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Hoja de oración familiar. Nº 4. Año II. Abril 2017

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Hoja de oración familiar. Nº 4. Año II. Abril 2017

¡Querida familia! En estos últimos momentos que vais a poder compartir al finalizar el día antes de acurrucaros para descansar, vamos a tener otro momento de oración después de un encuentro tan bonito como el que hemos tenido hoy. La Pascua nos sitúa ante el tren de la vida, ante el Dios de la vida. Durante cinco semanas de Pascua vamos os proponemos cinco itinerarios que nos llevan a la vida, a celebrar la Pascua. Os animamos a que un día de cada semana conozcáis la vida de cada una de las personas que aparecen en los billetes de tren, y después elijáis un compromiso para los siguientes siete días. Queremos invitaros a subir al tren de la vida: ¡Súbete al tren de la vida! ¡No pierdas el tren!

Podéis terminar cada día con la siguiente oración:ORACION PARA APRENDER A AMARSeñor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;

Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien;Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.(Madre Teresa de Calcuta)En el nombre del padre…Para finalizar estas buenas noches rezamos tres Avemarías… María Auxilio de los Cristianos…

La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena el corazón, no se pueden contener.

Reflexionemos hoy en unas palabras de SS Francisco en su primera Catequesis durante el Año de la Fe:Los primeros testigos de la Resurrección fueron mujeres. Al amanecer, van al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús, y encontraron al primer signo: el sepulcro vacío (cf. Mc. 16,1). Esto es seguido por un encuentro con un mensajero de Dios que anuncia: Jesús de Nazaret, el crucificado, no está aquí, ha resucitado (cf. vv 5-6.). Las mujeres se sienten impulsadas por el amor y saben cómo acoger este anuncio con fe: creen, y de inmediato lo transmiten; no lo retienen para sí mismas, sino que lo transmiten. La alegría de saber que Jesús está vivo, la esperanza que llena su corazón, no se pueden contener.Esto también debería suceder en nuestras vidas: ¡Sintamos la alegría de ser cristianos! ¡Creemos en un Resucitado que ha vencido el mal y la muerte! ¡Tengamos el valor de "salir" para llevar esta alegría y esta luz a todos los lugares de nuestra vida! La resurrección de Cristo es nuestra mayor certeza; ¡es el tesoro más preciado!¿Cómo no compartir con otros este tesoro, esta certeza? No es solo para nosotros, es para transmitirlo, para dárselo a los demás, compartirlo con los demás. Es nuestro propio testimonio.En las profesiones de fe del Nuevo Testamento, como testigos de la Resurrección se recuerda solo a los hombres, a los Apóstoles,

pero no a las mujeres. Esto se debe a que, de acuerdo con la ley judía de la época, las mujeres y los niños no podían dar un testimonio fiable, creíble.En los evangelios, sin embargo, las mujeres tienen un papel primordial, fundamental. Aquí podemos ver un elemento a favor de la historicidad de la resurrección: si se tratara de un hecho inventado, en el contexto de aquel tiempo, no hubiera estado ligado al testimonio de las mujeres. Los evangelistas sin embargo, narran simplemente lo que sucedió: las mujeres son las primeras testigos.Esto nos dice que Dios no escoge según los criterios humanos: los primeros testigos del nacimiento de Jesús son los pastores, gente sencilla y humilde; los primeros testigos de la resurrección son las mujeres. Y esto es hermoso. ¡Y esto es un poco la misión de las madres, de las mujeres! Dar testimonio a sus hijos, a sus nietos, que Jesús está vivo, que es la vida, que resucitó. ¡Mamás y mujeres, adelante con este testimonio! Para Dios cuenta el corazón, el cuánto estamos abiertos a Él, si acaso somos como niños que se confían. Pero esto también nos hace reflexionar sobre cómo las mujeres, en la Iglesia y en el camino de la fe, han tenido y tienen también hoy un rol especial en la apertura de las puertas al Señor, en el seguirlo y en el comunicar su Rostro, porque la mirada de la fe tiene siempre la necesidad de la mirada simple y profunda del amor. A los Apóstoles y a los discípulos les resulta más difícil creer. A las mujeres no. Pedro corre a la tumba, pero se detiene ante la tumba vacía; Tomás debe tocar con sus manos las heridas del cuerpo de Jesús. También en nuestro camino de fe es importante saber y sentir que Dios nos ama, no tener miedo de amarlo: la fe se confiesa con la boca y con el corazón, con la palabra y con el amor. Después de las apariciones a las mujeres, les siguen otras: Jesús se hace presente de un modo nuevo: es el Crucificado, pero su cuerpo es glorioso; no ha vuelto a la vida terrenal, sino que lo hace en una condición nueva.Al principio no lo reconocen, y solo a través de sus palabras y sus gestos sus ojos se abren: el encuentro con Cristo resucitado transforma, da nuevo vigor a la fe, un fundamento inquebrantable. Incluso para nosotros, hay muchos indicios de que el Señor resucitado se da a conocer: la Sagrada Escritura, la

Eucaristía y los demás sacramentos, la caridad, los gestos de amor que llevan un rayo del Resucitado.Dejémonos iluminar por la Resurrección de Cristo, dejémonos transformar por su fuerza, para que también a través de nosotros en el mundo, los signos de la muerte den paso a los signos de la vida.

Texto de formaciónde la Asociación de María Auxiliadora.

(Reunión el 19/04/2017 a las 17:30)Educar es algo imprescindible

El capítulo séptimo de la Amoris Laetitia está dedicado a la familia como lugar primario de la educación de los hijos. Es ahí donde inevitablemente la vida de una persona se realiza. Así lo hemos experimentado todos nosotros.“Los padres siempre inciden en el desarrollo moral de sus hijos, para bien o para mal. Por consiguiente, lo más adecuado es que acepten esta función imprescindible y la realicen de un modo consciente, entusiasta, razonable y apropiado.‘No se pueden controlar todas las situaciones en las que un hijo puede

verse obligado a encontrarse’.Apostar por el tiempo significa aceptar que el crecimiento es siempre

un proceso gradual, que exige paciencia. Requiere el arte de saber esperar y, al mismo tiempo, estar presentes, estimular, y también corregir, en el momento oportuno y de manera apropiada. El ‘cómo’ emplear junto el tiempo de la educación se articula en una gran variedad de formas, unidas a la historia única de toda familia. Pero existe cómo NO hacerlo, que vale para todos: “Uno de los testimonios que los hijos necesitan de los padres es que no se dejen llevar por la ira. El hijo que comete una mala acción debe ser corregido, pero nunca como un enemigo o como aquel con quien se descarga la propia agresividad”.El dinamismo vital que convierte el tiempo en familia en una estación ininterrumpida de crecimiento se llama CONFIANZA.El desarrollo afectivo y ético de una persona requiere de una experiencia fundamental: creer que los propios padres son dignos de confianza. Esto constituye una responsabilidad educativa: generar confianza en los hijos con el afecto y el testimonio, inspirar en ellos un amoroso respeto. Cuando un hijo ya no siente que es valioso para sus padres, aunque sea imperfecto, o no percibe que ellos tienen una preocupación sincera por él, crea heridas profundas que originan muchas dificultades en su maduración.La libertad es algo grandioso

Francisco exhorta a hacer todo lo posible para que los hijos perciban y hagan suyo ‘el gusto por el bien’. No se convence, ni se nos convence, con la fuerza y la constricción. Esto no significa transigir y no mostrar firmeza cuando sea necesario.  Asimismo, es indispensable sensibilizar al niño o al adolescente para que advierta que las malas acciones tienen consecuencias. Hay que despertar la capacidad de ponerse en el lugar del otro y de dolerse por su sufrimiento cuando se le ha hecho daño.Saber mantener sabiamente el equilibrio entre la exhortación y la firmeza, haciendo que la disciplina despierte el dinamismo interior sin ‘mutilar el deseo’ es un verdadero arte. La educación, en efecto, es un trabajo de artistas, como ya el Papa había manifestado en capítulos anteriores.

Sin embargo, el misterio de la libertad personal permanece siempre tal. Incluso cuando se tienen padres santos, humanamente maduros y con grandes capacidades pedagógicas, lo que el hijo escoge ser, nunca es un producto programable.Habitar más allá de los límites de la propia casa“La familia es el primer lugar donde se aprende a colocarse frente al otro, a escuchar, a compartir, a soportar, a respetar, a ayudar, a convivir. La tarea educativa tiene que despertar el sentimiento del mundo y de la sociedad como hogar, es una educación para saber «habitar», más allá de los límites de la propia casa. En el contexto familiar se enseña a recuperar la vecindad, el cuidado, el saludo. Allí se rompe el primer cerco del mortal egoísmo para reconocer que vivimos junto a otros, con otros, que son dignos de nuestra atención, de nuestra amabilidad, de nuestro afecto”.La vida social está injerta en la vida doméstica de toda familia como el sarmiento se injerta en la vid, Nada hay más importante para toda civilización y nación que la familia. El valor de un parlamento o cualquier otra estructura política o administrativa ni siquiera puede compararse al valor de la familia, más grande e importante sin discusión. Los gobiernos que no saben reconocer esta verdad del vivir humano y no obran en consecuencia acaban por comprometer y arruinar también todo lo demás. El rostro ‘social’ de la familia remite a otras muchas realidades y temas de grandísima importancia educativa.

Trasmitir la feLa familia es ‘imprescindible’ para la educación y como la ‘vid’ en la que se injerta la vida social de toda nación, es también “el lugar donde se enseña a captar las RAZONES y la BELLEZA de la fe, a REZAR y a SERVIR al prójimo”. Estas cuatro palabras escritas en mayúsculas, son la síntesis del Catecismo de

la Iglesia Católica, dividido en cuatro partes: 1. Lo que creemos – RAZONES –

2. Lo que celebramos – BELLEZA – 3. Lo que vivimos como discípulos de Jesús – SERVIR – 4.... en diálogo con el Señor – ORAR. La vida de familia es la mejor catequesis encarnada que pueda impartirse.  “La fe es don de Dios, recibido en el bautismo, y no es el resultado de una acción humana, pero los padres son instrumentos de Dios para su maduración y desarrollo. Entonces es hermoso cuando las mamás enseñan a los hijos pequeños a mandar un beso a Jesús o a la Virgen. ¡Cuánta ternura hay en ello! En ese momento el corazón de los niños se convierte en espacio de oración». La transmisión de la fe supone que los padres vivan la experiencia real de confiar en Dios, de buscarlo, de necesitarlo, porque sólo de ese modo «una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas”.Semillas para sembrar

¿Dónde están los hijos? : Tomo en serio la pregunta del Papa Francisco dirigidas personalmente a mí y a mi familia: “¿Intentamos comprender “dónde” están los hijos realmente en su camino? ¿Dónde está realmente su alma, lo sabemos? Y, sobre todo, ¿queremos saberlo?»¿Quién les ayuda a prepararse en serio para un amor grande y generoso?

Trasmitir la fe: La trascendencia evangelizadora de la familia es inmensa dentro y “también fuera del mismo ambiente familiar”. Los trabajos y dificultades a las que hoy hay que enfrentase son innumerables. Pero esto no apaga el potencial misionero de nuestras familias. ¿Cómo reavivar ‘el fuego de Pentecostés’ que hay en el hogar doméstico, precisamente en el que yo vivo?