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í ROUTE, hebdomadaire de la (J¡.3&.£. en (jfiuuwe Année Vil Prix 15 francs 312 23 SEPTIEMBRE 1951 Rédaction el Adminlstralion 4, rué Belfort. 4 — TOULOUSE (Haute-Garonne) §ico¿ a G'ahL» r Beaaig.e¿ C.C. Postal N- 1328-79 Toulouse (Hfe-Gne) OFOOO / R3N3 \ A. ViLAÜOT ó^QCLru^ de la cíe ¿/¿ce ¿j^ae taá puebLúá tie- nen ida g&kieznúiá que áe me- recen. ¿G5ienen ida aúbietn&á metecideá a ¿uá puebldé? ^e áet aéi n& exiátitian i&á g&kiezn&é: hubieran perecida eát&á traumáticamente. UH LUGAR PARA CAUA CUSA Y CADA COSA EN SU LUGAR Esta debe ser nuestra divisa. Nada de confusiones, que conlle- van siempre una pérdida lastimosa de energías y de tiempo. Y el tiempo cuenta. Ya no sólo para los ingleses, sino mayormente para los jóvenes. Hay que terminar con la dualidad de funciones. No se es más hombre por el hecho de imitar a los hombres: fumando, cultivando el bigote o escupiendo por el colmillo. No existe una línea divisoria que fije matemáticamente donde empieza el adulto y donde fine el mozalbete. La mayor parte de las divisiones absolutas son ficticias. Pero existe una división racional del trabajo con arreglo a ciertas aptitudes y a la gama de los temperamentos. No debemos echar som- bre nuestras espaldas una carga que sobrepase nuestra capacidad de resistencia. No se es anarquista porque se es vivo de genio o pronto a la resolución extrema. El anarquista no fuma pólvora ni duerme en los cementerios ni se come a los niños crudos. El joven capaz de comprender esto comprenderá también que no se adquie- ren ciertas patentes bombeando el pecho y dándoselas de matasie- te. Que el refugio a los predios tranquilos de la capacitación, que la adquisición por propio impulso de una cultura sólida por lo va- riada, no es una vergüenza ni una cobarde deserción. Que se puede pertenecer a la F.I.J.L. y otras ramas hermanas sin necesidad de concurrir a la reunión de las siete, a la de las ocho y a la de las nueve para escuchar o entonar la misma cantilena. Dividir el tiem- po para hacer los mismos o parecidos trabajos es un contrasenti- do : una falsa división aritmética. Hay que darle a la F.I.J.L. una personalidad, no precisamente reivindicando para ella—por delirio de grandeza—funciones que no le pertenecen y que otros realizan «son competencia. Compenetrémonos con nuestro papel; tomemos conciencia de nuestra misión y observemos el ancho campo de nuestras posibili- dades. Estas son infinitas y nada despreciables: Ganar a los jóve- nes para la causa de una nueva generación. Educarles educándonos al mismo tiempo. Iniciarles en el ambiente de fraternización. Des- pojarles de la pedantería, tan frecuente en nuestra condición inter- media. Poner freno a la venalidad tornadiza que es la falta de per- sonalidad. Prepararles para el mañana alentando sus disposiciones naturales o espontáneas que emanan directamente del sumo de no- bleza, dinamismo y abnegación que es todo joven Sin entregarles a dómines ceñudos, autoritarios de siete suelas, aun en nombre de ¿.nncipios muy sagrados. Renunciando a imponer nada como se im- pone una cuña, con violencia y desgarros. Demostrando, que la anarquía no es una nueva religión con ritos, Ídolos y pendones, sino una vía libre que cada cual es libre de tomar o dejar en su sitio. Si sabemos que esta sociedad es mala y que apenas es sociedad, sino un campo de Agramante o una vasta Sierra Morena, debemos saber, también, que no es posible construir nada nuevo con materia- les viejos o de derribo. Y que estos materiales podemos serlos nosotros mismos aplicando el principio de la división racional del trabajo; sin Inecesidad de someternos a ayunos y penitencias vegetarianas; sin necesidad de insultar a los que andan más despacio o prefieren per- manecer sentadas; sin pretender forzar la máquina más allá de lo debido, es decir, hasta la explosión catastrófica. Que no por mucho madrugar amanece más temprano. TIEMPO ¥ JUVENTUD POR UNA PREPARACIÓN CULTURAL EFICIENTE Hay opiniones que, a fuerza de ser repetidas una y otra vez, co- bran carácter de lugar común y, a la postre, son leídas o escucha- das con la misma indiferencia con que se escucha la chachara, casi siempre insulsa, que suele prodigarse en las barberías. Algo de ello acontece con las frecuen- tes exhortaciones, verbales o es- critas, que se hacen relacionadas con la necesidad de poner empe- ño en la propia capacitación. Se insiste en tan apremiante cues- tión, pero a nadie se le escapa que los resultados no son tan fructuosos como deberían de ser. Y bien, si en verdad queremos tomarnos en serio las ideas, y justo es que asi las interpreten, a partir de la edad juvenil, cuan- tos a si mismos se han confesa- do tenerlas afecto, sobrenten- diéndose con ello el no hacer de ellas voluble y pasajero capri- cho de la imaginación, se ha de abordar, con ánimo decidido, lo que es o puede ser esencia de las mismas. En este caso concreto: la necesidad de que en el ambien- te libertario se lleve a efecto una activa labor de cultura y capaci- tación ideológica. Empresa que reviste singular importancia en lo concerniente al ambiente juve- nil, pues en él están las esperan- zas del mañana, del futuro de nuestras ideas. A los compañeros en general ha de ser grato que las Juventu- des Libertarias propugnen y lle- ven a cabo lo pertinente para crear, entre sus cuadros de mili- tantes, una cultura de base y con solidez de conocimientos. Hacer, en suma, lo necesario pa- ra la preparación intelectual de cuantos en ello pongan especial voluntad y aplicación. Pocos son los que en los me- dios libertarios han gozado la posibilidad de tiempo y medios económicos; los que no han teni- do la preocupación de acuciantes necesidades de orden material para poder cursar estudios uni- EL TIN POSIBLE de íiueátta §nund& LGUNOS astrónomos, en- tre los que podemos citar a Hartmann, han obser- vado la aparición repentina de al- gunas estrellas llamadas «novas»; han visto también que otras es- trellas se inflamaban repentina- mente, se «hinchaban», hasta lle- gar a tener un diámetro más de doscientas veces mayor que su diámetro primitivo, para irse apa- gando después poco a poco, hasta desaperecer. Y explican esos fenó- menos por medio de la teoría si- guíente : Por razones hasta ahora desco- nocidas, el enorme globo de gas inflamado de que se trata, rompe su equilibrio interno; la presión interior, la presión de radiación, aumenta tanto que el sol se «hin- cha», e incluso las capas de gas de la superficie son forzadas y ex- pulsadas a lo lejos. La estrella no queda completamente destruida ; liberada de la presión enorme, se «concentra» en ella misma, pudié- ramos decir. Dichos astrónomos, creen que todos los soles tienen que atravesar por una fase de ese género en el curso de su desarro- llo. ¡Qué imagen más fantástica para explicar el fin posible de nuestro mundo! Figurémonos a nuestro viejo Sol de bendición, al dios inflamado que vivifica a la Tierra, «engordando», «engordan- do» bruscamente; su masa abra- sadora «desprendiéndose», co- rriendo hacia nosotros a una ve- locidad de varios cientos de kiló- metros por segundo; y la Tierra en fin envuelta en nubes ardien- tes, pulverizándose; todo el es- plendor de aquí abajo hundiéndo- se en medio de un inmenso cru- jido, como esas castañas que se ponen a asar entre las brasas. Cuando una «nova» se enciende a lo lejos, asistimos tal vez sin darnos cuenta al pavorosofinde un mundo. Que nos sirva de con- suelo el saber que la pesadumbre que pudiéramos experimentar se- ria algo tardía, ya que el mensaje GARCÍA-MIRANDA luminoso que nos trae la noticia, ha estado en camino varios miles de años y que los hambres de las cavernas vivían aún cuando tal Sol hizo explosión. II Otros astrónomos en cambio tratan de explicar elfinde nues- tro mundo por medio de una hi- pótesis completamente distinta. Un astro en fuego atraviesa los espacios celestes; una compañera minúscula, la Tierra, le sigue. Du- rante millones, billones, trillones de años; hasta la eternidad. ¿La eternidad? Otro término inventa- do por los hombres. Convirtamos los siglos en segundos: las imáge- nes se sucederán como en un film. El Sol se convierte poco a poco en una estrella roja cuya luz se obscurece paulatinamente, y al fi- nal se apaga. Nuestra pequeña Tierra se hunde en las tinieblas y en el frío, la vida se retira, ter- minamos por donde habíamos em- pezado, por la célula primitiva, por el cristal viviente. Y, final- mente, adviene la inmovilidad, la muerte absoluta. El juego termi- nó; el hombre ha desaparecido. Un artista francés, lleno de imaginación, pintó una vez un cuadro muy original: La última pareja. En una extraña caverna de hie- lo, con el techo cubierto de esta- lactitas gigantes, con las paredes y el suelo crujientes de escarcha y brillando como espejos, se en- trelazan dos esqueletos encogidos: La ultima pareja humana que muere de frío. En ese cuadro que produce en el espectador una impresión pro- funda, el pintor ha materializado hasta sus últimas consecuencias, esa teoría que intenta demostrar que la Tierra, privada de los ra- yos del Sol, se irá enfriando pau- latinamente y dejará por último a las últimas generaciones refu- giados en el ecuador, perecer en medio del frío y de la noche. ¡Cruel perspectiva, más espan- tosa aún que la primera! Debo advertir a los asustadizos que esa amenaza es aún muy lejana, y que si bien la vida desaparecerá de la Tierra un día u otro, según los últimos cálculos de la Ciencia, el Sol nos dispensará aún su luz y su calor, durante muchos millo- nes de años. Entre todas las preocupaciones que la Humanidad puede tener so- bre su porvenir, ésta es la menos actual; salvo naturalmente, si la locura, la vanidad y egolatría de nuestros sabios, en su carrera des- enfrenada hacia los descubrimien- tos destructores, no provocan un día cualquiera la destrucción en masa de la Tierra y de la Huma- nidad. Como ha dicho recientemente un gran sabio francés, de Broglie: «En la obra de la Ciencia, el hombre ha sabido probar la fuer- za de su inteligencia; si quiere so- brevivir a su propio triunfo tiene que probar ahora la cordura de su corazón y de su voluntad:» versitarios. Sabido es que han sido, en su mayoría, autodidac- tas, aquellos que por sus activi- dades han destacado más o me- nos. Pero, no obstante el consi- derar que el autodidacta no sue- le tener necesidad de estímulos ajenos para ir en pos de una FONTAURA preparación y acrecentamiento de conocimientos, no está por de- más evidenciar una y otira vez esta necesidad, puesto que ahora y siempre se ha reconocido que para la obra común libertaria son estimables los elementos po- seedores de un grado elevado de cultura. Lo que se ha dado en denomi- nar «militante», sea éste joven o ya en edad madura, es el indi- viduo que toma conciencia del ideal, que se considera, por asi decir, carne y sangre del mismo, en cuyo caso ha de esforzarse en abarcar y meditar en torno a los problemas que se ofrecen en el curso de la actuación. Es lógico que trate de atalayar el panorama orgánico, analizar los aspectos que revisten una mayor solidez y aquellos que ofrecen una contextura más endeble: ha de saber descubrir las fallas pa- ra ponerles enmienda; y realizar, ampliar, engrandecer aquello que es de un valor evidente. En este plan de comprensión, por la pro- pia deducción, fácil le será per- catarse de la conveniencia de depasar, en el orden general, una preparación limitada de co- nocimientos elementales, rudi- mentarios, que si bien son ade cuados para el simple simpati- zante, han de estar ya supera- dos por el que, al ser considera- do «militante», se comprende que en si representa un valor deter- minante para el impulso y desen- volvimiento de la organización. Evidentemente, se ha de partii del principo de que la mayoría de elementos que actúan en el ambiente juvenil libertario son obreros. Bien pocos habrá segu ramente que cursen o hayan cur- sado estudios superiores, que ya sabemos no acreditan precisa- mente solvencia intelectual, por el titulo profesional que con los mismos se pueda obtener, en no pocos casos, pero si tienen la ventaja, para el estudioso e inte Iigente, de poder sacar partido a las diversas asignaturas de los cursos, creándose una efectiva capacidad profesional y en un orden general de conocimientos Sin que dejen de aprovecharse muy al contrario, aquellos casos (Pasa a la página 3.) DIAGRAMA "LA GENTIL LAURENCIA" Los árboles mueren de pie ?? Recientemente asistimos a la representación de una obra de Casona: «Los árboles mueren de pié». Hablar a estas alturas de teatro es situarse fuera de la época o poco menos. El cine, con la magia de sus transiciones, len- tas o dinámicas, con el embrujo de sus primeros planos, parecía haber desplazado comedias, co- mediantes y comediógrafos. En algunos países, el teatro debe su inmortalidad a los programas de planificación sindicalista. Como los músicos callejeros, como los acróbatas de intermedio, y como los concertistas de café cantan- te, el cómico, el prestidigitador, el tenor decadente y hasta la «troupe» de mediano rango, han dejado de pertenecer a las profe- siones liberales para entrar en la cofradía de los mendicantes. Nunca actuaron éstos por placer al arte, pero antes de la era de la radio y del cine sonoro, presu- mían de una cierta autonomía y hasta de ciertos humos aristot- cráticos. Hoy precisan del carnet del sindicato como un peón de albañil cualquiera. Necesitan im- poner sus reivindicaciones al pu- blico—su patrón—sin acción di- recta, por medio de decretos pro- tectores del gobierno. ¿Que la mayoría de los films americanos traen consigo su pro- pia salsa de música y de color? No importa. Durante el interme- dio cinematográfico, es obligado dar audiencia, permitir la con- quista del cocido, a los parias de las tablas. El teatro conserva reductos no despreciables en algunos rincones de Europa que son al mismo tiempo campo de correrías del turismo. El turista es una espe- cie de sibarita goloso de los sa- bores de la tierra conquistada: la corrida de toros en Madrid, la ópera en Milán, el teatro, el ca- baret y el café cantante en toaa Francia, con preferencia de vieja escuela picante. El teatro de Casona rebasa esa tónica de vieja escuela. No preci- sa de carnet sindical ni de decre- tos. Es un teatro de acción direc- ta en varios sentidos, que vive al margen de la caridad pública. Vale decir que es un teatro mo- derno, sin excentricidades ni as- tracanadas, capaz de decirnos y á¥ISO Ponemos en conocimiento de nuestros lectores que, a partir del PRESENTE NUMERO, ha sido au- mentado el precio de nuestro se- manario a 15 francos ejemplar. El precio para los abonados es : 195 francos el trimestre ; 390 un semestre ; 780 francos un año. LA ADMINISTRACIÓN. p&c J. PEIRATS demostrarnos que hay algo a ha- cer todavía sobre el escenario, sin necesidad de dejarnos a oscu- ras o sin enfocar las baterías de proscenio sobre muñecos de trapo y escenas de cartón. «Los árboles mueren de pie» es quizás una de las piezas más lo- gradas de ese nuevo género. Ar- gumento sencillo, nada complica- do, sin afectación de clasicismo y con un recalcado sabor de épo- ca: la nuestra. Personajes igua- les a los que tratamos en la vida cotidiana, en el paseo o en el tranvía. Diálogo huidizo de la pastosidad doctoral y de la frivo- lidad. Nada de amaneramientos: fluidez, desenfado, espontanei- dad. El autor es un personaje 3 un espectador más. Despista un tanto ese primei acto de la obra aquí comentada. El clima augura rocambolismo. Empezamos a prepararnos para un baño melodramático. Disfra- ces macabros o estrafalarios, con- signas incoherentes, horizontes preñados de misterio. Total nada Respiramos profundamente. El globo se dishincha. Los duendes desaparecen entre bastidores, fe- lizmente para siempre. El hori- zonte se ensancha. Y a renglón seguido viene el desarrollo de un drama profundo, pero sin patetismos, sin tempes- tades de nervios y sin efusión de sangre. Las tempestades maríti- mas más temibles son las llama- das «secas», las que surgen en al- ta mar sin orquestación de ra- yos, truenos y diluvios. La heroína de este drama seco, sin riego de sangre ni de lágri- mas, el la Abuela. La inspiración del autor se ha centralizado en este personaje; es el árbol que muere de pie, recomiéndose por dentro, oponiendo un dique de ce- mento armado—el carácter—al desborde de los sentimientos. La Abuela es un monumento, una pirámide, un personaje de leyen- da trasplantado a nuestra época, quizás para demostrarnos que no hay épocas para el heroísmo y que éste no es leyenda sino, en cierto modo, el pan nuestro de cada día. La singularidad de esta obra estriba, sobre todo, en su variada matización de tonos y de situa- ciones. No es un canto lúgubre, monótono y macizo, sino un cla- roscuro, un fondo dramático con salpicaduras sobrias de humor: la armonía de los contrastes sen- timentales con elementos reales, espontáneos y de calidad. El montaje de obras como la comentada ha puesto un broche de oro al final de temporada del prestigioso Grupo Iberia tolosa- no, siendo al mismo tiempo la mejor promesa en cuanto a sus futuras actuaciones. E L Arte reflejo del mundo de los hombres, tiene como estos, instan- tes decisivos originando el mensa- je inmortal; estos chispazos geniales contienen una advertancia, un recorda- torio; con su recóndite armonía suelen llegar al corazón humano en todos los meridianos del planeta y dejar la hue- lla que nos hace, a su contacto, más nobles. De la turbulenta mente del poeta Lo pe Félix de Vega y Carpió, surge como un destello inmortal la gentil Lauren- cia, mágico fulgor de prestancia espa- ñola, centro, pivote de la belle comedia dramática «Fuenteovejuna». Plena de donaires, la inspirada pieza nos relata los desmanes del temible y apuesto Fernán Gómez de Guzmán, Comenda- dor Mayor, quien a sus triquiñnuelas políticas, que no viene al caso comen- tar, une un sentido muy especial en lo que a nobleza se refiere. Fuenteovejuna asiento de su poder, soporta una odiosa tiranía que a la hacienda y honra afec- tan por igual. En descaradas conquistas mujeriles, apelando a mil maquiavélicos artificios, el Comendador o Cacique Mayor pone en aprietos el honor de los padres y maridos de Fuenteovejuna. Abusando de un poder feudal inhumano, Fernán Gómez se apodera de todas las bella» jóvenes del lugar, no desdeñando la fuerza, si menester fuera, para satisfa- cer sus bajos instintos. Laurencia, bella hija del alcalde Don Esteban es presa codiciada por el Comandador. Frondo- so y valeroso mancebo, villano de noble traza, detiene, ballesta en mano, los fo- gosos instintos de Fernán Gómez. Pero éste, en los vericuetos deliciosos de la comedia, logra detener al galán honra- do y a la gentil Laurencia en plenos esponsales. Fuenteovejuna contempla asombrada el sesgo de los acontecimientos pero nadie se mueve, y es en este punto cuando la doncella, que ha logrado huir de las garras del tirano, increpa al pueblo por dejarse mancillar. Es aquí cuando surge el mensaje, y el es- tro inflamado del poeta exclama. «¿Vosotros sois hombres nobles?»—• «¿Vosotros padres y deudos?»A la interrogación sigue, más ade- lante, la afirmación: «Liebres cobardes nacisteis; —bárbaros sois, no españoles...» Laurencia es la honra ofendida; es la altivez noble y bravia clamando po: sus fueros; es, suma, la dignidad del pueblo ante la tiranía. Fuenteovejuna sacude su pasividad; la orden termi- nante es el desorden. Nada más espa- ñol. Mas, no confundáis el desorden español con otro desorden. Este es la furia cósmica. Alguien pregunta: ¿Qué orden pensáis tener? Y el Sancho del lugar, Mengo responde: «Ir a matar sin orden. Juntad el pueblo a una voz. por Adolfo Hernández Que todos estén conformes En que los tiranos mueran...» En la turbulenta marcha de los hom- bres, las mujeres se asocian gozosamen- te: «¿No veis cómo todos van —«a matar a Fernán Gómez, «y hombres, mozos y muchachos. «furiosos, al hecho corren? «...pues, ¿no son de las mujere» —«sus agravios los menores? Los sicarios de Fernán Gómez ad- vierten al tirano prof éticamente: —«Cuando se alteran «los pueblos agraviados, y resuelven, «nunca sin sangre o sin venganza [ vuelven.» La cabeza de Fernán Gómez está en una lanza, a guisa de pica sangrienta. Ante el pesquisidor real la respuesta, acerca de la culpabilidad, será unáni- me: «¡Fuenteovejuna, señor! ¡ Fuente- ovejuna, a una!» Es el pueblo, es la «nonimia generosa y poderosa. Es la justicia en nombre de la libertad. ¿Pen- saría en ella Fray Lope al iniciar su* devaneos como Familiar de la Inquisi- ción? Acaso recordara con íntimo rego- deo y mundana fruición de sus andan- zas, las cuales, a decir de indiscretas crónicas, fueron movidillas, sobre todo por la Villa y Corte y Alcalá de Hena- res. Mas la gentil Laurencia es profecía Inmortal acerca de lo peligroso que es coartar la libertad en nombre de cual quier dogma y convengamos que en ello Lope do Vega anduvo muy acer- tado-. Todos los pueblos tienen su Lauren- cia. Es el barómetro de la consciencia; cuando ésta, cargada, anuncia el esta- llido, el desorden es, en suma, vuelta al orden subvertido. Estallido populai, marea precursora de cambios en el an- churoso océano de la Humanidad. Es control de decencia. Es el hombre hu- mano, conteniendo al hombre lobo. Es el muro de la Comunidad contra la sel- va de los instintos y de las fuerzas atá- vicas, vueltas tradición. Por eso «Fuen- teovejuna» es y hubiera sido inmortal »n cualquier literatura. Como lo es Don Quijote, manchego de alcurnia, caballero de muchas y muy variadas andanzas por los cotos del honor. Lc> es, también, aquel gigante bondadoso llamado Juan Valjean. Es el hombre agitando al hombre contra la bestia. Es el grito de: ¡un hasta aquí!, llamada que Laurencia lanzó en grave coyuntu- ra al desmoralizado Fuenteovejuna, que no veía la luz que se proyectaba siem- pre sencilla y lógica, contra torpes amasijos, retoques endebles y castillo» efímeros. iTe saludo gentil doncella, y deseo que tu grito flotando quede, como ad- vertencia contra malandrines, émulos en mala hora de Fernán Gómez, el Co- mendador Mayor! DOS PODERES «Uno altivo, otro sin ley, así dos hablando están : —Yo soy Alejandro el Rey. —Y yo Oiógenes el can. —Vengo a hacerte más dichosa tu vida de caracol ¿Qué quieres de mí? —Yo, nada; que no me quites el sol. —Mi poder es asombroso. —Pero a mí, nada me asombra. —Yo puedo hacerte dichoso. —Lo sé, no haciéndome sombra. —A todo el mundo iracundo, tengo postrado ante mí. —¿Y eres dueño del mundo no siendo dueño de ti? —Mantos reales gastarás de oro y seda —Nada, nada. ¿No ves que me abriga más esta capa remendada? Y al partir, con mutuo agravio, uno altivo, otro implacable -. ¿Miserable?, dice el sabio. Y el rey dice: «Miserable!» Ramón de CAMPOAMOR.

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ROUTE, h e b d o m a d a i r e

de la (J¡.3&.£. en (jfiuuwe

Année V i l Prix 1 5 francs N° 312

23 SEPTIEMBRE 1951

Rédaction el Adminlstralion

4, rué Belfort. 4 — TOULOUSE (Haute-Garonne)

§ico¿ a G'ahL» rBeaaig.e¿

C . C . P o s t a l N- 1 3 2 8 - 7 9 T o u l o u s e (Hfe-Gne)

O F O O O / R3N3 \ A. ViLAÜOT

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cíe ¿/¿ce ¿j ae taá puebLúá tie­nen ida g&kieznúiá que áe me­recen. ¿G5ienen ida aúbietn&á

metecideá a ¿uá puebldé? ^e áet aéi n& exiátitian i&á g&kiezn&é: hubieran perecida

eát&á traumáticamente.

UH LUGAR PARA CAUA CUSA Y CADA COSA EN SU LUGAR

Esta debe ser nuestra divisa. Nada de confusiones, que conlle­van siempre una pérdida lastimosa de energías y de tiempo. Y el tiempo cuenta. Ya no sólo para los ingleses, sino mayormente para

los jóvenes. Hay que terminar con la dualidad de funciones. No se es más

hombre por el hecho de imitar a los hombres: fumando, cultivando el bigote o escupiendo por el colmillo. No existe una línea divisoria que fije matemáticamente donde empieza el adulto y donde fine el mozalbete. La mayor parte de las divisiones absolutas son ficticias. Pero existe una división racional del trabajo con arreglo a ciertas aptitudes y a la gama de los temperamentos. No debemos echar som­bre nuestras espaldas una carga que sobrepase nuestra capacidad de resistencia. No se es anarquista porque se es vivo de genio o pronto a la resolución extrema. El anarquista no fuma pólvora ni duerme en los cementerios ni se come a los niños crudos. El joven capaz de comprender esto comprenderá también que no se adquie­ren ciertas patentes bombeando el pecho y dándoselas de matasie­te. Que el refugio a los predios tranquilos de la capacitación, que la adquisición por propio impulso de una cultura sólida por lo va­riada, no es una vergüenza ni una cobarde deserción. Que se puede pertenecer a la F.I.J.L. y otras ramas hermanas sin necesidad de concurrir a la reunión de las siete, a la de las ocho y a la de las nueve para escuchar o entonar la misma cantilena. Dividir el tiem­po para hacer los mismos o parecidos trabajos es un contrasenti­do : una falsa división aritmética. Hay que darle a la F.I.J.L. una personalidad, no precisamente reivindicando para ella—por delirio de grandeza—funciones que no le pertenecen y que otros realizan «son competencia.

Compenetrémonos con nuestro papel; tomemos conciencia de nuestra misión y observemos el ancho campo de nuestras posibili­dades. Estas son infinitas y nada despreciables: Ganar a los jóve­nes para la causa de una nueva generación. Educarles educándonos al mismo tiempo. Iniciarles en el ambiente de fraternización. Des­pojarles de la pedantería, tan frecuente en nuestra condición inter­media. Poner freno a la venalidad tornadiza que es la falta de per­sonalidad. Prepararles para el mañana alentando sus disposiciones naturales o espontáneas que emanan directamente del sumo de no­bleza, dinamismo y abnegación que es todo joven Sin entregarles a dómines ceñudos, autoritarios de siete suelas, aun en nombre de ¿.nncipios muy sagrados. Renunciando a imponer nada como se im­pone una cuña, con violencia y desgarros. Demostrando, que la anarquía no es una nueva religión con ritos, Ídolos y pendones, sino una vía libre que cada cual es libre de tomar o dejar en su sitio.

Si sabemos que esta sociedad es mala y que apenas es sociedad, sino un campo de Agramante o una vasta Sierra Morena, debemos saber, también, que no es posible construir nada nuevo con materia­les viejos o de derribo. Y que estos materiales podemos serlos nosotros mismos aplicando el principio de la división racional del trabajo; sin Inecesidad de someternos a ayunos y penitencias vegetarianas; sin necesidad de insultar a los que andan más despacio o prefieren per­manecer sentadas; sin pretender forzar la máquina más allá de lo debido, es decir, hasta la explosión catastrófica. Que no por mucho madrugar amanece más temprano.

TIEMPO ¥ JUVENTUD

POR UNA PREPARACIÓN CULTURAL EFICIENTE

Hay opiniones que, a fuerza de ser repetidas una y otra vez, co­bran carácter de lugar común y, a la postre, son leídas o escucha­das con la misma indiferencia con que se escucha la chachara, casi siempre insulsa, que suele prodigarse en las barberías. Algo de ello acontece con las frecuen­tes exhortaciones, verbales o es­critas, que se hacen relacionadas con la necesidad de poner empe­ño en la propia capacitación. Se insiste en tan apremiante cues­tión, pero a nadie se le escapa que los resultados no son tan fructuosos como deberían de ser.

Y bien, si en verdad queremos tomarnos en serio las ideas, y justo es que asi las interpreten, a partir de la edad juvenil, cuan­tos a si mismos se han confesa­do tenerlas afecto, sobrenten­diéndose con ello el no hacer de ellas voluble y pasajero capri­cho de la imaginación, se ha de abordar, con ánimo decidido, lo que es o puede ser esencia de las mismas. En este caso concreto: la necesidad de que en el ambien­te libertario se lleve a efecto una activa labor de cultura y capaci­tación ideológica. Empresa que reviste singular importancia en lo concerniente al ambiente juve­nil, pues en él están las esperan­zas del mañana, del futuro de nuestras ideas.

A los compañeros en general ha de ser grato que las Juventu­des Libertarias propugnen y lle­ven a cabo lo pertinente para crear, entre sus cuadros de mili­tantes, una cultura de base y con solidez de conocimientos. Hacer, en suma, lo necesario pa­ra la preparación intelectual de cuantos en ello pongan especial voluntad y aplicación.

Pocos son los que en los me­dios libertarios han gozado la posibilidad de tiempo y medios económicos; los que no han teni­do la preocupación de acuciantes necesidades de orden material para poder cursar estudios uni-

EL TIN POSIBLE de íiueátta §nund&

LGUNOS astrónomos, en­tre los que podemos citar a Hartmann, han obser­

vado la aparición repentina de al­gunas estrellas llamadas «novas»; han visto también que otras es­trellas se inflamaban repentina­mente, se «hinchaban», hasta lle­gar a tener un diámetro más de doscientas veces mayor que su diámetro primitivo, para irse apa­gando después poco a poco, hasta desaperecer. Y explican esos fenó­menos por medio de la teoría si-guíente :

Por razones hasta ahora desco­nocidas, el enorme globo de gas inflamado de que se trata, rompe su equilibrio interno; la presión interior, la presión de radiación, aumenta tanto que el sol se «hin­cha», e incluso las capas de gas de la superficie son forzadas y ex­pulsadas a lo lejos. La estrella no queda completamente destruida ; liberada de la presión enorme, se «concentra» en ella misma, pudié­ramos decir. Dichos astrónomos, creen que todos los soles tienen que atravesar por una fase de ese género en el curso de su desarro­llo.

¡Qué imagen más fantástica para explicar el fin posible de nuestro mundo! Figurémonos a nuestro viejo Sol de bendición, al dios inflamado que vivifica a la Tierra, «engordando», «engordan­do» bruscamente; su masa abra­sadora «desprendiéndose», co­rriendo hacia nosotros a una ve­locidad de varios cientos de kiló­metros por segundo; y la Tierra en fin envuelta en nubes ardien­tes, pulverizándose; todo el es­plendor de aquí abajo hundiéndo­se en medio de un inmenso cru­

jido, como esas castañas que se ponen a asar entre las brasas.

Cuando una «nova» se enciende a lo lejos, asistimos tal vez sin darnos cuenta al pavoroso fin de un mundo. Que nos sirva de con­suelo el saber que la pesadumbre que pudiéramos experimentar se­ria algo tardía, ya que el mensaje

GARCÍA-MIRANDA luminoso que nos trae la noticia, ha estado en camino varios miles de años y que los hambres de las cavernas vivían aún cuando tal Sol hizo explosión.

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Otros astrónomos en cambio tratan de explicar el fin de nues­tro mundo por medio de una hi­pótesis completamente distinta.

Un astro en fuego atraviesa los espacios celestes; una compañera minúscula, la Tierra, le sigue. Du­rante millones, billones, trillones de años; hasta la eternidad. ¿La eternidad? Otro término inventa­do por los hombres. Convirtamos los siglos en segundos: las imáge­nes se sucederán como en un film.

El Sol se convierte poco a poco en una estrella roja cuya luz se obscurece paulatinamente, y al fi­nal se apaga. Nuestra pequeña Tierra se hunde en las tinieblas y en el frío, la vida se retira, ter­minamos por donde habíamos em­pezado, por la célula primitiva, por el cristal viviente. Y, final­mente, adviene la inmovilidad, la muerte absoluta. El juego termi­nó; el hombre ha desaparecido.

Un artista francés, lleno de imaginación, pintó una vez un cuadro muy original: La última pareja.

En una extraña caverna de hie­lo, con el techo cubierto de esta­lactitas gigantes, con las paredes y el suelo crujientes de escarcha y brillando como espejos, se en­trelazan dos esqueletos encogidos: La ultima pareja humana que muere de frío.

En ese cuadro que produce en el espectador una impresión pro­funda, el pintor ha materializado hasta sus últimas consecuencias, esa teoría que intenta demostrar que la Tierra, privada de los ra­yos del Sol, se irá enfriando pau­latinamente y dejará por último a las últimas generaciones refu­giados en el ecuador, perecer en medio del frío y de la noche.

¡Cruel perspectiva, más espan­tosa aún que la primera! Debo advertir a los asustadizos que esa amenaza es aún muy lejana, y que si bien la vida desaparecerá de la Tierra un día u otro, según los últimos cálculos de la Ciencia, el Sol nos dispensará aún su luz y su calor, durante muchos millo­nes de años.

Entre todas las preocupaciones que la Humanidad puede tener so­bre su porvenir, ésta es la menos actual; salvo naturalmente, si la locura, la vanidad y egolatría de nuestros sabios, en su carrera des­enfrenada hacia los descubrimien­tos destructores, no provocan un día cualquiera la destrucción en masa de la Tierra y de la Huma­nidad.

Como ha dicho recientemente un gran sabio francés, de Broglie:

«En la obra de la Ciencia, el hombre ha sabido probar la fuer­za de su inteligencia; si quiere so­brevivir a su propio triunfo tiene que probar ahora la cordura de su corazón y de su voluntad:»

versitarios. Sabido es que han sido, en su mayoría, autodidac­tas, aquellos que por sus activi­dades han destacado más o me­nos. Pero, no obstante el consi­derar que el autodidacta no sue­le tener necesidad de estímulos ajenos para ir en pos de una

FONTAURA preparación y acrecentamiento de conocimientos, no está por de­más evidenciar una y otira vez esta necesidad, puesto que ahora y siempre se ha reconocido que para la obra común libertaria son estimables los elementos po­seedores de un grado elevado de cultura.

Lo que se ha dado en denomi­nar «militante», sea éste joven o ya en edad madura, es el indi­viduo que toma conciencia del ideal, que se considera, por asi decir, carne y sangre del mismo, en cuyo caso ha de esforzarse en abarcar y meditar en torno a los problemas que se ofrecen en el curso de la actuación. Es lógico que trate de atalayar el panorama orgánico, analizar los aspectos que revisten una mayor solidez y aquellos que ofrecen una contextura más endeble: ha de saber descubrir las fallas pa­ra ponerles enmienda; y realizar, ampliar, engrandecer aquello que

es de un valor evidente. En este plan de comprensión, por la pro­pia deducción, fácil le será per­catarse de la conveniencia de depasar, en el orden general, una preparación limitada de co­nocimientos elementales, rudi­mentarios, que si bien son ade cuados para el simple simpati­zante, han de estar ya supera­dos por el que, al ser considera­do «militante», se comprende que en si representa un valor deter­minante para el impulso y desen­volvimiento de la organización.

Evidentemente, se ha de partii del principo de que la mayoría de elementos que actúan en el ambiente juvenil libertario son obreros. Bien pocos habrá segu ramente que cursen o hayan cur­sado estudios superiores, que ya sabemos no acreditan precisa­mente solvencia intelectual, por el titulo profesional que con los mismos se pueda obtener, en no pocos casos, pero si tienen la ventaja, para el estudioso e inte Iigente, de poder sacar partido a las diversas asignaturas de los cursos, creándose una efectiva capacidad profesional y en un orden general de conocimientos Sin que dejen de aprovecharse muy al contrario, aquellos casos

(Pasa a la página 3.)

DIAGRAMA

"LA GENTIL LAURENCIA"

Los árboles mueren de pie ??

Recientemente asistimos a la representación de una obra de Casona: «Los árboles mueren de pié». Hablar a estas alturas de teatro es situarse fuera de la época o poco menos. El cine, con la magia de sus transiciones, len­tas o dinámicas, con el embrujo de sus primeros planos, parecía haber desplazado comedias, co­mediantes y comediógrafos. En algunos países, el teatro debe su inmortalidad a los programas de planificación sindicalista. Como los músicos callejeros, como los acróbatas de intermedio, y como los concertistas de café cantan­te, el cómico, el prestidigitador, el tenor decadente y hasta la «troupe» de mediano rango, han dejado de pertenecer a las profe­siones liberales para entrar en la cofradía de los mendicantes. Nunca actuaron éstos por placer al arte, pero antes de la era de la radio y del cine sonoro, presu­mían de una cierta autonomía y hasta de ciertos humos aristot-cráticos. Hoy precisan del carnet del sindicato como un peón de albañil cualquiera. Necesitan im­poner sus reivindicaciones al pu­blico—su patrón—sin acción di­recta, por medio de decretos pro­tectores del gobierno.

¿Que la mayoría de los films americanos traen consigo su pro­pia salsa de música y de color? No importa. Durante el interme­dio cinematográfico, es obligado dar audiencia, permitir la con­quista del cocido, a los parias de las tablas.

El teatro conserva reductos no despreciables en algunos rincones de Europa que son al mismo tiempo campo de correrías del turismo. El turista es una espe­cie de sibarita goloso de los sa­bores de la tierra conquistada: la corrida de toros en Madrid, la ópera en Milán, el teatro, el ca­baret y el café cantante en toaa Francia, con preferencia de vieja escuela picante.

El teatro de Casona rebasa esa tónica de vieja escuela. No preci­sa de carnet sindical ni de decre­tos. Es un teatro de acción direc­ta en varios sentidos, que vive al margen de la caridad pública. Vale decir que es un teatro mo­derno, sin excentricidades ni as­tracanadas, capaz de decirnos y

á¥ISO Ponemos en conocimiento de

nuestros lectores que, a par t i r del PRESENTE NUMERO, h a sido au­mentado el precio de nuestro se­manar io a 15 francos ejemplar.

El precio para los abonados es : 195 francos el tr imestre ; 390 un semestre ; 780 francos un año.

LA ADMINISTRACIÓN.

p&c J. PEIRATS demostrarnos que hay algo a ha­cer todavía sobre el escenario, sin necesidad de dejarnos a oscu­ras o sin enfocar las baterías de proscenio sobre muñecos de trapo y escenas de cartón.

«Los árboles mueren de pie» es quizás una de las piezas más lo­gradas de ese nuevo género. Ar­gumento sencillo, nada complica­do, sin afectación de clasicismo y con un recalcado sabor de épo­ca: la nuestra. Personajes igua­les a los que tratamos en la vida cotidiana, en el paseo o en el tranvía. Diálogo huidizo de la pastosidad doctoral y de la frivo­lidad. Nada de amaneramientos: fluidez, desenfado, espontanei­dad. El autor es un personaje 3 un espectador más.

Despista un tanto ese primei acto de la obra aquí comentada. El clima augura rocambolismo. Empezamos a prepararnos para un baño melodramático. Disfra­ces macabros o estrafalarios, con­signas incoherentes, horizontes preñados de misterio. Total nada Respiramos profundamente. El globo se dishincha. Los duendes desaparecen entre bastidores, fe­lizmente para siempre. El hori­zonte se ensancha.

Y a renglón seguido viene el desarrollo de un drama profundo, pero sin patetismos, sin tempes­tades de nervios y sin efusión de sangre. Las tempestades maríti­mas más temibles son las llama­das «secas», las que surgen en al­ta mar sin orquestación de ra­yos, truenos y diluvios.

La heroína de este drama seco, sin riego de sangre ni de lágri­mas, el la Abuela. La inspiración del autor se ha centralizado en este personaje; es el árbol que muere de pie, recomiéndose por dentro, oponiendo un dique de ce­mento armado—el carácter—al desborde de los sentimientos. La Abuela es un monumento, una pirámide, un personaje de leyen­da trasplantado a nuestra época, quizás para demostrarnos que no hay épocas para el heroísmo y que éste no es leyenda sino, en cierto modo, el pan nuestro de cada día.

La singularidad de esta obra estriba, sobre todo, en su variada matización de tonos y de situa­ciones. No es un canto lúgubre, monótono y macizo, sino un cla­roscuro, un fondo dramático con salpicaduras sobrias de humor: la armonía de los contrastes sen­timentales con elementos reales, espontáneos y de calidad.

El montaje de obras como la comentada ha puesto un broche de oro al final de temporada del prestigioso Grupo Iberia tolosa-no, siendo al mismo tiempo la mejor promesa en cuanto a sus futuras actuaciones.

EL Arte reflejo del mundo de los hombres, tiene como estos, instan­tes decisivos originando el mensa­

je inmortal; estos chispazos geniales contienen una advertancia, un recorda­torio; con su recóndite armonía suelen llegar al corazón humano en todos los meridianos del planeta y dejar la hue­lla que nos hace, a su contacto, más nobles.

De la turbulenta mente del poeta Lo pe Félix de Vega y Carpió, surge como un destello inmortal la gentil Lauren­cia, mágico fulgor de prestancia espa­ñola, centro, pivote de la belle comedia dramática «Fuenteovejuna». Plena de donaires, la inspirada pieza nos relata los desmanes del temible y apuesto Fernán Gómez de Guzmán, Comenda­dor Mayor, quien a sus triquiñnuelas políticas, que no viene al caso comen­tar, une un sentido muy especial en lo que a nobleza se refiere. Fuenteovejuna asiento de su poder, soporta una odiosa tiranía que a la hacienda y honra afec­tan por igual.

En descaradas conquistas mujeriles, apelando a mil maquiavélicos artificios, el Comendador o Cacique Mayor pone en aprietos el honor de los padres y maridos de Fuenteovejuna. Abusando de un poder feudal inhumano, Fernán Gómez se apodera de todas las bella» jóvenes del lugar, no desdeñando la fuerza, si menester fuera, para satisfa­cer sus bajos instintos. Laurencia, bella hija del alcalde Don Esteban es presa codiciada por el Comandador. Frondo­so y valeroso mancebo, villano de noble traza, detiene, ballesta en mano, los fo­gosos instintos de Fernán Gómez. Pero éste, en los vericuetos deliciosos de la comedia, logra detener al galán honra­do y a la gentil Laurencia en plenos esponsales.

Fuenteovejuna contempla asombrada el sesgo de los acontecimientos pero nadie se mueve, y es en este punto cuando la doncella, que ha logrado huir de las garras del tirano, increpa al pueblo por dejarse mancillar. Es aquí cuando surge el mensaje, y el es­tro inflamado del poeta exclama.

—«¿Vosotros sois hombres nobles?»—• —«¿Vosotros padres y deudos?»—

A la interrogación sigue, más ade­lante, la afirmación:

—«Liebres cobardes nacisteis; —bárbaros sois, no españoles...»

Laurencia es la honra ofendida; es la altivez noble y bravia clamando po : sus fueros; es, suma, la dignidad del pueblo ante la tiranía. Fuenteovejuna sacude su pasividad; la orden termi­nante es el desorden. Nada más espa­ñol. Mas, no confundáis el desorden español con otro desorden. Este es la furia cósmica. Alguien pregunta: ¿Qué orden pensáis tener? Y el Sancho del lugar, Mengo responde:

—«Ir a matar sin orden. —Juntad el pueblo a una voz.

por Adolfo Hernández —Que todos estén conformes —En que los tiranos mueran...»

En la turbulenta marcha de los hom­bres, las mujeres se asocian gozosamen­te:

—«¿No veis cómo todos van —«a matar a Fernán Gómez, —«y hombres, mozos y muchachos. —«furiosos, al hecho corren?

«...pues, ¿no son de las mujere» —«sus agravios los menores?

Los sicarios de Fernán Gómez ad­vierten al tirano prof éticamente:

—«Cuando se alteran «los pueblos agraviados, y resuelven, «nunca sin sangre o sin venganza

[ vuelven.»

La cabeza de Fernán Gómez está en una lanza, a guisa de pica sangrienta. Ante el pesquisidor real la respuesta, acerca de la culpabilidad, será unáni­me: «¡Fuenteovejuna, señor! ¡ Fuente-ovejuna, a una!» Es el pueblo, es la «nonimia generosa y poderosa. Es la justicia en nombre de la libertad. ¿Pen­saría en ella Fray Lope al iniciar su* devaneos como Familiar de la Inquisi­ción? Acaso recordara con íntimo rego­deo y mundana fruición de sus andan­zas, las cuales, a decir de indiscretas crónicas, fueron movidillas, sobre todo por la Villa y Corte y Alcalá de Hena­res.

Mas la gentil Laurencia es profecía Inmortal acerca de lo peligroso que es coartar la libertad en nombre de cual quier dogma y convengamos que en ello Lope do Vega anduvo muy acer­tado-.

Todos los pueblos tienen su Lauren­cia. Es el barómetro de la consciencia; cuando ésta, cargada, anuncia el esta­llido, el desorden es, en suma, vuelta al orden subvertido. Estallido populai, marea precursora de cambios en el an­churoso océano de la Humanidad. Es control de decencia. Es el hombre hu­mano, conteniendo al hombre lobo. Es el muro de la Comunidad contra la sel­va de los instintos y de las fuerzas atá­vicas, vueltas tradición. Por eso «Fuen­teovejuna» es y hubiera sido inmortal »n cualquier literatura. Como lo es Don Quijote, manchego de alcurnia, caballero de muchas y muy variadas andanzas por los cotos del honor. Lc> es, también, aquel gigante bondadoso llamado Juan Valjean. Es el hombre agitando al hombre contra la bestia. Es el grito de: ¡un hasta aquí!, llamada que Laurencia lanzó en grave coyuntu­ra al desmoralizado Fuenteovejuna, que no veía la luz que se proyectaba siem­pre sencilla y lógica, contra torpes amasijos, retoques endebles y castillo» efímeros.

iTe saludo gentil doncella, y deseo que tu grito flotando quede, como ad­vertencia contra malandrines, émulos en mala hora de Fernán Gómez, el Co­mendador Mayor!

DOS PODERES «Uno altivo, otro sin ley, así dos hablando están : —Yo soy Alejandro el Rey. —Y yo Oiógenes el can.

—Vengo a hacerte más dichosa tu vida de caracol ¿ Q u é q u i e r e s d e m í ? —Yo, nada ; que no me quites el sol.

—Mi poder es asombroso. —Pero a mí, nada me asombra.

—Yo puedo hacerte dichoso. —Lo sé, no haciéndome sombra.

—A todo el mundo iracundo, tengo postrado ante mí.

—¿Y tú eres dueño del mundo no siendo dueño de ti?

—Mantos reales gastarás de oro y seda —Nada, nada. ¿No ves que me abriga más esta capa remendada?

Y al partir, con mutuo agravio, uno altivo, otro implacable -. ¿Miserable?, dice el sabio. Y el rey d ice: «Miserable!»

Ramón de CAMPOAMOR.

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RUTA

CONFUSA INTERPRETACIÓN de las concepciones de Tolstoi

' L sentido, el valor de las ideas de«violencia y en provecho de las clases Tolstoi, tan discutidas y critica-Bdirigentes...» das, disputadas y reivindicadas.1 Más precisas en su naturaleza, más

permanece incomprendido, falsamente^claras y concluyentes son las concep-interpretado, agudamente valorado «Lciones de Toistoi sobre el Estado : pobremente rechazado... De esa i n c o m - | ( < L a a c t u a i organización—se refiere prensión, de esas interpretaciones t a n ^ a l E s t a a 0 e n i a sociedad—se mantiene variadas como equívocas de las ideas, : p o r , a c o e rción y la violencia, que son de Tolstoi, surgieron los elementos bá- c o n t ra r ias a la naturaleza humana...» sicos que determinaron que el hombre L a s . ^ d e , c e ] e b r a d o a u t o r d e

y su obra fueran reivindicados por d.- < L o s h e r m a n o s j oro>> s o b r e e l d i . ferentes corrientes y concepciones so- h a n c o n t r i b u í d e n c o n s i derab le cales, por vanas sectas religiosas... m e d i d a > g a p , j c a r l e e t i q u e t a s y c o n d i

Moralista, literato, filósofo, nihilista, ciones en ocasiones múltiples equívo-ortodoxo, antimilitarista, pacifista y Cas o, cuando menos, atrevidas.

«El dinero es uno de los factores más peligrosos en ta vida de nuestra sociedad. Es el dinero el que ha crea-

3. CAZORLA

anarquizante, León Tolstoi, cuya ina­gotable actividad intelectual' produjo más de tres cientas obras—novelas, en­sayos, fragmentos, prefacios, cartas, etc.—abarcando multitud de aspectos, tratando variedad de problemas, debía, forzosamente, de caer en contradiccio­nes. Objeto de admiración y de descon- do la desigualdad entre los hombres, siderada crítica, influenció en la vida y c o n la riqueza de los unos y la humi-desarrollo de su pueblo. Es interpreta- Ilación de los otros. El dinero no repre-do en diversas y distintas formas. s e n t a sólo el valor del trabajo, como

Si valoramos, en forma fragmentada, dice la ciencia económica, representa las ideas de Tolstoi, si preferentement- la violencia del poder que asegura >u te nos inclinamos hacia aquellas cuyo posesión a las clases privilegiadas.. » alcance y naturaleza, cuyo origen, sen- La idea puede considerarse incom-tido y finalidad, por una compleja ley píela y hasta cierto punto equívoca en de simpatía, por una idéntica aspira- cuanto a la afirmación referids al ori-ción e inquietud, concuerdan con las gen de la desigualdad entre los hom-por nosotros sustentadas, si escojemos bres; no obstante la afirmación general las opiniones coincidentes con las núes- adquiere caracteres de similitud consi tras acerca de uno o varios aspectos derable con la concepción anarquista de un determinado problema o de un S O D r e e l dinero.

conjunto de problemas; si desconoce- Encontramos, a más de otras ideas mos o nos desinteresamos por el con- Que le han valido la reivindicación por junto de ideas y nos conformamos en l ° s anarquistas de su nombre y de su penetrar y compenetrarnos con las que obra, la que transcribimos : «Somos más nos agradan o más intensamente hermanos—dice hablando en figurado coinciden con las nuestras, llegaremos —y» n o obstante, yo vivo del dinero —en exceso de atrevimiento—a consi- 1 u e recibo para juzgar y condenar al derar a León Tolstoi como perfecto ladrón y a la prostituta, cuyos críme-anarquista. nes son el resultado de nuestra orga-

Las concepciones de Tolstoi acerca n i z a , c i ó n S 0 c i a l y , 5 u e n ° d e b i e r a " ¡

de la autoridad y de los gobiernos, so- ? o n d e n a r n l castigar... Somos todos bre la pedagogía, el dinero y la na- h " m a n o s ' P e r 0 m e P aS™ como sacer-turaleza de la guerra, pueden, sin duda d ü l e P a r a e"f *" , a o ^ T " I , alguna, ser consideradas anarquistas. F ' a g m e n t a d a s > las ideas de Tolstoi Dejemos, para mayor comprensión de s o b r e I (« ^pectos tratados, no solo re-nuestras opiniones sobre Tolstoi, hablar S u l . t a n . d e . "contestable concepción al propio autor de «Sebastopol», La a n a r 9 u i c a > s i n ? que pueden servir de Guerra y la Paz», «Los Cosacos», «La "o r

At e a , a s m i s n , a s , l d e a s -

Iglesia y el Estado», etc. : , * « " * " . o t r a s , d e a s V concepciones de Tolstoi a las expuestas nos hacen

«Hasta el presente, los hombres descubrir, en ese genio immortal, con­cretan ingenuamente que los gobiernos fusión, contradicción y negación., «xístían para su bien; que sin gobier- Tras haber condenado dogmas y nos estarían perdidos; que creer en la ritos de la religión ortodoxa, constata-posibilidad de la anarquía era un cri- mos como, después de dedicar monu-m e n — mental esfuerzo en la creación de una

«Pero ¿por qué? Si hasta el presente nueva religión—que tuvo sus seguido-la vida de los pueblos se ha de&airolla- res y fieles en los últimos años de su do bajo forma de Estados, no quiere agitada existencia—se entrega nueva-ello decir que esta condición continúe mente a la práctica de la religión de en el futuro. Si el que trabaja no tie- su infancia. Aun considerando que las ne tierra propia no es porque no la ríe- opiniones de su hijo en cuanto a las see, mas porque una determinada cía- contradicciones en las que cayera su se ha organizado las cosas así. Este ¡ir- padre (1) parecen no sustraerse de un den se mantiene únicamente por la resentimiento filial—que él mismo con-

De mi carnet blanco v negro Más sobre la injusticia intolerable

PRECURSORES DE LO EDUCACIÓN n » » « w « » n n

SEBASTIAN FAURE (Viene de h pág. 4)

pios Instintos; si de estas predisposi­ciones deben salir espontánemente y sin esluerzo, como el agua ma>na de la fuente, todos los esplendores inte­lectuales y todas las bellezas mora ' les, guardémonos de ocupamos de su desarrollo. Correríamos el riesgo de obstaculizarlo o a l terar lo . Por el con­trario, si el niño nace profundamen­te, irremediablemente malo, injusto, embustero, despótico, vanidoso, per­verso, ¿de qué sirvent los esfuerzos para hacerlo bueno, Justo, libre, dul­ce, franco, modesto, generoso, indul­gente y el amparo de los débiles? ¿Por qué malgastar tantos cuidados y consagrar t an tos esfuerzos por un resultado imposible?...»

¿Cuál es entonces la misión del edu­cador? La respuesta nos la da Paure bien c lara cuando dice : «La misión del educador es conducir de frente y paralelamente esta labor por par t ida doble: sofocar los inst intos nocivos y cultivar los gérmenes útiles. Y a es­te fin, tiene la obligación de mo per­der de vista un solo ins tante , que el educador se debe por en tero al niño, éste debe ser, a sus ojos, un adulto en crecimiento, una personalidad en formación, de la cual está encargado; que sea quién sea y venga de donde venga el niño que se le confía, t iene derecho a sus cuidados, a su afec­ción como si fuera su hijo propio; que en realidad es él quién se con­vierte en verdadero padre, puesto que asume la ta rea de velar incansa­blemente para el niño, para ayudar le a nacer a la vida conciemte, a desa­rrollarse, a fortalezerse, a dirigirse hacia los pensamientos sanos y vivi­ficadores. ,

«El cuerpo, el espíritu y el cora­zón del niño deben ser, p a r a el edu­cador, como el cercado respetable donde s in desaliento, por rudo que sea el t rabaje tiene el deber de lim­piar de malas hierbas, cabar , sem brtar , . t r ansp lan ta r , sostener, prote­ger a fin de que en este Jardín del cual es responsable, se desplieguen las flores perfumadas y maduren los fru­tos sabrosos. Tal es, según mi opi­nión, el objeto de la educación; tal la misión del educador.

«Estos son los fundamentos gene­rales en que nos inspiramos mis co­laboradores y yo en el cumplimiento cotidiano que voluntar iamente nos hemos asignado y en la aplicación de los métodos que empleamos.»

Si el tiempo lo permit iera, segui­r íamos en la exposición del pensar de Paure como educador, y sin duda lograríamos establecer bases de exce­lente provecho para todos, mas, co­mo se pueden consultar sus «Propos», estimamos que con lo dicho alcanza para despertar interés a los inquietos educadores que pueda haber .

Ahora, en el momento presente, de

crueldad y predominio egoísta del hombre sin discernimiento, hacia su personal triunfo, t a n t o en el sentido educativo como en el de la vida so­cial, nos parecen sus indicaciones ro­mánt icas y candorosas visiones de apóstol desplazado y soñador, dado que para hal lar educadores que cum­plieran su misión según el cri terio de Paure, ni Diógenes buscándoles da­ñ a con ellos. ,

Sin embargo, no hemos de ser pe­simistas en la brega y es de desear que, en un futuro próximo, u n a vez aquietada o liberados de la locura presente, mazcan y se multipliquen las Colmenas educativas que iniciara Paure, t an sólo sea pa ra que los fu­turos sostenes de la sociedad no ha­llen en el camino de su formación toda la insensatez de nuest ro tiempo.

ALBANO ROSSELL.

sidera de ingratitud—adquieren pro­porciones exaj eradas, no podemos por menos que convenir en la existencia de confusión en su vida y en su obra.

Exponemos, para justificar lo último expuesto, en forma suscinta, algunas ideas de Tolstoi sobre problemas aun no tratados en este trabajo. Tratando de dar una definición al arte («La ver­dad en el arte»), llega a las conclusio­nes siguientes : «La misión del arte es hacer triunfar el reino de Dios, es de­cir, el amor.»

No nos consideramos autorizados— faltos de los elementales conocimientos —para comentar esta definic'ón. Nos permitimos, no obstante, formular unos interrogantes cuya contestación deja­mos se haga el lector de este trabajo : ¿Qué papel juega esa creación de la imaginación del hombre—Dios— en el arte? ¿Por qué debe el arte hacer triunfar su reino?

No podemos inclinarnos por la creen­cia—excesivamente simple—de que Tolstoi confundía el alma con Dios y éste con aquella, en cuyo caso haría­mos algunas consideraciones...

Vemos a continuación como, de los concepciones de Tolstoi sobre el Es­tado, la política, la guerra, "te.—coin­cidentes con las concepciones ácratas —sus ideas sobre otros problemas de importancia considerable, guardando estrecha relación con las manifestacio­nes, internas y externas, del hombre en la sociedad, determinan la confu­sión existente en torno a las concepcio­nes tolstoianas :

«El sufrimiento es una condición inevitable en la vida, contribuyendo a despertar en el hombre la verdadera vida; la vida espiritual... Cuanto n,ás sufre el hombre físicamente, mejor se encuentra moralmente.»

Observamos, en algunas de sus ideas, una especie de resignación que, sin duda alguna, las inspiran y moti­van : «... Así hablan muchas ' gentes, pero quienes lo dicen y lo piensan se equivocan considerablemente; no :¡a Den lo que es amar a su prójimo, no a un hombre que nos es agradable y útil, sino a todos los hombres sin ile-rencia alguna. Sólo quien así ama, ama a su prójimo. Para así hacerlo de-de amar a Dios...»

Si agregamos a lo ya expuesto (y que son ideas suscintas de su libro «El camino de la vida») la que a continua­ción exponemos, nos veremos en la tentación de llegar a la conclusión de que el hombre debe de conformarse con la existencia de la desigualdad...

«Me parece que el hombre debe de estimar, como regla principal, el sen­tirse feliz y satisfecho. Hay que aver­gonzarse de su descontepto e inconfor­midad como de una mala acción... »

¿De sentirnos avergonzados de nues­tro descontento? ¿Conformarnos con la injusticia y desigualdad existentes?

Lo expuesto, que no deseamos sea confundido con una crítica demoledora, no tiene más objeto que el de señalar ciertas concepciones—desconocidas o inapreciadas—que se precisa estudiar para mejor conocer a León Tolstoi. De cuanto apuntado queda, no ( podemos llegar a mejor conclusión que la que llegara Turgenieff. Trataremos, pues, de concretarla, transcribiendo un frag­mento de carta dirigida por éste a Tolstoi : «Usted me escribe que está muy satisfecho de no haber seguido mis consejos, y que es solamente lile rato. No se lo discuto—posiblemente que tenga razón—pero cuanto más me rompo la cabeza, menos comprendo lo que es usted en realidad, sino un lite­rato. ¿Oficial? ¿Propietario? ¿Filósofo? ¿Fundador de una nueva religión?...»

A continuación, Turgenieff agrega­ba : «Estoy bromeando, en realidad deseo verle navegar a plena vela...»

Incomprendido, confusamente inter­pretado, indebidamente reivindicado, equívocamente «etiquetado», León Tolstoi no puede dejar de ser admira­do...

(1) «Essais critiques, artistiques, phi-losophiques et littéraires.— Léon Tds-toi vu par son fus, le comte L¿un Tolstoi fils» (Editions de la «Now.elle Revue Critique», n. 27. 1931.)

D E par en par habíamos dejado las puertas de la galería exposi­tiva.

Así que, volviendo a las andadas, lo primero que se nos ocurre es certificar un hecho corriente : Sentirse zaherido por un acto injusto es frecuente, mas no tanto como para libremente poder prorrumpir la consiguiente queja. El ofendido aprieta los dientes, en tanto el ofensor, excitado, con ahinco, sigue clavando sus colmillos en lo que se le antoja carne inerte. Y felices si vuelve la espalda menospreciando la conmove­dora escena, se hace el turco y os de­ja. Lo más probable, insisto, es que vuestra angustia excite su ánimo bra­vucón, y apelando a sólidos argumen tos os haga razonar por la verdad po­tente que emana de su fuerza corpu­lenta. Y, si árbol caído, más leña. He ahí a lo que se reduce el diálogo, que forzosamente lleva implícito todo acto tolerante, en nuestra sociedad, las más de las veces.

Lo cierto es que en tanto no se des­congestione esta atmósfera de miedo y retraimiento, que originan sentimientos de odio y rencor, complejos vengativos figurándosenos justicieros, que hace encavenarse la queja en los repliegues del subconsciente, y deba hacerse en secreto lo que debiera efectuarse abiertamente, no habrá diáalogo de temperancia verdadero.

Ahora bien, mayúscula aberración es pensar que a este terreno de violencia, poco menos que de exclusivismo y uni-lateralidad, hayamos llegado por la al­tanería o combatividad de los siervos. Sería tanto como culpabilizar al caca­reo de la 'gallina si la zorra acomete voraz al asaltar el gallinero. Y error de no menos envergadura es calcular que

por Plácido BRAVO

IRUIDCILIF ROCkER £¿ ai datacbúi da aáiiia

Solidaridad De la familia Alvarez, de la Federa­

ción Local de Toulouse, hemos recibi­do unas sentidas y expresivas líneas de agradecimiento a la labor de apoyo so­lidario que vienen realizando los mili­tantes de esta localidad —• C.N.T., F.I. J.L. y S.I.A., conjuntamente — para con los compañeros recluidos en los hospitales de la villa.

Dicen los atendidos en su nota:

«¡Solidaridad, bonita palabra si va acompañada por los íiechos! ¡Y esta so­lidaridad saben practicarla los compa­ñeros de la Federación Local de Tou­louse (C.N.T., JJ.LL., S.I.A.) por lo que la familia Alvarez les da las más expre­sivas gracias!».

La familia Alvarez tiene hospitaliza­da en Purpán a su hija Libertad, jo-vencita de grandes promesas, niña hoy, mujer, compañera, madre mañana.

A la recíproca, y por la parte que le afecta, RUTA, se complace en auspi­ciar esta vibración de fraternal senti­miento, y une fervientemente sus votos al común deseo de que no haya uno solo de nuestros enfermos sin ayuda, sin cariño y sin aliento.

¡Solidaridad! ¡Solidaridad!

de este lugar sólo saldremos acomo­dándonos a la salsa que mejor se les venga comemos.

Porque no hay que pensar que un buen día, a base de una imposible re­signación, el poderoso pudiente razo­nará así : «Esto te lo he birlado, lue­go no es mío, no me pertenece. » Y luego esbozará el gesto para corrobo­rar lo dicho, haciendo : « Ahí va esto que en mala hora te hurté»; esto si que es pensar en lo excusado.

Aceptemos que existan conciencias que se hayan formulado quedamen'.e esta crítica; pero lo cierto es que los menguados resultados a la vista ha­brán ahogado esta voz interna acusa­tiva, y aun a regañadientes seguirán en sus trece.

Aceptaremos también, ya en el terre­no de las concesiones, a quienes hayan ido más lejos. Es decir, que en un mo­mento de lucidez o blandura, han he­cho acto de contrición y refrenado su ambición, y llegado inclusive a soltar benévolamente ciertas migajas.

Los hay que, momentáneamente, por arrebato sentimental, sin coerciones violentas exteriores, hacen renuncia y enmienda total de sus bienes y pode­res; luego, desarraigados, endebles pa­ra soportar la desnudez que la vida les impone, tentados de nuevo por la cule­bra simbólica, pecan, y bajo otros cié los, con otros uniformes, con mayores precauciones, se arrepienten de su arrepentimiento. Otros, incapaces de «reprendre du poil de la béte», bifur­can y se pierden en los pantanosos pa­rajes del escepticismo morboso, deam­bulando como sombras, pesándoles más que el pecado, la penitencia por ellos impuesta.

En fin y no vamos a menospreciar­los, muy al contrario, cabe sacar a re­lucir aquellos casos excepcionales de conversos magníficos, sabios y bravos combatientes contra la injusticia, sin que se haya amilanado su ánimo al te­ner que sufrirla.

Mas todos estos casos sumados, ¿ha­cen otra cosa que confirmar la regla milenaria? Además, si lograron sacudir sus flaquezas, ¿no lo debieron en par­te al ejemplo que emanaba de otros combatientes cruzándose en su camino de Damasco?

Siglos de moral cristiana llevamos a cuestas, moral basada en la caridad y la sumisión, ¿y qué ocurre en nuestra sociedad?—¡vaya socios!—después de tan larga espera? Para unos las cruces que otros reparten con creces.

Luego entonces, el combate se im. pone. Y dejemos la puerta abierta pa­ra tratar próximamente sobre la efica­cia y valor intrínseco de ciertas arman de secular empleo. Donde se demues­tre que la punta y el doble filo de la espada, al llegar al corazón o al cere­bro enemigo, no lo iluminan, pese a dejarlo yerto. Que muerto el perro no por ello se acaba la rabia, pero que in­clusive la ciencia aconseja tal medida de defensa. Y sin olvidar de formular estas reservas : ¿En qué época los ad­versarios dejáronnos escoger las ar­mas? ¿Imponérselas? Falta demostrar jomo llegar a ello.

EN «The Word» correspondiente al mes de abril de 1951, E. H. James, escribiendo desde Concord, Mass.,

bajo fecha del 19 de marzo de 1951, llamaba la atención sobre la amenaza de expulsión de los Estados Unidos de que han sido objeto Rudolf Rocker y Milly Witcop Rocker, quienes habitan en Coompond Colony, N. York. A los Rocker se les ha permitido permanecer en U.S.A. durante 17 años. Vive con ellos su hijo Firmin, artista publicista, quien es ciudadano, naturalizado ame ricano. Firmin Rocker nació en Steney. Londres, hacia 1907.

Rudolf Rocker nació en Maguncia, sobre el Rhin, el 25 de Marzo de 1873. Sus padres pertenecían a la clase traba­jadora y al morir éstos, siendo él toda­vía joven, fué internado en un asilo ca­tólico de huérfanos. Se escapó dos ve­ces del orfelinato y fué internado otras tantas. A la edad de trece años era aprendiz encuadernador y un año más tarde comenzó a leer literatura Social-Demócrata. Permaneció con el encua­dernador hasta 1888, y en ese año co­menzó sus viajes por el oeste de Eu­ropa. En 1891, se hizo anarquista y co­noció a Dómela Niewenhuis. Al si­guiente año abandonó Alemania por estar amenazado de encarcelamiento. Se dirigió a París cuando Ravachol, Vail lant, Neury y Caserío se comprometie­ron en la «propaganda por el hecho». Aquí conoció a Elisée Reclus, Kropot-kin, Malatesta, Grave, Faure y Louise Michel. Después que Caserío dio muer­te al Presidente Carnot, Rocker fué ex­pulsado de Francia. Se dirigió a Lon­dres. En 1895, comenzó su campaña de propagar la anarquista, en alemán y Yiddish, en el East End londinense.

En Alemania había contraído matri­monio legal pero se había separado de-su esposa alemana. Debido a su con­tacto en París con mujeres anarquistas rusas, contrajo alianza con Milly Wit­cop, nacida en Rusia. Ella y sus padres habían sido obligados a abandonar Kiew, donde ella neciera, y estaban vi­viendo en el East End de Londres.

Después de permanecer tres años en Londres, Rocker decidió ir a los Es­tados Unidos con Milly Witcop.

El «Sun» de Nueva York, con fecha 29 de mayo de 1898, y bajo el título de «Nuestra Inquisición Inmigratoria», daba cuenta de cómo les fué denegada a Rocker y Milly Witcop, la entrada en los Estados Unidos. Fueron devueltos a- Inglaterra sobre el «Chesters».

Otra vez en Londres, Rocker comen zó su propaganda anarquista en Yiddish primero en Leds, más tarde en Londres Organizó su propaganda, editó prensa en yiddish y consiguió una reputación de hombre de letras.

En enero de 1913, Rocker hizo una jira de conferencias en el Canadá. El «Worker's Friend», de Londres, publicó un interesante comentario de sus con­ferencias en el Canadá, y en «The Spur», apareció un sumario de las mis­mas. Hizo grandes «meetings» en Montreal, algunas conferencias sobre sindicalismo y otras sobre «Caracteres en la Literatura», «Nacionalismo y Cul­tura», etc. Volvió a Londres y actuó en la editorial del «Worker's Friend» yiddish.

Nada sucedió hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. La guerra se declaró en Agosto de 1914 y Rocker fué arrestado en febrero de 1915 por e!

solo hecho de ser alemán. En Alexan-dra Palace fué tratado con mucho res­peto y obtuvo considerable fama con sus conferencias literarias.

La libertad de Rocker fué pedida en un «meeting» muy concurrido que se celebró en Mile End Empire, el 4 de abril de 1915. La petición estuvo a car­go de John Tumer, Ben Tillet, Herbert Burroes, George Lansbury, James O'Gray, M. P. J. Keir Hardie, M. P., y Ramsay Mac Donald, M. P. El movi­miento Laborista en general, fuese orto­doxo o pro-británico, sostuvo que Roc­ker debía ser puesto en libertad. El re­querimiento fué hecho en vano. El 8 de Julio de 1916, fué detenida Milly Wit­cop Rocker en su casa, 3, Dunstan House, Stepney Green. El diario londi­nense «Evening News» publicó una in­formación sobre el arresto. Fué condu­cida a la Comisaría de Vine Street y permaneció allí durante seis días. Ni a sus amigos ni a su abogado se les permitió verla hasta que recibió un per­miso especial de Scotland Yard. Se la trasladó a Holloway y allí fué tratada como a peligrosa criminal.

El lunes 28 de agosto de 1916 se le hizo comparecer ante el Comité Inter­nacional en Westminster Hall. A ia-die se le permitió representarla. Se men­cionó a Guy Aldred como a uno de sus cómplices, por el mero hecho de ha­berse unido libremente con /a hermana de Milly. Se le preguntó si Guy Al­dred era o no su cuñado, a lo que ella contestó que sí lo era. Entonces la hi­cieron responsable de un trabajo de Guy Aldred publicado en el «Indian So-ciologist» en 1909, en defensa de la libertad de prensa en la India. En ese momento, por supuesto, Milly Witcop nada tenía que ver con ese asunto. El veredicto fué falso y ultrajante. Ella habitaba en Stepney y Aldred en She-pherd's Bush, que entonces, mucho más que ahora, significaba atravesar completamente Londres. Aldred pen­saba, hablaba y escribía solamente en inglés. Milly hablaba en ruso, alemán y yiddish más que en inglés. Había cierta amistad y relación social pero no con­tacto político. Milly Witcop fué inter­nada en Aylesbury Prison.

Rocker salió de su internado en mar­zo de 1918 para ser deportado a Ale­mania. Se fugó del tren que lo condu­cía y llegó a Holanda. Permaneció allí hasta la revolución alemana. A Milly Witcop se le permitió runirse con él, pero tuvo que tolerar escolta sobre el buque durante su viaje.

Rocker volvió a Alemania y vivió en Neukollen, suburbio berlinés de clase trabajadora. En febrero de 1919 fué arrestado y encarcelado por la policía social-demócrata de Noske, que asesinó a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.

En 1934, Rocker llegó a los Estados Unidos donde continuó dando confe­rencias y hablando de emisora en emi­sora.

Rocker no entró en U.S.A., ni como un refugiado (siendo así que lo T I . puesto que no tenía país) ni como un inmigrante, sino como visitante. Dos hermanas de Milly Witcop viven en los EE.UU. y su hijo es ciudadano nor­teamericano. Puesto que se le permitió permanecer allí, con Milly Witcop, du­rante diez y siete años, y dar confe­rencias durante esos años en todo el país, la actual amenaza de deportación significa un ultraje.

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Superadas to­das las dificul­tades, el primer volumen de «LA C.N.T. EN LA REVOLUCIÓN

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E L t i t u l o d e o b r a m a e s t r a va le e n l i t e r a t u r a s i e m p r e y c u a n ­d o d e s c r i b a f i e l m e n t e é p o c a s ,

p e r s o n a j e s , c o s t u m b r e s , p a i s a j e s q u e t i e n e n u n a c o n s o n a n c i a , u n p a r a l e l i s m o , c o n u n a r e a l i d a d q u e

| h a s ido , q u e p o d r á ser . Si a l c o n ­t r a r i o se a p a r t a de l v e r d a d e r o m o t i v o d e s c r i p t i v o y c r i t i c o , per ­d e r á d e su v a l o r y se a d e n t r a r a i n e v i t a b l e m e n t e p o r u n m u n d o l i c t i c io , f a n t a s m a g ó r i c o y p e d a n ­t e . E n c o n s i d e r a c i o n e s filosóficas, u n a t e s i s es v i a b l e , u n p r i n c i p i o a c e p t a b l e , u n m é t o d o p o n d e r a d o s i e m p r e q u e l a r a z ó n y p r i n c i p i o m o r a l t i e n d a a e x p l i c a r , a ense­ñ a r el c a m i n o d e l b i en ; e l e v e n la n o c i ó n d e l d e b e r y d e l a r e s p o n ­s a b i l i d a d a l a s s a n a s c o n c e p c i o ­n e s d e l a s r e a l i d a d e s d e l a v ida , l as n e c e s i d a d e s d e l h o m b r e , l iga­d a s e l l a s m i s m a s a u n i n s t i n t o de s o c i a b i l i d a d e i g u a l d a d i n s e ­p a r a b l e s .

M u c h a s veces , lo q u e n o s p a r e c e c o m p r e n s i v o y a s i m i l a b l e es t a n d i s c u t i d o , t a n i r r e s p e t u o s a m e n t e c o n d e n a d o o i n c i e n s a d o , q u e l a d u d a p u d i e r a i n v a d i r n o s . P e r o p o d e m o s leer e s c r i t o s e log iosos , s i n c e r o s , ec léc t i cos d e c r í t i c o s , los m e j o r i n t e n c i o n a d o s , a n a l i z a n d o , d e s c u a r t i z a n d o el c o n t e n i d o d e u n l i b i o y, a l a vez, e n c o n t r a r e m o s o í r o s q u e lo c a l i f i c a r á n d e r i d i c u ­lo, d e i g n o m i n i o s o , d e p o c a s u b s ­t a n c i a . Es n a t u r a l q u e e s t o suce ­d a . Se e x p l i c a s e g ú n d e d o n d e v e n g a n los s o n e s d e c e n á c u l o q u e los i n s p i r a n .

Se h a b l a de l « v a r g a l i s m o » e n t é r m i n o s e log iosos o d e s p e c t i v o s .

S i n e m b a r g o , es i n d u d a b l e q u e m u c h o h a y e n él d e b u e n o y d e m a l o . M u c h o s j ó v e n e s h a n v e n i d o p o r él a l a A n a r q u í a — p i e n s o e n

«Los P a r i a s » , « F l o r d e f a n g o » , e t c . N o o b s t a n t e , e n o t r o s c a s o s , su e g o c e n t r i s m o se n o s h a c e e m p a ­l a g o s o y h a s t a d e s p e r c i a b l e .

T e n e m o s l a s t e o r í a s d e Nie tz s -c h e , q u e u n o s ca l i f i can , n o c o n r a z ó n , d e a b s u r d a s y o d i o s a s . S a ­b e m o s a d o n d e l l e v a n con a q u e l l o de los s u p e r h o m b r e s . H i t l e r n o s d io u n a m u e s t r a d e e l lo . E n c a m ­bio e n c o n t r a m o s e n su Z a r a t r u s -t a «El E s t a d o es el m á s f r ío d e los m o n s t r u o s f r íos» «El E s t a d o h a s i d o i n v e n t a d o p a r a los s u p é r -f luos . D o n d e a c a b e él , e m p i e z a el h o m b r e » . F r a s e s q u e p o r s u h o n ­d o c o n t e n i d o p o d e m o s h a c e r n u e s ­t r a s , p o r q u e c o n d e n a n a l m á s frío. . .

R o u s s e a u — a q u i e n l a R e v o l u ­c ión f r a n c e s a d e b e t a n t o — es c o n s i d e r a d o p o r B a k u n i n « c o m o el . e s c r i t o r m á s n o c i v o d e l s i ­g lo X V I I I , el so f i s t a q u e h a i n s ­p i r a d o a t o d o s los r e v o l u c i o n a r i o s b u r g u e s e s » , p e r o n o d e j a d e s e r , p o r o t r a p a r t e , «el p o e t a e n t u ­s i a s t a d e los g r a n d e s i d e a l e s , i n s ­p i r a d o r d e los d « r e c h o s d e l c iu­d a d a n o » c o m o b i e n e s c r i b i ó K r o -p o t k i n e e n su « E t i c a » .

¿De d ó n d e v i e n e n , p u e s , e s t a s c o n t r a d i c c i o n e s , q u e p u e d e n v a l e r p o r Z o l a , G o e t h e y t a n t o s o t r o s , y e n o t r o c o n c e p t o p o r el m i s m o B a k u n i n , c o m o b i e n n o s lo h a d e ­m o s t r a d o G a r e i a P r a d a s d e u n l a d o y G a s t ó n L e v a l y F o n t a u r a de l o t r o , a l a n a l i z a r r e c i e n t e m e n ­t e su o b r a ? A m i m a n e r a d e ver , e l l a s se e x p l i c a n a t r a v é s d e l a f o r m a e n q u e c a d a i n d i v i d u o l a s i n t e r p r e t a . D e d u c c i ó n q u e n o s p e r m i t e — s in e n m i e n d a d e rec i ­p r o c i d a d — i m p l í c i t a m e n t e r e c o ­n o c e r a d o n d e e m p i e z a a a f i r m a r ­se el v e r d a d e r o v a l o r a n a l í t i c o d e l a o b s e r v a c i ó n ¡ conc ienzuda , d e l

l i b re e s p í r i t u y la r e c i a p e r s o n a ­l i d a d de l i n d i v i d u o .

Si l a p e r f e c c i ó n f u e r a a s e q u i b l e e n t é r m i n o s g e n e r a l e s , se c a n a l i ­z a r í a n l a s i n t e r p r e t a c i o n e s , i d e n ­t i f i c án d o se , y se l l e g a r í a a l a con ­s a g r a c i ó n d e f i n i t i v a . S i n e m b a r ­go , e s t a es r a r í s i m a . C e r v a n t e s es g e n i a l e n u n a d e s u s o b r a s y m u y d i s c u t i d o en s u s o t r a s . B e r n a r d i -n o d e S. P e d r o con su « P a b l o y V i r g i n i a » , n o s p i n t a m a g i s t r a l -m e n t e lo be l lo d e los s e n t i m i e n ­tos v i r g i n a l e s y lo e x ó t i c o y g r a n ­d ioso d e la N a t u r a l e z a y l u e g o ce­r o o p o c a c o s a .

¿ E n t o n c e s ? E n t e n d e m o s q u e el h o m b r e d e b e s i e m p r e « p o r sí m i s ­m o » , s a b e r e s c o g e r y c las i f i ca r , o r d e n a r y r e c h a z a r t o d o a q u e l l o que se i d e n t i f i c a d e le jos o d e ce r ca con el b ien y el m a l . P u e d e el h o m b r e d e j a r s e l l e v a r l ib re ­m e n t e p o r a q u é l o a q u é l l o s q u e e x p r e s a n s u p r o p i a m a n e r a d e s e n t i r , p e r o s i e m p r e s i e n d o p o r s i m i s m o , n o s e r j a m á s e sc l avo d e t u t e l a s i n s o p o r t a b l e s , d e f ó r m u l a s v a g a s , d e i n t e r e s e s p a r t i d i s t a s .

P e n s a r u n o s p a r a i m p o n e r a los d e m á s s e r i a a b s u r d o , s e r i a r e n u n ­c ia r a n u e s t r a m i s i ó n d e h o m ­bres . E n el c o n c i e r t o d e l a s d i s o ­n a n c i a s t a l s u m i s i ó n es u n a p r u e ­b a d e r e n u n c i a m i e n t o , l a a c e p ­t a c i ó n se rv i l d e u n a s p a l a b r a s d e o r d e n q u e a t r o f i a n a los c e r e b r o s y o b l i g a n a m a r c a r el p a s o -

S e r p o r si m i s m o ; h e a q u í n u e s ­t r a r a z ó n i n d i v i d u a l . P e n s a r a s e r con los d e m á s ; h e a q u í n u e s t r a m i s i ó n u n i v e r s a l , s o l i d a r i a , i m p e ­r i o s a . L a s i n t e r p r e t a c i o n e s i n d i ­v i d u a l e s d e l a s c o s a s v a l e n e n l a m e d i d a en q u e e l l a s b u s c a n , e n el t e r r e n o d e l a s r e a l i d a d e s , a i d e n t i f i c a r s e , a c o n f r o n t a r s e cor-d i a l m e n t e , s i n c e r a m e n t e , p a r a h a ­

cer luz, y n o c o m o a l g u n o s lo h a ­cen s e m b r a n d o c o n f u s i ó n y d u d a .

Lo e s e n c i a l , lo q u e c u e n t a , es q u e el h o m b r e s e p a d i s c e r n i r y a p r e c i a r el v e r d a d e r o v a l o r d e t o ­do a q u e l l o q u e a « p r i o r i » se p r e ­t e n d e r e v e l a d o r d e u n a v e r d a d i n a t a c a b l e e i n f a l i b l e . P o r q u e c r e o c o m o b i e n e s c r i b í a Ala iz e n « H a ­c ia u n c u r s o d e l i t e r a t u r a e x p e ­r i m e n t a l » , q u e n o h a y u n a l i t e ­r a t u r a e j e m p l a r , s i no i n f i n i t a s o b r a s s u g e s t i v a s e n t o d o o e n p a r ­te p a r a d i s c u t i r d e s u e j e m p l a -r i d a d o d e su v u l g a r i d a d » . Al lec­t o r d e j u z g a r lo q u e lea , d e reco­g e r lo q u e s ea d i g n o y d e c o n d e ­n a r lo q u e . c o n s i d e r e n e g a t i v o , y s i e m p r e d i s p u e s t o a c o n f r o n t a r su m a n e r a d e ver c o n o t r a p a r a di­s i p a r l as t i n i e b l a s p e l i g r o s a s que p u e d e n n a c e r d e l a s f a l s a s i n t e r ­p r e t a c i o n e s y d e l c r i t e r i o p e d a n t e del Y O E X C L U S I V O Y Ú N I C O , q u e p r e t e n d e a l g u n a s veces q u e ­r e r ve r le jos y q u e n o ve m á s a l l á de l a s n a r i c e s . . .

F A B R I C E .

R o g a m o s a t o d o s los p a q u e ­

t e r o s y s u s c r i p t o r e s d e n u e s ­

t r o p a l a d í n q u e n o d e m o r e n

el p a g o d e s u s d e u d a s c o n la

A d m i n i s t r a c i ó n d e R U T A .

N e c e s i t a m o s d e l a r e s p o n ­

s a b i l i d a d d e t o d o s p a r a c o n t i ­

n u a r n u e s t r a o b r a .

E s p e r a m o s q u e n u e s t r o r e ­

q u e r i m i e n t o s e r á d e b i d a m e n t e

a t e n d i d o .

LA A D M I N I S T R A C I Ó N .

Page 3: UH LUGAR PARA CAUA CUSA TIEMPO ¥ JUVENTUD … · que fije matemáticamente dond el adulte empiezo y donde fina eel ... qu noe es posible construir nada nuevo con materia ... minamos

RUTA

TIEMPO y JUVENTUD Reclús, de un Krcpotkin, de un Mella y de otros hombres de rt-conocido valor intelectual, se lea puede responder: También en nuestros dias se posee más caá

(Viene de la página 1.)

que puedan ofrecerse, por con­ducto de determinados organis­mos de tipo cultural, para la ob-

S s m t es tudiantes S T & i S «tal «le experiencia que en el p * K f e ^ j o v e n qune des'e es ta fad sado; que las ideas alcanzan ma, margen del cotidiano trabajo fmpha y clara visión, que se han manual, como dicen los franee- "evado a cabo realizaciones que ses, «a a page» en lo que a pre- entonces tan só o pertenecían a paración cultural se refiere, pue- 1« d < > ™ s *« * u

ntopJf vY !£?•

de obtener bastante, si en ello " i «una. el mundo no se ha acá-centra su voluntad, máxime si es b a d o " Y ™ucho cabe esperar del globalmente la organización ju- pensamiento anarquista puesto venil quien toma interés marca- que, como se ha dicho los valo-do en ello, preparando no n í a - Fe s intelectuales de altura no se mente cursillos por coirrespon- ^ c e n en dos días, y hasta laiíe-dencia sino facilitando documen- cha nadie, ni amigos m e n e m í -tación, medios individuales de g°s- h a Probado, de un modo ra-estudio al que ponga especia! zonado, con argumentos

irreba tibies, que las ideas libertarias hayan fracasado como tales.

Lo relacionado con la capacita

empeño en adquirir conocimien­tos, alrededor de una materia de­terminada y dermatiz sociológico.

Tiene la vida actuai un ritmo «ón intelectual libertaria ofrec tan acelerado; es tanto el cúmu- materia amplia de reflexión al­io de conocimientos que brotan rededor de ello P^enproAiSM-por doquier, que caJa vez se se las iniciativas; sin fiebre, sin alarga más el horizonte intelec- apresuramiento, pero con el de t u a í d e ahí que, para el no es- cidido propósito de hacer pecializado, para el que desea te­ner una idea lo más amplia po­sible del conjunto, hay publicadas profusión de obras de síntesis; textos condensados y claros pa­ra el que vive con múltiples que­haceres y escasez de tiempo pa­ra dedicar al estudio detallado de tales o cuales materias. Esto permite darse una idea, tener un concepto lo suficientemente exac­to' para no incurrir en errores de bulto cuando sea menester apli­car a la realidad los conocimien­tos asimilados. Por supuesto, to­do requiere un cierto método y coinstancia, sin lo cual nada va­ledero puede ni podrá obtenerse en ningún orden de actividades, como es ya archisabido.

Hace falta que surjan valores nuevos. Podemos congratularnos de que en las Juventudes Liber­tarias existan elementos que pro­meten, pero lo interesante es que llegue a crearse una corrien­te en peu de la labor de capaci­tación; una acción de vigoroso impulso, como a nadie más que a la juventud se puede pedir, como sólo de ella cabe esperar.

Contra el enfermizo escepti­cismo de aquellos que todo lo ven deficiente y nada hacen por el mejoramiento de las cosas; con­tra el pesimismo de quienes an­dan constantemente con jere­miadas, recordando que el pasa-do fué más pr¿digo en valores

" intelectuales, hace falta y se puede reaccionar. Sin efectismos, sin alharacas, sin batir el par­che con fraseología detonante, bien puede decirse que ayer, hoy y mañana el movimiento tan só­lo se ha demostrado de un modo locuente andando, poniendo los nervios en tensión y obrando, de una o de otro forma, en uno o en otro sentido. Jamás se ha de­mostrado que la inercia produz ca movimiento. Y los escépticos empedernidos vegetan en la iner­cia, sumidos en la estéril fun­ción de contemplar el propio om­bligo; cuando no haciendo una vida sanchopancesca, con menos espiritualidad aún que la del la­moso héroe cervantino.

A los que con premeditación de apabullar lo que hay y lo que se hace, en nuestros dias, en el am­biente libertario, nos dicen cons­tantemente que carecemos de un

obra sólida, eficiente, en el presente y en el futuro.

F O N T A U R A .

PARA VENCER LA APATÍA debemoá eátinudaznoá A apatía, la desidia, el Ciertamente, vamos viviendo ees, en la clandestinidad otras; ca-abandono, la desconafinza, horas difíciles, en las que nos yendo aquí, para alzarse más plagas destructoras, que de coloca la trágica inconsciencia de allá, desapareciendo para reapa-

cierto tiempo a esta parte vie- un mundo inconsciente, pero recer con más fuerza y pujanza; nen minando, no sólo las agru- tcuándo en el historial de núes- calumniados siempre, pero siem-paciones políticas españolas en tro movimiento no las hemos ha- pre temidos, como una fuerza el exilio, sino, lo que es cierta- liado, a lo largo de su carrera majestuosa y digna, que supo en mente lamentable, más que esto, revolucionaria? Nuestro historial todo momento demostrar su in-vergonzoso, nuestro movimiento; está formado por el heroico pa- corrupción, es decir, lo diáfano de es la destructora polilla que de- tetismo de hombres que alean- sus principios éticos e ideales, he-bemos extirpar si en realidad zaron el Cénit de la sublimidad, chos uno, confundidos entre si, sentimos verdaderamente el ideal frente a las más adversas cir- ya que para nosotros la ética es que decimos profesar y si en rea- cunstancias, de hombres cons- nuestro ideal es un basamento lidad deseamos que nuestro mo- cientes, elevados al pináculo del ético indestructible, ya que el fun-vimiento continúe siendo, como sacrificio, por su constante labo- damento de los mismos es la sus-hasta la fecha fué, en toda cir- rar, enfrentados en todo momen. tentación de la sociedad, por lo cunstancia histórica de nuestro to a todas las fuerzas del obscu- que cada militante de nuestro pueblo, la única fuerza capaz de rantismo y de la opresión, ligan- movimiento es en si, aun el más salvaguardar los intereses econó- dose estrechamente, haciéndose ignorante, por su humana coai-mico3 y la libertad del proletaria- un cuerpo unido y multiforme, en cepción de la libertad y solidan­do hispano, capaz de elevarse a la suerte como en la desgracia; dad del género humano, un idea-las cumbres del heroísmo y la lo que hizo de nosotros la fuerza lista ético. sublimidad, inyectando la savia temida por todos los opresores La pluma modesta, sencilla y de un existencialismo revolucio- de nuestro pueblo; obstinados en humana de un hombre, que siente nario, que hizo del mismo el pre- nuestra desaparición, por lo que en su carne viva esta atrofia que cursor y alma viva de la clase les reportaba el conocer la com- se deja observar y que nos inva-trabajadora progresiva y evolu- batividad de nuestro movimien- diría paulatinamente, si todos, cionada, en su lucha constante to anulándose hasta el martiro- responsabilizados, no* ponemos en ¡ injusta y monstruosa condena^ Seis me. y denodada contra los enemigos legio; avanzando por la senda del esta magna obra de recuperación,

EL PERSEGUIDO P*t OAECIA NAYAKRC

L OS ya mortecinos rayos del sol se emprendieron vertiginosa carrera, otros ocultaban tras las elevadas crestas ' más despacio, también fueron rendidos, de las montañas. Un aire frío, pe- porque flaquearon sus piernas y su

netrante, azotaba el rostro de Pedro, mente; no conocieron la grandeza del simple obrero manual, autodidacta en ideal humano, deseando vivir como conocimientos generales, guiado siem- Dios manda y la sociedad lo prescribe, pre por el ansia de saber, recorriendo Ser «dócil y bueno»; sumiso, adapta-unos y otros caminos, no los trillados y ble a los designios de una sociedad vulgares, le hacía sentir los rigores de corrompida, aquella noche invernal, como tantas Pedro, ya cansado, no agotada, hizo otras había sufrido.

Cabizbajo caminaba, sin darse cuen­ta del tiempo transcurrido, ni del can­sancio y el hambre, casi a los limites del agotamiento físico, no moral, por­que embargado por hondas preocupa­ciones, caminaba... sin detenerse, como si tuviera prisa en llegar... ¿A dónde? Eterno perseguido, buscaba lugar segu­ro para ocultarse de unos hambres uni­formados, que deseaban darle caza co- c a j 0 j a

mo a un bandido. ¿Cuál era su delito0

El de librepensador. Grave peligro \ por el cual una y otra vez sufrió condena inocente en el penal del Puer­to de Santamaría. Cinco largos año s de

un alto en el camino. Comprendió que necesitaba reposo. Cobrar aliento. Guiar sus pasos firmes y seguros, convencido de que la duda y la vacilación no em­bargaba su mente, examinando el ca­mino y dándose cuenta del lugar en que se encontraba. Dueño de sí mis­mo, con plena firmeza de su voluntad y de carácter... Reposó varias horas y recitó la poesía «Un duro al año» Es-

ilt

de la libertad: Capital y Estado, progreso, públicamente unas ve-

DEL GRANO DE ARENA U

N grano no se conoce en cuadrarán con suma precisión en ácrata». ¿Es que todo aquel jo-

el granero pero ayuda al los momentos actuales. Pero ello ven o viejo militante que no co-compañero»—dice el re- no es motivo para tomarlo tan a mulga con las ruedas de moli-

franero castellano. Una idea, una pecho. Momentos muchísimo más no o por simple oposición a la acción, son insignificantes en el agudos se han pasado, hemos pa-momento de su realización; mas sado, y en cambio se ha mante-contribuyen a la germinación de nido lo que se debía de mante-otras ideas y de otras acciones, ner. El problema fundamental estriba S i e n r € a n d a d soñamos con ser en hacer algo. Con regularidad, a r q u i t e c t o sde la nueva sociedad, con espíritu constructivo débese empecemos por edificarnos noso-de trazar un plan de trabajo que t ros mismos. Y el mal habrá en­cera perseverancia máxima vaya contrado sus primeros reactivos, acumulando poco a poco los co- N 0 queramos derribar los punta-nocimientos necesarios para lu- \es q u e ia sostiene, con sus lacras char contra la pasividad, la indi- y iUCeros. No tiene que consistir ' ferencia y la apatía. en conservar lo atávico, lo grega-

Por de pronto, somos lo que r i o y l o sedentario. Tenemos múl-

nos sentimos capaces de ser El " £ * ¿ £ ^ ¿ ^ ' , £ ? * £ nüestrTprinclptos en aras de al-mundo circundante nos festeja * « ^rasnochaj .^Siendo^una^e ^ ^ ^ ¡& a b s t r a c c i ó n f u é u n a

y sonante, de-

<,¿dualidad» debe cerrarse en su caparazón individualista? No, si se opone al torbellino ortodoxo; si se mantiene en su lugar debi­do, aunque alejado de lo que ayer fué centro de gravitación ideoló­gica; si en un momento determi­nado dice ¡presente!, ello nos de­be de forzar a considerar que en el fondo existe un principio de moralidad, de esencia ácrata que alumbra constantemente sus in-

toda la fuerza de nuestro sentir, dá la voz de alarma. Nuestro Mo­vimiento, al que las más sañudas represiones no hizo vacilar un ápice de su trayectoria, hállase en el inminente peligro de pasar a ser una fuerza secundaria, in­capaz de emular sus gestas épicas y revolucionarias y sin dinamis­mo, embargada por el lastre de sus achaques; el enemigo que nos acecha, más fuerte que todos los opresores armados, es la desidia, y frente a esta fuerza, no vale el exponer, como en sublime holo­causto, la vida generosa, sino has­ta su agotamiento, la sabia fuerza de nuestras concepciones ideales, huérfanas hoy, de su virilidad ca­racterística.

F r a n c i s c o O L A Y A .

ses de celda incomunicado. Otros tan­tos en la prisión de Sevilla y de Mo­rón de la Frontera. Templado en cuar­teles y prefecturas de policía, sufriendo palizas tras palizas. Encartado en múl-

altura; se sentó en una peña. Espero la salida del sol, que vio ocul­tarse, obedeciendo a la ley de rota­ción y traslación de la tierra.Delicioso amanecer. Se trasladó con su mente, no al llano, sino a las alturas y dijo con Julio Verne: «Donde se comprue­ba una vez más que desde las alturas se ve mejor».

Observó cómo allá en el horizonte, se dibujaban pequeñas casitas blancas

tiples procesos, pasando por huelgas de habitadas por seres humanos y las cua-hambre desde tres, cuatro y ocho días. l e s t a m b i é n servían de cobijo a sus per-

De muy joven conoció las injusticias, seguidores, de los que huía, sin más sufrió toda clase de vejámenes y fué ° e ^ t o 9 u e e l d e s e r defensor de la ver-sometido a toda clase de sufrimientos, " a " -

mas no decayó su ánimo. Comprendió Sentado en la peña se le apareció cuan grave delito era proclamar la ver- la imagen del conde de Volney, en «Las dad, ser defensor de que la justicia rei- ruinas de Palmira»; José López Mon-ne sobre la tierra, pisoteada por unos tenegro, en «El botón de fuego»; Re­hombres que se dicen ser representantes clus en «La tierra y el hombre»; Ber-de los pueblos, hablando en nombre de *a. «Abajo las Armas»; Sender, en los mismos de paz, libertad y frater- «Imán»; J. R. Barco, en «El proble-nidad. m a sexual» y tantos otros. Se despejó

En estos vaivenes del vivir, templó su mente y vio claro. Miró a lo lejos Pedro su espíritu. Se conoció y cono- y se dijo: No debo huir; debo hacer ció a los otros hombres. En su largo frente a mis perseguidores y a la vida, caminar, y cuántos y cuántos vio, Unirme a los que sufren y padecen y sentado al borde del camino. Unos

Ahora bien, en nosotros, en los el mástil de

. las principales la de sacudirnos ^ ¡ ¡ ¡ ¡ ^ dora cuando debería de ser el e l letargo, aglutinado. Es el perfil del con- ( N o ^ p a r ece queridos compa-torno como el de un molde. Si so- n e r o s y lectores de RUTA que ho­rnos insensibles, flojos, incapaces, ra va siendo de demostrar lo que termina por moldearnos. Y más en realidad somos capaces de rea-tarde nos aglutina. Desaparecido lizar? De lo contrario a dormir el perro, se acabó la rabia.

De nuestra inoperancia nos quejamos. Craso error. Nos sen­timos mitigados por el espejismo de los males que padecemos y aún encontramos modo y forma de hacer espavientos. Es induda­ble que el mal social, nuestro mal, lacras que corroen al indi­viduo paulatinamente con su yo,

tocan. No. Tenemos otro concep­to muy diametralmente opuesto con respecto a la obra construc­tiva y de captación de los mili­tantes que integran nuestras ju­ventudes. Lo que sucede es muy sencillo. Y es que tenemos dema­siada confianza en nosotros mis­mos en nuestra cantera inagotable de energías. Y por ende, en las

bemos revigorizar, propulsar y re­juvenecer lo que para algunos pe­simistas es un mata tiempo. So­mos los continuadores da una obra fecunda, regeneradora. No nos importe la crisis ni el léxico del vecino. Vayamos a lo< nues­tro pues es aguda la enfermedad que padecemos; crónica es la que padece el mundo. No tenemos más que mirar por doquier y constataremos las mismas ano­malías que las que padecemos no­sotros. Claro está, en diferente grado, nivel y magnitud.

La pasividad, la indiferencia propias ideas. Ella es précisamen proviene de ahí: de la pasividad, te la que nos hace estar en esta la apatía por las cosas que reali la indiferencia y la apatía. En el inoperancia. zamos y nos redean, es un fenó-

Algunos se extrañarán de esta m e n o fneral- T a n «J**1 ?,ue

paradoja. Pero no, no hay que ex- D a r a algunas personas de las 11a-trañarse ni vacilar ante ella. Re- madas «élite» se ha generahza-cuerdo haber leído de un moralis- d o demasiado. Un antidoto ra­ta de nuestro campo, cuyo nom- dical es romper el molde de la bre no recuerdo, que «la moral inercia y hacer algo, es la base que personifica el ideal A. MARIO.

dominio de ila mecánica existe un axioma sencillo pero fulmi­nante: el movimiento se demues­tra andando.

«La ( . N. T. en la Revolurion Esparcía»

¡lili TI! ¡Joven libertario: «La C.N.T. en la «La C.N.T. en la Revolución Espa-

Revolución Española», tu libro, acaba ¿ola» pone a tu disposición una inmen-de aparecer! No se trata ya de un pro- sa cantidad de documentos que ilus-yecto ni de una promesa. En el mo tran toda una cronología de hechos, mentó en que recibas este número de luchas y sacrificios de nuestros antepa-RUTA, la obra tan largo tiempo espe- sados en la causa por la libertad, rada estará ya a tu disposición.

El cariz de la inestabilidad, y de cuantos sufijos con el mono-silabo ins queramos componer,

Como aspirante que eres al conoci­miento de la historia de nuestro Movi­miento social y filosófico, esta obra es tu obra. En sus páginas podrás apren­der cuantos antecedentes resume la co­rriente social en que militas.

Para ser digno del Movimiento Li­bertario; para tener consciencia amplia del significado de la corriente ideoló­gica a la que te hallas vinculado, pre­cisa que sepas cómo nació, cuáles son sus ideas, cuáles sus hombres y cuáles los hechos de la Confederación Nacio­nal del Trabajo de España.

No dejes de adquirir este libro. No ceses se propagarlo. Para comprender lo que eres y lo que quieres, te es ne­cesario saber de dónde vienes y hacia dónde vas.

Journal Imprimé sur les prtsses de la SOCIETE OENERALE D'IMPRESSION (Coopérative Ouvrlére de Productlon) Siége social : 26, rué Buffon, Toulouse Atelters 61, rué des Amldonnlers

¡Jóvenes libertarios I ¡Leed con inte­rés este libro! Enumerad sus datos, re­coged sus enseñanzas..

No se es militante sino en el sentido constante de estudio y superación.

tienen sed de justicia. Poner mis co­nocimientos al servicio de su ignoran­cia. Exhortarles a que sacudan el yugo de su esclavitud y se proclamen hom­bres libres.

Darse por vencido, es de cobardes. Someterse, es de esclavos; adaptarse, de hombres mediocres. Una y otra vez me derrotarán, pero no me vencerán.

Volveré entre los míos, altivo, para que no noten en mí los sufrimientos sufridos y lucharé mientras que me quede aliento para cotinuar. Volveré a ocupar los sitios que he ocupado, re­servados sólo a los que dicen la verdad y desean que la paz, la justicia res­plandezcan sobre la tierra. Mi sitio está entre los trabajadores, mis hermanos; en el puebla, dispuesto a arrostrar el peligro..

Oran, 1 de agosto del 51.

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(Continuación) De estas declaraciones, por lo demás, se despren

día que a Zensl se le había mostrado la carta de Baldwin. Se puede suponer sólo que se hizo así para ver si Zenls quería admitir la exhortación de sus ami­gos. Cuando Zensl hizo ver luego que estaba harta ya de la Unión Soviética, fué arrestada nuevamente a fin de inutilizarla para siempre.

El embajador ruso en América, como ya se ha di­cho, había contestado a un pedido de Roger Bald­win que Zensl fué detenida «por haber abusado de la hospitalidad de la Unión Soviética». Cómo ha po­dido dañar la desdichada mujer, que además no co­nocía una palabra de ruso, para justificar semejante detención, fué naturalmente el secreto de la omni­potente N.K.W.D. Incluso en los Estados reacciona­rios del mundo capi;alista se contentan en tales ca­sos con expulsar simplemente del país a las personas que han abusado del derecho de asilo, como la ma­yor parte de nosotros, que hemos vivido largo tiem­po en el destierro, tuvimos que experimentar a me­nudo. No así en la patria del proletariado, donde se ha pasado por encima de todas las consideraciones del derecho de gentes y todo el que no marca el paso es puesto simplemente contra el muro o enterrado vivo en una prisión. Este es también un progreso so­bre el absurdo mundo capitalista y al mismo tiempo un signo tenebroso de las infamias de que es capaz la barbarie moderna.

COMO COMENZÓ A RODAR LA PIEDRA

Entretanto, las cosas en Alemania misma han to­mado un giro que llevó el caso de Zensl Mühsam a la publicidad. El motivo inmediato fué el siguiente:

El 6 de abril habría cumplido Erich Mühsam se­senta años. El Sozialdemokrat de Berlín aprovechó esa ocasión para plantear el interrogante: ¿Dónde está Zenls Mühsam? Al respecto se publicó en el dia­rio una carta de nuestro compañero Walter Hanke, de Francfort, que éste había enviado al órgano del Par­tido Socialista Unitario de la Nueva Alemania, que no la dio a publicidad y sostuvo después que no la había recibido. Hanke rogaba en su carta que se di­jese lo que había de Zenls Mühsam. Al hacerlo rozó también brevemente el destino de Margarita Buber, y dijo textualmente:

«La señora Buber fué entregada por la policía de Estado rusa a la Gestapo, con otros emigrantes, en febrero de 1940, en Brest-Litovsk. No pude saber si estaban entre ellos la señora Mühsam y Carola Neher, la viuda del poeta alemán Klabund.»

Al día siguiente, 7 de abril, publicó «Neues Deuts-chland» una irritada declaración de protesta contra la redacción del «Sozialdemokrat», haciendo a éste, en tono de la más profunda indignación moral, el re-

El camino de pasión de Zensl Müsham proche de que se dejó llevar «por una supuesta carta de Walter Hanke a N. D., a las más bajas calumnias contra la Unión Soviética». En ello se permitió la re­dacción la tergiversación m^s^ra que Hanke había afirmado en aquella carta «que la viuda de Erich Müsham, Zenls Müsham, fué entregada por las auto­ridades soviéticas a la Gestapo».

Compárese la afirmación embustera con el verda­dero texto de la carta de Hanke, que hemos citado más arriba, y se reconocerá en seguida dónde hay que buscar las «bajas calumnias». Después de haber expuesto de ese modo la redacción de «Neues Deuts-chlad» su indignación moral, continúa textualmente el informe:

«No tenemos la intención de hacernos eco de las bajezas de esa propaganda de odio tenebroso. A ello puede dedicarse el S.P.D. Sólo comprobamos que la carta publicada por el «Sozialdemokrat» no ha llega­do a nuestras manos hasta hoy. Pero estamos en po­sesión, en cambio, de otra carta, que hemos recibido estos días desde la Unión Soviética, de Zenls Müh­sam, la viuda de Erich Mühsam. Nos escribe:

«He leído en el periódico «Neues DeutscMand» del 18 de septiembre de 1947 que se erigirá un monu­mento a mi esposo, Erich Mühsam, en Britz. Al sa­ber que mi esposo no ha sido olvidado, quisiera re­cordar que el 6 de agosto habría contado sesenta años. Fué asesinado en la noche del 9 al 10 de junio de 1934 en Oranienburg. Los asesinos son el coman­dante de las b.b. Eicke y el jefe d" grupo Wemer.

Erich Mühsam no sólo era un revolucionario sincero y valeroso, sino también un poeta que quedará para el porvenir. Yo vivo para esa tarea. Soy heredera de su obra literaria y el deseo <de *m esposo fué que vi­viese de los escritos que ha dejado. Sus trabajos iné­ditos se encuentran en el museo Gorki de Moscú (Diarios de 190B-192S). Estas cosas han sido salvadas por los rusos durante la guerra.

Un saludo a usted y al compañero Schlimme, con mucha gratitud por la memoria de mi esposo.

Vuestra compañera, Zenls Mühsam.»

No contento con eso, publicó «Neues Deutschland» el 8 de abril la siguiente noticia: «Para repetir... El 60 aniversario del poeta Erich Mühsam fué aprovechado, como se sabe, por el «Sozialdemokrat» para afirmar insolentemente que la Unión Soviética había entrega­

do a Zenls Mühsam, su mujer, en 1941 a la Gestapo. Hemos publicado el !7 de abril una carta de Zenls Mühsam, que se encuentra en la Unión Soviética. Re­cibimos hoy una nota de la señora Gertrud Steier, Berlín, en la que se lee:

«Leí en «Sozialdemokrat» de hoy un artículo-¿Dónde está Zenls Mühsam? Recibí justamente estos días desde la Unión Soviética una postal de una com­pañera en la cual también la compañera Zenls Müh­sam escribió saludos para mí. ¡Qué desvergonzada­mente, miente, pues, el «Sozialdemokrat!»

Ya el hecho de que la redacción de «Neues Deuts­chland» haya falseado burdamente la carta de Hanke, para desviar el juicio de sus lectores, demuestra que no había en ella muy buena conciencia. El que de-

RUDOLF ROCKER fiende una causa pura no necesita recurrir a ninguna mentira notoria.. Por lo demás, esa mentira fracasó completamente en su propósito; pues si aquella su­puesta carta de Zenls hubiese sido escrita por ella, surge de inmediato el interrogante: ¿Por qué se en­cuentra Zenls desde hace trece años en Rusia? ¿Por qué no está desde hace tiempo en Alemania?

De todas las cartas de Zenls que han sido trans­criptas en este trabajo se desprende innegablemente que no quiso permanecer nunca en Rusia. También el hecho que se haya esforzado por obtener el visa­do de entrada en los Estados Unidos y que haya sido arrestada de nuevo justamente por ello, testimonia sin lugar a dudas que estaba ya harta de la «patria del proletariado» y quería volver lo antes posible al en­vilecido mundo capitalista.

Si hubiese interesado a la redacción de «Neues Deutschland» realmente informar con honradez a sus lectores sobre el destino de Zenls Mühsam, en lugar de ocultar la verdad por medio de malabarismos, le habría sido muy fácil. Sólo habría tenido que pre­guntar a los dos jefes del partido comunista de Ale­mania, Wihlem Pieck y Walter Ulbritch. Ambos es­tuvieron hasta el fin de la guerra en Moscú y cono­cieron a Erich y a Zenls. Wilhlem Pieck conocía muy bien a Erich y a Zenls y era un huésped frecuente en la casa de los Mühsam, cuando Erich volvió a Berlín después de siete años de prisión, en diciembre de 1924.

Pregunto por tanto: ¿Se atrevería el señor Pieck a dar una declaración pública de que Zenls no ha sido retenida nunca contra su voluntad en Rusia? ¿Que no fué condenada a ocho años de trabajos forzados? ¿Que se siente ahora en Moscú tan bien que se le ha desvanecido por completo su anhelo de volver a la patria alemana? ¿Tendría el señor Pieck, como jefe reconocido de su partido, realmente el valor de hacer esa declaración?

El interrongante: ¿Dónde está Zenls Mühsam? no es tal vez justo. No importa saber dónde está Zenls, sino por qué está allí. De la redacción de «Neues Deutschland, que se presta desvergonzadamente a ocultar el crimen infame cometido desde hace trece años con la viuda de Erich Mühsam, no se podía es­perar mejor respuesta. También era comprensible que atribuyese a otros mentiras para cubrir en parte su propia mendacidad. Individuos para quienes la mixti­ficación se ha convertido tan completamente en oficio, que en sus labios hasta la verdad se vuelve mentira cuando alguna vez por descuido la honran, no son capaces de ninguna otra cosa. Si alguna vez llega la hora de la caida de los últimos velos que todavía cu­bren en gran parte todo lo que tuvo que soportar Zenls en su largo camino de pasión en Rusia, enton­ces no se podrá olvidar el vergonzoso papel que han jugado los jefes de los comunistas alemanes en el crimen infame que se ha cometido contra una mujer inocente; ellos, que se prestaron sin vacilaciones a en­gañar a la opinión pública, para mostrarse compla­cientes con sus amos rusos. Que las mismas gentes que exhiben hoy su patriotismo alemán con tanta al­garabía, han ofrecido su mano para sellar para siem­pre el destino cruel de una compatriota alemana, es ciertamente el aspecto más repulsivo de esa vil tra­gedia.

Que el «Sozialdemokrat» no se diese por satisfecho con la supuesta carta de Zenls, después de todas las experiencias, era del todo natural. El 8 de abril diri­gió el periódico a la redacción de «Neues Deuts­chland» una incitación a presentar el original de la carta a personas que estaban familiarizadas con la ca­ligrafía de Zenls y que por eso podrían comprobar fócilmente si aquella carta había sido escrita realmen­te por ella. Si los editores de la «Neue Deutschland», que se indignaron tanto contra las «vergonzosas acu­saciones» del «Sozialdemokrat», hubiesen tenido la conciencia limpia, les habría tenido que resultar bien­

venida esa propuesta. Pero no lo hizo así la redacción do «Neues Deutschland»; repentinamente se le cortó el habla.

El «Sozialdemokrat» publicó la misma exhortación dos veces más, el 12 y 20 de abril, pero sin éxito; la redacción de «Neues Deutschland», por lo demás tan profusa en palabras, quedó muda como un pez. En la publicación del 20 de abril declaró el «Sozialdemo­krat»:

«Neues Deutschland» confiesa con su silencio que la carta de Zenls Mosham publicada en sus páginas fué preparada en la misma redacción. También la nota publicada dos días después de la carta, en la que se dice que una postal llegada de Moscú lleva la fir­ma de Zenls Mühsam, habría sido confeccionada por la redacción de «Neues Deu'schland». Mientras «Neues Deutschland» no asuma públicamente una actitud ante este asunto, tiene que admitir la acusación de haber recurrido al más repudiable de todos los medios pe­riodísticos — a la confección propia de cartas — y de ese modo a las más groseras de todas las falsificacio­nes.»

Esto no dejaba nada que desear en cuanto a clari­dad. Un periodista que se ha vuelto proverbial en Francia, preguntó admirado a sus colegas, cuando al­guien le escupió públicamente en la cara: «¿Llueve?» La redacción de «Neues Deutschland» ni siquiera tu­vo valor para eso; calló.

Mientras tanto, Walter Hanke, cuya carta a «Neues Deutschland» dio motivo inmediato para esas discu­siones periodísticas, había solicitado a la redacción del periódico del partido socialista unificado (SED) que le comunicase la dirección de aquella señora Gertrud Steir, que había recibido un saludo de Zenls desde Moscú. La dirección le fué comunicada y era: Gertrud Steier, Berlin-Pankow, Paracelsusstr. 15. Se desarrolló entre Walter Hanke y aquella misteriosa dama una correspondencia, de la que la señora Buber,, que fe­lizmente se había puesto a luchar por la liberación de Zenls, publicó dos cartas significativas. Lo hizo en su artículo «Almas muertas en el siglo XX», que apareció el 31 de mayo de 1949 en el «Sozialdemokrat». La primera carta es del 5 de junio de 1948 y dice:

«Estimado señor Hanke: Tan solamente hoy llego a responder a su carta del 17 de mayo. Su comporta­miento hasta aquí y también los ataques reiterados en la preasa socialdemocrática me muestran que su pre­tendida preocupación por nuestra compañera Zenls Mühsam nace de intereses partidistas. Me interesaría, por tanto, mucho saber qué vínculos antiguos tenía usted con la familia Mühsam. Zenls m'sma, con la que estoy en correspondencia, le dará entonces con gusto, como supongo, la respuesta correspondiente.»

(Continuará).

Page 4: UH LUGAR PARA CAUA CUSA TIEMPO ¥ JUVENTUD … · que fije matemáticamente dond el adulte empiezo y donde fina eel ... qu noe es posible construir nada nuevo con materia ... minamos

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POESÍA Y EJEMPLO de Miguel Hernández

Por Benito MILLA Miguel Hernández nació a la vida y a la poesía en Orihue-

la, pueblo de Alicante, en el seno de u n a familia campesina. En la poesía de sus primeros años está manifiesta la impor tan­cia del paisaje c ircundante . El paisaje levantino es luminoso y ancho. Orihuela presiente el m a r . La claridad med i t e r ránea le llega como una g ran vibración solar, despejada y te r sa a t e n u a d a en un previo verdor de na ran jos y palmeras . Es la luz de Al rica tamizada por el rumor y el azul fresco del Medi ter ráneo. Casas blancas, hombres lentos, h igueras abundan tes en frutos y som­bra.

En contras te con el des lumbramiento del paisaje, el misticis­mo vital y profundo del a lma levant ina, he renc ia del largo paso morisco por la región. Este clima y este ambien te explican la poesía y el t emperamento de Hernández . Un espíritu deslum­hrado y cálido, enraizado en el suelo y soñador, lleno de pasión, de vida, e impeni tente evocador de la muer te , presente a lo largo de toda su obra poética. La vital idad, la plasticidad de su len­guaje sólo es posible en su comunión espiri tual con la t ie r ra madre; su fervor del hombre, se explican suficientemente en su condición de hombre del pueblo. No le a t r a e n Madrid, el asfalto ni los ascensores. La higuera, el agua y el campo son los t emas vitales de su poesía. Y el amor y la muerte , sentido y presen­t i d a Su estilo y los elementos consti tut ivos de su lenguaje hay que buscarlos en la égloga- Los sonetos de «El Rayo que no cesa» saben a t ierra labrada- Su paralel ismo, su imper turbable simetría evocan cons tan temente los surcos rigurosos que abre el arado en la t ierra dócil. La forma clásica se d a en Hernández con la natura l idad de la t ier ra . Su exacta geometr ía sólo se a l tera cuando el viento de la t ragedia levanta todos los honrados y leales pechos españoles en la más t r e m e n d a conmoción nacio­na l vivida por España a lo largo de su historia .

La guerra civil pone en vilo al pueblo español entero. En Es 4**ña, desde el Cid h a s t a hoy, sólo t iene una m a n e r a de hacer poesía el pueblo : el romance. El romance es un a r m a p a r a .vli-iguel Hernández : con él se defiende y defiende a su pueblo de «los barbaros del crimen». Su condición de hombre del pueblo es tá en sus versos de entonces.

«...si yo nacido de un vientre desdichado y con pobreza fué t a n sólo pa ra hacerme defensor de los humildes, eco de la mala suerte. . .»

Esta premisa debía m a n t e n e r l a h a s t a el final. Luchó denoda-mente , con el fusil y la pluma, h a s t a su muer te .

Después de su muer te , acaecida en la cárcel f ranquis ta de Porlier, se hizo el silencio en torno a la vida y la poesía de Mi­guel Hernández. En España, el ruido de las espadas victoriosas ahogaban todo el rumor de l ibertad. El despotismo t r iunfan te repudiaba toda creación cul tural , toda manifes tación ar t ís t ica, toda expresión libre. El cl ima de violencia y represal ias que su­cedió al en t ronizamiento de Franco no era precisamente el mas propicio pa ra valorar públicamente el a l to ejemplo de la vida del poeta, extinguido en p lena mocedad, ni el m á s con­veniente p a r a la extensión de su poesía. Su acento e r a demasia­do fuerte y demasiado libre p a r a r e t u m b a r en aquel cementer io . Pero el t i e n d o de las inevitables reparaciones debia venir. El lo presint ió desde su celda, desde su inerme condición de presi­diar io. No cesó de can ta r , dando a luz en la tiniebla carcelaria las composiciones, inéditas todavía, de un ((cancionero y Roman­cero de ausencias». Su fé en el luminoso dest ino de su poesía está impl íc i tamente contenida en estos versos s imbólicamente afir­mat ivos :

«¿iquién encier ra una sonrisa? ¿quién amura l l a una voz?»

Subl imada en su amor total , sin olvido posible, su obra debía remontarse por encima del d ramá t i co desenlace de su vida, per­durar y acrecerse en el corazón de los jóvenes Su reivindicación como poeta se produce en España en el ins t an te mismo en que las nuevas promociones ensanchan el pano rama poético de la península y se vuelven apas ionadamente hacia las señales in­extinguibles que dejó la generación de 1936. De esa generación, crecida en el es t ruendo de la lucha popular , el que dio un acen­to m]ás hondo y conmovido, más terroso y señero, fué Hernán­dez. Su poesía era t ierra , pueblo y fuego de España. «Cómo ex t r aña r la fervorosa exaltación varonil de su conducta, la enar­decida resonancia de su poesía d u r a n t e la lucha de su pueblo contra la ignominia mi l i ta r? Hoy r e tu mb an sus versos inconte­niblemente ent re ios nuevos poetas peninsulares, como un cla­mor desmesurado an t e su sacrificio injusto, como una reparación pa ra el poeta y la condenación irremisible de sus victimarios.

La reivindicación de Miguel Hernández es la rebelión de la jo­ven poesía española por encima de las imposiciones políticas .vigentes e inicia el t iempo de la liberación intelectual en la península- Corresponde esta manifestación, en el plano estético, a la agi tación obrera en el plano social. Son los prolegómenos de la l ibertad, de ((victorioso desenlace», como la quería el poeta. Ni se amura l l a ni se en t i e r r a una voz libre. Esa es la poesía y el ejemplo de Miguel Hernández .

(1) De «Cuadernos Internacionales», revista de cultura ideológica que ve la luz en Montevideo (Uruguay). Pedidos a Roque Llop, 24, rué Ste-Marthe, París (X).

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i ACUERDOS DE LA F. I. J. L. ^ ^ ^ ^ - ^ • " ^ ^ % ^ ' % ^ % ^ ^ ^ ' % . ^ ^ ^ ^ ^ - ' V ^ . ^ . ^ ^ ^ - % ' %

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l A l t l l l ^ l l t l ^ ' t ' l i r i ' l T L l ' l T l ' t V l l l l ^ t l l l l W l l W ^ T H

PR1ECUR DE EDUCACICHI líkMi ¡ AUK

C UANTOS se hayan preocupado creaciones propias, puesto que es ca- de temple analítico, jamás pudo con-

por los problemas educativos— si seguro que habrían contado con vencerse de las cosas del dogma pa-y obsérvese que no digo ins- mayores dificultades de las soporta- ra lais que se requiere una fé ciega,

tructivos o de enseñanza primaria, das aún, ya que en los de tal carác- en vez de la libre comprobación y sino EDUCATIVOS—si investigaron ter, sólo por reflejo o como ensayo, examen de doctrinas y supuestos no en la histeria que de ello se ocupa se suele practicar toda novación sur- siempre claros. habrán observado, tan sólo retrotra- gida, pues cuando se la quiere apü- Tendría veinticinco anos cuaneso yéndonos a poco más de un siglo, c a r <je veras, cabe realizar adapta- fué interesado en el estudio de la lu-que las novaciones en la materia, ciones y cambios comprensibles que cha social, de los problemas del tra­ía aplicación de normas y sistemas desnaturalizan lo esencial de su ori- bajo, de las dificultades del vivir de de la experiencia surgidos, se han de- gen y su más firme idiosincracia. los que todo lo producen, y es enton-

Por eso, al ocuparme de Sebastián ees que, corazón sincero y mente cla-Faure como educador, habré de refe- ra, se convierte en propagador, pre-rirme a su actuación y ensayo de «La Ruche» que creara en Ramboui-

las hombres. Y en defensa de sus habían sufrido el vuelco del que no sólo nos hemos recuperado, sino que cada día están más en bancarrota.

Faure repara en el trastoque de va­lores, incluso entre sus mismos ca-maradas de antes, y si bien su tem­peramento de buen acero no puede abarcar todos los resortes, elige el de sus ideales de estructuración de una

ideales, se enfrenta con cualesquiera contendiente que pretenda mancillar­los con retóricas, argucias, silogis­mos o verbalismos cómodos y pueri­les. ,Así recorre una y otra vez toda Francia, soportando persecuciones, dificultades, penurias, pero siempre

bido a realizaciones de particulares y, con frecuencia, de empíricos esco­lares, es decir, de personas no mu­nidas del diploma que les capacite como técnicos del aula, sino que se hallan respaldados por un criterio propio, por una voluntad generosa y per un Ideal. ,

Sin alejarnos mucho en la histo­ria, señalaremos a Pestalozzi (1746-1827), a Froebel (1782-1852), a Manr. (1796-1859), a Sarmiento (1812-1899), entre otros, y más cerca aun la se­ñora Montessori, Patri, etc., todos

Albano Roseli

llet, cerca de París, y cuyo fracaso material o físico, impuesto por las

vio su estudio y profundización, de lo que antes combatiera sofística­mente, reconociendo, leal y sincero, BUS errores y las mentiras con que se apoyaba, y procuró enfrentarse con los que le imbuyeran las egoístas y brumosas doctrinas. ,

Su condición de joven brioso, su resistencia física, su voz firme para

sin perder su temple ardoroso de po- nueva economía social y de critica lemista, de escritor, de batallador de las fallas de la actual, para ofre-per sus ideales superiores, hasta que, cerle todo su esfuerzo y voluntad de convencido de que en las criaturas, combatiente y de abnegado artífice, en los seres en formación, en los Y para los inquietos educadores del hombres del futuro, podía hallarse el presente y los que surgir pueden en camino más seguro de emancipación el futuro, quedara sus ideas educati-humana, crea, en 1903, su plantel vas, sus propósitos de educador, el experimental educativo, conocido por ejemplo de su Colmena, como heren-«La Ruche», colonia instalada en cia intelectual y cordial del hombre amplio local en el bosque de Ram- que se extingue en Julio de 1942, en bouillet, contornos de París, con Royan, cumplidos los ochenta y cua-

circunstancias, por causas ajenas a ^ e m i z a r con naestros ! e Í n J Í C Í ^ h e c t á feas de terreno en tro años, sesenta de los cuales con-sus propósitos no desvalorizan para ^ l ^ ü r s is creencia! con a W do ,n

tde po^et

t inSta^T t a l l e r e 3 , c í e a J " f * u t ™ n e n t e destinados a la des­

nada su importancia educativa de lo L n k « ¿aca^s de! hbre estud* y c u l t ltv o s ' t rf t a r ». l a s criaturas libre- trucción de los errores y prejuicios

1 que se propusiera con una tenacidad Z w x ^ X e n t a c i ó n ^entííica ha- m e n t e ' a pf

l e n o a i r e * » P l e n o ^1 se" q u e T ^ P»^™ incrustar debido ! „*-_,.: . ...v.* *—~i^t~^„ .ni.di-iuii.v-K g u n s u S afanes> e n j^gg a l cj.jtej.jo a su brillantez mental y a su temple

sincero. y de útil al objeto perseguido de y competencia sabiamente orientada, ^ r e c or ra todos los lugares en «£"Q °¿ . m j ? m o i , acuerdo al medio en que actuaron. como veremos. „, l e o f r e c i a o c a s i ó n de desmenu- y ^ ^ o en cuenta fue «el ^uca- s «Pronos d'Ec

No extrañará, pues, a los qu? me Nace Sebastián Faure, en St-Etien- z a r las argucias, según él dogmáti- d o r n 0 d T b e tender a rcolonL™er hayan seguido en esas breves sintesis ne, en 1858, de familia acomodada, cas. Y se convierte en el conferen- edUcaao7a substituir con fu luicio • con clarid-sobre precursores de la educa:ión, e ingresa, apenas en edad escolar, ciante popular, ponderado y temible a o ' , a s u c ^ su ju el qi'e me haya referido a personas en un colegio regentado por jesui- que el pueblo escucha con deleite, y actuanao, en su búsqueda e implan- tas, dedicándose luego a los estudios admira y aplaude, con todo y pagar tación de maneras de conducir y ele- eclesiásticos, estando a punto de or- entrada para oírle. Y Faure es el var a la infancia, en medios partí- denarse cuando muere su padre; propagandista de ideales de justicia, culares. en colegios y escuelas fuera abandona tales estudios, tanto más de libertad, de amor que preparen el de lo oficial o tenido por tales, o en cuando, de temperamento luchador, camino para un futuro mejor para

dor no debe tender a prolongarse en su conferencia «L'Enfant», hallare-el educado, a substituir con su juicio mos expuestos con claridad, su plan el juicio del niño», sino que debe ser y su obra, sus motivos y su doctrina,

y dignas

DOCE ANOS PERDIDOS Hacia ya mucho t iempo que encogiéndose de hombros cuando Y asi he dejada a aquel pobre

no nos habíamos v i s t a Nos co- le faltasen argumentos? Tales hombre que se cree comunis ta nocimos en los albores del 39, preguntas fueron las que me in- cuando apun taba , en la medida sobre la a rena de una p laya me- dujeron a aceptar la entrevis ta , de sus miseras posibilidades, al d i te r ránea y ent re a l ambres de Y has t a cierto pun to esperaba zarismo rojo. Que ignora lo que espino Pero ni la húmeda a ren» que los años t ranscurr idos , pre- significa comunismo y cree que ni las zarzas metál icas lograron nados de experiencias, h a b r í a n ta l es lo que S ta l in diga y lo que crear en t re nosotros lazos de modificado su parecer. Stal in haga , diga lo que diga y amis tad Nos conocimos, conver A las tres de la tarde nos en- haga lo que haga, samos sin lograr llegai a un contramos en el lugar de la cita: El pobre diablo i ra con su fia-acuerdo " » s u c i o y lóbrego cafetucho pue- cha a cuestas hacia el cercano

vr, ^nnPiirx; ca l imi tosos días blerino. Y allí conversamos. Pri- bosque, a ta la r árboles, a gana r d e f e b r e r o d L u t £ no poca m e r o . d e los recuerdos que en su sustento, y a soñar en t re ha-L 7 E I V S a comunista nues t ra mente dejó grabados la chazo y hachazo, con la grande-x ^ m ¿ L M ? t e v ¿ T ^ & a rena y el a lambre de espino, Des- za del paraíso soviético f e n e c i d o a ^ a división que < * » ° é l e x i s t e n e n l a ]

mandaba , en déspota, «el^Cam- j U A N N U E V A V I L L A pesino», y se sent ía orgulloso de ' un sin fin de problemát icas ha-zanas real izadas amenudo lejos pues, de la que h a sido nues t ra ^ ^ , ! Z n s Pnt.r¿ del campo enemigo.

La vecindad de nues t ras «chavo­las» y nues t ro mutuo espíri tu crí­tico, e ra causa de que después de nues t ra p r imera conversación hu­biésemos tenido o t ra y o t r a s más El tema era siempre el mismo y les puntos de divergencia exac­tos, no en vano sus teor ías no var iaban ni en un ápice.

Y después lo perdí de vista. Creo que salió del campo, encua­drado en una «Compañía de t r a

S. muchos millones, mil lares de hombres, que se imaginaron se­rian libres bajo la dominación

ue aho ra vi-vida desde entonces. Y, por últi- en cauUivos, en t re a l ambradas mo, de nuestro ya viejo proble- f lectricas, prueba de la gemalidad

bolchevique; y t raba jando m n « -llla* manamen te en minas de hierro,

de cobre, de oro negro; a r r ancan -Pué él quien em¡pezó. Me dijo,

° t o ? n £ e - o f £ S n te do los mater ia les que el dictador v, ~c ~*-J 6 , Í*Í „ f , m f n ha necesita pa r a «liberar» a l mun-h a producido toque T r u m a n ha d o ^ m ^ l l a r e s d e c a ñ o n e s , Cuya hecho con España?

Mi respues ta lo dejó insensi­ble; y creo que si o t ra hubiera sido también inesensible hubiese permanecido.

La misma impresión que me

carga mort í fera acaso llegue a t a l a r árboles y leñadores en ese rincón fronterizo con España.

«un hermano mayor». Pero la suma disponible para lle­

var adelante esa gran obra era in­significante, y los educandos no cu­brían los gastos, tanto más cuanto no se perseguía un fin lucrativo, si­no un propósito cultural superior y

ciertamente bien personal de análisis.

Veamos una premisa que estima­mos fundamental. Dice Faure :

«Cuando el niño viene al mundo, cuando su existencia es como una página en blanco sobre la cual nada

generoso, por lo que aquellos que no se ha escrito, el niño no es ni bueno podían satisfacer las mensualidades ni malo. Es lo uno y lo otro. Here-requeridas no eran rechazados si eran dero de todas las generaciones ante-capaces de aprovechar el experimen- riores, lleva en sí mismo en estado to. de germen, todas las cualidades y

Su ejemplo es admirable y admira- todos los defectos de sus ascenden-do por cuantos sienten afanes de tes: todas sus virtudes y todos sus superación humana, y se suman a él vicios; todas sus fuerzas y todas sus muchos colaboradores, algunos de los debilidades; todas sus ignorancias y que antes quisieran disuadirle de la todo su saber; todas sus ferocidades iniciativa por verla demasiado gran- y todas sus mansedumbres; todas su-, de y compleja, no pudiendo vencerle derrotas y todas sus victorias; todas en su tenacidad y voluntad de reali- sus grandezas y todas sus bajezas; aacióñ; se le ofrecen apoyos morales todas sus valentías y todas sus co-y materiales, y la obra sigue en pro- bardías; todas sus rebeldías y todas greses y animosa cada vez más, a pe- sus sumisiones; todos sus progresos y sar de los enemigos, de las críticas todos sus retrocesos; todas su subli-y de las calumnias de los embosca- midades y todas sus miserias, dos, de los que aquel faro que resul- «El es capaz de los más sensatos taba La Colmena les molestaba, te- movimientos como de los más irrazo-merosos de la profecía de Hugo ce nables gestos; él es apto a las más que «esto, matará aquello», es decir, nobles acciones como a las más viles; de que el saber terminaría con la ig- lo mismo puede elevarse hasta las ci-norancia. m a s Que descender hacia los abis-

Pero estalla la primera guerra m o s - ° e este pequeño ser amorfo, mundial, con la quiebra de los va- inconciente, delicado y eminentemen-lores morales, de las conciencias, por te impresionable, la Educación y el la barbarie en función, y entonces La m e d i o social harán lo que sera en lo Colmena se cierra, con un déficit sucesivo. Y e s una insensatez preten-material de muchos miles de francos, cler Que él sea bueno o malo, este déficit que «fué colmado-^explica el «paquete de carne y huesos» que la propio Faure—por el producto de mis herencia determinara desde el pri conferencias desde Junio de 1913 a mer suspiro, puede Junio de 1914».

Terminada la contienda, ya no es posible reanudar aquella labor edu­cativa, tanto más cuanto que la si­tuación moral, material y de senti­miento de los pueblos castigados, y Francia sobre todo, había ido muy a menos, y el pensamiento de los hom bres y el valimento de las institucio­nes, antes ponderados y ecuánimes,

ser modificada por la educación y el medio social para lo sucesivo. La exactitud d» te punto de vista se impone a todos, hasta a los mismos que, en princi­pio, se proclaman sus adversarios.

«Si el niño nace forzosamente bue­no, si es suficiente para que él sea razonable, nteligente, equitativo, sin­cero, el dejarlo abandonado a sus pro-

(Posa a la pág. 2).

bajo», meses después de haber producen Rusia y las ^ p u b l i c a s encontrado yo un pedazo de a lam- populares La misma que crea en brada que no tenia lacerantes es- nu la act i tud de todos l o s . que ninnt pudiendo ayudar al Pueblo espa-

TL. ^ . „ *„ „™ ¿i ñol prefieren ignorar lo y ayudar Ahora m e h e tropezado con el ^ d i c t a d o r _ . H i c e u n g e s t o to­

en un pueblecito fronterizo con fl b ] t e r m i n é ; ¡Me da as-España. Vive allí con su familia ^ , * y de su trabajo. Es leñador Tie- ¿ inter locutor pensó un mo-ne el mismo aspecto de an taño . j act i tud que debia adop-Y la misma tozudez inconfundi- t a f y l u e g o _ s o n r i e n d o , a causa b l e - sin duda de haber recordado la

Al verme simuló c ier ta alegría, u l t ima consigna, exclamó : Y quizá algo de ello hubo, aun- _ ¡Lo mismo que me dijiste que por razones que el propio lee- e n 1339! tor seguramente adivinará . LQ mismo.

— ¿No es usted fulano? ¿¡No — Lo mismo que me di rás den-estuvo usted en Argeles? — me tro de diez años... si los rusos no dijo. vienen antes .

— Si, soy el mismo — le repu- — Y si aun viniendo no me se a la par que le reconocía. cor tan la lengua.

— Hombre, pues no has cam- p a r a mi inter locutor de ayer biado. En fin, un poco más «he ] O S doce años t ranscurr idos no cho»... ¡pero el mismo!, te lo ase- cuentan. Lo que el mundo h a vi-guro —. Me tendió la mano y la Vido parece no haberlo vivida él: estreché sin vacilar. Todavía n o sigue ciego como antes . Sigue sabia que el tampoco h a cambia- encogiéndose de hombros cuando do. le fal tan a rgumentos . Lo de Ka-

Me invitó a comer. No acepté, r aganda es un simple «chisme». Me dio cita p a r a por la tarde, y Lo de Odessa, una invención de a punto estuve de no aceptar los etiemigos de la U.R.S.S.. «El tampoco, pero asent í con la ca- Campesino», ¡el pobre!, se h a beza porque mi curiosidad había vuelto loco. Y el genial Sta l in g a n a d a la par t ida . ¿Habrá cam- sa lvará al proletar iado. ¿¡La biado él? ¿Serian sus ideas las prueba de todo ello? Si: Truman , mismas de entonces? ¿Seguiría Attlee, Moch...

(&@wiaé- óeíéeíieá-á V V V V / A ^ ^ W W A V A V / i ^ y i A V

CROQUIS SIMBÓLICOS DE LA VIDA EN FRANCIA

La Fuente termal de los Baños de Campagne

Quien quiere, pu

Si existe algo libre en este mundo la inteligencia y la facultad asimilativa de propiedad, es precisamente la Cul- de los conocimientos no se compran tura. Virtualmente, la Cultura no es en la bolsa de valores mercantiles, ni una mercancía. Ni se compra ni se con dinero ni con influencias. El auto-vende. El que existan mercaderes ca- didacta es, más que un fenómeno ex­paces de poner precio a sus produccio- cepcional, una institución histórica, nes intelectuales, ello no desmiente la Los pueblos no son ricos por el cen-regla. El que se tengan que pagar ma- so elevado de su población, ni por la trículas para ingresar en ciertos cen- riqueza de su subsuelo, ni por su in-tros docentes, tampoco es una razón dustria, ni por las utilidades netas de contraria a nuestro aserto. su comercio. Sin el impulso creador

Al decir que la Cultura es un artí- del hombre inteligente, culto y moral, culo franco y libre de impuestos, nos estas riquezas permanecerían ignora-referimos a que cada cual obtiene la das, vírgenes. cantidad de conocimientos relativos a Esforcémonos por superarnos todos su esfuerzo. los días y a cada hora. Cultivemos

La voluntad, el empeño, la constan- nuestras propias aptitudes en la con-ca, el amor al estudio constituyen una vicción de que nadie, normalmente, na-palanca poderosa en manos de los que ce desprovisto de ellas. Querer es po-sientan la preocupación por los fenó- der. menos del mundo. Sin esta virtud ini- La más bella obra del ser humano cial, el poder adquisitivo en materia es la victoria contra las propias defi-escolar o universitaria es nulo. ciencias, el triunfo definitivo sobre el

Podríamos citar una enorme canti- complejo de inferioridad y sobre todos dar de ejemplos demostrativos de que los atavismos ancestrales.

Concavidad agres te abier ta en la vert iente de la colina de la que m a n a el agua caliente. Y es caliente porque penet ró por una grieta de la t ier ra a grandes profundidades, donde adquirió su termal idad. El hombre h a urbanizado su exterior, con tubos, con es ta lac t i tas y concreciones gracio­sas, con t a r a s y conductos, con árboles y ma ta s ; en fin, con verjas y bancos, con puer tas enreja­das y con letreros expresivos. Es lugar apacible, t ranqui lo y sosegado, que invi ta al reposo y al ensueño con el can ta r de los chorros de agua y el murmul lo de los vegetales azotados por el viento.

A pesar de todos los arreglos domina el aspec­to bucólico, propio p a r a inspi rar églogas, porque e] hombre lucha con la Natura leza inút i lmente: ésta se impone y domina siempre con el impera­tivo de su poder. Hay peregrinación cons tante . La fuente, además de agua, es fuente de Fe, fuen­te de Esperanza y consuela de la e te rna inquie­tud de la Humanidad , siempre doliente y siempre anhe l an t e de salud. Salud de cuerpo y salud ae alma, ambas cosas encadenadas por el leve orga­nismo de la c r ia tu ra endeble y medrosa.

Se h a dicho que cada fuente contiene u n a di­vinidad, la divinidad laica de la Física y de la Psicología, y asi debe ser, por cuanto todas las fuentes son motivo de admiración, de gozo y de respeto. Persona a lguna que se tenga por civiliza­da y bien nacida, osará des t ru i r o m a l t r a t a r una fuente, y menos si, como la que nos ocupa, lleva ¡onsigo el prestigio de curar las dolencias y ali­viar nuestros males, apa r t e apagar nues t r a sed y limpiar nues t ro cuerpo, efectos evidentes de una divinidad real y efectiva, mora l y mate r ia l , útil y agradable , sal ida en forma de cris tal líquido del seno del laboratorio geológico del fondo de la t ierra .

La Fuente , además, es fuerza y es ejemplo. Tie­ne mil vidas, no se puede anular , siempre renace. Como vena ro ta de la circulación sanguínea pla­netar ia , m a n a siempre; a t raviesa los mater ia les de sus propia destrucción y vuelve a salir, tenaz, nuevamente a la luz. Sábese que en el descombro de las ant iquís imas ciudades Herculano y Pom-peya, sepul tadas por las cenizas del Vesuvio, se h a n encontrado, vivas y activas, las fuentes pú­blicas y los baños de d ichas poblaciones, eclipsa­das d u r a n t e t an to s siglos. El agua no quiere nun­ca es tar ociosa, y aun debajo de los m á s t remen­dos terraplenes, t r aba ja siempre, siempre, espe­

rando aplacar la sed y ofrecer la salud a quienes la liberen o ayuden a perforar la cubierta que le impide pres tar su buen servicio. Es pues, además de inmorta l , como el t iempo y el espacio, salutí­fera, útil , constante , modesta, humilde, abnegada, agradable, alegre, amena , fuerte, infatigable, in­destructible, sufrida, agradecida, perfecta en fin. Por esto, acaso, a n ingún hombre se le ocurre compararse a u n a fuente.

Fuen te te rmal de Campagne, compañera amo­rosa en nuest ros años de nostalgia, recibe la ex­presión de nues t ra gra t i tud . Tú me has demos­t rado que eres, además de los múltiples calificati­vos, inspi radora de elevadas ideas y de nobles sentimientos- Por ti, el geólogo, empedernido ma­terial is ta , se convierte en poeta y te dedica sus estrofas espiri tuales.

Aisfiuo CARSI Como nota just if icativa de nues t ro croquis y

de poética t e rnura , nos permit i remos inser tar una sencilla composición de mi a d m i r a d a esposa, cuyo t rabajo se refiere al mismo lugar aludido, avalorado con su apellido i lustre :

EN LA FUENTE DE BAINS-DE-CAMPAGNE

La fuente está en una gru ta olvidada y con descuido. Pero la Natura leza La embellece en el estío.

La h iedra la cubre en pa r t e Y las acacias en flor, Como volantes de encaje, La cubren con su esplendor.

Por las m a ñ a n a s t e m p r a n o me gus ta ir a por agua Y aspi ra r la fresca brisa Que baja de la mon taña .

En este r incón t ranqui lo La pena encuent ra sosiego Con el rumor de la fronda Y del pájaro el gorjeo.

Esta dulce melodía Que escucho con emoción Es un consuelo en la vida . Cuando sufre el corazón.

El pensamiento en reposo Y en la lejanía el alma, Quiero vivir el encanto De estos momentos de calma.

Pi lar BLASCO-IBAÑEZ de Carsí. (1945.)