una elefanta en la quinta avenida - heraldo.es · historia de un clown ... la policía neoyorquina...

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Heraldo de Aragón l Jueves 6 de mayo de 2004 GALERÍA l 41 Historia de un ‘clown’ Marcelino, en el coche que utilizó Theodore Roosevelt en Oyster Bay el verano de 1908. Arriba, programa del Hippodrome, con Marcelino dibujado en portada. D urante sus primeros siete años de estancia en Esta- dos Unidos, en el Hippo- drome de Nueva York, el ‘clown’ aragonés Marcelino Orbes se convirtió en una estrella rutilan- te. Su carrera, aun con ciertas di- ficultades, puede ser rastreada con cierta fiabilidad. Empezó con “A Yankee Circus on Mars” el 12 de abril de 1905. Participó en 120 funciones y, tras unas mejoras en el ‘show’, en otras 176. A ella si- guieron “A Society Circus” (13 di- ciembre de 1905-24 de noviembre de 1906, 596 funciones), “Pioner Days/Circus Events/Neptune’s Daughter” (estrenada el 28 de no- viembre de 1906, 288 funciones), “The Auto Race/The Four Sea- sons/Circus Events” (25 de no- viembre de 1927, 312 funciones), “Sporting Days” (5 de septiembre de 1908, 448 funciones), “A trip to Japan” (4 de septiembre de 1909, 447 funciones), “Around the World” (2 de septiembre de 1911, 445 funciones)... Las cifras, si se tiene en cuenta que el teatro era de 5.200 locali- dades, hablan por sí mismas. Mar- celino Orbes se convirtió en uno de los personajes más famosos de Nueva York. Los cronistas de la ciudad aseguran que, en aquellos años, su figura brillaba hasta tal punto que casi nadie en la ciudad decía: “Esta noche me voy al Hip- podrome”, sino: “Esta noche me voy a ver a Marcelino”. Su popularidad era tal que in- cluso se reflejó en el lenguaje po- paso Nellie se los quitaba de en- cima de un trompazo, literalmen- te, según testigos presenciales. Y a la esposa y los cinco hijos del barbero Henry Gruner casi les da un infarto cuando estaban desayunando tranquilamente y una trompa de paquidermo se co- ló por la ventana para compartir con ellos las viandas. Antes de detener su carrera en- loquecida, Nellie asustó a miles de paseantes, rompió infinidad de ventanas, destrozó varios coches, seis puertas y otras tantas vallas. Y al final se paró en un campo de fútbol en 336 East Thirtyfourth Street, donde fue capturada. La policía neoyorquina abrió de inmediato una investigación con el fin de encontrar el responsable de tal desaguisado, no en vano ha- bía cuantiosos daños económi- cos. Y lo encontró, vaya que si lo encontró. El responsable fue... ¡Je- remiah! Y, ¿quién era Jeremiah? Pues el cerdito amaestrado que utilizaba Marcelino en su ‘show’. El anecdotario de aquella épo- ca podría llenar varios libros. Pe- ro lo cierto es que la estrella de Marcelino, hacia 1912, ya se iba debilitando, aunque él no lo no- tara. El cine, el jazz, las nuevas formas de diversión, empezaron a hacer daño a los teatros. Y eso, para un monstruo de las dimen- siones del Hippodrome, era un golpe duro. Los gags de Marceli- no fueron poco a poco perdiendo su gracia. Y él también. MARIANO GARCÍA Marcelino Una elefanta en la Quinta Avenida V pular. Algunos neoyorquinos de- cían que alguien estaba “marce- llining” para referirse a quienes simulaban hacer muchas cosas cuando, en realidad, no hacían na- da. Con ello aludían a una de las claves de la vis cómica del paya- so aragonés. Sobre el escenario, siempre parecía estar muy atare- ado, para resultar que no hacía nada. La estrella aragonesa volvió a los grandes titulares en abril de 1906. El Hippodrome quiso cele- brar su primer año de vida y sus tres millones de espectadores en ese periodo, y organizó una fies- ta por todo lo alto. Un espectácu- lo con 700 personas, entre músi- cos, bailarines y cómicos, y un nú- mero final, desarrollado en el enorme tanque de agua central, en el que se puso en escena una core- ografía en la que partici- paron nada menos que mil bañistas. Pero lo me- jor estaba por venir. Mar- celino era la gran estrella del teatro, y Thompson y Dundy, los propietarios, quisieron halagar al pú- blico, a su público. Anun- ciaron que la mañana an- terior a la fiesta Frederic Thompson había llamado a Marcelino y le había ofrecido firmar un con- trato para el resto de su vida. El ‘clown’ aragonés lo con- taba a los periodistas sucinta- mente, pero con un punto altivo: “Cincuenta y dos semanas, a mil dólares a la semana, multiplicado por 50 años, igual a 2.600.000 dó- lares. Acepté”. Tenía 33 años y po- dría parecer un cálculo optimista, pero es que, se apresuraba a acla- rar Marcelino, “mi padre murió a los 90 años y mi madre ha pasado ya de los 80. Así que...”. Para ha- cerse una cuenta cabal de lo que esto significaba hay que tener en cuenta que, en aquella época, una maestra de una comunidad rural cobraba 25 dólares al mes; el jefe de policía, el triple. Una vez que Thompson y Mar- celino firmaron el contrato, am- bos fueron a una conocida firma norteamericana para asegurar la vida del payaso en 100.000 dóla- res. Un auténtico golpe de efecto. Durante esos años, de 1905 a 1912, Marcelino no sólo fue una celebridad, sino que dio pie a nu- merosos hechos curiosos y sor- prendentes. Quizá uno de los más llamati- vos tuvo lugar el 28 de noviembre de 1908, que fue recogido con grandes titulares en todos los pe- riódicos de Nueva York. Llegaban al Hippodrome cua- tro elefantes, con su domador Al- fred Rossi al frente, para hacer un número musical que iba a ser fundamental en un nuevo espec- táculo. Pero, mientras los elefan- tes eran conducidos a sus cubí- culos, uno de ellos, Nellie, se asustó y salió de estam- pida. Entre el paquider- mo y la calle había cua- tro puertas, alguna de ellas bastante sólida: las cuatro saltaron por los aires. Nellie acabó enfi- lando por la Quinta Ave- nida y arrasó todo lo que encontró a su paso. Hay que ponerse men- talmente en el Nueva York de 1908 e imagi- narse, de buena maña- na, a un elefante co- rriendo despavorido por mitad de una de las principales avenidas de la ciudad. Una multitud corriendo delante, y los cuidado- res intentando alcanzarle por de- trás. A cuantos policías le salían al ...y mañana: Marcelino empieza a perder su estrella luminosa Los primeros años de Marcelino Orbes en Nueva York están llenos de divertidas y extravagantes anécdotas, que aumentaron su fama Parada propagandística del Hippodrome, con un elefante en las calles de Nueva York.

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Heraldo de Aragón l Jueves 6 de mayo de 2004 GALERÍA l 41

Historia de un ‘clown’

Marcelino, en el coche que utilizó Theodore Roosevelt en Oyster Bay el verano de 1908. Arriba, programa del Hippodrome, con Marcelino dibujado en portada.

D urante sus primeros sieteaños de estancia en Esta-dos Unidos, en el Hippo-

drome de Nueva York, el ‘clown’aragonés Marcelino Orbes seconvirtió en una estrella rutilan-te. Su carrera, aun con ciertas di-ficultades, puede ser rastreadacon cierta fiabilidad. Empezó con“A Yankee Circus on Mars” el 12de abril de 1905. Participó en 120funciones y, tras unas mejoras enel ‘show’, en otras 176. A ella si-guieron “A Society Circus” (13 di-ciembre de 1905-24 de noviembrede 1906, 596 funciones), “PionerDays/Circus Events/Neptune’sDaughter” (estrenada el 28 de no-viembre de 1906, 288 funciones),“The Auto Race/The Four Sea-sons/Circus Events” (25 de no-viembre de 1927, 312 funciones),“Sporting Days” (5 de septiembrede 1908, 448 funciones), “A trip toJapan” (4 de septiembre de 1909,447 funciones), “Around theWorld” (2 de septiembre de 1911,445 funciones)...

Las cifras, si se tiene en cuentaque el teatro era de 5.200 locali-dades, hablan por sí mismas. Mar-celino Orbes se convirtió en unode los personajes más famosos deNueva York. Los cronistas de laciudad aseguran que, en aquellosaños, su figura brillaba hasta talpunto que casi nadie en la ciudaddecía: “Esta noche me voy al Hip-podrome”, sino: “Esta noche mevoy a ver a Marcelino”.

Su popularidad era tal que in-cluso se reflejó en el lenguaje po-

paso Nellie se los quitaba de en-cima de un trompazo, literalmen-te, según testigos presenciales. Ya la esposa y los cinco hijos delbarbero Henry Gruner casi lesda un infarto cuando estabandesayunando tranquilamente yuna trompa de paquidermo se co-ló por la ventana para compartircon ellos las viandas.

Antes de detener su carrera en-loquecida, Nellie asustó a milesde paseantes, rompió infinidad deventanas, destrozó varios coches,seis puertas y otras tantas vallas.Y al final se paró en un campo defútbol en 336 East ThirtyfourthStreet, donde fue capturada.

La policía neoyorquina abrió deinmediato una investigación conel fin de encontrar el responsablede tal desaguisado, no en vano ha-bía cuantiosos daños económi-cos. Y lo encontró, vaya que si loencontró. El responsable fue... ¡Je-remiah! Y, ¿quién era Jeremiah?Pues el cerdito amaestrado queutilizaba Marcelino en su ‘show’.

El anecdotario de aquella épo-ca podría llenar varios libros. Pe-ro lo cierto es que la estrella deMarcelino, hacia 1912, ya se ibadebilitando, aunque él no lo no-tara. El cine, el jazz, las nuevasformas de diversión, empezarona hacer daño a los teatros. Y eso,para un monstruo de las dimen-siones del Hippodrome, era ungolpe duro. Los gags de Marceli-no fueron poco a poco perdiendosu gracia. Y él también.

MARIANOGARCÍA

MarcelinoUna elefanta en la Quinta Avenida

V

pular. Algunos neoyorquinos de-cían que alguien estaba “marce-llining” para referirse a quienessimulaban hacer muchas cosascuando, en realidad, no hacían na-da. Con ello aludían a una de lasclaves de la vis cómica del paya-so aragonés. Sobre el escenario,siempre parecía estar muy atare-ado, para resultar que no hacíanada.

La estrella aragonesa volvió alos grandes titulares en abril de1906. El Hippodrome quiso cele-brar su primer año de vida y sustres millones de espectadores enese periodo, y organizó una fies-ta por todo lo alto. Un espectácu-lo con 700 personas, entre músi-cos, bailarines y cómicos, y un nú-mero final, desarrolladoen el enorme tanque deagua central, en el que sepuso en escena una core-ografía en la que partici-paron nada menos quemil bañistas. Pero lo me-jor estaba por venir. Mar-celino era la gran estrelladel teatro, y Thompson yDundy, los propietarios,quisieron halagar al pú-blico, a su público. Anun-ciaron que la mañana an-terior a la fiesta FredericThompson había llamadoa Marcelino y le habíaofrecido firmar un con-trato para el resto de suvida. El ‘clown’ aragonés lo con-taba a los periodistas sucinta-mente, pero con un punto altivo:

“Cincuenta y dos semanas, a mildólares a la semana, multiplicadopor 50 años, igual a 2.600.000 dó-lares. Acepté”. Tenía 33 años y po-dría parecer un cálculo optimista,pero es que, se apresuraba a acla-rar Marcelino, “mi padre murió alos 90 años y mi madre ha pasadoya de los 80. Así que...”. Para ha-cerse una cuenta cabal de lo queesto significaba hay que tener encuenta que, en aquella época, unamaestra de una comunidad ruralcobraba 25 dólares al mes; el jefede policía, el triple.

Una vez que Thompson y Mar-celino firmaron el contrato, am-bos fueron a una conocida firmanorteamericana para asegurar la

vida del payaso en 100.000 dóla-res. Un auténtico golpe de efecto.

Durante esos años, de 1905 a1912, Marcelino no sólo fue unacelebridad, sino que dio pie a nu-merosos hechos curiosos y sor-prendentes.

Quizá uno de los más llamati-vos tuvo lugar el 28 de noviembrede 1908, que fue recogido congrandes titulares en todos los pe-riódicos de Nueva York.

Llegaban al Hippodrome cua-tro elefantes, con su domador Al-fred Rossi al frente, para hacer unnúmero musical que iba a serfundamental en un nuevo espec-táculo. Pero, mientras los elefan-tes eran conducidos a sus cubí-culos, uno de ellos, Nellie, se

asustó y salió de estam-pida. Entre el paquider-mo y la calle había cua-tro puertas, alguna deellas bastante sólida: lascuatro saltaron por losaires. Nellie acabó enfi-lando por la Quinta Ave-nida y arrasó todo loque encontró a su paso.Hay que ponerse men-talmente en el NuevaYork de 1908 e imagi-narse, de buena maña-na, a un elefante co-rriendo despavoridopor mitad de una de lasprincipales avenidas dela ciudad. Una multitud

corriendo delante, y los cuidado-res intentando alcanzarle por de-trás. A cuantos policías le salían al

...y mañana: Marcelino empiezaa perder su estrella luminosa

Los primeros años deMarcelino Orbes en Nueva Yorkestán llenos de divertidasy extravagantes anécdotas,que aumentaron su fama

Parada propagandística delHippodrome, con un elefante enlas calles de Nueva York.