palacio, ciudadela,

sabe amar en la estatua de los amantes,

orar en templos y mezquitas,

ser valiente en el perfil del héroe,

la piedra no cesa hasta palpar sus sueños,

inmóvil y fecunda suele entregarse a la

fantasía de los soñadores».

Las piedras en el universo poético de Arturo tienen ilusiones, saben amar, son valientes, tienen un corazón en el que se puede oír una «sinfonía de pájaros», tie­nen alas también, alas que a pesar de sa­ber volar «se conforman con observar el vuelo de las aves» y sienten un gran dolor de no haber nacido humanos. Sorprende que las piedras sean incandescentes, om­niscientes, únicas, o que exista incluso alguna primera piedra libre de culpa, di­gamos, una «piedra de dios». Es esto, si es que quisiéramos resumir, lo que avasalla en la poética de Arturo, la capacidad de

VUELAPLUMA 1 5

Arturo con el escritor José Saramago (Premio Nobel, 1998) y Pilar del Río en Berlín.

1 6 UELAPLUMA

Arturo con los poetas Derek Walcott (Premio Nobel 1992) y Pedro Shimose en Canarias.

prodigar vida y de vivirla a través de di­

ferentes seres. Tal como reza uno de sus

versos más luminosos, «es el poeta mar y

al mismo tiempo río / y como mar y río,

no encontrará reposo».

Gracias Arturo, por ser parte de m1

vida y por permitirme ser parte de la tuya,

por permitirme conocerte y por leerme y

haber presentado la segunda edición de

mi primer libro en el 2007, por haber es­

crito la primera reseña sobre algo mío en

un periódico. En Perú21, recuerdo que fue

la primera vez que me vi en prensa y, como

dirías tú, no cabía en mi pellejo de sor­

presa y alegría. Gracias Arturo, por haber

tomado desayuno conmigo esa mañana en

Santiago de Chile, en el 2007, cuando de

la nada waceptaste conocerme. Y gracias

por todas las tardes y mañanas en Santa

Inés, por compartir conmigo algunos se­

cretos y por dejarme conocer a Rosi, la

mujer cómplice que permite que la noche

tenga día, el sol lluvia, la tarde mañana.

Dejo escrito y subrayo, sonriendo, esto

que ya te había dicho antes, mientras ma­

nejabas tu carro y me jalabas de Santa Inés

a Lima, mientras nos perdíamos realmen­

te por algunas calles. Qye te quiero mu­

cho. Eso. Qye te quiero mucho.

VUELAPLUMA 1 7

Arturo con el pintor Víctor Humareda. Foto de Susana Pastor.

1 8 UELAPLUMA

VUELAPLUMA 1 9

Arturo con su hija Rosamar en Santa Inés.

De cómo Arturo se escapa de la lógica

Adela T arnavíeckí

Escritora

2 O UELAPLUMA

1 lt1)' af.e,o 111ás 1111po,1a11/e q11e la /��ira:

/(1 1/IIOJ!/ IWCIÓ/1.

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Aturo es el poeta del amor, de la amistad, de la solidaridad, de la fantasía, del juego y de todo ser viviente, anima­do e inanimado que habita sobre la tierra. Sin embargo no es el poeta de la lógica; al menos eso es lo que parece a primera vista y él pretende hacérnoslo creer. Descubri­mos en cambio que su lírica toma caminos directos a la más pura lógica y nos sor­prende con sus conclusiones reales, ines­peradas, convincentes. Leámoslo y trate­mos de descubrir su herencia, su juego, sus armonías y sus propósitos ¿ Será posible? No creo; mientras tanto divirtámonos en el intento, en la esperanza de que no se apodere de mí el travieso Titivillus. (¿Te acuerdas Arturo del diablillo aquel? El burlón espíritu infernal, terror de los monjes del Medioevo que les hacía come­ter errores en sus elaboradas transcripcio­nes. El muy pillo recogía aquellas palabras equívocas, las metía en un saco y se las echaba a la espalda para emplearlas en el Juicio Final. Imploro pues tu benevolencia si me atrevo a comentar tu poesía y eché­mosle la culpa a T itivillus) Arturo está enamorado del haiku

«Soy hijo de todos los poetas. Todos han influido en mí. De todos aprendí, de todos tomé la luz de su diamante. Nadie es hijo del viento» nos dice el trovador y es ver­dad. Sus ancestros están en toda la poesía universal, pero es notoria su inclinación por el haiku, el milenario poema japonés de tan solo tres líneas. Tanto los haikus como las composiciones poéticas de Ar­turo son breves, se basan en el asombro, la emoción que produce la naturaleza y ge­neralmente enlazan dos ideas o imágenes independientes que son unidas o divididas por un kireji (cortador, en japonés), la ma­yor de las veces sorpresivo o inesperado.

El Noé delirante tiene cientos de haikus a lo largo de sus páginas. Veamos uno que titula «Pregunta ingenua»:

El pez de la poza

¿Porque tiene espinas,

es acaso rosa?

En este caso las ideas a considerar son por un lado «pez» y por otro «espinas» que han venido a unirse en este poema estable­ciendo una relación que es separada por el Kireji, encargado de romper ese nexo con una pregunta sorprendente: ¿Es aca­so rosa? Casi nos hace pensar en la osadía del pez ¡Cómo se atreve a igualarse con la rosa! Solo mi audacia es comparable al pretender explicar a Arturo. A él, que es la Poesía misma.

VUELAPLUMA 2 1

Arturo canta con melodía de grillos

Los versos de nue tro poeta son onoros, repercuten en la mente como i uno los cantara, como si los leyera en voz alta. Siente la mú ica de la naturaleza con una fuerza inde criptible; la convierte, como lo grillos, en un pentagrama verde o ama­rillo como en la«Fabula del canario»:

Trino,

lloro

.fino, rubia

lluvia

de oro.

Saltando de alba en alba,

en una y otra rama

extiende su estribillo.

Cantarina jaula,

breve cántaro de cantos,

amarilla fontana.

El canario es el grillo

en la edición de la mañana.

Y cadencioso como en:

Musical,

pura risa pura,

adiana,

mi pequeña criatura,

anida un pájaro en los ojos

y en el cabello el sol de la mañana. [ J

2 2 UELAPLUMA

Los poemas de Arturo tienen un ritmo

que exigen ser leídos de corrido para que ea posible captar a plenitud u mú i a

y su profundidad. o basta leer uno. E

necesario sumergir e en el ambiente que

crean varios de ello , dejarse invadir. Solo

entonce su melodía nos habla y no de­

leita copiosamente. Su poema podría­

mos sentirlos como el equivalente poético

de las Variaciones Goldberg de Bach, don­

de se enlaza un tema con el que le igue,

alterando el tempo, la di po ición o el or­

den. A partir del aria inicial se produce

una reacción en cadena que e desgrana

en treinta variaciones, ha ta terminar ce­

rrando el círculo con el primer tema. La

lírica de Arturo parece hacer lo mismo

con sus infinitas variaciones sobre la mú­

sica de la naturaleza donde las melodías

pueden variar, pero subyace siempre un

tema constante.

Arturo sueña con hadas y sirenas

Pueblan los sueños del poeta no solo la

voz sagrada de lo antiguos griegos y la

docta poesía celebrada, ino también la

leyenda, la fantasía y la tradiciones po­

pulares. Allí e tán presentes la sirenas, las

hadas, los fantasmas, el pájaro de fuego, el

lobo feroz, la gallina de los huevos de oro,

Tarzán y hasta lo personajes Disney don­

de el ratón Mickey es el tenebro o agente

de la CIA. También nacen a la vida en

mano de Arturo los personajes-objeto:

el reloj despertador, el espejo, la guitarra,

el baúl, la persiana, lo retrato y tantos

otros más. Todos cuentan su fábula, como

la del « triptea e en el supermarket», con

el humor juguetón del bardo que nos roba

una sonn a:

Fábula del Tío Sam y el Lobo Feroz. Ilustración de Gabriel Lefebvre.

Presume de sirena

cuando no de rosa,

con escamas y espinas

la alcachofa.

Asisten

la zanahoria, el nabo,

y la lechuga.

Y nadie se sonroja

viendo que se desnuda

la alcachofa.

VUELAPLUMA 2 3

Habla de hadas y sirenas í, pero a la vez es

riguro o con u trabajo. Hace años me co­

menta en una carta: «De pués de e cribir

un libro suelo guardarlo en un baúl y leerlo

de pué de alguno me e ( como e hace

con la fruta para esperar que maduren).

Al revisarlo tengo la sensación de que son

ajenos y puedo detectar con mayor impar­

cialidad y facilidad los defecto . Se corrige

mejor, es la etapa más torturante, pero a

la vez también má placentera. Se trabaja

en frío, pasado el in tan te del éxtasis, de la

inspiración, del entu ia mo primigenio. Es

lo má parecido al alumbramiento. En el

momento inmediato la madre cree que ha

dado a luz al ser más bello de la tierra. A

la criatura hay que lavarle los residuos de

angre, [ ... ] hay que acarle la flema. Así

el poema se va perfeccionando. Necesita

correcciones, eliminar lo ripios, recortar

ver o , u tituir palabras, una larga tarea

de ir modelando el poema».

Arturo juega a las escondidas

Está presente en cada uno de u poe­mas, pero no e deja ver, e encubre entre lo colore del otoño, e di imula entre la osamenta del ciervo al que le crecieron árbole en la cabeza, en lo jardines que e quedaron mudos «Me gusta jugar a las

escondidas, búscame entre los árbole ». Y «me distraigo asustando a los fanta ma » -nos dice. Sin embargo u ternura lo de­lata y lo encontramos allí di imulado, entodos y cada uno de sus verso

Amarillo,

amarillo, amarillo,

amarillo, amarillo, amarillo,

¿de qué color nacerán los canarios,

la retama, el limón y el membrillo,

si el otoño sigue despilfarrando

todo el amarillo,

amarillo, amarillo,

amarillo?

J J

Arturo se refleja en los espejos

Nos lo dice Narciso-rey, el mismísimo poeta, el más presumido ¿o el más humil­de? Él, que ama los contrastes y el doble significado.

Soy el más bello de todos

-dice para sí el espejo-

Me contemplo en cada rostro

que reflejo.

Y el espejo se pregunta,

¿Darwin escribiría

mirándose al espejo

su teoría?

y se confiesa:

Por no quebrar mi calma,

nunca quise a los hombres

retratarles el alma

Y entonces,

«Sucedía lo más extraño que podía su­ceder: el espejo se equivocaba». [] «El espejo había perdido la memoria, y se le confundían las imágenes, fenómeno que podría haberse corregido si a tiempo se le hubiera cambiado el agua».

Y al presuntuoso Narciso, (que no es otro que Noé, el delirante) ¿Qyé le pasó?

Se convirtió en Arturito, el más modesto de los hombres, el que de verdad refleja el mundo. «¡Ay de mí!, solo, sonámbulo y de­lirante-, yo, Noé, el menos justo y perfecto de los mortales».

Y filosofando cual andino Segismundo se pregunta: «¿Existo realmente? Sueño que existo, ¿existo? ¿y si existe nada más que sueño? Qyizá yo apenas sea el despertar de un sueño que para siempre de los jama­ses se quedó dormido».

VUELAPLUMA 2 5

Arturo ama con pasión enardecida

El poeta ama al univer o entero. Dentro de u vi ión có mica-primigenia, tierna y alvaje a la vez, cabe imaginarlo como un

panteísta ateo que adora con transporte poético todo lo que ve, inclu o como él mismo comenta ama al enemigo. Aquí hace alu ión al conocido verso de Cesar Vallejo en el marco de la Guerra Civil Españo­la: [ ] «tu gana dantesca, españolísima, de amar, aunque sea a traición, a tu enemigo!».

Pero adora sobre todas las cosas a su fami­lia, a u e posa y sus cuatro hijos, a quie­ne dedica tiernos versos a lo largo de toda su obra. La hermosa familia responde con amor divino; para ello el padre, el esposo, el oé delirante, es Dios. La bella Rosi, su esposa, la rosa a quien canta, es el centro del ardoroso poema «A Rosa de la ribera del Tormes» (por ser española) y el otro poema «El esposo anuncia a la esposa que sembra­rá la semilla del primer hijo», tan sensorial, arrebatado, carnal y hasta salvaje:

Arturo con su nieta Daniela.

2 6 UELAPLUMA

Espaciosa y dispuesta, liberada,

he de tenerte mía en mí cautiva;

en paladar, en tacto, en la mirada,

palpándote, frutal, la carne viva.

He de sentir tu sangre desflorada

encrespárseme arisca y vengativa,

mi hambrienta primavera prodigada

en tu pulpa jugosa y primitiva.

Ha de dar flor el pasto, miel la caña.

Irá en tu vientre el grano madurando

como fruto silvestre en la montaña.

Te rasgará un dolor (el más profundo)

y ha de nacer vivito y gimoteando

un mar de amar nuestro pequeño mundo.

Portada de Noé delirante. Tilsa Tsuchiya

Tanto era el amor, que al final de su vida el poeta nos dice: «Una sola rosa ansío junto a mí (me recordará el amor y la belleza de la vida). Como el otoño abandonaré al viento una tarde estas hojas».

Los libros de Arturo son un bosque en­cantado, enmarañado como el de Blanca Nieves, que constituye una estructura pro­digiosa. Unos textos se montan dentro de otros y todos dialogan entre sí como las neuronas del cerebro que les gusta estar­se comunicando constantemente; alargan sus brazos y sus abrazos para cogerse de las

manos. Se rodean de dendritas conectoras que hablan y se tocan tendiendo sus ramas enredadas para dar paso a nuevas creacio­nes del universo Arturiano sin abandonar jamás el mundo de sus temas juveniles de hace sesenta años. Alguna vez me dijo en una carta: «Me estremezco, Adelita, solo de pensar que pudiéramos ser marionetas de alguien». El delirio de Noé, entonces, como él mismo comenta con la más pura lógica poética, se trastoca en un delirio de enardecida libertad.

VUELAPLUMA 2 7

UN DATSUN

COLOR MANGO

Javier Corcuera Cineasta

Despacio se llega /�jos

Dicho popular

Los carro que tuvo mi padre fueron como caballeros andantes con la armadu­ra rota, pero iempre dispuesto a iniciar una batalla. Papá creía en la prudencia y la aplicaba a todas las facetas de u vida. E te principio que regía su conducta, e radicalizaba a la hora de conducir. Aun­que siempre fue despi tado con emáfo­ro y pa o peatonale , tenía una regla que cumplía con absoluta fidelidad: nunca lle­gar a ochenta kilómetro por hora.

Vivíamos a treinta kilómetros de Lima, a í que ir a la ciudad siempre fue un ver­dadero viaje. Todas la mañanas, mi padre, ante de marchar e a trabajar, realizaba una erie de rituale como i e tratase de una auténtica carrera de fórmula uno: mi-

2 8 UELAPLUMA

raba por dentro del motor, medía el aceite, calentaba durante uno minutos el carro y daba unas cuantas pataditas a las llan­tas. Cuando consideraba que todo estaba listo para lanzarse a la carretera Central, una de la más peligro a del Perú, nos avisaba para que saliéramos a despedirlo. Después de una empujadita familiar, lo veíamos alejar e con la maletera abierta o el parachoques rozando el uelo, mientras mamá le hacía señas de despedida hasta verlo desaparecer.

Los carros de papá fueron siempre Dat un:

-¡Gran marca! -decía mi padre-. ¡Ca­rro como estos ya no se fabrican!

El primero fue un Datsun del cincuen­ta y tantos, y era de color verde limón. Lo recuerdo siempre estacionando delante de la casa de mi abuela, la Mamanita. Ella disfrutaba con aquellas visitas y yo me pa­saba el día jugando en esa casa llena de pasillos y escondites. No guardo memoria del trayecto hasta la ciudad, tal vez por­que era muy pequeño y me quedaba in­mediatamente dormido. Aquel carro des­apareció de mi vida casi sin darme cuenta, como mi abuela. Creo que se lo robaron, se lo escuché decir alguna vez a mi padre. El caso es que nunca más volví a verlo. Tampoco volví a ver la casa de mi abuela.

Antes de la existencia del primer Dat­sun, supimos que mi padre había tenido en sus años de juventud un Ford desca­potable del treinta y dos, al que sus com­pañeros de universidad bautizaron con el

Arturo y Javier en Santa Inés.

nombre de Platero. Fue la única vez que no tuvo un Datsun, aunque en realidad nunca tuvimos la seguridad de que fuera cierto, ya que no guardaba una sola foto, ni otra prueba que certificase su existencia. Papá solo hablaba de él cuando se junta­ba con sus viejos amigos, y rememoraba aquellos años en que paseaban a Platero lleno de universitarias que se despeinaban con el viento. Algunas noches cuando mi padre llegaba de trabajar, nos contaba que lo había visto circulando por alguna calle de Lima, y había intentado seguirlo sin poder alcanzarlo. Soñaba con encontrarlo, como si de esta forma pudiera recuperar aquellos años perdidos.

Después del verde limón vino el Dat­sun blanco del sesenta y dos. En él, mi padre nos llevaba al colegio. Todos mis compañeros tenían autos nuevos, del año,

VUELAPLUMA 2 9

conducidos por chofere o por u madres,

madrugadoras amas de casa que venían

arregladí ima a dejar a sus hijo a la e -

cuela. Nosotro hacíamo nuestra apari­

ción matutina con el Dat un de tartalado, del cual mi padre se sentía orgullo o. o

sé cómo, un día lo convencimos de que no

hacía falta que diera tanta vueltas para

dejarnos en la puerta del colegio y que po­

díamos bajarno en una esquina un poco

retirada. Era para que no no vieran llegar

con nuestra chatarra: empezábamos a cre­

cer y esa carcocha podría estropear nues­

tros primeros amores.

La fama de papá había corrido rápi­

damente por el barrio. Cuando bajaba a

Lima, lo vecinos que tiraban dedo se es­

condían para que no los llevase. Como iba

tan despacio, lo veían venir de lejos y les

daba tiempo para ocultarse. Incluso había

quien prefería ubir al primer micro que

pasaba. Cualquier cosa antes que ubir al

carro de mi padre. Lo menos que te podía

pasar en e os treinta kilómetros que nos

eparaban de la ciudad eran unas cuantas

paraditas técnicas para echar agua o cam­

biar el aceite, cuando no se reventaba una

llanta. Por cierto, nunca llevó rueda de re­

puesto, iba contra sus principio : e o sería

aceptar que algo podría uceder.

A pe ar de esta fama, en esos viaJes

iempre caían algunos de pistado . Yo lo

veía subir al carro como quien ve a alguien

cometer el peor error de su vida. Estas

per ona (que nunca má repetían el viaje)

despertaban mi más profunda solidaridad.

En mi primeras ida a Lima de cubrí

un mundo que de conocía. Ante de en­

trar en la Ciudad Jardín, la carretera Cen­

tral bordeaba u pueblo jóvene . Allí vi­

vían mile de persona que lo único que

3 O VUELAPLUMA

poseían era cuatro cartone que le ervían de ca a. Miles de pobres que jamá oña­rían con tener un arro, ni siquiera como el de mi padre.

Con el Dat un blanco compartí mi in­fancia. Los domingos íbamo a la feria de Chosica y lo veranos a la playa de Punta

egra. Una vez, papá tuvo que hacer un viaje a Huancayo y me preguntó si quería acompañarlo. Acepté encantado y a u­mí valientemente mi pue to de copiloto. Era un viaje serio, había que recorrer más de quiniento kilómetro por la carretera Central y llegar a una ciudad a casi cuatro mil metros de altura. E ta vez los prepara­tivos de salida duraron varias hora y no despedimos como verdaderos astronautas a punto de partir al espacio. Aquellos ki­lómetro estuvieron llenos de orpresas: vi por primera vez el mundo andino, us ríos, sus interminables montaña y sus miradas tristes. Después de un día de viaje, vi tam­bién cómo nuestro carro cruzaba invenci­ble lo Andes sin apenas quejar e. Desde mi ventanilla ob ervé triunfante cómo otros carros mejores se habían quedado tirado por el camino. Tal vez el secreto estuvo en nunca llegar a ochenta kilóme­tros por hora, pero la verdad es que fue una gran proeza. Aquel día me sentí muy orgulloso de mi padre y de mi carro.

Al cumplir los quince años, mi padre decidió darme las primera da e de ma­nejo. Fueron cuatro lecciones básicas y una cuanta vueltas alrededor de la casa. Luego llegó el momento de la verdad: a­lir a manejar a la carretera Central. Pero ese día todo alió mal.

Conducía pegado a mi derecha, fiel a la indicaciones de mi padre y de pronto un botellero con su triciclo e cruzó en mi camino.

Arturo en casa de Juan Ramón Jiménez en Moguer, España. Foto de César Gil Montañez.

-¡Qyé hace un botellero en la carretera

Central! -dije, al más puro estilo de con­

ductor con experiencia.

Decidí no girar hasta encontrarme muy

cerca de él para no demostrar nerviosismo,

pero calculé mal. Fue un pequeño roce,

aunque suficiente para que el botellero sa­

liera volando con triciclo y todo. Lo pri­

mero que hice fue pisar el acelerador para

escapar. Mi padre, con un solo gesto, me

indicó que me detuviera y que no había

aprobado el examen. Recogimos al bote­

llero y lo llevamos a comer a casa. Papá

le compró todas las botellas y reparamos

el triciclo. Antes de marcharse, recuerdo

que aquel hombre se me acercó y me pidió

perdón, como si él hubiera sido el culpable

de todo, por ser botellero.

Nunca más hubo clase de manejo. To­

dos mis amigos ya conducían y a mí no

me quedó otra alternativa que la forma­

ción autodidacta. Cuando papá echaba

la siesta, con ayuda de un amigo que se

encontraba en mi situación, sacábamos el

carro del garaje y lo empujábamos hasta

un descampado. Allí pisábamos el ace­

lerador a fondo. ¡Nunca mi carro había

conocido semejantes velocidades! Lo hi­

cimos varios días hasta que una vez es­

tuvimos a punto de volcar. Un vecino

nos descubrió y amenazó con contarlo.

Tuvimos que dejarlo por un tiempo. Lue­

go, sospechosamente, mi padre empezó a

perder la costumbre de las siestas y pasa­

ba las tardes trabajando en su escritorio.

A mi amigo, su padre empezó a prestarle

el carro, y ya no le interesaba ayudarme

a empujar mi chatarra. No encontré otro

cómplice, y poco a poco fui desistiendo de

mi formación de corredor autodidacta.

VUELAPLUMA 3 1

ue tro Dat un blanco resi tió de ma­nera heroica ha ta que terminé el colegio. Un día papá lo vendió y nos convocó para que conociéramos su siguiente adquisi­ción: otro Dat un de egunda mano. To­do ob ervamo la nueva chatarra como i se tratase de un nuevo miembro de la fa­milia, con el que tendríamo que conv1v1r, e ta vez para iempre.

unca supimos definir el color de nuestro nuevo carro:

-¡Es amarillo! -dijo mi madre.

-¡ o! ¡E de color naranja! -apuntó mi hermana Nadiana.

Yo dije que era de color mostaza y mi hermana Rosamar se abstuvo. Daniela, la pequeña, oltó la definición más cercana:

-¡Es de color mango! -dijo.

Todos no quedamos callado asu­miendo que había acertado.

A papá le tuvo sin cuidado aquella po­lémica:

-E moderno, tiene asientos reclinablesy tocacasette -alcanzó a decir, mientras sa­caba una manguera para darle una lavadi­ta que no nece itaba.

Lo asiento eran realmente reclina­bles, viajábamo prácticamente tumbado porque al tercer día cedieron y no había forma de enderezarlo . Papá dio por zan­jado el tema con un par de almohadones que le hizo mi madre para que pudiera conducir. El tocaca ette e convirtió en un instrumento de tortura para él. Tuvo que aportar a mi grupo de rock favorito ,

hasta que un día, para u felicidad, dejó de onar.

3 2 UELAPLUMA

En e te carro pa é mi últimos años en el Perú. Fueron año terrible , el país e desangraba. Todo lo día había atenta­dos en la ciudad y e cometían crímenes en nombre de la paz y la eguridad nacio­nal. Yo había empezado a estudiar cine y regresaba todas las noches con mi padre a casa. Eran treinta kilómetros de silencio . Él no aprobaba mi decisión y estaba pre­ocupado por mi futuro. La carretera Cen­tral estaba llena de controles militares. A pesar de los ilencios, recuerdo aquello viaje de copiloto como lo momento en que e tuve más cerca de mi padre.

En mi barrio, la gente que tenía dinero empezó a vender us casa y a marchar e del país. Yo decidí continuar mis estudios en Madrid y mi madre me apoyó. Mi pa­dre dio el visto bueno contra su voluntad. Creo que pensó que era mejor tener un hijo en Europa a que terminara metido en algún problema. Por aquellos años, en el Perú, ser joven y e tudiante te convertía en sospecho o y era razón suficiente para que te detuvieran.

Hice mi último viaje de copiloto por la carretera Central hasta el aeropuerto Jor­ge Chávez. Todos vinieron a de pedirme. La última imagen que recuerdo e la de mi madre haciéndome adiós con las ma­nos, como cuando mi padre se alejaba con u coche para ir e a trabajar. ólo que e a

noche yo no regresaría.

Llevo catorce años viviendo en Espa­ña y he vuelto e casas veces al Perú. Hace tiempo tuve que ir a rodar un documental a México, y aproveché una e cala en Lima para pasar una vacaciones al lado de la familia. U no de e o día , mi padre nos re­unió a todos en u escritorio y no contó que había escrito u te tamento:

Arturo y Rosi con sus hijos Javier, Nadiana,Ana Daniela y Rosamar.

-Cualquier día me puede pasar algo y es

mejor hacer estas cosas -nos dijo-. Mamá

podrá vivir de mi pensión, pero ustedes no

tienen profesiones seguras. Podrán contar

con esta casa para que nunca les falte un

techo. En la huerta, hemos pensado cons­

truir un pequeño apartamento, que podrán

alquilar en caso de apuros económicos.

Luego se situó debajo del retrato de mi

abuela, que presidía el escritorio y me di­

rigió la mirada.

-A ti, Javier -me dijo-. Te dejo m1

auto, yo ya estoy jubilado y no me hace

falta. Con él podrás ir a trabajar a Lima

cuando regreses a vivir al Perú.

Y se retiró a echar la siesta, con la tran­

quilidad de un hombre que había cumpli­

do con su deber.

Mi padre aún conserva el mismo coche

con el que me llevó al aeropuerto el día

que me marché del Perú. Yo acepté mi he­rencia, aunque no me atreví a contarle que jamás había aprendido a conducir, y que tampoco hubo universitarias despeinadas en coches descapotables. Mi vocación de copiloto se había consolidado y me había hecho cada vez más a la idea de ser un eterno peatón.

Después, a mi regreso a Madrid empe­zó a sucederme algo extraño. Pasé varios días recordando aquellos viajes nocturnos al lado de mi padre, y empecé a sentir una rara sensación de tranquilidad. Qyizás porque en esos días habíamos comparti­do nuevos silencios o porque sabía que en aquel lugar del mundo tenía un Datsun color mango, esperándome para empezar una nueva vida. Eso sí, a menos de ochen­ta kilómetros por hora.

Madrid, 1999.

VUELAPLUMA 3 3

El primer e-mail de Arturo y tres dibujos suyos

SA TA INÉ , 5 DE ABRIL DEL 2000

Q ERIDO JAVIER

ESCRIBIÉ DOTE ESTA CARTA INAUGURO MI E-MAIL, CO IRTIÉNDOME

DE DEAHORAE HOMBRE DE ESTE MILENIO. Y A EMPEZÓ TU

TERRACITA A SERVIR DE CABINA ELECTRÓ ICA. TENGO U A COMPAQ,

CO SCANNER, IMPRESORA, FAX INCORPORADO, MULTIMEDIA, VARIAS

E CICLOPEDIAS Y OTROS T TOS ADELANTOS ELECTRÓNICOS QUE

TODA VÍA O MANEJO Y I SIQUIERA REGISTRO. POCO A POCO IRÉ

DESCUBRIENDO ESTE U IVERSO. AU QUE NO LO CREAS, RECIÉ

PRACTICO CO ESTA CARTA LA CLASE ELEMENTAL, DE E CENDER, ESCRIBIR,

AR HIVAR Y APAGAR, QUE ME HA DADO FREDDY A OCHE. PARA SERTE

SINCERO ME ESTÁ GUSTANDO LA COSA. PERO DE TODOS MODOS

ESPERO NO E GOLOSINARME. PARA NADIANA SERÁ MÁS NECESARJA Y ÚTIL.

YO ME LIMITARÉ A ESCRIBIR MIS POEMAS. COMPRENDERÁS QUE ESTAS LÍNEAS

SO DE PRUEBA POR ESO EST ESCRITAS EN MAYÚSCULAS Y O SE HACER

LA CONYERSIÓ A LAS LETRAS RESPECTIVAS, ADEMÁS O TENGO A QUIEN

CO SULTAR E ESTE MOME TO. ACABA DE LLEGAR JORGE Y TRATA DE

AYUDARME Y TU SABES MUY BIEN QUE ÉL ESTA NEGADO PARA ESTOS

ADELANTOS SOFISTICADOS. NO LO DEJO MANEJAR LA COMPUTADORA PORQUE

ME LA PUEDE MALOGRAR. ÉL TIENE UNA MUY VIEJITA Y PUEDE CO TAGIAR

SUS MA - AS A LA MÍA. ADEMÁS EN SUS DEDOS PUEDE TENER ALGÚN VIRUS

Y A MI COMPUTADORA TODA VÍA NO LA HE INMUNIZADO.

ESTOY ESPERA DO QUE VENGA FREDDY PARA QUE ME DE ALGUNAS

NUEVAS LECCIONES. YA NO TARDA. TU MAMÁ ESTA METIDA EN EL JARDÍN

DESDE LAS PRIMERAS HORAS DE LA MAÑANA. AÚN NO LE ENTRA A LA

COMPUTADORA, AUNQUE HACE PLANES DE DOMINARLA PARA COMUNICARSE

PERMANENTEMENTE CONTIGO Y CON SU HERMANA MARJ, CON QUIEN HA

CO VERSADO HACE POCO V ARlAS HORAS. (JORGE ESTA A MI LADO Y DE VEZ E

CUANDO METE SU PICO DÁNDOSELA DE SABIHO DO. ME ACABA DE ENSE - AR

COMO SE PONE EN NEGRITA LAS LETRAS Y EN CURSIVA. EL SUBRAYADO NO LE

HA SALIDO). ACABA DE SALIR UN GATITO EN UNA DE LAS ESQUINAS DE LA

PANTALLA Y LO MIRA A JORGE COMO A UN INTRUSO. NO SABEMOS COMO

BORRARLO. HA LLEGADO OSCAR ARAUJO Y PRETENDE E SENARME ALGO MÁS

ESPERO QUE ASÍ SEA.

\ '

3 4 UELAPLUMA

Mí padre y el silencio Rosarnar Corcuera

Cuando era niña, me levantaba con una emoción especial. Mientras todos dormían, bajaba a su escritorio, me sentaba en su silla y, entre tantos libros, me ponía a dibujar. Su sorpresa al ver luego aquellos papeles me llenaba de felicidad. Una mañana, en el patio de la casa, él me preguntó: ¿Ya sabes que vas a estudiar? Yo solo sabía que tenia que alejarme de las matemáticas. ¿Por qué no estudias arte? ¡Si todo el día dibujas!, insistió. Ese momento marcó mi vida, sentí como si una gran ventana se abriera. Mi padre era de pocas palabras, es una de las razones por la que estudié artes plásticas, para no tener que hablar. Ahora, el silencio es lo que más extraño, el silencio que compartíamos. «No describas lo que lees, crea tu propio poema», me decía. Años más tarde, ilustraba sus libros. Nuevamente el silencio nos unía. «El hombre trae consigo una memoria genética porque esta hecho, como la poesía, de la materia de las estrellas», escribió en sus memorias: Ahora, el arca continúa su viaje, presente siempre en nuestras vidas: en el jardín de mi madre, en los sueños de Daniela (su nieta pequeña), en sus amigos, en sus poemas. Su silencio nos acompaña.

VUELAPLUMA 3 5

TIEMPO DE

CELEBRACIONES Rossella Di Paolo Poeta

E1 libro Celebración de tu cuerpo (Peisa, 2017), que Arturo Corcuera dejó terminado

ante de partir, aunque aluda a templos de incienso, a salmo , a nave de catedrale ...

no e un texto agrado, ino ardientemente pagano y que parece haber sido e crito o­

bre la hierba del Jardín de la Maravillas ... que es el jardín de la ca a de Santa Iné , un

jardín tran formado en uave lecho nupcial lleno de flore y árbole frutale y pájaro

y gato de verdad y de cerámica, que e también verdad ...

La bella y cuidada edición contiene -hay que decirlo- un poema. Un solo, exten o,

envolvente y exaltado poema dividido en 19 e tancia , cuyo titulillo on como lo

nombres de los pueblos por donde pasa el mismo río.

E tamo , entonce , ante una oración o un himno profano que celebra recodo , detalle ,

ángulos de un cuerpo amado, el cuerpo de la espo a y compañera de vida de Arturo,

Rosi Andrino, a quien va dedicado el libro y en quien se concentra la voluptuo idad y

la gentileza de la mujer.

El poema viene acompañado por dibujos de un gran arti ta trujillano, muy amigo de

Arturo. Me refiero al maestro Gerardo Chávez. Preci amente, el primer dibujo interior

no pre enta un cuerpo femenino alzado sobre otro , como en una procesión sacra, o

una vuelta al ruedo de un diestro triunfal obre lo hombro . Una e pléndida ínte i o

idea fuerza vi ual que e de a1Tollará en otra páginas.

Cada sección de e ta obra en ual y reveladora se refiere a una parte o cualidad del

cuerpo: olore , re piración, ojo , cabellos, pies, ombligo, eno , útero, vértebra , ca­

dera , voz ... La mujer nace y renace en cada uno de e tos versos y, por obra del amor,

la vemo tran figurada en fruta, en ave, en piedra precio a , en labore de bordado,

en planeta y galaxia , e inclu o en quien ama a y da forma al espo o, como a un hijo:

Arai"ia paciente y /aborio a

Modelaste mi osamenta

Ama a te el alcio

Con la harina de tu hue o

De tu u,10 y tus di nte

na mujer creadora, generadora de la vida. na mujer-dio .

3 6 LIELAPLLIMA

Cada elemento o actividad parece una luminosa pieza de color que junto a otras for­

man un mosaico vibrante o un vitral lírico de proporciones. Es una composición epifá­

nica lanzada con alegría a la tarea íntima de descubrir, nombrar, adorar:

No hay pa_ra mí más música que tu respiración

Ni planeta habitable

Alrededor del amor

Que tu cuerpo girando con su blancura infinita

Como en el Cántico espiritual, de San Juan de la Cruz, la esposa y el esposo se pro­

digan afecto en imágenes de gran belleza. O como en los relatos de Las mil y una no­

ches, en los que habitaciones y salones, o la desnuda piel, deslumbran en sus pequeños

detalles. O, como en Cantar de cantares, el cuerpo amado se convierte en recipiente

de adoración a través de metáforas insólitas. Como habrán observado, menciono tres

inmensos poemas que cantan o se construyen obre el tema de las bodas. Celebración

de tu cuerpo es también un canto laico de bodas. De allí la sensación de felicidad que

nos provoca mientras lo leemos y releemos.

VUELAPLUMA 3 7

De una manera o de otra, la mujer que es «cele tial y terrenal» hace el mundo. u OJO

le dan luz al mundo:

Corola pen ativas son tus ojos

Se abren y se cierran

Puerta de templo pagano

Si no exi tieran

Tú lo sabes

Amanecería o cura y ciega la mañana

El poeta -vuelto Adán en el Edén, o un fauno entre el follaje de un reino pagano, o

un explorador e pacial- recorre el bello cuerpo ofrecido y lo celebra nombrando u

detalle . Y al nombrar, el poeta de pronto puede volver e el hijo, el amigo, el herrnano,

el esposo.

Alusiones bíblicas, eróticas, literarias o míticas se entremezclan con la pura creación

de Arturo Corcuera, y el contacto entre distintas tradiciones enriquece el texto de un

modo natural y sorprendente. Y ese cuerpo que es uno, e convierte en el símbolo de

todo los cuerpo femenino .

Con cada nueva lectura, los versos adquieren nuevos significados. Una catarata de

en acione olfativas, táctile , auditivas, visuale y gustativas. Todo los entidos se

lanzan de página en página a la detallada aventura o a la fiesta minuciosa de describir

el cuerpo de la mujer, de darle forrna, no solo poética sino física:

A veces pienso que a tus pies los modelé besándolos.

Ese cuerpo se vuelve así inagotable, como inagotables son los modos de acceder a él.

Es como un planeta que gira en el espacio de las palabras y en cada giro se vislumbra

un ángulo o faz insospechada. Es como una figura del calidoscopio que cambia mila­

grosamente en cada golpe.

De e e amor feliz nacen la belleza, los hijos, la esperanza. No hay apren ión o amenaza

cuando lo amante se encuentran. La muerte está lejos, aunque se la nombre en el acto

postrero de cerrar los ojos, o en el cuerpo que será comido por los gusanos. Sabien­

do que fue el último poema que escribió Arturo, es admirable su vigor y su amorosa

apue ta por la vida. Por ello e un libro gozoso de pie a cabeza, y nunca tan cierta e ta

expre ión, pue el poeta-explorador-croni ta recorre de pie a cabeza el cuerpo amado,

con gana, gula y goce inmensos, como los que tendría Adán frente a Eva, y frente a las

criatura y pai aje del Paraí o.

Pero al nombrar y saborear, el conqui tado e el poeta. La belleza y gentileza de la

mujer la con ervan en un e pacio suspendido, no hollado, puro. El espacio que corres­

ponde a la mu a. De allí que por momentos sintamo que la en ualidad es en verdad

un acto mí tico ... o vicever a, como en la obra de San Juan.

3 8 VUELAPLUMA

Hay tanta gratitud e inocencia en quien escribe, como si llegase a las selvas paganas

y se hallara ante «hipocampos de oro» o «Medusas de mil cabellos y mil hechizos».

Con asombro habla de un mar «que hizo Dios con una manguera», y si habla de Dios

afirma que «Construyó la bóveda celeste subido en una jirafa». En ese potente espacio

o tiempo de génesis es como si el poeta y quienes lo leemos pudiésemos volver a la

infancia y también a la juventud y a la adultez, yendo y viniendo de uno a otro estadio.

Por ello no nos sorprenden versos que hablan de renacuajos que se convierten en prín­

cipes, como en los cuentos de hadas. O de un talón que no podría ser herido jamás

por una flecha, o de sirenas que embrujan a los navegantes ... como en las historias de

Aquiles y de Odisea que leemos en la adolescencia. ¿ Y cómo no iban a estar aquí los

guiños Bécquer y Neruda, si sus mejores textos tienen que ver con situaciones amo­

rosas?

A lo largo de este poema, la mujer en su quietud y entrega despierta la pasión, se hace

un «Océano de las Tempestades»:

Imantada como la gravedad de los abismos

En circunvalación soy arrastrado por tus mareas

Sin poder resistirme

A la inocencia celestial de tus rotaciones impúdicas

... pero también es el sosiego, la dulzura, la reparación, el «Mar de la Tranquilidad»:

Tus cabellos-hilos de remendar heridas

Madejas

Sueltas

Alborotadas

Vendas para mis quemaduras

Bálsamo tus pespuntes

Costurera de mi alma.

Incluso en otra parte, describiendo su estar y hacer por la casa, leemos:

Amo todas las cosas desde que tú las tocas

Sólo con rozarlas ordenas y embelleces mis valijas de viajante

Al retorno del juglar mitigas su fatiga

Enciendes el fuego

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Gui as pucheros

Das cuerda a los picaflores

Tente-en-el-aire

[. .. .}

Reverdeces las hojas de los libros desempolvándolos

Tu cuerpo entibia los edredones del invierno

La flor que bordaste en las sábanas nos vuelve a perfumar

Hay fauna entre estas páginas, y mucha, pero hay más flore , follaje, árbole , y tam­

bién el espacio sideral, con sus planetas, estrellas, aerolito

Cuerpo celeste que baja a calcinarse

En el lecho del amante.

Reinos animal, vegetal y mineral. .. el cuerpo se despliega como un mar o una infonía

o un mural inmenso. Todo es bienvenido para cantar a esta mujer que es amante, e po-

a, madre, y que es alimento nutricio, paciencia, silencio, complicidad, sabiduría. Con

ella, para ella, el poeta crea un mito del origen, un génesis:

Nos amamos desde cuando éramos esporas

De ahí nuestra energía solar

Hay lugar también para el buen humor, como cuando el poeta evoca los «calcetine a

rayas» de la mujer. .. Y esa cosa tierna de los poemas de Corcuera, como cuando desea

volverse «cascajo/ Arenita de la tierra» para que el pie de la amada pueda apoyarse

en él.

Por supuesto, no pueden faltar alusiones al mago o al juglar que son también Arturo y,

ante , al navegante que también fue por derecho de oé:

Deidad que adoro

Mitad nave

Mitad pez

Ave mitológica enredada en mi mástil

De audaz navegante

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Ambos amantes esposos poseen la cualidad de mirarse con todo el cuerpo:

Mirándome con todo el cuerpo

Te haría caminar por un bosque de espejos

Te acecharían lascivos hasta enceguecer los girasoles

Cada poro mío es un ojo

Incluso un «labio huraño» que se deja besar es un labio que besa también, lo que pone

en evidencia que el amor, hacerlo, es reciprocidad y complicidad, un movimiento de

ida y vuelta, y por ello el poeta también habla de sí cuando habla de ella. No hay lími­

tes para una imaginación fervorosa y enamorada desde el primer día.

A pesar de la enorme tristeza que nos deja a familiares y amigos la partida de Arturo,

leer estas páginas son para todos nosotros un privilegio y una fiesta que agradecemos.

Una fiesta que no termina nunca, pues al llegar a la página final, podemos volver al

inicio, o a cualquier otro punto, y repetir la música, la danza, el milagro de un amor que

gira en redondo y sigue cantando, enamorado de la vida, más allá de la vida, abrazado

y arrodillado frente a la mujer que es punto de partida y continuidad de la vida.

VUELAPLUMA 4 1

AZULES DE VALLEJO

Texto e imágenes de Ricardo Wíesse

La obra poética de César Vallejo alcanzay di uelve toda clase de fronteras, motiva indagaciones en los aspectos más diversos, incita reseñas, investigaciones, congresos, homenajes y testimonios de sus lectores agradecidos. Mi exploración visual de su poe ía ha ido a la caza de un color prepon­derante entre los 266 poemas que produjo: el azul.

Parado jales, oscuros, intrincados, los versos vallejianos tuercen y estiran las cuerdas de lo decible. Las convenciones idiomáticas, sometidas a presiones formidables, son redibujadas radicalmente por intuiciones y audacia sin reservas. En su primer título (Los heraldos negros), el influjo modernista de Rubén Darío exhibe una paleta que vi­bra dominada por los azules. Ahí encon­tramos arcaísmos («añil»), procedimientos tradicionale («azular y planchar todos los caos»), voces rebuscadas («cerúleas») y neologismo («azulea el camino»).

«Me doy en la forma más libre que puedo y esta e mi mejor cosecha artística», anotó en 1922, el año en que los primeros dos­cien tos ejemplares de Tri/ce se imprimie­ron en los tallere de la Penitenciaría de Lima. Aunque no fue quechua hablante, el u trato aborigen pervivió incon cien­temente en u espíritu como una piedra ba al, donde repo an recurrentemente las turbulencia exi tenciales que entretejen

4 2 UELAPLUMA

esas composiciones esencialmente reno­vadora .

Abundantes en Los heraldos negros (24 ca­sos), las menciones azulinas -en general, las notas colorísticas- aminorarán en sus libros siguientes: 6 en Tri/ce, ninguna en los 19 Poemas en prosa, 3 en la colección póstuma de 76 Poemas humanos, hasta desaparecer en las 15 obras maestras de España, aparta de mí este cáliz. Críticos como Ricardo Gonzales Vigil explican este proceso supresor del color (acromía) como una inmersión gradual en la sines­tesia -literalmente, unión de sensacione -que alienta los versos finales.

Su familiaridad con los matices del espec­tro se remonta a la segunda década del i­glo pasado -cuando integró, en Trujillo, el grupo orte- en los talleres de sus amigo pintores, Macedonio de la Torre y Camilo Blas. En el balneario limeño de Barranco, trató estrechamente a un escritor y dibu­jante notable -Abraham Valdelomar- y al poeta José María Eguren, que tam­bién practicaba la pintura y la fotografía. El contacto con esos maestros y amigos intensificó simplemente una sensibilidad cromática definida con antelación. Los azules del cielo andino ignaban desde la infancia su firmamento interior, surcado por arcoíris, ocasos y amanecere resplan­deciente .

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Vallejo partió a Europa en 1923 y su auto­exilio resultaría definitivo. En París, entró en contacto con todo lo ismos, la tenden­cias y revoluciones artísticas que marcaron la época. El ojo ávido del poeta asistió a un festival incesante que abría nuevas vías para ver, imaginar, entender y restaurar un mundo desfigurado, deshecho. Aunque u pluma tocara tangencialmente asuntos

pictóricos, estuvo sin duda al tanto del pa­norama plástico, tan efervescente en esosaños como el cine y la fotografía. Su obrapostrera se urna al florecimiento final dela Ciudad Luz como laboratorio creativo,donde las ideas y las imágenes más influ­yentes del siglo XX se discutieron y escri­bieron en los cafés, caves y buhardillas deMontparnasse o Montmartre.

En una de sus últimas entrevistas, Vallejo declaró que su propósitos con las palabras eran los mismos que los de Picasso con la pintura. Se refería quizás al descoyunta­miento y recompo ición de los planos y formas que ambos -vanguardistas entre los vanguardistas parisinos- llevaban a cabo entre la borrasca de la Entreguerra. La sorpresa, el azar, enrumbaron ambas trayectoria por la senda de lo desconoci­do. Los dibujos a pluma que el genio cu­bi ta dedicó al poeta transmiten las explo­siones angustiosas de eso años aciagos.

El poeta y el pintor no se conocieron. Va­llejo murió en París el 15 de abril de 1938. Semanas despué , el 9 de junio, el escritor Juan Larrea -amigo de ambos-visitó a Picasso, le leyó el último libro vallejiano, y logró el objetivo de arrancarle su retrato para apoyar mediáticamente una campa­ña de a i tencia a lo mile de exiliados de una República que se desmoronaba. La­rrea cuenta que, conmovido por los ver­so acabado de e cuchar, el malagueño exclamó «¡A este í le hago un dibujo!». Terminó dedicándole tres, en u primera

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«EN UNA DE SUS ÚLTlMAS ENTREVl TAS, VALLEJO DECLARÓ Ql)E SUS PRO­PÓSlTOS CON LAS PALABRAS ERAN LO MISMOS Ql)E LOS DE PlCASSO CON LA PINTURA. SE REFERÍA Ql)lZÁ AL DESCOYUNTAMlENTO Y RECOMPOSl­ClÓN DE LOS PLANOS Y FORMAS QVE AMBOS -VANGUARDISTAS ENTRE LO VANGUARDISTAS PARISINOS- LLEVA­BAN A CABO ENTRE LA BORRASCA DE LA ENTREGUERRA».

VUELAPLUMA 4 5

4 6 UELAPLUMA

VUELAPLUMA 4 7

experiencia sobre hojas de esténcil o mi­meógrafo. Dos de estos se basaron en la fotografía de Emile Savitry del poeta en u lecho de muerte. Esos trazos y las pági­

nas de España, aparta de mí este cáliz des­granan una sola, desolada emoción.

En 1950, un joven pintor peruano, Fer­nando de Szy zlo, compuso ocho litogra­fía en homenaje a Vallejo. Estampada en un taller pari ino, e a serie inaugura lo caracteres propio , inconfundibles de una obra pictórica notable. Luces lunares, marco vacío obre el fondo nocturno,

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haces raspados sobre una geometría pre­caria: Szyszlo crea equivalencias gráfico­abstractas de la atmósfera, del escenario interior vallejiano, y articula por primera vez, inequívocamente, su voz, su huella distintiva. Decantados a lo largo de déca­das, e os ecos persisten; la misma percu­sión oscura resuena en la secuencia pic­tórica magnífica concluida que hace poco llegó a su fin.

Estos Azules de Valle.Jo proceden de la mis­ma línea continua de homenajes espontá­neos al poeta. acieron de la pura gana

de compartir las riquezas de sus versos y contribuir a extenderlas, difundirlas, ino­cular sus caudales creativos en las venas de la especie. Cada lámina recoge un diálo­go pausado entre el escritor y el dibujante cuyos signos, manchas, representaciones y baños de color adoptan la línea automatis­ta y la asociación libre de estirpe surrealis­ta antes que la ilustración literal. Palabras y colores sobre papel: esta es mi ofrenda.

«Padre César»: así lo nombra otro poeta peruano, el insigne Jorge Eduardo Eiel­son, maestro también en artes visuales,

autor de nudos y quipus que prolongan claves estéticas de la América indígena con solvencia casi atemporal. Como buen progenitor, Vallejo provee, inspira, alienta a destrozar lo aceptado y emprender en serio y de una buena vez la revolución que su estética anuncia, su opción comprome­tida con horizontes solidarios, humanos en toda la extensión de la palabra.

Madrid, 2018

VUELAPLUMA 4 9

Greca Garbo en Ana Karenina.

5 O UELAPLUMA

LA MUJER EN

LA LITERATURA

Y EN EL CINE Max Castillo Rodríguez Escritor y periodista

ANA KARENINA, EL ESPLENDOR

DE GRETA GARBO

La primera película rusa que adaptó Ana Karenina, la famosa novela de Tolstoi, se realizó en 1914. La protagonista fue María Germanova, talentosa actriz pro­veniente del histórico Teatro de Arte de Moscú. El director fue Vladimir Gardin, quien permaneció en Rusia aun después de la Revolución de Octubre. Esta pelícu­la fue muy criticada, especialmente por la escena de la Germanova suicidándose en las líneas férreas de la estación de Moscú; según los del Teatro de Arte era una mala imitación del filme La llegada del tren a la

estación (1895), de los hermanos Lumiere.

En 1935, el cineasta Clarence Brown di­rigió en el papel de Ana Karenina a la le­yenda del cine: Greta Garbo. Inolvidable por su magistral actuación como la aristó­crata libre que abandona a su viejo y com­placiente marido por Alexei Vronsky, un militar joven y atractivo. Esta película es para muchos la mejor versión cinemato­gráfica de la célebre novela, no obstante los indudables méritos de la cinta, su di­rector fue prácticamente olvidado.

Las actuaciones de la gran diva muestran una faceta de la mujer nunca antes vista, una mixtura de belleza y libertad feme­ninas en una América puritana y hostil a las actrices bellas y sensuales, estrictamen­te regida por el estadounidense Código Hays que, desdel 930, ejercía la censura.

Poco después, Greta Garbo obtuvo una interpretación apoteósica cuando hizo de Margarita Gautier en La dama de las camelias, basada en la popular novela de Alejandro Dumas hijo, aparecida en 1845. El director fue George Cukor, un creador joven que hasta ese momento no se había atrevido a firmar las películas que realiza­ba solo o en colaboración. El compañe­ro de la Garbo fue el joven, de 25 años, Robert Taylor en el papel de Armando Duval. Sin duda fue una de las grandes películas de la Garbo poco antes de aban­donar para siempre la actuación. Lionel Barrymore encarna al padre de Armando, quien al prohibir a la experimentada Mar­garita mantener relaciones con su hijo, desencadena la tragedia. Ella, enferma de tuberculosis, muere finalmente en los bra­zos de u joven amante. Es el triste final de un amor prohibido en un medio social intolerante y conservador.

VUELAPLUMA 5 1

Greta Garbo en La dama de las camelias en compañía de Robert Taylor.

Con e te éxito que cau ó delirio en la pla­

tea, el pre tigio de George Cukor creció

y se desarrolló ampliamente en el género

musical. La fama total la alcanzó con Mi

bella dama (1964), filme donde Audrey

Hepburn interpreta a una muchacha lon­

dinense que e transforma en una gran

dama gracia a lo esfuerzo del profe or

Higgins (Rex Harrison).

OTRAS ANA KARENINA

EN EL CINE

La inolvidable y bella actriz Vivian Leigh

también interpretó a Ana Karenina en

una versión fílmica dirigida por Julien

Duvivier, con guion de Jean nouilh, dos

grandes de la e cena fran e a. Sin embar­

go, no tuvo el éxito e perado porque re ul­tó dema iado académica. La Vivian Leigh

5 2 VUELAPLUMA

que todos recordamo e la inolvidable

compañera de Laurence Olivier en Lady

Hamilton (1941) o, más aún, en u tórri­

do romance con Clark Gable en Lo que el

viento se llevó (1939).

En la época de la Unión Soviética, la ac­

triz Tatiana Samoilova interpretó a Ana

Karenina bajo la dirección del experimen­

tado Aleksandr Zarkhi. Fue una cinta fa -

tuo a que tras un rodaje de tres años fue

e trenada en 1967. Sus posibilidades de

éxito de cansaban en la e pléndida belleza

de la actriz, triunfante en su país y sobri­

na nieta del gran tanislavski. La película

no tuvo la repercu ión internacional espe­

rada, aunque e pre enraba como la clara

vencedora en Canne de 1968, lo acon­

tecimientos del mayo francé actuaron en

su contra.

TATYANASAMÓYLOVA NIKOLAI GRITSENKO �-

lllkll;lll\l'Clk ALEKSANDR ZARKHI

!!:íE .. , INU Ll\lllll\ \lRI\\\KOIUI BIIRl\l;OUl\\f.1 \\N.lil\\ llRTI\SK\\'A L!Y!!!!.S

Mencionaremos de pasada a dos bellas actri­

ces que también encarnaron a Ana Karenina:

la francesa Sophie Marceau dirigida por

Bernard Rose (1997), y la inglesa Keira

Knightley dirigida por Joe Wright (2012),

dos películas de discreta recordación.

MADAMEBOVARY

La historia de Emma Bovary, fundamen­

tal novela de Gustave Flaubert, también

fue llevada al cine en varias oportunida­

des. Jean Renoir con su cine académico,

solvente, profesional, fue el primero en

abordar la vida de esta mujer soñadora y

romántica que, cansada del tedio provin­

ciano y de su apacible marido, descubre el

amor y la pasión adúltera. La inteligente y

sensible Emma fue interpretada por Va­

lentine Tessier.

Sin embargo, más popularidad obtuvieron dos versiones posteriores, la del ítalo ame­ricano V incente Minnelli en 1949, y la que realizó en 1991 otro gran director francés, Claude Chabrol. La de Minnelli es para los entendidos la mejor adaptación cine­matográfica de Madame Bovary. En ella, el director nos ubica en 1850, en pleno juicio por inmoralidad contra Flaubert, inter­pretado magistralmente por el actor inglés James Mason. A la celebre Emma la inter­preta Jennifer Jones, una joven y bella ac­triz norteamericana. Minnelli confiesa que más influido por Chateaubriand y Víctor Hugo que por el propio Flaubert, nos pre­senta como personaje central «a una mujer de la era romántica, casi una yegua joven que busca su libertad y elige a sus amantes». El actor Louis Jordan actúa como Rodol­phe Boulanger, el amante de Emma, y Van Heflin da vida al marido, a Charles Bovary, en una de las mejores interpretaciones de su larga trayectoria cinematográfica.

Jennifer Janes en Madame Bovary.

Más polémica fue la versión realizada en 1991 por el director francés Claude Chabrol, uno de los grandes cineastas de

VUELAPLUMA 5 3

lsabelle Huppert en Madame Bovary de Chabrol.

la Nueva Ola francesa. La gran I abelle Huppert interpretó a Emma Bovary; los acre comentarios de un ector de la críti­ca no se hicieron esperar. Se la comparó de inmediato con la grácil y juvenil Jennifer Jones, y en contraste con ella, la Huppert aparece demasiado glacial e intelectualiza­da como «una lectora que se apropia de la novela y que hace avanzar el relato cine­matográfico según su voluntad». Claude Chabrol no se dejó amilanar y defendió su película y la actuación tan diferente y e pecial de su actriz preferida: «Madame Huppert ha tenido la capacidad de cam­biar mis idea para lograr un film más per­sonal, con tal hondura y originalidad como lo haría cualquier cinea ta y esto es lo má importante de e ta Madame Bovary».

En el XVII Fe tival de Cine de Mo cú, por esta ingular interpretación, Isabelle Huppert obtuvo el premio a la mejor in­terpretación femenina.

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MUJERES BELIAS Y MALDITAS

Isabelle Huppert ha continuado con inter­pretaciones femeninas complejas, cruele y dura . En el filme La ceremonia, dirigi­da también por Chabrol (1995), da vida a J eanne, una de dos amigas desadaptadas que asesinan a una familia burguesa, fría e injusta, los Lelievre. La historia se cen­tra en la amistad compleja de do mujeres subordinadas, frustradas por la ociedad, Jeanne trabaja en la oficina de correo del pueblo y u amiga Sophie e la silenciosa sirvienta de los Lelievre, encarnada por la actriz Sandrine Bonnaire. El humor negro del filme, tan característico en la obra de Claude Chabrol, muestra la crisi de la mo­ral convencional y el crimen brutal se ex­playa en escenas jocosas, inaceptables para la sociedad y para las buenas costumbre . La película evoca claramente la influencia

cruel y refinada del escritor Jean Genet; La ceremonia es una versión libre de Las cria­das (Les Bonnes), obra teatral estrenada en 1947 y llevada al cine varias veces.

MANON LESCAUT

Basada en el relato clásico del siglo XVIII del abate Prévost, el cineasta Henri Clouzot realizó en 1948 una versión muy particular de la obra. Ubicó los hechos no en un puerto del Antiguo Régimen sino en los días de la Segunda Guerra Mundial. Es 1944 y nos encontramos en una villa nor­manda, en pleno clima de traición y ven­ganza de los días de la liberación. La joven Manon es acusada de haberse acostado con oficiales nazis, que ocuparon el país desde 1940. Las turbas exigen su muerte en la horca, pero el joven teniente Robert Des Grieu:x la libera de la funesta situación y rápidamente se enamora de ella. Clouzot poetiza la situación, nos conduce por aque­lla Francia traumatizada, donde todo sen­timiento de nobleza ha sido quebrado, y donde estos dos frágiles seres sucumben.

iij( RlilANl-(i(lll AU�RHl(HH AU(lAI� W�lf!lf ���WREGÍA: HENRl·�EORGESCLÓUZOT =-

Robert (Michel Auclair) sigue a Manon a París, en donde su hermano León tra­fica en el mercado negro. La situación de decadencia y corrupción en la que ha caído León, convertido en un peligroso delincuente, obliga a Robert a asesinarlo, entonces los amantes deciden huir en un tren a Marsella para luego embarcarse ha­cia Palestina. El capitán de la nave en la que huyen los deja en una playa en la an­siada Palestina. Manon cae malherida tras un ataque de beduinos salvajes, Robert la lleva por las ardientes arenas hasta su final. La entierra dejando ver su bello rostro en medio del arenal. El mal ha vencido, pero el amor romántico del joven Robert so­brevive al paso del tiempo.

Cécile Aubry tenía 20 años cuando inter­pretó a Manon Lescaut. La actriz, de apa­riencia adolescente, obtuvo un gran éxito en el cine, tanto en Francia como en Es­tados Unidos. Su interpretación trágica y ambivalente le permitió obtener el Primer Premio en la Muestra de Venecia de 1949.

LA MUJER TRÁGICA DE BRESSONY LA REINA MARGOT

Robert Bresson, el gran director francés del mundo interior y de una particular re­ligiosidad, tocó en su formidable película Las damas del bosque de Bolonia (1945) el mundo de la mujer marginal, despreciada y también amada. En 1969 se inspiró en un relato corto de Dostoievski para rea­lizar Une femme douce (Una mujer dulce). La joven actriz Dominique Sanda inter­preta a Elle, una mujer joven, pobre y so­ñadora. Su burgués marido, Luc, piensa que ella lo amará por su poder económi­co. Sin embargo, lo único que crece entre ellos es la degradación de la relación, has­ta llegar a una total incomunicación. La puesta en escena de Hamlet, la tragedia de Shakespeare, deja sin aliento a Elle. Su sensible observación, absolutamente personal, la llevará a su fin. El suicidio,

VUELAPLUMA 5 5

la banalidad de la existencia e unen a la detallada visión de Bresson de esta mujer bella, dulce y ilencio a que decide partir in dar excusa alguna.

Alejandro Dumas en 1845 publica La rei­na Margot, novela basada en la vida amo­rosa de Margarita de Valois, reina francesa con orte del monarca prote tante Enrique III de avarra. La vida turbulenta de e t� reina católica fue llevada a la pantalla en 1994 por el brillante cineasta francés Pa­trice Chéreau, quien murió víctima del cáncer cuando e encontraba en su apogeo.

I abelle Adjani protagonizó esta historia que tiene como telón de fondo la gran masacre de San Bartolomé de 1572. Mu­jer de carácter, la reina Margot logra salvar la vida del rey Enrique (encarnado por el actor Daniel Auteuil) mientras los solda­dos católico degüellan a los hugonotes protestante en aquella imborrable noche que pasó a la hi toria.

En 1975, Isabelle Adjani había triunfado en La historia de Adele H. interpretando a la trágica hija del gran V ictor Hugo, y más tarde de tacó en su interpretación de Emile Bronte en Las hermanas Bronté" de André Téchiné (1979). Con La reina Margot ganó el premio a la mejor actriz en el Fe rival de Cannes de 1994

LA CIOCIARA, LA MUJER Y LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

En Dos mujeres, cuyo título original fue La Ciociara (1960), Sofía Loren se colocó como la gran actriz histórica del cine ita­liano. Interpretó a Cesira, una viuda que vive en Roma durante la Segunda Gue­rra Mundial en especial durante los duros bombardeos de 1943. El régimen fasci ta e derrumba y ella sobreprotege a u hija

adole cente Ro etta, interpretada por la joven Eleonora Brown. En el agreste y primitivo camino de regreso a Santa Eu-

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femia, u pueblo de origen, perteneciente a la región llamada Ciociara, conoce a Mi­chele (J ean Paul Belmondo) un poeta so­ñador, un izquierdista ilustrado que critica la indolencia de lo campesino y su leal­tad absurda al fascismo. Michele termina­rá a e inado por lo ocupantes alemanes.

Ba ada en La campesina, novela de Alber­to Moravia, e ta película mue tra el drama íntimo de una madre sufrida e ingenua y de una adolescente que será violada entre las ruinas de una iglesia bombardeada. El horrible crimen contra la muchacha lo co­meten lo feroce goumiers, soldado ma­rroquíe tribales que, traídos a Italia des­de el norte africano, luchaban contra lo alemane . La novela explora una inmensa complejidad de sentimientos encontrados. Por un lado están las execrables violacio­nes, los abusos de las tropas alemanas y la cobardía de la masa y, por otro lado, en el otro extremo, la valentía de una madre (Sofía Loren), de una niña mujer y de un poeta que lucha contra el ambiente co­rrupto y decadente.

James Mason y Sue Lyon en Lo/ita de Kubrick.

Dirigido por Vittorio de Sica, este filme marcó época pues u crudeza atroz abrió el camino a nuevo ternas en el cine. Co­menzó a mostrarse in sentimentalismo alguno la fatalidad de la mujer pobre, o de la prostituta, víctima de una sociedad que se moderniza aplastando a los seres honestos.

LOLITA. LAATRACCIÓN PROHIBIDA

Atónitos desde el inicio, los espectadore nos adelantarnos al drama que veremos. Un hombre dispara a otro que en estado de ebriedad toca en el piano La polonesa N

º 1

de Chopin. La tragedia, los celos, el de ti­no, nos introducen en la historia de Lo/ita, basada en la célebre novela de Vladimir Nabokov. Stanley Kubrick filma esta cinta en 1962 con guion del propio Nabokov. En el papel de Lolita debuta una chiqui­lla de catorce años: Sue Lyon. El célebre actor británico James Mason interpreta a Humbert, el profesor de poesía francesa y gran amante del juego de ajedrez. Frío y manipulador, este decide alquilar un piso en Ramsdale, Nuevo Harnpshire, luego de

ver en el jardín de la casa a la adolescente Dolores Haze, llamada Lolita por todo , e hija de Charlotte Haze, interpretada por Shelley Winters. Con el único objetivo de estar cerca de Lolita, Humbert seduce y se casa con la madre. Pero la úbita muerte de esta lo obliga a huir con la adolescente, quien sigue dócilmente a su padrastro.

Los enfermizos celos de Humbert obligan a huir a Lolita, quien más tarde aparece ca­sada con un productor de Hollywood, Cla­re Qyilty, interpretado por Peter Sellers. Qyilty es el ebrio ejecutante de la Polonesa de Chopin que abre la película y muere al final ultimado por Humbert que nunca le perdonará haberle arrebatado a Lolita.

El guion original de Nabokov tenía más de cuatrocientas páginas, pero fue trans­formado por el mismo Kubri k para re­ducir las posibilidades de censura en Es­tados Unidos. La mayor parte de Lolita fue filmada en el Reino Unido. Nabokov escribió ese largo guión pen ando en la posibilidad de un film de varias horas, un proyecto imposible.

VUELAPLUMA 5 7

EL DINERO Karl Marx

Por el bicentenario del genial pensador -que además de interpretar el mundo, luchó por transformarlo- pl:lblicamos este escrito juvenil que pertenece a sus Manuscritos económico-ft/osó.ftcos de 1844.

E1 dinero, en cuanto tiene la propiedadde comprarlo todo, de apropiarse de todos los objetos es, pues, el objeto por excelencia. El carácter universal de e ta propiedad lo convierte en ser omnipotente ... el dinero es el alcahuete entre la necesidad y el ob­jeto, entre la vida humana y los medios de subsistencia. Pero lo que me sirve de me­diación para mi vida, me sirve de media­dor también para la existencia de los otros hombres para mí. Eso es para mí la otra persona.

¡Qué diablo! ¡Tuyos son manos y pies. Y, sin duda alguna, cabeza y culo son tuyos! Pero todo lo que yo tranquilamente disfruto, ¿es por eso menos mío? Si puedo pagar seis po­tros, ¿No son mías sus fuerzas? Soy todo un caballero y corro velozmente como si tuviese veinticuatro patas. (Fausto de Goethe)

Shakespeare, en el Timón de Atenas: «¡Oro!, ¡oro maravilloso, brillante, precio­so! ¡No, oh dioses, no soy hombre que haga plegarias inconsecuentes! (Simples raíces, oh cielos purísimos!) Un poco de él pue­de volver lo blanco, negro; lo feo, hermoso; lo falso, verdadero; lo bajo, noble; lo vie­jo, joven; lo cobarde, valiente ¡oh dioses! ¿Por qué? Esto va a sobornar a vuestros sacerdotes y a alejar a vuestros sirvientes;

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va a retirar la almohada de debajo de la ca­beza del hombre más robusto; este amarillo esclavo va a atar y desatar lazos sagrados, bendecir a los malditos, hacer adorable la le­pra blanca, dar plaza a los ladrones y hacerlos sentarse entre los senadores, con títulos, ge­nuflexiones y alabanzas; él es el que hace que se vuelva a casar la viuda marchita y el que perfuma y embalsama como un día de abril a aquella que revolvería el estómago al hospital y a las mismas úlceras. Vamos, fango conde­nado, puta común de todo el género humano que siembras la disensión entre la multitud de las naciones, voy a hacerte ultrajar según tu naturaleza. »

Y más adelante: «¡Oh, tú, dulce regicida, amable agen­te de divorcio entre el hijo y el padre! ¡Brillante corruptor del más puro le­cho de himeneo! ¡Marte valiente! ¡Ga­lán siempre joven, fresco, amado y delica­do, cuyo esplendor funde la nieve sagrada que descansa sobre el seno de Diana! Dios visible que sueldas juntas las cosas de la Naturaleza absolutamente contrarias y las obligas a que se abracen; tú, que sabes hablar todas las lenguas (XLII). Para todos los designios. ¡ Oh, tú, piedra de toque de los corazones, piensa que el hombre, tu esclavo, se rebela, y por la virtud que en ti reside,

haz que nazcan entre ellos querellas que los destruyan,a fin de que las bestias puedan te­ner el imperio del mundo ... /»

Shakespeare pinta admirablemente la na­turaleza del dinero. Para entenderlo, co­mencemos por explicar primero el pasaje de Goethe.

Lo que mediante el dinero puedo pagar, es decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo mismo, el poseedor del dinero mismo. Mi poder es tan grande como el poder del dinero. Las propiedades del dinero son las mías. Lo que soy y lo que puedo no están determinados en modo al­guno por mi individualidad. Soy feo, pero puedo comprarme la más hermosa de las mujeres. En consecuencia, no soy feo, pues el efecto de la fealdad, su fuerza repelen-

Los amantes emparejados de Quentin Massys, S XVI.

te, es anulada por el dinero. Como indi­viduo soy paralítico, pero como el dinero me procura veinticuatro pies, dejo de ser paralítico. Soy detestable y sin honor, sin conciencia y estúpido, pero como se honra al dinero, también se honra a su po eedor.

Además, como el dinero me evita la mo­lestia de ser deshone to, puedo presumir de honestidad. Soy estúpido, pero si el di­nero es el verdadero espíritu de todas las co as, ¿cómo podría yo carecer de inteli­gencia? El dinero puede comprar a los que tienen talento, y ¿no es quien tiene poder sobre los inteligente más inteligente que ellos? Yo que puedo tener gracias al dine­ro todo lo que el corazón humano ansía, ¿no poseo todas las cualidades humanas? ¿Acaso no transforma mi dinero todas mis carencias en su contrario?

VUELAPLUMA 5 9

i el dinero e el vínculo que me liga a la vida humana, que me liga a la sociedad, que me liga con la naturaleza y con el hombre, ¿no es el dinero el vínculo de to­dos los vínculo ? ¿ o puede él atar y des­atar toda la atadura ? ¿ o es también por e to el medio real de separación? E la verdadera moneda divisoria, a í como el verdadero medio de unión, la fuerza galva'­

noquímica de la sociedad.

Shakespeare destaca e pecialmente dos propiedades del dinero:

1) Es la divinidad visible, la transmutaciónde todas las cualidades humanas y natu­rales en sus contrarios, la confusión e in­ver ión univer al de toda las cosas; la quehermana la incompatibilidades;

2°) Es la puta universal, la universal alca­hueta de los hombres y de los pueblo .

La inversión y confusión de todas las cua­lidades humane y naturales, la conjuga­ción de la imposibilidades; el poder di­

vino del dinero reside en su esencia como ser genérico enajenado y enajenante del hombre. Es el poder enajenado de la hu­

manidad.

Lo que yo como hombre no puedo, lo que no pueden mi fuerza , lo puedo median­te el dinero. El dinero convierte así cada una de estas fuerza esenciales en en u contrario. Si an ío un manjar o quiero to­mar una diligencia porque no soy ufi­cientemente fuerte para hacer el camino a pie, el dinero me lo procura; es decir, tran forma mis de eo en realidade , de er imaginario a er real. El dinero, al ha­

cer e ta mediación, se convierte en una verdadera fuerza creadora.

E cierto que la demanda exi te también para aquel que no tiene dinero alguno,

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pero su demanda e mera imaginación que no tiene ningún efecto, ninguna exi tencia; que, por lo tanto, igue ien­do irreal, sin objeto. La diferencia entre la demanda efectiva ba ada en el dinero y la demanda sin efecto ba ada en mi ne­ce idad, mi pasión, mi de eo, etc., es la diferencia entre el ser y el pensar, entre la pura repre entación que existe en mí y la representación tal como e para mí en tanto que objeto real fuera de mí. i no tengo dinero alguno para viajar, no tengo ninguna necesidad (esto es, nin­guna necesidad real y realizable) de via­jar. Si tengo vocación para e tudiar, pero no dinero para ello, no tengo ningu­na vocación ( esto e , ninguna vocación efectiva, verdadera) para estudiar. Por el contrario, si realmente no tengo voca­ción alguna para estudiar, pero tengo la voluntad y el dinero, tengo para ello una efectiva vocación. El dinero es el medio y el poder externo, universal (no derivado del hombre en cuanto hombre ni de la sociedad humana en cuanto sociedad) para hacer de la representación realidad

y de la realidad una pura representación.

Tran forma las fuerzas esenciales huma­

nas y naturales en imple repre entacio­nes abstractas, e decir en imperfecciones

y dolorosas quimera , a í como, por otra parte, transforma las verdadera imper­

fecciones y quimeras, que sólo existen en la imaginación del individuo, en fuerzas

esenciales y poder real.

El dinero actúa como un poder desinte­grador contra el individuo y contra los vínculos sociales. Transforma la fidelidad en infidelidad, el amor en odio, el odio en amor, la virtud en vicio, el vicio en virtud, el iervo en señor, el eñor en iervo, la e -tupidez en inteligencia y la inteligencia en e tupidez.

El prestamista y su mujer de Marinus Van Reymerswale, S XVI.

Como el dinero, en cuanto concepto exis­tente y activo del valor, confunde y cambia todas las cosas, es la confusión y trasposición

universal de todo, es decir, el mundo in­vertido, la confusión y el cambio de todas las cualidades naturales y humanas.

Aunque sea cobarde, es valiente quien puede comprar la valentía. Como el dinero

no se cambia por una cosa determinada ni por una cualidad humana particular, sino por la totalidad del mundo objetivo natu­

ral y humano, desde el punto de vista de su poseedor puede transformar toda cualidad y objeto en su contrario. Es la fraterniza­

ción de los incompatibles; obliga a besarse a los contrarios.

Si suponemos al hombre como hombre y que su relación con el mundo es una relación humana, sólo se puede cambiar amor por amor, confianza por confianza, etc. Si quie­res gozar del arte tienes que ser una persona artísticamente cultivada; si quieres influir en otras personas, tienes que ser un hombre que estimule e impulse a los demás. Cada una de las relaciones con el hombre y con la naturaleza ha de ser una expresión especí­fica de tu vida individual real que se corres­ponda con el objeto de la voluntad. Si amas sin despertar amor, esto es, si tu amor no produce amor recíproco, si mediante una exteriorización vital como hombre amante no te conviertes en hombre amado, tu amor es impotente, una desgracia.

VUELAPLUMA 6 1

Corrupción, régimen político y modelo de desarrollo en el Perú

Levy del Aguíla M. Profesor univer itario

E1 fenómeno de la corrupción asalta porentero nuestra comunidad nacional -si e que puede afirmarse que tal comuni­dad existe- en forma que trascienden la moral personal y la situación específica de un funcionario particular. La cuestión atañe a las estructuras económicas e insti­tucionales que rigen la actividad pública y privada, lucrativa o no lucrativa. Más aún, la recurrencia, arraigo hi tórico y sosteni­bilidad de la corrupción exigen centrar la mirada en los sujetos sociales que la re­producen para identificar lo que podría ser considerado una dimensión del ethos

de nuestra vida en común.

El régimen político

En los últimos año , el derrotero de la co­rrupción en el país ha desplegado registro obsceno que no recuerdan la clásica sen­tencia de González Prada acerca del Perú: «donde se aplica el dedo brota pus» 1

• En el proceso de exhibición mass mediática ycotidiana de la corrupción, e evidencia lacri i del régimen político que se inauguró

6 2 VUELAPLUMA

con la caída del autoritarismo fujimorista en el año 2001. Algunas de las bandera enarboladas en ese momento fueron pre­cisamente las de luchar contra la corrup­ción fujimorista. Los liderazgos que en tal coyuntura destacaron y recibieron el apo­yo popular y el posterior respaldo en la urnas no disentían del modelo económico que rigió el país durante la década prece­dente. Tampoco discreparon de los mo­delos de modernización institucional que venían del Consenso de Washington para el aparato estatal, que comprendían priva­

tizaciones y políticas neoliberales con el fin de promover la inversión extranjera y la dinamización del librecambio. Nada de esto fue materia de disputa en aquella es­cena. Las banderas de lucha, con «lavados de bandera» en la Plaza de Armas inclui­das, se dirigían en buena cuenta contra el autoritarismo del régimen y la corrupción instalada en el mismo; una corrupción que había saltado a la luz más allá de lo admi­sible para la decencia de lo nuevos y reci­clado liderazgos políticos del momento,

así como para la buena conciencia liberal de buena parte de nuestra sociedad civil, algunos medios de prensa e intelectuali­dad más o menos progresista.

El gobierno provisional de Valentín Pa­niagua fue saludado como el inicio de un nuevo régimen político democrático en el país y, en retrospectiva, suele ser evocado como un momento de amplias ilusiones e integridad moral. Pues bien, en él no solo persistió el compromiso liberal con el mo­delo económico de desarrollo instalado por el fujimorismo, sino que, bajo una re­novada sinergia con el mismo, la corrup­ción supo persistir y hacerse sostenible a

En la salita del SIN, instalación de Fernando Bryce.

lo largo de los lustros siguientes. Puesta

en escena, persistió comprometida con la

prioridad de la inversión privada sobre el

interés común, y rápidamente aprendió a

reproducirse en las nuevas formas demo­

cráticas. Más aún, caló con mayor pro­

fundidad, pues ya no se trataba solo de la

habilidad o inteligencia maniquea de un

per onaje, como Vladimiro Montesinos,

o de una situación de crisis excepcional,

como la de fines de los ochenta, sino que

medraba en una trama altamente institu­

cionalizada donde el modelo económico

neoliberal supervive bajo el amparo de un

Estado democrático de derecho.

VUELAPLUMA 6 3

Modelo económico y corrupción

La corrupción que tenemos entre ma­nos remite a relaciones consolidadas en­tre inversionistas privados y funcionarios públicos para sacar adelante proyectos de envergadura o proyectos de menor cuantía en los distintos niveles de gobierno. Por cierto, no es un asunto nuevo en la histq­ria del país; por el contrario, dispone de larga data. No obstante, jamás la historia republicana conoció una puesta en escena que desnudara la corrupción de la mane­ra en que va quedando desnuda día a día como dimensión inherente al modelo de desarrollo que nos rige. Para efectos de esta breve exposición, precisemos las cua­tro características fundamentales de dicho modelo:

En primer lugar, la desregulación de la economía nacional para atraer al capital tran nacional en una sociedad globaliza­da donde a los capitales de raíz local, in­capaces de ser competitivos, no les queda más que encontrar la forma de sumarse al inversionista extranjero para poder parti­cipar de tal o cual proyecto de inversión organizado por el Estado.

En segundo lugar, la forma institucional de las Asociaciones Público-Privadas dis­puestas para que el riesgo de la inversión sea nulo y corra siempre a cargo del Es­tado, esto es, de los ciudadanos que ha­brán de sufragados con sus impuestos. Por cierto, este tipo de «cooperación» es una innovación neoliberal que no hace sino recordarnos la astucia del capital y su fal­ta de consideraciones dogmáticas cuando de acumular se trata: si el Estado ayuda a maximizar, de inmediato pasa de ogro tiránico al mejor de los socios.

En tercer lugar, el modelo dispone de una institucionalidad pública para cuidar

6 4 VUELAPLUMA

las forma del derecho y los cánones de la decencia liberal mediante la buena pro de instancias como Proinver ión, o de ex­cepciones al Sistema Nacional de Inver­sión Pública hechas por funcionarios del Ministerio de Economía y Finanzas «para agilizar» la inversión.

Por último: ningún modelo de desarro­llo puede ser jamás un asunto puramente económico. El nuestro dispone de un po­tente coro que lo anima y viabiliza a través de la voluntad de las personas, lugar donde se instalan los vastos recursos ideológicos dedicados a la construcción de una cultura que celebra la vida mercantil-capitalista, al emprendedurismo desvinculado de la suer­te de la comunidad y al más ansioso consu­mismo. Desde este set up de disposiciones anímicas y convicciones, se instala en las personas: i) la identificación entre creci­miento económico y desarrollo social, ii) la representación del Estado como otro ob­jeto para ser instrumentalizado a favor del beneficio privado, a la vez que iii) se natu­ralizan «los excesos» de esta instrumenta­lización que pudieran salir a la luz pública.

Se trata, pues, de un pack que ya no res­ponde al designio de algún hábil manipu­lador. La figura es más bien la del encuadre sistémico de un conjunto de tramas polí­ticas, económicas y culturales que forman el capítulo actual del desarrollo capitalista en el Perú. En este capítulo, se ha hecho quizás más patente que nunca en nuestra historia que la pretendida neutralidad del Estado es el lugar en el que medra el in­terés privado que hace de él no un me­dio puntual y ocasional sino su médium,

su lugar de existencia y su condición de reproducción. De este modo, la legalidad y la institucionalidad de lo público, lejos de estar al ervicio del interés común, sirven a la astucia del capital para disponer del eco-si tema organizacional que hace po-

sible su acrecentamiento. Por cierto, esta misma trama institucional también ofrece puntos de ruptura y de innovación en las relaciones entre la inversión privada y el Estado, o de continuidad con la experien­cia histórica precedente.

El caso Odebrecht y la precariedad del Estado

Es importante subrayar la relación de mu­tua necesidad entre el actual desarrollo ca­pitalista en el Perú y la crisis del régimen político en al menos dos sentidos. Ambos perfilan la figura de una suerte de lobby es­tructural. Por un lado, a un nivel más funda­mental, el desarrollo de la empresa capita­lista en el Perú encuentra en la obra pública la ocasión para obtener altos niveles de ren­tabilidad, con vastas garantías para su in­versión, siempre y cuando tenga el respaldo de la institucionalidad pública. Esto incluye el sistema legal y su aparato administrativo, junto con funcionarios y gobernantes co­ludidos con el inversionista. Por otro lado, los gobernantes requieren de los recursos de la empresa privada para sostenerse en el poder y/ o acceder a él por medio de sus contribuciones. En el caso Odebrecht, por ejemplo, ello supuso el diseño inédito -al menos a escala regional- de una división altamente racionalizada de Operaciones Estructuradas como parte integral de la ad­ministración financiera de la empresa. En este caso, nuestros políticos del nivel central del Estado viabilizaron su continuidad en el poder en los últimos periodos electora­les mediante diversos financiamientos pro­vistos por Odebrecht:2. Para esta empresa, ellos representaban la garantía de su poste­rior lealtad a la hora de definir y/o ampliar las concesiones en los proyectos de infraes­tructura en los que Odebrecht podría par­ticipar o ya estuviera participando. De este modo, nos encontramos con una trama de mutuo beneficio que, lejos de ser accidental,

es sustantiva para el actual régimen político en el Perú, incluidas las principales faccio­nes políticas.

Por supuesto, disponer de las voluntades de los gobernantes no supone inmediata­mente contar con la lealtad de los funcio­narios públicos a su mando. No obstante, el corruptor espera contar con ella en una medida suficiente en el nivel central del gobierno, que es desde donde se admi­nistran las inversiones de mayor volumen que eran de interés en este caso. En efec­to, aunque parezca de sino trágico, resul­ta que la precariedad del Estado peruano juega un papel que plantea límites sobre la capacidad de control aun para una em­presa corruptora con el volumen de capi­tal de Odebrecht. El pandemonio de mi­cro lealtades y alineamientos poco santos que campean en la administración pública ( clientelismos, patrimonialismos, nepotis­mos y un largo etcétera) delinean un com­plejo escenario, donde algunos resultados pueden ser relativamente impredecibles en respuesta a un poder corruptor mayor, que normalmente suele tener fuerza deci­siva en las batallas más importantes.

Así pues, la cuestión de la precariedad es­tatal para los distintos niveles de gobierno y sus funcionarios es un asunto crucial que complejiza la escena pues ninguno de es­tos procesos es puramente lineal; cada uno de ellos conoce marchas y contramarchas asociadas a las distintas lealtades que entre sí portan inversionistas y funcionarios. En este juego de lealtades, los funcionarios no ofrecen la suya a una mera abstracción «capital», sino a inversionistas concretos con intereses en competencia con otros inversionistas, competencia cuyo sentido no es ni la satisfacción del consumidor ni el bienestar del ciudadano, sino la acumu­lación para el capitalista y el lucro ilícito para el funcionario3

VUELAPLUMA 6 5

Por una lectura radical de la crisis

La acusacione en marcha contra los principales liderazgos políticos en el Perú, eguirán dando oca ión para un vasto cir­

co mediático en el cual cada quien pro­curará de lindar e de las figuras má ob -cenas, o bien configurará nuevas alianza para hacer frente a la acu acione del

ini terio Público. Bajo la orientación

6 6 UELAPLUMA

de nuestros medios de comunicación, la

población dirigirá su mirada a los mo­

n 1 lalgún empre ario corrupto clame por

su derecho a llevar el proceso en su contra

en libertad mientras no tenga sentencia

firme. Las mirada se perderán segura­

mente en el detalle o el drama, sin aten­

der a la recíproca dependencia entre la

corrupción de nue tro régimen político

y la inversión privada articulados en un determinado modelo de desarrollo capi­talista. Sin esta visión estructural de los dinamismos en juego que hacen posible y promueven la corrupción, no nos que­daría sino la superficialidad mediática y la náusea de cada día.

En buena cuenta, la discusión sobre la corrupción comprende la discusión sobre el modelo de desarrollo en el país. Con ello, aparece ineludible la cuestión de la modernización del Estado, lo que im­plica preguntarse qué entendemos y qué pretendemos por tal proceso. Más aún, es preciso confrontar la cultura mercantil­capitalista en el Perú tanto en sus formas tradicionales como de marca contempo­ránea. En su variedad mercantilista tra­dicional, encontramos a nuestros empre­sarios rentistas siempre expectantes a lo que pueden tomar del Estado. Nuestra burguesía -que nunca fue de aquellas heroicas que «vendían las joyas de la fa­milia» en pos de una inversión asumien­do los riesgos derivados- ha pasado de su clásico rentismo de poca monta a uno asociado al capital transnacional y a sus Asociaciones Público-Privadas. En su va­riedad contemporánea, nos topamos con el emprendimiento aspiracional, a veces meramente informal, a veces directamen­te lumpenizado en las distintas formas de capitalismo salvaje que conocemos y que incluyen la irrestricta degradación social y ambiental, la esclavitud salarial, el narco­tráfico, etcétera. En buena cuenta, lo que corresponde es interpelar frontalmente un modelo de desarrollo basado en la priori­dad del interés privado y la acumulación de capitales sobre los intereses de la vida en común.

Si el país contara con fuerzas auténtica­mente progresistas resueltas a favor de esa mirada, los intereses de la comunidad ten-

drían una oportunidad. Por supuesto, no es el caso. Y no es solo un asunto de re­presentantes políticos en el parlamento o en las diversas instancias de gobierno, ino de la abrumadora superioridad del senti­do común liberal-conservador. Tan es así que cuando ocurre la protesta social, esta se desgarra por una situación accidental, o se limita a discutir una faceta problemáti­ca del modelo de desarrollo sin discutir el modelo mismo. Son, pues, tiempos con­servadores en el país, y lo son tanto que es de esperar que ni siquiera la severa cri­sis institucional que vivimos haga posible profundizar nuestras preocupaciones e identificar con radicalidad qué es lo que nos toca confrontar.

1 Cf. González Prada, Páginas Libres, Madrid: So­

ciedad Española de Librería, 1917 [1900], p. 174.

2 A inicios de 2018, la investigación judicial en

curso arroja que, en la campaña de 2011, Odebre­

cht financió a todos los candidatos con posibilida­

des de ganar la elección nacional. De esta manera,

cubría los distintos escenarios políticos que pudie­

ran resultar de aquella elección; en buena cuenta,

apostaba a ganar en cualquier escenario.

3 Nuevamente, el caso Odebrecht es singular en

este punto: organizaba consorcios empresariales

que competían en paralelo por un mismo proyecto

de inversión pública o que participaban en varios

proye tos con la debida concertación de las pro­

puestas de modo que se turnaran las adjudicacio­

nes. En todos los casos, Odebrecht aseguraba lu­

gares privilegiados en la rotación de las asignacio­

nes, se hallaba presente directa o indirectamente

en todos los consorcios o cobraba alguna comisión

a sus contrapartes empresariales por el servicio de

hacer que todo esto sea posible.

VUELAPLUMA 6 7

Si lo cuentas, se cumple Para Isaac Goldemberg

Nilo Espínoza Haro

n el tictac del reloj hay narración, hay un Génesis en Tic y un apocalipsis en Tac.

Frank Kermode

En mi sueño apareció un enorme espejo circular y ahí el reflejo de cien o más per­sonas idénticas a Lorenzo Osores, como fotocopias a color. Esa extraña visión, dice Luis Freire Sarria, me despertó de manera brusca a las cuatro de la madrugada y en mi ánimo empezó a macerarse un imparable temor opresivo. Para afrontar ese momento quise llamar a mi amigo, al psicoanalista Jorge Bruce, pero lo descarté porque hacerlo, a e a hora, le provocaría mucha perturbación. Luego, cuando ya se ahogaba mi afán de recuperar el sosiego, ea por ese espejo o por lo que reproducía o valga saber por qué, de repente vino a mi memoria el cuento Tlon, Uqbar, Orbis Terttius de Borge . Enseguida, entonces, encendí las luces. Fui a mi mesa de trabajo y lo bu qué en u Obras Completas, publicada por Emecé en Barcelona en 1989. Estaba en la página 431 del tomo II, y al leerlo encontré esto, Bioy Casares había cenado conmigo esa noche y nos demoró una vasta polémica sobre la ejecución de una novela en primera persona, cuyo narrador omitiera o desfigurara los hechos e incurriera en diversas contradicciones, que permitieran a unos pocos lectores -a muy pocos lectores- la adivinación de una realidad atroz o banal. Desde el fondo remoto del corredor, el espejo nos acechaba. Descubrimos (en la alta noche ese descubrimiento es inevi­table) que los espejos tienen algo monstruoso. Entonces Bioy Casares recordó que uno de los heresiarcas de Uqbar había declarado que los espejos y la cópula son abo­minables, porque multiplican el número de los hombres. La lectura de esas línea me desconcertó aún má , al extremo de que el libro se cayó de mis mano y cuando fue a dar al pi o, pasó algo que hasta ahora no he encontrado explicación. E to es lo que pa ó, Hermano, el libro cayó abierto en la página 486 donde figuraba La cámara de las estatuas, otro cuento de Borges, ahí, Hermano, apareció otro e pejo, esta vez un espejo circular igual al de mi ueño, i no me cree , toma el libro, te toparás con este párrafo y lo verá , léelo, Un espejo de forma circular, obra de Solimán, hijo de David -¡sea para los dos la salvación!-, cuyo precio era mucho, pues estaba hecho de diversos metales y el que se miraba en su luna veía las caras de sus padres y sus hijos, desde el primer Adán hasta los que oirán la trompeta. Eso me tranquilizó. Sin embargo, lo que a continuación leí en el pie de e a página agrió mi mente, Hermano, devuélveme l libro para que te lea y e cuche la cau a de mi mole tia. En e e pie, el tratadista ur-

6 8 UELAPLUMA

Ilustraciones de Bernardo Barreto

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coreano Kyun Wong Chung, re pecto a lo e pejo y Borge , orno u urrando, e to e en letra menuda, dice, Que los hombres se liberan del límite del tiempo en el espejo de forma circular, y pueden ver la primera cara del ser humano en la visión retros­pectiva y la última en la futura. En conclusión, los espejos son un medio para librar al ser humano del límite espacial y temporal. Para Borges los Espejos ya no son un Ser Horroroso sino un Ser Salvador. Apenas termina de leer e e pie Luis Freire Sarria, repica mi teléfono móvil. Atiendo la llamada. Es de Lorenzo Osores. Le escucho, Te llamo para que tengas pre ente que hoy, a las cuatro y treinta tal como hemos acordado, tiene que venir a mi ca a para que vea el mapa de la catacumbas de Lima que me ha pre tado Pablo Macera. Claro, Lorenzo, claro, iré, claro que í, ólo que un poco má tarde de las cuatro y media porque en este momento estoy en el Zela, el bar que e tá en el centro de Lima, en la Plaza San Martín. Estoy con ... y el teléfono, por haber con umido totalmente u batería, se queda sordo y mudo.

En el bar, en ese momento, escasamente hay tres o cuatro parroquiano . Mientras uno de ellos con voz gangosa, tal como uena un radio estropeado, pide al mesero una cerveza y otro chilla porque no le sirven la copa de pisco que encargó, Luí Freire Sarria, luego de agotar el jugo de frutas contenido en un vaso y pedir otro, dice, Hermano, me inquieta que justo en este momento te haya llamado Lorenzo quien, como te he contado, en mi sueño aparece reproducido más de cien veces. Tal cosa, Hermano, creo que es una señal de que algo extraño me va a pasar. Descuida, Lucho, no hay razón para que te inquietes, te lo repito, Lucho, no te inquietes, yo e peraba esa llamada. Estoy seguro de que no te pa ará nada extraño. Hermano, ojalá que ea a í, ojalá que sea así.

Luí Freire Sarria bebe un sorbo de jugo y dice, Hermano, de lo único que yo estoy seguro es lo que me sucederá mañana. Iré a las diez al consultorio de Jorge Bruce y de pués de que le cuente el sueño que soñé, un sueño que no elegí y que no é ni por qué ni para qué me eligió, él al interpretarlo, me ayudará a averiguar lo que mi inconsciente quiere expre ar. Ahora bien, ¿sabes por qué antes de contarle a Jorge Bruce te he contado ese sueño y cómo, sin saber por qué, al despertar de él, me abalancé a los libro de Borge ?, te lo he contado, Hermano, para que sepas que tengo pre ente que su e critos, como hace tiempo me diji te, son profecías no religio a que se cumplen tarde o temprano. Lucho, en realidad, lo que te dije fue que en la obra Museo de la Novelade la Eterna de Macedonio Fernández percibí mucha profecía -alguna cumplida yotras en trance de cumplirse- y luego también en los cuentos de Borges. Tienes razón,Hermano, eso e lo que me dijiste, me disculpo por haber omitido a Macedonio.

De pué , Luis Freire arria, callado, pero con desbordante atención vuelve a leer una página del Tomo II de la Obras Completas de Borges. En eso, ingresa un hombre calvo de barba blanca junto con dos mujeres cano as. En silencio, los tre ponen sus ojos en la pared central del bar en la que exhibe fotografía en blanco y negro de ro tro de ocho personas, ampliadas a mediano tamaño. Luego, él reventando de alegría, le dice, V ioleta y Alicia, hija mía , la he traído aquí para que vean que aquí e tá mi tío, el poeta icomede anta Cruz, o ea el tío abuelo de u tecle y miren quiene lo acompañan al zambo, miren, ahí e tán el cuenti ta Julio Ramón Ribeyro, el Premio obel de Literatura Mario Varga Llo a, el noveli ta Jo é María Argueda ,

70 UELAPLUMA

la poeta Blanca Varela, el ensayista Sebastián Salazar Bondy, el compositor mexicano Armando Manzanero, además, los periodistas Doris Gibson y Alfonso Tealdo. ¡Qyé les parece!, de puta madre, ¿no es cierto? Alicia, ahora saca tu iPod y tómanos un selfie.

Entretanto, observo que Luis Freire Sarria, ensimismado continúa releyen­do, como hace un rato, la misma página del tomo II de las Obras Completas de Borges. Trascurridos uno largos minutos, levanta la vista y dice, Hermano, está más que bien que le hayas dicho a Lorenzo que te vas a demorar, porque para ir de aquí a Miraflores, donde está su casa, se emplea hora y media o más. Son las dos de la tarde y si terminamos la conversación a las tres y sales inmediatamente de aquí llegarás puntual, por mi parte iré a unas cuadras de este sitio para hacer una visita que desde hace días la tengo programada, pero, bueno, como el tiempo está acortándose, vuelvo de lleno a los espejos. Con franqueza, Hermano, la conclusión de Kyun Won Chung, en el sentido de que los espejos son un medio para librar al ser humano del límite espacial y temporal, me molesta mucho y me preocupa más todavía ¿Sabes por qué? Porque no es verdad. Para mí, los espejos han inducido, inducen y también inducirán con vehemencia a la reproducción artificial humana y eso ha causado, causa y causará un monstruoso horror. Lo advirtió, hace más de doscientos años, Mary Shelley con su novela Frankenstein. Allí, el protagonista, el doctor V íctor Frankenstein, al tratar de reproducir artificialmente a un hombre usando partes de cadáveres, produjo un repul­sivo engendro. Sin embargo, para encubrir esa advertencia, unos pocos pero influyen­tes médicos y biólogos, con la ayuda de poderosos medios masivos de comunicación, esparcieron y siguen esparciendo en todo el planeta el embuste de que lo realizado por el doctor Frankenstein era ciencia-ficción o, más aún, ficción artificiosa y la mayoría de gente ha creído y cree en esa versión. ¿Por qué han encubierto la advertencia que hizo Mary Shelley? Para no detener ni por un instante el deseo, inducido por los espejos, de reproducir artificialmente a los seres humano y seguir realizando sigilosamente di-

VUELAPLUMA 7 1

7 2 UELAPLUMA

versos y abundantes experimentos. El asunto, Hermano, es que, ya antes de que acabe el siglo pasado, algunos médicos y biólogos - en complejos y sofisticados laboratorios­han encontrado que la forma de lograrla es recurriendo a la clonación humana, o sea al proceso por el que se logra conseguir copias idénticas de otros organismos, células o moléculas ya desarrollados y todo indica que ya han reproducido artificialmente apersonas en copias idénticas -unas vivas otras muertas. Lucho, eso vale la pena por­que de esa manera las copias fieles de los fallecidos Einstein, César Vallejo, Borges,Macedonio, Gabriel García Márquez, Picasso y Carlitas Chaplin retomarán cada unosus geniales quehaceres y respecto de las copias de las personas vivas, pues hay queaplaudirlo con las dos manos porque así, por ejemplo, por partida doble muchos dis­frutaremos de las caricaturas de Carlín con las que se venga diaria e incruentamentede los poderosos que abusan del poder, asimismo, de los personajes que proyecta contoda veracidad el actor Alberto Ísola cuando los interpreta. Hermano, esa es la caraamable de la clonación humana, la cara que da temor es que vuelvan a circular los másinfames tiranos y los más perversos criminales que han existido, sin embargo, lo quemás me preocupa y aterra, Hermano, es que tengo el presentimiento, o algo parecido ala certeza, que de muchos hombres o mujeres o niñas o niños no se han hecho o no seestán haciendo o no se harán simplemente una o dos reproducciones, sino se han he­cho, se hacen y se harán cinco, diez, cien, mil, millones, billones y hasta infinitas copiasidénticas de cada uno de ellos.

Poco a poco, ingresan varios parroquianos y el bar va llenándose de un fogoso bullicio. En eso, Luis Freire Sarria, después de beber el jugo de frutas que aún queda en su vaso, mira su reloj pulsera y, como impulsado por un resorte, se pone de pie. Dice, ¡Caramba, Hermano!, ya son las tres de la tarde, se nos ha terminado el tiempo. Tenemos que parar la conversación, Hermano, otro día, qué te parece el próximo lunes como hoy, seguiremos hablando sobre los espejos, en este mismo bar. Hermano, repito, forzosamente tenemos que parar inmediatamente, porque tú tienes que ir a la casa de Lorenzo y yo tengo que ir rápido, a unas cuadras de aquí, a la Plaza Mayor, para encontrarme con una persona que me ha ofrecido darme las señas y la información de un hombre quien afirma, bajo juramento que -cuando no hay nadie en ese lugar, pero en cada noche- aparece el Libertador San Martín y con su voz argentina le habla con profusión de las virtudes de Rosa Campuzano, la mujer que no ha dejado de amar, y le pide por favor que lo ayude a encontrarla porque no sabe a dónde se ha ido. Ese dato, y ojalá me dé otros más ese hombre, me servirá en la novela que estoy escribiendo sobre el Bicentenario de la Independencia de nuestro país. ¿Cuántas novelas ya has escrito?, Lucho. Más de catorce, Hermano, más de catorce, cinco de ellas premiadas.

A las cinco y quince minutos de la tarde, Lorenzo Osores abre la puerta de su casa. Adelante, pasa, me dice, pasa, creí que ya no venías. Antes de mostrarte el plano de las catumbas de Lima que Pablo Macera me ha prestado, mira cómo -sentado en el sillón de enfrente y muy quieto- posa Lucho Freire Sarria para el retrato al óleo que Daniel, mi hijo, le está haciendo. Permanece así y sin hablar, desde las dos de esta tarde.

VUELAPLUMA 7 3

MAYO del 68

CUANDO ESTABA PROHIBIDO PROHIBIR

Pablo Paredes

A finale de mayo y comienzos de junio de

1968, toda Francia se paralizó. Ni una sola

institución ni servicio público funcionaron, la

basura se acumuló, la gasolina y los productos

de primera necesidad escasearon y el gobierno

se tambaleó. Pero nunca como hasta entonces

se vio a tanta gente alborozada, exaltada (que

parecía despertar de un letargo), expre ar un

deseo intenso de conversar, de dialogar, de fra­

ternizar. Empero, no debe olvidarse que este

fenomenal capítulo de la historia de Francia,

sacudida por una gigantesca huelga, fue el

resultado de mucho factore conjugados, in­

ternos, por supuesto, y otros que vinieron de

fuera. Es pues obvio que sobre este extraor­

dinario acontecimiento popularizado como

MAYO DEL 68, se haya escrito abundan­

temente. Añadiremos, sin embargo, algunas

notas sobre este histórico y emblemático mes.

Histórico porque trascendió. Qyiérase o no,

hubo un antes y un después de esa fecha en

el país de la Marsellesa. Emblemático porque

- in ahondar en las evidente e indiscutibles

transformaciones que introdujo en las men­

tes no olo de buena parte de todas las clases

Escritor y periodista

DIIIIT D'UNE ociales, sino incluso en las de sectarios com­

batientes izquierdistas- para los que se con­

sideraron auténticos contestatario urgidos de

revolución (ciertamente alguno de ello aho­

ra se de dicen de lo que pensaban entonces y

hasta lo reniegan), el «intempe tivo» aconte­

cimiento parecía preceder al fin el tan an iado

cambio histórico que e peraban.

LUlTE, -�PllOLONGEl

7 4 UELAPLUMA

Y es que desde tiempos de la Revolución de

1789, Francia ha ido tierra de incesantes su­

blevaciones, huelgas y otras manifestaciones

de protesta a punta de barricadas, como las

acaecidas en 1830, 1848 y, sobre todo, la de

mayor resonancia, en 1871, la Comuna de Pa­

rís, hecatombe que dejó regados por las calles

miles de cadáveres. En 1936, con el Frente

Popular se obtuvieron también grandes lo­

gros sociales y económicos como el aumento

de salarios, la libertad sindical, las vacaciones

pagadas, etc. No debían pues sorprender nue­

vos hitos en su historia en que resurgieran

las luchas reivindicativas de su pueblo. Pero

cuando se habla de Mayo del 68, se ha ido

afirmando un cliché muy difundido según el

cual en vísperas de que aconteciera, el país go­

zaba de prosperidad y, paradoja, tal bonanza

entrañaba el aburrimiento de sus gentes. Sin

embargo, estudios recientes de la historiadora

Ludivine Bantigny (1) contradicen ese este­

reotipo y otros muy difundidos. Convenga-

mos, lo que a ella ni a ningún otro historia­

dor, como tampoco a políticos de izquierda

o de derecha, incluso a cuajados especialistas

de las ciencias humanas, se les ocurrió pro­

nosticar, es que el detonante del revuelo que

paralizó enteramente a Francia durante bue­

nas semanas del mes de mayo y los primeros

días de junio del 68 fue la iracunda protesta

de los estudiantes de la Universidad de Nan­

terre impedidos de ¡frecuentar los dormitorios

de sus compañ ras! Y para colmo de la ironía

-de los que nunca pensaron que tal eclosión

pudiera nacer de los deseos de adolescentes

privados de goce sexual-, cuando en 196 7 se

le preguntó al primer ministro Georges Pom­

pidou cuál era el logro más importante de su

gobierno, con cínica desfachatez contestó: sin

lugar a dudas la educación nacional. ¡Qyé tal

mentí ! Qyizá el presidente Charles De Gau­

lle estuvo más cerca de lo que aconteció: «an­

tes de la guerra -declaró- los estudiantes y los

obrero eran más receptivos, se movilizaban,

VUELAPLUMA 7 5

vibraban por el caso de Saco y Vanzetti o por

cualquier otro caso. Hoy, desafío al que inten­

te movilizar a los estudiante para otras rei­

vindicaciones que no tengan que ver con los

restaurantes univer itario » ... ¡Cuánto me­

nosprecio!, aunque casi acierta; pero no eran

comedore sino lechos con acompañantes lo

que reclamaban los universitarios; lo que que­

rían era transportar sus deseos del vientre al

bajo vientre ... Y cuatro meses antes de mayo

del 68, De Gaulle volvió a equivocarse, pero

esta vez garrafalmente. En su discurso a la

nación, muy convencido, el presidente francé

afirmó: «no veo cómo podríamo quedar pa­

ralizado por crisis semejantes a las que he­

mos sufrido en el pasado». Una contradicción

flagrante porque la tempestad conte tataria se

extendió casi después de que los estudiantes

de anterre (un barrio periférico de París)

apretaron el gatillo de su descontento. En po­

cos días unos 10 millones de obreros suspen­

dieron sus labores, muchos parapetándose en

sus fábricas y emprendiendo huelga , ya fuera

por iniciativas indicales o también por ac­

ciones espontáneas decididas por sus bases y

subvencionadas por las organizaciones locales

y, algunas otras, prescindiendo de sus dirigen­

tes sindicales e incluso contra ellos. (Una ac­

ción del gu to de los situacionistas: las huelgas

«salvajes»). Como dijo un político de derecha

al comentar la premura de los conte tatarios:

por todas partes las tropas van más rápido que

los jefe ... ¿ Y quiéne fueron e os jefes retar­

datario o, para er más precisos, quiénes e

opusieron rotundamente a un cambio radical

con visos de revolución? Dado que la atinada

observación se refiere a responsables del vasto

e intrincado campo de las izquierdas, sin lugar

a duda , Waldeck Rochet, secretario general

del partido comuni ta pro-soviético (PCF) y

Georges éguy, secretario general de la po­

dero a Confederación General del Trabajo

(CGT ), de obediencia también comuni ta y

su brazo indical. Rochet, má preocupado por

las elecciones legi lativas que ya se avecinaban

(y que la perdieron), fustigó el nihilismo del

7 6 UELAPLUMA

SOIS JEUNE

ET

TAIS

TOI

que se reclamaban algunos elementos anar­

quistas, algunos de ello , insinuó, pertenecen

a la policía. En cuanto a Séguy, que participó

en la reuniones que concluyeron en lo que se

llamó los «acuerdo de Grenelle», del 27 de

mayo, entre los representantes de la patronal

francesa (C PF) y los diferentes sindicatos,

el dirigente comunista se empecinó en apar­

tar de las negociaciones cualquier tema que se

refiriera a la represión de la que eran víctimas

los estudiantes y, ya a esa fecha, muchísimos

jóvenes asalariados que se plegaron al movi­

miento; insistió más bien en concluir cuanto

antes las reivindicaciones acordadas para los

trabajadores. «La reanudación del trabajo no

debe tardar» enfatizó. Una rechifla de discon­

formidad de los obreros en huelga que que-

Foto emblemática de Mayo 68 tomada por Henri Cartier-Bressson.

rían proseguirla, fue la respuesta abrumadora.

Al respecto, un observador más bien opuesto

a comunistas y socialistas, el sociólogo Ray­

mond Aron con su habitual agudeza dejó en­

tender que para el gobierno francés el partido

comunista no significaba ningún peligro (2).

Los jefes ... De seguro al apátrida y anarquista

Daniel Cohn-Bendit no le hubiera cuadra­

do para nada que alguien lo llamara jefe o lo

imaginase ejerciendo esa función, para él, tan

detestada. Pruebas al canto: empezaba a ser

conocido por el gran público cuando un pe­

riodista le pregunta: ¿es usted el portavoz, el

«líder»? ... y él, con la guasa que le era pro­

pia y muerto de la risa le responde: más bien

el «altoparlante». Empero, al cuestionador

no le faltaba razón. Cohn-Bendit (el sublime

pelirrojo para sus cercanos seguidores), en su universidad de Nanterre era el dirigente es­tudiantil más escuchado, y sus ideas eran to­madas muy en cuenta a pesar de que en esos días ese centro de enseñanza se había conver­tido en el punto de confrontaciones ideoló­gica de todos los disconformes izquierdistas: trotskistas, maoí tas, guevaristas, anarco-co­munistas, cristiano-progresistas, libertarios anarco-situacionistas y otros revolucionarios no organizados. Debatían sin cesar sobre las grandes cuestiones mundiales, se insultaban acremente, pero a él lo siguieron en muchas de su ocurrencias y decisione serias. Una de estas la tomó cuando exigió la liberación inmediata de unos universitarios y colegiales arrestados; para convertir en una acción sim­bólica esa reclamación pidió a sus compañeros

VUELAPLUMA 7 7

que lo siguieran y ocuparan la sala del consejo de profesores de la universidad. Así nació el Movimiento 22 de marzo que, al lado de lo enragés (rabiosos) encabezado por el anarco­situationista René Riesel, prendió la chispa que encendió la pradera francesa.

Volcadas las protestas de anterre al Barrio Latino, en especial a su alma mater, la Sorbo­na, epicentro de la insurrección y de la coordi-;­nación con los comités de acciones distritales (por ende, abriendo sus puerta a todos los pa­risinos), Jacques Sauvageot y Alain Geismar se unirán al talentoso orador Dany el Rojo (sobrenombre de Cohn-Bendit). Sin este trío casi inseparable a pesar de sus discrepancias, es impensable Mayo del 68. Requeridos por los mass media, fotografiado , filmados, entre­vistados sin tregua, encarnan por excelencia la sublevación de la juventud de entonces contra todas las jerarquías y formas de poder. Sauva­geot ejercía la vicepresidencia y luego la pre­sidencia de la Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF), era también miembro del Partido Socialista Unificado (PSU); en cuan­to al maoísta Geismar, era secretario general del Sindicato acional de la Enseñanza Su­perior (Snes-sup).

Sauvageot fue uno de los grande actores que hicieron tambalear durante dos meses el po­der de De Gaulle -y contrariamente a otras figuras resaltantes como Alain Krivine, Henri Weber, Daniel Bensaid, de la Jeunesse Com­muniste Révolutionnaire (JCR) de tendencia trotskista, o como Tiennot Grumbach, ani­mador de los comités pro-Vietnam, y también Pierre Goldman, Pierre Kahn, estos dos últi­mos de la Unión de E tudiantes Comunistas (UEC)- cultivó siempre la discreción y la hu­mildad. De extracción campesina y católica,

auvageot pensaba que la praxis autogestio­naria llevaría a la emancipación de los indivi­duos y de lo pueblo . Por eso se intere ó y par­ticipó en la movilizaciones de los sindicatos obreros. Habiendo concurrido el 27 de mayo a uno de los último y grandes mítines de los contestatarios, recordaba exaltado: parecía un

7 8 VUELAPLUMA

río que crecía alimentado por decenas de pequeños

torrentes y arroyitos. Fuertemente ligado a los problema e tudiantiles, criticó la estructu­ra universitaria porque e taba convencido de que reflejaba y producía la desigualdad social. Después de los acontecimientos guardó un prolongado mutismo. Falleció el 28 de octu­bre de 2017. De él se puede decir que encarnó una suerte de cansen o, fue como un zócalo común entre grupos diferentes y hostiles.

En cuanto a Alain Geismar, Mayo del 68 fue para él un «momento», de felicidad y libertad que rompió el aislamiento de cada individuo, un momento de escucha y de respeto mutuo vivido a menudo en la exaltación, un momen­to compartido hasta aturdirse de júbilo.

No se equivoca Geismar cuando dice que en el contenido ideológico de ese mes hubo de todo. En la manifestaciones coexistieron los más ortodoxos lemas marxistas, confundidos con los más libertarios; trotskistas, anarquis­tas, situacionistas ... mostraron también los suyos; empero, ninguna ideología se impuso en la sublevación, como tampoco la resumió.

¡A LAS BARRICADAS, A LAS BARRICADAS ... PUEBLO DE PARÍS!

Mayo del 68 e también inconcebible sin que los estudiantes primero, y luego los obreros y muchas personas unidas a ellos, se defendie­ran de las brutales agresiones policiales y de sus gases lacrimógenos desadoquinando las calles y usando los adoquines como proyecti­les contra los siniestros CRS y levantando ba­rricadas con todo lo que tenían a mano: rejas protectoras de los árboles, ruedas, palos, autos, cubos de basura, barriles, muebles ... Fue como un resucitar, una vez más, de u conciencia y memoria colectivas.

Desde el 3 de e e mes las calles empezaron a llenarse de barricadas; en la noche del 10 en el Barrio Latino se erigieron más de 60 pa­rapetos; lo mismo sucedió desde el anoche­cer del 24, fue un lance que e transformó en motín pues se incendió y se saqueó la Bolsa

Dani El Rojo en plena manifestación es requerido por la policía francesa ..

de Valores, también se asaltaron comisarías. Los enfrentamientos, de una violencia inaudi­ta, dejaron muchos heridos por ambos lados, pero lo sorprendente es que en todo mayo y junio no se contabilizaron sino cuatro muer­tos, contrariamente a los miles de fallecidos durante la Comuna de París.

Alusiva a esta tradición de lucha y de defensa, muy propia del pueblo francés y más aun pa­risino, en una pared se leía esta frase: LA BA­RRICADA CIERRA LA CALLE, PERO ABRE EL CAMINO.

Y para comprender mejor estos lemas, derra­mados por doquier en calles, plazas, fábricas, cines, teatros, universidades, colegios, etc., deberíamos escarbar en el contexto ideológi­co de esa época de hastío, pero convulsa. El NO TRABAJES NUNCA situacionista, por ejemplo, podría relacionarse con aquel otro

plantado por huelguistas sobre una banderola en la que tacharon el rótulo de su fábrica: TÚ QUE ENTRAS AQUÍ, PIERDES TODA ESPERANZA, en alu ión evidente al Infier­no de Dante, y ambos, a fin de cuentas, descu­briendo la miserable vida psíquica y material de los obreros.

¿ Y los afiches? Se crearon de forma anónima y colectiva, tantos y tan variados que solo del taller de la Escuela de Bellas Artes de París, convertido en una efervescente y febril fábrica de la imaginación, se llevaron a la calles unos 500 mil con unos 400 motivos diferentes. Allí se editaron auténticos manifiestos artísticos, crónicas diarias que tornaban el pulso de los acontecimientos y reaccionaban irónicamente a lo ocurrido en la víspera. e fustigó a De Gaulle, tornándolo como punto de escar­nio preferido y caricaturizándolo; satirizaron

VUELAPLUMA 7 9

también a los policía , mo trándolos siniestra­

mente enmascarados y comparándolos con los

nazis por sus brutale intervenciones. Los re­

iterados estribillos que los estudiantes vocife­

raban contra ellos fueron también plasmado

en lo carteles: CR , S . Evidentemente, otro

fue el tenor que simbolizaba a los trabajadores

en huelga ocupando las instalaciones de sus

fábrica ; lo enaltecieron y algo que tambiér¡

fue muy importante: exhortaban a la ansiada

unión de obreros y estudiantes.

Inspiradores, demiurgos o simple actores

ahogados en la muchedumbre ... ¿A quiénes

nos referimo ?

En 1966, en la universidad de Estrasburgo,

un tal Mustapha Khayati e cribe un panfleto

que será leído ávidamente por los jóvenes de

esa ciudad francesa. Su título completo: De

la miseria en el medio estudiantil considerada

desde sus aspectos económico, sicológico, político,

sexual y particularmente intelectual y de algu­

nos medios para remediarla. Un año después,

otros dos desconocidos del gran público pu­

blican: Tratado del saber vivir para uso de las

jóvenes generaciones y La sociedad del espectá­

culo. Los autores de estos libros son el belga

Raoul Vaneigem y el francés Guy Debord,

quienes, al lado del tunecino Khayati, ani­

man el exclu ivo y excomulgador cenáculo

de la Internacional Situacionista (I ). No

procede ahora dentro de este apretado rela­

to trazar el historial de e ta ignota, aunque

influyente organización surgida a su vez de

otra conocida como la Internacional Letrista,

cercana y al mismo tiempo crítica de los su­

rrealistas. Si figura aquí es por el impacto de

sus e critos y sus eslóganes fulminantes bu­

límicamente digeridos por una juventud que

parecía esperarlos. Si bien los tres y los otros

poco miembros de la I participaron activa

y vehementemente en los uceso de mayo,

consecuentes con sus principios acordaron

no dirigir ninguna lucha y, por el contrario,

alentar las e pontánea (las ya mencionadas

huelgas salvajes).

80 UELAPLUMA

De la miseria en el medio estudiantil arranca con

una mordaz aunque desproporcionada crítica:

«Podemo afumar sin riesgo de equivocarnos

que el estudiante francés es, después del policía

y el cura el ser má universalmente de precia­

do» ... El pobre, «sumido en u ociedad co­

mercializada y espectacular, no puede escaparse

de la ley que se impone a todos: la pasividad

generalizada; por eso su período de formación

es como una iniciación que solo le sirve para

desempeñar su papel futuro en el seno del is­

tema». Y porque tolera esta condición que e le

impone mistificándola, merece ese menospre­

cio. Entonces «prefiere tornarse hacia su pre­

sente y decorarlo de prestigios ilusorios ... Se

refugia en un presente irrealmente vivido» ...

En suma, el diagnóstico de K11ayati sobre la si­

tuación estudiantil es catastrófico, casi se diría

una autopsia sangrienta del malestar universi­

tario, un «cardiograma» de la realidad cotidia­

na. Por eso, sugiere, «solo le queda un camino:

la revuelta, pero esta vez, como signo precursor

de una sublevación más vasta que englobará

a todos aquellos que sienten la imposibilidad

de vivir; será el preludio de la próxima época

revolucionaria. Y será el proletariado desalie­

nado que transformará el mundo y cambiará la

vida, pero si no son.fiestas las revoluciones pro­

letarias no son revoluciones». Y para sellar esta

desconcertante tirada (retocada con la pluma

de Debord), este lema: V IVIR SI T IEM­

POS MUERTOS Y GOZAR SI IMPE­

DIME TOS. Durante años e ta célebre fór­

mula ornamentará las paredes, y el libelo, edi­

tado, reeditado y pirateado, inflamará y alterará

lo espíritus fuera y dentro de las universidades.

Partiendo de Estrasburgo, las ideas situacionis­

tas penetran en los campus de Lyon, antes,

París, Toulou e y, por supue to, anterre.

Y en cuan to a La Sociedad del espectáculo y el

Tratado del buen vivir ... fueron libros leídos

con unción por la juventud insurgente. Mu­

chas de las inscripciones incendiarias y céle­

bres de esos días son como un compendio de

esa publicaciones:

PROHIBIDO P ROHIBIR

SEAMOS REALISTAS, PIDAMOS LO IMPOSIBLE

LA IMAGINACIÓN AL PODER

- ABOLICIÓN DE LA SOCIEDADDE CLASES

SI NO FORMAS PARTE DE LASOLUCIÓN, FORMAS PARTEDEL PROBLEMA

CONSUMEMÁ YVIVIRAS MENOS

NO VAMOS A REIVINDICARNADA, NO VAMOS A PEDIR NADA.TOMAREMOS, OCUPAREMOS ...

Ocupar las fábricas y crear consejos autoges­

tionarios para transferir el poder a los obreros,

como el único modo de abolir las da es socia­

le y las alienaciones, era el propósito primor­

dial de los integrantes de la I . Ciertamente,

ahora lo sabemos, propugnaban una irrealiza­

ble utopía.

VUELAPLUMA 8 1

La revuelta estudiantil, todos sabemos, no fue

una exclusividad francesa ya que la década de

los sesenta del siglo pasado fue pródiga inter­

nacionalmente en acciones similares. Ciuda­

des orno Berlín, Amsterdam, Praga, Tokio,

Milán (incluso Madrid) fueron escenarios del

descontento juvenil, porque en esos años se

vivió una crisis de civilización o, para ser más

precisos, una «crisis generacional» que se tra,

dujo en intentos de rechazo, sobre todo a los

antos de sirena de la sociedad consumista y

a las ostumbres prohibitivas del goce sexual.

Y la cuna contestataria en occidente fue sin

duda la universidad de Berkeley y su estudian­

tado, que siguió las enseñanzas filosóficas de

Herbert Marcuse, propagador de la libertad

de expresión y del derecho a resistir a la vio­

lencia institucional. «A esta violencia que es

de opresión hay que oponerle una violencia

de la liberación», proclamaba Marcuse. Ade­

más, en este contexto de crisis, las juventudes

de todo el mundo, conmovidas por las crueles

imágenes que a diario la TV exhibía, toma­

ron partido a favor de Vietnam en su desigual

8 2 VUELAPLUMA

aunque ingeniosa guerra contra E tados Uni­

do . Exigían de sus gobiernos que siguieran

su ejemplo de apoyo y de protesta. Otro ca o

que sacudió al mundo fue la revolución cul­

tural en China. Maoístas y no maoístas del

planeta se pronunciaron en pro o en contra de

lo que en ese país a iático acaecía. Y qué decir

de Cuba y del he, en paíse industrializados

y no in<lu trializado Guevara se erigió en el

ímbolo de la lucha del «Tercer Mundo» con­

tra el imperialismo «yanqui». Aquí en Francia,

en la universidad de Lyon, el anfiteatro Edgar

Qyinet cambió de nombre, e le pu o Che

Guevara, metamorfoseándolo para extender

los debates, aunque de manera efímera, a todo

el pueblo.

Han pasado 50 años, pero Mayo del 68 para

quienes vivimos esa experiencia inaudita, nos

es imposible narrarla en u integridad porque

de ella solo nos quedan fragmentos, en acio-

Jean Paul Sartre y Daniel Cohn-Bendit.

nes, turbaciones inolvidables. Personalmente,

me queda el marcado recuerdo de ver formar­

se espontáneamente corrillos por doquier (ca­

lles, plazas, entradas de metro, salas de teatro

y de cine ... ). En ellos, gente aletargada de

toda condición social se sacudía, desvelaba

sin disimulos sus problemas a desconocidos;

discutían horas y horas sin preocuparse por

el tiempo, escuchaban, pero también soñaban

con un mundo mejor, fraternal, más bello. La

palabra se liberaba y el diálogo se imponía.

Para muchos fue también la fiesta, el carna­

val sin máscaras ni disfraces. Cundía la idea

de que era urgente CAMBIAR DE VIDA,

revolucionar la sociedad, aunque parecía que

ya la revolución aguardaba a la vuelta de la

esquina. Ahora, si se entiende revolución por

sustitución de una clase social por otra, no su­

cedió así; pero si a esta afirmación se le con­

fiere un significado de transformación radical,

de mutación súbita en las maneras de pensar, sentir y actuar, sí que lo fue. El otro marcado recuerdo que guardo es el desbordamiento a raudales de la solidaridad, así fuera extenuan­te. Un día, al salir de una fábrica a donde llevé provisiones a los huelguistas ( como muchos lo hacían), una adolescente bañada en sudor me pidió que la condujera en mi auto a otra fábrica para repetir el mismo ritual de asis­tencia a los trabajadores. ¡Qyé fatigosas pero cuán hermosas son las revoluciones!, dijo, y concluyó: ¡Bien vale la pena entregarse a ellas!

(1) Ludvine Bantigny, 1968. De grands soirs en pe­tits matins. Paris, Seuil, 2018.

(2)Raymond Aron, La Révofution introuvable. Ré­jlexions sur fa révolution de mai, Paris, Fayard,

1968.

VUELAPLUMA 8 3

LIBROS LIBROS LIBROS Vida cantada:

Memorias de un olvidadizo

Este libro del poeta Arturo Corcuera, se ins­cribe en la rica tradición de la literatura de memorias en nuestro país. En lo que denomi­namos literatura de memorias se encuentran: la autobiografía, el diario íntimo, la crónica·de viaje, el epistolario, el recordatorio, el anecdo­tario, el apunte generacional o textos sueltos donde el autor registra algún episodio perso­nal o ajeno digno de ser evocado por su ori­ginalidad, atrocidad, importancia histórica o porque lo desea marcar en su bitácora de vida.

La definición más difundida de la literatura de memorias es aquella que la percibe como un relato más o menos confiable. En dicha narra­ción, el autor describe hechos y acontecimien­tos que ha vivido como protagonista o testigo. En su vertiente autobiográfica, quien rememo­ra desea anotar su trayectoria vital de forma completa, pretendiendo así esclarecer la iden­tidad alcanzada al final de su vida.

Más allá de las particularidades de cada una de las ramificaciones de «la memoria», nos interesa rápidamente repasar, grosso modo, la historia de este género en nuestro país:

En 1899, Ricardo Palma publica La bohemia de mi tiempo, que él mismo denominará «mis recuerdos de cincuentón», y no es más que la versión ampliada de su texto La bohemia limeña de 1848 a 1860: Confidencias literarias, publicada en 1887.

Entre 1927 y 1928, José Santos Chocano di­funde los tres tomos de El libro de mi proceso, escritos durante su prisión de 1925 a 1927 en torno al juicio al que fue sometido a con­secuencia del brutal asesinato que cometió contra el joven poeta Edwin Elmore. En 1940, en edición póstuma del mismo Chocano se publica Memorias: Las mil y una aventuras, don­de da noticias de su vida hasta el año en que llega a España en 1905.

En 1975, Luis Alberto Sánchez difunde Visto y vivido en Chile: bitácora chilena /930-1970; al año siguiente, bajo edición de Mosca Azul, publica Testimonio personal: memorias de un pe­ruano del siglo XX.

8 4 VUELAPLUMA

Arturo Corcuera

VlDA CANTADA MEMORIAS DE UN OLVIDADIZO

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En esta lista de vidas narradas destaca Mucha suerte con harto palo, de Ciro Alegría, cuya pri­

mera edición asumió la Editorial Losada de

Buenos Aires en 1976, recopilando crónicas y

artículos autobiográficos de Alegría.

Entre 1992 y 1995 circula La tentación del fra­

caso, tres tomos de los diarios de Julio Ramón

Ribeyro.

En 1993 se difunde Sobre mi propia vida, diario

íntimo del dramaturgo y poeta limeño Juan

Ríos. En el mismo año aparece El pez en el

agua, memorias de Mario Vargas Llosa, de al­

cance internacional. Poblado de referencias

autobiográficas se encuentra el libro Ciuda­

des en el tiempo: Crónicas de viajes, de 2001, del

poeta Antonio Cisneros.

Con más sentido estricto de memorias, se

han publicado en este siglo Una locura razo­nable: Memorias de un crítico literario (2014),

del ensayista José Miguel Oviedo, y La vida sin

dueño (2016), de Fernando de Szyszlo.

Recientemente, como parte de la investigación

y divulgación de la obra de la poeta y activista

política Magda Portal, la Casa de la Literatura

Peruana publicó Trozos cortados (2017), editada

por Yolanda Westphalen y Kristel Best. Escrita

poco antes de fallecer, en 1989, la autobiografía

de Magda es una de las pocas memorias escrita

por una mujer y publicada en nuestro país.

En las páginas de Vida contado, Arturo Corcue­

ra menciona a muchos escritores con los que

compartió trayectorias literarias y existencia­

les. Un grueso sector de la izquierda peruana

es incorporado como sujeto colectivo que ayu­

da a construir nuevas subjetividades y a dise­

ñar la agenda social del siglo XXI. Alude con

mayor constancia a los poetas de la generación

del 60: Javier Heraud, Reynaldo Naranjo, César

Calvo, Luis Hernández y Antonio Cisneros; el

ensayista Tomás Escajadillo; el historiador Fer­

nando Lecaros; junto con ellos: el poeta, editor

y traductor Javier Sologuren; el poeta Leoncio

Bueno, la compositora Chabuca Granda; la pin­

tora Tilsa Tsuchiya; Alfonso Barrantes Lingán,

Demetrio Quiroz Malea, Alberto Hildalgo.

En Casa de la Literatura hemos trabajado cons­

tantemente con el concepto de «constelación»,

al que le otorgamos un sentido de tejido en el

que se reúnen, transitan, interactúan y existen

una suerte de organizaciones o personas. Su

confluencia permite reconocerlos como par­

te de un contexto cultural, político y creativo

que constituyen redes de pensamiento, opinión,

de preferencias estéticas y literarias que cons­

truirán las poéticas de la época. Creo que Vida

contado: memorias de un olvidadizo presenta una

constelación que da cuenta de la poesía en la

década del 60, de la multiplicidad de poetas e

intelectuales que leyeron, pensaron, escribie­

ron o editaron en esos años; una constelación

que se argumenta desde la vida misma, fuera de

los intentos de explicar o construir un canon,

y que nos permite atisbar la imagen dinámica y

diversa de la poesía de una época.

Hay dos tareas literarias que quisiera resaltar

dentro de las vastas memorias de Arturo Cor­

cuera respecto de la constelación que mencio­

no, en la que él resplandece. Una de ellas es la

lectura literaria que forma a los poetas del 60.

Arturo va mencionando a lo largo del libro lo

que leyó en los distintos periodos de su vida:

empieza en Salaverry, La Libertad, aún niño,

leyendo fábulas y una adaptación de El Quijote;

renueva este corpus en Huaraz, en la pubertad,

donde lee a los clásicos de la literatura universal

en casa de una familia amiga. En Lima, gracias al

apoyo de Demetrio Quiroz Malea -que fue bi­

bliotecario de su colegio, el Hipólito Unanue-,

empieza a leer a Rimbaud, Saint John Perse,

Baudelaire, Prevert, Whitman, Cernuda, Alber­

ti, Salinas, Neruda y Vallejo. Y en San Marcos,

ya con Cisneros y Naranjo, lee a los clásicos

españoles y la generación del 27, además de

poesía brasileña, china, japonesa, persa.

Las revistas literarias integran el otro hilo

literario que corre a lo largo de las memorias de

Arturo. Constantemente se menciona Cuadernos

trimestrales de poesía, dirigida por su hermano

Marco Antonio, donde Arturo publicó además

de ser su canillita; también Piélago, que Jesús

Cabel consigna como el bastión de la poesía

de la generación del 60, generación que logró

actualizar o regenerar la idea de revista como

órgano de difusión e intercambio de un grupo.

Entre las tantas formas de vivir la literatura que

tuvo Arturo, tan solo tomo estos dos ejemplos,

el de las lecturas y la edición de revistas, por

ser prácticas literarias distintas a la escritura,

y que Arturo hilvana fina y constantemente

con su quehacer como poeta. Las Memorias

de un olvidadizo dan mucho más que eso, por

supuesto. Mi colega Sandro Chiri, con quien

he dialogado sobre estas memorias, dice que

son la herencia textual y anímica de un poeta

peruano que sueña legítimamente con una

patria justa y hermosa. Yo suscribo sus palabras

desde la experiencia que significó conocer la

generosidad de Arturo Corcuera, el primer

poeta que decidió, sin preguntas, con confianza

y solidaridad plenas, trasladar su universo

privado, el arca de Noé delirante, a la Casa de

la Literatura Peruana, para construir junto a

nosotros esa dimensión colectiva, de encuentro

real entre personas en la literatura.

Milagros Saldariaga