transpolítica: participación y posmodernidad. miguel angel herrera zgaib

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  TRANSPOLÍTICA: PARTICIPACIÓN Y POSMODERNIDAD Miguel Ángel Herrera Zgaib Profesor Asociado Director Grupo Presidencialismo y Participación Universidad Nacional de Colombia Una motivación epocal “Walter Benjamin no se suicidó en una aldea de la frontera española en 1940 a causa del miedo de que lo regresara a Francia y se lo entregara a los agentes nazis, sino que fue asesinado allí por agentes stalinistas. Unos meses antes de su muerte, Benjamin escribió las “Tesis de filosofía de la historia”, su breve pero irrefutable análisis del fracaso del marxismo; murió en una época en que muchos que habían sido leales a la Unión Soviética empezaban a desilusionarse con Moscú a causa del pacto Hitler-Stali n”. Slavoj Zizek,  Introduc ción, en Visión de Paralaje, p. 10. La cita del pensador esloveno Slavoj Zizek, quien goza hoy de tanto reconocimiento en la sociedad espectacular de la alta cultura, sirve para elucidar tanto una motivación política como una intuición estética que acompañan mi experiencia estudiantil y docente nutrida por lecturas diversas de autores del pensamiento crítico del siglo XX, así como  por el cultivo de un gusto estético por el cine, la literatura y la pintura. Las d os actividades fueron organizadas luego por devociones laicas basadas en determinados pensadores que mucho tienen que ver con lo que vivimos y leímos en aquella epoca precedida por los ambiguos resultados de las revoluciones proletarias cuyo desenlace catastrófico ocurrió a las puertas del actual mil enio. A lo largo y ancho del planeta, la gente experimentaba de modo simultáneo el tránsito tumultuoso, creativo a otra etapa en el recorrido incierto de la condición humana. Con este nuevo sujeto colectivo en formación avanzaba de modo subterráneo lo que hoy llamamos, no sin  polémica, la posmodernidad y la globalización capitalista. La acción de rebeldía la lideraba una  joven generación que hoy raya entre los 60 y los 70 años, transversal en cuerpo y mente a las clases y grupos sociales, cuyo eco amplificó la siguiente generación en el declive de esa gigantesca onda revolucionaria. Era ésta una dinámica producida por el enfrentamiento antagónico entre la autovalorización del trabajo y la recuperación de las crisis por la relación capitalista cuya elite dirigente aprendió la lección de cómo contrarrestarlas y encauzarlas después de lo acontecido antes y después de la  primera posguerra del siglo pasado. Así, bajo las premisas de un devenir caótico, encarrilado

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Miguel Ángel Herrera ZgaibProfesor asociadoDirector Grupo Presidencialismo y ParticipaciónUniversidad Nacional de Colombia

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TRANSPOLÍTICA: PARTICIPACIÓN Y POSMODERNIDAD

Miguel Ángel Herrera ZgaibProfesor AsociadoDirector Grupo Presidencialismo y ParticipaciónUniversidad Nacional de Colombia

Una motivación epocal

“Walter Benjamin no se suicidó en una aldea de la frontera española en 1940 a causa del miedo de que lo regresara aFrancia y se lo entregara a los agentes nazis, sino que fue asesinado allí por agentes stalinistas. Unos meses antes desu muerte, Benjamin escribió las “Tesis de filosofía de la historia”, su breve pero irrefutable análisis del fracaso delmarxismo; murió en una época en que muchos que habían sido leales a la Unión Soviética empezaban adesilusionarse con Moscú a causa del pacto Hitler-Stalin”. Slavoj Zizek, Introducción, en Visión de Paralaje, p. 10.

La cita del pensador esloveno Slavoj Zizek, quien goza hoy

de tanto reconocimiento en la sociedad espectacular de la alta cultura, sirve para elucidar tanto

una motivación política como una intuición estética que acompañan mi experiencia estudiantil y

docente nutrida por lecturas diversas de autores del pensamiento crítico del siglo XX, así como

 por el cultivo de un gusto estético por el cine, la literatura y la pintura. Las dos actividades fueron

organizadas luego por devociones laicas basadas en determinados pensadores que mucho tienen

que ver con lo que vivimos y leímos en aquella epoca precedida por los ambiguos resultados de

las revoluciones proletarias cuyo desenlace catastrófico ocurrió a las puertas del actual milenio.

A lo largo y ancho del planeta, la gente experimentaba de modo simultáneo el tránsito

tumultuoso, creativo a otra etapa en el recorrido incierto de la condición humana. Con este nuevo

sujeto colectivo en formación avanzaba de modo subterráneo lo que hoy llamamos, no sin

 polémica, la posmodernidad y la globalización capitalista. La acción de rebeldía la lideraba una

  joven generación que hoy raya entre los 60 y los 70 años, transversal en cuerpo y mente a las

clases y grupos sociales, cuyo eco amplificó la siguiente generación en el declive de esa

gigantesca onda revolucionaria.

Era ésta una dinámica producida por el enfrentamiento antagónico entre la autovalorización del

trabajo y la recuperación de las crisis por la relación capitalista cuya elite dirigente aprendió la

lección de cómo contrarrestarlas y encauzarlas después de lo acontecido antes y después de la

  primera posguerra del siglo pasado. Así, bajo las premisas de un devenir caótico, encarrilado

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entre el conflicto y la innovación técnico-científica, se sentaron las bases del sistema capitalista

como un efectivo orden global.

El canadiense Marshall MacLuhan acuñó el vocablo de aldea global para explicar este

acontecimiento de la comunicación planetaria, una polifonía monstruosa que bajo los parámetros

de la innovación y el conflicto era definida por la confluencia de una interminable cascada de

luchas, negocios y deseos. Todas estas relaciones florecían a la vez que desbordaban el encierro  

convencional de las instituciones modernas. Al mismo tiempo, Cornelius Castoriadis, un joven

griego militante comunista desencantado del pacto mundial realizado entre Roosevelt, Stalin,

Churchill, exiliado en Francia exploraba el paradigma alternativo de una democracia con libertad

radical cuando explotó ante sus ojos la insurrección de los jóvenes participantes en el estallido del

68, quienes demandaban en forma contradictoria un encuentro entre la imaginación y el poder.

Este gigantesco laboratorio social, político y artístico condujo a relacionar intuitivamente la

conexión posible entre psicoanálisis, política y estética en el crisol de la acción militante.

Después, la primera guía fue la filosofía de la praxis en el esfuerzo colectivo por construir una

intelectualidad orgánica comprometida con la liberación del trabajo. Lo indicaba nuestra lectura

tardía de los Cuadernos de la cárcel  de Antonio Gramsci, animada por el calor de la rebeldía

estudiantil y el magisterio libre de Estanislao Zuleta quien innovando el espacio público de lasuniversidades de Colombia, ofrecía con aparente sencillez las grandes corrientes intelectuales que

se desprendían del remolino producido por la confluencia del existencialismo ateo y los

movimientos de liberación del colonialismo occidental que sacudían a tres continentes.

Castoriadis escribió, - después de militar en Socialismo o Barbarie -, una respuesta a esta crisis

de la modernidad tardía. La suya fue una reflexión de ruptura:  La institución imaginaria de la

 sociedad , que incluyó el inventario de un conjunto de saberes establecidos acerca de la existencia

humana cuyas fuentes eran el marxismo, el psicoanálisis y la filosofía. Castoriadis, para combatir 

el determinismo de estos saberes no renunció sino que radicalizó la libertad de pensamiento y de

obra. Para elucidar la presencia de lo nuevo, él recuperó de los griegos ampliando la

significación y el sentido de la autonomía humana.

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Este enfoque coincidió con la obra de una pensadora excéntrica de la política, la filósofa judía-

alemana Hannah Arendt perpleja por la debacle de los derechos humanos. Esta discípula de

Martín Heidegger y Karl Jaspers, exilada definitivamente en los Estados Unidos, se convirtió en

la predicadora de la bondad de la revolución americana contra las asechanzas de la cuestión

social, la guerra y la revolución francesa. Según ella éstas degradaban el carácter esencial de la

 política. Ella se comprometió en refundar la política moderna regresando al Kant de La crítica

del juicio, aunque esta tarea no logró culminarla en vida.

De otra parte, el laboratorio italiano aportó la  praxis revolucionaria de dos generaciones de

militancia extraparlamentaria. Ellas vivieron y actuaron la radicalidad de su crítica contra la

 pseudo democracia, y propusieron salidas para la bancarrota de la representación política liberal.

Mario Tronti, Pier Paolo Passolini, Renato Panzieri, Luigi Nono, Massimo Cacciari, Antonio  Negri, entre otros, sacudieron las cenizas de Antonio Gramsci convertido en icono del

neomarxismo reformista. Y el movimiento de la Autonomía extendió por una década su

influencia en medio de los años del plomo que las Brigadas Rojas y el terrorismo de Estado

libraron sin cuartel. El movimiento revolucionario de la multitud de jóvenes y trabajadores

terminó judicializado, reprimido y derrotado por los actores del compromiso histórico en Italia: la

democracia cristiana, los comunistas, los socialistas y radicales en menor medida.

La crisis del 68 fue asfixiada por los herederos del poder constituido en el Pacto de Yalta, que

había sido antecedido por el realizado entre Hitler-Stalin. Uno y otro son los pilares de la

modernidad sangrienta que encarrila la expansión del orden capitalista mundial. Es sabido que el

  pacto de 1940, no sólo precipitó la segunda guerra mundial, sino que inspiró una pieza

memorable del agudo filósofo y esteta Walter Benjamín. Él anuncia el   Angelus Novus de la

historia de los vencidos en la denuncia del marxismo oficial de la Unión Soviética bajo la égida

terrorista de José Stalin. La suya es una obra que aproxima la estética y filosofía en una

operación que le fija un nuevo cauce teórico práctico a la política contemporánea. Lo que

Benjamin escribió con su propia sangre contrasta en forma radical con lo que simultáneamente

hacía en Barcelona el anarquista francés Alphonse Laurencic, un constructor parsimonioso de

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celdas secretas y centros de tortura durante la república Española, inspirado por el arte de

Kandinsky, Klee, Buñuel y Dalí..1 

(Con) jugar la revolución estética y política

“La parte de Kant que más me gusta es la parte menos kantiana, es La crítica del juicio, es decir, la estética, las

funciones trascendentales activas. Lo admirable es el momento crítico que se invierte, lo que se llama el

esquematismo trascendental de la imaginación. En Kant, el efecto de duración de la imaginación es absolutamente

moderno. Hay una duración de la imaginación constructiva…”Antonio Negri, Del retorno. Abedecedario biopolítico,

 p. 99.

“¿En qué consiste la filosofía política? En convencer a la polis de que los filósofos no son ateos, que no blasfeman

contra nada de lo sagrado a la ciudad, que reverencian lo mismo que reverencia la polis…” Leo Strauss. Sobre la

Tiranía. 

El decir de Slavoj Zizek al presentar su Visión de Paralaje, y la

reflexión de Antonio Negri sobre Kant, apuntan desde dos perspectivas, en parte coincidentes, a

fundar sin acuerdo previo la existencia de una brecha de paralaje, la cual es definida por dos

 perspectivas estrechamente vinculadas “entre las cuales no es posible ningún campo neutral en

común”.2 Tal es la brecha que refieren las anécdotas del torturador anarquista Laurencic y del

asesinado Benjamin, y donde se actúa la revancha filosófica de Kant sobre Hegel.

La brecha de paralaje produce “un cortocircuito imposible de niveles que, por razones

estructurales jamás pueden juntarse”.3 Valiéndose de Kant, es descubierta una ilusión

trascendental, es decir, el poder usar el mismo lenguaje para dos fenómenos entre los que no hay

mediación ni síntesis posible.

Estas consideraciones de marcha dirigidas a desbrozar la Transpolítica, descubren y afirman que

antes y ahora política y arte revolucionario se mueven en temporalidades diferentes, y son las dos

caras de un mismo fenómeno. Y esto es lo que define a paralaje como “una antinomia

1 TREMLETT, Giles, “Anarchists and the fine art of torture”, en The Guardian, 27 de enero de 2003.2 ZIZEK, Slavoj. La visión de paralaje. FCE. Buenos Aires, 2006, pp. 11,12.3Op., cit., p. 10.

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fundamental que nunca puede ser mediada/elevada a una síntesis más alta”.4 Así es como Zizek 

revela su propia estrategia epistemológica que reconoce la existencia de una antinomia, la

 paralaje en el campo de las ciencias sociales y naturales actuales.

Este giro que él inscribe como una suerte de refundación del materialismo dialéctico le permite

traerlo de nuevo al campo posmoderno de la reflexión. Antes, el materialismo dialéctico había

caído en desgracia en casi todos los circuitos intelectuales, y había sido objeto de un amplio

cuestionamiento por marxistas seguidores de Kant y del Neokantismo. Un ejemplo diciente lo

ejemplarizó el italiano Lucio Colletti, discípulo de Galvano Della Volpe, quien lo criticó con

acerbidad y rigor lógico, y algunos años después abandonó la escuela marxista por completo.

Hoy, Antonio Negri, aunque recupera la cuestión del antagonismo de los opuestos reales no lo

hace para revivir el materialismo dialéctico sino como una apertura a la vez que un armaconceptual con la que avanza Más allá de Marx. Y lo hizo cuando el estructuralismo de Louis

Althusser reinaba en el campo marxista, y valiéndose, entre otras, de la contribución teórica de

los franceses Félix Guattari y Gilles Deleuze, a quienes Negri elogia como refundadores del

materialismo histórico en la nueva época..

En el discurso actual de Slavoj Zizek, “la relación entre materialismo histórico y dialéctico es una

relación de paralaje. Son sustancialmente lo mismo, el cambio del uno al otro es meramente uncambio de perspectiva”.5 Pero dicha separación permite incorporar al discurso del marxismo los

tópicos tomados de otros saberes, como por ejemplo, el psicoanálisis y la pulsión de muerte, esto

es, el núcleo inhumano de lo humano. Así, de una parte, la paralaje establece con claridad

conceptual la brecha entre la condición humana y su exceso inhumano.

De otra parte, este giro conceptual permite recuperar la centralidad de lo social, entendido como

el campo de las prácticas sociales y las creencias, una situación histórico-concreta en “que lo

individual en sí debe experimentar como un orden que está mínimamente reificado,

externalizado”.6 

4 Op.cit., p. 12.5 Ibídem., p. 14.6 Idem., p. 14.

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Lo social y la transdisciplina

Ahora bien, lo social sustancial , -a lo que se refiere tanto la

 política como la estética-, existe porque los individuos lo consideran como tal, y se relacionan

con la sustancia social como tal. De modo específico, a propósito de la brecha de paralaje, el

materialismo dialéctico como pareja diferente del materialismo histórico se dirige a estudiar:

“cómo emerge…la verdadera brecha entre pensamiento y ser, la negatividad del pensamiento”. 7 

Aquel saber del marxismo busca el aspecto práctico de la propia pasividad del pensamiento. En

suma, toma en consideración la emergencia de la praxis social; y su ley básica no es otra que la

lucha de los opuestos. Sin embargo, la indagación de Zizek postula designar a la brecha de paralaje como el concepto de tensión inherente, no coincidente del propio Uno.

Igualmente, en la misma perspectiva también la filosofía como tal tiene un estatus de paralaje,

  porque la filosofía en su comienzo “surgió en los intersticios de las comunidades sustanciales

sociales, como el pensamiento de aquellos…incapaces de identificarse con alguna identidad

social positiva”.8 De modo radical dicho, la filosofía entraña una posición imposible, por fuera de

cualquier identidad comunal.

Retomando a Carl Marx, con la filosofía ocurre lo mismo que con el intercambio, porque ambos

surgen en los intersticios entre diferentes comunidades, un espacio sin identidad positiva, en el

marco de una experiencia multicultural. Un caso paradigmático de actor esta experiencia

filosófica es Baruch Spinoza, quien no siendo ni judío ni cristiano pensaba desde el intersticio de

los espacios sociales, “excomulgado por la comunidad misma de los expulsados de la civilización

occidental”.9 

7 Ibídem., p. 15.8 Op., cit., p. 17.9 Ibídem., p. 19.

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Pero, además, aquí no se trata del uso privado sino público de la razón, y de él deriva una

sociedad civil mundana, cosmopolita, que para nada es equiparable a ser ciudadano de un Estado

global transnacional.

Con ella se asume un principio de identidad nuevo, la singularidad universal que se opone a

Hegel, para quien esta sociedad civil mundana carece de contenido sustancial, porque al carecer 

de mediación de lo particular implica una identificación abstracta. Es esta una brecha de paralaje

que se resuelve, de acuerdo a Zizek, en una especie de corto circuito, en tanto participa

directamente de lo universal sin mediación particular, por lo que resuelve el acertijo histórico de

la representación (política).

La identificación ya enunciada se da con un principio ético-político universal, con unaorganización revolucionaria por parte del individuo singular aislado radicalmente de su

comunidad-original.

Mientras tanto, existen un sinnúmero de casos de paralaje, pero nos circunscribimos para la

tópica de este ensayo, en lo posible, solamente al examen de la paralaje política en relación con la

noción de transpolítica. Este ejercicio busca la sustentación a partir de la estética trascendental

kantiana, y se expresa en la postulación del antagonismo social que no da lugar a ningunacomunidad espacial entre los agentes en conflicto. Slavoj Zizek añade, con ironía explícita, que

conflicto es lo que antes conocíamos como lucha de clases. 10 

10 Ibíd., p. 22.