universidad complutense de madrid10 2.2.1. el santoral testamentario regio español de los siglos...
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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
Departamento de Historia Moderna
TESIS DOCTORAL
Los panteones reales del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Muerte, sistemas sepulcrales y construcción de imagen dinástica,
(1563-1833)
MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR
PRESENTADA POR
Andrés Merino Thomas
Directora
Virginia León Sanz
Madrid, 2016
© Andrés Merino Thomas, 2016
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UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
Departamento de Historia Moderna
TESIS DOCTORAL
LOS PANTEONES REALES DEL MONASTERIO DE SAN LORENZO DE EL ESCORIAL
MUERTE, SISTEMAS SEPULCRALES Y CONSTRUCCIÓN DE IMAGEN DINÁSTICA
(1563-1833)
Andrés Merino Thomas
Directora: Dra. Virginia León Sanz
MADRID 2015
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A Alejandra, Belén, Ignacio, Pedro y Tomás,
alegría de mis días.
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AGRADECIMIENTOS
Sería innecesario recordar que la redacción y responsabilidad del presente
trabajo corresponden a su autor, fruto de años de trabajo ilusionado. Sin embargo, buena
parte de los aciertos que benévolos historiadores y amables lectores aquí encuentren lo
son gracias a personas sin cuyo apoyo no hubiera sido posible no ya su culminación,
sino su mismo inicio.
Esta tesis no habría visto la luz sin el consejo paciente y la comprensión exigente
de mi directora, la Dra. Virginia León Sanz. Su visión, siempre rigurosa y práctica, ha
sido un privilegio. A ella debo la experiencia grata de haber vivido guía y libertad en la
investigación, lección de equilibrio cuyo fruto he de conservar.
También quiero agradecer la orientación inicial del Dr. Fermín Marín
Barriguete, necesaria para enfocar la primera recopilación de las fuentes.
Estoy en deuda con el ánimo y los consejos de la Dra. Carmen Mínguez García,
así como con la orientación en materia de epigrafía de la Dra. María Ruiz Trapero, que
ya no está con nosotros.
Deseo agradecer la generosa disposición del personal del Archivo del Palacio
Real de Madrid, la Real Biblioteca del Monasterio de san Lorenzo de El Escorial y la
Biblioteca Nacional, de quien he recibido un extraordinario trato humano y profesional.
Hay gracias que son debidas porque fueron recibidas. Mis padres, Cristina y
Basílides, con admirable sacrificio y dedicación me proporcionaron, octavo de dieciséis
hermanos, educación y formación, en un hogar donde no ha faltado convivencia y
libros, muchos libros. Ellos, como el resto de mi familia, saben lo que hay detrás de
estas palabras, que quieren recordarlo y agradecerlo. Tendré siempre presente su apoyo
y buen humor, como el de tantos amigos que han soportado tiempos de comunicación
no verbal y carros de Faetón.
Y una última mención agradecida a quien sembró inquietudes hacia una
vocación de historiador, mi tío Enrique Lampreave († 2004). Él me llevó por primera
vez, tenía yo once años, al panteón de Reyes del monasterio de san Lorenzo de El
Escorial, en una de las decenas de excursiones a reales sitios y muchos otros lugares de
nuestra geografía, donde comenzaron tantas preguntas sobre nuestras dinastías regias.
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ÍNDICE
RESUMEN / ABSTRACT. 13
ABREVIATURAS Y SIGLAS. 15
TABLAS. 17
INTRODUCCIÓN. 19
I. METODOLOGÍA. 21
II. HISTORIAR LA MUERTE. 33
A. De la Escuela de los Anales a las aportaciones
de la historia de las mentalidades. 33
B. El estudio de la mentalidad ante la muerte a través
de cláusulas e inventarios en la historiografía española. 68
Primera parte.
MUERTE DEL REY, MUERTE EN PALACIO. 89
Capítulo 1. EL REY TAMBIÉN MUERE. 91
1.1. Un lugar donde morir. 92
1.2. Cómo se muere. La conciencia del propio óbito
en la real familia. 100
1.3. Morir de. Las causas de los óbitos regios. 111
1.4. Acompañar la muerte regia. Un tránsito solidario. 135
Capítulo 2. EL TESTAMENTO REGIO
141 COMO EXPRESIÓN RELIGIOSA.
2.1. Historiografía sobre los primeros testamentos reales
de la Edad Moderna en España. 144
2.2. Mentalidad ante la muerte e imagen regia a través
de los clausulados. 148
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2.2.1. El santoral testamentario regio español
de los siglos XVI y XVII. 159
2.2.2. El triunfo de la eucaristía como sufragio. 199
2.3. Significación y valoración del testamento real
en el marco de la historia de las mentalidades. 221
Capítulo 3. EL ÓBITO COMO ACONTECIMIENTO
227
227
234
VELAR EN PALACIO.
3.1. De la espera de los tránsitos a la muerte repentina.
3.2. La elección de mortaja: el hábito como lienzo de eternidad.
3.3. La capilla ardiente en la Edad Moderna. 244
Capítulo 4. LAS EXEQUIAS REALES COMO CEREMONIA
253 DE HONRAS.
4.1. Historiografía en torno a un mundo conceptual
y un universo estético y simbólico. 254
4.2. El sentido del túmulo en la construcción
de la imagen funeraria. 275
4.3. Sonidos para la muerte del rey. La campana. 306
Segunda Parte.
LOS PANTEONES DE SAN LORENZO DEL ESCORIAL
COMO SISTEMA SEPULCRAL DE LA MONARQUÍA DE ESPAÑA. 313
Capítulo 5. LA TUMBA DEL REY DE ESPAÑA
315
318
332
Y LOS SISTEMAS SEPULCRALES.
5.1. El sepulcro del monarca.
5.2. Los sistemas sepulcrales. Propuesta de un concepto.
5.3. Los sistemas sepulcrales durante el reinado de Carlos V
como antecedentes proyecto filipino. 338
Capítulo 6. FELIPE II Y EL MONASTERIO DE SAN LORENZO
COMO SISTEMA FUNERARIO DINÁSTICO. 353
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6.1. El Escorial como proyecto sepulcral. 353
6.2. Los primeros traslados a la iglesia vieja o de prestado. 358
6.3. Las cámaras primitivas bajo el altar mayor. 379
6.4. Los cenotafios del altar mayor como antesala funeraria
e imagen dinástica. 397
Capítulo 7. EL REINADO DE FELIPE III
407
407
Y EL SISTEMA SEPULCRAL PROVISIONAL.
7.1. Un panteón iconográfico.
7.2. Entre alejamiento y majestad. Los depósitos hasta 1617. 417
Capítulo 8. FELIPE IV Y EL PANTEÓN DEFINITIVO. 433
8.1. Una cámara barroca para la imagen funeraria dinástica. 433
8.2. Los lutos del Rey Planeta. 445
8.2.1. De infantas, archiduques y príncipes saboyanos. 448
8.2.2. Los duelos desde 1640 hasta el final del reinado. 465
Tercera parte.
LA APORTACIÓN DEL CEREMONIAL FUNERARIO
A LA IMAGEN DINÁSTICA. 481
Capítulo 9. LA CONDUCCIÓN DE RESTOS MORTALES
A EL ESCORIAL, RITO Y CEREMONIA RELIGIOSA
483 EN LA CORTE.
9.1. Aproximación historiográfica a la Corte
como espacio ceremonial. 484
9.2. La formación escrita del ceremonial funerario. 497
9.2.1. El sepelio regio en las etiquetas de 1651. 504
9.2.2. La entrega de los restos mortales
a la comunidad jerónima. 513
9.3. La aplicación del ceremonial: Carlos II y el cierre
provisional del ciclo sepulcral Austria. 529
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Capítulo 10. LA NUEVA DINASTÍA Y LA UTILIZACIÓN
DEL CEREMONIAL FUNERARIO Y EL SISTEMA
541
542
SEPULCRAL EN LA IMAGEN DE LA MONARQUÍA.
10.1. Felipe V ante El Escorial.
10.2. Los sistemas sepulcrales precedentes como fuente
de legitimación dinástica. 546
10.3. Los sistemas atípicos del siglo XVIII. 570
10.3.1. La Colegiata de La Granja de San Ildefonso. 571
10.3.2. El monasterio de las Salesas Reales. 579
Capítulo 11. EL SISTEMA SEPULCRAL ESCURIALENSE
589
591
615
EN EL FIN DE LA EDAD MODERNA.
11.1. Los hijos y nietos malogrados de Carlos III.
11.2. Los sepelios de la familia de Carlos IV.
11.3. Los panteones regios en la crisis de la imagen de la dinastía. 625
11.3.1. Fallecimientos y entierros de reales personas
durante el reinado de Fernando VII. 627
11.3.2. La salida de la comunidad jerónima. 642
CONCLUSIONES. 647
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA. 659
I. FUENTES PRIMARIAS. 661
II. FUENTES MANUSCRITAS E IMPRESAS. 664
III. BIBLIOGRAFÍA. 667
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RESUMEN
Estudio de la importancia histórica del panteón real y los demás espacios que
configuran el monasterio de san Lorenzo de El Escorial, construido a iniciativa de
Felipe II entre 1563 y 1584, como lugar de creación y proyección de imagen funeraria
de la monarquía de España, durante la Edad Moderna, a partir de la mentalidad ante la
muerte de los soberanos españoles, sus consortes y familiares, y el depósito de sus
restos mortales en el mismo, cuya custodia era confiada a su comunidad jerónima.
ABSTRACT
This study analyses the historical significance of the Royal Pantheon and the
other rooms that form the Royal Site of San Lorenzo de El Escorial, built on the
initiative of Philip II between 1563 and 1584, as a place of historical creation,
projection and evolution of funerary image of the Spanish Monarchy, during the
Modern Age, taking into consideration the attitude towards the death of the Spanish
sovereigns, their spouses and other relatives, and the placing or their mortal remains in
the Monastery, whose custody was entrusted to the monks of the Order of St. Jerome.
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ABREVIATURAS Y SIGLAS
Abreviaturas
cit. cita / citado
dir. director
coord. coordinador
ed. editor / edición
fol. folio
int. introducción
leg. legajo
op. obra
p. / pp. página / páginas
secc. sección
ss. siguientes
s/f sin foliar / sin paginar
t. tomo
vid. véase
v. / vol. volumen
Siglas
AGP Archivo General del Palacio Real de Madrid
AGN Archivo General de Navarra
AHN Archivo Histórico Nacional
AMGu Archivo Municipal de Guadalajara
AMV Archivo Municipal de Viana
AGS Archivo General de Simancas
BNE Biblioteca Nacional de España
BPRM Biblioteca del Palacio Real de Madrid
CODOIN Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España
RBME Real Biblioteca del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
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TABLAS
PÁG.
I. Santos intercesores citados en los testamentos
de monarcas españoles en los siglos XVI y XVII. 162
II. Evolución del número de misas en testamentos
de reales personas entre 1497 y 1815. 213
III. Hábito elegido para amortajamiento de miembros
de las dinastías regias españolas, entre los siglos XV y XVII,
con indicación del año de óbito. 240
IV. Tipos de tela y colores de los forros exteriores
de las cajas mortuorias depositadas en el panteón primitivo (1586). 248
V. Lugares de enterramiento de familiares de Felipe II en España
en 1559, por orden cronológico de fallecimiento. 359
VI. Familiares de Felipe II sepultados entre 1573 y 1583
bajo el altar de la iglesia vieja o de prestado,
por orden cronológico de fallecimiento. 386
VII. Distribución de los restos regios en el panteón primitivo
bajo el altar mayor de la basílica de El Escorial
en noviembre de 1586. 393
VIII. “Panteón iconográfico familiar” de Felipe III. Lienzos
de la galería de retratos de El Pardo tras el incendio de 1604. 414
IX. Reforma del proyecto de la galería de retratos del Palacio Real
de El Pardo, “Panteón iconográfico familiar” de Felipe III
tras la muerte de Margarita de Austria en 1611. 416
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X. Familiares de Felipe III sepultados en la bóveda intermedia
entre 1598 y 1617, por orden cronológico de fallecimiento. 423
XI. Reales personas sepultadas en El Escorial entre 1621 y 1665. 446
XII. Familiares de Carlos II sepultadas en los pudrireros
y panteones de San Lorenzo entre 1665 y 1700
por orden cronológico de fallecimiento. 530
XIII. Familiares de Felipe v sepultados en los pudrideros
y panteones de San Lorenzo entre 1709 y 1740
por orden cronológico de fallecimiento. 548
XIV. Hijas de Carlos VII de Nápoles (Carlos III de España)
nacidas y fallecidas entre 1740 y 1755
enterradas en la Real iglesia de Santa Clara (Nápoles). 592
XV. Familiares de Carlos III sepultados en el monasterio
de El Escorial entre 1760 y 1788
por orden cronológico de fallecimiento. 596
XVI. Familiares de Carlos IV sepultados en el monasterio
de El Escorial entre 1788 y 1808
por orden cronológico de depósito en los panteones. 617
XVII. Reales personas depositadas en los pudrideros
de San Lorenzo entre 1817 y 1833
por orden cronológico de fallecimiento. 631
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INTRODUCCIÓN
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I. METODOLOGÍA
Es objetivo de la presente investigación abordar la relevancia histórica del
panteón real y las demás cámaras sepulcrales que alberga el monasterio de san Lorenzo
de El Escorial, construido a iniciativa de Felipe II entre 1563 y 1584, como lugar de
descanso y de proyección de la imagen funeraria de la monarquía de España, durante la
Edad Moderna, a partir de la mentalidad ante la muerte de los soberanos españoles, sus
consortes y familiares, y el depósito de sus restos mortales en el mismo, cuya custodia
fue confiada a su comunidad jerónima.
Buscamos hallar, tanto a través de claves psicológicas como de formas externas,
el modo en que las reales personas, hombres y mujeres al fin, vivieron, como cada uno
de los súbditos de los reinos de la monarquía, al momento del tránsito. Queremos saber
cómo se abordó el óbito en el marco de una sociedad en la que la fe caracterizaba los
aspectos cotidianos y políticos, en la que la muerte centraba un importante capítulo de la
expresión de la religiosidad. Una sociedad que incorporó, mediante homenajes de
lealtad tras aquellos óbitos, la imagen de sus monarcas a la de la propia monarquía,
mediante una determinada estética funeraria.
El tema escogido y lo que estimamos que podría ser su desarrollo centró la
búsqueda de fuentes inéditas para nuestra investigación en el Archivo de la Real
Biblioteca del monasterio de san Lorenzo de El Escorial. En él hemos encontrado no
pocos documentos, si bien el grueso de lo conservado originariamente por la comunidad
jerónima, fue trasladado, como buena parte de la documentación referida a la Casa del
Rey y lo referido a lo funerario durante la Edad Moderna, al Archivo del Palacio Real
de Madrid, donde se conserva en la actualidad.
Las fuentes manejadas procedentes de la biblioteca escurialense se refieren,
principalmente a la construcción del panteón definitivo. Contamos también con cédulas
y cartas de personal palatino dirigidas al prior en previsión de traslados de restos
mortales o comunicando los mismos. De especial interés han resultado las que nos han
proporcionado información sobre distribución espacial en el interior del monasterio, que
revelan hasta qué punto la comunidad jerónima se ponía a disposición de la real familia,
más allá de un mero papel de anfitrión, y sobre la celebración de funerales aniversarios.
La búsqueda culminó, por tanto, en el Archivo General del Palacio Real. Tres
son las secciones donde hemos encontrado los documentos con mayor peso en nuestra
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temática: la Histórica, la correspondiente a Patrimonios y la que agrupa los Reinados.
Es nota característica la dispersión, dentro del propio archivo, de los documentos. Con
el notable esfuerzo del personal, inmerso en la sistemática y clasificación de los fondos
para su mejor acceso, los que hacen referencia a los aspectos funerarios de la monarquía
de España se encuentran en variadas secciones como Enfermedades, Fallecimientos y
Entierros y Honras fúnebres. Los documentos que aportamos, fuentes primarias,
muestran en su mayoría cercanía de sus autores a los hechos que refieren. La inclusión
de consideraciones personales de los firmantes aparece generalmente plenamente
identificada y distinguible en el cuerpo principal del documento, lo que permite su
correcta individualización y estimación contextual a la hora de interpretar e
interrelacionar las mismas.
El archivo conserva en la caja 56 de su sección Histórica un expediente que nos
ha resultado de especial utilidad. Encuadernado con tapas de pergamino, cuyo título
original reza “En este cuaderno están escritos los nombres de las personas Reales que
están enterradas en este monasterio con una breve relación del día de su nacimientos
muertes y Traslación a este Monasterio”, está protegido por un pliego en el que puede
leerse “Cuaderno forrado en pergamino, a donde constan los nombres de las Personas
Reales que están enterradas en el panteón del Real Monasterio de San Lorenzo del
Escorial, con una breve relación del día de su nacimiento, fallecimiento y traslación,
dando principio con el Emperador Carlos V y terminando con el Infante Don Eduardo
Felipe María, hijo de los Serenísimos Señores Infantes Don Francisco de Paula Antonio
y doña Luisa Carlota. Nota: Este Cuadernos (sic) ingresó en este Archivo entre otros
papeles y documentos del Real Monasterio del Escorial, y colocado en la Sección
Histórica, de acuerdo con el beneplácito del Excelentísimo Señor Intendente de la Real
Casa y Patrimonio”. Sin paginar, para facilitar su consulta fue clasificada en los ficheros
como “Lista de personas reales enterradas en el Panteón de San Lorenzo de El Escorial
desde Carlos I al Infante Eduardo Felipe María” 1. Estructurada en sucesivos registros,
ordenados salvo puntuales excepciones por orden de la llegada de los restos mortales a
las cámaras sepulcrales, su redacción se asemeja a la de un obituario, en el que cada
entrada o referencia personal es nombrada como “llave”, por llevar asociada la
referencia al número que se colocaba en la bolsa que guardaba la del féretro en la que se
había conducido al monasterio. Junto al número de cada llave se indicaba como título de
1 AGP, Histórica, Fallecimientos y entierros, Caja 56, Expte. 5, Lista de personas reales enterradas en el Panteón de San Lorenzo de El Escorial desde Carlos I al Infante Eduardo Felipe María.
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registro el nombre de la real persona, generalmente con su dignidad como monarca,
príncipe o infante, fuera mujer o varón.
En las notas a pie de página, mencionaremos por tanto el número de la llave y el
título correspondiente a la real persona, omitiendo la sección Histórica, el número de
Caja (56) y Expediente, con objeto de agilizar la lectura. Su idioma es el castellano,
incluyendo en no pocas llaves citas y expresiones en latín. No exento de errores, la
acumulación de sus redactores y estilos motiva notables diferencias de grafía y
extensión de cada entrada. Procedente del monasterio de El Escorial, fue remitido al
Archivo General del Palacio Real de Madrid. Comenzó a escribirse en la primera
década del siglo XVII, en la que un jerónimo recogió todos los sepelios anteriores,
siendo concebido para uso interno de la comunidad monástica. Se cerró con una última
anotación en junio de 1834, poco antes de su exclaustración.
De especial relevancia son también, conservadas en el mismo archivo, actas de
traslado de restos mortales a El Escorial, tanto las referidas a las primeras “traslaciones”
ordenadas por Felipe II en 1573 y 1574 al primer espacio provisional, la denominada
iglesia vieja o de prestado, como las que a partir de entonces, de manera individual,
jalonarán el resto de la Edad Moderna en lo que a lo sepulcral se refiere. Constituyen un
corpus documental fundamental para trazar las características comunes del ceremonial
funerario regio, como veremos, como complemento a lo contemplado en las etiquetas de
1651, también conservadas en el Palacio Real.
La conservación material de las fuentes consultadas tanto en El Escorial como
en Palacio es, en general, buena, propia de cierta calidad de soportes y tintas usadas, si
bien hay excepciones que han impedido la obtención de datos. Una situación
especialmente compleja es la de las fuentes económicas y contables, cuya importancia
como vía de futura investigación hemos descubierto y valorado: siendo abundantes, los
documentos de minutas de presupuestos y gastos que ocasiona la muerte se encuentran
muy diseminados dentro del archivo. Así, de la de un monarca pueden obtenerse en las
carpetas o legajos correspondientes a su reinado, mientras que en su sucesor están en las
correspondientes a administración, cuando no en la sección Histórica.
Las fuentes impresas han hecho posible la reflexión y propuesta de hipótesis e
interpretaciones desde una amplia perspectiva. Ha sido fundamental atender a la
relevancia del concepto de muerte y a su análisis por parte de tratadistas, cronistas e
historiadores, que contribuyeron a mostrarnos como quedó fijada la percepción de una
realidad biológica en los parámetros religiosos y sociales. Tras dedicar un largo estudio
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inicial al estado de la cuestión, hemos penetrado de lleno en su repercusión en la imagen
dinástica mediante el tratamiento de óbito y testamento en la historiografía, tanto de
manera específica en ensayos como en las biografías de las reales personas de la Edad
Moderna, compaginando la más reciente con las obras clásicas de referencia,
comprobando que en algunos casos la perspectiva ha sido enriquecida con notables
aportaciones, mientras que escasea en algunos monarcas y otros miembros de las
dinastías Austria y Borbón, ayunos de monografías. Junto a los perfiles biográficos, ha
resultado de especial utilidad acudir a obras generales de referencia en torno a periodos
históricos, o por contenidos temáticos.
El estudio de la imagen funeraria nos ha guiado, además de hacia una
observación directa de los sepulcros regios, a estudios de historia del arte especialmente
útiles en lo que a iconografía y análisis epigráficos se refiere, que además de facilitarnos
una visión conjunta, descubriendo atractivas perspectivas en el marco estético,
planteaban con frecuencia la dificultad de mantener un equilibrio entre lo descriptivo y
lo valorativo. En todo caso, nos han proporcionado una amplia visión sobre el valor de
los símbolos en la transmisión del mensaje a través de la estética funeraria, además de
datos complementarios, cuando no fundamentales, para nuestra interpretación de hechos
concretos. Como en otras áreas, las monografías artísticas han supuesto un soporte
bibliográfico que nos ha dado acceso a ciertas fuentes, de forma secundaria, a las que no
habríamos podido tener acceso de otro modo, tanto de repertorios en archivos como de
estudios específicos.
A la búsqueda de una sistemática ágil y a la vez rigurosa, hemos ordenado el
contenido sustantivo de nuestra investigación en once capítulos, agrupados en tres
partes, a los que precede un estudio introductorio de contexto historiográfico en torno a
la historia de la muerte, en el que presentamos la evolución de los estudios en torno a al
óbito, preguntándonos hasta qué punto es absolutamente cierto que los historiadores
españoles comenzasen a investigar sobre ello en el último tercio del siglo XX y como
resultado del influjo de la escuela francesa de los Anales, así como la relevancia del
testamento como fuente en el marco de la historia de las mentalidades tiene un carácter
absoluto, pudiendo atender a otras ricas fuentes, como los inventarios.
Hemos presentado el hecho del óbito como realidad que tiene lugar en palacio en
cuanto espacio físico, centrándonos en lo que rodea la enfermedad como causa, si bien
primando las circunstancias y la psicología y el conjunto de actitudes personales y
colectivas ante el tránsito, que tanto a que definen la historia de las mentalidades y de la
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religiosidad. Para ello reflexionamos sobre la muerte como hito cronológico, capaz de
marcar etapas históricas y servir de relevante coordenada temporal.
Dedicamos un largo capítulo al testamento de los monarcas, de manera
específica, como expresión depurada de su concepción de la muerte. Abordamos tanto
la visión subjetiva del propio fin a través de sus protagonistas como el contenido de sus
últimas voluntades, con especial incidencia en lo que denominamos santoral
testamentario –el elenco de intercesores a los que acuden los monarcas ante el juicio
final- y las eucaristías que contemplan en las mismas como sufragio por su alma, dos
aspectos relevantes que permiten la valoración de las fuentes testamentarias en el marco
de la historia funeraria regia española en la Edad Moderna. Con ello nos será posible
establecer un contexto del óbito como acontecimiento, como hito objeto de difusión
primera en el interior de palacio y, posteriormente, en los reinos, distinguiendo aspectos
como la privacidad de la muerte y comunicación del hecho histórico.
Ello nos permitirá interpretar aspectos en principio de sentido íntimo como el
amortajamiento, o la disposición de la capilla ardiente. En rico contraste, el
acercamiento a la exteriorización del dolor a través de las exequias reales, nos ha
posibilitado hallar en nuestra investigación uno de los más ricos panoramas
historiográficos sobre el sentido del túmulo en la construcción de la imagen funeraria en
los reinos de la monarquía de España, así como esbozar la función del sonido en esta
misma expresión del dolor, a través de la campana.
Al dedicar la segunda parte a la génesis y construcción de los panteones de El
Escorial, era necesario proponer un capítulo, a modo de introducción, que estableciese
de forma genérica no sólo los antecedentes sepulcrales inmediatos al monasterio de san
Lorenzo, sino parámetros conceptuales que pudiesen facilitar la reflexión y propuesta de
hipótesis y teorías. Tras abordar una teoría general sobre la tumba del rey como tal,
hemos propuesto un concepto teórico –sistema sepulcral-, que concebimos como medio
material de prolongación de la imagen funeraria de la monarquía a través de lo
funerario. Empleando dicha herramienta, hemos presentado los sistemas que durante el
reinado de Carlos V influyeron en la génesis de los proyectos de su sucesor citando,
cuando ha sido necesario, aquellos sistemas visitados por monarcas posteriores que
decidieron sobre su reforma o el depósito de familiares en los mismos.
El protagonismo de Felipe II en la concepción de lo que se convertiría en el gran
sistema sepulcral de la monarquía de España durante la Edad Moderna centra un
capítulo que ha de comenzar en el propio monasterio de El Escorial, como proyecto
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funerario en sí, entre las varias funciones con el que nace por voluntad de su fundador.
Nuestra investigación se ha referido al mismo en lo que al óbito se refiere, lo que centra
el relato de su proceso constructivo en los espacios que se dedicaron a albergar restos de
reales personas, es decir, la denominada iglesia vieja o de prestado, y el espacio bajo el
altar mayor, o la simbología íntimamente relacionada a la imagen funeraria, como es la
recogida en los cenotafios ubicados a ambos lados del altar mayor. A partir de los
depósitos de los primeros familiares del monarca, habremos comenzado ya a desbrozar
esa visión que Felipe II tuvo de la imagen funeraria de la monarquía, una sistemática
que se ha revelado especialmente útil, pues de la mano de las fuentes hemos podido
trazar con sincronía una evolución histórica de la adecuación de los espacios y reinados.
El capítulo dedicado a su sucesor, Felipe III, en continuación con el paralelismo
en lo cronológico y el acercamiento al lugar efectivo de los depósitos de restos mortales,
recoge lo que entendemos pudo ser un ensayo de panteón iconográfico alternativo, en
ese mismo contexto de imagen funeraria, que quizá pueda explicar el paréntesis del
monarca en la construcción de un panteón definitivo, que no puso en marcha hasta el
final de su reinado. Dedicamos el siguiente a un Felipe IV a quien se asocia, con
justicia, la terminación material del gran sistema sepulcral escurialense. La descripción
del panteón de reyes supone la comprensión y razonamiento del proyecto, que se
prolongó durante 34 de sus 44 años de reinado, en el que vivió frecuentes lutos.
La tercera parte, en convivencia con el seguimiento cronológico de los depósitos
en el panteón de reyes y cámaras de consortes que no fueron madres de sucesores y
otros familiares, desarrolla la aportación del ceremonial funerario a la imagen dinástica.
Para ello nos ha parecido fundamental situar ese mismo ceremonial en el marco en el
que se desarrolla, la Corte, precisando un contexto historiográfico que pusiera de relieve
la importancia de los distintos perfiles de la noción. A continuación, hemos descrito la
formación escrita del ceremonial funerario en las etiquetas de 1651, sin olvidar en
conjunto de testimonios de costumbres y usos que tradicionalmente venían ejecutándose
en el monasterio, a través de las fuentes. Este primer capítulo referido a la importancia
del ceremonial funerario para la monarquía de España concluye precisamente con la
aplicación la aplicación del mismo durante el reinado del último Austria, Carlos II.
El capítulo décimo analiza los interrogantes que plantea la llegada de los
Borbones al trono español, a principios del siglo XVIII. La nueva dinastía se encuentra
ante un sistema sepulcral consolidado. De especial interés resulta reflexionar sobre la
actitud de Felipe V y sus primeros sucesores ante El Escorial. Mientras constatamos que
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el árbol genealógico de la real familia vuelve a ser frondoso y del mismo nacen y caen
hojas y ramas, reflexionaremos en torno a si la continuidad en el uso de la tradición
escurialense se debió a ausencia de espacios alternativos o más bien el deseo de emplear
el panteón de san Lorenzo como fuente de legitimación dinástica. A todo ello añadimos
el razonamiento de la excepcionalidad de dos panteones del siglo XVIII, el del propio
monarca y su segunda esposa, Isabel de Farnesio, en La Granja de san Ildefonso, y el de
su hijo y su consorte, Fernando VI e Bárbara de Braganza, en el monasterio de las
Salesas Reales, en Madrid.
A la última etapa de la Edad Moderna en lo que a imagen sepulcral se refiere se
reserva el capítulo final. El recorrido por las circunstancias de la muerte y sepelios de
las reales personas durante los reinados de Carlos III y Carlos IV, lejos de una idea de
normalidad, ofrece una rica casuística. Metodológicamente ha exigido la combinación
de criterios cronológicos con la contextualización de rasgos como la frecuencia de hijos
malogrados, lo atípico de muchas de las circunstancias de los óbitos y actitudes y
decisiones –y omisiones- en principio sorprendentes de ambos monarcas, cuyos motivos
hemos intentado desentrañar. Por último, nos hemos preguntado en qué medida la crisis
de la imagen de la monarquía, al finalizar el segundo de los reinados, la guerra de la
Independencia o la presencia de Fernando VII en el trono alteraron la historia del
panteón. Y viceversa. Porque nuestra investigación concluye con la salida de la
comunidad jerónima del monasterio de san Lorenzo, momento en el que, entendemos,
concluye la Edad Moderna en lo que a la imagen funeraria de la monarquía se refiere.
En no pocos aspectos del presente trabajo hemos optado por lo que podríamos
denominar como una metodología “dual”, basándonos en ejes en los que ha sido
fundamental la coherencia de sus polos. Así, debíamos distinguir entre el acercamiento
puramente personal al hecho del óbito como fin de la existencia del individuo y, por
otro lado, un punto de vista social o comunitario, reflejando actitudes, comportamientos,
ritos anteriores, coetáneos y posteriores al tránsito. Para la presentación, análisis y
valoración de esta aparente dicotomía nos propusimos contar con el contenido de
fuentes variadas que rodean la historia de la cultura en torno a la muerte, tanto escritas –
actas, cartas, relaciones, comunicaciones-, como materiales –cajas mortuorias, hábitos o
mortajas, mármoles de lápidas y sepulturas-, que entendemos enriquece su tratamiento.
Otro eje lo constituye la doble observación de la trayectoria de cada monarca
con respecto a su propia muerte y a la de sus cercanos. Hemos presentado contrastes
entre los propios óbitos regios y los de los familiares de los soberanos, al proporcionar
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un estudio sobre los testamentos de los titulares del trono y contemplar, más adelante,
como disponían el sepelio de sus hijos y familiares, con actitudes que reflejan una
especial mentalidad ante su fin.
Un tercer eje metodológico viene constituido por el contraste entre la
individualidad de cada muerte regia y la integración de los restos de los fallecidos en el
sistema sepulcral. Si a la hora de contemplar el hecho luctuoso atendemos, incluso con
mención a datos biográficos, a proporcionar exclusividad a los personajes, la exposición
del ceremonial al que quedan sujetos hará que queden inmersos en la imagen funeraria
de la monarquía, perdiendo, en cierta medida y si se nos permite la expresión, una
porción de su personalidad. Esta nota característica será menos apreciable en el caso de
soberanos y consortes del panteón regio, si bien más acusada en las restantes reales
personas, que permanecieron durante la Edad Moderna en el resto de cámaras
sepulcrales del monasterio.
Toda investigación histórica tiene necesariamente que acotar un periodo de
tiempo y espacio determinado. Resulta relativamente sencillo trazar las coordenadas
cronológicas del presente estudio, claramente enmarcadas entre el final del siglo XV y
el primer tercio del XIX. Aunque corramos el riesgo que penetrar en discusiones todavía
hoy abiertas sobre datación convencional de épocas, debemos recordar que el comienzo
de la Edad Moderna ha sido fijado por la mayoría de los historiadores, y asumido en
escuelas de investigación, en 1492, la fecha del descubrimiento de América. En cuanto a
sistemas sepulcrales regios se refiere, entendemos que la Edad Moderna en nuestro país
comienza en otra fecha no menos simbólica. Nos referimos, claro está, a la muerte de
Isabel la Católica, en octubre de 1504. Su consideración de fundadora, junto al rey
Fernando, de la España moderna, generalmente aceptada, nos hace pensar que es la
fecha de su óbito la más indicada para deslindar, también en las cuestiones relativas a
imagen funeraria de la monarquía, el tránsito de la Baja Edad Media a la Moderna.
Abordar la existencia de panteones y sepulcros regios en los reinos peninsulares durante
los últimos siglos medievales, responde en la práctica totalidad de los casos al deseo de
presentar antecedentes para su contraste, como fuente de comprobación de la evolución
de la mentalidad ante la muerte.
Los mismos criterios han sido empleados para la delimitación del fin del periodo
escogido. Se sostiene que en 1789 concluye simbólicamente el Antiguo Régimen y la
época de esplendor de las monarquías absolutas, lo que no supone el término, como
veremos, del gran sistema sepulcral de la monarquía de España, en la que perduró el uso
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del preexistente, cuya custodia siguió encomendada a la misma orden religiosa, hasta
que la situación política hizo insostenible su continuación en 1835, fecha en que
concluiría, en la práctica, la Edad Moderna, en lo que a lo funerario regio se refiere. Dos
años antes, había fallecido Fernando VII, el último monarca del periodo sepultado en
los panteones escurialenses.
Tras precisiones cronológicas conviene realizar algunas en torno a los espacios.
Nuestra investigación se centra en El Escorial y otros panteones regios españoles que le
precedieron y siguieron. Las alusiones a sistemas sepulcrales en otras monarquías
europeas, han sido realizadas por varios motivos. En primer lugar, por referirse a
soberanos, principalmente consortes, que a pesar de haber ocupado el trono español no
descansan en el sistema sepulcral escurialense, o ni siquiera dentro de nuestras
fronteras. En segundo lugar, con el objeto de contextualizar momentos concretos en la
época que analizamos, referidos a dinastías coetáneas a los Austria y Borbón.
Desde su conformación en los albores de la Edad Moderna, el conjunto de reinos
y otros territorios que han compuesto la formación política plural a cuya cabeza estaba
el monarca español ha carecido de nombre. Respondiendo a la necesidad que siente todo
historiador de adjetivar su realidad, aun cuando se les denominó “la Monarquía” y no
contaban con un nombre legal, y ante la variedad de opciones con la que se ha descrito,
tales como “Monarquía Católica”, “Monarquía Hispánica” o “Monarquía Española”,
hemos preferido el uso frecuente de “Monarquía de España”, de especial significado
político, como subrayase Díez del Corral2.
Conceptualmente, nuestro análisis gira en torno a la figura del monarca
propietario, entendido como la persona física titular de la soberanía, su consorte como
tal o como detentador circunstancial de la regencia y los principales descendientes de
ambos. Mayor complejidad reúne delimitar conceptualmente la noción de familia real,
algo ni siquiera claro a tenor de la legislación vigente a principios ya del siglo XXI,
pero necesario en nuestro estudio, que se refiere a la muerte de sus miembros y su
elevación en la imagen religiosa y artística. No se trata, como pudiera parecer, una
cuestión numérica, pero sí objetiva. Familia Real no es –ni lo fue nunca- lo mismo que
Familia del Rey. Como es sabido, Familia del Rey es término que en ocasiones llegó a
abarcar al conjunto de servidores o funcionarios o cortesanos, en matices casi paralelos
2 DÍEZ DEL CORRAL PEDRUZO, Luis: La monarquía hispánica en el pensamiento político europeo. De Maquiavelo a Humboldt, Madrid, 1976, pp. 538 y 539, cit. en BARRIOS PINTADO, Feliciano: “Donde no se ponía el Sol”, en Felipe II. Un monarca y su época. La Monarquía Hispánica, Madrid, 1998, p. 31.
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a lo que significó etimológicamente el concepto de familiar de la Inquisición, como
persona adscrita a algunos de los oficios de la institución. Naturalmente, en ambos casos
la ligazón no era precisamente de carácter sanguíneo, nota que sí será característica y
definitoria en estas páginas. La acuñación del término Real Familia, procedente del
siglo XVI, encontrará mayor frecuencia de uso durante los siglos XVII y XVIII, si bien
no hemos encontrado documento alguno que de forma directa defina quién era y a partir
de quien no se era Familia Real, aunque sí podríamos inferir de su contenido tal
consideración, al establecerse, por ejemplo, partidas presupuestarias para soberanas
viudas, reinas madres o infantes de España, o distribuciones de personal de Casa. Y
sobre todo, lo que pudiera parecer un contrasentido, no ha sido extraño en nuestra
investigación hallar documentos de contenido netamente funerario que otorgan a
personajes la condición de familiares reales o al menos familiares del rey, en cuestiones
como honores en honras, ubicación de sepulcros o inclusión en espacios funerarios
propiamente regios. Podemos encontrar en la Edad Moderna unanimidad en cuanto a la
consideración de que son Familia Real los soberanos y sus ascendientes y descendientes
en línea directa, al igual que los parientes consanguíneos colaterales hasta cierto grado,
en teoría casi infinito, lo que supone afirmar que los lazos de parentesco medieval y
lejano permitieron hasta bien entrado el siglo XIX tratamientos casi legendarios como el
de primo, calificativo regio –y generalmente, real- en las relaciones de muchas de las
testas coronadas de toda Europa. En el caso presente, el estudio de la memoria sepulcral
de la monarquía de España, debemos hacer una interpretación restrictiva del término, en
principio reservado a los monarcas, sus hijos y los hijos del sucesor. Sin embargo,
hemos de contar con excepciones que provocarán alusiones a hijos de infantes, sobrinos
de los monarcas, cuñados y, como veremos, hijos no matrimoniales de los soberanos.
Por ello, como norma general, el punto de partida y llegada será el elenco de personas
regias que aguardan el descanso eterno en las criptas de El Escorial, de nuevo en
ejercicio de realismo práctico y concreción de análisis.
En lo referido a los términos relacionados con el lenguaje mortuorio, hemos
encontrado frecuentemente vocablos en desuso en el español actual, sobre los que el
propio contexto arroja sentido. Cuando no ha sido así, hemos procedido a su definición.
Distinta cuestión es la posible confusión que la riqueza en el vocabulario de las fuentes
pudiera arrojar dudas por la polisemia de las palabras, como el empleo de “tumba”,
como modalidad abarca desde el enterramiento a ras de suelo o sepulcro llano al exento,
incluyendo la alusión al catafalco para exequias. En el ejemplo citado, el propio
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contexto matiza su sentido, siempre teniendo en cuenta que los monarcas españoles
entre los siglos XIII y XX han sido depositados en sepulturas exentas, es decir,
sarcófagos, fueran o no ornados. Otros términos ofrecen mayor confusión, como
“funeral”, que en un sentido podría ser empleado como entierro o sepelio, en el sentido
de inhumación de restos mortales; en otros, como “aniversario”, tras el transcurso de
determinado tiempo tras un óbito, que en el caso de doce meses adoptaba generalmente
el nombre de “cabo” o “cabo de año” y, por fin, como exequias u honras por los
monarcas. Tercer y último ejemplo es tomar la parte por el todo: emplearemos en
ocasiones el término histórico “cuarto real” para describir el espacio en el que tuvo
lugar un óbito, cuando sabemos que se refiere al castillo o alcázar en el que se
enclavaba, o más bien al área específica de la residencia en el que habitaban las reales
personas o, en algunas fuentes, el personal inmediatamente adscrito a su servicio.
Hemos procurado respetar en lo posible la grafía original al reproducir los textos
procedentes de las fuentes, si bien ha sido necesario adaptarla en algunos casos que
hacían imprescindible su comprensión, o añadir el resto de palabras mediante corchetes.
La consideración rigurosa de las abreviaturas tal y como aparecen en los documentos,
especialmente en materia de tratamientos y dignidades de la real familia, nos parecía
una forma de fidelidad a la generosidad de las fuentes al proporcionarnos información
sobre la imagen de la monarquía que hemos acudido a buscar y que esperamos, al haber
encontrado, haber sabido transmitir.
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II. HISTORIAR LA MUERTE
El tratamiento de la realidad de la muerte en la historia puede presentarse hoy
como un ejercicio cuando menos inconveniente, en tiempos en que el óbito ha dejado de
abordarse como realidad universal y se intenta esconder la incomodidad de un hecho
biológico que afecta a todo ser humano. Analizar la importancia del tránsito en épocas
pretéritas podría, con ese planteamiento, no ser ni siquiera morboso, sino inútil, pues se
confunde muerte con la noción de dolor. Sería por tanto un error para cualquier
historiador. No obstante, iniciar cualquier acercamiento al estado de la cuestión es
comprobar que psicología, actitudes, costumbres y tradiciones sobre el tránsito son
claves para comprender la historia de las mentalidades del hombre en la Edad Moderna.
A. De la Escuela de los Anales a las aportaciones de la historia de las
mentalidades
La idea e instrumentalización de la muerte en las sociedades occidentales
durante la Edad Media y Moderna son temas plenamente consolidados en la
historiografía. Abundantemente explorada desde el segundo tercio del siglo XX por los
autores franceses de la Escuela de los Anales, la materia alcanzó en nuestro país un
notable desarrollo en los 80 y 90 con notables acercamientos y estudios, viviendo hoy,
también en el marco de un liderazgo en la historia de las mentalidades, un esfuerzo por
mantener su auge en un equilibrio sostenido entre renovación y fidelidad a los pilares
que justificaron su nacimiento y desarrollo. Nos proponemos comprobar hasta qué
punto esta afirmación corresponde a la realidad mediante un recorrido razonado por las
aportaciones que no pocos historiadores han realizado en el universo del óbito.
En 1924, Huizinga incluía, en un amplio estudio sobre arte medieval, un ensayo
de apenas veinte páginas en torno a idea del fin de la vida, hoy considerado, en lo
historiográfico, protoevangelio sobre la historia de la muerte3. Frecuentemente aludido
en cualquier estado de la cuestión que antecede a publicaciones, el historiador holandés
centraba el deceso como realidad estimable y objeto de detenida observación, en el
3 HUIZINGA, Johan: Herbst des Mittelalters. Studien über Lebens und Geistesformen des 14. und 15. Jahrhunderts in Frankreich und in den Niederlanden, Munich, 1924; El otoño de la Edad Media. Estudios sobre la forma de la vida y del espíritu durante los siglos XIV y XV en Francia y en los Países Bajos, Madrid, 1996 (ed. español).
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contexto del tiempo, en el marco relacional del ideal caballeresco, del amor cortés, de la
religiosidad, del simbolismo de cada rincón del Medievo. De la capacidad que la Baja
Edad Media había tenido, en cierta manera, de idealizarse a sí misma al pie del sepulcro.
Todo ello con un estilo poético propio del ducado de Borgoña, que le era tan preciado,
abonando decididamente el campo para la aparición y desarrollo de la historia de las
mentalidades. Era un acierto fundamental: constatar que historiar la conciencia de
finitud abriría una vía amplia para conocer cómo se vivía el fin.
La obra y debate, aún hoy vivos, que mantuvieron los pioneros Ariès y Vovelle,
sobre la actitud del hombre ante la muerte, es considerado con justicia punto de partida
y referencia obligada. El primero, además de dirigir la publicación de un conjunto de
acercamientos a la concepción del óbito en Occidente4, dedicó una detallada y
específica monografía a la actitud del hombre ante el tránsito5. Una de sus más
sugestivas aportaciones caracteriza las principales edades históricas que, desde el fin del
Imperio Romano, habían marcado la actitud del europeo con la realidad del fin de la
vida. Así, sin cambios bruscos y de manera no uniforme en todos los espacios
geográficos, de la muerte amaestrada de la Edad Media, se habría pasado a la muerte
propia, en la Edad Moderna, para atravesar a la muerte ajena del Romanticismo y
desembocar en la muerte prohibida actual.
Febvre, creador junto a Bloch de la Escuela de los Anales, ya había reclamado
en la década de 1940 que se trabajase intensamente en el fin de la vida en el marco de la
historia6. Braudel no respondió a esa llamada pero Vovelle, como decimos, lo hizo con
pasión, penetrando en las actitudes y concepciones colectivas ante la muerte como
“ideología” y contribuyendo al alumbramiento de una historia de las mentalidades,
superando en su obra lo que podríamos denominar una historia meramente cultural del
deceso y proponiendo tres niveles para llegar al conocimiento de la historia del óbito: la
muerte sufrida (el hecho físico en sí); la muerte vivida (el conjunto gestual que
acompaña de la enfermedad al sepulcro y al más allá, como las prácticas funerarias) y el
discurso de la muerte (corpus de ideas, ideológico, científico, filosófico, que la sociedad
4 ARIES, Philippe: Essais sur l´historie de la mort en Occident du Moyen Âge à nous jours, París, 1975; La muerte en Occidente, Barcelona, 1982. Emplearemos la edición ÁRIES, Philippe, Historia de la muerte en Occidente. Desde la Edad media hasta nuestros días, Barcelona, 2011. 5 ARIES, Philippe: L’homme devant la mort, París, 1977; Utilizamos la edición ÀRIES, Philippe, El hombre ante la muerte, Madrid, 2011. 6 BURKE, Peter: La revolución historiográfica francesa. La escuela de los Annales, 1929-1984, Barcelona, 1994.
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tiene sobre la muerte)7. No dudaría en mantener intenso debate académico con Ariès, al
que atribuyó en los 80 resumir tanto el contexto histórico de las actitudes ante la muerte
que pierde de vista sus coordenadas, clasificando el óbito dentro de un inconsciente
colectivo que abandonaba el componente ideológico real, sin ligazones factuales.
La muerte se consolidó como área no menor en la historia de las mentalidades.
En 1980, Le Goff subrayaba la importancia del óbito como objeto histórico y su
encuentro con otras importantes áreas como la demografía o la historia de las
sensibilidades. El historiador ponía también el énfasis en la ventaja disciplinar de una
materia a la que podemos acercarnos de forma transversal, en distintos periodos
cronológicos8. Precisamente Chiffoleau analizaba a continuación, en la misma obra,
numerosos aspectos sobre la temática, de manera paradigmática, en una región francesa:
imágenes de la muerte, la conciencia de crisis que suponía la masiva parca a
consecuencia de epidemias, la representación visual del óbito, la sepultura como
vinculación con los antepasados, el papel de los santos como intercesores-
intermediarios, en encargo de sufragios por el alma del difunto o la visión del purgatorio
en el común de los fieles9.
En este plano de mentalidad y auto-conciencia del propio fin se enmarca la
existencia del ars moriendi, el libro que acompaña al buen morir, género literario
vinculado históricamente al tránsito cristiano, nacido en aquellos siglos, que perdurará,
como veremos, también hasta la Edad Moderna, del que sin duda Chartier será
significativo exponente historiográfico10. En nuestro país el tema será abanderado por
medievalistas de referencia como Mitre, que analiza su razón de ser en relación a otras
cuestiones, de las que trataremos11. Adeva12 profundizó en aspectos como su estructura
7 VOVELLE, Michel: Piété baroque et déchristianisation en Provence au XVIIIe siècle. Les attitudes devant la mort d'après les clauses de testaments, Paris, 1973 ; “La mort et l’au-delà en Provence, d’après les autels des âmes du Purgatoire (XVe-XXe siècle)”, Annales. Économies. Sociétés. Civilisations, 24 (1969), p. 1602-1632; Mourir autrefois. Attitudes collectives devant la mort aux XVIIe et XVIIIe siècles, París, 1974; La mort et l’Occident, de 1300 à nous jours, París, 1983. 8 LE GOFF, Jacques: “Prefacio”, en CHIFFOLEAU, Jacques: La comptabilité de l’au-delà. Les hommes, la mort et la religion dans la région d’Avignon à la fin du Moyen Âge (vers 1320-vers 1480), Roma, 1980, p. V. 9 CHIFFOLEAU, Jacques: La comptabilité de l’au-delà. Les hommes, la mort et la religion dans la région d’Avignon à la fin du Moyen Âge (vers 1320-vers 1480), Roma, 1980. 10 CHARTIER, Roger: “Les arts de mourir, 1450-1600”, Annales, Économies. Sociétés. Civilisations, 31 (1976), pp. 51-75. 11 MITRE FERNÁNDEZ, Emilio: “La preparación de la muerte en torno a 1300 (Algunos elementos configuradores del “ars moriendi” en Occidente)”, Acta Historica et Archaeologica Mediaevalia, 7-8 (1986-1987), pp. 219-243. 12 ADEVA MARTÍN, Ildefonso: “Ars bene moriendi. La muerte amiga”, en AURELL CARDONA, Jaume PAVÓN BENITO, Julia (coords.): Ante la muerte. Actitudes, espacios y formas en la España medieval,
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interna y origen histórico, que cifra en los inicios del siglo XIV previos al Concilio de
Constanza, subrayando su apogeo en un XVI en el que Trento supuso su consagración
definitiva, hasta que paulatinamente fueron sustituidos en el imaginario colectivo por el
sermón fúnebre, de imposible tratamiento en el presente trabajo por su extensión, o la
propia hagiografía de los personajes, como recogería González Lopo13. El valor de un
ars moriendi no radicaba sólo en enseñar a morir de manera individual, sino en
contribuir, como expone Pascua Sánchez, a “la funcionalidad social del discurso sobre
la muerte en la sociedad del Antiguo Régimen”14. Los arte bene moriendi continuaron
siendo objeto de interés historiográfico, constituyendo un pilar básico en los estudios
sobre el morir en la Edad Moderna. Su uso constituyó, como se destaca en
acercamientos como el de Haindl, una actitud “valiente, pacífica y positiva” ante el
tránsito15.
A principios de los 80 no pocos historiadores se sintieron fascinados en España e
Iberoamérica por el estudio de la mentalidad ante el hecho de la muerte, subrayando su
carácter novedoso y su sugerente potencial académico e investigador, como recuerda
Egido16. Conviene no confundir aquella década con el comienzo estricto de los estudios
sobre el tema pues, como subraya Azpeitia, ya a mediados de siglo desde otras
disciplinas, como la literatura y la filosofía, se habían abordado aspectos históricos del
tránsito17. Buen ejemplo de ello es Lida de Malkiel acercándose a la imagen post-
mortem, estudiando la idea de la fama en los siglos del medievo, proporcionando claves
para entender herramientas literarias para la conservación de la imagen personal
entendida como reputación, es decir, en tanto que sanción social colectiva cercana al
sentido de honor, que perduraría durante centurias en la Castilla del verso romance,
proporcionando páginas de excelencia18. Otro campo con notables precursores fue la
Pamplona, 2002, p. 295-360; “Cómo se preparaban para la muerte los españoles a finales del siglo XV”, Anuario de historia de la Iglesia, 1 (1992), pp. 113-138. 13 GONZÁLEZ LOPO, Domingo: “El ritual de la muerte barroca: la hagiografía como paradigma del buen morir cristiano”, Sémata. Ciencias sociais e humanidades, 17 (2006), pp. 299-320. 14 PASCUA SÁNCHEZ, María José de la: “La muerte y sus discursos en la España del Antiguo Régimen”, Trocadero. Revista de historia moderna y contemporánea, 8-9 (1996-1997), pp. 149-174. 15 HAINDL UGARTE, Ana Luisa: “Ars bene moriendi: el arte de la Buena Muerte”, Revista chilena de estudios medievales, 3 (2013), pp. 89-108. 16 EGIDO LÓPEZ, Teófanes: “La nueva historia de la muerte”, Revista de espiritualidad, 40 (1981), pp. 43-65. 17 AZPEITIA MARTÍN, María: “Historiografía de la “Historia de la muerte”, Studia historia. Historia medieval, 26 (2008), pp. 113-132. 18 LIDA DE MALKIEL, María Rosa: La idea de la fama en la Edad Media castellana, México, 1952. En la misma línea abundarían años después DÍEZ DE REVENGA TORRES, Francisco Javier: “Dos aspectos del tema de la muerte de la literatura del siglo XV”, Anales de la Universidad de Murcia, vol. XXIX (1970-
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historia del Derecho, en el que es de justicia constatar la existencia de significativos
ensayos anteriores, meritorios por adelantar, desde una visión de gran rigor académico,
nociones y debates que hoy seguimos desentrañando desde la historia de las
mentalidades. Así, en 1932, García de Valdeavellano trataba ya claves y detalles
funerarios en un ensayo sobre derecho hereditario medieval19 y Rubio se preguntaba
sobre los condicionantes de las donaciones post-mortem en el medievo castellano y
leonéss con un lenguaje atento a la mentalidad y deseos de los testadores20. Pocos años
después, Maldonado se acercaba a la institución de las herencias a favor del alma21 y
Orlandis se preguntaba sobre la posibilidad de elegir lugar de reposo en el medievo
español, presentándolo como acto personal en el marco de las disposiciones
testamentarias22.
Con lo expuesto vamos a comprobar si efectivamente podría afirmarse que, con
antecedentes, los 80 habrían sido una etapa de recepción, difusión y comienzo del
desarrollo de la historia de la muerte en nuestro país, como consecuencia del influjo de
la historia de las mentalidades de la Escuela de los Anales. Ciertamente, los estudiosos
españoles que se acercaron al óbito durante las edades Media y Moderna quedaron
inmersos en los esquemas de la historia social y cultural que hemos citado, con deuda
en sus investigaciones iniciales a los pioneros, a los que consideraron clásicos en la
materia y de los que se consideraron deudores en metodología y categorías
conceptuales. Incluso en la selección de las fuentes para sus investigaciones.
En una proporción verdaderamente significativa de la historiografía sobre la
muerte hay un documento que no deja de aparecer citado entre las fuentes primarias, ya
desde los acercamientos de la Escuela de los Anales. Lo hace de forma transversal, en
distantes espacios y tiempos. Nos referimos al testamento, considerado clave para
explorar el universo mental y actitudinal ante el fin de la vida. No todos los autores
consideraron relevante individualizar su concepto y características, así como la
evolución cronológica de sus principales requisitos formales y materiales, tarea
1971), pp. 91-117; GARCÍA ÁLVAREZ, Emilio, “Del morir y de la muerte en las Coplas de Jorge Manrique”, Ciencia Tomista, vol. CVI (1979), pp. 303-318. 19 GARCÍA DE VALDEAVELLANO, Luis: “La cuota de libre disposición en el Derecho hereditario de León y Castilla en la Alta Edad Media”, Anuario de Historia del Derecho Español, 9 (1932), pp. 129-176. 20 RUBIO, José Antonio: “Donationes post obitum” y “donaciones reservato usufructo” en la alta Edad Media de León y Castilla”, Anuario de Historia del Derecho Español, 9 (1932), pp. 1-32. 21 MALDONADO Y FERNÁNDEZ DEL TORCO, José: Herencias a favor del alma en el Derecho español, Madrid, 1944. 22 ORLANDIS ROVIRA, José: “Sobre la elección de sepultura en la España medieval”, Anuario de Historia del Derecho Español, 20 (1950), pp. 5-49.
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realizada desde una perspectiva histórica y jurídica por Gómez Navarro, que subraya la
esencia de un documento que desde su nacimiento ha de ser por naturaleza acto libre y
expresar la voluntad del otorgante con respecto a lo que se ha de hacer tras su muerte
con lo que le ha pertenecido23. Sin embargo, como decimos, no pocos ensayos lo
catalogan como fuente primera –y a veces única- de cara a conclusiones generales. A
ello se suma que la generalización del método cuantitativo imposibilitó en ocasiones
una visión más rica que la meramente estadística. Ante las últimas voluntades por
escrito, el analista debía sentir no solo el interés específico por un instrumento
individualizado en el marco de una historia cronológica, sino abordarlo desde la
perspectiva psicológica, de personal posición ante el óbito. No siempre los historiadores
consiguieron avanzar más allá de la cuantificación y llegar a una interpretación y
conclusiones a partir de las mandas testamentarias, como hiciera el propio Vovelle con
las series notariales de la Provenza del siglo XVIII24, Chaunu, centrándose en las
últimas voluntades en París durante la Edad Moderna25 o, según hemos visto,
Chiffoleau en la región de Avignon26.
Es opinión extendida en nuestra historiografía que fue con la influencia de la
Escuela de los Anales cuando comenzó a emplearse el testamento como fuente para el
acercamiento a la historia de la muerte. Y no faltan ensayos historiográficos que
sostienen que a partir de la corriente francesa comenzaron a desarrollarse en España
estudios sistemáticos de protocolos notariales, cuyo comienzo suele señalarse en la obra
de Barreiro Mallón, comenzados los 70 del siglo XX27. Es del todo cierto que en aquella
década el influjo de la metodología gala se asentaría, haciendo posible la realización de
numerosas monografías y ensayos, que de manera sostenida han ido recorriendo hasta
hoy la geografía testamentaria española, quizá con una centuria privilegiada en el 23 GÓMEZ NAVARRO, María Soledad: “Testamento y tiempo: historia y derecho en el documento de última voluntad”, Trocadero. Revista de historia moderna y contemporánea, 10-11 (1998-1999), pp. 49-72. La historiadora expone la importancia histórica de la validez jurídica de testamentos que no incluyen la identificación de herederos. 24 VOVELLE, Michel: Piété baroque et déchristianisation en Provence au XVIIIe siècle. Les attitudes devant la mort d'après les clauses de testaments, Paris, 1973. El historiador serió casi 20.000 testamentos de la región para plantear su tesis sobre la evolución de la religiosidad en la etapa inmediatamente anterior a la revolución francesa. 25 CHAUNU, Pierre: “Mourir à Paris (XVIe-XVIIe-XVIIIe siècles)”, Annales E.S.C., 31 (1976), pp. 29-50; La mort à París, Paris, 1978. 26 CHIFFOLEAU, Jacques: La comptabilité de l’au-delà. Les hommes, la mort et la religion dans la région d’Avignon à la fin du Moyen Âge (vers 1320-vers 1480), Roma, 1980. 27 BARREIRO MALLÓN, Baudilio: “El sentido religioso del hombre ante la muerte en el Antiguo Régimen: un estudio sobre archivos parroquiales y testamentos notariales”, en Actas de las I Jornadas de Metodología Aplicada de las Ciencias Históricas, Santiago de Compostela, 1973, vol. V, Santiago de Compostela, 1975, pp. 181-197; “La nobleza asturiana ante la muerte y la vida”, en II Coloquio de Metodología Aplicada, Santiago de Compostela, 1982, pp. 27-60.
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análisis, el siglo XVIII, sin duda por el volumen de documentación conservado.
Querríamos en todo caso subrayar aportaciones que no hemos encontrado citadas en las
bibliografías manejadas por los autores mencionados. Nos referimos a “El principio
religioso en los antiguos testamentos valencianos” y “Testamentos valencianos de la
época foral”, de Manglano, aportaciones de 1945 y 1948, respectivamente, que
asombran por la amplitud de su casuística y perspectiva28. Abordando una selección de
últimas voluntades levantinas desde el siglo XV al XVIII, ambos estudios son
absolutamente equiparables a los realizados posteriormente, penetrando de forma
sistemática tanto en la estructura y contenido de su clausulado, con agudas
consideraciones sobre permanencias y cambios en las ideas y mentalidad ante la muerte
en la Edad Moderna, como la evolución de las expresiones estereotipadas que ya
permitirían hablar de variedad de formatos en la redacción, relevancia de las mandas
pías o abundancia de peticiones de presencia de pobres en los cortejos fúnebres,
cuestiones que no se plantearon en los primeros que se publicarían en nuestro país, con
declarado influjo de los historiadores franceses, como decimos, años más tarde.
Constatar la sorpresa que supone encontrar, casi con treinta años de anticipación sobre
lo que se venía afirmando, estudios perfectamente trazados sobre la actitud ante el
tránsito en la península, nos lleva también a afirmar que, de forma cronológicamente
paralela a la segunda generación de los Anales, España ya contaba con experiencias
historiográficas en esta materia.
Nuestro asombro no termina aquí. Aunque sus obras no puedan ser adscritas a
una historia de las mentalidades, una serie de investigadores españoles sacaron a la luz
durante el segundo tercio del siglo XX testamentos bajomedievales y modernos
poniendo de relieve el extraordinario valor de los datos contenidos en las series
documentales, de cara a una labor interpretadora de la realidad de la época. Subrayamos
que se trata de ensayos sobre testamentos individuales, objeto de acercamientos
concretos, con análisis y reflexiones, empleados para el trazado de apuntes biográficos,
lo que ofrece un sugestivo elemento para el debate. Estudios en ocasiones meramente
paleográficos, siempre subrayando la relevancia de lo hallado en orden a personaje y
contexto, los trabajos constituyen claro antecedente de la historia de la muerte y, en
28 MANGLANO CUCALÓ DE MONTULL, Jesús, BARÓN DE TERRATEIG: “El principio religioso en los antiguos testamentos valencianos”, Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Història, 3 (1945), pp. 20-29; “Sobre testamentos valencianos en la época foral” [3], Anales del Centro de Cultura Valenciana, 22 (1948), pp. 158-179; “Sobre testamentos valencianos en la época foral” [2], Anales del Centro de Cultura Valenciana, 21 (1948), pp. 77-95; “Sobre testamentos valencianos en la época foral” [1], Anales del Centro de Cultura Valenciana, 20 (1948), pp. 1-13.
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nuestra opinión, penetran de lleno en categorías de la de las mentalidades, al abordar
cláusulas derivadas de las creencias, los sufragios, la elección de sepultura o los
criterios para distribución de bienes. Son aportaciones realizadas en la década de los
veinte, como las del agustino Barreiro29; de los cuarenta, de Pérez30 o los cincuenta, de
Martínez Quesada31, cuya nota común son introducciones previas de florida redacción, a
la que siguen las reproducciones literales de los documentos, a modo de trofeos
historiográficos a presentar ante los lectores.
El elenco de historiadores y obras de referencia con elencos testamentarios en
sede notarial como pilar central va parejo a buena parte de la fecundidad historiográfica
bajomedieval y moderna de nuestro país en las dos últimas décadas del siglo XX y los
primeros años del XXI. Para la Baja Edad Media, subrayaron la importancia de
otorgarlo no solo como gesto ante mortem sino como documento con contenido
sustantivo Coria32 o Cantera33. Años después, Aurell contextualizaría su relevancia en la
búsqueda del futuro en un equilibrio espiritual y material34. Martín Cea subrayó
patrones de conducta formales en la documentación notarial, aunque concluyó que cada
grupo social utilizada diferentes estrategias sustantivas, a modo de pautas colectivas, en
la búsqueda de salvación eterna, que cifra en el contenido de los “discursos escritos”35.
29 BARREIRO, P. Agustín, O.S.A.: “El testamento del doctor Francisco Hernández”, Boletín de la Real Academia de la Historia, 94 (1929), pp. 475-497. El hallazgo del testamento hace posible trazar la mentalidad ante la muerte del naturalista (Puebla de Montalbán, Toledo, c. 1514 – 1578), que incluye en su herencia a una hija extramatrimonial, constata la existencia de deudas propias y ajenas que deben ser incorporadas a la masa hereditaria. Hernández ejerció la medicina en el monasterio de Guadalupe. Felipe II le encomendó el estudio de la flora y fauna en Nueva España, a donde viajó en una expedición en 1570, regresando siete años después y comprobando que su grandiosa obra no era valorada para su publicación y pasaba al menos a engrosar la Biblioteca de El Escorial. 30 PÉREZ, Pero: “Testamento de Doña Isabel de Aguilar”, Revista del centro estudios extremeños, XIV, 1 (1940), pp. 15-32. A pesar de la brevedad del estudio previo a la reproducción del testamento de la viuda de Lorenzo Suárez de Figueroa, embajador en Roma y Venecia, signado en Badajoz en junio de 1519, el autor reflexiona sobre las herencias a favor del alma, las mandas pías y la fundación de capellanía y beaterío con bienes de su herencia. 31 MARTÍNEZ QUESADA, Juan: “Documentación de la capellanía y enterramiento del Presidente don Juan de Ovando”, Revista de estudios extremeños, v. XIV, 1 (1958), pp. 145-158. Se trata de un estudio en torno a la fundación de la capellanía del sepulcro en la iglesia de san Mateo, en Cáceres, del presidente del Consejo de Indias y luego primer presidente del Consejo de Hacienda Juan de Ovando, fallecido en 1575, a través de su testamento y otros documentos. 32 CORIA COLINO, Jesús: “El testamento como fuente de estudios sobre mentalidades. Siglos XIII a XV”, Miscelánea Medieval Murciana, IX (1982), pp. 194-219. 33 CANTERA MONTENEGRO, Margarita: “El testamento bajomedieval”, Historia 16, 161 (1989), pp. 32-38. 34 AURELL CARDONA, Jaume: “La impronta de los testamentos bajomedievales: entre la precariedad de lo corporal y la durabilidad de lo espiritual”, en AURELL CARDONA, Jaume, PAVÓN BENITO, Julia (coords.): Ante la muerte: actitudes, espacios y formas en la España medieval, Pamplona, 2002, p. 77-94. 35 MARTÍN CEA, Juan Carlos: “El modelo testamentario bajomedieval castellano y su reflejo en los diferentes grupos sociales”, Edad Media. Revista de historia, 6 (2003-2004), pp. 103-156.
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El testamento como fuente documental de la Edad Moderna fue estudiado también en
sus claves religiosas por la ya citada Gómez Navarro36.
Sostiene Àries que en la evolución del hombre frente a la muerte, los cambios,
“o bien son muy lentos en sí mismos, o bien se sitúan entre largos periodos de
inmovilidad”37. Para presentar un vasto panorama de los estudios de testamentos de
forma geográfica y local, es necesario tener el cuenta la pervivencia de los modelos
formales y espirituales de la Baja Edad Media en la Moderna, que aconsejan contemplar
la evolución de las últimas voluntades desde una perspectiva amplia. No nos ha
extrañado, por tanto, comprobar que estudios en diferentes zonas y periodos, aún
abarcando buen número de testamentos, arrojen paralelas conclusiones con matices que
señalan pequeñas especialidades, precisamente, en función de variables cronológicas o
espaciales.
Es lógico que las series documentales notariales atrajesen en buena medida los
estudios locales, que han centrado en Navarra Leroy38 o Baldó, García de la Borbolla y
Pavón39. Esta última analizó años más tarde, en detallados estudios específicos, las
expresiones de intercesión divina de los testamentos navarros de los últimos siglos del
Medievo, subrayando la evolución desde las alusiones genéricas a Dios hacia Jesucristo
como Persona concreta de la Trinidad, al que se puede acceder directamente o rogando
la mediación garantizada de la Virgen y, seguidamente, la muy cualificada de los
arcángeles y santos, especialmente los mártires40. Para la Edad Moderna testamentaria
en el antiguo reino pirenaico contamos con el acercamiento de Silanes41.
Al hilo de series de testamentos riojanos entre los siglos XIII y XV, Cantera
traza lo que podríamos denominar una filosofía testamentaria, al penetrar en la
mentalidad del ser humano al reflejar una serie de preocupaciones en sus últimas 36 GÓMEZ NAVARRO, María Soledad: “Acción y regulación: sobre el sentido religioso del testamento en la Edad Moderna”, Anuario jurídico y económico escurialense, 33 (2000), pp. 697-712. 37 ÀRIES, Philippe: Historia de la muerte en Occidente. Desde la Edad media hasta nuestros días, Barcelona, 2011, p. 16. El autor invita al historiador a no tener miedo de abarcar los siglos hasta llegar incluso al milenio con el fin de evitar anacronismos de comprensión. 38 LEROY, Béatrice: “La mort et la vie chretienne en Navarre au XIVe siècle (Étude de testaments de la seconde moitié du XIVe siècle)”, en De la Iglesia y de Navarra. Estudios en honor del Prof. Goñi Gaztambide, Pamplona, 1984, pp. 245-257. 39 BALDÓ ALCOZ, Julia, GARCÍA DE LA BORBOLLA GARCÍA DE PAREDES, Ángeles, PAVÓN BENITO, Julia; “Registrar la muerte (1381-1512). Un análisis de testamentos y mandas pías contenidos en los protocolos notariales navarros”, Hispania, 219 (2005), pp. 155-226. 40 GARCÍA DE LA BORBOLLA GARCÍA DE PAREDES, Ángeles: “El recurso a la intercesión celestial en la hora de la muerte: un estudio sobre los testamentos navarros”, Acta historica et archaelogica medieaevalia, 26 (2005), pp. 151-168; La “Praesentia” y la “virtus”: la imagen y la función del sano a partir de las fuentes hagiográficas castellano-leonesas del siglo XIII, Santo Domingo de Silos, 2002. 41 SILANES SUSAETA, Gregorio: “Comportamientos ante la muerte en la Pamplona moderna a través de los testamentos”, Huarte de San Juan. Geografía e historia, 7 (2000), pp. 165-194.
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voluntades, desbrozando especialmente el espíritu religioso de las mandas pías que se
articulaban en el encargo de misas y oraciones, la eventual fundación de capellanías, las
donaciones a monasterios e iglesias y las limosnas a ordenes y cofradías42.
García Herrero se adentró en la prolijidad de muchos testamentos bajo-
medievales aragoneses, que contenían disposiciones y previsiones de una amplitud que
permite calificarlos como prolijos43, si bien contamos con acercamientos de últimas
voluntades en ámbitos locales, como Calatayud, de Rubio44, o la zona de Daroca, de
Rodrigo Estevan45. De la situación en el reino de Aragón en la Edad Moderna contamos
con una perspectiva cronológica más amplia, aunque igualmente local, en el estudio de
vida cotidiana y las series de Jaca y su entorno entre los siglos XV y XVIII, que ofreció
por Gómez de Valenzuela46.
El rico panorama en Cataluña fue estudiado por autores como Tó47 o Piñol48; los
componentes del Equip Broida concluyeron que en la Barcelona bajomedieval la mujer
que testaba pertenecía a diversos grupos sociales, no solo a estamentos privilegiados, si
bien la documentación aportada no parece revelar excesiva variedad49. Para Lleida, Fité
establece líneas generales sobre lo funerario a través del análisis de las últimas
voluntades de una dama de la baja nobleza de finales del siglo XIV, situándolas en el
contexto general de las costumbres de sepultura y ceremonial de entierro y misas50.
Borràs, en un estudio sintético en torno a una serie de veinte testamentos del principado 42 CANTERA MONTENEGRO, Margarita: “Derecho y sociedad en La Rioja bajomedieval a través de los testamentos (siglos XIII-XV)”, Hispania, 165 (1987), pp. 33-82; “Religiosidad en la Rioja bajomedieval a través de los testamentos (siglos XIII-XV), Berceo, 110-111 (1986), pp. 111-154; “Notas sobre los libros en los testamentos riojanos medievales (siglos XIII-XV)”, Mayuqa: revista del Departament de Ciències Històriques i Teoria de les Arts, 22 (1989), pp. 89-94. 43 GARCÍA HERRERO, María del Carmen: “Ritos funerarios y preparación para bien morir en Calatayud y su comunidad (1492)”, Revista de Historia Jerónimo Zurita, 59-60 (1989), pp. 89-120; “La muerte y el cuidado del alma en los testamentos zaragozanos de la primera mitad del siglo XV”, Aragón en la Edad Media, 6 (1984), pp. 209-245; GARCÍA HERRERO, María del Carmen, FALCÓN PÉREZ, María Isabel: “En torno a la muerte a finales de la Edad Media aragonesa”, En la España medieval, 29 (2006), pp. 153-186. 44 RUBIO SEMPER, Agustín: “Piedad, honras fúnebres y legados piadosos en Aragón (Calatayud) en la Baja Edad Media”, en SERRANO MARTÍN, Eliseo: Muerte, religiosidad y cultura popular: siglos XIII-XVIII, Zaragoza, 1994, pp. 241-277. 45 RODRIGO ESTEVAN, María Luz: Testamentos medievales aragoneses: ritos y actitudes ante la muerte (siglo XV), Zaragoza, 2002. 46 GÓMEZ DE VALENZUELA, Manuel: Testamentos del Valle de Tena (1424-1730), Zaragoza, 2003; La vida cotidiana en el valle de Tena (en los siglos XI, XVII y XVIII), Zaragoza, 1992. 47 TÓ I FIGUERAS, Lluis: “L'evolució dels ritus funeraris a Catalunya a través dels testaments (segles X-XII)”, Lambard. Estudis d’art medieval, 3 (1983-1985), pp. 75-96. 48 PIÑOL ALABART, Daniel: A les portes de la mort: religiositat i ritual funerari al Reus del segle XIV, Reus, 1998. 49 EQUIP BROIDA: “Actitudes religiosas de las mujeres medievales anta la muerte: (Los testamentos de Barcelonesas de los siglos XIV y XV)”, en MUÑOZ FERNÁNDEZ, Ángela (coord.): Las mujeres en el cristianismo medieval: imágenes teóricas y cauces de actuación religiosa, Madrid, 1989, pp. 463-476. 50 FITÉ I LLEVOT, Françesc: “Entorn al testament de Brunissèn d’Alentorn y alguns costums funeraris de la Lleida Medieval”, Acta histórica et archaelogica mediaevalia, 26 (2005), pp. 659-676.
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en el XV, no es claro al conceptualizar las últimas disposiciones de los difuntos como
testimonios de la religiosidad de la burguesía y la baja nobleza. Tras clasificar las
invocaciones iniciales como fórmulas estereotipadas sin interés religioso, afirma que
responden a una realidad intensamente vivida, sin dejar clara su posición sobre la
cuestión a pesar de incidir en la profesión de fe, alusiones a la Virgen y especiales
devociones de la totalidad de los testadores51. La Mataró que testa en el siglo XVIII, fue
desbrozada por López i Miquel, con sugerentes reflexiones sobre la voluntad de reposar
en sepulturas cercanas a reliquias en los templos52.
El equilibrio entre aspectos económicos y espirituales navegó durante siglos. Así
lo atestiguan dos acercamientos puntuales pero rigurosos y profundos al universo
comercial valenciano que testa, en contraste, en plena baja Edad Media, como atestigua
Piqueras Juan53, que trabajó sobre una amplia muestra de 83 testamentos y doce
codicilos, o en el siglo XVIII, lo que acredita Muñoz Navarro54.
Como estamos comprobando, la investigación de la historia de la muerte derivó
pronto hacia una imprescindible toma de contacto con su buque insignia como fuente, el
testamento, que desde la historia económica y, con notable relevancia, la historia de la
religiosidad, no ofrecía en lugares distantes, en un periodo amplio que abarcaba
prácticamente medio milenio, llamativas diferencias. Así lo apreciaron quienes
analizaban últimas voluntades en Cádiz de los siglos XV (García Guzmán y Abellán
Pérez55) o XVI (Espinosa de los Monteros56), la Huelva (Pulido57), el Jaén (Rodríguez
51 BORRÀS I FELIU, Antoni: “Els testaments catalans del segle XV, testimoni de la vida religiosa de la burgesia catalana i valenciana d'aquell segle”, Acta historica et archaelogica mediaevalia, 26 (2005), pp. 1051-1062. 52 LÓPEZ I MIQUEL, Olga: Actituds col.lectives davant la mort i discurs testamentari al Mataró del segle XVIII, Mataró, 1987; “La sensibilitat religiosa davant la mort a finals del segle XVIII. El cas de Mataró”, Manuscrits. Revista d’història moderna, 3 (1986), pp. 175-193; “La mort a Mataró: 1690-1800”, Pedralbes. Revista d’historia moderna, (1986), pp. 231-235. 53 PIQUERAS JUAN, Jaime: “Disposiciones espirituales y modelo familiar en los testamentos medievales valencianos: Una aproximación económica. 1381-1450, Historia. Instituciones. Documentos, 39 (2012), pp. 241-258. 54 MUÑOZ NAVARRO, Daniel: “Religiosidad y comportamientos económicos ante la muerte de los comerciantes de telas al por menor en la Valencia del XVIII”, Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Història, 58 (2008), pp. 239-245. 55 GARCÍA GUZMÁN, María del Mar, ABELLÁN PÉREZ, Juan: La religiosidad de los jerezanos según sus testamentos (siglo XV), Cádiz, 1997. 56 ESPINOSA DE LOS MONTEROS SÁNCHEZ, Francisco, “La religiosidad popular gaditana a través de las disposiciones testamentarias del siglo XVI”, Trocadero. Revista de historia moderna y contemporánea, 17 (2005), pp. 147-162. 57 PULIDO BUENO, Ildefonso: “La documentación testamentaria en Huelva en el siglo XVII: una aproximación a su estudio”, Archivo Hispalense, 202 (1983), pp. 115-140.
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de Gracia58) o la Sevilla del XVII (Aguado de los Reyes59, Rivas Álvarez60), la Málaga
(Reder Gadow61), la Córdoba (Gómez Navarro62) o la Murcia (Peñafiel Ramón63) del
XVIII. Porque a la misma Murcia, si bien de la Baja Edad Media, en las últimas
voluntades de sus pobladores se había dedicado Bejarano64, y de forma aún más local,
Álvarez Fortes, en la serie documental de una parroquia de Elche65, y Vidal Fernández,
en Lorca, y también con un conjunto de series notariales durante el mismo periodo, que
subraya su valor como texto conciliador entre hombre y divinidad o las parroquias más
populares escogidas como lugar de sepultura66. En la misma región, ya referido a plena
Edad Moderna, encontramos un estudio cuantitativo, de 1987, de Alemán, a partir del
cual pudo realizar los subsiguientes, correspondiente a mentalidades colectivas, en los
que incluyó interesantes conclusiones en torno a la actitud comunitaria de solidaridad a
través de las cofradías o a la inclusión de pobres entre los beneficiados en las últimas
voluntades de élites murcianas. Estos desfavorecidos serían asociados a las comitivas
mortuorias, participando el día del entierro en lo que el historiador entiende como
caridad funeraria, de carácter no espontáneo, vinculada al estatus, auténtica estrategia
de prestigio social y espiritual familiar a la que el otorgante se incorpora67.
58 RODRÍGUEZ DE GRACIA, Hilario: “Hacer testamento en Jaén durante el siglo XVII”, Boletín de Estudios Giennenses, 149 (1993), pp. 73-104. 59 AGUADO DE LOS REYES, Jesús: “La vida y la muerte en el barroco sevillano a través de las fuentes notariales”, Estudis històrics i documents dels arxius de protocols, 15 (1997), pp. 151-166. 60 RIVAS ÁLVAREZ, José Antonio: Miedo y Piedad: testamentos sevillanos del siglo XVIII, Sevilla, 1986. 61 REDER GADOW, Marion: Morir en Málaga. Testamentos malagueños del siglo XVIII, Málaga, 1986. 62 GÓMEZ NAVARRO, María Soledad: “La documentación notarial y su utilización en el estudio de la muerte y la religiosidad: los testamentos por "abintestatos" en Córdoba durante la segunda mitad del siglo del siglo XVIII”, Archivo hispalense, 210 (1986), pp. 49-62. 63 PEÑAFIEL RAMÓN, Antonio: Testamento y buena muerte. Un estudio de las mentalidades en la Murcia del siglo XVIII, Murcia, 1987; “Aproximación al estudio de los testamentos en el siglo XVIII: el murciano ante la muerte”, Áreas, 6 (1986), pp. 95-101. 64 BEJARANO RUBIO, Amparo: El hombre y la muerte. Los testamentos murcianos bajomedievales, Cartagena, 1990; “La elección de sepultura a través de los testamentos medievales murcianos”, Miscelánea medieval murciana, 14 (1987-1988), pp. 333-347; BEJARANO RUBIO, Amparo, MOLINA MOLINA, Ángel Luis: “Actitud del hombre ante la muerte: los testamentos murcianos de finales del siglo XV”, Miscelánea medieval murciana, 12 (1985), pp. 185-202. 65 ÁLVAREZ FORTES, Anna María: El sentit de la mort en l'Elx medieval: un llibre de clàusules testamentàries de l'església de Santa Maria (1294-1444), Alicante, 1997; “El testament com a font de la història religiosa i social: notes per al seu estudi a Elx a l'època foral”, Festa d’Elx, 49 (1997), pp. 189-221; “El sentit de la mort per a l'home de l'Elx medieval”, Festa d’Elx, 42 (1990), pp. 19-38. 66 VIDAL FERNÁNDEZ, Rafaela: “Devoción y muerte en la Lorca bajomedieval”, en SEGURA ARTERO, Pedro (coord.): Actas del Congreso La Frontera Oriental Nazarí como Sujeto Histórico (s. XIII-XVI), Almería, 1997, pp. 571-582. 67 ALEMÁN ILLÁN, Anastasio: Entre la Ilustración y el Romanticismo. Morir en M