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UN SINDICALISMO PARA EL FUTURO RESUMEN EJECUTIVO | MARZO 2012

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UN SINDICALISMOPARA EL FUTURORESUMEN EJECUTIVO | MARZO 2012

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UN SINDICALISMOPARA EL FUTURORESUMEN DEL LIBRO PUBLICADO POR LA FUNDACIÓN 1º DE MAYO

CADA PERIODO DE LA HISTORIA DEL CAPITALISMO MODERNO HAPLANTEADO EXIGENCIAS ESPECÍFICAS A LOS TRABAJADORES DEBIDO ALMODO EN QUE LA EXPLOTACIÓN HA TENIDO LUGAR

Esto ha originado formas diversas de identidad y de organización. Dicho de otro modo,cada etapa del desarrollo capitalista ha conocido un tipo predominante de sindicalismo.

La experiencia histórica confirma que todos los grupos sociales construyen su identidaden una dialéctica de confrontación y colaboración que ha adoptado en la historia múlti-ples formas. Tanto las grandes corporaciones como las pequeñas empresas, tanto lossectores empresariales como los sociales, tanto los autónomos como los asalariados,construyen su identidad detrás de un discurso y una práctica colectiva a través de susorganizaciones.

En la medida en que las formas de apropiación varían, varían las formas de resistencia;en la medida en que mutan los poderes empresariales y cambian las mismas empresas yla organización productiva, en la medida en que las formas de control social evolucionan,cambian la naturaleza de los conflictos y la naturaleza de las resistencias.

Todo poder es un par de fuerzas que condiciona a quien lo ejerce y a quien losoporta, a quien domina y a quien es objeto de dominación.

De ahí que preguntarse por el papel del sindicalismo, por su vigencia, por su utilidad,por sus retos actuales y de futuro es preguntarse por la situación, estructura y composi-ción de la clase trabajadora, o si se prefiere, por el papel del propio trabajo, del hecholaboral, en la medida en que la forma de articular los diferentes intereses de la clase tra-bajadora, y sus matices es una función variable asociada a la complejidad o la simplicidadde la explotación, a sus sujetos y mecanismos, en cada momento histórico.

A lo largo del siglo XIX se produjo en los principales países europeos la revolución indus-trial, punto de partida del desarrollo capitalista. Se mecanizó la producción de bienes deconsumo, se utilizó la máquina de vapor como poderosa fuente de energía, se constru-yeron las redes ferroviarias y nació la industria siderúrgica. Todo ello dio lugar a la con-solidación de los diversos mercados nacionales y al crecimiento exponencial del comerciointernacional.

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Los capitalistas se opusieron con firmeza, y muchas veces con fiereza, al asocia-cionismo obrero argumentando que impedía la libertad de mercado.

Y, más adelante, identificándolo con la subversión y el desorden, pero difícilmente podíannegar la realidad que los sindicatos denunciaban.

Desde que a mediados del XIX comenzaron a difundirse modelos alternativos al capita-lismo; el sindicalismo estuvo siempre orientado hacia la construcción de un nuevo modelode sociedad y dejaría de tener sentido si perdiera esta referencia en el futuro.

En 1929 la crisis económica, al extenderse por todo el mundo, abrió un período de in-certidumbre y de inestabilidad que hacía temer por la supervivencia del sistema. En losestudios en los que se comparan las diversas crisis económicas se suele pasar por altoque lo que distingue la del 29 de todas las demás no es su gravedad sino la percepciónde la misma. Se creía, lo creían los propios representantes del sistema, que el capitalismoliberal estaba herido de muerte y que se necesitaban profundos cambios para evitar suderrumbe.

El New Deal, propuesto por Roosevelt al ser elegido presidente en 1932, conteníadiversos programas de recuperación económica entre los que destacaba el diri-gido a la industria.

Las empresas que se incorporaban a este programa debían elaborar un código de con-ducta comprometiéndose a no reducir la producción y colaborar con los sindicatos. Porla ley Wagner estaban obligadas a reconocer al sindicato que hubiera obtenido la mayoríay a negociar con él. La afiliación sindical se duplicó, aunque algunas de las empresas máspoderosas se negaron a cumplir la ley.

Con todo, el New Deal prefiguró un modelo, llamado por algunos corporatismo demo-crático, basado en un sistema de checks and balances, o de equilibrios, en el que los in-tereses económicos organizados (patronal y sindicatos) intentaban, de acuerdo con elgobierno, regular la actividad económica.

No obstante, para buscar las raíces del sindicalismo actual de una manera másprecisa tenemos que remontarnos a 1945.

La II Guerra Mundial había puesto fin al ciclo de revolución y contrarrevolución que seinicia en 1917, dejando un legado de valiosas enseñanzas de cara a la construcción delnuevo orden mundial. El sentimiento más extendido era que no podían repetirse las cir-cunstancias y los hechos que habían llevado a aquella horrible orgía de muerte: el paromasivo y las dictaduras fascistas; desde estas premisas, puede decirse que se inauguraen occidente un nuevo modo de regulación sobradamente conocido: gestión keynesianade la economía, Estado de Bienestar y producción/consumo de masas como resultadode un nuevo modo de producir: el conocido como “fordismo”.

La implantación del Estado de Bienestar en Europa ha sido uno de los hechos más tras-

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cendentales del siglo XX, seguramente el que ha tenido una repercusión más positiva.Al tiempo, la intervención del Estado en la economía impulsa un giro en el sindicalismoya que introduce una forma de gestión que contempla el pacto entre patronal, sindicatosy el propio Estado.

Pero esto no significa que desapareciera el conflicto social. A lo largo del período hubodos grandes oleadas huelguísticas impulsadas por un sindicalismo en alza, la primera entorno a 1950 para asegurarse una posición de poder en la nueva sociedad que se estabadiseñando; la segunda en torno a 1968 para ampliar las reformas en un momento enque parecían detenerse. Desde todos los puntos de vista estos años (1950-70) represen-tan la edad de oro del sindicalismo por la afiliación, la combatividad, el poder contractualy las mejoras sociales alcanzadas.

EL PAPEL DEL MOVIMIENTO OBRERO EN LA LUCHA POR LA LIBERTAD Y LADEMOCRACIA EN ESPAÑA.

Durante todos estos años, en los que se produjo un significativo avance del sindicalismo,España permaneció al margen debido a la dictadura franquista. Los sindicatos obrerosfueron prohibidos en 1939 y no volverían a ser legalizados hasta 1977, ya en democracia,y sus líderes perseguidos y encarcelados; la actividad sindical libre y al margen del sistemafue reprimida con extrema dureza. En su lugar se creó un sindicato oficial ligado al apa-rato del Estado, del que formaban parte empresarios y trabajadores, con escasas posibi-lidades reivindicativas.

Los esfuerzos de modernización industrial acometidos a finales de los 50, llevaban con-sigo mejoras en los sistemas de trabajo, sustituyendo el arcaico “ordeno y mando” pormétodos de control de tiempos e incentivos; de este modo, también en España, la intro-ducción del fordismo por la vía militar acabó otorgando un gran poder en planta a lostrabajadores de la gran industria a partir de los años sesenta, hasta el punto de que seharía necesario crear la figura jurídica de los Convenios Colectivos (ley de 1958) pormedio de los cuales empresas y trabajadores pactaban las condiciones de trabajo.

CCOO, que vio las posibilidades que abría la nueva situación para impulsar la lucha rei-vindicativa, definió una acertada estrategia: ocupando los cargos de representación sin-dical, elegidos por la base, se podía participar en la negociación de los convenios yconvertir éstos en una punta de lanza de la lucha contra el franquismo. Aunque, en prin-cipio, la plataforma de los convenios se ceñía a reivindicaciones económicas y laborales,la exigencia de libertad sindical los convertía en una denuncia contra la dictadura.

Así, en los primeros instantes de la transición política española, habida cuenta del podersindical en el centro de trabajo, el tablero estaba prácticamente listo para articular unmodelo de relaciones laborales propio de los estados de bienestar keynesianos. Entoncesllegó “el malo” y de un manotazo tiró al suelo las fichas y el tablero. El malo era, claroestá, la crisis de la economía internacional que en España tenía rasgos propios añadi-dos.

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Uno de los mayores aciertos fundacionales de CCOO fue precisamente la defini-ción de sus principios.

Que no fueron una declaración retórica, sino la congruente plasmación de los objetivosy valores que inspiraban la práctica de las Comisiones Obreras primeras, y que han idodemostrando su valor en el posterior desarrollo confederal.

El primero de esos principios define a Comisiones Obreras como un sindicato de clase.Ser un sindicato de clase supone no resignarse a la estratificación social establecida, sinotra perspectiva que la inmediata defensa de los intereses profesionales de aquellos co-lectivos que podamos encuadrar; por el contrario, ser un sindicato de clase supone sercapaz de intervenir y así contribuir a los cambios hacia nuevas formas de organizacióndel trabajo y de la producción, trascendiendo los muros de las fábricas, las fronteras delos estados-nación, y las divergencias entre los intereses particulares de los distintos co-lectivos que configuran la sociedad actual.

Ser un sindicato de clase significa asumir como propios los intereses y derechos de laclase trabajadora en su conjunto, vertebrándola, articulando y dotando de contenido declase, es decir, interpretando desde las claves del conflicto capital-trabajo, las reivindica-ciones de las mujeres, de los jóvenes, de las personas inmigrantes, de las personas condiscapacidad.

Significa no dejarse atrapar en la regulación de los intereses profesionales, que acabaríainevitablemente en la consolidación del corporativismo más rancio, sino acudir a los ele-mentos que estructuran y configuran el hecho laboral tal y como es, a sus condiciones,que derivan de una determinada organización del trabajo, que derivan de una determi-nada concepción de los derechos vinculados al trabajo, que derivan, en definitiva, deuna distribución del poder en las empresas asimétrica, cada vez más escorada del ladodel capital.

El segundo de esos principios define a Comisiones Obreras como un sindicato sociopo-lítico. Comisiones Obreras es el primer sindicato de este país que ha concebido con bri-llantez la intervención en los espacios sociopolíticos y socioeconómicos como parte deun modelo sindical que no se limita sólo al ámbito de la empresa, sino que se proyectaal exterior en una estrategia que intenta regular también la suficiencia y la equidad delas condiciones de vida.

Esto implica no constreñir la acción sindical a estrictos temarios laborales, sino ampliarla intervención del sindicato en la defensa de derechos e intereses de la clase trabajadora,cada vez más incardinados con sus derechos de ciudadanía, y fuertemente condicionadospor las políticas económicas, sociales y culturales de los poderes públicos.

El tercero de los principios define a Comisiones Obreras como un sindicato reivindicativo.Y es que concebir el sindicato como un mero instrumento de gestión, que trabaja exclu-sivamente a demanda, supone perder toda capacidad de iniciativa y estar sometido a laspropuestas e iniciativas de otros, lo que acarrea actitudes defensivas. Por el contrario,

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Comisiones Obreras se ha caracterizado siempre por contar con reivindicaciones propiasajustadas a sus objetivos, tener propuestas bien elaboradas, y saberlas gestionar conacierto mediante la justa combinación del trinomio movilización-presión-negociación

GLOBALIZACIÓN Y NUEVOS RETOS SINDICALES

La globalización tiene un carácter que cabría definir como líquido, poliédrico, polisémicoy escurridizo, por lo que resulta trascendente identificar, con carácter previo, cual va aser la perspectiva con la que queremos acercarnos a una realidad compleja y bajo la que,a lo largo de estos años, se cobijan muchos procesos simultáneos, complementarios yque mantienen entre sí una relación dialéctica.

La globalización no es un incremento cuantitativo ni cualitativo de las relaciones o trans-acciones económicas a nivel mundial. Esta es una de sus consecuencias, pero no su na-turaleza; tampoco es una ampliación al espacio global (que supera al internacional) deestas relaciones o transacciones económicas, aunque uno de sus efectos sea un creci-miento espectacular de las mismas y su sofisticación, especialmente en lo que hace re-ferencia a las transacciones financieras y a los mercados de capitales.

La globalización, especialmente en aquellos aspectos de más incidencia y que más im-pactan en el sindicato, es, sobre todo:

• Una profunda transformación en las formas de producir bienes y servicios.

• La transformación del modelo de empresa que pasa de la empresa integrada a laempresa en red.

• La transformación de las formas de trabajo, de las relaciones de los trabajadoresentre sí y con la empresa.

• La desestructuración de la identidad de los trabajadores, que tiene efectos indivi-dualmente, como personas, y colectivamente, como sujeto social.

• La “deconstrucción” de las relaciones de poder en el seno de la empresa y en la so-ciedad, con sus consecuencias en las estructuras sociales y políticas.

• La construcción de una nueva cultura, unos nuevos valores sobre los que se articulaeste nuevo concepto de empresa y de sociedad.

Hablamos del sindicato como la organización que agrupa, organiza y representaintereses de parte, dejando al mismo tiempo claro que este concepto de “inte-reses de parte” tiene un amplio perímetro.

El sindicato representa los intereses de los trabajadores y trabajadoras en el sentido másamplio del término, en sus diferentes realidades y situaciones, cada vez más dinámicas

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e inestables, cada vez menos estáticas y permanentes, pero, al mismo tiempo, se tratade intereses de carácter general; los intereses que nos agrupan son los intereses generalesde los trabajadores.

Sin embargo, lo problemático de esta definición estriba en que los intereses que el sin-dicato agrupa lo son ahora de colectivos diversos, en ocasiones con expresiones contra-dictorias y no pocas veces contrapuestas; un fenómeno que se ha incrementado en losúltimos tiempos fruto de uno de los elementos que caracteriza la globalización: los pro-cesos de producción de bienes y servicios en red y las estrategias de externalización pro-ductiva como mecanismo de externalización de riesgos y costes.

Por ello, resalta aún más la necesidad de reforzar una de las señas de identidad del sin-dicato de clase: la de sindicato general que se organiza confederalmente, que tiene lavocación de constituirse en el espacio, en el medio a través del cual trabajadores y tra-bajadoras puedan agrupar sus intereses no por la vía de agregar o sumar, sino de ha-cerlos compatibles, organizarlos y representarlos.

Para que los cambios institucionales generados por la globalización pudieran avanzar so-cial y políticamente y facilitar toda la potencialidad de las innovaciones ideológicas haresultado determinante la configuración de una nueva hegemonía ideológica, merced ala cual se ha configurado la centralidad social del mercado, que no solo se ha convertidoen el eje de las relaciones económicas, sino en el elemento vertebrador de toda la socie-dad, de las relaciones sociales y políticas, lo que ha supuesto una ruptura del equilibrioancestral entre cooperación y competitividad, a favor de ésta última, así como una rup-tura del equilibrio entre individuo y colectividad.

Lo substancial parece ser la profunda transformación que ha provocado en el hábitatnatural del sindicalismo, a partir de la transformación del espacio territorial y temporalen que se organiza la empresa, la sociedad, la política, el derecho y por supuesto el sin-dicalismo. Y, sobre todo, la profunda inadaptación a estos cambios de todas las formasde organización social e institucional hijas de la sociedad industrial.

Los poderes económicos, los llamados “mercados”, en la medida en que han demostradouna mayor capacidad de adaptarse a estas transformaciones que afectan al espacio te-rritorial y temporal, son los que están llevando la iniciativa en la construcción de nuevasinstitucionalidades.

La inadecuación entre el espacio regulador de la política y la sociedad, que eslocal o nacional, y el espacio de actuación de la economía y los mercados, quees global, produce una pérdida en la capacidad reguladora de las institucionespolíticas y sociales.

En paralelo, un incremento de la capacidad reguladora (de facto) de los mercados, conel consiguiente debilitamiento de la capacidad reguladora y normativa de la ley y de lanegociación colectiva. Consecuentemente se produce también un debilitamiento de lacapacidad de intervención y de poder del sindicato en la empresa y en la economía.

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Es tan evidente esta nueva realidad reguladora en el terreno de las relaciones laboralesque incluso se expresa nítidamente en los conceptos utilizados, en el uso social de la lin-güística. Así, lo que en un determinado momento eran “relaciones laborales” como ex-presión de la función del derecho, del papel de la legislación y de la negociación colectivaen la reducción de los desequilibrios generados por la economía, ahora es el “mercadode trabajo” como expresión de la hegemonía del mercado y la lógica de la economíaque domina sobre la del derecho.

Sin embargo, frente a la lógica empresarial de empresa en red, el sindicalismo continúaactuando con lógica de empresa de proceso productivo integrado y sindicato autárquico,incentivado por una legislación y un modelo de representatividad que propician la re-presentación de los trabajadores y la negociación colectiva propia de la empresa inte-grada; frente a la lógica de tiempos digitales de la empresa, el sindicato organiza la acciónsindical y sobre todo se organiza de manera autorreferencial con lógica de tiempos in-dustriales.

Además de las dificultades para adaptarse a los tiempos de respuesta, la legitimaciónsocial del sindicato hoy choca frontalmente con dos retos. Una de naturaleza más es-tructural y otro vinculado a la actual crisis económica en el marco de la crisis del EstadoSocial.

En términos estructurales se ha producido siempre una inadecuación entre las funcionesde representación de los intereses generales de los trabajadores y las formas de partici-pación y de comunicación del sindicalismo. Una inadecuación que en determinados es-pacios de la acción sindical no genera especiales problemas de legitimación social delsindicalismo, porque los instrumentos de participación y comunicación construidos porel sindicato han devenido útiles.

Es el caso de la acción sindical vinculada a las condiciones de trabajo de una empresa ysector que tienen en nuestras formas tradicionales de comunicación y participación unbuen conducto a través del cual construir la legitimación de las actuaciones del sindicato.Pero en la medida que estos espacios de actuación amplían el universo subjetivo y obje-tivo, se refieren a colectivos muy diversos y a problemáticas de naturaleza socioeconó-mica, estos mecanismos tradicionales de comunicación y participación no puedendesempeñar sus funciones y el resultado es una mayor dificultad para la legitimación so-cial del sindicato.

NECESIDAD DE UN SINDICALISMO CONSCIENTEMENTE GLOBAL

El sindicato en este proceso de readaptación a los cambios en relación a los grandescambios producidos en su hábitat natural, en las formas de producción de bienes y ser-vicios, del modelo de empresa, debe construir respuestas en el terreno de las formas deorganizar la acción sindical, en los mecanismos de comunicación y participación, en elreforzamiento de su legitimidad social.

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Estas respuestas no son sencillas como ocurre siempre que se trata de abordar problemascomplejos. Pero parece evidente que algunas de estas respuestas requieren de la condi-ción de sujeto global del sindicato. Sin la asunción de esta condición de sujeto globaldel sindicalismo no parece viable el proceso de recreación del sindicato. Pero al mismotiempo este sujeto global que pretende ser el sindicalismo requiere como condición previay constituyente que esta concepción de sujeto global se incorpore al quehacer diario, enlos conflictos locales, en la acción sindical local.

Sea cual sea el ámbito de actuación del sindicalismo deviene imprescindible que el sin-dicato actué con lógica de sujeto global. Que no viene determinada por el ámbito de laintervención sindical, del conflicto, sino por la nueva realidad empresarial, productiva,económica y social que el proceso de globalización ha hecho emerger.

Este punto de vista es esencial, particularmente para abordar cuál es la significación delsindicato “como sujeto global”, así como es también necesario para avanzar en la líneade reflexión acerca de una necesidad esencial del sindicalismo actual: la de que asuma-mos “conscientemente” su imprescindible carácter de “organización global”, un obje-tivo (la conciencia del carácter global en la acción sindical) aún no alcanzado en aspectosesenciales de la vida del sindicalismo.

Definir los intereses comunes en el ámbito supranacional debería constituir unobjetivo central de las correspondientes estructuras sindicales, para organizar, entorno a ellos, su actividad.

Quizás avanzaríamos en este sentido si fuéramos capaces de preguntarnos en serio el por-qué de la escasa significación de convocatorias como los “7 de octubre”, jornadas de “ac-ción sindical mundial” nada menos que en defensa del “trabajo decente”, o, más próximo,del último 29-S, jornada europea en defensa contra las agresiones al “Estado de Bienestar”.Sobre ambos ejemplos volveremos más adelante.

Las consideraciones en torno al sindicalismo global no pueden ignorar su necesaria fun-ción abordando la crisis y las adecuadas respuestas y propuestas sindicales.

Se trata de una cuestión preocupante que, quizás con la esperanza de que algún día, ypronto, escampara, continúa sin abordarse con la suficiente claridad, porque lo esencialen la acción sindical no es proporcionar información y recetas a los que quieran oír, noes decir lo que deben hacer los otros (empresarios, gobiernos,…), sino proponer y plan-tearse como pesar en el escenario correspondiente para que nuestras propuestas seantenidas en cuenta.

El sindicalismo que necesitamos ha de ser “global”, y lo ha de ser “conscientemente”,es decir asumido como tal. De ahí que un reto para el sindicalismo local, de empresa,sectorial, nacional sea, en estos momentos, el contribuir al sindicalismo “consciente-mente global”.

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SINDICALISMO, ESTADO DEL BIENESTAR Y MODELO SOCIAL EUROPEO

El desarrollo del sindicalismo de clase en Europa está estrechamente asociado al Estadode Bienestar, cuyo origen se enmarca en momentos históricos convulsos y violentos, loque conviene tener presente para comprender no sólo la importancia de la intervencióndel Estado y el desarrollo de leyes sociales sino el protagonismo de las organizacionessociales y, muy especialmente, las organizaciones sindicales.

La conformación del Estado de Bienestar expresa la combinación de un intenso procesode acumulación de capital privado y público, en el que la extensión de los mercados y laactividad de las empresas privadas se produce de manera interrelacionada con una cre-ciente intervención del Estado, una elevada oferta de bienes públicos y un desarrolladosistema de protección social que permite conseguir el pleno empleo.

Un modelo en el que los derechos políticos -base de los sistemas democráticos- son in-desligables de otros derechos laborales o sociales como el derecho al empleo, a la edu-cación o la sanidad, a la protección por desempleo, a la jubilación o al acceso a la vivienday en el que la participación social en las políticas públicas ocupa un papel central. En elmodelo social europeo, la “ciudadanía laboral” es un aspecto inseparable de la “ciuda-danía política”, en cuyo desarrollo tiene un importante papel el sindicalismo de clase.

El Estado del Bienestar expresa así un complejo equilibrio y compromiso entre los agentespolíticos y sociales en el mantenimiento de las tasas de beneficio de las empresas, y unapolítica de relativa moderación salarial relacionada con la evolución de la productividad,que no presiona hacia cambios radicales en la distribución primaria de la renta entre ca-pital y trabajo -a pesar de la mayor capacidad de negociación que el pleno empleo podríadar a los trabajadores- en la medida en que el desarrollo de un sistema fiscal con impor-tante capacidad recaudatoria y redistributiva genera derechos y rentas de ciudadaníaque palian las desigualdades sociales generadas en la primera distribución de la renta.

La aparición de un elevado y creciente desempleo con perspectivas de ser es-tructural, la aparición de importantes fenómenos de pobreza y de exclusión so-cial, y la aplicación de las políticas nacionales de ajuste de los gastos públicossociales, supusieron una primera crisis del Estado de bienestar como construc-ción política, económica y social.

En definitiva, la modificación de las bases del “pacto keynesiano” y la incapacidad delas instituciones y acuerdos desarrollados hasta entonces en la integración europea para“tomar el relevo” de lo realizado a nivel nacional y conseguir un nuevo reequilibrio enel reparto de poderes.

También en este periodo se estaban fraguando cambios de gran envergadura, que mar-carían la última etapa del siglo XX y los comienzos del XXI. La llamada globalización. Lainternacionalización de las relaciones económicas tuvo uno de sus principales ejes dedesarrollo en la continua ampliación de los mercados internacionales, al calor de la ex-pansión del comercio mundial.

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La construcción de nuevos derechos ciudadanos significó una creciente incorporaciónde las mujeres al mundo del trabajo remunerado, y aquéllos no solo generaron una nuevacultura de la igualdad –quizás apenas atisbada en sus principios- sino también cambiosprofundos en las estructuras familiares clásicas, basadas en la remuneración y hegemoníadel varón como principal sustentador de la unidad familiar, provocando demandas denuevos derechos sociales e importantes cambios en las tendencias demográficas.

El aumento de los niveles educativos supuso un cambio generacional de los valores delesfuerzo y el trabajo en los jóvenes, cuya expresión más inicial y mediática fueron las re-vueltas de mayo del 68 pero que ahora se proyectaba en un escenario de creciente frag-mentación social, en el que la mejora de los niveles educativos convivía con un aumentodel fracaso escolar -a pesar de la provisión pública del derecho a la educación- y un cre-cimiento de trayectorias educativas, laborales y sociales atrapadas en la exclusión laboraly social.

Finalmente, estos cambios económicos y sociales tuvieron su reflejo en la necesidad demano de obra inmigrante para cubrir los puestos de trabajo de menores niveles de cua-lificación, intensificados no solo por las mejores posibilidades de vida de los ciudadanos“autóctonos” sino por las notables diferencias entre los proyectos que los inmigrantespodían llevar a cabo en los países del norte y el sur del desarrollo económico.

Los principales rasgos que caracterizaron a las estructuras sociales que dieron fuerza ylegitimidad a la conformación de los Estados de bienestar, se estaban transformandoprofundamente. Se estaba produciendo un cambio en las características y composicióndela clase trabajadora y de sus valores sociales, desde los principios de solidaridad y justiciasocial en los que se basaban las organizaciones sindicales de clase, como instancias departicipación pública de la ciudadanía. Todo ello tuvo su reflejo en la creciente “popula-ridad” de las ideologías postmodernas de individualismo y su proyección en el neolibe-ralismo, y en la pérdida de peso de los valores socializadores del trabajo frente a los delconsumo.

Es necesario repensar la conformación actual del Estado del Bienestar como proyectopolítico –consustancial al sindicalismo de clase- porque no se trata solo de defender unaumento del presupuesto comunitario, el papel del Banco Central Europeo o la coordi-nación de las políticas económicas nacionales y su orientación hacia los objetivos de cre-cimiento económico y del empleo para mejorar la “gobernanza” europea, sino deentender que la llamada “crisis fiscal del Estado” nace no solo de la insuficiencia de losimpuestos para financiar los gastos sociales que caracterizan al Estado del Bienestar (quetambién), sino de la creciente divergencia entre la distribución primaria de la renta frentea los criterios de distribución e igualdad social que se consideran socialmente deseables.

Se trata, de proyectar el EB mediante un nuevo contrato social intergeneracional quedebe tener su reflejo en nuevas formas de entender la actividad económica, el valor delos recursos naturales –los actuales y los que van a ser legados a las generaciones futu-ras-, en la consideración de los gastos sociales no como gastos de consumo sino de in-versión, y en la valoración del trabajo “extramercado” que recae en las familias y

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especialmente en las mujeres. Esta nueva perspectiva debe supone un cambio radical enla evaluación de las cuentas públicas y la contabilidad nacional al uso, y en la obsesivaconsideración de la restricción de los déficit públicos como una prioridad absoluta.

El sindicalismo europeo, como ha señalado la CES en su reciente Congreso en Atenasse enfrenta al reto de reconstruir las bases sociales que han dado legitimidad y alcancepolítico al Estado del Bienestar, porque no se trata de formular propuestas “técnicas”y explicar su viabilidad sino de recrear el Estado de Bienestar como proyecto político,que hoy solo puede tener expresión como proyecto internacional, huyendo de los plan-teamientos “eurocentristas” proyectándolo al nuevo escenario histórico de la globali-zación.

EL SINDICALISMO COMO FACTOR DE DESARROLLO ECONÓMICO Y DECOHESIÓN SOCIAL

Coincidiendo con la fase más dura de la crisis económica, y del empleo, asistimos conpreocupación a una campaña sistemática contra el sindicalismo por parte de la derechapolítica y mediática, tanto global como local, que unas veces impugna sus convocatoriasreivindicativas y movilizadoras y otras su estrategia dialogante y negociadora, con el ob-jetivo común de deslegitimar socialmente su intervención, recortar sus derechos e impo-ner sin límites la lógica mercantilista en las relaciones laborales.

La combinación de viejos resabios reaccionarios con el doctrinarismo neocon proyectauna imagen distorsionada del sindicalismo real, caricaturizado como anacrónico y dis-funcional, escasamente representativo y perturbador del libre funcionamiento del mer-cado, con objeto de justificar así iniciativas y prácticas orientadas a reducir derechos yampliar desigualdades sociales.

La realidad del moderno sindicalismo es, sin embargo, mucho más compleja y su análisisriguroso nos permite constatar tanto su representatividad consolidada (no exenta de di-ficultades para la agregación e intermediación de intereses colectivos en un mercado detrabajo cada vez más fragmentado) como la cobertura y eficacia de su intervención (ne-gociación colectiva, concertación social, gestión del conflicto), cuyo alcance y desarrollomantienen una significativa correlación con los principales indicadores de competitividadeconómica y cohesión social.

Una correlación acreditada por los datos procedentes de diferentes fuentes estadísticase investigaciones empíricas comparadas, cuyo análisis pone en cuestión el discurso des-legitimador y justifica la reivindicación del sindicalismo en el ejercicio de sus diferentesfunciones de agregación y representación de los intereses de los trabajadores y su pro-moción y defensa en el marco de unas relaciones laborales asímétricas y de una sociedaden transformación.

Finalmente, con objeto de evaluar el impacto de la intervención sindical en las relacioneslaborales y el propio desarrollo económico, el Instituto Sindical Europeo (ETUI) ha elabo-rado un Índice Europeo de Participación que combina las principales dimensiones colec-

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tivas de la misma (afiliación, representación, participación y cobertura negocial) y sitúa anuestro país en la franja medio-alta de la escala (0,66).

En la primera edición del Benchmarking Working Europe, correspondiente a 2010, seanalizan las relaciones entre el EPI y los principales indicadores de la Estrategia Europeade Empleo (PIB, productividad, empleo, inversión en I+D), mientras que en su segundaedición se hace lo propio respecto de los indicadores de la Estrategia 2020 (PIB, empleo,educación, exclusión social, consumo energético, etc.)

En ambos casos se pone de manifiesto la existencia de una importante correlación positivaentre el índice de participación y los principales indicadores socioeconómicos, lo que per-mite reivindicar la contribución decisiva del sindicalismo al desarrollo de la competitividadeconómica y la cohesión social.

SINDICALISMO Y CAMBIOS ESTRUCTURALES EN EL MUNDO DEL TRABAJO

Desde mediados de los años 70, se desarrolla un creciente y dinámico proceso de trans-formación del modelo de empresa integrada característica del modelo de acumulación for-dista dominante en la etapa de los “30 años gloriosos” del capitalismo de la post guerra.

En términos generales, suelen destacarse dos tipos de factores que impulsan este procesode cambio. De un lado, la rigidez de la propia organización para dar respuestas a unademanda cada vez más cambiante y en la que, al menos en apariencia ya no son tan in-teresantes las economías de escala tradicionales. Una rigidez que parte de la propia es-tructura jerárquica de la empresa y el proceso de toma de decisiones, pero también dela enorme cantidad de capitales invertidos en estructuras de producción rígidas, que re-sulta difícil de cambiar cuando el producto resulta obsoleto.

De otro lado, la rigidez laboral. En el análisis convencional se han enfatizado sobre todola importancia de las normas de ajuste externo de la empresa, impuesta por las estruc-turas de mercados internos y por las leyes laborales dominantes en muchos países, y porla rigidez de las estructuras salariales. Rigidez esta última en una doble dirección: dificul-tad de ajustar a la baja los salarios nominales, y dificultad de alterar las estructuras sala-riales a los cambios en las demandas y ofertas relativas de muchos empleos.

La combinación de estos factores impulsará un proceso profundo de transformación delmodelo de empresa tradicional que, apoyándose en las posibilidades brindadas por lasnuevas tecnologías de la información en materia de control y coordinación de los proce-sos, dará progresivamente lugar a la conformación de un nuevo modelo organizativoque puede caracterizarse como de “empresa red”, y que se caracteriza por los siguienteselementos:

La gran empresa, deja de concebirse como un conjunto de actividades integradas, con unorganigrama común, una definición común del espacio interior de la empresa, y pasa aconstituirse como un complejo entramado de unidades empresariales que tienen un con-junto de nexos de conexión entre sí. Una red de relaciones bien definida en las que la gran

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empresa actúa como elemento central de la red, como la instancia que le da sentido y portanto la que ejerce un control sobre su funcionamiento básico.

La gestión deja de ser completamente jerarquizada desde la cúpula superior hasta labase del proceso productivo. Una gran parte de la gestión cotidiana se realiza desde laspropias unidades y parte de la gestión centralizada se convierte en gestión del funciona-miento de la red utilizando métodos diversos: contratos mercantiles, dirección por obje-tivos, fijación de retribuciones preestablecidas etc.

La primacía de las estrategias que buscan la rentabilidad financiera a corto plazo sobrelas orientadas a objetivos de rentabilidad “productiva” a medio y largo plazo; un hechoque conlleva otorgar una mayor prioridad al valor a corto plazo del accionista frente alos intereses a largo plazo de otras partes de interesadas y afectadas por el funciona-miento de la empresa (como los trabajadores, consumidores y comunidades locales).La consolidación de una lógica de reestructuración permanente de la organización em-presarial, a través de un doble proceso: por un lado, la concentración de la actividad enaquellos segmentos de la cadena productiva que generan mayores posibilidades de ex-tracción de valor, y el desprendimiento del resto (vía externalizaciones, relocalizacionesu otras modalidades de reestructuración), por otro, el desarrollo de estrategias de creci-miento con el objetivo de consolidar liderazgo en segmentos de mercado (por ejemplo,a través de fusiones y adquisiciones).

La principal consecuencia de todo ello ha sido un incremento sustancial de la transfe-rencia del riesgo empresarial tanto para los trabajadores − en términos de pérdida deempleo, empeoramiento de las condiciones de trabajo y mayores dificultades para lasrelaciones laborales − como para el entorno social y medioambiental de las empresas.

Una dinámica que ha contribuido a una mayor vulnerabilidad de amplios segmentos dela población, cuyos efectos se han manifestado en toda su crudeza con el estallido de lacrisis actual, donde se ha puesto claramente de relieve que “la gestión empresarial ex-pone cada vez más a los trabajadores a los ataques de los mercados, y que la política delas empresas consiste cada vez más en protegerse de las tempestades exponiendo a suviolencia a los trabajadores de primera línea”.

Así, por una parte se plantea la necesidad de potenciar la participación sindical en el di-seño general de las políticas relacionadas con el cambio de modelo productivo, tanto anivel europeo y estatal. Una participación que normalmente suele situarse en el planode la consulta − no de la negociación − y que en muchos casos no tiene una incidenciareal efectiva en el desarrollo de las políticas.

Por otra parte, se propone impulsar la mejora de la concertación social territorial. Unámbito de negociación especialmente relevante, dado que las Comunidades Autónomastienen competencia sobre muchas de las políticas clave para el cambio de modelo pro-ductivo (como la Investigación, Desarrollo e Innovación, la formación y las políticas deempleo entre otras).

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Un elemento fundamental es el reforzamiento del papel de la negociación co-lectiva.

Como un instrumento central para impulsar cambios en el modelo de competencia delos sectores productivos y empresas, sobre bases alternativas a la reducción de costes yprecios. Para ello, se plantea un doble eje básico de actuación: el fomento de un enfoqueproactivo de actuación de las organizaciones sindicales, como alternativa a las prácticasreactivas de intervención; y el enriquecimiento de los contenidos de la negociación co-lectiva en materias como la innovación tecnológica, la organización del trabajo y la for-mación, como mecanismo para influir en los factores determinantes de la actividad delas empresas.

En primer lugar se plantea la necesidad de fomentar la coordinación sindical en toda lacadena de valor. La razón es que la fragmentación de la producción también significaque la negociación a nivel de empresa puede perder pertinencia. Los salarios y las con-diciones de trabajo de los trabajadores en una empresa subcontratada pueden dependermás de las decisiones y exigencias de la empresa que domina una cadena de suministroparticular que del propio personal directivo. Asimismo, el hecho de que la propiedad seapoco precisa puede crear confusión a los sindicatos a la hora de identificar los agentesapropiados de la negociación.

Afrontar todo ello implica reforzar elementos como la articulación de la intervenciónentre sectores, empresas y territorios; la cooperación sindical internacional; un mejorfuncionamiento de los diferentes instrumentos de actuación internacional existentes,tales como los comités de empresa europeos, y el desarrollo de ámbitos de actuaciónmuy poco desarrollados hasta ahora (por ejemplo, la negociación colectiva transnacio-nal).

En segundo lugar, se plantea cómo influir sindicalmente a fin de prevenir los efectos másperjudiciales de la financiarización.

Particularmente, es necesario impulsar nuevas formas de actuación orientadas a garan-tizar la tutela de los derechos de los trabajadores en situaciones de “parasubordinación”utilizadas por los empresarios como vía de precarización del empleo (como es el caso,por ejemplo, de los falsos autónomos y los falsos becarios).

Una realidad que merece especial atención es la del trabajo no declarado. Éste es un fe-nómeno cuya propia naturaleza oculta impide una adecuada estimación, pero que dife-rentes estudios sitúan con un volumen en España en torno al 20 por ciento del PIB. Esimportante remarcar que el trabajo no declarado se caracteriza por un elevado grado dediversidad en relación tanto a los factores determinantes y las motivaciones de los agen-tes implicados, como a las características de su desarrollo y sus efectos. Promover unatransición justa hacia el trabajo regular es un reto de primera magnitud.

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EL SINDICALISMO FRENTE A LA SALIDA NEOLIBERAL DE LA CRISIS

La crisis económica, cultural y política que recorre Europa desde hace ya varias décadasestá mostrando su cara más agresiva y violenta en los últimos tres años, despojando pro-gresivamente a los ciudadanos de sus derechos sociales más básicos. Esta deriva, quehasta la llegada de la crisis de 2008 habían sufrido con mayor intensidad los trabajadoresmigrantes extracomunitarios, se impone ahora con carácter general a toda la ciudadanía.

La dialéctica entre capital – trabajo y política, durante el desarrollo de la crisis, parece re-solverse, al menos por el momento, en un fuerte intervencionismo público que insisteen la idea de que el crecimiento económico por sí solo consentirá mayores dosis de Es-tado Social. De este modo, asistimos paradójicamente a un desmantelamiento progresivodel Estado Social para favorecer y reforzar los mecanismos de obtención de beneficioempresarial y crecimiento económico que, según aseguran los hacedores de políticas,concluirá en una sociedad caracterizada por su bienestar.

Así, la actuación política desde la que se hace frente a esta expropiación de derechos con-fluye con carácter general en un discurso caracterizado, en un primer momento, por la re-signación e imposibilidad de acción frente al poder omnímodo de los mercados paraconcluir, en un segundo momento, en la consustanciación de aquélla con los planteamien-tos que acaban azotando a los derechos que conforman la ciudadanía social. O lo que eslo mismo, el proceso de gestión política de la crisis ha transitado diversos posicionamientosideológicos que han oscilado desde el rechazo firme a que los trabajadores paguen unacrisis que no han causado, a abrazar los postulados neoliberales de salida de la crisis.

Sin embargo es preciso ser conscientes de que la consideración de las políticas públicas, ymuy especialmente las de carácter social, de su naturaleza, alcance y efectos, precisamenteen tiempos de crisis, suele ser objeto de controversia, cuando no de análisis y planteamien-tos presuntamente teóricos (y realmente ideológicos), que enturbian el carácter radical-mente estabilizador que tales políticas juegan, por su propia naturaleza, tanto en lo quese refiere a garantizar o, al menos, posibilitar, el bienestar de las personas, como, conse-cuentemente, la cohesión social y, de manera derivada, el crecimiento económico a pesarde que, de hecho, únicamente con políticas sociales de carácter marcadamente estructurales posible combinar de manera equitativa y sostenible, crecimiento y desarrollo.

Otro tanto cabe decir de las políticas fiscales: su denominación “habitual” como “cargafiscal” ya pone sobre aviso acerca de su carácter supuestamente “negativo”, a lo quehay que añadir que su actual diseño, lejos de avanzar en una más justa distribución dela riqueza no hace sino profundizar en su distribución desigual, profundizando así en ladesigualdad social, en la creación de zonas de vulnerabilidad y brechas de exclusión.

Más allá del debate conceptual sobre la equidad, lo que importa es detectar la des-igualdad, analizar sus causas y determinar los mejores instrumentos para reducirla.

En realidad son múltiples las manifestaciones de la desigualdad: desigualdades econó-micas de renta y riqueza (en donde puede incluirse la pobreza), la desigualdad entre co-

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lectivos (minorías, género, migrantes...), desigualdades en el acceso a los servicios públi-cos (clara violación de la equidad), las desigualdades intrafamiliares o las desigualdadesterritoriales. Para estudiar la desigualdad y sus mecanismos de corrección, necesitamosir a los análisis de distribución de la renta y de sus causas y al estudio de los efectos delas políticas públicas, singularmente de las políticas fiscales (ingresos y gastos públicos)”.

Ha empeorado especialmente a lo largo del tiempo la distribución de la renta primariaque procede del mercado de trabajo, lo que conlleva como consecuencia de la desigual-dad socio económica, se producen serias desigualdades en el acceso a los servicios pú-blicos. Así ocurre con la educación, los servicios locales, la salud, las pensiones, o elacceso a la vivienda.

En el caso de nuestro país, además, hay que añadir con respecto al déficit social quearrastramos y que se manifiesta, precisamente, en lo que podríamos denominar un “Es-tado Social de baja intensidad”, que, a pesar de los esfuerzos realizados en años preté-ritos, no ha logrado alcanzar, ni en los mejores momentos económicos, las cotas mediasen materia de gasto social con relación al PIB de la Unión Europea; una situación que lacrisis económica no ha hecho sino agravar.

El replegamiento de la política, la regulación implícita desde el “fuera” de los mercadosque está determinando gran parte de las medidas que se toman, incluidas, por supuesto,las de contención del gasto público, pueden y deben ser respondidas desde el sindicato:desde la legitimidad que éste tiene, desde su capacidad real de representación de interesesgenerales, desde la proximidad con sus representados, desde su propia capacidad paraejercer la necesaria pedagogía que renueve y refuerce el discurso de la solidaridad intra eintergeneracional y la cultura del trabajo, desde su perfil sociopolítico, densificando la de-mocracia, dotándola de un mayor carácter inclusivo, un perfil, por otra parte, consustancialal sindicalismo confederal y de clase, desde su dimensión internacionalista, desde la orga-nicidad en la toma de decisiones que permite coherencia en la propuesta y ajuste a la re-alidad concreta en la misma.

Pueden y deben ser respondidas desde un sindicato que no se contenta con analizar larealidad, sino que la comprende y es sujeto activo de cambio.

Cierto es que el sindicato se encuentra con nuevas dificultades para hacer sindicalismocomo consecuencia de la dispersión social que impone el nuevo capitalismo. Pero esadificultad y muchas otras no impiden afirmar que esas nuevas dificultades son, simple-mente, un problema de correlación de fuerzas en un contexto internacional de crisis enlas relaciones del poder global.

Significa que es un fenómeno esencialmente político aunque con profundas raíces eco-nómicas. En la medida en que las formas de apropiación varían, varían las formas de re-sistencia; en la medida en que mutan los poderes empresariales y cambia la organizaciónproductiva, en la medida en que las formas de control social evolucionan cambian lasnaturalezas de los conflictos y la naturaleza de las resistencias.

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La disgregación física, que se suele citar como el principal factor que impide sentirse comogrupo, hace tiempo que solo es una mala excusa. En un mundo de conexiones virtuales,en el que internet se muestra como una oportunidad real para enlazar a infinitas comu-nidades, la separación física no es ya un obstáculo. Lo que falla es la madeja de ideas queproporciona altura de miras al conjunto en forma de un interés más general. Lo que fallaes la capacidad de las ideologías de actuar como cemento y vehículo para explicar lascosas. Es esa carencia la que impide constituirse en una comunidad de intereses.

Pero eso es algo común en la historia: nunca la conciencia de pertenecer a colectivoscon intereses comunes ha surgido espontáneamente de las propias condiciones del tra-bajo, siempre “vinieron de fuera” desde las ideologías.

LA REDEFINICIÓN DEL PAPEL DEL SINDICATO EN RELACIÓN A LACONSTRUCCIÓN DEL INTERÉS GENERAL DENTRO DE LA EMPRESA

Dejar en manos de la dirección, progresivamente identificadas con una lógica sectaria yexcluyente, financiera y cortoplacista, la defensa de la empresa como el resultado de uninterés común, todos estamos en el mismo barco,muestra la dificultad de los trabajado-res para articular respuestas adecuadas ante cada situación.

El sindicato es un sujeto colectivo cuyo hacer consiste, precisamente, en “construir” uninterés general en todos los espacios en los que participa, a negociar con todas las partespara fraguar un proyecto común articulado lo más sólido posible a largo plazo, que tienealgo que ofrecer al conjunto.

Esa actitud en el interés común es indisoluble a la confrontación contra las formas abso-lutistas del poder, contra las políticas que entienden el interés general como forma dejustificar la apropiación del esfuerzo de la mayoría, contra el monopolio de la informa-ción, contra los que desprecian al trabajo y solo desean cabalgar sobre él para extraer elmáximo de beneficios de forma inmediata.

El sindicalismo confederal tiene que aspirar a incorporar a sus bases, a la mayoría de loscuadros de las empresas, que son la expresión de la pluralidad social con la que hay quecontar y de las contradicciones del momento actual que los empuja a ser homogeneiza-dos a la baja.

Los sindicatos, desde una mayor y más extendida presencia en la empresa,deben salir a la sociedad y reorganizar su presencia en todos los espacios verti-cales en los que el debate social existe.

El predominio de la organización territorial sobre la vertical incapacita en algunos sectores(todos los nominados como intelectuales orgánicos) para batallar en la construcción delas ideas que fabrican consenso.

Trabajadores y trabajadoras deben ser capaces de ofrecer una alternativa viable a la so-

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ciedad desde el sistema productivo. El sindicato está obligado a expresarse públicamentecon una síntesis coherente entre la libertad y la intervención, lo espontáneo y lo organi-zado, los impulsos participativos y la funcionalidad de la autoridad. Ello no le alejará delos trabajadores sino todo lo contrario porque significa la defensa de un modo alternativode entender la convivencia que supone, al tiempo, más derechos, más dignidad para eltrabajo y más innovación, bajo una dirección económica coherente y rigurosa.

La actuación en la empresa del sindicato pertenece a la memoria de la organiza-ción sindical y constituye en la cultura del sindicalismo, especialmente del espa-ñol, un elemento básico de identidad del sujeto colectivo.

Esto implica también un redescubrimiento de la importancia de la empresa como ele-mento vertebrador de la acción de tutela de los derechos de los trabajadores. Lo que re-sulta perfectamente comprensible porque la empresa sigue siendo,“el lugar de máximarefracción de las desigualdades y, al mismo tiempo, el lugar donde no es posible abolirlas”.

Son constantes las referencias a la relevancia de la empresa y a la necesaria reconducciónde la acción de tutela de los derechos de los trabajadores en ese ámbito. Se sitúa en pri-mer plano la temática de la participación en la empresa y la necesidad de extender losderechos de información y consulta en la misma, o se recita incluso la importancia deestablecer la responsabilidad social de las empresas.

Las reflexiones sobre la conveniencia de fomentar un tejido productivo sostenible y decalidad desembocan por lo general en una incitación a la acción sobre las empresas,como también la reiterada urgencia para el sindicalismo de atender en su estrategia deacción las “nuevas realidades productivas”.

La acción específica en o desde la empresa permite conceptuar una fase laboral propia-mente dicha de la capacidad de acción del sindicato y de sus planos de intervención enla realidad social que resultan más productivos socialmente y que permite una mejor vi-sibilidad de la capacidad del sindicato de tutelar y representar los intereses de los traba-jadores, y es una condición necesaria para impulsar los procesos de movilización. Enlazaasí el sindicato con su identidad segura, con sus certezas provenientes de su historia yde su cultura.

El discurso sobre una acción sindical centrada en la empresa tiene varias impli-caciones.

Ante todo, repara en una vertiente más reivindicativa en lo concreto de las condicionesde trabajo y de empleo, que obliga a replantearse la utilización de los mecanismos clá-sicos de presión y de negociación de manera encadenada, es decir a una recuperacióndel ligamen nunca perdido entre huelga y negociación colectiva en el ámbito de la em-presa.

Ambas facultades de acción se hallan delimitadas por la inmediación con la relación detrabajo entre empleador y trabajadores en el marco del contrato de trabajo que despliega

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sus efectos en una determinada organización de la actividad productiva empresarial.Además, desde el punto de vista de los contenidos, se presta una atención prioritaria alas circunstancias en las que se desarrolla el trabajo en las unidades productivas, refor-zando en consecuencia el trabajo como preocupación sindical más que el empleo comoobjetivo absorbente de las energías reivindicativas.

De esta forma se refuerza la figura del trabajador con derechos – derechos “viejos” cons-truidos desde la relación salarial fordista y derechos “nuevos” ligados a la persona deltrabajador y a las nuevas identidades que esta figura social incorpora – frente a la delciudadano social, que ante todo se sitúa en el ámbito de la suficiencia de las condicionesde vida y existencia, en el dominio de la reproducción social.

Es por tanto útil reforzar los vínculos que ligan el lugar de trabajo y la empresa como es-pacio de regulación de las condiciones de trabajo y de empleo.

Eso implica que hay que repensar la institucionalización de la acción sindical actualmenteexistente –en los términos en los que realmente se expresa–, es decir tanto el modelodual de representación de intereses en vigor como la propia estructuración interna delsindicato en la conformación de la posición que ocupa la sección sindical de empresa.

Por otra parte, al ser el sindicato un agente de regulación de las condiciones de trabajoy de empleo, y partícipe de las decisiones sobre la organización del trabajo – que siguereclamando el empresario como monopolio suyo -, la concreta administración de estarelación en la empresa requiere una reflexión sobre la red de instrumentos regulativoscolectivos que se vinculen directamente con la empresa como centro de imputación nor-mativa, lo que plantea numerosos problemas tanto en relación con la distribución de es-pacios reales de regulación de las relaciones laborales en la empresa desde fuera de ellacomo respecto del propio uso y “gobierno” sindical de los instrumentos regulativos quese ciñen a este ámbito.

El sindicato ha de tener como objetivo desarrollar una acción sindical que dinamice losnecesarios cambios en la organización del trabajo, re-diseñando o fortaleciendo modelosmás participativos, básicamente entre los trabajadores y trabajadoras en los puestos deejecución de la industria y los servicios.

Esta participación en el diseño de los procesos de trabajo debería incorporar una reflexiónsobre el modelo productivo y las estrategias competitivas de las empresas, pero sobretodo, está incrustada en la consecución de la mejora de las condiciones de trabajo y elfortalecimiento de la presencia sindical en la empresa.

Contrariamente a lo que habría cabido esperar, la evolución de la crisis no se haorientado, como parecía en un primer momento, a una sustancial modificacióndel modelo hegemónico que nos condujo a ella.

Y que se ha venido denominando como modelo “neoliberal”, sino que, paradójicamente,ha venido a revitalizar las fórmulas más rancias e integristas de ese modelo.

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Un modelo que precisa, para su máximo desarrollo, de la desaparición del concepto de“conflicto”, que apela a la supremacía, incluso moral, de lo individual frente a lo colec-tivo.

Una de las “enseñanzas” de la crisis y su evolución, una de las “lecciones” amargamenteaprendidas, es, sin lugar a dudas, el hecho de que el conflicto social no sólo no ha des-aparecido: tan siquiera está larvado, y, a medida en que avanzamos en esa evolución semuestra más descarnadamente: desde su configuración en el siglo XIX como conflictocapital-trabajo, desde su localización como conflicto estrictamente vinculado a la consi-deración del trabajo como mercancía y las relaciones determinadas por esta considera-ción, el conflicto social, lejos de amansarse, ha sido y es impulsor del derecho del trabajo,motor de los derechos sociales

Así, el sindicalismo, debe estar allí donde se dirimen los intereses de la fuerza del trabajo,y aunque ese lugar no es únicamente el centro de trabajo, implica la necesidad de queel sindicato se sitúe con renovada fuerza y protagonismo en la empresa, en el centro detrabajo, abriendo cauces de participación a las mujeres, a los jóvenes, a las nuevas rea-lidades producto de los procesos migratorios, a quienes son víctimas de distintas formasde precariedad, abriendo cauces para la revitalización de la acción sindical en la empresa,que no es otra cosa que el lugar en el que se hacen efectivos los cambios; por tanto, esel lugar donde también se han de hacer efectivos los nuevos retos que el sindicalismotiene ante sí.

Y eso quiere decir, ante todo, que la función esencial del sindicalismo, hoy como ayer,continúa siendo la misma, si bien que inclinada en una configuración de la realidad,como decíamos, distinta, sistémica, lo cual no resta un ápice de vigencia a las exigenciasbásicas que el sindicalismo debe hacerse a sí mismo.

Desafíos que tienen relación también con la transnacionalización de las empresas, mien-tras los espacios sociolaborales se ubican en los ámbitos locales, una segmentación cadavez más fuerte del mercado de trabajo, el desempleo y la precariedad. La precariedadlaboral produce desigualdad social, desarticula y dualiza el mercado de trabajo; cuestionalos derechos individuales y colectivos, desestabiliza el funcionamiento de buena partede las instituciones y amenaza en fin la cohesión económica y social de un país. Hay queevitar que la precariedad se convierta en un instrumento para la competitividad.

Así mismo los cambios en la propia organización del trabajo y un fuerte cuestionamientode los mecanismos de dialogo social, que es considerado por los sectores neoliberalescomo un lastre para el desarrollo económico que hay que arrojar por la borda.

Estamos partiendo de los profundos cambios que se vienen produciendo en lasrelaciones laborales, en los ámbitos de decisión en los sistemas de redistribucióny protección social.

Tiene mucho que ver con el papel que ha de jugar el sindicalismo, con su capacidad re-presentativa, afiliativa y de intervención también.

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Cambios en la empresa, lugar en el que ciertamente se hacen efectivos los nuevos retosy que obligan a poner especial énfasis en situarla como eje central de la actividad sindical,avanzando en el gobierno democrático de las relaciones laborales, cambios que requierenganar nuevos espacios de intervención, que tienen todo que ver con los sistemas de pro-tección social, con la política educativa, con la sanidad, con las pensiones, con los servi-cios públicos….

Llevamos tiempo debatiendo de la creciente internacionalización de la economía, juntoa ello hemos venido reflexionando sobre la necesidad de hacer una fuerte apuesta porel sindicalismo europeo.

Ahora bien, y al objeto de no reproducir frases muy manidas, la clave está en abordar enprofundidad y de la manera más clara posible, cómo avanzar organizativa y estratégica-mente en las respuestas necesarias e intervención suficiente, para gobernar sindicalmentey de manera efectiva la totalidad de los cambios, su simultaneidad, y el tiempo en queéstos evolucionan, se modifican y transforman incluso drásticamente.

En este sentido, se hace cada vez más imprescindible abordar temas referidos a los ám-bitos supranacionales de negociación colectiva, al papel también de los Comités de Em-presa Europeos, y a los espacios contractuales que están llamados a ocupar, si noqueremos que languidezcan como meros receptores de información. Igualmente se hade avanzar en definiciones sobre el nivel de organización concreta de los trabajadores aescala europea y mundial.

SINDICALISMO, ACCIÓN SINDICAL Y PARTICIPACIÓN

Para influir, se ha reiterado en numerosas ocasiones, el sindicalismo debe estar organi-zado atendiendo a las estrategias empresariales, a su nivel de organización, no sólo alos espacios contractuales definidos, sino también a los que están por crear y que desdeel movimiento sindical queremos impulsar.

Es imprescindible que el sindicalismo se nutra de su propio conocimiento, que sea capazde aglutinar sus propias experiencias, de desbrozarlas de sus elementos casuísticos y ar-ticularlas en un planteamiento general. Pero para ello el sindicalismo tiene que reforzar(y tal vez reformular) sus pautas y sus mecanismos de vinculación con la afiliación, endefinitiva, tiene que fomentar, de manera decidida la participación de su afiliación y ha-cerlo no sólo para tomar decisiones, siendo esto imprescindible, sino fundamentalmentepara elaborar propuestas.

Este llamamiento a la participación cuenta, sin embargo, con afrontar otro gran desafíopara el sindicalismo; un desafío que podemos caracterizar como la superación de uncierto alejamiento de determinados colectivos de trabajadores y trabajadoras respecto alas estructuras sindicales.

Por consiguiente, es prioritaria la recuperación de la política y de la cultura como ele-

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mentos centrales del discurso sindical, hay que seguir batallando por hacer realidad ladefinición teórica de sindicato confederal. Y hacer frente a esa prioridad sindical requiere,con urgencia y con intensidad, situar la participación en el centro del discurso y de lapráctica sindical. Hay que entender esto bien: no quiere decir que hablemos de la parti-cipación: quiere decir que la construcción misma del discurso sindical debe sostenersesobre la participación, que el discurso sindical es ya, de suyo, un compromiso de la or-ganización con su afiliación, con los trabajadores, porque si no lo es, no son más quepalabras.

La práctica sindical, los modos de hacer del sindicalismo, los procesos de movi-lización, de negociación, las tomas de decisión, precisan de un proceso de cons-trucción participada que es lo único que legitima la representación.

Sin duda son temas que tienen una repercusión importante respecto de la estrategia sin-dical en la empresa y al papel del sindicato dentro de ella, y que habrá que ir definiendo,pero hay que incorporar esa dimensión al sindicalismo en su elaboración cotidiana, co-menzando por abordar desde la propia negociación colectiva una revisión de los ámbitosde negociación, de los funcionales ante todo, pero también de los territoriales, prestandoespecial atención a los procesos de segregación de empresa, al objeto de la que nego-ciación colectiva dé respuesta a espacios actualmente desprotegidos. No se trata de crearnuevos ámbitos de negociación que acentúen la dispersión actual, sino más bien al con-trario, de contener los ámbitos de negociación al tiempo que se amplía su cobertura.

El sindicato no puede ser concebido como un mero movimiento de protesta. El sindicatoha de tener capacidad de gobierno de las relaciones laborales, de la protección social...,es por ello por lo que el sindicato gobierna desde el acuerdo, interpretando bien el con-flicto, porque ese y no otro es el ámbito donde puede influir para cambiar las cosas, por-que o se gobierna desde el acuerdo, reforzando la capacidad contractual, o se gestionamás mal que bien lo que se decide desde otras instancias favoreciendo otros intereses.

Ello exige de una acción sindical multidireccional, que no unidireccional, además de su-pranacional, que no renacionalizadora. El sindicalismo debe asumir que en un mundocada vez más interdependiente, los derechos sólo pueden defenderse haciéndolos ex-tensivos a los demás.

Dicho de otro modo: el sindicalismo tiene que impulsar su propia capacidad de negocia-ción más allá de las fronteras nacionales; también su propia capacidad de movilización.El sindicalismo, por tanto, tiene ante sí el desafío de articular su auténtica dimensióntransnacional, lo que influye de manera determinante en cómo debemos concebir lasorganizaciones sindicales de carácter nacional.

EL SINDICALISMO CONFEDERAL

Una concepción que debe bascular sobre el principio de la confederalidad, en el buenentendimiento de que el término alude no a una estructura, por tanto a un entramado

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lógico más o menos flexible, sino a una organización, esto es, a una articulación viva,orgánica en este sentido, con intereses compartidos, equilibrada, racional.

Un protagonismo que debe crecer no sólo en intensidad, sino también en extensión,abriendo camino a nuevas formas de participación de los trabajadores en la empresa, loque debería llevarnos a plantear, en última instancia, cuál ha de ser el modelo deseablede “gobernanza de la empresa”, lo que se traduce por dar solución al reparto de funcio-nes entre los distintos componentes que la configuran, determinar las funciones que enla misma deben asignarse a la propiedad (titulares del capital, accionistas) y a los demáselementos que la componen (trabajadores, clientes y suministradores, así como tambiéna los consumidores), teniendo además en cuenta el interés social y ambiental que la rodea.

Para el sindicato la proximidad al colectivo joven, se convierte en un autentico reto, enla empresa y fuera de ella, con quien tiene empleo y con quien no lo tiene, llegando portanto también a los centros educativos, buscando formulas organizativas que favorezcansu incorporación al sindicato y que sirvan también para transversalizar las políticas conrelación a la población joven, integrándolas en el conjunto de la actividad del sindicato.

La necesidad de más sindicato en la empresa para que haya más sindicato en lasociedad, no implica políticas ni acciones contradictorias, más bien al contrario,son caminos complementarios, porque la fortaleza del sindicato en la empresalo hace más fuerte en la sociedad.

El sindicalismo y la acción sindical se deben alejar de cualquier reduccionismo del trabajoque lejos de fortalecerse en lo específico, en las reivindicaciones concretas, lo que conllevaes al alejamiento, cuando no a la ruptura, con los espacios sociales donde se dilucidanlos salarios indirectos y los derechos. Ese reduccionismo terminaría por condicionar,cuando no limitar, las líneas de acción sindical que se pretenden fortalecer. En un esce-nario de creciente complejidad y dureza como la actual, el sindicato no puede tender auna simplificación de su actividad.

El sindicato es una formación social que aspira a representar tanto a los empleados comoa los desempleados, tanto a las personas que se encuentran insertas en una relación la-boral activa, recomponiendo las fracturas y segmentaciones al que le condena la relaciónproductiva dirigida por el empresario, como a aquellas otras que más allá de las fronterasdel empleo activo, no encuentran trabajo, no pueden trabajar o han salido definitiva-mente del mercado laboral. Su relación de interlocución se hace más compleja al afron-tarse tanto frente al empresariado en sus diversos grados de representación, como frentea los poderes públicos.

El sindicalismo tiene la misión de modificar la realidad para mejorar las condiciones detrabajo y de vida de los trabajadores y trabajadoras. Esa misión sólo puede cumplirse sihacemos frente a la realidad tal y como ahora es, y eso quiere decir hacer frente tambiéna los profundos cambios que la configuran en su raíz, a través de una estrategia sindicaldefinida y flexible a la vez, cuyo objetivo central debe ajustarse estrictamente a unaúnica premisa: “intervenir para transformar”. Este propósito nos aleja del camino con-

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trario, puesto que un sindicalismo que se limitara a actuar en la superficie de los cam-bios, para gestionar bien o mal sus consecuencias, sería un sindicalismo impotente yresignado.

El sindicato defiende intereses y derechos y se fortalece en la medida en que escapaz de articularlos.

Un sindicato de carácter general, que como sujeto social, potencia valores y pautas deactuación en los espacios territoriales, sociopolíticos y socioeconómicos, que en un es-cenario de continuo cambio y ante un mapa laboral cada vez más heterogéneo. En lamedida en que todos estos espacios siguen siendo soporte de la actividad productivason parte de una acción sindical que supera los límites de la empresa, precisamente por-que los interpreta y comprende como parte de los cambios que se están produciendoen la misma empresa.

Pero el sindicato no puede limitarse a abordar una estrategia meramente defensiva enmateria de derechos, debe acometer también trabajos de prospectiva, elaborar propues-tas de futuro. Debe asumir que en un mundo cada vez más interdependiente, los dere-chos sólo pueden defenderse haciéndolos extensivos a los demás.

Un sindicato de carácter general debe aspirar a representar al conjunto diversoy cambiante de los trabajadores y trabajadoras.

En esto consisten hoy las señas de identidad del sindicalismo confederal y del sindicalismode clase.

Estamos ante una ofensiva contra los trabajadores y sus derechos, contra el sindicalismode clase, de carácter global y local que, con todo, no debe sorprender, pues constituyeuna expresión más del conflicto social y como tal hay que afrontarla, ni tampoco debeoperar como discurso autocomplaciente que oculte la revisión de errores propios déficits,y debilidades.

No debe sorprender…, pero debe ocupar al sindicalismo, en la medida en que lo que laspersonas perciben como real, es real en sus consecuencias…, es decir, que las percep-ciones sociales sí importan y acaban condicionando el comportamiento de las gentes.

Hacer frente a dicha campaña de deslegitimación, exige revisar (y renovar) estrategiastanto en el ámbito de la acción, del saber hacer (presencia e intervención cotidiana enlos centros de trabajo, en la sociedad, negociación colectiva, asesoramiento, represen-tación institucional) como de la opinión, del hacer saber (estrategia de comunicación,creación de imagen y opinión, intervención en las redes sociales).

Una estrategia comunicativa que pretenda hacer frente a las campañas de deslegitima-ción y poner en valor la función sindical, debe atender no sólo a la renovación de losmensajes sino a la adecuada utilización de los canales y la articulación entre los emisoresinternos y externos. Para este objetivo la formación del conjunto de las estructuras sin-

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dicales es un elemento clave, no solo para comunicar sino para poner en valor la funcióndel sindicato, en primer lugar en los centros de trabajo.

La canalización del conflicto social se materializa tanto a través de la movilización sindicalcomo de una participación ciudadana de origen muy variado y heterogéneo, donde cabedestacar la necesidad de entablar un diálogo permanente de cara a crear una suerte defrente común con que abordar a los ataques que el Estado Social.

Nos estamos refiriendo a las relaciones que, en el marco español, vienen estableciéndoseentre movimiento sindical y movimientos sociales.

Sindicalismo y movimientos sociales son dos formas de entender el conflicto,de abordar lo político y, sobre todo, de dar cauce al mismo para su resolución,en la medida en que los movimientos sociales no aspiran a gestionarla.

De ahí que la convergencia con aquellos movimientos sociales que coincidan con la de-fensa de los intereses generales de clase que son consustanciales al hecho sindical nodeba convertirse en un condicionante para la estrategia del sindicato, ni en términos demovilización, ni en términos de acuerdo, ni en términos de gestión, sin olvidar que losmodelos de organización sindical son un factor fundamental que influye en la evoluciónde los sindicatos frente a los cambios económicos y sociales.

Y eso quiere decir, básicamente que, sin abandonar los principios que le hicieron nacer, elsindicalismo tiene que dotarse de nuevas estrategias, nuevos mecanismos organizativos,nuevas pautas de actuación sindical, nuevos ámbitos de intervención que, de un lado, lepermitan dar la respuesta necesaria y efectiva para garantizar el gobierno de la totalidadde los cambios que hasta ahora se han producido y que continúan produciéndose de ma-nera acelerada y en un entorno que también se difumina y complejiza muy rápidamente.

Por eso la cultura sindical debe partir de una premisa básica: la de la proximidad, unaproximidad que no implica la desvertebración de las organizaciones, pero que sí exigesu versatilidad, flexibilidad y capacidad de adecuación a lo concreto que siempre es di-verso y plural; una proximidad que exige centralidad en los objetivos, organicidad en lasdecisiones, articulación de las estructuras, y autonomía creciente en la gestión.

Solo puede haber por tanto sindicato si se hace sindicalismo y ello exige alejarsede la cultura de lo fugaz.

Afrontar estos retos que, no son sólo retos de futuro, sino fundamentales retos de pre-sente, exige una reorganización de la clase trabajadora, y para ello es imprescindible larevitalización del sindicalismo confederal. Una revitalización que incluso tiene que vercon la propia organización y articulación del sindicalismo, en definitiva, con lo que enesencia es la confederalidad.

Son tiempos en los que hay que robustecer la relación democrática del sindicato con lostrabajadores, generando las formulas de participación más eficaces, estableciendo es-

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tructuras sólidas por abajo, en los que el sindicalismo tiene que ser capaz de integrartodo lo diverso que esta emergiendo, tiene que hacerse cargo de resolver la tensión entrelo general y lo especifico que aflora en esa diversidad, entre igualmente lo global y lolocal.

Es necesario seguir profundizando en el papel del sindicato como interlocutor en la em-presa, y fuera de ella. Hay que plantearse abordar los necesarios procesos de co-decisiónen la empresa y hacer más eficaces los procesos de negociación social y laboral fuera deella. El sindicato ha de ser por tanto un interlocutor decisivo en lo micro y en lo macro.

Y es esta reflexión la que lleva a plantear la necesidad de alejar al sindicalismo de la rutinay del cortoplacismo, para generar mayor capacidad de iniciativa y de propuesta, paraabordar una agenda, que en sus primeras paginas consigne algunas de las tareas queen estos momentos están pendientes en el terreno sindical, donde incluye lo organizativo,porque forma parte de él, y que tienen que ver con los trabajadores y trabajadoras cuyascondiciones de empleo, salariales y de trabajo se están precarizando de manera peligrosa,empujando, del propio movimiento sindical dependerá que sea reversible, a una cadavez más amplia individualización de las relaciones laborales.

Es más actual, sin embargo, comprobar cómo los cambios en la organización empresarialy la acción combinada de la privatización y la externalización de los servicios “esenciales”no sólo han generado cambios importantes en las formas de acceso a los derechos sa-tisfechos a través de éstos, sino en las formas del conflicto, mucho más “horizontales”o “segregacionales” que los antiguos conflictos “generales”, lo que a su vez induce aun debilitamiento de la solidaridad y de la igualdad como motor del conflicto.

FORMAS NUEVAS Y VIEJAS DE EXPRESIÓN DEL CONFLICTO

De otra parte se constata desde hace mucho tiempo la especialidad de la organizacióndel servicio en la determinación del alcance del conflicto. Es más actual sin embargocomprobar cómo los cambios en la organización empresarial y la acción combinada dela privatización y la externalización de los servicios “esenciales” no sólo han generadocambios importantes en las formas de acceso a los derechos satisfechos a través de éstos,sino en las formas del conflicto, mucho más “horizontales” o “segregacionales” que losantiguos conflictos “generales”, lo que a su vez induce a un debilitamiento de la solida-ridad y de la igualdad como motor del conflicto.

En ese sentido, el auge de otras formas de protesta, no reconducibles al concepto dehuelga como abandono colectivo y concertado del trabajo es una tendencia crecienteque tiene que ver con la eficacia última de la medida de presión en contextos de trabajosmás cualificados y posiblemente en mejores condiciones de negociar sus condiciones detrabajo.

También, con carácter general, el desplazamiento indirecto de la eficacia del conflictodel área de la producción al espacio de la comunicación como forma de incidir sobre

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una opinión pública que se percibe determinante en el éxito o en la aceptación de lasreivindicaciones sostenidas mediante la huelga.

El desplazamiento al espacio de la comunicación de una parte de la presión de los tra-bajadores como condición de eficacia de la misma repercute necesariamente en la prác-tica sindical, obligándole a “sacar” del ámbito de los lugares de trabajo la efectividad delas medidas adoptadas, o al menos, a “compartir” el lugar del conflicto: del espacio dela producción al espacio de la comunicación. Tradicionalmente este ligamen se hacía através de la “salida” del conflicto a la calle a través de manifestaciones o las marchasdesde los lugares de la empresa a la ciudad en la que se encuentran los centros de deci-sión económica.

En el espacio global se va delineando progresivamente con más fuerza una fi-gura decisiva, el sindicato como representante global de los trabajadores.

Teniendo en cuenta que en este siglo nuevo es en el que más trabajadores asalariadosexisten en el planeta, incluido desde luego la diferenciación entre economía regular eirregular: más de tres mil millones de asalariados.

Por eso hay que situar al sindicalismo español, ante las salidas de la crisis y la formulaciónde un claro proyecto de cambio y de reforma de las estructuras institucionales comoforma de encarar correctamente, desde la perspectiva de defensa de un trabajo con de-rechos, una salida a la crisis alternativa al modelo neoliberal que se ha impuesto y querequiere necesariamente un acción general y desde luego europea en una direccióncomún y coordinada.

Hay que interrogarse sobre el rol del sindicalismo europeo y nacional frente a la crisis ya las reformas planteadas, preguntándose además sobre las acciones globales que el sin-dicalismo puede emprender frente a la crisis, como la CES ha emprendido a partir delCongreso de Atenas.

En época de crisis de forma especial, pero con carácter general, el sindicalismo europeo–como el que se desenvuelve a nivel global– tiene que poner las bases de una accióncolectiva que movilice a una gran parte de los trabajadores en torno a un proyecto deregulación más justa y más igualitaria.

Esto necesariamente lleva aparejada la necesidad de plantear formas de presión y demovilización a nivel transnacional, entre las cuales sigue siendo imprescindible la abs-tención del trabajo que significa la huelga como medio de acción sindical. u

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