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491 E n enero pasado sacábamos un núme- ro de Etcétera analizando la crisis del Capital en relación con los aconteci- mientos en torno al Golfo Pérsico. Hoy, en este número añadimos datos al mismo análi- sis. Pero entre los dos números ha tenido lu- gar una guerra de una dimensión importante. Cierto que en la actual sociedad capitalista siempre estamos en guerra: más allá de los con- flictos bélicos que continuamente y en núme- ro importante (hoy más de cuarenta) se suce- den, hay una guerra social cotidiana y subte- rránea que Estado y Capital nos tienen decla- rada y que sale a la superficie con manifesta- ciones muy variadas; guerra que a lo largo de nuestra Correspondencia intentamos com- prender y narrar, producto y constatación de la inviabilidad de un sistema contradictorio que en sus distintas instancias hemos intentado analizar y del que hemos dado repetidamente las razones de nuestro rechazo. Pero la guerra del Golfo, aunque inscrita en este decurso, ha representado para nosotros una fuerte sacudida que no podemos dejar de anotar. Cansados quizás de tanto esperar la extensión de aquel rechazo, sentimos cada vez como mayor la distancia entre nuestro deseo y su realización, entre un acontecer que creemos posible y distinto y lo que hay. Y quizás este sentimiento jugó a la hora de nuestras expectativas, aunque no engaño (no es que apostáramos por una de las dos partes, sabíamos que se trataba de una guerra de ellos contra nosotros, sabíamos del islamismo como ideología al servicio del poder y que sólo contra este poder de los gobiernos árabes o islámicos puede tener solución la cuestión palestina o la cuestión judía...), apostando por una mayor o más visible agudización de las contradicciones en juego (Islam, URSS, Europa, Japón, USA... ) que hicieran más difícil la instalación del nuevo orden internacional, apostando por una mayor avivación de nuestras contradicciones locales en Barce- lona que incrementara el nivel de la contestación. Podían haberse intensificado las contradicciones hacia una salida distinta que hiciera más difícil este nuevo orden, pero vemos que es lo otro lo que a primera vista se impone; una vuelta de tuerca más en nuestra dominación. Las contradicciones se han intensificado pero el capital las reconduce. Es una larga historia de nuestra experiencia, en repetidas ocasiones nos ha pasado lo mismo: por ejemplo en Polonia en el 80 había otra salida que la de Walesa al poder y la construcción de 500.000 empresas privadas; en España en el 74 había otra salida que la que conocemos; en la URSS cabe otra salida que la entente Yelstin-Gorbachov-Bush y el reforzamiento de la explotación capitalista. Apostamos e invertimos en pasión, emoción, discusiones... queriendo incidir más en un movimiento de rechazo de la guerra y de la paz capitalistas. Y ahora, como en la resaca, sin desmentir ni el análisis ni la apuesta, nos invade el escalofrío y la tristeza, quizás más debilitados emocionalmente para hacer frente al nuevo orden internacional –la continuación y la agravación del desorden de siempre– y al reforzamiento de la ideología que cada vez con más arrogancia y nitidez se impone y que se resume en: no puede haber riqueza sin mercado, ni mercado sin democracia. Justo lo inverso de lo que nosotros pensamos: que no puede haber riqueza mientras haya dinero, «mientras haya dinero jamás habrá bastante para todo el mundo»; quizás sintiendo mayor la impotencia de intervenir en un mundo cada vez más mediático, en el que la realidad es cada vez más efímera, interesada creación de los media. Esta guerra ha representado en este sentido un paso decisivo para los media Una guerra sobre otra guerra

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En enero pasado sacábamos un núme-ro de Etcétera analizando la crisis delCapital en relación con los aconteci-

mientos en torno al Golfo Pérsico. Hoy, eneste número añadimos datos al mismo análi-sis. Pero entre los dos números ha tenido lu-gar una guerra de una dimensión importante.

Cierto que en la actual sociedad capitalistasiempre estamos en guerra: más allá de los con-flictos bélicos que continuamente y en núme-ro importante (hoy más de cuarenta) se suce-den, hay una guerra social cotidiana y subte-rránea que Estado y Capital nos tienen decla-rada y que sale a la superficie con manifesta-ciones muy variadas; guerra que a lo largo denuestra Correspondencia intentamos com-prender y narrar, producto y constatación dela inviabilidad de un sistema contradictorio queen sus distintas instancias hemos intentadoanalizar y del que hemos dado repetidamentelas razones de nuestro rechazo.

Pero la guerra del Golfo, aunque inscrita eneste decurso, ha representado para nosotros una fuerte sacudida que no podemos dejar de anotar. Cansadosquizás de tanto esperar la extensión de aquel rechazo, sentimos cada vez como mayor la distancia entrenuestro deseo y su realización, entre un acontecer que creemos posible y distinto y lo que hay. Y quizás estesentimiento jugó a la hora de nuestras expectativas, aunque no engaño (no es que apostáramos por una de lasdos partes, sabíamos que se trataba de una guerra de ellos contra nosotros, sabíamos del islamismo comoideología al servicio del poder y que sólo contra este poder de los gobiernos árabes o islámicos puede tenersolución la cuestión palestina o la cuestión judía...), apostando por una mayor o más visible agudización de lascontradicciones en juego (Islam, URSS, Europa, Japón, USA... ) que hicieran más difícil la instalación delnuevo orden internacional, apostando por una mayor avivación de nuestras contradicciones locales en Barce-lona que incrementara el nivel de la contestación. Podían haberse intensificado las contradicciones hacia unasalida distinta que hiciera más difícil este nuevo orden, pero vemos que es lo otro lo que a primera vista seimpone; una vuelta de tuerca más en nuestra dominación. Las contradicciones se han intensificado pero elcapital las reconduce. Es una larga historia de nuestra experiencia, en repetidas ocasiones nos ha pasado lomismo: por ejemplo en Polonia en el 80 había otra salida que la de Walesa al poder y la construcción de500.000 empresas privadas; en España en el 74 había otra salida que la que conocemos; en la URSS cabe otrasalida que la entente Yelstin-Gorbachov-Bush y el reforzamiento de la explotación capitalista.

Apostamos e invertimos en pasión, emoción, discusiones... queriendo incidir más en un movimiento derechazo de la guerra y de la paz capitalistas. Y ahora, como en la resaca, sin desmentir ni el análisis ni la apuesta,nos invade el escalofrío y la tristeza, quizás más debilitados emocionalmente para hacer frente al nuevo ordeninternacional –la continuación y la agravación del desorden de siempre– y al reforzamiento de la ideología quecada vez con más arrogancia y nitidez se impone y que se resume en: no puede haber riqueza sin mercado, nimercado sin democracia. Justo lo inverso de lo que nosotros pensamos: que no puede haber riqueza mientrashaya dinero, «mientras haya dinero jamás habrá bastante para todo el mundo»; quizás sintiendo mayor laimpotencia de intervenir en un mundo cada vez más mediático, en el que la realidad es cada vez más efímera,interesada creación de los media. Esta guerra ha representado en este sentido un paso decisivo para los media

Una guerra sobreotra guerra

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como laboratorio para, pudiendo hacer pasar lo falsocomo real, poner a prueba su capacidad de engañosin fisuras.

Pero sabemos que la realidad, lo que hay, puede serotra, puede ser distinta, y podemos explicarnos porqué es así. Continuamos el análisis para comprendermejor el panorama que nos viene una vez los aliadosvuelvan a ser concurrentes, exacerbada la competen-cia entre USA y Europa y Japón... A ello aportamosCUANDO LOS CRUZADOS Y ASESINOS SEUNEN ¡CUIDADO! (artículo del grupo de BostonMidnight Notes, del que en Etcétera nº 4 habíamospublicado «Presencia y realidad de la crisis») y LOSSUPERHOMBRES y LOS COCODRILOS (apare-cido en L’Autre Journal nº 10 del mes de marzo, revis-ta en general de información cultural de tono huma-nista que en su nº 9 publicó un conjunto de artículossobre la guerra), dos artículos que destacan dos as-

pectos que creemos importantes anotar: en el prime-ro la importancia del proletariado del petróleo en lasrazones de la guerra del Golfo, y en el segundo artícu-lo este sentimiento que de alguna manera hemos es-bozado en el inicio. UNA GUERRA ESTA TAPAN-DO OTRA, análisis global más en la línea de nuestrasinterpretaciones, igual que los dos textos LOSEMBITES DE LA GUERRA DEL GOLFO y EN-SAYOS SOBRE LA GUERRA DEL GOLFO, queen HEMOS RECIBIDO anotamos, y las cartas queen la CORRESPONDENCIA recogemos. Sobre as-pectos de la guerra social publicamos LAS LUCHASEN FRANCIA DURANTE 1990 y una reflexión quehacemos a partir de la huelga de los camioneros en el90 en España, FORDISMO DISPERSO Y NUEVAORGANIZACION DEL TRABAJO y que aporta-mos al debate.

Etcétera, junio 1991

CUANDO LOS CRUZADOS Y ASESINOSSE UNEN ¡CUIDADO!

Cuando los elefantes luchan, la hierba quedapisoteada. Cuando los elefantes hacen el amor, lahierba también queda pisoteada.

(Proverbio africano con un giro Trinitario)

Crece el movimiento de oposición al desplieguede las tropas estadounidenses en la región delGolfo Pérsico.

El colectivo Midnight Notes forma parte de este mo-vimiento, pero discrepamos con la lectura que hacenmuchos activistas de la estrategia actual del gobiernoestadounidense. Tememos que muchos están dispo-niéndose a lidiar la última gran guerra, a saber, Viet-nam. Cuestionamos las siguientes premisas, similaresa las de la época de Vietnam, que guían las accionesde muchos miembros de nuestro movimiento:1.- el despliegue de las tropas estadounidenses estádirigido en gran medida contra el régimen baasista deSaddam Hussein. 2.- los militares estadounidenses es-tán preparando una guerra convencional a gran esca-la entre Estados Unidos y las tropas irakíes. Discrepa-mos de estos planteamientos y de las perspectivas quesugieren, pues no creemos que los gobiernos de Esta-dos Unidos e Irak sean tan enemigos como sus res-pectivos propagandistas pretenden. Al contrario, lasinvasiones de Estados Unidos e Irak en agosto de 1990

están destinadas a lograr un objetivo compartido porlos grupos dominantes del Irak de Saddam, los Esta-dos Unidos de Bush, la URSS de Gorbachov y laArabia Saudí de Fahd: el aumento del precio del pe-tróleo (con la consiguiente reducción del salario realde los consumidores de productos derivados del pe-tróleo) y la intimidación del proletariado productorde petróleo en todo el planeta.

Por consiguiente, la mejor manera de oponerse a lapolítica y a las iniciativas actuales de Estados Unidosen el Golfo Pérsico consiste en luchar por la disminu-ción del precio de la gasolina, del gasóleo de calefac-ción y de la electricidad en Estados Unidos, y exigirque las tropas de Estados Unidos vuelvan del Golfo ysean desmovilizadas.

I

Nada es verdad... todo está permitido.(Hassan I Sabah, el «viejo de la Montaña»,fundadorde la secta de los Asesinos)

La aparición de dos ejércitos enfrentados dramática-mente en la frontera saudí-kuwaitiana parece reflejarunas diferencias irreconciliables entre los gobiernosde Estados Unidos e Irak. Pero las apariencias enga-

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ñan. Durante las cruzadas, cuando los cristianos lan-zaron su «yihad» (Guerra Santa) para arrebatar Jeru-salén (y un gran botín) a los musulmanes, los jefescristianos se aliaron con la secta islámica herética delos Asesinos, para deshacerse de otros correligionariosen sus juegos de poder. Los Asesinos exigían a losconversos que se prestaran a asesinar (la palabra tienesu origen en esta secta) a toda persona que designa-ran los dirigentes de la secta. Por ejemplo, RicardoCorazón de León llamó a los Asesinos a que apuñala-ran a Conrado, Lord de Tyre y Marqués deMonteferrat, y seguidamente falsificó una carta deHassam I Sabah en la que declaraba su inocencia.

Si los cruzados y asesinos se confabularon en elpasado ¿acaso no es posible que los dirigentes de Es-tados Unidos e Irak hagan lo mismo en nuestros días?Veamos los hechos. Dos semanas antes de la invasiónirakí, el ministro de Exteriores de Arabia Saudí, prin-cipal aliado de los Estados Unidos en la región, vino adecir que Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos nopodían esperar protección militar alguna del Gobier-no Saudí pues estaban violando los cupos de produc-ción de petróleo establecidos por la OPEP, rebajandoasí el precio del crudo. El viernes antes de la invasiónde Kuwait, el gobierno Bush estuvo presionando con-tra el intento del Senado y del Congreso de EstadosUnidos de imponer sanciones económicas a Irak.Ahora se ha sabido que la embajadora estadouniden-se en Irak, April Glaspie, se reunió el 25 de julio conSaddam Hussein y dijo lo siguiente: «El Presidentedesea personalmente ampliar y profundizar las rela-ciones con Irak... no nos incumben las diferenciasinter-árabes, como su litigio fronterizo con Kuwait.»¿Por qué esta comunión de ideas a finales de julio y laaparente división a comienzos de agosto?

Afirmamos que las invasiones de agosto estuvierondestinadas a lograr un objetivo común a los gruposdirigentes del Irak de Saddam, los Estados Unidos deBush, la URSS de Gorbachov y la Arabia Saudí de Fahd:aumentar el precio del petróleo (y de la energía), e inti-midar militarmente al proletariado productor de petró-leo en todo el planeta, lo que constituye un requisitoimprescindible para lograr el primer objetivo.

La unidad de criterios de los gobiernos de Irán, Iraky Arabia Saudí en torno a un aumento del precio delpetróleo era de notoriedad pública en el verano de1990. Fue la primera vez en una década que los tresprincipales países productores de la OPEP estabande acuerdo en cuanto al precio. La motivación de estanueva estrategia de precios figura en un informe ela-borado por el Centro de Estudios Estratétigos Inter-nacionales de Washington, encargado por el gobier-no de Saddam Hussein a finales de 1989. Este infor-me se mantiene en secreto, pero Henry Schuler, elDirector del Programa de Seguridad Energética del

Centro, dio una entrevista al periódico Arab Oil andGas Journal, el primero de marzo de 1990, que al pare-cer se basa en aquél. En la entrevista, Schuler se mues-tra preocupado por la inestabilidad interna de la ma-yoría de los gobiernos del Golfo, incluido el régimenbaasista de Saddam, y apuntó una solución. Dijo quelos países árabes productores de petróleo podían ob-tener 24 ó 25 dólares por barril sin que los países con-sumidores se pusieran a buscar fuentes energéticasalternativas. Schuler preguntó: «¿Por qué dejar dineroen la mesa?» En efecto, añadió, si las naciones árabesno velaban por sus propios intereses empujando alalza el precio del petróleo, se verían confrontadas conun serio descontento popular. Sin embargo, esta es-trategia no podía llevarse a cabo mediante simplesmanipulaciones del mercado, y exigiría algún cambioen el liderazgo de la OPEP. (Para más detalles sobreesta cuestión, véase el artículo de Helga Graham en elObserver de Londres del 21 de octubre de 1990). Des-de entonces, el gobierno de Saddam Hussein ha se-guido en gran medida esta política orientada desdeWashington.

Los dos principales países productores de petróleoque no están en la OPEP, Estados Unidos y la U.R.R.S.,también pretendían un incremento del precio del pe-tróleo. La necesidad y oportunidad por parte de lossoviéticos salta a la vista. Una vez sus «aliados» deEuropa Oriental se han lanzado a las fauces del FMIy de la libertad, podía vender su petróleo en el merca-do mundial y obtener así las divisas duras que necesi-ta absolutamente para que sobreviva la perestroika.Es más, la industria petrolera soviética experimenta-ba una disminución de la producción.

Necesitaba nuevas inversiones que sólo podían pro-ceder de capitalistas extranjeros, que contaran con elaval de un mayor precio del petróleo. Entre tanto, elgobierno de Estados Unidos estaba programando unarecesión para reducir los salarios. ¿Qué método me-jor para lograrlo que otra crisis del petróleo, provoca-da por un «loco» dirigente árabe? Además, necesitabaun choque inicial que recapitalizara al mismo tiempolas industrias energéticas y la región del Sudoeste deEEUU (las raíces de la catástrofe de las cajas de aho-rros) y mantener el gasto militar.

El «choque» del precio del petróleo lo han fabrica-do muy inteligentemente mediante el bloqueo de Iraky el lento incremento de la producción por parte de lospaíses exportadores. Pero las crisis petroleras del pasa-do fueron distintas de la de agosto de 1990. A la sazón,no hubo invasión de los lugares de producción. La cri-sis de 1973 utilizó la guerra de los seis días como esti-mulante, mientras que el choque de 1979 se apoyó enla revolución iraní. Esta vez, tropas irakíes, estadouni-denses, francesas, británicas, sirias, egipcias (e inclusoeuropeas orientales) se encuentran en las mismas bo-

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cas de los pozos y lugares de carga del petróleo, inspec-cionando los buques e interrogando a los trabajadores.¿Por qué toda esta potencia de fuego para lograr unresultado que en el pasado alcanzaron manipulando unpoquito los acontecimientos en los medios?

Esta militarización de la producción del petróleo esnecesaria para sostener y controlar su precio, pues espreciso frenar las reivindicaciones del proletariadoproductor del petróleo, como revelan las revolucio-nes y convenios colectivos de los años 70 y de co-mienzos de los años 80. En esas décadas se vio quelas plusvalías generadas por el aumento del precio delpetróleo no beneficiaban tanto como era posible alos países exportadores, en un sentido capitalista. Envez de invertir los beneficios del petróleo en el sectorenergético y en la alta tecnología del capital mundial,esta plusvalía era utilizada demasiado a menudo paraincrementar el nivel de vida del proletariado produc-tor de petróleo. En este proletariado no sólo se inclu-yen a los trabajadores de los campos petrolíferos, sinoal conjunto de la comunidad de obreros necesaria parala producción de aquellos trabajadores. Así, los obre-ros de la construcción egipcios, los camionerospalestinos, las enfermeras filipinas y las prostitutas deSri Lanka forman parte del proletariado productor depetróleo en la región del Golfo.

Estos trabajadores extranjeros constituían un sec-tor especialmente importante en Kuwait antes de lainvasión, donde el 80% de la mano de obra del paísestaba formada por inmigrantes (entre ellos, unos400.000 palestinos). También desempeñaban un pa-pel central en Irak, donde 1,5 millones de egipcios,300.000 sudaneses y 200.000 inmigrantes de otrospaíses representaban alrededor del 25% de la manode obra. Al menos el 60% de los trabajadores de ArabiaSaudí son extranjeros (entre ellos, más de 1.000.000de yemeníes y 300.000 palestinos). El 90% de los tra-bajadores de los Emiratos Árabes Unidos también sonextranjeros, procedentes principalmente de la India,Pakistán e Irán. En general, el proletariado productorde petróleo es transnacional, procedente a menudode las zonas más pobres de Asia, África, América La-tina y Oriente Medio. Pero controla un punto decisi-vo en el circuito de la producción capitalista. No envano el petróleo sigue siendo la más básica de lasmercancías (es decir, interviene directa o indirecta-mente en la producción de casi todas las mercancías,incluidos los alimentos, las viviendas y el vestido), y elcarácter altamente tecnificado de su producción lotorna muy vulnerable a la insubordinación obrera.

La revolución iraní de 1979, en la que los trabajado-res de los campos petrolíferos ocuparon los pozos yel proletariado urbano destruyó el régimen del Sha,puso al descubierto con toda claridad el peligro querepresenta el proletariado productor de petróleo para

el capital a escala mundial. Pero Irán no fue sino laexpresión más espectacular del poder de los trabaja-dores del petróleo en los años 70 y a comienzos delos 80. Desde México hasta Nigeria e Indonesia, los«choques» del precio del petróleo planteaban expec-tativas que no podían ser controladas ni siquiera porlos gobiernos más represivos, como mostró la caídadel Sha. Había que sofocar estas expectativas. Esta esla razón del colapso de los precios que se inició en1982 y del impago por parte de México de los présta-mos garantizados por el petróleo, que dio comienzo ala crisis de la deuda. Con la llamada «superabundanciade petróleo», casi todos los países productores de pe-tróleo aceptaron la política de austeridad del FondoMonetario Internacional (FMI), que recortódrásticamente los salarios y las expectativas del prole-tariado productor de petróleo. Por ejemplo, lasdevaluaciones de las monedas de los países producto-res de petróleo, impuesta por el FMI, reducen inme-diatamente los salarios de los trabajadores extranje-ros, que han de cambiar su dinero en los bancos o enel mercado negro para realizar las transferencias a casa.

La tensión social de estos proletarios ha ido cre-ciendo desde mediados de los años 60; saben que es-tán produciendo la más básica de las mercancías, peroel mercado capitalista les cuenta que su producto ca-rece prácticamente de valor (por ejemplo, en la pri-mavera de 1986 el petróleo se vendía a menos de 10dólares el barril (y en un barril caben 159 litros). Des-de 1968, esta tensión ha producido explosiones entodo el mundo, en forma de disturbios e insurreccio-nes contra la política de austeridad del FMI y los dis-tintos regimenes, por ejemplo:

1988: Argelia, disturbios contra la política de auste-ridad; Palestina, la intifada; Nigeria, motines contra lapolítica de austeridad del FMI.

1989: Jordania, disturbios contra la política de aus-teridad del FMI.

1990: Nigeria, intento de golpe de Estado del Ejér-cito contra el FMI; Jordania, disturbios contra la aus-teridad; Venezuela, disturbios contra la austeridad dic-tada por el FMI y rumores de golpe.

Asimismo han crecido vertiginosamente los movi-mientos sociales de base islámica, como en Egipto,Argelia, Líbano, Palestina, Arabia Saudí, Kuwait y losEmiratos. A menudo los han tachado de«fundamentalistas», pero no constituyen un «retornoa la Edad Media» ni son simplemente una forma depatriarcado postmoderno. Estos movimientos socia-les también son a menudo una forma deinternacionalismo que combate la desigualdad de ladistribución de los beneficios del petróleo, es decir, lacapitalización de «lo que Alá ha dado, es para todos»,proporcionando una base ideológica para el rechazo

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de la política de austeridad del FMI (puesto que lausura sigue siendo un pecado para el Islam, como lofue para el cristianismo).

Un punto culminante y síntesis de estas reaccionesanti-FMI por parte del proletariado productor de pe-tróleo fue la insurrección que se produjo en Trinidadel 27 de julio de 1990, una semana antes de la invasiónde Kuwait por Irak. Aconteció al final de un periodode inestabilidad política originada por la imposiciónpor parte del gobierno de Trinidad de las recomenda-ciones del FMI en materia de política económica.Como siempre, esta política originó un paro masivo yuna reducción de los salarios. En respuesta a ella, el 6de marzo de 1989 tuvo lugar un «día de resistencia»,de huelga general, para protestar contra los aumentosde precios y el desmantelamiento de los programasde bienestar social; los trabajadores de los campospetrolíferos se declararon en huelga por primera vezen 30 años, en setiembre de 1989; de mayo a julio de1990 hubo huelgas intermitentes de los trabajadoresde la sanidad. En medio de esta situación de alta ten-sión, la Jamaat al Muslimeen, una secta islámica deafrocaribeños, dio el golpe. Lanzaron una campañade atentados con bombas contra el presidente de Tri-nidad y Tobago, Robinson y su gabinete, mientras elproletariado urbano expropiaba alimentos, vestidos yelectrodomésticos de los almacenes centrales. La an-ticipación de una intervención estadounidense resul-tó decisiva, sin embargo, para derrotar la insurrección

del 1 de agosto. Al día siguiente, el gobierno militari-zó su régimen. Pero tanto la franqueza del asalto comola sorprendente aparición de revolucionarios islámicosen una isla caribeña demostraban que el proletariadoproductor de petróleo había alcanzado el punto demáxima atención a escala mundial.

Las invasiones irakíe y estadounidense de agosto de1990 fueron una respuesta al significado de clase de lainsurrección de Trinidad. Las armas a ambos lados dela frontera kuwaití están dirigidas contra los proleta-rios productores de petróleo y sus amigos, con elmensaje de que todo intento de utilizar el «choque»del precio del petróleo para incrementar sus salarios,su nivel de vida o su poder político, encontrarían unarespuesta militar inmediata. Esta es la razón por laque el gobierno estadounidense tiene previsto que sustropas permanezcan en Arabia Saudí en los próximosaños. La intensidad del enfrentamiento con este pro-letariado ha forzado a la clase dominante de los paísesdel Golfo a abandonar sus pretensiones «nacionalis-tas» y a aliarse, aunque a desgana, con Israel y los Es-tados Unidos, es decir, con las concreciones estatalesdel capital internacional. Este realineamiento ideoló-gico de los Estados del Golfo se mantiene al menosdentro de la lógica de sus intereses. Desde el punto devista económico ya estaban integrados en el capitalinternacional y se han desterritorializado. Por ejem-plo, Kuwait tenía invertidos 100.000 millones de dó-lares en Europa y América del Norte, mientras que el60% de sus 2.1 millones de habitantes son extranje-ros. Es una plantación de petróleo, y punto.

Estos Estados han tenido que pedir a Estados Uni-dos que los ocupen para enviar un mensaje a los quetrabajan en sus territorios y a sus países de proceden-cia: «el juego ha terminado» y esta vez no habrá «de-rroche» de dinero. El gigantesco éxodo de los trabaja-dores inmigrantes de Irak, Kuwait y las zonas vecinasdemuestra de forma espectacular la «vulnerabilidad»del proletariado productor de petróleo. Este éxodoocupará un lugar importante en todos los planteamien-tos futuros en torno a los salarios en las regionespetroleras. Los trabajadores que cruzan la fronteraentre Irak y Jordania y mueren en los «campos de re-fugiados» cerca de Amman no son refugiados, sino elproducto de un gigantesco despido. Han experimen-tado en su propia piel una nueva versión de los «nue-vos cercados», la expropiación a escala mundial de latierra y las garantías sociales de los trabajadores en losaños 80, destinada a frenar sus demandas cuando vuel-van a las zonas de producción de petróleo.

Por consiguiente, las invasiones son esenciales paracontrolar los precios del petróleo y asegurar un incre-mento sostenido de los mismos. Únicamente evitan-do de forma contundente que el proletariado produc-

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tor de petróleo tenga una mayor parte en la nuevarenta incrementada del petróleo, liberando de estemodo los petrodólares para la producción capitalista,es posible mantener el precio y los beneficios del pe-tróleo. Las armas acumuladas alrededor de los pozos,estaciones de bombeo, refinerías y tanques de alma-cenamiento se han convertido ahora en una parte di-recta del coste de la producción petrolífera. Hablardel papel «mercenario» de los «cruzados» norteameri-canos es bastante correcto. Son algo así como losPinkertons del petróleo de finales de siglo XX, mien-tras que la amenaza de los «asesinos» irakíes sirve parajustificar y reforzar la presencia de Estados Unidos.

Esto no quiere decir que los regímenes de Bush ySadam estén en perfecta armonía. Mantienen una se-rie de diferencias importantes, aunque solucionables.En primer lugar, tanto Bush como Saddam están deacuerdo en que debería aumentar el precio del petró-leo, aunque el gobierno estadounidense no desea quelos irakíes controlen el precio. Este ha sido el papeldel gobierno de Arabia Saudí, que dicta el precio en laOPEP, un país cuya clase dominante tiene invertidosmás de un billón de dólares en Estados Unidos, Eu-ropa y Japón. Los saudíes han fijado el precio del pe-tróleo según los intereses del capital mundial, y SaddamHussein no parece tan manejable. En segundo lugar,el gobierno de Saddam ha utilizado la invasión deKuwait para cometer un crimen inenarrable contra elcapital (de hecho, esto apenas ha sido ventilado por laprensa en todas sus diatribas): ha canceladounilateralmente 100.000 millones de dólares de deudaextranjera. Esto es un antecedente muy molesto, querecuerda a la cancelación por parte de los nazis de lasdeudas de Alemania y despierta el temor a un futurorechazo combativo, incluso de carácter militar, porparte del tercer mundo a la deuda extranjera en lapróxima recesión. Aparte de ello, los fondos se echa-rán en falta en las cajas fuertes de los bancos estado-unidenses que conocen dificultades crecientes.

Estas diferencias en torno al control de los preciosdel petróleo y la política de la deuda son negociables,aunque el proceso de negociación pudiera incluir tam-bién el empleo marginal de la fuerza militar. Sin em-bargo, los cruzados de Estados Unidos no están en lapenínsula arábiga para librar una guerra convencionala gran escala con los asesinos irakíes, como se nosplantea a menudo. Las tropas estadounidenses no es-tán allí para combatir a los soldados de un gobiernoque hace el juego al capital colectivo. Un juego que elrégimen de Saddam Hussein ha demostrado estar per-fectamente dispuesto y capaz para jugar. Esta inva-sión estadounidense del Golfo Pérsico, por tanto, nose parece a la guerra de Vietnam, a donde fueron en-viados los militares estadounidenses para aplastar unmovimiento revolucionario armado directamente

anticapitalista. Se parece más a la ocupación de Euro-pa Occidental por parte de Estados Unidos al térmi-no de la II Guerra Mundial, cuya función principalno consistía en combatir una invasión soviética, sinomás bien en reprimir el ascenso de toda fuerza revo-lucionaria dentro de la propia Europa Occidental.

El rápido despliegue de centenares de miles de sol-dados, con un amplio aparato de especialistaslogísticos, en concentraciones militarmente avanza-das, revela la preparación de bases permanentes enArabia Saudí, antes que una invasión de Kuwait e Irak.No es casualidad que las principales bajas de esta in-vasión se han producido hasta ahora entre los traba-jadores extranjeros expulsados o se han debido a ac-cidentes de tipo «laboral» de las tropas estadouniden-ses. Ocurre que están utilizando a las tropas estado-unidenses de «esquiroles» en la construcción de lainfraestructura de la ocupación del Golfo, pues existeuna gran preocupación oficial en torno a las conse-cuencias de juntar las tropas estadounidenses con lostrabajadores del Golfo. En efecto, la rapidez del des-pliegue revela que las tropas estadounidenses no sóloson «esquiroles» sino también «rehenes», pues su pre-sencia en la Península arábiga proporcionará a su vezal gobierno de Bush las razones militares para prote-ger esta fuerza expuesta.

II

«Ya había centenares de personas en la patriaárabe que debido a la ignorancia adoptaron el puntode vista nazi incluso antes de la emergencia delnazismo».

Michel Aflaq, Fi Sabil. (1955)

El análisis que hemos hecho de las relaciones de clasey las razones que rodean a las invasiones de agostoreflejan que existe una unidad funcional entre los go-biernos baasista y republicano de Saddam y Bush, conevidentes consecuencias políticas para losanticapitalistas. Pero está la ecuación Saddam = Hitler,que merece un comentario. Porque cuando aparece elnombre de Hitler, se paraliza todo pensamiento polí-tico. Hitler parece ser el Viejo de la Montaña del sigloXX, que congela la razón en una mezcla de terror yfascinación. Pero a medianoche, los terrores del díaadoptan un carácter más tópico.

Veamos en primer lugar la ecuación: ¿es Saddam unHitler árabe? Sin duda, el partido Baas (=acción, mo-vimiento, resurgimiento, renacimiento) es una formade socialismo nacional. Pretende redefinir la esenciade una nación árabe que alcanza desde Marruecoshasta Irak; por consiguiente, considera temporales

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todas las fronteras posteriores a la caída del ImperioOtomano. Es cierto que Aflaq, uno de los fundado-res del baasismo en los años 40, rechazó su identifica-ción con el nazismo árabe, pero en sus pronuncia-mientos no se pone en duda la primacía de la razaárabe en la cuestión nacional. El socialismo baasistaes también parecido al nacionalismo de Hitler, es de-cir, una forma de capitalismo de Estado en que losderechos de propiedad son «derechos naturales... pro-tegidos dentro de los límites del interés nacional» (ar-tículo 34 de la Constitución baasista). No cabe dudaque los logros del partido baasista irakí, que tomó elpoder en 1966, no han comportado una disminuciónimportante de las diferencias sociales, mientras queha controlado el aumento de los salarios reales me-diante la importación de trabajadores extranjeros. In-cluso en los pronunciamientos de Saddam, el socialis-mo baasista apenas puede calificarse de anticapitalista,y mucho menos en su práctica. Esta es por ejemplouna definición del «socialismo» que propuso hace unadécada: «Socialismo no significa la distribuciónigualitaria de la riqueza entre los pobres y los ricosexplotadores; esto sería demasiado inflexible. El so-cialismo es un medio para incrementar y mejorar laproductividad.»

Si a este planteamiento ideológico añadimos lo si-guiente:• Los ataques con armas químicas a los autonomis-

tas kurdos.•Las ejecuciones en masa de comunistas y

fundamentalistas islámicos.• El trato brutal de los trabajadores extranjeros, que

comporta por lo menos la muerte de 1000 trabajado-res egipcios por año.• La masacre maquiavélica de militantes baasistas

en las cámaras del poder,obtendremos una imagen de Saddam Hussein comodirigente de un partido fascista. ¿Pero Hitler? formal-mente, quizá; pero por tamaño, es dudoso. Las figu-ras del siglo XX que más pueden compararse a losbaasistas de Saddam son los dirigentes del sionismonacional socialista, como Begin y Sharon. Al igual queocurre con los fascistas israelíes, Saddam Hussein nopodría haber causado ningún impacto sin el apoyodel capitalismo internacional. Y al igual que lossionistas ha contado con él. Su fascismo árabe dividea los árabes de los no árabes entre el proletariado pro-ductor de petróleo. El baasismo ofrece una alternati-va al planteamiento internacionalista de determina-dos fundamentalistas islámicos, desde Indonesia has-ta el Caribe, que proyectan una visión ética de unahermandad no estatalista, con garantías de bienestary redistribución de riquezas. El partido baasista deSaddam actúa en el Golfo Pérsico y el Norte de Áfri-

ca de la misma manera que los nazis organizaban elpangermanismo, reclutando a la mitad de la clase obre-ra europea para matar a la otra mitad con la conniven-cia del capital internacional. Su éxito podía eliminar alos árabes, del mismo modo que los sionistas han eli-minado en gran medida a los judíos de las filas delanticapitalismo proletario. Los capitalistas apuestan aque el Irak baasista –que combatió a un país tres ve-ces más grande durante una década– es la única fuer-za que puede ayudar a Estados Unidos a disciplinar yconfundir a la peligrosa fuerza obrera del Golfo.

III

«Los hombres rezan por el mal como rezan por elbien; porque los hombres son imprudentes».

Sura XVII (el viaje nocturno), Corán

Si de acuerdo con la propaganda estadounidenseSaddam Hussein y los baassistas irakíes son el Hitler ylos nazis de los años 90, nada más oportuno que laalianza de EE.UU. la U.R.S.S. y la mayoría de los de-más «aliados» se produzca bajo la égida de ese pro-ducto que es de la política antifascista de la II GuerraMundial, las Naciones Unidas. Algunos tienen unamemoria tan indulgente de los días en que el EjércitoRojo y los G. I. estadounidenses lucharon juntos paradefender al mundo de la «barbarie», que depositangrandes esperanzas en el nuevo frente unido que seforma en el desierto arábigo para defender la sobera-nía nacional de los Estados más débiles. «Quizás»,susurran con el brillo en los ojos, «esta sea la primeraseñal de que se está formando un gobierno mundialuna vez terminada la guerra fría». Pero del mismomodo que la palabra «Hitler» bloquea todo pensamien-to en este siglo, la noción de un gobierno mundial leda un giro alucinante. Antes de perder nuestros estri-bos, sin embargo, veamos la realidad de la acción delas Naciones Unidas en general y el papel particularque desempeña en la crisis de Kuwait.

Las Naciones Unidas constituyen la asociación delos países capitalistas. No representa al proletariadomundial, ni es la primera asociación mundial de losEstados. A lo largo de la historia del capitalismo hahabido momentos en que los Estados capitalistas sehan unido para organizar las normas básicas de fun-cionamiento del mercado mundial, la auténtica y úni-ca encarnación de «gobierno mundial» capitalista. Enefecto, la actual legislación internacional en materiade derecho marítimo comenzó en el sigo XVII pararegular el tráfico naval y las luchas entre estados yempresas en el nuevo mercado mundial. A finales delsiglo XIX, las principales potencias se reunieron enBerlín para repartirse África. El siglo XX vio en

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Versalles y Yalta sendas redivisiones de las esferas deinfluencia, demarcaciones nacionales y adjudicacionescomerciales ante las que la Sociedad de Naciones y lasNaciones Unidas tuvieron que hacer la vista gorda.

El actual juego que vivimos, más bien nauseabun-do, en las Naciones Unidas y el desierto árabe no esmás que un episodio del proceso de redivisión mun-dial posterior a la guerra fría. No ofrece más esperan-zas de una paz duradera que las conferencias de 1885en Berlín, 1919 en Versalles y 1945 en Yalta. El obje-tivo del colectivismo capitalista sigue siendo el de pla-nificar derrotas aisladas de su antagonista de clase, yel presente no es ninguna excepción.

Algunos aducen que la «protección de la soberaníanacional», principio que aducen los Estados Unidospara justificar su liderazgo en la invasión de ArabiaSaudí por las Naciones Unidas, es «progresivo». ¿Nopodría utilizarse este mismo principio contra EstadosUnidos y su aliado Israel en la situación palestina, porejemplo? Quizás en un debate jurídico esta tácticapuede dar frutos. Pero en vano buscaremos la justiciaen la aplicación de este principio a escala de Estado, yaún más fútil es pensar que si se aplica este principioserá en interés del proletariado palestino. Los Esta-dos Unidos como Estado son un salvaje precontractualrousseauniano, aún necesita recibir ese golpe catas-trófico capaz de amansarlo para que observe un com-portamiento burgués aceptable. En la última décadahemos conocido varios hechos que lo prueban, desdelas invasiones estadounidenses de Granada y Pana-má, hasta su renuncia a aceptar la jurisdicción del Tri-bunal Internacional que condenó sus ataques a Nica-ragua. El Estado de Israel es simplemente su eco másestridente de salvajismo.

Pensar que Estados Unidos cambiará su políticahacia los palestinos es confundir los deseos con larealidad, porque está demostrado que si bien defien-de el principio de soberanía nacional en el caso deKuwait, no lo hace en el caso de Palestina. Y actuar alamparo de estos argumentos sería desastroso para lasluchas proletarias, como han demostrado otras inter-venciones armadas «pacificadoras» de las NacionesUnidas, como la de Corea en 1950, la de Zaire en1960, o más recientemente, como la de Namibia.

Entonces, ¿pueden ser utilizadas las Naciones Uni-das en esta crisis? Es posible. El desarrollo de la legis-lación internacional desde las teorías de Grotius en elsiglo XVII hasta las últimas Declaraciones de Dere-chos Humanos no sólo encierra maniobras de lospaíses capitalistas. Las propias Naciones Unidas fue-ron un resultado del emparejamiento elefantino de lasocialdemocracia con el estalinismo en los años 40,pero ambas formas de dominio de clase tenían queinterponerse en las luchas proletarias o al menos anti-ciparse y tratar de absorber sus energías. De este modo,

estas luchas pueden encontrar en las Naciones Uni-das un terreno formal para el reconocimiento capita-lista del poder proletario en el aspecto de los «dere-chos humanos». Este terreno formal no deberechazarse como mera ilusión burguesa, del mismomodo que no puede rechazarse un tribunal o una cá-mara legislativa. Obtener una sentencia favorable ouna ley no es moco de pavo, pero no son los objeti-vos de la lucha, pues las sentencias pueden ser anula-das y las leyes derogadas en un momento de debili-dad. Sin embargo, desde este punto de vista el caso deKuwait es claro. Han sido violados los «derechos hu-manos» de la mayoría de trabajadores inmigrantes queno han cobrado sus salarios, han visto quebrados susproyectos, restringidos sus movimientos. Pero estosson los derechos que podemos defender en el foro delas Naciones Unidas, si es que lo utilizamos; no losderechos de los propietarios de las plantaciones pe-trolíferas en su beneficio.

IV

¿No habéis visto qué hizo Alá con el ejército delELEFANTE?

¿Acaso no convirtió su estratagema en papelmojado?

Y envió contra ellos pájaros en bandadas. Ladrillostiraron contra ellos, y los convirtió en rastrojosdespués del pasto.

Sura CV (El Elefante), El Corán

Los militares estadounidenses no hacen nada en inte-rés de los pueblos del mundo. Por ejemplo, en ArabiaSaudí están para controlar al proletariado productorde petróleo con objeto de sostener un incremento delos precios del crudo. Las tropas estadounidenses en-viadas allí se han convertido en trabajadoresmigratorios de la muerte para los egipcios, ceilandeses,pakistaníes y palestinos en los campos petrolíferos.Por supuesto, esta no es la línea oficial. Los cruzadosestán allí para defender el «estilo de vida norteameri-cano» frente a los asesinos de Saddam Hussein, segúnGeorge Bush. Pero las tropas están formadas por pro-letarios –en gran medida negros, latinos, blancos po-bres, hombres y mujeres, muchos con niños peque-ños–, cuyos salarios han descendido desde 1973 a ni-veles anteriores a la II Guerra Mundial. El aumentodel precio del petróleo que causa y mantiene su pre-sencia supone un nuevo ataque a su propio nivel devida (no el de George Bush). El aumento de los pre-cios del petróleo ha precipitado definitivamente unarecesión y un periodo inflacionario que conjuntamenteseguirá minando los salarios, incrementando los al-

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quileres y suministrando justificaciones al gobiernopara recortar los escasos derechos que nos quedan.Sin embargo, cuanto más bajos son los salarios, tantomás atrayente resulta para muchos alistarse a un ejér-cito mercenario cruzado (que contribuye a reducir suspropios salarios reales). Y así gira el círculo viciosohasta que estalla desde dentro o desde fuera. El prin-cipal acto de solidaridad que debemos a los trabaja-dores del Golfo y a las propias tropas es ayudarles aromper el círculo. Podemos hacerlo ayudándoles aforzar al gobierno de Estados Unidos a retirar susejércitos, de manera que los trabajadores productoresde petróleo puedan movilizarse políticamente en suspropios intereses, sin ser masacrados por los trabaja-dores de la muerte estadounidenses.

Pero ¿qué ocurre con Saddam y sus asesinos? ¿aca-so la retirada de las tropas estadounidenses no les da-rán carta blanca sobre el proletariado productor depetróleo? Todo lo contrario. Son precisamente loscruzados estadounidenses quienes mantienen aSaddam en el poder. El régimen baasista irakí se veríadesestabilizado si no pudiera cumplir la promesa deun incremento futuro de los precios del petróleo y notuviera un fuerte enemigo externo aparente. Y es lapresencia de las tropas de Estados Unidos, con susaviones y navíos, la que satisface estas dos condicio-nes. Si se retiran quedará a la vista la debilidad delpartido baasista irakí, pues depende totalmente de unaforma de producción muy vulnerable, que puede serfácilmente saboteada y quebrada. El baasismo deSaddam depende tanto de Estados Unidos como elsionismo de Shamir, y la retirada definitiva de Esta-dos Unidos de la región sería una condición para lacaída de ambos.

Hemos mostrado que va en contra de los interesesdel proletariado productor de petróleo, los trabajadoresde Estados Unidos e incluso las tropas de EstadosUnidos, el hecho de que el ejército estadounidensepermanezca en el Golfo, pero podemos ir aún un pocomás lejos. Habría que hacer volver a estas tropas delGolfo Pérsico y también de Europa (donde la supuestaamenaza soviética está ahora en coma). Pero no sóloque las tropas vuelvan a casa: hay queDESMOVILIZARLAS. Hemos de plantear lapregunta: ¿por qué necesita el gobiernoestadounidense un ejército? No existen las supuestasgrandes amenazas exteriores para los intereses de lostrabajadores de aquí (ya lo hemos dicho, muchostrabajadores estadounidenses no tienen patria). Elobjetivo real de un ejército está claro: reprimirnos.Puesto que la desmovilización de más de dos millonesde soldados puede utilizarse para rebajar aún másnuestros niveles salariales decrecientes, deberían recibirsu paga al 100%», una vez desmovilizados, hastaobtener otro ingreso.

Asimismo, deberían abandonar el Golfo todas lastropas de las Naciones Unidas, pues tampoco son másque una fuerza represiva disfrazada de «pacificadora».La organización capitalista del mundo no permiteninguna paz, pues no tiene más remedio que aplastarnuestra resistencia a la explotación y a la expoliaciónde los pueblos del mundo, de modo que no tieneningún «dividendo de paz» que repartir. Aquí hay unaoportunidad histórica para un movimiento mundialcontra el militarismo Y la producción capitalistamundial, que necesita los ejércitos. Puesto queprácticamente todas las naciones han enviado fuerzaspara sumarse a la policía petrolera de Estados Unidosy Naciones Unidas, cuya tarea consiste en controlarlas reivindicaciones del proletariado productor depetróleo, un movimiento internacional contra laagresión militar de las Naciones Unidas en el Golfopodría desorientar la alianza encubierta entre cruzadosy asesinos.

V

Por consiguiente, la posibilidad de unaincongruencia cuantitativa entre el precio y lamagnitud del valor, o la desviación del primero conrespecto al segundo, es inherente a la propia formadel precio. Esto no es ningún defecto, sino todo locontrario, pues adapta admirablemente la forma delprecio a un modo de producción cuyas leyesinherentes sólo se imponen como medio de unasirregularidades aparentemente incongruentes que secompensan mutuamente.

-Karl Marx.El Capital (1867)

El precio del petróleo en el capitalismo está determinadopolíticamente por nuestras luchas y los esfuerzos denuestros gobernantes para utilizar el petróleo con objetode derrotarnos. El precio reflejará en cada momento laefectividad con que hemos sido controlados, es decir, laseguridad de toda inversión en bienes energéticos desdeel punto de vista político, y también qué precio se precisaen el futuro para un nivel de inversión en tecnología,automatización, energía nuclear y biotecnología quepermita que el precio se mantenga estable en un nivelalto. Por ejemplo, a finales de los años 70, la genteutilizaba, desde México hasta Irán, pasando por Nigeria,el aumento del precio del petróleo para exigir un mayornivel de vida, salarios más altos, programas sociales,escuela, hospitales. Gran parte del bienestar generadopor el aumento de los precios del1 petróleo benefició alproletariado en lugar de invertirse en las industrias querequieren altos niveles de tecnología y energía, y que sedesarrollan para debilitar el poder de los trabajadoressobre la producción de bienestar. En Estados Unidos,Europa y Japón, los activistas antinucleares han

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Por consiguiente el sistema de precios es un méto-do capitalista para organizar la producción y el con-sumo social (en su propio interés) a lo largo y anchode los campos de batalla. Una mercancía no tiene unúnico precio, puede tener muchos en función de lascircunstancias conflictivas; por ejemplo, el precio deextracción de un barril de crudo es de unos 2 dólares,lo que equivale a unos 5 centavos por galón. El preciomundial del crudo, sin embargo, ha fluctuado amplia-mente (como muestran las tablas A y B). Pero aunqueel precio del petróleo exportado en el mercado mun-dial tiende a igualarse en todas partes, el precio real dela gasolina varía ampliamente de un país a otro. Así,en diciembre de 1988, cuando el precio mundial delcrudo era inferior a 15 dólares por barril, los precios deventa al público de la gasolina oscilaban entre unos 15centavos en Caracas y más de 4 dólares por galón enTokio (véase tabla C). Esta amplia variación de precios

es resultado de numerosas luchas. Por ejemplo, los pre-cios nacionales de la gasolina de Nigeria figuran entrelos más bajos del mundo (unos 30 centavos por galón),porque cada vez que el gobierno nigeriano, presionadopor el FMI, intentó incrementar los precios de venta alpúblico de la gasolina, los taxistas se lanzaban a la callepara proteger el valor de sus salarios.

Sin embargo, en Estados Unidos está empezando aformarse una alianza impía, aunque inintencionada,en materia de precios, entre los redistribucionistas ter-cermundistas, los ecologistas y los planificadores dela industria petrolera, al socaire de las invasiones. Para

los tercermundistas, un aumento del precio delpetróleo en Estados Unidos es una forma deredistribuir la riqueza en beneficio de los traba-jadores de los países exportadores de petróleodel Tercer Mundo, que corregiría el intercambiodesigual imperante desde hace décadas entre es-tos países y los países capitalistas avanzados. Paralos ecologistas, un aumento del precio del pe-tróleo contribuiría a disciplinar a los trabajado-res y capitalistas de Estados Unidos de cara aaceptar las fuentes de energía alternativas,ecológicamente más sanas (energía solar, eólica,e incluso el cáñamo) y la racionalidad de la re-ducción de nuestro consumo de gasolina y deluso del automóvil. Los planificadores de la in-dustria petrolera, por supuesto, ven en un au-mento del precio del petróleo un incremento delos beneficios, que podrán invertirse en la indus-tria de alta tecnología basada en la energía. Todasestas perspectivas califican al proletariado esta-dounidense de injusto (con sus hermanos y her-manas del Tercer Mundo), irresponsable (para conlas necesidades de la conciencia ecológica) eirrealista (al ignorar las necesidades de una distri-bución racional de los recursos).

Nosotros rechazamos los supuestos en que se basaesta peculiar alianza. El aumento de los precios de lagasolina y del fuel de calefacción en Estados Unidoses contrario a nuestras necesidades y aspiracionescomo trabajadores. Detener los incrementos de pre-cios nacionales no sólo desestabilizará los planes delcapital, es el único objetivo que tiene sentido, desde elpunto de vista político, para un movimiento proleta-rio en Estados Unidos. De lo contrario, todo movi-miento que surja contra la invasión chocará inmedia-tamente con el grueso de la población asalariada. Losecologistas y tercermundistas que piensan que hanconcluido un trato maravilloso con la industria petro-lera, y algunos miembros del Congreso de EstadosUnidos descubrirán pronto las consecuencias terri-bles de este trato.

Por supuesto, esto no quiere decir que las reivindi-caciones de los tercermundistas y ecologistas sean

empujado al alza los precios de los seguros de lascentrales nucleares, hasta tal punto de que el aumentodel precio del petróleo aún no garantiza la rentabilidadde la energía nuclear, asestando un serio golpe a losplanes capitalistas. Mientras tanto, los camioneros,agricultores y mineros del carbón de Estados Unidos,los agricultores europeos y las amas de casa italianasse organizaban para luchar contra los altos preciosdel petróleo, mientras que la juventud en Levittown,Pensilvania, y los taxistas japoneses se lanzaron a lacalle para protestar contra los precios de la gasolina.Así cayó el precio de los productos energéticos.

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incorrectas. Pero un aumento de precios no es la ma-nera de alcanzarlos, pues la clase obrera norteameri-cana no es la causa de la desigual explotación capita-lista de la raza humana Y de la degradación de losplebeyos del planeta. El propio sistema de precios esla fuente de esta desigualdad y degradación. Intentarutilizar este sistema para hacer básicamente lo correc-to es practicar el suicidio de clase.

La reivindicación de una disminución de los pre-cios de la energía aquí no está en contradicción con lareivindicación de un mayor nivel de vida en Nigeria,Venezuela o Trinidad. Mientras necesitamos utilizartanto petróleo a causa de la organización capitalistade la producción, el trabajo de los obreros producto-res de petróleo crea riqueza, que ellos tienen toda larazón de reivindicar. La riqueza no va a nosotros.Como vemos, actualmente los beneficios de las com-pañías petroleras están aumentando a pasos agiganta-dos –por ejemplo, el aumento de ingresos que obtie-ne Exxon por un mero aumento del 1% por galón degasolina equivale al valor de todos los bienes inmueblesde Dakota del Sur–, mientras que los salarios realesestán disminuyendo en Estados Unidos. Hay riquezapara que todos puedan vivir bien, y si hay que transi-gir en cuanto a la producción y consumo de petróleo,los protagonistas hemos de ser nosotros mismos ylos trabajadores de los países productores de petró-leo. Hoy en día, el control del «don de Alá (o de laNaturaleza)» por parte de unas cuantas institucionespoderosas significa que los trabajadores deben reco-nocer a un enemigo común.

Mientras vivamos en un universo capitalista, redu-cir nuestro consumo energético significa reducir nues-tro nivel de vida, trabajar más y recibir menos. Porejemplo, si no tuviéramos que trabajar para los capi-talistas no tendríamos que utilizar tanto el coche, perola cuestión es que no es el patrón quien ha de elegir.No necesitamos ángeles ecológicos que intenten for-zar a los trabajadores a observar un «buen» compor-tamiento en beneficio de los dirigentes, que lo únicoque desean es una forma de explotación más eficien-te. Jugar a la carta del aumento del precio del petróleoes muy peligroso, mientras los capitalistas detenten elpoder de decisión para utilizar los precios en benefi-cio suyo. El movimiento contra la guerra del GolfoPérsico debe ser como mínimo tan inteligente como

los cruzados y asesinos contemporáneos a que nosoponemos. Reivindicar simplemente las fuentes ener-géticas alternativas para contrarrestar el aumento delos precios del petróleo concede más poder a la in-dustria energética para imponer el poder nuclear. Lla-mar simplemente a conservar los recursos por partede la clase obrera puede legitimar la política guberna-mental que nos forzará a pasar frío en invierno, o aperder el tejado. Nuestras reivindicaciones deben es-tar basadas en nuestras necesidades y deseos, y ennuestra solidaridad con nuestros compañeros explo-tados en todo el planeta.

CONCLUSION

La mejor manera de oponerse a la política militaristade Estados Unidos en Oriente Medio consiste en de-mostrar al gobierno Bush, a la banca internacional y alas compañías energéticas que no pueden beneficiar-se de los aumentos del precio del petróleo que lastropas estadounidenses contribuyen a mantener consu presencia en la región. Aquí podemos hacerlo rei-vindicando y luchando por una disminución del pre-cio de la gasolina, del gasóleo de calefacción y de laelectricidad, y por la desmovilización del ejército es-tadounidense. Esta estrategia puede parecer indirectay económica. Pero recordemos que el ejército elefan-tino de Abraha, el rey cristiano de Abisinia, fue dete-nido ante las puertas de la Kaaba de La Meca por unalluvia de «piedrecillas».

Midnight Notes, Boston, noviembre de 1990

Notas

TABLA A

Precios del petróleo:Brent al cierre de cada mes en dó-lares por barril. Precio del 24 de septiembre, $40,35.

TABLA B

Precio medio por barril de crudo nacional hasta fina-les de febrero

TABLA C

Precios del petróleo

Diciembre 1988. $ por galón estadounidense.

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LOS SUPERHOMBRES Y LOSCOCODRILOS

Existe este sentimiento increíblemente difundi-do de que acabamos de vivir algo muy grave.Estamos seguros de ello aunque no sabemos

por qué. Para muchos que se opusieron a ello repre-sentó soledad, derrumbamiento, una tragedia perso-nal. Esta guerra ha sido tan rápida que nos podemoscuestionar si ha sido tan grave como se ha dicho ycómo creemos que ha sido. Una guerra muda, unaguerra cuyas imágenes reales nunca veremos, una gue-rra de animales. Decíamos que el alineamiento de Fran-cia con los americanos era algo vergonzoso, otros nocriticaban pero se preguntaban: ¿no ha tenido Fran-cia vergüenza? Precisamente esta vergüenza se hainteriorizado de manera extraordinaria. Esta guerrase ha pronunciado en voz baja. En los cafés, las bro-mas, los taxis, las conversaciones, era como una espe-cie de murmullo. Como si no se hubiera atravesadoun límite. Algo molesto para todos. De todo esto existeun presentimiento generalizado.

De esta manera los israelitas saben que si determi-nan por sí mismos su política por lo que respecta aPalestina, algo se inventarán, se alejarán de alguien.Es un presentimiento vital que nadie puede dejar ha-blar a un Estado o a una organización o a alguien ensu lugar, sobretodo con este Estado que tiene voca-ción de hablar en nuestro lugar, en lugar de todo elmundo.

En estos momentos en que surge el imperativo dehacer, de hacer de manera precipitada, existe al mis-mo tiempo una verdadera fuerza de la duda. En estaprisa nueva, que es la del inicio de una guerra o de laposibilidad de este inicio se constituye la fuerza de ladebilidad o sea la fuerza de la duda. En este momen-to, el simple hecho de cuestionar, de decir: «esperad,esperad», sin saber para qué servirá esta espera, estasimple duda es ya una insumisión, si la más mínimaduda es una insumisión, ¿en qué momento vivimos?¿por qué hemos aceptado esto?

No hubo para ir en contra de nuestra causa tan sólola ignominia de Saddam Hussein. Existía también elrechazo de pensar que íbamos a entrar en un mundonuevo y que de este hecho teníamos que sacar todaslas consecuencias. Este mundo futuro se hilvanabasigilosamente. No hubo una entrada teatral en estemundo futuro, sino más bien este claroscuro tan pro-picio al crimen. Los que quieren esto que se caricatu-ra y que sin embargo se invoca bajo el nombre de«nuevo orden internacional» no tenían especial inte-rés en explicar su proyecto. Los que se oponían no

tenían los medios para hacerlo. El drama de los inte-lectuales reside en esto. La regresión es esto. El infan-tilismo es esto. Se espera de una prueba que nos creeuna moral de acero, que sea capaz de hacernos com-probar nuestras concepciones, que origine razona-mientos nuevos. Si todo se parara hoy, tendríamos laimpresión que no ha pasado nada, que no se puedehacer nada. Siempre se olvida que imaginar es imagi-nar lo inimaginable.

Ningún cineasta digno de este nombre se ha levan-tado a su manera contra la guerra. Sólo había lamen-taciones generales sobre la ausencia de imágenes. Sedecía que esta ausencia se debía a la censura america-na, a la violencia del vehículo informativo americano.Que no se podía de ninguna manera reaccionar. Sipensamos de esta manera, antes caeremos en la regre-sión. Sólo se plantearan cosas referentes a los mediospara luchar al margen de este instrumento de propa-ganda. Llegados a este punto lo cómico y lo trágicoconfluyen. Lo cómico reside en que nunca los artistasy los intelectuales habían recibido tantas prebendas.Creen, o mejor, saben que su suerte o la de sus crea-ciones dependen de éstas, que ya no encuentran fuer-zas para fingir despertarse. Ya no existe el arte com-prometido, la literatura comprometida, el cine com-prometido. Todos mercenarios. El estadio cero.

Lo trágico es que hubiéramos podido hacer una pe-lícula de esta guerra. Esta película, en esta época po-bre en imágenes, hubiera sido la película de las maña-nas de George Bush, su despertar, su desayuno.George Bush hubiera aceptado ser filmado, lo hubie-ra aceptado como una bendición. Se le hubiera pre-sentado en la mesa, vestido con pijama, mostrarlocuando va a misa. Se hubiera tenido que presentar a laSra. Bush con sus nietos, paseando por los jardines.Mostrar las ocupaciones de los que organizaron estaguerra. Todo lo que hubiéramos averiguado delgeneralísimo americano, de que bebe hasta treinta cer-vezas diarias, teníamos que haber mostrado todo esto.Una jornada tranquila del Sr. y de la Sra. Bush con suquerida familia con un fondo de música que bien po-demos imaginarnos hubiera sido la película más vio-lenta sobre esta guerra. Las únicas imágenes que nosinteresan no son únicamente las del frente; si nos la-mentamos de su ausencia estamos a merced de aque-llos que nos las esconden, de aquellos que nos las en-señaran. Dependemos de su estrategia. Luchamos almargen, a la defensiva. Creemos que han decididoprivarnos de estas imágenes por que las encuentranmolestas. De ninguna manera.

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Otro pensamiento sobre la guerra y otro tipo deimágenes, esto sí que les hubiera molestado. Enten-demos que el criminal moderno, cuando se le pillacon las manos en la masa, adquiere por este hecho unplus de autoridad, de legitimización. Aunque parezcamentira no será mostrando poblaciones enteras inun-dadas de napalm como pondremos a Estados Unidosen un compromiso. No vayamos a creer que una so-ciedad construida como la americana sobre la base dela divulgación, la democracia, los derechos del hom-bre pueda sufrir algún perjuicio al ser expuesta a ple-na luz. Al contrario. América posee un stock de infor-maciones y de imágenes con las que juega a crear o aayudar en todo momento una protesta que se conten-ta con el hecho de robarle estas imágenes, estas infor-maciones.

Nos hallamos embarcados en una locura de des-trucción del mundo. Esta destrucción empieza por lade cada ser humano. Se declara una guerra a cada serhumano. En el momento actual no tenemos ni ideade las formas que tomará en el futuro; el pueblo ame-ricano no tiene nada que ver con esta historia, se tratadel Estado americano, republicano o demócrata, peroincluso esto es decir poco, es decir demasiado. Tam-poco se trata del Estado americano. Se trata de algocomo una abstracción que va contra la gente, contracada uno de nosotros. De la misma manera que latransformación del ideal comunista en terrorestaliniano llevó a hombres, mujeres, adolescentes,artistas al suicidio. Desesperando desde la infancia odesde la adolescencia, millones de seres humanos nohan podido ser aquello en que hubieran podido con-vertirse. De la misma manera el «nuevo orden inter-nacional» antes de matar con las bombas o el napalm,destruye y humilla por todo el mundo porque atacalas conciencias. Porque dilapida las esperanzas quefundan la invención de la humanidad por los huma-nos que constituyen esta humanidad. Tanto en lospaíses árabes como en América Latina u Occidente,habría que iniciar una contabilidad que no tiene pre-cedentes y que por el instante no tiene los instrumen-tos, la contabilidad de estas miles de vidas, de estasmiles de esperanzas, de niños, de adolescentes des-truidas por el «nuevo orden internacional». En el cam-po del arte, de la creación, de las relaciones entre no-sotros, en el campo de la amistad y del amor.

Todas estas esperanzas destruidas antes de que sehubiera tenido conciencia de ellas. Antes de poderdecir de manera desgarradora que es este Estado dederecho de perspectivas mundiales quien ha matado.

Hay que imaginar una capa de esperanza tan identi-ficable como la capa de ozono, una capa de esperanzaindispensable para la creación de la humanidad. Es aella a quien destruyen.

Cuando se escriben estas frases uno corre el riesgode «pasarse». ¿Pero no os dais cuenta de que ha llega-

do la hora de la tercermundialización total del mun-do? Tarde o temprano los americanos se pondrán ner-viosos debido al protagonismo de Japón o de Alema-nia. Llegado este momento las tomarán, afirmarán losbienpensantes, contra estas potencias económicas.Pero no, lo que realmente les asusta es la limpieza. Sulocura protestante de vigilarlo todo, de esclarecerlotodo, el afán de limpiarlo todo disimula el proyectode una humanidad transformada en subhumanidadbulliciosa, víctima de epidemias, innombrable. Es ne-cesario que el mundo sea de una gran suciedad. Debedominarlo todo esta corrupción de la que ellos sacansu poder y que no queden más que dos cosas: su dis-curso moral que busca a Dios y cree que se acerca a élpareciéndosele y que le dice: «mira nuestros pecados»y su mirada indica esta humanidad que, de Méxicoapareciéndosele, se ha convertido en una humanidadabominable. Cuanto más se avance en lacriminalización y en el tercermundismo del mundo,más nos cantarán nuestros pensadores liberales «¡estono es lo que quieren los americanos! América quierela emancipación de los pueblos...» América no buscael bien. Al «nuevo orden internacional» le importa unbledo el bien. Busca la prueba del mal, debe encon-trarla aquí, en la Tierra, por todos lados, para que existala necesidad del bien y se inaugure un diálogo cons-tante con el Dios de esta religión. El programa con-siste en que la totalidad de las economías sean des-truidas, y están en camino de conseguirlo. El futuroreside en algunos centros de decisión anglosajones queregentan economías y sociedades ingobernables, estáa punto de llegar. El programa consiste en la difusiónde la droga, de la violencia, del consumo, de la co-rrupción. Ellos son el programa y nosotros el virus.

América no reside sólo en América. Está por todoslados. El problema, evidentemente, no es GeorgeBush, ni la administración americana. Cualquiera queviaja a Estados Unidos puede ver, por un lado, CaboCañaveral, Silicon Valley, etc., y por otro, una multi-tud de desheredados, los locos de la calle. Américaquiere exportar este tipo de sociedad. En esto hallauna nueva motivación. Cada punto de una posible al-ternativa se dirige hacia su apogeo. Nos enfrentamosa una ambición que se sustenta en el poder de las ar-mas, en los poderes económicos, teológicos e inclusoen el interés por la educación de todos. «Nuevo ordeninternacional» quiere decir nuevo profesor. Una épo-ca en la que la mafia del derecho ayudará a cada uno ahacer los deberes. Multitud de consejeros llegarán paraayudarnos a llevar nuestra contabilidad, a reflexionar,a modificar nuestra Constitución. Nos hallaremos muycerca del imperio mundial, de la clonización de la hu-manidad.

Aunque aceptemos que existe un pensamiento ba-sado en derecho, no podemos pasar por alto que setrata de un pensamiento o reflexión totalitaria. No

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debemos sorprendernos por esto. En nombre del mar-xismo o de lo que entendieran por ello los JémenesRojos, procedían a la eliminación progresiva de la to-talidad de su población. Del pensamiento de derechono debemos esperarnos ningún tipo de fragilidad. Alcontrario, lo único que nos cabe esperar es una extre-mada ferocidad. Evidentemente que choca mucho laafirmación de que Estados Unidos ha declarado laguerra a todo el mundo y a la disponibilidad que tienecada uno de dirigir su propia vida. Pero la primeraparte de esta guerra ya ha acabado, vamos a ver queno hay ningún pensamiento de derecho que sea des-orbitado. Que no hay pensamiento de derecho queno sea criminal, destinado a diezmar poblaciones, ajustificar cruzadas.

Orden religioso, orden marxista, «nuevo orden in-ternacional», nunca habíamos imaginado conseguir loque queríamos a no ser por progresivas mareas deinsurrecciones y de minorías rebeldes. Hoy en día nopodemos entrar en el dilema de si dotándose de unamoralidad, un Estado se ve o no inclinado a ser crimi-nal. Lo único que podemos pedir a un Estado es quegarantice su permanencia. Debe comunicarnos que elaprovisionamiento energético, por ejemplo, dependede tal o cual factor y en consecuencia llegar a los acuer-dos necesarios para garantizarlos. Pero ningún Esta-do debe excederse en sus funciones. Todavía más gra-ve, ningún Estado tiene el derecho a tener miedo. Unindividuo que tiene miedo crea muchos problemas asus prójimos y a sí mismo. Esto es terrible. El miedoes algo que destruye una parte de la vida y compro-mete las relaciones humanas. Así, para cada uno denosotros, temer a la muerte es temer algo que no de-bemos temer. Un Estado no debería nunca tener mie-do. Es algo ilegítimo el que tenga miedo. Si es necesa-rio debe organizarse de tal manera que no tenga nadaque temer. Un Estado que se permita el lujo de unamoralidad, que se permita identificar el bien y el mal,

con medios distintos al de las religiones comete elmismo crimen contra la humanidad que losintegrismos.

Nos hemos dado cuenta de cómo la amenaza de lospaíses comunistas que no poseían los medios que jus-tificaban su arrogancia se ha derrumbado. Sabemosque hay, en Oriente Medio, estados que creen poseeruna moral. Pero nos damos cuenta que no ha existidoen la historia, hasta el día de hoy, un Estado tan per-suadido de su buen hacer como América. Un Estadoque quiere llevar a todo el mundo a pensar que suderecho es el único bueno. Desde los países de la hu-manidad no ha aparecido una amenaza tan explosivaa nivel mundial como la certeza que posee el Estadoamericano de que su moralidad es la moralidad justa.

No se trata de hablar de un complot fascista ame-ricano, estamos a mil leguas de ello. El verdade-ro complot es democrático. Se trata del peligroecológico más grave desde los orígenes de la hu-manidad. La propagación del buen derecho ame-ricano que posee todas las cualidades para ex-tenderse más rápidamente que todas las amena-zas de abono químico o bacteriológico sobre lafaz de la tierra. Y no existe ningún medio paraoponérsele.

Ya no se trata de boicotear sus hamburguesaso su Coca-Cola. El problema estriba en que encada una de estas maravillas yace la misma locu-ra, desde el imperio de McDonald’s al imperiode la Coca-Cola. Es preciso identificar esta locu-ra. Presentimos que se trata de una locura sani-

taria de superbeneficio acompañada de la tercer-mundialización de la humanidad y la decadencia detodos. Sabemos que esta locura sanitaria funciona enlas películas, en las canciones. Siempre estacriminalización de los actos naturales de la vida, estavoluntad salvaje de edificar una sociedad de clónicos.Todos espectadores y todos admiradores petrificadosbajo la atenta mirada de los vigilantes. Por un lado loseventuales superhombres indefinibles, corderos dedios, que propagarán el derecho. De otra lasubhumanidad, los deshechos de quienes nadie sabesi acaso no regresarán al estado de cocodrilos dentrode diez mil años, dentro de diez millones de años.Todo es posible. Abstrayendo, todo puede ser toma-do en consideración.

La guerra americana es un asunto demasiado seriopara dejarla en manos de aquellos que creen poderconducirla bien. Ya no se trata aquí de los militares.Cantidad de agravios sufridos por los americanos enlos últimos tiempos no tardarán en ser reparados. Nohay que hacerse ilusiones. Y ello no depende de unaúnica voluntad ni de un complot. Es una fuerza me-cánica que avanza como un robot. Incluso aquellos

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que se creen al amparo de todo, si han ocasionadoalgún perjuicio a los americanos, en el campo de laciencia por ejemplo, se encontrarán con extrañas sor-presas. El avance de este robot será imparable. Haterminado ya el tiempo bendito de la contradiccióndurante el cual América aceptaba quedar en minoría.Pronto esto ya no será posible. Van a estar al frentede todo, desde el FMI a la FAO, desde la UNESCO ala ONU. Incluso en la periferia no se les podrá discu-tir impunemente. Pobres robots, pobres queridos. Susextremidades se vuelven ultrasensibles. Si se quiereregentar el mundo, hay que tener procónsules pordoquier.

La tragedia siempre viene acompañada de una fuer-te comicidad. Echad sino un vistazo al Este. En lalista de espera de los bancos occidentales, ante el di-nero alemán, japonés, saudita o americano –no im-porta si el dinero americano no es americano– losgorbatchovianos y los anti-gorbatchovianos andan ti-rándose los platos a la cabeza. Ellos ya han abdicadode toda dignidad. Han abdicado de aquello que es lafuente de toda dignidad: la lengua. Uno se los puedeimaginar dirigiendo en el seno de la UNESCO la ba-talla por sustituir el inglés por el americano. ¿Quiénserá más convincente? Para Gorbatchov se trata detransmitir la ilusión de que el viejo mundo todavía noha terminado, en su país, de expirar. Como si en cual-quier instante el fantasma pudiera hacer su reapari-ción. Increíble bufonada la de estas conversacionesen las que podemos escuchar: «Vergonzoso el plan depaz de Gorbatchov, ha traicionado nuestra confian-za», etc., toda vez que se le puede ver telefoneandocómodamente a George Bush, confiándole: «En cin-co minutos voy ha hacer una declaración cualquiera,no le preste ninguna importancia». Acto seguido cuelgael auricular y proclama: «Es absolutamente precisonegociar, parar esta guerra».

Nosotros estamos del otro lado. Estamos justo en-frente. Y a nuestro alrededor, para mayor estupornuestro, un verdadero estado de salud, ¿cómo decir?,¿salud socialista?, ¿salud post-moderna? Un estado desalud que asume todo: fatalidades de la super-pobla-ción, de la droga, del sida, de las epidemias y fatalida-des con perspectivas caritativas. No habrá más quecombatir las plagas, nuevos sistemas de gestión. Todoel mundo parece casi convencido que hay que atenderlo más urgente. O bien uno se puede imaginar un cen-tro de alta tecnología, quizás ya esté ahí, que goberna-rá todas las operaciones de distracción y máximo be-neficio como son la droga, el crimen, el tráfico deseres humanos, la supermilitarización de economíasmoribundas. Todo ello, se sabe, está dominado por lamafia y la gente que ella emplea. Todo esto, tambiénse sabe, progresa por el Este y en el Tercer Mundo, al

menos tan rápidamente como en los Estados Unidos.Los primeros ministros de los gobiernos de la Euro-pa del Este serán nombrados en el Oeste por algunospolíticos, banqueros y militares reunidos a tal fin. Esto,se aplicará pronto a los gobiernos del conjunto delplaneta. De manera extraña las religiones enfrenta-das, el Islam y el puritanismo anglosajón podrían con-tribuir, la una desde su amplitud de conocimientos ysu tecnología y la otra desde la miseria y la regresión,en objetivos comunes y organizarlo todo al alimón.Ambas locuras son también sanitarias, tanto una comootra. Uno no puede lavarse las manos de la noche a lamañana como también Hugues sin ser el loco y crimi-nal shakesperiano de un mundo en el que se agitanhombres embarrados por quien no puede ser conta-minado. Claro que el poder y el dinero de HowardHugues procedían de aquéllos... A la inversa no sepuede consagrar su inteligencia, sus fuerzas, su dine-ro a gestionar, a vigilar. Pues en este caso no es queuno vaya a cavarse su tumba, es que no habrá mástumbas, ya no habrá sitio para las tumbas. No se haceotra cosa que trabajar en propagación de la verdaderapandemia, la del «nuevo orden internacional».

Tengo la impresión que la gente se halla frente auna verdad esencial. Sin embargo no nos la revelan.Por ejemplo, se ha escrito que se trataba de la coali-ción del mundo entero frente a algo así como dosprovincias francesas. No hay que detenerse en esto.Hay que comprender que lo que había enfrente eraun territorio, algo inamovible, algo que está fijo. Des-de el momento en que algo parecido a un enormefaro gira en nombre del derecho internacional y loca-liza un objetivo con su ojo, se ha acabado. Irak, Kuwait,no importa quien, Siria mañana, Pakistán más tarde.¿Quién sabe si China?, ¿Quién sabe si Europa? cual-quiera que se encuentre en el campo de visión delenorme faro del derecho. ¿Qué va a hacer? ¿Se move-rá? No, esperan en posición de firmes. Ya sea en nom-bre del Islam o de cualquier otra nueva fantasía. Pero,¿qué poder tiene una fuerza inmóvil que exclama: «Eh,¡aquí estamos, he aquí nuestras fronteras!, he aquídonde yacen enterrados nuestros argumentos...»?

Cuando la luz se extienda por doquier, no habráposibilidad de supervivencia ni siquiera para una es-pecie minoritaria, sólo en la clandestinidad, la clan-destinidad del movimiento, de lo que se escapa, delmundo de la invención permanente. El juego definiti-vo es como cosa de niños: «Ud. no me atrapará nuncaya que no me encuentro donde Ud. cree que estoy».No se vislumbra que una minoría pueda vencer o so-brevivir sin poner en práctica este juego, puesto quetodo sucumbirá progresivamente bajo la luz comúndel faro. Todo, el comunismo, las religiones, los pue-blos, los seres humanos.

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Por otra parte, hay como un presentimiento en elseno de la iglesia católica de que esta guerra no ibacon ellos, que este derecho no era el suyo. Ella quesiempre se alineó con el imperialismo, resopla ahora yparece querernos decir que se la ha conducido a todamarcha hacia un destino teológico desconocido. Noes del todo cierto que el Papa le haya tenido un cariñoespecial a esta guerra del derecho internacional. Si clau-dicara, América buscaría la ocasión en la próxima elec-ción vaticana para imponer el orden en la iglesia cató-lica. Es un ataque por fragmentación.

Hablemos ahora de Europa. Nos preguntamos:¿existen los italianos?, ¿se mantiene España?, ¿y Por-tugal?, ¿existe realmente la vida en las regiones delmundo donde el derecho internacional no ha impuestosu ley? América se acopla perfectamente a Europa.Pues Europa es de entrada y antes que nada, comocondición «sine qua non», la pérdida total de la sus-tancia de cada uno de los países que la componen.Cualquier singularidad, cualquier particularidad, debeser negada o renunciada. El porte exigido para la en-trada en Europa, es un traje nuevo, igual para todos.Nos encaminamos hacia una abstracción total. Comoen América, donde después de haber descalificado lacultura y el pasado de sus minorías, se les propuso enconvertirse en más americanos que los mismos ame-ricanos. Por ahora cada uno es invitado a despojarsede lo individual, de lo singular. Si ya no existe lo sin-gular, ¿quedarán en común ejército, policía y mone-da?...

Pensemos en los ultraje de Estado y en su inspec-ción matinal al Gran Hospital, rodeados de una reta-híla de cucarachas (periodistas, ministros, intelectua-les) diciendo que todo marcha bien, que están sobreel 80% en los sondeos. Caminan a buen paso por lospasillos sin cruzarse con nadie, la población reclusaes invisible, muda y enferma. El porvenir de la dicta-dura democrática se halla en los sondeos. En ellosbusca y en ellos halla confirmación para su manteni-miento en el Poder, una verdadera confirmación re-novada a cada instante, y nosotros hemos llegado alpeldaño del silencio más bajo, más brutal. Todos losperiódicos plantean la misma pregunta cargada deobscenidad: ¿se disuelve ya? (el Parlamento), ¿convo-camos elecciones después de este gran éxito? Se pue-de percibir claramente que una fuerza real les empujaa no disolver. Y no están equivocados. Cada vez haymenos gente que vota. El voto es algo irrisorio perocontinúa siendo una prueba. ¿Por qué retahíla pasar auna población en estado de choque, que no sabe nada,que no entiende nada?

¿Cómo imaginar ni que sea por un instante, que losobreros se acomoden a su destino? El problema esque ya no queda ni una sola posibilidad de expresiónfuera de los movimientos arcaicos, regresivos,

infantilizantes. La clase obre-ra tiene una conciencia. Estano pasará nunca más por es-tos canales, los partidos, losgrupúsculos, los sindicatos,los votos. Lo mismo sucedecon la juventud. ¿Dóndepuede la juventud expresar-se? Sólo expresarse. ¿Cómoimaginar un media que estéen la misma onda que su có-lera, su locura, de su absolu-ta insumisión? Antes todavíapodíamos dejar hablar a losdemás en lugar nuestro. Losresultados han sido bien me-diocres. Sin embargo la prue-ba de que se ha tratado de unerror, todavía no se ha for-mulado con la suficiente con-tundencia. Porque si no exis-tían pruebas de que los sin-dicatos y las organizaciones políticas revolucionariasse habían dedicado a cultivar la negligencia, era por-que no existía todavía esta locura totalitaria de un Es-tado que se propone hablar en nombre de cada uno yen el de todos. La palabra Estado, definitivamente noconviene. Hay que esperar que esta locura deautodestrucción de la humanidad será identificada paraque podamos darnos unas nuevas señas de identidad:¿quién soy? ¿qué papel debo jugar? sólo pueden exis-tir las infracciones personales. Por el momento no osjuntéis. No vamos juntos a los conciertos. No vayáis acreer que la soledad, la singularidad, la diferencia, mássoledad aún, constituyan una desgracia. Si cedéis, laaventura de la humanidad habrá terminado.

¿Podemos todavía invocar los derechos humanos?La ideología de los derechos humanos se constituyecomo una forma de mínima defensa para parar el de-sarrollo del comunismo en el momento en que ésteempezaba ya a decaer, probablemente moribundo.Esta ideología ha mantenido la ilusión de su omnipo-tencia. Disimulando hasta qué punto el imperialismotiene necesidad de que el «comunismo» se mantengavivo. La ideología de los derechos humanos ha otor-gado un carácter diabólico a un régimen que no teníaotra existencia que la ficticia, un régimen sostenidode forma clandestina. Frente a dictaduras, tanto enChile como en Europa, adopta esta vía que, sin haberlogrado sustituirla por otra, tanto habíamos reprocha-do a los movimientos obreros. Una vía de sustentodel desespero, del pesimismo nihilista. Todo lo con-trario de la invención de otro mundo. Todo lo contra-rio de la certeza de que se va a inventar un mundonuevo. Pues toda resistencia que no tenga la certeza

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de que inventará un mundo nuevo –aunque esto pro-voque risa, o se vea abocada al fracaso tecnológica ymilitarmente– está condenada al fracaso. Entonces nosubsisten más que formas más o menos abominablesde colaboración en el mantenimiento y el desarrollodel antiguo orden. Resultado, tanto aquí como enChecoslovaquia, como en otras partes de esta ideolo-gía de los derechos del hombre. En sus formas másconvencionales, más respetables es la medicina deltrabajo, Amnistía Internacional, Médicos sin Fronte-ras. O sea curar a los obreros para que puedan volvera morir de silicosis. Arrancar un porcentaje, a lo có-mico, de torturados de las manos de sus torturadores.Curar los heridos para que vuelvan a morir en el cam-po de batalla. Los derechos humanos también handado cuerpo a un espejismo de caridad inofensiva,desinteresada, como una pobre cruzada subalterna ala principal batalla de América. Un ejemplo nos lodan las nuevas democracias del Este enviando suscontingentes simbólicos al Golfo. Decididamente losartistas no hacen su trabajo. Hay que inventar paraellos una vestimenta. Un modista de moda se luciríacon ello, el uniforme del soldado de los DerechosHumanos.

No hay ninguna posibilidad de resistencia sin la cer-tidumbre de que existen y van a subsistir el pensa-miento, los conceptos y las formas de organizaciónque crearán un mundo nuevo. Hay que retomar aquíuna antigua idea. La de la autonomía y la singularidad,ser un sujeto. Hay que volver a decir que el pensa-miento no es precisamente obvio. Que no es lo mis-mo pensar que descartar falsas ideas. Que es muy di-fícil y lento alcanzar un verdadero pensamiento. Perosin este esfuerzo insoportable, siempre haríamos eljuego a la estrategia contraria. Mientras estamos con-vencidos de estar en actividades de insurrección, es-tamos sumidos en un largo sueño y no inventamosnada. Las reglas del juego de la sociedad de hoy sontan sofisticadas que el consejo que da a los que quisie-ran contestarla puede ser entendido por un niño, y noes de esta manera que podemos pensar en inventarun mundo nuevo. Todo lo que ha pretendido formarnuestras conciencias se ha hundido. Todo esto nosconduce al desespero. Todo esto ha acabado.

Nunca más deberíamos hablar de relación de causaa efecto. La reivindicación de la libertad es capital. Elejemplo más flagrante es la justicia. Un abogado nodebería jamás comprometer la causa del acusado evo-cando su pasado. Nada de golpes de la madre alcohó-lica, nada de circunstancias atenuantes, dado que estoes la negación de la libertad, de la invención del carác-ter incomparable de cada vida. Podemos bifurcarnosen cada instante. No conferir formas, a la vida quesea, por esta maldita relación de causa a efecto, el ca-rácter de destino que Malraux decía no esperar más

que de la muerte. Podemos inventar en cada momen-to. Por muy insoportable que sea decirlo así, debemosreestablecer la regla de la libertad. Por ejemplo, parahablar de las sociedades árabes, no debemos aceptarhablar de humillación, ni aceptar la comparación conla Alemania del Tratado de Versalles. Sin embargo seosa invocar la humillación alemana del Tratado deVersalles, pero, qué decir entonces de los judíos y deuna humillación de una naturaleza distinta desde si-glos que esta decepción casi risible de la poblaciónalemana de 1920 (que 13 años más tarde no será nadamás que una población criminal). No debemos que-darnos más acá de lo que pensamos. Nos hace faltadecir y repetir que no hay vida posible para la juven-tud o para las mujeres árabes allí donde los islamistastienen una parcela de poder, una onza de autoridad.Que no hay causa de los pueblos árabes que no pasepor la destrucción de la monarquía jerifiana o el ani-quilamiento de los gangsters del poder, desde Siria aArabia Saudí, así como en Irak. Lo que oscurece nues-tro juicio es nuestra perpetua incapacidad para cons-tituirnos en sujetos. Porque siempre la política y lahistoria pasan por el ojo de una aguja y pasan de ojoen ojo. A una millonésima de milímetro al lado nopasa. Sucesión de contradicciones casi ininteligibles.No podemos parar la imagen, el pensamiento, noshallamos en un movimiento, en un proceso.

América, en el momento en que se exacerban lasestrategias y las formas de organización comunitarias,pone en marcha, en nombre de su derecho, una estra-tegia mundial de ingerencia. Con lo que implica deguerra preventiva e identificación del mal antes de quesea visible. Necesidad americana dado que tiene laresponsabilidad de la suerte de la humanidad, de in-tervenir enseguida en todas partes. Ahora bien, ve-mos que las principales fuerzas alternativas se opo-nen proclamando: «dejadnos en paz, dejadnos arre-glar nuestros problemas entre nosotros». Trágico error.Nos falta ser tan soberanos como América. Nos faltadecir que intervendremos en todas partes, que defen-deremos nuestro derecho por todos lados. Si las posi-bilidades de transformación de la humanidad se ha-cen realidad, será porque los hombres y los movimien-tos habrán decidido intervenir en todas partes. Porejemplo, si lo que pasa en Rumanía no es admisible,pues estos hombres y estos movimientos acuden aRumanía a combatir el poder rumano, en lugar dedecir: somos occitanos y nos ocupamos de lo queocurre en Occitania donde lo sabemos todo. Nosoponemos a una sociedad que fomenta las secesionesde cada comunidad –una teoría de comunidad, de len-gua, de cultura, de territorio, de religión -y que delega,a la vez, el poder de regulación a un orden abstracto,conceptual, teatral–. Sólo podemos hacerla proclaman-do el mismo deseo de ingerencia. El «pobre mundo»,el pensamiento minoritario tiene también -como toda

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minoría que lo sea e intente seguirlo siendo- vocaciónde intervenir en todas partes, de sentirse en su casa,en todos los sitios desafiando las barreras de religión,lengua, cultura o territorio. Tenemos vocación de ser,antes o después, una población inmigrada, pueblosnómadas.

Se puede sonreír. Cuando Jean Paul Kauffmann fuedetenido en Beirut, propuse que todos los que quisie-ran su liberación no se reunieran sobre un barco alborde del Sena, si no era para decir: «él está allá, lejos,vamos allá». Dos mil, cinco mil, diez mil personas alLíbano. Si no pueden permanecer mucho tiempo, quese sucedan esperando su liberación. Esto no es nin-guna garantía, pero habríamos dicho algo, simplementeasí disponemos de nuestro cuerpo, del empleo denuestro tiempo, de nuestras vidas. Entonces, ¿por quéno ir? El 3 de agosto, en Kuwait, la militarización delconflicto hizo que estuviéramos ya cogidos. Pero estono impide soñar. La iniciativa es siempre una fuerzade estorbo. Que se diga un día: allá lejos se mata a losKurdos, ¡Vamos! El estorbo hubiera sido que estuvié-ramos. ¿Qué habría hecho Occidente que no decíanada y que amó a Saddam Hussein? Y él, SaddamHussein, ¿qué habría hecho? ¿Habría matado a losmiles de jóvenes y menos jóvenes que hubiesen llega-do de aquí?

Imaginémonos que tengo razón. Esta será desde lue-go la obra de una minoría e incluso de una minoríaentre todas las minorías. De los que sufren más aun-que su sufrimiento sea invisible. Los niños. Y los ni-ños ya en vías de ser exterminados por las formasactuales de guerra, por el enfrentamiento entre el isla-mismo y América. Son sus vidas las que están en víasde destrucción, y un día se darán cuenta. Sin darsecuenta, se darán cuenta y actuarán. Y vía a ello, debe-rán inventar algo. Observad, están dispuestos a todo.Clemenceau hizo disparar a los inválidos de guerra.Antes o después, los americanos dispararán en su pro-

pia casa contra una manifestación de hombres y mu-jeres con Sida. Los americanos dicen que han golpea-do al corazón, es decir a Bagdad. Golpear al corazónes golpear allá de donde proceden todas las circula-ciones. Golpear a alguien allá de donde procede suvida. Los niños son el corazón de la humanidad. Unono se imagina que las fuerzas del nuevo derecho in-ternacional no golpeen un día a ese corazón. Aunquealegremente pronunciado por todos, la palabra «dere-cho» tiene una malignidad horrorosa. El derecho esterrible. El derecho es trágico. El uso democrático delderecho hiere y mata, los que usan del derecho notienen a nadie frente a ellos. Ninguna fuerza que nohaya consolidado o armado. Sólo se tienen a ellosmismos como interlocutores. Son capaces de todo.De erradicarlo todo. Matar todos los acimuts.

Por su relación con la fuerza feroz de la soledad,nadie puede ni sabe construir ni gobernar las fuerzasde la ruptura. Son frágiles, y cualquier cosa nos pare-cerá que puede acabar con ellas, y puede ser, por tan-to, que nada acabe con ellas. Estarán en un estadoperpetuo de modificación para escapar a la luz y a laidentificación del ordenador central. Dejemos a nues-tros adversarios derribar, desacreditar la democracia.Nosotros debemos inventar un mundo nuevo. Noso-tros estamos a punto de la inmensa y terrible risotadade un monstruo que se burla de todo y que se creeeterno. Ser perpetuo de todo y de todos. Los primerostocados, las primeras víctimas, que se abran un caminoen este océano de cinismo. ¿Dónde está la orilla? ¿Dón-de está la salvación? Nadie sabría decirlo. Pero hacefalta una fuerza imaginativa e inventiva que proclameel primer asalto, ya que es tan minoritaria como no lohabía sido nunca, ya que enfrente el orden es tan tota-litario como no lo había sido jamás ya que su primerarma es la certeza absoluta de tener la razón.

M. Butel

UNA GUERRA ESTÁ TAPANDO OTRA

La escenificación del matadero actual se levantpor encima de la barbarie diaria de las relacio-nes capitalistas. Es una de estas anécdotas es-

pantosas del poder de los muertos por encima de losvivos, una variante de la historia de ricos y pobres quellenan con su susurro incesante la noche de la alineación.Es casi imposible reconocer los hechos mismos de laniebla formada por la censura y el adorno ideológicoque lo cubre todo. Los hechos se han convertido enirreales y por lo tanto poco importantes.

Pero si nos ponemos a ver los efectos a que fueronsometidos los acontecimientos tras diversas falsifica-

ciones durante su proceso de publicación, entonceses posible afirmar que la destrucción de amplias áreasde Kuwait y de Irak benefició temporalmente en va-rios aspectos a Estados Unidos:

- USA pidió y cobró de sus aliados costes de guerrapor un valor aproximado de 70 millones de dólares.

- Los medios de destrucción inutilizados de los mi-litares norteamericanos, están vendidos, un nuevodesarrollo de armas y una nueva producciónarmamentista están asegurados.

- Se evitaron otros costes de guerra (pensiones paraviudas de guerra, para mutilados, compensaciones, etc.,

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como aquellos que han sido provocados por la guerradel Vietnam) que hubieran pesado únicamente sobrela economía de USA.

El ejército de USA se ofrece como tropa interna-cional de mercenarios, las cuentas se hacen después.

- Los empresarios norteamericanos, a través de in-trigas y engaños, consiguieron asegurarse la mayor par-te de los pedidos para la reconstrucción de la indus-tria destruida y la infraestructura de Kuwait (más de1.000 millones de dólares).

- Las maniobras político/militares desde el veranodel 90 conllevan a la instalación duradera de tropasnorteamericanas y europeas en esta parte de la regiónárabe.

USA consiguió presentarse como el poder militarmás fuerte del mundo y asegurarse el dominio en estacámara de lechuzos, que es la ONU y que legitimiza lahegemonía de las zonas industrializadas sobre las «zo-nas terceras». La política de la intervención militardirecta, levanta de nuevo su mano mórbida en señalde victoria después de su derrota en la guerra del Viet-nam. Se inflingió un cruel castigo ejemplar a las «zo-nas terceras», una amenaza permanente, parecida alas columnas de humo de la industria petrolífera ar-diente que se levanta sobre ellos.

Se tapó la percepción de la crisis interior de USAcon pegajoso patriotismo supeditada luego por el de-lirio organizado a causa de la victoria. El paro masivo,la falta de vivienda para millones y la miseria han sidoreducidos otra vez a la infortuna personal.

Hay una segunda condición esencial que hacía po-sible esta guerra, de esta manera y en aquellos mo-mentos, aparte de la depresión y de la miseria crecien-te en USA y para cuyo mangoneo ya no existen ins-trumentos financiero/políticos: esto es, el desmoro-namiento de los estados monolíticos y feudo-socialis-tas de Europa Oriental, en especial la profunda crisissocial y económica en la URSS.

Al margen de estos puntos que se analizan de ma-nera más o menos profunda en las diversas observa-ciones serias sobre estos acontecimientos, se puedellegar a un acuerdo bastante homogéneo. Hay tam-bién otros aspectos que nos parecen esenciales:

Primero, la envergadura de una escenificación medialy la representación de la guerra han alcanzado unanueva dimensión que ya habíamos anticipado en nues-tra conciencia con «la sociedad del espectáculo» y queha generado a nivel mundial un grado de simulacro dela información que penetra todos los niveles sociales.

La necesidad de la guerra se tradujo en imágenes. Seproyectó la propia potencia para la apocalipsis(precitaciones atómicas, fin del mundo por la bomba«última», destrucción química y biológica de todo el

planeta) hacia un ejército que fue declarado sin másescrúpulos el cuarto más fuerte del mundo a pesar deser sólo uno de aquellos en un país al margen de las«zonas teceras», en una región donde el colonialismoen vías de desaparición había dispersado sobre el mapacon un último gesto una buena docena de déspotasautóctonos como administradores de estas cabezas depuente.

Todos los impulsos destructivos y agresivos se diri-gieron hacia el poder personificado de Sadam Husseiny culminaron al final en la fórmula universal Hussein= Hitler.

Intelectuales como por ejemplo Bierman oEnzensberger que tenían últimamente problemas porsu pérdida de influencia, sobre todo debido a los cam-bios del paísaje europeo de los últimos meses, no du-daron en aprovechar la oportunidad para convertirseservilmente en la retaguardia y como patriotas razo-nables («cuesta víctimas, pero hay que hacer la gue-rra»), se convirtieron en productores de la ideologíade guerra al servicio del Estado para encubrir el atra-so y el despotismo que realmente gobiernan en ésta yen aquélla región.

Desde las mismas oficinas para el mantenimientode la publicación confusa diaria, se cargó cínicamentela responsabilidad por el aplastamiento de las revuel-tas contra el régimen de Hussein sobre la gente quehabía intentado evitar esta guerra. Con todo, se veque el movimiento de oposición irakí fue camelado auna trampa parecida a aquella en la que cayó antesHussein en su intento de incorporar Kuwait a Irak.Aún cuando la propaganda aliada les animó a la re-vuelta con la perspectiva de una derrota inmediata yposible de Hussein, las tropas aliadas luego posibilita-ron a los restos dispersos del ejército irakí y a la Guar-dia Republicana a concentrarse y dirigirse contra losinsurgentes

Para el desarrollo posterior de esta región existíandos riesgos incalculables para los aliados que no esta-ban dispuestos a correr: ni el peligro de una Repúbli-ca Shiita en Irak, ni el peligro de un Estado Autóno-mo Kurdo. Sólo el régimen despótico y gravementetocado de Hussein puede garantizar actualmente paraellos una estabilidad en la región destruida y una con-tinuidad de la política imperialista.

Después de que los militares iraquíes (cuyas armasno tenían ni el ápice de una oportunidad contra elequipamiento de los aliados pero sí constituían unpotencial mortífero para los insurgentes) hubieranaplastado los grandes movimientos en el Sur y en elNorte del país, la máquina de propaganda de los alia-dos cambió en favor del «humanismo». Bajo el pretex-to de la ayuda se instalan campos para los kurdos refu-giados o se trasladan shiitas y kurdos a Arabia Saudí.

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Una vez más se puede escenificar la farsa de los«liberadores aliados» en contra de la sugestión de lapropaganda aliada según la cual la guerra fuese posi-ble sin pérdida de vidas humanas, gracias a las armasde alta tecnología de última versión, las bombas dis-persadas a través del país mataron con la misma segu-ridad que en todas las demás guerras.

La región estará envuelta durante años en el hedorde petróleo ardiente y cadáveres de los humanos yanimales.A los muertos innumerables causados directa-mente por los bombardeos, hay que añadir aquellos quehan fracasado en la revuelta así como la desertificaciónde las zonas bombardeadas. La destrucción de la infra-estructura técnica de estos países hará crecer aún más lamontaña de cadáveres, agravándose la situación tantoahora como en los años venideros a consecuencia de lasepidemias, hambrunas, falta de agua y alimentos, así comolas consecuencias observadas acerca del sistema ecológico.

Esta guerra forma parte también de los esfuerzos es-tratégicos claramente detectables de las sociedades mer-cantiles de Europa. La homogeneización del capital eu-ropeo, la eliminación de las fronteras intereuropeas lle-van a un aplazamiento de éstas hacia la periferia del Sury del Este. En el Sur, más allá del Mediterráneo, co-mienza el levantamiento de una barrera de los paísesricos contra los países expoliados por el mercado mun-dial (los acontecimientos de Brindisi demostraron, aúnen suelo europeo, a donde se piensa llegar).

Hacia el Este las demarcaciones fronterizas empie-zan a debilitarse para crear posibilidades de expan-sión en favor del capital transnacional europeo.

Esta guerra y también su recepción pública apare-cen en este proceso de homogenización mundial detodas las sociedades bajo el ritmo del trabajo y delcapital como un acontecimiento natural e inevitable.

La imposibilidad fundamental de aceptar el mundode las mercancías culmina en la pretensión imperti-nente de una confrontación armada, la imposibilidadde comunicar para el individuo en este mundo se in-vierte como en una farsa el reconocimiento históricoe inapelable de que los miles de años de existenciahumana no llevan a nada más que a la destrucciónmutua y a la explotación.

Sin embargo, la protesta de millones en muchos lu-gares del planeta, ha demostrado la debilidad del cuen-to sobre el «humano vegetal, que no sabe hacer otracosa», a pesar de que no se impidiera esta vez la guerrani que hubiera dado la vuelta al mundo. Comprender lacondicionalidad de la historia, vivir los momentos denegación de estas condiciones y también los fracasos,aguantar todo esto es lo más difícil, sabiendo que losgestos de la insumisión y la asociación podrían quitarfácilmente el fundamento a este constructor totalitarioy provocar su derrumbamiento.

Wolf, abril 1991.

Goya -¡GRANDE HAZAÑA! ¡CON MUERTOS!

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LAS LUCHAS EN FRANCIA DURANTE1990

Si se quiere hacer un balance lineal de lo que hansido las luchas en Francia durante 1990, se veuno obligado a tener en cuenta estos tres as-

pectos:• El sector público o privado de los servicios donde

surgen no grandes huelgas sino más bien una multi-tud de luchas localizadas, sectorizadas, motivadas máspor los cambios en las condiciones de trabajo que porcausas salariales, son, a menudo, radicales por su au-tonomía, su duración y sus métodos de lucha.• El sector industrial, público o privado, donde apa-

recen pocas luchas abiertas.• Los sectores sociales al margen de las estructuras

del aparato económico de donde emergen amplios mo-vimientos como las manifestaciones de los estudian-tes de los liceos o las explosiones locales de revueltasviolentas como las de la periferia de Lyon, en Vaulxen Velin.

Esta división no quiere ser una simple clasificación;refleja las distintas reacciones de las diferentes baseso clases sociales frente a la reestructuración del capi-tal en Francia. Para entender el ritmo de esta reestruc-turación, no debemos olvidar en ningún momento ladebilidad estructural del capital en Francia ya que elcapital especulativo ha tomado la delantera desde hacetiempo al capital industrial. Esta afirmación viene res-paldada por las cifras: mientras que el sector indus-trial se hallaba menos desarrollado que en los demáspaíses desarrollados, el porcentaje empezó a bajar másque en los demás países desarrollados y en la indus-tria de extracción y manufacturada, la tasa pasó del9,38% del PIB en 1974 al 7,44% en 1988 mientrasque esta misma tasa estaba respectivamente en el 39 y38% en USA, en el 15 y 12% en Japón, y del 15 y 12%en Alemania.

En el mismo período, el índice de producción in-dustrial aumentaba un 15% en Francia frente a un53% en USA, un 80% en Japón y un 29% en Alema-nia, lo que quiere decir que la reestructuración indus-trial es una exigencia mayor que en otros países, sim-plemente para que el capital francés pueda mantenersus posiciones en la competición mundial.

Nunca puede afirmarse que esta reestructuraciónindustrial ha llegado a su fin ya que nunca se acaba; essimplemente la expresión de la dinámica del capital.Pero como señalaba Usine Nouvelle (4/10/90) hemosasistido de 1985 hasta 1989 a una «espectacular dis-

minución del peso de los salarios» (en 10 años laproporción de los salarios en el valor añadido ha caí-do 8 puntos con una caída del 92% al 56% en el sec-tor del automóvil entre 1985 y 1989). En cierta medi-da se puede decir que la industria ha cogido por loque esto respecta una velocidad de crucero:• ha podido adaptarse a las fluctuaciones del merca-

do y a las posibles consecuencias de las luchas por elempleo por parte de una considerable masa de traba-jadores precarios (un ejemplo, la huelga de los por-tuarios de Dunkerque permitió enterarse de que los200 obreros que trabajaban en un alto-horno deSOLLAC eran casi todos interinos, lo que permitía sudespido inmediato sin indemnización y el apagar elalto horno por falta de aprovisionamiento.• dispone de capitales suplementarios debidos al cre-

cimiento de la plusvalía arrancada por el capital, lacontrapartida a la disminución de la parte de los sala-rios; de 1984 a 1989 los beneficios de las sociedadesse han multiplicado por tres mientras que la parte glo-bal de los salarios disminuía en términos reales (unaestimación de los ingresos de los hogares de octubre89 a octubre del 90 daba un alza nominal de un 3,50% mientras que la tasa de inflación en el mismoperíodo era de un 3,8% y que en esta estimación sehabían incluido los ingresos agrícolas que habían cre-cido un 9,3% en 1989 y un 5,1% en 1990).

Esta holgura financiera permitió manipulacionessalariales en las empresas para asegurarse bases esta-bles en la explotación, las categorías que poseían lossalarios jerárquicos más elevados vieron sus ingresosanuales aumentados de manera superior a la tasa deinflación, bajo la forma de primas o de favores diver-sos. Pero para la gran masa de trabajadores, el año1990 significó una disminución del nivel de vida; frentea una tasa de inflación del 3,8 el salario mínimo subíaun 2,1 %, los salarios obreros una media de 2,5% , elde los funcionarios un 2,5% (de los que hay que de-ducir un 1,9% de aumentos individuales debidos a laantigüedad o a promociones internas), el de los em-pleados un 4,5%, el de los técnicos un 6% y el de loscuadros un 9% .

El verdadero sentido de estos aumentos debe con-siderarse teniendo en cuenta la estructura del empleo:en 1989, 27,4% de los asalariados son empleados y el28,4% son obreros; el 25% del conjunto de los asala-riados cobra el salario mínimo (SMIG) o menos. Aestas divisiones salariales puede corresponder una divi-

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sión de las luchas y una combatividad mayor en elplano individual o en pequeños grupos.

Esta dispersión puede aumentar debido a las modi-ficaciones en las condiciones de trabajo. Durante lostres últimos años, la duración media semanal del tra-bajo ha aumentado 1/2 hora debido principalmente ala práctica de las horas extraordinarias (uno de losmedios para lograr la disminución de los salarios);durante el mismo período se ha desarrollado el traba-jo en equipo con tendencia al trabajo del week-end(o sea una utilización más intensiva del capital fijo).Por ejemplo, Peugeot ha reorganizado recientementeel trabajo en su fábrica de Poissy haciendo funcionarlas máquinas 20 horas sobre 24 horas, con un horariode 9 horas y 37 minutos diarios durante cuatro jorna-das librando dos fines de semana de tres días cadacinco semanas, lo que permite fabricar 250 cochesmás por día. La presión global sobre los asalariadosha hecho que hayan disminuido desde 1975 el núme-ro de horas perdidas debido a la huelga pero, las cifrasdeben leerse con cierta suspicacia ya que por una par-te nos dan cuenta de la pérdida de influencia de lossindicatos en sus intentos de acciones simbólicas ypuntuales y por otra que tanto sindicatos como pa-tronal no tienen ningún interés en dar publicidad alos conflictos de base salvo cuando no les queda másremedio.

Otra de las consecuencias del crecimiento de la par-te de plusvalía usurpada por el capital la podemos hallaren la reestructuración del capitalismo francés. Comodice el artículo que ya hemos citado de Usine Nouvelle:«Las empresas que han podido reducir la carga de losgastos de personal son las que poseen mejores armaspara enfrentarse a las dificultades actuales.» Si los cos-tes del trabajo por unidad de producción han crecidoenormemente desde 1987, han crecido menos en Fran-cia que en Alemania, por ejemplo: las inversiones in-dustriales crecieron en volumen un 11% durante el88, un 8, 2% durante el 89, un 9% durante el 90 (13%en valor); los gastos dedicados a la investigación au-mentaron un 14,3% en 1989 frente a un 8% en el 86 aun ritmo más rápido que en los demás paísesindustrializados pero todo y con esto están muy pordebajo de lo que representan en estos otros países yaque sólo significan un 2,3% del PIB contra cerca deun 3% en USA, en Japón o en Alemania.

La reestructuración del capitalismo francés apoya-do por estas posibilidades financieras se ha orientadohacia distintas vías impuestas por la competencia in-ternacional:• El desarrollo de las implantaciones en el extranje-

ro principalmente mediante compras de empresas si-milares, en parte para abrirse un espacio en mercadosprotegidos como en USA o en los países del Este, enparte para hacer frente a las dificultades del Mercado

Común. Se puede hablar de una internacionalizacióndel capital en Francia lo que evidentemente tiene susrepercusiones en las condiciones de explotación delos trabajadores en Francia al dar a las firmas posibi-lidades de maniobra más amplias que las que podríanofrecer los estrictos límites del territorio francés.• La continuación de la modernización tecnológica,

o sea, el desarrollo del capital fijo a medida que secomprime el capital variable. La modificación de lascondiciones de trabajo que ya hemos evocado másadelante, la reducción del empleo en el sector indus-trial y la utilización de una mano de obra temporalson la consecuencia de estas mutaciones que incidenigualmente y de manera directa en los métodos delucha de los trabajadores.• La debilidad estructural del capitalismo en Fran-

cia obliga a mantener un intervencionismo por partedel Estado bajo la forma de empresas nacionalizadasy de apoyo directo o indirecto a ciertas actividades. Laexistencia de un sector estatal importante es sin em-bargo sensiblemente diferente de lo que fue hace cua-renta años. Empresa del Estado no significa de nin-guna manera oposición al sector privado y protecciónde los asalariados por un estatuto preferente.

Se da una interconexión estrecha entre público yprivado ya sea en el sector bancario o industrial y unaaplicación de los criterios de rentabilidad sin ningunadistinción. Del lado del capitalismo aparecen unospolos de agrupamiento en los que los lazos banca-industria se expresan mediante una misma estrategia;del lado de los trabajadores se intenta una unificaciónde las condiciones de trabajo y de salarios entre públi-co y privado. El sector público aumenta una estrate-gia industrial que lleva desarrollándose desde hace al-gunos años consistente en conceder trabajo que antesle era propio a pequeñas empresas «independientes»pero atadas lo más posible a las tareas de aprovisiona-miento o de mantenimiento; el beneficio que obtie-nen estas empresas, está en relación a los bajos sala-rios que paguen y a la agravación de las condicionesde trabajo que resulta de este proceso.

Frente a la casi total ausencia de luchas «en el sectorindustrial» el sector «servicios» ya sea público comoprivado no ha dejado de agitarse mediante movimien-tos de muy diversa procedencia que, aunque no hantenido el eco de las grandes huelgas de los ferrovia-rios, de las enfermeras o de los impuestos no por estohan dejado de presentar características similares. Es-tos movimientos se han articulado alrededor de dosejes:• La continuación de la reestructuración en el sec-

tor de los servicios que actúa con la misma tendenciade manera a aumentar la parte de plusvalía conserva-da por el capital (tendencia a veces indirecta debido a

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la disminución de la presión fiscal y social, del costede los servicios, etc...), y consumada en los servicios.Como esta reestructuración lleva retraso con respec-to a la de los sectores industriales es normal que losmovimientos de lucha más importantes se desarro-llen en estos sectores. La concentración de los secto-res financieros se une a la irrupción de las innovacio-nes tecnológicas que, con el mismo retraso que en lossectores industriales, acentúa los efectos de esta rees-tructuración.• Parece que sindicatos y directores de empresa ha-

yan entendido el riesgo que comporta el desarrollo deorganismos autónomos del tipo coordinadoras, sur-gidos de los enfrentamientos demasiado directos ydemasiado generalizados con ciertas categorías de asa-lariados principalmente de los servicios públicos aescala nacional. El fracaso relativo de las coordinado-ras y su recuperación política ha permitido el hechode que los asalariados implicados no hayan buscado obien hayan rechazado una extensión de su movimien-to que llevaba al fracaso o a una excesiva localización.

Las reestructuraciones han producido, como en laindustria, una parcelación de empresas, de categorías,locales, etc., cuyos efectos lo mismo que las estrate-gias anti-coordinadoras llevan a una parcelación delas luchas.

Un ejemplo de esta situación lo pueden dar las lu-chas en la recogida de basuras de París donde se desa-rrollaron largas y duras huelgas:• 24 días de huelga en mayo realizada por los ba-

rrenderos de París por problemas de salario y quevuelven al trabajo por 150F al mes (2,50%); se tratade empleados municipales.• del 18 al 25 de setiembre, los barrenderos de las

Halles de París en Rungis y que obtienen una primamensual de 500F al mes (se trata de una sociedad pri-vada)• del 18 de setiembre al 1 de octubre una parte de

los conductores de contenedores de basura de París(los que todavía son empleados municipales) y quepiden un cambio de categoría.

Sólo afecta a unos pocos distritos de París ya quelos demás están cubiertos por conductores emplea-dos de distintas compañías privadas y no se hallan enhuelga (en cierta manera harán de amarillos).

De esta manera, asalariados de una misma aglome-ración, que realizan el mismo trabajo para el mismoorganismo ( el Ayuntamiento de París), y teniendo elmismo puesto de trabajo pueden hallarse empleadospor sociedades distintas, con estatutos diferentes y porlo tanto llevados a luchar de una manera localizada ysectorial casi en el mismo período de tiempo. Se pue-de pensar que la debilidad en la lucha por esta limita-

ción ha llevado a usar métodos más duros, por ejem-plo los conductores de contenedores bloquearon losdepósitos de basura y las fábricas de incineración.

Se encuentra una situación parecida la aviación, unsector en plena transformación a causa de ladesregulación y de las concentraciones. Muchas ve-ces, en abril y julio, los controladores aéreos, a vecesde un solo centro han perturbado muy seriamente eltráfico; el 11 de diciembre los controladores de AthisMons cerca de París hacen que deban anularse 2/3 delos vuelos de salida de los aeropuertos parisienses.Estas perturbaciones alternan con vueltas al trabajo yrepeticiones los viernes contra la compañía Air Interpor motivos de salarios y condiciones de trabajo; otrashuelgas locales como en Niza del 15 al 27 de noviem-bre debido a una reorganización del trabajo de losportadores de equipajes de Roissy. En ningún mo-mento ha habido una movilización general ya que aquítambién los trabajadores implicados pertenecen a so-ciedades y categorías distintas.

En este mismo sector de transportes, las huelgasaparecen endémicas pero sin ir más allá de problemaslocales. Un ejemplo típico nos lo ofrece la huelga delos transportes urbanos de Montpellier que dura 14días con ocupación de las cocheras por los conducto-res de donde serán expulsados por la fuerza. A finalesde junio los marinos de Sealink en lucha por unasmejores condiciones de trabajo bloquean el puerto deCalais. La totalidad de los 1100 portuarios deDunkerque, el tercer puerto de mercancías de Franciabloquearon el puerto incluso para las líneas de ferrysdurante 33 días en octubre contra la reestructuracióndel puerto que comportaba despidos y modificaciónde las condiciones de trabajo y de remuneraciones loque constituye una especie de privatización. Esta huel-ga acabará sin haber obtenido nada en el momentoque SOLLAC, la acería que utiliza principalmente elpuerto, haya cortado su producción poniendo bajomínimos su principal alto horno y esté a punto dehacer lo mismo con un segundo por falta de aprovi-sionamiento. Los marineros de la SNCM bloqueanprácticamente Córcega del 3 al 12 de noviembre.

Después de la huelga de los ferroviarios del 85-86, laSNCF conocerá continuos movimientos oscilando en-tre las jornadas de acción de los sindicatos seguidasmás o menos de manera desigual y una serie de movi-mientos salvajes locales y muy limitados seguidos comoen Niza en mayo o en la región de Chambéry donde lahuelga durará 10 días a causa de la reestructuración,igualmente en mayo (con secuestro de la dirección in-cluido); pero no se extenderá a ningún sitio más.

Otros conflictos salvajes puntuales a menudo referi-dos a problemas de seguridad lograrán parar de mane-ra brusca las líneas de cercanías de París de la SNCF y

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se unirán a toda una serie de conflictos en los transpor-tes urbanos cuyo mejor ejemplo es el que hemos citadode Montpellier. Estas huelgas duras y, a menudo, es-pontáneas no afectaran solamente al metro y a los au-tobuses de París sino también a la mayor parte de lostransportes urbanos de las capitales de provincia sinningún lazo entre ellos a no ser la diversidad de losmismos problemas que van desde reestructuracionesde condiciones de trabajo a la seguridad.

En el sector hospitalario hallamos la misma exten-sión de las grandes huelgas salvajes anteriores en unamultitud de pequeños movimientos; aunque estas lu-chas son categoriales no serán ni locales ni puntuales:los internos de los hospitales realizarán 6 semanas dehuelga en enero por razones complejas de honora-rios, el personal administrativo (8.000) inaugurará unaforma de lucha consistente en negarse a extender losdocumentos para el cobro de los gastos de interna-miento y constituirán un colectivo de coordinación,el personal de las lavanderías de hospital (600) haráuna huelga a finales de junio, bloqueando la admisiónen los locales; los obreros de mantenimiento ( 5.000 )ejercen acciones diversas sobre su estatuto y sus con-diciones de trabajo.

En el sector audiovisual, las luchas se repetirán aun-que de manera dispersa: contra los despidos en FP enjunio del 90, 13 días en mayo por salarios y condicio-nes de trabajo (donde la ocupación levantará de nue-vo un conflicto base-sindicatos) en FR 3 una huelgade tres semanas a final de año sobre salarios y condi-ciones de trabajo.

Podemos poner en paralelismo las luchas de la BNPy en la CPSS de Essonne respectivamente en relaciónal conjunto de la profesión bancaria y de la SeguridadSocial. En los dos casos, estas luchas revelan las trans-formaciones de toda una profesión, pero al mismotiempo, su localización, se justifica en la forma de es-tas transformaciones en sectores limitados. El sectorde la banca no sólo ha visto reducir sus efectivos a unritmo de un 1 o 2 % anual sino que también ha sufri-do un cambio en las condiciones de reclutamiento yde trabajo. Las 2/3 partes de sus efectivos tienen en-tre 25 y 40 años; los nuevos contratados deben sercada vez más especializados y cualificados y a menu-do ocupan los puestos a que hubieran tenido accesolos más antiguos en otros tiempos. De esta maneratodo el sistema de ascensos queda paralizado. Estasituación se repite en el conjunto de toda la banca,pero parece que en este banco nacionalizado, la BNP,la presión es lo suficientemente fuerte como para lle-var a 300 empleados de un centro especializado deParís a ponerse espontáneamente en huelga el 12 dediciembre por toda una serie de reivindicaciones en-tre las que había salariales. La huelga durará 44 díascon asambleas casi diarias, una coordinadora que se

transformará en comité de huelga, un diario de la huel-ga Tache d’huile. Pero todas las tentativas para arrastraren la lucha al conjunto de este banco o al resto delsector bancario fracasarán no obstante la ocupaciónpermanente del centro en huelga, acciones espectacu-lares, manifestaciones importantes. En cierta medida,estamos ante un conflicto en declive, mal definido queexpresa un combate global que las reivindicaciones in-mediatas no pueden expresar y que no llega a definiruna forma de acción que lo liberaría de las estructurasde dominación del trabajo y regulación de los conflic-tos. Algo de esto ocurrió ya en luchas anteriores porejemplo en las luchas de la SNECMA en 1989.

La huelga en la Caja Primaria de la Seguridad Socialde Essonne es más consecuente. Pero presenta carac-terísticas similares a la del BNP. Dura cuatro mesesen otoño de 1990; se ocupa del conjunto de las condi-ciones de trabajo en una Caja Provincial piloto en lareorganización del trabajo. Allí también se ocuparánlos centros de trabajo, pero a pesar de todos los es-fuerzos de los empleados, la huelga no se extenderá aotras provincias que, sin embargo, poseen centrosparecidos. Si el conflicto parece sencillo con respectoa las relaciones con los dirigentes de la Caja, se pre-senta mucho más complejo en lo que se refiere a lasrelaciones sindicato, gobierno, médicos, lo que da piea muchas manipulaciones y follones. De todas mane-ras la firme voluntad de querer mantener las riendasdel movimiento en sus manos hará que, al contrariode lo que ocurrió en el BNP, los de la CPSS de Essonnevuelvan al trabajo habiendo conseguido parcialmentelo que reivindicaban.

De manera mucho más clara que en el sector indus-trial estas luchas nos revelan una situación latente quepuede evolucionar en dos direcciones:• una ampliación de los conflictos localizados.• una vuelta a las formas de lucha más individua-

lizadas y menos abiertas. Por ejemplo, es cierto quelos largos conflictos del BNP, de la CPSS de Essonneo de la NCF de Chambéry pertenecen en el tiempo auna huelga que se va deshojando, expresando el «ma-lestar» del conjunto de los asalariados ante las presio-nes del capital en las condiciones de trabajo y en lossalarios, más que reivindicaciones concretas.

Este «malestar» existe también en aquellos sectoressociales que no disponen de medios de acción sobrela producción o sobre los usuarios y que no tienenotro medio de acción colectiva que la calle para elenfrentamiento directo con las fuerzas de orden pú-blico para obtener una decisión política que puedacambiar su condición o sencillamente afirmar, demanera consciente o no, que están hartos de su con-dición y de su revuelta. El hecho de que el poder políti-co ceda o se asuste ante tales movimientos puede ser

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la señal de una debilidad política y del miedo de quepueda servir de ejemplo para los movimientos de lu-cha de los trabajadores (la huelga general de mayo-68y la huelga de los ferroviarios de 85-86 tuvieron suorigen en acciones de calle). Pero estos movimientospermiten también todo tipo de manipulaciones. Laamplitud del movimiento de los liceos en otoño del90, más allá de las reivindicaciones de subvenciones,locales, enseñantes y de «seguridad» traducen el ma-lestar de los jóvenes ante la incertidumbre de su futu-ro y la mediocridad de la sociedad. Se unen de estamanera a la revuelta cotidiana –y dado el caso, no des-autorizan la parte violenta de sus manifestaciones–de los jóvenes marginales y futuros precarios de lasociedad capitalista «moderna» de hoy. La explosiónde Vaulx en Velin, ciudad de 15.000 habitantes en losalrededores de Lyon con un 17% de parados y la mi-tad de la población sin obligación de declarar debidoa la miseria de sus ingresos, no es excepcional de nin-guna manera ni para ellos ni para los cerca de 400barrios declarados «en crisis» por el poder para el con-junto de Francia, ni para los grupos mucho menoslocalizados, o individuos marginales y precarios. Asícomo las huelgas no son más que formas abiertas deuna lucha constante contra las condiciones cotidianasde explotación, estas explosiones no son más que lasformas visibles de una violencia contra una condi-ción y una represión cotidianas. Las manifestacionesde los estudiantes de los liceos han demostrado cómoestas manifestaciones pueden integrar esta violenciageneral y aceptarla. Lo mismo sucedería si las luchasobreras se generalizaran. Pero el conjunto de las lu-chas de 1990 han demostrado que la sectorización yla parcelación habían impedido cualquier movimien-to de conjunto y devuelto la resistencia a lo cotidiano.

Según las estimaciones financieras, el período de«vacas gordas» se habría acabado para el capitalismofrancés. La «vuelta atrás» en la tendencia al desarrolloque han sufrido USA y Gran Bretaña durante el últi-mo año llega ahora a Francia; a finales del 90, la ma-

yor parte de los beneficios de las empresas han dismi-nuido arrastrando una carga creciente de deudas (con-tratas para inversiones, fusiones o compras). El resul-tado se traducirá en despidos, una mayor presión so-bre los salarios y las condiciones de trabajo, la rapidezen las reestructuraciones principalmente en el sectorservicios donde se han registrado mayores resisten-cias a las transformaciones en curso. Conflictos delmismo tipo (duros pero sectorizados) que los de 1990pueden dar lugar a conflictos más generales y gene-ralizados. Las empresas y el poder político no dominanlos resortes con los que pueden manipular las catego-rías creadas para impedir dicha generalización lo mis-mo para intentar arrancar una parte más grande deplusvalía. Dependerá de la amplitud del ataque capita-lista hacia las categorías que se encontraban, tanto des-de el punto de vista de los salarios como de garantía deempleo, un poco al abrigo de las reestructuraciones.

La Guerra del Golfo ofrece al poder político unaoportunidad de disfrazar durante un tiempo el aumen-to de la presión hacia los trabajadores; lo que el go-bierno puede proponer tanto a la patronal como a lostrabajadores es lo que Rocard, primer ministro, pedíarecientemente cuando exhortaba a cada uno «al es-fuerzo» a «una moderación salarial». Cuando se tie-nen en cuenta las tasas de aumento para 1990 se pue-de dar uno cuenta en qué consistirá esta «modera-ción». El «malestar» del que hemos hablado no puedemás que crecer al mismo tiempo que crecerá la deser-ción de las estructuras tradicionales de encuadramien-to: partidos políticos, sindicatos y sus formas de ac-ción que proponían a los trabajadores, al conjunto delos explotados. Esta situación no puede sino presa-giar una transformación de las actitudes en lacotidianeidad del trabajo y en el cotidiano «social», lapersistencia y el desarrollo de las formas de resisten-cia colectivas donde la violencia se hallará cada vezmás presente.

H. Simon, febrero 1991.

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FORDISMO DISPERSO YNUEVA ORGANIZACION DEL TRABAJO:¿HACIA UN NUEVO TIPO DE LUCHAS?

El sector del transporte por carretera en Espa-ña, que según fuentes de la CEOE mueve el75% de la mercancía, vivió durante once días

de octubre (entre el 10 y el 20) unas de las jornadasmás conflictivas de los últimos años a causa de la con-vocatoria de una huelga por parte de los sindicatosaglutinantes de los «autopatronos».

Básicamente, el transfondo de la huelga se podríacifrar en un típico conflicto de intereses entre gran-des y pequeños transportistas. Es decir, un enfrenta-miento entre las grandes organizaciones patronales,que controlan la mayor parte del mercado del trans-porte de largo recorrido, y los pequeños transportis-tas (propietarios de uno a cinco camiones). Comoconflicto de intereses entre dos fracciones del capitaldel transporte, la plataforma reivindicativa de los sin-dicatos convocantes -que según la prensa, represen-taban al 15% del sector- se concretaba en una serie decuestiones relativas a la defensa de un espacio de in-tervención dentro del provechoso mercado del trans-porte (exigiendo la intervención del gobierno contralos transportistas «ilegales», por ejemplo), así como otrosaspectos referidos a la fijación de las tarifas, inspec-ción, jubilación, etc. O sea, desde el punto de vista delas fuerzas en juego, la huelga de los camioneros nojustificaría el interés que se le presta en estas páginas.

El colapso

Como viene siendo habitual en los últimos conflictosen España la huelga transcurrió dentro de una estric-ta esfera corporativa, aunque fue capaz de generarun fuerte clima de tensión (enfrentamiento con lapolicía, persecución de esquiroles, quema de camio-nes, colapso de las entradas y salidas de las autopistasy carreteras nacionales). Pero esto no fue lo realmen-te significativo. Tal como reconocía la prensa en suafán descalificador, sólo secundaron la convocatoriade huelga una minoría de los transportistas, y ni si-quiera en todas las provincias; sin embargo hay quereconocer el extraordinario impacto de su acción.

A los pocos días de que los camioneros atravesaransus vehículos en las carreteras y entraran en acciónlos piquetes, el desabastecimiento de las grandes ciu-dades se hizo evidente hasta el punto de vaciarse lasestanterías de los supermercados (Bilbao, Cataluña)

además de escasear algunos productos (entre ellos, elpescado) en los mercados centrales de Madrid y Bar-celona. Pero las consecuencias en el sector industrialfueron de mucha mayor magnitud. Aunque la CEOEy las organizaciones patronales mayoritarias tendie-ron a magnificar las pérdidas (hablaban de cifras queoscilaban de los 50.000 millones de pesetas hasta los200.000 millones), el hecho es que la amenaza de cie-rre total se cernió sobre los cinturones industriales delas principales provincias españolas (Madrid, Zarago-za, Barcelona, Guipúzcoa). Sirva a modo de ejemplo:General Motors cerró; Firestone, Nissan y Seat, para-ron sus cadenas de montaje, así como Citroen. Otrasmuchas empresas sufrieron interrupciones en su pro-ceso productivo, como Fasa-Renault, Michelin, Ford(que fletó 25 aviones para proveerse desde sus facto-rías del Reino Unido y Alemania), la industria quími-ca de Tarragona y un sinfín de industrias de menoresdimensiones. Además, la frontera de Irún fue bloquea-da por los camioneros.

Optimización del trabajo y vulnerabilidad del pro-ceso productivo en el fordismo disperso

A pesar del carácter espectacular que revisten algunosconflictos, a lo que contribuyeron los llamados me-dios de comunicación con su campaña de descalifica-ciones contra los huelguistas y de siembra dealarmismo entre la población (la gente se lanzó a apro-visionarse de mercancías como si de una inminenteguerra se tratase), la huelga de los camioneros adquie-re una dimensión significativa que excede los térmi-nos en que formalmente se ha planteado.

Y este excedente significativo se refiere no sólo alas enormes repercusiones económico-sociales de loque, en cualquier caso no era más que una acción mi-noritaria, sino porque puso de manifiesto las profun-das debilidades estructurales del proceso productivosurgido de la reestructuración capitalista de los años80, así como los límites objetivos de las modernas téc-nicas de organización y gestión de la fuerza de trabajo.

El ciclo de reestructuración capitalista que caracte-rizó la pasada década tuvo como horizonte una dobleestrategia, el resultado de la cual ha sido lo que se hadado en llamar fábrica difusa o fordismo disperso. Paralos estrategas empresariales se trataba de vencer en

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primer término, la resistencia de los trabajadores y sufuerza de presión en el terreno mismo de la produc-ción, por medio de la dispersión de las grandes masasde trabajadores que se habían ido formando en tornoa los centros productivos que aparecieron después dela II Guerra Mundial (y sobre todo, con el auge de laindustria automovilística y de bienes de consumo).

La agregación masiva de la fuerza de trabajo en tor-no a la cadena de montaje de los complejos fabriles fueel fundamento de un ciclo de acumulación de capitalque se extendería hasta entrados los años 70 y supon-dría la culminación de la organización científica del tra-bajo puesta en práctica por Ford medio siglo antes; unaorganización que junto a la agregación masiva de tra-bajadores se articulaba sobre la parcelación y descom-posición de los movimientos físicos del trabajador entorno a la cadena de montaje, que estuvo en el origende numerosas resistencias, huelgas y sabotajes. Pero laaglomeración industrial también suponía la constitu-ción de una fuerza de presión social y económica porparte de los trabajadores que, a través de sucesivos ci-clos de luchas reivindicativas (sindicales y autónomas)fue erosionando la tasa de acumulación en los paísesindustrializados. A finales de los años 70 la crisis debeneficios llega a un punto en que se hace inevitableuna reorganización en la gestión de la fuerza de trabajoy una intensificación de la explotación de la misma quehiciera posible la recuperación de la tasa de acumula-ción de capital. Época de pactos sociales, de políticasde austeridad y de modelos neoliberales que vinieron asocavar los fundamentos del «Estado de bienestar».

En consecuencia, la segunda orientación estratégi-ca del capital en la reestructuración acometida en lapasada década, se cifraba en la recomposición del pro-ceso productivo de manera que, además de vencer laresistencia del obrero-masa, fuera capaz de dinamizarel ciclo de acumulación, para lo cual contaba con laimplantación de la tecnología electrónica y el nuevosistema de comunicaciones industriales. Así, pues, lapuesta en práctica de esta doble estrategia trajo comoresultado la disgregación territorial de los procesosproductivos y una creciente flexibilidad de los mis-mos en virtud de las exigencias de un tipo de deman-da flexible que hace necesaria la producción de pe-queñas series de productos. (Las empresas intentanconseguir una cuota mayor de mercado en base a laintroducción del diseño, la moda, etc.).

En los pasados años hemos asistido al desplazamien-to de los procesos de montaje y acabado de los pro-ductos hacia la periferia capitalista, compuesta porpaíses con una oferta ventajosa en cuanto al precio dela fuerza de trabajo y las garantías laborales (Turquía,Corea del Sur, Filipinas, Brasil, Méjico). Esta disper-sión a escala mundial tiene su correspondencia en elplano regional dentro de los mismos países indus-trializados. Así, vimos descomponerse los grandes

centros fabriles en un conjunto de pequeñas unida-des productivas, extendiéndose el fenómeno de lasubcontratación, por medio de la cual las grandes cor-poraciones industriales desplazan ciertas fases de laproducción hacia otras empresas de menor tamañoque se encargan de proporcionar servicios y abaste-cer las piezas y componentes necesarios para el aca-bado final. En este sentido, la industria del automóvil,verdadero motor del desarrollo económico de lospaíses capitalistas hasta los años 70, resulta ejemplar.

JIT y stock cero: la cadena logística de valor aña-dido

Como es comprensible, tal paisaje industrial pone demanifiesto nuevas exigencias en cuanto a las técnicasde organización del trabajo y de gestión de la produc-ción. Es así como empiezan a proliferar las recetas ylas consignas de la nueva cultura empresarial (just-in-time, stock cero, que persigue abaratar costes y noinmovilizar capital, calidad total, gestión de recursoshumanos, etc.). De hecho, la denominada nueva cul-tura empresarial viene a responder a una nueva faseen la división del trabajo entre las empresas según loque se ha dado en llamar la cadena logística del valorañadido; es decir un modelo de jerarquización de lasdistintas empresas que participan en la elaboraciónde un determinado producto (como por ejemplo, uncoche, en cuya fabricación participan un gran núme-ro de empresas fabricantes de componentes o que lle-van a cabo fases intermedias de montaje y operan encondicionas dictadas desde la gran firma que comer-cializa el producto final).

Para que la disgregación productiva sea realmenteeficiente es necesaria una perfecta coordinación delos movimientos entre las empresas prestatarias y lascorporaciones con las que mantienen vínculos desubcontratación. Es decir, que todo funcione segúnel principio del JIT que, en palabras del presidente deNissan, primera empresa que lo puso en práctica paraconectar sus fábricas en Japón y Gran Bretaña, con-siste en tener los componentes necesarios «en el mo-mento oportuno, en la cantidad requerida y en el lu-gar adecuado».

En realidad no se trata sino de una manifestaciónmás de la subordinación del pequeño capital (empre-sa subsidiaria) al gran capital (empresa que fija el cupode la demanda). Es, desde luego, una estrategia detransferencia de beneficios de las pequeñas unidadesproductivas hacia las grandes corporaciones industria-les, que descargan de esta manera los costes de alma-cenamiento (stock cero) y la inmovilización de capitalque comporta la existencia de stocks; al tiempo quepermite desplazar las fases del proceso de produc-ción que arrojan menor valor añadido hacia las em-presas subcontratadas.

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En lo que respecta a los trabajadores, este nuevoorden industrial representa una nueva vuelta de tuer-ca en la intensificación de la explotación de la fuerzade trabajo. La descomposición de las grandesagregaciones de masas de trabajadores se traduce enuna pérdida relativa de la capacidad de presión ca-racterística del «viejo movimiento obrero», que tienecomo una primera consecuencia la desvalorización dela fuerza de trabajo y el empeoramiento de las condi-ciones laborales. Es el fenómeno que conocemos comoprecarización. Una realidad que toma cuerpo en lamultiplicidad de modelos de contratación (temporal)existentes en las empresas subsidiarias, que son ade-más las únicas animadoras del mercado laboral, así comouna reducción neta de los salarios y la limitación deotros recursos y derechos laborales (flexibilidad).

Resultado de todo ello, ha sido la fuertejerarquización salarial y la disgregación del compo-nente de clase asociado al obrero-masa y los compor-tamientos neocorporativos o profesionalistas que con-traponen el obrero al parado, el contratado temporalal fijo, el trabajador del terciario avanzado (técnicosinformáticos) al del terciario residual (funcionarios,servicios de limpieza), el profesional al no cualifica-do, etc.

Pero las nuevas fórmulas de organización y gestiónde la producción socializada de mercancías, en su in-tento de resolver la resistencia consolidada en tornoal obrero-masa, ha redimensionado las contradiccio-nes inherentes a la relación social entre el capital y eltrabajo. La diseminación productiva incrementasustancialmente la vulnerabilidad del proceso. La co-nexión logística de las unidades dispersas (empresas)entraña una inevitable proliferación de puntos de su-tura, en que se pone de manifiesto la vulnerabilidaddel proceso. De hecho, para que las nuevas técnicasorganizativas funcionen, no ya como modelos teóri-cos, sino en la práctica productiva, es necesario elimi-nar la posibilidad de cualquier eventualidad, retraso osituación imprevista que pueda colapsar el flujo con-tinuo de las mercancías y componentes en el marcodefinido por el JIT (tanto en el proceso de produc-ción propiamente dicho, como en el de la realizacióno puesta en el mercado). En realidad, para que todofunciones es necesario que «todos» los puntos de su-tura del proceso, empezando por los trabajadores, seadecuen al fin preestablecido en el centro de decisión.El mínimo error en un nudo cualquiera de la red lo-gística, sea voluntario (sabotaje) o involuntario, tieneun efecto multiplicador sobre el conjunto y lleva ine-vitablemente al colapso del proceso (productivo o dedistribución e incluso de ambos), Así se puso de ma-nifiesto en la huelga de Ford en Gran Bretaña o, másrecientemente, en la de los camioneros españoles conque iniciábamos el texto.

De este modo, la vulnerabilidad formalmente sub-jetiva en que se traducía la agregación en la fábrica delobrero-masa, cuya intervención podía poner en jaqueel proceso productivo, ha sido resuelta en el fordismodisperso, mediante la transformación de la vulnerabi-lidad formalmente subjetiva en la vulnerabilidad fun-cional, formalmente objetiva de la nueva organizaciónproductiva. Si nuestra tragedia individual es la de serfuerza de trabajo, precisamente porque nos recono-cemos como parte constituyente del capital –es decirde la relación social consistente en la transacción delvalor de cambio de nuestra fuerza de trabajo–, la delas formas de dominación social articulada en base ala producción capitalista radica en que tienden a ne-gar (supresión del trabajo vivo) la fuente real de valo-rización que es el trabajo vivo, capaz de valorizar latecnología.

El capital, en cuanto relación social, no es una fuer-za exterior a nosotros. Lo es tan sólo formalmente; esdecir, en las formas sociales de dominación de que sereviste. De ahí que exista la contradicción irresolubleentre la afirmación de las formas de dominación for-mal (centros de decisión financiero-tecnológico), queexigen la supresión física del potencial conflictivo quecomporta la fuerza de trabajo, y la necesidad de in-corporar e intensificar la explotación de la fuerza detrabajo, como único medio de garantizar la continua-ción del proceso de acumulación ampliada de capital.

El límite objetivo del Capital, es la subjetividadsometida bajo la forma de fuerza de trabajo.

Ya sea en la organización fordista clásica o en la actualexpresión del fordismo disperso, la realidad es que lacontradicción entre capital y trabajo continúa apare-ciendo con unas connotaciones cada vez mas funda-mentales, de modo que los limites reales (objetivos) deldesarrollo de la acumulación de capital radican en lafuerza de trabajo o, dicho de otro modo, en la existen-cia humana sometida como fuerza de trabajo. Laautomatización de la planta industrial pone cada vez enmayor evidencia su dependencia respecto al trabajo vivoy esto es verdad no sólo respecto al conocimiento inte-grado en el instrumental tecnológico, sino también res-pecto a las funciones de control, supervisión, manteni-miento y servicios complementarios (que abarcan des-de el terciario avanzado hasta el trabajo más desvalori-zado del servicio de limpieza), sin cuya intervencióncoordinada la automatización no es posible.

La gestión de los recursos humanos y la ideolo-gía de la empresa

Por abstracta que pueda parecer la anterior reflexión,no deja de encontrar su corroboración en los planos

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más concretos de la práctica empresarial cotidiana.Desde Japón a EE.UU. y Europa, una de las principa-les preocupaciones de las grandes empresastransnacionales es la relativa a la «gestión de los recur-sos humanos». Es decir, la gestión de la tecnologíaelectrónica exige una estrategia complementaria quepasa por la necesidad de generar un consenso entrelos distintos niveles de la jerarquía funcional del tra-bajo que, evitando que se traduzca en una identidadde clase, como la expresada por las ideologías surgi-das con el obrero-masa, haga posible una cierta «cul-tura de empresa», en donde cada trabajador asuma laconsecución de los objetivos fijados desde el centrode decisión tecnológico-financiero. Claro que esto serefiere a las corporaciones industriales hegemónicas,pues en la constelación empresarial que se forma entorno al proceso disperso de producción se yuxtapo-nen las fórmulas tayloristas y autoritarias junto a lasfórmulas de esta nueva cultura que pretende implicara los trabajadores en la consecución de los objetivosfijados por la dirección (la propuesta del ministroSolchaga con el pacto de competitividad va en estesentido al proponer que la negociación de los aumen-tos salariales vayan en función de los índices de pro-ductividad).

La propia precarización de una parte cada vez másimportante de la fuerza de trabajo supone una limita-ción al consenso. De ahí que la estrategia empresarialse oriente en el sentido de un tratamiento diferencialde cada trabajador, según la importancia relativa quetiene en la cadena logística, determinando una rígidajerarquía salarial y funcional en el seno de la empresa.

En realidad, las nuevas técnicas organizativas delproceso laboral descansan sobre la necesidad de ob-tener un consenso explícitamente asumido por partede todos y cada uno de los integrantes de la cadenaproductiva y distributiva. Si se puede aducir que labúsqueda de consenso ha sido sustancial al sistemacapitalista desde sus comienzos (e incluso a todas lasformas de poder constituido) en el momento actual,el ritmo vertiginoso del ciclo de negocios y el nivel dedesarrollo técnico e histórico de explotación de la fuer-za de trabajo que ha conducido a la organización dis-persa del proceso productivo, hacen de la obtencióndel consenso la piedra angular de las formas desocialidad sometidas.

JIT, calidad total, etc., son consignas emanadas des-de las más agresivas transnacionales japonesas, queestán a la vanguardia tecnológica, pero también ideo-lógica. Hasta ahora estábamos acostumbrados a iden-tificar el desarrollo capitalista con el de la moral pro-testante. Pero el protestantismo, el culto a la razóngestado en la Ilustración, así como la invención de laindividualidad en el sistema democrático occidental,mantienen una escisión entre la libertad individual y

la sumisión funcional al nuevo orden forjado por elproceso organizativo del trabajo. La mediación de lasnuevas técnicas organizativas y de gestión de la activi-dad laboral es cada vez mayor sobre ámbitos hastaahora consagrados a la esfera individual. La domina-ción totalizadora del capital se extiende en un doblesentido, cualitativo (sobre la individualidad y sus fa-cultades psíquicas) y cuantitativo (sobre el conjuntode expresiones de la socialidad), de manera que semanifiesta con signos cada vez más perceptiblementetotalitarios.

En la actual fase de dominación capitalista, lasubsunción de la esfera ideológica a la materialidaddel proceso de acumulación es total. Es lo que losfuncionarios ideológicos del sistema denominan «finde las ideologías». La generación de ideología ya hadejado de ser formalmente independiente del proce-so de producción material. La ideología surge en elproceso mismo de valorización y se concreta en elculto al dinero (como manifestación sociológica ge-neralizada) y a la acumulación privada de riqueza comoprincipio y fin de la existencia. Verdaderamente, elimaginario individual se pertrecha con el principiodinerario: el culto al valor cifrado en la posesión decosas. Así, el proceso de generación y realización de losvalores, o sea, la dinámica de las mercancías, se consti-tuye en el proceso de generación y realización de lasformas ideológicas correspondientes al nuevo estadocapitalista. La ideología de la «cultura empresarial», pues,constituye la base del consenso que hace posible el cum-plimiento de las previsiones productivas.

Las fórmulas para la obtención del consenso sondiferentes según se trate de cada uno de los bloquescapitalistas. En Europa, el «estado del bienestar», mien-tras estuvo vigente, cumplió con este papel. Pero enla actual fase recesiva, que apunta precisamente en elsentido de la abolición del estado de bienestar, el ma-yor dinamismo en la generación de fórmulas de con-senso aparecen en el bloque capitalista japonés. DeJapón provienen la mayor parte de las tecnologías degestión y organización del trabajo, en consonancia consu agresiva penetración tecnológica y financiera enEuropa y EE.UU.

Las tecnologías de control que se integran en losprocesos de automatización para llevar a cabo el con-trol físico de la secuencia productiva exige sus corres-pondientes técnicas de control interiorizado por par-te de los agentes humanos que intervienen a lo largode la cadena productiva. Se trata, pues, de extender latecnología del control material de los procesos haciala técnica de control subjetivo, lo que significa cum-plir con el «ideal» absoluto de la automatización: laautorregulación del proceso (entendido en su integralacepción de componentes humanos y tecnológicos).

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El nuevo ciclo de luchas del fordismo disperso

Esta búsqueda desesperada del consenso, no obstan-te, encuentra sus limitaciones en el cumplimiento delimperativo de la optimización o maximización delbeneficio. Aunque suene a cosa del pasado, hay quereconocer el modo de producción capitalista, aún contoda su parafernalia electrónica, como una realidadintrínsecamente contradictoria. Así, mientras la cre-ciente complejización de los procesos productivosexigen la sumisión consensuada de todos los puntosde sutura de la cadena logística del valor añadido, elabaratamiento de los costes y la absorción de una par-te cada vez mayor del valor añadido lleva a unajerarquización de subcontratación de servicios quehace aparecer una multiplicidad de intereses diferen-ciados. La huelga de camioneros es paradigmática eneste sentido. Las grandes firmas (por ejemplo, el au-tomóvil) se han desprendido de todas aquellas fasesdel proceso de producción que, por razones técnico-organizativas o estrictamente económicas, pasan a serdesempeñadas por otras empresas subcontratadas. Deeste modo, al tiempo que centra su actividad en lasfases de la cadena logística con mayor valor añadido,ejerce una dictadura de corte monopolista sobre lastarifas (de transporte), por ejemplo. Sin embargo, esamisma gran empresa se encuentra en una estrechadependencia desde el punto de vista logístico respec-to de las subcontratadas (camioneros o proveedoresde componentes, por ejemplo). Con ello, se abre unafisura de conflictividad potencial entre los interesesencontrados, que es lo que ha dado lugar a la huelgade octubre.

Pero lo que fue un conflicto de intereses entre dosformas del capital puso de manifiesto, igualmente, lasdebilidades y las potencialidades de la conflictividadexistentes en el modelo imperante de fordismo dis-perso. Asistimos en los últimos años a una multiplici-dad de conflictos fuertemente localizados en segmen-tos de la cadena productiva y los servicios comple-mentarios que inducen a pensar en meras formas «cor-porativas» (maquinistas de Renfe, controladores aé-reos, trabajadores de la limpieza, autobuses, sanidad,etc., sólo por referirnos al caso español). En ellos,aparece a primera vista un fuerte contenido categorialo corporativo, con reivindicaciones específicamenteligadas a la categoría profesional de los trabajadoresdentro de la nueva jerarquía industrial.

Estas luchas que cuestionan los sindicatos tradicio-nales en su expresión formal (comités de base), si biensus planteamientos continúan inscritos dentro delmarco reivindicativo tradicionalmente sindicalista, sonexpresión de las formas de solidaridad correspondien-tes a la fase del fordismo disperso, del mismo modoque las acciones de masas fueron las expresiones delobrero-masa surgido de la estrategia fordista clásica

que se caracterizó por las fuertes concentraciones in-dustriales de fuerza de trabajo. Criticar su carácter sec-torial o focal es, simplemente, inútil. O una conse-cuencia más de nuestra fijación en formas ideológicasque dieron lugar a los «grandes proyectos» de eman-cipación proletaria, más propias de un comunismoreminiscente que de una afirmación crítica radical antela nueva realidad. La solidaridad real, la socialidadposible es la que se da en el proceso de lucha y deresistencia contra el proceso de reproducción socialde las relaciones capitalistas. A la organizaciónatomizada del proceso de trabajo, se correspondenformas atomizadas de solidaridad y resistencia. Preci-samente, la capacidad de control global del procesoradica en la gestión técnico-científica de cada uno delos nudos de la cadena social productiva, privilegian-do los componentes integrantes de los mismos sobrelos excluidos (viejos, jóvenes, mujeres, enfermos, etc.)y estableciendo una jerarquización de privilegios den-tro de las distintas categorías industriales, en virtudde su importancia relativa en la realización del proce-so; es decir, según su contribución a la cadena logísti-ca del valor añadido.

La disgregación de las formas de socialidad y resis-tencia del obrero-masa supone, en realidad, un proce-so de adecuación de las formas de resistencia proleta-ria a las nuevas condiciones de explotación de la fuer-za de trabajo. Es el fin de la concepción teleológicaque inducía la necesidad objetiva del comunismo y dela concepción reminiscente (anclada en la recupera-ción de formas de comunidad precedente) en que hastaahora se había inspirado el movimiento de oposiciónal sistema asalariado. De hecho, con la implantacióndel fordismo ya se inicia el abandono de la perspecti-va de «ir mas allá» del capital para adecuarse a «viviren el capital». De ahí que la ausencia de proyecto y laincidencia en la inmediatez que caracteriza el nuevociclo de luchas proletarias remita, en último término,a la ausencia de proyecto mismo por parte del capitalen su fase de dominación total, en que el proceso deacumulación se resuelve en la tendencia cero; es decir,la reducción a cero del tiempo de rotación del capital,que niega en la práctica concreta de la acumulación,su capacidad de generación cíclica de tiempo admi-nistrado. De ahí que el ideal de progreso que consti-tuía el proyecto (burgués) del capitalismo ascendente,ligado a un ciclo de negocios que comportaba unaapuesta –y un riesgo– de futuro se haya transmutadoen la actualidad en un ciclo de negocios que persigueel resultado (aumento de la masa de capital) de formainstantánea, que no contempla perspectiva alguna deproyección en el futuro. En realidad, el futuro sóloqueda en el discurso dominante como una categoríaespectacular residual (futurismo) propia de un mode-lo de civilización que se abisma en sí mismo.

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La disgregación desestabilizadora

La disgregación de las expresiones formales de la re-sistencia representan, de hecho, la disgregación posi-ble de las formas de organización del proceso pro-ductivo imperante. A la realidad fenomenológica delcapital como realidad totalizadora del mundo –que selleva a efecto como dominación extensiva (mercadomundial) e intensiva (sobre las potencialidades de lasubjetividad)– se corresponde la realidad estructuralde su organización dispersa.

Como en todas las formas de civilización totalita-rias en que la fase de dominación total coincide con elsurgimiento de fuerzas centrífugas que amenazan elconjunto desde el interior, el modelo de civilizaciónbasado en la acumulación de capital experimenta unacontradicción similar, si bien redimensionada en loque se refiere a la realización concreta, histórica de sudominación. Es decir, la realización total del Capital–o del mundo sometido al capital– es también la rea-lización de sus límites totalizadores. Si a la mundia-lización de las formas culturales se corresponden lasformas de disgregación particularizadoras (naciona-les o identidades generadas en el seno del modelo ca-pitalista), a la realización totalitaria del proceso pro-ductivo capitalista se corresponden las expresiones dedisgregación que aparecen en las formas concretas dela explotación de la fuerza de trabajo.

La dominación total del Capital se verifica comomera unificación abstracta del mundo en torno a lamercancía y el dinero. Pero la unificación en torno aestas categorías abstractas (las mercancías son valor,tienen un valor) implica de hecho una disgregaciónde la socialidad sometida, precisamente porque el ac-ceso a la mercancía (y al poder adquisitivo) está cadavez más marcado según la posición que se tenga den-tro de la cadena logística del valor añadido, que seráquien confiera una posición más o menos ventajosa ala hora de establecer la negociación dentro de las rela-ciones transaccionales en que se resuelve la relaciónsocial que denominamos capital. Precisamente, por-que la socialidad actual tiene lugar en la concreciónde la inmediatez (consumo privado de cosas) es porlo que no cabe ningún proyecto social «dentro» de lascoordenadas delimitadas por las formas mercantilesde socialidad que adoptan las relaciones capitalistas.

La manifestación de esta crisis de socialidad se hacepatente en el propio centro capitalista. La aparicióndel cuarto mundo en los países «ricos», la teoría de lostres tercios thatcheriana, el deterioro de las condicio-nes de vida en las metrópolis y la extensión de formaspatológicas inducidas por la propia acumulación decapital que van desde la contaminación hasta la dro-gadicción, las bolsas de marginación, etc., se nutrenprecisamente de aquellos elementos que resultanexcedentarios en la cadena logística.

La unificación represiva del mundo sometido alCapital

El equilibrio inestable en que se mantiene el procesode reproducción en los países capitalistas y su reco-nocimiento implícito por parte de la tecnocracia do-minante es lo que ha impulsado la implantación gene-ralizada del sistema de chantaje industrial que repre-senta la precarización de las condiciones laborales (ade-más de obedecer a otras razones de intensificación enla explotación de la fuerza de trabajo) y la represióndirecta cuando el conflicto se hace manifiesto.

Pero la precarización que acompaña el fordismo dis-perso supone un límite potencial al consenso. La ines-tabilidad laboral genera desafección y dificulta la ge-neración de un «espíritu de empresa» (incesantemen-te predicado por los nuevos teóricos de las relacioneslaborales). La estrategia de gestión diferenciada, queprivilegia y recompensa de forma planificada a cadauna de las diversas categorías de la jerarquía indus-trial, tiende a precarizar precisamente los eslabonesque contribuyen con menor aportación a la cadena devalor añadido, según la concepción de la economíapolítica actualmente dominante.

Este es el único éxito atribuible a las modernas téc-nicas de gestión y no la resolución de la contradicciónexistente entre el capital y la fuerza de trabajo. Peroincluso este éxito tiene sus limitaciones en la crecien-te necesidad de valorizar todas las fases de la cadenaproductiva, siguiendo los criterios de la maximizaciónde beneficio (plusvalía), aplicados sobre cada uno delos elementos constituyentes de la cadena productiva.Es decir, las estrategias de gestión diferenciada de losrecursos humanos hasta ahora han conseguido evitarla consolidación intercategorial de un sujeto política-mente activo, pero no han conseguido poner en pie laconfiguración del proceso de reproducción capitalis-ta como una totalidad extendida sobre el territorio ylas facultades de los individuos en que todas y cadauna de las partes integrantes son funcionalmente de-terminantes del resultado final. Así, por ejemplo, lahuelga de los trabajadores de limpieza del aeropuertode Madrid ocasionó el caos y la amenaza de cancela-ción de los vuelos.

Precisamente porque la precarización de la fuerzade trabajo denota la precariedad misma de un sistemaproductivo en equilibrio inestable, es por lo que lagestión del consenso se complementa con la implan-tación de mecanismos abiertamente represivos. Lapolitización de la vida cotidiana (policías por todaspartes), la restricción de los llamados derechos demo-cráticos (de huelga, de opinión), la criminalización delas minorías insurgentes o que se hacen exponentesde cualquier forma de disenso, la afirmación pura-mente propagandística y fetichizada de la democraciaen un momento en que la escisión entre política ofi-

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cial y realidad de la práctica social cotidiana se vaprofundizando, hace que las libertades democráticasaparezcan como una simple categoría propagandísti-ca en un contexto de gestión tecnocrático de la vidapública sometida al capital, que reviste un carácterpráctico cada vez más totalitario.

La legitimación democrática ya no se correspondecon la realidad de un mundo cuya disgregación fun-cional y productiva hace posible que la práctica de ungrupo social con una posición estratégica en la cade-na logística del valor añadido (ya sea el del poder fi-nanciero o el de cualquier otro segmento social) pue-da colapsar el proceso de reproducción social, a tra-vés de la incidencia en un segmento o punto cual-quiera del proceso.

La polarización formal en que aparece constituidala relación capital/trabajo, por un lado ha elevado elnivel de concentración de capital de modo que la tomade decisiones se lleva a cabo de una manera totalmen-te autonomizada respecto a cualquier instancia o me-diación democrática y, por otro lado, la disgregaciónreal del proceso de producción sometido a las leyesde la acumulación hace totalmente banal la referenciademocrática. La mayoría sólo es el espejismo para le-gitimar la decisión unilateral de los gestores capitalis-tas sobre la totalidad. De hecho, las condiciones ma-teriales en que se fundamenta la socialidad actual haceirrelevante cualquier enunciado democrático, que yasólo es una rémora, un prejuicio político del pasado.De ahí, también, que las expresiones de acción demo-crática inscritas en el universo de la ficción mayorita-ria al estilo del 14-D y la Campaña Anti-Otan, o con-tra la guerra en el Golfo pérsico, en la medida que seubicaron en el espacio periférico de la cadena

reproductiva (en el caso del 14-D, dosificando su efica-cia para que no quedase interrumpida) y deliberada-mente adscritas a las formas de proceder del obrero-masa, se resolvieron en un mero ritual testimonialabocado a la frustración y al fracaso (eso en el caso deque tuvieran algún objetivo a conseguir).

Una organización que hace de la afirmación en lainmediatez (reivindicación) el cuestionamiento de latotalidad que compone la cadena logística y el procesode reproducción social (de ahí también que en los con-flictos que tienen lugar en los centros neurálgicos -comoel del transporte en París- los esfuerzos del aparato depropaganda del Estado y de los medios de comunica-ción se oriente en el sentido de movilizar al resto de lamasa ciudadana contra la minoría «antisocial»).

A tenor de lo vivido, los conflictos ni sonacumulativos, ni se orientan en un horizonte imagina-rio de emancipación: se resuelven en actos puntualesde resistencia; hacia una verdadera lucha social deguerrillas. Pero son actos fundamentalmente radica-les, porque cada vez más evidentemente nuestra exis-tencia se define como fuente de valorización de unmundo en que el capital se constituye como relaciónsocial intrínsecamente conflictiva. No hay opcionesreales fuera del espacio que determina la relación so-cial del capital; una relación social, no obstante, quenos constituye en la conflictividad. Afirmarse en laconflictividad y renunciar conscientemente a la espe-ranza quizás sea la última opción existencial para quie-nes, reducida nuestra condición a la de ser fuerza detrabajo, definitivamente ya no tenemos nada que per-der, ni siquiera las ilusiones.

Etcétera

Hemos recibido...LES ENJEUX DE LA GUERRE DU GOLFE. GuySabatier. Mars 1991.

Hemos recibido este texto en francés de 10 páginas yque como siempre nos podéis pedir.

Empieza el texto remarcando el aspecto mediáticode la guerra, desenmascarando el cinismo del discursode los media que utilizan distintos baremos cuando setrata de hablar de Rumanía, de Panamá o de los paísesdel Este, para fijar a continuación el punto de vista crí-tico de la actual sociedad capitalista, sistema de explo-tación sinónimo de catástrofe para la humanidad ya que«no pudiendo resolver ninguno de los problemas esen-ciales que se ponen a la especie humana este fin de si-

glo no puede sino agravar las condiciones de existenciasobre el conjunto del planeta».

El texto pasa a analizar a continuación los envites dela guerra para el capital y para el proletariado. Empiezapor un relato breve de la historia del Medio Oriente,desde la creación del Estado de Israel, la subida del im-perio Americano y (Suez/crisis petróleo 73) caída delsha de Irán y subida del fundamentalismo musulmáncon Jomeini, creación del partido Baas y apoyo a SadamHusseim para taponar la amenaza chiita (guerra Irán-Irak) hasta la invasión de Kuwait por Irak y la imposi-ción de Bush o de la pax Americana; para situar el esce-nario posible:

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«Después de utilizar el alza del precio del petróleodurante los años 70/80 para hacer soportar a Europa yJapón los mayores efectos de la crisis, el imperialismoamericano necesita ahora controlar directamente lasfuentes de energía de las que dependen sus aliados peroahora... ¡concurrentes! Es un signo manifiesto de suconsiderable debilitamiento en el plan económico. Antela creciente competitividad de los productos europeos(particularmente alemanes) sobre todos los mercados(comprendido el Este), sometido a la creciente pene-tración de las mercancías y de las firmas niponas queconquistan sectores enteros de su aparato productivo,los Estados Unidos llegan con dificultad a hacer finan-ciar su déficit comercial (siempre en aumento) gracias asus habituales manipulaciones monetarias basadas enla referencia obligada al dólar como moneda patrón»

«He aquí sin duda el escenario bien posible de rees-tructuración que va a jugarse detrás del conflicto actualy de sus consecuencias. La guerra del Golfo participapues de una nueva etapa en el desmoronamiento de losbloques. Paradójicamente los EE.UU. aparecen comoun coloso cuyo sofisticado armamento no tiene rivalpero que, de hecho, tiene los pies de barro ya que nopuede utilizar más su propia carta de crédito. Enten-diendo que como en el caso de la URSS desmorona-miento no significa hundimiento: Bush, Gorbachov osus sucesores poseen aún un cierto margen de manio-bra fundado sobre las relaciones de fuerza y se agarra-rán a estas ventajas hasta el final. Se opondrán por to-dos los medios a aquellos que quieran ocupar su sitio,es decir transformar, a su vez, su fuerza económica enfuerza político-militar. En la historia del capitalismo laconstitución de grandes imperios (a imagen de los mo-dos de producción precedente: esclavismo, feudalismo)es una tendencia que acaba por imponerse –sobre todoen período de decadencia– sobre un funcionamientopuramente libre-cambista que no tiene en cuenta la rea-lidad estratégica. El mundo pues lleva en sus entrañasuna potencial tercera guerra mundial –o al menos unnuevo conflicto mucho más grave– que se incuba des-de ahora en el Golfo Pérsico, en los confines del Tigrisy del Eufrates y en torno al Mediterráneo, ya que la pazque actualmente emerge será muy precaria. No repo-sando más que sobre un statu quo extremadamente frá-gil que, minado por una exacerbación inevitable de lacrisis explotará tarde o temprano bajo la presión denuevas alianzas regionales y de nuevos bloques consti-tuidos a escala internacional. La «bella» unanimidad defachada de una coalición que reagrupaba al perro y algato tras el elefante americano se volatilizará y los ho-rrores que vendrán (por ejemplo el uso «táctico» delarma nuclear) corren el riesgo de ser todavía peoresque los bombardeos «quirúrgicos» de Bagdag y la car-nicería de Basora durante el repliegue de las tropasirakíes después de su evacuación de Kuwait».

Respecto a los envites de la guerra para el proletaria-do, el autor constatando a la vez la debilidad del capital(crisis económica que no deja de crecer desde hace 20años) y la del proletariado (que ha permitido el desa-rrollo de esta guerra). Para explicar la actual situacióndel proletariado pasa a analizar los factores principalesque cree lo determinan: las nuevas tecnologías y su im-pacto en la composición de clases y el paro masivo.

«Para esperar que el proletariado pueda empalmar denuevo no sólo con su combatividad sino sobre todocon la perspectiva de una revolución comunista –únicaposibilidad para impedir la caída en la barbarie de unatercera guerra mundial–, se trata en adelante de analizarlas modificaciones sociales en curso en el seno del modode producción».

Acaba el texto con unas consideraciones sobre losenvites de esta guerra para los revolucionarios.

ESSAI SUR LA GUERRE DU GOLFE. D. Saint-James, printemps 1991.

Este largo texto (43 páginas) empieza por una cuestiónpenetrante: ¿es la guerra sólo la continuación de la eco-nomía o de la lucha de clases por otros medios? Ciertoque esta aserción recoge parte de verdad según el autor,para el pasado, en las guerras de la época del capital,aunque discuta cierto simplismo de las explicacionesmarxistas sobre la guerra (salir de la crisis; canalizaciónde la lucha de clases). Cierto, el capital para acumulardebe entrar en los mercados y no pudiendo hacerlo pormedios «pacíficos», recurre a la guerra.

El texto hace un largo recorrido sobre el Islám desdesus orígenes, S.VII; durante las dos primeras guerrasmundiales; toda la historia de la descolonización, indus-trialización y modernización de la cultura en estas so-ciedades: para concluir provisionalmente con las razo-nes del fracaso del nacionalismo árabe en el Próximo yMedio Oriente. Como balance final traza unas perspec-tivas que a continuación anotamos:

«El capital americano parece estar en buena posición.Ha demostrado que él estaba ahí y bien dispuesto paradesempeñar su papel de única potencia dominante. Po-demos ponernos la cuestión: ¿Conservará esta posicióndominante, será capaz de gestionar a largo término loque ahora domina? ¿encontrará, como predice un librode Gabriel Kolko los límites del poder? Esta cuestiónes vana ya que no hace sino especular sobre las relacio-nes de fuerza entre potencias capitalistas y más particu-larmente entre los capitalismos japonés, alemán y ame-ricano. Pero hoy, los intereses capitalistas están extre-madamente interconectados, por más que sea difícil sa-ber donde están los verdaderos dueños en tal o cualcompañía, y esto es cierto para el conjunto de las gran-des potencias industriales. Un capital puede esconderotro. Sólo el futuro nos dirá lo que hay de esto. En todocaso, una cosa es cierta: el capital americano, admitien-

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do que pueda ser separado de los otros intereses capi-talistas mundiales, no tendrá que preocuparse por losque habían sido presentados como sus enemigos mor-tales y más peligrosos: la URSS y el tercer mundo engeneral.

La demostración de fuerza militar que el presidenteamericano acaba de realizar puede ser contempladadesde otros aspectos de los que he señalado. Puedeconsiderarse como una advertencia a estas potenciasintermedias como la India, Pakistán o Argentina, ten-gan o no armas atómicas: el poder americano va a im-pedir cualquier tontería. El dueño de Duguesclin que-riendo prohibir la ballesta se hace aquí realidad.

Pero esta demostración puede considerarse comodestinada a mostrar a los otros socios capitalistas que elque lleva el juego es todavía al capital americano. Igualque lo demuestra con la manipulación más o menosvoluntaria del curso del dólar, puede hacerla por la ma-nipulación de sus fuerzas militares. Lo importante entodo esto es que en tanto que el sistema continúa sien-do lo que es, es decir en cuanto no experimente unacrisis mayor, la relación de fuerza continúa siendo lamisma y al final los acontecimientos siguen a favor delmás fuerte.

El s. XIX contempló la dominación de Inglaterra enuna ausencia casi total de contemplación. El nacimien-to de ésta, procedente de Alemania ha tardado 40 añosen hacerse sentir. El desarrollo capitalista europeo sehizo en un estado de paz relativo. La guerra se traspor-tó a las colonias para no regresar al suelo europeo hastamucho más tarde, y con qué violencia, para traducirseen el triunfo del capital americano.

Hasta hoy el espectro de una guerra entre potenciasdesarrolladas se ha disuelto en el equilibrio del terror.El autor introduce ahora en su análisis los últimos cam-bios habidos en el Este analizando las dificultades desu paso desde un capitalismo de Estado hacia un capi-talismo mixto. Señala a este respecto que puede ser de-cisivo lo que pase en Alemania del Este: si el capitalalemán fracasa, todo el desarrollo de la Europa del Este ya fortiori de Rusia, recibirá un frenazo fatal. Entonces elpapel de policía internacional de USA tendrá aún un largoporvenir. Acaba el balance con el siguiente párrafo:

«El Pentágono también ha sentido silbar las balas. Sila tensión internacional entre los dos grandes disminu-ye, el mantenimiento de los gigantescos gastos milita-res será difícil de justificar.

Entonces si se efectúa una cierta reconversión delcomplejo militar industrial, los militares de alto gradose encontrarán en paro. Parece evidente que ellos tie-nen interés en demostrar que siguen siendo indispen-sables. La guerra del Golfo ha sido para ellos una ope-ración publicitaria. Han intentado probar que en la nuevasituación internacional es preciso desarrollar los arma-mentos «convencionales». Pero esto no será suficiente

para mantenerles en posición de fuerza si el sistema vacada vez más hacia lo que es conforme a su propia lógi-ca: los intercambios internaciones en los mercados, re-gulados por otra parte por intervenciones estatales. Estasperspectivas no son muy entusiasmadoras para aque-llos que quisieran desembarazarse de un sistema inde-fendible. Para remontarnos la moral conviene ahora exa-minar el efecto de esta guerra sobre las poblaciones delos países avanzados. Como de ordinario, vamos a cons-tatar que son contradictorios.»

KRITIK DES LENINSCHEN BOLCHE-WISMUS. Cajo Brendel.

En este folleto el autor se dedica a analizar de maneraclara y bien estructurada algunos elementos de la teoríapolítica y «revolucionaria» de Lenin. Brendel no pre-tende emprender el enésimo intento de refutar a Leninalegando citas de Marx y Engels, sino que en su análi-sis, que se basa principalmente en los textos ¿Qué hacer yEl izquierdismo, la enfermedad infantil del comunismo, exponela lógica inherente a la doctrina leninista. Así que en laprimera parte del folleto comprueba fehacientementeque la concepción de la revolución de Lenin era unaconcepción básicamente burguesa. Es decir, Lenin pre-tendía una revolución política en la que no tenía cabidala abolición del Estado como fruto de la lucha revolu-cionaria de las masas, sino que pretendía usurpar elEstado y sus aparatos por un partido que lideraría a lasmasas inconscientes. Es una concepción que se explicaen gran medida por la situación económica y social dela Rusia de entonces.

Estos planteamientos ya de por sí problemáticos seagravan con el afán de extrapolar la experiencia rusa a laizquierda occidental que por las propias condiciones eco-nómicas, políticas y sociales del Occidente se encontra-ban en una situación bien distinta, y en alguna maneramucho más avanzada. Analizando el texto El izquierdis-mo... Brendel demuestra la incapacidad de Lenin paraentender los problemas reales de la izquierda occidentalde entonces, su concepción idealista de la lucha parla-mentaria y sindical y la constante aplicación de la expe-riencia rusa (es decir de un estado todavía agrícola) a pro-blemas sociales que en definitiva no podía entender.Brendel nos muestra, muy bien documentado, un políti-co burgués (sin burguesía) que atrapado en conceptosdecimonónicos no concibe unas luchas socialesconcienciadas, que opta por el golpe de Estado y contralas luchas de masas, que lleva lo político al cielo para hun-dir lo social que, en definitiva, se encarga de llevar a cabouna revolución burguesa. En el estudio de Brendel seperfilan los estragos que la prepotencia de la concepciónleninista producía en una izquierda occidental que en-tonces estuvo luchando para abrirse camino hacia unarevolución social, puesto que la versión política ya se habíallevado a cabo a mediados del siglo pasado.♦

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Correspondencia

Desde ALEMANIA

La guerra parece haber terminado pero en realidad ahoraestá empezando de lleno.

Creo que la confrontación militar con Irak era solamenteuna prueba para la guerra que se avecina y que será bastantepeor que esta última.

Preguntáis que como ha cambiado la vida diaria en laRFA a causa de la guerra. Os envío estas notas pararesponder desde esta vieja y nueva ciudad «fronteriza»,Berlín.

A espaldas de la guerra se está preparando aquí, en losnuevos Estados Federales (Länder) de la antigua RDA, unacatástrofe social que solamente podría compararse con elcolapso de la vida social que se produjo en la época de«Weimar».

La guerra y las discusiones sobre su financiación handejado claro que el Estado ya no tiene dinero para seguirfinanciando en el futuro la ilusión de que a través de la«reunificación» también sería posible a corto plazo alcanzarun nivel de vida occidental para la población de la antiguaRDA.

Oficialmente se calcula que en otoño de 1991 habrá ya un50% de paro en la ex-RDA y en Berlín un 30%. Todo elaparato administrativo (oficinas de Empleo, de la SeguridadSocial, de Sanidad, Administración y Justicia) está a puntode hundirse. Algunos alcaldes ya han cerrado sus oficinaslocales; ciudades como Leipzig y Dresden solo pueden pagar asus empleados a través de créditos de Occidente... Losalquileres se multiplican por tres, por seis, y en las ciudadeshasta por veinte.

No hay soluciones: el campo de maniobra político delEstado está increíblemente limitado por su bancarrota.

El Capital no tiene ningún interés en invertir en estos«länder», sólo existe un interés parcial por la mano de obraque puede ser un 50% más barata que en Occidente.Mientras tanto el mercado para productos agrícolas ymanufacturados de la RDA se ha colapsado totalmente, omismo ha ocurrido con el mercado del Este (COMECOM)para la exportación los USA.

Este colapso de la organización social viene acompañadopor el hundimiento individual: una cuota de suicidios 20 vecesmás alta que antes, el fracaso creciente de los matrimonios yde las viejas «comunidades de solidaridad» (ayuda vecinal), elaislamiento extremo y la competencia ocasionada por lapresión del paro y por supuesto también por la adaptación alnuevo mercado... ¡y ninguna tendencia a la autoorganización!

La vida pública está dominada desde la guerra por lasnoticias diarias en los medios de comunicación sobre cierres defábricas, colectivos agrícolas (LPG), tiendas, parvularios,hospitales, por los nuevos decretos de emergencia para organi-zar la vida pública y por las huelgas intermitentes y manifes-taciones de masas organizadas por los sindicatos occidentales.

Se buscan culpables, y se les encuentra según la convicciónpolítica. Parece como si los ex-estalinistas estuvieran trabajan-do desde sus viejas y nuevas (escondidas) posiciones de poderpara agudizar la crisis provocando situaciones artificiales dedesabastecimiento.

Creo que están intentando aliarse con la (extrema) derechaen caso de que ésta tenga más influencia (de momento laderecha organizada todavía es débil) para recuperar el poder.

No percibo ninguna tendencia emancipadora en lasdemandas a «más inversiones, más puestos de trabajo, noreducción de los gastos sociales, etc.,» articuladas por laspersonas que se manifiestan en la calle y que se sientenengañadas por los partidos políticos del Parlamento Federal.

Existe una disposición a acciones auténticas y militantesque no obstante no se articula en una autoorganización porfábricas o bloques de barrio, o en proyectos de «autoayuda»,sino que puede ser canalizada todavía por los sindicatos.

Al lado de un creciente proceso embrutecedor de la vidadiaria y de agresiones de grupos de la derecha se hace notarcada vez más una sensación en la sociedad «a favor de unEstado fuerte, que esté en contra de todos los partidos ysindicatos, que por fin tome medidas duras.»

Günter, 27 marzo 1991.

Desde USA

El tema de la guerra en el Golfo lo voy a tratar sobre lasdiscusiones que se han presentado en la sociedad americana,capitalismo en general y alguna civilización industrialmoderna. Esta discusión ha sido posible ya que muchaspersonas que antes nunca habían tomado una postura crítica,han cambiado a una clara oposición a la guerra. Pero lamano muerta de los burócratas de la izquierda se mantieneevidente.

Desgraciadamente un gran arreglo de las actividadesorganizadas anti-guerra ha sido dominada por la corrienteprincipal, izquierda-liberal convencional y activistas políticos

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autoritarios y burocráticos. Algunos de ellos enamoradísimoscon los negocios modernos y técnicas políticas que han sidoaplicadas al movimiento de oposición a la guerra. Algunos deestos izquierdistas han practicado una oposición a la políticanorteamericana en Centro-américa como El Salvador,Nicaragua, etc... Han enlazado sus experiencias con unavenganza con el nuevo movimiento, pidiendo un compromisocon el statu-quo ideológico y llevando la protesta entre elcontexto de la obediencia pacífica a las autoridades así comoel ganar su respeto. Varios slogans como: «Trabajando através del sistema» nos dan idea del juego. Nos dicen ellos quedebemos presionar a los delegados del gobierno, ubicados enWashington, debemos elegir mejores representantes en laspróximas elecciones, que no serán hasta el noviembre del 92,en el que sabemos que está abierto a todo tipo de medias yotras manipulaciones políticas.

Ellos incitan a que «demos soporte a nuestras tropas», noofender criticando el trabajo que ellos han hecho, debemosexpresar patriotismo, dicen, en lugar de estar criticando lapolítica gubernamental. Debemos probar que merecemos serescuchados, para obedecer las reglas de la ley y el ordenrespetando la política. Por extraño que os pueda parecer estoahora en Europa, la tradición del partido comunista no hasido totalmente desacreditada por toda la izquierda deEE.UU. El desdoblamiento en América entre los dirigentesy el statu-quo de las instituciones, ha ido muy hondo... Unnúmero de políticos locales en varias ciudades y barrios tieneuna postura contraria a la guerra del Golfo. El City Councily la mayoría de Seattle, están a favor de las sanciones ynegociaciones y contrarios a la intervención militar. Lapolicía de la ciudad estuvo instruida y preparada para tratarcon consideración las muestras de protesta. Esto significabásicamente que aquellos que escogieron sentarse o tumbarseen el camino de ir al trabajo los funcionarios del gobiernolocal, haciendo mítines pacifistas o intentando bloquear eltráfico, fueron tratados con respeto.

Algunos izquierdistas y liberales estaban muy entusiasma-dos con esta colaboración y consideración. Este benévolocomportamiento de la policía ha ocurrido también en otroslugares de USA; pero en la mayoría de lugares, la policía hautilizado su brutal forma de represión.

Aquí en Seattle, aquellos que hicieron una protesta noautorizada, con el intento de bloquear las importantes calles,fueron tratados con mucha dureza.

Por otro lado la administración Bush y los media hanbombardeado intentando convencer a la población de que noha habido ninguna oposición. Las estadísticas recogidas enlas que dicen que entre un 75% a un 95% está conforme conla administración Bush, hay varias razones para dudar de laprecisión de este sondeo, ya que la oposición a la guerra esbastante substancial. Pero en esta crisis, gente que se definecomo conservadora también se ha opuesto a la guerra.También están los religiosos tanto católicos como protestantes.Incluso también en la comunidad judía hay gente opuesta a laguerra. Realmente no conocemos la proporción, aunque pareceque la parte oeste del país es la que está más en oposición a laguerra. Es llamativo observar las varias miles de cartas yllamadas telefónicas recibidas por los representantes delCongreso, con una clara oposición a la guerra....

Aunque varios políticos han argumentado que la guerradel Golfo beneficiaría económicamente a los EE.UU. comoya ocurrió en la primera y segunda guerra mundial, en éstasin embargo el efecto no ha sido el mismo. Los déficits acumu-lados como consecuencia de la participación en la pasadaguerra del Vietnam ha llevado a la reducción de las ayudassociales que había hasta entonces, como la sanidad, la escue-la, asistencia al paro, ayuda a las madres jóvenes, y a la gentemayor. Además el Gobierno ha rebajado los presupuestos deobras públicas sobre todo en las décadas de los 70 y 80.

Ahora después de la guerra no se ha visto una aceleraciónde la economía. Al contrario, el número de trabajadores noha aumentado. Quizás varios empresarios han conseguidobuenos contratos en la reconstrucción de Kuwait, pero estostrabajos son efectuados por trabajadores del Medio Oriente yAsia, con un sueldo mucho más bajo.

Por lo tanto la guerra del Golfo no ha beneficiado losprofundos problemas económicos que ya existían, la banca,las finanzas, los seguros, la construcción, los inmuebles estánen crisis. El paro aumenta, se compra menos. Los problemasseguirán igual, seguramente peor.

Robby, Seattle.