unidad 2 literatura 4 2015

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La mirada mitica Carl jung

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  • La mirada mtica

    Los mitos son inmanentes al hombre, ya qiu

    se desarrollan en el inconsciente universal la humanidad, y desde este afloran al uso e

    interpretacin de cada cultura, de cada per

    Cari Jung

  • Concentrados en la lectura A

    El nuevo sol en Teotihuacn

    Para los aztecas, previamente a la v i d a que ellos c o n o c a n h a b a n existido cuatro mundos: el p r i m e r o , habitado por gigantes, h a b a llegado a su f i n cuando u n ja-guar devor a l sol y a todos los seres de la Tierra; el segundo se e x t i n g u i debido a fuertes huracanes que t e r m i n a r o n con casi todos los seres v i v o s , y los pocos que quedaron se c o n v i r t i e r o n en monos; el tercero fue destruido por u n a terrible l l u v i a de fuego, y los seres que no m u r i e r o n se c o n v i r t i e r o n en mariposas, perros y pjaros; y el cuarto termin con u n d i l u v i o y los sobrevivientes se c o n v i r t i e r o n en peces. El m u n d o que ellos habitaban era la q u i n t a edad y su sol se h a b a o r i g i -nado como lo narra el siguiente texto:

    Se dice que cuando a n era de noche, cuando a n no h a b a luz , cuando a n no amane-ca , dicen que se j u n t a r o n , se l l a m a r o n unos a otros los dioses, a l l en Teot ihuacn . Di jeron, se di jeron entre s: Venid, o h dioses! Quin tomar sobre s, quin l levar a cuestas la l u z , q u i n a l u m b r a r , q u i n h a r amanecer? Y en seguida all habl aquel , al l present su rostro Tecuciztcatl . Di jo: Oh dioses, en verdad yo ser! Otra vez di jeron los dioses: Quin otro ms? En seguida unos y otros se miraron entre s, unos a otros se hicieron ver, se dijeron: Cmo ser? Cmo habremos de hacerlo? Nadie se atreva, n i n g n otro present su rostro. Todos, grandes seores , m a n i -festaban su temor, retrocedan. Nadie se hizo al l v is ible . N a n a h u a t z i n , u n o de esos seores , all estaba j u n t o a ellos, p e r m a n e c a escu-chando cuanto se deca . Entonces los dioses se d i r i g i e r o n a l , y le d i jeron: T, t sers , oh Nanahuatzin! l entonces se apresur a recoger la palabra , l a tom de buena gana. Dijo: Est b i e n , oh dioses, me habis hecho u n b i e n . En seguida empezaron a hacer penitencia. Cuatro das a y u n a r o n los dos, Nana-h u a t z i n y Tecuciztcatl . Entonces fue cuando tambin se encendi el fuego. Ya arda este a l l en el f o g n . Nombraron a l fogn roca d i v i n a . Y todo aquello con que Tecuciztcatl h a c a penitencia era precioso: sus ramas de abeto eran plumas de quetzal , sus bolas de grama eran de oro y sus espinas, de jade. As las espinas ensangrentadas, sus sangramientos eran coral , y su incienso, m u y genuino copal . Para Nanahuatz in , sus ramas de abeto todas eran solamente c a a s verdes, c a a s nuevas en manojos de tres, todas atadas en conjunto eran nueve. Y sus bolas de gra-ma solo eran genuinas barbas de ocote; y sus espinas, tambin eran solo verdaderas

  • Literal 23

    espinas de maguey. Y lo que con ellas se sangraba era realmente su sangre. Su copal era por cierto aquello que se traa de sus llagas. A cada u n o de estos se le hizo su monte , donde quedaron haciendo penitencia cuatro noches. Se dice ahora que estos montes son las p irmides: l a p irmide del Sol y la pirmide de la L u n a . Y cuando t e r m i n a r o n de hacer penitencia cuatro noches, entonces v i n i e r o n a arrojar por t ierra , sus ramas de abeto y todo aquello con lo que h a b a n hecho p e n i -tencia. Esto se h izo . Y cuando y a se acerca l a medianoche, entonces los adornaron . A Tecuciztcatl le d i e r o n su tocado redondo de plumas de garza, tambin su chalequi-11o. Y a Nanahuatz in solo papel , con l c ieron su cabeza, con l c ieron su cabellera; su tocado de papel , y sus atavos t a m b i n de papel , su braguero de p a p e l . Y hecho esto as , cuando se acerc la medianoche, todos los dioses v i n i e r o n a quedar alrededor donde por cuatro das h a b a ardido el fuego. Por ambas partes se pusieron en f i l a los dioses. En el medio colocaron, dejaron de pie a los dos que se n o m b r a b a n Tecuciztcatl y Nanahuatz in . Los pusieron con el rostro hacia donde es-taba el f o g n . En seguida hablaron los dioses, d i jeron a Tecuciztcatl : Ten valor , o h Tecuciztcatl , lnzate , arrjate en el fuego! Sin tardanza fue este a arrojarse al fuego. Pero cuando le a l c a n z el ardor del fuego, no pudo resistirlo, no le fue tolerable. Por ello slo v i n o a tener miedo, v i n o a retroce-der. Una vez m s fue a intentarlo , pero no tuvo valor. Y cuando hubo intentado cuatro veces, entonces ya as exclamaron, di jeron los dioses a Nanahuatzin: Ahora t , ahora y a t , N a n a h u a t z i n , que sea ya! Y Nanahuatz in de u n a vez v i n o a tener valor , hizo fuerte su c o r a z n , cerr sus ojos para no tener m i e d o . No se detuvo, no v a c i l , no se regres. Pronto se arroj a l fuego, y en seguida al l ardi su cuerpo, hizo r u i d o , chisporrote a l quemarse. Y cuando Tecuciztcatl v i o que ya arda , a l momento se arroj t a m b i n en el fue-go. Bien pronto l tambin ardi . Y as s u c e d i : cuando los dos se arrojaron a l fuego, se hubieron quemado, los d i o -ses se sentaron para aguardar por d n d e habra de salir N a n a h u a t z i n , e l pr imero que cay en el fogn para que b r i l l a r a la luz del sol , para que se hiciera el amanecer. Cuando ya p a s largo t iempo de que as estuvieron esperando los dioses, comen-z entonces a enrojecerse, a c ircundar por todas partes l a aurora , l a c l a r i d a d de la l u z . Y como se refiere, entonces los dioses se pusieron sobre sus rodi l las para esperar por dnde habra de salir el sol . Pero algunos se quedaron m i r a n d o hacia el color rojo , el oriente. Di jeron: En verdad de a l l , de a l l v e n d r a sal ir el sol . Fue verdadera la palabra de estos que hacia al l rniraron, que hacia al l sealaron con el dedo. Como se dice, aquellos que hacia al l estuvieron viendo fueron Quetzalca, el segundo nombrado Ehcatl y Totee o sea el seor de Anhuat y Tezcatlipoca, rojo. Y cuando el sol v i n o a sal ir , cuando v i n o a presentarse, apareci como si estu-viera p i n t a d o de rojo . No p o d a ser contemplado su rostro, hera los ojos de l a gente,

  • 1 Lo mirado mtica

    b r i l l a b a mucho, lanzaba ardientes rayos de l u z , sus rayos l legaban a todas partes, la irradiacin de su calor por todas partes se meta . Y despus v i n o a salir a Tecuciztcatl , que lo iba siguiendo; tambin de a l l v i n o , del r u m b o del color rojo, el oriente, j u n t o a l sol v i n o a presentarse. Del mismo modo como cayeron en el fuego as v i n i e r o n a salir , u n o siguiendo a l otro . Y como se n a r r a , era i g u a l su apariencia al i l u m i n a r a las cosas. Cuando los dioses los v i e r o n , que era i g u a l su apariencia, de nuevo, u n a vez m s , se convocaron, d i jeron: Cmo h a b r n de ser, o h dioses? Acaso los dos juntos s e g u i r n su camino? Acaso los dos juntos as h a b r n de i l u m i n a r a las cosas? Entonces u n o de los dioses sal i corriendo. Con u n conejo fue a herir el rostro de Tecuciztcatl . A s oscureci su rostro, as le hiri el rostro, como hasta ahora se ve. Mientras ambos se s e g u a n presentando juntos, tampoco p o d a n moverse, n i seguir su camino. Solo al l , se quedaban quietos. Por esto, u n a vez m s , di jeron los dioses: Cmo habremos de vivir? No se mueve el sol . Acaso induciremos a u n a v i d a s in orden a los macehuales, a los seres humanos? Que por nuestro medio se fortalez-ca el sol! Muramos todos! Luego fue oficio de Ehcat l dar muerte a los dioses. Y dicen que, aunque todos los dioses m u r i e r o n , en verdad no con esto se m o v i , entonces fue oficio de Ehcatl poner de pie a l v iento , con l empujar mucho, hacer andar el v i e n t o . As l pudo mover el sol , luego este s igui su camino. Y cuando este ya anduvo, solamente all qued la l u n a . Cuando al f i n v i n o a entrar el sol a l lugar por donde se mete, entonces tambin la l u n a c o m e n z a moverse. A s , all se separa-r o n , cada uno s igui su c a m i n o . Sale u n a vez el sol y cumple su oficio durante el d a . Y la l u n a hace su oficio n o c t u r n o , pasa de noche, cumple su labor durante el la . De aqu se ve, lo que se dice, que aquel p u d o haber sido el sol Tecuciztcatl , si pr imero se hubiera arrojado a l fuego. Porque el p r i m e r o , Nanahuatz in , se present para hacer penitencia con todas sus cosas preciosas. A q u acaba este relato, desde tiempos antiguos la referan u n a y otra vez los an-cianos, los que tenan a su cargo conservarla. A n n i m o , Literatura maya, http://www.bibliotecayacucho.gob.ve

    /

    Glosario quetzal : ave de A m r i c a t r o p i c a l , de plumaje suave, b r i l l a n t e y tornasolado, copal: resina extrada del rbol del mismo nombre, util izada en ceremonias religiosas, ocote: Nombre genrico de varias especies de pino americano, maguey: planta de origen mexicano con cuyo fruto se fabrica una bebida llamada pulque. n 1. I d e n t i f i q u e n cules son los dioses que intervienen en esta histor ia . 2 Escriban la m i s m a h i s t o r i a , pero adaptada para chicos de 4 o grado.

  • Contexto histrico, social y cultural

    Antes de la l legada de Cristbal C o l n a l continente americano, las sociedades i n d g e n a s ya h a b a n alcanzado u n a avanzada o r g a n i z a c i n social y u n g r a n desarrollo de sus c u l t u r a s . Estos pueblos , cuyas comunidades m s numerosas y conocidas f u e r o n las sociedades maya, inca y azteca, p o b l a r o n el continente desde 2500 a o s antes de la l legada de los e s p a o l e s en 1492. El proceso de la Conquista fue sumamente destructor y ciudades opulentas como Tenochtit ln, en el actual territorio de M x i c o , o U t a t l n , en el actual t e r r i -torio de Guatemala, fueron arrasadas e incendiadas. Del mismo modo, los docu-mentos pertenecientes a las culturas originarias de A m r i c a fueron destruidos por los primeros misioneros cristianos que i n -tentaron obligar a los nativos a abandonar sus creencias religiosas; pero fueron estos mismos misioneros quienes, transcurr ido el t iempo y habiendo aprendido la lengua de estos pueblos, valoraron y recogieron la tradicin i n d g e n a , sus artes y sus costumbres. Entre los misione-ros que consintieron conservar felizmente estas tradiciones, se destacan Bernardino de Saha-g n y Bartolom de las Casas. A l g u n o s de estos pueblos americanos te-n a n sistemas propios de e s c r i t u r a , lo que p e r m i t e considerarlos c i v i l i z a d o s . Los m a -yas , por e jemplo , quienes d e s a r r o l l a r o n u n a b r i l l a n t e c u l t u r a en el sur de M x i c o y en el a c t u a l t e r r i t o r i o de Guatemala , m e d i a n t e u n a Representacin de Xochiquetzal, diosa azteca de escr i tura j e r o g l f i c a r e g i s t r a b a n los datos del las flores y el amor. comercio , las n o t i c i a s , e i n f o r m a c i n histri-ca y g e o g r f i c a . A d e m s , e x i s t a n cuarenta y c u a t r o lenguas mayas di ferentes . Historiadores y cronistas de la poca han dejado testimonio de que estos pueblos tenan libros de papel hecho de corteza de rbol donde escriban sus historias, la genealoga y la sucesin de sus reyes, los acontecimientos destacados de cada a o , la demarcacin de las tierras, las ceremonias y las fiestas, sus leyes y sus ritos rel i -giosos. Los misioneros espaoles que se encargaron de su instruccin religiosa tam-bin les ensearon a hablar, a leer y a escribir en lengua castellana: esto permiti que se conservaran por escrito las noticias de su historia y el tesoro literario que solo ellos conocan y que se haban estado transmitiendo probablemente en forma oral , de generacin en generacin. Tambin se conservan hasta la actualidad variados testimonios de las culturas prehispnicas, a travs de u n a gran cantidad de textos escritos en jeroglficos sobre madera, piedra, cermica u otros elementos. El nhuatl, de origen azteca, fue la lengua de mayor di fusin en la zona de M x i c o y a n hoy es hablada por cerca de u n m i l l n de personas. La l i teratura conservada en esta lengua demuestra su riqueza en la gran variedad temtica que presenta: narraciones acerca del origen del m u n d o , de los dioses y del hombre; cantos a la a legra , la belleza y la amistad; poemas heroicos y guerreros, como as tambin composiciones que expresan el dolor y la ref lexin ante la muerte .

  • Herramientas de anlisis Literatura 27

    El pensamiento mtico

    El hombre siempre ha tenido la necesidad de conocer y d o m i n a r el m u n d o . En las primeras etapas de l a h u m a n i d a d , as como en las primeras fases de la evolucin de una persona, la falta de conocimientos l leva a la construccin de explicaciones que apelan a la intervencin de fuerzas o seres sobrenaturales. Existe u n a forma p a r t i c u l a r de pensamiento social , el pensamiento m t i c o , que genera historias y creencias que f u n c i o n a n como sistemas interpretat ivos del m u n d o y t ienen la caracterst ica de que la sociedad que las crea las conside-ra verdaderas y mediante ellas expl ica c m o y por q u los dioses h a n creado la real idad que les toca v i v i r . Hasta p r i n c i p i o s del siglo x x , se consideraba el miro como u n a f icc in o i n -v e n c i n con f i n a l i d a d e x p l i c a t i v a , que tena como base l a ignorancia y la su-perst ic in . Pero a p a r t i r del p r i m e r cuarto del siglo, las investigaciones a n t r o -p o l g i c a s d i e r o n a l m i t o el sentido que le d a b a n las sociedades arcaicas: u n a h i s t o r i a verdadera, sagrada, ejemplar y s i g n i f i c a t i v a , como u n a d i m e n s i n sus-t a n c i a l de la experiencia h u m a n a . A m b o s enfoques se superponen y la palabra miro se emplea tanto para referirse a ficciones de u b i c a c i n t e m p o r a l imprecisa y con caracterst icas fabulosas, como a v e r d a d sagrada; el pensamiento mtico se refiere a esta segunda a c e p c i n . En las sociedades arcaicas los mitos p r o p o r c i o n a n ejemplos de conducta h u m a n a , es decir , los modos de conducta y las actividades de los hombres y mujeres t i e n e n sus modelos en las historias de los seres sobrenaturales . El his-toriador de las religiones Mircea Eliade cuenta que entre los i n d i o s navajo de Estados Unidos , por ejemplo, las mujeres deben sentarse con las piernas debajo de s y de lado , y los hombres , con las piernas cruzadas delante de el los , porque en u n p r i n c i p i o se d i j o que la "Mujer c a m b i a n t e " y el "Matador de monstruos" , seres mitolgicos de gran trascendencia en el or igen del pueblo navajo, se sen-t a r o n en estas posturas . Los mitos son considerados hechos verdaderos por los pueblos a los cuales pertenecen, pero no porque estos no d i s t i n g a n real idad de f iccin, sino porque lo sagrado es para ellos la verdad, mientras que consideran falsas las historias profanas. El carcter sagrado del m i t o en estas culturas condiciona tambin su di fus in; por ejemplo, hay mitos que no pueden ser escuchados por mujeres o por n i o s y cuyo conocimiento convierte a los jvenes en iniciados. Las narraciones m t i c a s e s t n pobladas de seres que no pertenecen a l m u n -do c o t i d i a n o , pero su accionar afect directamente a los hombres , y re latan to-dos los acontecimientos p r i m o r d i a l e s que provocaron que el hombre y el m u n d o sean hoy como son. Para el pensamiento mt ico , estas historias primordiales son las que expl ican la existencia de la h u m a n i d a d : as como el hombre moderno se considera el re-sultado de todo u n proceso histrico, el hombre de pensamiento mtico cree ser el resultado de los acontecimientos mticos que le h a n contado durante toda su v i d a , y esto es lo que le da sentido a su existencia.

  • 26 La mirada mtica

    A d e m s , ya desde los aos de la Conquista, expediciona-rios espaoles como Hernn Corts y Bernal Daz del Castillo se interesaron por las canciones y los poemas de los nativos. Los conquistadores escriban crni-cas relatando sus experiencias en el Mundo Nuevo, que envia-ban a los reyes en Europa. Fue a travs de estos textos, cono-cidos como Crnicas de Indias, que el mundo occidental tom conocimiento de las expresio-nes culturales de las comunida-des indgenas de Amrica . A su vez, luego de la Conquista, muchas comunidades mayas y aztecas buscaron conservar sus culturas y rituales frente a la amenaza de la extincin de sus costumbres a manos de la civilizacin occidental. As , se dedicaron a escribir numerosos textos en los que plasmaron su cosmovisin, que junto a las Cr-nicas de los expedicionarios, llegaron hasta la actualidad. U n aporte interesante en este sentido es el de Ulrico Schmidel, u n soldado y cronista a lemn venido a Amrica en la expedicin de Pedro de Mendoza, quien de regreso a su pas escribi los Relatos de la conquista del Ro de la Plata y Paraguay. A travs de estos testimonios se puede conocer, como si fuera u n viaje en el tiempo, las culturas de aquellas antiguas socie-dades, que a n estn presentes en la identidad latinoamericana. En la cultura de estos pueblos, los mitos c u m p l a n una funcin central . A travs de los relatos mitolgicos, las sociedades indgenas construan y transmitan su re-l igin, sus valores y sus formas de ver el m u n d o . Los mayores lean y relataban a los m s chicos los distintos mitos que d i f u n d a n las creencias en torno a la creacin del m u n d o , a los dioses, a l rol de los hombres y la naturaleza. Las sociedades prehisp-nicas eran politestas, es decir, le rendan culto a u n a gran cantidad de deidades. Las d i s t i n t a s mitologas precolombinas eran t r a n s m i t i d a s tanto oralmente como a travs del lenguaje escrito. Los relatos orales eran m u y i m p o r t a n t e s , ya que de esa manera las creencias religiosas y las historias de los dioses y los antepasados l legaban a conocimiento de los m s j v e n e s . La o r a l i d a d , desde los t iempos de los i n d g e n a s y hasta nuestros d a s , es u n a de las formas m s comunes de t r a n s m i s i n de la c u l t u r a p o p u l a r .

    Investiguen acerca del desarrollo cultural de los mayas, de los aztecas y de los incas y preparen un breve informe. Busquen en bibliotecas o en Internet alguna crnica de Indias en la que se cuente la impresin que tuvieron los espaoles al conocer a los habitantes de Amrica.

  • 28 la mirada mtica

    Las p r c t i c a s r i t u a l e s consisten en " v i v i r " los mitos y c o n s t i t u y e n u n a experiencia ver-daderamente r e l i g i o s a , y a que se consideran la r e a c t u a l i z a c i n d e l acontecimiento v i v i d o por los seres sobrenaturales . Durante estas p r c t i c a s se a b a n d o n a el m u n d o c o t i d i a n o para entrar en el m u n d o m t i c o , d o m i n a d o por l a potencia sagrada. Para esta c o s m o v i s i n , el c o n o c i m i e n t o del m i t o confiere el c o n o c i m i e n t o del o r i g e n de las cosas y de su sent ido , y otorga , por lo t a n t o , la p o s i b i l i d a d de m a n i p u l a r l a s . Mircea Eliade cita como ejemplo el m i t o p o l i n e s i o que e x p l i c a el or igen del m u n d o d i c i e n d o que el dios separ el cielo de la t i e r r a m e d i a n t e l a p a l a b r a . Estas palabras c o s m o g n i c a s de l o , gracias a las cuales el m u n d o comienza a e x i s t i r , son palabras creadoras, cargadas de poder sagrado, y por eso los hombres las p r o n u n c i a n en todas las c i r c u n s t a n -cias en que haya u n hecho de c r e a c i n , como en l a f e c u n d a c i n de u n a m u j e r , o en el r i t o de l a c u r a c i n del cuerpo y del e s p r i t u . Del m i s m o m o d o , las pa-labras con las que el dios h i z o b r i l l a r la luz en las t i n i e b l a s se u t i l i z a n en los r i tos dest inados a alegrar u n espr i tu s o m b r o y a b a t i d o , a esparcir la c l a r i d a d sobre cosas y lugares escondidos, a i n s p i r a r a los que c o m p o n e n cantos y en muchas otras c i r c u n s t a n c i a s en las que es necesario sacar a l h o m b r e de l a d e s e s p e r a c i n o el d e s n i m o . El mito El m i t o cuenta u n a historia sagrada; relata u n acontecimiento que ha tenido l u -gar en el t iempo p r i m o r d i a l , el t iempo fabuloso de los comienzos. Dicho de otro modo: el mito cuenta c m o , gracias a los seres sobrenaturales, u n a real idad ha venido a la existencia, sea esta la v i d a , el cosmos, o solamente unas cataratas, u n a m o n t a a , u n rbol o u n a determinada prctica c u l t u r a l , como u n r i to o el modo de hacer u n determinado trabajo. Por este m o t i v o , los mitos resultan ser siempre el referente y el modelo de cada acto h u m a n o signif icat ivo. Constituyen la religin de los pueblos que los crean porque cuentan la i r r u p -cin de lo sagrado en el m u n d o material y h u m a n o . Por ese m o t i v o , sus perso-najes son seres sobrenaturales, m s poderosos que los hombres. Tienen el valor de lo o r i g i n a r i o y lo eterno, expl ican en forma indiscutible lo que da motivo y just i f ica la existencia y el modo de existir de todo lo que se relaciona con la v i d a del hombre, y del hombre mismo. Los mitos t ienen l a cual idad de ser historias sagradas, y por lo tanto verdade-ras para el pueblo a l que pertenecen, debido a que se refieren a realidades con-cretas: se cree en los mitos que cuentan el origen del m u n d o porque el m u n d o

  • existe, y eso los hace verdaderos; se cree en los mitos que hablan del origen de los hombres, porque los hombres estn ah para probarlo. Existen dist intas clases de mitos: C o s m o g o n a s : relatan el origen del universo. 9 Teogonias: n a r r a n el origen de los dioses. A n t r o p o g o n a s : expl ican el origen del hombre.

    Pero tambin suelen incluirse en el d o m i n i o de la mitologa , las leyendas etio-lgicas y los ciclos heroicos. L e y e n d a s etiolgicas: tambin l lamadas mitos de origen, expl ican el naci-miento de u n f e n m e n o espec f ico , como el eco o la m s i c a , o b i e n , de a l g n elemento de la naturaleza local , como u n ro o u n a m o n t a a . Ciclos heroicos: son las narraciones protagonizadas por u n m i s m o hroe.

    Lectura y anlisis de fuentes

    Enfocado en lo que tiene de vivo, el mito no es una explicacin destinada a satisfacer una cu-riosidad cientfica, sino un relato que hace revivir una realidad original y que responde a una profunda necesidad religiosa, a aspiraciones morales, a coacciones e imperativos de orden social, e incluso a exigencias prcticas . En las civilizaciones primit ivas el mito d e s e m p e a una funcin indispensable: expresa, realza y codifica las creencias; salvaguarda los principios morales y los impone; garantiza la eficacia de las ceremonias rituales y ofrece reglas prcticas para el uso del hombre. El mito es, pues, un elemento esencial de la civilizacin humana; lejos de ser una vana f b u -la, es, por el contrario , una realidad viviente a la que no se deja de recurrir; no es en modo alguno una teora abstracta o un desfile de i m g e n e s , sino una verdadera codificacin de la religin primit iva y de la sabidura prctica ( . . . ) . Todos estos relatos son para los indgenas la expresin de una realidad o r i g i n a l , mayor y m s llena de sentido que la actual , y que de-termina la vida inmediata , las actividades y los destinos de la humanidad. El conocimiento que el hombre t iene de esta realidad le revela el sentido de los ritos y de los preceptos de orden m o r a l , al mismo t iempo que el modo de cumplirlos . Bronislaw Mal inowski , "El mito en la psicologa primit iva" , en Magia, ciencia y religin, Buenos Aires, Planeta, 1993.

    Cul es la diferencia entre el enfoque tradicional del mito y el que le da la antropologa a partir del siglo xx? Expliquen en qu consiste el pensamiento mtico y debatan entre todos acerca de las diferencias que presen-ta con la cosmovisin del hombre moderno. A continuacin escriban un breve texto presentando las diferen-cias entre ambos. A cul de las clases de mitos presentadas corresponde El nuevo sol en Teotihuacn? Busquen un ejemplo de dos de las clases restantes.

  • Mitos urbanos

    El pensamiento mtico no es pr ivat ivo de las sociedades arcaicas, ya que la c ircu-lac in del m i t o es tambin u n a real idad de las sociedades modernas; en l a moder-n i d a d , el pensamiento mtico y el cientfico se mezclan y conviven. A d e m s de las religiones, que t ienen u n fundamento mt ico , en cada c iudad existen historias remotas e inexplicables, l lamadas mitos urbanos, que se relacio-n a n o bien con a l g n ant iguo habitante de la c i u d a d , o bien con a l g n edi f ic io , plaza, cementerio o cualquier otro espacio de inters para la c o m u n i d a d . Ya se ha visto que el trmino mito ha tenido diversas interpretaciones a lo largo de la historia y si b ien en la actual idad las ciencias consideran a l m i t o como verdad sagrada propia de u n a c u l t u r a , existe tambin el concepto de m i t o como u n a historia f ic t ic ia , de ubicacin temporal imprecisa, que siempre entraa algo sobrenatural . Los l lamados mitos urbanos responden a esta l t i m a a c e p c i n . Son narraciones a n n i m a s , que circulan oralmente y as se v a n transmitiendo y modificando. Por este motivo tambin es habitual encontrar la misma historia lo-calizada en dos o ms ciudades diferentes, adaptada a los nombres y espacios del lugar. Lo que atrae la atencin de los habitantes de la ciudad es su condicin de inex-plicables e imprecisas en el tiempo, pero simultneamente, cercanas y propias, por pertenecer al mismo espacio urbano. La pertenencia local queda ratificada en estos relatos mediante la referencia precisa a sitios o personajes a los que los habitantes pueden reconocer e identificar. Tambin es habitual la circulacin de mitos referidos a personas pblicas, en general del ambiente artstico, que fallecieron jvenes. Algunos ejemplos de mitos urbanos son: La dama vestida de negro En San Gregorio, localidad cercana a Venado Tuerto, provincia de Santa Fe, se cuenta que una maana de cerrada llovizna, un abastecedor del frigorfico Mam, de Rufino, encontr en la ruta 14 auna mujer vestida de negro que haca el tradicional gesto de autostop. La llev hasta la ciudad y cuando la dama se baj, tras agradecerle por haberla acercado, le dijo su nombre: Nancy Nez. Poco despus , el hombre se enter de que Nancy Nez haba fallecido un ao y medio atrs en un extrao accidente, cuando la avioneta que piloteaba su marido haba perdido una de sus rue-das impactando en el auto que ella conduca y causndole la muerte instantneamente. El hombre descubri tambin que el lugar en donde haba parado para levantar a ta mujer, entre Christopher-sen y San Gregorio, era exactamente el sitio donde haba ocurrido la tragedia. Oros testimonios dan cuenta de la misma aparicin, en la misma ruta, a la altura del tugar del accidente.

    Identifiquen en el retato ledo las caractersticas de los mitos urbanos. * Averigen si en el lugar donde viven existe un mito local y realicen ta narracin por escrito. Si no existe ninguno, pueden inventarlo.

  • Herramientas de produccin Literatura 31

    La resea

    Una resea l i teraria es u n texto que da cuenta de la lectura personal que u n cr-tico realiza sobre u n a obra. Abarca tanto u n a presentacin o descripcin de la misma como la opinin personal del crtico. En cuanto a la descripcin de la obra, tomando como ejemplo u n a narracin, los aspectos a considerar seran: quin es el narrador, c u l es el tema, cmo es el orden temporal , la razn del ttulo, los personajes que se destacan, el estilo, la organiza-cin y cualquier otra caracterstica l iteraria que el crtico desee mencionar. La opinin debe estar debidamente justificada con pasajes del texto o con la cita de referencias que surjan de la misma, es decir: l a opinin del crtico debe apoyarse en argumentos fundamentados en la misma obra que se est reseando. Para la elaboracin de la resea se realiza u n a pr imera lectura de la obra, incluyendo todos sus elementos paratextuales: tapa, contratapa, prlogo, dedi-catoria, notas, etctera, y u n a segunda lectura , detenindose en los aspectos que merezcan u n anl is is m s detal lado, o bien en los que f u n d a m e n t e n su o p i n i n . El siguiente texto es u n fragmento de u n a resea sobre la novela Los ros pro-fundos, del escritor peruano Jos Mara Arguedas:

    La novela Los ros profundos, del peruano Jos Mara Arguedas, conforma un complejo artefacto literario desde el cual es posible reflexionar acerca de uno de los ms grandes tpicos de anlisis y discusin de la cultura latinoamericana moderna, como es la tensa relacin dada por el choque entre la tradicin indgena y la cultura del mundo occidental derivado de la conquista espaola y su influencia cultural, poltica y econmica. Los ros profundos es una novela de aprendizaje, dado que cumple gran parte de las condi-ciones necesarias para ser incluida dentro de esta categora. Un personaje joven, en crecimiento, tanto fsica como experiencialmente y generalmente en movimiento en el espacio fsico, atraviesa situaciones a travs de las cuales se pone en cuestin su percepcin del mundo. Ernesto, el prota-gonista y narrador de la novela, es un muchacho de origen blanco, hijo de un abogado con el que viaja a travs del pas, que desarrolla una relacin conflictiva con el mundo occidental y moder-no, y que paralelamente hace propios los valores y la cultura indgenas. Esquemticamente, es posible afirmar que en Los ros profundos funciona, por un lado, la cosmovisin indgena, con su lenguaje, sus construcciones, sus tipos sociales y sus msicas, como clave para el desarrollo de una experiencia vinculada a la memoria, la tradicin, la naturaleza y la libertad, en oposicin a la inmovilidad de los espacios cerrados, vinculados a la conquista espaola y su cultura opresiva. Juan F. Gentile, " R e s e a " , Facultad de Filosofa y Letras, UBA, 2010. (Fragmento.)

    En los diarios y revistas pueden leerse reseas teatrales y cinematogrficas. Busquen alguna y analcen-la identificando la descripcin de la obra y la opinin del crtico.

  • La Odisea

    Los dos grandes poemas picos de la Grecia ant igua fueron la Ilada y la Odisea, ambos atribuidos a l poeta Homero. El pr imero n a r r a los acontecimientos o c u r r i -dos durante el l t imo de los diez a o s que dur la Guerra de Troya, y el segundo cuenta el accidentado regreso de Odiseo, u n o de los hroes destacados durante l a guerra, a su isla n a t a l . Entre los innumerables inconvenientes que debe padecer el hroe en este regreso, que por designio de los dioses le llevar diez aos , se cuenta cmo es secuestrado por la ninfa Calipso, quien, enamorada de l , logra retenerlo en la isla, dada su condicin de ser sobrenatural. Pero a pesar de los cuidados y halagos de la n infa , Odiseo solo anhela regresar a su hogar para v i v i r junto a su esposa Penlope y su hijo Telmaco. Rapsodia quinta: "La balsa de Odiseo" La Aurora se levantaba del lecho, dejando al i lustre Titn, para l levar la luz a los inmortales y a los mortales , cuando los dioses se reunieron en j u n t a , s in que faltara Zeus alt itonante cuyo poder es g r a n d s i m o . Y Atenea, trayendo a la memoria los m u -chos i n f o r t u n i o s de Odiseo, los refiri a las deidades; interesndose por el hroe, que se hal laba entonces en el palacio de la n i n f a . ATENEA: Padre Zeus, bienaventurados y sempiternos dioses! N i n g n rey, que empu-e cetro, sea benigno, n i blando, n i suave, n i emplee el entendimiento en cosas justas; antes, por el contrario, proceda siempre con crueldad y lleve al cabo acciones nefandas; ya que nadie se acuerda del d iv ino Odiseo, entre los ciudadanos sobre los cuales rema-ba con blandura de padre. Hl lase en una isla atormentado por fuertes pesares: en el palacio de la ninfa Calipso, que le detiene por fuerza; y no le es posible llegar a su patria porque le faltan naves provistas de remos y compaeros que le conduzcan por el ancho dorso del mar. Y ahora quieren matarle el hijo amado as que torne a su casa, pues ha ido a la sagrada Pilos y a la divina Lacedemonia en busca de noticias de su padre. Respondile Zeus, que amontona las nubes: ZEUS: Hija ma! Qu palabras se te escaparon del cerco de los dientes! No formaste t misma ese proyecto: que Odiseo, al tornar a su t ierra , se vengara de aquellos? Pues a c o m p a a con discrecin a Telmaco, ya que puedes hacerlo, a f i n de que se restituya inclume a su patria y los pretendientes que estn en la nave tengan que volverse. Di jo; y dir igindose a Hermes, su h i j o amado, hablle de esta suerte: ZEUS: Hermes! Ya que en lo d e m s eres t el mensajero, ve a decir a la n i n f a de her-mosas trenzas nuestra f irme resolucin - q u e el paciente Odiseo torne a su p a t r i a - para que el hroe emprenda el regreso sin ir a c o m p a a d o n i por los dioses n i por los mor-tales hombres: navegando en u n a balsa hecha con gran nmero de ataduras, l legar en veinte das y padeciendo trabajos a la frtil Esqueria, a la tierra de los feacios, que por su linaje son cercanos a los dioses; y ellos le honrarn cordialmente como a u n a

  • deidad, y le enviarn en u n bajel a su patria t ierra , despus de regalarle bronce, oro en abundancia , vestidos, y tantas cosas como j a m s sacara de Troya si llegase indemne y habiendo obtenido la parte de botn que le correspondiese. Dispuesto est por la Parca que Odiseo vea a sus amigos y llegue a su casa del alto techo y a su patria . As di jo. El mensajero Argifontes no fue desobediente; al punto at a sus pies los divinos talares dorados, que le llevaban sobre el mar y sobre la tierra inmensa con la rapidez del viento, y tom la vara con la cual adormece los ojos de los hombres que quiere o despierta a los que duermen. Tenindola en las manos, el poderoso Argifontes emprendi el vuelo y, al llegar a la Pieria, baj del ter al ponto y comenz a volar rpidamente sobre las olas, como la gaviota que, pescando peces en los grandes senos del mar estril, moja en el agua del mar sus tupidas alas: ta l pareca Hermes mientras volaba por encima del gran oleaje. Cuando hubo arribado a aquella isla tan lejana, sali del violceo ponto, salt en tierra, prosigui su camino hacia la vasta gruta donde moraba la ninfa de hermosas trenzas, y hallla dentro. Arda en el hogar u n gran fuego, y el olor del hendible cedro y de la tuya, que en l se quemaban, difundase por la isla hasta m u y lejos; mientras ella, cantando con voz hermosa, teja en el interior con lanzadera de oro. Rodeando la gruta, haba crecido una verde selva de chopos, lamos y cipreses olorosos donde anidaban aves de luengas alas: buhos, gavilanes y cornejas marinas, de ancha lengua, que se ocu-paban en cosas del mar. All mismo, junto a la honda cueva, extendase u n a via flore-ciente, cargada de uvas; y cuatro fuentes manaban muy cerca la una de la otra, dejando correr en varias direcciones sus aguas cristalinas. Veanse en contorno verdes y amenos prados de violetas y apio; y, a l llegar all , hasta u n i n m o r t a l se hubiese admirado, sintien-do que se le alegraba el corazn. Detvose el Argifontes a contemplar aquello; y despus de admirarlo, penetr en la ancha gruta, y fue conocido por Calipso, la d iv ina entre las diosas, desde que a ella se present; que los dioses inmortales se reconocen mutuamente aunque v i v a n apartados; pero no hall al m a g n n i m o Odiseo, que estaba llorando en la ribera, donde tantas veces, consumiendo su nimo con lgrimas, suspiros y dolores, fijaba los ojos en el ponto estril y derramaba copioso l lanto. Y Calipso, la divina entre las diosas, hizo sentar a Hermes en esplndido sitial y preguntle de esta suerte: CALIPSO: Por q u , oh Hermes, el de l a u r e a v a r a , venerable y caro, vienes a m i morada? Antes no sol as frecuentarla . D i q u deseas, pues m i n i m o me i m p u l s a a ejecutarlo si de m depende y es el lo posible . Pero s i g e m e , a f i n de que te ofrezca los dones de l a h o s p i t a l i d a d . Habiendo hablado de semejante m o d o , l a diosa p s o l e delante u n a mesa, que ha-b a colmado de ambrosa y m e z c l el rojo nctar . A l l bebi y c o m i el mensajero Argi fontes . Y cuando h u b o cenado y repuesto su n i m o con la c o m i d a , respondi a Calipso con estas pararas: HERMES: Me preguntas, oh diosa, a m , que soy dios, por qu he venido. Voy a decrte-lo con sinceridad, ya que as lo mandas. Zeus me orden que viniese, sin que yo lo desea-ra: quin pasara de buen grado tanta agua salada que n i decirse puede, mayormente no habiendo por ah n inguna ciudad en que los mortales hagan sacrificios a los dioses y les inmolen selectas hecatombes? Mas no le es posible a n i n g n dios n i transgredir n i

  • 34 La mirada mtica

    dejar sin efecto la voluntad de Zeus, que lleva la gida. Dice que est contigo u n varn, que es el m s infortunado de cuantos combatieron alrededor de la ciudad de Pramo durante nueve aos y, en el dcimo, habindola destruido, tornaron a sus casas; pero en la vuelta ofendieron a Atenea, y la diosa hizo que se levantara u n viento desfavorable e hinchadas olas. En estas hal laron la muerte sus esforzados compaeros; y a l trajronlo ac el viento y el oleaje. Y Zeus te manda que a ta l varn le permitas que se vaya cuanto antes; porque no es su destino morir lejos de los suyos, sino que la Parca tiene dispuesto que los vuelva a ver, llegando a su casa de elevada techumbre y a su patria tierra. A s d i j o . Estremecise Calipso, la d i v i n a entre las diosas, y respondi con estas ala-das palabras: CALIPSO: Sois, oh dioses, malignos y celosos como nadie, pues sents envidia de las dio-sas que no se recatan de dormir con el hombre a quien han tomado por esposo. As , cuando la Aurora de rosceos dedos arrebat a Orion le tuvisteis envidia vosotros los dioses, que vivs sin cuidado, hasta que la casta Artemis, la de trono de oro, lo mat en Ortigia alcan-zndole con sus dulces flechas. Asimismo cundo Demeter, la de hermosas trenzas, cedien-do a los impulsos de su corazn juntse en amor y cama con Yasin en una tierra noval labrada tres veces, Zeus, que no tard en saberlo, mat al hroe hirindole con el ardiente rayo. Y as tambin me tenis envidia, oh dioses, porque est conmigo u n hombre mortal , a quien salv cuando bogaba solo y montado en una qui l la , despus que Zeus le hendi la nave, en medio del vinoso ponto, arrojando contra la misma el ardiente rayo. All acaba-ron la vida sus fuertes compaeros; mas a l trajronlo ac el viento y el oleaje. Y le acog amigablemente, le mantuve y djele a menudo que le hara inmortal y libre de la vejez por siempre jams. Pero, ya que no le es posible a n i n g n dios n i transgredir n i dejar sin efecto la voluntad de Zeus, que lleva la gida, vayase aqul por el mar estril, si ese le incita y se lo manda; que yo no le he de enviar, pues no dispongo de naves provistas de remos, n i puedo darle compaeros que le conduzcan por el ancho dorso del mar; aunque le aconsejar de muy buena voluntad, sin ocultarle nada, para que llegue sano y salvo a su patria tierra. Replicle el mensajero Argifontes: HERMES: Despdele pronto y teme la clera de Zeus, no sea que este dios, irritndo-se, se e n s a e contra t i en lo sucesivo. Y odo el mensaje de Zeus, fue a buscar a l m a g n n i m o Odiseo, y djole de esta suerte la d i v i n a entre las diosas: CALIPSO: Desdichado! No llores m s n i consumas t u v i d a pues de m u y buen grado dejar que partas. Ea! Corta maderos grandes: y, ensamblndolos con el bronce, forma una extensa balsa y cbrela con piso de tablas, para que te lleve por el oscuro ponto. Yo pondr en ella p a n , agua y el rojo v i n o , regocijador del n i m o , que te librarn de pade-cer hambre; te dar vestidos y te mandar prspero viento, a f i n de que llegues sano y salvo a t u patria t ierra si lo quieren los dioses que habitan el anchuroso cielo; los cuales me aventajan, as en trazar designios como en llevarlos a trmino. As di jo. Estremecise el paciente d i v i n a l Odiseo y respondi con estas aladas palabras: ODISEO: Algo revuelves en t u pensamiento, oh diosa!, y no por cierto m i partida, al ordenarme cruzar en una balsa el gran abismo del mar, tan terrible y peligroso que no lo

  • Literatura 35

    pasarn fcilmente naves de buenas proporciones y veleras, animadas por u n viento favo-rable que les enviara Zeus. Yo no subira en la balsa, m a l de t u grado, si no te resolvieras a prestar firme juramento de que no maquinars causarme n i n g n otro pernicioso dao. A s h a b l . Sonrise Calipso, la d i v i n a entre las diosas; y, acaric indole con la m a n o , le di jo estas palabras: CALIPSO: Eres en verdad injusto, aunque no sueles pensar cosas l ivianas, cuando ta-les palabras te has atrevido a proferir. Spalo ahora la Tierra y desde arriba el anchuroso Cielo y el agua corriente de la Estix, que es el juramento mayor y m s terrible para los bienaventurados dioses: no maquinar contra t i n i n g n pernicioso d a o , y pienso y he de aconsejarte cuanto para m misma discurriera si en t a n grande necesidad me viese. M i intencin es justa, y en m i pecho no se encierra u n nimo frreo sino compasivo. Cuando as hubo hablado, la divina entre las diosas ech a andar aceleradamente y Odiseo fue siguiendo las pisadas de la deidad. Llegaron a la profunda cueva la diosa y el varn, este se acomod en la silla de donde se haba levantado Hermes, y la ninfa sirvile toda clase de alimentos, as comestibles como bebidas, de los que se mantienen los mortales hombres. Luego sentse ella enfrente del divino Odiseo, y sirvironle las criadas ambrosa y nctar. Cada uno ech mano a las viandas que tena delante; y, apenas se hubieron sacia-do de comer y de beber, Calipso, la divina entre las diosas, rompi el silencio y dijo: CALIPSO: Laertada del l inaje de Zeus! Odiseo fecundo en ardides! A s , pues, de-seas irte en seguida a t u casa y a t u patr ia tierra? S , esto no obstante, dichoso. Pero si t u inteligencia conociese los males que h a b r s de padecer fatalmente antes de l le-gar a t u p a t r i a , te quedaras conmigo, custodiando esta morada, y seras i n m o r t a l , aunque ests deseoso de ver a t u esposa, de la que padeces soledad todos los d a s . Yo me jacto de no serle inferior n i en el cuerpo n i en el n a t u r a l , que no pueden las mortales competir con las diosas n i por su cuerpo n i por su belleza. Respondile el ingenioso Odiseo: ODISEO: No te enojes conmigo, veneranda deidad! Conozco muy bien que la prudente Penlope te es inferior en belleza y en estatura; siendo ella mortal y t i n m o r t a l y exenta de la vejez. Sin embargo, deseo y anhelo continuamente irme a m i casa y ver lucir el da de m i vuelta. Y si alguno de los dioses quisiera aniquilarme en el vinoso ponto, lo sufrir con el nimo que llena m i pecho y t a n paciente es para los dolores; pues he padecido mucho as en el mar como en la guerra, y venga este m a l tras de los otros. As h a b l . P s o s e el sol y sobrevino la oscuridad. Retirronse entonces a lo m s h o n -do de la profunda cueva; y all m u y juntos , h a l l a r o n en el amor contentamiento. [...] A l cuarto da ya todo estaba terminado, y al quinto despidile de la isla la divina Calipso, despus de lavarlo y vestirle perfumadas vestiduras. Entregle la diosa u n pellejo de negro vino , otro grande de agua, u n saco de provisiones y muchos manjares gratos al nimo; y mandle favorable y plcido viento. Gozoso despleg las velas el d iv inal Odiseo y sentn-dose, comenz a regir hbilmente la balsa con el timn, sin que el sueo cayese en sus prpados, mientras contemplaba las Plyades, el Bootes, que se pone muy tarde, y la Osa, llamada el Carro por sobrenombre, la cual gira siempre en el mismo lugar, acecha a Orion y es la nica que no se baa en el Ocano; pues habale ordenado Calipso, la divina entre las y

  • 36 Lo mirado mtico

    diosas, que tuviera la Osa a la mano izquierda durante la travesa. Diecisiete das naveg, atravesando el mar, y al decimoctavo pudo ver los umbrosos montes del pas de los feacios apareciendosele en la parte ms cercana, como u n escudo en medio del sombro ponto. El poderoso Poseidn, que sacude la tierra, regresaba entonces del pas de los etopes y v io a Odiseo de lejos, desde los montes Solimos, pues se le apareci navegando por el ponto. Encendise en ira la deidad y, sacudiendo la cabeza, habl entre s de semejante modo: P O S E I D N : Oh dioses! Sin d u d a cambiaron las deidades sus propsitos en orden a Odiseo, mientras yo me h a l l a b a entre los et opes. Ya est junto a la t ierra de los feacios, donde el hado dispone que se l i bre del c m u l o de desgracias que le h a n a l -canzado. Creo, no obstante, que a n h a b r n de cargar sobre l no pocos males. D i j o ; y echando mano a l tr idente congreg las nubes y turb el mar; suscit grandes torbel l inos de toda clase de vientos; cubri de nubes l a t ierra y el p o n t o , y la noche cay del cielo. Soplaron a la vez el euro, el noto , el impetuoso cfiro y el breas que, nacido en el ter, levanta grandes olas. Entonces desfallecieron las rodi l las y el cora-zn de Odiseo; y el h r o e , g i m i e n d o , a su m a g n n i m o espritu as le h a b l : ODISEO: Ay de m , desdichado! Qu es lo que a l f i n me va a suceder? [...] Homero, "Rapsodia Quinta" (fragmento), en Odisea, M a d r i d , A g u i l a r , 1992.

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    Glosario Tirn: t r o y a n o famoso por su bel leza. Eos lo convirt i en su amante . altitonante: que t r u e n a desde lo a l to . nefando: i n d i g n o , que genera repugnancia u h o r r o r . ninfa: cada u n a de las fabulosas deidades de las aguas, bosques y selvas. Pilos: c i u d a d ubicada en l a costa sudoeste del Peloponeso. Lacedemonia: n o m b r e dado a la c i u d a d de Esparta. Esquena: is la h a b i t a d a por los feacios, cuya u b i c a c i n no es posible precisar. feacios: pueblo mt ico que a y u d a Odiseo a volver a t a c a . bajel: e m b a r c a c i n . talares: p e q u e a s alas que algunas d i v i n i d a d e s l l e v a b a n en los talones. ponto: masa de agua salada, m a r . hendible: capaz de ser atravesado o cortado. tuya: rbol con hojas siempre verdes. chopo: r b o l : l a m o . luengas: largas. corneja: ave. magnnimo: que t iene grandeza y e l e v a c i n de n i m o . urea: de oro . ambrosa: m a n j a r o a l i m e n t o de los dioses. hecatombe: sacri f ic io a los dioses. gida: p i e l de la cabra A m a l t e a , a t r i b u t o de Zeus. noval: d icho de u n a t i e r r a que se c u l t i v a por p r i m e r a vez.

  • Literatura 37

    bogar: remar. hado: dest ino . caro: q u e r i d o . umbrosos: s o m b r o s . Plyades, Bootes, Orion: constelaciones. Euro, Aforo, Cfiro y Breas: nombres de v i e n t o s . 1. A v e r i g e n qu es u n a rapsodia . 2. En el fragmento ledo aparecen varios dioses. Busquen en e l texto cules son sus nombres y averigen qu simbolizaba cada uno dentro de la mitologa griega. 3. Expl iquen c u l es l a s i tuacin de Odiseo s e g n lo que Atenea plantea ante l a j u n t a de los dioses y q u resolucin t o m a Zeus a l respecto. 4 . A qu atribuye Calipso la resolucin de Zeus? Cmo argumenta su punto de vista? 5. Rastreen e n e l t e x t o las expresiones e n las que se aprecia que e x i s t a e n esta m i t o l o g a u n a j e r a r q u a de dioses e n las que a l g u n o s m a n d a b a n y otros o b e d e c a n . 6 . Calipso le ofrece a Odiseo l a eterna j u v e n t u d , v i v i r en u n hermoso y apacible lugar y d is frutar de todos los placeres. Sin embargo, Odiseo no deja de aorar a su f a m i l i a y su t i e r r a , como se ve en e l siguiente prrafo:

    "Conozco m u y b i e n que l a prudente P e n l o p e te es i n f e r i o r en belleza y en estatura; siendo el la m o r t a l y t i n m o r t a l y exenta de la vejez. Sin embargo, deseo y anhelo cont inuamente i r m e a m i casa y ver l u c i r el d a de m i v u e l t a . Y s i a l g u n o de los dioses quisiera a n i q u i l a r m e en e l v inoso ponto , lo sufrir con el n i m o que l lena m i pecho y t a n paciente es para los dolores; pues he padecido m u c h o as en el m a r como en l a guerra , y venga este m a l tras de los otros" . 7. Debatan entre todos en q u sentido esta a c t i t u d de Odiseo contribuye a la construccin de su f igura de hroe.

    El autor La Odisea, a l i g u a l que La Ilada, consideradas por la m a y o r a de los crt icos como las obras m s p r i m i t i v a s de l a l i t e r a t u r a europea, son a t r i b u i d a s a H o m e r o , poeta griego de c u y a v i d a no se t i e n e n datos certeros. S e g n e l h i s t o r i a d o r H e r d o t o , v i v i d u r a n t e el siglo i x a. C. A d m i r a d o , i m i t a d o y citado por todos los poetas , filsofos y art istas griegos que le s i g u i e r o n , es e l poeta por antonomasia de l a l i t e r a t u r a griega. La Ilada y l a Odisea h a n sido l l a m a d a s la Biblia de los griegos. Durante siglos estos dos poemas f u e r o n l a base de l a e d u c a c i n grie-ga, t a n t o de l a e d u c a c i n f o r m a l como de l a v i d a c u l t u r a l d e l c iudadano c o m n . A p a r t i r de entonces, su obra c o n s t i t u y u n referente para l a e d u c a c i n c l s i c a .

  • 38 La mirada mtica

    La mitologa griega

    Lo que hoy se conoce como mitologa griega invo-lucra mucho m s que los mitos propiamente dichos que cuentan cmo los poderes sobrenaturales crea-ron el cosmos, el hombre y los dioses. Incluye gran cantidad de ciclos heroicos y tambin cuentos po-pulares, pero todas estas narraciones tienen como personajes a dioses que, si bien podan dominar las fuerzas de la naturaleza y eran inmortales, se parecan mucho a los humanos en cuanto a que experimentaban las mismas pasiones: celos, ira , / n a c i m e n t 0 d e V e n u s d e S a n d r o B o t c e l l amor, rencor, y tambin tenan defectos y virtudes, ( s g [ 0 x v ) . se equivocaban, se arrepentan y se enojaban. Los griegos no tuvieron u n l ibro sagrado como el Popolvuh de los indios quiche o la Biblia del pueblo hebreo, sino que todas estas historias circulaban oralmente, y algunas fueron tomadas por los poetas para com-poner epopeyas o tragedias; de ese modo es como llegaron hasta la actualidad. El origen de los dioses Grecia est compuesta por u n a parte continental y una gran cantidad de islas entre las que se destaca Creta. All surgi, aproximadamente en el a o 2500 a. C , una ci-vilizacin l lamada minoica (as bautizada por el arquelogo ingls Evans quien en el ao 1900 descubri u n palacio que asoci con el del legendario rey Minos, el mismo que encerr en u n laberinto al monstruoso Minotauro) y que puede considerarse en muchos aspectos antecesora de la griega. Finalizado el esplendor cretense hacia el a o 1500 a. C , fue la civilizacin micnica (cuyo centro estaba en la ciudad de Mice-nas) la que ocup el lugar preponderante en la regin hasta el ao 1000 a. C. Si bien es cierto que durante los ltimos ciento cincuenta aos se han producido numerosos ha-llazgos arqueolgicos en la zona - e n especial desde 1873, cuando el a lemn Heinrich Schliemann encontr u n objeto de oro en la zona donde se haba alzado Troya- , las evidencias son t a n remotas que no echan luz suficiente para i l u m i n a r con claridad ese perodo. En la misma zona, por ejemplo, se h a n hallado restos de once "Troyas" que indican el sucesivo paso de pueblos similares pero diferentes. Algo parecido ocurri con la religin: los nuevos pueblos que h a c a n su apa-ricin en el Egeo superponan a los ya existentes sus propios dioses, aunque sin e l i m i n a r a los anteriores. Se dio as u n lento proceso de evolucin y a c u m u l a c i n de divinidades que, s e g n sostiene el escritor ingls Robert Graves en Los mitos griegos, comenz en la " [ . . . ] Europa neoltica [que], a juzgar por los artefactos y m i -tos sobrevivientes, posea u n sistema de ideas religiosas notablemente h o m o g n e o , basado en la adoracin de la diosa Madre de muchos ttulos [ . . . ] " . Con el t iempo, las sociedades comprendieron la relacin entre el hombre, la mujer y los partos, y el r o l masculino comenz a ser m s valorado. Surgieron entonces los dioses masculinos,

  • Literatura 39

    ese p r i m i t i v o monotesmo se fragment y se dio el primer impulso para la prolife-racin de divinidades. A d e m s , algunas sociedades que practicaban el animismo -es decir, crean en la existencia de espritus que a n i m a b a n todas las cosas- empe-zaron a interactuar con las civilizaciones m s antiguas y, f inalmente, esos espritus t a n imprecisos fueron imbuidos de u n a forma y u n carcter humanos. Los dioses y los hombres Para la p o c a en l a que se compusieron l a Ilada y l a Odisea, los dioses p r i n c i p a -les eran doce y se los c o n o c a como los O l m p i c o s , y a que se crea que t e n a n su residencia en l a c i m a del Monte O l i m p o , l a m x i m a e l e v a c i n de Grecia. El m s i m p o r t a n t e y poderoso de ellos era Zeus, que presida las asambleas d i v i n a s de las que p a r t i c i p a b a n su esposa (y hermana) Hera, l a diosa de la f e c u n d i d a d ; A p o l o , el dios de l a m e d i c i n a , la m s i c a y los o r c u l o s ; P o s e i d n , el dios del m a r ; Demeter, l a diosa de la a g r i c u l t u r a ; Artemis, la diosa de la caza y l a v i r g i -n i d a d ; Ares, el dios de l a guerra; Atenea, la diosa de l a intel igencia y la sabidu-ra; A f r o d i t a , l a diosa d e l amor; Hefesto, el dios del fuego; Hestia , la diosa del hogar; y Hermes, el dios del comercio y mensajero de las deidades. Pero estos dioses solan abandonar el Monte Olimpo para inmiscuirse en los asun-tos humanos y, dado que no podan presentarse ante los mortales con su verdadera apariencia porque la energa que emanaban resultaba mortal , resolvan esta cuestin adoptando la forma de a lgn humano. Las relaciones entre dioses y hombres eran muy frecuentes y heterogneas. De Zeus, por ejemplo, existen al menos una decena de his-torias en las que se cuenta cmo descendi de su morada sagrada para disfrutar de la compaa de distintas mujeres adoptando formas tan curiosas como las de toro blanco, l luvia de oro, cisne, o esposo; Atenea en la Odisea ayuda permanentemente a Odiseo y a su hijo Telmaco ya sea con la apariencia de anciano o de muchacha. Es el mortal Pa-rs quien tiene que actuar como juez en una contienda que consista en determinar cul era la ms hermosa de las diosas, y puesto que eligi a Afrodita por sobre Hera y Ate-nea, la triunfadora le otorg como recompensa a Helena, la m s bella de las mortales, mientras las otras planeaban la venganza. Este es el episodio mtico que da origen a la clebre Guerra de Troya y en la que algunas deidades participan activamente. Aquiles, uno de los hroes de Troya, era hijo de una ninfa y u n mortal . Sin embargo, no debe pensarse que los humanos podan rivalizar con los dioses. Para los griegos, los habitantes del Olimpo eran los jugadores de una partida en la que los hombres eran solo las piezas. Eran los dioses quienes decidan si soplaba o no el viento, si oscureca o amaneca , si en una batalla obtena la victoria uno u otro ban-do. Por eso los hombres realizaban sacrificios en su honor, para demostrar el respeto que se les tena y lograr, as, que quedaran complacidos y les fueran favorables.

    Qu es lo que hoy se entiende por mitologa griega y cmo llegaron esos relatos hasta la actualidad? Segn lo desarrollado en estas pginas, cmo lleg a conformarse la religin griega a partir del monotesmo inicial que adoraba a una diosa madre? Cmo se justifica su antropomorfismo?

  • El camino del hroe en la Odisea

    Hrcules dominando a Cerbero, el perro de dos cabezas, guardin de la puerta del Hades o mun-do de los muertos.

    Todos los hroes siguen u n camino de pruebas y superacin, que es lo que los convierte en h -roes: el hroe no nace, sino que se construye a p a r t i r de la experiencia. Este proceso, l lama-do camino del hroe, comienza siempre con el abandono del lugar n a t a l , a raz de u n a necesi-dad o de u n l lamado. En el caso de Odiseo, es l lamado para part ic ipar en la Guerra de Troya. La Odisea narra el viaje de regreso de Odiseo a su hogar, desde Troya. Antes de la guerra, Odi-seo reinaba en una isla l lamada taca, en el Mar Egeo. Cuando se desat la Guerra de Troya, se u n i a l ejrcito de A g a m e n n ; se despidi de su amada Penlope y de su hi jo Telmaco sin saber que pasaran veinte a o s hasta su retorno. Con el t iempo, la ausencia del rey se hizo notable: algu-nos hombres comenzaron a cortejar a Penlope, y fueron consumiendo la hacienda de Odiseo en u n banquete casi continuo. En a l g n momento, se lo supuso muerto, pero Odiseo era u n o de los favoritos de la poderosa Atenea, que no lo abandonara . En Troya, los griegos no p o d a n franquear los muros y los troyanos no po-d a n expulsarlos . Odiseo tuvo la idea de c o n s t r u i r u n enorme caballo de madera que fue dejado en las puertas de la c iudad como t r i b u t o a los dioses. Los griegos s i m u l a r o n u n a ret irada y los troyanos i n t r o d u j e r o n el regalo en la c i u d a d , s in sa-ber que en su i n t e r i o r estaban escondidos los mejores guerreros enemigos. Esa fue la l t i m a noche de Troya. F inal izada la guerra , cada u n o deba regresar a su p a t r i a y entonces Odiseo c o m e n z u n c a m i n o que le d e m a n d a r a diez a o s . Sali de Troya al mando de una flota, saque la ciudad de los cicones, lleg a la isla de los lotfagos donde debi salvar a sus hombres enajenados por comer una planta narctica, lleg a la isla de los cclopes -rsticos gigantes de u n solo ojo e hijos de Poseidn, dios del m a r - . Uno de los cclopes, Polifemo, encerr a Odiseo y otros com-paeros en su gruta, y devor a algunos de ellos. El ingenioso hroe pudo h u i r despus de cegar a Polifemo con una estaca pero se gan el odio de Poseidn por haber maltra-tado a uno de sus hijos. Llegar a taca sera una verdadera proeza: nada menos que el dios del mar hara todo lo posible por evitarlo. Odiseo y los compaeros sobrevivientes llegaron hasta Eolia, donde Eolo - e l rey de los vientos- le regal al hroe una bolsa con vientos. De vuelta en el mar, y mientras Odiseo descansaba, la tripulacin sinti curiosidad por el contenido de la bolsa, la abri, todos los vientos contenidos se solta-ron y se desat una tormenta que les hizo perder el rumbo; Eolo, enojado porque ha-ban desobedecido la orden de no abrir la bolsa, prometi no volver a ayudarlo. Llega-ron a la isla de los lestrigones, gigantes canbales de los que solo pudo escapar la nave de Odiseo. La siguiente escala fue en Eea, la isla de la poderosa Circe, que convirti en

  • Literatura 41

    cerdos a todos los otros tripulantes menos a Odiseo, ya que Hermes le haba facilitado u n antdoto contra los poderes de la hechicera. Luego de u n ao de permanecer all , el hroe le pidi ayuda a Circe para regresar a la patria. Pero el que saba el camino era Tiresias, u n famoso adivino ciego que ya haba muerto. Entonces debi descender al mundo de los muertos, donde tambin debi valerse de su astucia para poder regresar al de los vivos. La ruta que deban navegar pasaba por los dominios de las Sirenas, seres mitad ave y mitad mujer que atraan a los navegantes con su canto y ya no los de-jaban ir . Prevenido del riesgo, Odiseo tap con cera los odos de sus compaeros para que no escucharan el irresistible y enloquecedor canto de las sirenas. l , en cambio, se hizo atar al mstil y as pudo or el canto sin caer en el encantamiento. Debieron atra-vesar despus u n riesgoso estrecho custodiado por dos horribles monstruos: Escila y Caribdis, que provocaron ms bajas en la ya escasa tripulacin. Los sobrevivientes lle-garon a la isla de Hiperin, el Sol. All hicieron, a pesar de la clara orden de Odiseo, lo nico que tenan prohibido: comer las vacas sagradas. Como castigo, Zeus envi una tormenta de la que slo se salv el hroe, y as lleg a la isla Ogigia, donde fue tomado como rehn por la ninfa Calipso, que se enamor de l . Atenea le pidi a Zeus que ayudara a Odiseo, el dios a c c e d i y e n v i a Her-mes para comunicarle a Calipso la decis in d i v i n a ; la n i n f a no p u d o m s que resignarse a ayudar a su rehn a l legar a t a c a . Part i Odiseo en u n a barca r u m -bo a la isla de los feacios, pero u n a tormenta lo demor y l leg a Feacia. Odiseo impresion a los feacios n a r r n d o l e s todos sus padecimientos y estos, c o n m o v i -dos, lo c o l m a r o n de regalos y lo l l e v a r o n hasta t a c a . Una vez en su p a t r i a , el h -roe se reuni con su ya m a d u r o h i j o Telmaco y, con l a ayuda de Atenea, mata-r o n a todos los pretendientes de P e n l o p e , q u i e n h a b a aguardado f ielmente el regreso de su esposo; se reencontr con su padre , y volvi a reinar en su is la . Las etapas del camino Todas las historias mt icas t ienen u n a estructura b s i c a en c o m n . S e g n el mit-grafo Joseph Campbell , el camino del hroe mitolgico es la m a g n i f i c a c i n de la frmula representada en los ritos de inic iacin de las culturas p r i m i t i v a s y consta de tres etapas: separacin-iniciacin-retorno. La separacin o partida es la p r i m e r a gran etapa. En el caso de Odiseo, debe dejar su hogar y su apacible isla para ir a la guerra. La iniciacin es la segunda etapa; se d i v i d e e n :

    1. El c a m i n o de las pruebas: Odiseo es acechado cont inuamente por mons-truos y debe superar los efectos de la i r a de P o s e i d n , el disgusto de Eolo y el enojo de Zeus, a d e m s de haber c a d o , en dos ocasiones d i s t i n t a s , en manos de u n a n i n f a y de u n a hechicera. 2. El encuentro con la diosa: Atenea lo asiste en varias ocasiones. 3. La mujer como tentacin: debe resistirse a l canto de las sirenas. 4 . La reconci l iac in con el padre: Zeus perdona que h a y a n comido las vacas sagradas en la isla de H i p e r i n . 5. La gracia l t i m a : los dioses le conceden su ayuda para volver .

  • El retorno o reintegracin a la sociedad es la l t ima etapa y consiste en u n a vuelta al lugar de donde se parti , despus de haber realizado el aprendizaje del c a m i n o , lo que resulta u n a transfiguracin, ya que la persona habr i n d u -dablemente cambiado, y para mejor. Cuando Odiseo vuelve a reinar en taca, ya se ha convertido en hroe porque cum-pli las tres etapas del camino: la partida, las pruebas y el retorno. El hroe es el hombre o la mujer que ha sido capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones histricas personales y locales, superando las pruebas que aparecen en su camino. Lectura y anlisis de fuentes

    Nada es m s asombroso, m s inslito, para el lector moderno que la presencia constante de los dioses y las diosas en la Ufada y en la Odisea. A d e m s de suplicar a la AAusa que rela-te la clera de Aquiles en la Ufada y las aventuras durante el regreso de Ulises en la Odisea, el aedo hace descender repetidamente a las divinidades a la Tierra. Las sita en bandos contrarios en la Ufada. Atenea, Hera y Poseidn combaten con los aqueos, al cabo vence-dores, mientras Apolo, Ares y Afrodita son partidarios firmes de los troyanos. Dos diosas tienen hijos entre los combatientes. Afrodita es la madre de Eneas; ha seducido a Anqui-ses, primo de Pramo; a d e m s est en deuda con Paris Alejandro, quien le ha entregado la manzana que pertenece a la m s bel la , contra Atenea y Hera. Tetis es una de las nereidas, divinidades marinas que el poeta se complace en enumerar al principio del canto x v m de la Ufada. Pero su caso es muy dist into del de A f r o d i t a . Su hijo Aquiles es legt imo. Tetis ha desposado a un m o r t a l , Peleo, porque se vaticinaba que tendra un hijo m s poderoso que su padre. Zeus, rey de los dioses, es el padre de S a r p e d n , rey de los l ic ios , quien combate con los troyanos. Su copero G a n m e d e s es un prncipe troyano. La mayora de los h r o e s , los "reyes" , es descendiente m s o menos directa de Zeus. Pierre Vidal Naquet, El mundo de Homero, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2006,

    Expliquen qu es el camino del hroe, en qu consiste y cules son sus etapas. Averigen qu son los ritos de iniciacin de las culturas primitivas y en qu consisten en la generalidad de tos casos. Luego, debatan entre todos por qu Joseph Campbell sostiene que el camino del hroe es una magni-ficacin de la frmula representada en los ritos de iniciacin. Redacten una explicacin de cinco renglones justificando la siguiente frase: "Uno de los principales factores por los que un hombre o una mujer se convierte en hroe es la capacidad que tiene para sacar fuerzas de sus debilidades". Piensen en algn hroe o herona que conozcan por narraciones o por pelculas y reconstruyan el camino del hroe en ese caso en particular. Qu relacin tenan, segn la cita de Pierre Vidal Naquet, los hroes y los dioses en la mitologa griega?

  • Intertextualidad Literatura 43

    El reidero Cada obra l i teraria resulta de la transformacin de otras obras. No se trata de co-pias o reformulaciones, sino que l a gnesis de la obra se da dentro del m u n d o de las ideas del autor, m u n d o formado por las resonancias de cada u n o de los textos que ha ledo o escuchado a lo largo de su v i d a . A s es como pueden encontrarse obras donde se reconoce la presencia de otra m s ant igua porque coincide con ella en su argumento, sus personajes o sus con-f l ictos . Sucede as con recreaciones de mitos que, por su riqueza a r g u m e n t a l , por la complejidad de su trama o por la intensidad de las pasiones de sus personajes, son inspiracin para otras historias , y constituyen ejemplos de problemticas h u -manas atemporales siempre vigentes. En la obra El reidero, del argentino Sergio De Ceceo, puede percibirse la re-sonancia de la tragedia griega Electra, de Sfocles . Pancho Morales ha sido asesi-nado por su c o m p a e r o y amante de su mujer; Elena, su h i j a , sufre intensamente esta situacin y deposita sus ansias de venganza en su hermano Orestes que aca-ba de salir de l a crcel .

    ACTO PRIMERO C u a d r o segundo

    [] ELENA: Soriano d i j o u n a sola verdad, Orestes: En estos dos a o s cambiaron muchas cosas, todo e m p e z a derrumbarse . . . pero fueron ellos los que pusieron la c u a ! . . . El los , que consiguieron lo que no pudo cuarenta a o s de lucha: vencer a p a p ! ORESTES: (Confundido.) Qu ests diciendo? ELENA: (Con angustia.) Lo que se dice todos los das, en cada esquina de Palermo... (Va hacia Orestes.) Orestes, ellos van a querer hacerte suyo... vos sos lo nico que me queda, ellos me han separado de todos, me han abandonado, ahora es el momento de aclararlo todo! ORESTES: De quines ests hablando? SORIANO: De t u madre . . . y de m , Orestes. ORESTES: (Se vuelve a l, vivamente.) SORIANO: Elena ya no es la moza que vos dejaste hace dos aos . A veces da pensar que la h a n ojeao. En los ltimos tiempos no ha dejao respirar a esta pobre mujer. . . (Se acerca a Nlida.) Yo, hasta ahora, me hice el sordo porque estaba don Pancho, pero dende hoy... ORESTES: (Fijo.) Estoy yo , Soriano. (Soriano est por contestarle, pero calla. Elena, triunfal, sonre.) N L I D A : (Con dificultad.) Yo le debo mucho a Soriano. l se o c u p de todo . . . ORESTES: Se agradece; pero esta madeja es m a , y solo yo soy quin pa desenredarla. SORIANO: (Lento.) Orestes est en lo cierto. (Se levanta y sale.) N L I D A : -(A Orestes.) Qu le has dicho?

    y

  • La mirada mtica

    ORESTES: Lo justo. Cada c u a l en su lugar: el ladero 'e m i padre que guarde las puertas de m i casa. Yo, el h i j o , adentro 'e m i casa. ELENA: - E s o es! N L I D A : (Se acerca a Orestes.) Orestes... ELENA: (Le corta el paso.) l dispone. A h o r a . . . l es e l hombre a q u . N L I D A : Es m i h i j o , y no me vas a i m p e d i r que hable con l . ELENA: Mejor ser que no haga esperar a l o t r o . N L I D A : - Q u ? ELENA: Lo tiene sellado en la cara, m a m . Sus ojos se le v a n a l a puerta sabiendo que Soriano la aguarda j u n t o a l al j ibe. N L I D A : -(Tocada, lo disimula.) Pobre Elena. . . ! ELENA: Ms le cabe compadecerse de usted m i s m a . (Nlida se acerca en silencio a Orestes, le acaricia la cara, cariosamente y con gran

    tristeza, luego sale. Cuando queda sola con Orestes, Elena se deja caer, muy abatida.) ELENA: Dios m o ! Cmo sufr desde que te fuiste! . . . Cmo te l l a m a b a inti lmente , s in saber qu hacer!. . . Todo se h u n d a y yo estaba sola, sola y en carne v i v a , v iendo todo lo que s u c e d a . . . ORESTES: - P e r o . . . viendo qu? ELENA: El odio de ella a p a p . ORESTES: -(Atnito.) Por qu? ELENA: Porque l nunca h a b a sido del todo suyo, y el la no p o d a v i v i r s in manejar a l hombre a su antojo. ORESTES: - S a b e s de q u i n ests hablando? ELENA: Estoy hablando de m a m . Acaso no le notaste el alivio?. . . Este fue u n velorio solo para nosotros, para ella fue una fiesta, que si vos no llegabas iba a ser de bodas! ORESTES: (Reprime un gesto mudo y violento.) ELENA: Yo no hablo m s , es u n a v e r g e n z a que tengo aqu , en el pecho. El la empe-z a querer a Soriano y a e n g a a r a p a p con Soriano. ORESTES: -(Impulsivamente la abofetea.) ELENA: - O r e s t e s ! ORESTES: -(Bajo, roncamente.) Ests borracha? ELENA: - N o . ORESTES: (La aferra con violencia.) Es que no puede ser. ELENA: Tambin a m me cost creerlo. ORESTES: (Se vuelve violento.) Yo te conozco. Tu malquerer es cosa a n t i g u a , la odiaste dende que eras u n a mocosa. . . pero por basurearla a e l la , lo ests basurean-do a nuestro padre! ELENA: - l no lo supo. ORESTES: (Duda un instante, luego vuelve a negarse a creerlo.) No. No. Ests bola-ceando. . . l no era hombre de dejarse engrupir ! ELENA: Lo hic ieron t a n bien! ORESTES: -(Pausa larga.) Los viste?

  • Literatura 45

    ELENA. - S . ORESTES: - C u n d o ? ELENA: ...Fue durante u n o de los viajes de p a p . ORESTES: (Agitado.) Cmo fue?... Decilo de u n a vez! ELENA: Yo siempre lo haba adivinado... desde el principio.. . aun antes de que ellos se mira-ran por primera vez... Yo saba lo que iba a pasar... Vos eras u n chico y no te dabas cuenta... ORESTES: - D e qu?! ELENA: De que m a m h a b a empezado a florecer... De que Soriano era cada da m s patrn . . . De que u n a gran i n f a m i a se estaba tejiendo entre el la y l ! [] ORESTES: Elena! . . . (Casi tiene que luchar con ella.) No lo digas! . . . No lo digas! ELENA: (Roncamente, angustiada.) Ellos estaban ah , puercos, i n m u n d o s , en la cama donde ella dorma con p a p , donde nacimos nosotros, entre las s b a n a s blancas que de m a a n a tenda a l sol. Por eso mataron a p a p , para quedarse solos; aunque yo no los haya visto, es como si sintiera la daga de Soriano hundindose en su espalda querida, y su sangre l i m p i a , fuerte, entre las piedras. Su sangre, Orestes... su sangre.. . (Se echa a llorar espasmdicamente. Orestes la deja. Elena durante un largo rato solo

    puede llorar. Poco despus va calmndose hasta que calla por completo.) ELENA: -Orestes . . . ORESTES: - Y a lo s . ELENA: Vas a matar lo . ORESTES: - S . ELENA: - E s t u deber. ORESTES: - S . ELENA: (Abraza a Orestes.) Vos sos lo n i c o que me queda. . . Ayer, cuando te v i entrar con tus pasos, hubiera querido gritar de a legr a . Se me hizo atrs el t iempo y me pareci que v i v a p a p , que todo h a b a sido solo u n a pesadi l la , que era l q u i e n h a b a entrado por esa puerta , con su estilo que ahora es el tuyo y que todo iba a v o l -ver a empezar. . . Pero eso solo ser posible si sos capaz de vengarlo. ORESTES: Ser capaz. ELENA: Y tiene que ser en esta m i s m a noche. El t iempo es nuestro enemigo. M a a -na el h ie lo v a a empezar a derretirse, y nos vamos a despertar u n da pensando que las cosas n o son demasiado graves. ORESTES: - S e r esta noche. ELENA: Soriano abre a las diez el reidero, cerca de medianoche se acaban las r i a s , l se queda solo. . . cierra las puertas y se queda solo. ORESTES: - M e basta. ELENA: (Honda.) Conf o en vos. M i v i d a , m i m a a n a , m i paz, todo est en tus ma-nos. . . (Le toma la mano derecha.) En esta mano que l levar el peso de l a daga. (Pau-sa.) No tengas c o m p a s i n , ellos no la t u v i e r o n . (Orestes se aleja de ella y antes de salir se vuelve.) ORESTES: Sosegate, no voy a bandearme. . . Es a l u d o cuerpear a l destino.

  • 46 Lo mirada mtico

    (Sale.) ELENA: (Honda.) Todava queda la tarde y la noche. Tengo que estar atenta, vigilar, i m -pedir que la paz y la calma pongan u n pie en esta casa. Yo tambin sueo con ellas, pero no puedo arriesgarlo todo por u n minuto de paz. Para m el alboroto, para m la ria, hasta que todo est resuelto. Orestes es dbil, de chico se enfermaba... haba que cuidarlo, ahora se ha endurecido por fuera, pero ha vacilado sin embargo. Tengo que llenarlo de odio. (Elena queda inmvil mientras cae el teln)

    Sergio De Ceceo, El reidero, Buenos Aires , H u e m u l , 1984.

    El autor Sergio De Ceceo n a c i en Buenos Aires en 1931. Se inici a los 18 a o s como l i b r e -tista de radio y t i t i r i t e r o . En la d c a d a del cincuenta c o m e n z su act iv idad como autor teatral , con Durante el ensayo; en 1956 fue premiado por el Minister io de E d u c a c i n por su Prometeo y dos a o s m s tarde, con El invitado g a n u n concur-so de jvenes autores. En 1962 publ ic El reidero, que lo l a n z a la fama. Sus obras tienen en comn la referencia a una problemtica nacional siempre a partir de historias individuales, con elementos y personajes realistas matizados por la irona y el humor negro, y estn relacionadas con la vida urbana. Por la temtica que aborda y el enfoque que les da a sus obras puede enmarcarse en una corriente de la d-cada de 1960, que se denomin "nuevo realismo", junto a otros autores, como Roberto Cossa y Germn Rozenmacher. Esta corriente cuestionaba los anteriores modelos de escritura dramtica y se plante llevar a la escena al hombre comn argentino con sus logros, sus frustraciones y sus esperanzas, y tambin, sus derrotas. Muri en 1986. 1. En el fragmento ledo aparecen cuatro personajes: Elena, Orestes, Soriano y N l i d a . Cul les parece que es l a relacin entre ellos? 2. Orestes llega a su casa luego de u n t iempo de haber estado en la crcel y Elena le cuenta u n a complicada situacin y le pide su ayuda. Entre todos, intenten determinar c u l es esa situacin y en qu consiste la ayuda solicitada. 3. En la s ituacin presentada, existen dos posiciones enfrentadas. Determinen qu defiende cada u n a y c u l e s son los personajes que las representan. E x p l i -quen c u l es la posicin de Nl ida en este enfrentamiento. 4 . A n a l i c e n c u l es el signif icado del siguiente parlamento de Orestes: "Se agra-dece; pero esta madeja es m a y solo yo soy quin pa desenredarla". Expl iquen en qu consiste la tensin entre Soriano y Orestes. 5. En la casa de la f a m i l i a funciona u n reidero, es decir, u n local donde se or-ganizaban rias de gallos y los hombres i b a n a apostar y a jugar a l a taba. En grupos, piensen c u l es la relacin de ese ambiente con el argumento de la obra y expl quenlo por escrito (relean los tres l t i m o s parlamentos de Elena).

  • Literatura 47

    Recreacin de mitos: El reidero

    TEATRO NACIONAL CERVANTES 2010

    El reidero es u n a obra de teatro del autor argentino Sergio de Ceceo, ambientada en el barrio de Palermo, en Buenos Aires, en el a o 1905, que reproduce en ese mbito la misma relacin y el mismo juego de tensiones entre los personajes que Electra, una tragedia griega del siglo V a. C. A su vez, la Electra de Sfocles fue una de las varias versiones que tuvo la historia mtica de Orestes, joven griego hermano de Elec-t r a , que debi vengar la muerte de su padre, ya que los otros dos grandes autores trgicos de la l iteratura c lsica , Esquilo y Eurpides, tambin contaron la misma historia en sus obras. Electra era la hija del rey A g a m e n n , quien fue asesinado por el amante de su mujer, con el consentimiento y la ayuda de esta. Egisto se casa con la reina, convirtindose as en rey de Micenas y, por temor a la venganza, aleja a Orestes, hijo de A g a m e n n , del reino. En el palacio quedan las h i -jas del rey: Crisstemis y Electra, quien no puede tolerar la situacin de v i v i r con los asesinos de su propio padre y no hace m s que sufrir, pedir ven-ganza y esperar a su hermano Orestes, que u n da volver para asesinar a Egisto y a su madre.

    El reidero cuenta el asesinato de u n lder po-ltico en u n a poca en que el gobierno no se elega mediante el voto secreto sino que funcionaba u n sistema de caudillos barriales, quienes se destacaban no por la no-bleza y l impieza de su conducta, sino por la capacidad que tenan para captar votos y por lo "guapos" que p o d a n llegar a ser. La obra se desarrolla en u n barrio de ma-levos donde la violencia y el autoritarismo estaban estrechamente relacionados con la poltica, y el asesinato era moneda corriente, s imilar , en ese aspecto, al mundo de Electra. Por ser u n mundo donde mandaban los hombres, las protagonistas de ambas obras, Elena, lo mismo que Electra, no pueden actuar por s mismas, necesi-t a n la presencia masculina de su hermano Orestes para que concreten la venganza, y para eso deben convencerlo. De los dos actos que componen la obra, el pr imero se c ie de u n modo evidente a la tragedia de Sfocles , pero en el segundo, el joven Orestes tomar decisiones diferentes a las de su h o m n i m o en la tragedia de Sfocles , porque se p o n d r n de manif iesto caractersticas de su personal idad que lo separan de aquel . Sin embar-go, el planteo de la obra puede reconocerse como una actual izac in de la historia griega por las siguientes caractersticas: Los personajes son equivalentes: Pancho Morales y A g a m e n n ; Nl ida y Cli-temnestra; Egisto y Soriano; Electra y Elena; Orestes, que es nombrado i g u a l en ambas obras.

  • 48 Lo mirodo mtica

    Tanto Electra como Elena creen ser la n i c a persona del entorno que siente l a muerte del padre, y l a obsesin por la venganza las desvela. Los dos persona-jes sienten que no pueden seguir v iv iendo en el mbito en que v i v e n y con las personas que las rodean, hasta que no se reestablezca el e q u i l i b r i o , que solo l legar con l a muerte de los culpables. En ambos espacios la muerte parece ser u n recurso h a b i t u a l para resolver cuestiones personales. Clitemnestra, lo m i s m o que N l i d a , teme el regreso de su h i j o Orestes. Orestes regresa al hogar, en u n caso de la crcel y en el otro del alejamiento impues-to por Egisto, y recibe la exigencia de su hermana de vengar la muerte del padre. En ambas obras aparece la visin mtica: el hombre debe actuar de determinada manera porque as est dispuesto. En Electra, dice Orestes: "Me has vuelto a ver cuando los dioses me h a n ordenado volver". En El reidero, Soriano manifiesta: "Con Pancho Morales aguant cinco a o s por t u miedo, que no era el m o , hasta el da en que el destino quiso apurar las cosas y nos puso frente a frente". El mismo autor, Sergio De Ceceo, explica en u n artculo la relacin entre las dos obras del siguiente m o d o : Cuando me propuse dar una versin propia de la tragedia de Sfocles , me encontr ante la difcil decisin de ubicarla histrica y geogrficamente en la Argentina. Eleg un arrabal porteo y un ao de crisis: 1905. La poblacin estaba formada, en su gran mayora, por gauchos desplazados de la tierra y perseguidos por la justicia que, imposibilitados de integrarse a una ciudad en tren de progreso e industrializacin, caan inevitablemente al servicio de la politiquera local como matones a sueldo. Present que esos hombres conservaban pautas morales rgidas, cristaliza-das por la lucha contra el indio. Esta rigidez tica me permiti su evocacin en las duras normas impuestas a los personajes del teatro griego. Tal como en Sfocles y en toda la tragedia, en ese arrabal se viva permanentemente en estado de duelo (la muerte era una vieja conocida, una presencia habitual en las familias), en un sometimiento al destino como algo irrevocable, quizs heredado del hombre de campo que viva sometido a las contingencias de la naturaleza. Estos fueron los elementos coincidentes que me llevaron a ubicar Electra de Sfocles en el Pa-lermo de 1905, barrio poco invadido por el inmigrante, que se extenda desde la crcel de Las Heras hasta la Recoleta. La gente de Palermo constitua una especie de logia muy cerrada, orgullosa de s misma y de su bravura. Denominaban a! barrio "la tierra del fuego" ("Aprtese se lo ruego, que soy de la tierra del fuego"), y se consideraban los ms guapos, los ms bravos, los ms peligrosos. En esta especie de "status" superior al nivel de los dems arrabales, me di la oportunidad de crear en el espectador una asociacin con el ambiente palaciego en que se desenvolva la tragedia griega.

    Averigen quin fue Orestes y qu simbolizaba este personaje en el marco de la mitologa griega. A partir de lo ledo, repasen oralmente las similitudes y las diferencias entre ambas obras. Expliquen por escrito, con sus palabras, por qu el autor eligi ubicar la historia en Palermo, en 1905.

  • Literatura 49

    La literatura y el cine

    Tanto por la gran riqueza de argumentos y personajes como por el alcance universal de los textos mitolgicos, el cine ha encontrado en ellos una inagotable fuente de inspiracin. No solamente fueron creados y recreados repetidas veces por los cineastas los intere-santes y complejos argumentos, sino que la figura del hroe pico es el eje de la mayora de las historias c inematogrf icas modernas. Como ejemplo, pueden citarse los superhroes del esti lo de Superman, B a t m a n . y todos los similares; y nuevos hroes como Indiana Jones o Luke Skywalker, por ejemplo. En cuanto a las pel culas que retoman argumentos c l s i c o s , es vlido aclarar que las adaptaciones que los directores hacen de los textos l iterarios implican modificaciones e interpretaciones l ibres, que en el marco de la pelcula son totalmente v l i d a s . Por ejemplo, la Ufada es el punto de partida para la produccin de la pelcula Troya (Wolfgang Petersen, 2 0 0 4 ) , que toma como protagonista al hroe Aquiles y en la que puede verse a Odiseo par-t ic ipando de la guerra . La Odisea ha generado varias pelculas de calidades diversas y desde distintos enfoques. La pelcula La Odisea (Andrei Konchalovski, 1996) narra la aventura del hroe durante su viaje, y el enfrentamiento con los monstruos y todas sus desventuras. La pelcula Dnde ests hermano? (Joel y Ethan Coen, 2000) es una comedia basada en una versin libre de la Odisea, ambientada en el sur de Estados Unidos, en tiempos de la depresin, que puede ser vista como una crtica social . La literatura y las preguntas

    Conocer los textos l i terarios de otras culturas permite extender la mirada hacia un es-pectro de ideas cada vez m s a m p l i o , establecer comparaciones con lo p r o p i o , descubrir las diferencias y tomar conciencia de la m u l t i p l i c i d a d de visiones que existe acerca de los temas universales . En tas culturas p r i m i t i v a s , tos hombres se p r e g u n t a b a n , tanto como el hombre a c t u a l , de d n d e provenan y cul era su d e s t i n o . Los mitos fueron la respuesta a estos inte-rrogantes y cumplan la funcin de despejar la incert idumbre y dar un rumbo certero al i n d i v i d u o y a la sociedad. Para el hombre moderno, formado en el racionalismo occidental , los textos mitolgicos pueden resultar algo ingenuos o demasiado fantst icos . Sin embargo, muchas personas pro-fesan religiones que sostienen principios solo aceptables a partir de la fe, y aun las que no participan de ninguna religin tratan de encontrar la respuesta a sus preguntas en la ciencia. Es vlido entonces formularse las siguientes cuestiones; por qu siente el hombre esta ne-cesidad de darle una explicacin a todo?, qu pasara s no existieran tales explicaciones?, podran haberse desarrollado las culturas sin la gua de una serie de principios como los que, en todas las comunidades, provee la religin?, cmo se hubieran organizado las socie-dades sin estos sistemas que operaron como estructurantes de la cultura?

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    Lean los siguientes textos:

    P A C H A C M A C Y V I C H A M A El dios P a c h a c m a c cre al Hombre y a la Mujer; pero no haba comida para los dos. El hombre, m s dbil , muri de hambre; la mujer pudo sustentarse con las races que arrancaba de la t ierra. Y c lam al Sol pidiendo su ayuda, y este se condoli y concibi u n hi jo con ella. En cuatro das pari . P a c h a c m a c , envidioso del Sol, despedaz a la criatura. Sem-br sus dientes en el campo.. . y naci el maz . De sus costillas y otros huesos creci la yuca; su carne se convirti en pepinos y papayas; otras partes de su cuerpito, en rbo-les cargados de frutos. La mujer tuvo comida, pero no perdon la muerte de su hi jo y c lam venganza al Sol. Este pidi que le entregara el cordn u m b i l i c a l y el ombligo del n io y le dio otro hi jo , hermossimo, que fue el semidis Vichama, quien sali a recorrer el mundo junto a su padre el Sol. A l quedarse sola la mujer, P a c h a c m a c la mat, dividi su cuerpo y lo entreg a los cndores. Escondi el pelo y los huesos en el mar. . . y con ellos hizo nuevos hombres, entre ellos los curacas, jefes que en adelante los gobernaran. Pero Vichama volvi a su t ierra , a Huaura, cerca del mar y quiso ver a su madre. A l saber de su muerte se indign, reuni sus huesos y la resucit, pero quiso vengarse. P a c h a c m a c , s in embargo, se fue por las aguas, al l donde d e s p u s se l e v a n t su templo . Y l a f u r i a de V i c h a m a se desat contra las gentes de H u a u r a , que h a b a n p e r m i t i d o el sacri f ic io de su m a d r e . Y p i d i a l Sol que los c o n v i r t i e r a en piedras . Pero V i c h a m a y el Sol se a r r e p i n t i e r o n pronto de tanta c r u e l d a d , y veneraron a esas piedras como huacas, p e o n e s sagrados que q u e d a r o n en la costa. Y como no h a b a gente para reverenciar a esos huacas, V i c h a m a le pidi a su padre que creara nuevos hombres , y este le envi tres huevos: u n o de oro, otro de plata y el tercero de cobre. De ellos sal ieron los curacas, las mujeres de los curacas y los i n d i o s mitayos , que debieron trabajar d u r o . En esas p o c a s s in reyes, la lucha era feroz entre los dioses locales, hasta que u n o de ellos, U a l l a l l o , qued dueo y seor de la sierra. Ual la l lo orden que toda mujer pariera solos dos n i o s , de los cuales uno deba serle entregado como al imento . Todo esto lo aseguran los pobladores de la costa a l norte del sitio donde ahora est la c iudad de L i m a ; hacia el sur, hasta A r i c a , en el norte de Chile, dicen que a los hombres nos cre P a c h a c m a c . Fernando Crdova,

    Leyendas, mitos, cuentos y otros relatos incas, Buenos Aires, Longseller, 2005. (Adaptacin.) y

  • Tambin los mitos s irvieron de inspiracin a la poesa . El poeta chi leno Pablo Neruda cuenta el origen del hombre americano, con indudables resonancias de la mitologa precolombina. L O S H O M B R E S Como la copa de la arci l la era la raza m i n e r a l , el hombre hecho de piedras y de atmsfera, l i m p i o como los cnta r o s , sonoro. La l u n a a m a s a los caribes, extrajo oxgeno sagrado, m a c h a c flores y races . A n d u v o el hombre de las islas tejiendo ramos y guirnaldas de polymitas azufradas, y soplando el tritn m a r i n o en l a o r i l l a de las espumas. El tarahurnara se visti de aguijones y en la extensin del Noroeste con sangre y pedernales cre el fuego, mientras el universo iba naciendo otra vez en la arci l la del tarasco: los mitos de las tierras amorosas, la exuberancia h m e d a de donde lodo sexual y frutas derretidas i b a n a ser a c t i t u d de los dioses o p l i d a s paredes de vasijas.

    Pablo Neruda, Canto general, Buenos Aires , Debolsi l lo , 2003. (Fragmento.) I . A n l i s i s de textos

    P a c h a c m a c y V i c h a m a 1 . Mencionen dos caracterst icas por las que este texto puede ser considerado u n m i t o . 2. Reelaboren la h i s t o r i a , creando u n a nueva narracin, con los mismos hechos y los mismos personajes. 3. Detallen c u l e s son los elementos cuyo origen se explica y c u l es el origen mitolgico de cada u n o de ellos. 4 . En este relato subyace u n a jerarquizacin de las personas que tiene relacin con la organizacin social de los incas. Expl iquen en qu consiste dicha jerar-quizacin y c m o se just i f ica mitolgicamente , s e g n esta narracin.

  • La mirada mtica

    "LOS HOMBRES" 1. Busquen en el diccionario las palabras que no conozcan. 2. Ident i f iquen en el poema los sustantivos que sugieren la idea de elementos originari