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una respuesta de Francisco de la Maza Muy estimado Alberto: Me refiero a la nota crítica sobre mi folleto Los templos de San Felipe Neri con historias que parecen cuentos que publicas- te en la Revista de la Universidad de Méxi- co, el 5 de enero del presente año. Aparte de los inmerecidos elogios, que agradezco, tocas un punto historiográfico de importan- cia que es necesario aclarar hasta donde sea posible porque entraña un problema que desde hace más de cien años inquieta a los estudiosos de la historia del Virreinato Co- lonial. Porque hay que empezar por decir que si bien fue la Nueva España un virrei- nato, no por eso dejó de ser colonial, pues la Nueva España no tuvo fueros, ni repre- sentación en las Cortes como Cataluña, por ejemplo, ni acabó por ser un reino como Nápoles. Tratar de esquivar la colonia como tal con la máscara del virreinato es simple- mente un buen deseo. Los representantes en Cortes de 1812 Y 1820 fueron llamados por los constituyentes en Cádiz, no por la inepcia de los Borbones. Dices que en "la parte más amena del libro", o sea el "inte· rregno" -palabra indebida- titulado: "Bio- grafías feLipenses. Sucesos y costumbres del siglo XVII", hago una selección y glosa de las biografías oratorianas que incluye Julián Gutiérrez DáviJa en sus Memorias Históricas de la Congregación del Oratorio de México, "desvelando la rudeza o el ridículo cubierto por los adjetivos y las frases arrobadas de Gutiérrez Dávila". Aquí quiero hacerte no- tar que confiesas la rudeza o el ridículo -palabras que yo no empleo- que está debajo de los arrobos de Dávila, anotación que me servirá más adelante. Por cierto que el verbo desvelar que parece debiera ser des·velar, quitar velos, no tiene esa acep- ción. Te remi to el Diccionario de la Acade- mia, al cual poco respeto, pero no dejo de reconocer su validez en general. Los "subtitulillos" -fea palabra- dan idea del tono, dices. Pero yo diría que dan idea del tema, que es muy distinto. Y aquí viene ya lo gordo: "En este y en otros estudios, como en La Ciudad de México en el siglo XVII, De la Maza contradice la visión apologética que algunos historiadores del Arte Colonial parecen damos acerca de la época, acerca de la vida criolla como toda lujos, arte, cortesía, elegancia y piedad Teligiosa." Yo no diría que contradigo la .visión idílica, más que apologética, de esos historiadores (no sólo del Arte Colonial) sino que recuerdo que no sólo hubo esas virtudes y gracias, sino que junto a ellas había, como en toda época, exageraciones, -- excesos y hasta injusticias. Y aun vulgarida- des, pues hay torturas más elegantes que la de abandonarse a las pulgas. Y conste que alguien, de mucho valer, me dijo que era una vulgaridad el que yo lo dijera. Mas la vulgaridad la veo en quien la hizo, no en quien la transmitió ni menos en quien la glosó o sea, yo. Creo que no se debe regañar a Talleyrand porque comentó la mala crianza de Napoleón. A veces el respe- to por el pasado llega al ridículo. La pura visión "apologética" -cuando no es necesa- ria- es tan mala como la pura visión negativa o reprobatoria. Digo cuando no es necesaria porque la exageración polémica la requiere, como en Bartolomé de las Casas o Lucas Alamán, pero no es el caso en temas parciales en lo que no se pone en juego una tesis, una posición, un prestigio de carácter general. Burlarse de una persona, de un grupo, no es poner en tela de juicio a la sociedad a la que pertenecen, ni menos a una época. Dices que soy esencialista. Pues claro que lo soy. El historicismo nunca me im- portó más allá de lo que pudo enseñarme como cualquier otra tesis. Hay cosas que son malas o feas, en cualquier ép'oca y si se han usado como "naturales" ha sido a sabiendas de su maldad, fealdad o egoísmo. César Borgia fue un ególatra indecente en sus "conquistas" de terrítorios italianos y él lo sabía que eran para sU riqueza y grande- za persúnales. Quien dijo que. quería la "unidad de Italia" fue un mentecato. Y la Venus de Milo o el Antinoo de Delfos siguen y seguirán siendo modelos de belleza humana hasta que cambie de forma, con la misma vigencia que en el siglo IV a.C. y en el siglo 11 d.C. que en este siglo XX. Y en Italia aún se pasean por las calles venus y antinoos. Ya Ortega y Gasset, no recuerdo dónde, habló de la flojera del historicismo, de la inercia de no. querer buscar esencias en vez de sólo efimeridades. Lo que ahora vale, valdrá siempre. Y el error de hoy no será verdad mañana. Una cosa es que se use o no se use tal actividad humana y otra que tenga o no valor o respeto o censura. Poner en juicio a los muertos ¿por qué no? Además de explicarlos, juzgarlos. ¿Es igual Revillagigedo que Branciforte? Que juzgo costumbres del siglo XVII desde mi "cómoda" postura del siglo Xx. Aparte de cómoda o incómoda, es la que tengo y cuando me acomodo al siglo XVII lo hago también desde el siglo XVII. ¿No censuró el Arzobispo Aguiar a esos felipen- ses? ¿No los censuró el jesuita Núñez? Y el pueblo mismo, la sociedad de entonces, ¿no se burló de uno de ellos poniendo el letrero aquel que nos dice Gutiérrez DaviJa? Si lo que condenó el arzobispo de enton- ces, el jesuita de entonces, el pueblo de entonces, ¿tengo yo que "entenderlo" has· ta el elogio o el respeto o el silencio? ¿Justificaré, alabaré y me llenaré de admi- ración de que alguien, en el siglo XVII, llame perlas a las chinches, cosa que no hizo Francisco de Asís en el XIII? Pero el fondo es más importante. Ad- viertes que hay contradicción entre esa "torpeza" que encuentro ·en -la sociedad colonial y mi indudable admiración por el \

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Page 1: una respuesta de Francisco de la Maza · una respuesta de Francisco de la Maza Muy estimado Alberto: Me refiero a la nota crítica sobre mi folleto Los templos de San Felipe Neri

una respuesta deFrancisco de la Maza

Muy estimado Alberto:Me refiero a la nota crítica sobre mi

folleto Los templos de San Felipe Neri conhistorias que parecen cuentos que publicas­te en la Revista de la Universidad de Méxi­co, el 5 de enero del presente año. Apartede los inmerecidos elogios, que agradezco,tocas un punto historiográfico de importan­cia que es necesario aclarar hasta donde seaposible porque entraña un problema quedesde hace más de cien años inquieta a losestudiosos de la historia del Virreinato Co­lonial. Porque hay que empezar por decirque si bien fue la Nueva España un virrei­nato, no por eso dejó de ser colonial, puesla Nueva España no tuvo fueros, ni repre­sentación en las Cortes como Cataluña, porejemplo, ni acabó por ser un reino comoNápoles. Tratar de esquivar la colonia comotal con la máscara del virreinato es simple­mente un buen deseo. Los representantesen Cortes de 1812 Y 1820 fueron llamadospor los constituyentes en Cádiz, no por lainepcia de los Borbones. Dices que en "laparte más amena del libro", o sea el "inte·rregno" -palabra indebida- titulado: "Bio­grafías feLipenses. Sucesos y costumbres delsiglo XVII", hago una selección y glosa delas biografías oratorianas que incluye JuliánGutiérrez DáviJa en sus Memorias Históricasde la Congregación del Oratorio de México,"desvelando la rudeza o el ridículo cubiertopor los adjetivos y las frases arrobadas deGutiérrez Dávila". Aquí quiero hacerte no­tar que confiesas la rudeza o el ridículo-palabras que yo no empleo- que estádebajo de los arrobos de Dávila, anotaciónque me servirá más adelante. Por cierto queel verbo desvelar que parece debiera serdes·velar, quitar velos, no tiene esa acep­ción. Te remi to el Diccionario de la Acade­mia, al cual poco respeto, pero no dejo dereconocer su validez en general.

Los "subtitulillos" -fea palabra- danidea del tono, dices. Pero yo diría que danidea del tema, que es muy distinto. Y aquíviene ya lo gordo: "En este y en otrosestudios, como en La Ciudad de México enel siglo XVII, De la Maza contradice lavisión apologética que algunos historiadoresdel Arte Colonial parecen damos acerca dela época, acerca de la vida criolla comotoda lujos, arte, cortesía, elegancia y piedadTeligiosa." Yo no diría que contradigo la.visión idílica, más que apologética, de esoshistoriadores (no sólo del Arte Colonial)sino que recuerdo que no sólo hubo esasvirtudes y gracias, sino que junto a ellashabía, como en toda época, exageraciones,

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excesos y hasta injusticias. Y aun vulgarida­des, pues hay torturas más elegantes que lade abandonarse a las pulgas. Y conste quealguien, de mucho valer, me dijo que erauna vulgaridad el que yo lo dijera. Mas lavulgaridad la veo en quien la hizo, no enquien la transmi tió ni menos en quien laglosó o sea, yo. Creo que no se deberegañar a Talleyrand porque comentó lamala crianza de Napoleón. A veces el respe­to por el pasado llega al ridículo. La puravisión "apologética" -cuando no es necesa­ria- es tan mala como la pura visiónnegativa o reprobatoria. Digo cuando no esnecesaria porque la exageración polémica larequiere, como en Bartolomé de las Casas oLucas Alamán, pero no es el caso en temasparciales en lo que no se pone en juego unatesis, una posición, un prestigio de caráctergeneral. Burlarse de una persona, de ungrupo, no es poner en tela de juicio a lasociedad a la que pertenecen, ni menos auna época.

Dices que soy esencialista. Pues claroque lo soy. El historicismo nunca me im­portó más allá de lo que pudo enseñarmecomo cualquier otra tesis. Hay cosas queson malas o feas, en cualquier ép'oca y si sehan usado como "naturales" ha sido a

sabiendas de su maldad, fealdad o egoísmo.César Borgia fue un ególatra indecente ensus "conquistas" de terrítorios italianos y éllo sabía que eran para sU riqueza y grande­za persúnales. Quien dijo que. quería la"unidad de Italia" fue un mentecato. Y laVenus de Milo o el Antinoo de Delfossiguen y seguirán siendo modelos de bellezahumana hasta que cambie de forma, con lamisma vigencia que en el siglo IV a.C. y enel siglo 11 d.C. que en este siglo XX. Y enItalia aún se pasean por las calles venus yantinoos. Ya Ortega y Gasset, no recuerdodónde, habló de la flojera del historicismo,de la inercia de no. querer buscar esenciasen vez de sólo efimeridades. Lo que ahoravale, valdrá siempre. Y el error de hoy noserá verdad mañana. Una cosa es que se useo no se use tal actividad humana y otraque tenga o no valor o respeto o censura.Poner en juicio a los muertos ¿por quéno? Además de explicarlos, juzgarlos. ¿Esigual Revillagigedo que Branciforte?

Que juzgo costumbres del siglo XVIIdesde mi "cómoda" postura del siglo Xx.Aparte de cómoda o incómoda, es la quetengo y cuando me acomodo al siglo XVIIlo hago también desde el siglo XVII. ¿Nocensuró el Arzobispo Aguiar a esos felipen­ses? ¿No los censuró el jesuita Núñez? Yel pueblo mismo, la sociedad de entonces,¿no se burló de uno de ellos poniendo elletrero aquel que nos dice Gutiérrez DaviJa?Si lo que condenó el arzobispo de enton­ces, el jesuita de entonces, el pueblo deentonces, ¿tengo yo que "entenderlo" has·ta el elogio o el respeto o el silencio?¿Justificaré, alabaré y me llenaré de admi­ración de que alguien, en el siglo XVII,llame perlas a las chinches, cosa que nohizo Francisco de Asís en el XIII?

Pero el fondo es más importante. Ad­viertes que hay contradicción entre esa"torpeza" que encuentro ·en -la sociedadcolonial y mi indudable admiración por el

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Page 2: una respuesta de Francisco de la Maza · una respuesta de Francisco de la Maza Muy estimado Alberto: Me refiero a la nota crítica sobre mi folleto Los templos de San Felipe Neri

arte de esa misma sociedad colonial. Es quese puede ser torpe y artista; sucio y granpintor; fanático y gran arquitecto; perversoy gran poeta. Díganlo Cellini o Verlaine.No fueron los sacerdotes y gente de iglesiaquienes hicieron el Arte Colonial. Lo paga­ron, que es distinto. El arte lo hicieron losartistas. Y no fueron esos felipenses extra­viados como el que bailaba histéricamentehasta que lo amarraban, los que hicieron lafiligrana de la fachada de San Felipe Neri elNuevo, sino el arquitecto Ddefonso delniesta, que desvelos, correcciones y estu­dios le costaron.

Criticar o censurar o aun burlarse de unaparte de la sociedad colonial - ¡pobre delque no tenga algo de volteriano! - no escondenar a toda la sociedad y a toda laépoca. Y aun cuando así fuera, cualquiersociedad defectuosa, pobre -o rapaz- faná­tica y alucinada, puede producir obras ad­mirables a pesar de ellos. Una "época deabsurdos" sí puede producir "maravillasartísticas" porque el arte puede estar másallá de esos absurdos. Es fácil decir que unbello retablo es producto, espejo y expre­sión de la religiosidad de un momento, y siestudiamos esa religiosidad vemos que eshueca, pobre, frívola, etcétera, y por ello, eneste caso, debemos concluir que el retablo esvacío y superficial. Pero es que ese retablono b dibuja el predicador, ni el sacri~tán, nilas beatas que desgranan rosarios; lo hace unarquitecto o un escultor que, siendo tancreyente como sus gárrulos compañeros, esde más alta y fina sensibilidad. El arte lohacen los artistas, no las sociedades. Ellashacen el estilo y, dentro de él, se manifiestael talento de los creadores o seguidores delos buenos modelos. La sociedad de FelipeIV y su Conde-duque no eran la maravillaque pasó al lienzo Velázquez, maravilla quees sólo de Velázquez.

Me preocupó mucho un tiempo el que,por ejemplo, la oratoria colonial, siendo tanmala - ¿o fue buena? - pudiera compararsecon los retablos dorados. A mal recarga·miento de retórica, pensaba, mal recarga­miento de plástica y, por ende, un sermónera una plasmación en madera o en piedrade la misma validez. Pero eso es falso. Elpredicador puede ser un tonto y el entalla­dor no. Como en el siglo XIX, al revés,hubo una oratoria excelente y los retablitosneoclásicos, salvo excepciones, son inferio·res a lo que el orador declamaba en elpúlpito. Querer, a la fuerza, equiparar lasdiversas actividades humanas ha sido undesacierto. En el mismo siglo, en la mismadécada, puede brillar una actividad humanay oscurecerse otra. A -una gran música nocorresponde, necesariamente, una inteligentepolítica y viceversa. Ni en economía.

El que estudie la Revoludón Francesapara sola admonición de Versalles y' delsiglo XVlII es un mal historiador. Por esoI-Jipólito Taine fue grande en sus Originesde la France Contemporaine. El que sólovea desatinos en el porfirismo -que no lapalabreja esa del "porfiriato"... ¿de pota­sio? - para ensalzar la revolución de 1910es tan insensato como el que sólo ve gran·deza en el régimen de Díaz.

Las tesis es fácil: "La Colonia fue exce­lente, luego todas sus manifestaciones culo

turales lo fueron también." O al contrario.Maniqueísmo puro.

El siglo XVII mexicano daba a un Sigüen­za, a una Sor Juana, a un Arce, igual que auna loca y encantadora visionaria como la"china" poblana Catarina de San Juan; a unneurótico espantoso como su biógrafo Alon·so Ramos; un obispo tonto pero honorablecomo Enríquez de Rivera, un neurótico­misógino como Aguilar, rapaz como Manso,etcétera. Y el arte, inalterable. Y al propósi­to, con eso de que critico negativamente, enparte, a la sociedad colonial del XVII, ¿nofue eso lo mismo que hizo Sor Juana?

A los liberales que decían lo antes trans­crito, habría que responderles que estánequivocados, que no todo fue malo en laNueva España. Y, al revés, a los conserva-

dores. La crítica hostil, cuando es como LaCiudad de Dios, en general, para toda unacultura, con ira y fanatismo, puede sercensurable. Hace tiempo he dejado de ad:mirar a San Agustín en ese aspecto, si biensu posible salvación sea, como en Las Ca­sas, esa exageración debida y necesaria enla polémica o en el paso de una cultura aotra. Yo sólo he estudiado una porción,pequeña, de la sociedad del siglo XVIImexicano que me resultó torpe, injusta,cerrada. Si hubiera sido lo contrario, habríahabido sólo elogios. Añadí sal y sátira, siquieres, pero eso es condimento y no lasustancia del plato, que si es de tacos depollo, en ellos se queda, a pesar del chileverde.

Que tengas salud. 45