una mirada desde el análisis del discurso

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Una mirada desde el Análisis del Discurso: El encuentro de Urondo, Portantiero, Benedetti y Walsh en Cuba 1 Mg. Ana Matus Universidad Nacional del Comahue Introducción El recorrido que presentamos aquí supone el objetivo de ensayar la aplicación de algunas herramientas de análisis, provenientes del cuerpo teórico del Análisis del Discurso, a un corpus propio de las Ciencias Sociales, con el fin de ejercitar una mirada analítica que permita desplegar las posibilidades interpretativas que estas técnicas brindan para la investigación social. El corpus seleccionado como objeto de aplicación es la transcripción de una mesa redonda donde participaron Rodolfo Walsh, Francisco Urondo y Juan Carlos Portantiero con la coordinación de Mario Benedetti. Este debate integró el ciclo organizado por el Centro de Investigaciones Literarias “Casa de las Américas” y fue publicado inicialmente en Panorama de la actual literatura latinoamericana, Casa de las Américas, La Habana, 1969 2 . Sobre el objeto de estudio así delineado realizaremos una primera caracterización del mismo utilizando como marco general de referencia la perspectiva propuesta por Bajtín 3 en relación al problema de los géneros discursivos (I). Exploraremos, a continuación, los rasgos constitutivos de los enunciados como unidad de la comunicación discursiva, comenzando por el contenido temático que estructura el corpus en un tema único definido de antemano y una sucesión de variaciones sobre este tema central. Dichas variaciones son las que originan secuencias temáticas identificables, con sus correspondientes turnos de habla, mecanismos de atribución de turnos, procesos de corrección y secuencias de apertura y clausura de la interacción (II). Dedicaremos un apartado (III) a examinar -a través de tres secuencias temáticas seleccionadas- algunos aspectos composicionales y estilísticos de los enunciados, un rasgo constitutivo del discurso propio de cada género discursivo y de cada sujeto. La problemática composicional será examinada a través de las fronteras y la conclusividad específica de los enunciados; mientras que explorar la 1 Una versión de este artículo está publicado en Ana Lía Kornblit (coord.), Metodologías cualitativas en Ciencias Sociales , Editorial Biblos: Buenos Aires, Argentina. 2 La transcripción del evento puede encontrarse en Baschetti, R. (comp.) (1994) Rodolfo Walsh, vivo. Antología de textos de y sobre Walsh. Buenos Aires : Ediciones de la Flor. 3 Bajtín, M. (1985) “El problema de los géneros discursivos” en Estética de la creación verbal. Buenos Aires : siglo XXI. Pag 1 - Una mirada desde el Análisis del Discurso:

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Una mirada desde el Análisis del Discurso:

El encuentro de Urondo, Portantiero, Benedetti y Walsh en Cuba1

Mg. Ana MatusUniversidad Nacional del Comahue

Introducción

El recorrido que presentamos aquí supone el objetivo de ensayar la aplicación de algunas herramientas de análisis, provenientes del cuerpo teórico del Análisis del Discurso, a un corpus propio de las Ciencias Sociales, con el fin de ejercitar una mirada analítica que permita desplegar las posibilidades interpretativas que estas técnicas brindan para la investigación social.

El corpus seleccionado como objeto de aplicación es la transcripción de una mesa redonda donde participaron Rodolfo Walsh, Francisco Urondo y Juan Carlos Portantiero con la coordinación de Mario Benedetti. Este debate integró el ciclo organizado por el Centro de Investigaciones Literarias “Casa de las Américas” y fue publicado inicialmente en Panorama de la actual literatura latinoamericana, Casa de las Américas, La Habana, 19692.

Sobre el objeto de estudio así delineado realizaremos una primera caracterización del mismo utilizando como marco general de referencia la perspectiva propuesta por Bajtín3 en relación al problema de los géneros discursivos (I). Exploraremos, a continuación, los rasgos constitutivos de los enunciados como unidad de la comunicación discursiva, comenzando por el contenido temático que estructura el corpus en un tema único definido de antemano y una sucesión de variaciones sobre este tema central. Dichas variaciones son las que originan secuencias temáticas identificables, con sus correspondientes turnos de habla, mecanismos de atribución de turnos, procesos de corrección y secuencias de apertura y clausura de la interacción (II).

Dedicaremos un apartado (III) a examinar -a través de tres secuencias temáticas seleccionadas- algunos aspectos composicionales y estilísticos de los enunciados, un rasgo constitutivo del discurso propio de cada género discursivo y de cada sujeto. La problemática composicional será examinada a través de las fronteras y la conclusividad específica de los enunciados; mientras que explorar la

1 Una versión de este artículo está publicado en Ana Lía Kornblit (coord.), Metodologías cualitativas en Ciencias Sociales, Editorial Biblos: Buenos Aires, Argentina.2 La transcripción del evento puede encontrarse en Baschetti, R. (comp.) (1994) Rodolfo Walsh, vivo. Antología de textos de y sobre Walsh. Buenos Aires : Ediciones de la Flor.3 Bajtín, M. (1985) “El problema de los géneros discursivos” en Estética de la creación verbal. Buenos Aires : siglo XXI.

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intencionalidad y la actitud del hablante nos permitirá la identificación de ciertos rasgos estilísticos propios de cada sujeto discursivo, en relación directa con la esfera de actividad de cada uno de los participantes.

Finalmente, nos ocuparemos del papel de los otros, presentes tanto a través de la concepción del destinatario y el fondo aperceptivo, como a través de los ecos y reflejos de los enunciados ajenos, anteriores. Es lo que permite construir la idea de lo dialógico: todo enunciado es un eslabón en la comunicación discursiva, que dialoga con los enunciados previos y que será interpelado por los enunciados futuros. (IV)

Nuestra propuesta, entonces, supone desarrollar un recorrido ajustado por una serie de tópicos que, según entendemos, presentan cierta pertinencia para su aplicación al corpus propuesto. No pretendemos con ello que el camino recorrido sea el único viable; por el contrario, asumimos que nuestra mirada es sólo una de las formas posibles de estudiar las interacciones verbales.

No aspiramos tampoco a realizar un trabajo exhaustivo, ni suponemos que este ejercicio esté exento de errores y probablemente omisiones en la interpretación y en la descripción. Sin embargo, creemos que si bien la sola intención de ensayar una perspectiva teórica no certifica que el resultado sea el adecuado, es ciertamente la condición primera para lograrlo.

Ana Matus

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I. El problema de los géneros discursivos en Bajtín

M. M. Bajtín reflexiona sobre las diversas conexiones existentes entre los usos lingüisticos y la vida social, la manera de habitar el mundo (visión del mundo o ideología) y la historia. De esta manera, la teoría bajtiana relaciona estrechamente las diversas esferas de la actividad humana con las dinámicas de la utilización del lenguaje, definiendo a los géneros discursivos como tipos relativamente estables de enunciados que elabora cada esfera del uso de la lengua. Siguiendo este planteo, los enunciados –tanto orales como escritos- reflejan las condiciones específicas y el objeto de cada una de las esferas, pero manteniendo una naturaleza verbal (lingüística) común.

Estamos en presencia de un género discursivo cuando, en una determinada esfera de la actividad y comunicación humana –a partir de una función determinada y unas condiciones específicas- se generan tipos temáticos, composicionales y estilísticos de enunciados relativamente estables4.

En palabras de Bajtín: “Los tres momentos mencionados, -el contenido temático, el estilo y la composición- están vinculados indisolublemente en la totalidad del enunciado y se determinan, de un modo semejante, por la especificidad de una esfera dada de comunicación”5.

El estilo refleja la individualidad del hablante mediante la selección de ciertas formas gramaticales determinadas. Esta selección resulta de por sí un acto de estilística ya que permite emerger el aspecto expresivo, emocional, del sujeto discursivo.

La composición o estructuración refiere a que el discurso siempre está vertido en una forma que pertenece a un hablante determinado, de manera que es posible reconocer ciertos rasgos característicos del enunciado como las fronteras -el cambio de los sujetos discursivos-, la conclusividad -alude al carácter internamente concluso del enunciado en su posibilidad de ser contestado o comprendido tácitamente-, y finalmente, la actitud o intención del hablante –que refiere a que todo enunciado es una postura activa del hablante dentro de una u otra esfera de objetos y sentidos-.

La teoría bajtiana considera que se debe prestar especial atención a una diferencia sumamente importante entre los géneros discursivos: la diferencia entre géneros primarios y géneros secundarios. Esta diversidad , nos dice, no es funcional sino que es de fondo.

Los géneros primarios o simples son aquellos que se constituyen en la comunicación discursiva inmediata, es decir, suponen un suceso de la vida cotidiana y como tal incluyen a la conversación en todas sus formas. Los géneros secundarios o complejos, por el contrario, surgen como producto de una elaboración intelectual, absorbiendo y reelaborando diversos géneros primarios en condiciones de comunicación cultural más compleja. Se trata de las novelas, dramas, investigaciones científicas y periodísticas, etc.

Al destacar la importancia del estudio de los géneros primarios, Bajtín señala que es en estas formas genéricas donde queda expuesta la manera en que se seleccionan y utilizan los géneros apropiados, ligados orgánicamente a las esferas de

4 La “relativa” estabilidad del enunciado alude al papel de la historia como dinamizador de los cambios en los géneros discursivos. Al respecto ver Bajtín, M., op. cit., p.253

5 Ibid., p. 248

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actividad. Negar o ignorar este aspecto del análisis conduce, según el pensador ruso, a desvirtuar el carácter histórico de la investigación a la vez que se debilita el vínculo del lenguaje con la vida.

Centrándonos ahora en el corpus que nos ocupa, podemos comenzar definiendo la mesa redonda como un enunciado primario representado, entendiendo así que se trata de enunciados que se constituyen en la realidad inmediata, a diferencia de los enunciados secundarios.

Este género discursivo, como práctica oral, semeja una conversación espontánea; sin embargo, no se trata de una conversación casual entre personas que se encuentran sin un objetivo previo. Por el contrario, podemos suponer que los participantes del evento acordaron previamente el tema que tratarían y aseguraron su presencia.

Dicho de otra manera, si bien la mesa redonda -en tanto práctica discursiva oral- puede ser clasificada como una modalidad que se desarrolla de persona a persona y en este sentido comparte con las interacciones verbales espontáneas “... esos aspectos de creación sobre la marcha, de improvisación, de malentendido, de trasgresión de las normas, de negociación o de provocación de conflicto a que están sujetos, casi indefectiblemente, los intercambios orales cara a cara” 6 ; podemos observar, sin embargo, que en el desarrollo del encuentro se producen una serie de deslizamientos hacia prácticas de corte monologal, donde los participantes toman la palabra en un intento de “monogestionar” el evento (esta situación solo es evitada por Benedetti en su rol de moderador). Dichos deslizamientos responden, según nuestra interpretación, a una diferenciación de roles: aparece un destinatario que no se corresponde con aquellos a quien responde el enunciado. Así, el destinatario que aflora en los deslizamientos protagonizados por los hablantes que participan en la mesa redonda parece representarse en la comunidad intelectual y literaria de la época. Es decir que, durante esos momentos discursivos monológicos donde el destinatario no coincide personalmente con los participantes de la interacción, lo que se perfila es la figura de un receptor proveniente de los sectores de intelectuales y artistas de izquierda, cuyas opiniones y convicciones conforman el fondo aperceptivo en que está inmersa la comunidad cultural de la década del ‘60.

Son estos corrimientos, que vuelven compleja la clasificación del encuentro en una categoría específica, los que le dan a este género discursivo su cualidad particular : a pesar de su apariencia de espontaneidad, la mesa redonda no es un diálogo cotidiano donde el destinatario es ‘a quien yo contesto y de quien espero, a mi turno, una respuesta’ sino que existe ese otro destinatario-receptor presente para los hablantes.

Es justamente la aparición de esa distinción bajtiana entre participante del encuentro y destinatario de la enunciación lo que les permite, a los hablantes, mantener una sola unidad conversacional durante el desarrollo de la interacción, neutralizando la tendencia a desarrollar múltiples conversaciones simultáneas que podría aparecer junto con el mayor número de participantes 7.

6 Calsamiglia, H. y Tusón Valls, A. (2001) Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso. Barcelona : Ariel, p. 40

7 La diferenciación de roles como característica del género discursivo mesa redonda será tratado con mayor profundidad en el apartado IV.

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II. Sobre el contenido temático

Tomando las herramientas teórico/prácticas que han desarrollado autores como Sacks, Schegloff y Jefferson en la línea de la microsociología o sociología de la vida cotidiana, derivada directamente tanto del trabajo de Erving Goffman como de los etnometodólogos (sobre todo del trabajo de Garfinkel), intentaremos continuar nuestra aproximación analítica al corpus seleccionado desde el Análisis Conversacional (AC8).

Estudiar desde esta perspectiva las interacciones verbales supone considerar toda conversación como “un conjunto socialmente organizado de sucesos lingüisticos”, es decir que una actividad aparentemente tan libre y espontánea como el cambio conversacional aparece bajo esta luz como un lugar de ejecución de competencias socialmente adquiridas y relevantes, habilidades lingüisticas reconocidas y exigidas. Así: “... las conversaciones son actividades sociales reguladas no sólo en términos pragmáticos o de adecuación respecto del contexto, a la situación en que se producen ... sino también dentro de las mismas secuencias verbales, en el modo en el cual éstas están sincronizadas y se suceden”9

Esos “sucesos lingüísticos” que ocupan a los conversacionalistas son realizados por los participantes en la interaccion, esto es por los sujetos que protagonizan los fenómenos comunicativos; de manera que podemos decir que el estudio de las conversaciones, desde la perspectiva del Análisis Conversacional, busca explicar los métodos que los sujetos utilizan para construir los intercambios de palabras; y lo hace explicitando los procedimientos y reglas con los cuales los locutores van construyendo su propia actividad conversacional mientras la desarrollan. Dicho de otra manera, lo que les interesa explicar son las formas que emplean los individuos para darse a entender y ser comprendidos por otros, bajo el supuesto de que la conducta en la vida cotidiana es razonable y significativa.

Dentro de estos métodos y procedimientos –que los sujetos aplican cooperativamente- el mecanismo del turno parece ser el dispositivo más importante en la disposición de las secuencias10. El modelo del procedimiento del turno tiene en las reglas de la atribución del turno (el paso de palabra de un locutor a otro) un componente esencial, así como en la manera que se desarrollan las secuencias de apertura y cierre (episodios iniciales y terminales de la conversación) y los procedimientos de corrección.

El análisis de estos dispositivos nos permitirá, en lo que sigue, visualizar los métodos que utilizan los sujetos en la construcción de la racionalidad de sus prácticas sociales.

8 Sobre el estudio de las conversaciones y las interacciones verbales ver “Harvey Sacks, Emanuel Schegloff, Gail Jefferson o el hablar descompuesto” en Wolf, Mauro (1994) Sociologías de la vida cotidiana.; Pomerantz A. y Fehr B.J. (2000) “Análisis de la conversación: enfoque del estudio de la acción social como prácticas de producción de sentido” en Van Dijk, T. (comp) El discurso como interacción social. Estudios del discurso: introducción multidisciplinaria. Vol II.; Calsamiglia, H. y Tusón Valls, A. (2001) Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso.

9 Wolf, op. cit., p. 186.10 Al respecto dicen Sacks-Schegloff y Jefferson . “...el sistema del turno parece una forma (crucial) básica de la

conversación, en cuanto que sería invariable respecto a los participantes, de manera que cualquier variación que éstos introdujeran durante la conversación sería acomodada sin cambios en el sistema, y además de modo que el sistema mismo podría ser modificado selectiva y contingentemente respecto a los aspectos sociales del contexto.”

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En el debate organizado por el Centro de Investigaciones Literarias “Casa de las Américas” que estamos analizando, la literatura argentina es el tema central del encuentro y el eje sobre el que va a girar, de manera general, la conversación de los participantes. Durante el desarrollo del encuentro, este tema amplio irá tomando la forma de una serie de temas más específicos o subtemas, que presentan límites identificables para determinar el principio y el final en que fue tomado y respondido por los coparticipantes. Consideramos estos segmentos como secuencias.

Las secuencias identificadas a partir de los subtemas tratados son siete: la diferencia situacional entre el escritor del siglo pasado y el escritor actual, el oficialismo literario y el oficialismo político, el enfrentamiento Boedo / Florida, el proceso de la poesía en estos años, el proceso en la prosa, el grupo Sur, y el boom latinoamericano de los años sesenta.

El primer tema propuesto por el moderador del encuentro, Mario Benedetti, dura apenas la intervención del primer expositor, ya que prontamente es redefinido por Urondo y el resto del panel (incluso el coordinador) acepta la nueva definición del tema. El oficialismo literario y luego su relación con el oficialismo político es tratado por los participantes de la mesa redonda hasta el momento en que la primera intervención de Portantiero hace referencia al grupo Boedo y Mario Benedetti, en su papel de coordinador, toma esta referencia e instala el tema de la diferencia entre Boedo y Florida.

Este tema ocupará las siguientes intervenciones, hasta que el moderador inserta la pregunta sobre “el proceso de la poesía” dirigida a Urondo –quien reinstala ‘su’ tema del oficialismo literario- y una nueva intervención de Benedetti lleva la discusión al terreno de la prosa, preguntándo qué pasa en la prosa mientras tiene lugar en la poesía el proceso que Urondo se ocupó largamente de reseñar.

Este nuevo tema -que Walsh trata suscintamente- da oportunidad a Juan Carlos Portantiero para una intervención más extensa donde reflexiona sobre la posibilidad de explicar “la realidad compleja del peronismo” así como “lo que podía ser la Argentina a partir de la caida del peronismo”, en lo que parece un lenguaje más académico y explicativo que el utilizado por los coparticipantes del evento.

Benedetti vuelve a situar el problema a nivel literario (mencionando la revista cultural Sur) y desde allí propone tratar el caso Murena y el caso Cortázar . La actitud del moderador -que se ubica constantemente en el nivel particular, de caso- contrasta con el nivel de análisis seleccionado por Portantiero.

Finalmente, Benedetti sutura este tema e inmediatamente propone la conclusión formal del encuentro, introduciendo como cierre explícito un tema que se anunció en el inicio del encuentro como una cuestión que llegaría a ser tratada por los expositores. Es propuesto entonces el tema del boom latinoamericano, dando lugar a la oposición entre los pedidos a concretar en números y nombres de Benedetti, contra el intento explicativo, analítico de Portantiero, quien cierra en forma absoluta el encuentro ensayando una generalización de lo allí expuesto.

Podríamos caracterizar los contenidos temáticos de las secuencias de la siguiente manera:

Tema general de la mesa redonda: La literatura argentina

Secuencias Contenidos temáticos

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• diferencia situacional entre el escritor del siglo pasado y el escritor actual

El tema es definido por Mario Benedetti, quien elige a Walsh para que tome el turno inmediato de respuesta. Walsh señala las diferencias entre el escritor del siglo XIX y el de la actualidad (1969) destacando la ausencia –durante el siglo pasado- del escritor profesional, del hombre que se dedica exclusivamente a la literatura. Por el contrario, a comienzos del siglo XX, la situación cambia con la aparición de los primeros escritores profesionales, quienes poseian también una nueva actitud optimista a tono con los tiempos de expansión y crecimiento. Esto dura aproximadamente hasta 1914.

• oficialismo literario / oficialismo político

Señalando una omisión por parte de Walsh, Urondo llama la atención sobre el fenómeno del modernismo en la Argentina; y de allí deriva la oposición entre quienes introducen en el país todos los movimientos de vanguardias que se estaban produciendo en Europa (Borges, Girondo) contra el oficialismo literario que concentraba todas las retóricas simbolistas nacionales (Güiraldes, Méndez). Se discute sobre la pertenencia de Lugones a este oficialismo y se reseña la trayectoria de la revista Martín Fierro como contenedora de las dos tendencias, cuya crisis se desata tras la finalización del mandato presidencial de Alvear y culmina en su ciere.Tanto la trayectoria personal de Lugones como la de Borges es calificada como una “involución” en tanto mutan sus posiciones políticas desde la izquierda hacia el conservadorismo.Sobre la relación de este oficialismo literario con el oficialismo político, introducida por Benedetti, concuerdan en que no existía una coincidencia plena sino que era una época donde la actitud política no era un horizonte por el cual se guiaran sino que para estos personajes la literatura era un experiencia ajena a la política, a diferencia del grupo de Boedo.

• Boedo / Florida

Benedetti considera importante tratar esta diferencia entre Boedo y Florida, mencionada por Portantiero, quien señala como un hecho fundamental para el surgimiento del Grupo de Boedo la aparición de la clase media –que se origina en la inmigración- y de alternativas ideológicas que no son las de la clase dominante sino otras, vinculadas a la tradición de la literatura socialista y anarquista. Este grupo encuadra su literatura dentro de los marcos de un naturalismo sombrío, gris; propugnando un arte enrolado en la militancia de tipo social.Las diferencias entre Boedo y Florida tienden a mezclarse y a perderse luego de la crisis de 1930, con el surgimiento de nuevas realidades. Se discute sobre el encuadre de Arlt dentro de Boedo, considerándolo un poco aparte de las características

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generales del grupo en cuanto a su distancia con el tono ideológico, con el mesianismo proletario que sí tenian los otros escritores y en cuanto al nivel artístico que alcanzó su prosa. A su muerte, queda el grupo Sur como dominante del campo literario.

• el proceso de la poesía en estos años

Benedetti pregunta a Urondo sobre el proceso en la poesía y el vacío que se produjo en algunos años -que Urondo ubica entre 1930 y 1945- donde lo predominante se publica en la revista Sur, que se nutre de traducciones y donde se ha perdido la veta creativa que tenía el grupo de la revista Martín Fierro. A partir del ’45, Urondo identifica un cambio importante en la poética, centrado en el planteo de la renovación estética con fundamentos más insertos en un contexto ideológico y que se expresan en la revista Arturo, de donde deriva el movimiento denominado “invencionismo”. Otro movimiento importante es el protagonizado por los surrealistas desde diversas publicaciones. Estos dos movimientos tienden a diluirse, a integrarse luego de 1960. Urondo destaca que estos poetas surgieron en contra del oficialismo literario representado en ese momento por la revista Sur.Se discute el proceso por medio del cual la crítica cultural contra el oficialismo va adquiriendo mayor amplitud, hasta abarcar la crítica de toda una ideología -la dominante- de manera que la actividad poética comienza a vincularse con la actividad política. Se incorpora al debate la diferenciación de oficialismo litearario y oficialismo político en la época del peronismo, ya que no eran coincidentes y se trata el caso de Leopoldo Marechal y su trayectoria entre uno y otro de los oficialismos.

• el proceso en la prosa

Walsh, a instancias de Benedetti, hace el paralelo con lo acaecido en la prosa, señalando que hasta 1954 -con la aparición de David Viñas- ha persistido el vacío de una literatura comprometida con la realidad, en el contexto de la hegemonía de Sur. David e Ismael Viñas escriben dentro de un nuevo grupo, que es el de la revista Contorno, cuya marca característica es el ensayo. Según Portantiero, la complejidad de la realidad argentina de esos años se traduce en un predominio de la actitud reflexiva que da como producto la aparición de revistas por el estilo de la mencionada Contorno. Se discute a continuación la trayectoria ideológica de la revista, como un proceso hacia el marxismo que dura hasta el año 1958. A partir del ascenso al poder de Frondizi surge otro proceso que lleva al rescate del peronismo en su dimensión popular. Sin embargo, la experiencia del fracaso de Frondizi llevará a una profundización en el camino hacia el marxismo. Para Urondo,

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la crisis del frondizismo se erige como el momento en que se agota la posibilidad reformista en el país y la revolución nacional burguesa se viene abajo completamente como perspectiva viable.

• el grupo Sur Benedetti vuelve a situar la discusión en el nivel literario, preguntando sobre las peleas internas de Sur. Se debate sobre los casos de Murena y sobre todo de Martínez Estrada cuya ruptura con el grupo es considerada significativa; y cuya práctica da lugar –según Portantiero- a una doble herencia: la de quienes se apropian de su actitud crítica y la de aquellos que toman el aspecto mítico, irracional, de su pensamiento.Benedetti introduce la figura de Cortázar como tributario del grupo Sur y Walsh señala la evolución de éste hacia una tendencia realista que lo lleva a encarnar las dos partes, la realista y la metafísica.

• el boom latinoamericano

Benedetti propone concluir el encuentro debatiendo sobre el boom de la literatura latinoamericana, tratando de visualizar sus condicionantes y sus resultados. Se señala la explosión de ventas y el surgimiento del libro argentino como un producto comercializable, haciendo un paralelo con lo sucedido hacia 1930. Benedetti propone hablar de los grandes autores de venta en la Argentina, y se menciona a Sábato, Cortázar y Bullrich. A raíz de esta última mención, se comenta los dispares niveles literarios que incluye el fenómeno editorial de ventas. Tratando de explicar el éxito de la literatura argentina, Portantiero lo vincula al surgimiento de cierto público “ejecutivo” al que define como el hombre moderno que consume determinados bienes para sentirse importante, y dentro de esos bienes se encuentra la literatura argentina. Según especifica a continuación, cierto tipo de literatura, que es la que promocionan revistas como Primera Plana o Confirmado y que se articula con el negocio editorial en vinculación con las casas editoras.El encuentro se cierra con la reflexión de Portantiero sobre la nueva clase de consumidores masivos que han surgido en la Argentina ,señalando que para ellos en el terreno literario es admisible todo, pero que fuera de la literatura no existe tal permisividad. Así, el límite es claro y preciso: todo aquello que pretenda la expansión del fenómeno literario al terreno ideológico y político es bloqueado.

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En el cuadro precedente hemos reseñado el desarrollo de la conversación en cada una de las secuencias temáticas. Nos ocuparemos ahora del dispositivo más importante en la disposición de la interacción verbal, es decir el mecanismo del turno. Recordemos que los turnos de habla son una característica general de las conversaciones. En la mesa redonda se puede observar cómo la amplitud del turno no está establecida sino que varía, es decir que se utilizan diversas ‘unidades de turno’ que pueden estar compuestas por una frase o tener duración de varios párrafos.

La reglas de la atribución del turno que permiten la sucesión ordenada de locutores funcionan en nuestro caso tanto por autoselección como por la selección del moderador del encuentro. En algunas ocasiones es Mario Benedetti quien hace uso de un turno y selecciona el próximo locutor, de manera que el participante elegido tiene el derecho y la obligación de tomar el turno siguiente. En otros momentos, en cambio, quien habla primero adquiere el derecho al turno.

En el caso del cierre conversacional, este supone la suspensión del mecanismo de turno de manera negociada. Sin embargo, las características específicas del género de la mesa redonda introduce algunas restricciones a lo que sería la estructura de los turnos en un modelo general de conversación, es decir una conversación espontánea. En nuestro caso, la duración de la conversación está especificada por adelantado y si bien los participantes deben llegar de modo coordinado a “cerrar” la charla, responden -sin negociar- a la secuencia de precierre iniciada explícitamente por el moderador, de manera que llegan al final mediante un trabajo interaccional que refleja la “invitación/aceptación” del cierre. En este episodio podemos observar asimismo cómo los participantes aceptan la autoridad del coordinador para determinar la duración del encuentro.

Por último, aludiremos a los procedimientos de corrección usados en las conversaciones, que pueden ser de autocorrección (seguida por el locutor que ha cometido el error) o heterocorrección (seguida por un participante distinto). Podemos ver un ejemplo de las acciones de reparación realizadas por otros locutores, en las interacciones entre Walsh y Urondo en la primer y segunda secuencia. Al iniciar la segunda secuencia, Urondo ocupa el turno siguiente a aquel que –a su entender- contiene el error (en este caso, una omisión) para repararlo. Con este mecanismo se sucede la alternancia de turnos de habla entre Walsh y Urondo, siendo en todas las ocasiones Urondo quien corrige o rectifica lo dicho por su compañero, aunque atenuando algunas de sus acciones de reparación al formularlas de manera indirecta11.

Hasta aquí, hemos analizado el encuentro desde su contenido temático, observando y describiendo -desde la perspectiva del Análisis Conversacional- algunos componentes generales de la conversación que se especifican en la dinámica particular con que se desarrollan las interacciones verbales en una mesa redonda.

III. Aspectos composicionales y estilísticos

11 Volveremos sobre estos procedimientos de corrección desplegados por Urondo al analizar la conclusividad específica de sus enunciados, en el tercer tema examinado en el apartado siguiente (III).

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En este apartado profundizaremos el análisis iniciado, seleccionando tres de las secuencias identificadas y caracterizando las acciones que se realizan en cada una de ellas. El cambio de los sujetos discursivos o cambio de locutor –fácilmente observable en las conversaciones- nos permite reconocer las fronteras del enunciado como uno de los rasgos característicos que constituye, en palabras de Bajtín, su composición o estructuración.

Recordemos que con los conceptos de composición o estructuración, la teoría bajtiana está dando cuenta del hecho de que el discurso aparece siempre vertido en una forma que pertenece a un hablante determinado; y como enunciado se presenta enmarcado en relación con otros enunciados vinculados a él. Lo que enmarca al enunciado y “crea su masa firme y estrictamente determinada” es el cambio de los sujetos discursivos, es decir la alternación de los hablantes para ceder la palabra al otro o para dar lugar a su comprensión activa como respuesta. Así, por más variados que puedan ser los enunciados en su extensión, contenido o composición, para Bajtín todos poseen unos rasgos estructurales comunes, y ante todo, tienen fronteras muy bien definidas que se determinan por ese cambio de los sujetos discursivos. Este es el primer rasgo constitutivo del enunciado que señala Bajtín, y que presenta vinculado indisolublemente con un segundo rasgo: la conclusividad específica del enunciado.

El carácter concluso del enunciado representa una “... cara interna del cambio de los sujetos discursivos; tal cambio se da tan sólo por el hecho de que el hablante dijo o escribió todo lo que en un momento determinado y en condiciones determinadas quiso decir.”12

El criterio más importante que permite determinar la conclusividad del enunciado es la posibilidad de ser contestado, es decir, que la posibilidad de tomar una postura de respuesta en relación con el enunciado muestra su carácter de totalidad conclusa. Según Bajtín, la posibilidad de una respuesta se determina por tres factores que se relacionan entre sí en la totalidad orgánica del enunciado: la capacidad de agotar el sentido del objeto del enunciado, la intencionalidad discursiva del hablante -según la interpreta el oyente para medir el grado de conclusividad de lo enunciado-, y las formas típicas, genéricas y estructurales, de conclusión13.

Para analizar estos elementos en relación con la mesa redonda de 1969 en La Habana, seleccionamos tres de las secuencias identificadas en el apartado anterior y caracterizamos las acciones que se realizan en cada una de ellas a partir del cambio de los sujetos discursivos que constituyen las fronteras de los enunciados. Elegimos luego tres temas derivados de la caracterización que sigue, por considerar que resultan relevantes para ilustrar las interpretaciones de los participantes y las prácticas en las que se concretan.

• Secuencias:o Diferencia situacional entre el escritor del siglo pasado y el escritor actual

12 Bajtín, op. cit., p.265.13 Para ampliar el desarrollo realizado por Bajtín sobre los criterios de conclusividad consultar Bajtín, M. (1985) “El problema de los géneros discursivos” en Estética de la creación verbal. Buenos Aires : siglo XXI. En especial pp. 265-268.

Pag 12 - Una mirada desde el Análisis del Discurso:

o Oficialismo literario / oficialismo político

Turnos de habla Caracterización de las acciones

Secuencia A.

1. Mario Benedetti

En su posición de moderador del encuentro, B inicia el diálogo, definiendo el tema y otorgando el primer turno de habla a RW, a la vez que utiliza la intervención para definir su rol .

2. Rodolfo Walsh W acepta el tema propuesto y ofrece la información requerida.

Secuencia B.

3. Francisco Urondo

U interviene para reparar un supuesto olvido de W, y al hacerlo introduce otro tema, situado de lleno en el s.xx (oficialismo literario)

4. Mario Benedetti B acepta el nuevo tema pidiendo mayores definiciones a U

5. Francisco Urondo U responde al pedido de B brindando la información requerida

6. Rodolfo Walsh W realiza un comentario sobre la evolución ideológica de un autor (Lugones) al que U se está refiriendo a instancias de B

7. Francisco Urondo U corrige la apreciación de W, señalando que en realidad sucede lo contrario y continúa desarrollando el tema.

8. Rodolfo Walsh W aporta un comentario sobre la financiación de la revista Martín Fierro de la que habla U

9. Francisco Urondo U trivializa el comentario de W, retomando el desarrollo de la secuencia central.

10. Rodolfo Walsh W interviene tratando de apoyar las afirmaciones de U con el recuerdo de un supuesto poema del que le han hablado pero que él no ha leído.

11. Francisco Urondo Si bien U corrige el dato dado por W , toma su comentario y lo incorpora a su desarrollo.

12. Mario Benedetti B insta a U a explayarse, pidiéndole que relacione lo dicho con un elemento que aporta B (el oficialismo político )

Pag 13 - Una mirada desde el Análisis del Discurso:

13. Francisco Urondo U responde al pedido de B, aunque marca lo confuso que resulta establecer esas relaciones

14. Rodolfo Walsh W también responde a la propuesta de B pero de manera más directa.

15. Juan Carlos Portantiero

P cuestiona lo dicho por W, argumentando en contra de lo afirmado por éste. Cuestiona también la posibilidad misma de establecer relaciones entre los elementos según lo ha planteado B y propone otra manera de tratar el tema (que es aceptada por B quien define así el tema a tratar en la siguiente secuencia).

• Secuencia G: El boom latinoamericano

Turnos de habla Caracterización de las acciones

Secuencia G

63. Mario Benedetti

B realiza una aseveración que clausura el tema anterior, a la vez que propone hablar del boom latinoamericano para concluir formalmente el encuentro.

64. Francisco Urondo U responde mencionando cifras de ejemplares vendidos de un libro de Onetti para ejemplficar que el libro argentino no era comercializable antes del boom

65. Mario Benedetti B aporta un ejemplo más, Adán Buenosayres.

66. Francisco Urondo U introduce otra situación de auge editorial situándola en la Argentina antes de 1930

67. Juan Carlos Portantiero

P apoya con datos esta última afirmación de U y trata de encontrar una explicación al fenómeno.

68. Rodolfo Walsh W remarca que están hablando de 1930

69. Juan Carlos Portantiero

P menciona que luego el mercado editorial casi desapareció

70. Francisco Urondo U reseña la difusión de productos culturales argentinos de variada calidad en toda Latinoamerica en épocas pasadas y acuerda que en un momento dado esa actividad se terminó; hasta el desencadenamiento del nuevo fenómeno editorial (el boom) que demuestra que el libro argentino es un producto vendible.

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71 Mario Benedetti B pide casos concretos, nombres de los grandes autores de venta en la Argentina

72. Juan Carlos Portantiero

P nombra a Sábato y a Cortázar

73. Rodolfo Walsh W aporta datos de la tirada de la colección Capítulo del Centro Editor dedicado a Cortázar, apoyando la mención que de él hace P como autor de venta masiva.

74. Mario Benedetti B demanda más nombres de autores de éxito.

75. Francisco Urondo U postula a Silvina Bullrich.

76. Mario Benedetti B interpreta que si Silvina Bullrich es una autora de venta masiva, entonces el éxito editorial no supone un mismo nivel literario de los autores que lo integran.

77. Francisco Urondo U acuerda en esta interpretación evaluando que la situación de éxito contiene un nivel literario indiscriminado .

78. Juan Carlos Portantiero

P intenta explicar lo que pasa (el fenómeno del boom ) avanzando con una hipótesis donde relaciona varias razones que confluyen en el éxito de la literatura argentina. Uno de los factores que menciona es la emergencia de un mercado literario, con un nuevo tipo de consumidores que denomina “ejecutivo”, con revistas culturales que marcan tendencias, con una clase media “moderna” que compra libros –aunque P duda si los lee-.

79. Rodolfo Walsh W aporta la anécdota vaga de una tapa suprimida.

80. Francisco Urondo U sitúa la revista (Primera Plana) y reseña la situación en que fue suprimida a raíz de una visita de Marechal a Cuba.

81. Juan Carlos Portantiero

P retoma su argumento en el nivel explicativo, intentando llegar a una conclusión generalizadora sobre la nueva clase de consumidores masivos que dan sustento al boom, así como de los límites que aparecerían para expandir el fenómeno al terreno ideológico y político.

Como habíamos anticipado – y siguiendo las sugerencias de Pomerantz y Fehr14

14 Pomerantz A. y Fehr B.J. (2000) “Análisis de la conversación: enfoque del estudio de la acción social como prácticas de producción de sentido” en Van Dijk, T. (comp) El discurso como interacción social. Estudios del discurso: introducción multidisciplinaria. Vol II. Barcelona, Gedisa.

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sobre el uso de las herramientas del AC – luego de haber caracterizado las acciones de las secuencias seleccionadas, comentaremos tres tópicos derivados de dicha caracterización.

Los temas que elegimos para considerar son: 1) la oposición Portantiero/Benedetti; 2) la lucha por la definición del tema; 3) el carácter (in) concluso del enunciado de Urondo;

• Los intentos encontrados de Portantiero y Benedetti por definir el nivel analítico en que se desarrolla la conversación.

Juan Carlos Portantiero intenta, en sus intervenciones, aportar un elemento explicativo al debate, situar la conversación en un nivel analítico, más abstracto. Sus enunciados aparecen caracterizados por su preocupación por ‘explicar’ las situaciones sociales desde un punto de vista sociológico.

En las primeras secuencias (A-B) podemos observar cómo Portantiero cuestiona la afirmación realizada por Walsh y lo hace analizando la situación de los sectores conservadores en relación con el poder político, en un momento determinado de la historia nacional. Su mirada se coloca así en un plano más general, intentando relacionar distintas esferas de la vida colectiva (económica, social, cultural) con ciclos históricos de la Argentina. Al mismo tiempo, se posiciona políticamente, al englobar a esos sectores conservadores sobre los que se viene hablando en un ellos que obliga la demarcación de un nosotros opuesto ideológicamente, donde Portantiero se incluye e incluye a sus compañeros de interacción.

El primer intento explicativo que vemos en la secuencia G se produce cuando –aceptando la definición del tema que da Francisco Urondo, quien sitúa la mirada en la llamada década infame- Portantiero apoya las afirmaciones de Urondo a la vez que se pregunta sobre la posible explicación del fenómeno. Aparece luego el segundo intento de Portantiero por salir de una mera descripción anecdótica, cuando -a pesar de que los turnos tomados por sus compañeros fueron utilizados para ocuparse de casos concretos según la demanda de información de Benedetti en su rol de moderador- él interviene para aventurar una hipótesis que pueda explicar, desde ciertos factores sociales, el fenómeno editorial. Finalmente, en el cierre en sentido absoluto el encuentro es justamente Portantiero quien realiza la última intervención. En este turno de habla, Portantiero retoma su argumentación sin tomar en cuenta las intervenciones que mediaron desde su turno anterior y cierra llevando su razonamiento al punto máximo: una conclusión generalizadora de todo lo hablado en el encuentro, centrada en los límites entre literatura y política.

Si consideramos los intentos de Portantiero como una secuencia, podemos suponer que existió una progresión desde su estrategia inicial de preguntarse por posibles explicaciones hasta la hipótesis con la que ocupó el cierre absoluto del encuentro.

Esta actitud confronta con las intervenciones de Benedetti, quien en su postura de moderador del encuentro, demanda el tipo de información que considera más importante, y esta información es claramente de carácter concreto. Vemos como su demanda se repite en sucesivas intervenciones, desde el apoyo que brinda a las respuestas que se situan en el nivel requerido hasta las preguntas que ensaya cuando –frente a la descripción de la situación editorial anterior a 1930 que introduce Urondo y que los participantes acceden a tratar - intenta redefinir el tema al pedir que ya se traten casos concretos de grandes autores de venta en la Argentina actual. Unos

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momentos después, no conforme con la información dada por Portantiero y Walsh, insiste en su pedido de nombres de autores exitosos. Sin embargo, sólo Urondo da el nombre de Silvina Bullrich; luego Portantiero toma un turno de habla y comienza a desarrollar la explicación con la que unos turnos después concluirá el encuentro. Benedetti no vuelve a intervenir.

• La actitud “rebelde” que manifiesta Paco Urondo al cuestionar la definición del tema dado por el coordinador de la mesa.

En esta secuencia aparecen ciertas acciones de Francisco Urondo que parecerían indicar que representa el papel de panelista polémico, buscando redefinir los temas abiertos por el moderador. Como veremos, la reacción de sus pares es favorable, aceptando en la mayoría de los casos su propuesta.

En la secuencia de apertura de la mesa redonda (A-B) Mario Benedetti, en su posición de moderador del encuentro, inicia el diálogo, definiendo el tema y otorgando el primer turno de habla a Rodolfo Walsh, a la vez que utiliza la intervención para definir su rol . Walsh acepta tanto la definición del tema de conversación como su importancia, y comienza a desarrollar el tópico según el cortés pedido de Benedetti.

Sin embargo, se produce a continuación un punto de inflexión (que marca el comienzo de la secuencia B) cuando Francisco Urondo toma un turno de habla y en su intervención se muestra como un participante que no parece aceptar de buen grado la definición del tema dado por Benedetti, situación que aparecerá corroborada en otras secuencias analizadas. La manera en que realiza esta operación de redefinición del tema resulta estratégica –no frontal-, ya que señalando un supuesto olvido de quien habló en el turno anterior ‘corrige’ la situación introduciendo otra temática. Esta acción es aceptada por el coordinador, quien permite que Urondo se explaye sobre el tema que eligió tratar.

Dentro de la secuencia G, la primera acción en este sentido se encuentra en el momento en que Urondo, frente al tema propuesto por Benedetti (el boom latinoamericano de la década de los sesentas) introduce mediante una mención a la revista Martín Fierro el tema de otra situación de auge editorial, que se habría producido en la Argentina antes de 1930. Tomando el turno siguiente, Portantiero acepta el tema y ofrece datos del año 1925 que apoyan lo dicho por Urondo.

Interviniendo por primera vez durante esta secuencia, Rodolfo Walsh toma un turno de habla para remarcar que están hablando sobre el año 1930. Con esta afirmación –en apariencia redundante- Walsh está declarando implícitamente que se están ocupando del período equivocado. Esta interpretación del sentido que damos a la intervención de Walsh, es decir verlo como un intento de reencauzar el tema hacia el propuesto por Benedetti, parece corroborada por la respuesta de sus compañeros.

En el turno siguiente observamos la pronta reacción de Portantiero, quien hace mención al fin de aquel auge anterior a la década infame mientras que Paco Urondo apoya en el turno inmediato ese relato de cómo desaparece la difusión de los productos culturales argentinos, ensamblando la siguiente reactivación del fenómeno editorial con el tema propuesto inicialmente por Benedetti, el boom latinoamericano.

Ya hemos mencionado los sucesivos intentos del moderador por obtener información concreta sobre los temas que propone. Hacia el final del encuentro podemos observar cómo Benedetti, dejando atrás la digresión producida por Urondo y en la que nunca tomó parte, urge a los expositores a hablar de casos concretos, ahora

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sí, del boom latinoamericano. A diferencia de la secuencia de apertura, al iniciar la secuencia G de pre-cierre y

cierre, Benedetti no aceptará la negociación por la definición del tema que intenta Paco Urondo.

• El carácter (in) concluso del enunciado de Urondo

Aquí su papel de panelista polémico se perfila a través de su manera de tomar los turnos de habla, ya que lo hace corrigiendo o desestimando la intervención inmediata posterior a la suya y utilizando el nuevo turno tomado para continuar con un desarrollo que no parece concluir en un solo turno y donde los comentarios de los otros participantes aparecen como interrupciones a aquello que Urondo está empeñado en decir.

Esta situación detectada nos lleva a examinar el funcionamiento de uno de los rasgos característicos del enunciado al decir de Bajtín: su conclusividad específica. En las sucesivas intervenciones de Urondo parecería que la alternancia de los hablantes no responde a una conclusividad específica del enunciado (Urondo no parece haber dicho todo lo que en ese momento y en esas condiciones determinadas quería decir) sino a la elección del formato mesa redonda. Este formato semeja un diálogo entre participantes -diálogo que en apariencia se mantiene- a la vez que determina la alternancia de los sujetos discursivos y las fronteras de los enunciados. Sin embargo, esta alternancia de locutores no parece responder a la cara interna del enunciado vertido por Urondo. Cuando lo ‘interrumpen’ parecería que aún no está dada la posibilidad de que sea contestado.

Si revisamos los momentos o factores que analiza Bajtín al respecto de esta conclusividad interna como rasgo estructural del enunciado, observaremos que se torna visible que Urondo no agota en cada uno de los turnos de habla -que va tomando con persistencia- el sentido del objeto de su enunciado. Esto podría deberse a la contradicción mencionada entre el formato planteado (una conversación implica el agotamiento inmediato del sentido del objeto) y la esfera de la creación desde donde habla Urondo y que implica la toma de varios turnos para llegar a un mínimo de conclusividad.

Asimismo, resulta claro que la intención o voluntad discursiva de Urondo es contrariada en cuanto a su decisión sobre la determinación del volumen y los límites de su intervención.

Las ‘corregidas’ intervenciones de Walsh nos permiten suponer la ausencia de ese carácter concluso del enunciado de Urondo, en tanto la activa posición de respuesta de sus interlocutores se manifiesta como comentarios subsidiarios que no tienen capacidad de desarrollarse o interactuar con lo dicho por Urondo.

Esta interpretación parece corroborarse cuando Benedetti interviene en el desarrollo que está sosteniendo Urondo sobre el oficialismo literario para pedirle que establezca una relación con un elemento aportado por él (el oficialismo político). La respuesta de Urondo es escueta y en gran parte señala las dificultades que la tarea presenta. No parece muy dispuesto a aceptar definiciones ajenas, al contrario de Walsh.

Si observamos brevemente algunas de las intervenciones posteriores de Urondo veremos que persiste en el rasgo cuestionador y breve de las mismas, excepto cuando es requerido por Benedetti para reseñar el proceso en la poesía y al hacerlo introduce nuevamente la referencia al oficialismo literario en un extenso turno de habla que

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reinstala el tema durante varios turnos hasta que Mario Benedetti abre un nuevo tema que es tomado por Walsh.

Podemos pensar que los enunciados de Francisco Urondo están más en concordancia con una exposición individual, por lo que entra en contradicción con la situación concreta de la comunicación discursiva en la que está inmerso y con la presencia misma de los otros participantes de la comunicación

Sobre algunos aspectos estilísticos correspondientes al papel de moderador desempeñado por Benedetti

Si bien no parece ser la finalidad última del encuentro de 1969 en La Habana, los estilos múltiples de los sujetos discursivos aparecen en la mesa redonda organizada por el Centro de Investigaciones Literarias “Casa de las Américas” como un producto complementario de esa. Esto se debe a que todo enunciado –al ser individual- puede reflejar las marcas de la subjetividad del hablante, mostrar diversos grados de evidencialidad de quien enuncia.

Según la mirada de Bajtín: “... los estilos lingüisticos o funcionales no son sino estilos genéricos de determinadas esferas de la actividad y comunicación humana. En cualquier esfera existen y se aplican sus propios géneros que responden a las condiciones específicas de una esfera dada; a los géneros les corresponden diferentes estilos.”15

Dada esta definición, podemos delinear múltiples estilos según la esfera de actividad y el rol que cumplen los hablantes. En este caso, la toma de posición de los sujetos en las esferas de la praxis humana nos permite recrear los personajes que encarnan los participantes en la interacción particular que estamos analizando: el moderador, el poeta, el sociólogo, el periodista/escritor.

Nos ocuparemos con algún detalle del personaje que encarna Mario Benedetti en su rol de moderador, para examinar las marcas estilísiticas presentes en sus enunciados.

El estilo cortés que despliega Benedetti responde claramente a su función de coordinador del encuentro. Las estrategias de cortesía que emplea se imbrican con el papel comunicativo que está desempeñando como moderador. En este caso, considerar a la comunicación como un contrato comunicativo16 nos permite explicar su actuación a lo largo del proceso enunciativo en referencia a la identidad social que acordó asumir.

El estudio de la cortesía lingüística que estamos planteando deriva de la reflexión de Erving Goffman centrada en la construcción social del sí mismo (self) que se manifiesta a través de la imagen (face), cuya definición parte de los otros y se construye dinámicamente durante las interacciones. Para Goffman, la actividad comunicativa se concibe como una escena donde los actores interpretan un papel. El escenario comunicativo tiene dos espacios o regiones: el anterior o frontal (espacio público) y el posterior o de fondo (espacio privado). La persona social (imagen) que se construye en este escenario, se complementa con el concepto de territorio, esto es, el

15 Bajtín, op.cit., p.25216 Según Charaudeau, el contrato queda definido como “...un acuerdo entre los participantes en un acto comunicativo,

en el que se integran los rasgos psicosociales y los rasgos lingüisticos, y, a partir del cual, se toman posiciones y se asignan a cada participante unos papeles específicos para su actuación lingüística-discursiva.” Al respecto ver Calsamiglia, H. y Tusón Valls, A., op. cit., pp. 157-174.

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espacio material, psicológico y simbólico por el que se mueve el sujeto social, formando el ámbito personal que siente como propio.

Sobre la base de lo teorizado por Goffman, Penélope Brown y Stephen Levinson elaboraron la teoría pragmática sobre la cortesía, que resultó sumamente influyente y que dio origen a una gran cantidad de estudios teóricos y empíricos. Para estos autores, la cortesía “...es el comportamiento intencional y estratégico de un individuo cuyo objetivo es satisfacer las necesidades de imagen propia y ajena en los casos que esta se encuentre amenazada, mediante estilos de reparación positivos y negativos.” 17

Como vemos, Brown y Levinson parten de la idea de que el ser social está constituído por el deseo de mantener su imagen, tanto positiva como negativa. La imagen positiva se refiere a la preocupación de la persona por lo que los demás piensen de ella, es el valor y la estima que reclama para sí misma; la imagen negativa se refiere a la preservación de cierto grado de autonomía, a la libertad de acción y el derecho a no ser coaccionado; así como al respeto por el territorio que se considera propio.

En la interacción, los participantes deben controlar y manejar el mantenimiento de las imágenes propias y las del otro, ya que existe la posibilidad de que haya acciones que afecten a la imagen: se trata de los Actos Amenazadores de la Imagen (AAI). Las estrategias de cortesía son el medio que utilizan los interactuantes para alejar estos riesgos, ya sea mediante expresiones indirectas o con rasgos que suavicen el contenido, o bien reparando el AAI.

La elección de la estrategia de cortesía desplegada por Benedetti refleja la interacción de los tres factores mencionados por Brown y Levinson: la relación de poder entre interlocutores; la distancia social; y la gravedad del acto que atenta contra la imagen. Con respecto al primer factor, Benedetti ocupa –en relación con los demás participantes de la mesa redonda- un lugar de poder, en la medida en que es quien puede tomar decisiones y definir los temas de conversación, iniciar la apertura y clausura de la conversación, atribuir turnos, etc. Esta posición lo lleva a extremar los cuidados sobre la imagen positiva y negativa de los coparticipantes de evento. Por otra parte, está presente cierta preocupación por explicitar la no existencia de distancia social entre los hablantes, destacando la horizontalidad del vínculo y el conocimiento mutuo. Con respecto al tercer factor, puede estimarse que la gravedad de un acto que atente contra la imagen de los presentes podría ser alta, en la medida en que existe un destinatario diferencial -la comunidad intelectual de izquierda- que está construyendo a su vez la imagen de los participantes de la mesa redonda, en el proceso de la misma interacción.

La estrategia elegida por Benedetti parece querer controlar los AAI. De esta manera, los recursos lingüisticos de cortesía por él seleccionados buscan compensar y canalizar lo agresivo y coactivo que puede resultar su rol dirigente/interventor para la autonomía de los demás, a la vez que preservar el valor y la estima que merecen los participantes. También intenta resaltar los ejes de solidaridad, proximidad, conocimiento mutuo, que unen a los locutores.

Si analizamos su perfil estilístico, observaremos que Benedetti como moderador no emite opiniones propias, ni toma turnos de habla extensos sino que su ‘unidad de turno’ no contempla más que algunas frases, de manera que encauza la conversación con intervenciones mínimas. Podríamos suponer que a estas actitudes subyace una

17 Ver Van Dijk, T. (2000) “La Cortesía: perspectiva pragmática” en El discurso como estructura y proceso / El discurso como interacción social. Barcelona: Gedisa., p. 83.

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estrategia de cortesía negativa, en tanto procura no invadir –podría hacerlo desde el lugar de poder que detenta- la libre expresión de los expositores.

Las estrategias de cortesía que exhibe Benedetti incluyen también estrategias abiertas e indirectas, de cortesía positiva, es decir que intentan una compensación a la imagen positiva del destinatario. Veamos algunos ejemplos.

Al comienzo del encuentro, Benedetti inicia la secuencia de apertura y selecciona al próximo locutor, Rodolfo Walsh, transgrediendo la máxima de pertinencia al presuponer que este tiene algo que decir sobre el tema definido, a la vez que utiliza un modalizador para atenuar lo perentorio de la atribución de turno:

... Se me ocurre que Walsh debe tener algo que decir al respecto.

El uso de ‘desactualizadores’, es decir, la utilización del condicional o el subjuntivo, aparece en casi todas las formulaciones de Benedetti para compensar la posible agresión a la imagen negativa del interlocutor. En este ejemplo conjuga un modalizador con un condicional para realizar la definición de un tema, a la vez que emplea la cortesía positiva apelando a un conocimiento común a todos los participantes:

Creo que sería importante hablar de esa diferencia entre Boedo y Florida; como ustedes saben, son el nombre de dos calles de Buenos Aires que dan lugar a dos tendencias literarias.

Otra situación que responde a este estilo se presenta en la decisión de utilizar el también en la pregunta, de manera tal que al interrogar Benedetti incluye a su interlocutor en la propia creencia del interpelante:

¿No crees también que hay otras diferencias entre Arlt y el resto del grupo de Boedo, en cuanto tiene relación con el nivel artístico? ...

Los indicadores de cortesía negativa se manifiestan asimismo cuando Benedetti

pregunta sobre un tema que parece ser territorio de un participante determinado. La pregunta sobre poesía es dirigida a Urondo, respetando lo que aparece como el espacio simbólico que éste siente como propio (y que los demás reconocen como tal):

Quizá Urondo podría ahora decirnos algo sobre el proceso de la poesía, porque hubo ahí unos cuantos años que son un verdadero vacío en la poesía argentina.

Observemos con respecto a la consideración por el territorio como, al formular la misma pregunta con respecto a la prosa, es Walsh quien se autoselecciona para responder (suponemos que en su rol de escritor/periodista asume este espacio simbólico como propio).

Es claro, entonces, que en sus intervenciones Benedetti apela al terreno común que comparte con los hablantes, buscando el acuerdo, usando marcadores de identidad del grupo y haciendo gala de simpatía, comprensión, cooperación en su papel de coordinador.

De esta manera, podemos concluir que con su estilo cortés Mario Benedetti está buscando que los participantes de la mesa redonda tengan la seguridad de que se preservará su imagen positiva tanto frente a sus pares como frente a la comunidad intelectual, que se sientan distendidos, en un ambiente conocido (cortesía positiva); a la vez que busca que puedan expresarse sin percibir coacciones a su libertad y autonomía (cortesía negativa).

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IV. Dialogismo: el papel de los otros

Para Bajtín, un signo importante del enunciado es su orientación hacia alguien, su propiedad de estar destinado: “Todo género discursivo en cada esfera de la comunicación discursiva posee su propia concepción de destinatario, la cual lo determina como tal”18. Esto significa que el hablante percibe y se imagina a sus destinatarios, tantea hasta qué punto conoce éste la situación, si posee o no conocimientos específicos de la esfera comunicativa cultural, cuáles son sus opiniones y convicciones, cuáles son sus prejuicios, cuáles son sus simpatías y antipatías; todo ello es anticipado por el hablante y esta respuesta, que prefigura un destinatario ya concebido en su imaginación, influirá en la estructuración y en el estilo del enunciado.

El carácter dirigido del enunciado es, según la mirada bajtiana, su rasgo constitutivo, sin el cual no existe ni puede existir tal enunciado. Es decir que siempre se está contestando de alguna manera a los enunciados ajenos que le preceden, ya sea que se expresen como opiniones de interlocutores directos –en el caso de las conversaciones o discusiones- o bien que se presenten como puntos de vista, visiones del mundo, tendencias o teorías –en la esfera de la comunicación cultural-.

En el caso que nos ocupa, la mesa redonda, podemos ver cómo se traslapan esas diversas formas en que un enunciado puede expresar su carácter dirigido, orientado hacia alguien. Dicho con otras palabras, es dado observar cómo los enunciados ajenos se expresan y son contestados en la charla que sostienen Benedetti, Walsh, Portantiero y Urondo como enunciados de interlocutores directos que van conformando la dinámica del debate; sin embargo, también existe en esa misma conversación momentos discursivos en que el destinatario no coincide personalmente con los participantes de la interacción, momentos en que, como hablantes, los participantes están contestando a enunciados ajenos que se expresan ya no de manera directa sino como visiones del mundo, como opiniones y convicciones específicas. En esos episodios, el destinatario imaginado no se corresponde con aquellos a quien responde el enunciado. A pesar de su apariencia de espontaneidad, vemos que el encuentro no se desarrolla en su totalidad como un diálogo cotidiano, casual, natural; sino que aparece una clara diferenciación de roles entre los interlocutores directos y el destinatario concebido por los hablantes que participan en la mesa redonda.

Ese destinatario imaginado por los sujetos discursivos parecería ser la comunidad intelectual y literaria de la época. En este sentido vemos que los enunciados, plenos de referencias exafóricas, están dirigidos a un receptor que conoce la situación de la literatura argentina y sus hitos más notables, y que posee conocimientos específicos sobre la esfera cultural. Más aun, se trata de un destinatario cuyas opiniones y convicciones lo ubican dentro de los vastos sectores de intelectuales y artistas que protagonizaron el nacimiento de una nueva izquierda bajo el impacto de la Revolución Cubana del ’59; una comunidad inmersa en el fondo aperceptivo del auge de la “teoría de la dependencia” y de la revalorización del sentimiento latinoamericanista.

Así, el destinatario del que se busca la comprensión-respuesta como reacción a los enunciados -aquel que está influyendo en los procesos de estructuración, en la selección de los recursos lingüisticos que conforman el estilo y, en definitiva, en la

18 Bajtín, M., op.cit., p. 286

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selección del género discursivo mismo- está inmerso en un área de discursos revolucionarios.

La década del '60, especialmente en sus finales, se caracterizó por ser una etapa de efervescencia revolucionaria en América Latina y en todo el Tercer Mundo. Esto se ve reflejado en las diversas luchas y procesos nacionales que alentaban la acción política y se difundían en diferentes contextos. Tenían en común la voluntad de liberación, un fuerte antiimperialismo y una conciencia revolucionaria que amalgamaba lo nacional y lo social.

La Revolución Cubana, la lucha de Argelia contra el colonialismo francés y las acciones de Mao Tse-Tung desde China se presentaban como ejemplos para los intelectuales argentinos y para toda América Latina,.

Las nociones de Tercer Mundo, liberación, antiimperialismo, socialismos nacionales, estructuraban todo el pensamiento de la década del '60 y de los primeros años del '70. El Tercer Mundo pasaba así a ser la clave principal para comprender la realidad política.

En América Latina se sucedieron las revoluciones de Panamá (Gral. Omar Torrijos) y de Perú (Gral. Velasco Alvarado) en 1968; en 1970, Torres en Bolivia y la victoria de Salvador Allende en Chile.

Esta realidad del "Tercer mundo", unida a otros hechos mundiales como el Mayo Francés de 1968, la muerte del Che Guevara en Bolivia y de Camilo Torres en Colombia, generó un clima de ‘izquierdización’ del panorama general donde amplios sectores de la sociedad argentina radicalizaron sus posiciones dentro del espectro político.

Según el diagnóstico de época, la sociedad argentina adolecía de tres males: la dependencia económica19 , la injusticia social y la proscripción y represión del peronismo. El último encuentra su inicio en 1955, los otros dos se redefinen a partir de esa fecha. Siempre según aquel diagnóstico, el efecto del entrecruzamiento de estos factores se vislumbraba en la desesperación y la pobreza de los sectores más populares.

No sólo las organizaciones de izquierda peronistas y no peronistas reclamaban por la justicia social. Desde la sociedad civil, se destacaban también dos actores fundamentales: un sector radicalizado de la Iglesia Católica y los representantes combativos de la clase obrera.

Unos y otros se presentaban como portadores de las demandas de amplias franjas de la sociedad. Sus discursos, sumados al del peronismo de izquierda, constituyen el área de discursos revolucionarios.

La caída del modelo desarrollista y el auge de la Teoría de la Dependencia, así como las tendencias foquistas que se abrían camino, incluso en el campo católico (en 1968 moría en Colombia Camilo Torres, sacerdote incorporado a la guerrilla) venían a mezclarse con las lecturas latinoamericanas y tercermundistas de documentos papales como la Populorum Progressio y la recepción del Concilio en la IIa. Conferencia General del Episcopado en Medellín (1968).

19 La Teoría de la dependencia intenta dar cuenta del funcionamiento del capitalismo monopolista. Este se caracteriza por el dominio económico y cultural de unos pocos países sobre otros. Entre los países sojuzgados se inscribe a la Argentina, la cual, junto con el resto de América Latina y naciones del Tercer Mundo, soporta una violencia económica estructural, casi constitutiva. Este sistema económico opresor provoca la desigualdad, la injusticia y la miseria para la gran mayoría del pueblo argentino.

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Cada uno de los participantes de la mesa redonda es de por sí un contestatario a estos enunciados ajenos y cada uno de los enunciados por ellos vertidos se recorta contra este fondo aperceptivo como eslabones en la cadena de aquellos otros enunciados, anteriores, con los cuales establecen toda una suerte de relaciones.

Recordemos que un enunciado está lleno de matices dialógicos, lleno de ecos y reflejos de otros enunciados con los cuales se relaciona por la comunidad de esfera de la comunicación discursiva. El objeto del discurso del que se ocupan –la literatura argentina- ya se encuentra “... hablado, discutido, vislumbrado y valorado de las maneras más diferentes; en él se cruzan, convergen y se bifurcan varios puntos de vista, visiones del mundo, tendencias, teorías...”20

La politización que se estaba produciendo en la sociedad argentina se contempla asimismo en el espacio intelectual y literario de los años ’60s. Los enunciados de los participantes, por lo tanto, están dirigidos también a los debates –anteriores y contemporáneos- sobre el objeto del que se ocupan. En la comunidad literaria e intelectual del período en que se produce la mesa redonda, las discusiones se encontraban articuladas en torno a dos ejes: en primer lugar, el dilema del intelectual y la revolución (que contiene la pregunta acerca de si un escritor es un intelectual); en segundo lugar, el dilema del artista / pueblo, es decir la problemática del escritor concebido como hombre de acción integrado al campo popular, el escritor del pueblo.

El primer eje -la tensión entre el intelectual y la revolución- aparece situado en el ámbito de la comunidad intelectual latinoamericana y en especial correlación con la Revolución Cubana de 1959, en la medida en que ésta exigía de los intelectuales posiciones afirmativas y leía sus colocaciones en términos de lealtad o deslealtad a la revolución. Vemos cómo un dato en apariencia menor -como puede ser el lugar geográfico donde se realiza la mesa redonda- adquiere en este contexto una dimensión fuertemente declarativa y se convierte en una clara toma de posición en el campo intelectual.

Es en este momento en que aparece el concepto de ‘revolución’ aplicado a las letras, y los modelos de intervención intelectual se transforman en garantía necesaria de legitimidad de los escritores, los críticos, las obras, las ideas y los comportamientos21.

Esta polémica, y el progresivo antiintelectualismo que iría ganando el medio intelectual en los primeros setenta -cuyo postulado central se refiere a la ausencia de función de la literatura y a la función revolucionaria como función exclusiva22- no está ausente del espacio intelectual nacional ni de la disyuntiva de los sujetos discursivos que interactuan en nuestro evento de 1969. Para ellos, la función cultural se encontraba íntimamente ligada con la suerte del resto de la comunidad.

También en la argentina se produjo -como parte del movimiento latinoamericano más amplio- el pasaje de la imagen del intelectual contestatario, comprometido, tributario del movimiento politizador de la cultura, a la descalificación

20 Bajtín, M., op.cit., p. 28421Al respecto, ver Gilman, Claudia: “El intelectual como problema” en Revista Prismas Nº 3, Universidad Nacional de Quilmes, 1999; también “La situación del escritor latinoamericano: la voluntad de politización” en Cultura y política en los años ‘60, E. Oteiza (coord), Oficina de publicaciones del CBC (UBA), 1997.22 Recordemos la conocida anécdota consignada por el periodista Carlos Núñez sobre el Che Guevara, cuando frente a

las quejas de un intelectual que no encontraba formas de promover la revolución, le preguntó: “¿Qué hace usted?” . El intelectual respondió: “-Soy escritor”-; “-Ah- contestó Guevara-. Yo era médico.-”

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de época sobre el quehacer intelectual. Esta descalificación devino en una búsqueda de legitimidad fundamentalmente en la escena política, encarnada en la imagen del intelectual revolucionario que colocaba la acción política por sobre las prácticas artísticas23.

Bajtín resalta que “... un enunciado no sólo está relacionado con los eslabones anteriores, sino también con los eslabones posteriores de la comunicación discursiva.”24 Lo cierto es que escribir este trabajo dos décadas después de aquel encuentro nos permite colocar los enunciados de Mario Benedetti, Juan Carlos Portantiero, Paco Urondo y Rodolfo Walsh como eslabones en una comunicación discursiva que hoy los contesta y los contiene.

El amplio fenómeno de politización de la cultura que hemos reseñado fue siguiendo los mismos clivajes de radicalización que los enfrentamientos políticos, y la escalada de violencia revolucionaria, reforzada en escala local, se enfrentó drásticamente a la represión de la corporación militar en marzo de 1976.

Tanto Rodolfo Jorge Walsh como Francisco Paco Urondo fueron asesinados por fuerzas represivas durante la última dictadura militar que sufrió la Argentina entre 1976 y 1983. Urondo murió en Mendoza algún día de junio de 1976. Tomó una pastilla de cianuro al ser sorprendido en una cita ‘cantada’. Tenía 46 años y militaba en la organización Montoneros. Para él, según lo recuerda Juan Gelman, no hubo abismo entre experiencia y poesía. “Empuñé un arma porque busco la palabra justa” le dijo alguna vez25.

La actividad de Walsh en Montoneros culmina con su asesinato en manos de un grupo de tareas al cumplirse un año del golpe militar, el 25 de marzo de 1977.

Durante los años que han transcurrido desde el retorno de la democracia, la disyuntiva de Rodolfo Walsh entre la acción política y las prácticas artísticas, es decir entre el militante y el escritor, ha suscitado una atención considerable. Su vida -y sobre todo su muerte- ha sido objeto de enunciados que lo conceptualizan como el paradigmático producto de una tensión resuelta entre intelectual y político, entre ficción y compromiso revolucionario26. Estos discursos leen las relaciones entre su itinerario vital y los diferentes aspectos del conflictivo mundo social en la clave de un progresivo compromiso de Walsh con la acción, en detrimento de su trabajo literario e intelectual. Confrontando con esta lectura de la obra walshiana como un progresivo proceso de ‘toma de conciencia’, Víctor Pesce señala que Walsh trabajó en el interior de esa tensión establecida entre el escritor y la política, sin resolverla jamás27.

Como vemos, siguen presente en estas reflexiones -actuales- algunos de los términos en que se discutía la relación de la literatura con la política durante los años sesenta.

De esta manera, lo dicho en aquel encuentro de 1969 en la Habana no puede ser separado de las discusiones y debates actuales, ya que conforman hoy de manera esencial el objeto ‘literatura argentina’ sobre el que debatían en ese momento.

23 Al respecto, consultar Oscar Terán: “Intelectuales y antiintelectualismo” en Nuestros Años sesentas, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 1993.

24 Bajtín, M. op. cit., p 28525 Juan Gelman, Prólogo a “Poemas de batalla. Antología poética de Francisco Urondo”, Buenos Aires: Seix Barral,

1998.26 Como el discurso de David Viñas, por ejemplo. Ver Seminario “Rodolfo Walsh: ayer y hoy” por David Viñas,

Jornadas preparatorias para la creación de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo@ 27 Ver Pesce V., “Rodolfo Jorge Walsh. El problemático ejercicio del relato” en Textos de y sobre Rodolfo Walsh,

Buenos Aires, Alianza, 2000.

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Los eslabones posteriores de la comunicación discursiva portan ecos y reflejos de los enunciados de Rodolfo Walsh y de Francisco Urondo, que se reeditan en los debates sobre el ‘compromiso’ de los años ochenta.

Sin embargo, mientras que en la década anterior al régimen militar la obra de Walsh [en especial Operación Masacre (1957) y ¿Quién mató a Rosendo?(1968)] era calificada por Beatriz Sarlo como ‘la propuesta de la década, en función de un nuevo tipo de discurso desalienante...’ y rescatada por Aníbal Ford en tanto se alzaba ‘contra los obstáculos que se oponen a la liberación nacional y social’; en los últimos años de la dictadura y con la apertura democrática fue su imagen de intelectual militante asesinado por los militares la que se relanzó en los debates entre los que se fueron y los que se quedaron28.

Podemos suponer que se produjo aquí un cambio en la concepción de destinatario de estas discusiones, cuando la experiencia de los años de dictadura modificaron el fondo aperceptivo y la comprensión específica de la comunidad intelectual, produciéndose un corrimiento de los ejes del debate, en tanto las ideas de ‘liberación nacional y social’ y ‘revolución’ se disolvieron para dar lugar a la valoración de los derechos humanos y el sistema político democrático... Pero este es el planteamiento de otro problema.

28 Para un estudio detallado sobre el medio literario e intelectual argentino durante el período 1970-1986 véase De Diego, José Luis., ¿Quién de nosotros escribirá el Facundo? Intelectuales y escritores en Aregentina, La Plata, Ediciones Al Margen, 2001

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V. Conclusión

Decíamos al inicio de este trabajo que las reflexiones de M. M. Bajtín se centraban en las diversas conexiones existentes entre los usos lingüisticos y la vida social, la manera de habitar el mundo (visión del mundo o ideología) y la historia. Le preocupaba que el menosprecio de la naturaleza del enunciado y la indiferencia frente a los detalles de los aspectos genéricos del discurso llevaran a los teóricos a un formalismo y a una abstracción excesiva. Le preocupaba, sobre todo, que se desvirtuara el carácter histórico de la investigación y de esta manera se debilitara el vínculo del lenguaje con la vida. Porque “... el lenguaje -insistía Bajtín- participa en la vida a través de enunciados concretos que lo realizan...”

Nuestro esfuerzo se ha encaminado a rescatar esta dimensión que vincula el lenguaje con la praxis, en la figura particular de la mesa redonda como género discursivo, de manera de poner en evidencia la trama que vincula los usos lingüísticos con determinadas esferas de la actividad y comunicación humana.

Las categorías bajtianas nos permitieron en la sección I caracterizar la mesa redonda como un enunciado primario representado, entendiendo así que se trata de enunciados que se constituyen en la realidad inmediata, a diferencia de los enunciados secundarios. Asimismo, la noción de diferenciación de roles (esa particular distinción bajtiana entre participante del encuentro y destinatario de la enunciación) nos permitió explicar una serie de deslizamientos hacia prácticas de corte monologal que en un principio volvian compleja la clasificación del encuentro en una categoría específica. Así, la aparición de ese otro destinatario presente para los hablantes pero que sin embargo no coincide con los participantes en la interacción nos permitió perfilar un elemento que le da a este género discursivo su cualidad particular: a pesar de su apariencia de espontaneidad, la mesa redonda no es un diálogo cotidiano pleno entre interlocutores directos sino que existe en los participantes la conciencia de un destinatario- receptor más amplio: la comunidad de intelectuales y artistas de izquierda, cuyas opiniones y convicciones conforman el fondo aperceptivo en que está inmersa la comunidad cultural de la década del ‘60.

En la sección II, las herramientas teórico/prácticas que han desarrollado autores como Sacks, Schegloff y Jefferson nos posibilitaron el análisis del encuentro desde la perspectiva del Análisis Conversacional. En primer lugar, identificamos las siete secuencias temáticas que estructuran el desarrollo del encuentro, para observar luego cómo se muestran algunos componentes generales de la conversación en la dinámica particular con que se desarrollan las interacciones verbales en una mesa redonda. En resumen, las características específicas del género de la mesa redonda introducen algunas restricciones a lo que sería la estructura en un modelo general de conversación, es decir una conversación espontánea. Las técnicas de la microsociología nos permitieron caracterizar en lo que tiene de peculiar la interacción verbal que analizamos, conocer la riqueza de los “sucesos lingüísticos” realizados por Walsh, Portantiero, Urondo y Benedetti; asi como explorar los métodos que ellos utilizaron para construir los intercambios de palabras.

En la sección III nos ocupamos de los aspectos composicionales y estilísticos, de manera de completar lo iniciado en el apartado anterior en relación con el análisis de los tres momentos mencionados por Bajtín como vinculados indisolublemente en la totalidad del enunciado -el contenido temático, el estilo y la composición- que se determinan por la especificidad de una esfera dada de comunicación.

Para analizar los elementos composicionales, seleccionamos tres de las

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secuencias identificadas y caracterizamos las acciones que se realizan en cada una de ellas (a partir del cambio de los sujetos discursivos que constituyen las fronteras de los enunciados) con el fin de ir explicitando los procedimientos y reglas con los cuales los participantes fueron construyendo la propia actividad conversacional mientras la desarrollaban. Elegimos luego tres de los tópicos derivados de la caracterización, por considerarlos relevantes en relación con las formas que emplearon los participantes para darse a entender y ser comprendidos por los otros.

Para el análisis de los componentes estilísticos, que aparecen perfilados según la esfera de actividad y el rol que cumplen los hablantes, tomamos las herramientas de la teoría pragmática sobre la cortesía que elaboraron Penélope Brown y Stephen Levinson sobre la base de lo teorizado por Erving Goffman. El exámen de las marcas estilísiticas se centró en el personaje que encarna Mario Benedetti en su rol de moderador, lo que nos permitió concluir que el estilo de Benedetti contiene tanto estrategias de cortesía positiva como de cortesía negativa.

En la sección IV nos ocupamos de caracterizar ese otro destinatario del que se busca la comprensión-respuesta como reacción a los enunciados vertidos en la mesa redonda. Se trata de un receptor inmerso en un área de discursos revolucionarios, en un proceso de radicalización política que tenía su correlato en el espacio intelectual y literario de los años ’60s. El amplio fenómeno de politización de la cultura se enfrentó drásticamente a la represión de la corporación militar en marzo de 1976. Tanto Rodolfo Jorge Walsh como Francisco Paco Urondo fueron asesinados por fuerzas represivas durante la última dictadura militar que sufrió la Argentina entre 1976 y 1983.

El análisis desarrollado mediante la aplicación de técnicas provenientes del cuerpo teórico del Análisis del Discurso al corpus seleccionado, nos permite en esta instancia ensayar una interpretación sobre el elemento que aparece en forma recurrente y que constituye una especificidad del desarrollo de la interacción. Dicho de otra manera, en los aspectos analizados surge reiteradamente la presencia de ese otro destinatario -que identificamos como la comunidad intelectual de la época- como un elemento que deja sus huellas peculiares tanto en la composición temática, como en la estructuración y el estilo adoptado por los interlocutores. Podemos afirmar entonces que ese otro receptor -que no es un participante directo de la mesa redonda- es, probablemente, el motivo por el cual este encuentro se ha realizado.

De esta manera, podemos concluir que en este rasgo peculiar se concentra la especificidad de un uso lingüistico en relación con la vida literaria y cultural de una comunidad determinada en un momento histórico específico. El análisis de la mesa redonda que integró el ciclo organizado por el Centro de Investigaciones Literarias “Casa de las Américas” nos permite volver visible la trama que une al lenguaje con una esfera de la praxis humana, a través de la especificidad de aquellos tipos de enunciados que conforman un género discursivo.

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