tratado de grimminología
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Veintiséis minificciones magnificamente ilustradas, basadas en los cuentos que todos conocemos, o creíamos conocer... Para descarga ir a https://sites.google.com/site/revistaeldescensor/numerosTRANSCRIPT
Triple C El Descensor
Tratado de Grimminología
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Relatos:
Aurora Ruá Caro Fernández
Débora Benacot Diana Raquel Hernández Meza
Fher Echenique Graciela B. Contratti
Hernán Indiveri Jesús Humberto Olague Alcalá
José Manuel Ortiz Soto Juan Badaya
Juan Manuel Montes Juan Romagnoli
Leo Mercado Luisa Hurtado González
Luis Correa MA
NiñoCactus Paloma Hidalgo
Patricia Mejías Roque Grillo
Rosa Martínez Sandra Montelpare
Sara Lew Sergi Blau Orts
Sergio Cossa Verónica Gibbs
Ilustraciones:
Aurora Ruá Diego Iglesias Solano
José Luis Sandín Juan Luis López Anaya (Juanlu)
Sara Lew
Triple C
2012
El Descensor
TRATADO DE
GRIMMINOLOGÍA
Tratado de Grimminología. Idea original: Jesús Humberto Olague Alcalá
para El Descensor. Coordinación: Jesús Humberto Olague Alcalá. Revisión de textos: Triple C. Revisión de la antología: Leo Mercado. Diseño: Jesús Humberto Olague Alcalá. Imagen de fondo: Blood de MPMthe1. http://www.sxc.hu/profile/MPMthe1 Ilustraciones: Aurora Ruá, Diego Iglesias Solano,
José Luis Sandín, Juan Luis López Anaya (Juanlu) y Sara Lew.
Corrección de imágenes: Carlos Alberto Olague Alcalá. http://www.diezpuntocinco.com Todos los derechos reservados. De los textos e imágenes: Los Autores. De la antología: Triple C. Para distribución gratuita en medios electrónicos.
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/3.0/deed.es
Tratado de Grimminología se comparte bajo un acuerdo de licencia Creative Commons versión 3.0. Puede ser difundido o distribuido parcial o totalmente siempre que se reconozca de manera pública el crédito de los autores, se utilice para fines no comerciales y se otorgue una licencia similar en caso de que de su uso resulte una obra derivada.
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Triple C
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Tras los pasos de los Grimm. Leo Mercado
El Tratado de Grimminología surgió a
partir de la propuesta del escritor mexicano
Jesús Olague Alcalá, como una forma de
homenajear los doscientos años transcurridos
desde la aparición del primer libro de los
hermanos Grimm, y como parte de los
festejos del primer aniversario de la Cofradía
del Cuento Corto (Triple C), plataforma de
microrrelatistas creada por Danik Lammá y
Caro Fernández.
La idea inicial consistió en que los
miembro activos de Triple C versionaran
cuentos conocidos desde hace ya dos
centurias, con la premisa de otorgarles un
tinte criminalístico (permitiendo por lo demás
el juego de palabras que da nombre a este
material). Se asignaron de forma aleatoria
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El Descensor
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algunos cuentos Grimm a cada uno de los
escritores, quienes tuvieron que escribir su
exégesis retomando circunstancias y/o, en
algunos casos, personajes, pero bajo su
propia óptica. Luego, las versiones finales
fueron presentadas en sociedad en la
plataforma de Triple C, donde los cofrades las
leyeron, las comentaron y las corrigieron
hasta que cada autor logró la versión
definitiva de su cuento.
En lo personal, estoy convencido de
que el ejercicio de la literatura es un juego de
vaivén que implica leer, escribir y corregir;
para corregir, escribir y leer. La posibilidad
entonces de compartir estos seis momentos
involucrados en el acto creador con otros
escritores que, a partir de experiencias
personales y trayectorias disímiles,
contribuyen al crecimiento de cada uno de
Tratado de Grimminología
Triple C
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nosotros en tanto escritores, constituye uno
de los pilares fundamentales de Triple C.
Así nacieron veintiséis textos que,
después de ser tallereados por todos los
cofrades, encuentran su versión original en
esta antología. Antología a la que le sumamos
un plus: la generosidad de Aurora Ruá, Sara
Lew, Diego Iglesias Solano, Juan Luis López
Anaya (Juanlu) y José Luis Sandín, que
ilustraron muchos de los relatos, otorgándole
cuerpo y color a los personajes que nos
permiten seguir andando tras los pasos de los
Grimm.
Leo Mercado
Dirección general
Cofradía del Cuento Corto
TRIPLE-C
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Ilustración: Aurora Ruá
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Regreso a casa. Aurora Ruá
Hansel y Gretel (La casita de chocolate)
La madre lo había arreglado todo con la
vieja partera. A cambio de las pocas joyas
familiares ocultas tantos años en el huerto, la
anciana libraría a Gretel de su incipiente
embarazo y los dos niños se quedarían a vivir
con ella en la casita del bosque, donde el
padre de los pequeños jamás pudiera
encontrarlos. No consentiría que volviera a
tocarlos.
Por eso quiso morir al abrir la puerta y
hallarlos en el umbral con una sonrisa de
triunfo en los labios, el cofrecillo de las
alhajas en las manos de uno y la cabeza de la
anciana en las del otro.
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Ilustración: Juan Luis López Anaya (Juanlu)
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Las crónicas de una rencarnación: El pecador y su mujer, la serpiente y el pez Caro
Fernández
El pescador y su mujer
Harto de las pretensiones de su
insatisfecha mujer, el pescador pierde el
control y de un solo puñetazo la deja tendida
en el suelo. Al ver que no vuelve en sí, corre
consternado a pedirle un último deseo al pez.
El barbo cumple, ayudándolo a escapar al
otro extremo del planeta. Luego se hunde en
el agua, llena sus branquias de oxígeno y se
arrastra hasta la casa del pescador. Allí la
mujer, ya repuesta, lo recibe entre sus brazos
y lo besa apasionadamente. Él mueve sus
aletas, la ama tanto. “Al menos salió mejor
que lo de la manzana", suspira optimista.
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Ilustración: Aurora Ruá
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Desagradecida. Débora Benacot
El viejo Rinkrank
Una vez que la princesa hubo escapado
del fondo de la montaña, fue cuestión de
minutos para que las fuerzas del Rey
apresaran al raptor, expropiaran sus riquezas
y procedieran a ejecutarlo.
El viejo Rinkrank aprendió por las malas
que todo lo que había escuchado sobre el
síndrome de Estocolmo eran puras patrañas.
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Ilustración: José Luis Sandín
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Manos de plata. Diana Raquel Hernández Meza
La doncella sin manos
Hubo una vez una doncella a la que
cortaron las manos por una deuda de su
padre. Hagamos un trueque, dijo el diablo. Te
devuelvo lo que perdiste y tú me das placer.
Al escuchar el bramido de las puntas de metal
del látigo, el diablo se preguntó si no había
hecho un mal negocio.
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Ilustración: Juan Luis López Anaya (Juanlu)
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Soricidio. Fher Echenique
Madre Nieve (Frau Holle)
Años después, la muchacha de oro
volvió al pozo donde se conocieron, ya seco y
abandonado. Habían pasado siete inviernos
sin que nadie sacudiera las plumas de la cama
de la anciana, y temía por ella.
Su alergia primaveral le impidió percibir
el penetrante olor a brea que llegaba por
detrás. El huso penetró su cuerpo treinta y
tres veces antes de caer hasta el fondo
pedregoso.
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Ilustración: Diego Iglesias Solano
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El rey Pico de Tordo. Graciela B. Contratti
El rey Pico de Tordo
En un reino muy lejano estaba el rey
muy preocupado por su hija. Era tan bella
pero a la vez tan mala, que pensaba: “¿Quién
será capaz de enamorarse de ella si no
cambia?, y yo no estoy dispuesto a soportarla
más”. Por eso llamó a todos los nobles de
todas las regiones, para que ella eligiera un
marido. La chica, adivinando las intenciones
de su padre, se mofó de todos ellos y se
fueron como habían llegado: sin nada.
El rey, ya cansado de la situación, hizo
un juramento: el primer mendigo que llamara
a las puertas del reino se casaría con su hija, y
así sucedió para desgracia de la princesa.
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Ilustración: Aurora Ruá
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La muerte engañada. Hernán Indiveri
La muerte madrina
Era una de esas noches en que a la misma
muerte le sorprendía realizar su oficio.
Desde el dormitorio la niña hablaba a los gritos
con su madre.
– Mamá, hay alguien sentado a los pies de mi cama.
– Hija, no digas esas cosas que se me eriza la piel.
– Pero vení y acostate conmigo, está será la última vez
que te lo pido.
Cuando la madre ya se encontraba durmiendo,
la niña se levantó, tomó varios termómetros que
escondía en su mesita de luz, los partió en sus manos y
el mercurio que quedó depositado en la palma, lo
sopló para que la madre lo aspirara mientras dormía.
Luego al acostarse lo hizo a los pies la cama.
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Ilustración: Aurora Ruá
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La subasta. Jesús Humberto Olague Alcalá
Blancanieve y Rojaflor
Cada noche, a las once y a la una, en un
burdel de carretera, bailan y se desnudan las
gemelas frente a una manada de sujetos de la
peor calaña que, salvajes como osos en
brama, pujan sus mejores ofertas por
aquellos cuerpos casi infantiles. Al amanecer,
la madre y su amante, el enano propietario
de aquel sucio tugurio, reparten las
ganancias.
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Ilustración: José Luis Sandín
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Atajos. José Manuel Ortiz Soto
Piel de Oso
Imposible saber qué vio el hombre en
los ojos del oso al que, según lo pactado,
debía matar y desollar para cubrirse con su
piel; solo se deshizo del arma y miró al cielo.
Para el diablo, apostador empedernido,
aquel fue otro cobarde devorado por una
bestia.
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Ilustración: Diego Iglesias Solano
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Este cuento me suena. Juan Badaya
Blancanieves
El diálogo se repetía un día tras
otro.
– Urna mágica, ¿hay algún político mejor
que yo?
– No, excelso líder de masas, tú eres el
más aclamado, reconocido y celebrado
de todo el arco parlamentario.
Hasta que un día cambiaron las
tornas.
– Líder adorado, en las filas de la
oposición emerge con fuerza un
personaje que te relevará en las
próximas elecciones –profetizó la urna
mágica.
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El desairado político urdió trampas
en los medios para desacreditar al
opositor, argumentó de mil formas su
mayor valía, utilizó perversamente la ley
y los tribunales, prevaricó incluso, pero
finalmente fue derrotado sin apelación
posible en los comicios
correspondientes. Y fue castigado con la
indiferencia y el olvido de sus
conciudadanos, hasta hacérsele
insufrible una existencia sin notoriedad
ni adulación.
El ganador de las elecciones,
célebre hasta el éxtasis, formó un
consejo de ministros con siete enanos
mentales y se coronó con más fastos que
un nuevo príncipe azul, gobernando su
país con tan escasas virtudes como su
predecesor, algo que sus conciudadanos,
como de costumbre, tardaron en captar.
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Hasta el punto de que, pasado un
tiempo, les costó ubicar en su contexto
la noticia que publicaron todos los
medios en páginas interiores, dando
cuenta de la cruel muerte que sufrió el
político antecesor: Se fue de este mundo
por una explosión de ego incontrolable,
realmente electrocutado, ya que asestó
un puñetazo a su rival político metiendo
literalmente el puño en el interior de un
televisor.
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Ilustración: Juan Luis López Anaya (Juanlu)
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Perder la cabeza. Juan Manuel Montes
Los doce hermanos
La joven princesa se dedicó a su vida de
casada y a convivir con sus doce hermanos.
Poco a poco se dio cuenta de que al morir su
terrible suegra, ella se había convertido en la
única mujer entre trece hombres a los que
debía atender, coser la ropa cuando volvían
de cacería, cocinar sus presas, limpiar sus
botas, asear sus habitaciones, tender sus
camas, servirles el desayuno y prepararles el
almuerzo. No pasaba un solo día sin que ella
sintiese volverse loca.
Por suerte, su hada madrina se le
apareció una noche junto a otros gritando:
Liberté, égalité, fraternité.
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Ilustración: Juan Luis López Anaya (Juanlu)
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Condición. Juan Romagnoli
Las tres hilanderas
a Leo Mercado
La muchacha que no quería hilar puede
estar tranquila, el joven príncipe siempre
cumple sus promesas: Ella jamás volverá a
usar la rueca, siempre y cuando lo satisfaga
en la única condición que le será impuesta.
Esa noche, noche de bodas, el príncipe se la
revelará.
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Ilustración: José Luis Sandín
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La conjura. Leo Mercado
El Enano Saltarín (Rumpelstiltskin)
Todo se trató de una clara
confabulación entre el molinero y el enano
saltarín. El último poseería a la tierna
doncella, hija del primero, despojándola poco
a poco de sus pertenencias y de sus
vestiduras, enamorándola y engañando al rey
con metal vulgar enchapado en oro, mientras
la muchacha, persuadida por Rumpelstiltskin,
trataría de encontrar la oportunidad para
envenenar al monarca y así, molinero, enano
y jovencita, tomar el poder del reino.
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Ilustración: Juan Luis López Anaya (Juanlu)
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Princesa de barrio. Luisa Hurtado González
La Cenicienta
Siempre he sabido que ella no murió, que
huyó como quiero hacerlo yo, harta de estar
esclavizada por mi padre y por sus mujeres que son
como madrastras. Y hoy, al fin, la oportunidad se
ha presentado.
Uno de mis colegas ha robado un pase para
la fiesta que organiza el Príncipe, rey de la droga a
este lado de la ciudad y fetichista confeso como
todo el mundo sabe. Pediré a los chinos que
trabajan en el taller ilegal del primero un vestido,
uno que sea bien largo; compraré un par de
buenos zapatos y entraré en la fiesta ocultándolos,
justo lo contrario de lo que todas hacen. De este
modo lograré llamar su atención y, mientras le
hago preso de mis pasos, le susurraré cómo
ampliar el negocio con esos chinos tan amables.
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Ilustración: Diego Iglesias Solano
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Juan sin miedo. Luis Correa
Historia de uno que hizo un viaje para saber lo que era el miedo
En su primera noche dentro del castillo,
se le apareció el mismísimo demonio, quien
le propuso enseñarle a conocer el miedo, si
traía a la princesa y la sacrificaba en medio de
un sangriento ritual profano. Juan no se tomó
ni un momento antes de aceptar: no estaba
allí para casarse ni para convertirse en rey de
nada. Llevó a la princesa y, cuando le enterró
el cuchillo en el pecho, experimentó un placer
hasta ahora desconocido. Mientras
desmembraba sus partes, se sentía extasiado,
y entre más sangre derramaba, más fuerte se
hacían el delirio y la fascinación. Cuando
hubo terminado, le invadió el temor de no
volver a sentirse así nunca más.
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Ilustración: Diego Iglesias Solano
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Los músicos de Bremen. MA
Los músicos de Brema
El pobre empleado, que había
trabajado como un burro, ya cumplidos
los 50 y cansado de aguantar los palos
que, día tras día, su patrón daba a su
contrato, salió por la puerta de atrás, sin
despedirse y renunciando a toda
indemnización, dispuesto a probar mejor
suerte en la ciudad alemana de Bremen.
De camino al autobús, encontró a
un viejo jornalero, que había servido, sin
contrato, en tierras de un terrateniente
andaluz, en donde se había dejado el
pellejo y la vida en recogidas de
aceitunas, monterías y otras cacerías.
Enterados ambos de sus respectivos
problemas decidieron caminar juntos
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yendo con la música a cualquier otra
parte. Por el camino, se les unió un hábil
trabajador autónomo, que sin éxito, había
peleado, como un felino, por mantener su
empresa a flote. Achicharrado hasta la
médula de tanta presión fiscal, no tuvo
más remedio, finalmente, que dar portazo
a lo que tantos años le había costado
crear. Poco después, subió al autobús un
padre de familia, que envalentonado por
las facilidades hipotecarias kikireadas
falsamente por las entidades bancarias,
había hecho construir una casa que ahora
no podía pagar. Cansado de esperar en la
cola de la oficina de empleo, había
optado por emigrar.
Animados todos por las dificultades
en las que se encontraban, se dispusieron
a caminar juntos hacia el país vecino.
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Llegados a Bremen, encontraron
que no era más que una guarida de
ladrones, profusamente iluminada, que
no podía ofrecerles más de lo que ellos
habían tenido anteriormente. Mientras
encontraban un medio de vida que
pudiera sustentarlos a ellos y a sus
familias dejadas en la distancia, pensaron
en poner en práctica aquellas habilidades
aprendidas en el sistema educativo
público de su lejano país. Mientras uno de
ellos tocaba la caja, los demás tocaban las
palmas y bailaban entre soplido y soplido
del metro. Los cuatro compañeros,
tuvieron tal éxito que formaron un grupo
de música conocido por Los músicos de
Bremen, que les dio fortuna y buena vida,
para ellos y sus familias, por muchos
años. Y quien no quiera creerlo, que vaya
a verlo.
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Ilustración: Juan Luis López Anaya (Juanlu)
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Los siete cabritillos. NiñoCactus
El lobo y las siete cabritillas
Se había quedado viuda demasiado
joven y, con siete pequeños a su cargo, todo
se hacía cuesta arriba. Llevaba varios meses
sin fuerzas para salir de la cama. Ya no
soportaba aquel griterío, los llantos, las
peleas… “¡Ojalá viniera el lobo y os comiese a
todos!”.
Poco a poco se obsesionó con aquella
idea. Ni siquiera fue consciente de la
metamorfosis: la rabia, el acecho, el
hambre… Hasta que finalmente se convirtió
en su anhelado depredador. Cuando volvió en
sí y vio lo que había hecho, llenó su barriga de
pastillas, y se ahogó en una botella de
alcohol.
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Ilustración: Aurora Ruá
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El tamaño no importa. Paloma Hidalgo
Pulgarcito
Un hermoso niño diminuto, no más
grande que su pulgar, era lo único que
deseaban. Un hijo al que entregar todo el
amor que habían ido acumulando a lo largo
de tantos años de inútil espera, un hijo del
que sentirse orgullosos, y lo mejor, un
heredero para el negocio familiar. Tras siete
meses, sus deseos se vieron cumplidos,
tuvieron un minúsculo varón que pronto dio
muestras de su valía. A los nueve meses, el
pequeño Pulgarcito demostró sus habilidades
al envenenar con cianuro al gato. A los tres
años degolló a su propia madre dejando
patente que, en efecto, tenía madera de
asesino como su padre, y que iba a ser un
gran profesional.
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Pechuga a la plancha. Patricia Mejías
La pícara cocinera
A cambio de su pasaporte, un trabajo
como cocinera y unos zapatos rojos de tacón
alto; para la fidelidad al servicio domestico, el
hambre, y el alcohol. Por eso, al quedarse sin
la vigilancia del amo y con el encargo de
preparar aquellas dos gallinas para la cena,
supo aprovechar la oportunidad. Primero
arrancó una alita del ave; nadie lo notaría si se
zampaba la otra para emparejar, y un trago de
licor, y después un muslo… Al grito de los
pollos vivos, acudió un hombre. El cuchillo de
cocina, guiado por el instinto de supervivencia
de los “sin papeles”, detuvo al intruso.
“Margarita, está delicioso. Lástima que
no vino mi invitado de honor”, oyó que la
felicitaban desde la cocina.
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Falta decir que gracias a la receta de su
tribu, ella podía transfigurar el sabor y la
textura de la carne humana en cualquier otra
cosa. Pollo, por ejemplo. Y arrojó un par de
orejas al bote de la basura.
Ilustración: José Luis Sandín
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Ilustración: Aurora Ruá
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Historia oficial. Roque Grillo
Caperucita Roja
Escondido tras las cañas, anotó minuciosamente
todo lo que veía: el cazador enterrando los restos del
lobo, la caperuza carmesí y la dentadura postiza de la
abuela. A pocos pasos de allí, la adolescente –desnuda–
despertaba después de una sesión amorosa prolongada
y contemplaba absorta las finas joyas de la vieja…
“¡No, nadie va a creerme!” exclamó Jakob
Grimm. Volvió a casa y, sin saludar a su hermano Willy,
empezó a escribir: “Érase una vez una pequeña y dulce
coquetuela, a la que todo el mundo quería, con sólo
verla una vez; pero quien más la quería era su abuela,
que ya no sabía ni qué regalarle. En cierta ocasión le
regaló una caperuza de terciopelo rojo, y como le
sentaba tan bien y la niña no quería ponerse otra cosa,
todos la llamaron de ahí en adelante Caperucita Roja…”.
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Ilustración: Diego Iglesias Solano
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En pago. Rosa Martínez
Hurleburlebutz
Mi padre, en la más absoluta de las
ruinas, se vio obligado a empeñarse con un
usurero, que le pidió como pago mi mano.
Mis hermanas intentaron engañarle
mandando a la hija del granjero a ocupar mi
puesto, no lo consiguieron y me vi como
esclava en casa del miserable. Lloré y
supliqué mas no dio resultado y tuve que
acceder a todos sus caprichos. Con el tiempo
aprendí a usar mis encantos y desarmé al
zorro consiguiendo todo lo que yo quería.
Pedí un reino, y lo obtuve: el de mi padre.
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Ilustración: José Luis Sandín
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Cuestión de tiempo. Sandra Montelpare
El Rey Rana o Enrique el férreo (El príncipe rana)
Un hilo viscoso de extorsiones rodea el
angustiado cuello de la princesa. El príncipe
suspira paciencia desde el fondo de la laguna
con la pelota de oro en la mano.
No quiere romper el encanto que lo
tiene cautivo en su traje de rana. Sólo desea
entronizarla en su reino subacuático.
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Por naturaleza. Sara Lew
La Bella Durmiente
La princesa Aurora había recibido al nacer los
dones de sus hadas madrinas, aunque no los defectos,
que eran heredados. Mientras su madre aguardaba
suspicaz a que abriese los párpados temiendo hallar en
su mirada una réplica de sus ojos bizcos, su padre se
acercó rengueando a comprobar que sus dos piernitas
sonrosadas fueran del mismo tamaño. Si bien tras
aquel primer escrutinio concluyeron que era una niña
perfecta, con el paso de los años fueron
convenciéndose de que no era así. La enorme belleza e
inteligencia de Aurora solo era proporcional a su gran
maldad. Los piadosos monarcas no cesaban de
preguntarse a quién había salido la joven, hasta que un
día recordaron a la tía Pérfida, que por sus fechorías
había sido desterrada del reino. Preocupados por la
suerte de su hija mandaron llamar al hada Azulinda,
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quién predijo que solo el beso de su alma gemela
podría despertar en Aurora el gen del amor. Consciente
de que ese príncipe azul tardaría un siglo en aparecer, el
hada sumió a Aurora y a todos los habitantes del castillo
en un largo y profundo sueño. Cien años después un
apuesto joven llegó hasta el lecho de la bella durmiente
y se arrodilló a su lado. Aurora entonces abrió los ojos y,
sin darle
tiempo a
besarla,
extrajo el
puñal
que
guardaba
bajo las
sábanas y
se lo
clavó en
el
corazón. Ilustración: Sara Lew
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Ilustración: Diego Iglesias Solano
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Bodas de oro. Sergi Blau Orts
El diablo y su abuela
Tras los aburridísimos y falsos discursos
de rigor, la novia se levantó de la mesa,
recompuso su vestido, tomó el micrófono, le
dio unas palmaditas en la calva al novio —
Señor Director le gustaba llamarle a ella en
casa— y empezó a cantar entre las mesas de
los invitados: “Tres veces te engañé, tres
veces te engañé, tres veces te engañé: la
primera por coraje, la segunda por capricho,
la tercera por placer…”. Cada engaño
confesado salido de sus labios lo acompañó
con un beso en la boca de otros tantos
convidados —lacayos solía llamarlos él en la
oficina—. No fue casual que los tres
coincidieran en la mesa… llevaba años
preparando la celebración, ¡su celebración!
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Ilustración: Juan Luis López Anaya (Juanlu)
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Final del camino. Sergio Cossa
La doncella Maleen
Ya no era doncella cuando encontró a
su príncipe, había perdido la virtud después
de escapar de la torre. El amor que la llevó al
encierro la sostuvo para enfrentar caminos
de miseria y hambre.
El príncipe ahora era rey. Se le notaba
el sobrepeso y una pronunciada calvicie
reemplazaba aquel cabello ensortijado. Lo
descubrió envuelto en una corte corrupta y
aduladora, malgastando los impuestos del
reino. Él quiso hacerla su reina, pero ella no
aceptó: la imagen amada se había esfumado.
Solo pidió que le construyeran una casa
pequeña junto al estanque, al fondo del
palacio. Allí vivió feliz para siempre, rodeada
de sauces, pájaros y sapos reales.
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Ilustración: José Luis Sandín
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Siete de un golpe. Verónica Gibbs
El sastrecillo valiente
El sastrecillo valiente había vencido todas las
pruebas que el rey le había impuesto como
condición para obtener la mitad del reino y casarse
con la princesa. Al sospechar que nunca terminarían,
cambió de estrategia: Fue a buscar a la campesina
que aquel verano le había vendido mermeladas y
gastó todo su dinero al comprar siete frascos.
Dejó su orgullo a un lado y se levantó bien
temprano a preparar el desayuno. Invitó al goloso
rey a la mesa quien tomó té y degustó tostadas con
mermelada. Charlaron mucho y hasta pareció que
el rey se convencía del buen esposo que sin
proponérselo había conseguido para su hija, tan
hacendoso, tan simpático, tan guerrero.
En disfrazadas siete tostadas, de un golpe, el
trono cambió de rey.
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A manera de re-cuento. Jesús Humberto Olague Alcalá
Para muchos, los cuentos de los
hermanos Grimm fueron compañeros de
infancia, con ellos crecimos rodeados de
princesas, príncipes y cabras, burlando a
brujas, duendes y lobos acechantes, pero
pronto comprendemos que no toda historia
tiene final feliz. Sobre esta idea escribí un
minirrelato para la I Antología Triple C, que
dio pie a un proyecto mayor: versionar, con
un enfoque erótico los cuentos de los Grimm.
Pronto entendí que éste proyecto
podía sumarse a las celebraciones por el
doscientos aniversario de la publicación del
primer libro de cuentos de los Grimm, que
debía ser un ejercicio compartido y publicado
en El Descensor, pero pasó el tiempo y las
cosas no avanzaron como deseaba, así que lo
olvidé. Pero para todo hay un momento y las
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piezas de este rompecabezas se acoplaron
con la celebración del primer aniversario de
Triple C.
Solo proponerlo, el proyecto
entusiasmó a Caro, Danik y Leo y fue éste
quien puso la cereza al pastel. Había que dar
al proyecto un enfoque más específico: el
aspecto criminal.
He de reconocer que a pesar de contar
con cierta experiencia editorial, emprender
este proyecto en colectivo me producía
algunas dudas, porque mi participación en
talleres literarios se remontaba únicamente,
como tallerista, a la antología Eros Gourmet,
también en Triple C, pero mis dudas fueron
disipadas de inmediato gracias a la respuesta
de la comunidad, que puso manos a la obra
de inmediato y, aún antes de vencer los
plazos establecidos, ya estábamos trabajando
en taller veintiséis minirrelatos que crecieron
Tratado de Grimminología
El Descensor
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gracias a la buena voluntad y generosidad de
todos al comentar los textos, pero sobre
todo, a la inmejorable aceptación de las
sugerencias de los demás.
El siguiente paso tampoco fue difícil: la
ilustración. Afortunadamente, si vale la
expresión, en Triple C podemos darnos el lujo
de contar con excelentes ilustradores que,
con el mismo entusiasmo y desprendimiento,
se sumaron a la iniciativa y nos regalaron una
colección de bellas imágenes, complemento
perfecto para este esfuerzo colectivo.
Es así como este cuento está a punto
de llegar a su fin, a un final feliz, cuando solo
resta decir: Y colorín colorado…
Jesús Humberto Olague Alcalá
Coordinación Editorial
Revista El Descensor
Contenido
Tras los pasos de los Grimm. Leo Mercado ......................................... 5
Regreso a casa. Aurora Ruá ............................................ 9
Las crónicas de una rencarnación: El pecador y su mujer, la serpiente y el pez Caro Fernández 11
Desagradecida. Débora Benacot ................................... 13
Manos de plata. Diana Raquel Hernández Meza ........... 15
Soricidio. Fher Echenique .................................... 17
El rey Pico de Tordo. Graciela B. Contratti ............................ 19
La muerte engañada. Hernán Indiveri .................................... 21
La subasta. Jesús Humberto Olague Alcalá ............ 23
Atajos. José Manuel Ortiz Soto ........................ 25
Este cuento me suena. Juan Badaya ......................................... 27
Perder la cabeza. Juan Manuel Montes ........................... 31
Condición. Juan Romagnoli ................................... 33
La conjura. Leo Mercado ....................................... 35
Princesa de barrio. Luisa Hurtado González ....................... 37
Juan sin miedo. Luis Correa ........................................... 39
Los músicos de Bremen. MA ....................................................... 41
Los siete cabritillos. NiñoCactus .......................................... 45
El tamaño no importa. Paloma Hidalgo ................................... 47
Pechuga a la plancha. Patricia Mejías ..................................... 48
Historia oficial. Roque Grillo ......................................... 51
En pago. Rosa Martínez ..................................... 53
Cuestión de tiempo. Sandra Montelpare ............................. 55
Por naturaleza. Sara Lew .............................................. 56
Bodas de oro. Sergi Blau Orts ..................................... 59
Final del camino. Sergio Cossa ........................................ 61
Siete de un golpe. Verónica Gibbs .................................... 63
A manera de re-cuento. Jesús Humberto Olague Alcalá ............ 64
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