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luan Tasé Arreo/a

lesús Reyes flero/es

Agustín Y áñez

Ósear Méndez Nápoles

Alfonso Martínez Domínguez

Salvador Zubirán

losé Villagrán Gareía

Horacio Quiñones

número seis/cuarto trimestre 1968

UN TEXTO INÉDITO

Juan José ARREOLA

A 1/1 memoria de Samud Roscmbcrg, porque murió purificado en el fuego. impuro y liro, pcrdórulme, Sam. N(wiembre, 1968·1969

NOVffi.\IBRE 29.-Berta me dijo anoche: "Tienes que levantarte temprano. Ale­xandro pasa por ti a las siete y media. Mañana vas a filmar la escena que le prometiste para su película." ¿Cuál película? Se me había olvidado que estaba filmando una.

Desperté a las cinco y me quedé en la cama hasta las seis. Orso se levantó a reg'dñadientes, aunque en el fondo le interesaba mucho acompalíarme para entrenarse: va a tomar parte en la película sobre la paz. Qué curioso. Los dos estamos en plan de actores y por poco me saca la delantera en las pantallas. Pero el destino me ayuda para ayudarlo. Aunque 110 quiero bafiarmc, me bati� a ins­tancias de Sara. Pido una gorra de plástico para no estropearme los cabellos: a 10 mejor Alexandro me necesita greñudo. Pero se me olvida y me doy un champú. Desayuno ligerísimo. adie llama. A las ocho bajamos a la calle, plan­tados en la puerta hasta las nueve. Llamo por teléfono a los Estudios Churubusco y nadie me da razón de nada. Rectifico en casa de Berta. Sí, era hoy a las siete y media. Por fortuna a unos pasos, en Lerma, Válery me informa: La fil­mación no es en Churubusco sino en el estudio de Corquidi. Llamo por teléfono y me contesta Alexandro: "Ahorita mismo paso por ti." Minutos después llega en Volkswagen. Apenas hay sitio para mí y la presencia de Orso lo desconcierta. Casi diria que le incomoda.

Nos apretamos en el coche que no es Volkswagen sino un Opelito chico. Tres adelante y cinco alrás. l\lexicanos por nacimiento y por padre y madre, mi hijo y yo. Vamos vestidos como puestos de acuerdo: todos con pantalones más o

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menos estrictos, los míos ra�lldos para que hagan juego con saco negro, chaleco gris y bombín. Mujeres: una blanca y rubísima, la más joven de todos. Una holandesa trigueila. Rosie, castalIa. Y una negrita de Cuba que fue mi alumna en la escuela de teatro. Hombres: Alexandro (que va vestido con más audacia que suele). Un chico de pelo y manos largas, que resulta detrás de tantas patillas, barbas y bigotes, el niño que yo veía por f..lississippi de la mano de su madre, amiga mla. Orso y yo completamos el elenco: fortuna será si no nos detienen por el camino. En la gasolinera de Lenna y Rin, se encienden cigarros. "Espé­rense. Si no, no llegamos." Allí se le ocurre a Alcxandro hacer un rcacomodo, para que yo me sienta o me siente mejor. Iba sobre las picmas de Orso en el asiento de atrás, achicalado a más no poder. Nos pasa adelante a los dos, junto

a Rosie que mancja. Entonces me cnlero de que vamos a filmar en carreter,1. La rubita va lcndida, por eucima de todos. Oigo la \'Oz de Alexandro que dice: "A Bahía", y que sale quién sabe de dónde. l\le cstrclnczco pero me tranquilizo. La cosa va a ser en "Bahía", que es el balneario de Gelscn Gas.

Hablo y hablo por el camillO. No sé de qué. S610 para llenar el tiempo �pacio angustioso. Por la Colonia de los Doctores ya me duele el pescuezo de tanto volteu para atrás. Tonto: en el espejo retrovisor puedo conlemplar a la rubia. Desde allí hasta el aeropuerto, anestesiado por esperanzas remotas, des­cribo la operaci6n quirúrgica a que fui sometido: "l\le quitaron casi todo el estó­mago, el píloro y medio duodeno", digo en plan de conquista. En el hacina­miento de atrás, alguien se refiere entonces a ciertas partes del cuerpo humilladas y ofendidas, mientras Gaby dibuja sobrc un vientre la cicatriz que describo.

Hemos dejado la ciudad. Vamos llegando a "Bahía", qué bueno. Pero deja­mos atrás a "Bahía". Grandes máquinas socavan el terreno para los agujeros del Mctrc. Creo quc pasamos de largo para encontrar vuelta a la izquierda, pero

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nada. Seguimos dejando atrás, pero muy atrás el balneario y la casa de mi amigo. Para poner las cosas en daro decido, pienso, comprar tortas de jam6n, porque s610 desayuné una manzana, café negro, Compensol, Nardil, Hepadesicol y vita­minas. Pero me aguanto y dejo que el coche siga adelante.

Para combatirla, hablo de la agorafobia que padezco. AJexandro finge no conocerla y las muchachas se interesan por mi caso. "¿Cómo es posible? Si te sientes mal, nos regresamos." Ivlc ahogo en la angustia. El paisaje a los lados del camino es cada vez más extrailo y desalado. Busco ansiosamente los pues­tos de socorro: restorancs y centros deportivos con la idea dc hacer una escala. "Ya vamos llegando", dice Alexandro. "Si tú quieres nos devolvemos, pero allí nomás, donde ves ese anuncio de pepsicola, tenemos la filmaci6n, a un lado de la carretera." Yo sigo pensando en llahía. Allí me repongo y de allí a mi casa, protegido por Celsen Gas. Pero ¿y las chicas? La más linda decide operarse: "¡Que me quiten todo el estómago!", dice mirándome a los ojos. "¡Qué bonito viVir sin estómago, para no tener que llenarlo de hambre y de comida!" Me doy por vencido. ¿Por ganado? Y dejo que me lleven a donde sea. Pasamos el anun­cio de pepsi. "AIlí nomás a la vuelta", dice Alexandro. Allí nomás al infierno. y que me lleven todos los diablos.

Por fin dejamos la carretera y damos vuelta. "Aquí nomás." Pero no es aquí nomás y damos otra vuelta. Subimos por un camino accidentado. Vamos ya por una trocha de tierra suelta y pedregosa. Veo a los lados: oordas de piedra duna. ¿Zapotlán? No, más bien Iluescalapa. BackgroulId a la infuncia, con música de 'TÍn marÍn y do Pingué". Vamos en un coche de mi tío Daniel: ¿Overland, Crey, Star o c}¡n'rofito 1920? Cercas de piedra, baches, atascadcros vacíos porque estamos en las secas. Noviembre. ¿Tienes concicncia del otot1o? La consuma­cióu úel afio irrevocable, como dice tu poeta.

"Si quieres, nos Ixljamos del coche", propone Alexandro. "Seguiremos a pie para que te vaya dando el aire. A vuelta de rueda. Como tL' quieras. Nomás dices. Seguimos o regresamos. Allá arriba hay dos coches más a tu disposición. y mucha gente. Amigos turos. 'fados te queremos. Tú dices. ¿Cómo te sientes?"

Me siento del cocol. .. "Santo Dios, $anta Fuerte, Santo Inmorbl ... " Como lo que escribiste en la Feria. Entre broma y broma, entre blasfemia y blasfe­mia.,. ¡Pero si no son blasfemias! Sea por Dios. Pero re-LaS en voz baja. Ni tú mismo te oyes porque allí va la rubia más linda y te mira con sus ojos veteados de miel. Rubia. ¿De deveras? Tú puedes hacer que sea rubia de verdad o rubia de mentiras. ¡Ay Jalisco no te rajes!

y no te rajas, partido aunque estás por la mitad. ¿Por la mitad de tu alma coyón? ¿Para qué veniste? Y tu hijo, ¿qué va a decir tu hijo si lloras antes de que te peguen? "Aquí esto)' yo contigo. Aquí estamos todos. No te va a pasar nada. No te aguades papá, por favor . .. " y me arnacho. Miro el cielo y el paisaje. Niños sucios. Puercos chiquitos y limpios que van entre las piernas de su madre, la puerca que parió hace ocho días. Perros que huelen la perra y se van tras ella hasta donde la perra los lleve. Me muero de angustia pero me pego a la vida como un nÍl10 de teta. Cochinito mamón. "IYa llegamos!", grita Alexandro. Pero no hemos llegado. El coche nos sigue, despacito. "Que se baje también Orso", imploro como quien no quiere la cosa ... "¿De modo que tienes agorafobia?" Déjate de jaladas ... ¡Pobrecitol "El Maestro padcce agorafobia." "¿Pero ustedes no 10 sabían?" ¡Agorafobia! "¿Y eso qué quiere decir?" Que no puede salir de su casa. Sólo de la manita de uno de sus hijos, o de su hermana, o de su mamá ... Así sí se la juega. Con Dios O con el diablo, pero con almas que 10 acompafien.

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Cerca de piedra y milpas a cada lado. El infierno se ha quedado allá, entre Zapotlán y Hucscalapa. Ibas con tu tío Daniel, con tu papá y COIl tus primos. Todos medios hermanos porque don Daniel Zúñiga tuvo muchas queridas y a todas las quiso y todas lo quisieron según su género y su especie. Como a los patriarcas. Pero tu padre no quiso más que a una. A una. Tu madre. ¿Te acuer· das? Un golpe de pecho no estaría por demás. Acuérdate. De tu última hora, pecador . .•

Claro que me acuerdo del Catecismo Ilustrado)' por eso me siento tan mal ... La rubia y la morena vienen conmigo. Orso platica con la negrita de Cuba. Me apoyo en sus bmzos. "lA poco te vas a caer?" Claudico entre la arena y las piedras con el alma en los pies. Pero la mcmoria no titubea: "Yen állgeles brOllcílleos apo)'ada I la Virgen pisa el desolltldo suelo . . . " Lleg:lmos a un pue-

blo: Santa lI .. laría de los lIuizapoles o algo por el estilo. Ya estamos en la plaza. Veo un gran letrero: Centro de Asistelleia o algo así. La Secretaría de Salubridad. Eso es, si te pones malo, aquí te tracn _ . . Te ponen una inyección de quien sabe qué y te llevan a �Iéxico dormido, t\léxico lindo y querido. ¡No, por favorl ¡Llévl.nme a "Bahía"l Allí me repongo, deveras. Y luego Ge1sen Gas me llevará a mi casa para que me den un terroncito de azúcar mojado con alcohol como el que me daba mi mamá cuando llcgaoo asustado de la calle ...

Pasamos la plaza y la última caBe del pueblo se acaba. Santa Maria de los Desamparados O algo as! por el estilo. Ya Ileg!lmos. "¿Ves ese árbol? No, no ese

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que está allí enfrente ... el de más allá, aquel que parece un pirul. Allí nomás dames vuelta. El coche nos viene siguiendo; si quieres, nos devolvemos. En veinte minutos estás en tu casa ... " Pienso: en cinco me muero. Llegamos al árbol. Como aquella vez a la orilla de la laguna, busco una rama para colgarme. Pero como aquella vC"¿, me hace falta la rCólta. "Vas a ver. Un paisaje de Marte." Alexandro me consuela. "Vas a estar en la luna, sin cohete y sin cápsula. Sin traje espacial." l\le sellala niflos, mujeres y hombres que nos miran tal como somos: criaturas de otro mundo. "¿Los ves? Vienen todos los días. Ayer filmé con casi todo el pueblo de comparsa: Cecil B. de Mille surrealista y sin costo para la empresa. No se dab.1n cuenta de nada y yo encantado, váyanse por aquí, corran para allá. Quédense parados, súbanse, Mjense, vuélvanse a subir. .. y la cámara agarrando cosas nunca vistas. En este pueblo hay de todo, niños, galli­nas, chivos y borregos. Hasta un caballo blanco . .. Ahora les pedí que me trajeran puercos... El galán de la película es un nitI0 mimado, un idiota corrompido por e� amor maternal. Ve puercos por todas partes. El Hijo Pródigo, ¿te das cuenta? Pero en vez de irse de viaje, se enamora y cría puercos en su alma. La muchacha está frente a él, encadenada y desnuda. En vez de acariciarla y decirlc te quiero, le echa todos sus puercos encima. La profanación de la inocen­cia. . . 'aturalmente, se trata de un suel10. Acometida por el Mal, fecundada por el Maligno, la pureza, bella como un arcángcl, óyelo bien, la pureza pare puercos ... " Bruscamente, Alexandro vuelve a la realidad y pregunta urgido a uno de sus ayudantes: "¿Ya están aquí los puercos? ¿Cuántos? ¿De todos tamaflos?"

Los puercos que Alcxandro necesita para su película, yo los llevo dentro, pero no le puedo decir: sácame mis demonios. Scría un milagro. Sigo subiendo, atraído por la pendiente. "Allá arriba, allá. arriba te van a crucificar. Entre Sammy y Corquidi." ¿Quién es el l\<lalo? ¿Quién es el Buello? Cortésmente cedo el sitio de honor a Corquidi y me coloco a su izquicrda, con la esperanza de Dimas. ¡Sálvese el que pueda y que Sammy se las arregle con Gestas1 Te van :1 clavar en una cruz blanca y desnuda y te dejas llevar. ¿Ya te caíste? Dos cire­neas te sostienen: tu corazón es la piedra del tropiezo ... " ¡Pero si no me caigo¡ ¡Me siento muy bien! ¡l\liren cómo brinco, cómo subo corriendo entre las pie­dras. ." y para presumir levantas un guijarro y lo tiras al aire. Pero allá en el fondo de tu conciencia, donde nadie puede levantarte, recibes la pedrada y 1I0r3S pa:a adentro.

Se acaba el camino y llegamos a la orilla de un cráter. Una mina redonda, gigantesca y abandonada. Tal vcz, en principio, el agujero que cavó un aerolito arcangélico quien sabe cuándo y de dónde ... Oeveras, estamos en la luna, en la cueva de Gagarin. Esto no es México, ni Zapotlál1, ni el mundo, ni el monumento :1 la madre ... Todo se acabó. Un agujero grande como la nada. Roca, tezontle, grava y arella que se escurre alll donde fallan los ademes de basalto. A la orilla del vértigo me detengo para que me presenten a toda la compañía. Encuentro C".lTas conocidas, como en un cuadro de Breughel (el Viejo, naturalmente). Alum­nos de la escucla de teatro )' del Taller. Todos me saludan peludos: Maestro. Para no fracasar en la Cátedra al aire libre, busco en mi alforja una droga: ochenta miligramos, sólo ochenta aunque el médico me recetó ciento cincuenta. Nos dividimos en dos grupos: los que van primero y los que irán después. Yo me quedo en la orilla más alta, desafiando a las profundidades. Los más avezados se dirigen con los técnicos y manuales, camarógrafos y mozos a lo más bajo del abismo, con la estrella a la cabeza.

El sedante opera. Voy y vengo a la instalación de cámaras: dolly, dolly back,

rr

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trayelling. pal1l1ing. zoom. Voy y vengo sin motivo, entre el polvo y las guijas, para demostrar que estoy en forma. lnexpliC'.tblemente me pongo a cantar y a bailar fuera de moda: "Yo soy ellcuirícue, el Maca la Cachimba. Rumba a. des­tiempo y mambo fuerd de rumbo. �'Ie detengo a ver:

Linda rubita está en calzones de manta a la rodilla y camisa de nansú. Téc­nicos. camarógrafos y manuales preparan cámaras, reflectores, grúas, rieles y otros deslizamicntos. Alexandro, con unas tijeras eróticas, hace cortes en las telas que cubren a mamacita linda. Luego dice al galán, sea de la pantalla o no: "Vamos a hacer lodo. Mucho lodo. Vengan tierra yagua." Y el galán, sea de la pan­talla o de la vida real, la enloda desde la cara hasta el pecho, tímidamente. Alexandro lo increpa: "¡Enl6dala con ganas1" Siempre hace falta más lodo. Por los agujeros tallados en la blusa, los senos asoman pezones y areolas rosados y limpios. Los botones de rosa que dijera el poeta. La chica me mira de cerca, turbada y valiente. Miro sin ver. Solamente deploro. Veng;'\ lodo y más lodo. No se puede negar. El Alexandro Jehová esculpe y modela con lodo sus criatu­ras. ¿Arciila original?

Cuando todo está a punto: la muchacha enlodada y el cielo sin nubes, co­mienzan las tomas. ¿Las toma y daca? Un joven amarillo, delgado y aguilei�.f). con pelo de muchos quilates: "Mientras por competir con tu cabello loro bru­ñido el sol relumbra en \.'0110

", carga sobre sus espaldas a la rubia blanca (mexi­

cana por nacimiento, pero la crei extranjera). Pelo corto y blanco. l\luerla, sus brazos abiertos en cruz se enganchan a los brazos vivos y abiertos en cruz que la sostienen. Van espalda contl'2 espalda. Ella contra el cielo, él contra el suelo. Paso a paso caminan al borde del cono invertido y gigantesco, van por la comisa del anfiteatro sumergido �n que va a vaciarse una torre de Babel que otra vez. 110 llevará al cielo, Tiemblo al pensar que resbale del lomo arqueado y sudoroso y

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caiga y nos arrastre a todos por el infierno de grava. A la mitad del camino y del panning, Alexancjro grita: "¡Tropieza y cae con ella de rodillas, pero sin dejarla caerl" El actor obedece y nos tiene sin cuidado (me tiene sin cuidado), saber si se lastima o no, ¡con tal de que no la deje caer! "Ahora levántate como pue­das." El aelor se rehace de la caída, poderoso. 1\lexandro se vuelve hacia mí: "Cristo en su Calvario."

Lo imprevisible: falla en la luz y en la iluminación. Salida de cuadro. Avance rápido del actor o de la cámara que 10 toma. Asincronía. El caso es que se repite cuatro veces la escena. La t'Jltima toma es perfecta. El joven actor no puede más. Cuando cae, ya no sabemos de dónde toma fuerzas para levantarse. Casi desmayada, ella está más muerta que viva. Bajo el sol de noviembre. En su abandono total, los pezones descubiertos resplandecen sobre el veslido desgarrado.

Dcspuó del corte, se echa a llorar largo rato. Pero ,\Iexandro la manda al otro lado del abismo para tomarlos, a ella y a él, en silueta contra el horizonte.

Esperamos y los vemos surgir, allá en el fondo, hacia su destino de marione­tas. Allá van, dirigidos por silbidos y gritos, por ademanes que entorpecen el cielo. Pequeilos, irreconocibles. Fuera del mundo la acémila y su carga, la hor­miga y su prodigioso miligramo.

Llega mi turno y no sé de qué se trata. Llevamos dos horas al aire libre y ardiente. AJexandro ha hecho pacto 0011 el sol y con las espirales vertiginosas que uos absorben a las muelas del molino. ¿A mí nomás? Ordena el descenso

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hacia la tolva circular del torbellino. Para no marearme, ya no miro hacia amba. Otra vez soy conducido y apoyado en ángeles femcninos. "¡Cuidado, no se vaya a desmayar!" A la mitad del descenso, grito para <llle otros me oigan guardabajo: que Orso me traiga mi alforja de libros, bombones y col1ac, por si me muero. Seguimos bajando. Ya estamos en el sitio a dondc Alexandro quería llevarme: exactmnente al centro de la tierra: al crisol plutónico donde todo se disuclve: al llltimo recodo de sus íntimos alambiques: la profunda grieta de la tierra donde la belleza brota como de un manantial. Tres veces golpea la roca. Falla­lilaS dos. Pero a la tercera brota el agua.

No somos nadie. Corquidi, ataviado de rabino irrisorio, dice: "Si mi mujer lo sabe, me pide el divorcio." Ríe, pero tiene miedo: un miedo que viene de muy lejos, pero que está cerca y es de veras. De veras del Bidasoa. De allá donde los judíos españoles se refugiaron últimos, tras la persecusión entre el mar y el cantil. Por el contrario, Sammy está feliz, vestido de ave de presa. Nada ve. Nada le importa. Sólo quiere que muera el pudor, como en los tiempos bíblicos. Que viva 13 pestilencia, para echarse sobre ella. Por eso Alexandro el Sabio lo disfrazó de buitre: guerrera negra de paila con alambres oxidados. PantalÓn de hippie con chistera chafada. Su cara de sapo hace lo demás. Todo él se prepara al impune cachondeo.

Somos tres y no somos nadie. Ella es todo. Allí, en la garganta de piedra. Allí, en la última reconditez de la tierra. Nadie nos ve. Los curiosos no pueden llegar hasta allí. Alcoba sin ojo para la llave. Dos valvas rocosas te guardan, herméticas. La baba escurre por todas partes afuera. Perla. Un molusco enorme te rodea: los cien ojos entreabiertos de la ostra jacóbea: pecte, purpúrea venera o concha de peregrino. t.., válvula de Santiago. La s.'llida al mar abierto. La en­trada al olro Olundo. Plus ultra y finisterre.

Pupilas bizcas y viscosas de marisco. Sólo yo -¡déjenme que sea )'o!-, la trabajo lentamente. La cultivo}' la redondeo. La pcrlifico y la pulo con ternura. La vco crecer desde un escrúpulo pequeño y cristalino como un grano de arena ... Me duele en mi blandura. Me duele y la cubro con miradas finísimas de nácar, con secreciones alcalinas, con lágrimas calcáreas ...

Escribo para entender 10 que ha pasado. De la angustia me despelié a la Euforia. No en vano Alexandro el Grande me llevó;1 un desfiladero. Oigo toda­vía sus órdenes, gritadas desde arriba. Y el zlImbido de la cámara en acciÓn me infunde pánico: el curso de la cinta es como el fluir temporal de la conciencia: 110 puedo trastornar el orden al que me he sometido. Obedezco junto al rabino, junto a ella y al zopilote. Soy un mufleco y Alexandro el Sabio me ha dado cuerda: "¡Silcncio! ¡Cámara! ¡Acciónl" Actúo sonámbulo, automático y des­lumbrado. Sólo recuerdo que dije: "Mírame a los ojos, cuando te beso los pies." Pero no me vio )' procedí impunemente: "jQuítenle la ropal ¡Acarícienlal ¡Uno tras otrol Y tú ... ¡no te defiendas! Ahora bésenla ... bésenla en la boca ....

Si me hubiera dicho: mátala, la habría matado. ¿Por qué? Porque así estaba escrito.

La besé en la I>oc-J. Después de Sam, que se la llenó de babas. �te dio asco. Sin que la "iera la cámara, ella se pasó la mano, violentamente, limpiándose los labios. Como si supiera. Entonces la besé. Lo que no supe, es que tuve, apre­tado en mi mano derecha, algo redondo y suave como U11 fruto. Y eso nadie puede verlo en la pantalla: lo que fue mi corazón, estrujado por todos.

Después se filmaron los antecedentes y las secuencias. Después le pedí a Orso los bombones y la botella de cofíac. No se dio cuenta de nada. Después vino ella junto a mí y me perdonó el beso que le había dado. I lizo del encuentro un

11":0110<"11"'''''10. Me dijo que tenb diu:ioo:hu .1Ios. Nos ol-.ldamos de tCldoJ, dla ti' U" ba.nco;l de pio:dlll, Yo mO!dj�:nd" d IMII", • fUI plCS. Como si nadIe 1>(1$ VI""'-, L:.s """,''' rn las IlUnOS.

De$pu& 5ub;",0$ ¡Ul1M la cpir:tl de piedra. Como 10s l>c>c<,k"tS de p<rl3! que Sóllen a la superficie rol1tc,,¡.�,do la ""lp!r.tÓÓn, DII'mos Los ""Iab" .. quc JlIII btlbs Y que roo Slrval para .... d:.. Le dije que lu bao en la gmu pa.a el ClJPStc>:1CÍo Me dio 5u leJ.!fooo ... Le dijoe 'lue mo red • Me dijo que lodo el "" sudIo, ,

Nos 1"';0 de ,'udb COI su coche el productor de la pd¡¡"'la. H.bbndn 00<1 8, me d, aw:nlll de q.w: h .. hí.:I ... íd<.o rn la mom"". Me pll«i6 detante nO .I.i. Jos oi'». SoM el resto de la 'arde: y lOfIé toda b noche.

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ro"fCfO'r;i:J. al Lo Sociro..d de Crogruf .. y l-:StadiulOl. Suil� <¡'I(: nu fui • b 1C$JÓl' ... ,,,,,,,1 <Id Centro de Escrilort'l. Son� que "01\1 a "''''. Y" '�I1I",d� la Doche.

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p;alm ati",d .. ha!l. el rojo. SoM que Vugilio me lleYllt.. 01 ¡"reno, pero Jin boldo de n:lorno SoIIé qtIC D:lnte liliglum tnhl .. en una agenc.a de tw,mlO,

DcsJ>CIti ..,10. Todos mi!; CÓlnplm hu!�n, lIe tonudo parte ni un en

mm, pero ni s.qUlIlra poseo d CUC>p<l del delito.