un ancashino con mente universal
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Semblanza sobre el historiador, maestro y diplomático peruano, Félix Álvarez Brun.,TRANSCRIPT
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Un ancashino con Mente Universal
(Brevísima semblanza del Historiador, Maestro y
Diplomático, Félix Álvarez Brun)
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RECONOCIMIENTOS
1: Si no fuera por la sugestión de la doctora Olinda Gálvez Paredes,
representante de la ciudad de Pallasca en el Club Áncash,
probablemente esta brevísima semblanza no hubiera sido redactada. A
ella nuestra gratitud.
2: El título de la presente semblanza se lo debemos al recordado
Maestro Luis Alberto Sánchez, quien escribió –respecto de Ancash,
una historia regional peruana- lo siguiente: “…libro de un historiador
enamorado del paisaje, de un ancashino con mente universal.”
Un ancashino con mente universal
© Bernardo Rafael Álvarez
© Cactus Ediciones
Pacaamayo 516 – 301, Callao
e-mail: [email protected]
Hecho en Lima, Perú
Año 2004
Depósito Legal 0701012004-6364
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Es considerado por la prestigiosa Enciclopedia
Lexus, de Colombia, como uno de los “grandes forjadores
del Perú”.
Nació en la ciudad de Pallasca1. Hijo (el
penúltimo de los varones) de don Manuel Jesús y doña
Alejandrina. Sus estudios primarios los cursó en la
Escuela 293, a cuyos profesores –maestros, en realidad-
siempre recuerda con cariño: Alonso Paredes, Miguel
Elías Villavicencio y Víctor Arnoldo Ramos2. Aún púber y
“primarioso”, puso de manifiesto su inteligencia e
inclinación por los estudios aunque, como él mismo llegó
a reconocer, fue tal vez el más inquieto y travieso de los
alumnos; no obstante lo cual, y por justificadas razones,
fue invitado a impartir durante una corta temporada,
lecciones referidas a astronomía en la escuela de mujeres
1 “…un pueblito de la sierra ancashina, poco favorecido por la
naturaleza –ya que sufre la escasez del líquido elemento para regar sus
chacras y calmar satisfactoriamente la sed de sus pobladores -, pero es
bello, saludable y acogedor: por sus paisajes infin itos, por su clima y
por el calor imantado de su gente, que es capaz de atraer al más distante
de los humanos, convirtiéndolo en huésped perpetuo de su corazón,”
(B.R R. Álvarez: Historia de un eclipse, 2001) 2 Félix Álvarez Brun: Sierra de mi Perú, 1998.
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de la localidad. Su vocación docente, aún niño,
comenzaba a exteriorizarse.
La educación secundaria la inició y continuó,
hasta el cuarto año, en el Colegio Nacional San Juan de
Trujillo, culminándola en el Colegio Nacional Nuestra
Señora de Guadalupe de Lima. En esta etapa, su interés
por la cultura, venido desde la niñez gracias a que fue
contagiado por su padre –lector cotidiano e impenitente-,
iba acrecentándose
Al empezar la década del 40, ingresa en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos y sigue
estudios en la Facultad de Letras, convirtiéndose en uno
de los más conspicuos discípulos de eminentes
catedráticos e intelectuales de la talla de Julio C. Tello, el
padre de la arqueología peruana, y Raúl Porras
Barrenechea3, historiador, maestro y diplomático de
sobresaliente relevancia quien, con la perspicacia que le
era inherente pudo reconocer en su alumno las
3 También a Luis E. Valcárcel, Mariano Iberico, Jorge Basadre…
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excepcionales cualidades y los méritos por los cuales la
Universidad de San Marcos lo convirtió en auxiliar de la
cátedra de Historia del Perú -Conquista y Colonia- que
dictaba el prestigioso maestro. Poco tiempo después, la
Cancillería lo incorporó como Ayudante en la Dirección de
Asuntos Culturales. Para entonces, ya se había
matriculado en la Facultad de Derecho
Unos años después, en 1948, el maestro
Porras es designado por el Presidente José Luis
Bustamante y Rivero, a la Embajada del Perú en España
y su delegación, integrada, entre otros, por Manuel Mujica
Gallo y Guillermo Lohmann Villena, también contó con la
presencia del destacado estudiante de Letras y de
Derecho, que viajó en la condición de Tercer Secretario
del Servicio Diplomático. Esta misión duró poco: todos
sus miembros solicitaron su pase a disponibilidad, o se
retiraron, como protesta por el agravio a los símbolos
patrios en el Consulado de Valencia y la pusilánime e
indecorosa actitud del gobernante que hacía poco había
asumido el poder derrocando al Mandatario
democráticamente elegido. Es decir, la decisión de dar
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término a la misión y emprender el retorno, se hizo –como
no podía ser de otro modo- en olor de patriotismo y
dignidad.
Su corta permanencia en España, sin embargo,
le permitió al joven intelectual pallasquino vivir dos
experiencias valiosísimas: escuchar, con provecho
superlativo, las lecciones que el más egregio filósofo
español, José Ortega y Gasset, dictaba en el Instituto de
Humanidades de Madrid; y, codo a codo con el doctor
Porras, desempolvar legajos, de difícil lectura -que
pudieran haber sucumbido víctimas del tiempo, la
humedad, las polillas y los roedores-, desentrañando,
gracias a su destreza en la tarea heurística y paleográfica,
invalorables informaciones de primera mano acerca de la
vida del Inca Garcilaso de la Vega en Montilla, ciudad que
cobijó, anónimamente, al autor de Los Comentarios
Reales durante treinta años.
Tras su regreso a la Patria se graduó en
Historia y posteriormente en Derecho, obteniendo en
ambos campos el doctorado respectivo. Ya dictaba
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cátedra en San Marcos y, desde cerca de diez años atrás,
clases de Historia en el Colegio Nacional Alfonso Ugarte;
y, después, en la Pontificia Universidad Católica del Perú,
el curso de Historia del Derecho Peruano.
La Historia, disciplina a la que se dedicó con
entusiasmo y acendrado cariño, comenzaba ya a dar sus
frutos y reconocimientos. En 1955 se hizo merecedor del
Premio Nacional Inca Garcilaso de la Vega, por la
biografía de José Eusebio de Llano Zapata y, luego, por
su trabajo titulado La Ilustración, los Jesuitas y la
Independencia Americana, fue galardonado en el
Premio Javier Prado con publicación de la obra por el
Ministerio de Educación. En mérito al valor de su
desempeño intelectual, llegó a ser incorporado como
miembro de número de la Academia Nacional de Historia
y de la Sociedad Peruana de Historia, y elegido
Presidente del Instituto Raúl Porras Barrenechea, Centro
de Altos Estudios e Investigaciones Peruanas de la
Universidad de San Marcos, entre otras Instituciones e
importantes Comisiones, como la Comisión Peruana de
Alto Nivel para el Patrimonio del Mundo, gracias a cuyas
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gestiones la UNESCO reconoció como patrimonio
mundial a Machu Picchu, a Chavín de Huántar, al Parque
Nacional del Huascarán y a otros monumentos y
santuarios que son riqueza inalienable e irrepetible de
nuestro país4.
Como diplomático, ha sido condecorado con la
Orden del Sol del Perú, Orden San Carlos de Colombia,
Orden Vasco Núñez de Balboa de Panamá, Caballero de
Madara de Bulgaria y La Gran Cruz de Plata de Austria,
habiendo cumplido a cabalidad y con prestancia las
representaciones como Delegado Alterno ante la
UNESCO y Embajador ante Panamá y Bulgaria, y dirigido
la Academia Diplomática del Perú.
Por su destacada trayectoria docente, fue
distinguido como profesor emérito de la Universidad
4 Ha desempeñado, igualmente, el cargo de Secretario General de la Comisión Nacional del V Centenario del Descubrimiento de América y
la Presidencia de la Comisión Nacional del Centenario de Víctor Andrés Belaúnde.
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Decana de América y reconocido por el Estado peruano
con las Palmas Magisteriales, en el grado de Amauta.
A toda esta apretada e incompleta reseña de la
vida y obra de nuestro ilustre paisano, hay que sumar el
hecho de que a él se debe más de una veintena de
obras, entre las que merece ser destacado, por lo valioso
para nosotros los ancashinos, el libro Ancash, una historia
regional peruana que es, probablemente, el trabajo más
riguroso, integral y bello que se haya escrito sobre el
pasado fértil de este Departamento cuyo Club
representativo en la Capital, como muestra de gratitud y
dignidad, debiera reeditar.
Pero no podemos dejar de mencionar, porque
forma parte insoslayable de su existencia, que cuando
terminaba la década del 50 y poco antes de fallecer el
doctor Porras –que fuera su más entrañable maestro,
consejero y amigo-, contrajo enlace matrimonial con quien
es el amor de su vida, Dora Espejo Fernández, la querida
Dorita.
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La vida y obra, altamente meritoria, que honra
y debe enorgullecer a los ancashinos y a la cual se ha
dedicado esta brevísima semblanza, corresponde (¿a
quién más?) al “erudito, historiador y varias veces
académico”5, que es sin duda uno de nuestros valores
nacionales, el doctor Félix Álvarez Brun , quien “con la
capacidad de síntesis y el sentido de emoción peruanista”
-que elogiara Aurelio Miró Quesada6- ha señalado,
lúcidamente, que el Perú es “una continuidad en el tiempo
y una totalidad en el espacio, dentro de cuyos parámetros
se entretejen todas aquellas virtudes, defectos y
esperanzas que constituyen nuestra personalidad
nacional.”7
5 Carlos Eduardo Zavaleta: Discurso de recibimiento, como nuevo
Académico, en el Instituto Ricardo Palma. 6 Aurelio Miró Quesada en: Perú: presencia e identidad, Lima, 1992.
7 Ob. Cit.
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